Capítulo XII
Olafh y Kofjar llegaron al palacio, con Dalen, Carel y Hark, escoltando a Tariq. La puerta principal se abrió y los sirvientes se inclinaron ante su señor.
-Branz – llamó el peliverde a su mayordomo más fiel – ¿dónde está mi familia?
-Deben estar en el comedor – respondió el hombre – junto con los invitados, esperando el desayuno, mi señor.
-Bien – asintió – llama a toda la servidumbre al salón principal, quiero hablar con ellos después del desayuno…
-¿A todos?
-A todos – repitió Olafh – los guardias, los cocineros, los jardineros, los mozos de establos, a todos, que no quede nadie sin asistir.
Branz se sorprendió, pero simplemente asintió y se retiró, dando órdenes para llamar a todos los siervos, mientras Olafh guio a sus acompañantes hacia el gran comedor.
Su familia estaba sentada, esperando la comida, Fianna ocupaba su lugar en la mesa, a un lado de la cabecera, pues, ese era el lugar de su padre, hasta que ella se casara. Cuando el pequeño séquito ingresó, el duque y el conde se pusieron de pie inmediatamente, para recibir a Olafh, como muestra de respeto.
-Buenos días – saludó el peliverde.
-Buenos días – respondieron los invitados con formalidad, sus hijos también respondieron, excepto Fianna, quien hizo una mueca de molestia al ver a los sacerdotes.
-Mi amor, pensé que no vendrías a desayunar – comentó Sadry con una sonrisa para su esposo, levantándose para darle un beso en la mejilla.
-Estoy aquí no solo para desayunar – anunció el peliverde – pónganse de pie – ordeno para sus hijos – tú también Fianna.
-¿Yo? – dijo la chica con recelo – yo no tengo por qué ponerme de pie ante nadie – soltó con desprecio.
Olafh respiró profundamente, sabía que lo que iba a anunciar, sería un duro golpe para la vanidad de su hija, pero en el fondo, creía que era hora de que aprendiera un poco de humildad.
-Todos debemos ponernos de pie, ante el sumo sacerdote del Dios de la ciénaga – dijo su padre con seriedad.
-Y yo soy la suma sacerdotisa – sonrió ella triunfal.
-Ah, no, ya no – sonrió el peliverde y, de entre su ropa, sacó una flor roja, consiguiendo que los ojos celestes de su hija, se abrieran como platos – nuestro Dios Keroh, ha elegido un nuevo sumo sacerdote.
Sadry se cubrió la boca con su mano, tratando de ocultar su gesto de susto; Riokh y Lygred se pusieron de pie de un salto, sin apartar la mirada de esa flor, roja como la sangre, que ellos no habían visto, desde que su padre se retiró como sumo sacerdote. Degner y Lendall también estaban sorprendidos, pues ellos estaban ahí para cortejar a Fianna, por ser la sacerdotisa de la ciénaga, pero si ya no lo sería entonces, no tenía nada que ofrecer; como aún no habían hecho la petición formal, estaban deslindados de cualquier responsabilidad con la chica y podían tratar de acercarse a alguien que sí valiera la pena.
-No puede ser… – negó la peliverde, incorporándose de su asiento, con un gesto de ira – ¡es mentira! – gritó – esta flor debieron haberla tenido guardada, ¡esto es solo para perjudicarme! – se señaló con desespero.
-No – su padre negó – nuestro Dios eligió un nuevo sumo sacerdote – repitió – y no lo hizo solo con una flor de sangre – su mirada celeste, chocó con la de su hija – fue una cama de flores, Fianna, como solo se ha visto en el bosque de Nyrn – dijo con seriedad – no hay duda de su elección – sentenció.
Ante esta noticia, todos los presentes se quedaron atónitos.
-¿Quién…? – la voz de Fianna apenas se escuchó, parecía un sollozo – ¿Quién fue el que lo logró? – preguntó a media voz, aunque ya sabía la respuesta, pues solo un sacerdote iba a hacer un ritual, el día anterior.
-Tariq – anunció el mayor, señalándolo con el rostro.
Todos miraron hacia el grupo de sacerdotes, detrás de Hark apenas se notaba la melena negra, resaltando gracias a la túnica plateada que portaba; asomándose como un ratoncito asustado, por un lado de su amigo, Tariq miraba la escena, aferrado a la túnica opaca del ojirrojo, temblando ligeramente y mordiendo su labio inferior de manera insistente.
-¡¿No puede ser?! – Fianna golpeó la mesa con sus manos – ¡¿cómo es posible que haya elegido al hijo de una prostituta?! – gritó mientras lloraba con desespero.
-¡Fianna! – su padre trató de reconvenirla.
-¡No lo acepto! – chilló – ¡no pienso aceptarlo! – repitió – ¡es un hijo de nadie! ¡es…!
No pudo terminar, su madre había dado pasos largos hasta ella y la abofeteó con fuerza; Sadry jamás había levantado un solo dedo contra sus hijos, mucho menos contra Fianna, quien era su princesa y, al ser la futura suma sacerdotisa era mucho más permisiva con ella, por eso esa acción sorprendió a Olafh quien no pensó que su esposa llegaría a golpear a su hija.
La mejilla de la peliverde estaba roja y Sadry se talló la mano con la otra, al parecer, hasta a ella le había dolido el golpe.
-Tu deber… – dijo la mujer de cabello guinda – es obedecer a tu Dios – sentenció con seriedad – él ya tomó su decisión, ahora, ¡compórtate y acéptalo!
Fianna miró a su madre con reproche y su labio inferior tembló, al momento que gruesas lágrimas recorrían sus mejillas; dio media vuelta y salió corriendo del recinto. El comedor se quedó en silencio, nadie parecía procesar la situación con rapidez, hasta que la voz suave de Sadry rompió el silencio.
-Supongo que, le darás al pequeño Tariq la habitación principal – sonrió tristemente para su esposo.
-Sí – asintió él.
-Entonces, iré a decirle a Fianna que la debe desocupar – anunció.
-La habitación que ella usaba antes, sigue intacta – indicó el peliverde y acarició el rostro de su esposa con infinito amor, tratando de reconfortarla.
Tenían veintitrés años de casados y la conocía bien, en el fondo, ella se estaba culpando en ese momento, por no haber educado a Fianna, ni a sus otros dos hijos correctamente, para que el Dios de la ciénaga los aceptara.
-De acuerdo – asintió y se alejó lentamente, al pasar al lado de los sacerdotes, hizo una reverencia para Tariq – con permiso, joven – sonrió y se retiró en busca de su hija.
-Tariq – la voz de Olafh hizo temblar al menor, a pesar de que no tenía un tono desagradable – ven, por favor – llamó con suavidad.
El pelinegro pasó saliva y ejerció presión en el brazo de Hark, quien giró el rostro, lo miró y le sonrió para darle confianza. Después de un momento, el niño caminó hacia el comedor y se acercó a Olafh; no le tenía miedo a él, pues había sido muy amable en todo momento, pero se sentía cohibido por lo que ocurría.
-Toma asiento – sonrió el peliverde, acercándose al lugar que había sido ocupado por su hija momentos antes y moviendo la silla para el niño.
-Pero… – Tariq titubeó – yo…
-¿Quieres la principal? – señaló el hombre su silla – es tradición que, hasta que el sumo sacerdote se case, el anterior use esta silla – explicó – pero, siendo que no eres de mi familia, si gustas podemos hacer la excepción…
-No, no es eso – negó con rapidez, pues lo que menos quería era quitarle su lugar en todo sentido – es solo que… es un poco… penoso…
-¿Por qué?
-Bueno… – el niño suspiró – es la silla de la señorita Trallk y están sus invitados… – respondió en un murmullo, evitando la mirada de los demás en la mesa.
-No te preocupes por eso – el peliverde sonrió – además, siendo tu primer desayuno como sumo sacerdote, debes alimentarte bien…
-Preferiría comer con Hark y los demás, si no le molesta – musitó.
Olafh sonrió condescendiente, era obvio que el niño no tenía mucha confianza y lo primero que tenía que hacer era dársela, para que se sintiera más tranquilo.
-Ellos nos acompañaran – levantó la mirada observando a Kofjar, quien asintió ante esa orden muda y caminó al comedor, seguido de los otros tres sacerdotes.
Tariq respiró profundamente para armarse de valor y terminó sentándose en la silla. Cuando se acomodó, los demás empezaron a tomar sus lugares y un par de siervos acercaron la comida.
-A él primero – indicó el ojiazul a su mayordomo, cuando se acercó con el plato.
El hombre asintió y colocó la comida frente al niño, con sumo cuidado.
-En un momento, anunciaré esta situación a la servidumbre – mencionó Olafh, mientras todos recibían sus alimentos – así, te atenderán con el debido respeto – miró de soslayo al menor – y si gustas, puedes elegir siervos que estén a tu completa disposición, a toda hora…
-No es necesario – negó – así estoy bien, en serio.
El peliverde sonrió débilmente, un gesto que no se notó gracias a su barba; era obvio que Tariq no entendía las repercusiones que tenía ser el nuevo sacerdote de la ciénaga.
-Señor Trallk – la voz del pelirrojo se escuchó – me gustaría hablar con usted, en privado, al finalizar el desayuno – pidió.
-A mí también – anunció el peliazul.
-Si es con respecto al compromiso – suspiró el hombre – siéntanse libres de retirar su palabra – dijo con seriedad para el duque y el conde – no lo habían hecho formalmente, y no tienen que seguir adelante si no lo consideran pertinente.
Ambos respiraron aliviados.
-También quería saber, ¿me sería posible obtener el permiso de cortejar al joven Tariq? – dijo el duque con seriedad.
El aludido levantó la mirada con susto y sus orbes bicolor chocaron con los ojos purpuras del otro, quien sonreía de lado, confiado. Los demás en la mesa se miraron entre sí; Olafh bebió un poco de vino y sonrió.
-Lamentablemente, creo que conoce las reglas – dijo con diversión – un sumo sacerdote debe tener descendencia.
-Lo sé – dijo con firmeza – pero sé también, que es posible tener una madre provisional, en caso de ser solo necesario tener un heredero, desde que el señor Eroim de Nyrn, dijo que los Dioses buscaban el amor, los sumos sacerdotes también tienen el derecho de buscarlo en cualquier persona, ¿cierto?
Olafh levantó una ceja, era obvio que el chico no iba a quitar tan fácil el dedo del renglón.
-En todo caso, yo también puedo intentarlo – sentenció el conde, mientras un brillo de desafío hacia el duque, se notaba en sus orbes verdes.
-Mejor que se case con Fianna y asunto arreglado – espetó Lygred, pues no quería que su apellido fuese relegado tan fácilmente, aun podía ser ‘cuñado’ del sumo sacerdote y seguir teniendo privilegios en las altas esferas sociales.
-No creo que Tariq quiera casarse con nuestra hermana – Riokh bebió de su copa – así que esa no es una buena opción, en todo caso, yo puedo casarme con él… Después de todo, no tiene apellido, ¿o sí? De esa manera, se convertiría en un Trallk…
Los ojos rojos de Hark observaron al joven con desaprobación; cuando la mirada celeste se encontró con el rostro del sacerdote de cabello purpura, se dio cuenta que tenía un gesto de molestia. Hark hizo un mohín, girando el rostro, parecía ofendido.
Olafh masajeó el puente de su nariz, el comedor se había convertido en una batalla campal entre sus hijos y los invitados, todo por intentar obtener la mano del nuevo sumo sacerdote.
-Tariq tiene apellido – dijo el peliverde – pero, no lo usará, por el momento – sentenció – ahora, con respecto a tener un prometido, creo que…
-No es posible – la dulce voz de Tariq se escuchó y consiguió que todos guardaran silencio – realmente lo lamento pero, no puedo aceptar a ninguno – anunció y su voz sonaba seria, aunque su cuerpo temblaba como una hoja al viento – realmente, si soy el sacerdote ahora es, porque…
Se mordió el labio, no podía decir nada, no debía decir que él y Keroh querían intentar tener una semilla, pues, no sabía si su Dios lo amaba aunque él sí lo hacía, así que, no estaba seguro que funcionaría.
-Porque estoy a prueba ante mi señor, Keroh – aseguró – por eso no quería aceptar tantas consideraciones – miró de reojo a Olafh – pero, no puedo aceptar cortejos de nadie más, porque… porque no sé qué planes tiene él para mi realmente, pero, en todo caso, de una u otra manera, yo decidí consagrarme a él y no puedo aceptar a nadie… perdón.
El peliverde sonrió, eso solo le confirmaba lo que había pensado cuando lo encontró en la mañana, el Dios de la ciénaga había elegido más que un sacerdote, lo que ese día hizo, fue decidirse por su pareja.
* * *
Después del desayuno, Olafh presentó a Tariq con la servidumbre, muchos se sorprendieron, pero la gran mayoría, lo tomó muy bien. Kofjar, Dalen y Carel se retiraron del palacio para ir al templo, a seguir con sus obligaciones y prepararse para el ritual de ese día; Hark se quedó al lado del pelinegro, pues aún era su guía.
A las once de la mañana, la habitación principal estaba lista para ser ocupada por Tariq, además, sus pocas pertenencias ya habían sido llevadas a la misma.
-Las ropas de cama fueron cambiadas – anunció Olafh entrando junto con Tariq y Hark al enorme recinto – ya se enviaron mensajes a los comerciantes de la ciudad, para que vinieran a cambiar el colchón y todos los muebles que no te gusten – sonrió condescendiente – así como a traer cualquier cosa que necesites.
-Yo… realmente no…– titubeó el menor – es que… no quiero ser una molestia…
-No es una molestia – negó el peliverde – al contrario, quisiera poder hacer más para que estés a gusto.
-Pues, no sé si se pueda – el niño estrujó su túnica con debilidad, pues no quería dañar el tejido, que aún no entendía de qué era – pero, me gustaría que Hark se quedara conmigo, al menos durante los días – miró a su amigo de soslayo.
El ojirrojo se sorprendió y sonrió – sabes que estoy a tu servicio – dijo con sinceridad.
-Bien, ordenaré que preparen la habitación de al lado para Hark – sonrió el mayor – si necesitas cualquier cosa, solo toca las campanillas – señaló una mesita que tenía una campanilla sobre una charola – o que Hark le hable a cualquier siervo – indicó el peliverde – no te preocupes por lo demás, en un par de horas, Kofjar vendrá para llevarte al templo y prepararte para esta primer noche de luna llena.
Esas palabras hicieron que Tariq temblara; no estaba seguro que las cosas salieran bien. Si esa noche, no recibía tantas flores de sangre, posiblemente los sacerdotes y el señor Trallk, se sentirían defraudados.
-Iré a hablar con mi familia – anunció Olafh – necesito poner en claro algunas cosas, descansa.
Después de eso, salió de la habitación, cerrando tras de sí.
Cuando Hark y Tariq se quedaron solos, el pelinegro camino tambaleándose hasta sentarse en una silla con lentitud.
-¿Te sientes mal? – Hark apresuró el paso hasta él, pues lo vio tambalearse.
-Esto… es… sorpresivo… – dijo débilmente – toda la mañana… todo ha sido tan… extraño – levantó el rostro y tenía un gesto de confusión – parece un sueño…
-¡Por supuesto! – sonrió el ojirrojo y se sentó en otra silla frente al niño – pero es un buen sueño – dijo condescendiente – solo quiero saber, ¿por qué no me dijiste que conocías a nuestro Dios? – preguntó – realmente es increíble y digo, no me molesta el cambio – negó con una amplia sonrisa – la señorita Fianna y sus hermanos no son muy agradables, pero al menos me debiste decir – reprochó – ¿no somos amigos?
-Yo… es que… no sé si es correcto, es decir… es… secreto… – musitó, pero no podía negar que conocía a Keroh realmente, no después de lo ocurrido.
-¡Oh! – Hark se sorprendió – entonces, no preguntaré más – sonrió – pero sabes que puedes contar conmigo para lo que necesites – puso su mano sobre la de Tariq – te cuidaré y protegeré con mi vida – prometió.
-Gracias – el niño suspiró – pero, no creo que sea necesario.
-Aun así – el mayor sonrió tristemente – los hijos del señor Olafh no están muy a gusto con esta decisión, especialmente la señorita Fianna – como ya no tenía que ser tan formal, no se sentía con obligación de llamarla con el mismo respeto de antes – y, no quisiera que hiciera algo malo en tu contra – su rostro mostró un dejo de inquietud.
-Creo que exageras – el pelinegro sonrió – no creo que ella sea capaz de hacer algo malo.
-Tal vez exagero, pero, yo los conozco más que tu – sentenció Hark.
-Hark – Tariq suspiró quería cambiar de tema y, especialmente, comprender un poco más de su situación – ¿qué se supone que haga en el ritual? – preguntó confundido – es que, no sé…
-Bueno, normalmente debes presidir la ceremonia y quedarte ahí toda la noche, orando – sonrió – pero, supongo que no te sabes los rezos y canticos, así que, no sé qué procede, ¿qué hiciste anoche?
Ante la pregunta, los recuerdos de lo que había sucedido, llegaron a la mente del niño con rapidez y sus mejillas se encendieron.
-Yo – titubeó – nada… solo… ah… no lo sé.
El ojirrojo sonrió, era obvio que el otro le mentía, pero como dijo, no lo iba a presionar, pues esperaba que confiara en él por su propia voluntad.
-Bueno, hoy, supongo que te irás a purificar y luego a las rocas – dijo sin mucho interés.
El pelinegro se mordió el labio, eso significaba que no iba a tener mucho tiempo y, quería que todo fuera normal.
-Hark…
-¿Si?
Los ojos bicolor lo miraron con seriedad – necesito un favor…
* * *
En el bosque, Keroh estaba sentado, a orillas de su lago, esperando a que Nyrn llegara, ya que en el bosque de su hermano, era muy temprano aún.
-“Keroh, hoy tengo cosas que hacer en la tarde y no quería levantarme tan temprano…” – dijo el ojiverde al llegar frente al lago.
-Lo siento – sonrió el menor – es que, quería preguntarte algo.
-“Apresúrate, que quiero volver al lado de mi esposo…”
-Ayer, ¡llevé a Tariq a dónde tengo mis flores de sangre! – su voz sonó emocionada – y, traté de hacer lo que me dijiste, pero, algo no salió bien…
El ojiverde levantó una ceja – “¿cómo que algo no salió bien?”
-Lo que pasa es que, no le saqué su savia…
-“¿Por qué?” – el mayor entrecerró los ojos, un poco decepcionado de su hermano por no actuar como debía.
-Lo que pasa es que, bueno… – el pequeño rubio arrugó la nariz y se rascó el cabello – él dijo que quería hacerlo y, no me dio tiempo de nada – se alzó de hombros – entonces, cuando salió mi savia, yo… me sentía tan cansado que… me dormí… – se encogió en su lugar con vergüenza.
Nyrn sonrió y se sentó en la orilla del lago – “Keroh, tu no habías expulsado tu savia antes…” – comentó – “…y, supongo que tampoco lo intentaste ayer antes de estar con tu sacerdote, ¿cierto?”
El aludido asintió, dándole la razón a su hermano.
-“La primera vez que liberamos nuestra savia, nuestro cuerpo se relaja tanto que nos deja un poco cansados…” – explicó el mayor – “…pero, aun así, la primera vez que lo haces con alguien más, si en realidad te gustó, sucede algo distinto a cuando lo haces solo…” – rascó su barbilla – “…cuando Skoll extrajo mi savia la primera vez, yo también me sentí muy cansado y tuve que dormir, pero en las ocasiones subsecuentes, mi cuerpo pareció haberse adecuado a eso…”
-Entonces, si hoy lo hago, ¿no me quedaré dormido?
-“Seguramente no…” – rió el ojiverde – “…pero, como aun no llegas a los dos mil años, mejor extrae su semen primero…”
-¿Su savia?
-“Los humanos no dan savia, te lo dije hace tiempo, solo dan semen…” – el rubio mayor se alzó de hombros – “…pero, sabe rico… al menos el de Skoll sabe muy rico…” – sonrió divertido – “…y a nuestras semillas les fascina…”
-Entonces, le extraigo su semen… Y después, ¿qué hago?
-“Lo tomas como tuyo…” – respondió con obviedad el mayor.
-Pero en el libro dice que puede doler… no sé si eso le guste…
-“En el libro también dice como debes estimularlo…” – Nyrn levantó una ceja – “…solo tienes que hacer que él se sienta bien y ya…”
-Y después solo… ¿entro? Y ¿si me equivoco?
-“No tienes por qué…” – el ojiverde negó – “…solo hay un lugar por dónde entrar…” – dijo con toda seguridad – “…y cuando lo hagas, lo demás, igual que el beso, es instintivo…”
-No me siento muy convencido – negó el menor – necesito más información – se cruzó de brazos e hizo un puchero.
-“No hay más información…” – sentenció Nyrn – “…solo lo haces, con el tiempo, vas conociendo a tu pareja y sabrás lo que le gusta, ya lo verás…”
Keroh suspiró, podría ser cierto que, la primera vez no sería tan agradable, porque no conocía mucho a Tariq, pero al menos debía intentarlo.
El ojiverde se dio cuenta del semblante de su pequeño hermano – “…deja de preocuparte…” – sonrió condescendiente – “…todo va a salir bien, pero supongo que lo harás mañana, porque esta noche, tu sacerdotisa será la que esté toda la noche en las rocas, ¿no?...”
-No – negó el pequeño rubio – Tariq se quedará, anoche le di mis flores de sangre…
-“¿Anoche?”
-Sí, es que, es la primera vez que florecen todas – sonrió feliz – fue porque estuve con él, así que, se las entregué y, obvio, se convirtió en mi sumo sacerdote…
-“Y, ¿qué dijo tu familia guardiana?...”
-Mi anterior sacerdote, Olafh, se encarga de todo, y lo está cuidando – respondió con tranquilidad – y sus hijos, supongo que no les agradará, pero no me importa, esta noche, confirmaré que quiero a Tariq como mi sumo sacerdote.
-“Bien, ya vas un paso adelante…” – el ojiverde asintió – “…pero supongo que ahora, todos saben que él tiene contacto contigo, ¿qué harás?...”
-Por ahora nada, por lo menos hasta que ponga mi semilla en él.
-“¿Piensas hacerlo hoy?”
-No, aunque es la primer luna de otoño – sonrió – posiblemente me espere a la próxima, o hasta la primer luna de invierno…
-“Es lo mejor, si no sabes que pasará la primera vez que te unas a él, intenta aprender primero…” – Nyrn pasó la mano por su cabello – “…además, para poner tu semilla, debes estar seguro de lo que sienten…”
-Yo lo quiero – dijo el menor.
-“Keroh, no sé qué tanto sea necesario que nosotros amemos a nuestra pareja para poner la semilla…” – suspiró – “…porque cuando yo lo hice, no sabía que sentía exactamente por Skoll, pero al menos de parte de ellos, debe haber amor ¿ese chico siente amor por ti?”
-Pues, eso creo… anoche dijo que quería hacer el amor conmigo.
La sonrisa se dibujó en el rostro de Nyrn – “…entonces, está bien, solo dale un poco de tiempo, no apresures lo de la semilla, es mejor que esperes a la primer luna de invierno, cómo dijiste…”
-Bueno, iré a prepararme – sonrió – gracias por escucharme.
-“Mucha suerte…” – sonrió el ojiverde y la imagen del agua empezó a desvanecerse.
* * *
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