Capítulo X
Después de explicarles a sus subordinados lo que tenían que hacer, especificando detalles para que no erraran y enviándolos a sus destinos, el pequeño hurón volvió a la mansión; sabía que Zoltan seguía hablando con Dunkel y que Kharine había salido, porque un trabajador se lo comentó cuando ingresó a la enorme mansión. El niño suspiró, debía esperar a su madre para despedirse e irse a su hogar, así que fue directamente a la cocina sentándose en la isla desayunadora, donde pidió algo de comer, ya que le había dado hambre o eso creía.
En dos días, no se había acostumbrado aun a lo que su cuerpo le pedía o necesitaba; comer era algo que no le causaba muchos problemas, excepto porque ahora con sus dulces y chucherías no se sentía satisfecho y debía comer más. El peor problema le resultó el acudir a sus necesidades sanitarias.
La primera vez que lo hizo, fue horrorosa para él, tanto, que asustó a Dunkel por sus gritos y quejas; jamás había experimentado tanto asco, horror y vergüenza. Cuando salió del sanitario, tenía el rostro pálido, la mirada perdida y sus manos rojas, ya que se había lavado las manos con jabón, tantas veces que perdió la cuenta, tallándoselas hasta casi arrancarse la piel; también había tomado un baño porque se sentía sucio y asqueroso, pero aun así, eso no le quitaba la sensación desagradable.
—Creo que hay algo mal con mi cuerpo — dijo con voz baja, recargándose en la puerta y levantó el rostro, mostrando sus ojos húmedos.
—¿Algo mal? — preguntó el moreno confundido.
—Era… asqueroso… apestoso… ¡horrible! — dijo con voz temblorosa — no es posible que tenga que hacer eso siempre… ¿o sí?
El mayor no pudo evitar reír a carcajadas, era obvio que si él era un ignorante en asuntos elementales, el pequeño rubio era un ignorante en cuestiones hibridas normales, así que ya no podía sentirse superior en todo. Eso no le hizo mucha gracia al ojirrojo, por lo que la relación entre ambos se volvió peor.
—Solo espero no volver a verlo, más que en los entrenamientos — musitó con molestia, mientras esperaba a que le sirvieran algo de comer y bebía un poco de su jugo favorito.
Bostezó, tenía sueño y eso le inquietaba. A pesar de que antes dormía mucho, no era porque su cuerpo se lo pidiera, sino por gusto y lo hacía generalmente cuando quería, ahora era distinto; su cuerpo le exigía dormir y eso podría ocasionarle problemas a la larga, ya que si dormía en horas que ocupaba para otras cosas, perdería tiempo de trabajo o diversión.
—Mientras espera a que Chloe le prepare comida, ¿por qué no come un poco de cheescake? — comentó el mayordomo castaño, de manera servil y le puso enfrente un plato, con una rebanada de pastel.
—Gracias, Many — sonrió el niño con debilidad y sujetó el cubierto, para comer el pastel.
—Se mira deprimido — comentó el híbrido suricato, sirviendo un poco más de jugo en el vaso —, ¿le ocurre algo?
A pesar de verse joven, Manieth Jadrol, era un elemental asimilado que tenía muchos años trabajando en esa mansión, para la familia Firesoul. Eran contados los elementales que trabajaban ahí; la mayoría de los trabajadores eran híbridos normales, que realizaban tareas sencillas como la limpieza y no gozaban de tanta confianza como los elementales de fuego que sabían la realidad de la familia Firesoul.
Aidan masticó un poco de pastel y suspiró; a pesar de que Many era el mayordomo y un elemental de nivel bajo, tenía toda la confianza de sus padres, pero sabía que no podía decirle lo que le ocurría, así que tenía que pensar en cualquier otra excusa — no he podido tocar violín, ni jugar Streitkraft en un par de días, así que eso me tiene algo triste.
—Seguramente, hoy en la noche, podrá hacer lo que más le gusta — comentó el otro de manera condescendiente —, no se desanime, que los niños bonitos no deben tener una carita triste — sonrió.
Aidan hizo un mohín, pero luego empezó a reír; era un niño algo vanidoso, por lo que recibir elogios o cumplidos y que le dijeran que era lindo, lo ponía de buen humor.
—Es cierto — dijo más seguro —, no debo ponerme triste, ya que hoy en la noche volveré a la normalidad y dejaré de estar encerrado en un contenedor — «y no volveré a compartir nada con ese idiota de Dunkel».
—Aquí está la comida para el huroncito más lindo del mundo — anunció Chole, llevando el plato de arroz con curry.
—¡Curry! — gritó el menor y lo acercó a él —, ¡gracias Chloe!
La joven de cabello azul acero sonrió, moviendo sus pequeñas orejas emocionada; ella era un híbrido hipopótamo, asimilada también, por lo que su poder era débil y no podía ir a misiones militares, pero le gustaba trabajar ahí, era todo tranquilo.
Mientras ellos miraban a Aidan comer, Zoltan llegó a la cocina, acompañado de Dunkel.
—¿Comiendo otra vez? — preguntó su padre con seriedad.
—Ahora me da más hambre — se excusó el rubio, aunque su voz apenas se escuchó, ya que tenía la boca llena.
El león levantó una ceja, sonrió, se acercó al menor y le despeinó el cabello con cariño; el ojirrojo levantó el rostro y le respondió con una enorme sonrisa también.
—Siendo así, yo me comeré el cheescake — señaló el ojiverde, agarrando el plato que tenía el pastel empezado.
—¡Ño! — gritó el hurón — ¡Ese también es mío! ¡Devuélvelo! — pidió poniéndose de pie.
El león levantó el plato, alejándolo del menor y Aidan empezó a dar saltitos, tratando de alcanzarlo.
—No, se supone que estás comiendo otra cosa…
—¡Zoltan! — el ojirrojo hizo un puchero y siguió tratando de recuperar el pastel, mientras Many y Chloe los observaban con una sonrisa divertida.
Esa escena desconcertó a Dunkel. A primera vista, parecían solo un padre e hijo, compartiendo un momento familiar, aunque por lo joven que se miraba el león, podría ser hermano del hurón; realmente le era difícil imaginarse que no eran personas comunes y que tenían una vida oculta, donde las cosas se podían poner difíciles, pero ahora que lo sabía, le causaba conflicto y no sabía si él podía sobrellevar ambas vidas, igual que los otros.
—¡Oh, vamos! — el pelirrojo llevó un poco de pastel a su boca —, puedes comer otra rebanada después de tu comida — dijo justo como el menor había hecho, con dificultad para hablar porque seguía masticando el bocado.
Aidan infló las mejillas y se alejó — le diré a Kharine que estás comiendo dulces de nuevo — acusó volviendo a su lugar, siguiendo con su comida.
El león sonrió divertido y comió más pastel — dile — retó —, no hay nada que ella me haga, que no me guste.
Esa manera de responder, tan despreocupada y atrevida, sorprendió a Dunkel; había hablado un rato con el ojiverde, pero ahí le parecía una persona completamente diferente a la actitud fría y seria de antes.
El hurón apretó los parpados y golpeó los cubiertos en la mesa, sintiendo su rostro arder — no necesitaba saber eso — dijo entre dientes.
Zoltan sonrió y volteó a ver al joven pantera — ¿gustas comer algo, Dunkel?
Esa forma tan informal de hablarle, sobresaltó al moreno — ah… no, gracias.
—Siendo así, al menos acompáñanos un poco, no te quedes parado — se burló el pelirrojo y se sentó al lado de su hijo.
Dunkel se sentó en un banco del desayunador y Many se acercó.
—¿Gusta algo de beber, señor? Puedo ofrecerle café, té, jugo, agua o ¿prefiere algún licor? — indagó con amabilidad, especialmente al percibir el olor a alcohol en el moreno.
—Agua simple, por favor.
El castaño se alejó, yendo a servir un vaso, mientras el ojiazul observaba la interacción entre el león y el hurón.
—Termina de comer — ordenó el pelirrojo para su hijo —, que debo llevarlos, a Dunkel y a ti, a casa.
—¿Me llevarás tú? — preguntó el niño confundido — creí que me llevaría alguien más.
—No, yo te llevaré, necesito explicarte algo — sabía que sería difícil decirle que ahora tendría que vivir con Dunkel, pero lo sobrellevaría en el momento.
—Está bien, pero debo esperar a Kharine — comentó el rubio, bebiendo un poco de jugo antes de continuar —, ella odia que no me despida.
—No te preocupes por ella, la verás allá.
—Ok — el niño asintió.
Dunkel recibió el vaso con agua y bebió unos sorbos, mientras su mirada azul se cruzaba con la verde del león; sabía que no debía decir nada hasta llegar a su departamento, pero le intrigaba lo que haría el pequeño hurón cuando estuvieran allá, aun así, en el fondo, tenía una emoción malsana porque sabía que ese niño estaría en sus dominios y al menos fuera de la milicia, él tendría el control.
~ • ~ • ~
Después de comer y terminar otra rebanada de pastel, Zoltan ordenó preparar el automóvil para llevar a Dunkel y Aidan.
Debido a que la mansión estaba en las afueras, el trayecto fue largo, así que el sol se ocultaba en el horizonte, cuando el automóvil llegó a la ciudad. El camino le resulto desconocido al menor, pero imaginó que llevarían primero al moreno, a quien no le había dirigido la palabra; se había propuesto no hablarle más que lo estrictamente necesario.
El chofer tenía la dirección del edificio dónde Dunkel vivía, así que fue directamente para allá; ingresó al estacionamiento y se estacionó, bajando de inmediato a abrir la puerta trasera. El hurón se sorprendió al ver que Zoltan bajaba y lo seguía Dunkel, pero se sobresaltó cuando el león se asomó al vehículo y lo llamó.
—Aidan, ven, acompáñanos.
—No quiero — negó —, te espero aquí.
El ojiverde suspiró — ven, ahora — dijo con tono de mando y al niño no le quedó de otra más que obedecer.
Bajó del vehículo y los tres caminaron por la zona, yendo al elevador.
—Su motocicleta ya está aquí mismo, joven Blauenacht — indicó el pelirrojo y le entregó las llaves del vehículo.
«¿De nuevo con las formalidades?» el moreno no sabía cuándo debía ser formal y cuando no, posiblemente seria otra cosa en lo que tardaría para acostumbrarse — gracias — dijo serio, recogiendo las llaves.
—Y estas son para su nuevo automóvil — le entregó otro llavero.
—¿Automóvil? — el ojiazul frunció el ceño.
—No me diga que no sabe manejar — preguntó con media sonrisa el león.
—Sí, sé manejar, pero, ¿por qué ocupo uno?
—Con sus nuevas responsabilidades — hizo un ademán con el rostro hacia Aidan, quien debido a que no estaba prestándoles atención, no se dio cuenta —, un automóvil será más cómodo para cumplirlas, aunque la moto es suya y puede usarla cuando quiera.
—Entiendo, siendo así, gracias — el pelinegro recogió las llaves y las guardó en su bolsillo también.
El ascensor se detuvo y los tres descendieron en uno de los pisos intermedios de ese lugar; cuando Aidan levanto el rostro, lo primero que vio fue a Kharine.
—¡Hola! — dijo el niño, sorprendido de que estuviera ahí.
—Hola, Kesito — sonrió ella.
—Buenas tardes — saludó Dunkel.
—Buenas tardes — respondió amable la leona.
Zoltan se acercó a su esposa y la besó en los labios — ¿tuviste dificultades? — preguntó con amabilidad.
—No, para nada — la rubia acomodó un mechón de cabello tras su hombro —, solo me falto meter las dos cajas que están ahí.
Aidan observo las grandes cajas al lado de una puerta; pero supuso que eran cosas para Dunkel, que sus padres le estaban entregando.
—¿Cómo entró? — preguntó el moreno de inmediato, ya que él no le había dado las llaves de su hogar.
La ojiverde lo miró de soslayo — algunas cosas, joven Dunkel, es mejor que queden como incógnita.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa, por lo que la leona rió divertida.
—No piense mal — negó y le entregó unas llaves —, su hermano me prestó las copias de las llaves que él obtuvo, cuando usted estuvo en el hospital — le restó importancia —, aun así, es notorio que necesita arreglar algunas falla de seguridad, pero no se preocupe, mañana mismo, vendrá alguien a solucionar esos pequeños defectos de su hogar.
El joven pantera frunció el ceño; sabía que su hermano había entrado sin permiso, pero no que incluso había sacado copias de sus llaves. No le gustaba que invadieran su privacidad, por lo que tendría que hacer algo al respecto.
Dunkel abrió la puerta e ingresó llevando una caja con él, encontrándose con varias cajas más en el recibidor de su hogar, por lo que dejó la que sujetaba sobre las demás. Zoltan agarró la última caja y no esperó la invitación para ingresar, por lo que Kharine lo siguió, entrando como si fuesen los dueños de ahí también, el único que se quedó afuera, fue Aidan; el pequeño hurón sintió un ambiente pesado, el lugar estaba impregnado del olor del moreno y detestaba que se sintiera tan fuerte, ya que su instinto animal reaccionaba de manera inquieta, ante el territorio de un depredador mayor.
—Aidan — Kharine se regresó unos pasos —, entra, cariño.
—Prefiero esperar aquí — respondió, mirado con desconfianza hacia el interior.
Los leones se miraron entre sí y luego le dirigieron una mirada a Dunkel; el pelinegro sonrió con altivez, se sentía satisfecho de esa reacción.
—Adelante, estás en tu casa — dijo con un tono divertido.
El ojirrojo sintió un escalofrío recorrer su columna, pero supuso que sus padres tardarían un poco, ya que entraron seguramente para hablar, así que no podía esperar fuera. Con reticencia, el menor ingresó; pero apenas estuvo unos pasos dentro, se abrazó a sí mismo, sintiendo que su piel se erizaba y un escalofrió lo recorría de pies a cabeza, realmente se encontraba incómodo.
Los ojos rojos repasaron el lugar, a pesar de que se miraba más pequeño que su departamento, estaba pulcramente limpio; tenía pocos muebles, aun así el decorado era sobrio e incluso, hasta elegante, con solo algunos detalles por aquí y por allá.
—No está mal — dijo Zoltan, observando el lugar, después de dejar su cargamento de lado.
—Sí, a mí también me sorprendió — añadió la leona —, realmente me lo imaginé más pequeño cuando lo describió en casa.
—Gracias — el moreno habló con sarcasmo.
Mientras ellos platicaban amenamente, Aidan reparó en un estuche de violín, que estaba sobre una caja, misma que se encontraba en la sala.
«Ese se parece al mío, pero él dijo que tocaba la guitarra, no violín…» sin dudar, se acercó al objeto y lo sujetó, encontrando sus iniciales grabadas; los ojos rojos se abrieron con sorpresa y de inmediato, revisó el interior, encontrando su violín dentro.
—¡¿Qué hace mi violín aquí?! — preguntó asustado, pero dejando el estuche sobre la caja.
—Oh, sobre eso…
—La verdad es tan relativa… — Zoltan sonrió.
Aidan pasó la mirada de uno a otro, pero no decían nada, más la sonrisa divertida de Dunkel le daba mala espina, así que presionó — respondan — dijo entre dientes —, ¿qué hace mi violín aquí?
—Kesito — la leona respiró profundamente —, como sabes, debido a lo ocurrido, tú y Dunkel no pueden estar lejos — explicó calmadamente.
El menor pasó saliva con dificultad, no le gustaba hacia dónde estaba yendo eso — creí… creí que ya lo habían solucionado con el brazalete — su voz tembló.
—En parte, así fue — asintió su padre —, pero como no sabemos lo que pueda ocurrir, preferimos tomar medidas — se alzó de hombros —, por eso, decidimos que tú y Dunkel, vivirán juntos, de ahora en adelante.
—¡¿Qué?! — el grito retumbó en toda la estancia, consiguiendo que los tres felinos hicieran un gesto de molestia, ya que lastimó sus delicados oídos — ¡No pueden tomar esa decisión sin consultarme! — señaló el menor.
Zoltan presionó su oído derecho con la punta del dedo meñique, aun escuchaba un chillido — en realidad, sí — respondió con seriedad —, eres menor de edad y ante la sociedad, debes acatar nuestras ordenes, porque somos tus padres…
—Y como tal — prosiguió la leona —, hemos decidido que el joven Dunkel, sea tu tutor de manera legal y oficial, pues él sí puede estar cerca de ti en todo momento, a diferencia de nosotros.
El rubio se quedó sin palabras.
—Por ello, ahora vivirás aquí, en su departamento — sentenció el pelirrojo.
El hurón se sobresaltó — no — negó lentamente —, no quiero vivir aquí, ¡no pueden obligarme!
—Sí, si podemos — asintió la rubia.
—Si no aceptas, entonces, te dejaremos fuera de operaciones especiales, hasta que cumplas la mayoría de edad — añadió su padre —, porque no podemos permitir que ocurran otras situaciones como esta última vez, ya que eso significa que no eres lo suficientemente responsable para responsabilizarte de tu vida y mucho menos para dirigir un escuadrón.
—¡Pero eso no fue mi culpa! — se excusó el ojirrojo —, él estuvo en un lugar en el que no debía, ¡yo solo intenté ayudarlo!
El león masajeó su frente — Aidan, no voy a discutir eso contigo, la decisión está tomada.
—Además, necesitas quien te ayude a ser más organizado, puntual y sobre todo, tener seriedad en tus actividades.
—¡Soy serio! — aseguró —, siempre he cumplido mis misiones.
—Tu madre no habla de las misiones — corrigió su padre —, habla de tu vida normal, en la escuela.
El rubio se asustó.
—¿Creíste que no sabríamos que te duermes en los salones, te saltas clases y además, no acudes a las asambleas? — enumeró la leona, poniendo las manos en su cintura.
—Tienes muchos privilegios, pero aun así, no cumples con tus obligaciones — Zoltan se cruzó de brazos — y ya es momento que actúes como un buen elemental y corrijas tu actitud como híbrido normal, por ello, vivirás con Dunkel.
—Pero si vivo aquí, el querrá estar al mando — se quejó el niño — ¡mejor que él se vaya a mi departamento! — pidió con ansiedad.
—Precisamente, esa es la idea, Kesito — Kharine sonrió —, él ahora está al mando — señaló al moreno con un ademán —, por eso, tú estás en su territorio.
El hurón dejó de respirar un momento.
—De ahora en adelante, en cuanto a tu vida como híbrido normal — especificó el ojiverde —, Dunkel Blauenacht tiene el control de ti y de tu educación, así como es su trabajo hacerse responsable de tus actos en la escuela, por lo tanto, tendrás que obedecerlo en todo.
Los ojos rojos observaron con terror a los leones y finalmente, la mirada se posó en el pelinegro, quien tenía una sonrisa sádica en su rostro.
—El joven Dunkel, ahora tiene toda la autoridad de reprenderte, regañarte y hasta castigarte, si así lo considera necesario — especificó la leona —, además, estará en contacto con nosotros en todo momento y nosotros sabremos si es necesario cancelar tus privilegios militares.
—Eso no es posible — Aidan negó —, ni siquiera yo estoy en contacto con ustedes siempre, mucho menos él, que ni siquiera tiene con qué hacerlo — dijo con algo de seguridad, refiriéndose al contenedor de CIE.
—Oh, es cierto — Zoltan sonrió —, olvidé decirte — dijo con diversión —, mientras tu hablabas con tu equipo, yo le entregué a Dunkel su CIE…
El hurón sintió que el piso se movía y más, cuando el ojiazul mostró su muñeca derecha, donde portaba su nuevo reloj.
—Además — prosiguió el pelirrojo —, debido a que es un caso especial, está dado de alta como subordinado directo de nosotros — señaló a su esposa y luego a sí mismo —, por lo que puede hablarnos en cualquier momento y avisarnos que has cometido una infracción.
—Es… es una broma, ¿verdad? — preguntó el ojirrojo, casi en un susurro.
—No, no lo es…
El sonido de una alarma interrumpió el momento; Zoltan y Kharine observaron sus relojes y se miraron entre sí.
—Tenemos algo qué hacer — comento el león, girándose para ver a Dunkel —, debemos retirarnos, pero confiamos en que puede hacerse cargo desde aquí, soldado Blauenacht.
El morenos se irguió — sí, señor.
—Cuide de Aidan — sonrió la rubia —, se lo encargamos y cualquier cosa, no dude en hablarnos.
Kharine caminó hasta su hijo y le besó la mejilla para despedirse; el niño ni siquiera respondió, ya que estaba estupefacto.
Los leones se retiraron y cuando la puerta se cerró, Aidan volvió a la realidad con un sobre salto.
—No — negó y corrió hacia la puerta —, ¡no pueden dejarme aquí! — gritó antes de alcanzar su meta.
Cuando llegó, intentó abrir, pero algo se lo evitó y sintió miedo al darse cuenta que la mano de Dunkel estaba en la madera, evitando que él abriera; intentó reponerse, así que se giró y trató de encararlo.
—No me importa lo que ellos hayan dicho — dijo con molestia —, soy más fuerte que tú, soy más poderoso que tú y tu debes obede…
No pudo terminar.
Los ojos azules lo miraban con frialdad, las uñas del mayor crecieron y rascaron la puerta, dejando una marca profunda en la misma, a la par que su cuerpo estaba desprendiendo intensas feromonas; Aidan tembló, el otro marcaba su territorio y a él le temblaban las piernas. Lo peor era que no sabía el motivo, pues aunque quería pensar que era porque él era un hurón y entendía que estaba invadiendo el territorio de un depredador más grande, en el fondo, su corazón se aceleró al creer estar viendo a su personaje favorito, en vez de a Dunkel.
—Bien — sonrió el pelinegro —, los papeles se invierten — se burló —, por lo que tengo algo que decir…
Aidan sintió que se le iba el aliento, ante la voz grave del otro.
—Escucha bien, chaparro — levantó una ceja —, aunque ya estoy en la milicia, es notorio que estoy a prueba y pienso hacer un buen trabajo — sentenció con seriedad —, así que, estas son las reglas — lo sujetó del mentón con fuerza y sus garras acariciaron la piel, consiguiendo que el niño temblara —, ahora estás en mi territorio, no me agradas y obviamente no te agrado, pero vas obedecerme, para bien y para mal — repitió las mismas palabras que el niño había usado ese mismo día y eso aterró más al rubio —, por lo tanto si yo digo a la escuela, tú vas a la escuela, si yo digo, a la cama, tú vas a la cama, sin objetar, sin preguntar, sin titubear — sentenció entre dientes, a sabiendas que debía ponerle límites en sus actividades, pues en la plática con Zoltan, le había advertido que el niño se desvelaba jugando y por eso tenía tantos problemas en la escuela —, la regla más importante es que mientras estés en tu vida de híbrido normal, como tú le llamas, tú no tienes voz, ni voto y solo seguirás mis órdenes, ¿entendido?
Un intento de sonrisa se dibujó en el rostro del menor — estás bromeando — dijo con debilidad —, solo alardeas, porque quieres desquitarte de lo que dije antes…
Dunkel sonrió y sus enormes colmillos se mostraron, dándole un aire sádico; fue en ese momento que el ojirrojo entendió que realmente iba en serio.
—Ahora eres mío, Aidan Firesoul, te guste o no — lo miró a los ojos —, así es y así será, a menos que tus padres me despidan o que pierda los poderes que me pasaste, nos deslindemos uno del otro y yo ya no pueda estar en la milicia, — especificó con voz seria —, mientras tanto, se acabaron las bromas infantiles en la escuela, se acabaron los pleitos con tus compañeros y se acabaron las excusas para saltarte clases — enunció fríamente — y que te quede claro, no podrás evitar esto, por lo tanto o realizas correctamente tus actividades como un híbrido normal o me encargo de que tus padres te dejen fuera de tus actividades militares, hasta que cumplas veintiuno — amenazó.
Aidan se sostuvo de la puerta y un ligero gemido escapó de su boca; realmente eso le estaba dando miedo, pero sentía algo extraño que no podía describir; una sensación intensa en la boca de su estómago, que no quería aceptar que le gustaba.
Jamás imaginó que estaría en una situación así, pero no le quedaba de otra más que obedecer, al menos, mientras encontraba la manera de controlar a Dunkel, aunque posiblemente tendría que hacerlo por medio de su entrenamiento militar. A pesar de haber sido siempre un mamífero pequeño, jamás había sido controlado por otros, ni siquiera por sus padres y ahora no le iba a dar esa satisfacción al ojiazul y se mantendría fuerte, aunque en ese momento sentía que si se apartaba de la puerta, ni siquiera sus piernas podían sostenerlo, pero estaba decidido a enfrentarlo en su territorio, aunque no sabía cómo.
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Nota: Adelanté un día el capítulo, para festejar San Patricio XD nada más
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