Capítulo XVIII
Era pasada la una de la mañana, cuando el automóvil de Alejandro, seguido por dos más, entraron a la propiedad, más no se detuvo en la mansión, sino que fue directamente a la casa de Julián.
Todos bajaron de inmediato, pero nadie se movió; solo Alejandro y Julián caminaron hasta la puerta. Ambos estaban desesperados y en cuanto el castaño abrió, entraron corriendo, subiendo las escaleras, yendo directamente a la habitación que Marisela les había mostrado en su tableta digital, como prueba de dónde estaban sus respectivas parejas.
Al llegar a la puerta, se detuvieron.
Todo el camino habían pensado como debían reaccionar, pero sabían que no podían asustarlos; no sabían si se encontraban bien, si habían hecho algo o si aún estaban embarazados, pero cualquiera que fuera la situación, si se sobresaltaban, podían provocar que algo malo les ocurriera.
Abrieron la puerta con suma lentitud e ingresaron a la habitación, caminando con sigilo, aunque estaban ansiosos, también estaban molestos; se acercaron a la cama y la escena que encontraron los desarmó por completo.
Erick y Agustín estaban profundamente dormidos, ambos de lado y de frente, con una mano sobre sus vientres. Era obvio que no hubo intimidad y respetaban su espacio, ya que estaban cubiertos con mantas distintas, pero se mantenían sujetos de una mano, con fuerza.
—Erick…
—Guti…
Julián se movió con lentitud y alejó la mano de Agustín de Erick, acariciando los dedos con suavidad y habiéndolo girar con cuidado, hasta dejarlo hacia el otro lado; acarició los mechones negros y luego se inclinó, besando los labios de su prometido en una caricia fugaz.
—Julián — susurró el menor y suspiró, removiendo su cabeza, pero no despertó.
Alejandro se acercó a la orilla de la cama y se inclinó hasta su esposo, besando con suavidad los labios del otro.
—Alex… — musitó el ojiazul en medio de su sueño y eso hizo sonreír al rubio.
Los parpados de Erick se abrieron con pesadez y debido a la ligera luz que entraba del exterior, distinguió la silueta y el brillo en los ojos verdes, pero al intentar decir algo, Alejandro lo besó de nuevo, callando cualquier palabra que su esposo pudiera intentar decir; cuando Erick se rindió a la caricia, el rubio se alejó.
Alejandro se incorporó — no digas nada — dijo con voz seria y el otro hizo un puchero, ya que era obvio que lo regañaría por lo que había hecho —, me llevaré a Erick — anunció en voz baja, para que Julián entendiera que le daría su espacio, para que solucionara los problemas con su pareja también.
—De acuerdo — asintió el castaño, él no quería que Agustín despertara, no hasta que se quedaran a solas.
El ojiverde levantó en brazos a su esposo y lo llevó a la puerta; el pelinegro no puso objeción, así que solo se dejó mover, pero se arrebujó en el pecho del otro, ya que realmente le gustaba la calidez y el olor de su esposo, a quien había extrañado las últimas tres noches.
En cuanto Julián escuchó la puerta de abajo cerrarse, suspiró. En el camino, había pasado por la preocupación, la ira y sobre todo, el miedo, pero hora, estar al lado de su pareja, era suficiente para sentirse tranquilo.
Sin siquiera desvestirse, se metió bajo la manta de Agustín, abrazándolo con cariño y empezando a besar su nuca. El menor se estremeció y empezó a reaccionar, justo cuando las traviesas manos se movieron por su cuerpo, abrazándolo y acariciando su torso.
—¿Qué…? — la voz de Agustín apenas se escuchó, pero de inmediato, el miedo lo invadió — ¿qué hace, señor? — preguntó asustado, al imaginar que era Erick, el que lo estaba tocando de esa manera.
—Soy yo — anunció el castaño, contra la oreja de su pareja.
El pelinegro sintió que su cuerpo se estremecía y de inmediato, su piel se erizó — Julián — dijo con voz sumisa y cerró los ojos, exponiendo su cuello.
Julián sonrió complacido, besó el cuello y lamió la piel; era obvio que Agustín lo deseaba como siempre «no puedes evitarlo…» pensó con emoción, «tu cuerpo está hecho para mí, me amas…» suspiró, pero luego recordó lo que había sucedido «¡y aun así escapaste con nuestro hijo!»
El mayor se alejó y lo movió con brusquedad, dejándolo contra el colchón — ¡¿crees que con solo decir mí nombre, vas a arreglar la situación?! — preguntó molesto.
Los ojos miel de Agustín se abrieron con sorpresa y se asustó; podía alcanzar a ver el semblante molesto de su prometido.
—Julián… yo… — su labio inferior tembló.
—¡Idiota! — el castaño se recostó sobre su pareja y lo abrazó con fuerza —, estaba tan preocupado — confesó —, no vuelvas a hacerlo, Guti…
Agustín sonrió y abrazó al otro — no te preocupes — sonrió —, ni el Alien bebé, ni yo, volveremos a huir.
—¿Alien bebé? — preguntó Julián, levantando el rostro.
—Así lo bautice, por ahora — el pelinegro se alzó de hombros.
Julián besó los labios de su pareja — no es un buen apodo para mi hijo — regañó.
Agustín pasó las manos por la nuca del otro — Julián Chavez, no empieces — dijo con seriedad —, deberías agradecer que haya dejado al Alien bebé en su lugar — antes de que el otro dijera algo más, lo besó.
El castaño correspondió el beso de inmediato, estuvo días sufriendo a causa de esa separación, así que no lo iba a rechazar, ya se encargaría después de arreglar ese apodo que Agustín usaba con su hijo.
Alejandro dejó de cargar a Erick, cuando salieron de la casa de Julián, pero no lo soltó de la mano, mientras daba las indicaciones a sus guardaespaldas, incluyendo a Miguel y Marisela, que estaban ahí mismo también.
La pareja se encaminó hacia la mansión, seguidos por Miguel y Marisela, que se quedarían en una habitación a pasar la noche y al día siguiente, seguramente volverían a irse, a disfrutar de sus vacaciones.
Erick iba cabizbajo, sabía que Alejandro estaba furioso y temía su reacción en cuanto estuvieran a solas; seguramente lo castigaría y era posible que ese día, no le agradara el castigo.
Los dos llegaron a la habitación principal de la mansión, entraron a la recamara y Alejandro cerró con un golpe fuerte la puerta, guió a Erick hasta la cama y lo sentó en la orilla; el ojiazul se quedó en silencio, con los parpados cerrados, esperando el regaño, pero solo hubo silencio. Momentos después, Alejandro lo abrazó y el otro abrió los ojos.
El rubio estaba hincado frente a su esposo, su rostro estaba cerca del cuello de su pareja y sus brazos lo rodeaban por la cintura. El pelinegro no supo que decir; se sentía extraño, ya que no imaginaba que su esposo haría eso.
—Alex… — dijo en un murmullo.
—Tuve tanto miedo de que algo te hubiera pasado, Erick — su voz sonó apesadumbrada —, no tienes idea de lo que sufrí, pensando que habías hecho algo o te habían hecho algo y estabas lastimado, herido o… — ejerció presión en el abrazo, pero no terminó la frase — no tienes idea del suplicio al que me sometiste estos últimos días — confesó —, ¡no vuelvas a hacerlo! — pidió casi como una súplica — no vuelvas a huir, no vuelvas a asustarme así — insistió —, si no quieres tener al bebé, está bien, ¡no lo tendremos! — cedió —, solo… no quiero perderte a ti.
Erick sintió una opresión en su pecho; solo una ocasión había visto a Alejandro tan abatido y había sido cuando lo lastimaron. Le dolía ver a su esposo así, le causaba mucho pesar verlo sufrir y todo por su culpa; Alejandro era un hombre fuerte, pero se derrumbaba cuando algo tenía que ver con él.
—Lo siento — musitó el ojiazul —, yo… no tenía idea que sufrirías tanto — confesó —, estaba enojado y no pensé mucho las cosas — besó la melena dorada con infinito amor —, por eso le pedí a Agus que me sacara del hospital y solo pensé en alejarme, quería castigarte de alguna manera — sintió vergüenza por decir eso —, pero fue porque tú hiciste algo sin consultarme.
—Sé que te molestó, pero, tú no me dejaste opción…
—Lo sé…
—Ya no importa — suspiró el ojiverde —, hablaré con el doctor Montes, arreglaremos esta situación, no te preocupes, volveremos a la normalidad y…
—No — Erick movió las manos, buscando el rostro de Alejandro, pera levantarlo y verlo a los ojos —, no haremos eso — negó, mirándolo a los ojos —, nadie va a lastimar a nuestro bebé.
Alejandro se sorprendió y después de un momento sonrió — ¿nuestro bebé? — preguntó aun incrédulo.
—Sí — Erick lo besó con suavidad —, tuyo… mío… — musitó — nuestro… nuestro hijo — repitió con voz sumisa —, pero solo será uno, ¿de acuerdo? — sonrió — aunque eso no significa, que no podamos disfrutar del proceso de creación — le guiñó el ojo.
Alejandro sonrió divertido, era obvio que esa era una invitación y no la pensaba desaprovechar, por lo que de inmediato se levantó y recostó a su esposo en la cama, acomodándose sobre su cuerpo — solo uno — dijo contra los labios de Erick, mientras movía la mano para introducirse debajo de la ropa, acariciando la piel del torso y el vientre —, nuestro hijo.
La pareja se encaminó hacia la mansión, seguidos por Miguel y Marisela, que se quedarían en una habitación a pasar la noche y al día siguiente, seguramente volverían a irse, a disfrutar de sus vacaciones.
Erick iba cabizbajo, sabía que Alejandro estaba furioso y temía su reacción en cuanto estuvieran a solas; seguramente lo castigaría y era posible que ese día, no le agradara el castigo.
Los dos llegaron a la habitación principal de la mansión, entraron a la recamara y Alejandro cerró con un golpe fuerte la puerta, guió a Erick hasta la cama y lo sentó en la orilla; el ojiazul se quedó en silencio, con los parpados cerrados, esperando el regaño, pero solo hubo silencio. Momentos después, Alejandro lo abrazó y el otro abrió los ojos.
El rubio estaba hincado frente a su esposo, su rostro estaba cerca del cuello de su pareja y sus brazos lo rodeaban por la cintura. El pelinegro no supo que decir; se sentía extraño, ya que no imaginaba que su esposo haría eso.
—Alex… — dijo en un murmullo.
—Tuve tanto miedo de que algo te hubiera pasado, Erick — su voz sonó apesadumbrada —, no tienes idea de lo que sufrí, pensando que habías hecho algo o te habían hecho algo y estabas lastimado, herido o… — ejerció presión en el abrazo, pero no terminó la frase — no tienes idea del suplicio al que me sometiste estos últimos días — confesó —, ¡no vuelvas a hacerlo! — pidió casi como una súplica — no vuelvas a huir, no vuelvas a asustarme así — insistió —, si no quieres tener al bebé, está bien, ¡no lo tendremos! — cedió —, solo… no quiero perderte a ti.
Erick sintió una opresión en su pecho; solo una ocasión había visto a Alejandro tan abatido y había sido cuando lo lastimaron. Le dolía ver a su esposo así, le causaba mucho pesar verlo sufrir y todo por su culpa; Alejandro era un hombre fuerte, pero se derrumbaba cuando algo tenía que ver con él.
—Lo siento — musitó el ojiazul —, yo… no tenía idea que sufrirías tanto — confesó —, estaba enojado y no pensé mucho las cosas — besó la melena dorada con infinito amor —, por eso le pedí a Agus que me sacara del hospital y solo pensé en alejarme, quería castigarte de alguna manera — sintió vergüenza por decir eso —, pero fue porque tú hiciste algo sin consultarme.
—Sé que te molestó, pero, tú no me dejaste opción…
—Lo sé…
—Ya no importa — suspiró el ojiverde —, hablaré con el doctor Montes, arreglaremos esta situación, no te preocupes, volveremos a la normalidad y…
—No — Erick movió las manos, buscando el rostro de Alejandro, pera levantarlo y verlo a los ojos —, no haremos eso — negó, mirándolo a los ojos —, nadie va a lastimar a nuestro bebé.
Alejandro se sorprendió y después de un momento sonrió — ¿nuestro bebé? — preguntó aun incrédulo.
—Sí — Erick lo besó con suavidad —, tuyo… mío… — musitó — nuestro… nuestro hijo — repitió con voz sumisa —, pero solo será uno, ¿de acuerdo? — sonrió — aunque eso no significa, que no podamos disfrutar del proceso de creación — le guiñó el ojo.
Alejandro sonrió divertido, era obvio que esa era una invitación y no la pensaba desaprovechar, por lo que de inmediato se levantó y recostó a su esposo en la cama, acomodándose sobre su cuerpo — solo uno — dijo contra los labios de Erick, mientras movía la mano para introducirse debajo de la ropa, acariciando la piel del torso y el vientre —, nuestro hijo.
Era obvio que ni Alejandro, ni Julián, iban a regañar o castigar a sus parejas, realmente esos días sufriendo si sirvieron de algo
Por ahora, todo estará bien, por ahora... muajajaja
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