Capítulo XIX
A pesar de que Erick y Agustín, estaban en excelentes condiciones con sus parejas, ahora, ambos eran seguidos por otros guardaespaldas; Agustín estaba molesto por ello, pues ahora, sus compañeros lo trataban diferente.
Debido a que Agustín iba a hacerle compañía a Erick todo el tiempo, se decidió que dejara de vivir en la casa de Julián y ambos tomaron una habitación en la mansión, así sería controlado también mientras estaba en su periodo de gestación, por lo que él se sentía casi un prisionero, aunque en realidad, tanto él, como Erick, podían ir a donde deseaban, pero los demás trabajadores tenían explicitas ordenes, para no dejarlos solos y cualquier movimiento que hicieran, lo informarían a Alejandro o a Julián.
Mientras el tiempo pasaba, ambos sufrían cambios, no solo en su físico sino en el carácter.
Para el tercer mes, Erick cambió ligeramente su carácter, a diferencia de lo que Alejandro había previsto, especialmente al enterarse, por medio del ultrasonido, que no era solo uno, sino dos bebés. El ojiazul se volvió más dócil y sumiso, también se había vuelto sumamente emocional y dependiente de su esposo; en cuanto el rubio salía de casa, él lloraba y le marcaba cada cinco minutos, preguntándole cuando volvería, por lo que Alejandro tuvo que cancelar viajes e incluso, dejar de ir a la ciudad, para estar todo el tiempo en casa.
Por su parte, Agustín se volvió más agresivo e irritable, incluso, hubo un par de semanas que no permitió que su pareja se le acercara, a menos de que él se lo pidiera y solo para tener sexo, pero en cuanto él terminaba, rechazaba al mayor, algo difícil para el castaño, ya que normalmente él no llegaba al orgasmo antes que su pareja y tenía que encargarse de su “problema” a solas; Julián realmente estaba sufriendo y no solo era en la cuestión sexual, sino que en ocasiones, no podía abrazarlo siquiera y estaba pensando seriamente que había sido un error el querer tener un hijo.
A pesar de que pasaban la mayor parte del tiempo, juntos, Erick y Agustín no compartían mucho con respecto a su embarazo.
El ojiazul comía mucho y tenía antojos regularmente, debido a eso, durante varias noches, los trabajadores de Alejandro tuvieron que ir hasta la ciudad, en busca de los caprichos del esposo de su jefe, que podían ir desde un dulce, hasta una fruta que no era de temporada, también, comida especifica de ciertos restaurantes, por lo que iban a buscar al chef hasta su casa, para que preparara lo que deseaba.
Pero Julián no lo pasaba mejor, ya que tenía dificultades para que Agustín comiera. El pelinegro evitaba lo más que podía la comida y solo se obligaba a comer, porque era necesario, pero casi todo le daba náuseas y terminaba devolviéndolo, excepto por licuados de chocolate y jugos cítricos, a los cuales les tenía que agregar vitaminas.
A mediados del cuarto mes, ambas parejas tuvieron una crisis.
—Maldita sea, ¡¿por qué nada me queda?! — gritó Agustín cerca del guardarropa, lanzando el quinto pantalón al piso.
Julián se acercó y le sonrió — eso es porque ya subiste de peso, Guti — dijo con cariño, sin maginar que esas palabras ocasionarían que el otro se enfureciera.
—¡¿Me estás diciendo gordo?! — preguntó con molestia.
Con la pregunta y el tono, el castaño entendió que había hecho mal — ¡no! — negó de inmediato — solo estoy haciendo notar, que debido a tu estado, es normal…
El puño de Agustín se movió y golpeó al otro en el abdomen, logrando sacarle el aire y doblarlo por el dolor.
—¡Si estoy gordo es por tu culpa! — acusó — ¡todo es tu maldita culpa! — gruñó — ¡este Alien es tu culpa también! — pasó la mano por su vientre y suavizó el semblante — ¿oíste Alien bebé? La culpa es de tu padre, no tuya — especificó con una sonrisa y luego miró a Julián, volviendo a su gesto molesto — ¡¿qué vas a hacer al respecto?!
—Está… bien… es mi… culpa… — Julián apenas estaba recuperando el aliento — solo… hay que ir… a comprar otra… ropa…
—¡¿Cómo quieres que salga así?! ¡No tengo que ponerme, idiota! ¡¿Quieres que vaya desnudo?! — volvió a pasar la mano por su vientre — ¿Oíste Alien bebé? ¡Tu padre quiere que salga desnudo! — acusó.
—No, no quiero eso — negó Julián —, yo iré a buscarte algo… vuelvo…
—¡Y no tardes!
El castaño salió de la habitación, pero seguía escuchando a su pareja refunfuñar — ya entendí — miró hacia el techo —, esto es mi castigo por haber hecho lo que hice — dijo con cansancio.
Julián se acercó y le sonrió — eso es porque ya subiste de peso, Guti — dijo con cariño, sin maginar que esas palabras ocasionarían que el otro se enfureciera.
—¡¿Me estás diciendo gordo?! — preguntó con molestia.
Con la pregunta y el tono, el castaño entendió que había hecho mal — ¡no! — negó de inmediato — solo estoy haciendo notar, que debido a tu estado, es normal…
El puño de Agustín se movió y golpeó al otro en el abdomen, logrando sacarle el aire y doblarlo por el dolor.
—¡Si estoy gordo es por tu culpa! — acusó — ¡todo es tu maldita culpa! — gruñó — ¡este Alien es tu culpa también! — pasó la mano por su vientre y suavizó el semblante — ¿oíste Alien bebé? La culpa es de tu padre, no tuya — especificó con una sonrisa y luego miró a Julián, volviendo a su gesto molesto — ¡¿qué vas a hacer al respecto?!
—Está… bien… es mi… culpa… — Julián apenas estaba recuperando el aliento — solo… hay que ir… a comprar otra… ropa…
—¡¿Cómo quieres que salga así?! ¡No tengo que ponerme, idiota! ¡¿Quieres que vaya desnudo?! — volvió a pasar la mano por su vientre — ¿Oíste Alien bebé? ¡Tu padre quiere que salga desnudo! — acusó.
—No, no quiero eso — negó Julián —, yo iré a buscarte algo… vuelvo…
—¡Y no tardes!
El castaño salió de la habitación, pero seguía escuchando a su pareja refunfuñar — ya entendí — miró hacia el techo —, esto es mi castigo por haber hecho lo que hice — dijo con cansancio.
En otra habitación, Erick estaba viéndose en el espejo.
—Amor… parece que ya no me queda la ropa — dijo con algo de confusión.
Alejandro dejó la tableta digital que leía, se quitó las gafas y fue hasta su esposo, abrazándolo con cariño — bueno, eso es porque has subido de peso — sonrió —, ya que los cachorros están creciendo.
Desde que Erick se enteró que eran dos, dijo que esperaba fueran “leoncitos” como Alejandro y el rubio empezó a decirles cachorros a los bebés.
Erick bajó el rostro y pasó la mano por su vientre — estoy… ¿gordo? — preguntó a media voz y un sollozo lo asaltó.
—No, no estás gordo — negó el ojiverde, especialmente al ver las lágrimas bañar el rostro de su esposo —, no llores, Conejo.
—Si estoy gordo… ya no me vas a querer — con esas palabras el pelinegro rompió en llanto.
Alejandro lo abrazó — no digas eso, claro que te quiero, eres el amor de mi vida, ¿cómo no voy a quererte?
—¡No es cierto! — negó el otro — por eso ya no salimos, te avergüenzas de mí, ¿verdad?
—¡Claro que no! — el ojiverde suspiró — no hemos salido, porque tú no has querido…
—Eso es porque no me queda nada — Erick se aferró a la camisa de Alejandro — y no me queda nada, porque estoy gordo y feo… ¡por eso ya no quieres salir conmigo! ¡Te avergüenzas! — empezó a hiperventilar — ¡Me dejaras por algún otro chico más bonito y delgado! — el terror empezó a reflejarse en su voz — ¡Me quedaré solo con los cachorros, porque te iras con alguien más!
Alejandro entornó los ojos, Erick ya estaba exagerando y la situación podía salirse de control — a ver, Conejo, no llores — levantó el rostro de su esposo y le limpió las lágrimas —, mira, te demostraré que no me avergüenzo y no te voy a dejar por nadie, ni a ti, ni a los cachorros — especificó —, vamos a ir de compras, para que busques toda la ropa que quieras y después saldremos a todos los lugares que tú quieras, ¿de acuerdo?
—No podemos salir si no me visto y ¡nada me queda! — volvió a llorar.
El rubio suspiró cansado — mandaré a que te compren algo provisional y en cuanto te puedas vestir, salimos a que busques ropa para que presumas tu pancita, ¿sí?
—¿De verdad? — musitó el ojiazul — ¿Nos llevarás a donde quiera?
—Sí, te lo aseguro — Alejandro sonrió cansado —, ahora espera, iré a decirle a alguien que vaya por ropa — besó los labios de Erick y lo movió hacia la cama —, recuéstate y no te exaltes, ¿sí?
—¡No tardes! — suplicó el pelinegro, cuando Alejandro lo dejó en la cama — los cachorros y yo necesitamos que estés aquí — acarició su vientre —, se ponen inquietos si no te escuchan.
El ojiverde sonrió — no tardaré, así que pórtense bien mientras regreso — dijo acariciando el vientre abultado y besó a su esposo de nuevo —, solo voy a eso y vuelvo, Conejo, así que mantente tranquilo, que si tú te alteras, los cachorros también, recuérdalo.
—Está bien — Erick asintió y empezó a pasar la mano por su vientre, con insistencia, sonriendo más calmado, mientras les hablaba a sus hijos —, papá va a volver pronto y nos llevará a comer algo rico… ¿Qué les gustaría? ¿Nieve? Yo también quiero nieve y donas, ¿no se les antoja una dona?
Alejandro salió de su habitación y suspiró.
—Necesito paciencia… esto tiene que acabarse pronto — dijo con cansancio y se alejó de la puerta.
Al caminar por el pasillo, se encontró con Julián que caminaba con lentitud, pasando la mano por su abdomen.
—¿Qué te pasó? — preguntó el rubio, confundido.
—Guti volvió a explotar — contestó adolorido.
—¡Mierda! — Alejandro pasó la mano por su cabello — viendo cómo te va con tu gato salvaje, me alegra que el mío sea un Conejo.
—No te burles — el castaño respiro profundamente —, ¿a dónde vas?
—Voy a pedir que busquen algo de ropa para embarazados — masajeó sus sienes —, Erick tuvo una crisis porque la ropa no le queda y si no le encuentro algo que pueda ponerse, para llevarlo a algún lado, seguirá pensando que me avergüenzo de él, porque está gordo según él.
—Ah… entonces supongo que es una etapa normal — Julián negó —, Guti también se siente gordo y si no hago algo, va a matarme por ser el culpable de eso.
—Iré preparando tu funeral — se burló el rubio —, bueno, enviaré a alguien por ropa para Erick, ¿quieres ir a comprarle algo a Agus también? — preguntó amable —, así te alejas un poco del problema.
—No, no puedo ir — negó —, si no vuelvo pronto, Guti seguro se enojará — pasó la mano por su cabello —, es tan complicado — confesó —, me quiere cerca, pero a la vez, no quiere que me acerque… ¡no lo entiendo!
—Sí, tu caso es mucho peor — Alejandro rió —, bueno, vuelve con tu fierecilla, yo enviaré por algo de ropa para ellos y después, saldré con Erick, supongo que harás lo mismo con Agus…
—Sí, si es que no cambia de opinión.
—Me alegra no estar en tus zapatos — el ojiverde se alejó, yendo a la escalera, para ir a ordenar la ropa.
Julián respiró profundamente y luego miró al pasillo; parecía dudar en volver con su pareja, pero al final, sabía que no podía evitarlo.
—Amor… parece que ya no me queda la ropa — dijo con algo de confusión.
Alejandro dejó la tableta digital que leía, se quitó las gafas y fue hasta su esposo, abrazándolo con cariño — bueno, eso es porque has subido de peso — sonrió —, ya que los cachorros están creciendo.
Desde que Erick se enteró que eran dos, dijo que esperaba fueran “leoncitos” como Alejandro y el rubio empezó a decirles cachorros a los bebés.
Erick bajó el rostro y pasó la mano por su vientre — estoy… ¿gordo? — preguntó a media voz y un sollozo lo asaltó.
—No, no estás gordo — negó el ojiverde, especialmente al ver las lágrimas bañar el rostro de su esposo —, no llores, Conejo.
—Si estoy gordo… ya no me vas a querer — con esas palabras el pelinegro rompió en llanto.
Alejandro lo abrazó — no digas eso, claro que te quiero, eres el amor de mi vida, ¿cómo no voy a quererte?
—¡No es cierto! — negó el otro — por eso ya no salimos, te avergüenzas de mí, ¿verdad?
—¡Claro que no! — el ojiverde suspiró — no hemos salido, porque tú no has querido…
—Eso es porque no me queda nada — Erick se aferró a la camisa de Alejandro — y no me queda nada, porque estoy gordo y feo… ¡por eso ya no quieres salir conmigo! ¡Te avergüenzas! — empezó a hiperventilar — ¡Me dejaras por algún otro chico más bonito y delgado! — el terror empezó a reflejarse en su voz — ¡Me quedaré solo con los cachorros, porque te iras con alguien más!
Alejandro entornó los ojos, Erick ya estaba exagerando y la situación podía salirse de control — a ver, Conejo, no llores — levantó el rostro de su esposo y le limpió las lágrimas —, mira, te demostraré que no me avergüenzo y no te voy a dejar por nadie, ni a ti, ni a los cachorros — especificó —, vamos a ir de compras, para que busques toda la ropa que quieras y después saldremos a todos los lugares que tú quieras, ¿de acuerdo?
—No podemos salir si no me visto y ¡nada me queda! — volvió a llorar.
El rubio suspiró cansado — mandaré a que te compren algo provisional y en cuanto te puedas vestir, salimos a que busques ropa para que presumas tu pancita, ¿sí?
—¿De verdad? — musitó el ojiazul — ¿Nos llevarás a donde quiera?
—Sí, te lo aseguro — Alejandro sonrió cansado —, ahora espera, iré a decirle a alguien que vaya por ropa — besó los labios de Erick y lo movió hacia la cama —, recuéstate y no te exaltes, ¿sí?
—¡No tardes! — suplicó el pelinegro, cuando Alejandro lo dejó en la cama — los cachorros y yo necesitamos que estés aquí — acarició su vientre —, se ponen inquietos si no te escuchan.
El ojiverde sonrió — no tardaré, así que pórtense bien mientras regreso — dijo acariciando el vientre abultado y besó a su esposo de nuevo —, solo voy a eso y vuelvo, Conejo, así que mantente tranquilo, que si tú te alteras, los cachorros también, recuérdalo.
—Está bien — Erick asintió y empezó a pasar la mano por su vientre, con insistencia, sonriendo más calmado, mientras les hablaba a sus hijos —, papá va a volver pronto y nos llevará a comer algo rico… ¿Qué les gustaría? ¿Nieve? Yo también quiero nieve y donas, ¿no se les antoja una dona?
Alejandro salió de su habitación y suspiró.
—Necesito paciencia… esto tiene que acabarse pronto — dijo con cansancio y se alejó de la puerta.
Al caminar por el pasillo, se encontró con Julián que caminaba con lentitud, pasando la mano por su abdomen.
—¿Qué te pasó? — preguntó el rubio, confundido.
—Guti volvió a explotar — contestó adolorido.
—¡Mierda! — Alejandro pasó la mano por su cabello — viendo cómo te va con tu gato salvaje, me alegra que el mío sea un Conejo.
—No te burles — el castaño respiro profundamente —, ¿a dónde vas?
—Voy a pedir que busquen algo de ropa para embarazados — masajeó sus sienes —, Erick tuvo una crisis porque la ropa no le queda y si no le encuentro algo que pueda ponerse, para llevarlo a algún lado, seguirá pensando que me avergüenzo de él, porque está gordo según él.
—Ah… entonces supongo que es una etapa normal — Julián negó —, Guti también se siente gordo y si no hago algo, va a matarme por ser el culpable de eso.
—Iré preparando tu funeral — se burló el rubio —, bueno, enviaré a alguien por ropa para Erick, ¿quieres ir a comprarle algo a Agus también? — preguntó amable —, así te alejas un poco del problema.
—No, no puedo ir — negó —, si no vuelvo pronto, Guti seguro se enojará — pasó la mano por su cabello —, es tan complicado — confesó —, me quiere cerca, pero a la vez, no quiere que me acerque… ¡no lo entiendo!
—Sí, tu caso es mucho peor — Alejandro rió —, bueno, vuelve con tu fierecilla, yo enviaré por algo de ropa para ellos y después, saldré con Erick, supongo que harás lo mismo con Agus…
—Sí, si es que no cambia de opinión.
—Me alegra no estar en tus zapatos — el ojiverde se alejó, yendo a la escalera, para ir a ordenar la ropa.
Julián respiró profundamente y luego miró al pasillo; parecía dudar en volver con su pareja, pero al final, sabía que no podía evitarlo.
¿Qué? ¿Creían que Alex y Julián no iban a tomar medidas para que no se volvieran a fugar? Si nada más les falta ponerle un chip rastreador a Erick y Agus, para saber dónde se encuentran siempre. Pero bueno, nos desquitamos poniéndoles un tiempo de embarazo complicado muajajaja esto no se ha acabado, hijos míos, seguirán sufriendo, ya lo verán!
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