Capítulo VI
Agustín seguía en la cama, moviéndose de un lado a otro, inquieto; ya se había tomado el suero que su pareja le había llevado, pero el tiempo le parecía sumamente lento mientras se encontraba acostado.
—Ya me quiero ir — dijo con molestia.
—Volviste a vomitar, ¿cómo piensas que te dejarán ir, sin saber qué tienes?
Julián estaba a su lado, se encontraba preocupado, ansioso, nervioso, emocionado, pero no podía decir nada, hasta que el médico le confirmara lo que para él, ya era un hecho.
—No hubiese vuelto a vomitar, si tú no me hubieras traído ‘eso’ — reclamó.
—Yo solo quería traerte algo para que te sintieras bien — se defendió el mayor.
—Pudiste preguntar primero, qué era lo que quería, ¡¿no?!
—¡¿Cómo te iba a preguntar, si tu no me hablaste por teléfono?! — reprochó Julián.
Un hombre de bata blanca entró a la habitación, interrumpiendo la pequeña discusión y tras él, iba una enfermera.
—Buenas tardes — sonrió —, soy el doctor Zavala — anunció con seriedad —, el doctor Montes, se encuentra en este momento hablado con los señores De León, así que me encargaré personalmente de su caso, señor Ruiz.
—¿Que tengo? — Agustín había puesto un semblante serio, el hecho de que le dijeran que el director del hospital estaba con Erick, significaba que era algo grave.
—Nada, no se preocupe — sonrió el médico —, lo que menos debe hacer es alterarse — dijo condescendiente, logrando que el pelinegro se confundiera más —, lo que usted tiene son solo síntomas de una situación por la que los varones fértiles pasan, igual que las mujeres — su voz era calmada —, me alegra informarle que sus análisis salieron positivos, así que, usted, está en un feliz estado…
Los ojos de Agustín se abrieron con sorpresa y negó — no… no puede ser — dijo con debilidad — es… es… ¡es imposible!
—No, no lo es — el médico revisó los documentos que llevaba en su tabilla —, aquí dice que usted es un varón fértil, sano, con una pareja sexual activa, además de que su sistema reproductivo es completamente funcional y como tiene seis semanas de embarazo, su cambio ya empezó, así que en unos meses más, su cuerpo terminará por adaptarse completamente para dar a luz.
—No, no entiende — Agustín apretó sus puños —, tiene que ser un error — sentenció entre dientes —, uso anticonceptivos, tengo usándolos desde que inicié mi actividad sexual — aseguró —, cada mes, me pongo una inyección — especificó —, es imposible que esté esperando un hijo — apretó los músculos —, ¡haga la prueba de nuevo! — ordenó.
El médico suspiró — si con eso se siente satisfecho, haremos la prueba una vez más — dijo con seriedad —, pero le aseguro que no hay manera de que estemos equivocados, especialmente si en su expediente dice que tiene más de ocho meses sin usar la inyección anticonceptiva.
—¡¿Qué dice qué?! — pasó la mano por su cabello —, no, ¡por supuesto que no! — dijo con total seguridad — hace meses solo cambié de anticonceptivo, por uno con menos efectos secundarios — buscó la mirada de Julián —, ¡díselo! — señaló al médico.
El castaño suspiró y forzó una sonrisa — lo siento, Guti, pero el médico tiene razón… no estás usando anticonceptivos.
Los ojos miel se abrieron con sorpresa y el color se le fue del rostro — ¿qué quieres… decir…?
—Hace meses, Alejandro y yo, cambiamos los anticonceptivos tuyos y del señor Erick por placebos — explicó con calma —, también contenían vitaminas, para que…
Julián no terminó de hablar, Agustín le soltó un puñetazo en el rostro y cuando su pareja dio un paso hacia atrás, el menor de inmediato se puso de pie, sujetándolo por el frente de su camisa, junto con la corbata.
—¡¿Me estás diciendo que estoy embarazado por tu maldita culpa?! — gruñó — ¡Era mi decisión! — apretó el agarre —, te dije que no quería, te dije que no lo deseaba, ¡¿cómo pudiste hacerlo sin mi consentimiento?!
—Señor Ruiz… — el médico lo llamó con algo de nervios, moviendo las manos como si quisiera calmar a un animal — debe tranquilizarse, tomarlo con calma, en su estado no es bueno que se altere — explicó sin atreverse a acercarse, pues Agustín era un hombre más alto que él y por sobre todo, con mayor complexión.
Julián respiró profundamente y trató de sujetarlo por los hombros — cálmate, puede hacerte daño…
—¡Vete a la mierda, Julián! — sin dudar, el pelinegro le dio un rodillazo en la entrepierna, consiguiendo que el castaño se doblara de dolor —, ahora el que necesita al médico eres tu — sentenció —, pero que te atiendan en otra habitación, ¡porque no quiero verte! — levantó el rostro y observó al médico con furia — ¡largo! — gritó — ¡no quiero ver a nadie!
El médico y la enfermera asintieron de inmediato; el hombre ayudó a Julián a incorporarse, aunque con dificultad, mientras la enfermera acercaba una silla de ruedas para sacarlo de la habitación.
Cuando la puerta se cerró, dejando al pelinegro a solas, este gritó y golpeó con su puño, la mesita que estaba al lado de la cama; tenía enormes deseos de llorar, pero solo era el coraje. Jamás imaginó que Julián le haría eso, pero no iba a permitir que pasara por encima de sus deseos, tomando solo, una decisión tan importante para él.
—No — rechinó sus dientes —, es mi vida, es mi cuerpo — gruñó —, no importa si es mi pareja, él no tiene derecho a decidir eso, sin tomarme en cuenta.
Y tampoco quiere al bebé! Duele... pero le dolió más a Julián XD ajajajajaja Aunque admitamoslo, ¡se lo merecía!
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