Capítulo III
—¿Por qué ahora sí necesito hacerme análisis? — preguntó Agustín, mientras observaba como le sacaban una muestra de sangre.
Cuando había llegado, le habían dicho que no era necesario realizar estudios de sangre, por los síntomas y debido a todo lo que respondió cuando le preguntaron, dieron por hecho que era algo sin importancia, pero al recibir los nuevos datos del doctor Montes, de inmediato tomaron la posibilidad de que el paciente podía llegar a tener algo más que una simple indigestión.
—Son solo medidas preventivas — respondió la enfermera que realizaba el procedimiento con sumo cuidado, los médicos responsables les habían dicho que a esos dos pacientes, debían tratarlos con todas las consideraciones —, ¡ya está! – sonrió condescendiente la chica y colocó el pequeño algodón en el lugar donde la aguja había estado —, ahora, debe quedarse en cama, si vomitó y no ha comido, sacarle muestras de sangre puede ponerlo más débil.
El pelinegro entornó los ojos; él no era un debilucho para tener que seguir esas indicaciones tan tontas, pero sabía comportarse, por lo que terminó acatándolas, aunque tenía inquietud por Erick.
—Disculpe… — dijo con seriedad antes de que la enfermera se retirara — el hombre que me acompañaba, ¿lo ha visto? — preguntó con un dejo de ansiedad — Me cambiaron de habitación mientras él había salido a comprar unas cosas y no sé dónde está o si le avisaron de este movimiento tan repentino.
—¿Se refiere a señor De León?
—Sí, Erick Salazar De León — especificó, pues para él, decir solo ‘señor De León’, era referirse a Alejandro y no a su esposo.
—El señor De León se encuentra en otra habitación — anunció ella, terminando de recoger sus enseres.
—¿En otra habitación? — Agustín levantó el rostro, mirándola intrigado — ¿Por qué? ¡¿Le pasó algo?!
—Tranquilo, no pasa nada, solo que por órdenes del médico, debe realizarse un chequeo también — sonrió la joven —, así que lo destinaron a otra habitación de este mismo piso.
—¿Puedo quedarme con él?
—Lamentablemente, recibimos indicaciones de que cada uno tuviera su propia habitación, así que tendrá que quedarse aquí, hasta que el médico diga lo contrario.
Agustín soltó el aire por la nariz y desvió la mirada; no le agradaba la situación, pero si eran órdenes del médico, debía obedecerlas; seguramente era por el bienestar de Erick, ya que si él era el enfermo, estar con su jefe podría ser causa de contagio.
Erick estaba en otra habitación, un par de enfermeras lo estaban cuidando y él se sentía incómodo por tantas atenciones.
—Esto será solo un piquetito — dijo una de ellas, tratando de darle confianza —, trataré de que no le duela nada.
El pelinegro suspiró — lo sé — sonrió —, no se preocupe, no es la primera vez que me sacan sangre y a diferencia de otros, nunca me he desmayado por ver sangre — comentó divertido.
La joven le correspondió la sonrisa y prosiguió con su tarea, mientras la otra se acercó del otro lado — ¿necesita algo más, señor De León?
El ojiazul hizo un mohín, estuvo a punto de pedir una dona, pero aunque estaba en uno de los hospitales más prestigiosos, no podía estar seguro que tendrían ese tipo de comida, igual que en la mayoría de esas instituciones, pero lo más probable es que no tuvieran postres y menos uno con tanta azúcar.
—Quizá, solo saber… ¿cómo está Agustín?
—El señor Ruiz está siendo atendido en otra habitación — respondió la chica de inmediato —, en cuanto estén los resultados de las muestras, los médicos responsables le dirán a ambos lo que ocurre.
—Comprendo — el pelinegro dobló el brazo cuando la otra joven terminó de obtener las muestras de sangre —, supongo que no me queda más que esperar.
—Si gusta, una de nosotras puede quedarse con usted — ofreció la enfermera, con amabilidad.
—No, gracias — Erick negó —, solo que, en cuanto llegue mi esposo, díganle que pase a verme — sonrió emocionado, imaginando que Alejandro le llevaría el pastelillo que tanto ansiaba en ese momento.
—¡Por supuesto!
Las enfermeras se retiraron y Erick pasó la mano por su cabello, recostándose completamente en el colchón — ¡Dioses! — suspiró — en serio, ¡mataría por una dona! — posó la mirada en la enorme ventanal e hizo un mohín — te estás tardando, Alex.
—Esto será solo un piquetito — dijo una de ellas, tratando de darle confianza —, trataré de que no le duela nada.
El pelinegro suspiró — lo sé — sonrió —, no se preocupe, no es la primera vez que me sacan sangre y a diferencia de otros, nunca me he desmayado por ver sangre — comentó divertido.
La joven le correspondió la sonrisa y prosiguió con su tarea, mientras la otra se acercó del otro lado — ¿necesita algo más, señor De León?
El ojiazul hizo un mohín, estuvo a punto de pedir una dona, pero aunque estaba en uno de los hospitales más prestigiosos, no podía estar seguro que tendrían ese tipo de comida, igual que en la mayoría de esas instituciones, pero lo más probable es que no tuvieran postres y menos uno con tanta azúcar.
—Quizá, solo saber… ¿cómo está Agustín?
—El señor Ruiz está siendo atendido en otra habitación — respondió la chica de inmediato —, en cuanto estén los resultados de las muestras, los médicos responsables le dirán a ambos lo que ocurre.
—Comprendo — el pelinegro dobló el brazo cuando la otra joven terminó de obtener las muestras de sangre —, supongo que no me queda más que esperar.
—Si gusta, una de nosotras puede quedarse con usted — ofreció la enfermera, con amabilidad.
—No, gracias — Erick negó —, solo que, en cuanto llegue mi esposo, díganle que pase a verme — sonrió emocionado, imaginando que Alejandro le llevaría el pastelillo que tanto ansiaba en ese momento.
—¡Por supuesto!
Las enfermeras se retiraron y Erick pasó la mano por su cabello, recostándose completamente en el colchón — ¡Dioses! — suspiró — en serio, ¡mataría por una dona! — posó la mirada en la enorme ventanal e hizo un mohín — te estás tardando, Alex.
En el centro de la ciudad, un automóvil recorría las calles en dirección al prestigioso hospital; en el interior, dos hombres se encontraban ansiosos por llegar a su destino y confirmar sus sospechas. Debido a que era un asunto familiar y confidencial, Alejandro de León, dispuso ser acompañado solo por Julián y en caso de necesitar a sus demás guardaespaldas, les avisaría de inmediato.
Desde que se inició el trayecto, el castaño mantenía una actitud seria, su mente estaba ocupada imaginando cómo reaccionaría su pareja al enterarse de lo que había hecho.
—¿Enojado? — la voz de Alejandro se escuchó con seriedad, desde el asiento trasero; después de hablar con el médico del hospital, para que atendiera a Erick y a Agustín, él se encontraba más tranquilo.
—Un poco, sí — respondió Julián desde el volante.
—¿Por qué? Deberías estar feliz, ¿no es así?
—Estoy molesto porque mi pareja no me avisó que estaba enfermo — dijo conteniendo su enojo —, debí ser el primero en enterarme…
—Supongo que no quiso que te alteraras y salieras corriendo a buscarlo, justo como estuviste por hacerlo, cuando yo te lo dije — el ojiverde se burló.
El castaño gruñó por lo bajo — cómo sea — dijo restándole importancia — y con lo otro, en realidad, mientras no lo confirmen, no podemos estar seguros, ¿o sí?
Alejandro sonrió — han pasado, ¿cuánto, siete, ocho meses, desde que les cambiaron sus anticonceptivos por placebos? — levantó una ceja — realmente ya estaba pensando en pedir algún tratamiento de fertilidad para Erick…
—¿Él te lo pidió?
El ojiverde sonrió divertido — a ti, ¿Agustín te pidió lo otro? — preguntó con sarcasmo para su amigo — no, ¿verdad?
Julián entrecerró los ojos, molesto, pero luego sonrió cómplice, mirando a su jefe y amigo por el retrovisor — no, él no quería tener hijos, dijo que su trabajo se vería sumamente afectado.
—Sí, es cierto — Alejandro asintió —, por eso hay pocos varones fértiles trabajando para mí, pero tienen habilidades de las que no puedo prescindir, aun así, se cuidan muy bien — ladeó el rostro, sonriendo divertido —, de no ser por lo que hicimos, hubiese sido imposible que Agustín quedara embarazado, al igual que mi Conejo.
—Aún no sé cómo va a reaccionar — Julián suspiró.
—No importa, creo que ambos estarán felices después — el rubio habló con seguridad —, además, no me iba a quedar atrás después de que hace un par de semanas, Miguel nos confirmó que Marisela está embarazada, ¿o sí? Ella está muy feliz… ¿por qué Erick y Agustín no lo estarían?
—Porque Marisela y Miguel planearon ese embarazo, juntos, desde hace meses, cuándo ella dejó de cuidarse y empezó a tomar vitaminas — respondió Julián con obviedad —, mientras que tú y yo, lo pensamos, planeamos y preparamos todo, sin consultarlo con nuestras parejas…
Alejandro puso un gesto sarcástico y chasqueó la lengua.
—De acuerdo — respiró profundamente —, yo acepto mi culpa con Erick, pero si tanto te molesta la situación, ¿por qué no le dijiste nada a Agustín en vez de hacerlo por ti mismo?
Julián guardó silencio un momento y luego suspiró — porque no hubiese aceptado, es demasiado obstinado, pero yo sí quiero un hijo suyo, sin importar las consecuencias — aseguró —, no es por nada, pero su excusa del trabajo, no tiene suficiente peso — entrecerró los ojos —, él sabe bien que yo lo puedo mantener sin problemas, pero es tan obstinado que se rehúsa a entender.
El ojiverde sonrió — ¿me dirás que no te gusta ese carácter?
El castaño sonrió con algo de anhelo — por supuesto que me gusta, es lo que lo hace tan especial — aseguró «porque solo yo sé que, aunque por fuera sea tan duro, por dentro es demasiado noble y frágil…» terminó en su mente, aunque tuviera mucha confianza con Alejandro, era egoísta y no quería compartir con nadie más, esa faceta de Agustín.
—Entonces, deja de quejarte — el rubio se cruzó de brazos —, lo hecho, hecho está, ahora solo hay que sobrellevar esto de la mejor manera — le restó importancia — y seguramente no será algo tan difícil — sonrió con suficiencia —, sé que aunque Erick se enoje conmigo, por haber actuado sin decirle, al final, amará tanto a nuestro hijo, que me lo agradecerá.
Julián sonrió más tranquilo; Alejandro tenía razón, era obvio que aunque Agustín se molestara, se le pasaría rápido, después de todo, sabía que su pareja amaba a los niños, pues era bueno con sus sobrinos.
—Por cierto, antes de llegar al hospital, pasemos por unas donas que quiere Erick.
—¿Donas? — Julián levantó una ceja, tenía tiempo que conocía a Erick Salazar y jamás había escuchado antes, que deseara comer esa clase de pastelillos.
—Sí —Alejandro sonrió —, mi Conejo tiene antojo de donas — dijo con orgullo —, dicen que cuando una persona se embaraza, tiene antojos raros, este lo es, ¿no lo crees?
—De acuerdo… ¿a dónde deseas ir a comprarlas?
—Al único lugar que le gusta a mí Conejo, por supuesto, después de todo, ahí está el mejor pastelero de toda la ciudad, según él.
El castaño asintió y viró en una calle, para ir a la cafetería que ya conocía; generalmente era al lugar a dónde sus jefes iban a disfrutar de un buen café y un dulce, como personas normales, aunque la mayoría de sus guardaespaldas se quedaban en los alrededores, tratando de pasar desapercibidos.
—Mi Conejo fue muy específico — Alejandro revisó su celular, la nota donde había apuntado el deseo de Erick —, quiere “donas cubiertas de chocolate, rellenas de crema, con chispas de chocolate y coco encima” — leyó con diversión.
—Sí, eso fue muy específico, ¿crees que haya?
—Espero que sí, de lo contrario, tendré que pedirle al pastelero que las haga y dudo que se tarde poco.
El castaño sonrió — quizá deba llevarle unas a Guti — dijo con algo de ilusión, si su pareja tenía lo mismo que el esposo de Alejandro, también tendría antojos “raros”.
Desde que se inició el trayecto, el castaño mantenía una actitud seria, su mente estaba ocupada imaginando cómo reaccionaría su pareja al enterarse de lo que había hecho.
—¿Enojado? — la voz de Alejandro se escuchó con seriedad, desde el asiento trasero; después de hablar con el médico del hospital, para que atendiera a Erick y a Agustín, él se encontraba más tranquilo.
—Un poco, sí — respondió Julián desde el volante.
—¿Por qué? Deberías estar feliz, ¿no es así?
—Estoy molesto porque mi pareja no me avisó que estaba enfermo — dijo conteniendo su enojo —, debí ser el primero en enterarme…
—Supongo que no quiso que te alteraras y salieras corriendo a buscarlo, justo como estuviste por hacerlo, cuando yo te lo dije — el ojiverde se burló.
El castaño gruñó por lo bajo — cómo sea — dijo restándole importancia — y con lo otro, en realidad, mientras no lo confirmen, no podemos estar seguros, ¿o sí?
Alejandro sonrió — han pasado, ¿cuánto, siete, ocho meses, desde que les cambiaron sus anticonceptivos por placebos? — levantó una ceja — realmente ya estaba pensando en pedir algún tratamiento de fertilidad para Erick…
—¿Él te lo pidió?
El ojiverde sonrió divertido — a ti, ¿Agustín te pidió lo otro? — preguntó con sarcasmo para su amigo — no, ¿verdad?
Julián entrecerró los ojos, molesto, pero luego sonrió cómplice, mirando a su jefe y amigo por el retrovisor — no, él no quería tener hijos, dijo que su trabajo se vería sumamente afectado.
—Sí, es cierto — Alejandro asintió —, por eso hay pocos varones fértiles trabajando para mí, pero tienen habilidades de las que no puedo prescindir, aun así, se cuidan muy bien — ladeó el rostro, sonriendo divertido —, de no ser por lo que hicimos, hubiese sido imposible que Agustín quedara embarazado, al igual que mi Conejo.
—Aún no sé cómo va a reaccionar — Julián suspiró.
—No importa, creo que ambos estarán felices después — el rubio habló con seguridad —, además, no me iba a quedar atrás después de que hace un par de semanas, Miguel nos confirmó que Marisela está embarazada, ¿o sí? Ella está muy feliz… ¿por qué Erick y Agustín no lo estarían?
—Porque Marisela y Miguel planearon ese embarazo, juntos, desde hace meses, cuándo ella dejó de cuidarse y empezó a tomar vitaminas — respondió Julián con obviedad —, mientras que tú y yo, lo pensamos, planeamos y preparamos todo, sin consultarlo con nuestras parejas…
Alejandro puso un gesto sarcástico y chasqueó la lengua.
—De acuerdo — respiró profundamente —, yo acepto mi culpa con Erick, pero si tanto te molesta la situación, ¿por qué no le dijiste nada a Agustín en vez de hacerlo por ti mismo?
Julián guardó silencio un momento y luego suspiró — porque no hubiese aceptado, es demasiado obstinado, pero yo sí quiero un hijo suyo, sin importar las consecuencias — aseguró —, no es por nada, pero su excusa del trabajo, no tiene suficiente peso — entrecerró los ojos —, él sabe bien que yo lo puedo mantener sin problemas, pero es tan obstinado que se rehúsa a entender.
El ojiverde sonrió — ¿me dirás que no te gusta ese carácter?
El castaño sonrió con algo de anhelo — por supuesto que me gusta, es lo que lo hace tan especial — aseguró «porque solo yo sé que, aunque por fuera sea tan duro, por dentro es demasiado noble y frágil…» terminó en su mente, aunque tuviera mucha confianza con Alejandro, era egoísta y no quería compartir con nadie más, esa faceta de Agustín.
—Entonces, deja de quejarte — el rubio se cruzó de brazos —, lo hecho, hecho está, ahora solo hay que sobrellevar esto de la mejor manera — le restó importancia — y seguramente no será algo tan difícil — sonrió con suficiencia —, sé que aunque Erick se enoje conmigo, por haber actuado sin decirle, al final, amará tanto a nuestro hijo, que me lo agradecerá.
Julián sonrió más tranquilo; Alejandro tenía razón, era obvio que aunque Agustín se molestara, se le pasaría rápido, después de todo, sabía que su pareja amaba a los niños, pues era bueno con sus sobrinos.
—Por cierto, antes de llegar al hospital, pasemos por unas donas que quiere Erick.
—¿Donas? — Julián levantó una ceja, tenía tiempo que conocía a Erick Salazar y jamás había escuchado antes, que deseara comer esa clase de pastelillos.
—Sí —Alejandro sonrió —, mi Conejo tiene antojo de donas — dijo con orgullo —, dicen que cuando una persona se embaraza, tiene antojos raros, este lo es, ¿no lo crees?
—De acuerdo… ¿a dónde deseas ir a comprarlas?
—Al único lugar que le gusta a mí Conejo, por supuesto, después de todo, ahí está el mejor pastelero de toda la ciudad, según él.
El castaño asintió y viró en una calle, para ir a la cafetería que ya conocía; generalmente era al lugar a dónde sus jefes iban a disfrutar de un buen café y un dulce, como personas normales, aunque la mayoría de sus guardaespaldas se quedaban en los alrededores, tratando de pasar desapercibidos.
—Mi Conejo fue muy específico — Alejandro revisó su celular, la nota donde había apuntado el deseo de Erick —, quiere “donas cubiertas de chocolate, rellenas de crema, con chispas de chocolate y coco encima” — leyó con diversión.
—Sí, eso fue muy específico, ¿crees que haya?
—Espero que sí, de lo contrario, tendré que pedirle al pastelero que las haga y dudo que se tarde poco.
El castaño sonrió — quizá deba llevarle unas a Guti — dijo con algo de ilusión, si su pareja tenía lo mismo que el esposo de Alejandro, también tendría antojos “raros”.
El tercer capítulo! Alex está seguro, Julián no tanto, pero está emocionado XD ajajaja ¿Qué creen que pase?
Bueno, este capítulo es ampliación de la Chibi historia 008, sí, se extendieron de más XD
Bueno, este capítulo es ampliación de la Chibi historia 008, sí, se extendieron de más XD
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