Capítulo II
Erick pocas veces hacía uso de la influencia del apellido de su esposo, pero en esa ocasión, tuvo que hacerlo para que Agustín pasara de inmediato a una consulta. El médico que lo revisó, no encontró nada anormal, por lo que supuso que había sido alguna descompensación en el estómago del paciente, por algún alimento que ingirió en el desayuno, así que lo único que le recetó fue hidratarse y comer sanamente, pero ante la insistencia de Erick, accedió a dejarlo una hora en el hospital, para que se recuperara completamente, pues con lo ocurrido, ahora no traía nada en el estómago y no sabía si alimentarlo le sentaría bien o terminaría vomitando de nuevo.
—Mientras descansas, voy a ir a comprarte un suero bebible, para que recuperes energías — sonrió el ojiazul.
—No debería — negó —, si sale solo del hospital, podría pasarle algo.
—No me iré lejos, Agus, solo iré a la cafetería del edificio, seguramente encontraré lo que busco, ¿de acuerdo? Te prometo que no me iré lejos — repitió para que el otro se quedara más tranquilo.
Agustín titubeó pero finalmente asintió — está bien… pero no se vaya…
—No te preocupes — Erick entornó los ojos —, dime ¿tienes algún sabor preferido?
El joven se alzó de hombros — no sé, supongo que lima-limón o naranja-mandarina.
—De acuerdo, vuelvo en cuanto lo compre, no te muevas de aquí, ¿está bien?
—Sí…
Erick se despidió de su amigo y fue a tomar el elevador para ir a la planta baja, donde estaba el restaurante, la cafetería y farmacia oficial del hospital, pero seguía inquieto, así que decidió llamarle a su esposo; deseaba avisarle dónde se encontraba y así, Alejandro le comunicaría la situación a Julián, en caso de ser necesario.
Alejandro de León estaba revisando unos documentos en la oficina principal que tenía en esa ciudad; a pesar de que su casa se encontraba a más de una hora de camino, por estar a orillas del mar y por ello tenía oficina en su mansión, en ocasiones debía acudir al edificio dónde se suponía era la sede de su empresa, especialmente porque Marisela no se encontraba ahí en esas fechas.
Mientras leía un contrato de compra-venta de unas nuevas propiedades, su celular vibró y una canción se escuchó con rapidez; por el tono, supo de inmediato quien era, así que no dudó en responder.
—Dime, Conejo.
—“…Alex…”
La voz alterada del otro lado lo alertó — ¿qué ocurre? — preguntó de inmediato, quitándose las gafas que usaba para leer.
—“…Estoy en el hospital…”
—¡¿Por qué?! — se puso de pie de un salto, rodeando el escritorio, para dirigir sus pasos a la salida de la oficina.
—“…Estoy bien, pero Agus se sintió indispuesto y lo traje en persona, ya que no quería venir, ni avisarle a Julián…”
El ojiverde detuvo su andar y puso un gesto confundido — ¿indispuesto? ¿Qué quieres decir con ‘indispuesto’?
—“…Empezó a vomitar, el médico dijo que posiblemente tenga una descompensación en el estómago… volveremos a casa en un rato, pero avísale a Julián, porque seguramente Agus no le dirá nada y yo le prometí que no le hablaría…”
—¿A vomitar? — Alejandro levantó una ceja, le parecía extremadamente raro que Agustín tuviera esa clase de molestias, siendo uno de sus trabajadores más saludables.
—“Sí… ¿puedes mandar a alguien más por nosotros? No quiero que Agus maneje así y si no hay alguien más, seguro se empeñará en hacerlo…”
Alejandro masajeó el puente de su nariz — está bien — accedió —, enviaré a Hugo, ¿te parece?
—“…Sí, gracias… ah, dile que de camino para acá, pase por unas donas cubiertas de chocolate, rellenas de crema, con chispas de chocolate y coco encima, por favor…”
—¿Donas? — la petición llamó la atención del ojiverde, Erick jamás pedía un pan diferente a la clásica concha de chocolate — ¿por qué donas?
—“…Tengo antojo de donas…” – se escuchó la voz seria del otro lado del auricular.
—Erick, ni siquiera te gustan las donas… — mencionó el rubio aun confundido.
—“…¡Pero quiero donas!…” — el grito consiguió que su esposo alejara un poco el celular de su oído — “…¿No le dirás eso a Hugo? Para hablarle yo y pedírselas…”
—Está bien, está bien, tranquilo, yo le diré… — Alejandro notó la voz de Erick algo distinta y se dio cuenta que su manera de reaccionar no era normal.
Por un segundo titubeó, luego algo llegó a su mente; en la mañana y días antes, su esposo se había estado comportando raro, aunque le parecieron nimiedades y les restó importancia, pero en ese momento recordaba lo que había hecho tiempo atrás, «¿y si es por eso?» se preguntó con algo de ilusión.
—Aunque, pensándolo bien… — ahora la duda se había hecho presente y antes de dar cualquier paso, debía confirmarlo — iré en persona por ti y te llevaré las donas que quieres — anunció el rubio con seriedad —, pero quiero que pases a ver al doctor Montes.
—“…¿Para qué?...”
—Porque lo que tiene Agus puede ser algo peor y si es un virus, pudo haberte contagiado, así que prefiero que lo trate él, yo le marcaré para avisarle que acudirás a su consulta y que te revise de inmediato.
—“…Está bien, nos vemos, te amo… ah y Alex, no te olvides de mis donas, por favor…”
—No las olvidaré, Conejo, no te preocupes, te amo…
Al colgar, el rubio sonrió divertido y antes de cualquier cosa, buscó el número de su médico de cabecera; debía ponerse de acuerdo con él, antes de que Erick lo viera. De inmediato, el hombre le respondió, ya que era su celular personal.
—“…Señor De León, que gran placer que me hable por teléfono, es un honor…”
—Déjese de tonterías, Montes — el rubio hizo un mueca de enfado —, esta no es una plática casual, sino de negocios.
—“…Disculpe, señor, ¿en qué le puedo ayudar?…”
—Mi esposo está en este momento en el hospital, uno de mis trabajadores se puso indispuesto y quiero que usted y su equipo los revisen a ambos…
—“…¿Qué fue lo que les ocurrió?...”
—Nada — Alejandro sonrió —, solo debe tomar en cuenta que ellos están usando esos ‘medicamentos’ que le solicité hace meses.
El silencio se hizo presente y finalmente un carraspeo se escuchó del otro lado de la línea —“…comprendo, entonces, revisaré si es eso lo que puso a su trabajador indispuesto y si su esposo también está pasando por lo mismo, para tomar las medidas necesarias…”
—Se lo agradezco, doctor Montes, solo recuerde que esto es confidencial, hasta que yo esté presente con mi esposo, no quiero que se lo diga, de lo contrario, no sé cómo vaya a reaccionar — especificó.
—“…De acuerdo, señor De León, no se preocupe, seré discreto…”
—Bien, en este momento salgo para el hospital…
El ojiverde ni siquiera permitió que el médico se despidiera, colgó y caminó a su escritorio por sus cosas, marcando al celular de su guardaespaldas y amigo, pues si Agustín se encontraba “indispuesto”, seguramente era la señal de que el otro había tenido suerte. Antes de que él empezara a recoger sus cosas, Julián le respondió.
—“…¿Sí?...”
—Julián, debemos ir al hospital — anunció con seriedad.
—“…¿Al hospital? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?...”
—¿Recuerdas lo que hicimos hace meses? — sonrió con orgullo — creo que por fin funcionó…
Mientras leía un contrato de compra-venta de unas nuevas propiedades, su celular vibró y una canción se escuchó con rapidez; por el tono, supo de inmediato quien era, así que no dudó en responder.
—Dime, Conejo.
—“…Alex…”
La voz alterada del otro lado lo alertó — ¿qué ocurre? — preguntó de inmediato, quitándose las gafas que usaba para leer.
—“…Estoy en el hospital…”
—¡¿Por qué?! — se puso de pie de un salto, rodeando el escritorio, para dirigir sus pasos a la salida de la oficina.
—“…Estoy bien, pero Agus se sintió indispuesto y lo traje en persona, ya que no quería venir, ni avisarle a Julián…”
El ojiverde detuvo su andar y puso un gesto confundido — ¿indispuesto? ¿Qué quieres decir con ‘indispuesto’?
—“…Empezó a vomitar, el médico dijo que posiblemente tenga una descompensación en el estómago… volveremos a casa en un rato, pero avísale a Julián, porque seguramente Agus no le dirá nada y yo le prometí que no le hablaría…”
—¿A vomitar? — Alejandro levantó una ceja, le parecía extremadamente raro que Agustín tuviera esa clase de molestias, siendo uno de sus trabajadores más saludables.
—“Sí… ¿puedes mandar a alguien más por nosotros? No quiero que Agus maneje así y si no hay alguien más, seguro se empeñará en hacerlo…”
Alejandro masajeó el puente de su nariz — está bien — accedió —, enviaré a Hugo, ¿te parece?
—“…Sí, gracias… ah, dile que de camino para acá, pase por unas donas cubiertas de chocolate, rellenas de crema, con chispas de chocolate y coco encima, por favor…”
—¿Donas? — la petición llamó la atención del ojiverde, Erick jamás pedía un pan diferente a la clásica concha de chocolate — ¿por qué donas?
—“…Tengo antojo de donas…” – se escuchó la voz seria del otro lado del auricular.
—Erick, ni siquiera te gustan las donas… — mencionó el rubio aun confundido.
—“…¡Pero quiero donas!…” — el grito consiguió que su esposo alejara un poco el celular de su oído — “…¿No le dirás eso a Hugo? Para hablarle yo y pedírselas…”
—Está bien, está bien, tranquilo, yo le diré… — Alejandro notó la voz de Erick algo distinta y se dio cuenta que su manera de reaccionar no era normal.
Por un segundo titubeó, luego algo llegó a su mente; en la mañana y días antes, su esposo se había estado comportando raro, aunque le parecieron nimiedades y les restó importancia, pero en ese momento recordaba lo que había hecho tiempo atrás, «¿y si es por eso?» se preguntó con algo de ilusión.
—Aunque, pensándolo bien… — ahora la duda se había hecho presente y antes de dar cualquier paso, debía confirmarlo — iré en persona por ti y te llevaré las donas que quieres — anunció el rubio con seriedad —, pero quiero que pases a ver al doctor Montes.
—“…¿Para qué?...”
—Porque lo que tiene Agus puede ser algo peor y si es un virus, pudo haberte contagiado, así que prefiero que lo trate él, yo le marcaré para avisarle que acudirás a su consulta y que te revise de inmediato.
—“…Está bien, nos vemos, te amo… ah y Alex, no te olvides de mis donas, por favor…”
—No las olvidaré, Conejo, no te preocupes, te amo…
Al colgar, el rubio sonrió divertido y antes de cualquier cosa, buscó el número de su médico de cabecera; debía ponerse de acuerdo con él, antes de que Erick lo viera. De inmediato, el hombre le respondió, ya que era su celular personal.
—“…Señor De León, que gran placer que me hable por teléfono, es un honor…”
—Déjese de tonterías, Montes — el rubio hizo un mueca de enfado —, esta no es una plática casual, sino de negocios.
—“…Disculpe, señor, ¿en qué le puedo ayudar?…”
—Mi esposo está en este momento en el hospital, uno de mis trabajadores se puso indispuesto y quiero que usted y su equipo los revisen a ambos…
—“…¿Qué fue lo que les ocurrió?...”
—Nada — Alejandro sonrió —, solo debe tomar en cuenta que ellos están usando esos ‘medicamentos’ que le solicité hace meses.
El silencio se hizo presente y finalmente un carraspeo se escuchó del otro lado de la línea —“…comprendo, entonces, revisaré si es eso lo que puso a su trabajador indispuesto y si su esposo también está pasando por lo mismo, para tomar las medidas necesarias…”
—Se lo agradezco, doctor Montes, solo recuerde que esto es confidencial, hasta que yo esté presente con mi esposo, no quiero que se lo diga, de lo contrario, no sé cómo vaya a reaccionar — especificó.
—“…De acuerdo, señor De León, no se preocupe, seré discreto…”
—Bien, en este momento salgo para el hospital…
El ojiverde ni siquiera permitió que el médico se despidiera, colgó y caminó a su escritorio por sus cosas, marcando al celular de su guardaespaldas y amigo, pues si Agustín se encontraba “indispuesto”, seguramente era la señal de que el otro había tenido suerte. Antes de que él empezara a recoger sus cosas, Julián le respondió.
—“…¿Sí?...”
—Julián, debemos ir al hospital — anunció con seriedad.
—“…¿Al hospital? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?...”
—¿Recuerdas lo que hicimos hace meses? — sonrió con orgullo — creo que por fin funcionó…
Érick aún tenía el antojo de una dona, pero no encontró ninguna en la cafetería y eso lo frustró, así que fue a la farmacia por el suero para Agustín y compró otro para él, aprovechando que estaba ahí. Pagó con su tarjeta y volvió con paso tranquilo al elevador.
—Realmente quiero una dona — dijo con algo de anhelo, recargado en una pared del ascensor, mientras subía los pisos.
Era la primera vez que se sentía tan ansioso por un pastelillo y su mente parecía no querer olvidarlo, ya que hasta el sabor del mismo se hacía presente en su boca como si lo estuviera comiendo. Pasó la mano por su cabello y suspiró, deseaba que Alejandro no tardará mucho en llevarle esa dona o él mismo saldría del hospital para ir a comprar una
Al llegar al piso dónde estaba su amigo, dirigió sus pasos a la habitación, pero se asustó al encontrarla vacía.
—¡¿Agus?! — levantó la voz, pero no obtuvo respuesta, fue hasta el baño, pero no había nadie, así que salió de inmediato, encontrándose al director del hospital, el doctor Montes, en el pasillo.
-—¡Doctor! — llamó con desespero — mi amigo no está, no sé a dónde…
—Cálmese, señor De León — sonrió el médico —, el señor Ruiz fue llevado a que le hicieran un estudio de sangre.
Esa simple explicación alertó al ojiazul — ¡¿se encuentra mal?!
—No — negó el hombre —, es algo de rutina, para descartar una infección, pero por eso estoy aquí también, usted también tiene que hacérsela…
—¿De verdad? — Erick estaba confundido.
—Sí, ahora, venga conmigo, mi colega, el doctor Carranza lo llevará a que le hagan el análisis y después, esperará los resultados en la habitación…
—Está… está bien — titubeó el pelinegro.
Algo le decía que lo que estaba ocurriendo no era normal, pero intentó no prestarle mucha atención, ya que esa anormalidad podía ser culpa de Alejandro, quien de seguro, al imaginar que se expuso a algo contagioso, deseaba constatar que se encontraba bien.
Este segundo capítulo, está mucho más largo que el segundo pedacito de la Chibi historia 007, como ven, aquí se muestra más como se está comportando Erick
Comment Form is loading comments...