Apariencias
Jueves, diciembre 11
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Moví mi mano para apagar el despertador que sonaba insistente y encendí la lámpara del buró. Estaba envuelto en cobijas y edredones porque, a pesar de que mi casa no era fría, la noche anterior había nevado, así que la temperatura había descendido considerablemente y aunque contaba con aire acondicionado para calentar mí habitación, Alex y yo, decidimos no usarlo en la noche, debido a nuestras actividades nocturnas, las cuales nos mantuvieron calientes toda la madrugada. Alejandro me tenía abrazado por la espalda y yo no quería alejarme de la tibieza de su piel, a pesar de saber que tenía que hacerlo.
Me removí lentamente, tratando de no despertarlo, pero él ejerció presión — quédate un poco más — susurró contra mi oído de una manera tan sutil, que su aliento contra mi piel me hizo estremecer.
—No… no puedo… — acoté, pero no hice movimiento alguno para alejarme de nuevo.
Alejandro hundió su rostro en mi cabello y aspiró profundo — nevó — su voz era seria — hace frío y no quiero que salgas recién bañado, te puedes enfermar — sentenció.
Sonreí, me gustaba que se preocupara por mí, me sentía completamente seguro en sus brazos.
—Pero, debo ir a trabajar — empecé a moverme para alejarme de él, ciertamente me seducía la idea de quedarme con Alex, pero a diferencia de él, que no tenía que ir a ningún lado, obligatoriamente, para tener un ingreso, yo sí tenía que presentarme a mi empleo.
—¿De verdad quieres alejarte de mí? — preguntó con seriedad.
Negué — no quiero alejarme de ti — dije con seguridad — sabes que no lo deseo, pero tengo que hacerlo — me giré para quedar frente a él y besé sus labios — quisiera poder quedarme contigo, pero tengo obligaciones.
—Y, ¿si no las tuvieras?
—¿Si no tuviera obligaciones? — levanté una ceja — entonces, estaría ‘vegetando’ todo el día — reí.
—Estoy hablando en serio — Alex me observó fijamente y entendí que no se había despertado de humor para bromas.
—Bueno, si no tuviera esas obligaciones, estos días los podría pasar contigo — dije con más seriedad.
—Renuncia al trabajo entonces — me abrazó con más fuerza — así, te quedas conmigo.
Suspiré. Si renunciaba, era obvio que pasaría todo mi tiempo con Alex, pero, ¿qué sucedería cuando él se fuera de la ciudad? No podía darme el placer de quedarme sin empleo — lo pensaré — dibuje una sonrisa en mi rostro pero, ciertamente era algo triste.
Me moví para incorporarme finalmente y bostecé al estar sentado.
—No tardes mucho en decidirte — Alex se movió, tomó el control remoto de la televisión y la encendió, poniendo el canal de noticias.
No dije nada más, me puse de pie y fui al baño, haciendo una vez más mi rutina matutina; me rasuré, bañé, cambié y salí del baño. Alejandro seguía viendo el noticiero; no dijo nada, estaba seguro que esperaba a que fuera yo quien dijera algo primero. Caminé a la cama, me senté en un borde, moví mi mano acercándola a su rostro; él levantó una ceja al sentir la caricia y sonrió de lado.
—¿Ya te decidiste? — presionó.
Negué viendo hacia el techo — vamos a desayunar, señor De León — me puse de pie y evité responder a su pregunta.
En realidad, no sabía qué quería hacer, podría arriesgarme y dejar todo de lado por él, pero, ¿cómo pensar que lo nuestro podía funcionar? Tantos años que estuvimos separados, ahora éramos tan diferentes que, tenía un enorme miedo a fracasar, a pesar de que todo parecía estar bien.
Alex se puso de pié, se vistió y bajamos juntos las escaleras. Al llegar a la planta baja, me quedé un momento absorto, viendo el árbol navideño; desde el día anterior, estaba seguro que no podía dejar de sentirme tan bien al observarlo. Tenía años que no disfrutaba de un pino navideño, cómo en ese preciso momento.
Alejandro me abrazó por detrás — desde ayer lo miras insistente — besó mi mejilla — ¿hay algo que no te guste del árbol de navidad?
—No, no es eso — acoté — de hecho, me gusta demasiado, especialmente la estrella — suspiré y me recargué contra su pecho — por eso lo veo.
—Bien, porque si algo no te gusta, podemos cambiarlo.
—No — negué — todo está perfecto, Alex — levanté mi rostro y deposité un beso en sus labios con infinito amor — todo…
Caminamos a la cocina y yo puse el agua para café, mientras buscaba pan para tostarlo; Alejandro por su parte, sacó un par de huevos del refrigerador y se dispuso a prepararlos con algo de tocino.
—¿Quieres? — preguntó mientras partía el tocino en pedazos.
—No gracias — hice un gesto de desagrado — es demasiado para un desayuno.
—Esto te da más energías que un café — acotó con seriedad en la voz, pero con una sonrisa en sus labios.
—Tal vez, pero — hice un mohín — no es de mi agrado tan temprano.
Ambos desayunamos y como siempre, terminé antes que él, así que fui a lavar mis dientes y tomar una gabardina más gruesa de mi vestidor.
Bajé las escaleras, Alejandro ya tenía a mis hijos dentro de la casa y estaba tratando de encender la chimenea; saludé a los niños, acariciando la cabeza de cada uno y rascándoles la espalda.
—¿Los dejarás dentro? — pregunté
—Sí, está haciendo mucho frío y aunque no están a la intemperie, es mejor que se calienten un poco, ¿no lo crees? — se puso de pie y caminó hasta mi — ya te están esperando para llevarte.
—Está bien — asentí y le di un beso en los labios — te veo en la tarde.
—Recuerda el compromiso que tenemos, no llegues tarde — pidió con una sonrisa divertida.
—Ya sé — dije molesto, tomé mi portafolio con mi computadora personal y salí de la casa.
Fuera, otros hombres que no eran los que ya conocía, me abrieron la puerta del automóvil y me llevaron a mi empleo. En el camino, me di cuenta que había nevado en casi toda el área metropolitana, así que, las calles principales estaban siendo limpiadas por algunas barredoras; no era mucha nieve, pero era obvio que podría provocar accidentes. Estaba satisfecho de ir mucho más temprano a mi empleo, de no ser así, en el momento de la hora pico del tráfico, podía perder mucho tiempo.
En mi trabajo, hubo algunas faltas y muchos más, llegaron tarde, todo debido a la nevada. Al parecer, en algunas zonas, nevó mucho más que en otras y algunos de mis subordinados, así como trabajadores de otras áreas, no pudieron acudir al trabajo.
El día pasó sin novedad, Lucía me recordó los pendientes, con respecto a algunos reportes que se debían enviar el extranjero antes de fin de año y tuve que trabajar en ellos mientras tenía oportunidad; agradecí que no hubiera contratiempos en el trabajo, pues a pesar de la poca asistencia, se pudieron sobrellevar algunos detalles que surgieron. También, me di un momento para ir a recursos humanos y pedir permiso para trabajar el viernes sólo medio día, debido al compromiso de ir a la inauguración del hotel de Alejandro; cómo normalmente trabajaba más horas de las que debía, no me negaban los esporádicos permisos que pedía. Aunque el día siguiente era un día festivo y en muchos trabajos no había labores, cómo el mío se basaba en fechas y horas de EUA, yo sí tenía que presentarme en un horario normal.
A la hora de comida, fui al comedor y pedí algo sencillo; una ensalada, algunas frutas y yogurt, no tenía mucho apetito, pero desde que Alejandro volviera a mi vida, cuidaba un poco más mi dieta. Me tocó la suerte de sentarme con el jefe de marketing de la empresa, Héctor Solís, quien era mi amigo y gay declarado abiertamente; su plática siempre era muy amena, pero en esa ocasión, él simplemente quería saber más sobre mi relación amistosa con Alejandro De León, especialmente porque, a su manera de decirlo, era un ‘gran ejemplar’ y se lamentaba que fuera heterosexual. Cuando dijo eso, ahogué una risa y fingí demencia; si Héctor supiera que Alejandro no era heterosexual como se imaginaba, tal vez me hubiera pedido que se lo presentara.
Al volver de comer, recibí una llamada de EUA, tenían un problema con un desfase de datos, eso era extraño para la temporada en la que estábamos; así que tuve que encargarme personalmente, pese a no ser algo tan delicado, no podía delegarlo a alguien más, por falta de personal en ese momento. En poco tiempo arreglé la situación y volví a comunicarme con la sucursal afectada, para dar el informe de la resolución del contratiempo; después de eso, me pasé el resto del día llenando los reportes pendientes.
Salí poco después de las cinco de la tarde y ya estaba el automóvil de Alejandro esperándome en el estacionamiento. En esta ocasión, él no había ido por mí; no quise indagar la razón pero, aunque no quería admitirlo, me había deprimido, pues esperaba que me acompañara de regreso a casa.
En el camino, mi celular timbró; era Alex.
—“… ¡Hola!…” — dijo con algo de alegría en su voz — “… ¿ya vienes para la casa?...”
—¡Hola! — sonreí ampliamente, emocionado — sí, ya voy para allá.
—“…Bien, ¿quieres que te saque algo de ropa para que te cambies al llegar?”
—¿Saldremos tan temprano? — pregunté sorprendido.
—“…Bueno, en lo que llegas se van a dar las seis, tienes que asearte y cambiarte, así que estaremos saliendo pasadas las siete y ya invité a tus amigos a cenar a las ocho y media, antes de ir a nuestro destino…” — explicó seguro.
Escuche un susurro y él habló para alguien más “sí, déjalo en el auto…”
—¿Estás ocupado? — indagué.
—“…No, Julián vino a avisarme que había vuelto con algo que le encargué…”
—Entonces, ¿iremos a cenar con Luís, Daniel y Víctor? — no quise preguntarle sobre su asunto, no quería ser impertinente, ni entrometerme en sus cosas.
—“…Sí, ya reservé una mesa en un restaurante, espero que no te incomode…”
—¿Por qué habría de incomodarme?
—“…Tal vez, porque no te avisé antes…” — su voz sonaba divertida — “…además, quiero entregarles, personalmente, las invitaciones para la fiesta de mañana…”
—Está bien — suspiré — entonces elige un conjunto adecuado para mí — juguete con mi dedo sobre mi portafolio.
—“…Te espero aquí, entonces…”
—Sí, está bien, nos vemos en un rato… — iba a colgar pero antes de eso volví a hablarle — Alex…
—“… ¿Qué pasa?...”
—Te amo — a pesar de haber sido por teléfono, me sonrojé.
—“…Lo sé…” — dijo él — “…yo también te amo…”
Esas simples palabras lograron que mi corazón se acelerara y el calor envolviera mi cuerpo. Al colgar, no pude borrar la sonrisa de mis labios; tenía mucho tiempo que no era feliz y ahora, con la simple presencia de Alejandro en mi vida, sentía que mi mundo era perfecto.
* * *
A pesar de mi buen ánimo, casi todo se arruina, pues tardé más de lo previsto en llegar a casa; en el camino, nos topamos con algunos accidentes, debido a que había estado lloviendo durante el día, así que el tráfico estaba muy pesado en todas las calles, no solo las principales. También seguía lloviendo ligeramente, por lo que era casi imposible manejar a alta velocidad.
Finalmente, al acercarme a mi casa, me di cuenta que las luces y adornos navideños ya estaban encendidos. De nuevo sonreí; pensar que Alejandro se tomó tantas molestias para decorar mi hogar, sólo para darme gusto y que fuera feliz, me halagaba.
Me bajé con rapidez del automóvil y entré por la puerta principal. Mis hijos me saludaron efusivamente y los acaricié, a todos y cada uno de ellos, hablándoles por sus nombres y jugueteando en medio de la sala y el comedor, mientras dejaba mi maletín sobre un sillón.
—No deberías entretenerte — la voz de Alejandro me sorprendió.
Él iba bajando de la escalera con un traje sastre gris oscuro, una camisa azul marino, una corbata oscura con algunos detalles en blanco, sus zapatos estaban lustrosos y traía una gabardina en su brazo.
—Lo lamento… — sonreí apenado — el trafico estaba pesado por el clima.
—Apresúrate — curvó sus labios haciéndome una seña con el rostro hacia las escaleras — llegaremos tarde.
—Voy — me despedí de mis hijos acariciando sus orejas y me encaminé hacia la escalera.
Al pasar a un lado de Alejandro, me detuvo del brazo, me acercó hasta él y me besó — no me saludaste a mí, al llegar — acotó al alejarse, relamiéndose los labios.
—Lo… lo siento, es que, no estabas aquí — me disculpé.
Me liberó del agarre y subí las escaleras hasta mi habitación. En el trayecto, me quité la gabardina, afloje mi corbata, desabroche el saco, mi camisa y al entrar a mi habitación, ya me estaba desabrochando el pantalón. Entré con rapidez al baño sin prestar atención a nada. Me di una ducha rápida y salí al vestidor. Ahí me encontré con un traje que jamás había visto, no era de mi vestuario en realidad; un traje sastre, en un color azul cobalto, la camisa era blanca y la corbata azul cielo, además, había una gabardina nueva en color azul marino, bastante acogedora a simple vista. Mordí mi labio inferior, a Alejandro siempre le había gustado que usara los colores azules, decía que combinaban con mis ojos. Suspiré; aunque era penoso, ya tenía el traje preparado, así que debía usarlo.
A un lado del traje, había una cajita con una nota, la cual, solo tenía escrita la palabra “Úsalo”, con una caligrafía exquisita; abrí la caja y dentro había un perfume. Parpadee confundido; tenía años que no miraba ese perfume, lo usaba cuando estaba en la preparatoria porque Alex me lo había regalado. Sonreí y lo usé en mi cuerpo, perdiéndome en el olor, ya que me traía muchos recuerdos al lado de Alejandro.
Después de un momento negué; no tenía tiempo de hacer eso, así que, me vestí lo más rápido que pude y terminé de arreglarme frente al espejo del baño, lavando mis dientes y peinándome hacia atrás. Bajé las escaleras con la gabardina en la mano y Alejandro estaba de pie, cerca de un sillón viendo algunas cosas en la televisión.
—Estoy listo — anuncié.
—Bien — apagó el televisor y giró — entonces vam… — se quedó a media frase, su rostro cambió de semblante y frunció el ceño, caminando a zancadas largas hasta mí, quedando justo enfrente — ¡no! — fue lo único que dijo.
Parpadee confundido ante sus acciones y me estremecí inconscientemente al tenerlo frente a mi tan rápido, además de su palabra — ¿no…? ¿No qué? — pregunté sin entender a qué se refería
—No quiero que te peines para atrás — pasó su mano por mi cabello despeinándome, algunos mechones de mi cabello se movieron, ciertamente lo usaba más corto que Alex, pero no tan corto como para que no se vinieran algunos mechones a mi rostro de vez en cuando.
—Pero… Alex… — traté de alejarme de su mano — traigo traje, debo estar más formal.
—¡No me importa! — siguió moviendo su mano y me despeinó más — quiero verte con tu peinado natural — exigió.
—Está bien, está bien — accedí — iré a peinarme de nuevo…
Alejandro sonrió complacido y alejó su mano de mi cabello — entonces ve, es tarde ya — acarició mi rostro con su mano y me guiño el ojo.
Dejé mi gabardina en el respaldo de una silla del comedor y volví a subir las escaleras. Nuevamente a mi habitación y al baño; Alejandro había revuelto mi cabello completamente, tuve que pasar el cepillo una vez más y después de pasar mis manos por él, con algo de crema para peinar, moví la cabeza, cual vil perrito sacudiéndose después de mojarse, así, mi cabello tomó una caída más natural. Esperaba que ahora sí estuviera satisfecho con el resultado; estaba por salir del baño cuando me acordé que debía usar bufanda por el frío, así que me devolví al vestidor y tomé una en color azul marino también, no quería desentonar con mi vestimenta.
Bajé nuevamente por las escaleras y Alejandro estaba esperándome ahí mismo, dónde lo dejé antes de subir, observándome de pies a cabeza.
—¿Mejor? — pregunté con la bufanda en mano.
—Mucho mejor — asintió — vamos.
Suspiré cansado. Ni mi esposa, durante todo el tiempo de casados, me había hecho volver a ‘arreglarme’, sólo porque no le gustaba algo de mí; a veces Alejandro era muy exigente y por alguna extraña razón, supuse que había cambiado pero al parecer, se había vuelto peor.
Agarré la gabardina de la silla y me la coloqué, después me pasé la bufanda por el cuello; las manos de Alejandro se posaron en la tira de estambre y la acomodó en mi cuello.
—Te miras muy bien — sonrió acercándose a mí, hasta dejar su rostro cerca del mío — y hueles muy bien…
—Gracias… — titubee — esta ropa tú la compraste, ¿cierto? — pregunté con algo de molestia.
—Sí, ¿quién más? — añadió cómo si no fuera importante.
—Alex, tengo suficiente ropa, no deberí…
Él me besó para acallar mis reclamos, el beso fue largo, empezó suave y luego subió de intensidad, su lengua entró en mi boca juguetona y yo le correspondí. Se alejó un poco, pasando su lengua por mis labios.
—No me prohíbas comprarte cosas, me gusta vestirte para mí mismo.
Asentí embelesado, mientras sentía que mi rostro ardía; él sujetó mi mano y me guió a la puerta de la casa.
—Mi celular… — mencioné para que me permitiera ir por él a mi portafolio, pero Alex lo sacó de una bolsa de su gabardina y me lo entregó — gracias… — susurré y lo seguí hacia el exterior.
Antes de salir, ambos nos despedimos de mis hijos y Alejandro le dio indicaciones a uno de sus hombres que se iba a quedar en mi casa. Salimos de la propiedad y entramos al automóvil, el cual, momentos después, emprendía la marcha.
—Vamos tarde — dijo serio — ya casi son las ocho…
—¿A dónde iremos?
—Pedí a alguien del hotel que me hiciera una reservación en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, les marqué a tus amigos, aunque tu amigo Luís — dijo el nombre sonriendo de lado un tanto burlón — tuvo que ser convencido por Víctor y Daniel.
—Alex…
—¿Sí?
—No te cae muy bien Luís, ¿cierto?
Giró el rostro y posó su vista en la ventana — no, no me cae muy bien… — iba a decirle algo para congraciar a Luís con él, pero no me lo permitió — pero, es tu amigo, ¿cierto? — asentí levemente cuando giró su rostro para verme — así que lo trataré bien, por ti.
—Gracias…
—¿Por qué? — preguntó sin mucho interés.
—Por todo… todo lo que has hecho por mí estos días ha sido… ¡increíble! — sonreí apenado, no sabía qué decir para agradecer en realidad.
Alejandro no dijo nada, se quedó en silencio y vio la hora en su reloj de pulsera — ocho y veinte — su voz era muy seria — apresúrense — indicó al chofer y copiloto, quienes aumentaron la velocidad del automóvil.
—Te preocupa mucho llegar tarde… — mencioné — ¿se perderá la reservación?
—No — negó — pero no me gusta llegar tarde a ningún compromiso.
* * *
A las ocho con treinta y dos llegamos al estacionamiento del restaurante. Mis ojos se abrieron enormes al ver dónde era; ciertamente, uno de los restaurantes más caros y lujosos de la ciudad, alguna vez había ido a cenar con mi esposa ahí, pero a pesar de que ganaba bien en mi empleo, no era un lugar para ir a cenar todo el tiempo.
Nos abrieron la puerta los hombres que iban con nosotros y Alejandro salió con rapidez; estaba lloviendo, pero debido a que el estacionamiento era techado, no fue problema. Llegamos a la recepción y Alejandro se presentó.
—Buenas noches, soy Alejandro De León, tengo una reservación para cinco personas.
—Buenas noches — dijo la joven recepcionista — pase, por aquí.
Nos hicieron pasar y nos llevaron a un área semi privada, al menos no habían llegado mis amigos. Al llegar a la mesa, ambos nos quitamos las gabardinas y las dejamos en unas perchas que nos dejaron cerca de la mesa. Alejandro, de manera caballerosa, movió una silla para que me sentara; gradecí y tome mi lugar, mientras él se sentaba a un lado mío.
Un par de meseros se acercaron a nosotros.
—Buenas noches — dijeron con las cartas en la mano y arreglando la mesa para nosotros.
—Buenas noches — respondió Alejandro — tendremos tres compañeros más, así que, esperaremos a que ellos lleguen para ver las cartas, por favor.
—Sí, señor — dijo el otro mesero dejando las servilletas en su lugar.
—Buenas noches — saludé yo también.
—Traiga un café para mi compañero — Alex habló con tono tranquilo al mesero — y para mí, ¿qué vino puedes ofrecerme?
—Bueno, señor — sonrió el mesero — tenemos el especial de esta noche, Opus One Cabernet Sauvignon del 85, pero tenemos otros más, como…
Alejandro lo observó con una sonrisa — ¿ese es el mejor que tienen?
—Bueno señor, podría probar el Robert Mondavi o…
—¿Tienes Chateau Petrus?
El joven parpadeo confundido — permítame preguntar, por favor…
Caminó con rapidez mientras el otro mesero lo seguía.
—¿Qué vino pediste? — pregunté.
—Un vino que me gusta — sonrió.
En un instante, uno de los meseros me traía el café y un hombre mayor venía con el otro.
—Buenas noches — dijo con seriedad — soy el gerente, me comentan que ha solicitado un Chateau Petrus.
—Así es, ¿no cuentan con ninguna botella? — Alejandro era dueño de la situación y yo estaba moviendo la cuchara en mi taza de café nerviosamente, después de agregarle azúcar.
—Sí, por supuesto que contamos con algunas botellas, tenemos del 2000, de 1995 y de ahí nos pasamos al 85 y 75.
—¿No tienen de cosechas anteriores?
El hombre sonrió nervioso — bueno, sí, tenemos una del 47, del 49 y otras, pero, la cuestión…
Alejandro levantó una ceja — sé lo que cuestan — dijo sonriendo de lado — nunca me ha importado su precio para disfrutarlas. Así que, traiga la botella del 47 por favor.
—Está bien, cómo diga, ¿señor…?
—Alejandro De León.
El hombre se puso rojo y se estremeció — disculpe, señor De León, claro, en un momento le traemos lo que solicitó, con permiso.
Se retiraron y me quedé asombrado ante la actitud del hombre.
—¿Qué sucede? — pregunté extrañado.
—Nada — se alzó de hombros — cuando hicieron la reservación, solicitaron unas botellas específicas para mí y creo que no sabían que era yo.
Mordí el interior de mi labio ante esa explicación tan simple. En ese momento llegaban Luís, Daniel y Víctor.
—Buenas noches — saludaron.
Alejandro y yo nos pusimos de pie para recibirlos, Daniel y Víctor nos saludaron a ambos de un abrazo, pero Luís se limitó a dar la mano; su rostro era serio y no parecía estar a gusto con la situación.
—Tomen asiento, por favor — Alejandro señaló las sillas.
Los tres se sentaron y el mesero trajo las cartas, dejándolas frente a nosotros.
—Buenas noches — dijo a los recién llegados — ¿puedo ofrecerles algo de beber?
—Cerveza — dijo Daniel con una leve sonrisa en los labios.
—¿De la casa o alguna marca en especial?
—Woa, ¿tienen cerveza de la casa? — Víctor miró al mesero — yo quiero una de esas, pero un tarro grande y espumoso.
—De la casa también — comento Daniel mirando a Víctor, molesto.
—Cuba libre — dijo Luís sin mucho ánimo.
—En un momento — el mesero se retiró y nos dejó.
—¿Tuvieron problemas con el tráfico? — preguntó Alejandro mientras abría la carta.
—Un poco — Daniel se alzó de hombros — el clima no permite que andemos manejando con rapidez.
«Eso es lo que tú crees…» pensé al recordar la velocidad con la que los hombres de Alex nos llevaron al restaurante.
—Por eso tuvimos que venir en un solo auto y… — Víctor también abrió la carta, se quedó en silencio, abrió los ojos enormemente, parecía sorprendido y yo imaginé que era por los precios — ¿que…? ¿Qué van a pedir ustedes? — preguntó nervioso.
—Ah… pues, no sé — sonreí observando la carta.
—Pidan lo que gusten — Alejandro sonrió de lado, en ese momento llevaban las bebidas y llegaban con la botella de vino que él había pedido — yo pagaré.
—Yo no puedo permitir eso — Luís habló con seriedad — no es necesario, al menos que pagues mi consumo.
—Insisto… — Alex levantó una ceja — yo los invité a este lugar en específico y además, es para mí un honor, fraternizar con los amigos de Erick.
—Pero…
—Luís — Daniel levantó un poco la voz — Alejandro está siendo amable, no podemos desairarlo, además — su mirada estaba fija en nuestro amigo, lo estaba regañando con la mirada — eso nos dejaría como personas que no saben agradecer una invitación.
De todos nosotros, Daniel era el más maduro y siempre decía y hacía las cosas, lo mejor que podía. Ciertamente, todos tenían para pagar sus cuentas, quizá Víctor tendría problemas en el transcurso de los días hasta su próxima paga, pero podía costear su consumo sin dificultad.
—Está bien — Luís me miró de reojo — no quiero que tu amigo piense que te juntas con ‘trogloditas’, que no saben de amistad y compañerismo.
Sonreí nervioso — no digas eso — bebí algo de mi café.
—¿Están listos para ordenar? — dos meseros llegaron a la mesa y uno se quedó de lado de Alejandro.
—Yo sí, pero no sé si mis compañeros ya eligieron — Alex hizo una seña para que atendieran primero a mis amigos.
Cada quien pidió cosas diferentes y los meseros se retiraron con rapidez. La situación empezó a amenizarse por las locuras de Víctor, Daniel le siguió la corriente y Alejandro se reía con las anécdotas que contaban de cuando estábamos en la universidad. El único que no participó en la charla, fue Luís.
Al terminar la cena, un mesero se acercó a nosotros llevando la carta de los postres para ofrecerlos. Alejandro me observó, sin disimular algo de ternura — ¿deseas algún postre?
—No lo sé — mordí mi labio — tal vez.
—¡Eso se vio genial! — dijo Víctor con una sonrisa en sus labios.
Todos lo observamos sin entender.
—¿De qué hablas? — preguntó Daniel.
—Que Alejandro y Erick parecen una pareja, lástima que Erick no es una chica, ¿no lo crees?
Sentí que mi rostro ardía, Alex soltó una carcajada, mientras, Luís apretaba sus puños sobre la mesa
Daniel observó a Víctor con seriedad — Erick no tiene por qué ser una chica para ser su pareja… — de inmediato se dio cuenta de lo que había dicho y trató de arreglarlo — digo, no es que piense que ustedes dos lo sean… es decir… — volvió a titubear — aunque si así fuera, no tendría nada de malo, claro… — rectificó — pero, Erick está bien siendo un hombre y…
—¡Cállate, Daniel! — por fin Luís había habló, tenía fruncido el ceño y sus ojos reflejaban ira.
—Bueno, la pregunta también va para ustedes — Alejandro trató de enderezar la situación — ¿desean algo de postre?
—Pues yo sí — Víctor tomó la carta de los postres — el pie de queso con frambuesa me hace ojitos, así que tráigame uno.
—Paso — Luís negó la invitación mientras me observaba con recelo.
—Bueno, supongo que podría comer algo de pudin de chocolate — Daniel sonrió devolviendo la carta de postres — no me caería nada mal algo dulce en este momento…
—Yo, ah, no se… ¿qué me recomienda? — le pregunté al mesero.
—Esta noche le puedo recomendar el tiramisú de chocolate con fresas.
—Entonces, tráigame eso por favor — también devolví la carta.
—A mí tráeme pastel selva negra — Alejandro despidió al mesero y giró el rostro para ver, en una parte del restaurante, a uno de sus hombres y le hizo una seña.
Julián, quien era el que estaba ahí, se acercó, entregándole a Alejandro un sobre grande, en color amarillo. Alex agarró el sobre y lo abrió; Julián se retiró con rapidez.
—Bueno… — sacó unos pequeños sobres blancos con listones dorados — aquí están las invitaciones para la recepción de mañana — les dio los sobres a Daniel, Víctor y Luís, aunque él la tomó con algo de reticencia, también, sacó otro sobre y me lo dio a mí — esta es la tuya.
Eso me sorprendió, sabía que lo iba a acompañar, pero no pensé que yo también necesitara recibir invitación.
—Sin ellas — prosiguió con calma — no podrán entrar al hotel, ya que, cómo es la inauguración, solo algunas personas podrán entrar el primer día.
—Me parece bien — Daniel guardó el sobre en su saco.
—¡Vientos! Espero conocer una chica guapa — Víctor movió el sobre y lo golpeteó con suavidad en su mano — ¿Quién sabe?, tal vez me enamore y me case.
—Lo dudo — negó Daniel.
Luís también guardó el sobre en su saco, sin decir una sola palabra.
—De igual manera… — Alejandro sonrió ante los comentarios de mis amigos — la invitación es para que pasen la noche en el hotel, por eso es necesario que la lleven, ya que ellas les permitirán pasar a la habitación asignada a cada uno de ustedes.
—¿Una noche en el ‘Hotel Royal’? — Daniel abrió los ojos impactado.
—¿Completamente ‘gratis’? — Víctor estaba sorprendido pero con una amplia sonrisa en el rostro.
—Sí — Alejandro sonrió — solicité que les dieran habitaciones separadas, en caso de que tengan suerte con alguna mujer — Alejandro le guiño el ojo a Víctor.
—¡Gracias, ‘bro’!
Víctor no cabía de felicidad y Daniel también se miraba emocionado; el único que no compartía el sentimiento era Luís, quien seguía con un semblante serio.
Los postres llegaron y yo me levanté — disculpen… — sonreí — vuelvo… — anuncié y me encaminé al sanitario.
El baño era grande y había un recibidor, antes de entrar al mismo, en el cual estaban los lavamanos. Un hombre me saludó al entrar y yo le correspondí con un leve movimiento del rostro y diciendo ‘buenas noches’; era el encargado de las lociones que se usaban al salir del baño. Crucé la puerta; el enorme baño estaba completamente solo, no le di importancia y pasé al último los mingitorios. Apenas estaba desabrochando mi pantalón cuando la puerta se volvió a abrir; Luís entró y se colocó en el mingitorio de al lado.
—¿Te sientes bien con esto? — preguntó con tono molesto.
—¿A qué te refieres?
—Tu amigo Alejandro está haciendo derroche de su dinero y posición — su voz era seria y denotaba ira con cada palabra que iba saliendo de sus labios — nos trajo al restaurante más caro, él dice que pagará la cuenta y además, nos regala una noche en su hotel… ¡es un maldito presumido!
Entorné mis ojos y negué — creo que, simplemente le tienes mala fe — acoté seguro — él, simplemente quiere congeniar con ustedes y tú no se lo pones fácil, sólo te quejas y criticas todo lo que hace.
—¿Lo defiendes entonces?
—Lo defiendo porque tú no quieres darle una oportunidad — posé mis ojos en Luís con algo de molestia — dime, ¿en qué te ha faltado? — pregunté mientras terminaba en el mingitorio.
—No me ha faltado, pero siento que, nos trata como si fuéramos unos miserables, que ni siquiera pueden pagar una cena en este lugar — él también estaba terminando.
—Luís… — suspiré cansado — te pedí que le dieras una oportunidad y no quieres hacerlo, tanto tú, cómo él, son mis amigos y es obvio, que tú no quieres entenderlo — lo señalé — mientras tú vives en esta ciudad, Alejandro vive lejos, se irá en algunos días y quién sabe cuándo lo veré de nuevo, así que te voy a pedir que no me arruines el reencuentro que tuve con él — miré a Luís desafiante — si no te agrada, si no lo soportas, entonces, está bien, no tienes que pasar tiempo conmigo mientras él me visita, pero tampoco te voy a permitir que lo trates cómo si fuese el peor ser sobre la tierra, sólo por querer ser una persona amistosa.
Luís me observó en silencio, parecía estar procesando lo que le dije y después de un momento, suspiró — ¿estás seguro que se irá en unos días? — preguntó con algo de duda.
—Sí… — respondí — Alex sólo vino a inaugurar su hotel, no sé cuándo se va a ir, pero sé que lo hará — desvié mi mirada, me dolía decir eso y no quería que Luís se diera cuenta — sé que vive lejos, además, él mismo me ha dicho que se queda muy poco tiempo en las ciudades que visita, así que, cómo amigo, voy a apreciar los momentos que pasemos juntos, porque teníamos años sin vernos…
Luís bajó la mirada y pude notar como sonreía levemente — está bien — dijo después de unos momentos — si es así, entonces, tendré que disculparme con él, igual que tú, no quiero que se lleve una mala impresión cuando se vaya.
—Gracias…
Salimos del baño y en el recibidor nos aseamos las manos; el hombre que estaba ahí nos proporcionó unas toallas y además nos ofreció lociones. Luís acepto mientras que yo negué; no quería que el olor se mezclara con el de mi perfume.
Caminamos hacia la mesa, dónde Víctor, Daniel y Alejandro estaban platicando amenamente y comiendo sus postres. Me senté en mi lugar y Alejandro me observó.
—Qué bueno que llegas — dijo con algo de burla — casi me como tu postre.
—Sí, la verdad se ve rico — Víctor lo señaló con la cuchara.
—Pues yo no me arrepiento del pudin — alegó Daniel.
—Bueno, al menos llegué a tiempo para disfrutarlo.
Tomé la cuchara y llevé un poco a mi boca para probarlo.
—Alejandro… — la voz de Luís sorprendió a todos, incluso a mí, ya que en toda la noche no había hablado mucho y menos para dirigirse a Alex — Erick me comento que te irás pronto, ¿es cierto?
Daniel y Víctor lo observaron con un poco de molestia e incomodidad, era obvio que esa no era una pregunta adecuada y menos, en ese preciso instante; yo sentí que el piso se hundía a mis pies. Alejandro por su parte, sonrió tranquilo.
—Sí, lamentablemente, así es — respondió con naturalidad — pero, aunque mis asuntos oficiales terminan pasado mañana, después de la inauguración de mi hotel, por ser fin de año, puedo darme unos días de vacaciones — sonrió de lado — me gustaría pasar aquí el cumpleaños de Erick — me observó de reojo y sentí que el calor subía a mi rostro — tenemos tantos años sin vernos que, creo que sería lo más justo, después de su gran hospitalidad.
—Ya veo… — Luís sonrió, pero su sonrisa parecía más una burla — supongo que, tu vida es muy emocionante, viajando de aquí para allá, conociendo muchas personas… difícilmente podrías establecerte en un solo lugar, ¿no es así?
—Así es — Alex estaba muy calmado — pero aun así, tengo una casa dónde podría establecerme si quisiera y si encontrara a la persona adecuada.
—"Una hermosa mujer para un gran hombre" — Luís bebió algo del vaso que tenía frente a él — suena muy bello.
—Sí, tal vez — respondió Alejandro con una gran sonrisa.
Una punzada en mi pecho me hizo quedarme completamente estático. Ante todos, ciertamente, Alejandro debía buscar una pareja femenina, jamás podría ser parte de su futuro, menos, sabiendo lo importante que era.
—Y… — Luís prosiguió — ¿tienes a alguna pareja en mente?
—No — respondió Alejandro — aún no tengo a ninguna mujer en mente — especificó el sexo sin disimular.
—Bueno, pero eso no importa — Daniel interrumpió para que Luís dejara de seguir interrogando — además, aún eres joven…
—Cierto ‘bro’, es igual que con nosotros, no tenemos pareja estable y somos de la misma edad — Víctor se alzó de hombros — así que, no hay prisa.
Yo seguí comiendo mi postre, me sentía incómodo e inquieto a la vez; a pesar de ello, bajo la mesa, sentí un roce en mi pierna. No dije nada, no hice nada, desvié mi mirada y la posé en Alejandro; él me observó con una sonrisa, apenas perceptible y su verde mirar me llenaba de calma. Sonreí también.
—Terminé — anuncié dejando la copa de mi postre de lado.
—Bien — Alejandro dio una mirada rápida a nuestros compañeros — si gustan podemos ir a nuestro destino original.
Daniel lo observó serio — ¿de verdad iremos? — preguntó incrédulo.
—¡Por supuesto! — Alejandro sonrió ampliamente — le di mi palabra a Víctor, así que no le puedo fallar.
—Te lo dije, ¿ves? — señalo Víctor — Alex es un buen ‘camarada’.
Alejandro hizo una seña y uno de los meseros se acercó — trae la cuenta — dijo con seriedad.
El mesero se marchó.
—Y… — Víctor habló emocionado — ¿a cuál iremos?
—Bueno, me dijeron que había uno muy bueno, se llama ‘Infinity’.
—¿Iremos al ‘Infinity’? — Daniel se sobresaltó.
—Sí — Alex lo observó curioso — ¿hay algún problema?
—No, claro que no — negó — es sólo que, es un lugar muy exclusivo.
—Demasiado — dijo Víctor — dicen que los privados son fenomenales, pero también muy caros.
—¿En serio? — pregunté confundido, nunca había ido a un ‘Table Dance’.
Cuando estuve en la universidad, Daniel, Luís, Víctor y yo, queríamos ir a conocer uno, pero, por ‘x’ o ‘y’ motivo, nunca pudimos cumplir nuestra meta. Además, sabía que ellos, después frecuentaron uno, pero era cuando yo tenía esposa; después, cuando me quedé viudo, prefirieron visitarme para estar al pendiente de mí.
—No importa — Alex se alzó de hombros — me lo recomendó el gerente de mi hotel, así que, vamos a probar, además, ya hablé por teléfono con el dueño y nos darán atención especial.
—¿Qué tan especial? — Luís lo miró con recelo.
—¡La mejor! — contestó Alejandro con una amplia sonrisa — sólo la mejor.
En eso llegó el mesero, le entregó una pequeña carpeta y Alejandro la tomó en su mano, sacó de su saco su cartera y de la misma, una tarjeta de crédito. Colocó la tarjeta dentro de la pequeña carpeta sin tomarse la molestia de ver la cantidad y la devolvió al mesero.
—Bueno, supongo que será una experiencia nueva — dije con nervios.
—Lamento que sea en jueves — Alejandro se disculpó — pero me dijeron que era uno de los días en los que no había mucho movimiento y la verdad, prefiero que la gente no me vea mucho en ese tipo de lugares — sonrió de lado.
—No hay bronca, ‘bro’, de hecho, es mejor — Víctor ladeo el rostro viendo a Daniel — los fines de semana está tan lleno, que las mejores siempre están muy ocupadas.
—Sí, Víctor tiene razón — Daniel habló con calma — así que un jueves no es un mal día para ir, conocer y divertirnos, además — me señalo con un dedo — será un debut para Erick.
El rojo cubrió mis mejillas — no tenías que decirlo de esa manera — dije molesto.
En ese momento, el mesero traía de nuevo la carpeta, entregándosela a Alex junto con una pluma. Alejandro sacó el pequeño papel que estaba dentro y lo firmó con rapidez. Tomó la tarjeta para meterla en su cartera y antes de guardarla, sacó un par de billetes de gran denominación, colocándolos dentro de la pequeña carpeta. Se la entregó al joven que se sorprendió al ver la cantidad de propina que le había dejado, a pesar de que, en ese tipo de restaurantes, la propina iba incluida en la cuenta.
—¡Muchas gracias! — trató de ser serio, pero se notaba la emoción en su voz.
—De nada — sonrió Alex para el joven y éste se sonrojo — son para ti y tu compañero, por el gran servicio que nos proporcionaron.
Apreté mi mandíbula; un sentimiento de celos me invadió; era la primera vez que le sonreía así a un hombre y además, era muy joven y atractivo.
Agarré mi gabardina y Alejandro hizo lo mismo; salimos, todos juntos del restaurante hacia el estacionamiento.
—¿Nos siguen o se van con nosotros? — preguntó Alejandro.
—Los seguimos — contestó Daniel — no te preocupes, además, en caso de perderlos, sabemos a dónde ir.
—Muy bien, entonces nos vemos allá.
—Nos vemos… — dije para despedirme con un leve movimiento de mi mano y después entrar al automóvil.
Julián y Miguel entraron a sus lugares, después de cerrar las puertas e iniciaron el trayecto a nuestro nuevo destino.
En el camino, tenía mi vista perdida hacia el exterior, estaba algo disgustado.
—¿Te pasa algo? — la voz de Alex me sorprendió
—No — mi voz era seria.
Él sonrió — te conozco, dime, ¿qué te pasa?
—Le coqueteaste al mesero — giré mi rostro para verlo con reproche — hiciste que se pusiera rojo, ¿cómo quieres que me sienta por eso?
Alejandro sonrió de forma cínica y movió su mano con rapidez; me sujetó por la nuca, jalándome hasta dejar mi cabeza en sus piernas.
—Y, ¿tú?— siseó — ¿cómo crees que me siento después de lo que le dijiste a tu amigo Luís?
—¿Qué…? — temblé ante sus acciones, su voz, su mirada — ¿qué cosa?
—¿Tan ansioso estás porque me vaya de tu vida, que se lo dices a todo el mundo?
Mi labio inferior tembló; su rostro estaba serio, apenas se notaba por las luces del exterior del automóvil y eso le daba un aire lúgubre.
—N… no… — negué — pero… pero es la verdad — desvié la mirada — tú te irás en poco tiempo…
—¿Eso estás esperando? — su mano me tomó por el mentón, ejerciendo fuerza — ¿acaso quieres correr a los brazos de otro en cuanto me vaya?
—¡No! — mis ojos se llenaron de lágrimas — no quiero que te vayas — dije con ansiedad — no quiero — repetí tristemente — pero… pero… ¿qué puedo hacer?
Alejandro me liberó del agarre y sonrió, besando mi frente — puedes irte conmigo — susurró.
Esas simples palabras consiguieron que abriera mis ojos impactado. ¿En verdad lo estaba considerando? ¿Quería que me fuera con él? ¿Quería que abandonara todo para acompañarlo? Eso, ¿en qué me convertiría?
—Yo… Alex… es que… — titubee — no es tan fácil…
—¿Por qué no?
—Porque perdería mi trabajo — dije con rapidez — mi casa, mis hijos… todo…
—El trabajo no es importante, con tu currículo puedes conseguir otro en cualquier lugar, pero aunque pensaras eso — acarició mi rostro con delicadeza — a mi lado no lo necesitarías… — sonrió — tu casa, bueno, puedes venderla — se alzó de hombros — y tus hijos, obviamente se irían con nosotros.
Mordí mi labio inferior, a pesar de todo lo que había pasado en esos últimos días, no lo había pensado.
—Tengo que… tengo que pensarlo… — acoté nervioso.
—Ya me lo habías dicho — habló divertido.
El automóvil se detuvo y yo me incorporé con rapidez, acomodé mi gabardina y esperé a que abrieran las puertas. Estábamos descendiendo del automóvil cuando llegaron Daniel, Víctor y Luís. El estacionamiento era grande, pero se miraban pocos autos; el local, de igual manera, era un gran edificio, de cuatro plantas; muy bien cuidado y además con decoraciones muy adecuadas.
Unos hombres se acercaron a nosotros y Alejandro los saludó, eran otros de sus guardaespaldas. Noté que Julián sacaba algo de la parte trasera del automóvil, pero no supe qué era. Caminamos hacia la puerta principal y al entrar al gran recibidor, un hombre mayor, de cabello cano y algo llenito, se acercó.
—Señor De León — dijo con una amplia sonrisa que apenas se podía distinguir bajo su gran bigote y barba — es un placer conocerlo en persona — saludó de mano a Alejandro — soy Ismael Buenaventura — se presentó — el dueño del lugar, hablamos en la tarde por teléfono.
Alejandro aceptó el saludo — por supuesto — sonrió de lado sin mucho ánimo — un placer conocerle.
—¿Ellos son sus amigos? — preguntó el hombre con una amplia sonrisa.
—Así es, son mis invitados — Alejandro nos señaló — y espero que se nos trate muy bien.
—¡Por supuesto! ¡Pasen por favor! — nos señaló el camino — además, cómo usted solicitó, ya tenemos las tarjetas de clientes VIP para ellos, no tiene de que preocuparse.
Víctor hizo una mueca sonriendo y levantó el dedo pulgar para Daniel, Luís y para mí, pero sin decir una sola palabra. Yo mordí mi labio para no reír ante los gestos graciosos de emoción de mi amigo y Daniel le dio un golpe en la cabeza; Luís seguía con su semblante serio.
—Por aquí, por favor — el hombre nos llevó primero a una recepción — si gustan, pueden dejar sus sacos aquí…
Un par de mujeres muy hermosas, con poca ropa, se acercaron saludando y solicitando nuestras gabardinas. Se las entregamos y las llevaron a un área más apartada, además de colocarlas en un closet con llave para cada una; Volvieron y nos entregaron las llaves.
—Este es un trato ‘VIP’ — susurró Víctor.
—Bueno… — habló el hombre de nuevo — aquí están las tarjetas — sacó varios sobrecillos, dentro, había tarjetas negras con detalles en plateado, cada una tenía nuestros nombres grabados — sólo tienen que firmar en el documento anexo, de recibido.
—Y, estas, ¿qué beneficios traen? — preguntó Daniel levantando una ceja.
—¡Ah!, claro — el hombre sonrió ampliamente — estas son tarjetas especiales, ligeramente diferentes a las ‘Vips’ normales, son tarjetas que les permiten entrar a nuestro establecimiento en el momento que quieran, además, nuestras chicas tendrán prioridad para atenderlos, se les harán descuentos en el consumo y por supuesto, el privado para cada día que nos visiten, está incluido por una hora, el tiempo extra corre por su cuenta… todo esto por un año, después hay que renovarla.
—Me convenció — dijo Víctor y se apresuró a firmar.
Daniel miró a Alejandro con sorpresa — de verdad, ¿podemos quedarnos con ellas?
—¡Claro! — Alex asintió — todo está cubierto, ¿no es así señor Buenaventura?
—Claro, señor De León, es un gran placer hacer tratos con usted.
Daniel sonrió y firmó también; Luís fue el único que titubeo antes de firmar, pero de igual manera lo hizo. Cuando me entregaron la mía, yo dudé.
—No sé… — ladee mi rostro.
—¡Vamos, Erick! — Víctor me pasó un brazo por el hombro — será divertido y podemos salir al menos un día a la semana.
—Sí — Alejandro me miró de soslayo — además, necesitas divertirte.
—Está bien — suspiré cansado.
Firmé el documento y lo entregué con rapidez.
—Es todo, Perla y Jade los llevaran a una mesa especial.
—Adelántense — Alex hizo una seña — tengo que cruzar unas palabras con el señor Buenaventura.
—Está bien — asentí.
Las jóvenes que había tomado nuestras gabardinas se acercaron a nosotros; Víctor se acercó a la chica morena, exuberante, de cabello negro azabache y rizado.
—¿Me acompañas? — preguntó y le ofreció el brazo para que ella lo tomara y caminara a su lado.
—Claro — dijo en voz melodiosa.
—Permítame, señorita — Daniel le tendió el brazo a la otra, una joven blanca, de cabello rubio, con ojos azules y ella sonrió.
—Gracias, que amable.
Fueron hacia la puerta y se encaminaron al interior, mientras Luís y yo los seguíamos. Antes de entrar al área de las pistas, giré mi rostro una vez más y pude observar como Alejandro y el hombre que estaba con nosotros, salían de la recepción e iban hacia otra puerta, tras ellos, uno de sus guardaespaldas entraba con un maletín.
«Alex…» no sabía a dónde iba, pero me sentía vació, especialmente estando en un lugar al que ni quería ir en realidad.
El lugar estaba semi oscuro, había luces de neón en puntos estratégicos y sólo las 3 pistas de baile, estaban alumbradas por luces más potentes; en las mismas, había unos tubos de metal, del piso al techo. Las jóvenes nos llevaron a una mesa frente a la pista más grande, la cual, tenía un pequeño letrero que decía ‘reservado’. Había varios hombres en otras mesas, algunos ya acompañados por jóvenes muy hermosas. Tomamos asiento y las dos chicas que nos acompañaron se sentaron al lado de Víctor y Daniel.
Un par de meseros llegaron y nos ofrecieron de beber, todos mis amigos pidieron cerveza, yo simplemente pedí limonada mineral, no se me daba beber, en realidad, jamás lo hacía, así que evitaba por todos los medios cualquier bebida alcohólica. Una joven hermosa se acercó, tenía el cabello largo y negro, además de unos grandes y bellos ojos azules, Luís le hizo una seña y ella se sentó a su lado.
Cuando el mesero volvió, las tres jóvenes pidieron algunas bebidas preparadas y en ese momento, empezaba el espectáculo; tres mujeres, tan bellas como las que acompañaban a mis amigos aparecieron en las pistas, aunque la de la pista frente a nosotros, era la más hermosa y de cuerpo más apetecible. Todas portaban trajes diferentes; la que estaba frente a nosotros, traía un traje de colegiala, el cual lo completaba con un par de coletas en su cabello y además, una paleta en su boca; las otras dos, traían trajes de porristas en color rosa y una diadema, cada una, en color diferente. Empezaron a bailar y poco a poco, empezaron a desprenderse de la ropa.
Abrí mis ojos impactado ante los movimientos, imaginando la fuerza que debían tener en sus brazos y piernas para poder subir y bajar de ese tubo con tanta facilidad, además de que portaban unas zapatillas de tacón muy alto; la práctica que tenían para moverse de esa forma tan sensual, me asombraba.
Sentí que algo me tocaba en el hombro y al girar, Alejandro estaba tras de mí con dos mujeres, una a cada lado. Una de ellas, era pelirroja y tenía el cabello alborotado, traía un pequeño vestido que le cubría sólo algunas partes estratégicas; la otra, una rubia alta, de cabello lacio, traía un traje pegado a su cuerpo y con algunos cierres en lugares que no me hubiera imaginado.
Alejandro se acercó a mi oído — ¿divertido? — habló un poco alto para que lo escuchara, ya que, debido a la música era algo complicado hacerlo.
Me alcé de hombros y él sonrió. Cuando me di cuenta, Víctor se estaba besando con la morena que lo había acompañado; Daniel brindaba con su acompañante y Luís acariciaba el cuerpo de la joven que se sentó a su lado. Parpadee asombrado, pensaba que en esos lugares no se podía hacer eso, al menos no ‘abiertamente’; creía que tenían que irse al tan mencionado ‘privado’, pero supuse que era por el tipo de lugar y por lo que decían que era ‘exclusivo’. Pero, me era incómodo ver a mis amigos de esa manera, así que, preferí seguir observando a las chicas que estaban bailando; sus movimientos eran muy sensuales, debía admitirlo.
La joven que estaba dando el espectáculo frente a nosotros, ya sólo traía su ropa interior de la parte inferior. Se acercó, gateando con movimientos sensuales y Víctor, se separó de la mujer a la que besaba para colocarle un billete en donde podía; Daniel también le dio un billete y finalmente, Luís. Después de eso, ella se acercó a mí, sonriendo coquetamente, relamiendo sus labios y me guiño el ojo; abrí mis ojos sorprendido, sintiendo que me subía el calor al rostro, mi mirada se perdió observando el vaivén de sus pechos tan cerca de mí, ciertamente ya había visto muchos, pero jamás había presenciado el espectáculo frente a mis propios amigos y debía admitir que sí era inquietante, tal vez, incluso podía llegar a excitarme en poco tiempo, si seguía de esa manera. Alejandro se acercó y le colocó un par de billetes más; la joven se retiró a seguir su baile en el tubo y yo respiré agitado.
Miré a Alex y él simplemente me sonrió de manera cómplice; se sentó en una silla y las jóvenes se sentaron, cada una de ellas a sus lados; él las tenía abrazadas por las cinturas y de vez en cuando las besaba en la boca. Apreté mi mandíbula; me daba rabia y celos que él estuviera haciendo eso delante de mí, por eso no quería ir a ese lugar, porque sabía lo que pasaría, ya que conocía a Alejandro. Desvié la mirada para no observar esa situación porque, estaba seguro que terminaría actuando de una manera, que podía llegar a delatarme.
Un mesero se acercó, dejando en la mesa unas charolas con botanas; Alejandro pidió algo de beber para él y sus compañeras, así mismo, mis amigos pidieron más cerveza y las jóvenes que estaban con ellos, pidieron algo más para tomar. Alejandro le susurró algo al oído a la rubia y ella sonrió, se movió y se acercó a mí, abrazándome por el cuello.
—Soy Diamante — me dijo al oído, presentándose.
—Un placer.
—¿Te parezco bonita? — me preguntó coquetamente.
—Sí, mucho — respondí con una sonrisa en mis labios.
—Entonces, sí te gustan las mujeres — sonrió ampliamente.
—Pues, sí — asentí — ya estuve casado.
—Es que, no parece que disfrutes de esto.
—Es la primera vez que vengo a un lugar así — dije apenado.
—Ya veo…
El mesero se acercó con las bebidas y ella agarró su copa.
—¿No tomas? — dirigió una mirada suspicaz hacia mí, mientras llevaba la copa a su boca.
—La verdad, no mucho… no soy buen bebedor.
—Pero, deberías — recargó su rostro en mi hombro — pide algo, así entraras en ambiente.
—Es que… — dudé — no sé qué pedir…
Ella sonrió ampliamente — eso se arregla — se movió con gracia hasta susurrarle algo a Alejandro.
Alex llamó nuevamente al mesero, le dijo algo cerca del oído y después me señalo; el mesero asintió, se retiró con rapidez y la joven volvió a mi lado.
—Listo… — su voz era divertida.
Posé mi mirada en Alejandro, él me sonrió cínicamente y después, besó nuevamente a su compañera. La música seguía pero las jóvenes que estaban bailando momentos antes, se estaban retirando del escenario, el anunciador mencionó que volverían después.
Víctor se puso de pie junto con su acompañante, se acercó a Alejandro hablándole al oído; Alex le respondió y mi amigo le dio unas palmaditas en el hombro. La chica agarró de la mano a Víctor y lo guió por el local, perdiéndose junto con él; en ese momento llegaba el mesero con una copa, me la acercó y yo la tomé con dudas.
—¿Qué es esto? — le pregunté a mi compañera.
—Es una bebida preparada, se llama ‘Black Russian’ — su voz sonaba despreocupada — pruébala, te va a gustar.
Levanté una ceja; confuso, llevé la copa cerca de mi boca y antes de tomarle, trate de percibir el aroma, el olor me era vagamente familiar a pesar de la fragancia a licor. La probé, dejando algo en mi boca, saboreando y después, pasé el trago.
A pesar de que se sentía algo fuerte, el sabor no me desagradó del todo — no está mal.
—Qué bueno que te gustó — la joven se acercó más a mí, después de darle otro trago a la bebida — ¿te gustaría besarme? — preguntó.
—Pues… — dude.
—No muerdo — dijo coqueta — claro, si no quieres que lo haga.
Sonreí ante su audacia, pero, si Alejandro se permitía besar a alguien más frente a mí, yo también podía, ¿por qué no? Me acerqué a la joven y ella pasó sus manos por mi cuello; me besó de forma dulce, tranquila, suave. Sabiendo su trabajo, era más propio pensar que sus besos serían casi como para comerme, igual que los besos que mis amigos les daban a sus compañeras, pero en mi caso, la joven que me tocó, era mucho más tranquila.
—No estuvo mal, ¿cierto? — me guiñó el ojo y uno de sus dedos limpió mis labios con delicadeza.
—No… — dije con una sonrisa — nada mal.
Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, consiguiendo que me estremeciera sin saber por qué; desvié mi mirada y pude notar que Alejandro me observaba con seriedad, mientras bebía de su copa. La pelirroja estaba sentada sobre una de sus piernas y le acariciaba el pecho; Alex sonrió de lado cínicamente, al ver que mis ojos estaban posados en él.
Daniel y Luís se pusieron de pie con sus acompañantes. Daniel se acercó a Alex y también le dijo algo al oído, igual que Víctor; Alex le respondió y mis amigos se fueron con las jóvenes.
La pelirroja besó a Alex y ambos sonrieron; se pusieron de pie y antes de que se alejaran, Alex se inclinó, hablándome al oído — estaré en el privado — su voz sonaba divertida.
Quise replicar pero se fue con la chica, quien también le dijo algo a la rubia que me acompañaba.
Bebí casi todo lo que quedaba en mi copa de un solo trago; pensar que Alex iba a estar con esa mujer, después de que la noche anterior me dijera lo contrario, me molestaba; «no estaré con nadie más, mientras tú seas mío…» sus palabras retumbaron en mi mente y apreté mi mandíbula.
—¿Estás bien? — la voz de Diamante me sacó de mis pensamientos.
—Sí — asentí, pero sentí un leve mareo al mover mi cabeza; por eso no bebía, el licor me ponía indispuesto muy rápidamente.
Ella se sentó en una de mis piernas y acarició mi rostro, acercó su boca hasta mi oído y pasó su lengua por ahí. Su acción me provocó un escalofrío y sonreí de lado; después de todos los días que Alejandro me poseía, ya estaba olvidando lo que era estar con una mujer.
—¿Quieres ir al privado ya? — pregunto coqueta.
—No — negué aún fastidiado y finalicé mi bebida — pero creo que quiero otra de estas… — moví el vaso frente a la joven.
—¿Seguro? — preguntó con algo de duda y levantó una ceja.
Asentí. Ella suspiró, movió una mano y llamó al mesero, cuando él llegó le habló al oído; el mesero asintió y se retiró con rapidez.
—Dijiste que no tomabas mucho, espero que no te pongas indispuesto, el ‘ruso negro’ lleva vodka…
—No importa — sonreí de lado — creo que hoy le estoy agarrando el gusto — moví mi mano acariciando la cadera de la rubia de manera insistente, tal vez, era momento de volver a estar con una mujer.
Ella se pegó aún más a mí, besándome con más fuerza y moviéndose insistente sobre mi cuerpo; quería corresponderle, pero debía admitir que no me estaba excitando cómo antes. El mesero volvió con mi bebida y la bebí toda con rapidez, la sentí más fuerte que la anterior porque, en esa ocasión, no dejé que los hielos se derritieran.
Parpadee varias veces porque sentí que mi vista se ponía algo borrosa y que mi garganta quemaba, llenándome de un calor extraño todo el pecho.
Diamante volvió a preguntar — ¿ya quieres ir al privado?
Le sonreí de lado — estás muy insistente con eso — acoté un tanto burlón — ¿cómo sabes que traigo dinero para pagarlo? — pregunté sarcástico.
—Eso no me preocupa — recargó su rostro en mi hombro — alguien ya lo preparó, creo que te conoce muy bien.
Abrí mis ojos asustado. ¿Acaso Alejandro le pagó a una mujer para que estuviera conmigo? ¿Esa era su manera de salir bien librado de la situación? «¡Maldita sea!» pensé con molestia y moví mi mano llamando al mesero nuevamente, para que me trajera otra bebida; el mesero me observó extrañado y la chica asintió, así que se retiró.
—No diré nada — dijo la rubia — pero, puede que te pongas ebrio con la tercera…
—No importa — dije con seriedad — no creo que a alguien le importe.
—Si tú lo dices — agregó y mordió su labio.
—Escucha — añadí — me tomo esta, e iré contigo a donde quieras.
—¿Estás seguro?
—Sí — asentí.
Lo que estaba haciendo era para darme valor y en caso de no poder tener sexo con ella, tener una excusa creíble y no tener que decir, abiertamente, “ya no me excitan las mujeres”.
El mesero me trajo la tercera bebida y una vez más, la tomé con rapidez, pero esta vez, tuve que dar dos tragos grandes. El sabor a licor era mucho más fuerte o simplemente ya estaba cayendo bajo los influjos del alcohol; cuando terminé mi bebida, dejé el vaso en la mesa. La rubia se puso de pie, me sujetó de la mano y me guió por el lugar, aunque hubo momentos que sentía que el piso se movía ligeramente, pude seguirle el paso.
Salimos por una puerta grande, diferente a la de la entrada y subimos unas amplias escaleras; debía admitir que no era lo que me esperaba. Llegamos a un segundo piso, donde había muchas puertas, parecía más bien un piso de hotel; casi, en cada puerta, había un hombre cuidando, pero en una puerta, la más grande de todas, estaban dos hombres que yo conocía muy bien, Julián y Miguel.
«Ahí debe estar Alex…», pensé y me molestó; pero la joven que me guiaba, me llevó justo a esa puerta. Julián y Miguel ni se movieron; ella tocó un par de veces de una manera extraña y momentos después, se abrió la puerta.
La joven pelirroja apareció detrás — pasen — nos permitió entrar y cerró la puerta tras nosotros.
La habitación era enorme, tenía una gran cama, una pequeña sala con un ‘mini’ escenario, un bar y además, estaba conectada a un baño que no tenía paredes más que en una pequeña parte, donde debía suponer estaba el excusado, ya que podía ver en el área libre un jacuzzi más grande que el de mi casa.
Alejandro estaba sentado en la sala, tenía una copa en la mano — tardaron… — dijo con un tono molesto.
—Disculpe, señor De León — sonrió la rubia — pero su amigo estaba algo indeciso.
—Sí, me imaginé — se puso de pie dejando la copa en una mesilla y caminó hasta nosotros — esto es por las molestias — le entregó varios billetes a ambas — está pagada la otra habitación — ladeó el rostro — pueden irse para allá, para que no las vean y además, para descansar — sonrió — saliendo de aquí, les pagaré lo acordado.
—Gracias… — dijo la pelirroja.
—Con permiso… — la rubia se despidió también.
Ambas salieron de la habitación y cerraron la puerta. Giré mi rostro para ver a Alex, con gesto molesto.
—¿Pero qué…?
Él me besó con fuerza, pasando sus manos por mi espalda e introduciendo su lengua en mi boca.
—¿Pensaste que estaría con alguien más? — preguntó y pude notar una sonrisa en sus labios — sólo quería guardar las apariencias con tus amigos — volvió a besarme después.
—Alex… — me aferré con fuerza a su espalda, entregándome con necesidad al beso que me proporcionaba y un par de lágrimas se agolparon en mis ojos, lo que me dijo me había calmado de inmediato — tenía… celos… — dije en susurros cuando se alejó de mí.
Alejandro sonrió conciliador y pasó sus pulgares por mis mejillas, donde mis lágrimas ya habían resbalado — ¿seguiste bebiendo? — preguntó divertido.
—Sí… — apreté mis parpados y suspiré — pero, estoy bien.
—No parece — levantó una ceja — ven… — me guió de la mano a la sala dónde momentos antes, él estaba sentado.
Me senté y recargué mi cabeza en el respaldo del sillón — ¿estás mareado? — preguntó mientras caminaba al frigobar y servía algo en un vaso con hielos.
—Algo… — pase mi brazo por mi frente para hacer hacia atrás mi cabello — bueno, sí, estoy muy mareado… — confesé.
Alex se acercó hasta mí nuevamente y me entregó el vaso.
—¿Qué es? — pregunté aún confundido.
—Sólo agua, bebe — indico y se sentó a mi lado.
Bebí todo el contenido del vaso con rapidez, se sentía bien en mi garganta — creo que estoy algo ebrio — anuncié.
—Se nota — Alex se acercó a mí y besó mis labios con ternura — puedo aprovecharme de ti, si estas en esa condición, lo sabes, ¿verdad?
—No me sorprende — tenía mis parpados cerrados, cada que los abría sentía que la habitación estaba girando.
Sentí los movimientos de Alejandro, su mano en mi pecho empezó al desabrochar mi ropa, sus labios recorrieron mi mejilla, mi oreja, mi cuello… mordió y solté un suspiro, mitad gemido. Quería mover mis manos pero las sentía pesadas, así que él estaba haciendo todo el trabajo para dejarme desnudo.
—Alex… — susurré necesitado.
—Dime, ‘conejo’ — su voz contra mi oído me hizo estremecer — ¿te gustó besar a la chica? — susurró.
—No… — dije nervioso — yo… en realidad… quería besarte a ti…
—Esa respuesta me gusta…
Puso su dedo en mis labios para que lo lamiera; pasé mi lengua por él y después lo chupé insistente. Alejandro se alejó de mí, quitando su corbata completamente, la cual, ya traía floja desde antes; se quitó la camisa y volvió a acercarse a mí. Me besó en la boca y mordisqueó mi labio inferior, pero en un instante, dejé de sentirlo.
Entreabrí mis ojos para ubicarlo y él, se había puesto de pie, caminó a la cama, acercándose al buró, regresando con algo en la mano.
—Te compré un regalo — dijo acercándose hacia mí.
—¿Qué cosa?
—Cierra los ojos — ordenó.
Cerré mis ojos, obediente y momentos después, sentí las manos de Alex cerca de mi cuello, rozando mi piel con las yemas de sus dedos; sus labios en mis hombros provocaron que suspirara y que mi piel se erizara, después de eso, sentí algo en mi cuello, moví mi mano para saber qué era, pero Alex lo impidió.
—Aún no… — susurró contra mi oído.
Las manos de Alex se movieron diestras, y pude notar que con rapidez, terminaba su trabajo por detrás de mí cuello, después se alejó de mi — abre los ojos — indicó.
Abrí mis parpados y mi mano fue a mi cuello; bajé la mirada pero no pude notar bien, qué era con exactitud.
—¿Qué es? — pregunté confundido.
Alex me ofreció la mano y me ayudó a incorpórame; ambos, traíamos puesto aún el pantalón y los zapatos. Él me abrazó por la espalda y me guió hacia un espejo de cuerpo completo que estaba en una pared; al llegar, mis ojos se abrieron con sorpresa. Traía un collar, de tipo mascota, además, una placa dorada en forma de hueso, estaba grabada y se leía con claridad “Erick”.
El rojo cubrió mis mejillas, Alex descanso su barbilla en uno de mis hombros — ¿te gusta? — preguntó al momento que sus manos acariciaban mi pecho.
—No… no sé…
—Yo creo que te ves muy bien — dijo sincero — además, ayer dijiste que te gustaban las plaquitas de los niños y que incluso, tú las usarías.
Parpadee asombrado, no podía creer que Alejandro hubiera tomado eso tan en serio; mordí mi labio, ¿cómo debía tomar ese regalo? — ¿ahora seré tu ‘perrito’, en vez de ‘conejo’? — pregunté un tanto sarcástico.
—No — acarició mi rostro — la placa dice tu nombre y por detrás, dice ‘conejo’.
Me moví para profundizar más su caricia en mi cara — bueno, pero no me pidas que la use siempre — añadí.
—No necesitas usarla siempre… — acercó su rostro hasta mi cuello y mordisqueó mi oreja — sólo cuando estemos solos…
Cerré mis ojos y me dejé guiar ante los movimientos suaves de sus manos en mi pecho — espero… — titubee — espero que… la hayas comprado en otro lugar y no en la asociación… — pensar en la posibilidad que Alex fuera ahí mismo a grabar esa placa, hizo que mi rostro ardiera aún más.
—No te preocupes — dijo con seguridad — el joyero es muy reservado.
—¿Joyero? — me alejé asustado y me giré para verlo — ¿cómo que joyero?
Alex miró al techo — Erick, no rompas estos momentos de esa manera — me abrazó nuevamente y mordió mi hombro con fuerza, logrando con ello que gimiera — el joyero que hizo la placa — añadió como respuesta — es una placa de oro — se movió para morder mi otro hombro — el collar tampoco es sólo de piel…
—¿A qué…? ¿A qué te refieres…? — gimotee por las mordidas pero, mi cuerpo se removía inquieto ante las caricias de Alex, buscando la manera de conseguir más de esos cariños tan rudos.
Él se alejó de mí, obligándome a girar nuevamente para quedar frente al espejo; me abrazó por la cintura y después empujó mi espalda, hasta que por inercia, coloqué mis manos sobre el cristal. La mano de Alex se posó en mi cabello y me obligó a levantar el rostro, mostrando el collar que traía en mi cuello con más facilidad.
—Esas pequeñas piedras — soltó su agarre en mi cabello y señaló con sus dedos a unos destellos que se mostraban al darles la luz con algunos movimientos — son unas piedras especiales — se inclinó hacia mí, lamiendo mi espalda — hubiera deseado que fueran zafiros, pero, — empezó a desabrochar mi pantalón — para hoy mismo, sólo pude conseguir aguamarinas — dijo a modo de disculpa, al momento que bajaba mi pantalón con un rápido movimiento.
Sus movimientos, sus palabras, todo lo que Alejandro hacia conmigo me excitaba y era algo difícil de ocultar; mientras él estaba hablando, yo ya me encontraba perdido en las sensaciones, con mis ojos cerrados y gimiendo. Cuando quedé sin pantalón, él rápidamente se deshizo de mi ropa interior también; su mano acarició con rudeza mi miembro ya erecto y traté de gritar de dolor, pero mis labios dejaron libre un gemido deseoso, que terminó en un suspiro.
—Te gusta ‘conejo’, te excita esta situación…
—Alex… — su mano se movió hasta mi rostro y metió sus dedos en mi boca.
—Abre los ojos, Erick — su voz era grave — quiero que te veas en el espejo.
Entreabrí mis parpados y pude observar la imagen; estaba completamente desnudo, mi cabello estaba revuelto, sus dedos en mi boca y su otra mano me masturbaba con maestría. Él, atrás de mí, me observaba con una sonrisa cínica, disfrutando de mis gestos, de mis gemidos, de la inconsciente ondulación de mi pelvis en respuesta a sus caricias. La placa de oro que traía en mi cuello se movía ligeramente al compás de mis movimientos y chocaba con la argolla de la cual pendía, haciendo un ligero sonido agudo.
—Ven — se alejó de mí y extendió la mano — vamos a la cama…
Asentí. Acepté su mano y al girar, sentí que todo a mí alrededor se movía. Di un paso y mis piernas no me respondieron correctamente; pasé saliva con dificultad, apreté el agarre en la mano de Alex y mi respiración se agitó, sintiendo que mi estómago se revolvía.
—Alex… — susurré casi en un sollozo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, tenía años que no sentía algo así, pero sabía lo que significaba esa sensación; momentos después, ya no era dueño de mi cuerpo, pues no me respondió en lo absoluto.
Lo último que sentí fue la mano de Alejandro, sujetándome de la cintura para que no cayera contra el piso, después de devolver todo lo que había bebido y algo más.
* * *
- - - - -
Moví mi mano para apagar el despertador que sonaba insistente y encendí la lámpara del buró. Estaba envuelto en cobijas y edredones porque, a pesar de que mi casa no era fría, la noche anterior había nevado, así que la temperatura había descendido considerablemente y aunque contaba con aire acondicionado para calentar mí habitación, Alex y yo, decidimos no usarlo en la noche, debido a nuestras actividades nocturnas, las cuales nos mantuvieron calientes toda la madrugada. Alejandro me tenía abrazado por la espalda y yo no quería alejarme de la tibieza de su piel, a pesar de saber que tenía que hacerlo.
Me removí lentamente, tratando de no despertarlo, pero él ejerció presión — quédate un poco más — susurró contra mi oído de una manera tan sutil, que su aliento contra mi piel me hizo estremecer.
—No… no puedo… — acoté, pero no hice movimiento alguno para alejarme de nuevo.
Alejandro hundió su rostro en mi cabello y aspiró profundo — nevó — su voz era seria — hace frío y no quiero que salgas recién bañado, te puedes enfermar — sentenció.
Sonreí, me gustaba que se preocupara por mí, me sentía completamente seguro en sus brazos.
—Pero, debo ir a trabajar — empecé a moverme para alejarme de él, ciertamente me seducía la idea de quedarme con Alex, pero a diferencia de él, que no tenía que ir a ningún lado, obligatoriamente, para tener un ingreso, yo sí tenía que presentarme a mi empleo.
—¿De verdad quieres alejarte de mí? — preguntó con seriedad.
Negué — no quiero alejarme de ti — dije con seguridad — sabes que no lo deseo, pero tengo que hacerlo — me giré para quedar frente a él y besé sus labios — quisiera poder quedarme contigo, pero tengo obligaciones.
—Y, ¿si no las tuvieras?
—¿Si no tuviera obligaciones? — levanté una ceja — entonces, estaría ‘vegetando’ todo el día — reí.
—Estoy hablando en serio — Alex me observó fijamente y entendí que no se había despertado de humor para bromas.
—Bueno, si no tuviera esas obligaciones, estos días los podría pasar contigo — dije con más seriedad.
—Renuncia al trabajo entonces — me abrazó con más fuerza — así, te quedas conmigo.
Suspiré. Si renunciaba, era obvio que pasaría todo mi tiempo con Alex, pero, ¿qué sucedería cuando él se fuera de la ciudad? No podía darme el placer de quedarme sin empleo — lo pensaré — dibuje una sonrisa en mi rostro pero, ciertamente era algo triste.
Me moví para incorporarme finalmente y bostecé al estar sentado.
—No tardes mucho en decidirte — Alex se movió, tomó el control remoto de la televisión y la encendió, poniendo el canal de noticias.
No dije nada más, me puse de pie y fui al baño, haciendo una vez más mi rutina matutina; me rasuré, bañé, cambié y salí del baño. Alejandro seguía viendo el noticiero; no dijo nada, estaba seguro que esperaba a que fuera yo quien dijera algo primero. Caminé a la cama, me senté en un borde, moví mi mano acercándola a su rostro; él levantó una ceja al sentir la caricia y sonrió de lado.
—¿Ya te decidiste? — presionó.
Negué viendo hacia el techo — vamos a desayunar, señor De León — me puse de pie y evité responder a su pregunta.
En realidad, no sabía qué quería hacer, podría arriesgarme y dejar todo de lado por él, pero, ¿cómo pensar que lo nuestro podía funcionar? Tantos años que estuvimos separados, ahora éramos tan diferentes que, tenía un enorme miedo a fracasar, a pesar de que todo parecía estar bien.
Alex se puso de pié, se vistió y bajamos juntos las escaleras. Al llegar a la planta baja, me quedé un momento absorto, viendo el árbol navideño; desde el día anterior, estaba seguro que no podía dejar de sentirme tan bien al observarlo. Tenía años que no disfrutaba de un pino navideño, cómo en ese preciso momento.
Alejandro me abrazó por detrás — desde ayer lo miras insistente — besó mi mejilla — ¿hay algo que no te guste del árbol de navidad?
—No, no es eso — acoté — de hecho, me gusta demasiado, especialmente la estrella — suspiré y me recargué contra su pecho — por eso lo veo.
—Bien, porque si algo no te gusta, podemos cambiarlo.
—No — negué — todo está perfecto, Alex — levanté mi rostro y deposité un beso en sus labios con infinito amor — todo…
Caminamos a la cocina y yo puse el agua para café, mientras buscaba pan para tostarlo; Alejandro por su parte, sacó un par de huevos del refrigerador y se dispuso a prepararlos con algo de tocino.
—¿Quieres? — preguntó mientras partía el tocino en pedazos.
—No gracias — hice un gesto de desagrado — es demasiado para un desayuno.
—Esto te da más energías que un café — acotó con seriedad en la voz, pero con una sonrisa en sus labios.
—Tal vez, pero — hice un mohín — no es de mi agrado tan temprano.
Ambos desayunamos y como siempre, terminé antes que él, así que fui a lavar mis dientes y tomar una gabardina más gruesa de mi vestidor.
Bajé las escaleras, Alejandro ya tenía a mis hijos dentro de la casa y estaba tratando de encender la chimenea; saludé a los niños, acariciando la cabeza de cada uno y rascándoles la espalda.
—¿Los dejarás dentro? — pregunté
—Sí, está haciendo mucho frío y aunque no están a la intemperie, es mejor que se calienten un poco, ¿no lo crees? — se puso de pie y caminó hasta mi — ya te están esperando para llevarte.
—Está bien — asentí y le di un beso en los labios — te veo en la tarde.
—Recuerda el compromiso que tenemos, no llegues tarde — pidió con una sonrisa divertida.
—Ya sé — dije molesto, tomé mi portafolio con mi computadora personal y salí de la casa.
Fuera, otros hombres que no eran los que ya conocía, me abrieron la puerta del automóvil y me llevaron a mi empleo. En el camino, me di cuenta que había nevado en casi toda el área metropolitana, así que, las calles principales estaban siendo limpiadas por algunas barredoras; no era mucha nieve, pero era obvio que podría provocar accidentes. Estaba satisfecho de ir mucho más temprano a mi empleo, de no ser así, en el momento de la hora pico del tráfico, podía perder mucho tiempo.
En mi trabajo, hubo algunas faltas y muchos más, llegaron tarde, todo debido a la nevada. Al parecer, en algunas zonas, nevó mucho más que en otras y algunos de mis subordinados, así como trabajadores de otras áreas, no pudieron acudir al trabajo.
El día pasó sin novedad, Lucía me recordó los pendientes, con respecto a algunos reportes que se debían enviar el extranjero antes de fin de año y tuve que trabajar en ellos mientras tenía oportunidad; agradecí que no hubiera contratiempos en el trabajo, pues a pesar de la poca asistencia, se pudieron sobrellevar algunos detalles que surgieron. También, me di un momento para ir a recursos humanos y pedir permiso para trabajar el viernes sólo medio día, debido al compromiso de ir a la inauguración del hotel de Alejandro; cómo normalmente trabajaba más horas de las que debía, no me negaban los esporádicos permisos que pedía. Aunque el día siguiente era un día festivo y en muchos trabajos no había labores, cómo el mío se basaba en fechas y horas de EUA, yo sí tenía que presentarme en un horario normal.
A la hora de comida, fui al comedor y pedí algo sencillo; una ensalada, algunas frutas y yogurt, no tenía mucho apetito, pero desde que Alejandro volviera a mi vida, cuidaba un poco más mi dieta. Me tocó la suerte de sentarme con el jefe de marketing de la empresa, Héctor Solís, quien era mi amigo y gay declarado abiertamente; su plática siempre era muy amena, pero en esa ocasión, él simplemente quería saber más sobre mi relación amistosa con Alejandro De León, especialmente porque, a su manera de decirlo, era un ‘gran ejemplar’ y se lamentaba que fuera heterosexual. Cuando dijo eso, ahogué una risa y fingí demencia; si Héctor supiera que Alejandro no era heterosexual como se imaginaba, tal vez me hubiera pedido que se lo presentara.
Al volver de comer, recibí una llamada de EUA, tenían un problema con un desfase de datos, eso era extraño para la temporada en la que estábamos; así que tuve que encargarme personalmente, pese a no ser algo tan delicado, no podía delegarlo a alguien más, por falta de personal en ese momento. En poco tiempo arreglé la situación y volví a comunicarme con la sucursal afectada, para dar el informe de la resolución del contratiempo; después de eso, me pasé el resto del día llenando los reportes pendientes.
Salí poco después de las cinco de la tarde y ya estaba el automóvil de Alejandro esperándome en el estacionamiento. En esta ocasión, él no había ido por mí; no quise indagar la razón pero, aunque no quería admitirlo, me había deprimido, pues esperaba que me acompañara de regreso a casa.
En el camino, mi celular timbró; era Alex.
—“… ¡Hola!…” — dijo con algo de alegría en su voz — “… ¿ya vienes para la casa?...”
—¡Hola! — sonreí ampliamente, emocionado — sí, ya voy para allá.
—“…Bien, ¿quieres que te saque algo de ropa para que te cambies al llegar?”
—¿Saldremos tan temprano? — pregunté sorprendido.
—“…Bueno, en lo que llegas se van a dar las seis, tienes que asearte y cambiarte, así que estaremos saliendo pasadas las siete y ya invité a tus amigos a cenar a las ocho y media, antes de ir a nuestro destino…” — explicó seguro.
Escuche un susurro y él habló para alguien más “sí, déjalo en el auto…”
—¿Estás ocupado? — indagué.
—“…No, Julián vino a avisarme que había vuelto con algo que le encargué…”
—Entonces, ¿iremos a cenar con Luís, Daniel y Víctor? — no quise preguntarle sobre su asunto, no quería ser impertinente, ni entrometerme en sus cosas.
—“…Sí, ya reservé una mesa en un restaurante, espero que no te incomode…”
—¿Por qué habría de incomodarme?
—“…Tal vez, porque no te avisé antes…” — su voz sonaba divertida — “…además, quiero entregarles, personalmente, las invitaciones para la fiesta de mañana…”
—Está bien — suspiré — entonces elige un conjunto adecuado para mí — juguete con mi dedo sobre mi portafolio.
—“…Te espero aquí, entonces…”
—Sí, está bien, nos vemos en un rato… — iba a colgar pero antes de eso volví a hablarle — Alex…
—“… ¿Qué pasa?...”
—Te amo — a pesar de haber sido por teléfono, me sonrojé.
—“…Lo sé…” — dijo él — “…yo también te amo…”
Esas simples palabras lograron que mi corazón se acelerara y el calor envolviera mi cuerpo. Al colgar, no pude borrar la sonrisa de mis labios; tenía mucho tiempo que no era feliz y ahora, con la simple presencia de Alejandro en mi vida, sentía que mi mundo era perfecto.
* * *
A pesar de mi buen ánimo, casi todo se arruina, pues tardé más de lo previsto en llegar a casa; en el camino, nos topamos con algunos accidentes, debido a que había estado lloviendo durante el día, así que el tráfico estaba muy pesado en todas las calles, no solo las principales. También seguía lloviendo ligeramente, por lo que era casi imposible manejar a alta velocidad.
Finalmente, al acercarme a mi casa, me di cuenta que las luces y adornos navideños ya estaban encendidos. De nuevo sonreí; pensar que Alejandro se tomó tantas molestias para decorar mi hogar, sólo para darme gusto y que fuera feliz, me halagaba.
Me bajé con rapidez del automóvil y entré por la puerta principal. Mis hijos me saludaron efusivamente y los acaricié, a todos y cada uno de ellos, hablándoles por sus nombres y jugueteando en medio de la sala y el comedor, mientras dejaba mi maletín sobre un sillón.
—No deberías entretenerte — la voz de Alejandro me sorprendió.
Él iba bajando de la escalera con un traje sastre gris oscuro, una camisa azul marino, una corbata oscura con algunos detalles en blanco, sus zapatos estaban lustrosos y traía una gabardina en su brazo.
—Lo lamento… — sonreí apenado — el trafico estaba pesado por el clima.
—Apresúrate — curvó sus labios haciéndome una seña con el rostro hacia las escaleras — llegaremos tarde.
—Voy — me despedí de mis hijos acariciando sus orejas y me encaminé hacia la escalera.
Al pasar a un lado de Alejandro, me detuvo del brazo, me acercó hasta él y me besó — no me saludaste a mí, al llegar — acotó al alejarse, relamiéndose los labios.
—Lo… lo siento, es que, no estabas aquí — me disculpé.
Me liberó del agarre y subí las escaleras hasta mi habitación. En el trayecto, me quité la gabardina, afloje mi corbata, desabroche el saco, mi camisa y al entrar a mi habitación, ya me estaba desabrochando el pantalón. Entré con rapidez al baño sin prestar atención a nada. Me di una ducha rápida y salí al vestidor. Ahí me encontré con un traje que jamás había visto, no era de mi vestuario en realidad; un traje sastre, en un color azul cobalto, la camisa era blanca y la corbata azul cielo, además, había una gabardina nueva en color azul marino, bastante acogedora a simple vista. Mordí mi labio inferior, a Alejandro siempre le había gustado que usara los colores azules, decía que combinaban con mis ojos. Suspiré; aunque era penoso, ya tenía el traje preparado, así que debía usarlo.
A un lado del traje, había una cajita con una nota, la cual, solo tenía escrita la palabra “Úsalo”, con una caligrafía exquisita; abrí la caja y dentro había un perfume. Parpadee confundido; tenía años que no miraba ese perfume, lo usaba cuando estaba en la preparatoria porque Alex me lo había regalado. Sonreí y lo usé en mi cuerpo, perdiéndome en el olor, ya que me traía muchos recuerdos al lado de Alejandro.
Después de un momento negué; no tenía tiempo de hacer eso, así que, me vestí lo más rápido que pude y terminé de arreglarme frente al espejo del baño, lavando mis dientes y peinándome hacia atrás. Bajé las escaleras con la gabardina en la mano y Alejandro estaba de pie, cerca de un sillón viendo algunas cosas en la televisión.
—Estoy listo — anuncié.
—Bien — apagó el televisor y giró — entonces vam… — se quedó a media frase, su rostro cambió de semblante y frunció el ceño, caminando a zancadas largas hasta mí, quedando justo enfrente — ¡no! — fue lo único que dijo.
Parpadee confundido ante sus acciones y me estremecí inconscientemente al tenerlo frente a mi tan rápido, además de su palabra — ¿no…? ¿No qué? — pregunté sin entender a qué se refería
—No quiero que te peines para atrás — pasó su mano por mi cabello despeinándome, algunos mechones de mi cabello se movieron, ciertamente lo usaba más corto que Alex, pero no tan corto como para que no se vinieran algunos mechones a mi rostro de vez en cuando.
—Pero… Alex… — traté de alejarme de su mano — traigo traje, debo estar más formal.
—¡No me importa! — siguió moviendo su mano y me despeinó más — quiero verte con tu peinado natural — exigió.
—Está bien, está bien — accedí — iré a peinarme de nuevo…
Alejandro sonrió complacido y alejó su mano de mi cabello — entonces ve, es tarde ya — acarició mi rostro con su mano y me guiño el ojo.
Dejé mi gabardina en el respaldo de una silla del comedor y volví a subir las escaleras. Nuevamente a mi habitación y al baño; Alejandro había revuelto mi cabello completamente, tuve que pasar el cepillo una vez más y después de pasar mis manos por él, con algo de crema para peinar, moví la cabeza, cual vil perrito sacudiéndose después de mojarse, así, mi cabello tomó una caída más natural. Esperaba que ahora sí estuviera satisfecho con el resultado; estaba por salir del baño cuando me acordé que debía usar bufanda por el frío, así que me devolví al vestidor y tomé una en color azul marino también, no quería desentonar con mi vestimenta.
Bajé nuevamente por las escaleras y Alejandro estaba esperándome ahí mismo, dónde lo dejé antes de subir, observándome de pies a cabeza.
—¿Mejor? — pregunté con la bufanda en mano.
—Mucho mejor — asintió — vamos.
Suspiré cansado. Ni mi esposa, durante todo el tiempo de casados, me había hecho volver a ‘arreglarme’, sólo porque no le gustaba algo de mí; a veces Alejandro era muy exigente y por alguna extraña razón, supuse que había cambiado pero al parecer, se había vuelto peor.
Agarré la gabardina de la silla y me la coloqué, después me pasé la bufanda por el cuello; las manos de Alejandro se posaron en la tira de estambre y la acomodó en mi cuello.
—Te miras muy bien — sonrió acercándose a mí, hasta dejar su rostro cerca del mío — y hueles muy bien…
—Gracias… — titubee — esta ropa tú la compraste, ¿cierto? — pregunté con algo de molestia.
—Sí, ¿quién más? — añadió cómo si no fuera importante.
—Alex, tengo suficiente ropa, no deberí…
Él me besó para acallar mis reclamos, el beso fue largo, empezó suave y luego subió de intensidad, su lengua entró en mi boca juguetona y yo le correspondí. Se alejó un poco, pasando su lengua por mis labios.
—No me prohíbas comprarte cosas, me gusta vestirte para mí mismo.
Asentí embelesado, mientras sentía que mi rostro ardía; él sujetó mi mano y me guió a la puerta de la casa.
—Mi celular… — mencioné para que me permitiera ir por él a mi portafolio, pero Alex lo sacó de una bolsa de su gabardina y me lo entregó — gracias… — susurré y lo seguí hacia el exterior.
Antes de salir, ambos nos despedimos de mis hijos y Alejandro le dio indicaciones a uno de sus hombres que se iba a quedar en mi casa. Salimos de la propiedad y entramos al automóvil, el cual, momentos después, emprendía la marcha.
—Vamos tarde — dijo serio — ya casi son las ocho…
—¿A dónde iremos?
—Pedí a alguien del hotel que me hiciera una reservación en uno de los mejores restaurantes de la ciudad, les marqué a tus amigos, aunque tu amigo Luís — dijo el nombre sonriendo de lado un tanto burlón — tuvo que ser convencido por Víctor y Daniel.
—Alex…
—¿Sí?
—No te cae muy bien Luís, ¿cierto?
Giró el rostro y posó su vista en la ventana — no, no me cae muy bien… — iba a decirle algo para congraciar a Luís con él, pero no me lo permitió — pero, es tu amigo, ¿cierto? — asentí levemente cuando giró su rostro para verme — así que lo trataré bien, por ti.
—Gracias…
—¿Por qué? — preguntó sin mucho interés.
—Por todo… todo lo que has hecho por mí estos días ha sido… ¡increíble! — sonreí apenado, no sabía qué decir para agradecer en realidad.
Alejandro no dijo nada, se quedó en silencio y vio la hora en su reloj de pulsera — ocho y veinte — su voz era muy seria — apresúrense — indicó al chofer y copiloto, quienes aumentaron la velocidad del automóvil.
—Te preocupa mucho llegar tarde… — mencioné — ¿se perderá la reservación?
—No — negó — pero no me gusta llegar tarde a ningún compromiso.
* * *
A las ocho con treinta y dos llegamos al estacionamiento del restaurante. Mis ojos se abrieron enormes al ver dónde era; ciertamente, uno de los restaurantes más caros y lujosos de la ciudad, alguna vez había ido a cenar con mi esposa ahí, pero a pesar de que ganaba bien en mi empleo, no era un lugar para ir a cenar todo el tiempo.
Nos abrieron la puerta los hombres que iban con nosotros y Alejandro salió con rapidez; estaba lloviendo, pero debido a que el estacionamiento era techado, no fue problema. Llegamos a la recepción y Alejandro se presentó.
—Buenas noches, soy Alejandro De León, tengo una reservación para cinco personas.
—Buenas noches — dijo la joven recepcionista — pase, por aquí.
Nos hicieron pasar y nos llevaron a un área semi privada, al menos no habían llegado mis amigos. Al llegar a la mesa, ambos nos quitamos las gabardinas y las dejamos en unas perchas que nos dejaron cerca de la mesa. Alejandro, de manera caballerosa, movió una silla para que me sentara; gradecí y tome mi lugar, mientras él se sentaba a un lado mío.
Un par de meseros se acercaron a nosotros.
—Buenas noches — dijeron con las cartas en la mano y arreglando la mesa para nosotros.
—Buenas noches — respondió Alejandro — tendremos tres compañeros más, así que, esperaremos a que ellos lleguen para ver las cartas, por favor.
—Sí, señor — dijo el otro mesero dejando las servilletas en su lugar.
—Buenas noches — saludé yo también.
—Traiga un café para mi compañero — Alex habló con tono tranquilo al mesero — y para mí, ¿qué vino puedes ofrecerme?
—Bueno, señor — sonrió el mesero — tenemos el especial de esta noche, Opus One Cabernet Sauvignon del 85, pero tenemos otros más, como…
Alejandro lo observó con una sonrisa — ¿ese es el mejor que tienen?
—Bueno señor, podría probar el Robert Mondavi o…
—¿Tienes Chateau Petrus?
El joven parpadeo confundido — permítame preguntar, por favor…
Caminó con rapidez mientras el otro mesero lo seguía.
—¿Qué vino pediste? — pregunté.
—Un vino que me gusta — sonrió.
En un instante, uno de los meseros me traía el café y un hombre mayor venía con el otro.
—Buenas noches — dijo con seriedad — soy el gerente, me comentan que ha solicitado un Chateau Petrus.
—Así es, ¿no cuentan con ninguna botella? — Alejandro era dueño de la situación y yo estaba moviendo la cuchara en mi taza de café nerviosamente, después de agregarle azúcar.
—Sí, por supuesto que contamos con algunas botellas, tenemos del 2000, de 1995 y de ahí nos pasamos al 85 y 75.
—¿No tienen de cosechas anteriores?
El hombre sonrió nervioso — bueno, sí, tenemos una del 47, del 49 y otras, pero, la cuestión…
Alejandro levantó una ceja — sé lo que cuestan — dijo sonriendo de lado — nunca me ha importado su precio para disfrutarlas. Así que, traiga la botella del 47 por favor.
—Está bien, cómo diga, ¿señor…?
—Alejandro De León.
El hombre se puso rojo y se estremeció — disculpe, señor De León, claro, en un momento le traemos lo que solicitó, con permiso.
Se retiraron y me quedé asombrado ante la actitud del hombre.
—¿Qué sucede? — pregunté extrañado.
—Nada — se alzó de hombros — cuando hicieron la reservación, solicitaron unas botellas específicas para mí y creo que no sabían que era yo.
Mordí el interior de mi labio ante esa explicación tan simple. En ese momento llegaban Luís, Daniel y Víctor.
—Buenas noches — saludaron.
Alejandro y yo nos pusimos de pie para recibirlos, Daniel y Víctor nos saludaron a ambos de un abrazo, pero Luís se limitó a dar la mano; su rostro era serio y no parecía estar a gusto con la situación.
—Tomen asiento, por favor — Alejandro señaló las sillas.
Los tres se sentaron y el mesero trajo las cartas, dejándolas frente a nosotros.
—Buenas noches — dijo a los recién llegados — ¿puedo ofrecerles algo de beber?
—Cerveza — dijo Daniel con una leve sonrisa en los labios.
—¿De la casa o alguna marca en especial?
—Woa, ¿tienen cerveza de la casa? — Víctor miró al mesero — yo quiero una de esas, pero un tarro grande y espumoso.
—De la casa también — comento Daniel mirando a Víctor, molesto.
—Cuba libre — dijo Luís sin mucho ánimo.
—En un momento — el mesero se retiró y nos dejó.
—¿Tuvieron problemas con el tráfico? — preguntó Alejandro mientras abría la carta.
—Un poco — Daniel se alzó de hombros — el clima no permite que andemos manejando con rapidez.
«Eso es lo que tú crees…» pensé al recordar la velocidad con la que los hombres de Alex nos llevaron al restaurante.
—Por eso tuvimos que venir en un solo auto y… — Víctor también abrió la carta, se quedó en silencio, abrió los ojos enormemente, parecía sorprendido y yo imaginé que era por los precios — ¿que…? ¿Qué van a pedir ustedes? — preguntó nervioso.
—Ah… pues, no sé — sonreí observando la carta.
—Pidan lo que gusten — Alejandro sonrió de lado, en ese momento llevaban las bebidas y llegaban con la botella de vino que él había pedido — yo pagaré.
—Yo no puedo permitir eso — Luís habló con seriedad — no es necesario, al menos que pagues mi consumo.
—Insisto… — Alex levantó una ceja — yo los invité a este lugar en específico y además, es para mí un honor, fraternizar con los amigos de Erick.
—Pero…
—Luís — Daniel levantó un poco la voz — Alejandro está siendo amable, no podemos desairarlo, además — su mirada estaba fija en nuestro amigo, lo estaba regañando con la mirada — eso nos dejaría como personas que no saben agradecer una invitación.
De todos nosotros, Daniel era el más maduro y siempre decía y hacía las cosas, lo mejor que podía. Ciertamente, todos tenían para pagar sus cuentas, quizá Víctor tendría problemas en el transcurso de los días hasta su próxima paga, pero podía costear su consumo sin dificultad.
—Está bien — Luís me miró de reojo — no quiero que tu amigo piense que te juntas con ‘trogloditas’, que no saben de amistad y compañerismo.
Sonreí nervioso — no digas eso — bebí algo de mi café.
—¿Están listos para ordenar? — dos meseros llegaron a la mesa y uno se quedó de lado de Alejandro.
—Yo sí, pero no sé si mis compañeros ya eligieron — Alex hizo una seña para que atendieran primero a mis amigos.
Cada quien pidió cosas diferentes y los meseros se retiraron con rapidez. La situación empezó a amenizarse por las locuras de Víctor, Daniel le siguió la corriente y Alejandro se reía con las anécdotas que contaban de cuando estábamos en la universidad. El único que no participó en la charla, fue Luís.
Al terminar la cena, un mesero se acercó a nosotros llevando la carta de los postres para ofrecerlos. Alejandro me observó, sin disimular algo de ternura — ¿deseas algún postre?
—No lo sé — mordí mi labio — tal vez.
—¡Eso se vio genial! — dijo Víctor con una sonrisa en sus labios.
Todos lo observamos sin entender.
—¿De qué hablas? — preguntó Daniel.
—Que Alejandro y Erick parecen una pareja, lástima que Erick no es una chica, ¿no lo crees?
Sentí que mi rostro ardía, Alex soltó una carcajada, mientras, Luís apretaba sus puños sobre la mesa
Daniel observó a Víctor con seriedad — Erick no tiene por qué ser una chica para ser su pareja… — de inmediato se dio cuenta de lo que había dicho y trató de arreglarlo — digo, no es que piense que ustedes dos lo sean… es decir… — volvió a titubear — aunque si así fuera, no tendría nada de malo, claro… — rectificó — pero, Erick está bien siendo un hombre y…
—¡Cállate, Daniel! — por fin Luís había habló, tenía fruncido el ceño y sus ojos reflejaban ira.
—Bueno, la pregunta también va para ustedes — Alejandro trató de enderezar la situación — ¿desean algo de postre?
—Pues yo sí — Víctor tomó la carta de los postres — el pie de queso con frambuesa me hace ojitos, así que tráigame uno.
—Paso — Luís negó la invitación mientras me observaba con recelo.
—Bueno, supongo que podría comer algo de pudin de chocolate — Daniel sonrió devolviendo la carta de postres — no me caería nada mal algo dulce en este momento…
—Yo, ah, no se… ¿qué me recomienda? — le pregunté al mesero.
—Esta noche le puedo recomendar el tiramisú de chocolate con fresas.
—Entonces, tráigame eso por favor — también devolví la carta.
—A mí tráeme pastel selva negra — Alejandro despidió al mesero y giró el rostro para ver, en una parte del restaurante, a uno de sus hombres y le hizo una seña.
Julián, quien era el que estaba ahí, se acercó, entregándole a Alejandro un sobre grande, en color amarillo. Alex agarró el sobre y lo abrió; Julián se retiró con rapidez.
—Bueno… — sacó unos pequeños sobres blancos con listones dorados — aquí están las invitaciones para la recepción de mañana — les dio los sobres a Daniel, Víctor y Luís, aunque él la tomó con algo de reticencia, también, sacó otro sobre y me lo dio a mí — esta es la tuya.
Eso me sorprendió, sabía que lo iba a acompañar, pero no pensé que yo también necesitara recibir invitación.
—Sin ellas — prosiguió con calma — no podrán entrar al hotel, ya que, cómo es la inauguración, solo algunas personas podrán entrar el primer día.
—Me parece bien — Daniel guardó el sobre en su saco.
—¡Vientos! Espero conocer una chica guapa — Víctor movió el sobre y lo golpeteó con suavidad en su mano — ¿Quién sabe?, tal vez me enamore y me case.
—Lo dudo — negó Daniel.
Luís también guardó el sobre en su saco, sin decir una sola palabra.
—De igual manera… — Alejandro sonrió ante los comentarios de mis amigos — la invitación es para que pasen la noche en el hotel, por eso es necesario que la lleven, ya que ellas les permitirán pasar a la habitación asignada a cada uno de ustedes.
—¿Una noche en el ‘Hotel Royal’? — Daniel abrió los ojos impactado.
—¿Completamente ‘gratis’? — Víctor estaba sorprendido pero con una amplia sonrisa en el rostro.
—Sí — Alejandro sonrió — solicité que les dieran habitaciones separadas, en caso de que tengan suerte con alguna mujer — Alejandro le guiño el ojo a Víctor.
—¡Gracias, ‘bro’!
Víctor no cabía de felicidad y Daniel también se miraba emocionado; el único que no compartía el sentimiento era Luís, quien seguía con un semblante serio.
Los postres llegaron y yo me levanté — disculpen… — sonreí — vuelvo… — anuncié y me encaminé al sanitario.
El baño era grande y había un recibidor, antes de entrar al mismo, en el cual estaban los lavamanos. Un hombre me saludó al entrar y yo le correspondí con un leve movimiento del rostro y diciendo ‘buenas noches’; era el encargado de las lociones que se usaban al salir del baño. Crucé la puerta; el enorme baño estaba completamente solo, no le di importancia y pasé al último los mingitorios. Apenas estaba desabrochando mi pantalón cuando la puerta se volvió a abrir; Luís entró y se colocó en el mingitorio de al lado.
—¿Te sientes bien con esto? — preguntó con tono molesto.
—¿A qué te refieres?
—Tu amigo Alejandro está haciendo derroche de su dinero y posición — su voz era seria y denotaba ira con cada palabra que iba saliendo de sus labios — nos trajo al restaurante más caro, él dice que pagará la cuenta y además, nos regala una noche en su hotel… ¡es un maldito presumido!
Entorné mis ojos y negué — creo que, simplemente le tienes mala fe — acoté seguro — él, simplemente quiere congeniar con ustedes y tú no se lo pones fácil, sólo te quejas y criticas todo lo que hace.
—¿Lo defiendes entonces?
—Lo defiendo porque tú no quieres darle una oportunidad — posé mis ojos en Luís con algo de molestia — dime, ¿en qué te ha faltado? — pregunté mientras terminaba en el mingitorio.
—No me ha faltado, pero siento que, nos trata como si fuéramos unos miserables, que ni siquiera pueden pagar una cena en este lugar — él también estaba terminando.
—Luís… — suspiré cansado — te pedí que le dieras una oportunidad y no quieres hacerlo, tanto tú, cómo él, son mis amigos y es obvio, que tú no quieres entenderlo — lo señalé — mientras tú vives en esta ciudad, Alejandro vive lejos, se irá en algunos días y quién sabe cuándo lo veré de nuevo, así que te voy a pedir que no me arruines el reencuentro que tuve con él — miré a Luís desafiante — si no te agrada, si no lo soportas, entonces, está bien, no tienes que pasar tiempo conmigo mientras él me visita, pero tampoco te voy a permitir que lo trates cómo si fuese el peor ser sobre la tierra, sólo por querer ser una persona amistosa.
Luís me observó en silencio, parecía estar procesando lo que le dije y después de un momento, suspiró — ¿estás seguro que se irá en unos días? — preguntó con algo de duda.
—Sí… — respondí — Alex sólo vino a inaugurar su hotel, no sé cuándo se va a ir, pero sé que lo hará — desvié mi mirada, me dolía decir eso y no quería que Luís se diera cuenta — sé que vive lejos, además, él mismo me ha dicho que se queda muy poco tiempo en las ciudades que visita, así que, cómo amigo, voy a apreciar los momentos que pasemos juntos, porque teníamos años sin vernos…
Luís bajó la mirada y pude notar como sonreía levemente — está bien — dijo después de unos momentos — si es así, entonces, tendré que disculparme con él, igual que tú, no quiero que se lleve una mala impresión cuando se vaya.
—Gracias…
Salimos del baño y en el recibidor nos aseamos las manos; el hombre que estaba ahí nos proporcionó unas toallas y además nos ofreció lociones. Luís acepto mientras que yo negué; no quería que el olor se mezclara con el de mi perfume.
Caminamos hacia la mesa, dónde Víctor, Daniel y Alejandro estaban platicando amenamente y comiendo sus postres. Me senté en mi lugar y Alejandro me observó.
—Qué bueno que llegas — dijo con algo de burla — casi me como tu postre.
—Sí, la verdad se ve rico — Víctor lo señaló con la cuchara.
—Pues yo no me arrepiento del pudin — alegó Daniel.
—Bueno, al menos llegué a tiempo para disfrutarlo.
Tomé la cuchara y llevé un poco a mi boca para probarlo.
—Alejandro… — la voz de Luís sorprendió a todos, incluso a mí, ya que en toda la noche no había hablado mucho y menos para dirigirse a Alex — Erick me comento que te irás pronto, ¿es cierto?
Daniel y Víctor lo observaron con un poco de molestia e incomodidad, era obvio que esa no era una pregunta adecuada y menos, en ese preciso instante; yo sentí que el piso se hundía a mis pies. Alejandro por su parte, sonrió tranquilo.
—Sí, lamentablemente, así es — respondió con naturalidad — pero, aunque mis asuntos oficiales terminan pasado mañana, después de la inauguración de mi hotel, por ser fin de año, puedo darme unos días de vacaciones — sonrió de lado — me gustaría pasar aquí el cumpleaños de Erick — me observó de reojo y sentí que el calor subía a mi rostro — tenemos tantos años sin vernos que, creo que sería lo más justo, después de su gran hospitalidad.
—Ya veo… — Luís sonrió, pero su sonrisa parecía más una burla — supongo que, tu vida es muy emocionante, viajando de aquí para allá, conociendo muchas personas… difícilmente podrías establecerte en un solo lugar, ¿no es así?
—Así es — Alex estaba muy calmado — pero aun así, tengo una casa dónde podría establecerme si quisiera y si encontrara a la persona adecuada.
—"Una hermosa mujer para un gran hombre" — Luís bebió algo del vaso que tenía frente a él — suena muy bello.
—Sí, tal vez — respondió Alejandro con una gran sonrisa.
Una punzada en mi pecho me hizo quedarme completamente estático. Ante todos, ciertamente, Alejandro debía buscar una pareja femenina, jamás podría ser parte de su futuro, menos, sabiendo lo importante que era.
—Y… — Luís prosiguió — ¿tienes a alguna pareja en mente?
—No — respondió Alejandro — aún no tengo a ninguna mujer en mente — especificó el sexo sin disimular.
—Bueno, pero eso no importa — Daniel interrumpió para que Luís dejara de seguir interrogando — además, aún eres joven…
—Cierto ‘bro’, es igual que con nosotros, no tenemos pareja estable y somos de la misma edad — Víctor se alzó de hombros — así que, no hay prisa.
Yo seguí comiendo mi postre, me sentía incómodo e inquieto a la vez; a pesar de ello, bajo la mesa, sentí un roce en mi pierna. No dije nada, no hice nada, desvié mi mirada y la posé en Alejandro; él me observó con una sonrisa, apenas perceptible y su verde mirar me llenaba de calma. Sonreí también.
—Terminé — anuncié dejando la copa de mi postre de lado.
—Bien — Alejandro dio una mirada rápida a nuestros compañeros — si gustan podemos ir a nuestro destino original.
Daniel lo observó serio — ¿de verdad iremos? — preguntó incrédulo.
—¡Por supuesto! — Alejandro sonrió ampliamente — le di mi palabra a Víctor, así que no le puedo fallar.
—Te lo dije, ¿ves? — señalo Víctor — Alex es un buen ‘camarada’.
Alejandro hizo una seña y uno de los meseros se acercó — trae la cuenta — dijo con seriedad.
El mesero se marchó.
—Y… — Víctor habló emocionado — ¿a cuál iremos?
—Bueno, me dijeron que había uno muy bueno, se llama ‘Infinity’.
—¿Iremos al ‘Infinity’? — Daniel se sobresaltó.
—Sí — Alex lo observó curioso — ¿hay algún problema?
—No, claro que no — negó — es sólo que, es un lugar muy exclusivo.
—Demasiado — dijo Víctor — dicen que los privados son fenomenales, pero también muy caros.
—¿En serio? — pregunté confundido, nunca había ido a un ‘Table Dance’.
Cuando estuve en la universidad, Daniel, Luís, Víctor y yo, queríamos ir a conocer uno, pero, por ‘x’ o ‘y’ motivo, nunca pudimos cumplir nuestra meta. Además, sabía que ellos, después frecuentaron uno, pero era cuando yo tenía esposa; después, cuando me quedé viudo, prefirieron visitarme para estar al pendiente de mí.
—No importa — Alex se alzó de hombros — me lo recomendó el gerente de mi hotel, así que, vamos a probar, además, ya hablé por teléfono con el dueño y nos darán atención especial.
—¿Qué tan especial? — Luís lo miró con recelo.
—¡La mejor! — contestó Alejandro con una amplia sonrisa — sólo la mejor.
En eso llegó el mesero, le entregó una pequeña carpeta y Alejandro la tomó en su mano, sacó de su saco su cartera y de la misma, una tarjeta de crédito. Colocó la tarjeta dentro de la pequeña carpeta sin tomarse la molestia de ver la cantidad y la devolvió al mesero.
—Bueno, supongo que será una experiencia nueva — dije con nervios.
—Lamento que sea en jueves — Alejandro se disculpó — pero me dijeron que era uno de los días en los que no había mucho movimiento y la verdad, prefiero que la gente no me vea mucho en ese tipo de lugares — sonrió de lado.
—No hay bronca, ‘bro’, de hecho, es mejor — Víctor ladeo el rostro viendo a Daniel — los fines de semana está tan lleno, que las mejores siempre están muy ocupadas.
—Sí, Víctor tiene razón — Daniel habló con calma — así que un jueves no es un mal día para ir, conocer y divertirnos, además — me señalo con un dedo — será un debut para Erick.
El rojo cubrió mis mejillas — no tenías que decirlo de esa manera — dije molesto.
En ese momento, el mesero traía de nuevo la carpeta, entregándosela a Alex junto con una pluma. Alejandro sacó el pequeño papel que estaba dentro y lo firmó con rapidez. Tomó la tarjeta para meterla en su cartera y antes de guardarla, sacó un par de billetes de gran denominación, colocándolos dentro de la pequeña carpeta. Se la entregó al joven que se sorprendió al ver la cantidad de propina que le había dejado, a pesar de que, en ese tipo de restaurantes, la propina iba incluida en la cuenta.
—¡Muchas gracias! — trató de ser serio, pero se notaba la emoción en su voz.
—De nada — sonrió Alex para el joven y éste se sonrojo — son para ti y tu compañero, por el gran servicio que nos proporcionaron.
Apreté mi mandíbula; un sentimiento de celos me invadió; era la primera vez que le sonreía así a un hombre y además, era muy joven y atractivo.
Agarré mi gabardina y Alejandro hizo lo mismo; salimos, todos juntos del restaurante hacia el estacionamiento.
—¿Nos siguen o se van con nosotros? — preguntó Alejandro.
—Los seguimos — contestó Daniel — no te preocupes, además, en caso de perderlos, sabemos a dónde ir.
—Muy bien, entonces nos vemos allá.
—Nos vemos… — dije para despedirme con un leve movimiento de mi mano y después entrar al automóvil.
Julián y Miguel entraron a sus lugares, después de cerrar las puertas e iniciaron el trayecto a nuestro nuevo destino.
En el camino, tenía mi vista perdida hacia el exterior, estaba algo disgustado.
—¿Te pasa algo? — la voz de Alex me sorprendió
—No — mi voz era seria.
Él sonrió — te conozco, dime, ¿qué te pasa?
—Le coqueteaste al mesero — giré mi rostro para verlo con reproche — hiciste que se pusiera rojo, ¿cómo quieres que me sienta por eso?
Alejandro sonrió de forma cínica y movió su mano con rapidez; me sujetó por la nuca, jalándome hasta dejar mi cabeza en sus piernas.
—Y, ¿tú?— siseó — ¿cómo crees que me siento después de lo que le dijiste a tu amigo Luís?
—¿Qué…? — temblé ante sus acciones, su voz, su mirada — ¿qué cosa?
—¿Tan ansioso estás porque me vaya de tu vida, que se lo dices a todo el mundo?
Mi labio inferior tembló; su rostro estaba serio, apenas se notaba por las luces del exterior del automóvil y eso le daba un aire lúgubre.
—N… no… — negué — pero… pero es la verdad — desvié la mirada — tú te irás en poco tiempo…
—¿Eso estás esperando? — su mano me tomó por el mentón, ejerciendo fuerza — ¿acaso quieres correr a los brazos de otro en cuanto me vaya?
—¡No! — mis ojos se llenaron de lágrimas — no quiero que te vayas — dije con ansiedad — no quiero — repetí tristemente — pero… pero… ¿qué puedo hacer?
Alejandro me liberó del agarre y sonrió, besando mi frente — puedes irte conmigo — susurró.
Esas simples palabras consiguieron que abriera mis ojos impactado. ¿En verdad lo estaba considerando? ¿Quería que me fuera con él? ¿Quería que abandonara todo para acompañarlo? Eso, ¿en qué me convertiría?
—Yo… Alex… es que… — titubee — no es tan fácil…
—¿Por qué no?
—Porque perdería mi trabajo — dije con rapidez — mi casa, mis hijos… todo…
—El trabajo no es importante, con tu currículo puedes conseguir otro en cualquier lugar, pero aunque pensaras eso — acarició mi rostro con delicadeza — a mi lado no lo necesitarías… — sonrió — tu casa, bueno, puedes venderla — se alzó de hombros — y tus hijos, obviamente se irían con nosotros.
Mordí mi labio inferior, a pesar de todo lo que había pasado en esos últimos días, no lo había pensado.
—Tengo que… tengo que pensarlo… — acoté nervioso.
—Ya me lo habías dicho — habló divertido.
El automóvil se detuvo y yo me incorporé con rapidez, acomodé mi gabardina y esperé a que abrieran las puertas. Estábamos descendiendo del automóvil cuando llegaron Daniel, Víctor y Luís. El estacionamiento era grande, pero se miraban pocos autos; el local, de igual manera, era un gran edificio, de cuatro plantas; muy bien cuidado y además con decoraciones muy adecuadas.
Unos hombres se acercaron a nosotros y Alejandro los saludó, eran otros de sus guardaespaldas. Noté que Julián sacaba algo de la parte trasera del automóvil, pero no supe qué era. Caminamos hacia la puerta principal y al entrar al gran recibidor, un hombre mayor, de cabello cano y algo llenito, se acercó.
—Señor De León — dijo con una amplia sonrisa que apenas se podía distinguir bajo su gran bigote y barba — es un placer conocerlo en persona — saludó de mano a Alejandro — soy Ismael Buenaventura — se presentó — el dueño del lugar, hablamos en la tarde por teléfono.
Alejandro aceptó el saludo — por supuesto — sonrió de lado sin mucho ánimo — un placer conocerle.
—¿Ellos son sus amigos? — preguntó el hombre con una amplia sonrisa.
—Así es, son mis invitados — Alejandro nos señaló — y espero que se nos trate muy bien.
—¡Por supuesto! ¡Pasen por favor! — nos señaló el camino — además, cómo usted solicitó, ya tenemos las tarjetas de clientes VIP para ellos, no tiene de que preocuparse.
Víctor hizo una mueca sonriendo y levantó el dedo pulgar para Daniel, Luís y para mí, pero sin decir una sola palabra. Yo mordí mi labio para no reír ante los gestos graciosos de emoción de mi amigo y Daniel le dio un golpe en la cabeza; Luís seguía con su semblante serio.
—Por aquí, por favor — el hombre nos llevó primero a una recepción — si gustan, pueden dejar sus sacos aquí…
Un par de mujeres muy hermosas, con poca ropa, se acercaron saludando y solicitando nuestras gabardinas. Se las entregamos y las llevaron a un área más apartada, además de colocarlas en un closet con llave para cada una; Volvieron y nos entregaron las llaves.
—Este es un trato ‘VIP’ — susurró Víctor.
—Bueno… — habló el hombre de nuevo — aquí están las tarjetas — sacó varios sobrecillos, dentro, había tarjetas negras con detalles en plateado, cada una tenía nuestros nombres grabados — sólo tienen que firmar en el documento anexo, de recibido.
—Y, estas, ¿qué beneficios traen? — preguntó Daniel levantando una ceja.
—¡Ah!, claro — el hombre sonrió ampliamente — estas son tarjetas especiales, ligeramente diferentes a las ‘Vips’ normales, son tarjetas que les permiten entrar a nuestro establecimiento en el momento que quieran, además, nuestras chicas tendrán prioridad para atenderlos, se les harán descuentos en el consumo y por supuesto, el privado para cada día que nos visiten, está incluido por una hora, el tiempo extra corre por su cuenta… todo esto por un año, después hay que renovarla.
—Me convenció — dijo Víctor y se apresuró a firmar.
Daniel miró a Alejandro con sorpresa — de verdad, ¿podemos quedarnos con ellas?
—¡Claro! — Alex asintió — todo está cubierto, ¿no es así señor Buenaventura?
—Claro, señor De León, es un gran placer hacer tratos con usted.
Daniel sonrió y firmó también; Luís fue el único que titubeo antes de firmar, pero de igual manera lo hizo. Cuando me entregaron la mía, yo dudé.
—No sé… — ladee mi rostro.
—¡Vamos, Erick! — Víctor me pasó un brazo por el hombro — será divertido y podemos salir al menos un día a la semana.
—Sí — Alejandro me miró de soslayo — además, necesitas divertirte.
—Está bien — suspiré cansado.
Firmé el documento y lo entregué con rapidez.
—Es todo, Perla y Jade los llevaran a una mesa especial.
—Adelántense — Alex hizo una seña — tengo que cruzar unas palabras con el señor Buenaventura.
—Está bien — asentí.
Las jóvenes que había tomado nuestras gabardinas se acercaron a nosotros; Víctor se acercó a la chica morena, exuberante, de cabello negro azabache y rizado.
—¿Me acompañas? — preguntó y le ofreció el brazo para que ella lo tomara y caminara a su lado.
—Claro — dijo en voz melodiosa.
—Permítame, señorita — Daniel le tendió el brazo a la otra, una joven blanca, de cabello rubio, con ojos azules y ella sonrió.
—Gracias, que amable.
Fueron hacia la puerta y se encaminaron al interior, mientras Luís y yo los seguíamos. Antes de entrar al área de las pistas, giré mi rostro una vez más y pude observar como Alejandro y el hombre que estaba con nosotros, salían de la recepción e iban hacia otra puerta, tras ellos, uno de sus guardaespaldas entraba con un maletín.
«Alex…» no sabía a dónde iba, pero me sentía vació, especialmente estando en un lugar al que ni quería ir en realidad.
El lugar estaba semi oscuro, había luces de neón en puntos estratégicos y sólo las 3 pistas de baile, estaban alumbradas por luces más potentes; en las mismas, había unos tubos de metal, del piso al techo. Las jóvenes nos llevaron a una mesa frente a la pista más grande, la cual, tenía un pequeño letrero que decía ‘reservado’. Había varios hombres en otras mesas, algunos ya acompañados por jóvenes muy hermosas. Tomamos asiento y las dos chicas que nos acompañaron se sentaron al lado de Víctor y Daniel.
Un par de meseros llegaron y nos ofrecieron de beber, todos mis amigos pidieron cerveza, yo simplemente pedí limonada mineral, no se me daba beber, en realidad, jamás lo hacía, así que evitaba por todos los medios cualquier bebida alcohólica. Una joven hermosa se acercó, tenía el cabello largo y negro, además de unos grandes y bellos ojos azules, Luís le hizo una seña y ella se sentó a su lado.
Cuando el mesero volvió, las tres jóvenes pidieron algunas bebidas preparadas y en ese momento, empezaba el espectáculo; tres mujeres, tan bellas como las que acompañaban a mis amigos aparecieron en las pistas, aunque la de la pista frente a nosotros, era la más hermosa y de cuerpo más apetecible. Todas portaban trajes diferentes; la que estaba frente a nosotros, traía un traje de colegiala, el cual lo completaba con un par de coletas en su cabello y además, una paleta en su boca; las otras dos, traían trajes de porristas en color rosa y una diadema, cada una, en color diferente. Empezaron a bailar y poco a poco, empezaron a desprenderse de la ropa.
Abrí mis ojos impactado ante los movimientos, imaginando la fuerza que debían tener en sus brazos y piernas para poder subir y bajar de ese tubo con tanta facilidad, además de que portaban unas zapatillas de tacón muy alto; la práctica que tenían para moverse de esa forma tan sensual, me asombraba.
Sentí que algo me tocaba en el hombro y al girar, Alejandro estaba tras de mí con dos mujeres, una a cada lado. Una de ellas, era pelirroja y tenía el cabello alborotado, traía un pequeño vestido que le cubría sólo algunas partes estratégicas; la otra, una rubia alta, de cabello lacio, traía un traje pegado a su cuerpo y con algunos cierres en lugares que no me hubiera imaginado.
Alejandro se acercó a mi oído — ¿divertido? — habló un poco alto para que lo escuchara, ya que, debido a la música era algo complicado hacerlo.
Me alcé de hombros y él sonrió. Cuando me di cuenta, Víctor se estaba besando con la morena que lo había acompañado; Daniel brindaba con su acompañante y Luís acariciaba el cuerpo de la joven que se sentó a su lado. Parpadee asombrado, pensaba que en esos lugares no se podía hacer eso, al menos no ‘abiertamente’; creía que tenían que irse al tan mencionado ‘privado’, pero supuse que era por el tipo de lugar y por lo que decían que era ‘exclusivo’. Pero, me era incómodo ver a mis amigos de esa manera, así que, preferí seguir observando a las chicas que estaban bailando; sus movimientos eran muy sensuales, debía admitirlo.
La joven que estaba dando el espectáculo frente a nosotros, ya sólo traía su ropa interior de la parte inferior. Se acercó, gateando con movimientos sensuales y Víctor, se separó de la mujer a la que besaba para colocarle un billete en donde podía; Daniel también le dio un billete y finalmente, Luís. Después de eso, ella se acercó a mí, sonriendo coquetamente, relamiendo sus labios y me guiño el ojo; abrí mis ojos sorprendido, sintiendo que me subía el calor al rostro, mi mirada se perdió observando el vaivén de sus pechos tan cerca de mí, ciertamente ya había visto muchos, pero jamás había presenciado el espectáculo frente a mis propios amigos y debía admitir que sí era inquietante, tal vez, incluso podía llegar a excitarme en poco tiempo, si seguía de esa manera. Alejandro se acercó y le colocó un par de billetes más; la joven se retiró a seguir su baile en el tubo y yo respiré agitado.
Miré a Alex y él simplemente me sonrió de manera cómplice; se sentó en una silla y las jóvenes se sentaron, cada una de ellas a sus lados; él las tenía abrazadas por las cinturas y de vez en cuando las besaba en la boca. Apreté mi mandíbula; me daba rabia y celos que él estuviera haciendo eso delante de mí, por eso no quería ir a ese lugar, porque sabía lo que pasaría, ya que conocía a Alejandro. Desvié la mirada para no observar esa situación porque, estaba seguro que terminaría actuando de una manera, que podía llegar a delatarme.
Un mesero se acercó, dejando en la mesa unas charolas con botanas; Alejandro pidió algo de beber para él y sus compañeras, así mismo, mis amigos pidieron más cerveza y las jóvenes que estaban con ellos, pidieron algo más para tomar. Alejandro le susurró algo al oído a la rubia y ella sonrió, se movió y se acercó a mí, abrazándome por el cuello.
—Soy Diamante — me dijo al oído, presentándose.
—Un placer.
—¿Te parezco bonita? — me preguntó coquetamente.
—Sí, mucho — respondí con una sonrisa en mis labios.
—Entonces, sí te gustan las mujeres — sonrió ampliamente.
—Pues, sí — asentí — ya estuve casado.
—Es que, no parece que disfrutes de esto.
—Es la primera vez que vengo a un lugar así — dije apenado.
—Ya veo…
El mesero se acercó con las bebidas y ella agarró su copa.
—¿No tomas? — dirigió una mirada suspicaz hacia mí, mientras llevaba la copa a su boca.
—La verdad, no mucho… no soy buen bebedor.
—Pero, deberías — recargó su rostro en mi hombro — pide algo, así entraras en ambiente.
—Es que… — dudé — no sé qué pedir…
Ella sonrió ampliamente — eso se arregla — se movió con gracia hasta susurrarle algo a Alejandro.
Alex llamó nuevamente al mesero, le dijo algo cerca del oído y después me señalo; el mesero asintió, se retiró con rapidez y la joven volvió a mi lado.
—Listo… — su voz era divertida.
Posé mi mirada en Alejandro, él me sonrió cínicamente y después, besó nuevamente a su compañera. La música seguía pero las jóvenes que estaban bailando momentos antes, se estaban retirando del escenario, el anunciador mencionó que volverían después.
Víctor se puso de pie junto con su acompañante, se acercó a Alejandro hablándole al oído; Alex le respondió y mi amigo le dio unas palmaditas en el hombro. La chica agarró de la mano a Víctor y lo guió por el local, perdiéndose junto con él; en ese momento llegaba el mesero con una copa, me la acercó y yo la tomé con dudas.
—¿Qué es esto? — le pregunté a mi compañera.
—Es una bebida preparada, se llama ‘Black Russian’ — su voz sonaba despreocupada — pruébala, te va a gustar.
Levanté una ceja; confuso, llevé la copa cerca de mi boca y antes de tomarle, trate de percibir el aroma, el olor me era vagamente familiar a pesar de la fragancia a licor. La probé, dejando algo en mi boca, saboreando y después, pasé el trago.
A pesar de que se sentía algo fuerte, el sabor no me desagradó del todo — no está mal.
—Qué bueno que te gustó — la joven se acercó más a mí, después de darle otro trago a la bebida — ¿te gustaría besarme? — preguntó.
—Pues… — dude.
—No muerdo — dijo coqueta — claro, si no quieres que lo haga.
Sonreí ante su audacia, pero, si Alejandro se permitía besar a alguien más frente a mí, yo también podía, ¿por qué no? Me acerqué a la joven y ella pasó sus manos por mi cuello; me besó de forma dulce, tranquila, suave. Sabiendo su trabajo, era más propio pensar que sus besos serían casi como para comerme, igual que los besos que mis amigos les daban a sus compañeras, pero en mi caso, la joven que me tocó, era mucho más tranquila.
—No estuvo mal, ¿cierto? — me guiñó el ojo y uno de sus dedos limpió mis labios con delicadeza.
—No… — dije con una sonrisa — nada mal.
Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, consiguiendo que me estremeciera sin saber por qué; desvié mi mirada y pude notar que Alejandro me observaba con seriedad, mientras bebía de su copa. La pelirroja estaba sentada sobre una de sus piernas y le acariciaba el pecho; Alex sonrió de lado cínicamente, al ver que mis ojos estaban posados en él.
Daniel y Luís se pusieron de pie con sus acompañantes. Daniel se acercó a Alex y también le dijo algo al oído, igual que Víctor; Alex le respondió y mis amigos se fueron con las jóvenes.
La pelirroja besó a Alex y ambos sonrieron; se pusieron de pie y antes de que se alejaran, Alex se inclinó, hablándome al oído — estaré en el privado — su voz sonaba divertida.
Quise replicar pero se fue con la chica, quien también le dijo algo a la rubia que me acompañaba.
Bebí casi todo lo que quedaba en mi copa de un solo trago; pensar que Alex iba a estar con esa mujer, después de que la noche anterior me dijera lo contrario, me molestaba; «no estaré con nadie más, mientras tú seas mío…» sus palabras retumbaron en mi mente y apreté mi mandíbula.
—¿Estás bien? — la voz de Diamante me sacó de mis pensamientos.
—Sí — asentí, pero sentí un leve mareo al mover mi cabeza; por eso no bebía, el licor me ponía indispuesto muy rápidamente.
Ella se sentó en una de mis piernas y acarició mi rostro, acercó su boca hasta mi oído y pasó su lengua por ahí. Su acción me provocó un escalofrío y sonreí de lado; después de todos los días que Alejandro me poseía, ya estaba olvidando lo que era estar con una mujer.
—¿Quieres ir al privado ya? — pregunto coqueta.
—No — negué aún fastidiado y finalicé mi bebida — pero creo que quiero otra de estas… — moví el vaso frente a la joven.
—¿Seguro? — preguntó con algo de duda y levantó una ceja.
Asentí. Ella suspiró, movió una mano y llamó al mesero, cuando él llegó le habló al oído; el mesero asintió y se retiró con rapidez.
—Dijiste que no tomabas mucho, espero que no te pongas indispuesto, el ‘ruso negro’ lleva vodka…
—No importa — sonreí de lado — creo que hoy le estoy agarrando el gusto — moví mi mano acariciando la cadera de la rubia de manera insistente, tal vez, era momento de volver a estar con una mujer.
Ella se pegó aún más a mí, besándome con más fuerza y moviéndose insistente sobre mi cuerpo; quería corresponderle, pero debía admitir que no me estaba excitando cómo antes. El mesero volvió con mi bebida y la bebí toda con rapidez, la sentí más fuerte que la anterior porque, en esa ocasión, no dejé que los hielos se derritieran.
Parpadee varias veces porque sentí que mi vista se ponía algo borrosa y que mi garganta quemaba, llenándome de un calor extraño todo el pecho.
Diamante volvió a preguntar — ¿ya quieres ir al privado?
Le sonreí de lado — estás muy insistente con eso — acoté un tanto burlón — ¿cómo sabes que traigo dinero para pagarlo? — pregunté sarcástico.
—Eso no me preocupa — recargó su rostro en mi hombro — alguien ya lo preparó, creo que te conoce muy bien.
Abrí mis ojos asustado. ¿Acaso Alejandro le pagó a una mujer para que estuviera conmigo? ¿Esa era su manera de salir bien librado de la situación? «¡Maldita sea!» pensé con molestia y moví mi mano llamando al mesero nuevamente, para que me trajera otra bebida; el mesero me observó extrañado y la chica asintió, así que se retiró.
—No diré nada — dijo la rubia — pero, puede que te pongas ebrio con la tercera…
—No importa — dije con seriedad — no creo que a alguien le importe.
—Si tú lo dices — agregó y mordió su labio.
—Escucha — añadí — me tomo esta, e iré contigo a donde quieras.
—¿Estás seguro?
—Sí — asentí.
Lo que estaba haciendo era para darme valor y en caso de no poder tener sexo con ella, tener una excusa creíble y no tener que decir, abiertamente, “ya no me excitan las mujeres”.
El mesero me trajo la tercera bebida y una vez más, la tomé con rapidez, pero esta vez, tuve que dar dos tragos grandes. El sabor a licor era mucho más fuerte o simplemente ya estaba cayendo bajo los influjos del alcohol; cuando terminé mi bebida, dejé el vaso en la mesa. La rubia se puso de pie, me sujetó de la mano y me guió por el lugar, aunque hubo momentos que sentía que el piso se movía ligeramente, pude seguirle el paso.
Salimos por una puerta grande, diferente a la de la entrada y subimos unas amplias escaleras; debía admitir que no era lo que me esperaba. Llegamos a un segundo piso, donde había muchas puertas, parecía más bien un piso de hotel; casi, en cada puerta, había un hombre cuidando, pero en una puerta, la más grande de todas, estaban dos hombres que yo conocía muy bien, Julián y Miguel.
«Ahí debe estar Alex…», pensé y me molestó; pero la joven que me guiaba, me llevó justo a esa puerta. Julián y Miguel ni se movieron; ella tocó un par de veces de una manera extraña y momentos después, se abrió la puerta.
La joven pelirroja apareció detrás — pasen — nos permitió entrar y cerró la puerta tras nosotros.
La habitación era enorme, tenía una gran cama, una pequeña sala con un ‘mini’ escenario, un bar y además, estaba conectada a un baño que no tenía paredes más que en una pequeña parte, donde debía suponer estaba el excusado, ya que podía ver en el área libre un jacuzzi más grande que el de mi casa.
Alejandro estaba sentado en la sala, tenía una copa en la mano — tardaron… — dijo con un tono molesto.
—Disculpe, señor De León — sonrió la rubia — pero su amigo estaba algo indeciso.
—Sí, me imaginé — se puso de pie dejando la copa en una mesilla y caminó hasta nosotros — esto es por las molestias — le entregó varios billetes a ambas — está pagada la otra habitación — ladeó el rostro — pueden irse para allá, para que no las vean y además, para descansar — sonrió — saliendo de aquí, les pagaré lo acordado.
—Gracias… — dijo la pelirroja.
—Con permiso… — la rubia se despidió también.
Ambas salieron de la habitación y cerraron la puerta. Giré mi rostro para ver a Alex, con gesto molesto.
—¿Pero qué…?
Él me besó con fuerza, pasando sus manos por mi espalda e introduciendo su lengua en mi boca.
—¿Pensaste que estaría con alguien más? — preguntó y pude notar una sonrisa en sus labios — sólo quería guardar las apariencias con tus amigos — volvió a besarme después.
—Alex… — me aferré con fuerza a su espalda, entregándome con necesidad al beso que me proporcionaba y un par de lágrimas se agolparon en mis ojos, lo que me dijo me había calmado de inmediato — tenía… celos… — dije en susurros cuando se alejó de mí.
Alejandro sonrió conciliador y pasó sus pulgares por mis mejillas, donde mis lágrimas ya habían resbalado — ¿seguiste bebiendo? — preguntó divertido.
—Sí… — apreté mis parpados y suspiré — pero, estoy bien.
—No parece — levantó una ceja — ven… — me guió de la mano a la sala dónde momentos antes, él estaba sentado.
Me senté y recargué mi cabeza en el respaldo del sillón — ¿estás mareado? — preguntó mientras caminaba al frigobar y servía algo en un vaso con hielos.
—Algo… — pase mi brazo por mi frente para hacer hacia atrás mi cabello — bueno, sí, estoy muy mareado… — confesé.
Alex se acercó hasta mí nuevamente y me entregó el vaso.
—¿Qué es? — pregunté aún confundido.
—Sólo agua, bebe — indico y se sentó a mi lado.
Bebí todo el contenido del vaso con rapidez, se sentía bien en mi garganta — creo que estoy algo ebrio — anuncié.
—Se nota — Alex se acercó a mí y besó mis labios con ternura — puedo aprovecharme de ti, si estas en esa condición, lo sabes, ¿verdad?
—No me sorprende — tenía mis parpados cerrados, cada que los abría sentía que la habitación estaba girando.
Sentí los movimientos de Alejandro, su mano en mi pecho empezó al desabrochar mi ropa, sus labios recorrieron mi mejilla, mi oreja, mi cuello… mordió y solté un suspiro, mitad gemido. Quería mover mis manos pero las sentía pesadas, así que él estaba haciendo todo el trabajo para dejarme desnudo.
—Alex… — susurré necesitado.
—Dime, ‘conejo’ — su voz contra mi oído me hizo estremecer — ¿te gustó besar a la chica? — susurró.
—No… — dije nervioso — yo… en realidad… quería besarte a ti…
—Esa respuesta me gusta…
Puso su dedo en mis labios para que lo lamiera; pasé mi lengua por él y después lo chupé insistente. Alejandro se alejó de mí, quitando su corbata completamente, la cual, ya traía floja desde antes; se quitó la camisa y volvió a acercarse a mí. Me besó en la boca y mordisqueó mi labio inferior, pero en un instante, dejé de sentirlo.
Entreabrí mis ojos para ubicarlo y él, se había puesto de pie, caminó a la cama, acercándose al buró, regresando con algo en la mano.
—Te compré un regalo — dijo acercándose hacia mí.
—¿Qué cosa?
—Cierra los ojos — ordenó.
Cerré mis ojos, obediente y momentos después, sentí las manos de Alex cerca de mi cuello, rozando mi piel con las yemas de sus dedos; sus labios en mis hombros provocaron que suspirara y que mi piel se erizara, después de eso, sentí algo en mi cuello, moví mi mano para saber qué era, pero Alex lo impidió.
—Aún no… — susurró contra mi oído.
Las manos de Alex se movieron diestras, y pude notar que con rapidez, terminaba su trabajo por detrás de mí cuello, después se alejó de mi — abre los ojos — indicó.
Abrí mis parpados y mi mano fue a mi cuello; bajé la mirada pero no pude notar bien, qué era con exactitud.
—¿Qué es? — pregunté confundido.
Alex me ofreció la mano y me ayudó a incorpórame; ambos, traíamos puesto aún el pantalón y los zapatos. Él me abrazó por la espalda y me guió hacia un espejo de cuerpo completo que estaba en una pared; al llegar, mis ojos se abrieron con sorpresa. Traía un collar, de tipo mascota, además, una placa dorada en forma de hueso, estaba grabada y se leía con claridad “Erick”.
El rojo cubrió mis mejillas, Alex descanso su barbilla en uno de mis hombros — ¿te gusta? — preguntó al momento que sus manos acariciaban mi pecho.
—No… no sé…
—Yo creo que te ves muy bien — dijo sincero — además, ayer dijiste que te gustaban las plaquitas de los niños y que incluso, tú las usarías.
Parpadee asombrado, no podía creer que Alejandro hubiera tomado eso tan en serio; mordí mi labio, ¿cómo debía tomar ese regalo? — ¿ahora seré tu ‘perrito’, en vez de ‘conejo’? — pregunté un tanto sarcástico.
—No — acarició mi rostro — la placa dice tu nombre y por detrás, dice ‘conejo’.
Me moví para profundizar más su caricia en mi cara — bueno, pero no me pidas que la use siempre — añadí.
—No necesitas usarla siempre… — acercó su rostro hasta mi cuello y mordisqueó mi oreja — sólo cuando estemos solos…
Cerré mis ojos y me dejé guiar ante los movimientos suaves de sus manos en mi pecho — espero… — titubee — espero que… la hayas comprado en otro lugar y no en la asociación… — pensar en la posibilidad que Alex fuera ahí mismo a grabar esa placa, hizo que mi rostro ardiera aún más.
—No te preocupes — dijo con seguridad — el joyero es muy reservado.
—¿Joyero? — me alejé asustado y me giré para verlo — ¿cómo que joyero?
Alex miró al techo — Erick, no rompas estos momentos de esa manera — me abrazó nuevamente y mordió mi hombro con fuerza, logrando con ello que gimiera — el joyero que hizo la placa — añadió como respuesta — es una placa de oro — se movió para morder mi otro hombro — el collar tampoco es sólo de piel…
—¿A qué…? ¿A qué te refieres…? — gimotee por las mordidas pero, mi cuerpo se removía inquieto ante las caricias de Alex, buscando la manera de conseguir más de esos cariños tan rudos.
Él se alejó de mí, obligándome a girar nuevamente para quedar frente al espejo; me abrazó por la cintura y después empujó mi espalda, hasta que por inercia, coloqué mis manos sobre el cristal. La mano de Alex se posó en mi cabello y me obligó a levantar el rostro, mostrando el collar que traía en mi cuello con más facilidad.
—Esas pequeñas piedras — soltó su agarre en mi cabello y señaló con sus dedos a unos destellos que se mostraban al darles la luz con algunos movimientos — son unas piedras especiales — se inclinó hacia mí, lamiendo mi espalda — hubiera deseado que fueran zafiros, pero, — empezó a desabrochar mi pantalón — para hoy mismo, sólo pude conseguir aguamarinas — dijo a modo de disculpa, al momento que bajaba mi pantalón con un rápido movimiento.
Sus movimientos, sus palabras, todo lo que Alejandro hacia conmigo me excitaba y era algo difícil de ocultar; mientras él estaba hablando, yo ya me encontraba perdido en las sensaciones, con mis ojos cerrados y gimiendo. Cuando quedé sin pantalón, él rápidamente se deshizo de mi ropa interior también; su mano acarició con rudeza mi miembro ya erecto y traté de gritar de dolor, pero mis labios dejaron libre un gemido deseoso, que terminó en un suspiro.
—Te gusta ‘conejo’, te excita esta situación…
—Alex… — su mano se movió hasta mi rostro y metió sus dedos en mi boca.
—Abre los ojos, Erick — su voz era grave — quiero que te veas en el espejo.
Entreabrí mis parpados y pude observar la imagen; estaba completamente desnudo, mi cabello estaba revuelto, sus dedos en mi boca y su otra mano me masturbaba con maestría. Él, atrás de mí, me observaba con una sonrisa cínica, disfrutando de mis gestos, de mis gemidos, de la inconsciente ondulación de mi pelvis en respuesta a sus caricias. La placa de oro que traía en mi cuello se movía ligeramente al compás de mis movimientos y chocaba con la argolla de la cual pendía, haciendo un ligero sonido agudo.
—Ven — se alejó de mí y extendió la mano — vamos a la cama…
Asentí. Acepté su mano y al girar, sentí que todo a mí alrededor se movía. Di un paso y mis piernas no me respondieron correctamente; pasé saliva con dificultad, apreté el agarre en la mano de Alex y mi respiración se agitó, sintiendo que mi estómago se revolvía.
—Alex… — susurré casi en un sollozo.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, tenía años que no sentía algo así, pero sabía lo que significaba esa sensación; momentos después, ya no era dueño de mi cuerpo, pues no me respondió en lo absoluto.
Lo último que sentí fue la mano de Alejandro, sujetándome de la cintura para que no cayera contra el piso, después de devolver todo lo que había bebido y algo más.
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