Presión
Martes, diciembre 9
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“Erick…”
Escuche una voz suave que me llamaba a lo lejos; una voz conocida que me hacía sentir seguro, tranquilo y por demás cómodo. Una tibieza en mi mejilla, me obligó a mover mi rostro en busca de más calor.
—Erick… — un susurro cerca de mi oído me hizo suspirar — debes despertar…
Abrí mis ojos y el rostro de Alejandro estaba frente a mí; me sonrió con ternura y movió los mechones de mi cabello, quitándolos de mi cara.
—Alex… — mi voz apenas se escuchó.
Sentía la boca pastosa, el cuerpo adolorido, la cabeza me punzaba y mi estómago estaba revuelto.
—Debes levantarte — pidió — sé que es temprano, pero es necesario prepararnos para irnos…
—¿Temprano? ¿Irnos? — estaba confundido — ¿De qué… hablas?
Alejandro suspiró — aún estás cansado, lo sé pero… — me quitó las cobijas sin que yo pusiera mucha resistencia — debemos salir, pequeño ‘conejo’, esto no se puede retrasar más.
Me tomó en brazos y me llevó al baño; yo ya estaba desnudo, aunque mi cuerpo presentaba algunas manchas que en medio de mi desconcierto, no lograba distinguir, especialmente en mis manos. Me metió a la regadera y me sentó en una silla plástica que, previamente había llevado, el agua ya estaba saliendo caliente de la ducha por ello no me molestó.
Él se puso en cuclillas a mi lado, empezando a usar la regadera de mano para mojar mi cuerpo y pasar la esponja con jabón; no me había dado cuenta que él estaba semi desnudo, sólo traía su bóxer puesto, mientras me ayudaba a bañarme. Una voz de mujer, conocida para mí, se escuchó en la puerta, después de unos cuantos golpes.
—Señor Alejandro, voy a llevarme la ropa de cama del señor Erick, para lavarla…
—Sí, está bien — respondió él con ánimo, mientras tallaba mis piernas — gracias señora Josefina, en unos minutos bajamos, ¿podría por favor preparar el desayuno que le comenté?
—Claro señor, en un momento, solo pondré la lavadora a funcionar.
—¿Señora Josefina…? — susurré.
Mi mente se puso a trabajar un poco en ese momento; debía ser martes, ¿por qué la señora Josefina estaba en mi casa, al mismo tiempo que yo?
—¿Qué hora…?
—Casi las diez de la mañana — respondió Alejandro sin dudar.
—¡¿Las diez?! — pregunté asustado — ¡Mi trabajo! — me puse de pié con rapidez.
Alejandro se incorporó, colocó las manos en mis hombros, ejerciendo presión, obligándome a sentarme en la silla, una vez más.
—No — dijo con seriedad — ya se avisó a tu empleo que no ibas a ir hoy — volvió a ponerse en cuclillas para seguir su labor.
—Pero…
—No te preocupes — sonrió — si algo hubiera salido mal con los datos de EUA, ya hubieran marcado y no lo han hecho — su voz conciliadora no me dio oportunidad para replicar — además, debemos ir al ministerio público.
—¿Al ministerio…? — me quedé en silencio.
Él detuvo sus movimientos, me observó y habló con calma — ayer se levantó la denuncia contra la mujer que nos atacó y casi te mata… — explicó — tomarán tu declaración hoy — prosiguió con seriedad — tus amigos también irán — su voz sonó molesta — ellos declararon ayer que, ya habías comentado del acoso de esa mujer desde hacía varias semanas atrás, así que los del ministerio quieren sus declaraciones oficiales también.
Escuchaba la voz de Alejandro pero no podía asimilar lo que me decía. Él se puso delante de mí, entre mis piernas, tallando con delicadeza mi pecho; el agua se tornaba algo oscura al caer.
—Ayer, pude evitar que te presionaran, no te encontrabas del todo bien y no quería que te estresaras aún más — añadió con ternura — así que a las doce, tienes cita para que declares… — sonrió tratando de cambiar su actitud — también tu secretaria va a ir en la tarde, ya que, cuando marqué para avisar de tu ausencia, ella se ofreció para declarar que, ayer todo el día, esa mujer no dejó de marcar a tu trabajo y su actitud era muy agresiva…
Usó el agua de la regadera para limpiar el jabón excedente y se puso de pie para limpiar mi cabello con el champú.
—Muchos de tus vecinos fueron interrogados anoche mismo — siguió con las novedades sin detener sus atenciones hacia mí — todos dijeron que tú jamás hacías escándalo, que desde hacía mucho tiempo no hacías fiestas y las veces que las hacías, no eras bullicioso — acarició mi mejilla con suavidad y yo cerré los ojos, al sentir que el agua con jabón resbalaba por mi rostro — de igual manera, muchos constataron que jamás en su vida habían visto a esa mujer en tu casa, aunado a eso, tenemos las grabaciones de tu cámara de seguridad del día de ayer, así que — su voz se tornó algo cruel — ella no tiene nada a su favor.
Las manos de Alex recorrían mi cabello con lentitud; en sus movimientos denotaba que disfrutaba lo que estaba haciendo.
—Ya estás listo — anunció al quitar el exceso de jabón — vamos, es hora de que te cambies.
Tomó la toalla, me ofreció la mano y me puse de pié lentamente. Él me secó con delicadeza y me ayudó a salir; me sentó en el asiento de mi vestidor, el que utilizaba para colocarme los zapatos y Alex fue a sacar algo de ropa.
Aún estaba algo confundido, pero, por primera vez, podía apreciar el cuerpo de Alejandro desde otra perspectiva. En su espalda portaba un par de alas, una de ángel y otra de demonio; un tatuaje algo grande que cubría gran parte de su espalda, pero que no había reparado en los últimos días, quizá por el hecho de que yo era quien normalmente le daba la espalda a él; parpadee varias veces, aún sin comprender, pero mi mente no me permitía pensar correctamente.
Miré hacia el otro lado de mi baño, el jacuzzi estaba adornado con velas sin usar, alrededor, también podía notar pétalos de rosas regados; no dije nada, era obvio lo que él había preparado. Alejandro sonrió sarcástico al ver que mi rostro estaba perdido ahí.
—Ayer quería que usáramos tu jacuzzi — se acercó y acarició mi rostro — pero supongo que será en otra ocasión.
Curvé mis labios sin mucha emoción y él me mostro algunos trajes; elegí al azar, me daba igual que ponerme en realidad. Me puse de pie, me coloqué el bóxer, el pantalón, volví a sentarme y me coloqué la camiseta; él me entregó un desodorante y una loción, las utilicé casi como un autómata y después me puse una camisa. Alejandro se puso de cuclillas frente a mí y comenzó a ponerme los calcetines para colocarme los zapatos.
—Alex… — dije su nombre con debilidad, él levantó el rostro y me observó sin decir nada, esperando que yo hablara — ¿dónde…? — un nudo en mi garganta me impedía hablar bien — ¿dónde están Black, Ponch, Tomi y Rocky? — las lágrimas se agolparon en mis ojos, pero trate de no llorar, manteniendo mis parpados abiertos.
Alejandro respiró profundamente, se movió lentamente y quedó de rodillas frente mí; sujetó mi rostro entre sus manos y me observó con infinita compasión.
—Lo siento… — con esa simple frase, mi labio inferior empezó a temblar, pronto rompería en llanto y no quería hacerlo — llamamos a una veterinaria pero, no pudieron hacer nada…
Las lágrimas empezaron a caer y quise alejarme de sus manos, pero él me abrazo para que no pudiera huir y terminé por ceder, hundiendo mi rostro en su cuello; no pude contenerme, me puse a llorar con fuerza, sollozaba y me aferraba a su espalda con desespero.
—Llora… — susurró — fue mi culpa… perdóname… — añadió con tristeza — no pude protegerte, ni a ellos… perdóname — su voz sonó con algo de furia y me abrazó con fuerza — pero te aseguro que no va a volver a pasar.
Seguí llorando por unos minutos más hasta que me calmé; mis ojos ardían y estaba seguro que estaban rojos, pero ya no derramaba más lágrimas.
Alejandro limpió mis mejillas y me sonrió — te pondré los zapatos para poder cambiarme yo también…
—¿Por qué…? — el detuvo sus movimientos ante mis palabras y volvió a posar su mirada en mi rostro — ¿por qué dices que es tu culpa?
—Porque bajé la guardia y no tomé las suficientes medidas que debía… me confié — sentenció con molestia.
—¿Qué quieres decir?
Él sonrió de lado y me colocó un zapato — ayer no llamé solo a la policía — añadió — llamé a mis guardaespaldas — aseguró — la policía siempre trata de arreglar las cosas sin violencia — suspiró — por eso pasan tantas tragedias…
Terminó de colocarme el siguiente zapato, se puso de pie y fue al vestidor, en un área que estuvo antes desocupada, porque era la parte que Vicky usaba cuando vivía; abrió las puertas y había algo de ropa, no mucha en realidad, pero él empezó a cambiarse, después de sacar unas prendas.
—Yo les dije ayer — prosiguió — que me dejaran y regresaran al hotel después de ir por mi ropa, por eso tardaron en llegar… — me miró de reojo — Miguel le disparó a esa mujer en la mano, para que soltara el arma, aunque fue después de todo el daño que había hecho… — sonrió, aunque su mirada mostraba un brillo cruel — debió matarla — soltó con ira — pero… — cambió su semblante, girando para verme y acariciar mi mejilla — logró evitar que te disparara a ti… — un leve olor a su perfume inundó el baño mientras seguía su explicación.
—No… no entiendo…
—Julián y Miguel son mis guardaespaldas más cercanos… no estaban tan lejos en realidad — aseguró — al parecer se quedaron en otro hotel, cerca de aquí, por eso llegaron antes de lo que hubieran llegado, si hubiesen estado en mi hotel, pero no lo suficientemente rápido — se colocó la camisa y tomó una corbata — a veces me desobedecen, pero — sonrió — siempre es pensando en mí, así que, por eso confío en ellos — dijo con total sinceridad — los demás llegaron más tarde, pero apoyaron a la policía evitando que entrara gente indeseable, por eso tus amigos casi no pasan.
—Entonces… tu guardaespaldas…
—Él fue detenido, pero lo liberaron rápidamente — añadió con algo de arrogancia — sólo actuó en cumplimiento de su deber, evitando que su jefe saliera herido, además, todos ellos tienen permiso de portar armas y las mismas son legales… — se alzó de hombros y se sentó para ponerse los zapatos — a diferencia de tu ‘amiguita’.
Aún seguía confundido. Él se puso de pie y sacudió su cabello, caminó al tocador y se peinó con rapidez, dejando su cabello completamente hacia atrás, dándole un aire mucho más serio y maduro. Solo el verlo me provocó un leve sonrojo y negué; ¿por qué Alejandro lograba que perdiera la cabeza de esa manera? En ese momento no quería pensar, tal vez, hubiese sido mejor que él me tomara, me llevara a la cama y me hiciera olvidar en sus brazos todo lo que había ocurrido el día anterior.
—Anda… — su palabra me sacó de mis pensamientos, me ofreció su mano para que me pusiera de pie — debes peinarte, porque hay que bajar a desayunar — sonrió.
Caminé al tocador y mientras terminaba mi arreglo, la puerta de la habitación sonó y la voz femenina de la señora Josefina se escuchó del otro lado.
—Señor Alejandro, el desayuno está listo.
—Ya vamos — respondió con seriedad — gracias.
Se escucharon los pasos de la ella alejándose y él se acercó a mí; pasó sus manos por mi espalda y me besó con fuerza.
—Agradece… — susurró separando sus labios de los míos — que tenemos compromisos… — sonrió cínicamente — de otra manera, no saldrías de esta cama en todo el día.
Asentí hechizado ente su porte y sus palabras; él me sujetó de la mano, entrelazando sus dedos con los míos y volvió a besar mis labios antes de salir de la habitación.
Abajo se escuchaba bullicio, era raro, pues mi casa normalmente no era tan ruidosa, a menos que mis hijos estuvieran ladrando, pero «ellos ya no están…» pensé soltando un suspiro; negué para aclarar mi mente y bajé las escaleras junto con Alejandro.
Al llegar a último escalón, pude observar de qué se trataba el alboroto. Había unas personas colocando cristales nuevos en mis ventanas, otras limpiando los pisos y algunas más arreglando las paredes del comedor y la sala a la vez. Un hombre vestido de negro estaba en la sala, observando con sumo interés los movimientos de las personas que trabajaban.
—Buenos días — Alejandro saludó con confianza y todos respondieron “buenos días”.
El hombre de negro se acercó y pude reconocerlo, era uno de los que nos acompañaron cuando fuimos a desayunar.
—Señor… — dijo con calma — terminarán pronto la limpieza — aseguró.
—Está bien — Alejandro asintió — encárgate de todo.
—Sí — respondió escuetamente y regresó a su lugar en la sala.
Yo no dije nada; cada vez me sorprendía más darme cuenta de lo que rodeaba a Alejandro. Era alguien importante, eso era seguro, pero, ¿qué tan importante? ¿Cuánto poder y dinero poseía?
—Buenos días — la voz de la señora Josefina me sacó de mi aturdimiento y cavilaciones.
—Buenos días — respondí tratando de sonreír.
—Ya está el desayuno — indicó — lo serví en la barra porque, en el comedor también hay gente — dijo con un ademán del rostro hacia los que estaban arreglando la pared que había resultado dañada y por ello, los muebles no estaban en su lugar.
—Gracias — dijo Alejandro.
—Señor — la señora Josefina puso sus manos en la cintura, como una jarra — dígale a su hombre que me permita darles, al menos, agua a estos señores — señaló a los que estaban trabajando — y los de afuera — apuntó hacia la ventana, que aún no tenía cristal y pude observar que había un par de policías y más hombres vestidos de negro — no va a pasar nada por algo de hospitalidad.
Alex asintió y levantó la voz, para que su guardaespaldas escuchara — Julián — él aludido volteo — hazle caso a la señora Josefina — ordenó — si ella dice algo, lo haces y no replicas, ¿entendido? — el hombre asintió — entonces, ayúdale a ofrecer agua y lo que ella quiera, a las personas que están trabajando.
—Gracias — añadió la señora Josefina con una sonrisa.
—De nada — Alex le guiño un ojo y se encaminó a la cocina — usted sólo dígame, si alguno de ellos no le hace caso, nos lo ‘ejecutamos’.
—¡Ay!, no diga eso — ella negó — solo quiero ofrecerles algo, porque, por lo que escuché, los señores de afuera están aquí desde anoche, ya que no han venido sus relevos y está haciendo mucho frío, pobrecillos — dijo con algo de compasión.
Ella siguió a Alejandro y yo los seguí a ambos, hablaban con mucha confianza; no lograba comprender a qué se debía tanta familiaridad. Miré en la mesa el sobre que el día anterior no había alcanzado a leer y lo tomé en mis manos; caminé a la barra mientras la señora les ofrecía comida y agua, tanto a los trabajadores, como a los que estaban cuidando la casa, desde afuera.
Miré el desayuno; huevos estrellados, tocino frito, hotcakes, jugo y pan tostado. Mi estómago se revolvió y me dio asco, logrando que la náusea por el simple olor, hiciera que casi devolviera lo que sea que tuviera en mi estómago en ese momento.
—A desayunar, se nos hará tarde si no nos apresuramos — Alejandro se sentó en un banquillo alto y empezó a comer.
—Es… es mucho — mi voz sonó con desagrado, mientras arrugaba la nariz.
—Lo sé, pero es necesario, ayer no comiste, ni cenaste, ahora come — ordenó y su voz autoritaria me cimbró.
Me senté en el banquillo y observé para todos lados; la señora Josefina volvía a la cocina a servir unas tazas de chocolate caliente.
—¿Mi café? — pregunté levantando una ceja.
Alejandro iba a responder, pero la señora Josefina lo hizo primero.
—¡No, señor! — dijo molesta, palmeando la barra — el señor Alejandro ya me dijo que ayer no comió, ni cenó, así que usted no toma café hasta que coma algo o le puede caer mal — me señaló con el índice — y le arderá el estómago, así que, cómase todo lo que está frente a usted, cuando termine, hablamos de su dichoso café, que por una mañana que no lo beba, no se va a morir.
El tono mandón de ella, me obligó a asentir sumiso y llevarme un bocado de comida a la boca. Alejandro sonrió de lado al verme, pero no dijo una sola palabra; sabía que se estaba burlando de mí, especialmente por su mirada maliciosa. Lo observé con molestia pero no repliqué.
Mientras comía, Alejandro estaba a mi lado y la señora Josefina iba y venía por toda la casa, ofreciendo chocolate y algo de desayunar. Así, me di el tiempo de abrir el sobre que el día anterior no había podido revisar; comencé a leerlo, mientras desayunaba.
“Señor Erick. ¿Usted cree que soy tonta? Bueno, si es así, déjeme aclararle que no lo soy. Usted puede decir que el señor Alejandro es un simple amigo suyo y si quiere que lo trate de esa manera, lo trataré como a sus amigos que vienen cada fin de semana; pero la mancha de la sala no puede mentirme…”
Me ahogué con la comida que tenía en la boca y busqué el vaso de jugo para tomar un poco.
—¿Qué pasa? — Alejandro me dio unas palmaditas en la espalda, un poco preocupado — ¿estás bien?
—Sí… sí… — bebí algo más de jugo para seguir leyendo, mientras sentía que el calor cubría mis mejillas.
“…y menos, si el mismo tipo de mancha estaba en la camiseta del señor Alejandro cuando se presentó ante mí…”
Al leer esa frase, miré a Alejandro con inquietud; mi rostro ardió más al tener un recuerdo fugaz de todo lo que habíamos hecho el domingo.
“…y en la sobrecama de su habitación; de igual manera, recuerde que yo arreglo su cama todos los días y la de sus amigos cuando se quedan a dormir, por lo cual, para mí es muy notorio cuando una cama en realidad no se usa…”
Apreté mi mandíbula al recordar que el día anterior había quitado las cobijas de la cama de invitados para que ella no sospechara nada y pensara que yo había dormido ahí; debí haber imaginado que, solo quitar las cobijas no iba a ser tan convincente como deseaba.
“…pero está bien, no se preocupe, a pesar de ser vieja, aunque no tanto como usted cree en realidad, no soy tan cerrada de mente. Tengo un hijo ‘gay’ como les llaman ahora y hasta se viste de mujer, yo le hago los vestidos, así que, estese tranquilo…”
Saber eso de la señora Josefina me impresionó, jamás lo había imaginado; tal vez por eso conocía muy bien esas ‘manchas’.
“…Por favor, no trate de mentirme así, parece que no me tiene confianza. Yo no soy quién para juzgarlo, es su vida y me consta que usted es una buena persona, así que, tranquilícese, que esta ‘anciana’ no andará, ni divulgando sus cosas, ni juzgándolo a usted.”
Terminé de leer la nota y me quedé sin moverme. Ella estaba frente a mí como si nada, haciendo desayuno para las personas que estaban en mi casa y yo, no creía que podría verla a los ojos nuevamente.
—Erick…
La voz de Alejandro hizo que me sobresaltara y bajé la nota con rapidez — ¿sí? — respondí nervioso a su llamado.
—Termina de comer — me apresuró — se hace tarde y debemos llegar temprano a nuestra cita.
—Sí, ya voy… lo siento.
Guardé la nota en el sobre y la eché en el bolsillo de mi saco; después seguí comiendo, apresurándome para salir lo más pronto posible. Alejandro se puso de pie y llevó su plato al lavatrastos.
—Iré arriba — anunció y se encaminó a las escaleras.
Yo seguí comiendo pero mis movimientos eran más rápidos, tratando de no tardar más de lo necesario.
La señora Josefina me sirvió más jugo; levanté mi vista pero, la desvié antes de llegar a sus ojos — gracias… — dije despacio.
—Es una buena persona… — dijo sin más, logrando que levantara mi rostro, desconcertado — el señor Alejandro — añadió al ver mi semblante — es obvio que se preocupa mucho por usted y todo lo que lo rodea — dejó la jarra en el refrigerador y volvió a la estufa — igual que su difunta esposa — aseguró.
«Vicky…» me quedé en silencio; la comparación era extraña, pero debía admitir que ella siempre buscó mi bienestar en todo, «igual que Alex lo hace ahora…»
—¿Terminaste?
Me puse de pié de un salto al escuchar la voz de Alejandro detrás de mí; voltee a verlo y su rostro estaba serio.
—Sí… — sonreí nervioso.
—Entonces, ve a terminar de arreglarte para irnos — sonrió — no tardes.
Asentí y corrí para subir las escaleras. Llegué a mi habitación y entré con rapidez al baño, tomé mi cepillo de dientes y me lave concienzudamente, también necesitaba rasurar mi barba, pero no tenía tiempo; las palabras de la señora Josefina retumbaron en mi mente «igual que su difunta esposa…», me quede embelesado por unos momentos pero pronto, recobré el sentido del tiempo y seguí con lo que hacía, con algo de prisa.
Bajé las escaleras pero no vi a Alejandro; antes de preguntar, el guardaespaldas que estaba en la sala habló.
—El señor De León está afuera.
—Gracias — iba a salir cuando la señora Josefina me detuvo
—Señor, su gabardina — salió de la cocina, agarró una gabardina que estaba en una silla y me la llevó.
—Gracias — sonreí al recibirla y colocármela.
—Cuídese.
Asentí y en ese momento, la voz de uno de los trabajadores se escuchó, pidiéndole a ella un poco más de bebida; parecía que todos habían tomado un descanso para desayunar, exceptuando el hombre de negro que seguía de pie entre la sala y el comedor.
Salí de la casa y la imponente imagen de Alejandro me hizo estremecer un poco. Él ya traía su gabardina puesta; tenía un rostro serio y altivo. Estaba frente a varios hombres, algunos incluso, con el plato del desayuno en la mano, pero sin comer delante de él; Alex daba indicaciones rápidas a todos, incluyendo a los policías. Ahora había dos patrullas más, al parecer, los relevos de los agentes habían llegado, pero como estaban desayunando, no se habían ido.
Alejandro me observó — adelántate — indicó el camino con un ademán del rostro y yo solo acerté en asentir.
Su voz era demasiado autoritaria, podía hacerme estremecer con una simple palabra, pero las sensaciones que me provocaba me gustaban. Caminé hacia el automóvil que estaba estacionado afuera de mi casa; otro hombre de negro me abrió la puerta del coche para que ingresara, pero me detuve un momento antes de hacerlo, observando alrededor; el área parecía acordonada y alrededor de mi casa, había varios sujetos vestidos de negro y con gabardinas, pero todo parecía tranquilo.
La mano de Alejandro se posó en mi hombro — ¿por qué no has entrado? — un escalofrío me recorrió y giré mi rostro para verlo.
Parecía molesto. No dije nada y entré, él me siguió después; el hombre que estaba afuera cerró la puerta y entró al asiento del conductor, no dijo nada y encendió el auto después de que alguien más se introducía en el asiento del copiloto.
Miré al exterior por la ventana — todo está tranquilo — susurré.
—Sí — dijo él sin mucha emoción.
Alejandro estaba sentado, recargando su codo en la puerta, viendo al exterior también.
—Alex… — lo llamé con debilidad.
Él giró su rostro y yo le sonreí, pero no recibí respuesta a mi gesto, simplemente me observó con seriedad.
—No vuelvas a hacerlo — su voz era seria y mostraba molestia en su mirada.
—¿Qué cosa?
—Te dije que te adelantaras, no debiste quedarte afuera del auto — señaló — ¿sabes en qué situación estás ahora? — preguntó con el disgusto reflejado en su voz — desde ayer los noticieros hablan de lo que ocurrió, los reporteros se agolparon en la casa preguntando por ti y queriendo una exclusiva, por eso hay policías, para evitar que se acerquen — añadió — todos los periódicos de la ciudad, especialmente los de nota roja, dedicaron la primera plana para la noticia — apretó el puño — el teléfono de tu casa empezó a sonar desde la noche, tuve que mandar que lo desconectaran porque no dejaban de fastidiar, eran demasiadas las personas que preguntaban por ti — negó — muchas de ellas, al parecer, eran de las sociedades protectoras de animales que mencionaste, hay mucha gente indignada por las acciones de esa mujer hacia tus mascotas — suspiró — y debido a que yo me encontraba contigo, ahora eres mucho más ‘popular’.
Me quedé sorprendido ante todo lo que había dicho, no tenía idea de la magnitud del asunto; cuando pude procesar la información, un destello de cordura logró que recordara algo importante y me preocupó.
—¿Mi familia?
—Están tranquilos — sonrió de lado — la señora Josefina habló con tu mamá en la mañana, antes de desconectar el teléfono de nuevo, le dijo que estabas bien así que ella se quedó sin preocupación — eso me tranquilizó, aunque él giró su rostro para verme con seriedad — pero cuando se enteren que estoy contigo, no sé qué puedan decir… — la expresión en su rostro me dijo que en verdad le inquietaba.
Solté una leve risa — no te preocupes — dije con rapidez — es probable que ni siquiera sepan que tú eres aquel chico de la preparatoria, te lo aseguro — me alcé de hombros — y aunque lo supieran, toda mi familia tiene sus asuntos y desde hace mucho no se meten conmigo, por eso no los frecuento, aunado a eso, la mayoría están algo lejos cómo para que les importe — finalicé.
Apenas terminé de hablar, sentí la mano de Alejandro en mi brazo; giré mi rostro y él me jaló, dejando mi cabeza en sus piernas, inclinándose hasta mí y besándome lentamente.
—Alex… — susurré nervioso y apenado — tus…
—No te preocupes, no dirán nada, además, ellos saben que eres importante para mi — sonrió y acarició mi rostro con delicadeza — recuérdalo, ahora estás mucho más seguro conmigo y con ellos cerca, que con nadie más.
Esas palabras, la forma en que las dijo, la manera en que me trataba… era una sensación única y diferente; me trastornaba de una forma que nunca imaginé y poco a poco, provocaba que por instantes, mis inhibiciones se perdieran.
Mi mano se movió y la pasé a su nuca, lo acerque a mí y lo besé con desespero; él pareció sorprenderse, pero respondió mi beso con el mismo deseo. Nuestras lenguas se enredaron, un escalofrío me estremeció mientras sentía que el calor de mi cuerpo aumentaba; él se separó de mí antes de que empezara a gemir y yo entreabrí mis ojos para verlo. Alejandro tenía una expresión tranquila en su rostro, aunque sus ojos brillaban de forma perversa.
—‘Conejo’ travieso — sonrió — si pudiéramos desviarnos de nuestro destino, te aseguro que no me importaría desarreglarte — ladeo el rostro, mientras pasaba su pulgar por mis labios aún húmedos, debido a la saliva de ambos — pero no se puede, te dije que tus amigos estarían esperándonos en el ministerio público, aunque… — se relamió los labios — deberías mostrar esa faceta tuya con más frecuencia.
Esa sonrisa cínica que adornaba su rostro logró sonrojarme; siempre que me miraba de esa manera parecía desnudar no solo mi cuerpo, sino mi alma.
—Lo… lo siento… — dije y me incorporé — no debí…
—Corrección, no es que no debieras, simplemente no es el momento…
—Ni el lugar — añadí.
—El lugar no me importa, yo podría poseerte en plena calle pero, tal vez, eso te incomodaría un poco, no tienes tipo de exhibicionista — sonrió y se acomodó la ropa.
Lo miré sorprendido ante su frase, que la dijera en voz alta consiguió que la pena me invadiera; sabía que eso lo habían escuchado nuestros acompañantes con claridad. Giré el rostro para verlos pero no parecían incomodos, incluso, podía asegurar que ni siquiera pusieron atención.
Me acomodé en mi asiento y Alejandro sacó un celular del bolsillo de su saco — toma — me lo dio — te llaman.
Al agarrarlo, me di cuenta que era mi celular y en la pantalla aparecía el nombre ‘Luís’— ¿por qué…?
—Porque tú andas distraído, sabía que ni siquiera te acordarías de traerlo, contesta — me apresuró y respondí la llamada.
—¿Sí?
—“… ¿Dónde estás?...” — su voz era autoritaria y fría
—Buenos días, Luís — dije sarcástico, denotando la molestia que me causó el tono que usó.
—“…Disculpa…” — escuche un suspiro del otro lado del auricular — “…es que, tu amigo dijo que hoy tenías que estar en el ministerio a las doce, para tu declaración y ya casi es hora…” — su voz volvió a sonar algo molesta.
—Sí, ya casi llegamos… — dije serio — si Alejandro dijo que estaría allá a las doce, no tienes que preocuparte — añadí seguro — ahí estaré.
No escuché nada por un momento, parecía que se había cortado la comunicación — ¿bueno? — insistí.
—“Está bien…” — Luís volvió a hablar — “…solo te aviso que Daniel, Víctor y yo, ya estamos aquí y es probable que nos pasen primero… nos vemos.”
No me dejó decir nada más y colgó.
—Pero, ¿qué le pasa? — su actitud me había molestado.
—Está enojado — Alejandro sonrió — desde ayer lo está.
—¿Por qué? — pregunté intrigado.
—Anoche quería quedarse en tu casa — se alzó de hombros — pero no le permití discutir, al decirle que no había nada que pudiera hacer, además, yo me quedaría contigo mientras la policía y mi servicio de seguridad, protegían la casa durante la noche — me observó de reojo con malicia — después de todo, estoy de invitado en tu casa por algunos días, no serviría de nada que él también se quedara, ¿o sí?
Todo lo que dijo tenía un fundamento valido que nadie podía refutar — pero sigo sin entender, el por qué su molestia.
La mano de Alejandro se movió con rapidez, me sujetó por el mentón y me movió con fuerza hacia él; me besó y se alejó, relamiendo sus labios.
—Te lo dije el otro día, pero no quieres aceptarlo — iba a replicar sus palabras pero no lo permitió, acallando mi voz con otro beso, que duró más que el anterior — llegamos… — dijo tranquilo y limpiando mis labios con su pulgar.
El automóvil se detuvo y los hombres que iban con nosotros descendieron. No abrieron las puertas hasta que llegaron otros sujetos, de igual manera, vestidos de negro; no me había dado cuenta que un automóvil nos seguía.
Todos rodearon el automóvil y evitaron que los reporteros se acercaran; agradecí que los vidrios polarizados no permitieran que se viera desde afuera, de no ser así, todos hubieran visto el último beso que Alex me había dado. La puerta se abrió y Alejandro descendió primero, sonriendo para los reporteros y acercándose a ellos.
Cuando yo salí, uno de sus hombres me tomó del brazo con delicadeza — sígame, por favor — murmuró y yo, simplemente lo seguí.
Alejandro hablaba con los reporteros con calma y paciencia, respondiendo las preguntas, pero no alcancé a escuchar lo que decía. En el camino hacia el edificio, alcancé a notar que había una valla perimetral más lejos, impidiendo el paso, además, varias personas la rodeaban; muchas tenían pancartas y alcancé a ver algunas con imágenes de perros.
Me detuve por un instante, en un acto reflejo, pero las palabras que Alex había dicho en mi casa, me obligaron a seguir subiendo las escaleras con rapidez.
—Esa gente quiere que se le castigue a la mujer que lo atacó en su casa, por maltrato animal — dijo el hombre que me iba guiando — como es un delito en este estado y debido a la manera de matar a sus mascotas, es muy probable que suceda.
No dije nada, los recuerdos llegaron a mi mente y no quería profundizar en ellos, me dolía simplemente pensar en mis hijos y lo que sufrieron al morir. Cuando estuve dentro del ministerio, me di cuenta que no había mucha gente en realidad; ni un solo reportero estaba presente y me sentí aliviado por ello.
—El señor De León solicitó que no hubiera presente, gente ajena al asunto en cuestión, ni a las instalaciones.
—Entiendo — susurré ante la explicación de la persona que me iba guiando.
En la recepción principal, nos indicaron el camino y me llevaron a una sala privada, donde me encontré con Víctor y Daniel; ahí había una puerta grande y una joven estaba cerca de misma, sentada en un escritorio, parecía ser la secretaria encargada. Víctor fue a saludarme efusivamente.
—¡‘Bro’! — sonrió, extendiendo la mano para saludarme y después me abrazó — ¿cómo andas?
—Bien — respondí con calma — mejor de lo que se pudiera esperar.
Daniel se acercó y también me saludó con un abrazo — la verdad, ayer te mirabas mal, pero me alegra que estés mejor hoy — sonrió — tu semblante es mucho más tranquilo…
—Gracias — miré hacia los lados — y, ¿Luís?
—Acaba de pasar a que le tomaran la declaración — respondió Daniel — Víctor pasó primero.
—Sí, dijo que quería irse pronto — Víctor se alzó de hombros y tomó asiento — está muy extraño.
—Sí, lo está — Daniel me miró de reojo — deberías hablar con él.
—¿Para qué? — pregunté con molestia — cuando me marcó fue muy cortante…
—También con nosotros está molesto — Víctor me observó — anoche me dijo que era un idiota.
—“Un idiota que se deja llevar por las apariencias…” — añadió Daniel mientras se sentaba a un lado de Víctor.
—¡Ey!
—Cálmate — se recargó en la silla — yo no creo que te dejes llevar por las apariencias…
—Gracias — sonrió Víctor.
—Pero sí eres un idiota — terminó Daniel con media sonrisa.
Víctor no dijo nada, solo lo miró con molestia.
—¿Por qué Luís dijo eso? — me senté a lado de Daniel, tratando de volver al tema principal.
—Porque Luís es un poco desconfiado — señaló Daniel — así que, no confía en tu nuevo amigo.
—No es nuevo — aseguré — lo conozco desde hace años.
—Y, ¿por qué no lo mencionaste antes? — Víctor me observo levantando una ceja — ¿sabes que, usando su nombre, podríamos haber conseguido cosas?
—¿Cosas? — Daniel lo miró intrigado — ¿Qué tipo de cosas?
—No sé… — miró al techo y después sonrió ampliamente — tal vez, entrar al cine gratis o descuentos en algunas tiendas, o entrar a un ‘Table Dance’ y conseguir una… — hizo un ademán con las manos dibujando el contorno de una mujer — de las ‘Vips’, un poco más baratas.
Reí al ver cómo Daniel negaba resignado.
—No lo mencioné — respondí en medio de la risa — porque tenía años que no lo veía — expliqué — nos encontramos hace algunos días, Alejandro está de paso por la ciudad y al parecer, estaba quedándose en un hotel, pero cuando me llevó a casa y mencionó que estaba grande, le ofrecí quedarse — los observé con cariño — igual que mi casa es la casa de ustedes y pueden quedarse cuando quieran.
Daniel asintió — lo sabemos — ladeó el rostro.
—Sí, ‘bro’, lo sabemos, no tienes que explicarnos.
—Aunque… — Daniel me observó con seriedad — tal vez deberías explicarle a Luís — solté un suspiro molesto y mi amigo prosiguió — entiéndelo, es desconfiado, es todo — sonrió conciliador — necesitas decirle que todo está bien para que se calme, además, si lo que dices es cierto, tu amigo solo estará unos días en tu casa, ¿no quieres que las cosas funcionen? — lo miré confundido — ya sabes, me refiero a que tu amigo se integre con nosotros también.
—Sí y que nos lleve a unos ‘Tables’
—¡Ya olvida lo de los ‘Table Dances’! — Daniel levantó la voz y la joven del escritorio giró el rostro al escuchar las últimas palabras; mi amigo se sonrojó y guardó en silencio, desviando la mirada.
—Bien — asentí — hablaré con él, se los aseguro.
La puerta por donde entré, se abrió y Alejandro ingresó a la sala con alguien detrás de él.
—Buenos días — saludó formal, mientras se quitaba la gabardina para quedar sólo con su saco; el hombre que lo seguía tomó la gabardina y salió de la sala — llegaron temprano — comentó casual con una sonrisa en sus labios — disculpen la demora, pero Erick no pudo levantarse temprano por los sedantes — aseguró sin lugar a dudas — la señora Josefina tuvo dificultades para que despertara.
Me sorprendió escucharlo y verlo; su rostro y acciones eran tan calmados que no parecía denotar nada de inseguridad en ellos. Nadie podría dudar de esas palabras tan claras y serenas, ¿cómo podía lograr eso?
—No hay problema — Daniel se puso de pie y lo saludó, a diferencia del día anterior, se comportó más amistoso.
Víctor volvió a saludarlo con un abrazo — no te preocupes, ‘bro’, supusimos que Erick no estaba del todo bien — se separó de Alejandro y volvió a su asiento.
—¿Dónde está su compañero? — Alejandro se sentó a mi lado — creí que estaría aquí, por la llamada que Erick recibió en el automóvil.
—¿Luís? — Daniel se sentó también — declarando.
—¿Por qué? — pregunté — no era necesario.
—En realidad, sí — Alejandro sonrió — es necesario tener todas las pruebas para que esa mujer no quede libre con facilidad, no está bien mentalmente y si algunas personas saben que te acosaba desde hace tiempo, mejor que quede asentado para que no tengas problemas después.
—¡Esa mujer está loca! — acotó Víctor — aún recuerdo cuantas veces te marcaba los sábados, tenías que apagar tu teléfono.
—Ya sabíamos que está loca — añadió Daniel — pero nunca pensé que llegaría a esos límites.
Suspiré — lo que pasó fue mi culpa por no poner un alto antes — negué.
—No podías saber lo que iba a suceder — Alejandro hablaba con seriedad, cualquiera que lo escuchara podría decir que era un verdadero amigo dando su apoyo, pero nadie podría imaginar algo más, ni por sus palabras, ni por su conducta intachable delante de los demás — simplemente fue algo que pasó.
—¡Cierto, ‘bro’! Alejandro tiene razón, tú no tienes la culpa.
Víctor estaba hablando cuando Luís salió por la puerta del fondo.
Observó cómo los cuatro estábamos platicando tranquilamente y su mirada se cruzó con Alejandro; ambos se quedaron en silencio y pude notar cierta tensión entre ellos. Luís tenía un rostro serio, casi con ira y sus puños estaban cerrados; Alejandro al contrario, estaba relajado, sentado en la silla y una sonrisa curvaba sus labios, más el brillo en sus ojos parecía un claro reto para Luís.
—Buenos días — Alejandro habló con calma y se puso de pie para ofrecerle la mano, cuando Luís se acercó hacia nosotros — me alegra que estés aquí.
El semblante de Luís no cambió en lo absoluto, mientras estrechaba la mano de Alex.
—De nada — dijo con voz ronca.
Noté como ambos ejercían presión en el saludo; algo no me agradó en esa forma de saludarse que pretendía ser amistosa, pero era obvio que no lo era en realidad.
—Luís — lo llamé con suavidad y giró su rostro hacia mí.
Alejandro y él se soltaron; Luís caminó hacia mí — ¿te sientes mejor? — preguntó sin emoción.
—Sí — asentí.
La joven del escritorio llamó a Daniel.
—Con permiso — dijo él, levantándose de su asiento y yendo a la habitación.
—Los espero afuera — anunció Luís.
—¿Afuera? — Víctor se sobresaltó — ¡Estás loco!, debe hacer mucho frío, la gente trae suéter o chamarra. Tú sólo traes ese saco.
—En el pasillo — Luís lo observó de reojo — sólo estaré en el pasillo, además, mi chamarra está en mi automóvil, puedo ir por ella si la necesito.
Caminó sin decir más y salió por la puerta por la que habíamos llegado.
—Vuelvo… — anuncié.
Víctor y Alejandro asintieron y se quedaron platicando. Salí, tratando de dar alcance a Luís, pero él se había quedado recargado a un lado de la puerta.
—Sabía que me seguirías — dijo despacio.
—¿Qué te pasa? — pregunté directamente — tu comportamiento no es el de siempre.
—No me pasa nada — negó — sólo estoy preocupado.
Se notaba que no me mentía pero no entendía su preocupación.
—¿Por qué estás preocupado? — inquirí curioso.
Levantó una ceja y me observó fríamente — ayer, una mujer casi te mata — sentenció — ¿no crees que es suficiente para preocuparme? — suspiró — Erick, eres demasiado ingenuo.
—Escucha, sé que fue mi culpa, pero te aseguro que todo estará bien, además, Alejandro…
—Ese es otro asunto — interrumpió — tu pareces muy confiado en Alejandro — arrastró el nombre con la voz — Víctor e incluso Daniel ya confían en él, pero yo no — aseguró.
—¿Qué tienes en su contra? Según recuerdo, se ha portado bien contigo, ¿no es así?
—Sí, lo ha hecho — dijo con enojo — pero no es por eso, ¿no lo entiendes?
—¿Qué? — pregunté cruzando mis brazos.
—Escucha… — se acercó a mí y me sujetó por los brazos — Erick, ese hombre está siempre rodeado por guardaespaldas, eso es muy extraño, incluso, podría ser peligroso que esté cerca de ti, ¿no lo crees?
—Luís… — negué — Alejandro es una persona que tiene un trabajo muy importante, es alguien que tiene mucho dinero y viaja a muchos lugares, obviamente necesita protección.
—Erick, ¡abre los ojos! — pidió casi con desespero — no son simples guardaespaldas, parecen más matones a sueldo, además, no son uno o dos, son más de veinte.
—Luís, por favor…
—Erick, anoche que llegamos a tu casa, los guardaespaldas daban las órdenes ¡en vez de los policías! — su voz sonaba alarmada — no nos dejaron entrar, hasta que tú ‘amigo’ dio permiso.
—Luís… — miré hacia el techo — Alejandro sólo trataba de ayudar.
—No, Erick, no es eso, ¿por qué no eres objetivo? — preguntó un tanto frustrado — ese hombre quiere ser quien mande en cualquier lugar donde esté presente, ¿acaso no lo ves? Incluso ahora está siendo el dirigente de tu vida y tus acciones, ¿no te has dado cuenta?
Indiscutiblemente, Alejandro siempre había sido una persona a quien no le gustaba que le dieran órdenes, era posesivo con lo que le rodeaba y ciertamente, no le gustaba perder, pero eso nunca me importó y después de lo que había sucedido entre nosotros con anterioridad, menos me importaba.
—Luís… — sonreí para tranquilizarlo — es posible que Alejandro sea un poco arrogante, pero, fue mi mejor amigo desde la secundaria y toda la preparatoria, además…
—Tú lo has dicho — me interrumpió con rapidez — en la preparatoria, ¿cuántos años tienes que no lo mirabas? ¿Diez? ¿Doce? ¿Cómo sabes que sigue siendo el mismo? ¿Cómo sabes que no es peligroso? — se notaba un poco alterado.
—No es el mismo — afirmé — pero yo tampoco soy el mismo de hace tanto tiempo — lo miré con seriedad — ni tú, ni Daniel, ni Víctor son iguales a cuando estábamos en la universidad, ¿o sí? Y es hace menos tiempo, pero — me puse firme ante él — no me importa cuánto tiempo pasó, Alejandro es mi amigo — dije con seguridad.
Luís se quedó en silencio pero estaba enojado, se notaba en su actitud, así que tenía que buscar la manera de calmarlo.
—Tú y yo somos amigos, ¿cierto? — pregunté.
—Sí, lo somos — dijo con rapidez.
—Entonces, responde — lo señalé con el índice — si por cuestiones de la vida, nos dejamos de ver por años y nos volvemos a encontrar después, seguiríamos siendo amigos, ¿no es así?
Él se quedó en silencio y desvió la mirada.
—¡Responde! — presioné.
—Sí, pero…
—No hay ‘pero’ — interrumpí — es la misma situación.
Luís suspiró de manera frustrada — bien, no insistiré, pero no me obligues a confiar en él — pidió con molestia — lo trataré como un amigo si en verdad me doy cuenta que no es peligroso para ti — se alejó de mí y metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
Reí ante su actitud — pareces mi mamá — dije con diversión — vamos…
—No — negó — prefiero quedarme.
—¿Estás seguro?
—Sí — asintió.
—Está bien, pero, si no le das una oportunidad — dije refiriéndome a Alejandro — nunca vas a dejar de pensar como lo estás haciendo ahora.
Después de eso, me alejé de él, abrí la puerta y entré nuevamente a la sala. Víctor estaba muy animado platicando con Alex y él también parecía muy entretenido.
—…esa vez Erick, Daniel, Luís y yo, cambiamos un letrero del baño de hombres por el de mujeres y viceversa — contó — obviamente los que ya teníamos algunos semestres ahí, no íbamos a caer, pero los novatos de la facultad, cayeron redonditos — rió con fuerza — las chicas salían gritando ¡Aaaaah! tapándose los ojos y los hombres salían disculpándose…
Alejandro estaba riendo también.
—Víctor — lo llamé con seriedad
—¡‘Bro’! — se puso de pie animado — Alejandro dijo que si queríamos, podíamos ir a la inauguración de su hotel el viernes, ¿tú que piensas?
Voltee a observar a Alex sorprendido — ¿de verdad? — pregunté levantando una ceja — debe ser una recepción muy lujosa e importante.
—Claro que sí, Víctor quiere conocer chicas guapas — asintió — además, parece tener un sinfín de anécdotas de la universidad y por lo que me ha contado, cambiaste mucho después de la preparatoria.
—No hagas caso — negué — Víctor exagera — aseguré y mi amigo iba a replicar, pero lo callé antes de que dijera algo vergonzoso — no digas nada — dije en tono de amenaza — pero… — cambié el tema de conversación con rapidez — supongo que habrá que ver que dicen Daniel y Luís, sobre la recepción…
—Yo los invito personalmente — Alejandro sonrió — además, tendré que darles en los próximos días las invitaciones, no podrán entrar a la recepción sin ellas.
—¡Sí! — Víctor gritó al momento que Daniel iba saliendo por la puerta.
—Tan escandaloso como siempre.
—¡‘Bro’! — lo señaló con sus índices — ¿verdad que si quieres ir a una fiesta de gala, para conocer chicas?
—¿De qué demonios hablas?
—¿Te gustaría asistir a la inauguración de mi hotel, este viernes? — preguntó Alex con una sonrisa en los labios.
—¿De tu hotel? — preguntó incrédulo.
En eso una voz femenina nos interrumpió.
—Disculpen… — hablo con seriedad — ¿señor Erick Salazar? — preguntó mientras nos observaba a Alejandro y a mí.
—Soy yo — respondí.
—Pase, por favor.
—Vuelvo… — anuncié.
Los tres se quedaron platicando mientras yo iba al lugar donde me indicó la chica. A diferencia de lo que imaginé, era un lugar pulcro y grande; había un hombre mayor, con semblante serio y un traje oscuro, de pie, esperándome y aparte, otro hombre más joven sentado frente a un escritorio, con una computadora.
—¿Erick Salazar? — pregunto el hombre mayor.
—Sí, soy yo.
—Un placer — dijo ofreciéndome la mano a manera de saludo — soy el Licenciado Pedro Menchaca.
—Un gusto — lo saludé de mano.
—Tome asiento por favor, tomaremos su declaración, esta es confidencial y lo haremos en esta sala por petición especial del señor De León, quien ha dispuesto que todo sea de esa manera.
Me sorprendió lo que comentó el hombre frente a mí, si era una petición de Alex, ahora entendía porque no era como me lo había imaginado, aun así, no tuve mucho tiempo de pensar en esas banalidades, pues rápidamente iniciamos con mi declaración.
Tuve que relatar cómo había conocido a Melissa en una fiesta, que salimos un par de veces pero simplemente en plan de amigos; jamás la llevé a mi casa, ni se la presenté a nadie de mis familiares o amigos, cómo para que ella pensara que podíamos formar una pareja o tener una relación formal. Admití que había tenido relaciones con otras mujeres pero, de igual manera, nunca había sido nada serio. Así mismo, detallé las llamadas que recibía de parte de Melissa y el cómo me había llamado el día del incidente a mi empleo, poniendo nerviosa a mi secretaria en el transcurso del día. También tuve que tocar el tema de la muerte de mis mascotas, debido a que, al parecer, Alejandro no sólo puso una denuncia por agresión y acoso, sino que también ingresó la de maltrato animal, por la muerte de ellos.
Estuve largo rato dando detalles, explicaciones y respondiendo preguntas; al terminar, el hombre me dijo que eso iba a ser todo, pero la firma de la declaración iba a ser al día siguiente.
Nos despedimos y salí por la puerta. Alejandro se puso de pie al verme salir; estaba solo.
—¿Estás bien? — preguntó conciliador.
—Sí — sonreí — estoy muy bien.
—¿Cómo te trataron?
—¿Cómo me trataron? — levante una ceja.
—¿Te presionaron? — especificó.
—No — negué — fueron muy amables.
—Me alegro.
—¿Dónde están los demás?
—Ya se retiraron — se alzó de hombros — tu amigo Luís parecía muy incómodo así que, se fue muy pronto, Daniel y Víctor dijeron que tenían trabajo, así que también tuvieron que irse.
—Supongo que me quedaré solo — suspiré
—¿Por qué? — preguntó intrigado.
—¿No declararás tú?
—No — sonrió — yo declaré ayer, al momento de poner las demandas, así que, ya podemos irnos.
—¿De verdad?
—Sí, no voy a dejarte solo, vamos.
Nos despedimos de la secretaria y salimos de la estancia. Cuando los guaruras de Alejandro nos vieron, caminaron hacia nosotros; pude reconocer a Miguel caminando entre ellos.
«Debería agradecer…» pensé, pero a la vez negué, tal vez no era ni el momento, ni el lugar; tendría que buscar la oportunidad de hacerlo después.
Salimos del Ministerio y nuevamente los reporteros se agolparon para hacer preguntas. Los guardaespaldas evitaron que se acercaran mucho y nos guiaron hacia el automóvil; yo entré al auto mientras Alejandro se quedaba un poco más con ellos.
—Ya hablé con ustedes hace unas horas — su voz era seria — dije todo lo que tenía que decir, el señor Salazar no está en condiciones de declarar todavía por lo delicado de la situación, cuando esté listo, se les informará para dar una rueda de prensa, con permiso.
Se despidió y entró al automóvil. Dos hombres entraron después de él en la parte delantera y emprendieron la marcha, mientras los demás evitaban que los reporteros se acercaran demasiado al auto.
Cuando nos alejamos, Alejandro se aflojó el nudo de la corbata — son molestos — dijo con desagrado — pero no podemos tratarlos mal porque si no, todo el mundo critica.
—¿De verdad…? — lo observé confundido — ¿de verdad daremos una rueda de prensa?
—Esperemos que no sea necesario — me guiño el ojo — solo quiero esperar a que se calmen los ánimos — sonreí más calmado y él siguió hablando — espero que te prepares — me observó y sonrió cuando mi vista se posó en él — ya están tus amigos invitados a la recepción.
—¿Los tres aceptaron?
—Sí — se recargó en el asiento — aunque Luís no parecía muy emocionado, si dijo que sí fue porque Víctor y Daniel insistieron.
—Ya veo y, ¿por qué quieres que me prepare?
—Porque tú también iras — aseguró
—¿Qué?
—Claro, si hice esto fue con la firme intención de asegurarme que tú fueras.
—A veces, eres algo maquiavélico.
—No tienes idea de cuánto… — esa frase me hizo estremecer sin saber por qué — también — prosiguió — les aseguré que los acompañaría a un ‘Table Dance’ — se alzó de hombros— no es que me interesen mucho, pero Víctor parecía emocionado.
—Creo que tiene cosas extrañas en mente — tenía algo de vergüenza.
—¿Cómo qué?
—Piensa que si tú vas, pueden darnos descuento — dije con diversión.
Alejandro rió —probablemente tiene razón — aseguró con una sonrisa fría en su rostro.
Uno de los hombres que iba adelante habló.
—Señor, ¿vamos a la casa o al otro lugar?
—A la casa.
—¿Otro lugar? — lo miré interrogante — ¿que otro lugar?
—No te preocupes, lo sabrás pronto — suspiró — íbamos a pasar a recoger algo, pero lo van a llevar a domicilio, me aseguré de ello mientras estabas declarando.
No quise indagar más, después de todo, por sus palabras, lo vería en mi casa.
«¿Cómo estará mi casa?» me pregunté mentalmente, quizá ya habían terminado de arreglar los pocos desperfectos y la señora Josefina estaría preparando la comida. Pensar en ella me recordó la nota que había leído en la mañana.
—Alex…
—¿Sí?
—¿Qué le dijiste a la señora Josefina? — lo miré de reojo.
—Nada — dijo cerrando los ojos.
—No te creo — negué y presioné — ¿qué le dijiste?
Él sonrió aún con los ojos cerrados — yo no le dije nada, ella fue la que me dijo algunas cosas — abrió los parpados y me dirigió una mirada pícara — es más perspicaz de lo que parece, créeme.
—¿Por qué?
—No se creyó ni tus explicaciones, ni lo de la cama desarreglada, ni mi excusa ante cierta mancha en mi camiseta — rió — parece que conoce bien qué cosa deja ese tipo de manchas — se alzó de hombros — así que, al ver que lo negaba, simplemente se resignó, pero me aseguró que ella no era tonta — «lo mismo que me escribió» pensé al escuchar las palabras de Alejandro — es una mujer agradable — prosiguió — me cae muy bien, en serio.
Sonreí — se nota — me recargué en el respaldo del asiento — hablan con mucha confianza… — ladee el rostro — Alex… — lo llamé de nueva cuenta.
El giró el rostro y sonrió levantando una ceja — Erick, ¿por qué no eres franco y me dices o preguntas las cosas, sin tanto rodeo?
—Lo siento — me alcé de hombros — es sólo que… en la mañana estaba algo confundido y no pude hacerlo…
—¿Qué cosa? — preguntó acercándose hasta mí y recostándose en mis piernas, acomodándose lo mejor que pudo sobre el asiento, flexionando sus piernas.
Acaricié su cabello con mis dedos — hoy, por extraño que suene, bueno… — titubee nervioso — pues… hoy, al fin pude notar tu espalda — ladee el rostro y el abrió sus ojos, posando su verde mirar en mí.
—Es normal — sonrió con cinismo — yo soy quien te posee — movió su mano y colocó un dedo en mis labios, introduciéndolo en mi boca para humedecerlo con mi saliva — tú no tienes por qué mirar mi espalda… — retiró su dedo de mi boca y lo llevó a la suya, lamiendo los rastros de mi saliva — ¿no es así?
—Lo sé… — suspiré y relamí mis labios, limpiando la humedad que había quedado en ellos — pero… me llamó la atención…
—Mi tatuaje — terminó mi frase.
—Sí… — fije mi mirada en él — ¿cuándo…?
—Antes de cumplir 19 años — sonrió acariciando mi mejilla — ¿por qué preguntas?
—Es sólo que… nunca pensé que tú… bueno…
—Cuando te alejaron de mí — habló con calma — cambiaron muchas cosas, Erick — suspiró — pero, a pesar de todo lo que sucedió, yo tampoco pude olvidarte — aseguró — este tatuaje lo hice, porque me identifico con él… fue en un momento de rebeldía — sonrió — aunque fingía ser un buen hijo, la realidad era que, lo que quería era deshacerme de mis padres y de todos aquellos que nos separaron, por eso soy lo que soy ahora — sentenció — y aún en la actualidad, finjo ser una buena persona ante los medios y los demás, cuando la realidad, es diferente… — la mano de Alex se colocó en mi nuca, acercó mi rostro al de él y me besó lentamente — esa es la razón de mi tatuaje — susurró al separarse de mi — ¿te incomoda?
—No — sonreí — es… interesante.
—Bien… — sonrió mientras me alejaba un poco de él — por cierto — acarició mis mejillas y mi barbilla — ya necesitas una rasurada…
Me sonrojé y pasé una de mis manos por mi barbilla — lo siento — acoté — ni ayer, ni hoy me rasuré.
—No me molesta — habló con calma — pero me agradas más sin ella, te miras más pequeño.
Mordí mi labio inferior — eso es algo…
—¿Perverso? —no me dejó terminar
—Sí — respondí nervioso — un poco…
—Lo sé, pero… — volvió a sujetarme por la nuca, acercándome hasta él nuevamente, para besarme con fuerza — así me amas — dijo con una sonrisa cínica.
No respondí, sentí que mi rostro ardía, pero él tenía razón, así lo amaba y nada lo iba a cambiar. Alejandro cerró los ojos y se relajó dando un suspiro; yo me incorporé para recargarme en el respaldo del asiento, mientras seguía acariciando su cabello con delicadeza. Durante todo el camino ninguno de los dos dijo nada; él parecía algo cansado y yo, tenía muchas cosas en la mente. Repasaba lo que Luís me dijo de los hombres que siempre acompañaban a Alejandro, las palabras de la señora Josefina durante el desayuno, todo lo que declaré y que me preguntaron… un sinfín de cosas que obligaban a que mi mente se mantuviera trabajando.
* * *
Llegamos a casa y el automóvil se estacionó enfrente; al bajar del auto, todo estaba tranquilo, pues no había nadie en los alrededores. Entramos a la casa porque Julián, el guardaespaldas que se quedó bajo las órdenes de la señora Josefina, nos abrió la puerta, ya que ella estaba barriendo. Alejandro se quedó afuera, hablando con sus hombres, mientras yo ingresaba al interior; la casa estaba impecable, no parecía que el día anterior hubieran pasado tantas cosas.
—¿Cómo les fue? — la señora Josefina me recibió con una sonrisa en su rostro.
—Bien — respondí — ¿alguna novedad? — pregunté mientras caminaba hacia la cocina, en busca de un vaso para tomar agua.
—Sí — dijo tranquila — su mamá dijo que le marcara en cuanto pudiera — entorné mis ojos, realmente no quería hablar con ella — pero… — la señora Josefina prosiguió — le dije que andaba algo ocupado, así que era probable que le marcara hasta la noche — me guiñó el ojo y yo le agradecí con un ademán de mi rostro.
—¡Huele muy bien! — la voz de Alejandro se escuchó cuando entró a la casa — ¿qué prepara? — caminó a la cocina, directamente a lo que estaba en la estufa.
—Estofado… — se escuchó desde la sala.
—¡Qué bien!
—¡No se atreva a levantar las tapas de las ollas! — Alejandro se quedó a medio camino de realizar la acción y prefirió alejarse de ahí — no ande husmeando — replicó ella — si abre las tapas, la presión que hay se escapa y ya no queda tan rico.
Alejandro levantó una ceja ante esa explicación, que era obvio no comprendía.
—Ni le repliques — le dije con una sonrisa — son sus costumbres.
—Ya veo — frunció el ceño desconcertado — bueno, entonces tendré que esperar a que esté listo para probarlo — aunque le habían impedido que hiciera lo que quería, se movió y me quitó el vaso con agua que tenía en mis manos, acabándose el líquido con rapidez.
—¡Oye! — me quejé cuando me regresó el vaso vacío.
—Está muy rica — sonrió.
—Es horchata natural — la señora volvía de la sala — que bueno que le gusta.
—Sí, es un buen cambio, casi siempre donde me toca comer, es naranja, limón o jamaica… muchas ni siquiera son naturales — agregó — por cierto, Erick — se giró para verme mientras me servía más agua — deberías ir a descansar, ¿por qué no subes?
—Bueno, iba a esperar la comida…
—La comida va a tardar una media hora más — la señora Josefina me observó de soslayo — yo le aviso cuando esté, vaya a descansar un momento, seguramente sigue cansado.
—Está bien — terminé mi agua, dejé el vaso en el lavatrastos y subí las escaleras dirigiéndome a mi habitación.
Me encaminé a la cama mientras me aflojaba la corbata, me quitaba la ropa y zapatos, dejándome solo el pantalón y la camiseta blanca de abajo; finalmente, me dejé caer sobre la cama y cerré mis ojos. Ciertamente me sentía cansado pero no tenía sueño.
Instantes después la puerta se abrió; entreabrí mis ojos para ver que Alejandro entraba con lo que parecía una caja larga, algo delgada.
—Hola… — sonrió levemente — te traje algo.
—¿Qué cosa? — me incorporé y me senté a la orilla de la cama.
Alejandro puso la caja en mis piernas y se hincó delante de mí.
—Quiero disculparme — habló despacio — no pude hacer nada por tus hijos ayer — suspiró — tampoco sabía qué costumbres tenías en ese sentido, así que… — abrí la caja mientras él hablaba y me encontré con cuatro urnas de cristal, alrededor de la tapa, cada una tenía listones y plaquitas — pedí que los cremaran… no sabía que los enterrabas en el patio de atrás, hasta hoy que…
Alejandro se quedó en silencio mientras algunas lágrimas resbalaban por mis mejillas, al tiempo que mis manos rozaban cada plaquita de las urnas; Black, Ponch, Tomi y Rocky, eran los nombres que cada plaquita tenía grabada. Él acercó sus manos a mi rostro y limpió con delicadeza la humedad.
—De verdad, lo siento, Erick… yo, no supe que hacer y…
—Está bien — sonreí con pesar — no te preocupes — acaricie su mejilla — supongo que podré tenerlos dentro de la casa de esta manera, sólo necesito buscarles un buen lugar, no estoy enojado, al contrario, te tomaste muchas molestias…
—Es lo menos que podía hacer por ti… ¿quieres que los guarde en algún lado?
—No sé… — mi mente divagó — tal vez… por el momento, sobre la chimenea estarían bien — indiqué — a ellos les gustaba estar cerca de ahí…
—De acuerdo, vuelvo en un momento — él se puso de pie tomando la caja nuevamente y salió de la habitación.
Yo me recosté y me hice un ovillo en la cama, viendo hacia el ventanal que daba hacia el frente de la propiedad, por donde entraba la luz tenue del sol, en medio de las cortinas oscuras. Sentía que mi cabeza empezaba a punzar, no sabía si era por la situación sin asimilar o la falta de mi café matutino; de cualquier manera, debía descansar.
Abracé una almohada y sin darme cuenta, algunas lágrimas empaparon la tela de la misma. Ya había cerrado mis ojos cuando escuche la puerta abriéndose; mi cuerpo sintió movimiento a mi espalda y un beso en mi cabello. Después perdí la noción del tiempo.
* * *
—Erick… Erick… — sentí un movimiento ligero en mi hombro — Erick — repitió la voz, ahora con algo de autoridad — debes levantarte a comer algo — aseguró — la señora Josefina desde hace rato se retiró y tú no respondiste para comer.
Entreabrí mis ojos, Alejandro se había sentado en la cama y acercó su rostro hasta quedar frente a mí.
— Lo siento — susurré, un bostezo me obligó a cubrir mi boca con mi mano.
—Dormilón — aseguró mi compañero — ¿quieres asearte primero? — preguntó con curiosidad
Asentí aún somnoliento.
Él se puso primero de pie y me ofreció la mano; cuando me incorporé, él me abrazó por detrás y me guió al baño en medio de un abrazo; al entrar y pasar el área del vestidor me detuvo — ¿regadera o Jacuzzi?
—Regadera — respondí con rapidez.
Él sonrió y nuevamente me guió, aún abrazado, hacia nuestro destino — menos mal que decidiste regadera — añadió — hoy no había preparado el jacuzzi.
Antes de entrar a la regadera, él templó el agua para poder bañarnos. Al ingresar, Alejandro me acomodó justo debajo de la regadera, quedando tras de mí, pegando su pecho a mi espalda.
—Erick… — susurró contra mi oído — eres, perfecto… — sus manos acariciaron mi pecho y me hizo estremecer, logrando que mi piel se erizara, mis mejillas se pusieron rojas y mis pezones se endurecieron — ¡vaya! — habló con sorpresa fingida — que reacción tan interesante…
Me hizo girar y quedar frente a él, se inclinó hacia mí y acercó sus labios a uno de mis pezones mientras su mano pellizcaba el otro. Mordí mi labio mientras él pasaba su lengua por mi piel, chupando y mordiendo; levantó su vista y pude observar su mirada maliciosa sobre mi rostro.
—Alex… — apreté mis parpados — no muerdas… — me quejé al sentir una mordida más fuerte — por favor… — supliqué, a sabiendas que si seguía, mi cuerpo se rendiría a su toque con suma rapidez.
Se alejó de mí, irguiéndose por completo, tomó mi rostro con su mano y se acercó hasta rozar sus labios con los míos — no me vuelvas a decir eso de esa manera — acotó con una sonrisa perversa — podría violarte.
«¿Violarme? ¿De verdad?» pensé, aún sin entender sus razones para decir eso.
Alejandro tomó el jabón y la esponja para limpiar mi cuerpo; sus manos parecían tener mucha práctica, pues tallaba con delicadeza y besaba mi piel, después de pasar la esponja y limpiar el jabón. Sentir su piel contra la mía, con una humedad diferente a la que experimentábamos mientras teníamos relaciones, lograba que me estremeciera. Las yemas de los dedos de una de sus manos, rozaban mis pezones y la otra se entretenía en mi sexo a la vez. No sabía si era un simple baño o si él esperaba llegar a otra situación, pero yo disfrutaba estar en sus manos por completo.
—Estás listo — susurró cuando yo empecé a gemir, parpadee confundido ante sus palabras, pues estaba esperando que me poseyera ahí mismo — ¿quieres que te rasure? — preguntó, pero no pude responder, solo negué con un movimiento débil de mi rostro.
—Entonces, ve a ponerte ropa — sonrió — te sigo en un momento.
—Pe… pero… — él puso su índice en mis labios para que no replicara.
—Jugaremos después de que comamos… te lo aseguro.
Asentí sumiso.
Salí del baño, me sequé con la toalla y fui a tomar un pijama de mi vestidor. Antes siquiera de buscar mi ropa, solo con la toalla en mi cintura, mi curiosidad me llevó a abrir el armario que antes fuera de mi esposa y ahora, Alejandro usaba como suyo. La ropa de él estaba pulcramente acomodada; sacos, pantalones, camisas, ropa interior… a un costado del closet, un cesto de ropa sucia. Su ropa sucia.
Tomé entre mis manos la camisa que él había usado durante el día, la lleve a mi pecho, acerque mi rostro hasta ella y aspiré su aroma. ¿Cómo podía sentirme tan bien solo con eso? Era algo difícil de explicar el por qué, ni yo podía entenderlo, pero ese olor tan varonil, me hacía llegar al cielo simplemente por ser de él.
—¿Entretenido? — su voz me sacó de mi ensueño, alejé su camisa de mí con rapidez y la devolví a donde estaba con anterioridad.
—Yo… — lo observé, se estaba secando el cabello, ciertamente lo tenía más largo que yo — no quise…
Alex rió, dejó su toalla de lado y se acercó a mí — puedes hacer lo que quieras — besó mis labios — vamos a comer, vístete — él caminó al armario, tomó de entre su ropa un pantalón de algodón oscuro y se lo puso, después, una camiseta negra, sin cuello pero con manga larga, le quedaba pegada al cuerpo y sus músculos se marcaban, definiendo su tórax perfecto — ¿quieres que también te vista? — preguntó con sarcasmo.
—No, claro que no — aseguré con vergüenza.
No me había movido por estar al pendiente de sus acciones; tal vez no lo hacía conscientemente, pero Alejandro era sensual en cualquier cosa que hacía, ¿cómo no caer bajo su hechizo?
Terminé de vestirme con una pijama completa de algodón; Alex se acercó a mí y sonrió con algo de burla.
—Esta ropa es muy infantil — añadió mientras acomodaba el cuello de mi pijama — deberías buscar otro tipo de ropa para dormir.
—Bueno, no tenía a nadie a quien le importara lo que me pusiera para dormir…
—Pues por mí, deberías quedarte desnudo… pero veremos qué podemos hacer para cambiar tu vestimenta — aseguró.
Después de eso, Alex me tomó de la mano y me guió hacia la planta baja. Él caminó a la cocina mientras yo me quedaba en el comedor; una sombra recorrió el patio exterior y pude alcanzar a verla aún con la cortina cerrada.
—¿Hay alguien afuera? — pregunté un tanto inseguro.
—Sí — respondió — cálmate, son mis hombres, aún están cuidando la casa.
—Alex — lo miré — ¿por qué tienes tantos guardaespaldas?
—Seguridad — respondió sin más, mientras volvía a calentar la comida.
No quería dudar de Alejandro, pero las palabras de Luís retumbaban en mi cabeza. Suspiré.
—¿Eres muy importante?
—No — respondió — solo tengo dinero — parecía no darle importancia — y tener dinero es tener poder…
—Si tú lo dices… — comenté distraído.
—Erick… — levante mi rostro y él ya traía la comida — te miras distante, ¿te sientes bien?
—Sí… — respondí tomando mi plato para comer — es sólo que… — miré al exterior — creo que la casa está muy sola sin Rocky, Black, Ponch y Tomi.
—Entiendo… — él sonrió, dejando su plato en el lugar que estaba a mi lado, después fue por unos vasos y el agua — ¿pensaste en tener otros? — preguntó con tranquilidad.
—Sí — asentí — pero no he usado mi laptop… quería buscar en las instituciones, a ver si puedo quedarme con dos o tres.
—¿Por qué no vas a la perrera? — se sentó a comer después de dejar los vasos y el agua en la mesa
—Bueno, normalmente, los que he tenido han sido por las instituciones — me alcé de hombros — pero la perrera es una buena opción también.
—¿Quieres ir mañana a buscar nuevas mascotas? — Alejandro parecía querer complacerme, así que no pude negarme.
—Sí, por supuesto.
—Mañana después de tu trabajo, iremos entonces — decretó con una leve sonrisa en sus labios.
—¿Quieres que venga por ti?
—No, yo iré por ti — me observó con frialdad — estos días te llevarán y te traerán en mi automóvil.
—¿Por qué? — pregunté confundido.
—Porque los medios de comunicación están cazándote y hasta que no se calme la situación, no te dejaré andar solo — su mirada era sombría — ¿entendiste?
—No — deje los cubiertos de lado, aunque sabía que sólo quería protegerme no podía permitir eso — no puedes simplemente disponer de mi vida como si fuera un niño — añadí con algo de molestia — puedo cuidarme solo.
Ambos nos quedamos en silencio unos momentos, Alejandro tenía su mirada fría en mí. Pasaron unos momentos y sonrió; pero su sonrisa me hizo estremecer, algo había pensado, estaba seguro.
—Está bien — su voz sonaba extrañamente calmada — pero te recuerdo, ‘conejo’… — bebió agua de su vaso y continuó — siempre me salgo con la mía…
No dijo nada más y yo no pude contradecirlo, su voz me dijo que la discusión había terminado.
¿Por qué Alejandro tenía tanto poder sobre mí, sólo con sus palabras? No entendía si eso me gustaba o no, pero mi cuerpo no parecía estar de acuerdo con mi cerebro, ya que saber y sentir lo que él pensaba de mí, lograba que mi cuerpo ardiera.
Seguí comiendo mientras miraba de reojo a Alejandro; él seguía en silencio y aún tenía una leve sonrisa, casi imperceptible. ¿Qué podría estar pensando? Terminó su comida y se puso de pie, llevando los platos al fregadero; yo aún seguía en la mesa cuando él volvió, quedándose de pie detrás de la silla que había ocupado con anterioridad.
—Estaré arriba — anunció y caminó hacia la escalera, sin decir nada más.
Me quedé en silencio. ¿Qué podía decirle? Comí con lentitud, jugando un poco con la comida, antes de llevarla a mi boca; terminé de comer varios minutos después y caminé con pesadez a dejar mis platos en el fregadero. Me quedé parado ahí por unos momentos, pensando; no quería hacer enojar a Alejandro, pero aunque no quisiera admitirlo, tenía dudas de él y todo lo que lo rodeaba.
—Estúpido Luís… — susurré.
Era obvio que, si me encontraba así, era por lo que mi amigo me había dicho ese día. Negué, ni siquiera debía pensar en esas tonterías; me lavé las manos y me encaminé a las escaleras. Llegué al siguiente piso con pesadez. Me quedé fuera de mi habitación, con la mano en el picaporte de la puerta y suspiré; no sabía qué decirle a Alejandro y lo más seguro era que estuviera molesto, pero no podía retrasar más la situación. Al abrir la puerta y entrar, me di cuenta que él no estaba ahí.
—Tal vez… — caminé al baño a buscarlo, toqué varias veces pero nadie respondió.
Abrí la puerta y no estaba; parpadee confundido.
—¿Se enojó tanto que se fue a la otra habitación? — me pregunté con algo de escepticismo, Alejandro no era de ese tipo de personas.
Salí de mi habitación, toqué la siguiente puerta pero, al no recibir respuesta, abrí; la luz estaba apagada, tampoco estaba en esa habitación. «¿Dónde está…?» pensé y luego, una idea vino a mi mente.
—No pudo atreverse… — apresuré mis pasos hacia el siguiente piso.
Casi corrí en las escaleras, tropezando en uno de los escalones, pero, me aferré al barandal para no caer.
Llegué a la puerta de mi estudio y me asustó ver luz saliendo por la parte de abajo, además de escuchar música en el interior. Mi mano tembló al posarse en la perilla de la puerta; abrí con lentitud. Al entrar, me pude dar cuenta de que aún estaban algunos muebles cubiertos de plástico, pero el escritorio estaba limpio, la computadora estaba encendida y la música se escuchaba a todo volumen.
‘Ever dream’, una canción de Nightwish, se escuchaba en volumen alto, pero sólo escuchaba la voz de Alejandro mientras cantaba la canción, aunque a él no podía verlo; entré a la habitación sintiendo que mi cuerpo completo se estremecía, imaginando dónde estaría.
Caminé hasta la escalera y desde abajo lo vi en la parte superior, parado a un lado de un estante con una carpeta entre sus manos, leyendo con tranquilidad.
—¡¿Qué haces aquí?! — pregunté molesto.
—Erick… — sonrió ampliamente mientras me dirigía la mirada — estaba leyendo tus escritos — dijo con cinismo — vaya que tus sueños húmedos son excitantes.
—Alejandro — mi voz era seria — te dije que sacaras copias de las llaves, ¡pero no de esta habitación!
—¿En serio? — cerró la carpeta y la acomodó en su lugar mientras sonreía de lado — creo que lo olvidé.
—Quiero que salgas — ordené — ¡no tienes por qué estar aquí!
Él me miró con altivez, caminó con lentitud bajando las escaleras y yo me dirigí al escritorio a apagar la música. Antes siquiera de que tocara el teclado, su mano me apresó por la muñeca y me obligó a sentarme en el sillón, sin soltar mi brazo.
—¡¿Qué haces?! — aún tenía el tinte de molestia en mi voz.
—¿No tengo por qué estar aquí? — preguntó con voz grave — ¿estás seguro de eso, ‘conejo’?
—Alejandro… — susurré con nervios, él estaba ejerciendo demasiada presión — me estás lastimando…
—El domingo… — ignoró mis palabras, poniendo más intensidad en su agarre — dijiste que tus cuadros eran míos — su otra mano me agarró por el cuello apretando con fuerza y evitando que respirara correctamente — también, dijiste que todo lo que estaba aquí era por mí, por tus anhelos y deseos sobre mi…
—Alex… — mi voz apenas salió y el dolor en mi cuello se incrementó, aun así, el calor empezó a inundar mi cuerpo.
—He leído algunas cosas — su sonrisa era cruel — en muchas de esas hojas, escribiste sueños muy entretenidos — acercó su rostro hasta rozar sus labios con los míos — especialmente cuando describías las maneras en las que te poseía…
—Alex… — repetí con más facilidad, ya que él había disminuido la fuerza de su agarre en mi cuello — por favor…
—Lo deseas fuerte… rudo… — aseguró — porque sientes placer a pesar de que te lastimo… ¿no es así, ‘conejo’?
Mi respiración era agitada, mi cuerpo empezó a arder y a pesar de su trato hacia mí, me sentía excitado, deseoso de sentir sus caricias y su piel contra mí.
—Ya estas excitado, ¿no es así? — alejó su mano de mi cuello y la pasó a mi cabello, jalando con fuerza hacia atrás, para que levantara mi cara — bien… — relamió sus labios — tu cuerpo reacciona a mí con mayor facilidad…
No me di cuenta en qué momento me había soltado de la muñeca y su mano libre fue a mi rostro, introduciendo un par de dedos en mi boca.
—Pero también te gusta suave y lento… ¿o me equivoco?
Sus palabras, su voz, todo él me estaba envolviendo en un vórtice de emociones y sentimientos; lamí sus dedos inconscientemente, entrecerrando mis parpados.
—Eso es, ‘conejo’ — retiró sus dedos de mi boca — me gusta cuando eres tan sumiso…
Me besó; su fuerza y posesividad me desarmaron. Me obligó a ponerme de pie, haciéndome girar, inclinándome sobre mi escritorio, después de hacer a un lado las cosas sin ningún cuidado; bajó mi pantalón con rapidez, junto con mi ropa interior; después, se bajó el pantalón y sin previa preparación, me penetró con fuerza.
Grité. No pude evitarlo, la intrusión en mi interior fue salvaje, agresiva, él quería lastimarme y sinceramente, eso era excitante y delicioso. Me fascinaba el dolor que Alejandro me causaba y en ese preciso momento, podía sentirlo por completo en mi interior.
Él se recostó sobre mí, acariciando mis costados, sobre mi pijama.
—Gime, Erick — susurró — gime y libera todo lo que sentías en tus sueños…
No me contuve, gemí, grité, sollocé y repetí su nombre con insistencia.
—Alex… voy a… — anuncié después de varios minutos en los que él me penetró sin tregua y su salvajismo habitual.
Pero me arrepentí de habérselo anunciado; Alex se detuvo, salió de mi interior, obligándome a girar mi rostro para ver su sonrisa sádica.
—¿Por qué…?
—Al suelo y desnúdate — ordenó.
Mi labio inferior tembló, pero no pude objetar; me alejé del escritorio y me quité la pijama que portaba — ¿cómo…? — pregunté.
—De espaldas — ordenó mientras se quitaba la ropa.
Me recosté en el suelo con timidez, aún estaba sucio.
Alejandro estaba de pie y se relamió los labios — mastúrbate — indicó con voz grave.
¿Por qué tenía que tratarme así? Cuando se portaba de esa manera, me daban ganas de revelarme, negarme y alejarme, pero mi cuerpo ansiaba ese trato, esa manera tan fría y cruel con la que Alex me ordenaba; en el fondo, para mí, eso era lo necesario para sentir placer. Pasé mi mano por mi sexo lentamente, acariciando de arriba abajo.
—Tus pezones también — dijo con descaro — vamos, no te reprimas…
Apreté mi mandíbula y sentí que mi rostro ardía; una vez más estaba ante él, haciendo lo que él me ordenaba, sólo para su deleite, cómo lo había hecho en antaño. Me mordí los labios por un instante tratando de aguantar mi vergüenza, pero rápidamente me olvidé de ella; empecé a respirar con agitación, sintiendo que mi sexo se endurecía más, los movimientos de mi mano se hicieron rápidos; no podía negar que me gustaba estar así, frente a él, para que sólo los ojos de Alejandro pudieran observarme de esa manera, como si fuera una ramera sin pudor.
—Detente.
Escuché su orden, pero no podía obedecerlo, no en ese instante específico en el que estaba sintiendo tanto placer.
—¡Detente! — gruñó.
Alejé mis manos, a pesar de no desearlo en realidad y las coloqué en el piso; mis ojos estaban llorosos, tenía mis piernas abiertas, mostrándome por completo ante él y mi cuerpo temblaba, debido a la excitación. Cerré mis parpados y ladee el rostro, tratando de no sentir su mirada sobre mí.
—‘Conejo’ malo… — su voz era suave y se escuchaba más cerca que antes; entreabrí mis ojos y lo miré de rodillas ante mí — sabes que no me gusta que desobedezcas.
—Lo… siento… — sollocé.
—¿En serio? — se acercó hasta mí, después de acomodarse entre mis piernas — pues… veamos qué haces para remediarlo.
Mi respiración seguía agitada cuando me besó nuevamente, enredando su lengua con la mía, jugando de manera húmeda y demandante, hasta que se cansó. Bajó con lentitud lamiendo mi cuello y mordisqueando mis pezones; el ardor en uno de ellos me hizo sollozar, intenté mover mis manos para alejarlo de mí, pero él las sostuvo contra el frío piso.
—Alex… — gimotee — duele…
Pasó su lengua por mi pezón lastimado y escuché una leve risa — y, ¿te gusta? — preguntó.
Mi respiración era entrecortada, mis ojos húmedos amenazaban con dejar caer las lágrimas que aún reprimía, pero no podía mentirle — sí… sí… me gusta… — respondí con algo de deleite, a pesar de mi sufrimiento.
Se incorporó y con su mano, colocó la punta de su miembro en mi entrada, moviéndolo de arriba a abajo, sólo rozando; traté de mover mi cadera para que entrara, pero él lo evito, me estaba torturando.
—Mételo… — supliqué.
—No — respondió — te has portado mal ‘conejo’, me has desobedecido, te has rebelado y aun así, ¿quieres disfrutar?
—Pero… Alex…
—¿Sabes, ‘conejo’…? Desde el momento que me permitiste poseerte de nuevo, me diste el derecho de hacer contigo lo que yo quisiera — sus ojos mostraron furia y me hizo temblar — ¿lo entiendes?
Iba a responder, cuando entró en mí de un solo golpe — ¡¿entiendes?! — gruñó al llegar al fondo pero no se movió más.
—S… sí… — respondí en medio de jadeos — en… entiendo…
—¿Quieres que me mueva? — preguntó sonriendo con malicia.
—Sí… — supliqué — por… por favor… muévete…
—¿Lo deseas? — acarició mi sexo con una mano.
—Sí… lo deseo… — pasé mis manos por sus hombros para aferrarme a ellos con fuerza — lo… lo necesito…
—Me moveré… — se acercó a lamer mis labios — solo si juras, que harás lo que yo quiera.
—¡Lo haré! — grité — ¡lo que tú quieras! ¡Lo que digas! ¡Lo que me ordenes! — encajé mis uñas en sus hombros — muévete Alejandro, por favor, ¡muévete! — supliqué.
Él parecía satisfecho con mi respuesta, empezó a moverse con fuerza, mientras yo rodeaba su cintura con mis piernas; mis gemidos inundaron la habitación, siguiendo el ritmo que Alejandro imponía en mí. Su miembro en mi interior me estaba llevando a la locura, era imposible imaginar otro sentimiento y sensaciones, que pudieran igualarse a lo que sentía al ser poseído por él.
Varios minutos después, mordí su hombro para acallar mi grito; estaba llegando al orgasmo sin que él me lo impidiera. Mi cuerpo se estremeció al liberar mi semen entre nosotros, ensuciando su torso; Alejandro me recostó completamente en el piso y salió de mi interior.
—‘Conejo’ malo… terminaste antes que tu dueño… — yo estaba tan cansado, que no podía apelar a mi favor — ¿cómo debemos arreglar esto? — preguntó con burla — bueno, tú ya terminaste, pero a mí me falta un poco, así que…
Se movió hasta dejar su miembro cerca de mi rostro y se masturbó; instantes después, él también terminaba, llenando mi cara con su esencia. No pude hacer nada, ni siquiera quejarme. Años habían pasado, desde que Alejandro ensució por primera vez mi rostro con su semen y a pesar de lo incómodo que había sido, debía admitir que me gustaba esa tibieza sobre mi piel, solo porque era suya.
—No te muevas — dijo con seriedad, cuando una de mis manos, inconscientemente, iba a mi cara para limpiar un poco.
Entreabrí mis ojos al sentir que se levantaba y acercaba su mano al escritorio, sujetando su celular.
Me tomó una foto así, con mi rostro sucio por su culpa y sonrió — ya necesitaba un nuevo fondo de pantalla — dejó el celular de lado y acarició mi rostro llenando sus dedos de su semen y después, los acercó a mi boca — ¿te gusta tu alimento, ‘conejo’? — asentí con debilidad, mientras limpiaba su mano con mi lengua y el soltó una carajada — entonces, quieres que te siga alimentando, ¿no es así? — preguntó seguro.
—Sí… — susurré como pude, pues él tenía sus dedos en mi boca.
—Pues… si quieres que te siga alimentando, harás lo que yo te diga, ¿de acuerdo?
Volví a asentir solo con mi cabeza, pues él volvió a impregnar sus dedos con algo más de su semen, introduciéndolos a más profundidad en mi boca, casi llegando a mi garganta.
—Juraste qué harías lo que dijera — ladeo su rostro observándome con ternura — así que mañana, mis hombres te llevarán al trabajo y yo iré por ti, ¿entendiste?
Alejó la mano de mi boca para que pudiera responder — sí…— mi voz era débil, estaba cansado y él seguía haciendo lo que quería conmigo.
—No, ‘conejo’ — sonrió con malicia y las yemas de sus dedos rozaron mis labios, ensuciando aún más mí piel con su semen — ¿recuerdas cómo te enseñe a responderme hace años?
Suspiré, sabía a lo que se refería, eso le causaba placer y a mí, debía admitir que me excitaba — sí, amo… — susurré cuando alejó completamente sus dedos de mis labios.
—Perfecto… — volvió a besarme, pero esta vez con delicadeza, degustando su propio sabor en medio de la caricia.
Cerré mis ojos y me dejé llevar por la sensación, estaba demasiado cansado; me perdí en esos sentimientos tan dulces que él provocaba en mí y no supe más.
* * *
- - - - -
“Erick…”
Escuche una voz suave que me llamaba a lo lejos; una voz conocida que me hacía sentir seguro, tranquilo y por demás cómodo. Una tibieza en mi mejilla, me obligó a mover mi rostro en busca de más calor.
—Erick… — un susurro cerca de mi oído me hizo suspirar — debes despertar…
Abrí mis ojos y el rostro de Alejandro estaba frente a mí; me sonrió con ternura y movió los mechones de mi cabello, quitándolos de mi cara.
—Alex… — mi voz apenas se escuchó.
Sentía la boca pastosa, el cuerpo adolorido, la cabeza me punzaba y mi estómago estaba revuelto.
—Debes levantarte — pidió — sé que es temprano, pero es necesario prepararnos para irnos…
—¿Temprano? ¿Irnos? — estaba confundido — ¿De qué… hablas?
Alejandro suspiró — aún estás cansado, lo sé pero… — me quitó las cobijas sin que yo pusiera mucha resistencia — debemos salir, pequeño ‘conejo’, esto no se puede retrasar más.
Me tomó en brazos y me llevó al baño; yo ya estaba desnudo, aunque mi cuerpo presentaba algunas manchas que en medio de mi desconcierto, no lograba distinguir, especialmente en mis manos. Me metió a la regadera y me sentó en una silla plástica que, previamente había llevado, el agua ya estaba saliendo caliente de la ducha por ello no me molestó.
Él se puso en cuclillas a mi lado, empezando a usar la regadera de mano para mojar mi cuerpo y pasar la esponja con jabón; no me había dado cuenta que él estaba semi desnudo, sólo traía su bóxer puesto, mientras me ayudaba a bañarme. Una voz de mujer, conocida para mí, se escuchó en la puerta, después de unos cuantos golpes.
—Señor Alejandro, voy a llevarme la ropa de cama del señor Erick, para lavarla…
—Sí, está bien — respondió él con ánimo, mientras tallaba mis piernas — gracias señora Josefina, en unos minutos bajamos, ¿podría por favor preparar el desayuno que le comenté?
—Claro señor, en un momento, solo pondré la lavadora a funcionar.
—¿Señora Josefina…? — susurré.
Mi mente se puso a trabajar un poco en ese momento; debía ser martes, ¿por qué la señora Josefina estaba en mi casa, al mismo tiempo que yo?
—¿Qué hora…?
—Casi las diez de la mañana — respondió Alejandro sin dudar.
—¡¿Las diez?! — pregunté asustado — ¡Mi trabajo! — me puse de pié con rapidez.
Alejandro se incorporó, colocó las manos en mis hombros, ejerciendo presión, obligándome a sentarme en la silla, una vez más.
—No — dijo con seriedad — ya se avisó a tu empleo que no ibas a ir hoy — volvió a ponerse en cuclillas para seguir su labor.
—Pero…
—No te preocupes — sonrió — si algo hubiera salido mal con los datos de EUA, ya hubieran marcado y no lo han hecho — su voz conciliadora no me dio oportunidad para replicar — además, debemos ir al ministerio público.
—¿Al ministerio…? — me quedé en silencio.
Él detuvo sus movimientos, me observó y habló con calma — ayer se levantó la denuncia contra la mujer que nos atacó y casi te mata… — explicó — tomarán tu declaración hoy — prosiguió con seriedad — tus amigos también irán — su voz sonó molesta — ellos declararon ayer que, ya habías comentado del acoso de esa mujer desde hacía varias semanas atrás, así que los del ministerio quieren sus declaraciones oficiales también.
Escuchaba la voz de Alejandro pero no podía asimilar lo que me decía. Él se puso delante de mí, entre mis piernas, tallando con delicadeza mi pecho; el agua se tornaba algo oscura al caer.
—Ayer, pude evitar que te presionaran, no te encontrabas del todo bien y no quería que te estresaras aún más — añadió con ternura — así que a las doce, tienes cita para que declares… — sonrió tratando de cambiar su actitud — también tu secretaria va a ir en la tarde, ya que, cuando marqué para avisar de tu ausencia, ella se ofreció para declarar que, ayer todo el día, esa mujer no dejó de marcar a tu trabajo y su actitud era muy agresiva…
Usó el agua de la regadera para limpiar el jabón excedente y se puso de pie para limpiar mi cabello con el champú.
—Muchos de tus vecinos fueron interrogados anoche mismo — siguió con las novedades sin detener sus atenciones hacia mí — todos dijeron que tú jamás hacías escándalo, que desde hacía mucho tiempo no hacías fiestas y las veces que las hacías, no eras bullicioso — acarició mi mejilla con suavidad y yo cerré los ojos, al sentir que el agua con jabón resbalaba por mi rostro — de igual manera, muchos constataron que jamás en su vida habían visto a esa mujer en tu casa, aunado a eso, tenemos las grabaciones de tu cámara de seguridad del día de ayer, así que — su voz se tornó algo cruel — ella no tiene nada a su favor.
Las manos de Alex recorrían mi cabello con lentitud; en sus movimientos denotaba que disfrutaba lo que estaba haciendo.
—Ya estás listo — anunció al quitar el exceso de jabón — vamos, es hora de que te cambies.
Tomó la toalla, me ofreció la mano y me puse de pié lentamente. Él me secó con delicadeza y me ayudó a salir; me sentó en el asiento de mi vestidor, el que utilizaba para colocarme los zapatos y Alex fue a sacar algo de ropa.
Aún estaba algo confundido, pero, por primera vez, podía apreciar el cuerpo de Alejandro desde otra perspectiva. En su espalda portaba un par de alas, una de ángel y otra de demonio; un tatuaje algo grande que cubría gran parte de su espalda, pero que no había reparado en los últimos días, quizá por el hecho de que yo era quien normalmente le daba la espalda a él; parpadee varias veces, aún sin comprender, pero mi mente no me permitía pensar correctamente.
Miré hacia el otro lado de mi baño, el jacuzzi estaba adornado con velas sin usar, alrededor, también podía notar pétalos de rosas regados; no dije nada, era obvio lo que él había preparado. Alejandro sonrió sarcástico al ver que mi rostro estaba perdido ahí.
—Ayer quería que usáramos tu jacuzzi — se acercó y acarició mi rostro — pero supongo que será en otra ocasión.
Curvé mis labios sin mucha emoción y él me mostro algunos trajes; elegí al azar, me daba igual que ponerme en realidad. Me puse de pie, me coloqué el bóxer, el pantalón, volví a sentarme y me coloqué la camiseta; él me entregó un desodorante y una loción, las utilicé casi como un autómata y después me puse una camisa. Alejandro se puso de cuclillas frente a mí y comenzó a ponerme los calcetines para colocarme los zapatos.
—Alex… — dije su nombre con debilidad, él levantó el rostro y me observó sin decir nada, esperando que yo hablara — ¿dónde…? — un nudo en mi garganta me impedía hablar bien — ¿dónde están Black, Ponch, Tomi y Rocky? — las lágrimas se agolparon en mis ojos, pero trate de no llorar, manteniendo mis parpados abiertos.
Alejandro respiró profundamente, se movió lentamente y quedó de rodillas frente mí; sujetó mi rostro entre sus manos y me observó con infinita compasión.
—Lo siento… — con esa simple frase, mi labio inferior empezó a temblar, pronto rompería en llanto y no quería hacerlo — llamamos a una veterinaria pero, no pudieron hacer nada…
Las lágrimas empezaron a caer y quise alejarme de sus manos, pero él me abrazo para que no pudiera huir y terminé por ceder, hundiendo mi rostro en su cuello; no pude contenerme, me puse a llorar con fuerza, sollozaba y me aferraba a su espalda con desespero.
—Llora… — susurró — fue mi culpa… perdóname… — añadió con tristeza — no pude protegerte, ni a ellos… perdóname — su voz sonó con algo de furia y me abrazó con fuerza — pero te aseguro que no va a volver a pasar.
Seguí llorando por unos minutos más hasta que me calmé; mis ojos ardían y estaba seguro que estaban rojos, pero ya no derramaba más lágrimas.
Alejandro limpió mis mejillas y me sonrió — te pondré los zapatos para poder cambiarme yo también…
—¿Por qué…? — el detuvo sus movimientos ante mis palabras y volvió a posar su mirada en mi rostro — ¿por qué dices que es tu culpa?
—Porque bajé la guardia y no tomé las suficientes medidas que debía… me confié — sentenció con molestia.
—¿Qué quieres decir?
Él sonrió de lado y me colocó un zapato — ayer no llamé solo a la policía — añadió — llamé a mis guardaespaldas — aseguró — la policía siempre trata de arreglar las cosas sin violencia — suspiró — por eso pasan tantas tragedias…
Terminó de colocarme el siguiente zapato, se puso de pie y fue al vestidor, en un área que estuvo antes desocupada, porque era la parte que Vicky usaba cuando vivía; abrió las puertas y había algo de ropa, no mucha en realidad, pero él empezó a cambiarse, después de sacar unas prendas.
—Yo les dije ayer — prosiguió — que me dejaran y regresaran al hotel después de ir por mi ropa, por eso tardaron en llegar… — me miró de reojo — Miguel le disparó a esa mujer en la mano, para que soltara el arma, aunque fue después de todo el daño que había hecho… — sonrió, aunque su mirada mostraba un brillo cruel — debió matarla — soltó con ira — pero… — cambió su semblante, girando para verme y acariciar mi mejilla — logró evitar que te disparara a ti… — un leve olor a su perfume inundó el baño mientras seguía su explicación.
—No… no entiendo…
—Julián y Miguel son mis guardaespaldas más cercanos… no estaban tan lejos en realidad — aseguró — al parecer se quedaron en otro hotel, cerca de aquí, por eso llegaron antes de lo que hubieran llegado, si hubiesen estado en mi hotel, pero no lo suficientemente rápido — se colocó la camisa y tomó una corbata — a veces me desobedecen, pero — sonrió — siempre es pensando en mí, así que, por eso confío en ellos — dijo con total sinceridad — los demás llegaron más tarde, pero apoyaron a la policía evitando que entrara gente indeseable, por eso tus amigos casi no pasan.
—Entonces… tu guardaespaldas…
—Él fue detenido, pero lo liberaron rápidamente — añadió con algo de arrogancia — sólo actuó en cumplimiento de su deber, evitando que su jefe saliera herido, además, todos ellos tienen permiso de portar armas y las mismas son legales… — se alzó de hombros y se sentó para ponerse los zapatos — a diferencia de tu ‘amiguita’.
Aún seguía confundido. Él se puso de pie y sacudió su cabello, caminó al tocador y se peinó con rapidez, dejando su cabello completamente hacia atrás, dándole un aire mucho más serio y maduro. Solo el verlo me provocó un leve sonrojo y negué; ¿por qué Alejandro lograba que perdiera la cabeza de esa manera? En ese momento no quería pensar, tal vez, hubiese sido mejor que él me tomara, me llevara a la cama y me hiciera olvidar en sus brazos todo lo que había ocurrido el día anterior.
—Anda… — su palabra me sacó de mis pensamientos, me ofreció su mano para que me pusiera de pie — debes peinarte, porque hay que bajar a desayunar — sonrió.
Caminé al tocador y mientras terminaba mi arreglo, la puerta de la habitación sonó y la voz femenina de la señora Josefina se escuchó del otro lado.
—Señor Alejandro, el desayuno está listo.
—Ya vamos — respondió con seriedad — gracias.
Se escucharon los pasos de la ella alejándose y él se acercó a mí; pasó sus manos por mi espalda y me besó con fuerza.
—Agradece… — susurró separando sus labios de los míos — que tenemos compromisos… — sonrió cínicamente — de otra manera, no saldrías de esta cama en todo el día.
Asentí hechizado ente su porte y sus palabras; él me sujetó de la mano, entrelazando sus dedos con los míos y volvió a besar mis labios antes de salir de la habitación.
Abajo se escuchaba bullicio, era raro, pues mi casa normalmente no era tan ruidosa, a menos que mis hijos estuvieran ladrando, pero «ellos ya no están…» pensé soltando un suspiro; negué para aclarar mi mente y bajé las escaleras junto con Alejandro.
Al llegar a último escalón, pude observar de qué se trataba el alboroto. Había unas personas colocando cristales nuevos en mis ventanas, otras limpiando los pisos y algunas más arreglando las paredes del comedor y la sala a la vez. Un hombre vestido de negro estaba en la sala, observando con sumo interés los movimientos de las personas que trabajaban.
—Buenos días — Alejandro saludó con confianza y todos respondieron “buenos días”.
El hombre de negro se acercó y pude reconocerlo, era uno de los que nos acompañaron cuando fuimos a desayunar.
—Señor… — dijo con calma — terminarán pronto la limpieza — aseguró.
—Está bien — Alejandro asintió — encárgate de todo.
—Sí — respondió escuetamente y regresó a su lugar en la sala.
Yo no dije nada; cada vez me sorprendía más darme cuenta de lo que rodeaba a Alejandro. Era alguien importante, eso era seguro, pero, ¿qué tan importante? ¿Cuánto poder y dinero poseía?
—Buenos días — la voz de la señora Josefina me sacó de mi aturdimiento y cavilaciones.
—Buenos días — respondí tratando de sonreír.
—Ya está el desayuno — indicó — lo serví en la barra porque, en el comedor también hay gente — dijo con un ademán del rostro hacia los que estaban arreglando la pared que había resultado dañada y por ello, los muebles no estaban en su lugar.
—Gracias — dijo Alejandro.
—Señor — la señora Josefina puso sus manos en la cintura, como una jarra — dígale a su hombre que me permita darles, al menos, agua a estos señores — señaló a los que estaban trabajando — y los de afuera — apuntó hacia la ventana, que aún no tenía cristal y pude observar que había un par de policías y más hombres vestidos de negro — no va a pasar nada por algo de hospitalidad.
Alex asintió y levantó la voz, para que su guardaespaldas escuchara — Julián — él aludido volteo — hazle caso a la señora Josefina — ordenó — si ella dice algo, lo haces y no replicas, ¿entendido? — el hombre asintió — entonces, ayúdale a ofrecer agua y lo que ella quiera, a las personas que están trabajando.
—Gracias — añadió la señora Josefina con una sonrisa.
—De nada — Alex le guiño un ojo y se encaminó a la cocina — usted sólo dígame, si alguno de ellos no le hace caso, nos lo ‘ejecutamos’.
—¡Ay!, no diga eso — ella negó — solo quiero ofrecerles algo, porque, por lo que escuché, los señores de afuera están aquí desde anoche, ya que no han venido sus relevos y está haciendo mucho frío, pobrecillos — dijo con algo de compasión.
Ella siguió a Alejandro y yo los seguí a ambos, hablaban con mucha confianza; no lograba comprender a qué se debía tanta familiaridad. Miré en la mesa el sobre que el día anterior no había alcanzado a leer y lo tomé en mis manos; caminé a la barra mientras la señora les ofrecía comida y agua, tanto a los trabajadores, como a los que estaban cuidando la casa, desde afuera.
Miré el desayuno; huevos estrellados, tocino frito, hotcakes, jugo y pan tostado. Mi estómago se revolvió y me dio asco, logrando que la náusea por el simple olor, hiciera que casi devolviera lo que sea que tuviera en mi estómago en ese momento.
—A desayunar, se nos hará tarde si no nos apresuramos — Alejandro se sentó en un banquillo alto y empezó a comer.
—Es… es mucho — mi voz sonó con desagrado, mientras arrugaba la nariz.
—Lo sé, pero es necesario, ayer no comiste, ni cenaste, ahora come — ordenó y su voz autoritaria me cimbró.
Me senté en el banquillo y observé para todos lados; la señora Josefina volvía a la cocina a servir unas tazas de chocolate caliente.
—¿Mi café? — pregunté levantando una ceja.
Alejandro iba a responder, pero la señora Josefina lo hizo primero.
—¡No, señor! — dijo molesta, palmeando la barra — el señor Alejandro ya me dijo que ayer no comió, ni cenó, así que usted no toma café hasta que coma algo o le puede caer mal — me señaló con el índice — y le arderá el estómago, así que, cómase todo lo que está frente a usted, cuando termine, hablamos de su dichoso café, que por una mañana que no lo beba, no se va a morir.
El tono mandón de ella, me obligó a asentir sumiso y llevarme un bocado de comida a la boca. Alejandro sonrió de lado al verme, pero no dijo una sola palabra; sabía que se estaba burlando de mí, especialmente por su mirada maliciosa. Lo observé con molestia pero no repliqué.
Mientras comía, Alejandro estaba a mi lado y la señora Josefina iba y venía por toda la casa, ofreciendo chocolate y algo de desayunar. Así, me di el tiempo de abrir el sobre que el día anterior no había podido revisar; comencé a leerlo, mientras desayunaba.
“Señor Erick. ¿Usted cree que soy tonta? Bueno, si es así, déjeme aclararle que no lo soy. Usted puede decir que el señor Alejandro es un simple amigo suyo y si quiere que lo trate de esa manera, lo trataré como a sus amigos que vienen cada fin de semana; pero la mancha de la sala no puede mentirme…”
Me ahogué con la comida que tenía en la boca y busqué el vaso de jugo para tomar un poco.
—¿Qué pasa? — Alejandro me dio unas palmaditas en la espalda, un poco preocupado — ¿estás bien?
—Sí… sí… — bebí algo más de jugo para seguir leyendo, mientras sentía que el calor cubría mis mejillas.
“…y menos, si el mismo tipo de mancha estaba en la camiseta del señor Alejandro cuando se presentó ante mí…”
Al leer esa frase, miré a Alejandro con inquietud; mi rostro ardió más al tener un recuerdo fugaz de todo lo que habíamos hecho el domingo.
“…y en la sobrecama de su habitación; de igual manera, recuerde que yo arreglo su cama todos los días y la de sus amigos cuando se quedan a dormir, por lo cual, para mí es muy notorio cuando una cama en realidad no se usa…”
Apreté mi mandíbula al recordar que el día anterior había quitado las cobijas de la cama de invitados para que ella no sospechara nada y pensara que yo había dormido ahí; debí haber imaginado que, solo quitar las cobijas no iba a ser tan convincente como deseaba.
“…pero está bien, no se preocupe, a pesar de ser vieja, aunque no tanto como usted cree en realidad, no soy tan cerrada de mente. Tengo un hijo ‘gay’ como les llaman ahora y hasta se viste de mujer, yo le hago los vestidos, así que, estese tranquilo…”
Saber eso de la señora Josefina me impresionó, jamás lo había imaginado; tal vez por eso conocía muy bien esas ‘manchas’.
“…Por favor, no trate de mentirme así, parece que no me tiene confianza. Yo no soy quién para juzgarlo, es su vida y me consta que usted es una buena persona, así que, tranquilícese, que esta ‘anciana’ no andará, ni divulgando sus cosas, ni juzgándolo a usted.”
Terminé de leer la nota y me quedé sin moverme. Ella estaba frente a mí como si nada, haciendo desayuno para las personas que estaban en mi casa y yo, no creía que podría verla a los ojos nuevamente.
—Erick…
La voz de Alejandro hizo que me sobresaltara y bajé la nota con rapidez — ¿sí? — respondí nervioso a su llamado.
—Termina de comer — me apresuró — se hace tarde y debemos llegar temprano a nuestra cita.
—Sí, ya voy… lo siento.
Guardé la nota en el sobre y la eché en el bolsillo de mi saco; después seguí comiendo, apresurándome para salir lo más pronto posible. Alejandro se puso de pie y llevó su plato al lavatrastos.
—Iré arriba — anunció y se encaminó a las escaleras.
Yo seguí comiendo pero mis movimientos eran más rápidos, tratando de no tardar más de lo necesario.
La señora Josefina me sirvió más jugo; levanté mi vista pero, la desvié antes de llegar a sus ojos — gracias… — dije despacio.
—Es una buena persona… — dijo sin más, logrando que levantara mi rostro, desconcertado — el señor Alejandro — añadió al ver mi semblante — es obvio que se preocupa mucho por usted y todo lo que lo rodea — dejó la jarra en el refrigerador y volvió a la estufa — igual que su difunta esposa — aseguró.
«Vicky…» me quedé en silencio; la comparación era extraña, pero debía admitir que ella siempre buscó mi bienestar en todo, «igual que Alex lo hace ahora…»
—¿Terminaste?
Me puse de pié de un salto al escuchar la voz de Alejandro detrás de mí; voltee a verlo y su rostro estaba serio.
—Sí… — sonreí nervioso.
—Entonces, ve a terminar de arreglarte para irnos — sonrió — no tardes.
Asentí y corrí para subir las escaleras. Llegué a mi habitación y entré con rapidez al baño, tomé mi cepillo de dientes y me lave concienzudamente, también necesitaba rasurar mi barba, pero no tenía tiempo; las palabras de la señora Josefina retumbaron en mi mente «igual que su difunta esposa…», me quede embelesado por unos momentos pero pronto, recobré el sentido del tiempo y seguí con lo que hacía, con algo de prisa.
Bajé las escaleras pero no vi a Alejandro; antes de preguntar, el guardaespaldas que estaba en la sala habló.
—El señor De León está afuera.
—Gracias — iba a salir cuando la señora Josefina me detuvo
—Señor, su gabardina — salió de la cocina, agarró una gabardina que estaba en una silla y me la llevó.
—Gracias — sonreí al recibirla y colocármela.
—Cuídese.
Asentí y en ese momento, la voz de uno de los trabajadores se escuchó, pidiéndole a ella un poco más de bebida; parecía que todos habían tomado un descanso para desayunar, exceptuando el hombre de negro que seguía de pie entre la sala y el comedor.
Salí de la casa y la imponente imagen de Alejandro me hizo estremecer un poco. Él ya traía su gabardina puesta; tenía un rostro serio y altivo. Estaba frente a varios hombres, algunos incluso, con el plato del desayuno en la mano, pero sin comer delante de él; Alex daba indicaciones rápidas a todos, incluyendo a los policías. Ahora había dos patrullas más, al parecer, los relevos de los agentes habían llegado, pero como estaban desayunando, no se habían ido.
Alejandro me observó — adelántate — indicó el camino con un ademán del rostro y yo solo acerté en asentir.
Su voz era demasiado autoritaria, podía hacerme estremecer con una simple palabra, pero las sensaciones que me provocaba me gustaban. Caminé hacia el automóvil que estaba estacionado afuera de mi casa; otro hombre de negro me abrió la puerta del coche para que ingresara, pero me detuve un momento antes de hacerlo, observando alrededor; el área parecía acordonada y alrededor de mi casa, había varios sujetos vestidos de negro y con gabardinas, pero todo parecía tranquilo.
La mano de Alejandro se posó en mi hombro — ¿por qué no has entrado? — un escalofrío me recorrió y giré mi rostro para verlo.
Parecía molesto. No dije nada y entré, él me siguió después; el hombre que estaba afuera cerró la puerta y entró al asiento del conductor, no dijo nada y encendió el auto después de que alguien más se introducía en el asiento del copiloto.
Miré al exterior por la ventana — todo está tranquilo — susurré.
—Sí — dijo él sin mucha emoción.
Alejandro estaba sentado, recargando su codo en la puerta, viendo al exterior también.
—Alex… — lo llamé con debilidad.
Él giró su rostro y yo le sonreí, pero no recibí respuesta a mi gesto, simplemente me observó con seriedad.
—No vuelvas a hacerlo — su voz era seria y mostraba molestia en su mirada.
—¿Qué cosa?
—Te dije que te adelantaras, no debiste quedarte afuera del auto — señaló — ¿sabes en qué situación estás ahora? — preguntó con el disgusto reflejado en su voz — desde ayer los noticieros hablan de lo que ocurrió, los reporteros se agolparon en la casa preguntando por ti y queriendo una exclusiva, por eso hay policías, para evitar que se acerquen — añadió — todos los periódicos de la ciudad, especialmente los de nota roja, dedicaron la primera plana para la noticia — apretó el puño — el teléfono de tu casa empezó a sonar desde la noche, tuve que mandar que lo desconectaran porque no dejaban de fastidiar, eran demasiadas las personas que preguntaban por ti — negó — muchas de ellas, al parecer, eran de las sociedades protectoras de animales que mencionaste, hay mucha gente indignada por las acciones de esa mujer hacia tus mascotas — suspiró — y debido a que yo me encontraba contigo, ahora eres mucho más ‘popular’.
Me quedé sorprendido ante todo lo que había dicho, no tenía idea de la magnitud del asunto; cuando pude procesar la información, un destello de cordura logró que recordara algo importante y me preocupó.
—¿Mi familia?
—Están tranquilos — sonrió de lado — la señora Josefina habló con tu mamá en la mañana, antes de desconectar el teléfono de nuevo, le dijo que estabas bien así que ella se quedó sin preocupación — eso me tranquilizó, aunque él giró su rostro para verme con seriedad — pero cuando se enteren que estoy contigo, no sé qué puedan decir… — la expresión en su rostro me dijo que en verdad le inquietaba.
Solté una leve risa — no te preocupes — dije con rapidez — es probable que ni siquiera sepan que tú eres aquel chico de la preparatoria, te lo aseguro — me alcé de hombros — y aunque lo supieran, toda mi familia tiene sus asuntos y desde hace mucho no se meten conmigo, por eso no los frecuento, aunado a eso, la mayoría están algo lejos cómo para que les importe — finalicé.
Apenas terminé de hablar, sentí la mano de Alejandro en mi brazo; giré mi rostro y él me jaló, dejando mi cabeza en sus piernas, inclinándose hasta mí y besándome lentamente.
—Alex… — susurré nervioso y apenado — tus…
—No te preocupes, no dirán nada, además, ellos saben que eres importante para mi — sonrió y acarició mi rostro con delicadeza — recuérdalo, ahora estás mucho más seguro conmigo y con ellos cerca, que con nadie más.
Esas palabras, la forma en que las dijo, la manera en que me trataba… era una sensación única y diferente; me trastornaba de una forma que nunca imaginé y poco a poco, provocaba que por instantes, mis inhibiciones se perdieran.
Mi mano se movió y la pasé a su nuca, lo acerque a mí y lo besé con desespero; él pareció sorprenderse, pero respondió mi beso con el mismo deseo. Nuestras lenguas se enredaron, un escalofrío me estremeció mientras sentía que el calor de mi cuerpo aumentaba; él se separó de mí antes de que empezara a gemir y yo entreabrí mis ojos para verlo. Alejandro tenía una expresión tranquila en su rostro, aunque sus ojos brillaban de forma perversa.
—‘Conejo’ travieso — sonrió — si pudiéramos desviarnos de nuestro destino, te aseguro que no me importaría desarreglarte — ladeo el rostro, mientras pasaba su pulgar por mis labios aún húmedos, debido a la saliva de ambos — pero no se puede, te dije que tus amigos estarían esperándonos en el ministerio público, aunque… — se relamió los labios — deberías mostrar esa faceta tuya con más frecuencia.
Esa sonrisa cínica que adornaba su rostro logró sonrojarme; siempre que me miraba de esa manera parecía desnudar no solo mi cuerpo, sino mi alma.
—Lo… lo siento… — dije y me incorporé — no debí…
—Corrección, no es que no debieras, simplemente no es el momento…
—Ni el lugar — añadí.
—El lugar no me importa, yo podría poseerte en plena calle pero, tal vez, eso te incomodaría un poco, no tienes tipo de exhibicionista — sonrió y se acomodó la ropa.
Lo miré sorprendido ante su frase, que la dijera en voz alta consiguió que la pena me invadiera; sabía que eso lo habían escuchado nuestros acompañantes con claridad. Giré el rostro para verlos pero no parecían incomodos, incluso, podía asegurar que ni siquiera pusieron atención.
Me acomodé en mi asiento y Alejandro sacó un celular del bolsillo de su saco — toma — me lo dio — te llaman.
Al agarrarlo, me di cuenta que era mi celular y en la pantalla aparecía el nombre ‘Luís’— ¿por qué…?
—Porque tú andas distraído, sabía que ni siquiera te acordarías de traerlo, contesta — me apresuró y respondí la llamada.
—¿Sí?
—“… ¿Dónde estás?...” — su voz era autoritaria y fría
—Buenos días, Luís — dije sarcástico, denotando la molestia que me causó el tono que usó.
—“…Disculpa…” — escuche un suspiro del otro lado del auricular — “…es que, tu amigo dijo que hoy tenías que estar en el ministerio a las doce, para tu declaración y ya casi es hora…” — su voz volvió a sonar algo molesta.
—Sí, ya casi llegamos… — dije serio — si Alejandro dijo que estaría allá a las doce, no tienes que preocuparte — añadí seguro — ahí estaré.
No escuché nada por un momento, parecía que se había cortado la comunicación — ¿bueno? — insistí.
—“Está bien…” — Luís volvió a hablar — “…solo te aviso que Daniel, Víctor y yo, ya estamos aquí y es probable que nos pasen primero… nos vemos.”
No me dejó decir nada más y colgó.
—Pero, ¿qué le pasa? — su actitud me había molestado.
—Está enojado — Alejandro sonrió — desde ayer lo está.
—¿Por qué? — pregunté intrigado.
—Anoche quería quedarse en tu casa — se alzó de hombros — pero no le permití discutir, al decirle que no había nada que pudiera hacer, además, yo me quedaría contigo mientras la policía y mi servicio de seguridad, protegían la casa durante la noche — me observó de reojo con malicia — después de todo, estoy de invitado en tu casa por algunos días, no serviría de nada que él también se quedara, ¿o sí?
Todo lo que dijo tenía un fundamento valido que nadie podía refutar — pero sigo sin entender, el por qué su molestia.
La mano de Alejandro se movió con rapidez, me sujetó por el mentón y me movió con fuerza hacia él; me besó y se alejó, relamiendo sus labios.
—Te lo dije el otro día, pero no quieres aceptarlo — iba a replicar sus palabras pero no lo permitió, acallando mi voz con otro beso, que duró más que el anterior — llegamos… — dijo tranquilo y limpiando mis labios con su pulgar.
El automóvil se detuvo y los hombres que iban con nosotros descendieron. No abrieron las puertas hasta que llegaron otros sujetos, de igual manera, vestidos de negro; no me había dado cuenta que un automóvil nos seguía.
Todos rodearon el automóvil y evitaron que los reporteros se acercaran; agradecí que los vidrios polarizados no permitieran que se viera desde afuera, de no ser así, todos hubieran visto el último beso que Alex me había dado. La puerta se abrió y Alejandro descendió primero, sonriendo para los reporteros y acercándose a ellos.
Cuando yo salí, uno de sus hombres me tomó del brazo con delicadeza — sígame, por favor — murmuró y yo, simplemente lo seguí.
Alejandro hablaba con los reporteros con calma y paciencia, respondiendo las preguntas, pero no alcancé a escuchar lo que decía. En el camino hacia el edificio, alcancé a notar que había una valla perimetral más lejos, impidiendo el paso, además, varias personas la rodeaban; muchas tenían pancartas y alcancé a ver algunas con imágenes de perros.
Me detuve por un instante, en un acto reflejo, pero las palabras que Alex había dicho en mi casa, me obligaron a seguir subiendo las escaleras con rapidez.
—Esa gente quiere que se le castigue a la mujer que lo atacó en su casa, por maltrato animal — dijo el hombre que me iba guiando — como es un delito en este estado y debido a la manera de matar a sus mascotas, es muy probable que suceda.
No dije nada, los recuerdos llegaron a mi mente y no quería profundizar en ellos, me dolía simplemente pensar en mis hijos y lo que sufrieron al morir. Cuando estuve dentro del ministerio, me di cuenta que no había mucha gente en realidad; ni un solo reportero estaba presente y me sentí aliviado por ello.
—El señor De León solicitó que no hubiera presente, gente ajena al asunto en cuestión, ni a las instalaciones.
—Entiendo — susurré ante la explicación de la persona que me iba guiando.
En la recepción principal, nos indicaron el camino y me llevaron a una sala privada, donde me encontré con Víctor y Daniel; ahí había una puerta grande y una joven estaba cerca de misma, sentada en un escritorio, parecía ser la secretaria encargada. Víctor fue a saludarme efusivamente.
—¡‘Bro’! — sonrió, extendiendo la mano para saludarme y después me abrazó — ¿cómo andas?
—Bien — respondí con calma — mejor de lo que se pudiera esperar.
Daniel se acercó y también me saludó con un abrazo — la verdad, ayer te mirabas mal, pero me alegra que estés mejor hoy — sonrió — tu semblante es mucho más tranquilo…
—Gracias — miré hacia los lados — y, ¿Luís?
—Acaba de pasar a que le tomaran la declaración — respondió Daniel — Víctor pasó primero.
—Sí, dijo que quería irse pronto — Víctor se alzó de hombros y tomó asiento — está muy extraño.
—Sí, lo está — Daniel me miró de reojo — deberías hablar con él.
—¿Para qué? — pregunté con molestia — cuando me marcó fue muy cortante…
—También con nosotros está molesto — Víctor me observó — anoche me dijo que era un idiota.
—“Un idiota que se deja llevar por las apariencias…” — añadió Daniel mientras se sentaba a un lado de Víctor.
—¡Ey!
—Cálmate — se recargó en la silla — yo no creo que te dejes llevar por las apariencias…
—Gracias — sonrió Víctor.
—Pero sí eres un idiota — terminó Daniel con media sonrisa.
Víctor no dijo nada, solo lo miró con molestia.
—¿Por qué Luís dijo eso? — me senté a lado de Daniel, tratando de volver al tema principal.
—Porque Luís es un poco desconfiado — señaló Daniel — así que, no confía en tu nuevo amigo.
—No es nuevo — aseguré — lo conozco desde hace años.
—Y, ¿por qué no lo mencionaste antes? — Víctor me observo levantando una ceja — ¿sabes que, usando su nombre, podríamos haber conseguido cosas?
—¿Cosas? — Daniel lo miró intrigado — ¿Qué tipo de cosas?
—No sé… — miró al techo y después sonrió ampliamente — tal vez, entrar al cine gratis o descuentos en algunas tiendas, o entrar a un ‘Table Dance’ y conseguir una… — hizo un ademán con las manos dibujando el contorno de una mujer — de las ‘Vips’, un poco más baratas.
Reí al ver cómo Daniel negaba resignado.
—No lo mencioné — respondí en medio de la risa — porque tenía años que no lo veía — expliqué — nos encontramos hace algunos días, Alejandro está de paso por la ciudad y al parecer, estaba quedándose en un hotel, pero cuando me llevó a casa y mencionó que estaba grande, le ofrecí quedarse — los observé con cariño — igual que mi casa es la casa de ustedes y pueden quedarse cuando quieran.
Daniel asintió — lo sabemos — ladeó el rostro.
—Sí, ‘bro’, lo sabemos, no tienes que explicarnos.
—Aunque… — Daniel me observó con seriedad — tal vez deberías explicarle a Luís — solté un suspiro molesto y mi amigo prosiguió — entiéndelo, es desconfiado, es todo — sonrió conciliador — necesitas decirle que todo está bien para que se calme, además, si lo que dices es cierto, tu amigo solo estará unos días en tu casa, ¿no quieres que las cosas funcionen? — lo miré confundido — ya sabes, me refiero a que tu amigo se integre con nosotros también.
—Sí y que nos lleve a unos ‘Tables’
—¡Ya olvida lo de los ‘Table Dances’! — Daniel levantó la voz y la joven del escritorio giró el rostro al escuchar las últimas palabras; mi amigo se sonrojó y guardó en silencio, desviando la mirada.
—Bien — asentí — hablaré con él, se los aseguro.
La puerta por donde entré, se abrió y Alejandro ingresó a la sala con alguien detrás de él.
—Buenos días — saludó formal, mientras se quitaba la gabardina para quedar sólo con su saco; el hombre que lo seguía tomó la gabardina y salió de la sala — llegaron temprano — comentó casual con una sonrisa en sus labios — disculpen la demora, pero Erick no pudo levantarse temprano por los sedantes — aseguró sin lugar a dudas — la señora Josefina tuvo dificultades para que despertara.
Me sorprendió escucharlo y verlo; su rostro y acciones eran tan calmados que no parecía denotar nada de inseguridad en ellos. Nadie podría dudar de esas palabras tan claras y serenas, ¿cómo podía lograr eso?
—No hay problema — Daniel se puso de pie y lo saludó, a diferencia del día anterior, se comportó más amistoso.
Víctor volvió a saludarlo con un abrazo — no te preocupes, ‘bro’, supusimos que Erick no estaba del todo bien — se separó de Alejandro y volvió a su asiento.
—¿Dónde está su compañero? — Alejandro se sentó a mi lado — creí que estaría aquí, por la llamada que Erick recibió en el automóvil.
—¿Luís? — Daniel se sentó también — declarando.
—¿Por qué? — pregunté — no era necesario.
—En realidad, sí — Alejandro sonrió — es necesario tener todas las pruebas para que esa mujer no quede libre con facilidad, no está bien mentalmente y si algunas personas saben que te acosaba desde hace tiempo, mejor que quede asentado para que no tengas problemas después.
—¡Esa mujer está loca! — acotó Víctor — aún recuerdo cuantas veces te marcaba los sábados, tenías que apagar tu teléfono.
—Ya sabíamos que está loca — añadió Daniel — pero nunca pensé que llegaría a esos límites.
Suspiré — lo que pasó fue mi culpa por no poner un alto antes — negué.
—No podías saber lo que iba a suceder — Alejandro hablaba con seriedad, cualquiera que lo escuchara podría decir que era un verdadero amigo dando su apoyo, pero nadie podría imaginar algo más, ni por sus palabras, ni por su conducta intachable delante de los demás — simplemente fue algo que pasó.
—¡Cierto, ‘bro’! Alejandro tiene razón, tú no tienes la culpa.
Víctor estaba hablando cuando Luís salió por la puerta del fondo.
Observó cómo los cuatro estábamos platicando tranquilamente y su mirada se cruzó con Alejandro; ambos se quedaron en silencio y pude notar cierta tensión entre ellos. Luís tenía un rostro serio, casi con ira y sus puños estaban cerrados; Alejandro al contrario, estaba relajado, sentado en la silla y una sonrisa curvaba sus labios, más el brillo en sus ojos parecía un claro reto para Luís.
—Buenos días — Alejandro habló con calma y se puso de pie para ofrecerle la mano, cuando Luís se acercó hacia nosotros — me alegra que estés aquí.
El semblante de Luís no cambió en lo absoluto, mientras estrechaba la mano de Alex.
—De nada — dijo con voz ronca.
Noté como ambos ejercían presión en el saludo; algo no me agradó en esa forma de saludarse que pretendía ser amistosa, pero era obvio que no lo era en realidad.
—Luís — lo llamé con suavidad y giró su rostro hacia mí.
Alejandro y él se soltaron; Luís caminó hacia mí — ¿te sientes mejor? — preguntó sin emoción.
—Sí — asentí.
La joven del escritorio llamó a Daniel.
—Con permiso — dijo él, levantándose de su asiento y yendo a la habitación.
—Los espero afuera — anunció Luís.
—¿Afuera? — Víctor se sobresaltó — ¡Estás loco!, debe hacer mucho frío, la gente trae suéter o chamarra. Tú sólo traes ese saco.
—En el pasillo — Luís lo observó de reojo — sólo estaré en el pasillo, además, mi chamarra está en mi automóvil, puedo ir por ella si la necesito.
Caminó sin decir más y salió por la puerta por la que habíamos llegado.
—Vuelvo… — anuncié.
Víctor y Alejandro asintieron y se quedaron platicando. Salí, tratando de dar alcance a Luís, pero él se había quedado recargado a un lado de la puerta.
—Sabía que me seguirías — dijo despacio.
—¿Qué te pasa? — pregunté directamente — tu comportamiento no es el de siempre.
—No me pasa nada — negó — sólo estoy preocupado.
Se notaba que no me mentía pero no entendía su preocupación.
—¿Por qué estás preocupado? — inquirí curioso.
Levantó una ceja y me observó fríamente — ayer, una mujer casi te mata — sentenció — ¿no crees que es suficiente para preocuparme? — suspiró — Erick, eres demasiado ingenuo.
—Escucha, sé que fue mi culpa, pero te aseguro que todo estará bien, además, Alejandro…
—Ese es otro asunto — interrumpió — tu pareces muy confiado en Alejandro — arrastró el nombre con la voz — Víctor e incluso Daniel ya confían en él, pero yo no — aseguró.
—¿Qué tienes en su contra? Según recuerdo, se ha portado bien contigo, ¿no es así?
—Sí, lo ha hecho — dijo con enojo — pero no es por eso, ¿no lo entiendes?
—¿Qué? — pregunté cruzando mis brazos.
—Escucha… — se acercó a mí y me sujetó por los brazos — Erick, ese hombre está siempre rodeado por guardaespaldas, eso es muy extraño, incluso, podría ser peligroso que esté cerca de ti, ¿no lo crees?
—Luís… — negué — Alejandro es una persona que tiene un trabajo muy importante, es alguien que tiene mucho dinero y viaja a muchos lugares, obviamente necesita protección.
—Erick, ¡abre los ojos! — pidió casi con desespero — no son simples guardaespaldas, parecen más matones a sueldo, además, no son uno o dos, son más de veinte.
—Luís, por favor…
—Erick, anoche que llegamos a tu casa, los guardaespaldas daban las órdenes ¡en vez de los policías! — su voz sonaba alarmada — no nos dejaron entrar, hasta que tú ‘amigo’ dio permiso.
—Luís… — miré hacia el techo — Alejandro sólo trataba de ayudar.
—No, Erick, no es eso, ¿por qué no eres objetivo? — preguntó un tanto frustrado — ese hombre quiere ser quien mande en cualquier lugar donde esté presente, ¿acaso no lo ves? Incluso ahora está siendo el dirigente de tu vida y tus acciones, ¿no te has dado cuenta?
Indiscutiblemente, Alejandro siempre había sido una persona a quien no le gustaba que le dieran órdenes, era posesivo con lo que le rodeaba y ciertamente, no le gustaba perder, pero eso nunca me importó y después de lo que había sucedido entre nosotros con anterioridad, menos me importaba.
—Luís… — sonreí para tranquilizarlo — es posible que Alejandro sea un poco arrogante, pero, fue mi mejor amigo desde la secundaria y toda la preparatoria, además…
—Tú lo has dicho — me interrumpió con rapidez — en la preparatoria, ¿cuántos años tienes que no lo mirabas? ¿Diez? ¿Doce? ¿Cómo sabes que sigue siendo el mismo? ¿Cómo sabes que no es peligroso? — se notaba un poco alterado.
—No es el mismo — afirmé — pero yo tampoco soy el mismo de hace tanto tiempo — lo miré con seriedad — ni tú, ni Daniel, ni Víctor son iguales a cuando estábamos en la universidad, ¿o sí? Y es hace menos tiempo, pero — me puse firme ante él — no me importa cuánto tiempo pasó, Alejandro es mi amigo — dije con seguridad.
Luís se quedó en silencio pero estaba enojado, se notaba en su actitud, así que tenía que buscar la manera de calmarlo.
—Tú y yo somos amigos, ¿cierto? — pregunté.
—Sí, lo somos — dijo con rapidez.
—Entonces, responde — lo señalé con el índice — si por cuestiones de la vida, nos dejamos de ver por años y nos volvemos a encontrar después, seguiríamos siendo amigos, ¿no es así?
Él se quedó en silencio y desvió la mirada.
—¡Responde! — presioné.
—Sí, pero…
—No hay ‘pero’ — interrumpí — es la misma situación.
Luís suspiró de manera frustrada — bien, no insistiré, pero no me obligues a confiar en él — pidió con molestia — lo trataré como un amigo si en verdad me doy cuenta que no es peligroso para ti — se alejó de mí y metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
Reí ante su actitud — pareces mi mamá — dije con diversión — vamos…
—No — negó — prefiero quedarme.
—¿Estás seguro?
—Sí — asintió.
—Está bien, pero, si no le das una oportunidad — dije refiriéndome a Alejandro — nunca vas a dejar de pensar como lo estás haciendo ahora.
Después de eso, me alejé de él, abrí la puerta y entré nuevamente a la sala. Víctor estaba muy animado platicando con Alex y él también parecía muy entretenido.
—…esa vez Erick, Daniel, Luís y yo, cambiamos un letrero del baño de hombres por el de mujeres y viceversa — contó — obviamente los que ya teníamos algunos semestres ahí, no íbamos a caer, pero los novatos de la facultad, cayeron redonditos — rió con fuerza — las chicas salían gritando ¡Aaaaah! tapándose los ojos y los hombres salían disculpándose…
Alejandro estaba riendo también.
—Víctor — lo llamé con seriedad
—¡‘Bro’! — se puso de pie animado — Alejandro dijo que si queríamos, podíamos ir a la inauguración de su hotel el viernes, ¿tú que piensas?
Voltee a observar a Alex sorprendido — ¿de verdad? — pregunté levantando una ceja — debe ser una recepción muy lujosa e importante.
—Claro que sí, Víctor quiere conocer chicas guapas — asintió — además, parece tener un sinfín de anécdotas de la universidad y por lo que me ha contado, cambiaste mucho después de la preparatoria.
—No hagas caso — negué — Víctor exagera — aseguré y mi amigo iba a replicar, pero lo callé antes de que dijera algo vergonzoso — no digas nada — dije en tono de amenaza — pero… — cambié el tema de conversación con rapidez — supongo que habrá que ver que dicen Daniel y Luís, sobre la recepción…
—Yo los invito personalmente — Alejandro sonrió — además, tendré que darles en los próximos días las invitaciones, no podrán entrar a la recepción sin ellas.
—¡Sí! — Víctor gritó al momento que Daniel iba saliendo por la puerta.
—Tan escandaloso como siempre.
—¡‘Bro’! — lo señaló con sus índices — ¿verdad que si quieres ir a una fiesta de gala, para conocer chicas?
—¿De qué demonios hablas?
—¿Te gustaría asistir a la inauguración de mi hotel, este viernes? — preguntó Alex con una sonrisa en los labios.
—¿De tu hotel? — preguntó incrédulo.
En eso una voz femenina nos interrumpió.
—Disculpen… — hablo con seriedad — ¿señor Erick Salazar? — preguntó mientras nos observaba a Alejandro y a mí.
—Soy yo — respondí.
—Pase, por favor.
—Vuelvo… — anuncié.
Los tres se quedaron platicando mientras yo iba al lugar donde me indicó la chica. A diferencia de lo que imaginé, era un lugar pulcro y grande; había un hombre mayor, con semblante serio y un traje oscuro, de pie, esperándome y aparte, otro hombre más joven sentado frente a un escritorio, con una computadora.
—¿Erick Salazar? — pregunto el hombre mayor.
—Sí, soy yo.
—Un placer — dijo ofreciéndome la mano a manera de saludo — soy el Licenciado Pedro Menchaca.
—Un gusto — lo saludé de mano.
—Tome asiento por favor, tomaremos su declaración, esta es confidencial y lo haremos en esta sala por petición especial del señor De León, quien ha dispuesto que todo sea de esa manera.
Me sorprendió lo que comentó el hombre frente a mí, si era una petición de Alex, ahora entendía porque no era como me lo había imaginado, aun así, no tuve mucho tiempo de pensar en esas banalidades, pues rápidamente iniciamos con mi declaración.
Tuve que relatar cómo había conocido a Melissa en una fiesta, que salimos un par de veces pero simplemente en plan de amigos; jamás la llevé a mi casa, ni se la presenté a nadie de mis familiares o amigos, cómo para que ella pensara que podíamos formar una pareja o tener una relación formal. Admití que había tenido relaciones con otras mujeres pero, de igual manera, nunca había sido nada serio. Así mismo, detallé las llamadas que recibía de parte de Melissa y el cómo me había llamado el día del incidente a mi empleo, poniendo nerviosa a mi secretaria en el transcurso del día. También tuve que tocar el tema de la muerte de mis mascotas, debido a que, al parecer, Alejandro no sólo puso una denuncia por agresión y acoso, sino que también ingresó la de maltrato animal, por la muerte de ellos.
Estuve largo rato dando detalles, explicaciones y respondiendo preguntas; al terminar, el hombre me dijo que eso iba a ser todo, pero la firma de la declaración iba a ser al día siguiente.
Nos despedimos y salí por la puerta. Alejandro se puso de pie al verme salir; estaba solo.
—¿Estás bien? — preguntó conciliador.
—Sí — sonreí — estoy muy bien.
—¿Cómo te trataron?
—¿Cómo me trataron? — levante una ceja.
—¿Te presionaron? — especificó.
—No — negué — fueron muy amables.
—Me alegro.
—¿Dónde están los demás?
—Ya se retiraron — se alzó de hombros — tu amigo Luís parecía muy incómodo así que, se fue muy pronto, Daniel y Víctor dijeron que tenían trabajo, así que también tuvieron que irse.
—Supongo que me quedaré solo — suspiré
—¿Por qué? — preguntó intrigado.
—¿No declararás tú?
—No — sonrió — yo declaré ayer, al momento de poner las demandas, así que, ya podemos irnos.
—¿De verdad?
—Sí, no voy a dejarte solo, vamos.
Nos despedimos de la secretaria y salimos de la estancia. Cuando los guaruras de Alejandro nos vieron, caminaron hacia nosotros; pude reconocer a Miguel caminando entre ellos.
«Debería agradecer…» pensé, pero a la vez negué, tal vez no era ni el momento, ni el lugar; tendría que buscar la oportunidad de hacerlo después.
Salimos del Ministerio y nuevamente los reporteros se agolparon para hacer preguntas. Los guardaespaldas evitaron que se acercaran mucho y nos guiaron hacia el automóvil; yo entré al auto mientras Alejandro se quedaba un poco más con ellos.
—Ya hablé con ustedes hace unas horas — su voz era seria — dije todo lo que tenía que decir, el señor Salazar no está en condiciones de declarar todavía por lo delicado de la situación, cuando esté listo, se les informará para dar una rueda de prensa, con permiso.
Se despidió y entró al automóvil. Dos hombres entraron después de él en la parte delantera y emprendieron la marcha, mientras los demás evitaban que los reporteros se acercaran demasiado al auto.
Cuando nos alejamos, Alejandro se aflojó el nudo de la corbata — son molestos — dijo con desagrado — pero no podemos tratarlos mal porque si no, todo el mundo critica.
—¿De verdad…? — lo observé confundido — ¿de verdad daremos una rueda de prensa?
—Esperemos que no sea necesario — me guiño el ojo — solo quiero esperar a que se calmen los ánimos — sonreí más calmado y él siguió hablando — espero que te prepares — me observó y sonrió cuando mi vista se posó en él — ya están tus amigos invitados a la recepción.
—¿Los tres aceptaron?
—Sí — se recargó en el asiento — aunque Luís no parecía muy emocionado, si dijo que sí fue porque Víctor y Daniel insistieron.
—Ya veo y, ¿por qué quieres que me prepare?
—Porque tú también iras — aseguró
—¿Qué?
—Claro, si hice esto fue con la firme intención de asegurarme que tú fueras.
—A veces, eres algo maquiavélico.
—No tienes idea de cuánto… — esa frase me hizo estremecer sin saber por qué — también — prosiguió — les aseguré que los acompañaría a un ‘Table Dance’ — se alzó de hombros— no es que me interesen mucho, pero Víctor parecía emocionado.
—Creo que tiene cosas extrañas en mente — tenía algo de vergüenza.
—¿Cómo qué?
—Piensa que si tú vas, pueden darnos descuento — dije con diversión.
Alejandro rió —probablemente tiene razón — aseguró con una sonrisa fría en su rostro.
Uno de los hombres que iba adelante habló.
—Señor, ¿vamos a la casa o al otro lugar?
—A la casa.
—¿Otro lugar? — lo miré interrogante — ¿que otro lugar?
—No te preocupes, lo sabrás pronto — suspiró — íbamos a pasar a recoger algo, pero lo van a llevar a domicilio, me aseguré de ello mientras estabas declarando.
No quise indagar más, después de todo, por sus palabras, lo vería en mi casa.
«¿Cómo estará mi casa?» me pregunté mentalmente, quizá ya habían terminado de arreglar los pocos desperfectos y la señora Josefina estaría preparando la comida. Pensar en ella me recordó la nota que había leído en la mañana.
—Alex…
—¿Sí?
—¿Qué le dijiste a la señora Josefina? — lo miré de reojo.
—Nada — dijo cerrando los ojos.
—No te creo — negué y presioné — ¿qué le dijiste?
Él sonrió aún con los ojos cerrados — yo no le dije nada, ella fue la que me dijo algunas cosas — abrió los parpados y me dirigió una mirada pícara — es más perspicaz de lo que parece, créeme.
—¿Por qué?
—No se creyó ni tus explicaciones, ni lo de la cama desarreglada, ni mi excusa ante cierta mancha en mi camiseta — rió — parece que conoce bien qué cosa deja ese tipo de manchas — se alzó de hombros — así que, al ver que lo negaba, simplemente se resignó, pero me aseguró que ella no era tonta — «lo mismo que me escribió» pensé al escuchar las palabras de Alejandro — es una mujer agradable — prosiguió — me cae muy bien, en serio.
Sonreí — se nota — me recargué en el respaldo del asiento — hablan con mucha confianza… — ladee el rostro — Alex… — lo llamé de nueva cuenta.
El giró el rostro y sonrió levantando una ceja — Erick, ¿por qué no eres franco y me dices o preguntas las cosas, sin tanto rodeo?
—Lo siento — me alcé de hombros — es sólo que… en la mañana estaba algo confundido y no pude hacerlo…
—¿Qué cosa? — preguntó acercándose hasta mí y recostándose en mis piernas, acomodándose lo mejor que pudo sobre el asiento, flexionando sus piernas.
Acaricié su cabello con mis dedos — hoy, por extraño que suene, bueno… — titubee nervioso — pues… hoy, al fin pude notar tu espalda — ladee el rostro y el abrió sus ojos, posando su verde mirar en mí.
—Es normal — sonrió con cinismo — yo soy quien te posee — movió su mano y colocó un dedo en mis labios, introduciéndolo en mi boca para humedecerlo con mi saliva — tú no tienes por qué mirar mi espalda… — retiró su dedo de mi boca y lo llevó a la suya, lamiendo los rastros de mi saliva — ¿no es así?
—Lo sé… — suspiré y relamí mis labios, limpiando la humedad que había quedado en ellos — pero… me llamó la atención…
—Mi tatuaje — terminó mi frase.
—Sí… — fije mi mirada en él — ¿cuándo…?
—Antes de cumplir 19 años — sonrió acariciando mi mejilla — ¿por qué preguntas?
—Es sólo que… nunca pensé que tú… bueno…
—Cuando te alejaron de mí — habló con calma — cambiaron muchas cosas, Erick — suspiró — pero, a pesar de todo lo que sucedió, yo tampoco pude olvidarte — aseguró — este tatuaje lo hice, porque me identifico con él… fue en un momento de rebeldía — sonrió — aunque fingía ser un buen hijo, la realidad era que, lo que quería era deshacerme de mis padres y de todos aquellos que nos separaron, por eso soy lo que soy ahora — sentenció — y aún en la actualidad, finjo ser una buena persona ante los medios y los demás, cuando la realidad, es diferente… — la mano de Alex se colocó en mi nuca, acercó mi rostro al de él y me besó lentamente — esa es la razón de mi tatuaje — susurró al separarse de mi — ¿te incomoda?
—No — sonreí — es… interesante.
—Bien… — sonrió mientras me alejaba un poco de él — por cierto — acarició mis mejillas y mi barbilla — ya necesitas una rasurada…
Me sonrojé y pasé una de mis manos por mi barbilla — lo siento — acoté — ni ayer, ni hoy me rasuré.
—No me molesta — habló con calma — pero me agradas más sin ella, te miras más pequeño.
Mordí mi labio inferior — eso es algo…
—¿Perverso? —no me dejó terminar
—Sí — respondí nervioso — un poco…
—Lo sé, pero… — volvió a sujetarme por la nuca, acercándome hasta él nuevamente, para besarme con fuerza — así me amas — dijo con una sonrisa cínica.
No respondí, sentí que mi rostro ardía, pero él tenía razón, así lo amaba y nada lo iba a cambiar. Alejandro cerró los ojos y se relajó dando un suspiro; yo me incorporé para recargarme en el respaldo del asiento, mientras seguía acariciando su cabello con delicadeza. Durante todo el camino ninguno de los dos dijo nada; él parecía algo cansado y yo, tenía muchas cosas en la mente. Repasaba lo que Luís me dijo de los hombres que siempre acompañaban a Alejandro, las palabras de la señora Josefina durante el desayuno, todo lo que declaré y que me preguntaron… un sinfín de cosas que obligaban a que mi mente se mantuviera trabajando.
* * *
Llegamos a casa y el automóvil se estacionó enfrente; al bajar del auto, todo estaba tranquilo, pues no había nadie en los alrededores. Entramos a la casa porque Julián, el guardaespaldas que se quedó bajo las órdenes de la señora Josefina, nos abrió la puerta, ya que ella estaba barriendo. Alejandro se quedó afuera, hablando con sus hombres, mientras yo ingresaba al interior; la casa estaba impecable, no parecía que el día anterior hubieran pasado tantas cosas.
—¿Cómo les fue? — la señora Josefina me recibió con una sonrisa en su rostro.
—Bien — respondí — ¿alguna novedad? — pregunté mientras caminaba hacia la cocina, en busca de un vaso para tomar agua.
—Sí — dijo tranquila — su mamá dijo que le marcara en cuanto pudiera — entorné mis ojos, realmente no quería hablar con ella — pero… — la señora Josefina prosiguió — le dije que andaba algo ocupado, así que era probable que le marcara hasta la noche — me guiñó el ojo y yo le agradecí con un ademán de mi rostro.
—¡Huele muy bien! — la voz de Alejandro se escuchó cuando entró a la casa — ¿qué prepara? — caminó a la cocina, directamente a lo que estaba en la estufa.
—Estofado… — se escuchó desde la sala.
—¡Qué bien!
—¡No se atreva a levantar las tapas de las ollas! — Alejandro se quedó a medio camino de realizar la acción y prefirió alejarse de ahí — no ande husmeando — replicó ella — si abre las tapas, la presión que hay se escapa y ya no queda tan rico.
Alejandro levantó una ceja ante esa explicación, que era obvio no comprendía.
—Ni le repliques — le dije con una sonrisa — son sus costumbres.
—Ya veo — frunció el ceño desconcertado — bueno, entonces tendré que esperar a que esté listo para probarlo — aunque le habían impedido que hiciera lo que quería, se movió y me quitó el vaso con agua que tenía en mis manos, acabándose el líquido con rapidez.
—¡Oye! — me quejé cuando me regresó el vaso vacío.
—Está muy rica — sonrió.
—Es horchata natural — la señora volvía de la sala — que bueno que le gusta.
—Sí, es un buen cambio, casi siempre donde me toca comer, es naranja, limón o jamaica… muchas ni siquiera son naturales — agregó — por cierto, Erick — se giró para verme mientras me servía más agua — deberías ir a descansar, ¿por qué no subes?
—Bueno, iba a esperar la comida…
—La comida va a tardar una media hora más — la señora Josefina me observó de soslayo — yo le aviso cuando esté, vaya a descansar un momento, seguramente sigue cansado.
—Está bien — terminé mi agua, dejé el vaso en el lavatrastos y subí las escaleras dirigiéndome a mi habitación.
Me encaminé a la cama mientras me aflojaba la corbata, me quitaba la ropa y zapatos, dejándome solo el pantalón y la camiseta blanca de abajo; finalmente, me dejé caer sobre la cama y cerré mis ojos. Ciertamente me sentía cansado pero no tenía sueño.
Instantes después la puerta se abrió; entreabrí mis ojos para ver que Alejandro entraba con lo que parecía una caja larga, algo delgada.
—Hola… — sonrió levemente — te traje algo.
—¿Qué cosa? — me incorporé y me senté a la orilla de la cama.
Alejandro puso la caja en mis piernas y se hincó delante de mí.
—Quiero disculparme — habló despacio — no pude hacer nada por tus hijos ayer — suspiró — tampoco sabía qué costumbres tenías en ese sentido, así que… — abrí la caja mientras él hablaba y me encontré con cuatro urnas de cristal, alrededor de la tapa, cada una tenía listones y plaquitas — pedí que los cremaran… no sabía que los enterrabas en el patio de atrás, hasta hoy que…
Alejandro se quedó en silencio mientras algunas lágrimas resbalaban por mis mejillas, al tiempo que mis manos rozaban cada plaquita de las urnas; Black, Ponch, Tomi y Rocky, eran los nombres que cada plaquita tenía grabada. Él acercó sus manos a mi rostro y limpió con delicadeza la humedad.
—De verdad, lo siento, Erick… yo, no supe que hacer y…
—Está bien — sonreí con pesar — no te preocupes — acaricie su mejilla — supongo que podré tenerlos dentro de la casa de esta manera, sólo necesito buscarles un buen lugar, no estoy enojado, al contrario, te tomaste muchas molestias…
—Es lo menos que podía hacer por ti… ¿quieres que los guarde en algún lado?
—No sé… — mi mente divagó — tal vez… por el momento, sobre la chimenea estarían bien — indiqué — a ellos les gustaba estar cerca de ahí…
—De acuerdo, vuelvo en un momento — él se puso de pie tomando la caja nuevamente y salió de la habitación.
Yo me recosté y me hice un ovillo en la cama, viendo hacia el ventanal que daba hacia el frente de la propiedad, por donde entraba la luz tenue del sol, en medio de las cortinas oscuras. Sentía que mi cabeza empezaba a punzar, no sabía si era por la situación sin asimilar o la falta de mi café matutino; de cualquier manera, debía descansar.
Abracé una almohada y sin darme cuenta, algunas lágrimas empaparon la tela de la misma. Ya había cerrado mis ojos cuando escuche la puerta abriéndose; mi cuerpo sintió movimiento a mi espalda y un beso en mi cabello. Después perdí la noción del tiempo.
* * *
—Erick… Erick… — sentí un movimiento ligero en mi hombro — Erick — repitió la voz, ahora con algo de autoridad — debes levantarte a comer algo — aseguró — la señora Josefina desde hace rato se retiró y tú no respondiste para comer.
Entreabrí mis ojos, Alejandro se había sentado en la cama y acercó su rostro hasta quedar frente a mí.
— Lo siento — susurré, un bostezo me obligó a cubrir mi boca con mi mano.
—Dormilón — aseguró mi compañero — ¿quieres asearte primero? — preguntó con curiosidad
Asentí aún somnoliento.
Él se puso primero de pie y me ofreció la mano; cuando me incorporé, él me abrazó por detrás y me guió al baño en medio de un abrazo; al entrar y pasar el área del vestidor me detuvo — ¿regadera o Jacuzzi?
—Regadera — respondí con rapidez.
Él sonrió y nuevamente me guió, aún abrazado, hacia nuestro destino — menos mal que decidiste regadera — añadió — hoy no había preparado el jacuzzi.
Antes de entrar a la regadera, él templó el agua para poder bañarnos. Al ingresar, Alejandro me acomodó justo debajo de la regadera, quedando tras de mí, pegando su pecho a mi espalda.
—Erick… — susurró contra mi oído — eres, perfecto… — sus manos acariciaron mi pecho y me hizo estremecer, logrando que mi piel se erizara, mis mejillas se pusieron rojas y mis pezones se endurecieron — ¡vaya! — habló con sorpresa fingida — que reacción tan interesante…
Me hizo girar y quedar frente a él, se inclinó hacia mí y acercó sus labios a uno de mis pezones mientras su mano pellizcaba el otro. Mordí mi labio mientras él pasaba su lengua por mi piel, chupando y mordiendo; levantó su vista y pude observar su mirada maliciosa sobre mi rostro.
—Alex… — apreté mis parpados — no muerdas… — me quejé al sentir una mordida más fuerte — por favor… — supliqué, a sabiendas que si seguía, mi cuerpo se rendiría a su toque con suma rapidez.
Se alejó de mí, irguiéndose por completo, tomó mi rostro con su mano y se acercó hasta rozar sus labios con los míos — no me vuelvas a decir eso de esa manera — acotó con una sonrisa perversa — podría violarte.
«¿Violarme? ¿De verdad?» pensé, aún sin entender sus razones para decir eso.
Alejandro tomó el jabón y la esponja para limpiar mi cuerpo; sus manos parecían tener mucha práctica, pues tallaba con delicadeza y besaba mi piel, después de pasar la esponja y limpiar el jabón. Sentir su piel contra la mía, con una humedad diferente a la que experimentábamos mientras teníamos relaciones, lograba que me estremeciera. Las yemas de los dedos de una de sus manos, rozaban mis pezones y la otra se entretenía en mi sexo a la vez. No sabía si era un simple baño o si él esperaba llegar a otra situación, pero yo disfrutaba estar en sus manos por completo.
—Estás listo — susurró cuando yo empecé a gemir, parpadee confundido ante sus palabras, pues estaba esperando que me poseyera ahí mismo — ¿quieres que te rasure? — preguntó, pero no pude responder, solo negué con un movimiento débil de mi rostro.
—Entonces, ve a ponerte ropa — sonrió — te sigo en un momento.
—Pe… pero… — él puso su índice en mis labios para que no replicara.
—Jugaremos después de que comamos… te lo aseguro.
Asentí sumiso.
Salí del baño, me sequé con la toalla y fui a tomar un pijama de mi vestidor. Antes siquiera de buscar mi ropa, solo con la toalla en mi cintura, mi curiosidad me llevó a abrir el armario que antes fuera de mi esposa y ahora, Alejandro usaba como suyo. La ropa de él estaba pulcramente acomodada; sacos, pantalones, camisas, ropa interior… a un costado del closet, un cesto de ropa sucia. Su ropa sucia.
Tomé entre mis manos la camisa que él había usado durante el día, la lleve a mi pecho, acerque mi rostro hasta ella y aspiré su aroma. ¿Cómo podía sentirme tan bien solo con eso? Era algo difícil de explicar el por qué, ni yo podía entenderlo, pero ese olor tan varonil, me hacía llegar al cielo simplemente por ser de él.
—¿Entretenido? — su voz me sacó de mi ensueño, alejé su camisa de mí con rapidez y la devolví a donde estaba con anterioridad.
—Yo… — lo observé, se estaba secando el cabello, ciertamente lo tenía más largo que yo — no quise…
Alex rió, dejó su toalla de lado y se acercó a mí — puedes hacer lo que quieras — besó mis labios — vamos a comer, vístete — él caminó al armario, tomó de entre su ropa un pantalón de algodón oscuro y se lo puso, después, una camiseta negra, sin cuello pero con manga larga, le quedaba pegada al cuerpo y sus músculos se marcaban, definiendo su tórax perfecto — ¿quieres que también te vista? — preguntó con sarcasmo.
—No, claro que no — aseguré con vergüenza.
No me había movido por estar al pendiente de sus acciones; tal vez no lo hacía conscientemente, pero Alejandro era sensual en cualquier cosa que hacía, ¿cómo no caer bajo su hechizo?
Terminé de vestirme con una pijama completa de algodón; Alex se acercó a mí y sonrió con algo de burla.
—Esta ropa es muy infantil — añadió mientras acomodaba el cuello de mi pijama — deberías buscar otro tipo de ropa para dormir.
—Bueno, no tenía a nadie a quien le importara lo que me pusiera para dormir…
—Pues por mí, deberías quedarte desnudo… pero veremos qué podemos hacer para cambiar tu vestimenta — aseguró.
Después de eso, Alex me tomó de la mano y me guió hacia la planta baja. Él caminó a la cocina mientras yo me quedaba en el comedor; una sombra recorrió el patio exterior y pude alcanzar a verla aún con la cortina cerrada.
—¿Hay alguien afuera? — pregunté un tanto inseguro.
—Sí — respondió — cálmate, son mis hombres, aún están cuidando la casa.
—Alex — lo miré — ¿por qué tienes tantos guardaespaldas?
—Seguridad — respondió sin más, mientras volvía a calentar la comida.
No quería dudar de Alejandro, pero las palabras de Luís retumbaban en mi cabeza. Suspiré.
—¿Eres muy importante?
—No — respondió — solo tengo dinero — parecía no darle importancia — y tener dinero es tener poder…
—Si tú lo dices… — comenté distraído.
—Erick… — levante mi rostro y él ya traía la comida — te miras distante, ¿te sientes bien?
—Sí… — respondí tomando mi plato para comer — es sólo que… — miré al exterior — creo que la casa está muy sola sin Rocky, Black, Ponch y Tomi.
—Entiendo… — él sonrió, dejando su plato en el lugar que estaba a mi lado, después fue por unos vasos y el agua — ¿pensaste en tener otros? — preguntó con tranquilidad.
—Sí — asentí — pero no he usado mi laptop… quería buscar en las instituciones, a ver si puedo quedarme con dos o tres.
—¿Por qué no vas a la perrera? — se sentó a comer después de dejar los vasos y el agua en la mesa
—Bueno, normalmente, los que he tenido han sido por las instituciones — me alcé de hombros — pero la perrera es una buena opción también.
—¿Quieres ir mañana a buscar nuevas mascotas? — Alejandro parecía querer complacerme, así que no pude negarme.
—Sí, por supuesto.
—Mañana después de tu trabajo, iremos entonces — decretó con una leve sonrisa en sus labios.
—¿Quieres que venga por ti?
—No, yo iré por ti — me observó con frialdad — estos días te llevarán y te traerán en mi automóvil.
—¿Por qué? — pregunté confundido.
—Porque los medios de comunicación están cazándote y hasta que no se calme la situación, no te dejaré andar solo — su mirada era sombría — ¿entendiste?
—No — deje los cubiertos de lado, aunque sabía que sólo quería protegerme no podía permitir eso — no puedes simplemente disponer de mi vida como si fuera un niño — añadí con algo de molestia — puedo cuidarme solo.
Ambos nos quedamos en silencio unos momentos, Alejandro tenía su mirada fría en mí. Pasaron unos momentos y sonrió; pero su sonrisa me hizo estremecer, algo había pensado, estaba seguro.
—Está bien — su voz sonaba extrañamente calmada — pero te recuerdo, ‘conejo’… — bebió agua de su vaso y continuó — siempre me salgo con la mía…
No dijo nada más y yo no pude contradecirlo, su voz me dijo que la discusión había terminado.
¿Por qué Alejandro tenía tanto poder sobre mí, sólo con sus palabras? No entendía si eso me gustaba o no, pero mi cuerpo no parecía estar de acuerdo con mi cerebro, ya que saber y sentir lo que él pensaba de mí, lograba que mi cuerpo ardiera.
Seguí comiendo mientras miraba de reojo a Alejandro; él seguía en silencio y aún tenía una leve sonrisa, casi imperceptible. ¿Qué podría estar pensando? Terminó su comida y se puso de pie, llevando los platos al fregadero; yo aún seguía en la mesa cuando él volvió, quedándose de pie detrás de la silla que había ocupado con anterioridad.
—Estaré arriba — anunció y caminó hacia la escalera, sin decir nada más.
Me quedé en silencio. ¿Qué podía decirle? Comí con lentitud, jugando un poco con la comida, antes de llevarla a mi boca; terminé de comer varios minutos después y caminé con pesadez a dejar mis platos en el fregadero. Me quedé parado ahí por unos momentos, pensando; no quería hacer enojar a Alejandro, pero aunque no quisiera admitirlo, tenía dudas de él y todo lo que lo rodeaba.
—Estúpido Luís… — susurré.
Era obvio que, si me encontraba así, era por lo que mi amigo me había dicho ese día. Negué, ni siquiera debía pensar en esas tonterías; me lavé las manos y me encaminé a las escaleras. Llegué al siguiente piso con pesadez. Me quedé fuera de mi habitación, con la mano en el picaporte de la puerta y suspiré; no sabía qué decirle a Alejandro y lo más seguro era que estuviera molesto, pero no podía retrasar más la situación. Al abrir la puerta y entrar, me di cuenta que él no estaba ahí.
—Tal vez… — caminé al baño a buscarlo, toqué varias veces pero nadie respondió.
Abrí la puerta y no estaba; parpadee confundido.
—¿Se enojó tanto que se fue a la otra habitación? — me pregunté con algo de escepticismo, Alejandro no era de ese tipo de personas.
Salí de mi habitación, toqué la siguiente puerta pero, al no recibir respuesta, abrí; la luz estaba apagada, tampoco estaba en esa habitación. «¿Dónde está…?» pensé y luego, una idea vino a mi mente.
—No pudo atreverse… — apresuré mis pasos hacia el siguiente piso.
Casi corrí en las escaleras, tropezando en uno de los escalones, pero, me aferré al barandal para no caer.
Llegué a la puerta de mi estudio y me asustó ver luz saliendo por la parte de abajo, además de escuchar música en el interior. Mi mano tembló al posarse en la perilla de la puerta; abrí con lentitud. Al entrar, me pude dar cuenta de que aún estaban algunos muebles cubiertos de plástico, pero el escritorio estaba limpio, la computadora estaba encendida y la música se escuchaba a todo volumen.
‘Ever dream’, una canción de Nightwish, se escuchaba en volumen alto, pero sólo escuchaba la voz de Alejandro mientras cantaba la canción, aunque a él no podía verlo; entré a la habitación sintiendo que mi cuerpo completo se estremecía, imaginando dónde estaría.
Caminé hasta la escalera y desde abajo lo vi en la parte superior, parado a un lado de un estante con una carpeta entre sus manos, leyendo con tranquilidad.
—¡¿Qué haces aquí?! — pregunté molesto.
—Erick… — sonrió ampliamente mientras me dirigía la mirada — estaba leyendo tus escritos — dijo con cinismo — vaya que tus sueños húmedos son excitantes.
—Alejandro — mi voz era seria — te dije que sacaras copias de las llaves, ¡pero no de esta habitación!
—¿En serio? — cerró la carpeta y la acomodó en su lugar mientras sonreía de lado — creo que lo olvidé.
—Quiero que salgas — ordené — ¡no tienes por qué estar aquí!
Él me miró con altivez, caminó con lentitud bajando las escaleras y yo me dirigí al escritorio a apagar la música. Antes siquiera de que tocara el teclado, su mano me apresó por la muñeca y me obligó a sentarme en el sillón, sin soltar mi brazo.
—¡¿Qué haces?! — aún tenía el tinte de molestia en mi voz.
—¿No tengo por qué estar aquí? — preguntó con voz grave — ¿estás seguro de eso, ‘conejo’?
—Alejandro… — susurré con nervios, él estaba ejerciendo demasiada presión — me estás lastimando…
—El domingo… — ignoró mis palabras, poniendo más intensidad en su agarre — dijiste que tus cuadros eran míos — su otra mano me agarró por el cuello apretando con fuerza y evitando que respirara correctamente — también, dijiste que todo lo que estaba aquí era por mí, por tus anhelos y deseos sobre mi…
—Alex… — mi voz apenas salió y el dolor en mi cuello se incrementó, aun así, el calor empezó a inundar mi cuerpo.
—He leído algunas cosas — su sonrisa era cruel — en muchas de esas hojas, escribiste sueños muy entretenidos — acercó su rostro hasta rozar sus labios con los míos — especialmente cuando describías las maneras en las que te poseía…
—Alex… — repetí con más facilidad, ya que él había disminuido la fuerza de su agarre en mi cuello — por favor…
—Lo deseas fuerte… rudo… — aseguró — porque sientes placer a pesar de que te lastimo… ¿no es así, ‘conejo’?
Mi respiración era agitada, mi cuerpo empezó a arder y a pesar de su trato hacia mí, me sentía excitado, deseoso de sentir sus caricias y su piel contra mí.
—Ya estas excitado, ¿no es así? — alejó su mano de mi cuello y la pasó a mi cabello, jalando con fuerza hacia atrás, para que levantara mi cara — bien… — relamió sus labios — tu cuerpo reacciona a mí con mayor facilidad…
No me di cuenta en qué momento me había soltado de la muñeca y su mano libre fue a mi rostro, introduciendo un par de dedos en mi boca.
—Pero también te gusta suave y lento… ¿o me equivoco?
Sus palabras, su voz, todo él me estaba envolviendo en un vórtice de emociones y sentimientos; lamí sus dedos inconscientemente, entrecerrando mis parpados.
—Eso es, ‘conejo’ — retiró sus dedos de mi boca — me gusta cuando eres tan sumiso…
Me besó; su fuerza y posesividad me desarmaron. Me obligó a ponerme de pie, haciéndome girar, inclinándome sobre mi escritorio, después de hacer a un lado las cosas sin ningún cuidado; bajó mi pantalón con rapidez, junto con mi ropa interior; después, se bajó el pantalón y sin previa preparación, me penetró con fuerza.
Grité. No pude evitarlo, la intrusión en mi interior fue salvaje, agresiva, él quería lastimarme y sinceramente, eso era excitante y delicioso. Me fascinaba el dolor que Alejandro me causaba y en ese preciso momento, podía sentirlo por completo en mi interior.
Él se recostó sobre mí, acariciando mis costados, sobre mi pijama.
—Gime, Erick — susurró — gime y libera todo lo que sentías en tus sueños…
No me contuve, gemí, grité, sollocé y repetí su nombre con insistencia.
—Alex… voy a… — anuncié después de varios minutos en los que él me penetró sin tregua y su salvajismo habitual.
Pero me arrepentí de habérselo anunciado; Alex se detuvo, salió de mi interior, obligándome a girar mi rostro para ver su sonrisa sádica.
—¿Por qué…?
—Al suelo y desnúdate — ordenó.
Mi labio inferior tembló, pero no pude objetar; me alejé del escritorio y me quité la pijama que portaba — ¿cómo…? — pregunté.
—De espaldas — ordenó mientras se quitaba la ropa.
Me recosté en el suelo con timidez, aún estaba sucio.
Alejandro estaba de pie y se relamió los labios — mastúrbate — indicó con voz grave.
¿Por qué tenía que tratarme así? Cuando se portaba de esa manera, me daban ganas de revelarme, negarme y alejarme, pero mi cuerpo ansiaba ese trato, esa manera tan fría y cruel con la que Alex me ordenaba; en el fondo, para mí, eso era lo necesario para sentir placer. Pasé mi mano por mi sexo lentamente, acariciando de arriba abajo.
—Tus pezones también — dijo con descaro — vamos, no te reprimas…
Apreté mi mandíbula y sentí que mi rostro ardía; una vez más estaba ante él, haciendo lo que él me ordenaba, sólo para su deleite, cómo lo había hecho en antaño. Me mordí los labios por un instante tratando de aguantar mi vergüenza, pero rápidamente me olvidé de ella; empecé a respirar con agitación, sintiendo que mi sexo se endurecía más, los movimientos de mi mano se hicieron rápidos; no podía negar que me gustaba estar así, frente a él, para que sólo los ojos de Alejandro pudieran observarme de esa manera, como si fuera una ramera sin pudor.
—Detente.
Escuché su orden, pero no podía obedecerlo, no en ese instante específico en el que estaba sintiendo tanto placer.
—¡Detente! — gruñó.
Alejé mis manos, a pesar de no desearlo en realidad y las coloqué en el piso; mis ojos estaban llorosos, tenía mis piernas abiertas, mostrándome por completo ante él y mi cuerpo temblaba, debido a la excitación. Cerré mis parpados y ladee el rostro, tratando de no sentir su mirada sobre mí.
—‘Conejo’ malo… — su voz era suave y se escuchaba más cerca que antes; entreabrí mis ojos y lo miré de rodillas ante mí — sabes que no me gusta que desobedezcas.
—Lo… siento… — sollocé.
—¿En serio? — se acercó hasta mí, después de acomodarse entre mis piernas — pues… veamos qué haces para remediarlo.
Mi respiración seguía agitada cuando me besó nuevamente, enredando su lengua con la mía, jugando de manera húmeda y demandante, hasta que se cansó. Bajó con lentitud lamiendo mi cuello y mordisqueando mis pezones; el ardor en uno de ellos me hizo sollozar, intenté mover mis manos para alejarlo de mí, pero él las sostuvo contra el frío piso.
—Alex… — gimotee — duele…
Pasó su lengua por mi pezón lastimado y escuché una leve risa — y, ¿te gusta? — preguntó.
Mi respiración era entrecortada, mis ojos húmedos amenazaban con dejar caer las lágrimas que aún reprimía, pero no podía mentirle — sí… sí… me gusta… — respondí con algo de deleite, a pesar de mi sufrimiento.
Se incorporó y con su mano, colocó la punta de su miembro en mi entrada, moviéndolo de arriba a abajo, sólo rozando; traté de mover mi cadera para que entrara, pero él lo evito, me estaba torturando.
—Mételo… — supliqué.
—No — respondió — te has portado mal ‘conejo’, me has desobedecido, te has rebelado y aun así, ¿quieres disfrutar?
—Pero… Alex…
—¿Sabes, ‘conejo’…? Desde el momento que me permitiste poseerte de nuevo, me diste el derecho de hacer contigo lo que yo quisiera — sus ojos mostraron furia y me hizo temblar — ¿lo entiendes?
Iba a responder, cuando entró en mí de un solo golpe — ¡¿entiendes?! — gruñó al llegar al fondo pero no se movió más.
—S… sí… — respondí en medio de jadeos — en… entiendo…
—¿Quieres que me mueva? — preguntó sonriendo con malicia.
—Sí… — supliqué — por… por favor… muévete…
—¿Lo deseas? — acarició mi sexo con una mano.
—Sí… lo deseo… — pasé mis manos por sus hombros para aferrarme a ellos con fuerza — lo… lo necesito…
—Me moveré… — se acercó a lamer mis labios — solo si juras, que harás lo que yo quiera.
—¡Lo haré! — grité — ¡lo que tú quieras! ¡Lo que digas! ¡Lo que me ordenes! — encajé mis uñas en sus hombros — muévete Alejandro, por favor, ¡muévete! — supliqué.
Él parecía satisfecho con mi respuesta, empezó a moverse con fuerza, mientras yo rodeaba su cintura con mis piernas; mis gemidos inundaron la habitación, siguiendo el ritmo que Alejandro imponía en mí. Su miembro en mi interior me estaba llevando a la locura, era imposible imaginar otro sentimiento y sensaciones, que pudieran igualarse a lo que sentía al ser poseído por él.
Varios minutos después, mordí su hombro para acallar mi grito; estaba llegando al orgasmo sin que él me lo impidiera. Mi cuerpo se estremeció al liberar mi semen entre nosotros, ensuciando su torso; Alejandro me recostó completamente en el piso y salió de mi interior.
—‘Conejo’ malo… terminaste antes que tu dueño… — yo estaba tan cansado, que no podía apelar a mi favor — ¿cómo debemos arreglar esto? — preguntó con burla — bueno, tú ya terminaste, pero a mí me falta un poco, así que…
Se movió hasta dejar su miembro cerca de mi rostro y se masturbó; instantes después, él también terminaba, llenando mi cara con su esencia. No pude hacer nada, ni siquiera quejarme. Años habían pasado, desde que Alejandro ensució por primera vez mi rostro con su semen y a pesar de lo incómodo que había sido, debía admitir que me gustaba esa tibieza sobre mi piel, solo porque era suya.
—No te muevas — dijo con seriedad, cuando una de mis manos, inconscientemente, iba a mi cara para limpiar un poco.
Entreabrí mis ojos al sentir que se levantaba y acercaba su mano al escritorio, sujetando su celular.
Me tomó una foto así, con mi rostro sucio por su culpa y sonrió — ya necesitaba un nuevo fondo de pantalla — dejó el celular de lado y acarició mi rostro llenando sus dedos de su semen y después, los acercó a mi boca — ¿te gusta tu alimento, ‘conejo’? — asentí con debilidad, mientras limpiaba su mano con mi lengua y el soltó una carajada — entonces, quieres que te siga alimentando, ¿no es así? — preguntó seguro.
—Sí… — susurré como pude, pues él tenía sus dedos en mi boca.
—Pues… si quieres que te siga alimentando, harás lo que yo te diga, ¿de acuerdo?
Volví a asentir solo con mi cabeza, pues él volvió a impregnar sus dedos con algo más de su semen, introduciéndolos a más profundidad en mi boca, casi llegando a mi garganta.
—Juraste qué harías lo que dijera — ladeo su rostro observándome con ternura — así que mañana, mis hombres te llevarán al trabajo y yo iré por ti, ¿entendiste?
Alejó la mano de mi boca para que pudiera responder — sí…— mi voz era débil, estaba cansado y él seguía haciendo lo que quería conmigo.
—No, ‘conejo’ — sonrió con malicia y las yemas de sus dedos rozaron mis labios, ensuciando aún más mí piel con su semen — ¿recuerdas cómo te enseñe a responderme hace años?
Suspiré, sabía a lo que se refería, eso le causaba placer y a mí, debía admitir que me excitaba — sí, amo… — susurré cuando alejó completamente sus dedos de mis labios.
—Perfecto… — volvió a besarme, pero esta vez con delicadeza, degustando su propio sabor en medio de la caricia.
Cerré mis ojos y me dejé llevar por la sensación, estaba demasiado cansado; me perdí en esos sentimientos tan dulces que él provocaba en mí y no supe más.
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