Navidad
Jueves, diciembre 25
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A pesar de que había llorado durante la noche y me encontraba exhausto, las pesadillas en mis sueños no me dejaron dormir cómo yo deseaba.
Me desperté varias veces seguidas y cuando lo hacía, instintivamente buscaba el calor de Alejandro, para darme cuenta que no estaba, obligándome a llorar de nuevo al saberme solo una vez más. Aún abrazaba su camisa, aún estaba hecho un ovillo, aún me sentía vacío, pero la luz que se coló por la parte baja de la cortina de mi ventanal, anunciando que ya era otro día… había amanecido, así que, oficialmente, tenía 32 años.
Miré el reloj de mi buró, eran pasadas las nueve de la mañana, me ardían los ojos y sentía un intenso dolor de cabeza. Me puse de pie, dejando la camisa de Alex en la cama y fui al baño.
Abrí la regadera y me metí bajo el agua cuando estuvo tan caliente, que mi piel ardía. Repasé mi cuerpo con el jabón y limpié mi cabello con el champú; el olor a almendras me hizo recordar las veces que Alejandro me bañaba. Cerré mis ojos y me perdí en los recuerdos; los besos que me prodigaba, las caricias en mi cuerpo, sus insinuaciones lascivas y por sobre todo, su forma de llevarme siempre a la locura. Salí de mi ensueño al estar a punto de acariciarme mi sexo. Apreté mis puños con desespero; olvidar a Alex iba a ser una tortura.
Al salir del baño, me puse el pantalón de un conjunto deportivo negro y una camiseta manga larga blanca; la única que tenía de ese tipo y en ese color, gracias a un regalo de mi madre, quien siempre se quejó que sólo vestía ropa oscura y opaca.
Caminé al ventanal y abrí las cortinas, la blancura de los tejados, en las casas de mis vecinos, me indicó que iba a hacer mucho frío ese día, más, la calle limpia, también me reveló que, de todos modos, iba a haber actividad.
Volví mi vista a la cama y regresé hasta ella, me senté en una orilla y agarré la camisa de Alex entre mis manos, pasándola por mi rostro con suavidad, tratando de emular una caricia de él, pero sin lograrlo. Suspiré cansado; tenía que ser una broma, yo había tomado la decisión de dejarlo ir, así que ahora, tenía que hacerme responsable, aunque me doliera. Apreté la camisa por última vez contra mi pecho, aspirando esa fragancia que me volvía loco y después, la acomodé con cuidado en la parte de la cama que, Alejandro, siempre usaba.
—Feliz Navidad, amor… — susurré con dolor y me alejé.
Bajé las escaleras con lentitud, escuché a mis hijos rascar la puerta principal, pero no tenía ganas de ver a nadie, ni siquiera a ellos. Caminé por el comedor hasta llegar a la cocina; los lloriqueos de Rain se escucharon desde la puerta de la habitación dónde estaba encerrado. Me quede unos segundos a varios pasos frente a ella, dudando si lo dejaba salir o no; al final, preferí no hacerlo. Fui a la estufa y puse agua a calentar para tomar un café.
No me moví, estuve todo el tiempo observando la flama de la estufa, esperando que la tetera anunciara que mi agua estaba lista; fueron varios minutos, pero aun así, me quedé ahí. Lo único que hacía era pestañear y cada vez que lo hacía, gruesas lágrimas recorrían mis mejillas, pues mi mente rememoraba cosas que había pasado al lado de Alex durante los últimos días.
Cuando la cafetera silbó, mi mano automáticamente apagó la estufa; estaba haciendo las cosas sin pensar, era como un muñeco autómata que solo estaba programado para hacer sus tareas, sin pensar. Me serví el agua, dejando la taza en la barra desayunadora, acerqué el café, el azúcar y fui por una cuchara.
Al abrir la gaveta de los utensilios, mi vista se posó en algo más, algo distinto a lo que en un principio iba a tomar. Una escena volvió a mi mente; me sentía extraño, una especie de ‘deja vu’ de algo que ya había vivido, sentido, experimentado. Mordí mi labio, dudé y cerré mis parpados, causando que mis lágrimas cayeran con mayor fuerza y rapidez; nuevamente la soledad me embargó, de nuevo estaba a la deriva, una vez más, Alex ya no estaba conmigo y esta vez, había sido mi culpa. Solo mi culpa.
Mi mano tembló al acercarse al cuchillo, pasé saliva con dificultad cuando apreté el mango entre mis dedos y sonreí; Vicky había dicho que aún tenía mucho por vivir, pero yo ya no me sentía capaz de soportar ese dolor que yo mismo había causado.
Mi respiración se agitó, mis sentidos estaban ofuscados, mi mente ya no pensaba correctamente, así que, ya no había marcha atrás.
—¡Erick!
La voz de Luís me hizo girar el rostro cuando apenas estaba intentando hacer el primer corte; él, Daniel y Víctor estaban entrando a mi casa.
Daniel y Víctor corrieron hacia mí, pues Luís aún no podía, tras ellos, mis hijos entraron como estampida. Víctor me arrebato el cuchillo y Daniel me sujetó el brazo, revisando la herida; mientras, un concierto de ladridos desesperados nos rodeaba.
—No es profunda — anunció mi amigo, aliviado.
—¡¿Pero qué demonios te pasa?! — Víctor me gritó — ¡¿Qué chingados tienes en la pinche cabeza, cabrón?!
Mi labio tembló y empecé a llorar con fuerza.
Luís llegó hasta nosotros — ¡quítate ‘animal’! — empujó a Víctor y me abrazó.
—¡¿’Animal’?! — Víctor lanzó el cuchillo al fregadero — ahora yo soy el ‘animal’ cuando, ¡es Erick quien intenta suicidarse de nuevo!
—¡Víctor! — Daniel lo miró con seriedad — no es momento de reprochar — aseguró — ve por las cosas del botiquín, apúrate, no es profunda pero hay que detener el sangrando.
Víctor fue mascullando a la habitación de la planta baja, mientras yo lloraba desconsolado, en los brazos de Luís.
—Luís — Daniel lo llamó — presiona aquí — me había colocado varias servilletas, evitando que la sangre siguiera fluyendo — debo sacar a los niños.
Luís hizo lo que le indicaron; Daniel llevó a todos mis hijos al exterior. Mi amigo, apenas iba regresando, cuando Rain estaba llegando a la cocina lloriqueando; tras él, Víctor llegaba con una caja llena de cosas de primero auxilios, para curación.
—Erick — Daniel me sujetó con cuidado del brazo — ven, hay que lavar tu muñeca, necesito ver que tan grave es.
—¡Dijiste que no era profunda! — reprochó Víctor.
—No lo es — repitió — pero sigue sangrando.
Yo no estaba plenamente consciente, solo lloraba, así que Luís me empujó con suavidad para acercarme al lavatrastos; Daniel agarró un jabón que estaba aún en una cajita, dentro de la caja que Víctor le había llevado y lavó con cuidado mi herida. Salía sangre, pero el corte no había tocado ni una sola vena.
—Víctor — mi amigo le hizo una seña — pásame gasas y el agua oxigenada.
Víctor le entregó varias bolsitas con gasas y el frasco que le solicitó. Daniel secó mi herida con las gasas y después vertió un poco de agua oxigenada en la herida; me quejé al sentir el ardor, encogiéndome más contra el pecho de Luís, quien acariciaba mi otro brazo con dulzura.
Cuando ya no salió sangre, Daniel suspiró aliviado.
—No necesita sutura, pero tienes que tener cuidado, pásame una venda — pidió y Víctor le pasó una pequeña venda.
Mi amigo vendó con extremo cuidado la herida y colocó el broche para que no se soltara — ahora, lo malo, es que esa mancha no va a salir de tu ropa — señaló la manga de mi camiseta que ahora estaba roja.
No dije nada, me había calmado un poco, pero aun sollozaba débilmente.
—Tienes que sentarte — Luís hizo una seña.
Daniel me ayudó a llegar hasta la sala, dejándome en el centro sillón de tres plazas, después fue a encender la chimenea. Luís, al llegar, se sentó a mi lado para que me recargara contra su hombro. Víctor tomó a Rain en brazos y se sentó en el sofá; cuando Daniel terminó su trabajo se sentó también, al lado mío.
Nos quedamos en silencio, yo cerré mis ojos; tenía vergüenza, no sabía cómo les iba a explicar lo que había sucedido, lo que me había llevado hasta ese preciso momento. ¿Qué razón iba a darles del por qué Alejandro no estaba ahí? ¿Qué iba a decirles sobre el por qué decidí alejarme de él? No, yo no quería explicarles, yo no quería decirles; no quería inmiscuirlos en algo tan difícil y peligroso.
—Erick… — la voz de Luís me sacó de mis pensamientos — ¿por qué lo hiciste? — preguntó con seriedad y preocupación.
—Yo… yo… — mi voz tembló — es que…
—La verdad… — Daniel me miró con algo de molestia en su mirada — si vas a decir algo, esperamos que sea la verdad.
—Al ‘chile’ wey, ¿qué chingados traes? — Víctor acariciaba a Rain en la cabeza, pero tenía su vista fija en mí.
—Yo… terminé con Alex… — dije en un susurro y cerré mis ojos, esperando que ellos empezaran a bombardearme con preguntas, sobre la razón de esa decisión, pero se quedaron en silencio.
—Lo sabemos… — levanté mi rostro al escuchar a Luís decir eso — ¿te sorprende? — levantó una ceja, mirando mi semblante asustado.
—Alejandro nos lo dijo — Daniel liberó el aire — de hecho, venimos de hablar con él.
—Por eso estamos aquí tan temprano, — espetó Víctor — pero no pensé que serías tan estúpido de intentar otra vez…
—¡Víctor! — Luís lo interrumpió — eso no viene al caso.
Moví mi mano por mi cabello, haciéndolo para atrás, pasé saliva con dificultad y mi respiración se agitó — ¿qué les dijo? — pregunté con miedo, no sabía qué clase de mentira podría haberles dicho Alejandro, para salir bien librado de la situación.
—Todo — la voz de Luís era seria.
—¿Todo? — sentí que iba a perder el conocimiento por la impresión, pero tomé algo de aire — ¿a qué…? ¿A qué te refieres con todo?
—Su trabajo…
—Su vida…
—Lo que ha hecho…
Cada uno dijo algo y yo dejé de respirar. Parpadee asustado, puse mi mano en mi pecho, me dolía, me dolía demasiado, pero me obligué a espirar profundamente; si no lo hacía, en ese momento terminaría sin sentido.
—Se… ¿se atrevió?
—Sí — Luís asintió.
—Tuvo los pinches “webos”, para decirnos todo — Víctor movió su mano en un gesto un tanto vulgar, que apoyaba sus palabras.
—Es impactante… — Daniel cerró los ojos y suspiró — la verdad, no me lo esperaba, pero ciertamente, tuvo mucho valor para decirnos las cosas de frente y sin importar que nos enteráramos de quién es él en realidad.
—Incluso dijo que, si lo queríamos delatar a las autoridades, ya no le importaba — Luís acarició mi brazo — Alejandro está muy mal — me miró con seriedad — y no por lo que haya hecho o quien sea, sino por haberte perdido.
—Está preocupado por ti — Víctor bajó a Rain — nos pidió que te cuidáramos.
—Ya no importa — negué — de todos modos, se acabó — traté de sonar serio pero mi voz no lo reflejaba.
—¿Estás seguro? — Daniel me miró incrédulo.
—Sí — respondí — estoy seguro — mi voz tembló — por eso… por eso he decidido que voy a irme a Canadá — anuncié.
—¡Estás loco! — Víctor se puso de pie de un salto — tú no vas a ningún pinche lado — me señaló con su indicé — si te vas y te quedas solo, ¡te matas!
—¡Tú no tienes derecho a decirme…!
—¡Erick! — la voz de Luís retumbó en la sala interrumpiéndome y yo me encogí en mi lugar — Víctor tiene razón — Víctor y Daniel se sorprendieron al escuchar a Luís — si te vas — él prosiguió sin prestar atención — o simplemente, si te dejamos solo, te vas a matar — sentenció — no estás bien.
—Es que… ustedes no entienden — aseguré y mis ojos se llenaron de lágrimas — me duele, lo quiero, lo amo, pero no puedo estar con él… no puedo…necesito alejarme de todo, necesito olvidar y… — mi voz tembló — y no creo poder hacerlo…
—Entonces, vuelve con él — Luís sonrió con debilidad, un velo de tristeza empañaba su mirada — si lo amas tanto, vuelve con él.
—¡No puedo!
—¿Por qué no, Erick? — Daniel se alzó de hombros — si lo amas, ¿qué importa todo lo demás?
—¡Neta, ‘bro’! Si lo que tú tienes es amor del bueno, ¿para qué lo dejas ir? — Víctor me miró con molestia — ¿Qué esperas? ¿Qué Alex haga todo? ¿No piensas poner nada de tu parte?
—¡No puedo! — repetí y me puse de pie — ¿cómo quieren que esté con él, sabiendo que asesina gente?
—Erick… — Luís suspiró cansado — tú sabes lo que yo siento por ti, estoy enamorado de ti, te he amado desde la universidad… — sus palabras me hicieron sonrojar.
—Luís, creo que no es momento… — Daniel habló nervioso.
—Cálmate, voy a llegar a algo con eso — aseguró.
—Pues más vale — Víctor se cruzó de brazos — porque para mí, es más una declaración, que palabras de aliento.
Luís suspiró — cómo decía antes de ser interrumpido — me observó a los ojos — te amo, a mi manera, tal vez no tan fuerte como Alejandro…
—Pero…
—Déjame terminar, Erick… — no permitió que dijera nada — por eso sé y estoy completamente seguro, que yo, de tener el poder, el dinero y la posibilidad, así como Alex, también hubiera matado a los hijos de puta que te pusieron un dedo encima.
La voz de Luís me estremeció; mi labio tembló y me quedé en silencio. Daniel y Víctor lo miraron con sorpresa y algo de susto en su mirada.
—No me vean así, es la verdad — aseguró Luís — Daniel… — señaló a nuestro amigo — quieres a Lucía, ¿no?
—Sí — respondió con seriedad.
—Si alguien le hubiera hecho lo que le hicieron a Erick…
—¡Lo mato! — Daniel no dejó que Luís terminara de hablar, su voz se tiñó con un tono de ira, era obvio que se lo estaba imaginando.
—¿Ves? — dijo mi amigo con calma — cualquier hombre sería capaz de matar a quien le hizo daño a la persona que ama, es instintivo… de alguna manera, queremos causar el mismo daño que le hicieron al ser que más amamos en este mundo y si no lo sientes así, es simplemente porque no amas de verdad…
—Pero no cualquiera lo haría — Víctor se alzó de hombros.
—Cierto — Luís asintió — muchos no nos atreveríamos a hacerlo, sería solo la ira del momento lo que nos haría hablar, después, buscaríamos la manera de refundirlos a la cárcel o ver qué hacer, pero Alejandro tuvo la posibilidad y lo hizo… lo admiro por tener el valor de matar por ti, eso es amor — aseguró — es un amor raro — frunció el ceño — algo enfermo, pero, amor… supongo… a su manera, te ama y no creo que haya alguien más loco que él, para amarte así, ni siquiera yo.
Pasé mis manos por mi rostro — lo sé… — dije en un susurro.
—¿Entonces? — Víctor me miró confundido — si lo sabes, ¿por qué llegamos a este punto?
—Porque una cosa es matar a quien hace daño — aseguré — no está bien, de ninguna manera — tomé aire para armarme de valor — pero es justificado, yo mismo, en un momento, desee la muerte para los que me violaron — las lágrimas recorrieron mis mejillas nuevamente y me dejé caer en el sillón — pero una cosa es matar a ese tipo de gente y otra… otra… — guardé silencio.
—¿Otra? — Luís se inclinó hacia mí.
—¿De qué hablas, Erick? — Daniel también se acercó.
—Entonces… — el dolor se reflejó en una sonrisa nerviosa — entonces no les dijo todo.
—¿Cómo que no nos dijo todo? — Víctor se puso de pie — ¿qué no nos dijo?
Necesitaba respirar profundamente para poder decirles la verdad, para poder explicarles la razón por la cual no podía volver con Alejandro, a pesar de que en el fondo, era lo que más deseaba en el mundo.
—Alex… Alejandro hizo algo… algo horrible, algo que no puedo aceptar, ni perdonar… y por más que lo quiera y trate de buscar una manera de… — pasé saliva porque el nudo en la garganta no me permitió hablar — justificarlo… yo… no puedo…
—¿Qué te hizo? — el semblante de Luís se ensombreció y su mano sujetó la mía.
—A mí no… — negué.
—Erick — Daniel puso su mano en mi brazo — habla, sácalo, porque si no lo haces, te va a consumir…
—Vamos, ‘bro’, no nos vamos a asustar, solo dilo… — Víctor se acuclilló frente a mí y Rain fue a acercarse a él.
—Alejandro… — cerré mis ojos y me armé de valor — mató a su padre porque fue él quien mandó hacerme daño y… también, mató a la familia de Antonio, que no tenían… no tenían, nada que ver… — lloré, ya no pude contenerme más — mató a unas niñas inocentes, por su ira, por su venganza, escudándose en el hecho de que, según, me ama… — me lancé contra el pecho de Luís, buscando apoyo, buscando lo que no podía tener, un lugar dónde sentirme seguro, un lugar donde poder sentirme cómo en los brazos de Alejandro.
No dijeron nada, se quedaron en silencio, hasta que me calmé.
—Entonces… — Luís acarició mi brazo y sonrió cansado — Alejandro tiene razón…
—¿Qué? — levanté mi vista confundido, en medio de sollozos.
—¿Piensas que mato a esas personas? ¿A su padre? — Daniel me miró con susto.
—¡No lo pienso! — objeté — lo hizo, él mismo me lo dijo… — aseguré.
—Creo que él no te lo dijo — Víctor negó — nos contó que, cuando te lo iba a decir, tu no quisiste que hablara, así que no te lo dijo — aseguró.
—¿De qué hablan? — mi voz salió en un susurro, en mi mente, un chispazo me anunció lo que iban a decir.
—Erick… — Luís me sujetó por el mentón para verme a los ojos — Alejandro no mató a su padre — hablo despacio, casi deletreando las palabras — tampoco a la familia de Antonio…
—Al padre de Antonio sí… — dijo Víctor.
—¡Víctor! — Daniel lo miró molesto.
—¿Qué? — preguntó con sarcasmo — él también lo traicionó, ¿qué no?
—Sí pero, eso no viene al caso — Daniel lo fulminó con la mirada.
—Entonces… — me quedé sin palabras — ayer… cuando me dijo que… — pasé mi mano por mi cabello confundido — que había arreglado el asunto con su padre…
—Habló con el… — Daniel asintió — sólo eso…
—Sí, creo que, llegaron a un trato ‘amistoso’ — Luís titubeó al decir la última palabra, después me miró con seriedad — pero no lo mató — aseguró — solo que, Alejandro nos dijo que ese trato ya no importaba, después de todo, te había perdido.
—Pero… lo de Antonio… lo de Jair…
—A esos si les dio ‘cuello’ — Víctor jugueteó con Rain.
—¡Víctor! — Daniel volvió a reprenderlo.
—¡¿Qué?! — Víctor frunció el ceño — ¿para que darle vueltas al asunto? Sólo hay que decir las cosas como son y ya.
—Pero… él dijo que… que lo había terminado — mi cuerpo temblaba, no podía creerlo.
—Sí — Luís asintió — es un poco difícil y créeme, nosotros también batallamos para aceptarlo, pero Alejandro eliminó a las personas que te hicieron daño — Luís respiró profundamente — sólo a ellos.
—Sí — Daniel pasó la mano por su nuca, masajeando su cuello insistente — es raro porque, nunca pensé que, aunque me sorprendería saber que una persona que yo conozco, hubiese matado a otros, lo veo justificado, siento que eso me convierte en alguien enfermo pero, no me importa…
—Sí, porque tenía una razón — Víctor se alzó de hombros — y una muy válida, porque en estos tiempos, el gobierno sólo les hubiera dado unos cuantos años de cárcel y hubieran salido libres cómo si nada.
—Víctor… — Luís lo miró con seriedad — a veces eres un idiota, pero en otras, no tengo palabras para describirte…
—¡Gracias, ‘bro’!
—Víctor… — Daniel negó — creo que eso no era un halago…
Yo los escuchaba, pero no estaba en esa platica, mi mente estaba asimilando lo que me acababan de decir; mi respiración era agitada, tenía que ser una broma, el día anterior le había dicho cosas tan horribles a Alejandro y en ese momento, mis amigos me decían que todo lo que creí saber y por lo que lo rechacé, era mentira.
—No… — negué — les mintió… — hiperventilé — ¡les tuvo que mentir!
—No — Luís negó — ¿qué caso tendría mentirnos? — preguntó.
—Además, está en las noticias — Daniel señaló mi televisión.
—¡¿Qué está en las noticias?! — pregunté.
—Ayer — Víctor buscó el control de la tele — salió en las noticias que habían encontrado a ese hombre, Antonio, muerto, junto a muchos más — encendió la televisión — y que iban a entregar los restos a sus familiares — buscó el canal de noticiero de veinticuatro horas — además, según el reportero, Alejandro iba a darles apoyo a las familias, para que tuvieran los recursos que necesitaran… ¿acaso no ves noticieros? — Víctor me miró molesto, pero sonrió de lado.
Tenía días que no miraba las noticias, porque no quería saber nada que me recordara a lo que había sucedido conmigo. En ese momento la voz de una reportera se escuchaba y en el video, aparecían una mujer con tres pequeñas, una de aproximadamente seis años de edad y otras dos, mellizas, de aproximadamente cuatro; a su lado había otras personas, una mujer ya mayor, un par de hombres y dos mujeres jóvenes, una de ellas era una adolescente.
“La familia Elizondo recibió hoy los restos del difunto Antonio Elizondo, reconocido inversionista hotelero, mayormente conocido por ser socio de uno de los hoteles del magnate Alejandro de León, una tragedia para la familia, que ese mismo día, también perdió a la cabeza de la misma, el señor Ricardo Elizondo. Se cree que, Antonio Elizondo, era el blanco en el atentado que sucedió el fin de semana, dónde hubo un tiroteo en el centro de la ciudad, en la cual se encuentra ubicado el ‘hotel Royal’, apenas inaugurado hace poco más de una semana…”
Busqué a mis amigos con la mirada, debían estar bromeando; tenía que ser una broma.
“No hemos podido comunicarnos con el señor Alejandro de León porque, al parecer, está fuera de la ciudad, pero su asistente nos dio una entrevista, en la cual afirmó que se apoyaría a todas las familias afectadas y que tratarían de apoyar al caso, en lo que pudieran…”
La reportera dejó de hablar para poner un video de Marisela, pero yo ya no le puse atención.
—¿Por qué…? Él dijo que… que lo haría… — aseguré con nervios.
—Sí, lo dijo — Luís asintió — nos lo contó también.
—Pero no se atrevió — Daniel negó — dijo que se arrepintió, cuando pensó en lo que le habías dicho…
—¿Qué cosa…? — pregunté en un murmullo, aunque ya sabía la respuesta.
—Que no querías que personas inocentes sufrieran cómo tú — Víctor apagó la televisión.
—Por eso no lo hizo, Erick — Luís negó — él no quería que tú lo odiaras…
—Aunque terminaste haciéndolo — Daniel me miró con seriedad — ¿o no?
—Yo… — abrí mi boca para decir algo pero no pude.
—¿Se lo dijiste? — Víctor me miro molesto.
Asentí pero no respondí, no podía hacerlo; bajé mi rostro evitando sus miradas, me sentía el peor ser sobre la tierra.
—¿Lo sientes, Erick? — Luís se acercó, buscando mi vista — ¿Odias a Alejandro?
—¡No! — grité y traté de ahogar mi llanto, pero no pude — no lo odio, al contrario — sollocé — pero, él no me dijo… ¿por qué no me lo dijo? — pregunté desconcertado, ya no sabía qué hacer, qué pensar.
—Porque no le ibas a creer — Daniel suspiró — dijo que tú ya no confiabas en él, ni en el amor que te tenía, así que, se rindió.
«Yo creí que me amabas y confiabas en mí, pero, me equivoqué…»
Esas palabras que el día anterior, Alex había dicho, retumbaron en mi mente.
—No — negué — ¡no! — grité y me puse de pie caminando en círculos, rodeando la mesa de la sala — no puedo… no puede…
Estaba a punto de romperme, estaba a punto de desfallecer.
—¿Me están diciendo que lastimé a la persona que amo para alejarlo de mí, por creer que hizo algo horrible, pero era mentira? — yo ya sabía la respuesta, estaba seguro de ella, pero no quería pensar que el imbécil en esa relación, había sido yo.
—La neta, sí — Víctor se alzó de hombros; un cojín voló y se estrelló en el rostro de mi amigo — ¡ey! — miró a Daniel molesto.
—¡No estamos para tus bromas, imbécil!
—Tengo que ir con Alex — caminé a la salida y Daniel me detuvo.
—Espera, ¿así? ¿Sin suéter? ¿Sin chamarra? — negó — ¡Estás loco! Hace un frío de los mil demonios afuera, ¡anoche nevó!
—¡No importa! — jalé mi brazo con desespero.
—Erick — Luís se puso de pie con lentitud — Alejandro no está en su hotel.
—¿De qué hablas? — pregunté asustado.
Los tres miraron el reloj de la sala, eran las once con cuarenta y tres minutos.
—Alex dijo que se iba a ir hoy — Víctor me miró de reojo.
—¿A dónde? — mi voz apenas salió, pero ellos se quedaron en silencio — responde, ¡¿a dónde?!
—A Londres — Daniel hizo una mueca de incomodidad — su avión sale a la una de la tarde.
—¡¿Qué?! — miré el reloj nuevamente, el aeropuerto estaba a casi dos horas desde mi casa — Tengo que ir… — intenté salir nuevamente.
—Erick, mejor márcale — Luís agarró el teléfono de mi casa y me lo entregó.
Marqué desesperado el número del celular de Alejandro, pero parecía apagado.
—¡No responde! — marqué una vez más, pero, de nueva cuenta me mandaba al buzón — ¡tengo que ir! — lancé el teléfono a un lado y me dirigí a la puerta.
—Erick, ¡no tienes automóvil! — Daniel trató de detenerme — y de todos modos, así como andas, no puedes manejar, tienes que calmarte…
—Si no me llevan, tomaré un taxi, ¡no me importa!
—Víctor — Luís lo miro de soslayo — llévalo tú, eres el que maneja más rápido, pero ten cuidado, algunas calles están cerradas por la nieve — indicó — Daniel y yo trataremos de comunicarnos con él, desde aquí.
Luís sacó su celular y Daniel me dio su chamarra y su bufanda — ten, hace frío — repitió.
—Toma — Víctor me dio su celular — tú también sigue insistiendo — me guiño el ojo — cualquier cosa, marquen a mi numero — avisó en voz alta — ¡vámonos, ‘bro’!
Salimos con rapidez, ni siquiera me preocupé por mis hijos que trataron de seguirme, pero Víctor los detuvo en la puerta.
—Abróchate el cinturón — sonrió de lado al subirnos a su automóvil — porque ahora sí, le voy a meter ‘pata’…
* * *
Durante el trayecto insistí, marqué y marqué el número de Alejandro pero siempre me mandaba al buzón. Víctor tomó una desviación, que si bien, no era la mejor manera de llegar al aeropuerto, en ese momento era la más viable, aunque tuviéramos que rodear la ciudad entera.
Todo el camino me iba reprochando lo que había hecho. Si la noche anterior hubiera dejado que Alejandro hablara, no lo hubiera lastimado, no lo hubiera herido y yo tampoco hubiera sufrido; había sido mi culpa, mi error y esperaba que no fuera demasiado tarde para enmendarlo, solo necesitaba llegar, necesitaba alcanzarlo, sólo eso.
—Cálmate, a lo mejor se retrasó el vuelo — Víctor me miraba de soslayo.
—No quiero que se vaya… — dije mordiendo mi labio — ¡no quiero!
—Si se va, puedes buscarlo después — mi amigo trató de calmarme.
—¡No! — negué mientras marcaba insistente — ayer me dijo adiós, ¡me dijo adiós! — repetí histérico — fue la despedida — aseguré — si se va… si se va… no volveré a verlo…
— ¡Mierda! — Víctor gritó y frenó de golpe.
Después del movimiento de mi cuerpo, ante el repentino freno, levanté mi vista; había un choque en la avenida y por lo mismo, un embotellamiento.
—No… — negué — no puede ser…
Tenía que ser una broma, precisamente en ese momento, precisamente ahí. ¿Tan mal me había portado, cómo para que el karma no me permitiera llegar hasta Alex? Víctor empezó a buscar la manera de pasar, miré el reloj del automóvil, las doce con cuarenta y seis minutos, aún faltaba un poco del camino.
—No lo voy a alcanzar… — el miedo me invadió.
—¿Cómo chingados que no…? — mi amigo me miró de reojo — después de esto — dijo con una sonrisa de lado — tú, Daniel y Luís, tendrán que sacarme del ‘bote’ — lo miré confundido, no entendía sus palabras — sólo espero que valga la pena.
—¿Qué…?
Víctor dio reversa, casi choca con unos autos, tomó la lateral, se salió del camino y pisó el acelerador. El automóvil empezó a dar saltos, por ir en un camino que no estaba pavimentado; en ese momento se escuchó la sirena. Giré mi rostro, mirando con susto a Víctor.
—¡Ay!… — sonrió nervioso — sólo espero que no me corran de mi empleo por esto… — empezó a meter los cambios y aceleró — ¡insiste! — dijo con prisa, cuando vio que no seguía marcando, pues estaba sorprendido de ver cómo manejaba mi amigo — no te preocupes de lo demás, yo me encargo de que llegues al aeropuerto.
Seguí marcando, necesitaba una oportunidad, sólo una, la más mínima; necesitaba hablar con Alejandro. No supe en qué momento, ya no era sólo un vehículo de la policía el que nos seguía, eran tres; el constante sonido de las sirenas, me estaban sacando de quicio.
—No creí que se pondría tan feo… — a Víctor le tembló la voz.
Desde ahí, alcanzaba a ver los edificios del aeropuerto. Víctor me miró de soslayo y negó.
—Erick, cuando te bajes, corre.
—¿Qué? — pregunté nervioso
—Sí, ¡corre! — insistió — no voy a poder quedarme, porque si lo hago, tanto a ti, cómo a mí, nos van a detener y no te van a dejar llegar — aseguró — así que, te bajas en ‘chinga’ y yo, le meto ‘pata’, para que las patrullas me sigan a mí y no se preocupen por ti.
—Pero, Víctor… — lo miré con miedo — si te pasa algo…
—No te preocupes — sonrió — a lo más, será que terminaré en la cárcel por un par de noches, si ustedes no pagan mi fianza.
Víctor me guiño el ojo, él en verdad quería que alcanzara a Alex; Daniel y Luís también. Los tres pudieron simplemente no decirme nada, pero sabían que en verdad amaba a Alejandro y quería estar con él, por eso me apoyaban.
—Gracias… — sonreí nerviosamente.
—¡No me agradezcas y sigue insistiendo! — apremió — que si no alcanzas a Alex, entonces sí, me voy a encabronar.
Víctor entró al área de descenso de pasajeros del aeropuerto y al frenar, el rechinido de las llantas por el derrape se escuchó con fuerza.
—¡Corre! — gritó.
La gente se asustó al ver la situación y empezó a amontonarse en la entrada del lugar. Me quite el cinturón y abrí la puerta; comencé a correr y nuevamente escuché cómo mi amigo aceleraba para salir de ahí, las patrullas apenas iban llegando al estacionamiento.
No me detuve, simplemente corrí. Corrí sin importar que chocara contra la gente que estaba ahí; algunos se quejaban, otros me maldecían, pero no me importaba en lo más mínimo. Ya estaba cansado y estaba por llegar a mi límite, pero no podía rendirme en ese momento. Llegué hasta donde empezaba el área de abordaje para los aviones; pero, al estar ahí, los guardias me detuvieron.
—Quítese, ¡tengo que pasar! — exigí, estaba tan cerca, que no me iba a dar por vencido.
—Su pase de abordar.
—¡No tengo! — traté de zafarme — ¡por favor! — supliqué — el vuelo a Londres, necesito ver a alguien, ¡es urgente! — los hombres me vieron desconcertados — ¡necesito ver a alguien que va en el vuelo a Londres! — grité.
—Cálmese — dijo uno de los hombres mientras yo forcejeaba y el otro también trataba de detenerme.
Las personas que nos rodeaban, me miraban sorprendidos y asustados, era muy probable que en un momento más los de seguridad, me llevaran al área de detención.
—¡Usted no entiende! — forcejee con más fuerza — ¡tengo que detenerlo!
En eso, una persona de la aerolínea más cercana se acercó — disculpe… — dio con seriedad — si busca el vuelo a Londres, ya despegó, su salida fue a las doce con cincuenta minutos.
Con esas simples palabras sentí que el piso se abría a mis pies; dejé de luchar, todo se oscureció a mí alrededor y estaba seguro que en ese instante, había escuchado como mi corazón se rompía. Los guardias no dejaron de ejercer presión, pero al darse cuenta que mi cuerpo se quedaba sin fuerzas y me ponía a llorar, uno de ellos me soltó, para que el otro, me detuviera con más calma.
—No — negué — no puede ser…
Sentí que las fuerzas me abandonaban, el guardia me llevó a una de las sillas, porque yo ya no podía sostenerme. Ahora se mostraban preocupados, pero ya no me importaba lo que pasara conmigo; a pesar de todo, de los esfuerzos de mis amigos, de mis intentos por alcanzarlo, de mi arrepentimiento, era tarde. Alex se había ido.
Mis lágrimas cayeron sin control, todo era mi culpa y ya no había marcha atrás. Sabía que, aunque intentara buscarlo, Alex, probablemente ya no me volvería a permitir estar en su vida; no después de lo que le dije, no después de cómo me había comportado, no después de todo lo que lo había dañado. Lo había lastimado, había roto mi promesa sólo por no confiar en él y ahora… ahora estaba sólo, pero esta vez, de verdad, iba a estar completamente solo.
Limpié mis ojos y sollocé; las personas me miraban con algo de lástima, mientras yo apretaba mi cabello con mis manos, frustrado, molesto, lleno de ira contra mí mismo.
El celular de Víctor vibró, lo saqué de la chamarra, era un número desconocido; no contesté, probablemente eran cosas de Víctor. Los guardias aún estaban ahí conmigo, esperando que me calmara. Nuevamente el celular vibró, también decía ‘número desconocido’, pero no estaba para hablar con nadie, probablemente eran de una empresa de telefonía celular para cambiar de compañía proveedora de servicio; suspiré cansado y colgué.
Apenas me estaba calmando cuando nuevamente, el celular vibró, por fin me decidí a contestar.
—¿Sí?
—“…‘Conejo’…”
Esa simple palabra hizo que mi corazón diera un vuelco — ¡Alex! — mi respiración se agitó.
—“…No te escuchas bien, ¿estás agitado?…”
—Alex, perdóname — sollocé y nuevamente empecé a llorar — yo… — no sabía que decir en ese momento, no sabía cómo decirle lo que sentía, no sabía cómo pedirle perdón, así que, sólo dije lo que salió de mi alma — te amo… — dije sin más — te amo… — repetí.
—“… ¿De verdad?...”
—¡Por supuesto! — aseguré en medio de un sollozo.
—“…Pero, ayer me dijiste que me odiabas…”
—Te mentí — aseguré — lo siento… quise alcanzarte, pero… pero el avión ya despegó y…
—“…Sí, lo sé, el avión ya está en el aire…”
—Alex… Alex… — mordí mi labio — te necesito.
—“… ¿De verdad me necesitas?...”
—Mucho — respondí ansioso — necesito estar contigo, necesito tenerte a mi lado, necesito tu calor… — traté de reír — necesito que me hagas el amor — susurré.
—“… ¿Teníamos que separarnos para que me lo pidieras?...”
—Tonto… — limpie mi nariz — siempre lo decía.
—“…No, nunca lo hiciste, me decías que querías que te poseyera, pero porque yo te obligaba….”
Me quedé en silencio, él tenía razón, jamás le dije por mi propia cuenta que quería que me hiciera el amor, así, exactamente con esas palabras; nunca lo había hecho, porque me daba vergüenza, porque en realidad, hasta que él me dijo que lo que hacíamos, era ‘hacer el amor’, jamás lo había pensado de esa manera.
—Lo siento — suspiré — lo siento mucho…
—“… ¿Qué sientes?...”
—Siento haberte lastimado, haberte mentido y… lamento no haber confiado en ti…
—“…No te preocupes… fue mi culpa, yo también te mentí, te orille a muchas cosas y además, por mí te lastimaron…”
Él se notaba serio, no tenía el mismo tono de siempre.
—Alex… — mi labio tembló al escucharlo, ¿acaso él se arrepentía de lo que habíamos pasado juntos? — quiero estar contigo… — supliqué.
Hubo un silencio largo, él no dijo nada y eso me hizo temblar.
—“…Ayer te dije adiós…”
—Lo sé… pero…
—“…Nunca vuelvo cuando digo adiós…”
—Lo sé… — mis sollozos aumentaron de intensidad, yo lo sabía, Alejandro era de los que, al decir ‘adiós’, era para nunca más volver a ver hacia atrás.
—“…Además, irme lejos es una manera de cumplir tus deseos, para que no tuvieras que volver a verme y que no tuvieras que sufrir más por mí, también, podrías quedarte con tus amigos, para que ellos te cuidaran, especialmente Luís…”
—¡No quiero! No quiero que nadie más me cuide — reproché — te necesito a ti, ¡quiero que tú me cuides! ¡Quiero que tú estés conmigo! Solo tú… — susurré — solo tú…
—“…Pero soy una persona que trabaja fuera de la ley…”
—¡No me importa! — aseguré — no me importa lo que hagas, no me importa lo que pase, quiero estar contigo.
—“… ¿Incluso en otro país?...”
—Sí… — mi risa tembló — no me importa dónde, mientras esté contigo…
—“… ¿De verdad? ¿Estás dispuesto a comprar un pasaje en este momento, para alcanzarme?...”
—Sí… — afirmé.
—“…Erick, si vuelvo a tenerte en mis brazos, nunca más voy a dejarte ir… aunque te arrepientas de lo que me estás diciendo, jamás te soltaré de nuevo…”
—Eso quiero — respondí — pase lo que pase, quiero estar contigo.
—“… ¿Me lo juras?...”
—Te lo juro…
—“…Entonces… volveré por ti…”
—¿Cuándo? — pregunté con una sonrisa, sintiéndome feliz, la esperanza había regresado a mi corazón.
—“…Ya…”
—¿Ya? — pregunté confundido.
—“…Sí, ya, en este momento… ‘conejo’ revoltoso, ¿tiendes a hacer tanto escándalo por todo? Si los guardias de seguridad te hubieran llevado a detención, ¿qué hubieras hecho?...”
Al escuchar esas frases levanté mi vista buscándolo, sí sabía eso, debía estar cerca; pero, no pude localizarlo.
—¡¿Dónde estás?! — me puse de pie y voltee para todos lados.
—“…Frío, frío… tibio…”
—Alex, ¡por favor! — puse mi mano en mi frente, empezaba a desesperarme.
—“…Aquí…” — salió de atrás de una columna, me sonrió, bajó el celular y me observó divertido.
Al verlo, todo a mi alrededor desapareció, no había nada ni nadie en ese lugar, más que Alejandro. Mi mente se quedó en blanco, pero mi cuerpo reaccionó por sí solo; corrí hasta él, lo abracé, pasando mis brazos por su cuello y lo besé con desespero. Él correspondió con pasión a mi beso, sus brazos me rodearon por la cintura y gemí ante su toque, pese a que era por encima de mi ropa. Era el beso más dulce, especial y único que había recibido en toda mi vida; me entregué a él en esa simple caricia que nuestros labios se prodigaban, con necesidad, con el deseo de no alejarnos uno del otro.
—Feliz cumpleaños… — susurró contra mis labios al separarse de mí.
—Alex… — mis lágrimas escapaban de mis ojos y yo no quería alejarme de él, tenía miedo que fuera un sueño.
Sus manos acariciaron mi rostro y limpió las lágrimas con sus pulgares — ‘conejo’ — susurró — ¿por qué lloras?
—Temí… temí… — repetí — haberte perdido…
Alejandro puso su frente contra la mía — no… — negó — nunca más… — sonrió — me acabas de jurar, que siempre estaremos juntos…
—Sí — respondí — pase lo que pase…
Alejandro volvió a besarme, esta vez con más delicadeza, disfrutando mis labios al principio, pero después ahondó el beso, exigiendo aún más, acercándome a él; nuestros cuerpos parecían querer fundirse en ese abrazo. Pude sentir su calor, pude sentir su cuerpo contra el mío a pesar de nuestras ropas; el acelerado palpitar de su corazón, sus manos sujetándome con fuerza, su forma tan única de demostrar que era mi dueño y yo le pertenecía completamente, sin importar lo que dijeran, sin importar lo que pasara.
No sabía que podría suceder de ahí en más, pero, si mi destino no era estar con él, yo iba a buscar la manera de cambiarlo, así tuviera que pasar por cualquiera que estuviera en mi camino.
* * *
- - - - -
A pesar de que había llorado durante la noche y me encontraba exhausto, las pesadillas en mis sueños no me dejaron dormir cómo yo deseaba.
Me desperté varias veces seguidas y cuando lo hacía, instintivamente buscaba el calor de Alejandro, para darme cuenta que no estaba, obligándome a llorar de nuevo al saberme solo una vez más. Aún abrazaba su camisa, aún estaba hecho un ovillo, aún me sentía vacío, pero la luz que se coló por la parte baja de la cortina de mi ventanal, anunciando que ya era otro día… había amanecido, así que, oficialmente, tenía 32 años.
Miré el reloj de mi buró, eran pasadas las nueve de la mañana, me ardían los ojos y sentía un intenso dolor de cabeza. Me puse de pie, dejando la camisa de Alex en la cama y fui al baño.
Abrí la regadera y me metí bajo el agua cuando estuvo tan caliente, que mi piel ardía. Repasé mi cuerpo con el jabón y limpié mi cabello con el champú; el olor a almendras me hizo recordar las veces que Alejandro me bañaba. Cerré mis ojos y me perdí en los recuerdos; los besos que me prodigaba, las caricias en mi cuerpo, sus insinuaciones lascivas y por sobre todo, su forma de llevarme siempre a la locura. Salí de mi ensueño al estar a punto de acariciarme mi sexo. Apreté mis puños con desespero; olvidar a Alex iba a ser una tortura.
Al salir del baño, me puse el pantalón de un conjunto deportivo negro y una camiseta manga larga blanca; la única que tenía de ese tipo y en ese color, gracias a un regalo de mi madre, quien siempre se quejó que sólo vestía ropa oscura y opaca.
Caminé al ventanal y abrí las cortinas, la blancura de los tejados, en las casas de mis vecinos, me indicó que iba a hacer mucho frío ese día, más, la calle limpia, también me reveló que, de todos modos, iba a haber actividad.
Volví mi vista a la cama y regresé hasta ella, me senté en una orilla y agarré la camisa de Alex entre mis manos, pasándola por mi rostro con suavidad, tratando de emular una caricia de él, pero sin lograrlo. Suspiré cansado; tenía que ser una broma, yo había tomado la decisión de dejarlo ir, así que ahora, tenía que hacerme responsable, aunque me doliera. Apreté la camisa por última vez contra mi pecho, aspirando esa fragancia que me volvía loco y después, la acomodé con cuidado en la parte de la cama que, Alejandro, siempre usaba.
—Feliz Navidad, amor… — susurré con dolor y me alejé.
Bajé las escaleras con lentitud, escuché a mis hijos rascar la puerta principal, pero no tenía ganas de ver a nadie, ni siquiera a ellos. Caminé por el comedor hasta llegar a la cocina; los lloriqueos de Rain se escucharon desde la puerta de la habitación dónde estaba encerrado. Me quede unos segundos a varios pasos frente a ella, dudando si lo dejaba salir o no; al final, preferí no hacerlo. Fui a la estufa y puse agua a calentar para tomar un café.
No me moví, estuve todo el tiempo observando la flama de la estufa, esperando que la tetera anunciara que mi agua estaba lista; fueron varios minutos, pero aun así, me quedé ahí. Lo único que hacía era pestañear y cada vez que lo hacía, gruesas lágrimas recorrían mis mejillas, pues mi mente rememoraba cosas que había pasado al lado de Alex durante los últimos días.
Cuando la cafetera silbó, mi mano automáticamente apagó la estufa; estaba haciendo las cosas sin pensar, era como un muñeco autómata que solo estaba programado para hacer sus tareas, sin pensar. Me serví el agua, dejando la taza en la barra desayunadora, acerqué el café, el azúcar y fui por una cuchara.
Al abrir la gaveta de los utensilios, mi vista se posó en algo más, algo distinto a lo que en un principio iba a tomar. Una escena volvió a mi mente; me sentía extraño, una especie de ‘deja vu’ de algo que ya había vivido, sentido, experimentado. Mordí mi labio, dudé y cerré mis parpados, causando que mis lágrimas cayeran con mayor fuerza y rapidez; nuevamente la soledad me embargó, de nuevo estaba a la deriva, una vez más, Alex ya no estaba conmigo y esta vez, había sido mi culpa. Solo mi culpa.
Mi mano tembló al acercarse al cuchillo, pasé saliva con dificultad cuando apreté el mango entre mis dedos y sonreí; Vicky había dicho que aún tenía mucho por vivir, pero yo ya no me sentía capaz de soportar ese dolor que yo mismo había causado.
Mi respiración se agitó, mis sentidos estaban ofuscados, mi mente ya no pensaba correctamente, así que, ya no había marcha atrás.
—¡Erick!
La voz de Luís me hizo girar el rostro cuando apenas estaba intentando hacer el primer corte; él, Daniel y Víctor estaban entrando a mi casa.
Daniel y Víctor corrieron hacia mí, pues Luís aún no podía, tras ellos, mis hijos entraron como estampida. Víctor me arrebato el cuchillo y Daniel me sujetó el brazo, revisando la herida; mientras, un concierto de ladridos desesperados nos rodeaba.
—No es profunda — anunció mi amigo, aliviado.
—¡¿Pero qué demonios te pasa?! — Víctor me gritó — ¡¿Qué chingados tienes en la pinche cabeza, cabrón?!
Mi labio tembló y empecé a llorar con fuerza.
Luís llegó hasta nosotros — ¡quítate ‘animal’! — empujó a Víctor y me abrazó.
—¡¿’Animal’?! — Víctor lanzó el cuchillo al fregadero — ahora yo soy el ‘animal’ cuando, ¡es Erick quien intenta suicidarse de nuevo!
—¡Víctor! — Daniel lo miró con seriedad — no es momento de reprochar — aseguró — ve por las cosas del botiquín, apúrate, no es profunda pero hay que detener el sangrando.
Víctor fue mascullando a la habitación de la planta baja, mientras yo lloraba desconsolado, en los brazos de Luís.
—Luís — Daniel lo llamó — presiona aquí — me había colocado varias servilletas, evitando que la sangre siguiera fluyendo — debo sacar a los niños.
Luís hizo lo que le indicaron; Daniel llevó a todos mis hijos al exterior. Mi amigo, apenas iba regresando, cuando Rain estaba llegando a la cocina lloriqueando; tras él, Víctor llegaba con una caja llena de cosas de primero auxilios, para curación.
—Erick — Daniel me sujetó con cuidado del brazo — ven, hay que lavar tu muñeca, necesito ver que tan grave es.
—¡Dijiste que no era profunda! — reprochó Víctor.
—No lo es — repitió — pero sigue sangrando.
Yo no estaba plenamente consciente, solo lloraba, así que Luís me empujó con suavidad para acercarme al lavatrastos; Daniel agarró un jabón que estaba aún en una cajita, dentro de la caja que Víctor le había llevado y lavó con cuidado mi herida. Salía sangre, pero el corte no había tocado ni una sola vena.
—Víctor — mi amigo le hizo una seña — pásame gasas y el agua oxigenada.
Víctor le entregó varias bolsitas con gasas y el frasco que le solicitó. Daniel secó mi herida con las gasas y después vertió un poco de agua oxigenada en la herida; me quejé al sentir el ardor, encogiéndome más contra el pecho de Luís, quien acariciaba mi otro brazo con dulzura.
Cuando ya no salió sangre, Daniel suspiró aliviado.
—No necesita sutura, pero tienes que tener cuidado, pásame una venda — pidió y Víctor le pasó una pequeña venda.
Mi amigo vendó con extremo cuidado la herida y colocó el broche para que no se soltara — ahora, lo malo, es que esa mancha no va a salir de tu ropa — señaló la manga de mi camiseta que ahora estaba roja.
No dije nada, me había calmado un poco, pero aun sollozaba débilmente.
—Tienes que sentarte — Luís hizo una seña.
Daniel me ayudó a llegar hasta la sala, dejándome en el centro sillón de tres plazas, después fue a encender la chimenea. Luís, al llegar, se sentó a mi lado para que me recargara contra su hombro. Víctor tomó a Rain en brazos y se sentó en el sofá; cuando Daniel terminó su trabajo se sentó también, al lado mío.
Nos quedamos en silencio, yo cerré mis ojos; tenía vergüenza, no sabía cómo les iba a explicar lo que había sucedido, lo que me había llevado hasta ese preciso momento. ¿Qué razón iba a darles del por qué Alejandro no estaba ahí? ¿Qué iba a decirles sobre el por qué decidí alejarme de él? No, yo no quería explicarles, yo no quería decirles; no quería inmiscuirlos en algo tan difícil y peligroso.
—Erick… — la voz de Luís me sacó de mis pensamientos — ¿por qué lo hiciste? — preguntó con seriedad y preocupación.
—Yo… yo… — mi voz tembló — es que…
—La verdad… — Daniel me miró con algo de molestia en su mirada — si vas a decir algo, esperamos que sea la verdad.
—Al ‘chile’ wey, ¿qué chingados traes? — Víctor acariciaba a Rain en la cabeza, pero tenía su vista fija en mí.
—Yo… terminé con Alex… — dije en un susurro y cerré mis ojos, esperando que ellos empezaran a bombardearme con preguntas, sobre la razón de esa decisión, pero se quedaron en silencio.
—Lo sabemos… — levanté mi rostro al escuchar a Luís decir eso — ¿te sorprende? — levantó una ceja, mirando mi semblante asustado.
—Alejandro nos lo dijo — Daniel liberó el aire — de hecho, venimos de hablar con él.
—Por eso estamos aquí tan temprano, — espetó Víctor — pero no pensé que serías tan estúpido de intentar otra vez…
—¡Víctor! — Luís lo interrumpió — eso no viene al caso.
Moví mi mano por mi cabello, haciéndolo para atrás, pasé saliva con dificultad y mi respiración se agitó — ¿qué les dijo? — pregunté con miedo, no sabía qué clase de mentira podría haberles dicho Alejandro, para salir bien librado de la situación.
—Todo — la voz de Luís era seria.
—¿Todo? — sentí que iba a perder el conocimiento por la impresión, pero tomé algo de aire — ¿a qué…? ¿A qué te refieres con todo?
—Su trabajo…
—Su vida…
—Lo que ha hecho…
Cada uno dijo algo y yo dejé de respirar. Parpadee asustado, puse mi mano en mi pecho, me dolía, me dolía demasiado, pero me obligué a espirar profundamente; si no lo hacía, en ese momento terminaría sin sentido.
—Se… ¿se atrevió?
—Sí — Luís asintió.
—Tuvo los pinches “webos”, para decirnos todo — Víctor movió su mano en un gesto un tanto vulgar, que apoyaba sus palabras.
—Es impactante… — Daniel cerró los ojos y suspiró — la verdad, no me lo esperaba, pero ciertamente, tuvo mucho valor para decirnos las cosas de frente y sin importar que nos enteráramos de quién es él en realidad.
—Incluso dijo que, si lo queríamos delatar a las autoridades, ya no le importaba — Luís acarició mi brazo — Alejandro está muy mal — me miró con seriedad — y no por lo que haya hecho o quien sea, sino por haberte perdido.
—Está preocupado por ti — Víctor bajó a Rain — nos pidió que te cuidáramos.
—Ya no importa — negué — de todos modos, se acabó — traté de sonar serio pero mi voz no lo reflejaba.
—¿Estás seguro? — Daniel me miró incrédulo.
—Sí — respondí — estoy seguro — mi voz tembló — por eso… por eso he decidido que voy a irme a Canadá — anuncié.
—¡Estás loco! — Víctor se puso de pie de un salto — tú no vas a ningún pinche lado — me señaló con su indicé — si te vas y te quedas solo, ¡te matas!
—¡Tú no tienes derecho a decirme…!
—¡Erick! — la voz de Luís retumbó en la sala interrumpiéndome y yo me encogí en mi lugar — Víctor tiene razón — Víctor y Daniel se sorprendieron al escuchar a Luís — si te vas — él prosiguió sin prestar atención — o simplemente, si te dejamos solo, te vas a matar — sentenció — no estás bien.
—Es que… ustedes no entienden — aseguré y mis ojos se llenaron de lágrimas — me duele, lo quiero, lo amo, pero no puedo estar con él… no puedo…necesito alejarme de todo, necesito olvidar y… — mi voz tembló — y no creo poder hacerlo…
—Entonces, vuelve con él — Luís sonrió con debilidad, un velo de tristeza empañaba su mirada — si lo amas tanto, vuelve con él.
—¡No puedo!
—¿Por qué no, Erick? — Daniel se alzó de hombros — si lo amas, ¿qué importa todo lo demás?
—¡Neta, ‘bro’! Si lo que tú tienes es amor del bueno, ¿para qué lo dejas ir? — Víctor me miró con molestia — ¿Qué esperas? ¿Qué Alex haga todo? ¿No piensas poner nada de tu parte?
—¡No puedo! — repetí y me puse de pie — ¿cómo quieren que esté con él, sabiendo que asesina gente?
—Erick… — Luís suspiró cansado — tú sabes lo que yo siento por ti, estoy enamorado de ti, te he amado desde la universidad… — sus palabras me hicieron sonrojar.
—Luís, creo que no es momento… — Daniel habló nervioso.
—Cálmate, voy a llegar a algo con eso — aseguró.
—Pues más vale — Víctor se cruzó de brazos — porque para mí, es más una declaración, que palabras de aliento.
Luís suspiró — cómo decía antes de ser interrumpido — me observó a los ojos — te amo, a mi manera, tal vez no tan fuerte como Alejandro…
—Pero…
—Déjame terminar, Erick… — no permitió que dijera nada — por eso sé y estoy completamente seguro, que yo, de tener el poder, el dinero y la posibilidad, así como Alex, también hubiera matado a los hijos de puta que te pusieron un dedo encima.
La voz de Luís me estremeció; mi labio tembló y me quedé en silencio. Daniel y Víctor lo miraron con sorpresa y algo de susto en su mirada.
—No me vean así, es la verdad — aseguró Luís — Daniel… — señaló a nuestro amigo — quieres a Lucía, ¿no?
—Sí — respondió con seriedad.
—Si alguien le hubiera hecho lo que le hicieron a Erick…
—¡Lo mato! — Daniel no dejó que Luís terminara de hablar, su voz se tiñó con un tono de ira, era obvio que se lo estaba imaginando.
—¿Ves? — dijo mi amigo con calma — cualquier hombre sería capaz de matar a quien le hizo daño a la persona que ama, es instintivo… de alguna manera, queremos causar el mismo daño que le hicieron al ser que más amamos en este mundo y si no lo sientes así, es simplemente porque no amas de verdad…
—Pero no cualquiera lo haría — Víctor se alzó de hombros.
—Cierto — Luís asintió — muchos no nos atreveríamos a hacerlo, sería solo la ira del momento lo que nos haría hablar, después, buscaríamos la manera de refundirlos a la cárcel o ver qué hacer, pero Alejandro tuvo la posibilidad y lo hizo… lo admiro por tener el valor de matar por ti, eso es amor — aseguró — es un amor raro — frunció el ceño — algo enfermo, pero, amor… supongo… a su manera, te ama y no creo que haya alguien más loco que él, para amarte así, ni siquiera yo.
Pasé mis manos por mi rostro — lo sé… — dije en un susurro.
—¿Entonces? — Víctor me miró confundido — si lo sabes, ¿por qué llegamos a este punto?
—Porque una cosa es matar a quien hace daño — aseguré — no está bien, de ninguna manera — tomé aire para armarme de valor — pero es justificado, yo mismo, en un momento, desee la muerte para los que me violaron — las lágrimas recorrieron mis mejillas nuevamente y me dejé caer en el sillón — pero una cosa es matar a ese tipo de gente y otra… otra… — guardé silencio.
—¿Otra? — Luís se inclinó hacia mí.
—¿De qué hablas, Erick? — Daniel también se acercó.
—Entonces… — el dolor se reflejó en una sonrisa nerviosa — entonces no les dijo todo.
—¿Cómo que no nos dijo todo? — Víctor se puso de pie — ¿qué no nos dijo?
Necesitaba respirar profundamente para poder decirles la verdad, para poder explicarles la razón por la cual no podía volver con Alejandro, a pesar de que en el fondo, era lo que más deseaba en el mundo.
—Alex… Alejandro hizo algo… algo horrible, algo que no puedo aceptar, ni perdonar… y por más que lo quiera y trate de buscar una manera de… — pasé saliva porque el nudo en la garganta no me permitió hablar — justificarlo… yo… no puedo…
—¿Qué te hizo? — el semblante de Luís se ensombreció y su mano sujetó la mía.
—A mí no… — negué.
—Erick — Daniel puso su mano en mi brazo — habla, sácalo, porque si no lo haces, te va a consumir…
—Vamos, ‘bro’, no nos vamos a asustar, solo dilo… — Víctor se acuclilló frente a mí y Rain fue a acercarse a él.
—Alejandro… — cerré mis ojos y me armé de valor — mató a su padre porque fue él quien mandó hacerme daño y… también, mató a la familia de Antonio, que no tenían… no tenían, nada que ver… — lloré, ya no pude contenerme más — mató a unas niñas inocentes, por su ira, por su venganza, escudándose en el hecho de que, según, me ama… — me lancé contra el pecho de Luís, buscando apoyo, buscando lo que no podía tener, un lugar dónde sentirme seguro, un lugar donde poder sentirme cómo en los brazos de Alejandro.
No dijeron nada, se quedaron en silencio, hasta que me calmé.
—Entonces… — Luís acarició mi brazo y sonrió cansado — Alejandro tiene razón…
—¿Qué? — levanté mi vista confundido, en medio de sollozos.
—¿Piensas que mato a esas personas? ¿A su padre? — Daniel me miró con susto.
—¡No lo pienso! — objeté — lo hizo, él mismo me lo dijo… — aseguré.
—Creo que él no te lo dijo — Víctor negó — nos contó que, cuando te lo iba a decir, tu no quisiste que hablara, así que no te lo dijo — aseguró.
—¿De qué hablan? — mi voz salió en un susurro, en mi mente, un chispazo me anunció lo que iban a decir.
—Erick… — Luís me sujetó por el mentón para verme a los ojos — Alejandro no mató a su padre — hablo despacio, casi deletreando las palabras — tampoco a la familia de Antonio…
—Al padre de Antonio sí… — dijo Víctor.
—¡Víctor! — Daniel lo miró molesto.
—¿Qué? — preguntó con sarcasmo — él también lo traicionó, ¿qué no?
—Sí pero, eso no viene al caso — Daniel lo fulminó con la mirada.
—Entonces… — me quedé sin palabras — ayer… cuando me dijo que… — pasé mi mano por mi cabello confundido — que había arreglado el asunto con su padre…
—Habló con el… — Daniel asintió — sólo eso…
—Sí, creo que, llegaron a un trato ‘amistoso’ — Luís titubeó al decir la última palabra, después me miró con seriedad — pero no lo mató — aseguró — solo que, Alejandro nos dijo que ese trato ya no importaba, después de todo, te había perdido.
—Pero… lo de Antonio… lo de Jair…
—A esos si les dio ‘cuello’ — Víctor jugueteó con Rain.
—¡Víctor! — Daniel volvió a reprenderlo.
—¡¿Qué?! — Víctor frunció el ceño — ¿para que darle vueltas al asunto? Sólo hay que decir las cosas como son y ya.
—Pero… él dijo que… que lo había terminado — mi cuerpo temblaba, no podía creerlo.
—Sí — Luís asintió — es un poco difícil y créeme, nosotros también batallamos para aceptarlo, pero Alejandro eliminó a las personas que te hicieron daño — Luís respiró profundamente — sólo a ellos.
—Sí — Daniel pasó la mano por su nuca, masajeando su cuello insistente — es raro porque, nunca pensé que, aunque me sorprendería saber que una persona que yo conozco, hubiese matado a otros, lo veo justificado, siento que eso me convierte en alguien enfermo pero, no me importa…
—Sí, porque tenía una razón — Víctor se alzó de hombros — y una muy válida, porque en estos tiempos, el gobierno sólo les hubiera dado unos cuantos años de cárcel y hubieran salido libres cómo si nada.
—Víctor… — Luís lo miró con seriedad — a veces eres un idiota, pero en otras, no tengo palabras para describirte…
—¡Gracias, ‘bro’!
—Víctor… — Daniel negó — creo que eso no era un halago…
Yo los escuchaba, pero no estaba en esa platica, mi mente estaba asimilando lo que me acababan de decir; mi respiración era agitada, tenía que ser una broma, el día anterior le había dicho cosas tan horribles a Alejandro y en ese momento, mis amigos me decían que todo lo que creí saber y por lo que lo rechacé, era mentira.
—No… — negué — les mintió… — hiperventilé — ¡les tuvo que mentir!
—No — Luís negó — ¿qué caso tendría mentirnos? — preguntó.
—Además, está en las noticias — Daniel señaló mi televisión.
—¡¿Qué está en las noticias?! — pregunté.
—Ayer — Víctor buscó el control de la tele — salió en las noticias que habían encontrado a ese hombre, Antonio, muerto, junto a muchos más — encendió la televisión — y que iban a entregar los restos a sus familiares — buscó el canal de noticiero de veinticuatro horas — además, según el reportero, Alejandro iba a darles apoyo a las familias, para que tuvieran los recursos que necesitaran… ¿acaso no ves noticieros? — Víctor me miró molesto, pero sonrió de lado.
Tenía días que no miraba las noticias, porque no quería saber nada que me recordara a lo que había sucedido conmigo. En ese momento la voz de una reportera se escuchaba y en el video, aparecían una mujer con tres pequeñas, una de aproximadamente seis años de edad y otras dos, mellizas, de aproximadamente cuatro; a su lado había otras personas, una mujer ya mayor, un par de hombres y dos mujeres jóvenes, una de ellas era una adolescente.
“La familia Elizondo recibió hoy los restos del difunto Antonio Elizondo, reconocido inversionista hotelero, mayormente conocido por ser socio de uno de los hoteles del magnate Alejandro de León, una tragedia para la familia, que ese mismo día, también perdió a la cabeza de la misma, el señor Ricardo Elizondo. Se cree que, Antonio Elizondo, era el blanco en el atentado que sucedió el fin de semana, dónde hubo un tiroteo en el centro de la ciudad, en la cual se encuentra ubicado el ‘hotel Royal’, apenas inaugurado hace poco más de una semana…”
Busqué a mis amigos con la mirada, debían estar bromeando; tenía que ser una broma.
“No hemos podido comunicarnos con el señor Alejandro de León porque, al parecer, está fuera de la ciudad, pero su asistente nos dio una entrevista, en la cual afirmó que se apoyaría a todas las familias afectadas y que tratarían de apoyar al caso, en lo que pudieran…”
La reportera dejó de hablar para poner un video de Marisela, pero yo ya no le puse atención.
—¿Por qué…? Él dijo que… que lo haría… — aseguré con nervios.
—Sí, lo dijo — Luís asintió — nos lo contó también.
—Pero no se atrevió — Daniel negó — dijo que se arrepintió, cuando pensó en lo que le habías dicho…
—¿Qué cosa…? — pregunté en un murmullo, aunque ya sabía la respuesta.
—Que no querías que personas inocentes sufrieran cómo tú — Víctor apagó la televisión.
—Por eso no lo hizo, Erick — Luís negó — él no quería que tú lo odiaras…
—Aunque terminaste haciéndolo — Daniel me miró con seriedad — ¿o no?
—Yo… — abrí mi boca para decir algo pero no pude.
—¿Se lo dijiste? — Víctor me miro molesto.
Asentí pero no respondí, no podía hacerlo; bajé mi rostro evitando sus miradas, me sentía el peor ser sobre la tierra.
—¿Lo sientes, Erick? — Luís se acercó, buscando mi vista — ¿Odias a Alejandro?
—¡No! — grité y traté de ahogar mi llanto, pero no pude — no lo odio, al contrario — sollocé — pero, él no me dijo… ¿por qué no me lo dijo? — pregunté desconcertado, ya no sabía qué hacer, qué pensar.
—Porque no le ibas a creer — Daniel suspiró — dijo que tú ya no confiabas en él, ni en el amor que te tenía, así que, se rindió.
«Yo creí que me amabas y confiabas en mí, pero, me equivoqué…»
Esas palabras que el día anterior, Alex había dicho, retumbaron en mi mente.
—No — negué — ¡no! — grité y me puse de pie caminando en círculos, rodeando la mesa de la sala — no puedo… no puede…
Estaba a punto de romperme, estaba a punto de desfallecer.
—¿Me están diciendo que lastimé a la persona que amo para alejarlo de mí, por creer que hizo algo horrible, pero era mentira? — yo ya sabía la respuesta, estaba seguro de ella, pero no quería pensar que el imbécil en esa relación, había sido yo.
—La neta, sí — Víctor se alzó de hombros; un cojín voló y se estrelló en el rostro de mi amigo — ¡ey! — miró a Daniel molesto.
—¡No estamos para tus bromas, imbécil!
—Tengo que ir con Alex — caminé a la salida y Daniel me detuvo.
—Espera, ¿así? ¿Sin suéter? ¿Sin chamarra? — negó — ¡Estás loco! Hace un frío de los mil demonios afuera, ¡anoche nevó!
—¡No importa! — jalé mi brazo con desespero.
—Erick — Luís se puso de pie con lentitud — Alejandro no está en su hotel.
—¿De qué hablas? — pregunté asustado.
Los tres miraron el reloj de la sala, eran las once con cuarenta y tres minutos.
—Alex dijo que se iba a ir hoy — Víctor me miró de reojo.
—¿A dónde? — mi voz apenas salió, pero ellos se quedaron en silencio — responde, ¡¿a dónde?!
—A Londres — Daniel hizo una mueca de incomodidad — su avión sale a la una de la tarde.
—¡¿Qué?! — miré el reloj nuevamente, el aeropuerto estaba a casi dos horas desde mi casa — Tengo que ir… — intenté salir nuevamente.
—Erick, mejor márcale — Luís agarró el teléfono de mi casa y me lo entregó.
Marqué desesperado el número del celular de Alejandro, pero parecía apagado.
—¡No responde! — marqué una vez más, pero, de nueva cuenta me mandaba al buzón — ¡tengo que ir! — lancé el teléfono a un lado y me dirigí a la puerta.
—Erick, ¡no tienes automóvil! — Daniel trató de detenerme — y de todos modos, así como andas, no puedes manejar, tienes que calmarte…
—Si no me llevan, tomaré un taxi, ¡no me importa!
—Víctor — Luís lo miro de soslayo — llévalo tú, eres el que maneja más rápido, pero ten cuidado, algunas calles están cerradas por la nieve — indicó — Daniel y yo trataremos de comunicarnos con él, desde aquí.
Luís sacó su celular y Daniel me dio su chamarra y su bufanda — ten, hace frío — repitió.
—Toma — Víctor me dio su celular — tú también sigue insistiendo — me guiño el ojo — cualquier cosa, marquen a mi numero — avisó en voz alta — ¡vámonos, ‘bro’!
Salimos con rapidez, ni siquiera me preocupé por mis hijos que trataron de seguirme, pero Víctor los detuvo en la puerta.
—Abróchate el cinturón — sonrió de lado al subirnos a su automóvil — porque ahora sí, le voy a meter ‘pata’…
* * *
Durante el trayecto insistí, marqué y marqué el número de Alejandro pero siempre me mandaba al buzón. Víctor tomó una desviación, que si bien, no era la mejor manera de llegar al aeropuerto, en ese momento era la más viable, aunque tuviéramos que rodear la ciudad entera.
Todo el camino me iba reprochando lo que había hecho. Si la noche anterior hubiera dejado que Alejandro hablara, no lo hubiera lastimado, no lo hubiera herido y yo tampoco hubiera sufrido; había sido mi culpa, mi error y esperaba que no fuera demasiado tarde para enmendarlo, solo necesitaba llegar, necesitaba alcanzarlo, sólo eso.
—Cálmate, a lo mejor se retrasó el vuelo — Víctor me miraba de soslayo.
—No quiero que se vaya… — dije mordiendo mi labio — ¡no quiero!
—Si se va, puedes buscarlo después — mi amigo trató de calmarme.
—¡No! — negué mientras marcaba insistente — ayer me dijo adiós, ¡me dijo adiós! — repetí histérico — fue la despedida — aseguré — si se va… si se va… no volveré a verlo…
— ¡Mierda! — Víctor gritó y frenó de golpe.
Después del movimiento de mi cuerpo, ante el repentino freno, levanté mi vista; había un choque en la avenida y por lo mismo, un embotellamiento.
—No… — negué — no puede ser…
Tenía que ser una broma, precisamente en ese momento, precisamente ahí. ¿Tan mal me había portado, cómo para que el karma no me permitiera llegar hasta Alex? Víctor empezó a buscar la manera de pasar, miré el reloj del automóvil, las doce con cuarenta y seis minutos, aún faltaba un poco del camino.
—No lo voy a alcanzar… — el miedo me invadió.
—¿Cómo chingados que no…? — mi amigo me miró de reojo — después de esto — dijo con una sonrisa de lado — tú, Daniel y Luís, tendrán que sacarme del ‘bote’ — lo miré confundido, no entendía sus palabras — sólo espero que valga la pena.
—¿Qué…?
Víctor dio reversa, casi choca con unos autos, tomó la lateral, se salió del camino y pisó el acelerador. El automóvil empezó a dar saltos, por ir en un camino que no estaba pavimentado; en ese momento se escuchó la sirena. Giré mi rostro, mirando con susto a Víctor.
—¡Ay!… — sonrió nervioso — sólo espero que no me corran de mi empleo por esto… — empezó a meter los cambios y aceleró — ¡insiste! — dijo con prisa, cuando vio que no seguía marcando, pues estaba sorprendido de ver cómo manejaba mi amigo — no te preocupes de lo demás, yo me encargo de que llegues al aeropuerto.
Seguí marcando, necesitaba una oportunidad, sólo una, la más mínima; necesitaba hablar con Alejandro. No supe en qué momento, ya no era sólo un vehículo de la policía el que nos seguía, eran tres; el constante sonido de las sirenas, me estaban sacando de quicio.
—No creí que se pondría tan feo… — a Víctor le tembló la voz.
Desde ahí, alcanzaba a ver los edificios del aeropuerto. Víctor me miró de soslayo y negó.
—Erick, cuando te bajes, corre.
—¿Qué? — pregunté nervioso
—Sí, ¡corre! — insistió — no voy a poder quedarme, porque si lo hago, tanto a ti, cómo a mí, nos van a detener y no te van a dejar llegar — aseguró — así que, te bajas en ‘chinga’ y yo, le meto ‘pata’, para que las patrullas me sigan a mí y no se preocupen por ti.
—Pero, Víctor… — lo miré con miedo — si te pasa algo…
—No te preocupes — sonrió — a lo más, será que terminaré en la cárcel por un par de noches, si ustedes no pagan mi fianza.
Víctor me guiño el ojo, él en verdad quería que alcanzara a Alex; Daniel y Luís también. Los tres pudieron simplemente no decirme nada, pero sabían que en verdad amaba a Alejandro y quería estar con él, por eso me apoyaban.
—Gracias… — sonreí nerviosamente.
—¡No me agradezcas y sigue insistiendo! — apremió — que si no alcanzas a Alex, entonces sí, me voy a encabronar.
Víctor entró al área de descenso de pasajeros del aeropuerto y al frenar, el rechinido de las llantas por el derrape se escuchó con fuerza.
—¡Corre! — gritó.
La gente se asustó al ver la situación y empezó a amontonarse en la entrada del lugar. Me quite el cinturón y abrí la puerta; comencé a correr y nuevamente escuché cómo mi amigo aceleraba para salir de ahí, las patrullas apenas iban llegando al estacionamiento.
No me detuve, simplemente corrí. Corrí sin importar que chocara contra la gente que estaba ahí; algunos se quejaban, otros me maldecían, pero no me importaba en lo más mínimo. Ya estaba cansado y estaba por llegar a mi límite, pero no podía rendirme en ese momento. Llegué hasta donde empezaba el área de abordaje para los aviones; pero, al estar ahí, los guardias me detuvieron.
—Quítese, ¡tengo que pasar! — exigí, estaba tan cerca, que no me iba a dar por vencido.
—Su pase de abordar.
—¡No tengo! — traté de zafarme — ¡por favor! — supliqué — el vuelo a Londres, necesito ver a alguien, ¡es urgente! — los hombres me vieron desconcertados — ¡necesito ver a alguien que va en el vuelo a Londres! — grité.
—Cálmese — dijo uno de los hombres mientras yo forcejeaba y el otro también trataba de detenerme.
Las personas que nos rodeaban, me miraban sorprendidos y asustados, era muy probable que en un momento más los de seguridad, me llevaran al área de detención.
—¡Usted no entiende! — forcejee con más fuerza — ¡tengo que detenerlo!
En eso, una persona de la aerolínea más cercana se acercó — disculpe… — dio con seriedad — si busca el vuelo a Londres, ya despegó, su salida fue a las doce con cincuenta minutos.
Con esas simples palabras sentí que el piso se abría a mis pies; dejé de luchar, todo se oscureció a mí alrededor y estaba seguro que en ese instante, había escuchado como mi corazón se rompía. Los guardias no dejaron de ejercer presión, pero al darse cuenta que mi cuerpo se quedaba sin fuerzas y me ponía a llorar, uno de ellos me soltó, para que el otro, me detuviera con más calma.
—No — negué — no puede ser…
Sentí que las fuerzas me abandonaban, el guardia me llevó a una de las sillas, porque yo ya no podía sostenerme. Ahora se mostraban preocupados, pero ya no me importaba lo que pasara conmigo; a pesar de todo, de los esfuerzos de mis amigos, de mis intentos por alcanzarlo, de mi arrepentimiento, era tarde. Alex se había ido.
Mis lágrimas cayeron sin control, todo era mi culpa y ya no había marcha atrás. Sabía que, aunque intentara buscarlo, Alex, probablemente ya no me volvería a permitir estar en su vida; no después de lo que le dije, no después de cómo me había comportado, no después de todo lo que lo había dañado. Lo había lastimado, había roto mi promesa sólo por no confiar en él y ahora… ahora estaba sólo, pero esta vez, de verdad, iba a estar completamente solo.
Limpié mis ojos y sollocé; las personas me miraban con algo de lástima, mientras yo apretaba mi cabello con mis manos, frustrado, molesto, lleno de ira contra mí mismo.
El celular de Víctor vibró, lo saqué de la chamarra, era un número desconocido; no contesté, probablemente eran cosas de Víctor. Los guardias aún estaban ahí conmigo, esperando que me calmara. Nuevamente el celular vibró, también decía ‘número desconocido’, pero no estaba para hablar con nadie, probablemente eran de una empresa de telefonía celular para cambiar de compañía proveedora de servicio; suspiré cansado y colgué.
Apenas me estaba calmando cuando nuevamente, el celular vibró, por fin me decidí a contestar.
—¿Sí?
—“…‘Conejo’…”
Esa simple palabra hizo que mi corazón diera un vuelco — ¡Alex! — mi respiración se agitó.
—“…No te escuchas bien, ¿estás agitado?…”
—Alex, perdóname — sollocé y nuevamente empecé a llorar — yo… — no sabía que decir en ese momento, no sabía cómo decirle lo que sentía, no sabía cómo pedirle perdón, así que, sólo dije lo que salió de mi alma — te amo… — dije sin más — te amo… — repetí.
—“… ¿De verdad?...”
—¡Por supuesto! — aseguré en medio de un sollozo.
—“…Pero, ayer me dijiste que me odiabas…”
—Te mentí — aseguré — lo siento… quise alcanzarte, pero… pero el avión ya despegó y…
—“…Sí, lo sé, el avión ya está en el aire…”
—Alex… Alex… — mordí mi labio — te necesito.
—“… ¿De verdad me necesitas?...”
—Mucho — respondí ansioso — necesito estar contigo, necesito tenerte a mi lado, necesito tu calor… — traté de reír — necesito que me hagas el amor — susurré.
—“… ¿Teníamos que separarnos para que me lo pidieras?...”
—Tonto… — limpie mi nariz — siempre lo decía.
—“…No, nunca lo hiciste, me decías que querías que te poseyera, pero porque yo te obligaba….”
Me quedé en silencio, él tenía razón, jamás le dije por mi propia cuenta que quería que me hiciera el amor, así, exactamente con esas palabras; nunca lo había hecho, porque me daba vergüenza, porque en realidad, hasta que él me dijo que lo que hacíamos, era ‘hacer el amor’, jamás lo había pensado de esa manera.
—Lo siento — suspiré — lo siento mucho…
—“… ¿Qué sientes?...”
—Siento haberte lastimado, haberte mentido y… lamento no haber confiado en ti…
—“…No te preocupes… fue mi culpa, yo también te mentí, te orille a muchas cosas y además, por mí te lastimaron…”
Él se notaba serio, no tenía el mismo tono de siempre.
—Alex… — mi labio tembló al escucharlo, ¿acaso él se arrepentía de lo que habíamos pasado juntos? — quiero estar contigo… — supliqué.
Hubo un silencio largo, él no dijo nada y eso me hizo temblar.
—“…Ayer te dije adiós…”
—Lo sé… pero…
—“…Nunca vuelvo cuando digo adiós…”
—Lo sé… — mis sollozos aumentaron de intensidad, yo lo sabía, Alejandro era de los que, al decir ‘adiós’, era para nunca más volver a ver hacia atrás.
—“…Además, irme lejos es una manera de cumplir tus deseos, para que no tuvieras que volver a verme y que no tuvieras que sufrir más por mí, también, podrías quedarte con tus amigos, para que ellos te cuidaran, especialmente Luís…”
—¡No quiero! No quiero que nadie más me cuide — reproché — te necesito a ti, ¡quiero que tú me cuides! ¡Quiero que tú estés conmigo! Solo tú… — susurré — solo tú…
—“…Pero soy una persona que trabaja fuera de la ley…”
—¡No me importa! — aseguré — no me importa lo que hagas, no me importa lo que pase, quiero estar contigo.
—“… ¿Incluso en otro país?...”
—Sí… — mi risa tembló — no me importa dónde, mientras esté contigo…
—“… ¿De verdad? ¿Estás dispuesto a comprar un pasaje en este momento, para alcanzarme?...”
—Sí… — afirmé.
—“…Erick, si vuelvo a tenerte en mis brazos, nunca más voy a dejarte ir… aunque te arrepientas de lo que me estás diciendo, jamás te soltaré de nuevo…”
—Eso quiero — respondí — pase lo que pase, quiero estar contigo.
—“… ¿Me lo juras?...”
—Te lo juro…
—“…Entonces… volveré por ti…”
—¿Cuándo? — pregunté con una sonrisa, sintiéndome feliz, la esperanza había regresado a mi corazón.
—“…Ya…”
—¿Ya? — pregunté confundido.
—“…Sí, ya, en este momento… ‘conejo’ revoltoso, ¿tiendes a hacer tanto escándalo por todo? Si los guardias de seguridad te hubieran llevado a detención, ¿qué hubieras hecho?...”
Al escuchar esas frases levanté mi vista buscándolo, sí sabía eso, debía estar cerca; pero, no pude localizarlo.
—¡¿Dónde estás?! — me puse de pie y voltee para todos lados.
—“…Frío, frío… tibio…”
—Alex, ¡por favor! — puse mi mano en mi frente, empezaba a desesperarme.
—“…Aquí…” — salió de atrás de una columna, me sonrió, bajó el celular y me observó divertido.
Al verlo, todo a mi alrededor desapareció, no había nada ni nadie en ese lugar, más que Alejandro. Mi mente se quedó en blanco, pero mi cuerpo reaccionó por sí solo; corrí hasta él, lo abracé, pasando mis brazos por su cuello y lo besé con desespero. Él correspondió con pasión a mi beso, sus brazos me rodearon por la cintura y gemí ante su toque, pese a que era por encima de mi ropa. Era el beso más dulce, especial y único que había recibido en toda mi vida; me entregué a él en esa simple caricia que nuestros labios se prodigaban, con necesidad, con el deseo de no alejarnos uno del otro.
—Feliz cumpleaños… — susurró contra mis labios al separarse de mí.
—Alex… — mis lágrimas escapaban de mis ojos y yo no quería alejarme de él, tenía miedo que fuera un sueño.
Sus manos acariciaron mi rostro y limpió las lágrimas con sus pulgares — ‘conejo’ — susurró — ¿por qué lloras?
—Temí… temí… — repetí — haberte perdido…
Alejandro puso su frente contra la mía — no… — negó — nunca más… — sonrió — me acabas de jurar, que siempre estaremos juntos…
—Sí — respondí — pase lo que pase…
Alejandro volvió a besarme, esta vez con más delicadeza, disfrutando mis labios al principio, pero después ahondó el beso, exigiendo aún más, acercándome a él; nuestros cuerpos parecían querer fundirse en ese abrazo. Pude sentir su calor, pude sentir su cuerpo contra el mío a pesar de nuestras ropas; el acelerado palpitar de su corazón, sus manos sujetándome con fuerza, su forma tan única de demostrar que era mi dueño y yo le pertenecía completamente, sin importar lo que dijeran, sin importar lo que pasara.
No sabía que podría suceder de ahí en más, pero, si mi destino no era estar con él, yo iba a buscar la manera de cambiarlo, así tuviera que pasar por cualquiera que estuviera en mi camino.
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