Venganza
Domingo, diciembre 21
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—Erick… Erick…
Una voz melodiosa y suave, me hizo girar el rostro, en busca de la persona que me llamaba. Ella se acercó a mí, sentándose en la misma banca dónde yo estaba, su vestido era de un blanco impoluto, inimaginable, brillante y pulcro; su sonrisa era tranquila y su mirada era tan dulce como lo había sido en vida. Sus manos rodearon mi cuerpo y sentí la calidez de su abrazo.
—¿Qué te pasa? — preguntó
—Vicky… — susurré — ya no puedo.
Las lágrimas recorrieron mis mejillas y ella las limpió con sus dedos — no llores — negó y depositó un beso en mi mejilla — no debes llorar.
—Quiero morir… — pedí — ya no puedo seguir… por favor — supliqué y mis lágrimas seguían cayendo con más fuerza.
—Aún no puedes morir — negó con dolor en su rostro — te lo dije hace dos años — Vicky me acercó a su pecho, permitiendo que mi cabeza se recargara sobre ella — no puedes morir Erick, aún te falta mucho por vivir.
—No quiero — negué contra su pecho cálido — me duele, me lastima… ya no quiero seguir…
—Pero, Erick… — sus manos acariciaron mi cabello — ¿qué pasará con Alejandro?
—No lo sé — sollocé — pero él es fuerte, él puede soportar cualquier cosa, yo no.
—Él te ama — aseguró — y si tú mueres, él morirá contigo, porque sufrirá tu perdida… ¿quieres que él sufra? ¿Quieres que muera?
—No… — mi labio inferior tembló — no quiero que le pase nada…
—Entonces… — ella levantó mi rostro y me sonrió con dulzura — aguanta un poco más, aún no es tu hora — negó — sé que sufres y me lastima verte de esa manera — sus ojos mostraban su dolor — pero tu corazón es fuerte Erick, sólo tienes que darte cuenta de eso.
—No sé si pueda — suspiré — mi cuerpo ya no soporta más…
—Tu cuerpo, es sólo un envase — posó su frente contra la mía — lo importante es tu corazón y tu alma — Vicky deposito un beso suave en mi frente y se alejó de mí.
—¿A dónde vas? — pregunté y traté de incorporarme de la banca donde estaba, pero no pude, así que sólo me limite a ver como caminaba, alejándose con lentitud.
—Debo irme… — cuando se giró para despedirse de mí, sonrió — sólo tienes que ser fuerte un poco más Erick, yo no voy a dejarte solo, estaré contigo hasta que Alejandro venga por ti — ladeó el rosto y me vio con amor — y vendrá por ti, te lo aseguro.
* * *
Una tos constante y seca me devolvió a la realidad; mi cuerpo temblaba con fuerza, estaba sobre el frío piso de una bodega, mojado y sobre un charco asqueroso, mezcla de semen, sangre y orina. Aún estaba atado de manos, pero lo más notorio, era que mi cuerpo no reaccionaba ante mis órdenes de moverme. Me dolía el pecho al respirar y cuando intentaba respirar profundamente, la tos volvía a invadirme, provocando que mi saliva saliera mezclada con flemas, sin que pudiera evitarlo; aún traía ese objeto en mi boca, que no me permitía cerrarla.
Escuché unos pasos y voces.
—¡¿Por qué no siguieron?! — Jair parecía molesto.
—Discúlpenos, señor, pero algunos de nosotros pensamos que el tipo está demasiado sucio — el hombre que lo acompañaba se disculpó — además, una tos lo asalta cada rato y eso es molesto.
—¿Sucio? — preguntó al llegar frente a mí — ¡que maricas me salieron!, sólo necesita limpiarse un poco — chasqueo los dedos — trae la manguera que usan para regar el jardín — ordenó — conéctala a la llave del baño y límpialo.
—Señor, el agua debe estar muy fría, hasta hace unos minutos dejó de nevar.
—¡¿Y a mí qué me importa?! — parecía exaltado — ya pasó una noche y este imbécil… — empecé a toser y caminó hasta mí, pateando mi abdomen — no está llorando, ¡ni suplicando clemencia! — espetó — así que, no me importa si todos están durmiendo o tomando chocolate por el maldito frío — señaló al hombre que estaba cerca — límpialo, cambia el colchón y sigue grabando mientras lo usan, ¡¿me entendiste?! — gruñó — porque quiero verlo completamente roto, ¡antes de volarle la tapa de los sesos!
—Sí, señor…
El sujeto se alejó con rapidez y Jair se acuclilló frente a mí.
—Ciertamente estás muy sucio — sonrió de lado — pero, aunque yo no crea que es suficiente, tendremos que limpiarte — miró su reloj de pulsera — aún te quedan doce horas de vida, así que, mis trabajadores te ayudarán a disfrutarlas — levantó una ceja al notar que yo seguía tosiendo — eso se escucha mal — rió — pero no te preocupes, se te quitará con la muerte.
El hombre que se había ido, regresó con el extremo de una manguera.
—Espera — Jair se puso de pié y lo detuvo — graba su baño también — quiero que todo quede en esos videos, así, Alejandro podrá disfrutar el espectáculo, viendo las películas el día de navidad.
Jair se alejó de mí, después escuché que llegaba otro individuo; uno de ellos sujetó la cámara y el otro abrió la llave, permitiendo que el chorro saliera a presión. El agua empezó a cubrir mi cuerpo y traté de gritar; sentía cómo mi piel parecía arder por el frío, mi cuerpo tembló, titirité y me encogí. El hombre se acercó a mí y me pateó con fuerza, moviéndome de lugar, para seguir bañándome con esa agua que, debido a lo helada que estaba, parecía que millones de agujas se clavaban en mi piel.
También humedeció el piso, limpiando los residuos de todo lo que había; me empapó el cabello y disminuyó la presión del agua para poder acercarse a mí, moviéndome hasta dejarme boca arriba, abriendo mis piernas con dificultad. Mi cuerpo estaba rígido por el frío, pero a él no le importó; colocó la manguera entre mis nalgas, presionando mi entrada y permitió que esa misma agua fría llenara mis entrañas. Traté de gritar por el dolor que sentí, pero era imposible; solo tosía ininterrumpidamente. Poco después retiró la manguera y presionó mi abdomen, logrando que el agua saliera de mí, llena de sangre y suciedad. Una vez más, me empapó de agua fría para alejar de mi cuerpo la mugre que hubiera quedado.
Cerró la llave — creo que no podremos poner el otro colchón aquí, está muy mojado — anunció a su compañero.
—Podemos ponerlo acá — señaló dónde estaba la mesa — solo hay que quitar la mesa y pasarla para allá.
—Sí, pero el señor Páez, no quiere que vea la puerta.
—¿Qué importa? — preguntó alzándose de hombros el otro — va a morir de todos modos, que importa si ve algo de afuera.
—Sí, es cierto.
Dejaron la cámara de lado, movieron la mesa y pusieron un colchón seco en el lugar que habían acordado; después, uno de ellos me agarró en brazos, llevándome hacia el nuevo colchón y me dejó caer, sin ninguna consideración.
—¿Podemos usarlo primero, ahora que está limpio? — preguntó.
—Sí, ¿por qué no?
La tortura nuevamente inició; pero esta vez parecían tener más problemas para moverme, ya que, por el frío que tenía, mi cuerpo temblaba y además, parecía que mis músculos no se movían con facilidad, al contrario, estaba tan rígido que batallaban para acomodarme cómo deseaban.
Entre los dos me usaron, volviendo a llenarme de semen, pero agradecí que sólo fuera eso. Cuando terminaron, se vistieron y uno de ellos salió; el otro agarró la cámara y empezó a grabar. La puerta se abrió y tres hombres entraron con rapidez para poseerme de nuevo.
Mis gemidos de dolor se ahogaban debido al sexo que invadía mi boca, y aunque quería llorar, ya no tenía más lágrimas que derramar.
Mi interior me dolía, cada arremetida, tanto de uno o dos miembros me laceraba más y más; sentía humedad en mí y sabía que no era sólo por el semen, sino que la sangre estaba haciéndose presente, así como la noche anterior. Cuando ya no podían seguir, usaban algún juguete de las cajas que había en la habitación, dejándome cosas dentro como ‘obsequio’ para sus compañeros, que entrarían a usarme después.
En esta ocasión, muy pocos me ensuciaron con algo más que no fuera semen, al parecer, no a muchos les gustaba hacer eso, pero empezaron a golpearme de otras formas, incluso, haciendo cortes en mi cuerpo con navajas; algunos marcaron sus iniciales en mi piel.
* * *
Después de un largo tiempo, que a mí se me hizo eterno, Jair regresó al lugar, había tres hombres usándome en ese preciso momento y él sólo se limitó a sentarse en la silla, frente a la mesa.
—Yo sigo grabando — dijo para el tipo que portaba la cámara — tu, sírveme algo de beber.
El hombre le entregó la cámara y fue a hacer lo que le había ordenado. Los sujetos estaban terminando, llenándome con su semen y Jair sonrió.
—Te han alimentado muy bien — recibió el vaso con vino y bebió un sorbo — ¿ya lo han hecho todos hoy?
—Sí… — respondió uno de los que acababan de terminar — tres veces… después del… desayuno…
—No lo veo muy sucio — su rostro mostró ira.
—Es que… así lo disfrutamos más… señor — se excusó otro.
—Bien, no importa, el detalle de los cortes me agrada — se alzó de hombros — pero no creo que sea suficiente, sabía que debíamos traer a más gente — Jair entornó los ojos — pero está bien — movió sus manos para indicarles que se fueran — descansen… en unos momento más traerán la comida.
Los tipos salieron y Jair se movió acomodando la cámara en el tripie. Yo seguía tosiendo, por lo que mi cuerpo se convulsionaba, pero de ahí en más, no podía moverme.
—¿Sabes quién vendrá? — preguntó — ¡Ernesto! — anunció con una amplia sonrisa — sigue trabajando para Alex y traerá todas las novedades… también, será quien le lleve la noticia de que has muerto — caminó a una de las cajas — ¿qué crees que suceda? Es probable que Alejandro lo tenga cerca, porque Ernesto te encontrará, tarde por supuesto — movió sus manos restándole importancia — pero todo estará bien… quizá, ahora que llegue, nos diga que Alejandro ya salió de la ciudad, desde anoche no se ha sabido nada de él, ni de sus dos guaruras de confianza — rió — también se desentendió de tu chofer, al parecer, Marisela se encargará de su sepultura.
Eso me hizo estremecer y una lágrima rodó por mi mejilla; Alejandro no se atrevería a abandonarme de esa manera, quería estar seguro de su amor, pero la sola duda que ese hombre acababa de sembrar en mí, ahora me iba a carcomer, por el tiempo que durara esa tortura.
—Cómo todos están cansados, yo jugaré contigo.
Jair sacó un dildo de una caja, acercándose a mí y lo introdujo en mi interior; lo puso a vibrar, moviéndolo con fuerza de adentro hacia afuera, después lo dejó en mi interior. Con una fusta empezó a golpear mi cuerpo, dando fuertes golpes una y otra vez, incluso, dejando surcos en mi piel, de los cuales brotaba sangre, pero, noté que toda su frustración, la descargaba ensañándose con mi sexo.
—Tus quejidos son tan débiles — sonrió — podría ser piadoso y matarte antes — suspiró — pero no lo haré, saber que sufres es un aliciente para mí, porque, si es verdad que Alejandro te quiere, cuando reciba los videos, va a buscarme y me matará… pero, mientras me torture, le podré escupir en su rostro que yo destruí al hombre que quería…
Cerré mis ojos, cansado, estaba a punto de desfallecer y él lo notó, así que me pateó en el estómago.
—¡¿Por qué no lloras?! — preguntó molesto — quéjate, suplícame, pídeme que no te mate, ¡¿por qué no haces lo que yo hice cuando estuve en tu lugar?!
Entreabrí mis ojos y traté de enfocarlo; ya no le tenía odio, ni rencor, simplemente me daba lástima. Todo era tan absurdo; si quería vengarse de Alejandro y decía que él no me quería, ¿por qué entonces me estaba usando para castigarlo?
Se dejó caer en el colchón, colocándose sobre mí, abofeteándome incontables veces — ¡idiota! ¡Imbécil! ¡Estúpido! — espetaba una maldición con cada golpe en mi rostro.
Mi respiración era muy débil, sentía que no podía respirar correctamente y mi rostro solo se movía hacia donde él me golpeaba. Cuando se cansó, quedó sobre mí, sus manos estaban a los costados de mi cabeza y jadeaba; su rostro estaba rojo de ira y sus ojos mostraban el odio que sentía hacia mí.
—¿Porqué…? ¿Por qué a pesar de que te di algo para que gimieras y pidieras más no lo hiciste? ¿Por qué no sucumbiste a lo que tu cuerpo exigía, cómo yo? — hablaba y su voz parecía que se quebraría — ¡¿Por qué tienes que ser diferente a mí?!
Dejé que mi cuerpo se relajara en el colchón, ya no tenía fuerzas y no valía la pena siquiera intentar responderle, sabiendo que me era imposible. Él se levantó y yo abrí mis parpados para verlo, se limpió el rostro, pues un par de lágrimas habían escapado de sus ojos. Sacó una daga de la caja y la clavó en mi hombro; el grito de dolor se ahogó en mi garganta, la cual, sentía completamente cerrada. Lloré por el dolor y mi pecho silbó, mientras trataba de respirar.
—¿Te dolió? — preguntó con sarcasmo — hubiera preferido clavártelo ahí — pisó mi entrepierna y me quejé — pero tu último cliente te quiere completo, así que, por ahora, estás a salvo.
Jair volvió a acercarse a mí, para sacar el dildo que había metido en mi cuerpo, después metió varias balas vibradoras con rapidez y sin consideraciones; las encendió y se incorporó, viéndome con desprecio.
—Normalmente con una es suficiente para excitarse — levantó una ceja — así que, con todas esas, debes de estar listo en unos minutos más, para jugar nuevamente.
Se fue hacia la mesa, llevando con él la cámara de video, ni siquiera sacó la daga de mi hombro; mi cuerpo se estremecía por los estímulos, pero no demasiado. Ya estaba lo suficientemente exhausto para, incluso, poder llegar a ignorar lo que sentía por esas cosas dentro, así como el dolor punzante de las heridas en todo mi cuerpo y especialmente, el daño en mi hombro.
Desde dónde estaba, podía ver a Jair; empezó a trabajar en la computadora, editando parte del video con rapidez, poniendo censura en los rostros de los hombres que me habían usado. Me hice un ovillo para no saber más, perdiendo la noción del tiempo, deseando que la muerte llegara con rapidez, porque seguramente, era lo mejor que podía ocurrirme en ese momento.
* * *
No supe cuánto tiempo pasó, hasta que un ruido estridente me hizo volver a la conciencia, con un sobresalto.
—¿Ahora qué? — Jair se puso de pie — si tiraron algo del cargamento de la bodega, ¡lo van a pagar! — levantó la voz.
Se dirigió a la entrada, pero en ese momento, la puerta se abrió y un hombre entró tropezando, hasta caer frente a él; a pesar de que no podía ver con claridad, pude notar que ese tipo era el mismo que la noche anterior le había disparado a Agustín. Abrí más mis ojos y la figura imponente de Alejandro apareció en la puerta.
—Alex… — la voz de Jair tembló, caminó hacia atrás con lentitud, tratando de alejarse de él.
El hombre que estaba en el piso, quiso levantarse, pero Alejandro le disparó a la pierna; a pesar de que no escuché la detonación del disparo, el grito que retumbó en el lugar fue desgarrador.
—¿Cómo…? — Jair seguía caminando hacia atrás, dirigiéndose lentamente hacia dónde yo estaba, en el piso.
La mirada de Alejandro se posó en mí y después, un brillo de ira destelló en sus esmeraldas cuando miró a Jair. Caminó con paso lento; tras él, Julián y Miguel entraron con rapidez apuntando a Jair y a Ernesto, quien estaba en el piso, llorando y sujetándose la pierna herida.
—No lo maten — la voz de Alejandro era grave.
Miguel se movió y arrastró a Ernesto sin compasión; el hombre gritaba, pidiendo clemencia, pero Miguel lo golpeo para dejarlo inconsciente y llevárselo sin que hiciera más escándalo.
—Te dije… — Alex dio unos pasos, acercándose a Jair, hablando con lentitud — que si te atrevías a tocar a Erick, no la ibas a contar — frunció el ceño y fijó su vista en Jair — ¡te lo advertí! — gruñó — te tuve compasión, porque supe lo que te pasó y me sentí responsable, pero no fue mi culpa — aseguró — cuando a ti te raptaron, yo ya había salido del país — su voz era grave y fría — por eso no te ayudé… pero lo que tú has hecho con Erick, eso jamás te lo perdonaré… — siseó con desprecio.
—No… — negó — no entiendo… ¿cómo…? — Jair se había quedado estático.
—Un error — Alejandro lo miró con desdén — Ernesto creyó que Agustín murió, pero… — sonrió de lado — no fue así — negó — cuando llegamos, logró decirnos a grandes rasgos lo que había pasado y quien era el traidor… decidí no darlo a conocer — lo miró con desdén — a toda mi gente les dije que había muerto, no me arriesgaría a que, el que me traicionó, se enterara de su error, así que sólo Julián, Miguel, Marisela y yo, lo sabíamos.
—¿Vas a…? — la voz de Jair apenas salió — ¿matarme?
—¿Matarte? — Alex rió con fuerza — no… — negó y sonrió cruelmente — matarte sería tener misericordia de ti y tus trabajadores — soltó con desprecio — vas a pagar lo que has hecho, todo lo que le hiciste a Erick — su voz era fría — pagarás con tu sangre cada lágrima que él derramo — amenazó — tú y aquellos que lo tocaron, sabrán por qué nadie se atreve a ir en mi contra… arrancaré con mis propias manos la piel de aquellos que osaron tocar la de Erick, sufrirán por todo el dolor que le causaron y será mil veces peor, te lo aseguro — entrecerró los ojos y señaló a Jair con el rostro — y tú… tú llevarás la peor parte… créeme Jair, aún no has conocido el verdadero dolor…
Jair respiraba agitado, negó lentamente y apretó los puños; pronto, una risa escapó de sus labios, primero parecía nerviosa, luego, era como si fuese un lamento.
—¿Crees que te tengo miedo? ¿Qué tengo miedo de morir? — trató de ser frío — no me importa lo que hagas, porque cualquier cosa ¡ya lo he pasado!, ya lo he sufrido — aseguró — he conocido el infierno por tú culpa — lo señaló — pero es un precio justo que pagaré con placer, ¿sabes por qué? — rio y giró un poco para señalarme con su índice — porque tu amado Erick, ¡ya está roto! — siguió riendo — no hay un solo centímetro en su cuerpo que no haya sido manchado por otro hombre — retó a Alejandro, mirándolo a los ojos — ¿seguirás con él pese a que ya no sea puro? No lo creo — dijo con saña — tu no permites que nadie toque lo tuyo, porque no te gusta compartir, siempre quieres ser el primero y el único, así que, cuando alguno de tus amantes cae en manos de alguien más, sólo lo desechas, ¿no es así? — su voz parecía segura de sus palabras — ya no podrás estar con él, por que otros lo ensuciaron, ¡antes que tú!
Alejandro lo observaba con seriedad, se mantenía impasible antes sus palabras, pero cuando terminó, levantó una ceja y sonrió de lado, con cinismo.
—¿De verdad conoces el infierno? No, Jair — negó — el verdadero infierno está por venir… — Alejandro movió la mano que tenía el arma, poniéndola frente a Jair y jaló el gatillo con rapidez.
Cerré mis ojos al escuchar el grito de Jair, pero al abrirlos, noté que estaba en el piso, sentado, temblando de miedo; Alejandro no le había disparado a matar, de hecho, era obvio que la bala no estaba en su cuerpo.
—Creí que no tenías miedo de morir… — la voz de Alex era una clara burla, se inclinó hasta él y lo sujetó por el pecho de su camisa, con una sola mano, jalando su vestimenta para incorporarlo sin consideraciones — ¡no me importa! — espetó con ira — cada parte que ensuciaron de Erick, yo puedo limpiarla, te lo aseguro y no… — negó con una sonrisa fría adornando su rostro — no fueron los primeros en ensuciar su cuerpo — aseguró — porque cada noche que he dormido con él, incluso, mucho antes de conocerte, Erick, ha sido el único que ha conocido el verdadero placer a mi lado — de un movimiento, lo lanzó contra el piso, a los pies de Julián — no me interesa si su cuerpo está sucio o lastimado, eso puedo curarlo — aseguró — porque lo que amo de Erick, es su corazón y su alma — sentenció — pero estoy seguro que esas, ni tú, ni ninguno de los idiotas que te siguieron el juego, logró manchar…
Jair levantó la vista, mirándolo con miedo, sorpresa y algo de confusión; era notorio que estaba completamente asombrado por lo que acababa de escuchar. Después, me observó a mí, su rostro tenía un dejo de ira, mezclado con dolor; si hubiera podido, me hubiera matado en ese preciso momento con su mirada. Yo seguía en el colchón, observando la escena, pues no podía hacer nada más.
—Llévatelo — Alejandro le hizo una seña con el rostro, a Julián — llévenselos a todos y que nadie se entere — entregó el arma y Julián la aceptó — para cualquiera, matamos a todos los que estaban aquí, no quedó nadie vivo… ¡¿entendido?!
—Sí, señor.
—¿Por qué…? — Jair levantó la voz — ¡¿por qué es tan importante para ti, a pesar de todo?! — preguntó y las lágrimas escaparon de sus ojos — ¡¿por qué a él si lo puedes recibir nuevamente y a mí no?! — se señaló con desespero.
Alejandro lo observó con indiferencia y sonrío con crueldad — porque tú no eres nadie — respondió — mientras que Erick, es la persona a quien amo.
Los ojos de Jair se abrieron enormemente, su gesto mostró la sorpresa que esas palabras le causaron, pero un instante después, una mueca de ira se hizo presente — ¡eres un idiota! — se puso de pie, lanzándose contra Alex.
Alejandro se movió, giró y después, lanzo una patada, golpeando de lleno el pecho de Jair, con lo que lo tumbó hacia atrás, consiguiendo que cayera, nuevamente, a los pies de Julián, quejándose, adolorido del pecho. Julián aprovechó la situación, golpeo a Jair en la nuca y éste, inmediatamente quedó inconsciente, después, lo agarró en brazos y salió del lugar.
Alejandro se dio la vuelta y caminó hasta mí, su semblante era distinto; había dolor en sus ojos mientras me observaba. Sollocé, cerré mis parpados, traté de ocultar mi rostro en el colchón; me sentía avergonzado, me sentía sucio y por sobre todo, me sentía mal por no haber podido evitar que alguien más me tocara. Sentía que había traicionado el amor de Alex y eso era más doloroso que todo lo que había sufrido.
Pude darme cuenta cuando él se colocó a mi lado, hincado en el colchón; con extremo cuidado, abrió mis piernas, sacando lo que tenía dentro de mí. Liberó mis muñecas con delicadeza y acarició la piel que tenía las marcas de las ataduras; quitó la argolla que tenía, la misma que, desde el día anterior no me había permitido cerrar la boca en lo más mínimo y acarició mi rostro con dulzura.
Alejandro me movió despacio, acomodando mi cuerpo para que no me lastimara más. No sacó en ese momento la daga de mi hombro, porque cuando intentó moverla, me quejé. Alex se quitó la gabardina, después, el suéter que traía, rasgándolo con rapidez, arrancando una tira de tela y después se acercó a mí.
—Lo siento Erick, pero tengo que sacarla.
Sin decir más, de un solo tirón sacó la daga de mi hombro, no grité, a pesar de que me dolió, sólo sentí que las fuerzas me abandonaban. Alex movió sus manos con maestría y me hizo un amarre en el hombro, con la tela que había rasgado momentos antes.
Después de eso sentí algo cubriendo mi cuerpo; entreabrí mis ojos y pude notar que era su gabardina. La tibieza de la tela que momentos antes lo había cubierto, así como el olor inconfundible de su perfume me hizo suspirar, logrando que me sintiera mejor solo con ello.
—Mi amor… — susurró cerca de mi rostro y besó mis labios — perdóname… — sentí humedad en mi rostro, un par de lágrimas de Alejandro cayeron en mi piel — no llegué a tiempo — se disculpó — pero… te aseguro que pagaran caro lo que te han hecho.
Quise hablar y decirle que estaba bien, que con el simple hecho de que hubiese ido por mí, era suficiente, pero no pude; el insistente silbido en mi pecho era lo único que se escuchaba. Alejandro me levantó en brazos con delicadeza, llevándome hacia afuera del lugar.
Lo poco que pude notar era que había otros hombres, aparte de Julián y Miguel, pero todos se miraban mayores; ellos llevaban a los individuos que, desde el día anterior, me habían usado, parecían inconscientes y los introducían en unas camionetas.
—¡Llévenlos a la ‘jaula’! — Alex levantó la voz — Julián, Miguel, acompáñenme, necesitamos ir al hospital.
Julián y Miguel nos siguieron, Alejandro me introdujo con lentitud en el automóvil, pero no pudo evitar que me quejara con debilidad, por la herida en mi hombro; después, él se sentó a mi lado y me abrazó. La inconciencia me invadía por momentos, no supe cuánto tiempo pasó, hasta que Alejandro me volvió a tomar en brazos, bajándome en un estacionamiento de un hospital privado. Las enfermeras y doctores salieron con rapidez; un camillero llegó corriendo y Alejandro me depositó en la camilla con extremo cuidado.
Moví mi rostro para buscarlo, él sujetó mi mano y siguió caminando a mi lado.
—Todo estará bien — susurró cerca de mí — te lo aseguro…
Traté de sonreír pero, en ese instante, no supe más de mí.
* * *
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—Erick… Erick…
Una voz melodiosa y suave, me hizo girar el rostro, en busca de la persona que me llamaba. Ella se acercó a mí, sentándose en la misma banca dónde yo estaba, su vestido era de un blanco impoluto, inimaginable, brillante y pulcro; su sonrisa era tranquila y su mirada era tan dulce como lo había sido en vida. Sus manos rodearon mi cuerpo y sentí la calidez de su abrazo.
—¿Qué te pasa? — preguntó
—Vicky… — susurré — ya no puedo.
Las lágrimas recorrieron mis mejillas y ella las limpió con sus dedos — no llores — negó y depositó un beso en mi mejilla — no debes llorar.
—Quiero morir… — pedí — ya no puedo seguir… por favor — supliqué y mis lágrimas seguían cayendo con más fuerza.
—Aún no puedes morir — negó con dolor en su rostro — te lo dije hace dos años — Vicky me acercó a su pecho, permitiendo que mi cabeza se recargara sobre ella — no puedes morir Erick, aún te falta mucho por vivir.
—No quiero — negué contra su pecho cálido — me duele, me lastima… ya no quiero seguir…
—Pero, Erick… — sus manos acariciaron mi cabello — ¿qué pasará con Alejandro?
—No lo sé — sollocé — pero él es fuerte, él puede soportar cualquier cosa, yo no.
—Él te ama — aseguró — y si tú mueres, él morirá contigo, porque sufrirá tu perdida… ¿quieres que él sufra? ¿Quieres que muera?
—No… — mi labio inferior tembló — no quiero que le pase nada…
—Entonces… — ella levantó mi rostro y me sonrió con dulzura — aguanta un poco más, aún no es tu hora — negó — sé que sufres y me lastima verte de esa manera — sus ojos mostraban su dolor — pero tu corazón es fuerte Erick, sólo tienes que darte cuenta de eso.
—No sé si pueda — suspiré — mi cuerpo ya no soporta más…
—Tu cuerpo, es sólo un envase — posó su frente contra la mía — lo importante es tu corazón y tu alma — Vicky deposito un beso suave en mi frente y se alejó de mí.
—¿A dónde vas? — pregunté y traté de incorporarme de la banca donde estaba, pero no pude, así que sólo me limite a ver como caminaba, alejándose con lentitud.
—Debo irme… — cuando se giró para despedirse de mí, sonrió — sólo tienes que ser fuerte un poco más Erick, yo no voy a dejarte solo, estaré contigo hasta que Alejandro venga por ti — ladeó el rosto y me vio con amor — y vendrá por ti, te lo aseguro.
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Una tos constante y seca me devolvió a la realidad; mi cuerpo temblaba con fuerza, estaba sobre el frío piso de una bodega, mojado y sobre un charco asqueroso, mezcla de semen, sangre y orina. Aún estaba atado de manos, pero lo más notorio, era que mi cuerpo no reaccionaba ante mis órdenes de moverme. Me dolía el pecho al respirar y cuando intentaba respirar profundamente, la tos volvía a invadirme, provocando que mi saliva saliera mezclada con flemas, sin que pudiera evitarlo; aún traía ese objeto en mi boca, que no me permitía cerrarla.
Escuché unos pasos y voces.
—¡¿Por qué no siguieron?! — Jair parecía molesto.
—Discúlpenos, señor, pero algunos de nosotros pensamos que el tipo está demasiado sucio — el hombre que lo acompañaba se disculpó — además, una tos lo asalta cada rato y eso es molesto.
—¿Sucio? — preguntó al llegar frente a mí — ¡que maricas me salieron!, sólo necesita limpiarse un poco — chasqueo los dedos — trae la manguera que usan para regar el jardín — ordenó — conéctala a la llave del baño y límpialo.
—Señor, el agua debe estar muy fría, hasta hace unos minutos dejó de nevar.
—¡¿Y a mí qué me importa?! — parecía exaltado — ya pasó una noche y este imbécil… — empecé a toser y caminó hasta mí, pateando mi abdomen — no está llorando, ¡ni suplicando clemencia! — espetó — así que, no me importa si todos están durmiendo o tomando chocolate por el maldito frío — señaló al hombre que estaba cerca — límpialo, cambia el colchón y sigue grabando mientras lo usan, ¡¿me entendiste?! — gruñó — porque quiero verlo completamente roto, ¡antes de volarle la tapa de los sesos!
—Sí, señor…
El sujeto se alejó con rapidez y Jair se acuclilló frente a mí.
—Ciertamente estás muy sucio — sonrió de lado — pero, aunque yo no crea que es suficiente, tendremos que limpiarte — miró su reloj de pulsera — aún te quedan doce horas de vida, así que, mis trabajadores te ayudarán a disfrutarlas — levantó una ceja al notar que yo seguía tosiendo — eso se escucha mal — rió — pero no te preocupes, se te quitará con la muerte.
El hombre que se había ido, regresó con el extremo de una manguera.
—Espera — Jair se puso de pié y lo detuvo — graba su baño también — quiero que todo quede en esos videos, así, Alejandro podrá disfrutar el espectáculo, viendo las películas el día de navidad.
Jair se alejó de mí, después escuché que llegaba otro individuo; uno de ellos sujetó la cámara y el otro abrió la llave, permitiendo que el chorro saliera a presión. El agua empezó a cubrir mi cuerpo y traté de gritar; sentía cómo mi piel parecía arder por el frío, mi cuerpo tembló, titirité y me encogí. El hombre se acercó a mí y me pateó con fuerza, moviéndome de lugar, para seguir bañándome con esa agua que, debido a lo helada que estaba, parecía que millones de agujas se clavaban en mi piel.
También humedeció el piso, limpiando los residuos de todo lo que había; me empapó el cabello y disminuyó la presión del agua para poder acercarse a mí, moviéndome hasta dejarme boca arriba, abriendo mis piernas con dificultad. Mi cuerpo estaba rígido por el frío, pero a él no le importó; colocó la manguera entre mis nalgas, presionando mi entrada y permitió que esa misma agua fría llenara mis entrañas. Traté de gritar por el dolor que sentí, pero era imposible; solo tosía ininterrumpidamente. Poco después retiró la manguera y presionó mi abdomen, logrando que el agua saliera de mí, llena de sangre y suciedad. Una vez más, me empapó de agua fría para alejar de mi cuerpo la mugre que hubiera quedado.
Cerró la llave — creo que no podremos poner el otro colchón aquí, está muy mojado — anunció a su compañero.
—Podemos ponerlo acá — señaló dónde estaba la mesa — solo hay que quitar la mesa y pasarla para allá.
—Sí, pero el señor Páez, no quiere que vea la puerta.
—¿Qué importa? — preguntó alzándose de hombros el otro — va a morir de todos modos, que importa si ve algo de afuera.
—Sí, es cierto.
Dejaron la cámara de lado, movieron la mesa y pusieron un colchón seco en el lugar que habían acordado; después, uno de ellos me agarró en brazos, llevándome hacia el nuevo colchón y me dejó caer, sin ninguna consideración.
—¿Podemos usarlo primero, ahora que está limpio? — preguntó.
—Sí, ¿por qué no?
La tortura nuevamente inició; pero esta vez parecían tener más problemas para moverme, ya que, por el frío que tenía, mi cuerpo temblaba y además, parecía que mis músculos no se movían con facilidad, al contrario, estaba tan rígido que batallaban para acomodarme cómo deseaban.
Entre los dos me usaron, volviendo a llenarme de semen, pero agradecí que sólo fuera eso. Cuando terminaron, se vistieron y uno de ellos salió; el otro agarró la cámara y empezó a grabar. La puerta se abrió y tres hombres entraron con rapidez para poseerme de nuevo.
Mis gemidos de dolor se ahogaban debido al sexo que invadía mi boca, y aunque quería llorar, ya no tenía más lágrimas que derramar.
Mi interior me dolía, cada arremetida, tanto de uno o dos miembros me laceraba más y más; sentía humedad en mí y sabía que no era sólo por el semen, sino que la sangre estaba haciéndose presente, así como la noche anterior. Cuando ya no podían seguir, usaban algún juguete de las cajas que había en la habitación, dejándome cosas dentro como ‘obsequio’ para sus compañeros, que entrarían a usarme después.
En esta ocasión, muy pocos me ensuciaron con algo más que no fuera semen, al parecer, no a muchos les gustaba hacer eso, pero empezaron a golpearme de otras formas, incluso, haciendo cortes en mi cuerpo con navajas; algunos marcaron sus iniciales en mi piel.
* * *
Después de un largo tiempo, que a mí se me hizo eterno, Jair regresó al lugar, había tres hombres usándome en ese preciso momento y él sólo se limitó a sentarse en la silla, frente a la mesa.
—Yo sigo grabando — dijo para el tipo que portaba la cámara — tu, sírveme algo de beber.
El hombre le entregó la cámara y fue a hacer lo que le había ordenado. Los sujetos estaban terminando, llenándome con su semen y Jair sonrió.
—Te han alimentado muy bien — recibió el vaso con vino y bebió un sorbo — ¿ya lo han hecho todos hoy?
—Sí… — respondió uno de los que acababan de terminar — tres veces… después del… desayuno…
—No lo veo muy sucio — su rostro mostró ira.
—Es que… así lo disfrutamos más… señor — se excusó otro.
—Bien, no importa, el detalle de los cortes me agrada — se alzó de hombros — pero no creo que sea suficiente, sabía que debíamos traer a más gente — Jair entornó los ojos — pero está bien — movió sus manos para indicarles que se fueran — descansen… en unos momento más traerán la comida.
Los tipos salieron y Jair se movió acomodando la cámara en el tripie. Yo seguía tosiendo, por lo que mi cuerpo se convulsionaba, pero de ahí en más, no podía moverme.
—¿Sabes quién vendrá? — preguntó — ¡Ernesto! — anunció con una amplia sonrisa — sigue trabajando para Alex y traerá todas las novedades… también, será quien le lleve la noticia de que has muerto — caminó a una de las cajas — ¿qué crees que suceda? Es probable que Alejandro lo tenga cerca, porque Ernesto te encontrará, tarde por supuesto — movió sus manos restándole importancia — pero todo estará bien… quizá, ahora que llegue, nos diga que Alejandro ya salió de la ciudad, desde anoche no se ha sabido nada de él, ni de sus dos guaruras de confianza — rió — también se desentendió de tu chofer, al parecer, Marisela se encargará de su sepultura.
Eso me hizo estremecer y una lágrima rodó por mi mejilla; Alejandro no se atrevería a abandonarme de esa manera, quería estar seguro de su amor, pero la sola duda que ese hombre acababa de sembrar en mí, ahora me iba a carcomer, por el tiempo que durara esa tortura.
—Cómo todos están cansados, yo jugaré contigo.
Jair sacó un dildo de una caja, acercándose a mí y lo introdujo en mi interior; lo puso a vibrar, moviéndolo con fuerza de adentro hacia afuera, después lo dejó en mi interior. Con una fusta empezó a golpear mi cuerpo, dando fuertes golpes una y otra vez, incluso, dejando surcos en mi piel, de los cuales brotaba sangre, pero, noté que toda su frustración, la descargaba ensañándose con mi sexo.
—Tus quejidos son tan débiles — sonrió — podría ser piadoso y matarte antes — suspiró — pero no lo haré, saber que sufres es un aliciente para mí, porque, si es verdad que Alejandro te quiere, cuando reciba los videos, va a buscarme y me matará… pero, mientras me torture, le podré escupir en su rostro que yo destruí al hombre que quería…
Cerré mis ojos, cansado, estaba a punto de desfallecer y él lo notó, así que me pateó en el estómago.
—¡¿Por qué no lloras?! — preguntó molesto — quéjate, suplícame, pídeme que no te mate, ¡¿por qué no haces lo que yo hice cuando estuve en tu lugar?!
Entreabrí mis ojos y traté de enfocarlo; ya no le tenía odio, ni rencor, simplemente me daba lástima. Todo era tan absurdo; si quería vengarse de Alejandro y decía que él no me quería, ¿por qué entonces me estaba usando para castigarlo?
Se dejó caer en el colchón, colocándose sobre mí, abofeteándome incontables veces — ¡idiota! ¡Imbécil! ¡Estúpido! — espetaba una maldición con cada golpe en mi rostro.
Mi respiración era muy débil, sentía que no podía respirar correctamente y mi rostro solo se movía hacia donde él me golpeaba. Cuando se cansó, quedó sobre mí, sus manos estaban a los costados de mi cabeza y jadeaba; su rostro estaba rojo de ira y sus ojos mostraban el odio que sentía hacia mí.
—¿Porqué…? ¿Por qué a pesar de que te di algo para que gimieras y pidieras más no lo hiciste? ¿Por qué no sucumbiste a lo que tu cuerpo exigía, cómo yo? — hablaba y su voz parecía que se quebraría — ¡¿Por qué tienes que ser diferente a mí?!
Dejé que mi cuerpo se relajara en el colchón, ya no tenía fuerzas y no valía la pena siquiera intentar responderle, sabiendo que me era imposible. Él se levantó y yo abrí mis parpados para verlo, se limpió el rostro, pues un par de lágrimas habían escapado de sus ojos. Sacó una daga de la caja y la clavó en mi hombro; el grito de dolor se ahogó en mi garganta, la cual, sentía completamente cerrada. Lloré por el dolor y mi pecho silbó, mientras trataba de respirar.
—¿Te dolió? — preguntó con sarcasmo — hubiera preferido clavártelo ahí — pisó mi entrepierna y me quejé — pero tu último cliente te quiere completo, así que, por ahora, estás a salvo.
Jair volvió a acercarse a mí, para sacar el dildo que había metido en mi cuerpo, después metió varias balas vibradoras con rapidez y sin consideraciones; las encendió y se incorporó, viéndome con desprecio.
—Normalmente con una es suficiente para excitarse — levantó una ceja — así que, con todas esas, debes de estar listo en unos minutos más, para jugar nuevamente.
Se fue hacia la mesa, llevando con él la cámara de video, ni siquiera sacó la daga de mi hombro; mi cuerpo se estremecía por los estímulos, pero no demasiado. Ya estaba lo suficientemente exhausto para, incluso, poder llegar a ignorar lo que sentía por esas cosas dentro, así como el dolor punzante de las heridas en todo mi cuerpo y especialmente, el daño en mi hombro.
Desde dónde estaba, podía ver a Jair; empezó a trabajar en la computadora, editando parte del video con rapidez, poniendo censura en los rostros de los hombres que me habían usado. Me hice un ovillo para no saber más, perdiendo la noción del tiempo, deseando que la muerte llegara con rapidez, porque seguramente, era lo mejor que podía ocurrirme en ese momento.
* * *
No supe cuánto tiempo pasó, hasta que un ruido estridente me hizo volver a la conciencia, con un sobresalto.
—¿Ahora qué? — Jair se puso de pie — si tiraron algo del cargamento de la bodega, ¡lo van a pagar! — levantó la voz.
Se dirigió a la entrada, pero en ese momento, la puerta se abrió y un hombre entró tropezando, hasta caer frente a él; a pesar de que no podía ver con claridad, pude notar que ese tipo era el mismo que la noche anterior le había disparado a Agustín. Abrí más mis ojos y la figura imponente de Alejandro apareció en la puerta.
—Alex… — la voz de Jair tembló, caminó hacia atrás con lentitud, tratando de alejarse de él.
El hombre que estaba en el piso, quiso levantarse, pero Alejandro le disparó a la pierna; a pesar de que no escuché la detonación del disparo, el grito que retumbó en el lugar fue desgarrador.
—¿Cómo…? — Jair seguía caminando hacia atrás, dirigiéndose lentamente hacia dónde yo estaba, en el piso.
La mirada de Alejandro se posó en mí y después, un brillo de ira destelló en sus esmeraldas cuando miró a Jair. Caminó con paso lento; tras él, Julián y Miguel entraron con rapidez apuntando a Jair y a Ernesto, quien estaba en el piso, llorando y sujetándose la pierna herida.
—No lo maten — la voz de Alejandro era grave.
Miguel se movió y arrastró a Ernesto sin compasión; el hombre gritaba, pidiendo clemencia, pero Miguel lo golpeo para dejarlo inconsciente y llevárselo sin que hiciera más escándalo.
—Te dije… — Alex dio unos pasos, acercándose a Jair, hablando con lentitud — que si te atrevías a tocar a Erick, no la ibas a contar — frunció el ceño y fijó su vista en Jair — ¡te lo advertí! — gruñó — te tuve compasión, porque supe lo que te pasó y me sentí responsable, pero no fue mi culpa — aseguró — cuando a ti te raptaron, yo ya había salido del país — su voz era grave y fría — por eso no te ayudé… pero lo que tú has hecho con Erick, eso jamás te lo perdonaré… — siseó con desprecio.
—No… — negó — no entiendo… ¿cómo…? — Jair se había quedado estático.
—Un error — Alejandro lo miró con desdén — Ernesto creyó que Agustín murió, pero… — sonrió de lado — no fue así — negó — cuando llegamos, logró decirnos a grandes rasgos lo que había pasado y quien era el traidor… decidí no darlo a conocer — lo miró con desdén — a toda mi gente les dije que había muerto, no me arriesgaría a que, el que me traicionó, se enterara de su error, así que sólo Julián, Miguel, Marisela y yo, lo sabíamos.
—¿Vas a…? — la voz de Jair apenas salió — ¿matarme?
—¿Matarte? — Alex rió con fuerza — no… — negó y sonrió cruelmente — matarte sería tener misericordia de ti y tus trabajadores — soltó con desprecio — vas a pagar lo que has hecho, todo lo que le hiciste a Erick — su voz era fría — pagarás con tu sangre cada lágrima que él derramo — amenazó — tú y aquellos que lo tocaron, sabrán por qué nadie se atreve a ir en mi contra… arrancaré con mis propias manos la piel de aquellos que osaron tocar la de Erick, sufrirán por todo el dolor que le causaron y será mil veces peor, te lo aseguro — entrecerró los ojos y señaló a Jair con el rostro — y tú… tú llevarás la peor parte… créeme Jair, aún no has conocido el verdadero dolor…
Jair respiraba agitado, negó lentamente y apretó los puños; pronto, una risa escapó de sus labios, primero parecía nerviosa, luego, era como si fuese un lamento.
—¿Crees que te tengo miedo? ¿Qué tengo miedo de morir? — trató de ser frío — no me importa lo que hagas, porque cualquier cosa ¡ya lo he pasado!, ya lo he sufrido — aseguró — he conocido el infierno por tú culpa — lo señaló — pero es un precio justo que pagaré con placer, ¿sabes por qué? — rio y giró un poco para señalarme con su índice — porque tu amado Erick, ¡ya está roto! — siguió riendo — no hay un solo centímetro en su cuerpo que no haya sido manchado por otro hombre — retó a Alejandro, mirándolo a los ojos — ¿seguirás con él pese a que ya no sea puro? No lo creo — dijo con saña — tu no permites que nadie toque lo tuyo, porque no te gusta compartir, siempre quieres ser el primero y el único, así que, cuando alguno de tus amantes cae en manos de alguien más, sólo lo desechas, ¿no es así? — su voz parecía segura de sus palabras — ya no podrás estar con él, por que otros lo ensuciaron, ¡antes que tú!
Alejandro lo observaba con seriedad, se mantenía impasible antes sus palabras, pero cuando terminó, levantó una ceja y sonrió de lado, con cinismo.
—¿De verdad conoces el infierno? No, Jair — negó — el verdadero infierno está por venir… — Alejandro movió la mano que tenía el arma, poniéndola frente a Jair y jaló el gatillo con rapidez.
Cerré mis ojos al escuchar el grito de Jair, pero al abrirlos, noté que estaba en el piso, sentado, temblando de miedo; Alejandro no le había disparado a matar, de hecho, era obvio que la bala no estaba en su cuerpo.
—Creí que no tenías miedo de morir… — la voz de Alex era una clara burla, se inclinó hasta él y lo sujetó por el pecho de su camisa, con una sola mano, jalando su vestimenta para incorporarlo sin consideraciones — ¡no me importa! — espetó con ira — cada parte que ensuciaron de Erick, yo puedo limpiarla, te lo aseguro y no… — negó con una sonrisa fría adornando su rostro — no fueron los primeros en ensuciar su cuerpo — aseguró — porque cada noche que he dormido con él, incluso, mucho antes de conocerte, Erick, ha sido el único que ha conocido el verdadero placer a mi lado — de un movimiento, lo lanzó contra el piso, a los pies de Julián — no me interesa si su cuerpo está sucio o lastimado, eso puedo curarlo — aseguró — porque lo que amo de Erick, es su corazón y su alma — sentenció — pero estoy seguro que esas, ni tú, ni ninguno de los idiotas que te siguieron el juego, logró manchar…
Jair levantó la vista, mirándolo con miedo, sorpresa y algo de confusión; era notorio que estaba completamente asombrado por lo que acababa de escuchar. Después, me observó a mí, su rostro tenía un dejo de ira, mezclado con dolor; si hubiera podido, me hubiera matado en ese preciso momento con su mirada. Yo seguía en el colchón, observando la escena, pues no podía hacer nada más.
—Llévatelo — Alejandro le hizo una seña con el rostro, a Julián — llévenselos a todos y que nadie se entere — entregó el arma y Julián la aceptó — para cualquiera, matamos a todos los que estaban aquí, no quedó nadie vivo… ¡¿entendido?!
—Sí, señor.
—¿Por qué…? — Jair levantó la voz — ¡¿por qué es tan importante para ti, a pesar de todo?! — preguntó y las lágrimas escaparon de sus ojos — ¡¿por qué a él si lo puedes recibir nuevamente y a mí no?! — se señaló con desespero.
Alejandro lo observó con indiferencia y sonrío con crueldad — porque tú no eres nadie — respondió — mientras que Erick, es la persona a quien amo.
Los ojos de Jair se abrieron enormemente, su gesto mostró la sorpresa que esas palabras le causaron, pero un instante después, una mueca de ira se hizo presente — ¡eres un idiota! — se puso de pie, lanzándose contra Alex.
Alejandro se movió, giró y después, lanzo una patada, golpeando de lleno el pecho de Jair, con lo que lo tumbó hacia atrás, consiguiendo que cayera, nuevamente, a los pies de Julián, quejándose, adolorido del pecho. Julián aprovechó la situación, golpeo a Jair en la nuca y éste, inmediatamente quedó inconsciente, después, lo agarró en brazos y salió del lugar.
Alejandro se dio la vuelta y caminó hasta mí, su semblante era distinto; había dolor en sus ojos mientras me observaba. Sollocé, cerré mis parpados, traté de ocultar mi rostro en el colchón; me sentía avergonzado, me sentía sucio y por sobre todo, me sentía mal por no haber podido evitar que alguien más me tocara. Sentía que había traicionado el amor de Alex y eso era más doloroso que todo lo que había sufrido.
Pude darme cuenta cuando él se colocó a mi lado, hincado en el colchón; con extremo cuidado, abrió mis piernas, sacando lo que tenía dentro de mí. Liberó mis muñecas con delicadeza y acarició la piel que tenía las marcas de las ataduras; quitó la argolla que tenía, la misma que, desde el día anterior no me había permitido cerrar la boca en lo más mínimo y acarició mi rostro con dulzura.
Alejandro me movió despacio, acomodando mi cuerpo para que no me lastimara más. No sacó en ese momento la daga de mi hombro, porque cuando intentó moverla, me quejé. Alex se quitó la gabardina, después, el suéter que traía, rasgándolo con rapidez, arrancando una tira de tela y después se acercó a mí.
—Lo siento Erick, pero tengo que sacarla.
Sin decir más, de un solo tirón sacó la daga de mi hombro, no grité, a pesar de que me dolió, sólo sentí que las fuerzas me abandonaban. Alex movió sus manos con maestría y me hizo un amarre en el hombro, con la tela que había rasgado momentos antes.
Después de eso sentí algo cubriendo mi cuerpo; entreabrí mis ojos y pude notar que era su gabardina. La tibieza de la tela que momentos antes lo había cubierto, así como el olor inconfundible de su perfume me hizo suspirar, logrando que me sintiera mejor solo con ello.
—Mi amor… — susurró cerca de mi rostro y besó mis labios — perdóname… — sentí humedad en mi rostro, un par de lágrimas de Alejandro cayeron en mi piel — no llegué a tiempo — se disculpó — pero… te aseguro que pagaran caro lo que te han hecho.
Quise hablar y decirle que estaba bien, que con el simple hecho de que hubiese ido por mí, era suficiente, pero no pude; el insistente silbido en mi pecho era lo único que se escuchaba. Alejandro me levantó en brazos con delicadeza, llevándome hacia afuera del lugar.
Lo poco que pude notar era que había otros hombres, aparte de Julián y Miguel, pero todos se miraban mayores; ellos llevaban a los individuos que, desde el día anterior, me habían usado, parecían inconscientes y los introducían en unas camionetas.
—¡Llévenlos a la ‘jaula’! — Alex levantó la voz — Julián, Miguel, acompáñenme, necesitamos ir al hospital.
Julián y Miguel nos siguieron, Alejandro me introdujo con lentitud en el automóvil, pero no pudo evitar que me quejara con debilidad, por la herida en mi hombro; después, él se sentó a mi lado y me abrazó. La inconciencia me invadía por momentos, no supe cuánto tiempo pasó, hasta que Alejandro me volvió a tomar en brazos, bajándome en un estacionamiento de un hospital privado. Las enfermeras y doctores salieron con rapidez; un camillero llegó corriendo y Alejandro me depositó en la camilla con extremo cuidado.
Moví mi rostro para buscarlo, él sujetó mi mano y siguió caminando a mi lado.
—Todo estará bien — susurró cerca de mí — te lo aseguro…
Traté de sonreír pero, en ese instante, no supe más de mí.
* * *
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