Confrontación
Lunes, diciembre 15
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La alarma del despertador sonó. Moví mi mano para apagarlo; cuando apreté el botón, una mano suave se posó sobre la mía y la volvió a introducir bajo las cobijas.
—No vayas hoy… — la voz de Alejandro estaba algo apagada, su brazo libre me abrazó con fuerza por la cintura y hundió su rostro en mi cabello.
Sonreí levemente, no hice nada para alejarme — sabes que tengo que ir… — susurré — no puedo faltar, debo entregar mis reportes.
—Hace frío, nevó toda la noche — besó mi nuca y bajó un poco hacia mi espalda — ve más tarde.
—Más tarde habrá tráfico y no podré llegar a tiempo.
—Todas esas excusas, suenan a que no quieres estar conmigo — reprochó con seriedad.
—No es eso — me giré para acariciar su rostro, no quería que pensara eso, así que deseaba condescender con él — hagamos un trato, hoy voy a trabajo, pero pido el día de mañana y hacemos lo que tú quieras.
—¿Estás seguro? — su voz sonó diferente, con emoción.
—Sí — busqué sus labios con mis dedos — Azucena no me niega los permisos…
—¿Azucena?
—La jefa de recursos humanos — acerqué mi rostro al de él, después de encontrar sus labios con mis manos y deposité un beso suave — te aseguro que no me negará el permiso.
—Entonces, prepararé algo especial para mañana.
Volví a besar a Alex — harémos lo que tú quieras — repetí y después me puse de pié, encendiendo la lámpara del buró.
Fui con rapidez al baño, iniciando mi rutina matutina. Me bañé, peiné, rasuré, cambié y me lavé los dientes; lo único diferente fue que, me coloqué la esclava que Alejandro me había regalado. Salí del baño, Alex ya estaba sentado en el colchón; sonrió y se incorporó, acariciando mi rostro.
—Me fascina ser el primero en verte cada mañana — susurró contra mis labios antes de besarme.
Correspondí al beso y suspiré — ¿me acompañas a desayunar? — mi mano se movió a acariciar el cabello de Alex con delicadeza.
—Sí — lamió mi labio inferior con lascivia — vamos…
Me sujetó de la mano y bajamos las escaleras, él encendió las luces del comedor y ambos fuimos a la cocina. Yo me serví un plato con cereal y leche; Alejandro buscó algo más para su desayuno.
—Alex — lo observé desde la barra desayunadora — ¿cuándo podré volver a usar mi automóvil?
Alejandro se giró, traía un par de huevos en la mano y en la otra, un recipiente con algo de carne picada — no lo sé, tal vez cuando te consiga un chofer — dijo sin mucho interés — y un guardaespaldas personal.
—¿Un chofer y un guardaespaldas? — fruncí el ceño intrigado — ¿a qué te refieres con eso?
—Necesitas quién maneje y quién te cuide — dejó las cosas a un lado de la estufa y buscó un sartén — me gustaría que te cuidara alguien responsable, tal vez Agustín o Miguel… ¿te cae bien Miguel no es así?
—Alex, ¡no quiero!
—¿Por qué? — preguntó de espaldas a mí, encendiendo la estufa — si no te agrada Miguel, ¿qué tal Agustín? Había pensado en él desde un principio…
—Ninguno, no quiero ni guardaespaldas, ni chofer — agregué con seriedad.
—Erick, — empezó a cocinar su desayuno — no voy a dejar que andes solo de nuevo.
—¿Por qué no? — había dejado de comer mi cereal, se me había pasado el poco apetito que tenía — quiero tener una vida normal, Alex, tranquila y ni siquiera en mi casa puedo actuar como si nada, sabiendo que tienes cámaras y micrófonos por todos lados.
—No es en todos lados, los baños están libres, aunque… — estaba revolviendo los huevos con la carne — tal vez deba poner unos en tu regadera y jacuzzi, me vendrían muy bien unos videos de ti, cuando te bañas.
Mi rostro ardió ante su comentario; moví mi mano, agarré con rapidez un pan, del recipiente que estaba cerca de mí y se lo lancé directamente a la cabeza. El pan rebotó cayendo al suelo y Alex se inclinó a recogerlo.
—¿Sabes que hay niños muriendo de hambre en casi todo el mundo? Y tú aquí, desperdiciando el pan — me miró de soslayo con una sonrisa divertida.
—Idiota… — susurré y llevé otra cucharada de cereal a mi boca, ahora tendría que acabármelo, me entró el remordimiento con lo que dijo y no iba a desperdiciar mi desayuno.
Momentos después Alejandro se sentó en la barra, frente a mí, con su desayuno ya preparado.
—¿Qué es lo que te molesta, ‘conejo’? — preguntó sin siquiera verme a los ojos.
—¡¿Todavía lo preguntas?! — mi voz denotaba mi enojo — quieres que haga las cosas cómo tú quieres, ¡no me das mi libertad! ¿Qué soy para ti Alex? ¿Tu mascota? ¿Tu juguete? ¿Un objeto de colección? O quizá, ¿algo que te está dando diversión mientras estás en esta ciudad? — pregunté con algo de ansiedad — porque no encuentro otra razón por la cual, me tengas observado las veinticuatro horas del día y además, no me permitas salir solo.
Alejandro tenía el rostro inclinado, pero aun así, su vista se clavó en mí; traté de sostenerle la mirada pero, segundos después, tuve que girar mi rostro para dejar de verlo, ya que me cohibía demasiado cuando me miraba de esa manera.
—Puedes ser mi mascota, mi juguete, también un objeto de colección — movió su mano y me tomó por el mentón — pero no eres solo para mi diversión mientras estoy aquí… realmente te amo, Erick, me preocupa que te pueda pasar algo, es todo.
—¿Qué puede pasarme? — un suspiro de cansancio escapó de mi boca, no podía entender por qué tanta preocupación.
—Lo que te paso el lunes pasado, por ejemplo — la mano de Alex me obligo a verlo a los ojos — Erick — susurró — tuve miedo de perderte… acababa de encontrarte y una mujer pudo haberte matado, pudo alejarte de mí de nuevo y para siempre, no quiero pasar por eso otra vez.
Acaricié su mano con la mía y sonreí tratando de confortarlo — no va a pasarme nada — besé la palma de su mano — además, ¿quién querría hacerme daño? No soy alguien importante cómo tú y con tantos guaruras a mi lado, la gente puede pensar que sí lo soy, en todo caso, eso sí me pondría en apuros.
—Está bien — Alex retiró su mano y sonrió cansadamente — retiraré mis guaruras, pero al menos, permite que un chofer te lleve, ¿de acuerdo?
—Alex… — apreté mi mandíbula y fruncí el ceño.
—No tiene que ser un guarura — agregó — sólo alguien que te lleve mientras trabajas, después, no tendrás que alejarte de casa todos los días…
—¿Mientras trabajas? — levante una ceja — ¿a qué te refieres con, ‘mientras trabajas’?
—Bueno, habíamos quedado en que renunciarías para irte conmigo, así que no tendrás que trabajar de nuevo — llevó algo de comida a su boca y sonrió.
Abrí mis ojos asustado, mi cabeza se movió ligeramente a los lados; yo no había dicho que sí, había dicho que lo pensaría.
—Alex… — titubee — yo, no… es que…
—¿Qué? — pregunto con seriedad.
—Alex, yo no sé si pueda o deba ir contigo… mi trabajo es…
—Si no quieres ir conmigo, te raptaré — aseguró — así que, mejor ve pensando en dejar en buenos términos tu empleo — su voz era tranquila, pero no aceptaría objeción de mi parte, era notorio — tienes hasta después de tu cumpleaños.
Sentí que el color me abandonaba; Alejandro estaba hablando en serio.
—Deberías apresurarte — la voz de Alex me sacó de mi desconcierto — se te hará tarde — sonrió — hoy te llevarán y mañana, si gustas, podemos conseguirte un chofer.
—S… sí… — respondí, aunque mi rostro se movía hacia los lados, negando, estaba confundido.
Me puse de pie y subí las escaleras. Cuando llegué al baño, me quedé un momento frente al lavabo, sosteniéndome de él, viéndome en el espejo, estaba blanco, cómo una hoja; pasé una de mis manos por mi rostro, estaba fría y aun así, sentí que mi rostro estaba más frío aún.
Tenía que pensar, Alejandro no me daría opción de quedarme; en verdad, quería que me fuera con él, que lleváramos una vida juntos. Y aunque en el fondo, me hacía ilusión, tendría que pensarlo muy bien. Negué nuevamente y me propuse lavar mis dientes para irme, no era el momento de llenar mi mente con esas cuestiones.
Bajé a la planta baja momentos después, ya con mi gabardina, bufanda y guantes puestos; las luces navideñas estaban apagadas, mis hijos estaban dentro de la casa, la chimenea encendida y Alex estaba viendo las noticias en la televisión. Pirata, Tobi y Jack corrieron conmigo cuándo estaba descendiendo el último escalón, lo cual logró que Alex girara el rostro para verme, movió su mano para apartar su cabello y pude notar que traía sus lentes puestos.
Esa visión de Alejandro como siempre, me hizo suspirar, pero traté de reponerme poniendo atención a mis hijos; Nila y Luna llegaron después, buscando mi atención.
Caminé a la sala y Alex se levantó del sillón, acercándose hasta mí con una sonrisa de suficiencia.
—Agustín y alguien más te llevarán hoy — pasó sus manos por mi espalda con lentitud — mañana buscaremos un chofer, ¿de acuerdo?
—Sí… — sonreí nerviosamente.
—Hoy tengo qué atender unos negocios — prosiguió mientras acercaba su rostro al mío, depositando besos en una de mis mejillas — trataré de llegar antes que tú, pero no puedo asegurar nada — dijo con un dejo de fastidio.
—Está bien… — mi piel se erizo, pues Alex había bajado a mi cuello y estaba mordiendo insistente.
—Cuídate… — susurró contra mi oído.
Un gemido escapó de mis labios y mis piernas temblaron ante el escalofrío que recorrió mi espalda; Alejandro sonrió complacido por mi reacción.
—Si quieres, puedo hacerte feliz antes de que vayas a trabajar — su tono seductor provocó que mi cuerpo ardiera.
—¡No! — negué con rapidez — tengo que irme ya.
Me alejé de sus brazos para no caer en tentaciones, tomé mi maletín y abrí la puerta; la ráfaga de viento frío que entró desde el exterior, me bajó la calentura en ‘un dos por tres’. Mi patio estaba completamente nevado, lo único limpio era la calle y muy seguramente, había sido por alguna barredora que había pasado en la madrugada.
—Nos vemos en la tarde — dije para Alejandro y cerré la puerta después que él hizo un ademán con su mano, para despedirse.
Cuando estaba abriendo la puerta del patio, de uno de los automóviles estacionados en la calle, bajó Agustín con otra persona.
—Buenos días, señor Erick — sonrió, a pesar de que se notaba que tenía frío.
—Buenos días — respondí con una sonrisa también, mientras él me abría la puerta para entrar al automóvil.
Después de que subí al auto, los dos hombres se subieron con rapidez — ¿a su trabajo? — preguntó Agustín mientras se frotaba ambas manos con insistencia.
—Sí, por favor…
* * *
El camino fue algo largo y el tiempo pasó lento; aunque no había tráfico, en algunas calles nos encontramos a las barredoras que pasaban limpiando, por lo que debíamos ir despacio. Aun así, llegué a mi trabajo con suficiente tiempo; lo primero que hice fue recibir los datos de EUA, mientras tomaba un café.
A la hora de entrada del personal, nuevamente hubo faltas en mis subordinados; era normal, las nevadas provocaban que no pudieran acudir, ya que nos encontrábamos a las afueras de la ciudad, así que Lucía tuvo que hacer un reporte de los faltantes, pues debíamos entregar el documento para que les justificaran su inasistencia por cuestiones de clima, aunque parecía andar muy distraída, pues tuve que darle indicaciones un par de veces de lo mismo. Antes de que avanzara la mañana, le comenté que me negara ante las llamadas del abogado de Melissa; Alejandro no quería que lo viera y después de saber que habían tenido algo que ver, yo tampoco tenía muchas ganas de conocerlo en persona.
Casi a medio día, fui a ver a Azucena, ella me recibió amable, aunque no se encontraba muy bien de salud, parecía tener gripa y apenas si podía hablar; le pedí el siguiente día libre y cómo siempre, me dio el permiso de inmediato; ni siquiera tuve que usar la mentira que había preparado en caso de que me lo negara. La única falsedad que tuve que decir, fue la que le di a Alejandro el día anterior, porque me preguntó sobre mi labio lastimado; no dudó en mi historia, ya que, al saber que mis hijos eran nuevas mascotas, dio por hecho que aún no estaban bien educados.
Cuando regresé a mi oficina, Lucía me recibió de pie.
—Tiene visita, ingeniero.
—¿Visita? — me sobresalté al pensar que era el licenciado de Melissa — ¿quién es?
—El señor Daniel Rocha.
Dejé salir el aire más tranquilo — gracias… — sonreí y entré a mi oficina — ¡buenos días! — saludé afable y me acerqué a Daniel, quién se puso de pie.
Su semblante era serio y parecía molesto.
—Buenos días… — respondió de forma tan grave que me preocupó.
—¿Pasa algo?
—Yo esperaba que no pasara nada — comentó — pero al ver tu labio, creo que sí pasó algo.
Pasé mi mano por mi labio y suspiré cansado — Daniel — mi voz era calmada mientras iba a mi silla — hay una explicación para esto y no sé si pueda dártela.
—¿Qué? — la ira se reflejaba en su voz — ¿Acaso Alejandro te mandó golpear a ti también?
Me sobresalté al escuchar esas palabras — ¿de qué hablas?
—¿De qué hablo? — levantó una ceja — desde ayer Luís estuvo en el hospital por culpa de Alejandro, ¿sabías que lo mandó golpear?
—¿Qué Alejandro hizo qué cosa? — estaba desconcertado ante las palabras de mi amigo.
—De seguro no te enteraste, pues ni Víctor, ni yo, lo supimos hasta hoy en la mañana, cuando nos marcaron del hospital para ir por él.
—Daniel… — no sabía qué decirle, pero principalmente no entendía sus palabras — antes que nada, ¿por qué dices que Alejandro mandó golpear a Luís?
—Luís nos lo dijo, a Víctor y a mí, hace un rato, desde la cama del hospital
—¡¿Les dijo eso?!
—¡¿Lo sabías, Erick?! — preguntó con sorpresa — no puedo creer que lo supieras y no hayas hecho nada.
—Espera, espera, espera… tiempo fuera… — moví mis manos frente a ambos para poner una pequeña pausa — no entiendo por qué Luís dijo que Alejandro lo mandó golpear, explícame por favor.
Daniel se puso de pie dando un golpe en mi escritorio — Luís nos dijo que, ayer, Alejandro mandó a sus guaruras a golpearlo y no quería que te buscáramos, porque tenía miedo que te hiciera daño a ti también.
—¿Eso dijo? — levante una ceja, sentía que la ira me estaba invadiendo.
—Sí, también dijo que Alejandro te usa para su satisfacción, que te usa cómo… cómo… — Daniel desvió la mirada posándola una ventana.
—¿Cómo qué? — pregunté poniéndome de pie y colocando mis manos en mi escritorio, recargándome en ellas, anticipando lo que posiblemente Luís les había dicho.
—Erick, eso no quiero repetirlo, a Víctor y a mí nos molestó la manera en la que te llamó, pero comprendimos que estaba enojado, ofuscado...
—¡Dilo! — ordené.
—¡Cómo una puta! — respondió molesto.
Ante su respuesta golpee mi escritorio con ambos puños, apreté mi mandíbula y posé mi vista en el piso mientras mi respiración se agitaba; no podía creer que Luís dijera semejantes palabras.
—Dijo que eres Amante de Alejandro — prosiguió mi amigo, aunque parecía dudar en sus propias palabras — y además, te usa y te lastima, que por eso lo mandó golpear, porque Luís se enteró de todo.
Levanté mi rostro al techo y gruñí al liberar el aire que había retenido; estaba contando hasta diez, para calmarme, pero en esa ocasión, me iba a ser difícil conseguirlo.
—No quería que Víctor o yo te buscáramos — prosiguió Daniel — Víctor quería ir a reclamarle a Alejandro, pero lo convencí de acompañar a Luís a su casa y dejarme hablar contigo, antes que cualquier cosa.
—¡Claro! — exclamé con molestia — Luís no quería que vinieran a verme, no por lo que Alejandro me pudiera hacer, ¡si no por lo que yo pudiera decir!
—Erick — el semblante de Daniel era de completo asombro — ¿en verdad lo estás defendiendo?
—¡Ah!, cierto — dije con sarcasmo — lo más seguro es que Luís te haya dicho que iba a defender a Alejandro, ¿no es así?
—Sí… — respondió mientras negaba incrédulo.
—Ese pinche pendejo, idiota, imbécil, ¡cabrón! — me dejé caer en el sillón y usé el intercomunicador — ¡Lucía! — grité — ¡tráeme un café sin azúcar!
Ni siquiera dejé que me respondiera y apagué el intercomunicador; respiré profundamente y traté de calmar, una vez más, mi enojo, por lo que tuve que guardar silencio, controlando mi respiración lo mejor que podía.
—¡¿Luís te dijo que Alejandro me golpeó?! — pregunté entre dientes, sin contener mi coraje.
—Sí — respondió — y no solo eso, dijo que te violó en plena fiesta el viernes, ¿es eso cierto, Erick?
—¡Por supuesto que no! — grité.
En ese momento la puerta de mi oficina sonó — ¡adelante! — mi voz era grave.
Lucía entró rápidamente, dejando el café en el escritorio — no me pases llamadas, ni permitas que entre alguien — ordené mientras apretaba mi puño cerca de mi boca — ¡¿entendido?!
—S… sí, señor — Lucía tembló cómo una hoja al viento y se retiró con rapidez.
Bebí un trago de mi café; odiaba el café amargo, pero necesitaba algo que me hiciera calmar el enojo que tenía y era la única manera que tenía a la mano. Daniel parecía haberse serenado ante mi reacción, después de todo, él siempre tomaba las cosas con calma; tomó asiento frente a mí y cruzó sus dedos frente a su rostro.
—Erick, necesito una explicación — dijo rompiendo el silencio — una que sea sincera.
Bebí de mi café nuevamente y lo miré enojado; los ojos castaños de Daniel me miraban con seriedad, esperaba una respuesta.
—Sí — dije sin más — soy amante de Alejandro… — Daniel iba a reclamar pero lo interrumpí — aun así, estos golpes no me los hizo él, si no Luís.
—¡¿Qué dices?! — su tono de voz era de auténtica incredulidad — no puedes pensar que voy a creerte, Luís sería incapaz de lastimarte, él te… — se mordió el labio y guardó silencio.
—¿Me quiere? — pregunté levantando una ceja — entonces, lo sabías, tal como dijo Alex… — aseguré y desvié mi vista, tomé otro trago de café para después, apretar mi mandíbula — ¿desde cuándo lo sabias?
Daniel desvió la vista nervioso — desde la universidad tuve mis sospechas, pero — se inclinó colocando sus codos en sus piernas — cuando te casaste con Vicky, se emborrachó y ‘soltó la sopa’ cuando lo llevé a su casa — contó — Víctor también lo escuchó, pero Víctor pensó que era porque estaba ebrio — confesó — aún en la actualidad, Víctor no lo cree del todo, a pesar de que Luís lo demuestra inconscientemente… pero, tú, ¿cómo te enteraste? — preguntó con calma.
—El sábado — negué — Luís fue a mi casa y ahí me enteré, también me golpeó — sonreí cansado — e intento… — contuve el aliento y dudé, pero era necesario decirlo — intentó violarme, si se puede decir de alguna manera.
—No te creo… — la voz de Daniel estaba apagada, no parecía procesar lo que le estaba diciendo.
—Por eso Alejandro lo golpeó…
—Lo mandó golpear — me corrigió con seguridad.
—No… — negué y coloqué la taza en mi escritorio — Alejandro golpeó a Luís, él solo — aseguré con total seriedad — fue una pelea uno contra uno.
—Erick… — Daniel respiró hondamente antes de proseguir — Luís estaba en el hospital, tiene la rótula desviada, el brazo y la muñeca rotos, un labio partido y tú, ¿me estás diciendo que Alejandro lo hizo solo? Es imposible de creer — negó nuevamente — Luís no es cualquier blandengue al que se pueda golpear con facilidad.
—Tienes razón… — descansé mis brazos en mi escritorio y me incliné hacia adelante — estás en todo tu derecho de no creerme, pues ni yo, que estuve presente en ese pleito, podía creerlo — fijé mi vista en Daniel — pero te aseguro que fue así, si Alejandro hubiera mandado golpear a Luís con sus hombres, yo no se lo hubiera perdonado, pese a todo, Luís es mi amigo.
—¿Cómo sé que no estás defendiendo a Alejandro? — desconfiaba, era obvio, pero aun así, me estaba dando el beneficio de la duda.
—Daniel… — traté de sonreír — no me creas si no quieres, que Alejandro golpeó a Luís — especifiqué — pero, tengo manera de demostrarte lo que Luís me hizo y por eso mismo, le voy a exigir que, delante de mí y de Alejandro, repita lo que les dijo a Víctor y a ti.
—No va a querer, ni siquiera quiere volver a verte.
—¿Por qué no querría volver a verme? — pregunté con molestia.
—Ya te lo dije — respondió seriamente — dice que tiene miedo que Alejandro te haga algo.
—Bien, entonces, si está tan seguro que Alejandro lo mandó golpear, cómo él dice, ¿por qué no lo denuncia?
—Por lo mismo — aseguró — tiene miedo que Alejandro te haga daño, por eso no quiere hacer nada.
—¡Eso es una estupidez! — me puse de pie enojado — no lo hace porque sabe que no es cierto y además, sabe que yo sé la verdad y lo desmentiría rápidamente.
—Erick, no quiero pensar que estas poniendo, por sobre la amistad de Luís, el deseo o lo que sea que tienes por Alejandro.
—Daniel… — entorné mis ojos y caminé hasta él — ni tú, ni Víctor, ni Luís, saben lo que siento por Alejandro, pero somos amigos y me conoces muy bien para entender, que nunca pondría algo tan banal como el ‘deseo’, si es que fuera sólo eso, ante nuestra amistad — suspiré cansado — ayer, cuando vi lo que Alejandro le hizo a Luís — clave mi vista directamente en los ojos de Daniel — sólo Alejandro — recalqué — me dolió mucho, de verdad… pero hoy, después de escuchar todo lo que dijo — apreté mis puños — ¡yo mismo quiero golpear a ese cabrón!
—Erick, quiero creerte — me sujetó del brazo — pero, las pruebas inclinan la balanza hacia Luís.
—Bien, no te pido que me creas ahora mismo — palmee su mano con la mía — sólo dame el beneficio de la duda y permite que hoy, en la noche, les demuestre que tengo la razón.
Me alejé de Daniel volviendo a mi sillón.
—¿Cómo lo vas a demostrar? — preguntó incrédulo.
—Vayan a mi casa, después de las ocho.
—No creo que Luís quiera — aseguró.
—Pues oblígalo, dile que Alejandro no estará, que me pelee con él, que estoy muy preocupado por lo que le hizo y quiero verlo.
—¿Quieres que le mienta? — su voz era de genuina sorpresa — ¡estás loco!
—Daniel, solo esta vez, por favor… aunque quisiera que fueran tú y Víctor primero, pero no creo que Luís pueda moverse si está tan mal como dices.
Daniel suspiró, se quedó en silencio un momento y pasó la mano por su mentón, después volvió a hablar — yo veré cómo le hago — su mirada perdida me decía que ya estaba maquilando lo que haría — podría ir con Víctor a las siete y avisarle a Luís desde tu casa — inclinó el rostro — conociéndole, si le digo algo de ti, irá en seguida, sin importar si se siente mal, buscará la manera, aún si tiene que pagar un taxi.
—Gracias… — sonreí.
—Pero más vale que puedas demostrar lo que me dices Erick, porque de no ser así, yo mismo interpondré la demanda contra Alejandro.
—Confía en mí.
Daniel se puso de pie, ofreciéndome la mano a modo de despedida y salió de mi oficina; después de quedarme solo, me senté en mi sillón una vez más y suspiré. No sabía en qué demonios me estaba metiendo pero, de alguna manera, iba a demostrar que lo que Luís dijo, era mentira, aunque antes de seguir pensando en eso, debía disculparme con mi secretaria.
—Lucía — llamé por el intercomunicador — ven, por favor.
—En un momento, ingeniero — respondió con algo de timidez.
Lucía entró a mi oficina segundos después y llegó hasta estar frente a mí, al otro lado de mi escritorio, su rostro estaba inclinado y parecía tener miedo.
—Lucía… — suspiré y sonreí para tranquilizarla — lamento lo de hace rato — mi tono de voz era calmado y amigable, para poder disculparme.
Ella levantó la vista, permitiéndome notar sus ojos vidriosos y un par de lágrimas amenazando con caer; su labio inferior tembló e incluso parecía que un puchero asomaba en sus labios.
—No, no, no… — me puse de pie y fui hasta ella para abrazarla — lo siento, no llores — dije conciliador — lo lamento Lucía, no quería gritarte de esa manera.
Ella rompió en llanto y yo no sabía qué hacer; la llevé hasta sentarla en la silla que estaba frente a mi escritorio y me puse en cuclillas frente a ella.
—Lo lamento, de verdad — dije de nuevo, con voz suave.
—Está bien… — gimoteó — es que… es que… nunca me había tratado así… — se limpió los ojos — en todos los años de estar con usted… — volvió a llorar.
—Perdón… — me sentía incómodo con la situación, no pensé que se pusiera a llorar con tanto sentimiento, sólo porque le había gritado.
—Lo siento… no es su culpa… — se excusó y lloró con más fuerza — ando sensible y… y…
—¿Y? — pregunté para que entendiera que sí me preocupaba por ella y también, porque necesitaba saber la razón de su llanto tan emotivo.
—¡Ayer mi novio terminó conmigo! — me abrazó y recargó su rostro en mi hombro, llorando cómo Magdalena.
Me quedé serio un momento, confundido; era un momento tan embarazoso, pero no sabía qué decirle. Pasé mi mano por su espalda y suspiré resignado; sólo podía darle mi apoyo, aunque no entendiera muy bien qué sucedía.
—Perdón — repetí — no sabía que tenías problemas en este preciso instante, discúlpame.
Ella no respondió, siguió llorando por un rato. Pasaron varios minutos hasta que se alejó; tenía los ojos hinchados, el maquillaje corrido y pasó su mano por su nariz, la cual también estaba húmeda. Estiré mi mano, agarré la caja de pañuelos desechables de mi escritorio y se la ofrecí; ella agarró uno y se limpió el rostro, la nariz, para finalmente sollozar.
—¿Mejor? — pregunté con una sonrisa, pero ella negó — ¿por lo de tu novio es que andas distraída? — ella asintió sin decir palabra y después de dejar la caja en el escritorio, sujeté sus manos entre las mías — Lucía… — suspiré — no sé qué decirte, en serio, pero te aseguro que tu novio pierde a una gran mujer al dejarte ir…
Ella levantó el rostro e intentó sonreír — gracias… — aun así un par de lágrimas escaparon de sus ojos.
—Perdóname por haberte gritado — repetí una vez más — sabes que no me gusta perder la cabeza pero, así como tú, he tenido un fin de semana algo difícil.
—Entiendo… — apretó sus labios — no se preocupe, es mi culpa… no debí tomar tan en serio lo que pasó, usted estaba enojado, pero no conmigo, siempre ha sido muy amable…
—Gracias — asentí — ¿quieres tomarte el día libre? — pregunté amistoso.
—No… — negó — si me voy, me pondré a llorar todo el día — aseguró y volvió a limpiarse los ojos — mejor me quedo a trabajar.
—Está bien — me puse de pie y acaricie su cabello — pero no te preocupes, te aseguro que todo estará muy bien…
—Gracias… — sonrió cansadamente y se puso de pie — por cierto, hace rato llamó el licenciado de esa mujer — agregó con rapidez — le dije que usted estaba muy ocupado, pero insiste en verlo.
—No le des más información de mí, si pregunta, dile que no puedo recibirlo, y ya, ¿de acuerdo?
—Sí — asintió y se encaminó a la salida.
Suspiré cuando Lucía se perdió tras la puerta. Era una joven bonita, de un metro con sesenta de estatura, sus ojos miel eran muy grandes y expresivos, su cabello negro enmarcaba su rostro delicado, tenía piel apiñonada, sus piernas eran torneadas y debía admitir que, tenía un cuerpo bello que resaltaba a través de sus trajes sastre; además, recientemente había cumplido 29 años. Me era difícil pensar que tuviera problemas de amor, mucho menos imaginar que su novio terminara con ella de la noche a la mañana; pero Lucía era muy discreta, poco sabía de su vida personal, excepto que tenía cinco años de noviazgo, ya que cuando los cumplieron, recibió un ramo de rosas en el trabajo.
Pero no podía pensar en eso más, tenía que hablar con Alejandro; agarré mi celular, marcando su número y él respondió rápidamente.
—“… ¿Pasa algo?...” — su tono de voz era preocupado.
—No — sonreí — ¿por qué?
—“…No, por nada…” — contesto ya más calmado — “…pero, normalmente, no me marcas sólo para saludarme, enviarme un beso o tener sexo por teléfono, así que, pensé que ocurría algo…”
El color subió a mi rostro, sus palabras me dieron a entender que estaba solo — ¿no estás trabajando? — pregunté nervioso.
—“…Se puede decir que sí, estoy revisando unos documentos…”
—¿Aún en casa? — levanté una ceja, ya pasaba de la una de la tarde.
—“…No, ‘conejo’, estoy en el hotel…”
—Bueno… — suspiré cansado — Alex, necesito un favor.
—“…Sabía que querías algo…”
Sonreí ante su afirmación — sí, la verdad, quisiera que me prestaras la grabación de lo que pasó con Luís el sábado.
—“… ¿Para qué?...” — su voz tomó un tinte serio.
—Para mostrarles la verdad a Daniel y a Víctor — acoté con pesar.
—“…No entiendo…”
—Luís dijo algunas mentiras y necesito mostrarles lo que pasó en realidad.
—“…Está bien…” — guardó silencio por un instante y continuó — “…le diré a Julián que grabe esa parte y la lleve a casa en un momento más.”
—Otra cosa — me apresuré a hablar — ¿puedes llegar antes de las siete?
—“…Si quieres que lo haga, dalo por hecho…”
—Alex, también, quiero que no haya gente fuera de casa…
—“…Erick, no creo que sea prudente…”
—No, — interrumpí — no quiero que les ordenes irse, tal vez, simplemente que no se note que anden cerca… necesito que Daniel, Víctor y Luís lleguen sin saber que estás ahí.
Alejandro suspiró — “…está bien…” — accedió — “…les diré que se alejen un poco, para que tus amigos no se den cuenta que siguen cuidando la casa, ¿te parece bien?...”
—Sí, gracias…
—“… ¿Algo más?...” — preguntó con interés.
—No, creo que no.
—“…Pensé que me pedirías que te violara en la noche…” — su voz sonó suave y juguetona.
—¡Alex! — mi rostro ardió de nuevo y dudé — hablamos más tarde sobre eso.
—“…Entonces, hasta la tarde…”
—Nos vemos… te amo — susurré.
—“…Yo también te amo, ‘conejo’…”
Colgué la llamada y sonreí. Alejandro lograba ponerme de buen humor; pero la idea de lo que podía pasar en la noche, logró que desapareciera mi sonrisa. Era momento que fuera a comer, pero al ver que Lucía se quedó en su escritorio, comiendo un simple sándwich, preferí pedir algo de comida al comedor de la empresa, tanto para ella como para mí y que lo llevaran a la oficina.
Durante el almuerzo ella me platicó de su relación, al parecer necesitaba alguien con quien hablar y no se atrevía a contárselo a sus amigas; su novio y ella estaban a punto de formalizar para casarse el siguiente año, así que no quería que se burlaran o hicieran comentarios hirientes. Lloró un poco más, pero después, pareció desahogarse completamente y ya estaba sonriendo más tranquila.
El resto del día pasó sin novedades, así que, pude salir a tiempo de mi trabajo. Cuando llegué al estacionamiento, Agustín y otro hombre, diferente al de la mañana, me esperaban en el automóvil.
—Buenas tardes — saludé cordial.
—Buenas tardes — dijeron al mismo tiempo.
Subí al automóvil y dejé mi maletín de lado, mientras masajeaba mi nuca.
—¿A su casa, señor?
—Sí, Agustín, — sonreí — a casa, por favor.
Durante el camino, no dije una sola palabra, simplemente me mantuve ausente, aún con las cosas rondando mi mente.
* * *
Al llegar a casa, Agustín me abrió la puerta del automóvil, cuando bajé se despidió efímeramente; volvió a subir al auto y se fue. Alejandro había hecho lo que le pedí.
Entré al jardín rápidamente; mis hijos salieron por la puerta para mascotas a saludarme, por lo que imaginé que había alguien en el interior de mi casa, era la única manera de que ellos estuvieran dentro, momentos antes.
—¡Llegué! — avisé al entrar por la puerta principal y mis hijos entraron tras de mí.
Alejandro se levantó del sillón y se acercó a mí — bienvenido — susurró contra mis labios antes de besarme, hurgando en mi interior con su lengua, mientras me recargaba contra la puerta; cuando se alejó, me relamí los labios — ¿te gustó la bienvenida? — preguntó con una hermosa y amplia sonrisa.
—Mucho… — dije en un susurró, mientras sentía mi rostro arder.
Dejé mi maletín en su lugar, después me quite la gabardina, la bufanda y los guantes, para dejarlos en una de mis manos.
—¿Por qué querías que llegara antes de las siete? — Alejandro se acercó desabrochando mi saco.
—Vamos a la habitación — indiqué tomando su brazo con mi mano libre — quiero cambiarme y explicarte, por cierto, ¿trajiste el video?
—Sí — respondió con rapidez — pero, ¿dejamos a los niños dentro?
—Tienes razón, hay que dejarlos fuera, no pueden quedarse dentro sin supervisión.
Entre Alejandro y yo, hicimos salir a mis hijos fuera de casa y cerramos la puerta de mascotas; después subimos a la habitación. Mientras él se acostaba en la cama encendiendo la televisión, yo me encaminé al vestidor, colgué mi gabardina, guardé mi bufanda y mis guantes, para después desabrochar mí camisa y corbata.
—A las siete vienen Daniel y Víctor… — anuncié con voz alta.
No escuché respuesta de su parte, hasta que ya estaba en la puerta del baño — ¿para qué? — preguntó con seriedad.
—Para aclarar lo que pasó ayer.
—No tenemos nada que aclarar — anunció cruzando sus brazos con un claro gesto de molestia.
—¡Sí, tenemos! — giré mi rostro — les vamos a explicar, por qué le rompiste el brazo y la muñeca a Luís — me acerqué a Alejandro y puse mi índice en su pecho — también por qué tiene la rótula desviada y el por qué, yo tengo mi labio partido.
—¿Vamos? — preguntó levantando una ceja y sonriendo de lado.
—Sí — fruncí mi ceño — y para eso tengo que mostrarles lo que sucedió con Luís, además de enterarlos que tú y yo, somos pareja.
—¿Pareja? — su mano me tomó por el mentón — entonces, ¿estás dispuesto a aceptarme abiertamente como tal?
—¡Alejandro! — dije su nombre con seriedad y alejé su mano — no estoy bromeando — me giré para buscar un pantalón holgado y una camiseta manga larga, así como una chaqueta gruesa para que no me diera frío al salir de casa — Luís les dijo muchas mentiras a Víctor y Daniel, ellos piensan que me estas usando y que me has violado — empecé a cambiarme con rapidez — además, según, enviaste a tus guaruras a golpearlo.
—¡¿Qué lo mandé golpear con mis trabajadores?! — los ojos de Alejandro brillaron con rabia y en un acto reflejo, golpeo su puño derecho contra su palma izquierda — voy a partirle la cara a tu amigo y me aseguraré que todos vean que lo hago por mi propia mano.
—¡No! — dije con seriedad — tú ya no vas a golpearlo.
—¿Tú vas a impedirlo? — preguntó con algo de sorna.
—¡Sí! — respondí seguro — voy a arreglar esto hoy mismo y tú — volví a señalarlo con mi índice — vas a hacer lo que yo te diga, ¿entendiste?
—No — negó — no vamos a cambiar los papeles a estas alturas, ‘conejo’…
—Alejandro — posé mi vista en él y suavicé mi semblante, tratando de convencerlo de otra manera — se trata de mis amigos, los conozco y sé cómo tratarlos, así que, esta vez, harás lo que digo y no golpearás a nadie — a pesar de sonar tranquilo, mi voz era segura y no permitiría un no cómo respuesta.
Alex me vio con seriedad, después, pasó su mano por mi espalda acercándome hasta él y me besó.
—Esta faceta controladora tuya, es excitante — sonrió — te haré caso, pero sólo esta ocasión.
—Gracias… — suspiré — ahora, tú te quedas aquí, cuando mis amigos lleguen, bajas — indiqué.
—¿Estás seguro? — acarició mi rostro.
—Sí — asentí — necesito el video para colocarlo en mi computadora, ¿dónde está?
Alejandro metió su mano a un bolsillo de su pantalón y sacó una memoria USB — aquí — la movió frente a mí; cuando intenté sujetarla, él la alejó — hay otras cosas… — sonrió de lado — para mi disfrute personal, así que, ten mucho cuidado con lo que abres.
—¿Qué cosas?
—Videos sobre ti… — acercó su rostro al mío — sobre mí… — susurró cerca de mis labios — cuando tenemos relaciones.
Le arrebaté la memoria, agarré la chaqueta con una mano y salí de ahí, mascullando entre dientes; molesto, pero con mi rostro completamente rojo por la vergüenza y excitación, de saber que había videos de ambos. Cuando iba a mitad de escalera, escuché la voz divertida de Alejandro.
—Supongo que cenaremos más tarde…
—Sí… — respondí en voz alta, para después bajar la voz — si todo sale bien, sí — suspiré.
Llegué al comedor, encendí las luces navideñas, la chimenea y fui por mi computadora; la prendí y coloqué la memoria, suspiré más tranquilo, sólo había un documento en la misma y era el video del sábado.
—Me mentiste… — reclamé al aire, en un susurro.
Cuando preparé el video, dejé mi computadora en la mesita de centro de la sala; fui a la cocina y bebí algo de jugo de durazno, mientras colocaba la cafetera para prepararme un café.
* * *
Viendo las noticias y bebiendo café, esperé tranquilamente, pero pensaba qué iba a decir y cómo. Pocos minutos antes de las siete, el timbre sonó; mis hijos empezaron a ladrar y yo me puse de pie con calma. Agarré mi chaqueta, colocándomela con rapidez, después, las llaves de mi casa y salí. Frente a la acera, estaba estacionado un automóvil; Daniel y Víctor estaban esperando a que les abriera, porque, al igual que Luís, no conocían a mis hijos, así que no se atrevían a entrar, especialmente por Pirata.
—Buenas noches.
—Buenas noches — Daniel respondió, Víctor no dijo nada.
Abrí la reja y pudieron pasar.
—Son Tobi, Jack, Pirata, Nila y Luna — presenté a mis hijos cuando ellos pasaron y ambos les acariciaron las orejas para familiarizarse — pasen… — hice un ademán con la mano para indicarles que siguieran a la puerta, mientras yo cerraba el portón.
Daniel y Víctor entraron primero a mi hogar; yo entré después, evitando que mis hijos ingresaran a la casa; mis amigos se estaban quitando las chamarras, cuando yo cerré la puerta.
—Tomen asiento — estaban muy serios, jamás los había visto así y yo no sabía cómo tratarlos, aun así me hicieron caso, sentándose en el sillón de tres plazas — agradezco que vinieran… — dije cordial, rompiendo el hielo, me quité la chaqueta y la dejé en el respaldo de un sillón.
—Merecemos una explicación — la voz de Víctor denotaba que estaba muy molesto.
—Le expliqué a Daniel, ¿no te dijo nada? — pregunté.
—No — Daniel respondió — no le dije nada, sólo le dije que necesitábamos escuchar tu versión también.
—Bien — suspiré — yo no voy a darles una versión, voy a decirles la verdad.
—Vamos a decirles la verdad… — la voz de Alejandro resonó en la sala.
Mis amigos se pusieron inmediatamente de pie.
—¡¿Qué hace este imbécil aquí?! — Víctor hizo ademán de ir hacia Alejandro y Daniel lo detuvo por un brazo, mientras, yo me ponía enfrente de él, para colocarme entre Alejandro y ellos.
—Víctor, cálmate — dije despacio, moviendo mis manos frente a él, como si le hiciera un ademán a uno de mis cachorros.
—Víctor, no tengo nada en tu contra — la voz de Alejandro era calmada — ni contra Daniel, así que no quiero pelear, ni discutir con ninguno de los dos.
—¡Pues yo si tengo algo en tu contra! — Víctor le espetó con rabia — mandas golpear a Luís, tratas a Erick como una puta, además de golpearlo — señaló mi rostro — y, ¡¿quieres que te deje tan tranquilo?!
—¡No te permito que insultes a Erick! — Alex levantó la voz y trató de caminar hacia Víctor, con clara intención de golpearlo.
De inmediato, me giré hacia él para detenerlo.
—¡Te dije que no quería que te pelearas! — me impuse ante Alejandro con voz grave.
Tanto él, como Víctor y Daniel se asombraron por mi reacción. Frente a todos, siempre había sido muy tranquilo, nunca gritaba o discutía y las únicas veces que levantaba la voz, era cuando realmente estaba enojado, cosa que sucedía en escasas ocasiones.
—¡Siéntate! — mi mirada estaba clavada en Alejandro y le hice un ademán con mi mano, señalándole un sillón — vamos a hablar, no quiero que ninguno se pelee en mi casa, ¿entendido? — giré mi rostro para observar a Víctor — ¡¿entendido?! — repetí y él asintió, volviendo a tomar asiento, junto con Daniel.
Alejandro se sentó en el sillón de dos plazas, pero las miradas fulminantes que se daban entre ellos me hicieron suspirar cansado.
—Bien, hablaré y no quiero que me interrumpas — miré de soslayo a Alex — primero que nada — me senté en el sillón de una plaza y señalé mi labio — esto de mi rostro no me lo hizo Alejandro — aseguré para mis amigos — este golpe, así como otros que ya no se notan mucho, me los hizo Luís.
—Mientes… — Víctor no me iba a creer con facilidad.
—Deja que Erick termine de hablar — Daniel lo contuvo con voz tranquila pero no retiró la mano del brazo de Víctor.
—Gracias… — sonreí cansado — no miento Víctor, tengo la prueba — abrí mi computadora y la giré para que la pantalla quedara frente a ellos — Daniel, reproduce el video y pon la pantalla completa, por favor.
Daniel movió el cursor y puso el reproductor de video, el cual, iniciaba desde que Luís entraba a mi casa.
—¿Qué es esto? — preguntó Daniel con seriedad.
—Termina de ver el video, luego aclaramos todo — pedí con voz calmada.
“—Daniel y Víctor no vendrán hoy…
—¿Porque? Hablé con Daniel en la mañana y dijo que nos veríamos en la tarde.
—Tuvieron algo que hacer a última hora…”
Desde ese preciso instante, Daniel cambió su semblante.
—¿Pero qué…? — Víctor se quedó a media pregunta, porque nuestro amigo le apretó el brazo para callarlo.
Algo no estaba bien pero no quise indagar más en ese preciso instante; esperaría hasta que acabaran de ver el video.
Yo sólo escuchaba la conversación por medio del sonido; aun así, preferí cerrar los ojos, no quería ver la cara de mis amigos, me daba vergüenza mostrarles eso, pero era la única manera para que ellos me creyeran. La mano de Alejandro se posó sobre las mías y abrí mis parpados para verlo; sus esmeraldas estaban posadas en mí y yo sonreí, me agradaba sentir su apoyo.
Varios minutos después, el video terminaba; suspiré y fijé mi mirada en mis amigos. Víctor se puso de pie y caminó hacia un lado del sofá; pasó las manos por su rostro, soltando un sonido, mitad grito, mitad gruñido.
—¡Voy a matarlo! — sentenció.
—No puedo creerlo… — la voz de Daniel era cómo un susurro, pues su mano estaba cubriendo su boca.
—¡¿Cómo tienes este video?! —Víctor señaló mi computadora, desconcertado.
—Alejandro puso cámaras aquí, dentro de mi casa — miré de soslayo a Alex — pero ya estamos arreglando ese asunto para que las quite — aseguré, aunque sabía que era mentira.
—Entonces, por eso lo mandaste golpear — aseguró Víctor, dándolo por hecho.
—No lo mandé golpear — respondió Alejandro con seriedad — yo lo golpee — dijo sin remordimiento — y si vuelve a lastimar o tratar de tocar a Erick, lo volveré a golpear.
—Alex… — mi voz tenía el tinte de regaño.
—¿Qué hay de cierto en que maltratas y violas a Erick? — Víctor frunció el ceño.
—¡Es mentira! — respondí con rapidez — Alejandro no me maltrata, ni me ha violado — me puse de pie y encaré a mis amigos — es cierto, ¡soy amante de Alex!, pero ha sido mi propia decisión, lo fui en la preparatoria, hace más de quince años y lo soy nuevamente, pero ¡esa es mi vida! Si les molesta, no me importa, no voy a obligarlos a entenderme, es mi decisión y ¡se acabó!
Daniel suspiró; Víctor parpadeo sorprendido por mi actitud, después giró el rostro para ver a Alejandro.
—Tú, ¿lo quieres? — me señaló con su dedo índice.
—Si no lo quisiera no estaría aquí — Alex se puso de pie con rapidez — ¿por qué? ¿Tienes algún problema en mi relación con Erick?
Víctor levantó una ceja, luego giró el rostro a ver a Daniel y nos señaló, a Alex y a mí — ¿tú, tenías una idea de esto? — preguntó un tanto sorprendido — o, ¿lo de Luís con Erick?
—Lo de Alejandro y Erick, me lo supuse — aseguró — no es cómo que lo traten de ocultar, especialmente él — señaló a Alex con un ademán del rostro, quien sonrió de lado cínicamente, pero a mí, esa aseveración me hizo sonrojar — lo de Luís, sí, lo sabía, y ¡tú también! — lo reprendió — sólo que no quisiste darte cuenta, ¿recuerdas cuando Luís se puso ebrio el día de la boda de Erick con Vicky?, aún y cuando se sinceró, tú pensaste que eran tonterías de borracho.
Víctor miró el techo y respiró profundamente, parecía estar recordando todo, pero, al final, gritó — ¡voy a matarlo! — repitió — nos mintió, nos engañó, ¡nos manipuló para apoyarlo! — dijo con ira.
—¿Cómo los manipuló? — pregunté confundido.
—El sábado — Daniel habló calmado — Luís me marcó…
—¡A mí también! — interrumpió Víctor.
Daniel lo miró de soslayo y prosiguió — después de que te marqué — comentó — me pidió de favor y al parecer, a Víctor también, que no viniéramos ese día, dijo que tenía un asunto importante que tratar contigo — apretó los puños — yo quería venir a verte, porque te habías sentido mal los últimos días, pero Luís casi me rogó para que no viniera…
—Igual lo hizo conmigo… — Víctor seguía caminando en círculos, como león en jaula.
—Y hoy, en la mañana, su forma de comportarse para que no los buscáramos, ni a ti, ni a Alejandro… — Daniel negó.
—¡Su actuación estuvo perfecta! — Víctor habló irónico — ¿quién iba a buscar una explicación tuya — me señaló — después de verlo en el hospital, todo ‘madreado’ y con miedo de que te pudiera pasar lo mismo?
—Sí, es cierto — Daniel se inclinó — incluso yo tuve temor de ir a buscarte, pero lo hice… y ahora, después de ver lo que te hizo…
—¡Ese cabrón! — Víctor espetó con ira — si no se viera mal golpear a alguien herido, ya mismo iría a ‘madrearlo’ también.
—Cálmate — fijé mi vista en Víctor — tampoco es para tanto, además — suspiré y miré a Alex de soslayo — Alejandro también tuvo mucha culpa, por no haberme hecho caso ayer, de dejar las cosas cómo estaban…
—Tenía que desquitarme de lo que hizo — se defendió — no iba a permitir que se quedara cómo si nada, después de que te golpeó.
—Pero, creo que te pasaste — Daniel miró a Alex con seriedad — entiendo tu enojo por lo que Luís le hizo a Erick, pero él quedó muy mal.
—Y hubiera quedado peor de no ser por Erick — sentenció.
—¿Por qué? — Daniel posó su mirada en mí.
—Erick no quería que lo golpeara — Alex se cruzó de brazos — por eso sólo le di seis golpes.
—¡Seis golpes! — Víctor levantó la voz — ¡¿con seis golpes lo mandaste al hospital?!
—Sí — Alejandro se alzó de hombros — por eso tuve que mandarlo a ‘ese’ hospital — levantó una ceja — no quería que hubiera habladurías, así que tuve que pagar para callar a mucha gente — explicó — no se preguntaron quien pago ese hospital privado, ¿o sí?
—Imaginaba que, el seguro de Luís… — Daniel titubeó ante su propia respuesta.
—No, yo dejé todos los gastos pagados — Alex suspiró — no por él, sino por Erick.
—Él tampoco mencionó nada de eso — Víctor miró a Daniel con seriedad — tiene que darnos muchas explicaciones.
—Y lo hará… — Daniel sacó su celular y marcó.
Alejandro, Víctor y yo, nos quedamos en silencio mientras entraba la llamada.
—Luís… ¿cómo te sientes? — Daniel tomó asiento en el sillón y nosotros lo seguimos, aunque en esta ocasión, Alejandro me obligó a sentarme junto a él, en el sillón de dos plazas y me abrazó — ya veo… — mi amigo continuó con la llamada — Víctor y yo estamos con Erick, está muy preocupado por ti, al parecer no ha visto a Alejandro en un par de días…
Alejandro iba a protestar, pero yo le puse un dedo en los labios para acallarlo y negué.
—Sí, ¿puedes manejar? — levantó una ceja — ¿no sería mejor que pidieras un taxi? O ¿prefieres que vayamos a tu casa? — hizo una mueca de enojo — el taxi es mejor — insistió — no te preocupes, no creo que a Erick le moleste, está bien, entonces aquí te esperamos.
Daniel colgó el celular y suspiró — te dije que vendría — me miró de soslayo — ni siquiera quería pedir un taxi, asegurando que podía llegar sin problema, porque no vive muy lejos de aquí, pero creo que si lo hará, la verdad no está tan bien.
—¿Por qué mentiste? — preguntó Alex con seriedad.
—Yo le pedí que lo hiciera — aseguré — no tienes que enojarte, de esa manera Luís no se negaría a verme de nuevo.
Alejandro no dijo nada más, no le agradaba que le mintieran a Luís sobre nosotros, pero tenía que aceptar que era la única manera de hablar todos.
—Y… — Víctor nos miró con una sonrisa enorme — ¿van a vivir juntos?
—No deberías meterte — Daniel lo reprendió — es asunto de ellos, no nuestro.
—Pero somos amigos, ¿o no? Tenemos que saberlo…
Daniel ignoró a Víctor y trató de cambiar el tema — ¿te disculpaste con tu secretaria? — preguntó con interés.
—¿Con Lucía? — entorné mis ojos y suspiré cansado — sí, lo hice.
—Estaba algo alterada cuando salí de tu oficina.
—¿Qué le hiciste a mi Lucy ‘bomboncito’? — Víctor me miró con el ceño fruncido.
Desde que Víctor la conoció, una ocasión que fue a verme a mi trabajo, decía que era un bombón; pero no se la quise presentar de manera informal, por el carácter de mi amigo, además, no quería tener que disculparlo después con Lucía, en caso de que Víctor le quedara mal por cualquier cosa.
—Yo no le hice nada — negué y miré a Alejandro — en serio, solo le grité porque estaba alterado por culpa de Daniel — me excusé — pero ella no estaba así por eso.
—¿Entonces? — la voz de Alex era muy seria.
Ya me imaginaba lo que estaba pensando, su mente maquiavélica debía sospechar de alguna extraña relación entre mi secretaria y yo.
—Estaba así por su novio, bueno — rectifiqué — por su ex novio, parece que pelearon y terminaron, por eso estaba tan sensible.
—¿Lucy ‘bomboncito’ está solterita? — Víctor sonrió — podría intentar algo con ella.
—Deja a Lucía por la paz — Daniel volvió a regañar a nuestro amigo — es una muchacha muy seria, no tendrías oportunidad.
—¿Tú qué sabes?, tengo buena suerte con las chicas…
Yo sonreí, me sentía mucho mejor, las cosas parecían haberse calmado y agradecía que Daniel hubiera cambiado de tema, aún y que con ello, termináramos hablando de mi secretaria y las relaciones fugaces de Víctor. El tiempo pasó con rapidez sin darnos cuenta, mientras platicábamos, el timbre sonó. Los cuatro nos pusimos de pie; Daniel se asomó por la ventana, moviendo la cortina.
—Es Luís — anunció.
—Alex… — mi mano se movió instintivamente, jalando su manga — ve a la habitación de esta planta.
—No, quiero que diga frente a mí que lo mandé golpear.
—Ve a la habitación — repetí — espera a que te avise y vuelves — volví a hablar con seriedad — no quiero que empieces a discutir, Daniel, Víctor y yo, tenemos que arreglar esto primero.
El timbre volvió a sonar. La vista de Alex estaba puesta en mis ojos y yo no desviaba mi mirada; no iba a ser yo quien se rindiera, mis amigos estaban ahí y Alex podía volver a pelearse con Luís, apenas cruzara la puerta.
—Hay que abrirle… — Daniel interrumpió, notaba que el ambiente entre nosotros estaba tenso.
—Está bien… — Alejandro cedió, pero antes de hacer algo más, me sujetó por los hombros acercándome a él, una de sus manos me atrapó del rostro y me besó de forma posesiva.
Sentí que ardía mi cara por la vergüenza, pero no pude decir nada; Alejandro dio media vuelta y con pasos largos, se dirigió a la habitación. Cuando giré mi rostro, Víctor y Daniel tenían un gesto de susto y asombro, además, también se habían puesto rojos.
—Daniel… — llamé a mi amigo para sacarlo de su estupor — ve a abrirle a Luís.
—S… Sí… — asintió, agarró las llaves y salió de la casa.
—¿Por qué no fuiste tú? — Víctor levantó una ceja.
—Necesito… tomar aire… — mi voz era nerviosa.
—¿Siempre te da ese tipo de besos? — indagó con picardía.
—¿Por qué preguntas?
—Es que, es muy efusivo, hasta se antoja probar — me guiño un ojo.
—¡Cállate! — dije avergonzado y me tumbé en el sillón de una plaza, pasando la mano por mi frente.
Momentos después, Daniel y Luís entraban por la puerta principal. Daniel evitó que mis hijos los siguieran, pues Luís andaba con una férula en su pierna y su brazo estaba enyesado, eso sin contar el golpe en la cara.
—Buenas noches — dijo con seriedad, pero no me dirigió la mirada.
—Buenas noches — respondí.
Víctor sólo hizo una mueca de molestia.
Luís tomó asiento en medio del sillón de tres plazas, aún con la vista en el piso; Daniel se sentó a un lado y Víctor se quedó en el sillón de dos plazas. Todos guardamos silencio por un momento.
—¿Estas bien? — intenté romper el hielo.
—Sí… — respondió y trató de verme por un instante, pero nuevamente desvió la mirada — y, ¿tú?
—Mejor que tú, al parecer — me incliné hacia enfrente y suspiré — Daniel y Víctor me comentaron que, estuviste en el hospital… — lo observé con seriedad, Luís no dijo nada — les dijiste que Alejandro te mandó golpear…
—¡No vine a hablar de eso! — intentó evadir el tema con rapidez — sino para hablar de ti y de lo que ese hombre te obliga a hacer…
—Alejandro no me obliga a hacer nada — mi voz aún estaba tranquila — lo que me hace, es bajo mi consentimiento, además me gusta y a diferencia de alguien más — hice énfasis en esa oración — no me lastima…
Luís giró el rostro y su mirar se posó en mí. La ira se reflejaba en su gesto, pero estaba mezclada con algo más, algo que me sorprendió darme cuenta, por primera vez en años; estaba celoso.
—Luís… — suspiré — le mentiste a Daniel y a Víctor.
—¡No les mentí!
—¡Les dijiste que Alejandro me violó y eso no es cierto! — levanté mi voz — ¡lo sabes muy bien!
—¿Me vas a decir que te gusta ser su puta?
Iba a contestarle pero Víctor lo hizo antes.
—¡Tú no tienes derecho a insultar a Erick!
—Y, por lo que veo — Daniel prosiguió — el único que lo llama de esa manera tan ofensiva, eres tú.
Luís los observó con asombro, su mueca de desconcierto le producía un leve temblor en el labio inferior — pero… — negó — ¡ustedes no entienden!
—Cierto, hay cosas que no entendemos… — Daniel se movió tomando mi computadora para colocarla frente a Luís, reproduciendo de nuevo el video — por eso necesitamos una buena explicación sobre esto.
La grabación empezó y todos nos quedamos en silencio. El rostro de Luís pasó por todos los matices durante el tiempo de la grabación; desde el susto, la ira, el arrepentimiento, hasta incluso, la vergüenza.
—Dijiste que Alejandro golpeaba a Erick — Daniel lo observó con seriedad cuando el video terminó — dijiste que tenías miedo de que le hiciera daño, cuando fuiste tú quien lo hirió.
—No es cierto — negó — es… es falso…
—¡Maldito cabrón! — Víctor se puso de pie para ir a golpearlo, pero lo detuve con rapidez.
—¡Víctor! — grité — te dije que no quería pleitos en mi casa.
Mi amigo apretó los puños, respiró hondamente y volvió a sentarse.
—Luís… — me giré para ponerme frente a él — ¡mírame! — ordené al notar que no se atrevía a verme a la cara.
Luís levantó el rostro pero sus ojos no estaban posados en mí, aun así, era suficiente para poder hablar — como amigos, como hombre, atrévete a desmentirme si puedes — señalé mi computadora — ¿es falso ese video?
Se quedó en silencio y bajó el rostro de nuevo.
—Responde — Daniel presionó.
—Como camaradas — Víctor habló más calmadamente — solo tienes que decir la ‘neta’.
—No…
—¿No qué? — insistió Daniel.
—No es falso — respiró profundamente y lo aceptó — yo golpee a Erick, yo quise poseer a Erick, pero no quería lastimarlo… lo quiero, lo quiero para mí, por eso lo hice, ¡porque me molesta que prefiera a ese imbécil!
Todos nos quedamos en silencio; yo mordí mi labio, debía ser duro para Luís admitirlo y para mí, era incómodo que nuevamente dijera que me quería, especialmente por la situación que enfrentábamos en ese momento.
—Pero yo no soy el malo aquí — volvió a hablar — Alejandro lo utiliza y lo manipula, lo vi el viernes y eso no es mentira, ¿no es así? — me observó con furia — solo es un maldito bastardo que se aprovecha de su posición, ¡por su culpa estoy así! — señaló su pierna y brazo — y te va a lastimar a ti también si no te alejas de él — sentenció.
—Luís — negué — eso…
—Al menos admites que es mi culpa…
Me quedé con la palabra en la boca, nuevamente alguien me interrumpía, alguien a quien le había dicho que no volviera hasta que lo llamara; Alejandro llegó lentamente, con su vista fija en Luís y su rostro tenía un gesto de ira contenida.
Luís apretó su puño y trató de ponerse de pie, pero no lo logró — ¡creí que no lo habías vuelto a ver! — me reprochó.
—Luís, yo…
—Eso no importa — Alex estaba serio — yo vine porque quiero que te atrevas a decir, en mi cara, que mandé a mis guardaespaldas a golpearte — movió sus manos apretando los puños y sus articulaciones tronaron.
Nuevamente el silencio invadió el lugar; Daniel y Víctor, en esa ocasión no presionaron para que Luís respondiera. Titubee un momento, quería calmar a Alejandro, pero me sería imposible; podía sentir su enojo, sin necesidad de ver su rostro.
—No es cierto… — respondió al fin.
—¡¿Qué no es cierto?! — la voz de Alex me hizo estremecer.
—No es cierto que fueron tus guaruras — especificó, pero Luís seguía cabizbajo.
—¿Quién te golpeo? — Daniel le preguntó, poniendo la mano en el hombro de Luís, pero, en un movimiento, fue rechazado.
—¡Alejandro me golpeo! — espetó con rabia levantando por fin el rostro — él me golpeo y me dejó así ¡¿eso querían que dijera?! ¡¿Qué me golpeo por haber tocado a Erick?! ¡¿Por haber tratado de recuperarlo?!
Víctor y Daniel desviaron la mirada, parecían avergonzados, pero estaba seguro que no era por ellos, sino por la actitud Luís.
Alex no dijo nada más, se giró hacia mí, aún con su rostro serio; temblé ante su mirada pero él cambió su semblante rápidamente, sonriéndome, puso sus manos en mis hombros y besó mi frente — aclarado el asunto, ¿cenamos? — preguntó afable — yo tengo hambre, no sé ustedes.
Mis amigos y yo nos quedamos boquiabiertos, la situación no estaba bien y Alex ya lo daba por terminado.
—Alex…
Pero él no me permitió hablar, acallando cualquier palabra que quería decirle, besándome en la boca. De nuevo sorprendió tanto a mis amigos cómo a mí; Luís apretó los parpados y giró el rostro; Daniel colocó una mano en su rostro para ocultar su sonrisa y algo de su sonrojo; Víctor por su parte, sonrió ampliamente sin quitarnos la vista de encima.
—Dijiste que querías que supieran la verdad — Alex habló tranquilo mientras se separaba de mi — ya la saben… — acarició mi mejilla con dulzura — no necesitamos decir nada más.
—¡Me encanta! — giré mi rostro al escuchar la voz de Víctor — Alejandro sabe lo que quiere — se puso de pie y caminó hasta nosotros ofreciéndole la mano a Alex — ‘bro’, mis respetos — Alex le estrechó la mano, aún confundido y Víctor lo abrazó — se nota que quieres a Erick y no te da pena admitirlo, así que, por mí, ni ‘bronca’ que anden juntos.
—¿Y quién te pidió permiso? — preguntó Alex levantando una ceja.
Víctor le intentó pasar el brazo por el hombro, pero al ver la dificultad, debido a la estatura, prefirió pasarlo por detrás de la espalda de Alejandro — mira ‘carnal’, nosotros — señaló a Daniel, a mí y a él mismo — incluyendo a ese idiota que está ahí sentado — indicó a Luís con su índice — somos cómo hermanos, así que, cómo en cualquier familia, le tienes que pedir permiso a los hermanos mayores para poder salir con el más chiquito, el cual, en este caso, es Erick.
Daniel entornó los ojos — Víctor, déjate de payasadas.
—¿Qué? ¿Tú no estás de acuerdo? — se alejó de Alejandro y caminó colocándose a un lado de Luís — y por cierto… — movió su mano con fuerza, para darle un golpe en la cabeza.
—¡¿Qué te pasa?!
—¿Todavía preguntas, ‘animal’? — Víctor lo miró con enojo — no solo nos mentiste a Daniel y a mí, que eso se puede pasar, pero que le hicieras eso a Erick, ¡no tiene madre!
—Víctor tiene razón, Luís — Daniel suspiró — tienes que disculparte.
El silencio incómodo volvió, obviamente las cosas no estaban bien aún. Moví mi mano y jalé la manga de Alex; él giró el rostro para verme, no dije nada, solo lo observé con un tinte de súplica. Él entendió mi indirecta rápidamente.
—Daniel, Víctor — llamó a mis amigos — vamos a la cocina, a ver que dejó la señora Josefina para poder cenar — hizo un ademán y dio media vuelta.
—Pero aún no se disculpa… — Víctor no parecía entender la situación.
Daniel se puso de pie con rapidez y lo sujetó del brazo, jalándolo con fuerza, para que nos dejara a Luís y a mí, a solas.
El barullo empezó en el comedor y la cocina; yo me froté las manos, a pesar de tenerlas frías, estaba sudando, así que las limpie en mi pantalón. Caminé y quité mi computadora de la mesita para sentarme ahí, frente a Luís, quien tenía el rostro hacia abajo; recargué mis codos en mis piernas y suspiré.
—Luís…
—¿Tanto lo amas que, preferiste dejarme en mal a mí, a ponerlo a él en evidencia?
Respiré hondamente y negué — Luís, yo no te dejé en mal… solo aclaré la situación… — aseguré con calma.
—Erick… — levantó el rostro y sus ojos estaban vidriosos — yo te quiero, ¡te quiero para mí! — su voz era necesitada — te quiero como nadie te va a querer, ¡ni siquiera Alejandro!
Mordí mi labio inferior — Luís, no dudo que me quieras, yo también te quiero, pero lo que siento por Alejandro y… — una risilla nerviosa escapó de mis labios — estoy seguro que, lo que él siente por mí, es más que eso…
—¿Amor? — preguntó con amargura — en ese caso, yo puedo amarte aún más.
—Luís… — miré al techo, iba a ser una plática muy larga si quería explicarle y no tenía tiempo, así que debía decirle solo lo importante — hace muchos años, conocí a Alejandro, estaba a finales de secundaria y pasamos juntos a la preparatoria… poco a poco me enamoré de él, a pesar de que no estaba seguro de lo que sentía, porque ambos éramos hombres… por mi familia… por lo que tú quieras…— moví mis manos nerviosamente — pero, por cuestiones del destino, nos alejamos y yo me casé con Vicky…
—Pero nunca la amaste — aseguró.
—No, no pude — suspiré apenado.
—Pero te diste una oportunidad con ella, ¿por qué no me la das a mí? — su mano se movió buscando las mías.
Acaricie con ternura su mano — porque pasaría lo mismo, a Vicky no la pude amar, porque a pesar de todo, en mi mente y mi corazón, siempre estuvo Alejandro — confesé — si tú me hubieras pedido una oportunidad, yo no hubiera podido amarte — dije con pesar.
—¡¿Cómo lo sabes?! — preguntó con desespero — es sólo una obsesión, estás atado a una idea, es todo.
—No es solo una idea — sonreí — han pasado casi quince años desde que nos separamos y sigo amándolo tanto o más, que la primera vez… eso no es solo una idea Luís, no lo es…
—¿Por qué, Erick? — una lagrima rodó por su mejilla — ¿Por qué no puedes intentar amarme? Si no te importa que él sea hombre, significa que tampoco eso es un impedimento para nosotros…
Moví mi mano para limpiar su rostro — porque a ti te veo como un amigo, como un hermano, no puedo amarte como esperas — él movió su rostro y besó mi mano, que aún limpiaba las demás lágrimas que caían — lo siento Luís… — alejé mi mano con lentitud — te quiero, sí, pero solo puedo ser tu amigo…
Se quedó en silencio, no dijo más y yo tampoco quise hacer más honda la herida; así estuvimos por algunos minutos.
—Lo siento… — dijo al fin con media sonrisa dibujada en su rostro y limpiándose las lágrimas — lamento haberte golpeado, no quería lastimarte, jamás ha sido mi intención y… me sentí muy mal cuando me di cuenta lo que había hecho…
—Está bien — me alcé de hombros — no me dolió tanto, en serio — sonreí para que viera que no le daba importancia — yo… — titubee — en verdad lamento lo que Alex te hizo y…
—No — negó — me lo merecía — aseguró — él quería desquitarse porque te lastimé… yo hubiera hecho lo mismo.
Sus palabras me hicieron sonreír débilmente — tal vez… — suspiré — tienen reacciones muy similares, creo que, pudieron ser buenos amigos si no hubiera sido por esta situación.
—¿Tú crees?
—Por supuesto, ambos son tercos, obstinados, mandones, orgullosos, rencorosos… ¡Ah!, un sinfín de defectos — reí.
Luís también rió, pero rápidamente pasó la mano por su estómago, quejándose.
—¿Estás bien? — pregunté preocupado.
—Sí — asintió — lo que pasa es que, tu novio pega cómo ‘patada de mula’.
El calor subió a mi rostro; no había dicho que Alex y yo fuéramos novios, pero debía admitir que se sentía bien que alguien más lo aceptara con tanta facilidad, especialmente Luís.
—¿Me invitas a cenar hoy?
—¡Claro! — asentí — sabes que eres bienvenido a mi casa, siempre — me puse de pie y le ofrecí la mano para ayudarlo a incorporarse.
Caminamos juntos al comedor, Alejandro estaba al otro lado de la barra, frente a la estufa, era quien se encargaba de la comida; mientras, Víctor hurgaba en el refrigerador y Daniel estaba sentado en uno de los banquillos de la barra comiéndose un pan.
—¿Aun no está la cena? — pregunte levantando la voz.
—Pues, la verdad, no — respondió Daniel.
—Creo que Alex quemó la comida — Víctor bromeó antes de morder una manzana.
—No es cierto — se defendió — ni siquiera se ha calentado bien y créeme, desde que aprendí a ‘sobrevivir’, haciendo o calentando mi alimento, por si era necesario en caso de emergencia, nada me ha salido mal…
Luís se quedó de pie, a un lado de la mesa.
—Siéntate — sonreí moviendo una silla para él.
—Antes — levanto la voz — quiero disculparme.
—Ya te estabas tardando — la voz de Víctor apenas se escuchó, traía un trozo de manzana en la boca.
—Traga primero, antes de hablar — Daniel lo regaño y después giró el rostro hacia Luís — si Erick te disculpa, yo no tengo nada que decir — se alzó de hombros — a veces hacemos estupideces, pero, si lo vuelves a hacer…
—Alejandro te vuelve a golpear — terminó Víctor con una amplia sonrisa.
—Eso ya lo sabe, se lo dije ayer — Alex se alejó de la estufa y caminó hasta ponerse tras de mí, pasó su mano por mi cintura y me abrazó, obligándome a recargar mi espalda en su pecho, mientras yo me estremecía — solo debo dejarte en claro que, Erick es mío — su voz era grave — y no permitiré que me lo quiten — dijo con total seriedad y sin un ápice de duda — y también, lamento haberte golpeado tan fuerte pero, comprenderás que estaba molesto.
—Ya lo sé, no te preocupes — Luís sonrió — puede contar como un pleito entre amigos… pero te advierto, si tú le haces algo a Erick, buscaré la manera de desquitarme por él — aseguró y extendió la mano para Alex.
Alex sonrió y aceptó el saludo, estrechando la mano de Luís. Eso era suficiente para mí, habían quedado en buenos términos y quizá, en el futuro, serían buenos amigos.
—Tenemos un nuevo miembro en la ‘party’ — Víctor se acercó y abrazó a Luís — ahora ya podemos jugar en línea sin necesidad de meter a un desconocido en el equipo.
Daniel se acercó también — por primera vez estoy de acuerdo contigo — dijo para Víctor — pero, antes de pensar en jugar, hay que comer, al menos yo, sí tengo hambre.
Alex besó mi mejilla y se alejó, yendo nuevamente a la cocina; los demás, nos sentamos a la mesa. La cafetera sonó en ese preciso instante; sonreí al ver que Alex me servía agua en una taza y la llevaba a dónde me había sentado.
—¿Quieres que te ayude? — pregunté al ver que volvía a la cocina.
—No, no te preocupes.
—Yo lo ayudo — Víctor se puso de pie y fue a la cocina también.
Daniel observó a Luís y sonrió — ¿ya estás más tranquilo?
—Algo… — se alzó de hombros — aun me duele, pero estaré bien, no hay nada que hacer, solo es necesario dejar pasar el tiempo, para que sanen las heridas…
Estaba preparando mi café, no entendí a que se referían exactamente con esa conversación, ya que se me hizo un tanto ambigua, pero, preferí creer que era por sus heridas físicas.
Momentos después, la cena fue servida; la plática de sobremesa estuvo muy amena, por las locuras de Víctor principalmente. Luís preguntó cuánto debía en el hospital, pues no le entregaron la factura pero, Alejandro no quiso decirle.
Después de cenar, mis amigos se retiraron, me despedí de ellos en la puerta de la casa, no necesitaba salir al exterior; Alejandro y yo estábamos a solas y él, ya había apagado las luces de la cocina y el comedor.
—¿Mejor? — preguntó mientras me abrazaba por detrás y mordisqueaba mi oreja.
—¿De qué?
—Quedé en buenos términos con tus amigos — lamió mi oreja — ¿no era eso lo que querías?
—Sí — suspiré — pero no me hiciste caso cuando te dije que no volvieras a la sala — reproché.
Alejandro me hizo girar, me apresó entre sus brazos y lamió mis labios con una sonrisa divertida — te dije que no íbamos a cambiar papeles, yo ordeno, tu obedeces — rozó mi mejilla con su nariz — tu pides y yo… a veces te complazco.
—Eso no me gusta…
—No importa, así es nuestra relación.
Alex depositó un beso suave en mis labios y me guió a la sala, después de apagar las luces de la misma; lo único que quedó encendido, fueron la chimenea y las luces navideñas.
—Debo alimentar a mis hijos, para ir a la habitación…
Alejandro se sentó en el sillón de tres plazas y me dejó de pie, frente a él — ya los alimenté… — sonrió y desabrochó mi pantalón, bajándolo junto a mi ropa interior — ahora, merezco un premio.
Levantó mi camiseta y con sus manos acarició mi sexo, logrando arrancar un gemido de mis labios.
—¿Pediste el día de mañana? — preguntó y pasó su lengua por la punta de mi pene.
Mis manos fueron a su cabeza, enredando mis dedos en su cabello y ahogando un grito.
—Sí… — respondí — Alex… — mordí mi labio — vamos a la cama…
—No — siguió pasando su lengua por mi sexo, el cual empezó a despertar, tanto por las caricias húmedas, cómo por los suaves roces de sus manos — aún no.
Cuando mi pene estuvo duro, Alejandro se incorporó, me quitó la camiseta con rapidez, dejándome completamente desnudo; sólo la esclava que él me había regalado adornaba mi cuerpo, las piedras brillaron ante la iluminación del fuego y las luces intermitentes. Alex acarició mi pecho con sus dedos y después, me recostó en el sillón; se acomodó entre mis piernas y de un solo movimiento, albergó mi miembro en su boca. Gemí y me removí inquieto, él seguía lamiendo y succionando, sus manos acariciaban mis piernas y una de ellas estimulaba mis testículos.
—¡Alex! — mis ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Te gusta? — preguntó besando mis muslos.
—Sí, me gusta…
—Todo el día tuve ganas de ti, ‘conejo’… estuve a punto de masturbarme con tus videos — su mano buscó camino para acomodarse entre mis nalgas y uno de sus dedos, palpó mi entrada de manera insistente — pero, preferí esperar, porque es mejor hacerlo contigo…
Sus labios se abrieron y de nuevo, la humedad me estremeció, la tibieza de su boca me hizo suspirar y hundir mi cuerpo en el sillón; él succionaba insistente, su lengua se movía jugueteando en la punta de mi pene y cuando lo introducía completamente en su boca, mi mente se ponía en blanco. Su dedo entró en mí cuando menos lo esperé, se movía con lentitud, acariciando mi interior; no tardó mucho en rozar y estimular el lugar adecuado. Los espasmos no se hicieron esperar, mi piel se erizó y los escalofríos recorrieron mi columna.
—Alex, Alex, ¡Alex! — lloré, grité y me aferré a sus hombros, apretando la camiseta que él aún portaba.
Mi pene palpitó y libere mi semilla en su boca. Alejandro se quedó ahí, esperando a que terminara; su lengua seguía moviéndose y al final, se alejó de mi sexo, retirando su dedo de mi interior. Se acercó a mi rostro y me besó, depositando todo el semen recolectado, mezclado con su saliva, en mi boca; su lengua se enredó con la mía de forma juguetona y después se alejó.
—Traga — ordenó al ver que yo aún tenía ese líquido pegajosoen mi boca.
Pasé el trago y relamí mis labios. Estaba cansado por mi reciente orgasmo, pero mantuve mis ojos abiertos, observando a Alejandro contra la luz de la chimenea; él se puso de pie para quitarse la ropa de una forma tan lenta, tan sensual, que me obligó a respirar con agitación y relamer mis labios con deseo, especialmente al ver su sexo erecto en todo su esplendor.
Me sujetó de la mano y me incorporó, dejándome sentado en una orilla del sillón. Él por su parte, se recostó del otro lado con la espalda en el descansabrazos y las piernas abiertas; una pierna, descansando en el respaldo del sillón y la otra colgando por la orilla del asiento. Yo estaba ahí, sentado, embelesado, en medio de esas largas y perfectas extremidades, debido al ejercicio que Alejandro hacía.
—Tu turno, ‘conejo’ — sonrió y sus ojos brillaron con la luz del fuego.
Asentí y me moví hasta dejar mi rostro cerca de su entrepierna; pasé la lengua por mis labios para humedecerlos y abrí lo más grande que pude, para dejarlo pasar sin problemas.
A diferencia de Alejandro, yo no podía albergar todo su sexo en mi boca y cuando llegaba hasta mi garganta, me ahogaba con rapidez. Terminé tosiendo un par de veces, hasta que él me tomó por mi cabello con una mano y la otra, bajó recorriendo mi barbilla.
—Relájate… — indicó con voz ronca, acariciando mi cuello.
Entendí que lo que quería que relajara, era mi garganta, así que lo intenté; en pocos segundos, su miembro llegó más profundo.
—Eso pequeño, así como ayer — la voz de Alejandro era divertida y a la vez, tenía un tinte de placer en ella.
Alex me manejó a su antojo, logrando que varias lágrimas escaparan de mis ojos al ahogarme, pero no me permitió alejarme de su sexo. Después de largo rato, sentí más fuerza en el agarre de mi cabello; Alejandro hizo el rostro hacia atrás y el palpitar en el interior de mi boca me hizo estremecer. El líquido caliente y pegajoso inundó mi boca, tuve que tragarlo al instante para no ahogarme, pero lo que no pude tragar, escurrió por la comisura de mis labios, mezclado con mi saliva.
Alex por fin me alejó de su sexo y sonrió; sin soltarme, me movió hasta que quedé cerca de su rostro y lamió los restos de su semilla, aquella que había resbalado por mi mentón, limpiando concienzudamente mi piel.
—Me gustó — susurró después de depositar un beso en mis labios y finalmente, me abrazó.
Sonreí complacido — a mí también — dije con ilusión, después me recosté sobre su pecho y suspiré cansado — es tarde — mencioné mientras jugueteaba con uno de sus pezones.
Alex acarició mi espalda y besó mi cabello de forma insistente — sí, lo es… hay que descansar, mañana será un largo día.
—¿Qué haremos mañana?
—Es una sorpresa — su mano levantó mi rostro para poder besar mis labios de forma suave — pero, sé que te gustará.
Después de eso, descansamos unos minutos antes de ir a dormir.
* * *
- - - - -
La alarma del despertador sonó. Moví mi mano para apagarlo; cuando apreté el botón, una mano suave se posó sobre la mía y la volvió a introducir bajo las cobijas.
—No vayas hoy… — la voz de Alejandro estaba algo apagada, su brazo libre me abrazó con fuerza por la cintura y hundió su rostro en mi cabello.
Sonreí levemente, no hice nada para alejarme — sabes que tengo que ir… — susurré — no puedo faltar, debo entregar mis reportes.
—Hace frío, nevó toda la noche — besó mi nuca y bajó un poco hacia mi espalda — ve más tarde.
—Más tarde habrá tráfico y no podré llegar a tiempo.
—Todas esas excusas, suenan a que no quieres estar conmigo — reprochó con seriedad.
—No es eso — me giré para acariciar su rostro, no quería que pensara eso, así que deseaba condescender con él — hagamos un trato, hoy voy a trabajo, pero pido el día de mañana y hacemos lo que tú quieras.
—¿Estás seguro? — su voz sonó diferente, con emoción.
—Sí — busqué sus labios con mis dedos — Azucena no me niega los permisos…
—¿Azucena?
—La jefa de recursos humanos — acerqué mi rostro al de él, después de encontrar sus labios con mis manos y deposité un beso suave — te aseguro que no me negará el permiso.
—Entonces, prepararé algo especial para mañana.
Volví a besar a Alex — harémos lo que tú quieras — repetí y después me puse de pié, encendiendo la lámpara del buró.
Fui con rapidez al baño, iniciando mi rutina matutina. Me bañé, peiné, rasuré, cambié y me lavé los dientes; lo único diferente fue que, me coloqué la esclava que Alejandro me había regalado. Salí del baño, Alex ya estaba sentado en el colchón; sonrió y se incorporó, acariciando mi rostro.
—Me fascina ser el primero en verte cada mañana — susurró contra mis labios antes de besarme.
Correspondí al beso y suspiré — ¿me acompañas a desayunar? — mi mano se movió a acariciar el cabello de Alex con delicadeza.
—Sí — lamió mi labio inferior con lascivia — vamos…
Me sujetó de la mano y bajamos las escaleras, él encendió las luces del comedor y ambos fuimos a la cocina. Yo me serví un plato con cereal y leche; Alejandro buscó algo más para su desayuno.
—Alex — lo observé desde la barra desayunadora — ¿cuándo podré volver a usar mi automóvil?
Alejandro se giró, traía un par de huevos en la mano y en la otra, un recipiente con algo de carne picada — no lo sé, tal vez cuando te consiga un chofer — dijo sin mucho interés — y un guardaespaldas personal.
—¿Un chofer y un guardaespaldas? — fruncí el ceño intrigado — ¿a qué te refieres con eso?
—Necesitas quién maneje y quién te cuide — dejó las cosas a un lado de la estufa y buscó un sartén — me gustaría que te cuidara alguien responsable, tal vez Agustín o Miguel… ¿te cae bien Miguel no es así?
—Alex, ¡no quiero!
—¿Por qué? — preguntó de espaldas a mí, encendiendo la estufa — si no te agrada Miguel, ¿qué tal Agustín? Había pensado en él desde un principio…
—Ninguno, no quiero ni guardaespaldas, ni chofer — agregué con seriedad.
—Erick, — empezó a cocinar su desayuno — no voy a dejar que andes solo de nuevo.
—¿Por qué no? — había dejado de comer mi cereal, se me había pasado el poco apetito que tenía — quiero tener una vida normal, Alex, tranquila y ni siquiera en mi casa puedo actuar como si nada, sabiendo que tienes cámaras y micrófonos por todos lados.
—No es en todos lados, los baños están libres, aunque… — estaba revolviendo los huevos con la carne — tal vez deba poner unos en tu regadera y jacuzzi, me vendrían muy bien unos videos de ti, cuando te bañas.
Mi rostro ardió ante su comentario; moví mi mano, agarré con rapidez un pan, del recipiente que estaba cerca de mí y se lo lancé directamente a la cabeza. El pan rebotó cayendo al suelo y Alex se inclinó a recogerlo.
—¿Sabes que hay niños muriendo de hambre en casi todo el mundo? Y tú aquí, desperdiciando el pan — me miró de soslayo con una sonrisa divertida.
—Idiota… — susurré y llevé otra cucharada de cereal a mi boca, ahora tendría que acabármelo, me entró el remordimiento con lo que dijo y no iba a desperdiciar mi desayuno.
Momentos después Alejandro se sentó en la barra, frente a mí, con su desayuno ya preparado.
—¿Qué es lo que te molesta, ‘conejo’? — preguntó sin siquiera verme a los ojos.
—¡¿Todavía lo preguntas?! — mi voz denotaba mi enojo — quieres que haga las cosas cómo tú quieres, ¡no me das mi libertad! ¿Qué soy para ti Alex? ¿Tu mascota? ¿Tu juguete? ¿Un objeto de colección? O quizá, ¿algo que te está dando diversión mientras estás en esta ciudad? — pregunté con algo de ansiedad — porque no encuentro otra razón por la cual, me tengas observado las veinticuatro horas del día y además, no me permitas salir solo.
Alejandro tenía el rostro inclinado, pero aun así, su vista se clavó en mí; traté de sostenerle la mirada pero, segundos después, tuve que girar mi rostro para dejar de verlo, ya que me cohibía demasiado cuando me miraba de esa manera.
—Puedes ser mi mascota, mi juguete, también un objeto de colección — movió su mano y me tomó por el mentón — pero no eres solo para mi diversión mientras estoy aquí… realmente te amo, Erick, me preocupa que te pueda pasar algo, es todo.
—¿Qué puede pasarme? — un suspiro de cansancio escapó de mi boca, no podía entender por qué tanta preocupación.
—Lo que te paso el lunes pasado, por ejemplo — la mano de Alex me obligo a verlo a los ojos — Erick — susurró — tuve miedo de perderte… acababa de encontrarte y una mujer pudo haberte matado, pudo alejarte de mí de nuevo y para siempre, no quiero pasar por eso otra vez.
Acaricié su mano con la mía y sonreí tratando de confortarlo — no va a pasarme nada — besé la palma de su mano — además, ¿quién querría hacerme daño? No soy alguien importante cómo tú y con tantos guaruras a mi lado, la gente puede pensar que sí lo soy, en todo caso, eso sí me pondría en apuros.
—Está bien — Alex retiró su mano y sonrió cansadamente — retiraré mis guaruras, pero al menos, permite que un chofer te lleve, ¿de acuerdo?
—Alex… — apreté mi mandíbula y fruncí el ceño.
—No tiene que ser un guarura — agregó — sólo alguien que te lleve mientras trabajas, después, no tendrás que alejarte de casa todos los días…
—¿Mientras trabajas? — levante una ceja — ¿a qué te refieres con, ‘mientras trabajas’?
—Bueno, habíamos quedado en que renunciarías para irte conmigo, así que no tendrás que trabajar de nuevo — llevó algo de comida a su boca y sonrió.
Abrí mis ojos asustado, mi cabeza se movió ligeramente a los lados; yo no había dicho que sí, había dicho que lo pensaría.
—Alex… — titubee — yo, no… es que…
—¿Qué? — pregunto con seriedad.
—Alex, yo no sé si pueda o deba ir contigo… mi trabajo es…
—Si no quieres ir conmigo, te raptaré — aseguró — así que, mejor ve pensando en dejar en buenos términos tu empleo — su voz era tranquila, pero no aceptaría objeción de mi parte, era notorio — tienes hasta después de tu cumpleaños.
Sentí que el color me abandonaba; Alejandro estaba hablando en serio.
—Deberías apresurarte — la voz de Alex me sacó de mi desconcierto — se te hará tarde — sonrió — hoy te llevarán y mañana, si gustas, podemos conseguirte un chofer.
—S… sí… — respondí, aunque mi rostro se movía hacia los lados, negando, estaba confundido.
Me puse de pie y subí las escaleras. Cuando llegué al baño, me quedé un momento frente al lavabo, sosteniéndome de él, viéndome en el espejo, estaba blanco, cómo una hoja; pasé una de mis manos por mi rostro, estaba fría y aun así, sentí que mi rostro estaba más frío aún.
Tenía que pensar, Alejandro no me daría opción de quedarme; en verdad, quería que me fuera con él, que lleváramos una vida juntos. Y aunque en el fondo, me hacía ilusión, tendría que pensarlo muy bien. Negué nuevamente y me propuse lavar mis dientes para irme, no era el momento de llenar mi mente con esas cuestiones.
Bajé a la planta baja momentos después, ya con mi gabardina, bufanda y guantes puestos; las luces navideñas estaban apagadas, mis hijos estaban dentro de la casa, la chimenea encendida y Alex estaba viendo las noticias en la televisión. Pirata, Tobi y Jack corrieron conmigo cuándo estaba descendiendo el último escalón, lo cual logró que Alex girara el rostro para verme, movió su mano para apartar su cabello y pude notar que traía sus lentes puestos.
Esa visión de Alejandro como siempre, me hizo suspirar, pero traté de reponerme poniendo atención a mis hijos; Nila y Luna llegaron después, buscando mi atención.
Caminé a la sala y Alex se levantó del sillón, acercándose hasta mí con una sonrisa de suficiencia.
—Agustín y alguien más te llevarán hoy — pasó sus manos por mi espalda con lentitud — mañana buscaremos un chofer, ¿de acuerdo?
—Sí… — sonreí nerviosamente.
—Hoy tengo qué atender unos negocios — prosiguió mientras acercaba su rostro al mío, depositando besos en una de mis mejillas — trataré de llegar antes que tú, pero no puedo asegurar nada — dijo con un dejo de fastidio.
—Está bien… — mi piel se erizo, pues Alex había bajado a mi cuello y estaba mordiendo insistente.
—Cuídate… — susurró contra mi oído.
Un gemido escapó de mis labios y mis piernas temblaron ante el escalofrío que recorrió mi espalda; Alejandro sonrió complacido por mi reacción.
—Si quieres, puedo hacerte feliz antes de que vayas a trabajar — su tono seductor provocó que mi cuerpo ardiera.
—¡No! — negué con rapidez — tengo que irme ya.
Me alejé de sus brazos para no caer en tentaciones, tomé mi maletín y abrí la puerta; la ráfaga de viento frío que entró desde el exterior, me bajó la calentura en ‘un dos por tres’. Mi patio estaba completamente nevado, lo único limpio era la calle y muy seguramente, había sido por alguna barredora que había pasado en la madrugada.
—Nos vemos en la tarde — dije para Alejandro y cerré la puerta después que él hizo un ademán con su mano, para despedirse.
Cuando estaba abriendo la puerta del patio, de uno de los automóviles estacionados en la calle, bajó Agustín con otra persona.
—Buenos días, señor Erick — sonrió, a pesar de que se notaba que tenía frío.
—Buenos días — respondí con una sonrisa también, mientras él me abría la puerta para entrar al automóvil.
Después de que subí al auto, los dos hombres se subieron con rapidez — ¿a su trabajo? — preguntó Agustín mientras se frotaba ambas manos con insistencia.
—Sí, por favor…
* * *
El camino fue algo largo y el tiempo pasó lento; aunque no había tráfico, en algunas calles nos encontramos a las barredoras que pasaban limpiando, por lo que debíamos ir despacio. Aun así, llegué a mi trabajo con suficiente tiempo; lo primero que hice fue recibir los datos de EUA, mientras tomaba un café.
A la hora de entrada del personal, nuevamente hubo faltas en mis subordinados; era normal, las nevadas provocaban que no pudieran acudir, ya que nos encontrábamos a las afueras de la ciudad, así que Lucía tuvo que hacer un reporte de los faltantes, pues debíamos entregar el documento para que les justificaran su inasistencia por cuestiones de clima, aunque parecía andar muy distraída, pues tuve que darle indicaciones un par de veces de lo mismo. Antes de que avanzara la mañana, le comenté que me negara ante las llamadas del abogado de Melissa; Alejandro no quería que lo viera y después de saber que habían tenido algo que ver, yo tampoco tenía muchas ganas de conocerlo en persona.
Casi a medio día, fui a ver a Azucena, ella me recibió amable, aunque no se encontraba muy bien de salud, parecía tener gripa y apenas si podía hablar; le pedí el siguiente día libre y cómo siempre, me dio el permiso de inmediato; ni siquiera tuve que usar la mentira que había preparado en caso de que me lo negara. La única falsedad que tuve que decir, fue la que le di a Alejandro el día anterior, porque me preguntó sobre mi labio lastimado; no dudó en mi historia, ya que, al saber que mis hijos eran nuevas mascotas, dio por hecho que aún no estaban bien educados.
Cuando regresé a mi oficina, Lucía me recibió de pie.
—Tiene visita, ingeniero.
—¿Visita? — me sobresalté al pensar que era el licenciado de Melissa — ¿quién es?
—El señor Daniel Rocha.
Dejé salir el aire más tranquilo — gracias… — sonreí y entré a mi oficina — ¡buenos días! — saludé afable y me acerqué a Daniel, quién se puso de pie.
Su semblante era serio y parecía molesto.
—Buenos días… — respondió de forma tan grave que me preocupó.
—¿Pasa algo?
—Yo esperaba que no pasara nada — comentó — pero al ver tu labio, creo que sí pasó algo.
Pasé mi mano por mi labio y suspiré cansado — Daniel — mi voz era calmada mientras iba a mi silla — hay una explicación para esto y no sé si pueda dártela.
—¿Qué? — la ira se reflejaba en su voz — ¿Acaso Alejandro te mandó golpear a ti también?
Me sobresalté al escuchar esas palabras — ¿de qué hablas?
—¿De qué hablo? — levantó una ceja — desde ayer Luís estuvo en el hospital por culpa de Alejandro, ¿sabías que lo mandó golpear?
—¿Qué Alejandro hizo qué cosa? — estaba desconcertado ante las palabras de mi amigo.
—De seguro no te enteraste, pues ni Víctor, ni yo, lo supimos hasta hoy en la mañana, cuando nos marcaron del hospital para ir por él.
—Daniel… — no sabía qué decirle, pero principalmente no entendía sus palabras — antes que nada, ¿por qué dices que Alejandro mandó golpear a Luís?
—Luís nos lo dijo, a Víctor y a mí, hace un rato, desde la cama del hospital
—¡¿Les dijo eso?!
—¡¿Lo sabías, Erick?! — preguntó con sorpresa — no puedo creer que lo supieras y no hayas hecho nada.
—Espera, espera, espera… tiempo fuera… — moví mis manos frente a ambos para poner una pequeña pausa — no entiendo por qué Luís dijo que Alejandro lo mandó golpear, explícame por favor.
Daniel se puso de pie dando un golpe en mi escritorio — Luís nos dijo que, ayer, Alejandro mandó a sus guaruras a golpearlo y no quería que te buscáramos, porque tenía miedo que te hiciera daño a ti también.
—¿Eso dijo? — levante una ceja, sentía que la ira me estaba invadiendo.
—Sí, también dijo que Alejandro te usa para su satisfacción, que te usa cómo… cómo… — Daniel desvió la mirada posándola una ventana.
—¿Cómo qué? — pregunté poniéndome de pie y colocando mis manos en mi escritorio, recargándome en ellas, anticipando lo que posiblemente Luís les había dicho.
—Erick, eso no quiero repetirlo, a Víctor y a mí nos molestó la manera en la que te llamó, pero comprendimos que estaba enojado, ofuscado...
—¡Dilo! — ordené.
—¡Cómo una puta! — respondió molesto.
Ante su respuesta golpee mi escritorio con ambos puños, apreté mi mandíbula y posé mi vista en el piso mientras mi respiración se agitaba; no podía creer que Luís dijera semejantes palabras.
—Dijo que eres Amante de Alejandro — prosiguió mi amigo, aunque parecía dudar en sus propias palabras — y además, te usa y te lastima, que por eso lo mandó golpear, porque Luís se enteró de todo.
Levanté mi rostro al techo y gruñí al liberar el aire que había retenido; estaba contando hasta diez, para calmarme, pero en esa ocasión, me iba a ser difícil conseguirlo.
—No quería que Víctor o yo te buscáramos — prosiguió Daniel — Víctor quería ir a reclamarle a Alejandro, pero lo convencí de acompañar a Luís a su casa y dejarme hablar contigo, antes que cualquier cosa.
—¡Claro! — exclamé con molestia — Luís no quería que vinieran a verme, no por lo que Alejandro me pudiera hacer, ¡si no por lo que yo pudiera decir!
—Erick — el semblante de Daniel era de completo asombro — ¿en verdad lo estás defendiendo?
—¡Ah!, cierto — dije con sarcasmo — lo más seguro es que Luís te haya dicho que iba a defender a Alejandro, ¿no es así?
—Sí… — respondió mientras negaba incrédulo.
—Ese pinche pendejo, idiota, imbécil, ¡cabrón! — me dejé caer en el sillón y usé el intercomunicador — ¡Lucía! — grité — ¡tráeme un café sin azúcar!
Ni siquiera dejé que me respondiera y apagué el intercomunicador; respiré profundamente y traté de calmar, una vez más, mi enojo, por lo que tuve que guardar silencio, controlando mi respiración lo mejor que podía.
—¡¿Luís te dijo que Alejandro me golpeó?! — pregunté entre dientes, sin contener mi coraje.
—Sí — respondió — y no solo eso, dijo que te violó en plena fiesta el viernes, ¿es eso cierto, Erick?
—¡Por supuesto que no! — grité.
En ese momento la puerta de mi oficina sonó — ¡adelante! — mi voz era grave.
Lucía entró rápidamente, dejando el café en el escritorio — no me pases llamadas, ni permitas que entre alguien — ordené mientras apretaba mi puño cerca de mi boca — ¡¿entendido?!
—S… sí, señor — Lucía tembló cómo una hoja al viento y se retiró con rapidez.
Bebí un trago de mi café; odiaba el café amargo, pero necesitaba algo que me hiciera calmar el enojo que tenía y era la única manera que tenía a la mano. Daniel parecía haberse serenado ante mi reacción, después de todo, él siempre tomaba las cosas con calma; tomó asiento frente a mí y cruzó sus dedos frente a su rostro.
—Erick, necesito una explicación — dijo rompiendo el silencio — una que sea sincera.
Bebí de mi café nuevamente y lo miré enojado; los ojos castaños de Daniel me miraban con seriedad, esperaba una respuesta.
—Sí — dije sin más — soy amante de Alejandro… — Daniel iba a reclamar pero lo interrumpí — aun así, estos golpes no me los hizo él, si no Luís.
—¡¿Qué dices?! — su tono de voz era de auténtica incredulidad — no puedes pensar que voy a creerte, Luís sería incapaz de lastimarte, él te… — se mordió el labio y guardó silencio.
—¿Me quiere? — pregunté levantando una ceja — entonces, lo sabías, tal como dijo Alex… — aseguré y desvié mi vista, tomé otro trago de café para después, apretar mi mandíbula — ¿desde cuándo lo sabias?
Daniel desvió la vista nervioso — desde la universidad tuve mis sospechas, pero — se inclinó colocando sus codos en sus piernas — cuando te casaste con Vicky, se emborrachó y ‘soltó la sopa’ cuando lo llevé a su casa — contó — Víctor también lo escuchó, pero Víctor pensó que era porque estaba ebrio — confesó — aún en la actualidad, Víctor no lo cree del todo, a pesar de que Luís lo demuestra inconscientemente… pero, tú, ¿cómo te enteraste? — preguntó con calma.
—El sábado — negué — Luís fue a mi casa y ahí me enteré, también me golpeó — sonreí cansado — e intento… — contuve el aliento y dudé, pero era necesario decirlo — intentó violarme, si se puede decir de alguna manera.
—No te creo… — la voz de Daniel estaba apagada, no parecía procesar lo que le estaba diciendo.
—Por eso Alejandro lo golpeó…
—Lo mandó golpear — me corrigió con seguridad.
—No… — negué y coloqué la taza en mi escritorio — Alejandro golpeó a Luís, él solo — aseguré con total seriedad — fue una pelea uno contra uno.
—Erick… — Daniel respiró hondamente antes de proseguir — Luís estaba en el hospital, tiene la rótula desviada, el brazo y la muñeca rotos, un labio partido y tú, ¿me estás diciendo que Alejandro lo hizo solo? Es imposible de creer — negó nuevamente — Luís no es cualquier blandengue al que se pueda golpear con facilidad.
—Tienes razón… — descansé mis brazos en mi escritorio y me incliné hacia adelante — estás en todo tu derecho de no creerme, pues ni yo, que estuve presente en ese pleito, podía creerlo — fijé mi vista en Daniel — pero te aseguro que fue así, si Alejandro hubiera mandado golpear a Luís con sus hombres, yo no se lo hubiera perdonado, pese a todo, Luís es mi amigo.
—¿Cómo sé que no estás defendiendo a Alejandro? — desconfiaba, era obvio, pero aun así, me estaba dando el beneficio de la duda.
—Daniel… — traté de sonreír — no me creas si no quieres, que Alejandro golpeó a Luís — especifiqué — pero, tengo manera de demostrarte lo que Luís me hizo y por eso mismo, le voy a exigir que, delante de mí y de Alejandro, repita lo que les dijo a Víctor y a ti.
—No va a querer, ni siquiera quiere volver a verte.
—¿Por qué no querría volver a verme? — pregunté con molestia.
—Ya te lo dije — respondió seriamente — dice que tiene miedo que Alejandro te haga algo.
—Bien, entonces, si está tan seguro que Alejandro lo mandó golpear, cómo él dice, ¿por qué no lo denuncia?
—Por lo mismo — aseguró — tiene miedo que Alejandro te haga daño, por eso no quiere hacer nada.
—¡Eso es una estupidez! — me puse de pie enojado — no lo hace porque sabe que no es cierto y además, sabe que yo sé la verdad y lo desmentiría rápidamente.
—Erick, no quiero pensar que estas poniendo, por sobre la amistad de Luís, el deseo o lo que sea que tienes por Alejandro.
—Daniel… — entorné mis ojos y caminé hasta él — ni tú, ni Víctor, ni Luís, saben lo que siento por Alejandro, pero somos amigos y me conoces muy bien para entender, que nunca pondría algo tan banal como el ‘deseo’, si es que fuera sólo eso, ante nuestra amistad — suspiré cansado — ayer, cuando vi lo que Alejandro le hizo a Luís — clave mi vista directamente en los ojos de Daniel — sólo Alejandro — recalqué — me dolió mucho, de verdad… pero hoy, después de escuchar todo lo que dijo — apreté mis puños — ¡yo mismo quiero golpear a ese cabrón!
—Erick, quiero creerte — me sujetó del brazo — pero, las pruebas inclinan la balanza hacia Luís.
—Bien, no te pido que me creas ahora mismo — palmee su mano con la mía — sólo dame el beneficio de la duda y permite que hoy, en la noche, les demuestre que tengo la razón.
Me alejé de Daniel volviendo a mi sillón.
—¿Cómo lo vas a demostrar? — preguntó incrédulo.
—Vayan a mi casa, después de las ocho.
—No creo que Luís quiera — aseguró.
—Pues oblígalo, dile que Alejandro no estará, que me pelee con él, que estoy muy preocupado por lo que le hizo y quiero verlo.
—¿Quieres que le mienta? — su voz era de genuina sorpresa — ¡estás loco!
—Daniel, solo esta vez, por favor… aunque quisiera que fueran tú y Víctor primero, pero no creo que Luís pueda moverse si está tan mal como dices.
Daniel suspiró, se quedó en silencio un momento y pasó la mano por su mentón, después volvió a hablar — yo veré cómo le hago — su mirada perdida me decía que ya estaba maquilando lo que haría — podría ir con Víctor a las siete y avisarle a Luís desde tu casa — inclinó el rostro — conociéndole, si le digo algo de ti, irá en seguida, sin importar si se siente mal, buscará la manera, aún si tiene que pagar un taxi.
—Gracias… — sonreí.
—Pero más vale que puedas demostrar lo que me dices Erick, porque de no ser así, yo mismo interpondré la demanda contra Alejandro.
—Confía en mí.
Daniel se puso de pie, ofreciéndome la mano a modo de despedida y salió de mi oficina; después de quedarme solo, me senté en mi sillón una vez más y suspiré. No sabía en qué demonios me estaba metiendo pero, de alguna manera, iba a demostrar que lo que Luís dijo, era mentira, aunque antes de seguir pensando en eso, debía disculparme con mi secretaria.
—Lucía — llamé por el intercomunicador — ven, por favor.
—En un momento, ingeniero — respondió con algo de timidez.
Lucía entró a mi oficina segundos después y llegó hasta estar frente a mí, al otro lado de mi escritorio, su rostro estaba inclinado y parecía tener miedo.
—Lucía… — suspiré y sonreí para tranquilizarla — lamento lo de hace rato — mi tono de voz era calmado y amigable, para poder disculparme.
Ella levantó la vista, permitiéndome notar sus ojos vidriosos y un par de lágrimas amenazando con caer; su labio inferior tembló e incluso parecía que un puchero asomaba en sus labios.
—No, no, no… — me puse de pie y fui hasta ella para abrazarla — lo siento, no llores — dije conciliador — lo lamento Lucía, no quería gritarte de esa manera.
Ella rompió en llanto y yo no sabía qué hacer; la llevé hasta sentarla en la silla que estaba frente a mi escritorio y me puse en cuclillas frente a ella.
—Lo lamento, de verdad — dije de nuevo, con voz suave.
—Está bien… — gimoteó — es que… es que… nunca me había tratado así… — se limpió los ojos — en todos los años de estar con usted… — volvió a llorar.
—Perdón… — me sentía incómodo con la situación, no pensé que se pusiera a llorar con tanto sentimiento, sólo porque le había gritado.
—Lo siento… no es su culpa… — se excusó y lloró con más fuerza — ando sensible y… y…
—¿Y? — pregunté para que entendiera que sí me preocupaba por ella y también, porque necesitaba saber la razón de su llanto tan emotivo.
—¡Ayer mi novio terminó conmigo! — me abrazó y recargó su rostro en mi hombro, llorando cómo Magdalena.
Me quedé serio un momento, confundido; era un momento tan embarazoso, pero no sabía qué decirle. Pasé mi mano por su espalda y suspiré resignado; sólo podía darle mi apoyo, aunque no entendiera muy bien qué sucedía.
—Perdón — repetí — no sabía que tenías problemas en este preciso instante, discúlpame.
Ella no respondió, siguió llorando por un rato. Pasaron varios minutos hasta que se alejó; tenía los ojos hinchados, el maquillaje corrido y pasó su mano por su nariz, la cual también estaba húmeda. Estiré mi mano, agarré la caja de pañuelos desechables de mi escritorio y se la ofrecí; ella agarró uno y se limpió el rostro, la nariz, para finalmente sollozar.
—¿Mejor? — pregunté con una sonrisa, pero ella negó — ¿por lo de tu novio es que andas distraída? — ella asintió sin decir palabra y después de dejar la caja en el escritorio, sujeté sus manos entre las mías — Lucía… — suspiré — no sé qué decirte, en serio, pero te aseguro que tu novio pierde a una gran mujer al dejarte ir…
Ella levantó el rostro e intentó sonreír — gracias… — aun así un par de lágrimas escaparon de sus ojos.
—Perdóname por haberte gritado — repetí una vez más — sabes que no me gusta perder la cabeza pero, así como tú, he tenido un fin de semana algo difícil.
—Entiendo… — apretó sus labios — no se preocupe, es mi culpa… no debí tomar tan en serio lo que pasó, usted estaba enojado, pero no conmigo, siempre ha sido muy amable…
—Gracias — asentí — ¿quieres tomarte el día libre? — pregunté amistoso.
—No… — negó — si me voy, me pondré a llorar todo el día — aseguró y volvió a limpiarse los ojos — mejor me quedo a trabajar.
—Está bien — me puse de pie y acaricie su cabello — pero no te preocupes, te aseguro que todo estará muy bien…
—Gracias… — sonrió cansadamente y se puso de pie — por cierto, hace rato llamó el licenciado de esa mujer — agregó con rapidez — le dije que usted estaba muy ocupado, pero insiste en verlo.
—No le des más información de mí, si pregunta, dile que no puedo recibirlo, y ya, ¿de acuerdo?
—Sí — asintió y se encaminó a la salida.
Suspiré cuando Lucía se perdió tras la puerta. Era una joven bonita, de un metro con sesenta de estatura, sus ojos miel eran muy grandes y expresivos, su cabello negro enmarcaba su rostro delicado, tenía piel apiñonada, sus piernas eran torneadas y debía admitir que, tenía un cuerpo bello que resaltaba a través de sus trajes sastre; además, recientemente había cumplido 29 años. Me era difícil pensar que tuviera problemas de amor, mucho menos imaginar que su novio terminara con ella de la noche a la mañana; pero Lucía era muy discreta, poco sabía de su vida personal, excepto que tenía cinco años de noviazgo, ya que cuando los cumplieron, recibió un ramo de rosas en el trabajo.
Pero no podía pensar en eso más, tenía que hablar con Alejandro; agarré mi celular, marcando su número y él respondió rápidamente.
—“… ¿Pasa algo?...” — su tono de voz era preocupado.
—No — sonreí — ¿por qué?
—“…No, por nada…” — contesto ya más calmado — “…pero, normalmente, no me marcas sólo para saludarme, enviarme un beso o tener sexo por teléfono, así que, pensé que ocurría algo…”
El color subió a mi rostro, sus palabras me dieron a entender que estaba solo — ¿no estás trabajando? — pregunté nervioso.
—“…Se puede decir que sí, estoy revisando unos documentos…”
—¿Aún en casa? — levanté una ceja, ya pasaba de la una de la tarde.
—“…No, ‘conejo’, estoy en el hotel…”
—Bueno… — suspiré cansado — Alex, necesito un favor.
—“…Sabía que querías algo…”
Sonreí ante su afirmación — sí, la verdad, quisiera que me prestaras la grabación de lo que pasó con Luís el sábado.
—“… ¿Para qué?...” — su voz tomó un tinte serio.
—Para mostrarles la verdad a Daniel y a Víctor — acoté con pesar.
—“…No entiendo…”
—Luís dijo algunas mentiras y necesito mostrarles lo que pasó en realidad.
—“…Está bien…” — guardó silencio por un instante y continuó — “…le diré a Julián que grabe esa parte y la lleve a casa en un momento más.”
—Otra cosa — me apresuré a hablar — ¿puedes llegar antes de las siete?
—“…Si quieres que lo haga, dalo por hecho…”
—Alex, también, quiero que no haya gente fuera de casa…
—“…Erick, no creo que sea prudente…”
—No, — interrumpí — no quiero que les ordenes irse, tal vez, simplemente que no se note que anden cerca… necesito que Daniel, Víctor y Luís lleguen sin saber que estás ahí.
Alejandro suspiró — “…está bien…” — accedió — “…les diré que se alejen un poco, para que tus amigos no se den cuenta que siguen cuidando la casa, ¿te parece bien?...”
—Sí, gracias…
—“… ¿Algo más?...” — preguntó con interés.
—No, creo que no.
—“…Pensé que me pedirías que te violara en la noche…” — su voz sonó suave y juguetona.
—¡Alex! — mi rostro ardió de nuevo y dudé — hablamos más tarde sobre eso.
—“…Entonces, hasta la tarde…”
—Nos vemos… te amo — susurré.
—“…Yo también te amo, ‘conejo’…”
Colgué la llamada y sonreí. Alejandro lograba ponerme de buen humor; pero la idea de lo que podía pasar en la noche, logró que desapareciera mi sonrisa. Era momento que fuera a comer, pero al ver que Lucía se quedó en su escritorio, comiendo un simple sándwich, preferí pedir algo de comida al comedor de la empresa, tanto para ella como para mí y que lo llevaran a la oficina.
Durante el almuerzo ella me platicó de su relación, al parecer necesitaba alguien con quien hablar y no se atrevía a contárselo a sus amigas; su novio y ella estaban a punto de formalizar para casarse el siguiente año, así que no quería que se burlaran o hicieran comentarios hirientes. Lloró un poco más, pero después, pareció desahogarse completamente y ya estaba sonriendo más tranquila.
El resto del día pasó sin novedades, así que, pude salir a tiempo de mi trabajo. Cuando llegué al estacionamiento, Agustín y otro hombre, diferente al de la mañana, me esperaban en el automóvil.
—Buenas tardes — saludé cordial.
—Buenas tardes — dijeron al mismo tiempo.
Subí al automóvil y dejé mi maletín de lado, mientras masajeaba mi nuca.
—¿A su casa, señor?
—Sí, Agustín, — sonreí — a casa, por favor.
Durante el camino, no dije una sola palabra, simplemente me mantuve ausente, aún con las cosas rondando mi mente.
* * *
Al llegar a casa, Agustín me abrió la puerta del automóvil, cuando bajé se despidió efímeramente; volvió a subir al auto y se fue. Alejandro había hecho lo que le pedí.
Entré al jardín rápidamente; mis hijos salieron por la puerta para mascotas a saludarme, por lo que imaginé que había alguien en el interior de mi casa, era la única manera de que ellos estuvieran dentro, momentos antes.
—¡Llegué! — avisé al entrar por la puerta principal y mis hijos entraron tras de mí.
Alejandro se levantó del sillón y se acercó a mí — bienvenido — susurró contra mis labios antes de besarme, hurgando en mi interior con su lengua, mientras me recargaba contra la puerta; cuando se alejó, me relamí los labios — ¿te gustó la bienvenida? — preguntó con una hermosa y amplia sonrisa.
—Mucho… — dije en un susurró, mientras sentía mi rostro arder.
Dejé mi maletín en su lugar, después me quite la gabardina, la bufanda y los guantes, para dejarlos en una de mis manos.
—¿Por qué querías que llegara antes de las siete? — Alejandro se acercó desabrochando mi saco.
—Vamos a la habitación — indiqué tomando su brazo con mi mano libre — quiero cambiarme y explicarte, por cierto, ¿trajiste el video?
—Sí — respondió con rapidez — pero, ¿dejamos a los niños dentro?
—Tienes razón, hay que dejarlos fuera, no pueden quedarse dentro sin supervisión.
Entre Alejandro y yo, hicimos salir a mis hijos fuera de casa y cerramos la puerta de mascotas; después subimos a la habitación. Mientras él se acostaba en la cama encendiendo la televisión, yo me encaminé al vestidor, colgué mi gabardina, guardé mi bufanda y mis guantes, para después desabrochar mí camisa y corbata.
—A las siete vienen Daniel y Víctor… — anuncié con voz alta.
No escuché respuesta de su parte, hasta que ya estaba en la puerta del baño — ¿para qué? — preguntó con seriedad.
—Para aclarar lo que pasó ayer.
—No tenemos nada que aclarar — anunció cruzando sus brazos con un claro gesto de molestia.
—¡Sí, tenemos! — giré mi rostro — les vamos a explicar, por qué le rompiste el brazo y la muñeca a Luís — me acerqué a Alejandro y puse mi índice en su pecho — también por qué tiene la rótula desviada y el por qué, yo tengo mi labio partido.
—¿Vamos? — preguntó levantando una ceja y sonriendo de lado.
—Sí — fruncí mi ceño — y para eso tengo que mostrarles lo que sucedió con Luís, además de enterarlos que tú y yo, somos pareja.
—¿Pareja? — su mano me tomó por el mentón — entonces, ¿estás dispuesto a aceptarme abiertamente como tal?
—¡Alejandro! — dije su nombre con seriedad y alejé su mano — no estoy bromeando — me giré para buscar un pantalón holgado y una camiseta manga larga, así como una chaqueta gruesa para que no me diera frío al salir de casa — Luís les dijo muchas mentiras a Víctor y Daniel, ellos piensan que me estas usando y que me has violado — empecé a cambiarme con rapidez — además, según, enviaste a tus guaruras a golpearlo.
—¡¿Qué lo mandé golpear con mis trabajadores?! — los ojos de Alejandro brillaron con rabia y en un acto reflejo, golpeo su puño derecho contra su palma izquierda — voy a partirle la cara a tu amigo y me aseguraré que todos vean que lo hago por mi propia mano.
—¡No! — dije con seriedad — tú ya no vas a golpearlo.
—¿Tú vas a impedirlo? — preguntó con algo de sorna.
—¡Sí! — respondí seguro — voy a arreglar esto hoy mismo y tú — volví a señalarlo con mi índice — vas a hacer lo que yo te diga, ¿entendiste?
—No — negó — no vamos a cambiar los papeles a estas alturas, ‘conejo’…
—Alejandro — posé mi vista en él y suavicé mi semblante, tratando de convencerlo de otra manera — se trata de mis amigos, los conozco y sé cómo tratarlos, así que, esta vez, harás lo que digo y no golpearás a nadie — a pesar de sonar tranquilo, mi voz era segura y no permitiría un no cómo respuesta.
Alex me vio con seriedad, después, pasó su mano por mi espalda acercándome hasta él y me besó.
—Esta faceta controladora tuya, es excitante — sonrió — te haré caso, pero sólo esta ocasión.
—Gracias… — suspiré — ahora, tú te quedas aquí, cuando mis amigos lleguen, bajas — indiqué.
—¿Estás seguro? — acarició mi rostro.
—Sí — asentí — necesito el video para colocarlo en mi computadora, ¿dónde está?
Alejandro metió su mano a un bolsillo de su pantalón y sacó una memoria USB — aquí — la movió frente a mí; cuando intenté sujetarla, él la alejó — hay otras cosas… — sonrió de lado — para mi disfrute personal, así que, ten mucho cuidado con lo que abres.
—¿Qué cosas?
—Videos sobre ti… — acercó su rostro al mío — sobre mí… — susurró cerca de mis labios — cuando tenemos relaciones.
Le arrebaté la memoria, agarré la chaqueta con una mano y salí de ahí, mascullando entre dientes; molesto, pero con mi rostro completamente rojo por la vergüenza y excitación, de saber que había videos de ambos. Cuando iba a mitad de escalera, escuché la voz divertida de Alejandro.
—Supongo que cenaremos más tarde…
—Sí… — respondí en voz alta, para después bajar la voz — si todo sale bien, sí — suspiré.
Llegué al comedor, encendí las luces navideñas, la chimenea y fui por mi computadora; la prendí y coloqué la memoria, suspiré más tranquilo, sólo había un documento en la misma y era el video del sábado.
—Me mentiste… — reclamé al aire, en un susurro.
Cuando preparé el video, dejé mi computadora en la mesita de centro de la sala; fui a la cocina y bebí algo de jugo de durazno, mientras colocaba la cafetera para prepararme un café.
* * *
Viendo las noticias y bebiendo café, esperé tranquilamente, pero pensaba qué iba a decir y cómo. Pocos minutos antes de las siete, el timbre sonó; mis hijos empezaron a ladrar y yo me puse de pie con calma. Agarré mi chaqueta, colocándomela con rapidez, después, las llaves de mi casa y salí. Frente a la acera, estaba estacionado un automóvil; Daniel y Víctor estaban esperando a que les abriera, porque, al igual que Luís, no conocían a mis hijos, así que no se atrevían a entrar, especialmente por Pirata.
—Buenas noches.
—Buenas noches — Daniel respondió, Víctor no dijo nada.
Abrí la reja y pudieron pasar.
—Son Tobi, Jack, Pirata, Nila y Luna — presenté a mis hijos cuando ellos pasaron y ambos les acariciaron las orejas para familiarizarse — pasen… — hice un ademán con la mano para indicarles que siguieran a la puerta, mientras yo cerraba el portón.
Daniel y Víctor entraron primero a mi hogar; yo entré después, evitando que mis hijos ingresaran a la casa; mis amigos se estaban quitando las chamarras, cuando yo cerré la puerta.
—Tomen asiento — estaban muy serios, jamás los había visto así y yo no sabía cómo tratarlos, aun así me hicieron caso, sentándose en el sillón de tres plazas — agradezco que vinieran… — dije cordial, rompiendo el hielo, me quité la chaqueta y la dejé en el respaldo de un sillón.
—Merecemos una explicación — la voz de Víctor denotaba que estaba muy molesto.
—Le expliqué a Daniel, ¿no te dijo nada? — pregunté.
—No — Daniel respondió — no le dije nada, sólo le dije que necesitábamos escuchar tu versión también.
—Bien — suspiré — yo no voy a darles una versión, voy a decirles la verdad.
—Vamos a decirles la verdad… — la voz de Alejandro resonó en la sala.
Mis amigos se pusieron inmediatamente de pie.
—¡¿Qué hace este imbécil aquí?! — Víctor hizo ademán de ir hacia Alejandro y Daniel lo detuvo por un brazo, mientras, yo me ponía enfrente de él, para colocarme entre Alejandro y ellos.
—Víctor, cálmate — dije despacio, moviendo mis manos frente a él, como si le hiciera un ademán a uno de mis cachorros.
—Víctor, no tengo nada en tu contra — la voz de Alejandro era calmada — ni contra Daniel, así que no quiero pelear, ni discutir con ninguno de los dos.
—¡Pues yo si tengo algo en tu contra! — Víctor le espetó con rabia — mandas golpear a Luís, tratas a Erick como una puta, además de golpearlo — señaló mi rostro — y, ¡¿quieres que te deje tan tranquilo?!
—¡No te permito que insultes a Erick! — Alex levantó la voz y trató de caminar hacia Víctor, con clara intención de golpearlo.
De inmediato, me giré hacia él para detenerlo.
—¡Te dije que no quería que te pelearas! — me impuse ante Alejandro con voz grave.
Tanto él, como Víctor y Daniel se asombraron por mi reacción. Frente a todos, siempre había sido muy tranquilo, nunca gritaba o discutía y las únicas veces que levantaba la voz, era cuando realmente estaba enojado, cosa que sucedía en escasas ocasiones.
—¡Siéntate! — mi mirada estaba clavada en Alejandro y le hice un ademán con mi mano, señalándole un sillón — vamos a hablar, no quiero que ninguno se pelee en mi casa, ¿entendido? — giré mi rostro para observar a Víctor — ¡¿entendido?! — repetí y él asintió, volviendo a tomar asiento, junto con Daniel.
Alejandro se sentó en el sillón de dos plazas, pero las miradas fulminantes que se daban entre ellos me hicieron suspirar cansado.
—Bien, hablaré y no quiero que me interrumpas — miré de soslayo a Alex — primero que nada — me senté en el sillón de una plaza y señalé mi labio — esto de mi rostro no me lo hizo Alejandro — aseguré para mis amigos — este golpe, así como otros que ya no se notan mucho, me los hizo Luís.
—Mientes… — Víctor no me iba a creer con facilidad.
—Deja que Erick termine de hablar — Daniel lo contuvo con voz tranquila pero no retiró la mano del brazo de Víctor.
—Gracias… — sonreí cansado — no miento Víctor, tengo la prueba — abrí mi computadora y la giré para que la pantalla quedara frente a ellos — Daniel, reproduce el video y pon la pantalla completa, por favor.
Daniel movió el cursor y puso el reproductor de video, el cual, iniciaba desde que Luís entraba a mi casa.
—¿Qué es esto? — preguntó Daniel con seriedad.
—Termina de ver el video, luego aclaramos todo — pedí con voz calmada.
“—Daniel y Víctor no vendrán hoy…
—¿Porque? Hablé con Daniel en la mañana y dijo que nos veríamos en la tarde.
—Tuvieron algo que hacer a última hora…”
Desde ese preciso instante, Daniel cambió su semblante.
—¿Pero qué…? — Víctor se quedó a media pregunta, porque nuestro amigo le apretó el brazo para callarlo.
Algo no estaba bien pero no quise indagar más en ese preciso instante; esperaría hasta que acabaran de ver el video.
Yo sólo escuchaba la conversación por medio del sonido; aun así, preferí cerrar los ojos, no quería ver la cara de mis amigos, me daba vergüenza mostrarles eso, pero era la única manera para que ellos me creyeran. La mano de Alejandro se posó sobre las mías y abrí mis parpados para verlo; sus esmeraldas estaban posadas en mí y yo sonreí, me agradaba sentir su apoyo.
Varios minutos después, el video terminaba; suspiré y fijé mi mirada en mis amigos. Víctor se puso de pie y caminó hacia un lado del sofá; pasó las manos por su rostro, soltando un sonido, mitad grito, mitad gruñido.
—¡Voy a matarlo! — sentenció.
—No puedo creerlo… — la voz de Daniel era cómo un susurro, pues su mano estaba cubriendo su boca.
—¡¿Cómo tienes este video?! —Víctor señaló mi computadora, desconcertado.
—Alejandro puso cámaras aquí, dentro de mi casa — miré de soslayo a Alex — pero ya estamos arreglando ese asunto para que las quite — aseguré, aunque sabía que era mentira.
—Entonces, por eso lo mandaste golpear — aseguró Víctor, dándolo por hecho.
—No lo mandé golpear — respondió Alejandro con seriedad — yo lo golpee — dijo sin remordimiento — y si vuelve a lastimar o tratar de tocar a Erick, lo volveré a golpear.
—Alex… — mi voz tenía el tinte de regaño.
—¿Qué hay de cierto en que maltratas y violas a Erick? — Víctor frunció el ceño.
—¡Es mentira! — respondí con rapidez — Alejandro no me maltrata, ni me ha violado — me puse de pie y encaré a mis amigos — es cierto, ¡soy amante de Alex!, pero ha sido mi propia decisión, lo fui en la preparatoria, hace más de quince años y lo soy nuevamente, pero ¡esa es mi vida! Si les molesta, no me importa, no voy a obligarlos a entenderme, es mi decisión y ¡se acabó!
Daniel suspiró; Víctor parpadeo sorprendido por mi actitud, después giró el rostro para ver a Alejandro.
—Tú, ¿lo quieres? — me señaló con su dedo índice.
—Si no lo quisiera no estaría aquí — Alex se puso de pie con rapidez — ¿por qué? ¿Tienes algún problema en mi relación con Erick?
Víctor levantó una ceja, luego giró el rostro a ver a Daniel y nos señaló, a Alex y a mí — ¿tú, tenías una idea de esto? — preguntó un tanto sorprendido — o, ¿lo de Luís con Erick?
—Lo de Alejandro y Erick, me lo supuse — aseguró — no es cómo que lo traten de ocultar, especialmente él — señaló a Alex con un ademán del rostro, quien sonrió de lado cínicamente, pero a mí, esa aseveración me hizo sonrojar — lo de Luís, sí, lo sabía, y ¡tú también! — lo reprendió — sólo que no quisiste darte cuenta, ¿recuerdas cuando Luís se puso ebrio el día de la boda de Erick con Vicky?, aún y cuando se sinceró, tú pensaste que eran tonterías de borracho.
Víctor miró el techo y respiró profundamente, parecía estar recordando todo, pero, al final, gritó — ¡voy a matarlo! — repitió — nos mintió, nos engañó, ¡nos manipuló para apoyarlo! — dijo con ira.
—¿Cómo los manipuló? — pregunté confundido.
—El sábado — Daniel habló calmado — Luís me marcó…
—¡A mí también! — interrumpió Víctor.
Daniel lo miró de soslayo y prosiguió — después de que te marqué — comentó — me pidió de favor y al parecer, a Víctor también, que no viniéramos ese día, dijo que tenía un asunto importante que tratar contigo — apretó los puños — yo quería venir a verte, porque te habías sentido mal los últimos días, pero Luís casi me rogó para que no viniera…
—Igual lo hizo conmigo… — Víctor seguía caminando en círculos, como león en jaula.
—Y hoy, en la mañana, su forma de comportarse para que no los buscáramos, ni a ti, ni a Alejandro… — Daniel negó.
—¡Su actuación estuvo perfecta! — Víctor habló irónico — ¿quién iba a buscar una explicación tuya — me señaló — después de verlo en el hospital, todo ‘madreado’ y con miedo de que te pudiera pasar lo mismo?
—Sí, es cierto — Daniel se inclinó — incluso yo tuve temor de ir a buscarte, pero lo hice… y ahora, después de ver lo que te hizo…
—¡Ese cabrón! — Víctor espetó con ira — si no se viera mal golpear a alguien herido, ya mismo iría a ‘madrearlo’ también.
—Cálmate — fijé mi vista en Víctor — tampoco es para tanto, además — suspiré y miré a Alex de soslayo — Alejandro también tuvo mucha culpa, por no haberme hecho caso ayer, de dejar las cosas cómo estaban…
—Tenía que desquitarme de lo que hizo — se defendió — no iba a permitir que se quedara cómo si nada, después de que te golpeó.
—Pero, creo que te pasaste — Daniel miró a Alex con seriedad — entiendo tu enojo por lo que Luís le hizo a Erick, pero él quedó muy mal.
—Y hubiera quedado peor de no ser por Erick — sentenció.
—¿Por qué? — Daniel posó su mirada en mí.
—Erick no quería que lo golpeara — Alex se cruzó de brazos — por eso sólo le di seis golpes.
—¡Seis golpes! — Víctor levantó la voz — ¡¿con seis golpes lo mandaste al hospital?!
—Sí — Alejandro se alzó de hombros — por eso tuve que mandarlo a ‘ese’ hospital — levantó una ceja — no quería que hubiera habladurías, así que tuve que pagar para callar a mucha gente — explicó — no se preguntaron quien pago ese hospital privado, ¿o sí?
—Imaginaba que, el seguro de Luís… — Daniel titubeó ante su propia respuesta.
—No, yo dejé todos los gastos pagados — Alex suspiró — no por él, sino por Erick.
—Él tampoco mencionó nada de eso — Víctor miró a Daniel con seriedad — tiene que darnos muchas explicaciones.
—Y lo hará… — Daniel sacó su celular y marcó.
Alejandro, Víctor y yo, nos quedamos en silencio mientras entraba la llamada.
—Luís… ¿cómo te sientes? — Daniel tomó asiento en el sillón y nosotros lo seguimos, aunque en esta ocasión, Alejandro me obligó a sentarme junto a él, en el sillón de dos plazas y me abrazó — ya veo… — mi amigo continuó con la llamada — Víctor y yo estamos con Erick, está muy preocupado por ti, al parecer no ha visto a Alejandro en un par de días…
Alejandro iba a protestar, pero yo le puse un dedo en los labios para acallarlo y negué.
—Sí, ¿puedes manejar? — levantó una ceja — ¿no sería mejor que pidieras un taxi? O ¿prefieres que vayamos a tu casa? — hizo una mueca de enojo — el taxi es mejor — insistió — no te preocupes, no creo que a Erick le moleste, está bien, entonces aquí te esperamos.
Daniel colgó el celular y suspiró — te dije que vendría — me miró de soslayo — ni siquiera quería pedir un taxi, asegurando que podía llegar sin problema, porque no vive muy lejos de aquí, pero creo que si lo hará, la verdad no está tan bien.
—¿Por qué mentiste? — preguntó Alex con seriedad.
—Yo le pedí que lo hiciera — aseguré — no tienes que enojarte, de esa manera Luís no se negaría a verme de nuevo.
Alejandro no dijo nada más, no le agradaba que le mintieran a Luís sobre nosotros, pero tenía que aceptar que era la única manera de hablar todos.
—Y… — Víctor nos miró con una sonrisa enorme — ¿van a vivir juntos?
—No deberías meterte — Daniel lo reprendió — es asunto de ellos, no nuestro.
—Pero somos amigos, ¿o no? Tenemos que saberlo…
Daniel ignoró a Víctor y trató de cambiar el tema — ¿te disculpaste con tu secretaria? — preguntó con interés.
—¿Con Lucía? — entorné mis ojos y suspiré cansado — sí, lo hice.
—Estaba algo alterada cuando salí de tu oficina.
—¿Qué le hiciste a mi Lucy ‘bomboncito’? — Víctor me miró con el ceño fruncido.
Desde que Víctor la conoció, una ocasión que fue a verme a mi trabajo, decía que era un bombón; pero no se la quise presentar de manera informal, por el carácter de mi amigo, además, no quería tener que disculparlo después con Lucía, en caso de que Víctor le quedara mal por cualquier cosa.
—Yo no le hice nada — negué y miré a Alejandro — en serio, solo le grité porque estaba alterado por culpa de Daniel — me excusé — pero ella no estaba así por eso.
—¿Entonces? — la voz de Alex era muy seria.
Ya me imaginaba lo que estaba pensando, su mente maquiavélica debía sospechar de alguna extraña relación entre mi secretaria y yo.
—Estaba así por su novio, bueno — rectifiqué — por su ex novio, parece que pelearon y terminaron, por eso estaba tan sensible.
—¿Lucy ‘bomboncito’ está solterita? — Víctor sonrió — podría intentar algo con ella.
—Deja a Lucía por la paz — Daniel volvió a regañar a nuestro amigo — es una muchacha muy seria, no tendrías oportunidad.
—¿Tú qué sabes?, tengo buena suerte con las chicas…
Yo sonreí, me sentía mucho mejor, las cosas parecían haberse calmado y agradecía que Daniel hubiera cambiado de tema, aún y que con ello, termináramos hablando de mi secretaria y las relaciones fugaces de Víctor. El tiempo pasó con rapidez sin darnos cuenta, mientras platicábamos, el timbre sonó. Los cuatro nos pusimos de pie; Daniel se asomó por la ventana, moviendo la cortina.
—Es Luís — anunció.
—Alex… — mi mano se movió instintivamente, jalando su manga — ve a la habitación de esta planta.
—No, quiero que diga frente a mí que lo mandé golpear.
—Ve a la habitación — repetí — espera a que te avise y vuelves — volví a hablar con seriedad — no quiero que empieces a discutir, Daniel, Víctor y yo, tenemos que arreglar esto primero.
El timbre volvió a sonar. La vista de Alex estaba puesta en mis ojos y yo no desviaba mi mirada; no iba a ser yo quien se rindiera, mis amigos estaban ahí y Alex podía volver a pelearse con Luís, apenas cruzara la puerta.
—Hay que abrirle… — Daniel interrumpió, notaba que el ambiente entre nosotros estaba tenso.
—Está bien… — Alejandro cedió, pero antes de hacer algo más, me sujetó por los hombros acercándome a él, una de sus manos me atrapó del rostro y me besó de forma posesiva.
Sentí que ardía mi cara por la vergüenza, pero no pude decir nada; Alejandro dio media vuelta y con pasos largos, se dirigió a la habitación. Cuando giré mi rostro, Víctor y Daniel tenían un gesto de susto y asombro, además, también se habían puesto rojos.
—Daniel… — llamé a mi amigo para sacarlo de su estupor — ve a abrirle a Luís.
—S… Sí… — asintió, agarró las llaves y salió de la casa.
—¿Por qué no fuiste tú? — Víctor levantó una ceja.
—Necesito… tomar aire… — mi voz era nerviosa.
—¿Siempre te da ese tipo de besos? — indagó con picardía.
—¿Por qué preguntas?
—Es que, es muy efusivo, hasta se antoja probar — me guiño un ojo.
—¡Cállate! — dije avergonzado y me tumbé en el sillón de una plaza, pasando la mano por mi frente.
Momentos después, Daniel y Luís entraban por la puerta principal. Daniel evitó que mis hijos los siguieran, pues Luís andaba con una férula en su pierna y su brazo estaba enyesado, eso sin contar el golpe en la cara.
—Buenas noches — dijo con seriedad, pero no me dirigió la mirada.
—Buenas noches — respondí.
Víctor sólo hizo una mueca de molestia.
Luís tomó asiento en medio del sillón de tres plazas, aún con la vista en el piso; Daniel se sentó a un lado y Víctor se quedó en el sillón de dos plazas. Todos guardamos silencio por un momento.
—¿Estas bien? — intenté romper el hielo.
—Sí… — respondió y trató de verme por un instante, pero nuevamente desvió la mirada — y, ¿tú?
—Mejor que tú, al parecer — me incliné hacia enfrente y suspiré — Daniel y Víctor me comentaron que, estuviste en el hospital… — lo observé con seriedad, Luís no dijo nada — les dijiste que Alejandro te mandó golpear…
—¡No vine a hablar de eso! — intentó evadir el tema con rapidez — sino para hablar de ti y de lo que ese hombre te obliga a hacer…
—Alejandro no me obliga a hacer nada — mi voz aún estaba tranquila — lo que me hace, es bajo mi consentimiento, además me gusta y a diferencia de alguien más — hice énfasis en esa oración — no me lastima…
Luís giró el rostro y su mirar se posó en mí. La ira se reflejaba en su gesto, pero estaba mezclada con algo más, algo que me sorprendió darme cuenta, por primera vez en años; estaba celoso.
—Luís… — suspiré — le mentiste a Daniel y a Víctor.
—¡No les mentí!
—¡Les dijiste que Alejandro me violó y eso no es cierto! — levanté mi voz — ¡lo sabes muy bien!
—¿Me vas a decir que te gusta ser su puta?
Iba a contestarle pero Víctor lo hizo antes.
—¡Tú no tienes derecho a insultar a Erick!
—Y, por lo que veo — Daniel prosiguió — el único que lo llama de esa manera tan ofensiva, eres tú.
Luís los observó con asombro, su mueca de desconcierto le producía un leve temblor en el labio inferior — pero… — negó — ¡ustedes no entienden!
—Cierto, hay cosas que no entendemos… — Daniel se movió tomando mi computadora para colocarla frente a Luís, reproduciendo de nuevo el video — por eso necesitamos una buena explicación sobre esto.
La grabación empezó y todos nos quedamos en silencio. El rostro de Luís pasó por todos los matices durante el tiempo de la grabación; desde el susto, la ira, el arrepentimiento, hasta incluso, la vergüenza.
—Dijiste que Alejandro golpeaba a Erick — Daniel lo observó con seriedad cuando el video terminó — dijiste que tenías miedo de que le hiciera daño, cuando fuiste tú quien lo hirió.
—No es cierto — negó — es… es falso…
—¡Maldito cabrón! — Víctor se puso de pie para ir a golpearlo, pero lo detuve con rapidez.
—¡Víctor! — grité — te dije que no quería pleitos en mi casa.
Mi amigo apretó los puños, respiró hondamente y volvió a sentarse.
—Luís… — me giré para ponerme frente a él — ¡mírame! — ordené al notar que no se atrevía a verme a la cara.
Luís levantó el rostro pero sus ojos no estaban posados en mí, aun así, era suficiente para poder hablar — como amigos, como hombre, atrévete a desmentirme si puedes — señalé mi computadora — ¿es falso ese video?
Se quedó en silencio y bajó el rostro de nuevo.
—Responde — Daniel presionó.
—Como camaradas — Víctor habló más calmadamente — solo tienes que decir la ‘neta’.
—No…
—¿No qué? — insistió Daniel.
—No es falso — respiró profundamente y lo aceptó — yo golpee a Erick, yo quise poseer a Erick, pero no quería lastimarlo… lo quiero, lo quiero para mí, por eso lo hice, ¡porque me molesta que prefiera a ese imbécil!
Todos nos quedamos en silencio; yo mordí mi labio, debía ser duro para Luís admitirlo y para mí, era incómodo que nuevamente dijera que me quería, especialmente por la situación que enfrentábamos en ese momento.
—Pero yo no soy el malo aquí — volvió a hablar — Alejandro lo utiliza y lo manipula, lo vi el viernes y eso no es mentira, ¿no es así? — me observó con furia — solo es un maldito bastardo que se aprovecha de su posición, ¡por su culpa estoy así! — señaló su pierna y brazo — y te va a lastimar a ti también si no te alejas de él — sentenció.
—Luís — negué — eso…
—Al menos admites que es mi culpa…
Me quedé con la palabra en la boca, nuevamente alguien me interrumpía, alguien a quien le había dicho que no volviera hasta que lo llamara; Alejandro llegó lentamente, con su vista fija en Luís y su rostro tenía un gesto de ira contenida.
Luís apretó su puño y trató de ponerse de pie, pero no lo logró — ¡creí que no lo habías vuelto a ver! — me reprochó.
—Luís, yo…
—Eso no importa — Alex estaba serio — yo vine porque quiero que te atrevas a decir, en mi cara, que mandé a mis guardaespaldas a golpearte — movió sus manos apretando los puños y sus articulaciones tronaron.
Nuevamente el silencio invadió el lugar; Daniel y Víctor, en esa ocasión no presionaron para que Luís respondiera. Titubee un momento, quería calmar a Alejandro, pero me sería imposible; podía sentir su enojo, sin necesidad de ver su rostro.
—No es cierto… — respondió al fin.
—¡¿Qué no es cierto?! — la voz de Alex me hizo estremecer.
—No es cierto que fueron tus guaruras — especificó, pero Luís seguía cabizbajo.
—¿Quién te golpeo? — Daniel le preguntó, poniendo la mano en el hombro de Luís, pero, en un movimiento, fue rechazado.
—¡Alejandro me golpeo! — espetó con rabia levantando por fin el rostro — él me golpeo y me dejó así ¡¿eso querían que dijera?! ¡¿Qué me golpeo por haber tocado a Erick?! ¡¿Por haber tratado de recuperarlo?!
Víctor y Daniel desviaron la mirada, parecían avergonzados, pero estaba seguro que no era por ellos, sino por la actitud Luís.
Alex no dijo nada más, se giró hacia mí, aún con su rostro serio; temblé ante su mirada pero él cambió su semblante rápidamente, sonriéndome, puso sus manos en mis hombros y besó mi frente — aclarado el asunto, ¿cenamos? — preguntó afable — yo tengo hambre, no sé ustedes.
Mis amigos y yo nos quedamos boquiabiertos, la situación no estaba bien y Alex ya lo daba por terminado.
—Alex…
Pero él no me permitió hablar, acallando cualquier palabra que quería decirle, besándome en la boca. De nuevo sorprendió tanto a mis amigos cómo a mí; Luís apretó los parpados y giró el rostro; Daniel colocó una mano en su rostro para ocultar su sonrisa y algo de su sonrojo; Víctor por su parte, sonrió ampliamente sin quitarnos la vista de encima.
—Dijiste que querías que supieran la verdad — Alex habló tranquilo mientras se separaba de mi — ya la saben… — acarició mi mejilla con dulzura — no necesitamos decir nada más.
—¡Me encanta! — giré mi rostro al escuchar la voz de Víctor — Alejandro sabe lo que quiere — se puso de pie y caminó hasta nosotros ofreciéndole la mano a Alex — ‘bro’, mis respetos — Alex le estrechó la mano, aún confundido y Víctor lo abrazó — se nota que quieres a Erick y no te da pena admitirlo, así que, por mí, ni ‘bronca’ que anden juntos.
—¿Y quién te pidió permiso? — preguntó Alex levantando una ceja.
Víctor le intentó pasar el brazo por el hombro, pero al ver la dificultad, debido a la estatura, prefirió pasarlo por detrás de la espalda de Alejandro — mira ‘carnal’, nosotros — señaló a Daniel, a mí y a él mismo — incluyendo a ese idiota que está ahí sentado — indicó a Luís con su índice — somos cómo hermanos, así que, cómo en cualquier familia, le tienes que pedir permiso a los hermanos mayores para poder salir con el más chiquito, el cual, en este caso, es Erick.
Daniel entornó los ojos — Víctor, déjate de payasadas.
—¿Qué? ¿Tú no estás de acuerdo? — se alejó de Alejandro y caminó colocándose a un lado de Luís — y por cierto… — movió su mano con fuerza, para darle un golpe en la cabeza.
—¡¿Qué te pasa?!
—¿Todavía preguntas, ‘animal’? — Víctor lo miró con enojo — no solo nos mentiste a Daniel y a mí, que eso se puede pasar, pero que le hicieras eso a Erick, ¡no tiene madre!
—Víctor tiene razón, Luís — Daniel suspiró — tienes que disculparte.
El silencio incómodo volvió, obviamente las cosas no estaban bien aún. Moví mi mano y jalé la manga de Alex; él giró el rostro para verme, no dije nada, solo lo observé con un tinte de súplica. Él entendió mi indirecta rápidamente.
—Daniel, Víctor — llamó a mis amigos — vamos a la cocina, a ver que dejó la señora Josefina para poder cenar — hizo un ademán y dio media vuelta.
—Pero aún no se disculpa… — Víctor no parecía entender la situación.
Daniel se puso de pie con rapidez y lo sujetó del brazo, jalándolo con fuerza, para que nos dejara a Luís y a mí, a solas.
El barullo empezó en el comedor y la cocina; yo me froté las manos, a pesar de tenerlas frías, estaba sudando, así que las limpie en mi pantalón. Caminé y quité mi computadora de la mesita para sentarme ahí, frente a Luís, quien tenía el rostro hacia abajo; recargué mis codos en mis piernas y suspiré.
—Luís…
—¿Tanto lo amas que, preferiste dejarme en mal a mí, a ponerlo a él en evidencia?
Respiré hondamente y negué — Luís, yo no te dejé en mal… solo aclaré la situación… — aseguré con calma.
—Erick… — levantó el rostro y sus ojos estaban vidriosos — yo te quiero, ¡te quiero para mí! — su voz era necesitada — te quiero como nadie te va a querer, ¡ni siquiera Alejandro!
Mordí mi labio inferior — Luís, no dudo que me quieras, yo también te quiero, pero lo que siento por Alejandro y… — una risilla nerviosa escapó de mis labios — estoy seguro que, lo que él siente por mí, es más que eso…
—¿Amor? — preguntó con amargura — en ese caso, yo puedo amarte aún más.
—Luís… — miré al techo, iba a ser una plática muy larga si quería explicarle y no tenía tiempo, así que debía decirle solo lo importante — hace muchos años, conocí a Alejandro, estaba a finales de secundaria y pasamos juntos a la preparatoria… poco a poco me enamoré de él, a pesar de que no estaba seguro de lo que sentía, porque ambos éramos hombres… por mi familia… por lo que tú quieras…— moví mis manos nerviosamente — pero, por cuestiones del destino, nos alejamos y yo me casé con Vicky…
—Pero nunca la amaste — aseguró.
—No, no pude — suspiré apenado.
—Pero te diste una oportunidad con ella, ¿por qué no me la das a mí? — su mano se movió buscando las mías.
Acaricie con ternura su mano — porque pasaría lo mismo, a Vicky no la pude amar, porque a pesar de todo, en mi mente y mi corazón, siempre estuvo Alejandro — confesé — si tú me hubieras pedido una oportunidad, yo no hubiera podido amarte — dije con pesar.
—¡¿Cómo lo sabes?! — preguntó con desespero — es sólo una obsesión, estás atado a una idea, es todo.
—No es solo una idea — sonreí — han pasado casi quince años desde que nos separamos y sigo amándolo tanto o más, que la primera vez… eso no es solo una idea Luís, no lo es…
—¿Por qué, Erick? — una lagrima rodó por su mejilla — ¿Por qué no puedes intentar amarme? Si no te importa que él sea hombre, significa que tampoco eso es un impedimento para nosotros…
Moví mi mano para limpiar su rostro — porque a ti te veo como un amigo, como un hermano, no puedo amarte como esperas — él movió su rostro y besó mi mano, que aún limpiaba las demás lágrimas que caían — lo siento Luís… — alejé mi mano con lentitud — te quiero, sí, pero solo puedo ser tu amigo…
Se quedó en silencio, no dijo más y yo tampoco quise hacer más honda la herida; así estuvimos por algunos minutos.
—Lo siento… — dijo al fin con media sonrisa dibujada en su rostro y limpiándose las lágrimas — lamento haberte golpeado, no quería lastimarte, jamás ha sido mi intención y… me sentí muy mal cuando me di cuenta lo que había hecho…
—Está bien — me alcé de hombros — no me dolió tanto, en serio — sonreí para que viera que no le daba importancia — yo… — titubee — en verdad lamento lo que Alex te hizo y…
—No — negó — me lo merecía — aseguró — él quería desquitarse porque te lastimé… yo hubiera hecho lo mismo.
Sus palabras me hicieron sonreír débilmente — tal vez… — suspiré — tienen reacciones muy similares, creo que, pudieron ser buenos amigos si no hubiera sido por esta situación.
—¿Tú crees?
—Por supuesto, ambos son tercos, obstinados, mandones, orgullosos, rencorosos… ¡Ah!, un sinfín de defectos — reí.
Luís también rió, pero rápidamente pasó la mano por su estómago, quejándose.
—¿Estás bien? — pregunté preocupado.
—Sí — asintió — lo que pasa es que, tu novio pega cómo ‘patada de mula’.
El calor subió a mi rostro; no había dicho que Alex y yo fuéramos novios, pero debía admitir que se sentía bien que alguien más lo aceptara con tanta facilidad, especialmente Luís.
—¿Me invitas a cenar hoy?
—¡Claro! — asentí — sabes que eres bienvenido a mi casa, siempre — me puse de pie y le ofrecí la mano para ayudarlo a incorporarse.
Caminamos juntos al comedor, Alejandro estaba al otro lado de la barra, frente a la estufa, era quien se encargaba de la comida; mientras, Víctor hurgaba en el refrigerador y Daniel estaba sentado en uno de los banquillos de la barra comiéndose un pan.
—¿Aun no está la cena? — pregunte levantando la voz.
—Pues, la verdad, no — respondió Daniel.
—Creo que Alex quemó la comida — Víctor bromeó antes de morder una manzana.
—No es cierto — se defendió — ni siquiera se ha calentado bien y créeme, desde que aprendí a ‘sobrevivir’, haciendo o calentando mi alimento, por si era necesario en caso de emergencia, nada me ha salido mal…
Luís se quedó de pie, a un lado de la mesa.
—Siéntate — sonreí moviendo una silla para él.
—Antes — levanto la voz — quiero disculparme.
—Ya te estabas tardando — la voz de Víctor apenas se escuchó, traía un trozo de manzana en la boca.
—Traga primero, antes de hablar — Daniel lo regaño y después giró el rostro hacia Luís — si Erick te disculpa, yo no tengo nada que decir — se alzó de hombros — a veces hacemos estupideces, pero, si lo vuelves a hacer…
—Alejandro te vuelve a golpear — terminó Víctor con una amplia sonrisa.
—Eso ya lo sabe, se lo dije ayer — Alex se alejó de la estufa y caminó hasta ponerse tras de mí, pasó su mano por mi cintura y me abrazó, obligándome a recargar mi espalda en su pecho, mientras yo me estremecía — solo debo dejarte en claro que, Erick es mío — su voz era grave — y no permitiré que me lo quiten — dijo con total seriedad y sin un ápice de duda — y también, lamento haberte golpeado tan fuerte pero, comprenderás que estaba molesto.
—Ya lo sé, no te preocupes — Luís sonrió — puede contar como un pleito entre amigos… pero te advierto, si tú le haces algo a Erick, buscaré la manera de desquitarme por él — aseguró y extendió la mano para Alex.
Alex sonrió y aceptó el saludo, estrechando la mano de Luís. Eso era suficiente para mí, habían quedado en buenos términos y quizá, en el futuro, serían buenos amigos.
—Tenemos un nuevo miembro en la ‘party’ — Víctor se acercó y abrazó a Luís — ahora ya podemos jugar en línea sin necesidad de meter a un desconocido en el equipo.
Daniel se acercó también — por primera vez estoy de acuerdo contigo — dijo para Víctor — pero, antes de pensar en jugar, hay que comer, al menos yo, sí tengo hambre.
Alex besó mi mejilla y se alejó, yendo nuevamente a la cocina; los demás, nos sentamos a la mesa. La cafetera sonó en ese preciso instante; sonreí al ver que Alex me servía agua en una taza y la llevaba a dónde me había sentado.
—¿Quieres que te ayude? — pregunté al ver que volvía a la cocina.
—No, no te preocupes.
—Yo lo ayudo — Víctor se puso de pie y fue a la cocina también.
Daniel observó a Luís y sonrió — ¿ya estás más tranquilo?
—Algo… — se alzó de hombros — aun me duele, pero estaré bien, no hay nada que hacer, solo es necesario dejar pasar el tiempo, para que sanen las heridas…
Estaba preparando mi café, no entendí a que se referían exactamente con esa conversación, ya que se me hizo un tanto ambigua, pero, preferí creer que era por sus heridas físicas.
Momentos después, la cena fue servida; la plática de sobremesa estuvo muy amena, por las locuras de Víctor principalmente. Luís preguntó cuánto debía en el hospital, pues no le entregaron la factura pero, Alejandro no quiso decirle.
Después de cenar, mis amigos se retiraron, me despedí de ellos en la puerta de la casa, no necesitaba salir al exterior; Alejandro y yo estábamos a solas y él, ya había apagado las luces de la cocina y el comedor.
—¿Mejor? — preguntó mientras me abrazaba por detrás y mordisqueaba mi oreja.
—¿De qué?
—Quedé en buenos términos con tus amigos — lamió mi oreja — ¿no era eso lo que querías?
—Sí — suspiré — pero no me hiciste caso cuando te dije que no volvieras a la sala — reproché.
Alejandro me hizo girar, me apresó entre sus brazos y lamió mis labios con una sonrisa divertida — te dije que no íbamos a cambiar papeles, yo ordeno, tu obedeces — rozó mi mejilla con su nariz — tu pides y yo… a veces te complazco.
—Eso no me gusta…
—No importa, así es nuestra relación.
Alex depositó un beso suave en mis labios y me guió a la sala, después de apagar las luces de la misma; lo único que quedó encendido, fueron la chimenea y las luces navideñas.
—Debo alimentar a mis hijos, para ir a la habitación…
Alejandro se sentó en el sillón de tres plazas y me dejó de pie, frente a él — ya los alimenté… — sonrió y desabrochó mi pantalón, bajándolo junto a mi ropa interior — ahora, merezco un premio.
Levantó mi camiseta y con sus manos acarició mi sexo, logrando arrancar un gemido de mis labios.
—¿Pediste el día de mañana? — preguntó y pasó su lengua por la punta de mi pene.
Mis manos fueron a su cabeza, enredando mis dedos en su cabello y ahogando un grito.
—Sí… — respondí — Alex… — mordí mi labio — vamos a la cama…
—No — siguió pasando su lengua por mi sexo, el cual empezó a despertar, tanto por las caricias húmedas, cómo por los suaves roces de sus manos — aún no.
Cuando mi pene estuvo duro, Alejandro se incorporó, me quitó la camiseta con rapidez, dejándome completamente desnudo; sólo la esclava que él me había regalado adornaba mi cuerpo, las piedras brillaron ante la iluminación del fuego y las luces intermitentes. Alex acarició mi pecho con sus dedos y después, me recostó en el sillón; se acomodó entre mis piernas y de un solo movimiento, albergó mi miembro en su boca. Gemí y me removí inquieto, él seguía lamiendo y succionando, sus manos acariciaban mis piernas y una de ellas estimulaba mis testículos.
—¡Alex! — mis ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Te gusta? — preguntó besando mis muslos.
—Sí, me gusta…
—Todo el día tuve ganas de ti, ‘conejo’… estuve a punto de masturbarme con tus videos — su mano buscó camino para acomodarse entre mis nalgas y uno de sus dedos, palpó mi entrada de manera insistente — pero, preferí esperar, porque es mejor hacerlo contigo…
Sus labios se abrieron y de nuevo, la humedad me estremeció, la tibieza de su boca me hizo suspirar y hundir mi cuerpo en el sillón; él succionaba insistente, su lengua se movía jugueteando en la punta de mi pene y cuando lo introducía completamente en su boca, mi mente se ponía en blanco. Su dedo entró en mí cuando menos lo esperé, se movía con lentitud, acariciando mi interior; no tardó mucho en rozar y estimular el lugar adecuado. Los espasmos no se hicieron esperar, mi piel se erizó y los escalofríos recorrieron mi columna.
—Alex, Alex, ¡Alex! — lloré, grité y me aferré a sus hombros, apretando la camiseta que él aún portaba.
Mi pene palpitó y libere mi semilla en su boca. Alejandro se quedó ahí, esperando a que terminara; su lengua seguía moviéndose y al final, se alejó de mi sexo, retirando su dedo de mi interior. Se acercó a mi rostro y me besó, depositando todo el semen recolectado, mezclado con su saliva, en mi boca; su lengua se enredó con la mía de forma juguetona y después se alejó.
—Traga — ordenó al ver que yo aún tenía ese líquido pegajosoen mi boca.
Pasé el trago y relamí mis labios. Estaba cansado por mi reciente orgasmo, pero mantuve mis ojos abiertos, observando a Alejandro contra la luz de la chimenea; él se puso de pie para quitarse la ropa de una forma tan lenta, tan sensual, que me obligó a respirar con agitación y relamer mis labios con deseo, especialmente al ver su sexo erecto en todo su esplendor.
Me sujetó de la mano y me incorporó, dejándome sentado en una orilla del sillón. Él por su parte, se recostó del otro lado con la espalda en el descansabrazos y las piernas abiertas; una pierna, descansando en el respaldo del sillón y la otra colgando por la orilla del asiento. Yo estaba ahí, sentado, embelesado, en medio de esas largas y perfectas extremidades, debido al ejercicio que Alejandro hacía.
—Tu turno, ‘conejo’ — sonrió y sus ojos brillaron con la luz del fuego.
Asentí y me moví hasta dejar mi rostro cerca de su entrepierna; pasé la lengua por mis labios para humedecerlos y abrí lo más grande que pude, para dejarlo pasar sin problemas.
A diferencia de Alejandro, yo no podía albergar todo su sexo en mi boca y cuando llegaba hasta mi garganta, me ahogaba con rapidez. Terminé tosiendo un par de veces, hasta que él me tomó por mi cabello con una mano y la otra, bajó recorriendo mi barbilla.
—Relájate… — indicó con voz ronca, acariciando mi cuello.
Entendí que lo que quería que relajara, era mi garganta, así que lo intenté; en pocos segundos, su miembro llegó más profundo.
—Eso pequeño, así como ayer — la voz de Alejandro era divertida y a la vez, tenía un tinte de placer en ella.
Alex me manejó a su antojo, logrando que varias lágrimas escaparan de mis ojos al ahogarme, pero no me permitió alejarme de su sexo. Después de largo rato, sentí más fuerza en el agarre de mi cabello; Alejandro hizo el rostro hacia atrás y el palpitar en el interior de mi boca me hizo estremecer. El líquido caliente y pegajoso inundó mi boca, tuve que tragarlo al instante para no ahogarme, pero lo que no pude tragar, escurrió por la comisura de mis labios, mezclado con mi saliva.
Alex por fin me alejó de su sexo y sonrió; sin soltarme, me movió hasta que quedé cerca de su rostro y lamió los restos de su semilla, aquella que había resbalado por mi mentón, limpiando concienzudamente mi piel.
—Me gustó — susurró después de depositar un beso en mis labios y finalmente, me abrazó.
Sonreí complacido — a mí también — dije con ilusión, después me recosté sobre su pecho y suspiré cansado — es tarde — mencioné mientras jugueteaba con uno de sus pezones.
Alex acarició mi espalda y besó mi cabello de forma insistente — sí, lo es… hay que descansar, mañana será un largo día.
—¿Qué haremos mañana?
—Es una sorpresa — su mano levantó mi rostro para poder besar mis labios de forma suave — pero, sé que te gustará.
Después de eso, descansamos unos minutos antes de ir a dormir.
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