Decepción
Sábado, diciembre 13
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Caricias suaves, besos húmedos, algo rozaba en mi interior y me hacía suspirar, logrando que mis ojos se abrieran con lentitud. Apenas me acostumbraba a la ligera luz que entraba por los enormes ventanales que tenían las cortinas a los lados, abiertas; pude distinguir el rostro de Alejandro cerca del mío, tan cerca, que sentía su respiración en mi piel. Mi cuerpo había actuado solo, entreabriendo mis labios y liberando jadeos entrecortados, a medida que mi respiración se agitaba más.
Alejandro sonrió al ver mis ojos abiertos — buenos días… — susurró y besó mis labios, aumentando el ritmo de las embestidas dentro de mí.
Gemí con fuerza cuando se alejó de mi boca, haciendo mi rostro hacia atrás, lo que le permitió bajar a besar y morder mi cuello; yo aún estaba desconcertado, medio dormido, pero mi cuerpo se dejó llevar con facilidad, ante esa forma tan deliciosa y única de despertar.
La mano de Alejandro fue a masajear mi sexo con insistencia y yo me hundí más en el colchón, debido a los estremecimientos que sus caricias me proporcionaban. Alex se alejó de mí, al notar que ya me había rendido ante él, haciéndome girar, colocando mi cuerpo sobre una almohada, para dejar mi cadera en alto. Entró en mi nuevamente, rápido, fuerte y sin decir una sola palabra; mi sexo rozaba con la almohada, excitándome aún más, por la suave caricia de la tela que estaba bajo mi piel.
—Alex… ¡Alex!
Apreté las sabanas con mis manos y arquee mi espalda al llegar al orgasmo. Alejandro aprovechó que, con ese movimiento, levantaba más mi cadera y dio una última estocada en mi interior liberando su semen tibio.
Lentamente, deje que mi cuerpo se relajara sobre la cama y Alex se recostó sobre mí, repartiendo besos en mi espalda y cuello, al momento que entrelazaba sus dedos con los míos.
—¿Te gustó? — preguntó en un susurro, cerca de mi oído.
Ladee mi rostro y sonreí — mucho… — suspiré y posé mi vista en mi mano izquierda.
Por fin notaba que, aún portaba la pulsera que la noche anterior, Alejandro me había obsequiado. Ahora, durante el día y a pesar de no haber tanta luz, debido a que estaba lloviendo, destellaban aún más las pequeñas piedras. Mire alrededor, no era mi habitación, aún estaba en el hotel de Alejandro.
—¿Qué…? ¿Qué hora es? — pregunte nervioso.
Alejandro seguía besando mi piel — ya son más de las diez — respondió en medio de los cariños que me prodigaba — ¿por qué?
—Es tarde — dije cerrando mis ojos y dejándome llevar por las caricias — tenemos que desayunar… anoche, no cené — intenté moverme un poco para girarme, pero Alex aún estaba dentro de mí y no pude hacerlo.
—Es mi culpa… — sus manos se movieron acariciando mis costados — estabas muy cansado y te quedaste dormido profundamente — se movió con lentitud hasta salir de mi interior — ¿quieres desayunar aquí, en la cama? — se movió hasta quedar a un costado mío y su mano acaricio mi espalda.
Lo observé, traía el cabello despeinado y por primera vez, notaba como una leve sombra de barba estaba en su rostro — nunca te había visto tan desarreglado — mi mano se movió hasta acariciar su barbilla — aunque no pica mucho — sonreí.
Él pasó su mano por su rostro, haciendo una mueca de desagrado — lo sé, ya tengo que rasurarme — se acercó a mí y besó mis labios — pero primero a desayunar, pequeño ‘conejo’…
—Creo que, prefiero comer en la sala — suspiré — comer en cama me recuerda a estar en un hospital.
—Cómo gustes, pediré el desayuno entonces…
Alejandro se movió, alejándose de mí, para llegar a la orilla de la cama y tomar el teléfono que estaba en el buró. Mientras él se comunicaba a recepción para que le enviaran desayuno, yo me puse de pie y fui al área de baño.
Entré primero al sanitario; después abrí la regadera para templar el agua y tomar una ducha. Me quite la pulsera de mi muñeca y la dejé con sumo cuidado en el tocador del baño. Mientras yo estaba lavando mi cabello, escuche a Alejandro cerca de dónde yo me encontraba.
—¿Vas a bañarte? — pregunté.
—Primero me quitaré la barba.
Negué; tampoco era para tanto, Alejandro tenía poco vello facial y no necesitaba pasar mucho tiempo rasurándose. Terminé de asearme concienzudamente y salí de la regadera. Alex aún estaba frente al espejo del gran lavabo, pasando el rastrillo por su rostro; me acerqué a él y lo abrace por detrás, yo aún estaba húmedo, así que mojé su piel con las gotas que resbalaban por mi cuerpo.
Él sonrió — deberías secarte y cambiarte — acarició una de mis manos — te puedes enfermar, hace frío, además, te toca recibir el desayuno…
—Está bien — me separé de él y tomé la toalla para secar mi cuerpo.
Después de estar seco, usé una bata de baño, para poder salir, ya que alguien había tocado la puerta. Caminé con rapidez y abrí.
—Buenos días… — dijo la persona que llevaba el carrito con el desayuno.
—Buenos días — sonreí.
No dijo nada más, dejó su carga en medio de la sala, dio media vuelta y se retiró con rapidez, no me dio tiempo de reaccionar para darle propina; levanté una ceja y solté una risita, tendría que estar al pendiente para la próxima vez, si es que había otra ocasión. Después, me acerqué a la mesita y descubrí las charolas; probé algo de fruta que estaba en un plato, mientras me percataba que había un café servido, el cual, claramente era para mí, así que le agregué azúcar y tomé un pan tostado para acompañarlo.
Escuché el agua de la regadera y supuse que Alejandro iba a tardar en salir, así que empecé a desayunar. Me terminé mi café y seguí con el jugo, el pan tostado que aún quedaba, la fruta e incluso, unas crepas que había en el plato; tenía tanta hambre que hasta el desayuno americano de la otra charola, se me hacía apetitoso.
Dudé, pero no pude contenerme, así que, empecé a picotear con el tenedor los huevos con tocino que estaban en el otro plato. Estaba ensimismado comiendo, que me sobresalto la voz de Alex a mi lado.
—¿Qué haces? — pregunto con seriedad.
Levanté mi vista y el bocado de comida quedó a medio camino. Alejandro estaba de pie, junto a mí; ya traía puesto un traje negro con una camisa blanca; su semblante era serio e incluso parecía molesto.
—Lo siento… — dejé el tenedor en el plato — es que… — titubee.
Se acercó a mí y besó mis labios — es la primera vez que veo que comes de lo mío — levantó una ceja — ¿crees que estoy enojado por eso?
—Sí… — desvié la vista.
—No es por eso… — Alejandro negó y puso frente a mi rostro la joya que me había obsequiado anteriormente — la dejaste en el baño.
Estiré mi mano para agarrarla, pero él la alejó de mí con rapidez.
—Juraste que no te la quitarías… — reprochó.
—Pero, lo hice para bañarme — repliqué — la olvidé después de salir del baño pero… pero aun no me cambio.
—Está bien — sonrió complacido — tu mano — indicó.
Levanté mi mano derecha; él negó, señaló con el rostro mi otra mano. Levanté mi mano izquierda y Alejandro colocó la joya en mi muñeca y sonrió.
—No te la quites, Erick… — acarició mi rostro — por favor…
—No lo volveré a hacer — sonreí.
Alejandro se puso de pie y caminó hacia la recámara, mientras yo observaba embelesado las piedras brillantes que ahora pendían de mi mano; era un detalle llamativo, pero ciertamente, si siempre usaba camisas manga larga, nadie lo notaría, sería nuestro secreto.
Debo irme — la voz de Alex me sacó de mi ensueño.
—¡¿A dónde?! — me puse de pie con algo de susto.
—Tengo asuntos pendientes, ‘conejo’ — se acercó a mi nuevamente y pasó sus manos por mi cintura — hoy no podré acompañarte.
—¿Ni siquiera a desayunar?
—Ya te comiste mi desayuno — rió — así que, comeré cualquier cosa a dónde voy.
—Lo lamento, pero tenía hambre.
—Está bien — besó mis labios — lo necesitabas, fue mi culpa que ayer no cenaras — acarició mi rostro — te veré en la noche en tu casa, ¿de acuerdo?
—Hoy tengo reunión con Luís, Víctor y Daniel — mencioné — ¿crees que puedas llegar a tiempo para divertirte con nosotros?
—Haré lo posible — prometió — trataré de terminar mis asuntos lo más rápido que pueda.
Besó mis labios con pasión, a modo de despedida y se encaminó a la puerta dejándome de pie.
Antes de que abriera la puerta lo llamé — ¡Alex! — él giró el rostro y posó su verde mirar en mí — te amo — dije con una sonrisa en mis labios.
Él sonrió y movió sus labios, sin liberar un sonido, aun así logre entender que él también decía que me amaba.
Alejandro se fue dejándome solo en esa enorme habitación y yo, me dejé caer en el sillón. Seguía cansado pero debía prepararme para salir y volver a mi casa.
Fui al vestidor en busca de la ropa con la que había llegado el día anterior, pero no la encontré; al contrario, había un cambio nuevo de ropa. Pantalón de mezclilla, camiseta manga larga y cuello alto en color negro, además, un saco en color azul marino; al menos en esa ocasión, la ropa no era tan formal. Había una pequeña nota, sonreí, eran las indicaciones para dejar las cosas como estaban, ya que los trabajadores de Alejandro se harían cargo de todo.
Casi una hora más tarde salí de la habitación; en la puerta había algunos hombres vestidos de negro — buenos días — saludé con una sonrisa; todos respondieron al unísono.
—Buenos días señor, soy Agustín Ruiz — dijo uno de esos hombres, que me parecía haber visto con anterioridad, en una de las ocasiones que me llevaron al trabajo, era ligeramente más alto que yo, de cuerpo fornido, obviamente hacía ejercicio, como todos los guardaespaldas de Alex, llevaba el cabello negro peinado hacia atrás y un intercomunicador en la oreja — el señor De León me encargó que lo lleve a dónde usted quiera — sonrió ampliamente — estoy a sus órdenes.
—Muchas gracias, pero, sólo quiero ir a mi casa.
—Con gusto lo llevaremos, acompáñenos.
Me escoltaron por el hotel hasta el estacionamiento, ahí había un automóvil negro esperando. Al subir, mi celular sonó y respondí rápidamente, era Daniel.
—Buenos días.
—“…Buenos días, ¿qué pasó?...” — la voz de Daniel era seria — “… ¿nuevamente te pusiste mal anoche?…”
—Sí… lo siento.
—“…Deberías ir al doctor…”
—Lo haré — aseguré — y ¿ustedes?
—“…Pasé la noche en el hotel…” — rio — “…pero solo, por eso desayuné y salí de ahí temprano…”
—¿No tuviste suerte?
—“…No, lamentablemente no…”
—Y, ¿qué pasó con Víctor y Luís?
—“…Víctor sí, tuvo suerte, pero Luís no, además, se fue anoche mismo de la fiesta…”
—¿Por qué?
—“…No lo sé, no dijo nada, ya sabes que está algo raro últimamente, pero mi llamada en realidad es porque quería saber que estabas bien… ¿lo estás, verdad?...”— insistió.
—Claro que sí — entorne mis ojos, pero no porque me molestara su actitud, sino porque me parecía que exageraba.
—“…Bueno, entonces, nos veremos en la tarde…”
—Claro, los veo en casa.
Colgué el celular y me recosté en el asiento; hacía frío, estaba lloviendo y a pesar de la calefacción, yo sentía que mi cuerpo tiritaba. Descubrí mi brazo y acaricie la pulsera, «esclava…» rectifiqué en mi mente, Alejandro la había denominado ‘esclava’ la noche anterior, una palabra fuerte, pero que me gustaba pensar, que era otra manera de atarme a él.
—Señor, ¿se encuentra bien? — la voz de Agustín me sacó de mis pensamientos.
—Sí, sí, sólo tengo un poco de frío.
—Subiremos la calefacción — aseguró y yo negué cansado, todos los trabajadores de Alex se desvivían por mí, cuando estaban cuidándome.
* * *
Llegamos a mi hogar, mis hijos salieron a saludarme con emoción y los acaricié al cruzar la puerta del jardín; la señora Josefina aún estaba ahí, barriendo la casa.
—Buenas tardes, señor Erick.
—Buenas tardes — respondí con una amplia sonrisa.
—¿Pasó buena noche? — el tono de su voz era pícaro.
Mordí el interior de mi mejilla y guardé silencio, más una risa nerviosa me traicionó — pues… sí — respondí avergonzado.
—Eso está muy bien, señor — caminó hasta la cocina — me imagino que aún no quiere comer, ¿o sí?
—No, gracias, solo quiero un café.
—Usted y su café, señor — su tono era de molestia pero después lo cambió a uno condescendiente y sonrió — ahora mismo se lo preparo.
—Gracias —seguí acariciando a mis hijos — ¿cómo se han portado?
—Muy bien, son muy buenos y bien educados… además les gusta mucho la chimenea.
—¡Qué bien!, me alegro — me encaminé a la escalera — voy a cambiarme de ropa — anuncié — quiero estar más cómodo.
Subí y cambié solo el pantalón, colocándome uno más holgado para volver a bajar.
—Su café ya está…
—Gracias, señora Josefina.
—Bueno, la comida ya está lista también — sonrió — hoy me retiraré temprano.
—¿Por qué?
—Porque tengo que ir a la fiesta de uno de mis nietos, espero que no le moleste.
—Al contrario — negué — si tenía un compromiso, no hubiera venido, solo perdió tiempo aquí.
—No es nada, además, el señor Alejandro me dio más dinero de lo que usted me paga, me sentí con la obligación de venir.
—¿Alejandro le pagó? — mi mente empezó a recordar, el día anterior, ciertamente, no le había dejado el sobre con su paga, andaba tan mal de la “resaca” que lo había olvidado por completo y con todo lo ocurrido, tampoco lo había pensado — discúlpeme, señora Josefina, de verdad, he tenido unos días complicados.
—No tiene que disculparse, el señor Alejandro me comentó que usted estaba indispuesto.
—Pues sí, pero eso no era razón para olvidarme de su paga.
—No importa… — ella movió sus manos como restando importancia al asunto — por cierto — dijo con tono de susto — olvide mencionarle que, desde ayer, lo está buscando un tal licenciado Páez, pero el señor Alejandro me dijo que no le diera informes sobre usted.
«El abogado de Melissa…» pensé — ¿le dijo para que me quería? — pregunté un tanto confundido.
—Pues, dijo que necesitaba hablar con usted, con respecto al caso de esa mujer.
—Bueno, supongo que sí es importante, me volverá a marcar.
—Tal vez, señor — caminó hacia sus cosas — ahora sí, me voy.
—Espere, deje le digo a los hombres de Alejandro que la lleven.
—No, no se preocupe — negó con una sonrisa.
—¡Claro que sí! Está lloviendo y no puede andar en los transportes así — mencioné con preocupación, podría sucederle algún accidente — sólo deme unos momentos, por favor.
No dejé que replicara y salí con rapidez hasta la cochera; los dos hombres que estaban en el automóvil salieron rápidamente acercándose a mí.
—¿Necesita algo señor? — Agustín me observó con seriedad.
—Sí, necesito que lleven a la señora Josefina a su casa y de ahí, por favor, si ella necesita ir a otro lado, también llévenla; después de eso pueden volver al hotel de Alejandro.
—Podemos llevar a la señora pero, después volveremos con usted.
Entorné mis ojos — no es necesario — sonreí — más tarde vendrán mis amigos, así que no estaré solo.
—Pero, señor, nosotros no podemos hacer eso.
Fruncí el ceño, agradecí que llevaba el celular en el bolsillo de mi pantalón, lo agarré y marqué el número de Alejandro con rapidez; sonó un par de veces y contestó con seriedad.
—“… ¿Sí? ¿Pasa algo?...”
—Hola… — sonreí — Alex, necesito un favor.
—“…Dime…” — su voz era muy formal.
—Les pedí a tus hombres que llevaran a la señora Josefina a donde ella necesita y que después, se vayan a tu hotel.
—“…No…” — era algo cortante — “…no puedo ordenar eso…”
—Alex… — suspiré — más tarde vienen Víctor, Daniel y Luís, por favor, no voy a estar solo.
—“…No importa…”
—Por favor… — rogué — además, te prometo que no le abriré a nadie y no volverá a pasar nada, ni siquiera hay señas de reporteros.
Por un instante no se escuchó nada del otro lado del teléfono— “…está bien, hablaremos en la noche entonces…” — su voz tenía un tinte molesto
Sonreí débilmente — si te molesta, mejor olvídalo — estaba cediendo de nuevo, al parecer, Alex no quería que estuviera solo.
Escuché un suspiro de su parte y después habló de forma más tranquila — “…no, está bien…” — accedió — “…no creo que pase nada en estas horas, pero pídele el número a Agustín, por si necesitas algo…”
—Gracias.
—“…Nos vemos en la noche…”
—Hasta la noche y recuerda que te amo.
—“…Yo también…”
Cortó la llamada y suspiré; tal vez estaba con alguien más y por eso no dijo lo que yo esperaba escuchar, después de todo, Alejandro me había comentado que tenía unos asuntos pendientes.
—Bueno, ya quedó — sonreí tristemente — Alejandro ya dijo que sí, solo tiene que darme su número — indiqué al hombre que estaba frente a mí.
Él me observó con seriedad, hizo una mueca de duda y descontento, pero terminó por acatar la orden — está bien, señor, pero si necesita algo, por favor, márqueme… cualquier cosa, por mínima que sea, yo vendré a ayudarle…
—Está bien — reí.
Guardé el número del celular de Agustín en la agenda y entré nuevamente a la casa, la señora Josefina ya estaba lista.
—Listo, ya quedó todo arreglado.
—Señor… — dijo con nervios — me da mucha pena con usted y el señor Alejandro.
—No se preocupe — negué — si no es molestia que la lleven, el problema fue que no quería que volvieran.
—¿Por qué? — preguntó con asombro — ¿se han portado mal con usted?
—Al contrario — aseguré — pero quisiera que mi vida volviera a la normalidad, además, ya no hay de qué preocuparse… — terminé en un susurro pensando que, después de todo, Melissa ya estaba muerta.
—Muchas gracias — ella salió por la puerta y yo la despedí desde el umbral.
Mis hijos la acompañaron a la puerta del jardín y al cabo de unos minutos, regresaron al interior de la casa. Jugué casi una hora con ellos e incluso traté de enseñarles algunos trucos, pero necesitaba dedicarles más tiempo, así que desistí después de un rato, dedicándome solo a disfrutar su compañía. Cuando dieron las tres de la tarde, los dejé en el jardín; la lluvia seguía pero ellos estaban seguros bajo el techo de la cochera, además, sus casas estaban bien equipadas para soportar las frías temperaturas.
Bajé al sótano llevando algunos refrescos, platos y vasos, también llevé los aperitivos que la señora Josefina preparó para la reunión. Estaba feliz por el simple hecho de que, ese día, Alejandro nos acompañaría.
Cuando volví a la cocina para llevar algunas otras cosas que podíamos necesitar, el teléfono sonó. Caminé hasta la sala a tomar la llamada.
—¿Bueno?
—“…Buenas tardes…” — la voz del otro lado era de un hombre
—Buenas tardes — respondí.
—“… ¿Se encuentra el señor Erick Salazar?…”
—¿Quién lo busca? — pregunté desconfiado, no reconocía la voz.
—“…Jair Páez, ex abogado defensor de la señora Melissa Hernández…”
Respiré profundamente y apreté mi mandíbula, no quería hablar con ese hombre, pero no quería ser maleducado — soy yo — dije al fin — ¿qué desea?
—“…Señor Salazar, quisiera hablar con usted sobre el caso de mi ex clienta…”
—Su ex clienta… por lo que vi en las noticias está muerta, ¿qué es lo que quiere hablar conmigo? — indagué con molestia.
—“…Necesito platicar con usted, para la investigación del móvil del asesinato…”
—¿El asesinato de mis mascotas?
—“…No, el asesinato de la señora Hernández…” — dijo con seriedad.
—Por lo que me enteré, fue un suicidio.
—“…Todos pueden creer eso, pero estoy seguro que no fue así…”
—¿Por qué dice eso? — escuché el timbre de la casa y me asomé por la ventana, Luís estaba en la puerta del jardín, su coche estaba estacionado en la calle; le hice una seña para que entrara por su propia cuenta, con su llave.
—“… ¿Por qué cree usted? Ella no quería morir, sólo quería salir libre…”
—Me informaron que la investigación que se hizo por su muerte, ratificó que había sido por suicidio.
—“…Aun así, quisiera hablar con usted…”
—Pues, tendrá que ser después — respondí cortante.
—“… ¿Podría darme una cita?...”
—Marque el lunes a mi trabajo si desea una cita, es mi secretaria la que tiene mi agenda.
—“…Es algo personal, no quisiera que fuese por medio de su empleo…” — alegó.
En ese momento volvió a sonar el timbre, me asomé nuevamente a la ventana y Luís aún estaba detrás de la reja del jardín, mis hijos le estaban ladrando y él no se atrevía a pasar. Le hice una seña para que me esperara un poco.
—Escuche, marque el lunes a mi trabajo, ahora tengo una visita que está en la puerta y necesito terminar la llamada.
—“… ¿Se trata de Alejandro de León?...”
Me molestó que preguntara de esa manera — eso no tengo por qué respondérselo, buenas tardes — colgué con ira.
Respiré profundamente para calmar mi ánimo, esa llamada me había alterado. Agarré mis llaves y salí al jardín, la lluvia no estaba fuerte, pero aun así era algo molesto.
—Perdón… — dije con una sonrisa — olvidé que no te conocen.
—No sabía que tenías nuevas mascotas — la voz de Luís era seria
—Sí — abrí la puerta después de que calmé a mis hijos — desde el miércoles — comenté — te los presento, estos son Tobi, Pirata y Jack — indiqué con mi índice a cada uno de mis tres hijos — y ellas — señale a las niñas — son Nila y Luna.
Luís entró y acarició las orejas de mis hijos, sin mucho interés, sólo para que ellos se familiarizaran con él.
—¿Podemos entrar? — preguntó con insistencia.
—Sí, claro.
Entramos a la casa con rapidez, evité que mis hijos nos siguieran pese a que la lluvia arreciaba; con mis amigos de visita, prefería que estuvieran fuera de la casa, ya que todos estaríamos en el sótano y no podía cuidarlos.
—¿Te ofrezco algo de beber? — me encaminé a la cocina.
—No, gracias — Luís dejó su chaqueta en el sofá de la sala — ¿estás solo?
—Sí — asentí — ¿por qué?
—No lo sé — caminó hasta quedar al otro lado de la barra desayunadora — no había ‘Men In Black’ en la calle — dijo con sarcasmo — se me hizo extraño.
—¿’Men In Black’? — pregunte levantando una ceja, mientras colocaba una vez más la cafetera en la estufa, para prepararme otro café.
—Sí — su voz era seria — los guaruras de tu ‘amiguito’ — tenía un matiz de molestia.
—Ya veo… — no quise decir nada para no discutir con él — pues no, no se quedaron este día, no le vi el caso porque ustedes iban a venir — dije refiriéndome a él, Daniel y Víctor.
—Daniel y Víctor no vendrán hoy…
—¿Por qué? — pregunté confuso — hablé con Daniel en la mañana y dijo que nos veríamos en la tarde.
—Tuvieron algo que hacer a última hora — los disculpó.
—Bueno… — dudé.
Debía decirle que Alejandro llegaría en la tarde, a Luís de todas maneras no le agradaba estar con él, así que era mejor decirle, quizá, si Alex llegaba, Luís se sentiría incómodo.
—Está bien — suspiré, ya estaba buscando la taza para servirme el agua caliente — pero, quiero que sepas que en la tarde llegará Alejandro, nos iba a acompañar y…
—¡Ah! Alejandro — interrumpió — ¿el gran señor De León vendrá a visitar a su amante esta noche?
Estaba enjuagando la taza en el lavatrastos y mi mano se estiró a apagar la estufa, instantes antes de esa frase; me quedé estático, de pie ante el fregadero, con el agua aun saliendo de la llave. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y temblé.
—¿De…? ¿De qué hablas? — pregunté nervioso, sintiendo que mi corazón latía con rapidez, pero no me giré, sólo moví mi mano para cerrar la llave del agua.
—¿De qué hablo? — escuché la voz de Luís más cerca, estaba tras de mí, se acercó y me habló al oído — ¿acaso no dijiste tú mismo anoche, que te gustaba que te diera por el culo?
Me giré con rapidez, mi respiración era agitada; quería negarlo, decir que no era cierto, pero la mirada y el semblante de Luís me dieron a entender que no iba a poder convencerlo, por más que negara.
—No… — me hice hacia atrás, tratando de alejarme de él — no sé… de qué… de qué hablas — titubee.
—Anoche, durante la fiesta, te vi… — me obligó a recargar la parte baja de mi espalda contra el mueble — sí — sonrió de lado cínicamente al notar mi asombro — estabas desnudo, con tu ‘amiguito’, gimiendo y suplicando que te usara… — sus manos se pusieron contra el mueble, a mis lados, atrapándome en ese lugar — que te rompiera… ¿no es cierto?
Mi pecho se movía al compás de mi respiración agitada, mis piernas temblaban, ¿cómo explicarle?
—Yo... Yo…
—¡Responde! — gruñó — ¿es por eso que lo defiendes y lo prefieres ante mí?
Esa frase me sorprendió, logró sacarme de mi desconcierto — ¿de qué hablas? — intenté alejarme de él, pero no pude.
—¿De qué hablo? — su semblante se puso sombrío — ¿Acaso no te has dado cuenta?
—¿Qué quieres de…? — las palabras de Alejandro retumbaron en mi mente «…le gustas…» — ¿…cir…? — mi vista se posó en sus ojos, su castaño mirar clavado en mí, me hacía temblar.
—Te busqué… — su voz era grave, diferente a la voz calmada y tranquila con la que siempre se dirigía a mí — te vi cuando desapareciste con esa mujer, la misma que estaba conmigo y momentos antes, recibió una llamada en su celular — frunció el ceño — después me pidió algo para beber y se fue… al verla contigo pensé ‘está bien, va a divertirse con ella, no me importa…’ — fingió una voz cómica, pese a que su rostro no demostraba alguna mueca adecuada para ella, mientras yo me aferraba a la orilla del mueble al escuchar sus reproches, sentía que las fuerzas me abandonaban — pero después de un rato, ella salió sola… ¡sola! — repitió — así que, encontré la manera de cruzar esa puerta… no fue fácil — agregó — los orangutanes de tu amigo no se alejaban, así que, pedí ayuda a unos meseros… no me importó rebajarme, sólo necesitaba un instante para entrar…
—Luís… — mi voz apenas era un susurro — yo…
—No fue difícil encontrar el camino adecuado — siguió sin dejarme hablar — sólo debía seguir las luces… después, fue aún más sencillo, solo tenía que seguir tu voz — sonrió y su rostro se acercó al mío — tus gemidos…
Sentí que el corazón se me detenía en ese instante, mi labio inferior tembló y mi piel se erizó.
—Abrí la puerta, — prosiguió — la abrí y me quedé ahí, ¡viendo esa maldita escena! — levantó la voz y yo apreté mis parpados, girando el rostro apenado — ¿cómo crees que me sentí? — reprochó — él por supuesto me vio y ¡se burló de mí! — reclamó — ¡hizo todo para demostrarme que eras completamente suyo!
Giré mi rostro para observarlo, desafiante — Alex no sería capaz de… — traté de defenderlo.
—¿Qué no sería capaz? — soltó una falsa risa — ese hombre es capaz de cualquier cosa — siseó — pero así cómo anoche, tienes los ojos vendados para no darte cuenta… eres como su mascota… no… — negó — eres su puta…
Esa frase me hizo enojar, apreté mi mandíbula, cerré mis puños y lo empujé alejándolo de mí — ¡sí! — grité — soy su amante y me gusta serlo, ¡¿cuál es el problema?! — pregunté con cinismo — ni tú, ni nadie, tienen derecho a reprochar nada, ¡es mi vida! — hice énfasis en la última palabra y di unos pasos tratando de alejarme aún más de Luís.
—¿Tu vida? — su mano me tomó de mi brazo izquierdo y me jaló hacia el — ¡¿tu vida?! — volvió a preguntar — a su lado no tienes vida, ¡ni siquiera tienes voluntad!
—¡Suéltame! — intenté soltarme de su agarre.
Él se movió con rapidez y descubrió mi muñeca — ¿lo ves? — metió sus dedos entre la esclava y mi mano, ejerciendo fuerza — eres solo un objeto que usa cuando quiere.
—¡Suéltame! — repetí y me moví para liberarme de él.
Tanto su fuerza cómo la mía se enfrentaron en ese movimiento y la esclava terminó cediendo, por lo que Luís se quedó con ella en mano. Mi mente recordó las palabras que en la mañana, Alejandro me había dicho, «…no te la quites, Erick… por favor…»
—¡No! — intenté arrebatársela pero el movió su mano y la lanzó lejos — ¿qué crees que haces? — pregunté asustado, intentando correr para ir a buscar la joya y Luís me volvió a sujetar del brazo — ¡te dije que me soltaras! — exigí.
—¡No! — gritó — ¿No entiendes que yo puedo darte más amor que él? — su voz era grave, seria — o estás con él por su dinero, ¿es eso? ¿Eres un maldito interesado igual que una prostituta barata?
—¡No tienes por qué insultarme! — volví a soltarme, pero esta vez lo enfrenté — no sabes nada de mí, ni de lo que siento por Alejandro, tampoco de lo que he vivido con él, así que, ¡no tienes por qué meterte!
—¡Me meto porque te quiero! — se excusó — ¡Sí! — reafirmó — te quiero, te he querido desde la universidad — su declaración me tomó por sorpresa — pero jamás te quisiste dar cuenta, preferiste casarte con Victoria, ¡¿no es así?!
—Luís… — susurré — no… no es eso, es que… — ¿cómo explicarle? — no lo entiendes…
—¿Qué es lo que no entiendo? — su voz era más calmada, su semblante ahora era de dolor y eso me lastimó — dime, Erick, explícame, ¿qué es lo que no entiendo?
Desvié la vista — no entiendes lo que siento por Alex y lo que él siente por mi… — dije con seriedad.
—Lo que él… siente por ti — rió — ese hombre no siente nada por ti — espetó con saña — solo te usa para su diversión y satisfacción, ¿no dijiste que se irá pronto? — esas palabras me hirieron — se irá por que no te quiere — se acercó a mí tratando de tocar mi rostro — no te quiere como yo…
Evité su toque — eso… no es asunto tuyo — mi voz salió con ira y di unos pasos tratando de alejarme de él — vete, quiero estar solo — sentía que iba a ponerme a llorar en ese momento.
—No — se movió y me abrazó desde atrás — no voy a irme, no sin demostrarte que puedo amarte más que Alejandro de León.
—¡No me toques! — me giré y lo empujé — no quiero que te acerques.
—Ya veo… lo que pasa es que te gusta duro y fuerte, te gusta el dolor ¿no es así? — su semblante cambió — pues si tengo que hacerlo de esa manera, lo haré — sus manos me apresaron de los brazos con fuerza — te gustará, te gustará mucho más hacerlo conmigo, que con él….
—Luís, ¡suéltame! — volví a empujarlo — ¡No quiero nada contigo!
—¡Pues yo sí! — su mano se movió y dio un fuerte golpe en mi rostro, que me desconcertó.
Moví mi brazo y pasé el dorso de mi mano por mi boca, un poco de sangre quedó en mi piel — ¡¿qué demonios estás haciendo?!
—Si te gusta rudo… — se acercó a mí, su mirada sombría me estremeció — seré rudo…
—¿Crees que no me voy a defender? — si era necesario enfrentarlo lo haría, a pesar de saber que Luís era más fuerte que yo y además, practicaba box en un gimnasio, no permitiría que me pusiera una mano encima.
—Lo harás… obviamente lo harás… — aseguró — pero terminaras cediendo y disfrutando, como lo haces con él…
Luís se acercó a mí y cuando intenté golpearlo para alejarlo, tomó mi mano; él sabía que yo no quería lastimarlo en serio. Me jaló hacia él y me dio un golpe en el estómago que me dejó sin aire. Caí de rodillas, después de eso, miré de reojo cómo movió su pierna y sentí otro golpe, cerca de la sien, mucho más fuerte que el primero y con ello, me tumbó hacia atrás.
Estaba mareado, desorientado, pero pude sentir claramente lo que siguió; Luís se puso sobre mí, acercó su rostro al mío y lamió la herida que tenía en mi labio.
—Te va a gustar, Erick… — susurró — te lo aseguro.
—No… — negué en un murmullo — no lo hagas.
Luís me levantó la camiseta que traía, dejando mi torso al descubierto; intenté mover mis manos, pero estaba tan mareado que sentía mi cuerpo pesado y dolorido, por lo que mis brazos no respondieron.
Acarició mi piel con la yema de los dedos y pude notar su sonrisa — hermoso, suave, perfecto… pese a estas marcas que te ha dejado el imbécil de tu “amigo” — tocó con un dedo unas marcas rojizas que Alejandro me había hecho la noche anterior — pero, no te preocupes… te haré unas nuevas que disfrutarás mucho más.
Acercó su rostro a mí cuerpo, pasando su lengua por mi pecho; mordisqueó uno de mis pezones y me quejé.
—No… — una lágrima escapo de mis ojos — por favor… — imploré — no lo hagas, Luís…
Luís se apartó de mí, su mano tocó mi rostro, limpiando mis lágrimas y traté de enfocar mi vista en él, pero lo veía ligeramente borroso — ¿por qué? — preguntó con insistencia — ¿por qué con él y no conmigo?
—Por… que… — suspiré y ladee mi rostro, cansado — lo amo…
Sentí un nuevo golpe en mi rostro, era más bien una bofetada — ¡¿cómo puedes ser tan estúpido?!— preguntó levantando la voz.
Después de eso, se alejó de mí con rapidez, sólo escuché la puerta abrirse, mis hijos ladrando y después nada. Suspiré, me quedé tirado ahí, en el piso sin poder hacer nada más. Cerré mis ojos y respiré profundo; tenía que ponerme de pie pero, aún me encontraba aturdido, lastimado y por sobre todo, decepcionado.
Me dolían los golpes, pero me dolía más que Luís intentara hacerme algo como eso. Tenía que admitir que había sido mi culpa; tantos años de amigos y nunca me di cuenta de lo que sentía por mí, pero aunque lo hubiera sabido, no hubiese podido corresponderle.
Pasé varios minutos ahí, en medio de mis cavilaciones, hasta que tuve la fuerza para incorporarme. Me acomodé la camiseta y me puse de pie; me dolía el estómago y el rostro, además, me temblaban las piernas, pero debía ir a limpiar mi cara, que seguramente, tendría la mancha de sangre. No me sentí capaz de subir las escaleras, así que me encaminé a la habitación de la planta baja; entré al baño y pude notar mi labio inflamado y una mancha de sangre, desde la comisura de mi labio hasta mi barbilla.
—Auch… — me quejé al pasar mis dedos por la inflamación.
Tenía mi mejilla roja y también me dolía. Limpié mi labio con agua tibia y busqué en el botiquín de ese baño, algo con qué limpiarme y poder seguir revisándome con mayor detenimiento. Tenía también una inflamación ligera en mi sien, además mi piel se notaba algo más obscura en ese lugar; me puse una pomada para desinflamar y me peiné de manera que mi cabello ocultara, al menos, ese moretón.
—No puedo creerlo… — susurré.
Finalmente levanté mi camiseta y no encontré más que una marca rojiza en mi abdomen; traté de sonreír con sarcasmo, pero el dolor en mi labio me lo impidió. Coloqué un poco de pomada en esa zona también, para evitar el dolor y la hinchazón, a pesar de que no iba a quedar marca.
Cuando terminé de colocarme los remedios más básicos, salí de la habitación, caminé con lentitud hasta donde Luís había lanzado mi esclava y la busqué. Estaba tirada en el piso; la levanté lentamente, revisándola detenidamente. El broche que servía para cerrarla se había desprendido, cediendo ante la fuerza de ambos, en medio del forcejeo.
—Lo siento, Alex… — suspiré cansado — pero no me la podré poner, hasta mandarla a arreglar…
Caminé a la sala y tomé mi celular, lo había dejado en la mesita de centro. Busqué en la agenda el nombre ‘Agustín’; iba marcar pero me detuve antes de presionar el botón. Si lo hacía, Alejandro se enteraría y no quería que hiciera algo, menos contra Luís, quien a pesar de todo, era mi amigo.
Sabía que Alejandro se enteraría tarde o temprano, aunque más bien, sería en la noche que llegara, era mejor que pensara bien lo que le iba a decir; no me iba a creer con tanta facilidad cualquier mentira que le dijera, pero debía intentarlo.
Subí las escaleras con algo de lentitud, pero logré llegar a mi habitación, sin sufrir otro percance, pues aún estaba mareado. Me recosté en la cama después de dejar mi celular y la esclava en el buró; en poco tiempo me quedé dormido, cansado, no solo física, sino emocionalmente, debido a lo sucedido.
* * *
No supe cuánto tiempo me quedé dormido, pero el celular sonaba insistente cuando empecé a recobrar el sentido. Me removí incómodo hasta alcanzarlo y tomé la llamada aún con los ojos cerrados.
—¿Bueno?
—“…Erick…” — la voz de Alex era seria — “… ¿estás bien?...”
—¿Yo? — titubee — sí, claro — traté de sonreír — ¿por qué preguntas?
—“… ¿Estás seguro?...” — su voz era más grave aún.
—Sí, lo estoy — miré a todos lados, la dificultad para mentirle a Alex me hacía temblar — ¿y tú? — pregunté — ¿ya vienes para acá?
—“…No…” — respondió cortante — “…no podré ir hoy, mañana iré por ti…”
—¿Vendrás por mí? ¿Saldremos?
—“…Sí…”
—¿A dónde? — suspiré — necesito que me digas, para saber qué ponerme — añadí.
—“…Cualquier cosa, no es algo formal…”
—De acuerdo
—“…Erick…”
—¿Sí?
—“… ¿Seguro que no tienes algo que contarme?...”
Me estremecí ante esa pregunta tan directa — n… no… — mi voz tembló — todo bien.
—“… ¿Estás con tus amigos?...”
—No, no pudieron venir — respondí con rapidez.
—“…Estas solo entonces… ¿quieres que te envíe a alguien para cuidarte?...”
—No, no, no… estoy bien, no te preocupes, además, creo que, dormiré temprano hoy, después haré los reportes para mi trabajo.
—“…Bien, te veo mañana…”
—Alex… — susurré — te amo.
Guardó silencio, solo escuche un suspiro y después colgó. Mi pecho me dolió; en los últimos días, al despedirse, me decía que me amaba; en esta ocasión sentí que me faltaba algo importante, sentí que Alex ya no era mío.
Miré el reloj en el celular, eran casi las once de la noche; suspiré cansado, a pesar de todo, debía alimentar a mis hijos, así que, debía ponerme de pie. Hice acopio de mi fuerza de voluntad y aún con el dolor en mi abdomen, bajé las escaleras y salí a servirles su cena, agradeciendo que ya no estuviera mareado; me despedí con rapidez de ellos y volví al interior de la casa.
Antes de subir a mi habitación, encendí las luces y adornos navideños. No tenía ganas de cenar, así que, solo regrese a la cama, me cubrí con las cobijas y volví a dormir.
* * *
- - - - -
Caricias suaves, besos húmedos, algo rozaba en mi interior y me hacía suspirar, logrando que mis ojos se abrieran con lentitud. Apenas me acostumbraba a la ligera luz que entraba por los enormes ventanales que tenían las cortinas a los lados, abiertas; pude distinguir el rostro de Alejandro cerca del mío, tan cerca, que sentía su respiración en mi piel. Mi cuerpo había actuado solo, entreabriendo mis labios y liberando jadeos entrecortados, a medida que mi respiración se agitaba más.
Alejandro sonrió al ver mis ojos abiertos — buenos días… — susurró y besó mis labios, aumentando el ritmo de las embestidas dentro de mí.
Gemí con fuerza cuando se alejó de mi boca, haciendo mi rostro hacia atrás, lo que le permitió bajar a besar y morder mi cuello; yo aún estaba desconcertado, medio dormido, pero mi cuerpo se dejó llevar con facilidad, ante esa forma tan deliciosa y única de despertar.
La mano de Alejandro fue a masajear mi sexo con insistencia y yo me hundí más en el colchón, debido a los estremecimientos que sus caricias me proporcionaban. Alex se alejó de mí, al notar que ya me había rendido ante él, haciéndome girar, colocando mi cuerpo sobre una almohada, para dejar mi cadera en alto. Entró en mi nuevamente, rápido, fuerte y sin decir una sola palabra; mi sexo rozaba con la almohada, excitándome aún más, por la suave caricia de la tela que estaba bajo mi piel.
—Alex… ¡Alex!
Apreté las sabanas con mis manos y arquee mi espalda al llegar al orgasmo. Alejandro aprovechó que, con ese movimiento, levantaba más mi cadera y dio una última estocada en mi interior liberando su semen tibio.
Lentamente, deje que mi cuerpo se relajara sobre la cama y Alex se recostó sobre mí, repartiendo besos en mi espalda y cuello, al momento que entrelazaba sus dedos con los míos.
—¿Te gustó? — preguntó en un susurro, cerca de mi oído.
Ladee mi rostro y sonreí — mucho… — suspiré y posé mi vista en mi mano izquierda.
Por fin notaba que, aún portaba la pulsera que la noche anterior, Alejandro me había obsequiado. Ahora, durante el día y a pesar de no haber tanta luz, debido a que estaba lloviendo, destellaban aún más las pequeñas piedras. Mire alrededor, no era mi habitación, aún estaba en el hotel de Alejandro.
—¿Qué…? ¿Qué hora es? — pregunte nervioso.
Alejandro seguía besando mi piel — ya son más de las diez — respondió en medio de los cariños que me prodigaba — ¿por qué?
—Es tarde — dije cerrando mis ojos y dejándome llevar por las caricias — tenemos que desayunar… anoche, no cené — intenté moverme un poco para girarme, pero Alex aún estaba dentro de mí y no pude hacerlo.
—Es mi culpa… — sus manos se movieron acariciando mis costados — estabas muy cansado y te quedaste dormido profundamente — se movió con lentitud hasta salir de mi interior — ¿quieres desayunar aquí, en la cama? — se movió hasta quedar a un costado mío y su mano acaricio mi espalda.
Lo observé, traía el cabello despeinado y por primera vez, notaba como una leve sombra de barba estaba en su rostro — nunca te había visto tan desarreglado — mi mano se movió hasta acariciar su barbilla — aunque no pica mucho — sonreí.
Él pasó su mano por su rostro, haciendo una mueca de desagrado — lo sé, ya tengo que rasurarme — se acercó a mí y besó mis labios — pero primero a desayunar, pequeño ‘conejo’…
—Creo que, prefiero comer en la sala — suspiré — comer en cama me recuerda a estar en un hospital.
—Cómo gustes, pediré el desayuno entonces…
Alejandro se movió, alejándose de mí, para llegar a la orilla de la cama y tomar el teléfono que estaba en el buró. Mientras él se comunicaba a recepción para que le enviaran desayuno, yo me puse de pie y fui al área de baño.
Entré primero al sanitario; después abrí la regadera para templar el agua y tomar una ducha. Me quite la pulsera de mi muñeca y la dejé con sumo cuidado en el tocador del baño. Mientras yo estaba lavando mi cabello, escuche a Alejandro cerca de dónde yo me encontraba.
—¿Vas a bañarte? — pregunté.
—Primero me quitaré la barba.
Negué; tampoco era para tanto, Alejandro tenía poco vello facial y no necesitaba pasar mucho tiempo rasurándose. Terminé de asearme concienzudamente y salí de la regadera. Alex aún estaba frente al espejo del gran lavabo, pasando el rastrillo por su rostro; me acerqué a él y lo abrace por detrás, yo aún estaba húmedo, así que mojé su piel con las gotas que resbalaban por mi cuerpo.
Él sonrió — deberías secarte y cambiarte — acarició una de mis manos — te puedes enfermar, hace frío, además, te toca recibir el desayuno…
—Está bien — me separé de él y tomé la toalla para secar mi cuerpo.
Después de estar seco, usé una bata de baño, para poder salir, ya que alguien había tocado la puerta. Caminé con rapidez y abrí.
—Buenos días… — dijo la persona que llevaba el carrito con el desayuno.
—Buenos días — sonreí.
No dijo nada más, dejó su carga en medio de la sala, dio media vuelta y se retiró con rapidez, no me dio tiempo de reaccionar para darle propina; levanté una ceja y solté una risita, tendría que estar al pendiente para la próxima vez, si es que había otra ocasión. Después, me acerqué a la mesita y descubrí las charolas; probé algo de fruta que estaba en un plato, mientras me percataba que había un café servido, el cual, claramente era para mí, así que le agregué azúcar y tomé un pan tostado para acompañarlo.
Escuché el agua de la regadera y supuse que Alejandro iba a tardar en salir, así que empecé a desayunar. Me terminé mi café y seguí con el jugo, el pan tostado que aún quedaba, la fruta e incluso, unas crepas que había en el plato; tenía tanta hambre que hasta el desayuno americano de la otra charola, se me hacía apetitoso.
Dudé, pero no pude contenerme, así que, empecé a picotear con el tenedor los huevos con tocino que estaban en el otro plato. Estaba ensimismado comiendo, que me sobresalto la voz de Alex a mi lado.
—¿Qué haces? — pregunto con seriedad.
Levanté mi vista y el bocado de comida quedó a medio camino. Alejandro estaba de pie, junto a mí; ya traía puesto un traje negro con una camisa blanca; su semblante era serio e incluso parecía molesto.
—Lo siento… — dejé el tenedor en el plato — es que… — titubee.
Se acercó a mí y besó mis labios — es la primera vez que veo que comes de lo mío — levantó una ceja — ¿crees que estoy enojado por eso?
—Sí… — desvié la vista.
—No es por eso… — Alejandro negó y puso frente a mi rostro la joya que me había obsequiado anteriormente — la dejaste en el baño.
Estiré mi mano para agarrarla, pero él la alejó de mí con rapidez.
—Juraste que no te la quitarías… — reprochó.
—Pero, lo hice para bañarme — repliqué — la olvidé después de salir del baño pero… pero aun no me cambio.
—Está bien — sonrió complacido — tu mano — indicó.
Levanté mi mano derecha; él negó, señaló con el rostro mi otra mano. Levanté mi mano izquierda y Alejandro colocó la joya en mi muñeca y sonrió.
—No te la quites, Erick… — acarició mi rostro — por favor…
—No lo volveré a hacer — sonreí.
Alejandro se puso de pie y caminó hacia la recámara, mientras yo observaba embelesado las piedras brillantes que ahora pendían de mi mano; era un detalle llamativo, pero ciertamente, si siempre usaba camisas manga larga, nadie lo notaría, sería nuestro secreto.
Debo irme — la voz de Alex me sacó de mi ensueño.
—¡¿A dónde?! — me puse de pie con algo de susto.
—Tengo asuntos pendientes, ‘conejo’ — se acercó a mi nuevamente y pasó sus manos por mi cintura — hoy no podré acompañarte.
—¿Ni siquiera a desayunar?
—Ya te comiste mi desayuno — rió — así que, comeré cualquier cosa a dónde voy.
—Lo lamento, pero tenía hambre.
—Está bien — besó mis labios — lo necesitabas, fue mi culpa que ayer no cenaras — acarició mi rostro — te veré en la noche en tu casa, ¿de acuerdo?
—Hoy tengo reunión con Luís, Víctor y Daniel — mencioné — ¿crees que puedas llegar a tiempo para divertirte con nosotros?
—Haré lo posible — prometió — trataré de terminar mis asuntos lo más rápido que pueda.
Besó mis labios con pasión, a modo de despedida y se encaminó a la puerta dejándome de pie.
Antes de que abriera la puerta lo llamé — ¡Alex! — él giró el rostro y posó su verde mirar en mí — te amo — dije con una sonrisa en mis labios.
Él sonrió y movió sus labios, sin liberar un sonido, aun así logre entender que él también decía que me amaba.
Alejandro se fue dejándome solo en esa enorme habitación y yo, me dejé caer en el sillón. Seguía cansado pero debía prepararme para salir y volver a mi casa.
Fui al vestidor en busca de la ropa con la que había llegado el día anterior, pero no la encontré; al contrario, había un cambio nuevo de ropa. Pantalón de mezclilla, camiseta manga larga y cuello alto en color negro, además, un saco en color azul marino; al menos en esa ocasión, la ropa no era tan formal. Había una pequeña nota, sonreí, eran las indicaciones para dejar las cosas como estaban, ya que los trabajadores de Alejandro se harían cargo de todo.
Casi una hora más tarde salí de la habitación; en la puerta había algunos hombres vestidos de negro — buenos días — saludé con una sonrisa; todos respondieron al unísono.
—Buenos días señor, soy Agustín Ruiz — dijo uno de esos hombres, que me parecía haber visto con anterioridad, en una de las ocasiones que me llevaron al trabajo, era ligeramente más alto que yo, de cuerpo fornido, obviamente hacía ejercicio, como todos los guardaespaldas de Alex, llevaba el cabello negro peinado hacia atrás y un intercomunicador en la oreja — el señor De León me encargó que lo lleve a dónde usted quiera — sonrió ampliamente — estoy a sus órdenes.
—Muchas gracias, pero, sólo quiero ir a mi casa.
—Con gusto lo llevaremos, acompáñenos.
Me escoltaron por el hotel hasta el estacionamiento, ahí había un automóvil negro esperando. Al subir, mi celular sonó y respondí rápidamente, era Daniel.
—Buenos días.
—“…Buenos días, ¿qué pasó?...” — la voz de Daniel era seria — “… ¿nuevamente te pusiste mal anoche?…”
—Sí… lo siento.
—“…Deberías ir al doctor…”
—Lo haré — aseguré — y ¿ustedes?
—“…Pasé la noche en el hotel…” — rio — “…pero solo, por eso desayuné y salí de ahí temprano…”
—¿No tuviste suerte?
—“…No, lamentablemente no…”
—Y, ¿qué pasó con Víctor y Luís?
—“…Víctor sí, tuvo suerte, pero Luís no, además, se fue anoche mismo de la fiesta…”
—¿Por qué?
—“…No lo sé, no dijo nada, ya sabes que está algo raro últimamente, pero mi llamada en realidad es porque quería saber que estabas bien… ¿lo estás, verdad?...”— insistió.
—Claro que sí — entorne mis ojos, pero no porque me molestara su actitud, sino porque me parecía que exageraba.
—“…Bueno, entonces, nos veremos en la tarde…”
—Claro, los veo en casa.
Colgué el celular y me recosté en el asiento; hacía frío, estaba lloviendo y a pesar de la calefacción, yo sentía que mi cuerpo tiritaba. Descubrí mi brazo y acaricie la pulsera, «esclava…» rectifiqué en mi mente, Alejandro la había denominado ‘esclava’ la noche anterior, una palabra fuerte, pero que me gustaba pensar, que era otra manera de atarme a él.
—Señor, ¿se encuentra bien? — la voz de Agustín me sacó de mis pensamientos.
—Sí, sí, sólo tengo un poco de frío.
—Subiremos la calefacción — aseguró y yo negué cansado, todos los trabajadores de Alex se desvivían por mí, cuando estaban cuidándome.
* * *
Llegamos a mi hogar, mis hijos salieron a saludarme con emoción y los acaricié al cruzar la puerta del jardín; la señora Josefina aún estaba ahí, barriendo la casa.
—Buenas tardes, señor Erick.
—Buenas tardes — respondí con una amplia sonrisa.
—¿Pasó buena noche? — el tono de su voz era pícaro.
Mordí el interior de mi mejilla y guardé silencio, más una risa nerviosa me traicionó — pues… sí — respondí avergonzado.
—Eso está muy bien, señor — caminó hasta la cocina — me imagino que aún no quiere comer, ¿o sí?
—No, gracias, solo quiero un café.
—Usted y su café, señor — su tono era de molestia pero después lo cambió a uno condescendiente y sonrió — ahora mismo se lo preparo.
—Gracias —seguí acariciando a mis hijos — ¿cómo se han portado?
—Muy bien, son muy buenos y bien educados… además les gusta mucho la chimenea.
—¡Qué bien!, me alegro — me encaminé a la escalera — voy a cambiarme de ropa — anuncié — quiero estar más cómodo.
Subí y cambié solo el pantalón, colocándome uno más holgado para volver a bajar.
—Su café ya está…
—Gracias, señora Josefina.
—Bueno, la comida ya está lista también — sonrió — hoy me retiraré temprano.
—¿Por qué?
—Porque tengo que ir a la fiesta de uno de mis nietos, espero que no le moleste.
—Al contrario — negué — si tenía un compromiso, no hubiera venido, solo perdió tiempo aquí.
—No es nada, además, el señor Alejandro me dio más dinero de lo que usted me paga, me sentí con la obligación de venir.
—¿Alejandro le pagó? — mi mente empezó a recordar, el día anterior, ciertamente, no le había dejado el sobre con su paga, andaba tan mal de la “resaca” que lo había olvidado por completo y con todo lo ocurrido, tampoco lo había pensado — discúlpeme, señora Josefina, de verdad, he tenido unos días complicados.
—No tiene que disculparse, el señor Alejandro me comentó que usted estaba indispuesto.
—Pues sí, pero eso no era razón para olvidarme de su paga.
—No importa… — ella movió sus manos como restando importancia al asunto — por cierto — dijo con tono de susto — olvide mencionarle que, desde ayer, lo está buscando un tal licenciado Páez, pero el señor Alejandro me dijo que no le diera informes sobre usted.
«El abogado de Melissa…» pensé — ¿le dijo para que me quería? — pregunté un tanto confundido.
—Pues, dijo que necesitaba hablar con usted, con respecto al caso de esa mujer.
—Bueno, supongo que sí es importante, me volverá a marcar.
—Tal vez, señor — caminó hacia sus cosas — ahora sí, me voy.
—Espere, deje le digo a los hombres de Alejandro que la lleven.
—No, no se preocupe — negó con una sonrisa.
—¡Claro que sí! Está lloviendo y no puede andar en los transportes así — mencioné con preocupación, podría sucederle algún accidente — sólo deme unos momentos, por favor.
No dejé que replicara y salí con rapidez hasta la cochera; los dos hombres que estaban en el automóvil salieron rápidamente acercándose a mí.
—¿Necesita algo señor? — Agustín me observó con seriedad.
—Sí, necesito que lleven a la señora Josefina a su casa y de ahí, por favor, si ella necesita ir a otro lado, también llévenla; después de eso pueden volver al hotel de Alejandro.
—Podemos llevar a la señora pero, después volveremos con usted.
Entorné mis ojos — no es necesario — sonreí — más tarde vendrán mis amigos, así que no estaré solo.
—Pero, señor, nosotros no podemos hacer eso.
Fruncí el ceño, agradecí que llevaba el celular en el bolsillo de mi pantalón, lo agarré y marqué el número de Alejandro con rapidez; sonó un par de veces y contestó con seriedad.
—“… ¿Sí? ¿Pasa algo?...”
—Hola… — sonreí — Alex, necesito un favor.
—“…Dime…” — su voz era muy formal.
—Les pedí a tus hombres que llevaran a la señora Josefina a donde ella necesita y que después, se vayan a tu hotel.
—“…No…” — era algo cortante — “…no puedo ordenar eso…”
—Alex… — suspiré — más tarde vienen Víctor, Daniel y Luís, por favor, no voy a estar solo.
—“…No importa…”
—Por favor… — rogué — además, te prometo que no le abriré a nadie y no volverá a pasar nada, ni siquiera hay señas de reporteros.
Por un instante no se escuchó nada del otro lado del teléfono— “…está bien, hablaremos en la noche entonces…” — su voz tenía un tinte molesto
Sonreí débilmente — si te molesta, mejor olvídalo — estaba cediendo de nuevo, al parecer, Alex no quería que estuviera solo.
Escuché un suspiro de su parte y después habló de forma más tranquila — “…no, está bien…” — accedió — “…no creo que pase nada en estas horas, pero pídele el número a Agustín, por si necesitas algo…”
—Gracias.
—“…Nos vemos en la noche…”
—Hasta la noche y recuerda que te amo.
—“…Yo también…”
Cortó la llamada y suspiré; tal vez estaba con alguien más y por eso no dijo lo que yo esperaba escuchar, después de todo, Alejandro me había comentado que tenía unos asuntos pendientes.
—Bueno, ya quedó — sonreí tristemente — Alejandro ya dijo que sí, solo tiene que darme su número — indiqué al hombre que estaba frente a mí.
Él me observó con seriedad, hizo una mueca de duda y descontento, pero terminó por acatar la orden — está bien, señor, pero si necesita algo, por favor, márqueme… cualquier cosa, por mínima que sea, yo vendré a ayudarle…
—Está bien — reí.
Guardé el número del celular de Agustín en la agenda y entré nuevamente a la casa, la señora Josefina ya estaba lista.
—Listo, ya quedó todo arreglado.
—Señor… — dijo con nervios — me da mucha pena con usted y el señor Alejandro.
—No se preocupe — negué — si no es molestia que la lleven, el problema fue que no quería que volvieran.
—¿Por qué? — preguntó con asombro — ¿se han portado mal con usted?
—Al contrario — aseguré — pero quisiera que mi vida volviera a la normalidad, además, ya no hay de qué preocuparse… — terminé en un susurro pensando que, después de todo, Melissa ya estaba muerta.
—Muchas gracias — ella salió por la puerta y yo la despedí desde el umbral.
Mis hijos la acompañaron a la puerta del jardín y al cabo de unos minutos, regresaron al interior de la casa. Jugué casi una hora con ellos e incluso traté de enseñarles algunos trucos, pero necesitaba dedicarles más tiempo, así que desistí después de un rato, dedicándome solo a disfrutar su compañía. Cuando dieron las tres de la tarde, los dejé en el jardín; la lluvia seguía pero ellos estaban seguros bajo el techo de la cochera, además, sus casas estaban bien equipadas para soportar las frías temperaturas.
Bajé al sótano llevando algunos refrescos, platos y vasos, también llevé los aperitivos que la señora Josefina preparó para la reunión. Estaba feliz por el simple hecho de que, ese día, Alejandro nos acompañaría.
Cuando volví a la cocina para llevar algunas otras cosas que podíamos necesitar, el teléfono sonó. Caminé hasta la sala a tomar la llamada.
—¿Bueno?
—“…Buenas tardes…” — la voz del otro lado era de un hombre
—Buenas tardes — respondí.
—“… ¿Se encuentra el señor Erick Salazar?…”
—¿Quién lo busca? — pregunté desconfiado, no reconocía la voz.
—“…Jair Páez, ex abogado defensor de la señora Melissa Hernández…”
Respiré profundamente y apreté mi mandíbula, no quería hablar con ese hombre, pero no quería ser maleducado — soy yo — dije al fin — ¿qué desea?
—“…Señor Salazar, quisiera hablar con usted sobre el caso de mi ex clienta…”
—Su ex clienta… por lo que vi en las noticias está muerta, ¿qué es lo que quiere hablar conmigo? — indagué con molestia.
—“…Necesito platicar con usted, para la investigación del móvil del asesinato…”
—¿El asesinato de mis mascotas?
—“…No, el asesinato de la señora Hernández…” — dijo con seriedad.
—Por lo que me enteré, fue un suicidio.
—“…Todos pueden creer eso, pero estoy seguro que no fue así…”
—¿Por qué dice eso? — escuché el timbre de la casa y me asomé por la ventana, Luís estaba en la puerta del jardín, su coche estaba estacionado en la calle; le hice una seña para que entrara por su propia cuenta, con su llave.
—“… ¿Por qué cree usted? Ella no quería morir, sólo quería salir libre…”
—Me informaron que la investigación que se hizo por su muerte, ratificó que había sido por suicidio.
—“…Aun así, quisiera hablar con usted…”
—Pues, tendrá que ser después — respondí cortante.
—“… ¿Podría darme una cita?...”
—Marque el lunes a mi trabajo si desea una cita, es mi secretaria la que tiene mi agenda.
—“…Es algo personal, no quisiera que fuese por medio de su empleo…” — alegó.
En ese momento volvió a sonar el timbre, me asomé nuevamente a la ventana y Luís aún estaba detrás de la reja del jardín, mis hijos le estaban ladrando y él no se atrevía a pasar. Le hice una seña para que me esperara un poco.
—Escuche, marque el lunes a mi trabajo, ahora tengo una visita que está en la puerta y necesito terminar la llamada.
—“… ¿Se trata de Alejandro de León?...”
Me molestó que preguntara de esa manera — eso no tengo por qué respondérselo, buenas tardes — colgué con ira.
Respiré profundamente para calmar mi ánimo, esa llamada me había alterado. Agarré mis llaves y salí al jardín, la lluvia no estaba fuerte, pero aun así era algo molesto.
—Perdón… — dije con una sonrisa — olvidé que no te conocen.
—No sabía que tenías nuevas mascotas — la voz de Luís era seria
—Sí — abrí la puerta después de que calmé a mis hijos — desde el miércoles — comenté — te los presento, estos son Tobi, Pirata y Jack — indiqué con mi índice a cada uno de mis tres hijos — y ellas — señale a las niñas — son Nila y Luna.
Luís entró y acarició las orejas de mis hijos, sin mucho interés, sólo para que ellos se familiarizaran con él.
—¿Podemos entrar? — preguntó con insistencia.
—Sí, claro.
Entramos a la casa con rapidez, evité que mis hijos nos siguieran pese a que la lluvia arreciaba; con mis amigos de visita, prefería que estuvieran fuera de la casa, ya que todos estaríamos en el sótano y no podía cuidarlos.
—¿Te ofrezco algo de beber? — me encaminé a la cocina.
—No, gracias — Luís dejó su chaqueta en el sofá de la sala — ¿estás solo?
—Sí — asentí — ¿por qué?
—No lo sé — caminó hasta quedar al otro lado de la barra desayunadora — no había ‘Men In Black’ en la calle — dijo con sarcasmo — se me hizo extraño.
—¿’Men In Black’? — pregunte levantando una ceja, mientras colocaba una vez más la cafetera en la estufa, para prepararme otro café.
—Sí — su voz era seria — los guaruras de tu ‘amiguito’ — tenía un matiz de molestia.
—Ya veo… — no quise decir nada para no discutir con él — pues no, no se quedaron este día, no le vi el caso porque ustedes iban a venir — dije refiriéndome a él, Daniel y Víctor.
—Daniel y Víctor no vendrán hoy…
—¿Por qué? — pregunté confuso — hablé con Daniel en la mañana y dijo que nos veríamos en la tarde.
—Tuvieron algo que hacer a última hora — los disculpó.
—Bueno… — dudé.
Debía decirle que Alejandro llegaría en la tarde, a Luís de todas maneras no le agradaba estar con él, así que era mejor decirle, quizá, si Alex llegaba, Luís se sentiría incómodo.
—Está bien — suspiré, ya estaba buscando la taza para servirme el agua caliente — pero, quiero que sepas que en la tarde llegará Alejandro, nos iba a acompañar y…
—¡Ah! Alejandro — interrumpió — ¿el gran señor De León vendrá a visitar a su amante esta noche?
Estaba enjuagando la taza en el lavatrastos y mi mano se estiró a apagar la estufa, instantes antes de esa frase; me quedé estático, de pie ante el fregadero, con el agua aun saliendo de la llave. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y temblé.
—¿De…? ¿De qué hablas? — pregunté nervioso, sintiendo que mi corazón latía con rapidez, pero no me giré, sólo moví mi mano para cerrar la llave del agua.
—¿De qué hablo? — escuché la voz de Luís más cerca, estaba tras de mí, se acercó y me habló al oído — ¿acaso no dijiste tú mismo anoche, que te gustaba que te diera por el culo?
Me giré con rapidez, mi respiración era agitada; quería negarlo, decir que no era cierto, pero la mirada y el semblante de Luís me dieron a entender que no iba a poder convencerlo, por más que negara.
—No… — me hice hacia atrás, tratando de alejarme de él — no sé… de qué… de qué hablas — titubee.
—Anoche, durante la fiesta, te vi… — me obligó a recargar la parte baja de mi espalda contra el mueble — sí — sonrió de lado cínicamente al notar mi asombro — estabas desnudo, con tu ‘amiguito’, gimiendo y suplicando que te usara… — sus manos se pusieron contra el mueble, a mis lados, atrapándome en ese lugar — que te rompiera… ¿no es cierto?
Mi pecho se movía al compás de mi respiración agitada, mis piernas temblaban, ¿cómo explicarle?
—Yo... Yo…
—¡Responde! — gruñó — ¿es por eso que lo defiendes y lo prefieres ante mí?
Esa frase me sorprendió, logró sacarme de mi desconcierto — ¿de qué hablas? — intenté alejarme de él, pero no pude.
—¿De qué hablo? — su semblante se puso sombrío — ¿Acaso no te has dado cuenta?
—¿Qué quieres de…? — las palabras de Alejandro retumbaron en mi mente «…le gustas…» — ¿…cir…? — mi vista se posó en sus ojos, su castaño mirar clavado en mí, me hacía temblar.
—Te busqué… — su voz era grave, diferente a la voz calmada y tranquila con la que siempre se dirigía a mí — te vi cuando desapareciste con esa mujer, la misma que estaba conmigo y momentos antes, recibió una llamada en su celular — frunció el ceño — después me pidió algo para beber y se fue… al verla contigo pensé ‘está bien, va a divertirse con ella, no me importa…’ — fingió una voz cómica, pese a que su rostro no demostraba alguna mueca adecuada para ella, mientras yo me aferraba a la orilla del mueble al escuchar sus reproches, sentía que las fuerzas me abandonaban — pero después de un rato, ella salió sola… ¡sola! — repitió — así que, encontré la manera de cruzar esa puerta… no fue fácil — agregó — los orangutanes de tu amigo no se alejaban, así que, pedí ayuda a unos meseros… no me importó rebajarme, sólo necesitaba un instante para entrar…
—Luís… — mi voz apenas era un susurro — yo…
—No fue difícil encontrar el camino adecuado — siguió sin dejarme hablar — sólo debía seguir las luces… después, fue aún más sencillo, solo tenía que seguir tu voz — sonrió y su rostro se acercó al mío — tus gemidos…
Sentí que el corazón se me detenía en ese instante, mi labio inferior tembló y mi piel se erizó.
—Abrí la puerta, — prosiguió — la abrí y me quedé ahí, ¡viendo esa maldita escena! — levantó la voz y yo apreté mis parpados, girando el rostro apenado — ¿cómo crees que me sentí? — reprochó — él por supuesto me vio y ¡se burló de mí! — reclamó — ¡hizo todo para demostrarme que eras completamente suyo!
Giré mi rostro para observarlo, desafiante — Alex no sería capaz de… — traté de defenderlo.
—¿Qué no sería capaz? — soltó una falsa risa — ese hombre es capaz de cualquier cosa — siseó — pero así cómo anoche, tienes los ojos vendados para no darte cuenta… eres como su mascota… no… — negó — eres su puta…
Esa frase me hizo enojar, apreté mi mandíbula, cerré mis puños y lo empujé alejándolo de mí — ¡sí! — grité — soy su amante y me gusta serlo, ¡¿cuál es el problema?! — pregunté con cinismo — ni tú, ni nadie, tienen derecho a reprochar nada, ¡es mi vida! — hice énfasis en la última palabra y di unos pasos tratando de alejarme aún más de Luís.
—¿Tu vida? — su mano me tomó de mi brazo izquierdo y me jaló hacia el — ¡¿tu vida?! — volvió a preguntar — a su lado no tienes vida, ¡ni siquiera tienes voluntad!
—¡Suéltame! — intenté soltarme de su agarre.
Él se movió con rapidez y descubrió mi muñeca — ¿lo ves? — metió sus dedos entre la esclava y mi mano, ejerciendo fuerza — eres solo un objeto que usa cuando quiere.
—¡Suéltame! — repetí y me moví para liberarme de él.
Tanto su fuerza cómo la mía se enfrentaron en ese movimiento y la esclava terminó cediendo, por lo que Luís se quedó con ella en mano. Mi mente recordó las palabras que en la mañana, Alejandro me había dicho, «…no te la quites, Erick… por favor…»
—¡No! — intenté arrebatársela pero el movió su mano y la lanzó lejos — ¿qué crees que haces? — pregunté asustado, intentando correr para ir a buscar la joya y Luís me volvió a sujetar del brazo — ¡te dije que me soltaras! — exigí.
—¡No! — gritó — ¿No entiendes que yo puedo darte más amor que él? — su voz era grave, seria — o estás con él por su dinero, ¿es eso? ¿Eres un maldito interesado igual que una prostituta barata?
—¡No tienes por qué insultarme! — volví a soltarme, pero esta vez lo enfrenté — no sabes nada de mí, ni de lo que siento por Alejandro, tampoco de lo que he vivido con él, así que, ¡no tienes por qué meterte!
—¡Me meto porque te quiero! — se excusó — ¡Sí! — reafirmó — te quiero, te he querido desde la universidad — su declaración me tomó por sorpresa — pero jamás te quisiste dar cuenta, preferiste casarte con Victoria, ¡¿no es así?!
—Luís… — susurré — no… no es eso, es que… — ¿cómo explicarle? — no lo entiendes…
—¿Qué es lo que no entiendo? — su voz era más calmada, su semblante ahora era de dolor y eso me lastimó — dime, Erick, explícame, ¿qué es lo que no entiendo?
Desvié la vista — no entiendes lo que siento por Alex y lo que él siente por mi… — dije con seriedad.
—Lo que él… siente por ti — rió — ese hombre no siente nada por ti — espetó con saña — solo te usa para su diversión y satisfacción, ¿no dijiste que se irá pronto? — esas palabras me hirieron — se irá por que no te quiere — se acercó a mí tratando de tocar mi rostro — no te quiere como yo…
Evité su toque — eso… no es asunto tuyo — mi voz salió con ira y di unos pasos tratando de alejarme de él — vete, quiero estar solo — sentía que iba a ponerme a llorar en ese momento.
—No — se movió y me abrazó desde atrás — no voy a irme, no sin demostrarte que puedo amarte más que Alejandro de León.
—¡No me toques! — me giré y lo empujé — no quiero que te acerques.
—Ya veo… lo que pasa es que te gusta duro y fuerte, te gusta el dolor ¿no es así? — su semblante cambió — pues si tengo que hacerlo de esa manera, lo haré — sus manos me apresaron de los brazos con fuerza — te gustará, te gustará mucho más hacerlo conmigo, que con él….
—Luís, ¡suéltame! — volví a empujarlo — ¡No quiero nada contigo!
—¡Pues yo sí! — su mano se movió y dio un fuerte golpe en mi rostro, que me desconcertó.
Moví mi brazo y pasé el dorso de mi mano por mi boca, un poco de sangre quedó en mi piel — ¡¿qué demonios estás haciendo?!
—Si te gusta rudo… — se acercó a mí, su mirada sombría me estremeció — seré rudo…
—¿Crees que no me voy a defender? — si era necesario enfrentarlo lo haría, a pesar de saber que Luís era más fuerte que yo y además, practicaba box en un gimnasio, no permitiría que me pusiera una mano encima.
—Lo harás… obviamente lo harás… — aseguró — pero terminaras cediendo y disfrutando, como lo haces con él…
Luís se acercó a mí y cuando intenté golpearlo para alejarlo, tomó mi mano; él sabía que yo no quería lastimarlo en serio. Me jaló hacia él y me dio un golpe en el estómago que me dejó sin aire. Caí de rodillas, después de eso, miré de reojo cómo movió su pierna y sentí otro golpe, cerca de la sien, mucho más fuerte que el primero y con ello, me tumbó hacia atrás.
Estaba mareado, desorientado, pero pude sentir claramente lo que siguió; Luís se puso sobre mí, acercó su rostro al mío y lamió la herida que tenía en mi labio.
—Te va a gustar, Erick… — susurró — te lo aseguro.
—No… — negué en un murmullo — no lo hagas.
Luís me levantó la camiseta que traía, dejando mi torso al descubierto; intenté mover mis manos, pero estaba tan mareado que sentía mi cuerpo pesado y dolorido, por lo que mis brazos no respondieron.
Acarició mi piel con la yema de los dedos y pude notar su sonrisa — hermoso, suave, perfecto… pese a estas marcas que te ha dejado el imbécil de tu “amigo” — tocó con un dedo unas marcas rojizas que Alejandro me había hecho la noche anterior — pero, no te preocupes… te haré unas nuevas que disfrutarás mucho más.
Acercó su rostro a mí cuerpo, pasando su lengua por mi pecho; mordisqueó uno de mis pezones y me quejé.
—No… — una lágrima escapo de mis ojos — por favor… — imploré — no lo hagas, Luís…
Luís se apartó de mí, su mano tocó mi rostro, limpiando mis lágrimas y traté de enfocar mi vista en él, pero lo veía ligeramente borroso — ¿por qué? — preguntó con insistencia — ¿por qué con él y no conmigo?
—Por… que… — suspiré y ladee mi rostro, cansado — lo amo…
Sentí un nuevo golpe en mi rostro, era más bien una bofetada — ¡¿cómo puedes ser tan estúpido?!— preguntó levantando la voz.
Después de eso, se alejó de mí con rapidez, sólo escuché la puerta abrirse, mis hijos ladrando y después nada. Suspiré, me quedé tirado ahí, en el piso sin poder hacer nada más. Cerré mis ojos y respiré profundo; tenía que ponerme de pie pero, aún me encontraba aturdido, lastimado y por sobre todo, decepcionado.
Me dolían los golpes, pero me dolía más que Luís intentara hacerme algo como eso. Tenía que admitir que había sido mi culpa; tantos años de amigos y nunca me di cuenta de lo que sentía por mí, pero aunque lo hubiera sabido, no hubiese podido corresponderle.
Pasé varios minutos ahí, en medio de mis cavilaciones, hasta que tuve la fuerza para incorporarme. Me acomodé la camiseta y me puse de pie; me dolía el estómago y el rostro, además, me temblaban las piernas, pero debía ir a limpiar mi cara, que seguramente, tendría la mancha de sangre. No me sentí capaz de subir las escaleras, así que me encaminé a la habitación de la planta baja; entré al baño y pude notar mi labio inflamado y una mancha de sangre, desde la comisura de mi labio hasta mi barbilla.
—Auch… — me quejé al pasar mis dedos por la inflamación.
Tenía mi mejilla roja y también me dolía. Limpié mi labio con agua tibia y busqué en el botiquín de ese baño, algo con qué limpiarme y poder seguir revisándome con mayor detenimiento. Tenía también una inflamación ligera en mi sien, además mi piel se notaba algo más obscura en ese lugar; me puse una pomada para desinflamar y me peiné de manera que mi cabello ocultara, al menos, ese moretón.
—No puedo creerlo… — susurré.
Finalmente levanté mi camiseta y no encontré más que una marca rojiza en mi abdomen; traté de sonreír con sarcasmo, pero el dolor en mi labio me lo impidió. Coloqué un poco de pomada en esa zona también, para evitar el dolor y la hinchazón, a pesar de que no iba a quedar marca.
Cuando terminé de colocarme los remedios más básicos, salí de la habitación, caminé con lentitud hasta donde Luís había lanzado mi esclava y la busqué. Estaba tirada en el piso; la levanté lentamente, revisándola detenidamente. El broche que servía para cerrarla se había desprendido, cediendo ante la fuerza de ambos, en medio del forcejeo.
—Lo siento, Alex… — suspiré cansado — pero no me la podré poner, hasta mandarla a arreglar…
Caminé a la sala y tomé mi celular, lo había dejado en la mesita de centro. Busqué en la agenda el nombre ‘Agustín’; iba marcar pero me detuve antes de presionar el botón. Si lo hacía, Alejandro se enteraría y no quería que hiciera algo, menos contra Luís, quien a pesar de todo, era mi amigo.
Sabía que Alejandro se enteraría tarde o temprano, aunque más bien, sería en la noche que llegara, era mejor que pensara bien lo que le iba a decir; no me iba a creer con tanta facilidad cualquier mentira que le dijera, pero debía intentarlo.
Subí las escaleras con algo de lentitud, pero logré llegar a mi habitación, sin sufrir otro percance, pues aún estaba mareado. Me recosté en la cama después de dejar mi celular y la esclava en el buró; en poco tiempo me quedé dormido, cansado, no solo física, sino emocionalmente, debido a lo sucedido.
* * *
No supe cuánto tiempo me quedé dormido, pero el celular sonaba insistente cuando empecé a recobrar el sentido. Me removí incómodo hasta alcanzarlo y tomé la llamada aún con los ojos cerrados.
—¿Bueno?
—“…Erick…” — la voz de Alex era seria — “… ¿estás bien?...”
—¿Yo? — titubee — sí, claro — traté de sonreír — ¿por qué preguntas?
—“… ¿Estás seguro?...” — su voz era más grave aún.
—Sí, lo estoy — miré a todos lados, la dificultad para mentirle a Alex me hacía temblar — ¿y tú? — pregunté — ¿ya vienes para acá?
—“…No…” — respondió cortante — “…no podré ir hoy, mañana iré por ti…”
—¿Vendrás por mí? ¿Saldremos?
—“…Sí…”
—¿A dónde? — suspiré — necesito que me digas, para saber qué ponerme — añadí.
—“…Cualquier cosa, no es algo formal…”
—De acuerdo
—“…Erick…”
—¿Sí?
—“… ¿Seguro que no tienes algo que contarme?...”
Me estremecí ante esa pregunta tan directa — n… no… — mi voz tembló — todo bien.
—“… ¿Estás con tus amigos?...”
—No, no pudieron venir — respondí con rapidez.
—“…Estas solo entonces… ¿quieres que te envíe a alguien para cuidarte?...”
—No, no, no… estoy bien, no te preocupes, además, creo que, dormiré temprano hoy, después haré los reportes para mi trabajo.
—“…Bien, te veo mañana…”
—Alex… — susurré — te amo.
Guardó silencio, solo escuche un suspiro y después colgó. Mi pecho me dolió; en los últimos días, al despedirse, me decía que me amaba; en esta ocasión sentí que me faltaba algo importante, sentí que Alex ya no era mío.
Miré el reloj en el celular, eran casi las once de la noche; suspiré cansado, a pesar de todo, debía alimentar a mis hijos, así que, debía ponerme de pie. Hice acopio de mi fuerza de voluntad y aún con el dolor en mi abdomen, bajé las escaleras y salí a servirles su cena, agradeciendo que ya no estuviera mareado; me despedí con rapidez de ellos y volví al interior de la casa.
Antes de subir a mi habitación, encendí las luces y adornos navideños. No tenía ganas de cenar, así que, solo regrese a la cama, me cubrí con las cobijas y volví a dormir.
* * *
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