Capítulo VIII
Apenas despuntaba el alba, cuando Lort Kalzan estaba terminando de cambiarse, para salir de su habitación; su esposa seguía profundamente dormida y esperaba que siguiera así, pues eso evitaba que se preocupara por Naü. En el fondo, ambos se encontraban inquietos, por eso, había decidido que si para el atardecer, no sabían nada de su segundo hijo, enviarían a buscarlo por los poblados y el camino.
El pelirrojo estaba cruzando la enorme estancia, cuando escuchó unos golpeteos insistentes, casi desesperados.
-¿Sí?
-Padre… soy Maë…
La voz de su hijo lo alertó, así que corrió a la puerta, abriendo de golpe, encontrándose con el castaño aún en su ropa de cama y llorando – ¡¿qué ocurre?! – preguntó abrazándolo.
-Padre… – dijo el menor con desespero y se aferró a la ropa de su progenitor – Naü – sollozó – soñé que Naü estaba en peligro… – anunció – padre… – se alejó y buscó la mirada del mayor – ¡debes buscarlo! – pidió casi como una súplica – debemos encontrar a mi hermanito – su voz débil mostraba aflicción.
-Está bien – asintió el pelirrojo y acunó en sus brazos a su hijo – no llores Maë – pidió con aflicción – tu hermanito está bien, no te preocupes – el mayor trató de sonar seguro, pero ahora con eso, estaba aún más preocupado.
Se decía que los gemelos tenían un grado de unión mayor a otros hermanos, por ello, en ocasiones, algunos decían presentir cuando otro estaba en problemas; eso era lo que le había hecho estar más tranquilo el día anterior, si su primogénito le había dicho que Naü estaba bien, seguramente lo estaba, pero ahora, con lo que acababa de ocurrir, ya no podía hacer caso omiso de su propia inquietud.
-Pediré a los Quill buscarlo de inmediato – anunció con voz seria – pero no le digas a tu madre o puede preocuparse, ¿de acuerdo?
-Sí, padre – asintió el menor, contra el pecho del pelirrojo, ocultando su sonrisa divertida.
* * *
Derok estaba en la copa de su árbol, pensando lo que haría; había decidido destituir a su Sumo Sacerdote, pero debía hacerlo en el momento adecuado, pues no era bueno que actuara de manera impulsiva.
-Quizá, necesito hablarlo con mis hermanos… o al menos, con Nyrn – estrujó los mechones aqua entre sus dedos, se sentía un poco frustrado.
-Mi señor, Derok – la voz de Miley se escuchó, llamando su atención – ¿puede venir un momento, por favor?
De inmediato, el Dios de ojos naranjas, bajó de la copa del árbol – ¿qué ocurre? – indagó curioso.
-Necesitamos alimento – dijo ella con suavidad – el niño debe comer algo…
-¿Ya reaccionó? – la ansiedad en su voz no se dejó esperar.
-No del todo – negó la joven – pero necesito darle un poco, aunque sea papilla.
-Entonces, no puede ser carne, ¿cierto?
-No – la pelirrosa negó – algo de fruta sería lo mejor.
Derok observó su árbol y dudó, nadie podía comer de sus frutas, aunque estaba establecido que, la persona indicada, podía comer las frutas del árbol del dríade adecuado, como ocurría con Skoll y Tarik, pero el niño que estaba ahí, no estaba bien, así que debía esperar a que despertara para intentarlo.
-Bien, entonces, haré crecer algunos árboles ¿alguna fruta en especial?
-Pues, no lo sé, tiene que ser blanda…
-Quizá… – movió su mano y un arbustillo empezó a crecer de entre las raíces de su árbol, convirtiéndose en una enredadera – kiwano – anunció y el arbusto empezó a dar frutos, mostrando una fruta desconocida para Miley.
-Ah… tal vez, es mejor algo con una consistencia más fácil de manipular, ¿una banana, quizá?
-Como quieras – Derok se alzó de hombros y mientras con una mano creaba una planta de plátanos, con la otra, agarraba uno de los frutos del arbusto para comer – a mí me gustan el kiwano – sentenció, desapareciendo la planta después.
-No sabemos qué le gusta al niño – Miley recolectó varios frutos – pero lo más importante, no debemos permitir que se ahogue y es mejor darle algo que no sea muy líquido, porque para eso humedezco el paño y le doy agua, así me aseguro que instintivamente beba, sin ahogarse – explicó.
-Comprendo – Derok suspiró y caminó hasta el niño – ¿cuándo crees que despierte?
-Reacciona débilmente a estímulos externos – anunció la chica, mientras quitaba la cascara de las bananas, para preparar la papilla – solo está débil, tal vez en unos tres o cuatro días más – dijo con emoción.
-Eso es mucho tiempo – suspiró el Dios.
-No se preocupe, él despertará pronto…
-Eso espero – Derok se sentó al lado del niño y acarició los mechones castaños con delicadeza –me gustaría hablar con él…
* * *
Todo el día los siervos de la familia Quill, junto con Lort Kalzan estuvieron fuera del palacio, buscando a Naü. Maë se había quedado en el castillo, tratando de evitar que su madre se enterara de lo que podía ocurrir con su hermano, junto con Moriza, pero el castaño esperaba que volvieran pronto con noticias, pues se aburría de solo estar ahí, además, quería anunciarle a su padre que tomaría a Gowe como siervo.
Por su parte, Bade estaba sumamente inquieto, mientras se encontraba “orando” en el templo. Había enviado a algunos de sus más fieles sacerdotes a “ayudar” con la búsqueda de Naü, esperando que se apresuraran a darle las malas noticias a la familia Kalzan para que partieran pronto de ahí.
-Mi señor, Bade – la voz de anciano Wared, se escuchó con debilidad – ¿ocurre algo? Lo noto afligido.
-No – negó el pelinaranja – solo estoy preocupado por la desaparición del joven Naü…
-Ah, ese niño – el anciano pasó la mano por su barba – era un jovencito admirable – dijo con añoranza, consiguiendo que Bade lo mirara con asombro – ojalá que nuestro señor Derok lo proteja – suspiró el canoso, sin poder ocultar su pesar.
-Ojalá… – dijo el menor, rechinando sus dientes, conteniendo su coraje – pero si no fue así, seguramente es porque no merecía su protección – soltó con ira mal contenida – aun así, espero que Anud y los demás, traigan buenas noticias…
Los ojos dorados del anciano, miraron al jovencito y suspiró con cansancio; sabía que esos sentimientos que lo embargaban, por no haber sido aceptado como la pareja del Dios del gran lago, no eran buenos. Pero había otros asuntos que debían ser atendidos con mayor premura.
-Mi señor… – el canoso titubeó, pero finalmente se armó de valor – creo que Anud y otros han estado saliendo en las noches… sin permiso – anunció, consiguiendo llamar la atención de chico – quizá, deberíamos preguntarles qué hacen o iniciar un ‘toque de queda’ más estricto – sugirió.
-¿Los has visto salir? – preguntó el pelinaranja con algo de recelo.
-No, pero…
-Entonces no hay nada que discutir – sentenció el jovencito – no puedes acusarlos sin tener pruebas.
-Pero, mi señor…
-Wared – el chico miró con frialdad al anciano – confío en Anud y en los demás, así que no quiero que esta plática siga, ¿entendido? – su voz no dejó lugar a dudas que no aceptaría una réplica más.
-De acuerdo, mi señor – musitó el hombre – ¿desea empezar con el repaso de los cánticos?
-No – el pelinaranja se puso de pie – hoy no tengo ganas – sentenció – volveré al palacio, pues presiento que algo ocurrirá.
-Como desee…
* * *
Estaba cayendo la tarde, cuando las personas que habían ido en búsqueda de Naü estaban regresando. Maë había pasado todo el día consolando a su madre, aunque eso no se le daba bien, así que cuando su padre llegó, fue el castaño quien de inmediato salió en busca de noticias.
El hombre iba descendiendo de su caballo, a la par que sus acompañantes, cuando su primogénito le dio alcance.
-Padre, ¿lo encontraste? – preguntó con ansiedad el menor.
El ojiverde desvió la mirada – no – negó – no estaba en ninguno de los pueblos que están en las orillas.
Los ojos de Maë mostraron su desconcierto, él estaba seguro que su hermano se había ido a esconder por ahí, a pesar de que sabía que no era su manera habitual de ser. Lort caminó hacia la escalinata, cuando otros jinetes se acercaban por el camino, así que se detuvo, esperando que trajeran buenas noticias. Era el capitán Hillak, en compañía de otros siervos.
-Señor – dijo el moreno al estar cerca del hombre – no está por el camino, de hecho, en el cruce, nadie vio pasar la carreta.
-Entonces, ¿dónde puede estar? – se preguntó con desespero, apretando los puños.
-Padre… – Maë se acercó al pelirrojo – seguramente encontró donde acampar para dibujar algo – sonrió nervioso, pues ahora él también se sentía inquieto, aunque no por su hermano, sino por la situación que su desaparición le acarrearía – sabes cómo es…
Lort miro de soslayo a su hijo, aunque quería, ya no podía sentirse tan seguro de que Naü estuviera bien.
Los siervos fueron a dejar los caballos en los establos, mientras Lort y Maë, acompañados del capitán, subían las escaleras al palacio; el pelirrojo debía darle las malas noticias a su esposa, quien seguramente no lo tomaría a bien. Antes de cruzar la enorme puerta, escucharon gritos.
Un jinete se acercaba a gran velocidad y a una distancia considerable, cuatro más lo seguían a galope.
El corazón del pelirrojo dio un vuelco; una sensación de que algo no estaba bien se hizo presente y bajó las escaleras, en espera del joven que había llamado su atención. Otros siervos del castillo ya esperaban a los que iban llegando, por eso, Gowe bajó casi de un salto el caballo y corrió hasta el pelirrojo.
-Señor Kalzan – inclinó el rostro – lamento traerle malas noticias…
-¿Qué? ¡¿Qué ocurrió?! – preguntó el ojiverde con desespero.
-Señor… encontramos los restos de una carroza, a orillas del gran lago – dijo con seriedad – estaba semi hundida en el agua y no había nadie, solo algunos restos, unas ropas desperdigadas y rastros de sangre – explicó – seguramente fue asaltada por bandidos y estos, tiraron los restos al lago, incluyendo los cuerpos…
Maë se sorprendió por esas palabras y negó – no puede ser – interrumpió, antes de que su padre dijera algo – no puede ser la carroza que usaba mi hermano – apretó los puños.
-Es cierto – Lort lo secundó – si no había nada, ¿cómo saber que era el carruaje dónde iba Naü?
Gowe abrió un saco que llevaba al hombro y del interior, saco la bolsa que Naü siempre usaba, donde llevaba sus pertenencias de dibujo, además, le entregó las gafas del niño.
-Lo siento – dijo en voz baja – esto estaba cerca de los restos…
-Naü… – los ojos verdes del hombre se humedecieron de inmediato, sintiendo que el dolor se hacía presente en su pecho, mientras recogía las pertenencias de su hijo menor, por eso no pudo reaccionar ante lo que ocurrió después.
Maë empezó a respirar con dificultad sin poder apartar su mirada de las gafas de su hermano y segundos después, perdió el conocimiento.
-¡Joven Kalzan!
Gowe sujetó al castaño antes de que se golpeara contra el suelo y lo levantó en brazos con suma facilidad, subiendo las escaleras, para llevarlo al interior, mientras Lort se quedaba como una estatua, a los pies de la escalera, sumido en su dolor.
* * *
Nadie cenó.
Asim lloró la pérdida de su hijo, mientras su esposo disponía todo para partir a la ciudad imperial; no podía quedarse más, quería que el emperador enviara soldados suficientes para atrapar a los bandidos y encontrar a quien había sido el culpable de la pérdida de su hijo. Yadell, Moriza y Bade, estaban acompañándolo, para ponerse de acuerdo en lo que se haría durante los siguientes días, mientras llegaban los nuevos guardias.
Maë por su parte estaba en su habitación, acompañado de un par de siervos y Gowe. El ojiverde había tardado un poco en poder reaccionar a lo ocurrido, pues por más de una hora, estuvo sin hablar, tratando de pensar y comprender la situación.
-Retírense – ordenó el castaño – deseo hablar con el joven Quill a solas…
Cuando los siervos se fueron, Maë clavó su mirada en Gowe – ¿qué fue lo que le ocurrió a mi hermano? – preguntó con frialdad.
El peliazul se sorprendió – yo… no lo sé – mintió – solo sé lo que pudo haber ocurrido, por lo que encontramos.
-¡No me vengas con idioteces! – gritó iracundo – sé que lo sabes, tú y tu hermano lo saben – sentenció sin dudas – por eso estaban tan ansiosos de que mi padre ordenara su búsqueda, ¿no es así? – levantó una ceja – porque me parece sospechoso que, casualmente, fuiste tú y los sacerdotes de tu hermano, quienes encontraron el carruaje – lo señaló con el dedo – no puede ser coincidencia – habló entre dientes – el lago es muy grande, en dos días que lo recorrí con mi padre no pudimos abarcarlo todo, como para que hayan tenido la suerte de encontrarlo hoy mismo.
Los ojos purpuras del mayor lo miraron con nervios, no se imaginaba que Maë pudiera ser tan suspicaz, como para descubrir lo ocurrido.
-Yo… – su voz tembló.
-¿Lo mataste?
La pregunta tan directa consiguió que Gowe no pudiera ocultar su miedo; ante su reacción el menor se sorprendió por un segundo, pero luego sonrió.
-Vaya… – suspiró y pasó la mano por su cabello – dime, tu hermano tiene algo que ver, ¿sí o no?
-Yo… no…
-Me juraste lealtad – presionó el ojiverde – así que quiero la verdad o te aseguro que sembraré la duda en mi padre y de ser así, toda tu familia podría hundirse.
El mayor se sentía entre la espada y la pared, pero debía demostrar lealtad ante ese niño, de lo contrario, todos sus sacrificios no valdrían la pena – sí – respondió escuetamente.
-¿Sí, qué?
-Mi hermano está enterado – especificó – y no, no maté a su hermano – anunció – los sacerdotes de Bade lo hirieron y se lo dieron de comer a las bestias del lago.
Maë tardó en procesar esa información; momentos después, suspiró y luego movió las mantas que lo cubrían, incorporándose de la cama y caminando por la alcoba hasta el enorme ventanal que daba al lago. Por unos minutos, el silencio reinó; su mirada se perdió en la oscuridad y luego sonrió débilmente.
-Desde hace años – dijo con frialdad – sabía que, por ser el primogénito de mi familia, tendría toda la herencia – miró a Gowe por encima del hombro – pero también me enteré que mi abuelo materno, Shaka Zadga, no heredaría a mi madre, sino que le dejaría su fortuna a mi hermano, por considerarlo más digno que yo – entornó los ojos – aunque la fortuna de mi padre es suficiente, no quería que mi hermano se quedara con algo que me correspondía – pasó la mano por su barbilla – pero a pesar de todo lo que ocurría con él, nuestro abuelo siempre pensó que él era mejor…
Maë se giró y le sonrió a Gowe, de una manera que hizo estremecer al mayor.
-Si Naü está muerto, entonces, mi abuelo tendrá que heredarme a mí – sentenció – y eso me complace, después de todo, su antiguo cargo político aún tiene peso en la ciudad imperial – caminó hacia el peliazul y lo miró hacia arriba – pero comprenderás que si alguien sabe que la familia guardiana de Derok, especialmente su Sumo Sacerdote, tuvo algo que ver con la muerte de un miembro de la familia Kalzan, sería algo que los perjudicaría, ¿verdad?
-Sí – Gowe asintió.
-Y aunque agradezco el servicio que me han brindado, de manera indirecta, claro – sonrió burlón – debo dar por sentado que sabes tú lugar, ¿no es así, Gowe Quill?
-Sí, mi joven señor…
-Perfecto – extendió su mano con altivez.
El peliazul suspiró, se hincó delante del menor y besó el dorso con suavidad.
-Eso… – Maë movió la mano y lo sujetó de la barbilla – eres un buen esclavo – relamió sus labios – pero entenderás que me siento un poco triste, así que debes complacerme para consolarme – se acercó unos pasos y el otro entendió lo que quería, así que posó las manos en la parte baja de la túnica y buscó el principio del pantalón – me darás placer – sentenció el castaño – y después, le dirás a tu hermano que agradezco lo que hizo, pero que de ahora en adelante, yo doy las órdenes, de lo contrario él y toda tu familia, sin importar si son los guardianes de Derok, serán juzgados en la ciudad imperial, por asesinato – amenazó.
* * *
Maë salió de su habitación, después de que Gowe cumpliera con él, yendo directamente a la oficina que su padre estaría ocupando en ese momento. Sabía que su progenitor había decidido partir a la mañana siguiente, para enviar a la milicia de inmediato, aunque tardarían por lo menos dos semanas en llegar a la meseta; pero no podían irse, sin que él cumpliera su capricho.
Un insistente golpeteo se escuchó en la puerta y Lort levantó el rostro.
-Adelante – ordenó.
-Padre… – la voz débil de Maë se escuchó al ingresar – ¿podemos hablar?
El pelirrojo suspiró – sí, pasa – le hizo una seña para que tomara asiento frente a él, mientras terminaba de firmar unos documentos.
El castaño caminó hasta la silla y se sentó, esperó hasta que su padre dejara de lado la pluma y se atrevió a hablar – lamento lo que ocurrió con mi hermano…
Lort levantó una ceja – ¿por qué lo dices?
-Quizá, si ayer mismo, cuando el capitán Hillak dijo que no había llegado, yo no te hubiese detenido para ir en su búsqueda, tal vez lo habríamos encontrado con vida…
El pelirrojo cruzó las manos cerca de su rostro, él sabía que su hijo tenía razón, debió haber ido a buscar a Naü el día anterior, pero ahora, ya no podía hacer nada, solo quitarle un peso de encima a Maë.
-Mientras el joven Quill te cuidaba, los sacerdotes me explicaron como encontraron los restos – dijo con seriedad – aunque ayer mismo hubiésemos empezado la búsqueda, no habríamos hallado a tu hermano – confesó con dolor.
El menor se mordió el labio, evitando sonreír – comprendo… – dijo con voz apagada.
El silencio reinó un momento y fue Lort quien lo rompió.
-Saldremos a media mañana – anunció – el joven Bade hará una pequeña ceremonia para pedir por la memoria de tu hermano, antes de que nos vayamos, así que ve a guardar tus cosas y a descansar…
-Padre – Maë buscó la mirada del mayor – el joven Gowe Quill se ha portado muy amable conmigo…
-Lo sé – asintió el pelirrojo.
-Él, se siente culpable por lo ocurrido con mi hermano y desea ponerse bajo mis órdenes y yo… no pude negarme…
-¿Qué quieres decir? – Lort se sorprendió por esas palabras.
-Padre, ahora sin Naü, estaré solo – suspiró el menor – mi madre se está sumiendo en la depresión – dijo a modo de reproche – ni siquiera le importó como me sentí yo – se señaló con la mano – tu tampoco te preocupaste por saber si desperté después de la impresión que me llevé por lo de Naü – sus ojos se pusieron acuosos – solo Gowe Quill se quedó a mi lado, hasta que desperté…
-Maë, sabes que tenía que tomar cartas en el asunto, no es que no me importes…
-Lo sé – el niño asintió – pero por eso es que te solicito, que permitas que Gowe Quill se quede a mi lado, como mi siervo…
-¿Para qué? No necesitas a nadie más…
-Él se ha mostrado amable, accesible y por sobre todo, servicial – alegó el castaño – ambos sabemos que su familia ya no tiene mucho poder, por eso, podría servirle que sea mi siervo, para llegar a la milicia, que es su aspiración…
Lort se sorprendió por esas palabras – ¿de verdad, quieres ayudarlo?
-Sí – asintió el castaño.
El mayor suspiró, pero no pudo objetar, era cierto que había visto al joven atento y solícito, no solo con su hijo, sino con él y seguramente, esperaba apoyo para que lo refirieran a la ciudad imperial; había sido él quien le había dado noticias de su hijo Naü y a pesar de que no eran las mejores, no podía simplemente ignorar su ayuda en ese momento tan crítico, especialmente al cuidar de Maë.
-Está bien – asintió – pediré a sus padres que le permitan ir con nosotros – sujetó una campanilla y la hizo sonar.
Momentos después, uno de los mayordomos tocó la puerta e ingresó – ¿llamaba, señor?
-Sí, los señores Quill, ¿ya fueron a descansar?
-Hace un momento – anunció – pero me dijeron que si los necesitaba, acudiera de inmediato a su llamado.
-Diles que necesito hablar con ellos y no puede esperar a mañana – ordenó.
-Como diga, señor.
El hombre se retiró y Maë sonrió complacido, todo estaba saliendo como lo deseaba.
* * *
Apenas despuntaba el alba, cuando ambas familias estaban en las rocas sagradas. Bade presidía una pequeña ceremonia de despedida, mientras sus acompañantes estaban sumidos en la aflicción. Asim lloraba desconsolada en los brazos de su esposo, mientras Gowe se mantenía al lado de Maë, quien tenía un semblante serio y apagado, aunque el peliazul sabía que todo era fingido.
Los sacerdotes secundaban el ritual, mientras que en una pequeña balsa se papiro, Wared colocaba las únicas pertenencias que habían “recuperado” de Naü, para despedir el espíritu del niño. El anciano no pudo evitar mostrar la aflicción que esa situación le causaba, pues ese niño, con el que apenas había entablado conversación un solo día, no merecía haber perecido.
Cuando la pequeña ceremonia terminó, los doce sacerdotes encendieron velas en los cuencos que estaban en las doce rocas, mientras Bade liberaba la balsa en el lago.
Lentamente, todos los presentes se retiraron, pues la familia Kalzan debía irse y la familia Quill, se despediría de Gowe; Bade también se retiró, con su séquito de sacerdotes detrás, incluso, el anciano Wared lo siguió, pues era su tutor, pero hubo uno que se quedó ahí, observando como la delicada barcaza de papiro, se perdía hacia el centro del lago.
-Mi señor, Derok – musitó Jakhit – espero que el espíritu del joven Naü, descanse en paz, ojalá usted lo hubiese considerado digno para protegerlo – suspiró.
* * *
Derok estaba al lado Miley, cuidando del niño, pero el sonido de una plegaria llegó hasta él.
-Vuelvo – anunció para la pelirrosa, quien solo asintió, mientas seguía velando el sueño del menor.
El joven Dios corrió hacia uno de los islotes de las orillas y esperó, hasta que sus hipopótamos le acercaron la balsa.
-¿Una ceremonia funeraria? – entrecerró los ojos y se acercó, percibiendo el olor del chico que había encontrado antes, había una bolsa y algo que nunca había visto antes, pero de todas maneras, agarró ambos – de verdad, lo dan por muerto – dijo con rabia – tengo qué hacer algo… pero para eso, necesito hablar con mis hermanos…
* * *
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