Capítulo V
A la hora de la cena, ambas familias estaban departiendo en el gran salón comedor. Lort Kalzan hablaba con frialdad sobre todo lo que había visto ese día, mientras recorría los alrededores con los líderes de la familia Quill; se notaba muy inconforme con lo que presenció. La mayoría de los aldeanos no realizaban trabajos cerca del lago, por miedo a los animales, además tenían prohibido navegar por ese lugar, para no importunar al Dios Derok; esa era la razón del porque la afluencia del comercio era tan reducida, algo que representaba perdidas económicas, especialmente para el imperio, pues la familia Quill no podía pagar los impuestos completos.
Moriza tenía un semblante preocupado ante las quejas de su visita, pues era el apellido de su familia el que pendía de un hilo, pues su esposo había adoptado el apellido Quill al desposarla.
-Deben permitir que los aldeanos naveguen el gran lago – ordenó Lort – es mejor atravesarlo que rodearlo.
-Pero las personas pueden ser víctimas de las bestias – Moriza lo miraba con suplica – no debemos ponerlos en peligro.
-Además, el comercio no es dentro de la meseta, sino hacia el exterior – presionó Yadell – necesitamos que nos permitan comerciar en las estepas y en las laderas del rio, así tendríamos más ingresos.
-El comercio en los ríos, está destinado a las industrias de nuestro imperio – el ojiverde los miró con superioridad – no podemos poner en riesgo las relaciones comerciales con otros países, en caso de que el Dios Derok no permita buena producción en su comarca…
-Pero, ocurre lo mismo dentro del territorio – Moriza estrujaba la servilleta en su mano – si nuestro Dios no los protege, perderían todas sus cosechas también…
-Hasta ahora, el Dios Derok se ha olvidado del demás territorio, centrándose en esta zona – la voz de Lort parecía más un reproche – la ciudad imperial ha trabajado, preocupándose por sus ciudadanos en el interior del país, creando canales para poder llevar el agua a lugares donde no llueve – especificó – a pesar de que todas esas personas dicen venir a rogar por ayuda, nuestro Dios no responde, quizá ya no escucha sus peticiones…
Moriza se irguió y fijó su mirada purpura en el pelirrojo – mi familia es la líder del templo desde hace diez generaciones – dijo con seriedad – seguimos los rituales, seguimos los designios, mi hijo está llevando el título de Sumo Sacerdote con orgullo, entereza y dignidad, pero no podemos obligar a nuestro Dios a hacer cosas que no quiere – sentenció con total convicción – debería preguntarse, ¿qué han hecho los demás para hacerlo enojar? Nosotros hacemos todo lo que está en nuestras manos para servirle como se debe y oramos por la gente de este país, por todos – levantó el rostro – aunque muchos no se lo merecen.
Lort entrecerró los ojos y suspiró – aun así – hizo un gesto de descontento – mientras no demuestren que su título vale igual que antes, no recibirán ayuda del imperio.
El silencio reinó en el comedor, la familia Quill se mantenía seria, pero era Moriza la que mantenía un semblante de completa preocupación; por su parte, la familia de Naü comía con tranquilidad, excepto el niño de lentes, quien se sentía incómodo por la manera en la que su padre se comportaba. Sabía que su trabajo le obligaba a ser sumamente estricto y seguir las leyes del emperador, pero era obvio que la familia Quill estaba en apuros y él no se los estaba poniendo fácil.
Después de un momento, se escuchó un carraspeo y todos levantaron el rostro; Bade le hizo un gesto sutil a su madre, quien al principio pareció confundida.
-Madre… – dijo el joven de cabello naranja – ¿no tienes algo más que decir?
La mujer frunció el ceño y segundos después, pareció recordar algo importante, así que su gesto cambió a uno más tranquilo.
-Joven Naü – su voz se escuchó con suavidad – Wared nos comentó lo que hizo hoy en el templo – sonrió – fue muy amable por ayudar a que los peregrinos se retiraran complacidos… realmente se lo agradezco.
-Ah… no, no fue nada – el castaño acomodó sus gafas con algo de nervios.
-¿Qué hizo? – Maë lo miró de soslayo, no parecía agradarle que la dirigente de la familia Quill le hiciera un cumplido a su hermano.
-Nada… – el ojigris se encogió de hombros, quería que se lo tragara la tierra.
-Naü – la voz de su padre lo hizo temblar.
-No lo regañe – Moriza sonrió condescendiente – el joven Naü, ayudó a que los peregrinos pudieran hacer sus ofrendas, porque mi hijo no podía atenderlos personalmente, ya que se encontraba en un momento de meditación, sumamente importante.
-¿Eso hiciste? – Asim no pudo evitar mostrar su sorpresa y un gesto de desagrado, al imaginar que su hijo intercedió por ‘plebeyos’, como ella llamaba a las personas que no eran de su clase.
-Estaban desesperados – se excusó el menor – no pude dejarlos en ese estado…
-Es muy loable su actitud – Yadell lo interrumpió, sonriendo de lado – pero ese es trabajo de mi hijo.
-Sí, lo sé, pero…
-Fue descortés – Bade lo miró con molestia – como si quisieras restarle importancia a mis actividades como Sumo Sacerdote – reclamó con seriedad.
-Por supuesto que no – Naü negó de inmediato – en el templo comentaron que estaba ocupado – su voz tembló – no pensé que…
El pelinaranja se puso de pie – es mi templo, son mis actividades, son mis peregrinos, son mis ofrendas y yo decido cuales llegan a nuestro Dios y ¡cuales no! – su voz se notaba alterada mientras respiraba con dificultad.
-Bade, no tiene nada de malo que alguien quiera…
-¡¿Lo defiendes, madre?! – los ojos del jovencito miraron a su madre con ira – ellos son huéspedes, solo vienen de visita – los señaló con desdén – si estuviésemos en antaño, antes de lo ocurrido en la ciénaga de Keroh, ellos nos respetarían, pero tal parece que, no solo vienen a querer restarle importancia a nuestro apellido – apretó los puños – sino que quieren restarle importancia a mi título y ¡eso no lo voy a permitir! – miró a Naü con fiereza – ¡es mi derecho! – sentenció – lo obtuve legítimamente, aunque solo fuera con una flor de sangre y no voy a permitir que cualquiera intente acercarse a nuestro Dios, para quitarme lo que me corresponde y ¡por lo que he luchado tanto!
Bade se alejó de la mesa, con sus dos siervos tras él. Moriza y Yadell siguieron a su hijo con la mirada, estaban estupefactos ante su reacción y no eran los únicos; Lort y Asim se miraron entre sí, pero luego posaron sus miradas en su hijo. Naü tenía el rostro hacia abajo, apenado por lo que había acontecido.
-Lo lamento… – se disculpó en un murmullo – realmente no quería restarle importancia a su título – prosiguió el niño, tratando de aguantar el llanto – solo…
-¡Silencio! – su padre levanto la voz – ve a tu alcoba, en un momento iré a hablar contigo.
El castaño no podía decir nada; quizá se había equivocado, a pesar de que solo había seguido sus convicciones. Al ponerse de pie, alcanzó a ver la mirada de Maë, quien parecía burlarse de él, a sabiendas que recibiría una gran reprimenda.
-Con permiso… – dijo en un murmullo y se alejó con paso rápido, yendo a la habitación que habían designado para él.
* * *
Naü estaba recostado en un diván, cerca del ventanal, observando el exterior y el cómo las estrellas se alzaban en el manto nocturno; escuchaba el sonido de los pájaros, los insectos y de cuando en cuando, el eco de las bestias en el gran lago.
Estaba deprimido.
-Debí quedarme en casa – musitó, se quitó las gafas y se abrazó del enorme cojín del mueble – ¿por qué todo me sale mal? – preguntó al viento – ¿por qué no puedo simplemente tener una vida tranquila? Sin problemas con mis padres… con mi hermano… con los demás… quisiera ser libre, tener alas como las aves y volar lejos… así ya no tendría que preocuparme por cosas tan insignificantes y quizá, sería feliz…
Estrujó la tela entre sus manos, quería dormir y descansar, pero antes de que lo intentara, escuchó el sonido de la puerta; se levantó de inmediato, colocándose las gafas y quedó sentado, observando la figura imponente de su padre.
-¡¿En qué estabas pensando?! – preguntó el pelirrojo al estar a unos pasos de su hijo, claramente enojado.
-Padre, yo…
-¡No hables! – sentenció – todo lo que dices solo arruina las cosas – aseguró con molestia – lo que hiciste ¡nos acaba de comprometer en todo sentido! – señaló hacia la puerta – a pesar de que la familia Quill ya no tiene tanto poder como en antaño, siguen siendo los líderes espirituales y ¡tú los has ofendido! – lo señaló con el índice, de manera acusadora – si ellos de verdad pueden hacer que el Dios Derok interceda, podría perjudicar al país, al emperador y ¡nuestro estatus!
-Pero…
-¡No te he dado permiso de hablar! – gruñó el mayor – ¡no puedo creer que seas tan inconsciente! – prosiguió con el regaño – nosotros somos los representantes del emperador, ¡¿quieres que mi nombre y reputación resulten afectadas?! – preguntó con desespero – confían en mí y no voy a poner en riesgo todo lo que tengo por un niño que no sabe cuál es su lugar, ¿entendido? – guardó silencio, esperando la respuesta de su hijo, pero al no recibirla, presionó más – ¡¿entendido?!
-Sí – asintió el ojigris, sin levantar el rostro.
Lort suspiró – si tan solo fueras como Maë – dijo con cansancio y pasó la mano por su cabello.
Naü apretó los labios, esas palabras le rompieron el corazón y no pudo aguantar el llanto, más trató de no hacer ruido, ahogando los sollozos, a pesar de que sus lágrimas resbalaban por sus mejillas.
-Dispuse un carruaje para que te lleven a tomar la embarcación, de vuelta a la ciudad imperial… solo.
El ojigris asintió débilmente, él también pensaba que era lo mejor.
-No quiero que hables con nadie, especialmente los Quill, así que yo me disculparé por ti en el desayuno, pues partirás antes del alba, ¿entendido?
-Sí – musitó el castaño.
-Ten – le acercó un tubo de madera – son las indicaciones que le envío a tu abuelo Shaka, para que se haga cargo de ti…
Naü sonrió, al menos volver con su abuelo materno le resultaría un premio, más que un castigo.
-Te quedarás un par de semanas con él, hasta que te envíe al extranjero.
-¡¿Qué?! – el castaño levantó el rostro buscando a su padre.
-No pensarás que te dejaré en la ciudad imperial, después de lo que has hecho, ¿o sí?, además, ya había pensado en enviarte a estudiar lejos cuando cumplieras dieciséis, pues será cuando Maë tenga que enfocarse en las actividades familiares y no podré ponerte suficiente atención para controlarte o al menos intentarlo – dijo con desagrado.
-Pero, padre, yo puedo quedarme con mi abuelo – pidió con temor – por favor, no me envíes lejos de él, te lo suplico…
-No voy a dar marcha atrás – negó el mayor – tu sola presencia es un dolor de cabeza, Naü – suspiró – creí que podías comportarte, que solo necesitabas paciencia y algo de tiempo, para aprender a ser como tu hermano – la decepción se mostraba en su rostro – pero después de lo que has hecho hoy, me doy cuenta que realmente eres una mala semilla, como muchos me dijeron en la ciudad imperial, cuando supieron que mi esposa tuvo gemelos…
El silencio reinó por unos momentos, hasta que Lort masajeó sus parpados y finalmente suspiró – en unas horas vendrán unos siervos por ti, prepara tu equipaje – ordenó y encaminó sus pasos a la salida, dejando a su hijo solo.
Naü se quedó en silencio, sus lágrimas caían por sus mejillas, resbalaban hasta su barbilla, desprendiéndose de su piel y cayendo sobre el tubo de madera. Las palabras de su padre habían sido sumamente dolorosas, especialmente lo último; sabía bien que si una familia tenía gemelos o mellizos, el segundo siempre era mal visto por los demás, pues pensaban que el primogénito nacía con todas las bendiciones, mientras que el segundo representaba todo el mal, siendo portador de malos augurios. Pero a pesar de los problemas con su hermano, de que su familia no parecía quererlo tanto como a Maë y de saber que nunca tendría su mismo estatus, agradecía de que no se hubiesen desecho de él, como ocurría en las antiguas tradiciones; aunque en ese momento, se sentía tan mal, que pensaba que quizá, hubiese sido mejor que al nacer, le hubiesen arrebatado la vida, así no estaría sufriendo tanto.
-Soy… una mala… semilla… – musitó y se abrazó a sí mismo, rompiendo en llanto y sintiendo que el mundo se había detenido para él.
* * *
Derok regresó al centro del lago. Había alcanzado a los peregrinos y curó a los enfermos, aún sin que se dieran cuenta de su presencia, excepto por el bebé que una mujer llevaba en su espalda. El niño tenía una afección y Derok pudo desvanecerla con rapidez, recibiendo una dulce sonrisa del infante, a modo de agradecimiento; le había parecido un gesto bonito, pero el olor del niño no le parecía tan especial, así que lo dejó pasar. Buscó entre los caminantes, al dueño del dulce olor que aún tenía la pluma que portaba, pero no lo encontró, así que se sintió un tanto decepcionado.
Se sentó en la orilla del islote donde estaba su árbol de vida y sus hipopótamos se acercaron, observándolo con sus oscuros ojos y algo de sigilo, pues sus cabezas apenas sobresalían de la superficie del agua. El Dios de ojos naranjas sujetó la pluma entre sus manos y la volvió a olfatear, antes de ponerla frente a él, observándola con detenimiento, gracias a la luz de las plantas luminiscentes y las luciérnagas.
-Este olor, me es vagamente familiar – dijo con anhelo – se parece al que olfatee anoche, cuando me llegó el vino, pero es más intenso – aseguró y se hizo hacia atrás, colocando la mano libre en las raíces – como si en el momento en que hizo la plegaria, hubiese puesto toda su fe en mi…
Chom movió las orejas y Derok sonrió.
-Lo sé, suena extraño – suspiró – pero sé que, entre más noble y puro sea el humano, su olor es más dulce… no como mis flores de sangre – hizo un mohín, pues desde que Nyrn conoció a Skoll y les explicó lo sucedido, todos buscaban a un humano que oliera a sus flores – pero es sumamente agradable…
Bum abrió sus fauces, haciendo un gruñido y Derok levantó una ceja.
-¿Buscarlo? ¿Dónde? ¿En el palacio? ¿En el templo? – hizo un gesto de desagrado – no me agrada acercarme a esos lugares, lo saben – negó – pero…
Dudó, arrugó la nariz y levantó el rostro.
-No, olvídenlo – se puso de pie – ya es tarde – sentenció – ¿qué hacen aquí? Se supone que deben estarse apareando – señaló hacia las orillas – ya lo saben, vayan a la parte que les corresponde y divídanse a las hembras – ordenó – no quiero disputas como el año pasado, así que más vale que no se peleen con sus hermanos, ellos también tienen derecho a tener progenie – los miró con seriedad, para que entendieran que no tendría favoritismos para beneficiarlos – y no se preocupen por mí, los demás animales me pueden atender, en caso de emergencia…
Los dos hipopótamos se sumergieron en el fondo del agua y tomaron caminos diferentes, mientras su señor caminaba a su árbol de vida; quería beber un poco de vino antes de descansar. Las lianas movieron los recipientes que contenían el líquido que tanto le gustaba, acercándolo hasta él; todos eran diferentes, algunos eran hechos de cristal, otros eran pequeños barriles de madera, otros tantos de barro y unos más eran odres de cuero, pero todos estaban llenos de licores distintos, con olores que le fascinaban al Dios.
Sujetó un odre y lo abrió, percibiendo el olor al vino de palma y dando un trago grande; disfrutaba esa bebida, aunque cuando tomaba demasiado, al día siguiente le dolía la cabeza, pero siempre conseguía relajarlo después de un día pesado y por ello, no podía evitar beberlo.
El tronco de su árbol de vida se abrió cuando se acercó más, mostrando el lecho musgoso en su interior; Derok se sentó y recargó en el interior, dejando sus piernas afuera. Sujetó una vez más la pluma y la observó curioso, no podía sacarse de la mente ese olor.
-No debo acercarme al palacio – apretó los parpados – y sé que este olor no pertenece a nadie de mi familia guardiana – hizo un mohín – pero si es un visitante… se puede ir pronto…
Bebió un poco más de vino y suspiró.
-¿Qué hago? – se preguntó inquieto.
Tardó en decidirse, pero finalmente, terminó su odre de vino, acomodó una vez más la pluma en su ropa y salió de su lecho; subió hasta la punta de la copa de su árbol de vida y extendió sus manos hacia donde estaban las construcciones. Sus labios se entreabrieron, para permitirle murmurar algo en su lengua primigenia y rápidamente, las corrientes de aire empezaron a moverse a su voluntad, llevando todos los olores que había en el templo y palacio.
El Dios de cabello aqua se concentró, aspirando todos los aromas, tratando de identificar el de la pluma, pero no lo distinguía.
-Qué raro – musitó – ¿por qué es tan difícil localizar? – indagó con curiosidad – hay uno parecido… – se cruzó de brazos – pero huele más a sal… como si la dulzura de la tarde, fuese empañada por algo más…
Pasó la mano por su cabello y negó.
-No, si el olor no se mantiene, entonces, no es tan bueno – trató de restarle importancia, pero aun así, se sentía un poco decepcionado – no debí ilusionarme…
Con algo de tristeza, el Dios descendió una vez más, para ir a recostarse en su árbol de vida; necesitaba descansar. Al recostarse en el lecho una vez más, cruzó los brazos sobre su frente. En el fondo, se había hecho ilusiones por el olor, pero no quería denotar su ansiedad, al menos no ante sus compañeros, por eso intentaba mantenerse centrado y sereno, pero al darse cuenta que el olor había cambiado, fue una decepción inmediata.
-Quizá no sea el momento – dijo en un murmullo, para darse ánimos – aun no es tiempo de que conozca a la persona indicada…
Su voz sonó débil, aunque quería decirlo con convicción, pero el desasosiego ya se había hecho presente. Gruñó, chasqueó los dedos y las lianas de su árbol le llevaron un nuevo recipiente de vino; Derok sujetó el cuenco y empezó a beber, esperando poder calmarse y dormir tranquilamente, pues seguramente al día siguiente se alejaría de su árbol todo el día, debía recorrer el interior de su territorio, ese que había descuidado.
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