Capítulo XXIV
Derok dejó dormir a Naü una hora, antes de despertarlo para cenar y alimentar a su semilla; durante la cena, le dijo su decreto de castigar a Maë
-¿Castigar? – Naü dejó de lado el jugo que bebía – ¿cómo, mi amor?
El joven Dios sonrió ante la palabra que siempre le había gustado, así que dejó de lado el vino de palma – será ejecutado – respondió con rapidez.
Los ojos grises se abrieron con sorpresa y negó – no, Derok – pidió con nervios y su semilla reaccionó – a pesar de todo, es mi hermano…
El mayor suspiró, se puso de pie y caminó hasta su pareja, acuclillándose a su lado, sujetándole las manos y besándole los dedos con cariño – él no te considera su hermano, sino su enemigo – anunció, buscando la mirada gris – y aunque no lo quieras admitir, mientras él viva, no va a parar hasta lastimarte a ti o a nuestro hijo – dijo con toda seguridad y el niño tembló – Naü, por ti soy capaz de cualquier cosa, todo lo que me digas, haré lo imposible por hacerlo o conseguirlo, pero esta vez, te pido que no intentes interceder por Maë Kalzan, no quiero arrepentirme después si doy marcha atrás, porque seguramente lo haría, justo como mi hermano Nyrn se arrepintió de no matar antes, al hombre que casi asesina a Skoll y quien le arrebató a su primer hijo.
-¿Qué? – Naü parpadeó sorprendido por esa confesión, pues no sabía que el hermano mayor de Derok había perdido un hijo.
-Naü – Derok suspiró – mi hermano Nyrn, antes de Neyr, iba a tener otro retoño – contó con calma – pero un hombre intentó dañar a Skoll y en su afán de lastimarlo, fue el causante de la muerte de esa pequeña semilla, aún en el vientre de su ‘madre’ – acercó la mano al vientre del castaño y Naü puso las suyas sobre la de su pareja – nadie habla de ello, nadie comenta esa tragedia, porque tanto Skoll como Nyrn, aún sufren por su perdida…
-Y… ¿qué pasó con ese hombre? – preguntó con miedo.
-A pesar de que Nyrn quería matarlo, fueron los mismos humanos quienes eligieron su castigo y se convirtió en ‘el peregrino loco’.
Naü se sorprendió, conocía esa leyenda, pues Shaka se la contaba cuando era pequeño, pero siempre le decía que era porque ese hombre había intentado lastimar al Sumo Sacerdote, Eroim; ahora entendía que su crimen había sido mucho peor.
El pequeño castaño negó, tratando de no pensar en eso – pero… no creo que Maë se atreva en verdad a…
-¿Crees que no lo haría? ¿De verdad? – Derok buscó la mirada gris – al final, su único deseo era matarte.
El de lentes suspiró – somos hermanos – dijo con algo de tristeza – seguramente, cuando lo piense mejor, se dará cuenta que está equivocado y…
-Naü… – Derok suspiró, quizá si le decía todo al niño, comprendería el por qué se sentía tan inquieto – el hombre que intento dañar a Skoll, era su padre…
Esa información dejó atónito al menor.
-Por eso sé que no importa si la sangre los une – el joven Dios prosiguió – si Maë Kalzan vive, seguirá intentando lastimarte y no voy a arriesgarme a que lo consiga, justo como lo hizo ese hombre, ¿entiendes?
Los ojos grises se humedecieron, su labio inferior tembló y empezó a llorar con sentimiento; Derok lo abrazó con delicadeza, bajándolo de la silla, para que quedara hincado en el piso, a su lado y con ello, el niño lloró contra su pecho un largo rato, hasta que se cansó. Finalmente, Naü se alejó y suspiró.
-Lo siento… – dijo limpiando su nariz y acomodando sus gafas – yo no deseo interponerme en tus designios – sonrió tristemente – y no te pediré que cambies de parecer – suspiró.
-¿Por qué lloras entonces? – preguntó el de ojos naranjas, limpiando las lágrimas de las mejillas – me duele cuando lloras, lo sabes.
-Es solo que… yo… en el fondo, yo también sé que Maë no se detendrá hasta lastimarme de verdad – ahogó un sollozo – pero, aunque quiera odiarlo cómo él me odia, no puedo – levantó el rostro y buscó la mirada de Derok – lo siento, pero no puedo… es mi hermano y lo quiero, a pesar de todo, lo quiero…
La deidad sonrió condescendiente y lo abrazó – no te preocupes – besó la melena rojiza – yo sé que tu corazón está lleno de amor, pero no debes sentirte de esta manera – pidió con insistencia – sostente en mi – musitó sin dejar de consolarlo – yo cuidaré de ti, de nuestro hijo – prometió – y tú no tienes que odiar o castigar a las personas, ese es mi trabajo y lo haré sin titubear, ¿de acuerdo?
Naü suspiró y restregó el rostro contra el pecho de Derok – sí – sonrió más tranquilo – yo sé qué harás lo mejor para nuestra familia – dijo con seguridad – por ello, jamás volveré a intentar hacerte cambiar de opinión en tus decisiones.
-No – Derok negó – eso tampoco está bien – dijo con seriedad – yo aun no aprendo suficiente de los humanos, así que puedo equivocarme – inclinó el rostro – por eso, si crees que me equivoco, explícame tus razones y seguramente, juntos encontraremos la solución…
El castaño se sorprendió por esas palabras, pero le gustaba pensar que Derok y él podían solucionar las cosas juntos, como familia.
Naü soltó una risita – de acuerdo – asintió – si veo que estás mal, te lo diré, lo prometo…
-Eso me parece justo – el mayor besó la frente de su pareja – ahora mi niño, hay que alimentar a nuestra semilla.
-¡Oh, sí! – el castaño puso las manos en su vientre – perdón, bebé – dijo con ternura – todo el día estuviste inquieto y con hambre…
-Es que ya es hora de alimentarlo más – sonrió el Dios.
-¿Más? – Naü sintió que sus mejillas ardían – mi amor… yo no sé si pueda… alimentarlo más – dijo mordiendo su labio inferior.
-Nunca lo sabrás, si no lo intentas – Derok lo recostó contra un lecho que se formó de inmediato y empezó a besarlo con deseo.
En el fondo, el Dios había tenido miedo de perder a su familia, por lo que se sentía sumamente ansioso de poseer a su pareja y darle cariño a su semilla también.
* * *
Antes del amanecer, Derok llevó a Naü al palacio y ordenó a Jirare que le dijera Shaka y a las personas que pudieran estar interesadas, que Maë Kalzan, sería ejecutado cuando el sol saliera completamente del horizonte, así que debían reunirse cerca del templo para ello.
El joven siervo corrió por el palacio y le dijo a Herit, quien le ordenó ir a buscar al genera Adhio, al Teniente Ode y a Yadell Quill, entre otros guardias, para que estuvieran presentes, además de avisarle a los sacerdotes, para que se prepararan.
Mientras tanto, Maë se encontraba en una celda, al lado de la de su padre, tapándose los oídos; el pelirrojo le había repetido, durante toda la noche, que debía pedir misericordia y aún lo hacía.
-¡Trata de que tu hermano te perdone! – ordenó el ojiverde – seguramente Naü evitara que mueras y que nuestra familia caiga en desgracia – hiperventiló – si tú mueres, la familia Kalzan no tendrá herederos… tienes que rogar, ¡tienes que suplicar! ¡¿Me estás escuchando, Maë?!
-¡Sí, y no voy a hacer ni una cosa ni la otra! – gritó poniéndose de pie y mirando retador a su padre.
-¡Pero nosotros somos los más perjudicados en esto!
-¿Crees que me importa? – los ojos verdes del menor, miraron con frialdad a su padre – no voy a suplicar por tu familia, ¡porque no me arrepiento de lo que hice! – gritó con ira – odio a Naü – sentenció entre dientes – lo odio… – apretó los puños – él siempre fue mejor que yo, en todo ¡siempre! Era mejor en los dibujos, él era mejor en las tareas, con los maestros, con los siervos, ¡con todos! – lágrimas de coraje se hicieron presentes.
-Eso no es cierto – Lort negó – tu siempre fuiste mejor que tu hermano.
-Todo lo que crees de mí, es una mentira – dijo entre dientes – todo lo hice para que me prefirieras como hijo, pues hace años, cuando adulaste a Naü por primera vez, cuando él empezó a valerse por sí mismo, cuando por fin le dieron esas estúpidas primeras gafas, me di cuenta que él podía convertirse en alguien importante por sus habilidades y capacidades, así que no lo podía permitir o perdería todo mi lugar y mi estatus – rió nervioso – así es padre, esas primeras gafas, por las que lo regañaste, porque las rompió, yo fui quien las destruyó, como él te dijo – confesó – desde ahí aprendí que podía mentirte con suma facilidad y lo he hecho siempre, para que pienses que soy el único hijo que tienes, que vale la pena y como el idiota que eres, caíste fácilmente en mis mentiras y engaños.
-¿De qué hablas?
Una risa estridente hizo eco en los calabozos, consiguiendo que el mayor se desconcertara.
-¿Sabes lo que hice para que nuestros maestros me prefirieran por encima de Naü? – sonrió el menor con ironía – dejé que me usaran – anunció, consiguiendo que Lort abriera sus ojos con sorpresa – sí, padre, desde antes de los siete años, maestros, siervos, todos los que me adoraban y adulaban, me han usado hasta el cansancio y de esa manera, conseguí que se convirtieran en mis esclavos, para hacer que la vida de Naü fuese un infierno y que no me hiciera quedar mal ante ti – rechinó los dientes – todos esos errores que él tenía, sus pergaminos y objetos perdidos, sus caídas, esos malos entendidos con otras personas, eran provocados por mi o por los que me servían – rió – y ¿sabes quién fue el primero? ¿Sabes quién fue el primero en mi cama, el que me prometió apoyarme en todo si me convertía en puta por primera vez? ¿El que me enseñó que era de esta manera en que la familia se comportaba para obtener lo que querían? Mi tío Laem – confesó – él fue el que me enseñó que con mi cuerpo podía conseguir todo lo que deseara, rebajándome a ser una puta en la cama de cualquiera que me sirviera a alcanzar mis propósitos…
-No… – Lort negó y se aferró a los barrotes que lo separaban de su hijo – ¿por qué me estás diciendo esto, Maë?
-¡Porque ya no me importa! – gruñó – ¡ya no me interesa mantener esta absurda fachada para complacerte! – lo señaló – no tienes idea de cuantas veces tuve que soportar el asco que esos malditos hombres me provocaban al ponerme las manos encima, esos políticos que se decían tus ‘amigos’ y que iban a casa todos los fines de semana, ¿todo para qué? Para que ellos también me adularan delante de ti, para que no tuvieras duda de que era el hijo perfecto – sonrió con sarcasmo – incluso, hubo veces que tenía que sentarme a la mesa, mientras el semen de alguno de esos cerdos escurría de entre mis nalgas o aún estaba en mi garganta…
-No es cierto – Lort negó – ¡no es cierto!
Maë empezó a reír con fuerza y luego bajó el rostro – era capaz de cualquier cosa por demostrar que era digno de ser el heredero Kalzan – confesó – tú lo dijiste hace años – lo miró de reojo – no importa lo que hay que hacer, lo importante, es mantener nuestro estatus, no importa si eso implica sacrificarnos ante el imperio y sus representantes – suspiró – todo lo aprendí de ti, padre – lo señaló con un ligero ademán.
-¡Yo no te enseñé eso! ¡Yo jamás me metí con nadie más!
-No, tú no – negó – pero mi madre sí, ¿no es así? – preguntó con coraje, observando los ojos de su padre de manera desafiante – le ordenabas a madre que permitiera que otros la usaran en tu propia cama, para que tu pudieras obtener lo que deseabas, ¿me equivoco? Madre lloraba, pero eso no importaba, porque la familia Kalzan tenía más poder cada vez, solo que tú no te diste cuenta, que esos hombres dejaron de pedir que madre se acostara con ellos, porque me preferían a mí en su lecho y al menos, mi madre tuvo paz desde entonces…
-¿Cómo sabes…?
-Se muchas cosas de ti, padre, de tus negocios y tu manera de solucionar problemas, aprendí como se manejaba la política y no dudé poner en práctica todo lo que sabía gracias a observarte y a toda nuestra familia también – sonrió burlón – pero ya me cansé… ya no pienso hacerlo – negó – no pienso humillarme más, porque no tiene caso – apretó los puños – porque no importa lo que haga, Naü siempre será mejor que yo, porque él no hizo todo lo que hice y porque un Dios lo prefiere – dio media vuelta – ya no hay marcha atrás, padre…
-Te equivocas – Lort limpió las lágrimas que habían escapado de sus ojos – seguramente, podemos pedir clemencia, empezar de nuevo – sonrió nervioso – Naü tiene buen corazón, te perdonará y… llegarás a ser el dirigente de nuestra familia y…
-¿Qué no lo entiendes? – Maë lo miró por encima del hombro – ¡no quiero que Naü me perdone! – sentenció, permitiendo que las lágrimas escaparan de sus ojos verdes – porque sé, que todo este rencor que siento, ¡no me dejará en paz jamás! – dijo aguantando un sollozo – porque aprendí a odiar a mi hermano, enfoqué mi ira en él, ¡cuando debí enfocarla en ti! – lo señaló – ¡tú me inculcaste todo esto! Tú me enseñaste esos valores y principios tan estúpidos – rió sin dejar de llorar – y no puedo ir contra mi educación y naturaleza – negó, pero tenía una sonrisa, mientras sus mejillas estaban empapadas y sus ojos miraban a la nada – si sigo vivo, te mataré – amenazó con voz suave – a madre también – dijo sin titubear, consiguiendo que Lort temblara – a mi tío Laem y a todos los que me usaron – rió ligeramente – y finalmente, volveré a intentar matar a mi hermano – dijo en un murmullo y su rostro cambió a uno triste – porque él es lo que yo jamás podré ser – su labio inferior tembló – él es… mejor que yo… él es…
El sonido de una puerta abriéndose interrumpió al menor y ambos miraron al pasillo; el general Adhio entró, junto con el teniente Ode, seguido de algunos otros militares y guardias del castillo.
-Lo siento, Lort Kalzan – dijo el ojirrojo – pero nuestro señor Derok ha decretado que su hijo debe morir – explicó mientras dos personas que lo acompañaban, abrían la puerta del niño y le ponían unos grilletes en las manos.
-No – Lort negó y se acercó a general – ¡Sutk, ayúdame! – suplicó – intercede por mí, por mi hijo…
-No puedo – negó el peliazul – esto es una orden del Dios Derok, ¿realmente piensas que yo puedo hacerlo cambiar de opinión?
-Sutk, por favor…
-No insistas… – el genera dio media vuelta – despídase de su padre, joven Kalzan – anunció y se adelantó, junto con el teniente, dejando solo a dos guardias, para escoltar al menor.
Maë quedó frente a su padre, levantó el rostro – adiós padre… – sonrió de una forma que hizo temblar a Lort y habló con voz más grave – nos vemos en el infierno…
Finalmente, el niño, junto con los dos hombres, salió del recinto, dejando a Lort solo, llorando y lamentando su suerte.
* * *
El sol estaba a punto de terminar de aparecer en el horizonte, cuando la escolta llevó a Maë, ante Derok, quien era acompañado por Shaka, sus siervos, Yadell Quill y los sacerdotes del templo; todos estaban cerca de las rocas sagradas.
Dos guardias hicieron que el menor se hincara y Shaka dio unos pasos.
-Maë… – dijo con voz trémula, pues a pesar de todo, era su nieto – ¿tienes algo que decir?
El niño levantó el rostro y miró a su abuelo con cansancio – solo una pregunta – musitó – ¿por qué, a pesar de todo, siempre quisiste a Naü y a mí no? – preguntó con tristeza – hice todo lo posible porque me prefirieras, justo como todos los demás… ¿por qué no funcionó, abuelo?
-Te quise… – dijo el canoso – aún te quiero – sintió un nudo en la garganta – pero has hecho tantas cosas malas, Maë, que no puedes quedar sin castigo – una lágrima silenciosa escapó de los ojos de Shaka – tú crees que Naü me habló mal de ti en un principio y no fue así – negó – yo lo vi con mis propios ojos, yo sé que has hecho cosas indebidas, pero no te culpo a ti – dijo con tristeza – sé que es la influencia de esa familia – suspiró – que así como envenenaron el corazón de mi hija, se encargaron de llevarte a ti por ese camino.
-Me viste… – sonrió el ojiverde, recordando cuando aún era un niño que ni siquiera había cumplido siete años, ya tenía unos meses que había empezado a tener relaciones con su tío, ese día, mientras su tío y él estaban haciéndolo en uno de los salones, escuchó un ruido, creyó haber visto algo, pero ahora que recordaba los detalles, comprendió de quién se trataba en realidad, pues desde ese día en adelante, su abuelo empezó a tratarlo con algo de recelo, ya que había ido de visita a su hogar.
-¿Con mi tío Laem? – preguntó el pequeño castaño, levantando el rostro, observando como Shaka asentía – entiendo…
-Joven Kalzan… – el general Adhio se acercó al niño – ¿tiene un último deseo?
-No – respondió de inmediato.
El silencio reinó y cuando el sol despuntó completamente, Derok se acercó al prisionero – ponte de pie, Maë Kalzan.
El ojiverde obedeció y se incorporó, mirando al piso.
-Naü abogó por ti anoche – dijo el joven Dios, consiguiendo que no solo Maë, sino todos los presentes se sorprendieran – pero no puedo perdonarte la vida – sentenció – aunque tu hermano no quiera que mueras, no puedo arriesgarme a dejarte vivo.
Maë sonrió – yo tampoco lo haría – se burló, aunque en el fondo le dolía.
-Pero Naü me ha pedido que sea piadoso y es por él, que te daré una muerte tranquila.
El castaño se mordió el labio y asintió – gracias – dijo con tristeza, mientras las lágrimas caían por sus mejillas.
Derok se acercó, colocando un dedo en la frente del menor.
-Creo que si tenía un último deseo – musitó el castaño.
Antes de que Derok empezara, escuchó la plegaria de ese niño que estaba a punto de morir; solo por un instante y a pesar de que tenía un olor desagradable para el Dios, mientras decía su último murmullo, el olor que desprendió era ligeramente parecido al de Naü.
El de ojos naranjas recitó unas palabras en su idioma primigenio y finalmente, sujetó el cuerpo de Maë, que se desplomó en un instante, dejando de respirar de inmediato y su corazón se detuvo.
Derok levantó el cuerpo de Maë en brazos y se acercó a Shaka, entregándoselo con sumo cuidado – aquí está tu nieto, Shaka Zadga, dale un entierro digno y prepárate, porque a medio día, nos iremos a la ciudad imperial.
-Sí, mi señor.
Derok desapareció de ahí y Shaka se hincó con su nieto en brazos – Maë… – musitó besando la frente del menor, como cuando era un bebé – lo siento tanto… – dijo con dolor, sintiendo que él no había sabido ayudarlo, ni protegerlo cuando era pequeño, por eso lo había perdido.
Esa había sido la razón por la que se empeñó en sacar a Naü de esa casa, alejarlo de su familia y tomarlo como su hijo, porque sabía que la familia Kalzan terminaría hiriéndolo al final, justo como a su hermano.
Herit y Mazki se acercaron al canoso.
-Díganle a mi hija, que venga a despedirlo – ordenó con voz quebrada – pues tendremos que enterrarlo aquí…
* * *
Naü estaba en su alcoba, se había despertado con un sobresalto, le dolía el pecho y su semilla estaba inquieta, así que se incorporó y buscó un poco de agua en la mesita de noche, bebiendo con rapidez.
Suspiró, aunque tuvo el impulso de volver a acostarse, prefirió ver el amanecer, aunque el sol ya había salido por completo; se colocó sus gafas y caminó al ventanal para observar el lago, cuando una figura conocida apareció.
-¡Derok! – dijo con sorpresa y sonrió.
-Hola, mi niño – sonrió el mayor – pensé que estarías dormido.
-Me acabo de despertar, me siento inquieto y el bebé también – dijo acariciando su vientre.
-¿Inquieto? – el joven Dios lo abrazó – ¿por qué?
-No lo sé… siento, como si… como si faltara algo – musitó.
-Entiendo… – Derok besó la melena rojiza – recibí una plegaria – anunció el mayor – una plegaria que tengo que cumplir, porque el que me la hizo, puso todos sus sentimientos buenos en ella, para que yo la escuchara.
-¿Una plegaria? ¿Y sobre qué?
El mayor no respondió, solo lo besó en los labios y se apartó de su pareja, chasqueó los dedos y el viento abrió las ventanas, haciendo que las cortinas se movieran; algunas hojas de los árboles entraron, pero Naü observó cómo un cúmulo pequeñas luces azules se miraban en el exterior, como si se tratara de luciérnagas, aunque sabía que era imposible, pues era de día.
Una de esas luces se desprendió del conjunto se acercó a la ventana, moviéndose hacia los lados y finamente, al ingresar a la habitación, tomó forma.
-¡¿Maë?! – Naü se sorprendió y de inmediato sus ojos se humedecieron, acercándose a su gemelo, dándose cuenta que era como Miley – Maë… – dijo con dolor.
-Hola… – sonrió su hermano con calma – no llores – dijo con seriedad y acercó la mano a limpiar las lágrimas de Naü – nunca has dejado de ser un llorón – se burló.
Naü lo abrazó, pues el otro lo permitió y el menor sollozó, mientras empezaba a llorar con sentimiento.
-No tengo mucho tiempo – indicó su hermano – pero quería disculparme, por todo lo que te hice… perdóname, Naü – acarició la melena de su hermano – se bien que nada justifica todos los pecados que cometí, pero ahora que estos se han ido, quiero pedirte perdón sinceramente – sonrió.
-No… – el ojigris negó – no tengo nada que perdonarte.
-Siempre tan bueno – negó como si estuviera cansado – pero sabes que cometí muchos errores y el último, es imperdonable – miró el vientre de su hermano – lo siento… – dijo acariciando al abdomen de su gemelo y la pequeña semilla reaccionó – ahora, debo irme – sonrió y ladeó el rostro, observando las luces azules, que estaban fuera del palacio.
-¿Volveré a verte? – preguntó Naü en medio de un sollozo.
-No lo sé – Maë negó – primero debo pagar todos mis pecados y son muchos, quizá en unos años más pueda venir – se alzó de hombros – pero trataré de hacer las cosas bien, para conocer a tu primer hijo cuando nazca, lo prometo.
-Te esperaré – sonrió el ojigris y puso las manos en su vientre – te esperaremos – anunció en medio de lágrimas.
Maë abrazó a su hermano – aunque en este momento es difícil que lo creas, te quiero – dijo con sinceridad, en medio del abrazo.
Naü correspondió el abrazo con fuerza – yo también te quiero, hermano – dijo llorando, pero al instante, el cuerpo de Maë se desvaneció y se convirtió en una pequeña lucecita azul, que se movió con rapidez, alcanzando a las demás.
Naü siguió llorando, cuando Derok se acercó y lo abrazó.
-En el fondo, realmente estaba arrepentido – dijo el mayor, acariciando la melena rojiza – por eso quería despedirse de ti, su plegaria era que te dijera que lo perdonaras, pero preferí que lo hiciera él mismo, para que lo vieras por última vez.
-Gracias – sollozó el menor.
-Quizá, más adelante, cuando pague por los errores que cometió, pueda venir a verte y si los espíritus creen que es digno, podrían dejarlo aquí…
-No – Naü negó y sonrió – Maë merece algo mejor, quizá, pueda volver a nacer y… quizá, esta vez sea feliz…
* * *
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