Capítulo XXIII
Derok estaba en su árbol de vida, había solicitado una reunión urgente con sus hermanos y debido a que dijo que se trataba de Naü, todos acudieron de inmediato; la reunión se hizo en su propio bosque y no en el de su hermano, pero todos acudieron con representaciones líquidas, en vez de solo hablar por los espejos de agua. El Dios de ojos naranjas tardó un poco en explicar la situación y para que los demás entendieran bien, les mostró su recuerdo de lo ocurrido en el castillo, frente a Lort Kalzan.
-Por lo que veo, la situación es complicada – dijo Nyrn con seriedad.
-Sí, más porque si ese humano se empeña en no aceptar a Naü, sus leyes lo respaldan – secundó Raky, refiriéndose al emperador.
-No me agradan las leyes humanas, muchas de ellas se contradicen – Meryl hizo un gesto molesto.
-Sí, pero hasta ahora, no habían afectado a uno de nosotros, directamente – señaló Elfry.
-Bien, aquí la cuestión es, ¿qué piensas hacer? – preguntó Serif para Derok.
-Quiero ir a la ciudad imperial – respondió el de cabello aqua – hablar con el emperador para que deje de insistir en que me aparte de Naü.
-Sabes que no es tan sencillo, ¿verdad? – Lasden suspiró.
-Sé que no lo es, por eso los llamé.
-¿Algún otro plan? – Drif levantó una ceja, intentando comprender a su hermano.
-Si el emperador no quiere ceder, debo destruir su reino – anunció Derok con seriedad.
-¿Piensas hacer lo que dijiste? ¿Destruir la ciudad imperial? – Elgrim no parecía muy seguro de esa decisión.
-Si es necesario, sí.
-No es buena idea – Gralk negó – hay muchos humanos inocentes, ¿has pensado en ellos?
-Si atacas primero, de verdad estarías iniciando la guerra tú – Videk lo señaló – y eso no es correcto.
-No voy a iniciar una guerra – Derok suspiró – solo quiero demostrarles que no se pueden oponer a mis designios, justo como Skoll me aconsejó – buscó la mirada de Nyrn y su hermano asintió – pero tampoco quiero poner en riesgo a personas inocentes y por eso quiero su ayuda.
-¿Nuestra ayuda? ¿Para qué exactamente? – Yuol no entendía lo que su hermano quería.
-Necesito que me ayuden a proteger a los humanos, mientras acabo con esto…
-¿Protegerlos? – Keroh frunció el ceño – ¿quieres decir que quieres que vayamos para allá, a hacerlo en persona?
-Sí, quiero que me acompañen todos a la ciudad imperial…
Sus hermanos se vieron entre sí y luego, buscaron a Nyrn, esperando su veredicto.
El rubio sonrió con suficiencia – yo te dije que cualquier cosa que decidieras, si era necesario te respaldaríamos y lo haremos – se cruzó de brazos – solo dinos en qué momento nos necesitas y estaremos ahí, hermano.
* * *
Cómo Bade lo pidió, Gowe le ayudó a escapar de su recámara cuando el sol empezaba a caer; le fue muy difícil conseguir la ayuda de un guardia, pero debido a que el primogénito de los Kalzan lo respaldaba, pudo llegar al precio que el sujeto pedía, para poder liberar a al anterior Sumo Sacerdote.
Bade se sobresaltó al ver a Gowe en su habitación, acompañado de un hombre que ya había visto en el balcón, cuidando que no escapara; el pelinaranja le había pedido a su hermano que lo liberara como condición para ayudarle, pensando que no lo conseguiría, ahora no podía retractarse.
Con sigilo, salieron de la alcoba y se escabulleron hacia los jardines, con ayuda del guardia eludieron a los hombres que realizaban sus rondas, aunque por momentos, Bade parecía titubear; sin que el mayor se diera cuenta, el pelinaranja se sentía inseguro y en varias ocasiones, tuvo el impulso de regresar y confesar lo que su hermano pensaba hacer, pero tampoco quería que Gowe se sintiera traicionado por él, después de todo, siempre lo había apoyado y estaba en deuda. Cuando se alejaron un poco más, se pudieron esconder tras algunos árboles, pues las sombras del atardecer les ayudaban a ocultarse mejor y el sujeto que los ayudó, los dejó solos; después llegaron dónde los esperaba Maë, junto con un par de siervos, quienes por miedo a las represalias del menor, accedían a hacer lo que él deseaba.
-¡Llegan tarde! – dijo con molestia el castaño.
-Lo siento – Gowe bajó el rostro – fue complicado evitar a los demás vigilantes.
-Y será peor el ingresar de nuevo – dijo Bade con cansancio – la entrada oculta está cerca del balcón de la habitación principal, mismo que ahora está bien vigilado – explicó con calma, intentando que desistieran de la idea – además, según lo que me dijo Xalla, los guardias hacen rondas más seguido cerca de ahí, por lo que nos podrían descubrir con mucha facilidad, mientras nos acercamos.
-Yo me encargaré de eso – Maë sonrió con malicia – por eso, ellos me acompañan – señaló a los dos ciervos que estaban detrás – ellos crearan una distracción y podremos acercarnos sin problemas.
Bade y Gowe se miraron de reojo, pero no podían replicar.
-Bien, hay que apresurarnos – el pelinaranja dio media vuelta – tengo entendido que el Sumo Sacerdote nunca cena en el comedor – dijo con rapidez – mientras todos se estén preparando para ir al comedor, podrán entrar.
-¿Podrán? – el pequeño castaño lo miró con sarcasmo – tú tienes que acompañarnos hasta el final.
-¡¿Qué?! – los ojos aqua lo miraron con terror – no, yo acordé con Gowe que le diría como entrar, no que participaría en esto.
-Tienes que hacerlo – Maë entrecerró los ojos – ¿crees que dejaré un ‘cabo suelto’? Podrías ir y avisar lo que haremos y no me conviene.
-¿Por qué lo haría? – pregunto el pelinaranja, temblando, pues parecía que Maë le había leído la mente.
-¿Por qué no? – replicó el menor con frialdad – Gowe me dijo que no parecías muy seguro en ayudarlo, así que, no quiero tener que preocuparme por ti, ¿o no es así, ‘esclavo’?
El peliazul respiró profundamente – lo siento Bade, pero no dejaré que me abandones en algo en lo que tú me metiste desde el principio.
Bade se sorprendió por las palabras de su hermano, pero no podía replicarle nada; él sabía muy bien que todo era por su culpa.
-Ahora, guíanos… – Maë le hizo un ademán al pelinaranja para que empezara a caminar.
Bade asintió, se sentía inquieto, incómodo y por sobretodo, sentía que estaba cometiendo un gran pecado, pero a pesar de la culpa que lo embargaba, la decisión de no abandonar a su hermano, era lo que le hacía seguir. Guió a los demás con sigilo, acercándose una vez más al castillo, justo hacia los balcones de la habitación principal, mismos que daban hacia el lago y que él conocía a la perfección; el grupo se dio cuenta que había algunos guardias, por lo que Maë le ordenó a sus siervos que fueran a causar una distracción y ellos, obedientes, lo hicieron.
El trío caminó hasta acercarse al balcón principal y a pesar de no subir las escaleras, pudieron observar desde abajo, como los vigilantes de los ventanales no se habían apartado de ahí.
-¡Maldición! – el castaño gruñó por lo bajo.
-No importa – Bade negó – la entrada está por otro lado.
Gowe y Maë siguieron al pelinaranja, quien los llevó por entre los arbustos y los arboles pulcramente podados que adornaban los jardines privados del Sumo Sacerdote, hasta llegar a un costado del balcón, mismo que había sido construido sobre piedra sólida, como un mirador hacia el lago; era el único balcón que tenía esa cualidad, pues todos los demás, eran construcciones en ‘volado’, con claros en la parte baja, donde había más plantas.
Bade se pegó a una orilla del muro de piedra y los otros dos lo imitaron, evitando que los guardias que estaban en la parte más alta del balcón, pudieran verlos; se acercaron hasta la pared del castillo y ahí, el pelinaranja buscó una piedra en la construcción. Tardó unos segundos, presionando algunas rocas, hasta que pareció dar con la correcta.
-Es difícil encontrar la indicada de esta parte – anunció en un murmullo y finalmente la empujó, consiguiendo que una especie de puerta, hecha con una sola roca, se moviera con dificultad – ya está – dijo con cansancio, dando un paso al interior del oscuro pasadizo.
Gowe y Maë lo siguieron y desde adentro, cerraron la puerta, jalando una cadena que accionaba el mecanismo por dentro.
-De aquí, solo hay que subir una escalera de piedra, hasta la habitación – explicó Bade – está algo oscuro, así que tengan cuidado.
-Debo decir que me equivoqué contigo – Maë rió – hasta el último momento pensé que te arrepentirías.
-Le prometí a mi hermano que lo ayudaría y no lo puedo dejar solo – sentenció el aludido «aunque no esté de acuerdo con esto…» pensó seriamente.
* * *
Naü estaba en la gran estancia de su habitación, sentado en el sillón más cómodo; se había quedado solo, pues quería leer un poco mientras esperaba a Derok, aunque sabía que los guardias se mantenían en la puerta y el balcón, además, si necesitaba algo, solo debía llamar a los siervos con las campanillas que estaban dispuestas en diferentes mesas. Pero mientras repasaba lo que el libro decía, sus ojos empezaron a cerrarse; en los últimos días le daba más sueño de lo normal, pero Skoll le había dicho que era por los cambios que estaba pasando debido a la semilla, así que no se preocupaba y permitía que su cuerpo descansara cuando se lo exigía.
Los parpados del niño se cerraron y aunque para él fue una fracción de segundo, realmente pasó un largo tiempo, hasta que un sonido lo sobresaltó y una voz conocida se escuchó con burla, aunque en un tono bajo.
-Vaya, no imaginé que realmente pudiera encontrarte a solas.
Naü acomodó sus gafas y observó a Maë, de pie, frente a él, recargado en la mesa de centro; el de lentes frunció el ceño, aún estaba medio adormilado.
-¿Maë? – preguntó incrédulo – ¿qué haces aquí? ¿Cómo entraste?
-Sabes que siempre encuentro la manera de tener lo que quiero – respondió el ojiverde y señaló con un ademán a sus compañeros – pero esta vez, a diferencia de lo ocurrido en el comedor, hablaremos sin levantar a voz, para no alertar a tus ‘guardias’ – sonrió.
Gowe había boqueado el acceso principal, colocando una lanza de una armadura ornamental, atravesando las manijas de las puertas dobles y además, coloco una gran silla, todo con rapidez y evitando hacer ruido. Bade por su parte, cerró las rejas de los ventanales, con ello, aunque se rompieran los cristales, nadie podría entrar.
-Ahora, querido ‘hermanito’… – el mayor dijo la palabra con burla – vas a hacer esto rápido, por las buenas o por las malas – sonrió divertido – aunque yo realmente preferiría la mala, porque de esa manera, podré desquitarme con todo gusto – rió.
El menor se armó de valor y levantó el rostro, mirando al otro con indiferencia – ¿y qué es lo que se supone que voy a hacer, Maë? – preguntó con calma, tratando de no alterarse.
-Vas a dimitir a tu cargo de Sumo Sacerdote – respondió su hermano – y vas a entregarme el título a mí – se señaló con orgullo – así me convertiré en la pareja de Derok y finalmente, desaparecerás – el tono que usó en la última palabra, no dejaba duda de lo que se refería.
Naü, por un momento se sobresaltó, era obvio que su hermano deseaba que desapareciera de verdad, pero debía sobreponerse y pensar las cosas con calma, para poder salir airoso de esa situación que se miraba complicada.
El ojigris suspiró – aunque hiciera eso, Maë, no es sencillo que nuestro señor Derok te acepte como Sumo Sacerdote, eso el joven Bade lo sabe bien – señaló al pelinaranja con un ligero ademán del rostro – y será mucho más complicado que te acepte como pareja.
-¡Ay, hermanito…! – el ojiverde levantó una ceja – parece que no me conoces, todo lo que quiero y deseo, lo obtengo – aseguró – y ahora, quiero al Dios de la meseta – el de lentes se estremeció por esa declaración – tener a una deidad de pareja, me hará la persona más poderosa de este país, además de darme una larga vida – sonrió el mayor – un regalo que sobrepasa cualquier cosa que un simple humano pudiese darme como dote.
El ojigris sonrió débilmente – nunca lo conseguirás, Maë, no con ese pensamiento – dijo con calma – además, Derok me ama a mí – su voz no dejaba de ser tranquila, aunque denotaba completa seguridad en sus palabras.
-¿Eso es lo que tú crees?
-No es una simple creencia, Maë – el menor acomodó sus gafas – me lo ha dicho, me lo ha demostrado – su sencilla mirada chocó con la desdeñosa de su hermano – de tantas maneras distintas, que ni siquiera tus ‘amiguitos’ con los que te escapabas en las noches, pueden siquiera imaginar que se puede hacer en una cama – sonrió de lado y el gesto de su hermano mostró asombro – sí – Naü levanto el rostro – le he pertenecido a mi Dios, noche a noche, desde que me encontró.
Maë apretó los puños, conteniendo la ira, pero finalmente sonrió de forma cruel, conocía otra manera de herir a su hermano.
-Eso es porque no le quedó más remedio – dijo con rencor – tú, Naü, eres el segundo en nacer, alguien que ni siquiera merece seguir respirando, solo una sombra mía – lo miró con desprecio – nada de lo que tú puedas darle a un Dios, se compara con lo que yo puedo ofrecerle – relamió sus labios de manera sensual, orgulloso de sus habilidades de seducción – y si te tomó como su pareja, es porque yo no estaba a su alcance, estaba lejos y tuvo que conformarse contigo, una copia barata del original, que soy yo, ¿acaso no lo entiendes? – preguntó con sarcasmo – ¡mírate! – señaló un espejo que estaba cerca y el menor observó de soslayo el reflejo de ambos – y mírame a mí – el ojiverde se irguió completamente – ¿crees que puedes competir conmigo? ¿Crees de verdad que un Dios puede preferirte a ti, antes que a mí? – rió – eres débil, enfermo y dudo que puedas complacerlo en la cama como yo lo haría – aseguró confiado – además, no tienes nada en este mundo, ni siquiera a nuestros padres, porque ellos, como todos, solo pueden quererme a mí, porque tú no eres nadie.
Naü se sintió triste por esas declaraciones, pero una débil punzada en su abdomen le obligó a reponerse de inmediato; quizá era todo lo que su hermano decía, pero también tenía virtudes, mismas que Derok había visto en él y por ello, estaban unidos de una manera tan especial, con ese pequeño ser que llevaba en su vientre.
-Tal vez yo no soy tan atractivo como tú – dijo levantando el rostro – ni poseo tus ‘habilidades’ – dijo la palabra con sarcasmo – tal vez no tengo el cariño de la familia Kalzan, ni un respaldo como señor, igual al que tú tienes por derecho de nacimiento – respiró profundamente – pero hay algo que te puedo asegurar, tú no tienes lo que tengo yo…
-¿Y qué tienes tú? – preguntó el mayor con ironía, interrumpiéndolo – no tienes nada, nunca has tenido nada Naü, solo puedes aspirar a alcanzar mis sobras…
-Te equivocas – el ojigris lo miró con altivez – tengo algo que tú jamás podrás tener, porque estás lleno de egoísmo y envidia – sonrió – yo tengo algo que se llama amor, ¿sabes lo que es eso? ¿No, verdad? Yo tengo mucho amor que dar, especialmente a mi Dios, mientras que tú no sabes lo que es ese sentimiento o el cariño sincero, ni la entrega completa a alguien, pues esperas que todos te veneren por logros que ni siquiera son tuyos, sino de tus antecesores, esa es la diferencia entre tú y yo, Maë.
-¿Amor? – el otro se cubrió la boca, para no empezar a reír con fuerza, arriesgándose a que los escucharan – eso no existe, Naü – dijo después de un momento – en este mundo, las relaciones son solo sociedades en busca de aumentar un patrimonio, para un mejor futuro, para ser mejor delante de los demás, el amor es solo una falacia sentimental.
-Maë… – el de lentes negó y suspiró – esa es una de las razones principales, por las que estoy seguro que Derok, jamás te aceptaría como pareja, aunque yo no estuviera.
-Podría poner eso a prueba – su vista se posó en las frutas del cuenco que estaba sobre la mesa, le llamó la atención una hermosa pera que estaba ahí y la sujetó, limpiándola contra su túnica – solo por demostrarte lo equivocado que estás, podría permitir que siguieras vivo – rió – pero no pienso arriesgarme, te lo aseguro – acercó la fruta a su boca.
Los ojos grises de Naü se abrieron con sorpresa al ver que su gemelo estaba por morder la fruta del árbol de Derok y las palabras que el Dios le dijo una vez, llegaron rápidamente a su mente.
“Esa fruta es especial, no cualquiera puede comerla… debe ser alguien bueno, puro de corazón y que además, crea en mi…”
El miedo se hizo presente en Naü y su semilla se inquietó al sentir esa sensación de su ‘madre’ «¿por qué Maë puede…? ¿Acaso yo no soy… especial…?» su corazón se oprimió al terminar la frase en su mente y se mordió el labio inferior, aguantando la respiración, hasta que vio lo que ocurrió con su mellizo.
Apenas Maë mordió la fruta, escupió lo que acababa de probar – ¡qué asco! – dijo con repulsión, observando con desagrado lo que quedaba de pera – ¿por qué sabe pescado podrido? – limpió su boca y lanzó lo demás al suelo, pisándola con fuerza.
Naü observó los trozos de pera, también como algo de jugo se esparcía por el piso y aunque por un momento le dolió ver el fruto de su Dios así, respiró con alivio de saber que Maë no era digno de comerlo, por lo que sonrió débilmente, para después empezar a reír; pasó las manos por su vientre, acariciando con cariño – ya, está bien… me asuste por nada – dijo aún divertido – lo siento…
-¿De qué te ríes? – preguntó el otro sin levantar la voz, pero lleno de ira.
-Nada… – el ojigris limpió sus ojos por debajo de sus gafas – es solo que acabas de confirmar lo que ya sabía – ladeó el rostro – tú jamás serás digno de ser pareja de Derok.
Maë apretó los puños y buscó a sus acompañantes con la mirada – Gowe, Bade, mátenlo – sentenció.
-Pero, dijiste que lo harías tú – replicó el peliazul, con voz nerviosa.
-No voy a ensuciarme las manos con sangre tan desagradable – anunció el ojiverde – ahora ¡háganlo! – siseó, aguantando las ganas de gritar.
Lo hermanos se miraron entre sí y Gowe sacó una espada corta que llevaba, entregándosela a Bade.
-Pero… yo no sé… – negó el pelinaranja, pues jamás había usado un arma.
-No te preocupes, yo haré la peor parte – sentenció con frialdad, sujetando la espada khopesh, que era su arma principal y caminó hacia Naü.
El pequeño castaño se sintió nervioso, pero de igual manera, pudo percibir la inquietud de su hijo, así que no dudó en reaccionar, inclinándose a un costado del sillón, sujetando el mango de la khopesh que escondía bajo el mueble, sacándola con un movimiento rápido, poniéndose de pie y en guardia.
-No quiero que esto se convierta en algo grave – sentenció el de lentes.
-¿Algo grave? – su gemelo se mofó de él – tu ni siquiera sabes usar eso – señaló el arma con su mano.
El de lentes ignoró a su hermano – joven Bade… – busco la mirada aqua – usted sabe que esto se puede salir de control y no terminará bien para su familia, especialmente por mi situación – dijo con voz seria el niño, pasando una mano por su vientre.
El pelinaranja pasó saliva – ¿es…? ¿Es cierto? – preguntó con nervios, pues aunque su hermana Xalla le había dicho que Naü portaba la semilla de Derok, como no había sido anunciado oficialmente, aún tenía sus dudas.
-Sí – asintió Naü.
Bade tembló, sabía que lastimar a Naü, quien no solo era el Sumo Sacerdote, sino el portador de la semilla de Derok, tendría como castigo una muerte inminente, después de una larga y lenta agonía, así que bajó el arma y la soltó – no puedo… – dijo con nervios – yo no podría hacerle algo, ni tan siquiera amenazar al joven Naü.
-¡Bade! – su hermano lo miró con sorpresa e incredulidad.
-Gowe… – el pelinaranja negó – tú tampoco puedes hacerle nada…
-¡Tengo que hacerlo! – dijo con desespero el mayor, sintiéndose traicionado por su hermano.
-¡No! – Bade no levantó la voz, pues aun pensaba que podían salir sin que alguien se enterara y olvidar esa situación – entiende, no puedes lastimar al Sumo Sacerdote de Derok, menos… menos porque es portador de su semilla, ¡¿entiendes?!
-¡¿Qué?! – tanto Gowe como Maë se sorprendieron.
-Sabes lo que significa intentar lastimar a la pareja de un Dios… – los ojos aqua mostraron terror – sabes la historia del ‘peregrino loco’, tan bien como yo – dijo con miedo – por favor Gowe, no puedes hacerlo – suplicó su hermano con desespero – no lo hagas…
-Mientes… – el ojiverde habló entre dientes – ¡mientes! – rechinó los dientes – Naü no puede ser a quien Derok eligió de verdad, no puede ser que mi hermano sea tan especial, ¡no lo acepto! – alcanzó a contener el grito, evitando delatarse.
Gowe pasó saliva y buscó a Naü, esperando encontrar duda, un gesto o una pisca de nervios que lo delatara y que le indicara que mentía, justo como siempre miraba en Maë; los ojos grises del niño lo miraron a través de los cristales de sus gafas, le dedicó una tenue sonrisa y asintió, rozando su vientre con los dedos.
Un escalofrío recorrió al peliazul de pies a cabeza, nunca se imaginó que estaría en esa situación, pero ahora menos que nunca deseaba lastimar a Naü – no… no puedo… – dijo bajando su arma – no puedo hacerlo – repitió más seguro.
-¿Qué estás diciendo? – el ojiverde caminó con paso rápido y se puso enfrente de mayor – te estoy ordenando que lo mates – señaló a su gemelo – y mejor lo haces de inmediato.
-No – repitió el de ojos morados – si me atreviera a hacerlo, mi castigo sería peor que cualquiera que tú pudieras darme, Maë – señaló con seriedad – prefiero cualquier humillación a convertirme en el siguiente ‘peregrino loco’ – sonrió cansando.
La mano de Maë se estampó con fuerza en la mejilla de Gowe – ¡eres un cobarde! ¡Te dije que Naü debía morir!
El grito alcanzó a escucharse en el exterior, ya que el ojiverde no se contuvo más; la voz de los guardias, así como un golpeteo insistente se escuchó.
-¿Joven Zadga? – alguien intento abrir la puerta, pero se dieron cuenta que estaba trabada – ¡¿joven Zadga, está bien?!
Naü no respondió al llamado de los guardias, solo observó a sus visitantes – váyanse – pidió con voz baja – no diré que estuvieron aquí, así no se meterán en problemas – le sonrió a los hermanos Quill.
Bade busco de inmediato a Gowe y el mayor asintió, pero antes de que se moviera, Maë le arrebató la espada khopesh.
-Bien, en vista de que dudas, lo haré yo – anunció, girándose para observar a su hermano – no importa lo que ocurra, si yo no puedo ser pareja de un dios, tu tampoco – señaló a su hermano con el arma.
El peliazul se asustó – joven Maë, no… – movió la mano, intentando detenerlo.
El ojiverde se movió con gracia, esgrimiendo la espada con suma facilidad, girando en su propio eje y le hizo al mayor un corte en el tórax.
Gowe movió la mano, pasándola por su pecho y los ojos purpuras observaron como la sangre brotó de inmediato.
-¡Gowe! – Bade corrió hasta su hermano, intentando detenerlo, cuando se desplomó en el piso.
El mayor se quejó de la herida y el pelinaranja trató de cubrirla con su propia túnica, para que no se desangrara.
-No exageres… – Maë hizo un movimiento rápido, girando la espada en sus manos, limpiándola con facilidad – fue un simple roce – sonrió – aunque ahora puedo constatar que mantienes bien afiladas todas sus armas – se burló.
-¡Joven Zadga!
Los gritos y el golpeteo insistente en la puerta principal, fue secundado por el sonido de cristales rotos en los ventanales, los guardias estaban intentando entrar por ahí, pero les era imposible.
-Apresuremos esto – Maë se acercó a su hermano con una sonrisa sádica – veamos si es cierto que tienes una semilla dentro.
Naü tenía miedo de lo que Maë era capaz de hacer, pues era obvio que su orgullo estaba herido; su semilla estaba sumamente inquieta y le dolía el vientre por las punzadas que le producía, pero no retrocedió.
“…le prometo que protegeré nuestra semilla, pase lo que pase…” recordó las palabras que le había dicho a Derok así que pasó una mano por su vientre «no dejaré que nada te pase, bebé, te lo prometo…» pensó para su hijo tratando de calmarlo y finamente sujetó la espada khopesh con ambas manos.
-No te tengo miedo, Maë – sentenció colocándose en pose de defensa.
El ojiverde levantó una ceja y rió – tú ni siquiera sabes usar eso – se acercó unos pasos, tratando de intimidarlo – padre jamás te permitió que tomaras una espada, ni siquiera una daga – se burló – porque no eres digno de aprender el arte de la espada, ¿recuerdas? Solo eres el segundo, solo eres mi sombra, solo eres una copia… alguien que debió morir.
Naü titubeó por un momento, las palabras de su gemelo aún le lastimaban; Maë intentó aprovecharse de ese desconcierto de su hermano, atacándolo con rapidez, pero el de lentes reaccionó, chocando la espada que portaba contra la de su hermano y la fuerza de ambos se enfrentó.
-No soy tu sombra – dijo con seriedad el menor.
-¡¿Qué?! – los ojos verdes mostraron desconcierto – ¿cómo es que…?
-¿Te sorprende? – el de lentes lo miró con indiferencia – no soy tan débil como siempre pensaste.
Con fuerza, Naü empujó a Maë y lo alejó, consiguiendo que se desestabilizara, pero no cayó.
-Puedo defenderme de cualquiera, incluyéndote – aseguró el ojigris – y defenderé a la semilla de mi Dios – apretó el mango de la espada – porque es el fruto de nuestro amor – su voz denotaba toda la determinación que tenía.
Maë sintió que la ira se apoderaba de él y se abalanzó sobre su gemelo.
Con los movimientos que aprendió de Shaka y del teniente Ode, Naü se defendió de Maë, logrando que retrocediera con rapidez – ¡jamás fui una copia! – gritó con seguridad.
Cada que Maë se daba cuenta que Naü lo repelía con suma facilidad, su coraje y frustración se acrecentaban, logrando que se sintiera desesperado.
Mientras los gemelos seguían en su pelea, Bade trataba de ayudar a Gowe – ¿qué hago? – preguntó llorando, desesperado, pues la sangre no parecía detenerse.
-Abre… la puerta… – pidió el mayor con dificultad.
El pelinaranja levantó el rostro y puso atención a los gritos y forcejeos, no solo de la puerta, sino de los ventanales; con cuidado, dejó a su hermano en el piso y corrió a la puerta, tratando de quitar las cosas con rapidez, pero debido a que los guardias habían intentado entrar, empujando y tratando de forzarla, el mueble se había atorado y astillado en algunas partes.
Maë tenía la mente nublada y sus ataques dejaron de ser tan fuertes y determinados, convirtiéndose en solo movimientos inútiles y sin precisión, que Naü podía contrarrestar o esquivar sin mucho esfuerzo. El grito del mayor se escuchó, cuando se abalanzó contra el ojigris, justo cuando las puertas se abrieron, los guardias y siervos entraron, encabezados por Shaka, Yadell, Mazki, Herit y Kosei, aun así la pelea de los hermanos no se detuvo; Yadell corrió con su hijo que estaba en el piso, tratando de ayudarle, junto con otros siervos.
-¡Maë! – Shaka le gritó a su nieto – ¡detente!
Los guardias se prepararon para atacar al ojiverde, cuando el grito de Sumo Sacerdote se escuchó.
-¡No se metan! – sentenció Naü, sin apartar la mirada de su gemelo, para poder defenderse de sus ataques, sabía que su mellizo estaba completamente fuera de control y era más difícil esquivarlo.
Todos se quedaron inmóviles, titubeando en esa orden que habían recibido, mientras los hermanos seguían en su pelea.
Maë se lanzó contra Naü, en un ataque desesperado, intentando ir de frente, pero este lo esquivó y le hirió una mano con el filo, una herida profunda, pero no tan grave como parecía debido a la cantidad de sangre que brotaba; con eso, Naü consiguió que su hermano soltara el arma y se quejara, quedando de rodillas al piso, llorando, más a causa del coraje que por la herida.
-Es todo… – sentenció el menor con calma, bajando su arma – no quiero lastimarte en realidad, Maë, no era mi intención hacerlo en ningún momento – suspiró y pateó la espada que su hermano dejó caer, alejándola de él – es mejor que no intentes nada más, ya estás en graves problemas, no lo hagas más difícil – dijo con tristeza y se giró, alejándose de él, sabiendo que los guardias harían el resto.
«Tranquila…» pensó para su semilla, acariciando su vientre «‘mamá’ está bien…» sonrió, dejando la espada de lado «‘mamá’ pudo protegerte…»
-¡No!
El grito de su padre, hizo voltear a Naü de inmediato y solo pudo observar el rostro de Maë, contorsionado por la ira, intentando herirlo con una daga que traía en mano. El ojiverde había llevado esa arma escondida entre su túnica y había escapado de los guardias, con la firme intención de herir a Naü, sin importar nada más.
El de lentes se abrazó a su vientre, pues escuchó el propio grito de auxilio de su semilla y cerró los ojos, temiendo lo peor, pero nada ocurrió y el silencio reinó.
El castaño abrió un ojito con lentitud, dándose cuenta que todo parecía oscuro, pero pudo observar que Derok lo tenía abrazado.
-¿Derok? – musitó confundido.
-Te dije que los protegería a ambos – sonrió el de ojos naranjas – tu cumpliste tu promesa – besó la frente del menor – yo cumplí mi palabra, te dejé enfrentar a tu padre y tu hermano, para que les mostraras que no eres el mismo – ladeó el rostro – ahora, déjame hacer las cosas a mi manera…
-¿A tu… manera?
-Sí – asintió – a mi manera… – le rozó la nariz con su dedo, en una especie de caricia infantil.
-Pero, am… – Naü no pudo terminar la palabra, pues de inmediato se quedó dormido.
La deidad movió su mano y acarició el vientre, sintiendo el calor y observando el tenue brillo que se ocultaba bajo las túnicas – tranquila… escuché tu llamado desde el principio – dijo con diversión – sabes bien que he estado dentro de la habitación desde antes que llegaran – su voz era seria – pero debía dejar que ‘mamá’ hiciera esto… ahora, descansa también – pidió con calma – no es bueno que te alteres o harás que ‘mamá’ se fatigue.
La pequeña semilla rápidamente se puso en reposo y el vientre dejó de brillar. Lentamente, las enredaderas que habían envuelto a Naü para protegerlo, se contrajeron y empezaron a “desaparecer” entre las uniones de las baldosas del piso, permitiendo que la pareja apareciera frente a los demás. Derok levantó el rostro, observando con desprecio a Maë, que estaba atrapado en otras plantas y se puso de pie, con Naü en brazos.
-Te atreviste a atentar contra lo más preciado que tengo, a pesar de que mi pareja te perdonó – sentenció el Dios, ante la mirada de terror de Maë, quien no podía hablar, pues una enredadera estaba en su boca a modo de mordaza – por lo que debes recibir un escarmiento acorde a tal pecado – su voz denotaba la ira que sentía – aunque a diferencia de tu padre, que será ante el emperador, tu pagarás antes, Maë Kalzan, pues debes saber bien que el castigo para aquel que atente contra mi familia, es la muerte.
El ojiverde intentó decir algo y soltarse con desespero, pero le fue imposible.
Derok miró de reojo a Shaka, que estaba ahí mismo, a unos pasos – lamento que tengas que pasar por esto, Shaka Zadga, pero no puedo perdonar que tu nieto intentara dañar a mi pareja y lastimar a mi hijo.
-Entiendo, mi señor… – asintió el canoso con cansancio, en el fondo le dolía ver hasta dónde había llegado Maë y más, saber que pagaría muy caro por ello.
-Llévenselo, por ahora, déjenlo dónde encerraron a su padre, – la deidad hizo un movimiento con el rostro, señalando a Maë – mañana, antes de partir a la ciudad imperial, me encargaré de su castigo – los guardias se acercaron al ojiverde, sosteniéndolo cuando las enredaderas lo empezaron a soltar, pero algunas se quedaron atando sus manos y piernas, para que no intentara escapar, pero le permitían caminar y también, una enredadera seguía manteniéndolo en silencio – Shaka Zadga, habla con tu hija y explícale esta situación – pidió con frialdad – porque no pienso dar marcha atrás.
El hombre respiró profundamente, sabía que Asim sufriría por ese decreto, pero nada podía hacer. Salió, junto con Mazki y Herit, detrás de los guardias que escoltaban a Maë, mientras los demás se quedaban en la habitación, algunos siervos limpiaban el lugar y recogían los cristales rotos.
Derok dejó a Naü en el sillón y se acercó a Yadell, quien aún trataba de ayudar a su hijo.
-Gowe Quill – la voz fría de Derok hizo temblar al peliazul, en medio del dolor – al final, hiciste lo correcto – sonrió el Dios – pero no pienses que se te ha perdonado por lo que hiciste antes o que no tendrás tu castigo, pues es algo que ordenó Shaka Zadga, no yo – puso la mano en la herida, hablando en su idioma primigenio y cerrándola con rapidez – listo – anunció – ve con tu familia.
Gowe se sorprendió pues pudo incorporarse hasta sentarse y aunque su ropa estaba manchada de sangre, ya no tenía nada; su padre y su hermano intentaron ayudarle a levantarse, pues a pesar de que había sido curado, perdió sangre y se sentía mareado.
-Bade Quill…
Al escuchar su nombre, el pelinaranja se detuvo y con nervios, se giró hacia la deidad, manteniendo la mirada en el piso – ¿mi señor?
-Creo que me equivoqué contigo – Derok levantó una ceja – en el fondo eres bueno, pero te falta más firmeza en tus creencias, deberías aprender algo de tus padres – sonrió.
-Lo siento… – musitó el aludido – realmente no quería dañar al joven Zadga, pero me sentía entre la espada y la pared, porque tampoco podía dejar de ayudar a mi hermano.
-Lo sé, no tienes que explicarme – el dios de cabello aqua ladeó el rostro – ahora, ve con tu familia.
El pelinaranja hizo una gran reverencia y salió de inmediato del recinto.
Derok volvió con Naü, lo levantó en brazos y caminó hacia el ventanal – Naü y yo pasaremos la noche en mi árbol – anunció para Lalui y Jiraré, que estaban ahí, ayudando a limpiar – díganle a Shaka Zadga que no se preocupe por él.
-Como ordene – asintieron ambos.
El Dios se alejó con su preciada carga en brazos y minutos después, estaban en su árbol de vida; Derok recostó a Naü en el lecho y lo abrazó.
-Mi niño – musitó contra la melena rojiza – los humanos son demasiado complicados, pero si el emperador es igual o peor que tu hermano, te prometo que no te pondré en riesgo a ti, ni a nuestro hijo y no titubearé en realizar lo que debo hacer… lo prometo.
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