Capítulo XXI
Como Derok dijo, un día después de volver a la meseta, al amanecer, Naü se encontraba en el castillo; el día anterior había sido como un día de vacaciones para el Sumo Sacerdote y lo había disfrutado en compañía de la persona que más amaba.
-Estoy tan cansado – musitó el aniño, arrebujándose contra el colchón – no quisiera levantarme en todo el día – rió.
Derok le quitó las gafas con delicadeza y las dejó en la mesita de noche – si no quieres, no te levantes – respondió cortés – pero hoy llegan visitas – anunció con indiferencia.
El castaño se sentó de un salto, pero se quejó de un pequeño piquete en su vientre, así que se recostó de nuevo, lentamente – ¿visitas? – preguntó con nervios – ¿te refieres a…?
-Sí – el joven Dios se recostó al lado de su pareja y lo acunó en sus brazos – no se puede retrasar más, lo siento.
Naü suspiró, se aferró con fuerza a los ropajes de su pareja y negó – no – dijo con nervios – no se debe retrasar más – sentenció – hay un dicho que dice ‘al mal paso, darle prisa’, así que mejor terminar esa reunión que me incomoda, lo antes posible – dijo con seriedad.
-No entiendo eso… – el de ojos naranjas besó la melena rojiza – pero te apoyaré en lo que decidas, ¿quieres que me quede a tu lado todo el día?
El ojigris sonrió, esa idea le gustaba, se sentiría más seguro de esa manera, pero sabía que Derok tenía cosas que hacer en su territorio, especialmente porque había plegarias, así que no podía ser egoísta.
-No te preocupes – negó – puedo enfrentar esto, además, estará papá, mis maestros, los guardias – rió – estaré bien… nos veremos al atardecer – levantó el rostro y sonrió con ilusión – como siempre, ¿no es así?
-Por supuesto, mi niño – la deidad asintió y rozó una mejilla con sus dedos – cenaremos, regaremos nuestra semilla y pasaremos la noche juntos…
-Es todo lo que necesito – Naü suspiró – solo eso…
Los parpados del menor se cerraron y empezó a caer en un sueño profundo, aunque él no se dio cuenta que esto era por acción de su pareja, que deseaba que descansara y tuviera fuerza suficiente para enfrentar ese día.
-Descansa – musito el Dios de cabello aqua, besando la melena rojiza – yo estaré al pendiente de ustedes, no lo dudes…
* * *
Al mediodía, Naü ya estaba en el templo; había desayunado en su habitación y fue a orar, antes de prepararse para recibir a visita. Moriza le sugirió que portara una túnica en tonos naranjas, amarillos o ámbar, pues era época de otoño y aunque la familia Kalzan era importante, no era lo suficiente para usar una túnica carmesí, pero el niño se negó; quería usar la túnica roja, para denotar que era el Sumo Sacerdote de Derok, pues era la única manera de demostrarlo ante los demás y conociendo a esa familia, de otra manera, posiblemente no lo creerían.
La comida se sirvió a las dos y apenas estaban empezando los alimentos, un guardia avisó al mayordomo que un par de carrozas, escoltadas por varios caballos con estandartes de la legión imperial, se acercaban a toda velocidad al castillo; al recibir la noticia, todos se sorprendieron y miraron directamente a Naü, quien estaba en la cabecera de la mesa.
El castaño acomodó sus gafas y respiró profundamente – no voy a posponer mis alimentos – sentenció con seriedad, a pesar de que temblaba – aunque sean nuestras visitas, no debo dejar mi nutrición de lado, pues puedo poner a mi hijo en riesgo – buscó la mirada de Shaka, quien le sonrió, aprobando su decisión y luego, buscó a Herit, quien había llevado la noticia – reciban a la familia Kalzan, por favor, preparen las habitaciones para los invitados, los siervos y si es necesario, que los guardias del castillo les permitan el paso a los militares que los escoltan, a los dormitorios de ellos y atiéndanlos, si lo desean – pidió con amabilidad – pero explíquenles que deben esperar a que termine mi comida, antes de que hable con ellos y que puedan entrar a mi hogar.
El mayordomo hizo una gran reverencia y se retiró; en el fondo, le divertía la situación, pues conocía a esa familia y suponía que sería un duro golpe para su ego que los hicieran esperar, especialmente porque no podían poner un pie en el palacio de un Sumo Sacerdote, si alguien de la familia guardiana no les permitía el paso antes.
-Prosigan, por favor – indicó el castaño con un ademán, para que los comensales siguieran con sus alimentos.
Moriza observó a Naü con algo de miedo, no por lo que el niño había hecho, sino por las represalias que los visitantes pudieran tener, no solo en contra del Sumo Sacerdote, sino hacia su familia también.
-Joven Zadga – dijo en un murmullo – disculpe mi descortesía y no piense que quiero restarle importancia a su orden, pero… ¿está seguro de esto?
El ojigris limpió sus labios con una servilleta y sonrió – no se preocupe, señora Quill – dijo condescendiente – todos los miembros de la familia Kalzan, fueron educados en la ciudad imperial, así que saben bien de protocolos y modales – suspiró, recordando como él los aprendió – estoy seguro que comprenderán que no pueden llegar a interrumpir los alimentos de una familia que los acogerá por un tiempo, especialmente de la familia guardiana de Derok y de su Sumo Sacerdote, ¿no es así, padre? – miro a Shaka con ansiedad.
-¡Por supuesto! – secundó el canoso – ellos no son nadie para esperar que se les tengan consideraciones, en un lugar dónde a los únicos que se les debe atender en todo, es al Dios Derok, a su pareja y a su hijo – sentenció con desdén, bebiendo de su copa de vino, pues era momento que Lort y su familia aprendieran su lugar, a sabiendas que los guardias del castillo sabrían qué hacer, en caso de que las cosas se pusieran difíciles.
* * *
Las carrozas llegaron a la entrada del palacio, pero nadie bajó de las mismas, pues no los esperaban en la escalinata, como correspondía a una visita de su importancia; solo había unos guardias en la parte superior, cercanos a la puerta, cerrando el paso, acompañando un hombre que claramente era de la servidumbre, quien estaba erguido con orgullo. El general Adhio descendió de su caballo y acompañado de dos militares más, subió la escalinata hasta el final.
-Buenas tardes, bienvenidos a la meseta de Derok, soy Herit, el mayordomo de la familia Zadga, guardiana de la meseta – dijo haciendo una reverencia.
-Buenas tardes – saludó el peliazul – soy el General Sutk Adhio – se presentó, quitándose el casco de su vestimenta – vengo en nombre del emperador Menir I, escoltando a la familia Kalzan – anunció con seriedad – les avisaron que llegaríamos, ¿dónde se encuentran los protectores de la meseta? – indagó con precaución.
-General Adhio – Herit cruzó las manos por su espalda – la familia Zadga se encuentra en este momento tomando sus alimentos y como comprenderá, no se le puede pedir a un Sumo Sacerdote, consorte de un Dios, que deje su comida para recibir visitas, aunque sean enviadas por el mismísimo emperador – explicó con calma – deberán esperar, pues el joven Zadga no puede recibirlos en este momento, especialmente porque los esperaba más tarde.
Sutk se sorprendió por esas palabras pero entendió que no podía hacer nada, menos por la aclaración de que el Sumo Sacerdote era el consorte del Dios a quien adoraba.
-De acuerdo, esperaremos, muchas gracias – asintió.
-¿Desea algo de beber mientras espera? – preguntó el mayordomo con amabilidad.
-Yo no, por el momento – negó el general y observó de reojo a sus acompañantes, quienes también negaron – pero le preguntaré a la familia Kalzan, permítame.
El ojirrojo bajó las escaleras, seguido por su escolta y se acercó a la carroza principal, de la cual, Lort bajó de inmediato y por las ventanillas, Asim y Maë se asomaron con curiosidad.
-¿Qué ocurre? – preguntó el ojiverde con ansiedad – ¿por qué no nos están esperando como la primera vez?
-El Sumo Sacerdote se encuentra en su hora de comida – Adhio se quitó los guantes que portaba y se los entregó, junto con su casco, a otro militar de menor rango – ya que nos adelantamos a la hora en que ellos pensaban que llegaríamos, no están preparados, así que el mayordomo pregunta si desean algo de beber mientras esperan.
-¡¿Esperar?! – el pelirrojo puso un gesto contrariado – ¡¿qué falta de respeto es esa?!
-Mejor no te exaltes, Lort – Sutk levantó una ceja – estamos en calidad de visita y si los molestamos, la familia guardiana tiene todo el derecho de negarnos la estancia.
-Si se trata de Naü, no se lo voy a permitir.
El ojiverde dio unos pasos y el genera lo sujetó del brazo – si te metes en problemas, no voy a respaldarte – su voz sonó fría – ellos están siendo amables y siguen ordenes, igual que tú y yo, así que deberías controlarte.
Lort se soltó con un movimiento desdeñoso y subió la escalinata con paso rápido, llegando al final – ¡exijo ver al Sumo Sacerdote en este momento! – ordenó con furia, mirando a Herit con ira, ya que lo conocía de casa de su suegro – si se trata de mi hijo, tiene la obligación de recibirme.
-Buenas tardes, señor Kalzan – saludo el mayordomo con su calma y cordialidad habitual – bienvenido a la meseta de Derok – prosiguió con la actitud normal – lamentablemente, debo denegar su petición, el Sumo Sacerdote se encuentra en su comida, así que no lo puede recibir y además, aquí no hay ningún miembro de su familia, en el interior de este castillo solo se encuentra la familia Quill y la familia Zadga, guardiana de la meseta – esas palabras consiguieron que el pelirrojo se asombrara – y precisamente, por órdenes de ellos es que no se puede molestar al Sumo Sacerdote, mientras se encuentra en el comedor.
-¡He dicho que quiero verlos de inmediato!
-Le repito que no pueden ser molestados, por lo que tendrá que hablar conmigo mientras espera – sonrió el mayordomo.
-¡¿Cómo te atreves?!
Lort se movió de manera amenazante, haciendo ademán de golpear a Herit, pero de inmediato, un par de guardias lo hicieron retroceder apuntándole con sus lanzas; en la base de la escalinata, la escolta militar bajó de sus monturas, intentando sacar sus armas, pero ante un movimiento de la mano del general Adhio, todos se detuvieron.
-Ellos hacen su trabajo – dijo con seriedad – yo se lo advertí.
-Señor Kalzan – Herit levantó el rostro con orgullo – solo soy el mayordomo de la familia Zadga y entiendo que le moleste que no le permita pasar, pero yo sigo ordenes de mis señores y antes que cualquiera, sigo ordenes de la pareja del Dios Derok, así que le pido, de la manera más atenta, que reconsidere su actitud.
Lort apretó los puños, rechinó los dientes y dio media vuelta, bajando las escalinatas con paso rápido; estaba iracundo por tener que acatar las indicaciones de un simple siervo, pero nada podía hacer. Cuando se alejó lo suficiente, los guardias del castillo volvieron a sus lugares, pero se mantenían a la expectativa.
-¿Qué ocurrió, padre? – indagó Maë, cuando su progenitor volvió al carruaje.
-Debemos esperar – respondió entre dientes.
-¿Por qué? – Asim se asustó – ¿acaso no sabían que veníamos? ¿Dónde está mi padre? ¿Dónde está Naü?
-Sabían que veníamos – respondió el pelirrojo, ingresando al carruaje – pero están comiendo, así que no nos atenderán, hasta que terminen.
-¡¿Nos harán esperar?! – el pequeño castaño no pudo evitar mostrar la ira en su rostro – ¡¿cómo se atreven?! Deberías mandarlos ejecutar – siseó.
-No es posible – negó el ojiverde, pasando la mano por su cabello – todo parece indicar que es cierto… – suspiró – el nuevo Sumo Sacerdote, es el consorte del Dios de la meseta – dijo con molestia, pues de no ser así, no los tratarían de esa manera, aunque fuese por órdenes de Shaka.
* * *
Naü se tomó su tiempo para comer, como siempre; disfrutaba las comidas, ya que siempre podía comer pan con miel al finalizar, el postre que su pequeña semilla más gustaba, aparte de los frutos del árbol de su padre. Mientras disfrutaba su té de hierbas con miel y el pan, envió a Lalui al templo, por los sacerdotes, ya que quería que estuvieran todos presentes, cuando recibiera a la familia Kalzan.
Cuando su siervo volvió, entendió que era momento de terminar; tomó aire y observó a su padre.
-Estoy listo – dijo con una sonrisa pacífica, pues se encontraba tranquilo y seguro de lo que haría.
-Siendo así… – Shaka se puso de pie y todos lo siguieron, pues nadie se había movido del comedor – es hora de recibir a la visita.
Naü se puso de pie y sujetó el brazo de su padre; ambos salieron, seguidos de cerca por Mazki, Kosei y la familia Quill, así como los siervos personales del niño y otros más.
Al llegar al acceso principal, un par de guardias que estaban en el interior, abrieron las enormes puertas dobles y la pequeña comitiva salió. Naú se quedó de pie, en el centro del último escalón de la gran escalera, que era el recibidor exterior, donde toda su escolta podía acomodarse sin problema y sonrió al ver a sus sacerdotes, a los costados de la entrada, como si estuvieran en una formación, igual que la guardia de su hogar.
-Buenas tardes – saludó cortés para los hombres que siempre lo cuidaban en el templo, con completa devoción.
-Buenas tardes – respondieron todos al unísono.
-Espero que no les haya interrumpido sus alimentos – dijo el niño para Wared.
-No se preocupe, mi joven señor – sonrió el de barba – ya estábamos en nuestras actividades diarias cuando nos avisaron de la visita.
-Me alegro – el ojigris sonrió – ésta es solo una presentación rápida, así que no les quitaré mucho de su tiempo, que yo sé que tienen actividades importantes en el templo, no se preocupen.
-Mi joven señor – el anciano negó – nuestro tiempo no es solo para nuestro señor Derok, sino también para usted y no dude que siempre que nos necesite, estaremos aquí, se lo aseguro.
El castaño asintió – muchas gracias – dijo sintiéndose más tranquilo.
Naü acomodó sus gafas, observando hacia el frente, viendo como la familia Kalzan descendía del carruaje principal y Gowe Quill, así como otros siervos importantes, bajaban del segundo. Lort se quedó al principio de la escalinata, viendo a su hijo con asombro, pero para Naü, no pasó desapercibida la mirada llena de ira de Maë, quien parecía querer eliminarlo con esa simple acción; la que no se contuvo, fue Asim, quien corrió escaleras arriba.
-¡Naü! – gritó con emoción, pero antes de llegar con el niño, un par de guardias se interpusieron en su camino, con sus armas desenfundadas y actitud amenazante, algo que la contrarió – ¿qué…? ¿Qué ocurre? – preguntó a media voz y buscó la mirada de Shaka – padre, ¡¿qué pasa?!
-Asim, aunque eres mi hija, desde tu matrimonio, perteneces más a la familia Kalzan – dijo el hombre con tristeza – y entenderás que debes comportarte ante mi hijo, quien ahora es el Sumo Sacerdote de la meseta.
-¡¿Qué dices?! – el rostro de la castaña mostro confusión – ¡estás hablando de mi hijo!
Shaka intentó hablar, pero Naü se adelantó.
-Disculpe, señora Kalzan – su voz era tranquila, aunque ejerció presión en el brazo de su padre para mantenerse firme – pero recuerdo que muchas veces renegó de su segundo hijo e incluso, en los peores momento de su relación, le dijo que deseaba que nunca hubiese nacido – el dolor se reflejaba en esas palabras – es por ello que le solicito que hoy me trate como lo que soy, el Sumo Sacerdote de Derok, además, tengo entendido que usted y su familia despidieron hace meses a Naü Kalzan, en una ceremonia funeraria, así que su hijo, está muerto.
La mujer se sorprendió por esas palabras y buscó el rostro de Shaka, intentando que el hombre la protegiera y respaldara, pero solo recibió una mirada fría; Lort y Maë llegaron en ese momento al lado de ella y fue cuando el pelirrojo habló.
-Naü, como tu padre, exijo que nos demuestres el debido respeto, sin importar tu posición actual.
-¿Mi padre? – el de lentes levanto el rostro – mi padre se llama Shaka Zadga – anunció con orgullo – quien se encuentra a mi lado, a quien todos en este lugar le tienen el respeto y consideración que merece como tal y como usted no es nada mío, se le tratará como un invitado más, señor Kalzan – sentenció sin un ápice de duda – si no le agrada esta situación, está en todo su derecho de retirarse de mi hogar.
Lort se quedó con la boca abierta y sin habla. Maë observó a su hermano y sus músculos se tensaron; no parecía el mismo Naü que él recordaba, que se cohibía con facilidad ante su padre, pero seguramente, era porque tenía a muchos respaldándolo. Si de verdad era el Sumo Sacerdote, debía eliminarlo, ya que pensaba que sería muy sencillo quedarse con su lugar y más, si recibía el apoyo de su propia familia, quien seguramente ahora estaba más que molesta con Naü; todo era realmente conveniente para él, pues ser el Sumo Sacerdote y pareja de Derok, era un título aún más valioso que el de emperador.
-Comprendo – Lort habló entre dientes – si así lo deseas, así será – apretó los puños con ira, pues jamás se había sentido tan ofendido y Naü pasó saliva con dificultad, al ver esa mirada llena de furia en los ojos verdes de quien, meses antes, había llamado padre, respetándolo y acatando todas sus palabras como órdenes.
Una ligera punzada en su vientre consiguió que Naü saliera de su estupor «estoy bien, tranquila…» pensó para su pequeña semilla, que reaccionó a su miedo «tu abuelito está conmigo y él me cuidará, no te preocupes…»
-Buenas tardes… – la voz de otro hombre interrumpió el momento incómodo, al llegar frente a Naü, colocando una rodilla en el piso, igual que todos los militares que lo seguían – soy el General Sutk Adhio – se presentó sin levantar la mirada, pues sabía que no era correcto ante el Sumo Sacerdote – vengo por orden del emperador Menir I, a constatar lo que el antiguo senescal, general retirado, Shaka Zadga, comunicó a la ciudad imperial.
El canoso sonrió – General Adhio – dijo con voz más amistosa – me alegra ver que la milicia tiene aún mejor educación que algunos otros, que se jactan de ser de las altas esferas sociales – miró de soslayo a su yerno, quien tenía el rostro rojo por la ira – y recuerdan que no deben ver al Sumo Sacerdote al rostro.
Asim seguía confundida por la situación, pero se sorprendió por las palabras de su padre y de inmediato, bajó la mirada, entendiendo que por el momento, solo podía seguir el protocolo como una visita más y no como madre de ese niño, a quien no supo amar como era debido; más no así su esposo e hijo, quienes seguían observando al pequeño castaño con reproche.
Naü respiró profundamente – sean bienvenidos a la meseta de Derok, Dios del bosque, pastizales y sabana, protector de la vida y la naturaleza, guardián de lo salvaje y defensor de los humanos que creen en él – enunció la manera en la que Derok era conocido por todos – por favor, levántense – pidió con voz suave.
Toda la escolta se puso de pie, pero mantenían su mirada en el medallón de Naü; Shaka dio un paso al frente y sonrió.
-Señores, tengo el placer y el orgullo, de presentarles a mi hijo, Naü Zadga, Sumo Sacerdote de la meseta, pareja y prometido del Dios Derok, consorte de nuestro señor y futuro padre de sus semillas.
Los recién llegados se sorprendieron de la presentación, especialmente Gowe Quill, quien buscó la mirada de sus padres, encontrándose con decepción y tristeza, dándose cuenta que estaban conscientes de su pecado y se lo reclamarían tarde o temprano, pero se sentía inquieto, pues no sabía qué había ocurrido en realidad, ni lo que había pasado con su hermano y de esa manera, no podía defenderse, a menos que Maë Kalzan lo protegiera. Por su parte, Lort y Maë sintieron que su estómago se revolvía, aunque por distintas razones; el pelirrojo sabía que debía cumplir las órdenes de Menir I, aunque temiera las represalias del Dios Derok, mientras que su hijo quería matar con sus propias manos a su hermano, por ser ahora alguien más importante que él.
El peliazul sonrió e hizo otra reverencia – es un honor conocerlo, joven Zadga.
-Igualmente, general – sonrió el menor – espero que su estancia en mi hogar sea placentera para usted y sus acompañantes – dijo con amabilidad.
-Y prosiguiendo con las presentaciones, ellos son… – Shaka hizo un ademan con su mano señalando a sus acompañantes – Mazki Anker, mi escriba personal – el moreno hizo un movimiento de su rostro, pues ya conocía al general – el teniente Kosei Ode, guardia personal de mi hijo – el rubio hizo el saludo clásico para su superior – Moriza Quill, antigua sacerdotisa de la meseta, maestra de mi pequeño Naü en cuestión del sacerdocio – explicó, mientras la pelinaranja hacía una reverencia – su esposo Yadell Quill, antiguo administrador y excelente comerciante – sonrió y el peliazul mantuvo su gesto impasible, aunque le causó gracia que Shaka hiciera hincapié en su trabajo – y su pequeña hija, Xalla – los ojos verdes de la jovencita estaban puestos en el general, quien a pesar de su rango, era joven y muy varonil, los ojos rojos se dieron cuenta de la mirada y le sonrió condescendiente, pues era obvio que era una niña y jamás se atrevería a nada con alguien menor, a pesar de que seguía soltero.
-Un placer – el peliazul movió el rostro a modo de saludo.
-Ellos son los sacerdote del templo – prosiguió el canoso, señalando a los jóvenes que portaban túnicas ocre – él es Wared, el líder de los doce y guía espiritual del Sumo Sacerdote – el anciano saludó cortés, con un movimiento de cabeza – si necesita cualquier cosa del templo o información de todo lo referente al Dios de la meseta, es a él a quien debe acudir, ya que lleva un registro muy detallado de todo lo que ocurre con respecto a nuestro señor Derok – puntualizó Shaka.
Sutk levantó una ceja, esas palabra le decían que si quería saber exactamente cómo había sido la aceptación del Sumo Sacerdote, era con ese hombre con quien debía hablar – lo tendré en cuenta – asintió el ojirojo.
-Supongo que su viaje fue largo, cansado y debido a la hora, también deben tener hambre – el niño acomodó sus gafas – seguramente, los cocineros ya tienen preparada la comida para ustedes – sonrió – los acompañaremos en la mesa, pero comprenderán que yo acabo de comer, así que solo estaré para departir…
-Solicito una audiencia en privado, con usted, joven Zadga – interrumpió Lort, arrastrando la última palabra – a solas.
Naü se estremeció y su sonrisa tembló, pero se sobrepuso lo mejor que pudo – lamentablemente, señor Kalzan, aunque acepte la audiencia privada con usted, no será a solas – levantó el rostro y busco la mirada de Shaka, quien observaba con furia a su yerno – debido a que aún soy menor de edad, cualquier platica, sea o no oficial, deben estar mis tutores presentes – explicó con calma – ¿no es así, padre? – preguntó al canoso.
Shaka sonrió triunfal – por supuesto – dijo con altivez – eso es algo que todos los que llevan una educación y tienen conocimiento de ciertos protocolos sociales, saben a la perfección, ¿o me equivoco, Lort Kalzan?
El pelirrojo apretó los puños – no – respondió entre dientes – no se equivoca – sentenció conteniendo su coraje – por lo que aceptaré los términos y condiciones que deseen poner, accediendo a que todos los que quieran estar presentes, lo hagan… entonces, ¿puedo tener una audiencia con el Sumo Sacerdote? – presionó.
-Sera después de la comida – sonrió el niño – no debo ser descortés y dejar a mis invitados comiendo solos.
Sin permitir que Lort dijera algo más, Naü dio media vuelta y Shaka le ofreció la mano para acompañarlo; el sequito lo siguió, justo como habían llegado y al final, el general Adhio, sus dos oficiales, junto con la familia Kalzan y Gowe Quill, entraron al castillo, mientras los sacerdotes se retiraban a sus labores. Wared estaba preocupado, pero se tranquilizaba con la idea de que Derok protegería a Naü ante cualquier dificultad.
Lort, Maë y Asim, se sorprendieron de lo cambiado que se miraba el castillo, desde que ellos estuvieron ahí. La primera vez, tenía un aire ligeramente decadente, pues adornos y accesorios se miraban algo desgastados e incluso descuidados, pero ahora, era todo lo contrario; la ostentosidad estaba presente por cada rincón y especialmente, la insignia Zadga se manifestaba con orgullo, en los lugares con mayor peso visual, pero lo que hizo que se quedaran atónitos fue la enorme estatua de garza real en el centro del recibidor, hecha de oro sólido y joyas, que un día Derok llevó como obsequio a Naü, después de que su semilla germinó. El joven Dios había usado su poder para manipular algo del metal que tenía en la cámara de la cueva y aunque había sido cansado para él, porque no era mineral puro, sino metal humano trabajado, se sintió orgulloso del regalo para su pareja y su familia; esa era la razón de que Shaka le mandara hacer un busto de mármol y fue colocada en el acceso principal, para que todos se dieran cuenta de lo valiosa que era la familia Zadga.
Al llegar al comedor, todos tomaron sus lugares y Maë sentía que su coraje se acrecentaba al ver cómo Naü tomaba el lugar principal y era atendido antes que cualquiera, a pesar de que ya hubiese comido; Maë jamás había estado por detrás de su hermano y eso era lo que le irritaba más, pero en ese momento no podía hacer nada, más que observar como su gemelo era el más importante en ese recinto. Por otro lado, el ambiente se sentía tenso, especialmente entre Lort y Shaka, pero nadie dijo nada, aunque no pasaba desapercibido que el pelirrojo estaba furioso por la situación; el joven Gowe mantenía el rostro hacia abajo, ya que sentía la mirada fría de sus padres, quienes seguramente estaban decepcionados por su actuar.
-Comeré un poco de pan con miel, de nuevo – anunció el pequeño castaño, rompiendo el hielo con una sonrisa divertida – tengo antojo…
Jirare y Lalui se apresuraron a atenderlo, mientras los demás siervos servían la comida de los recién llegados y a los demás, les ofrecían bebidas y frutas.
-Ha habido muchos cambios en el castillo – mencionó Lort con algo de saña – parece que ha gastado mucho dinero, señor Zadga.
Shaka sonrió y bebió un poco de su vino – no realmente – negó – Mazki, así como el señor Quill, llevan las cuentas de mis ingresos y egresos, así que le puedo rendir cuentas al imperio y demostrar que no he gastado casi nada de mi fortuna – anunció con orgullo.
-¿De verdad? – el pelirrojo levantó una ceja – jamás había visto en su anterior hogar, esa estatua de oro que está en la entrada.
-Porque no contaba con ella – confesó el canoso – fue un regalo.
-¿Quién podría ser tan esplendido, regalando algo tan caro? – preguntó el ojiverde, con escepticismo.
-Mi pareja – respondió Naü con naturalidad, después de pasar un bocado de pan con miel y levantó el rostro, observando a Lort – mi prometido y futuro esposo… – dijo con orgullo las palabras aunque se contuvo para no decir ‘el padre de la semilla que llevo en mi vientre’, pues sabía que no debía contar ese secreto aún – quien ofreció una dote inmensa a cambio de mi unión con él, a pesar de que yo no quería aceptarla – sonrió – él le regaló a la familia Zadga la estatua de garza real, al saber que es la insignia de mi familia – la frase heló la sangre de Lort y Maë – además, se ha encargado de que nuestras cosechas fructifiquen prematuramente para poder comerciar, reparó los caminos y permitió que los animales procrearan más que antes, para que el ganado aumente y nos de mejores rendimientos, ayudando así a nuestra economía.
Lort apretó los cubiertos en sus manos, mientras que Maë aguantó la respiración y apretó los músculos de su quijada; el general Adhio suspiró, suponía que esas noticias no le causarían gracia al emperador, pues eso ponía de manifiesto el hecho de que Derok había elegido a ese niño como su consorte y no podía oponerse a decisión de un Dios.
-¿Lo ves, Lort? – Shaka movió la copa de vino en su mano – yo no tengo nada que ocultar y cualquier cosa que parezca increíble, quizá lo es, porque el que me respalda, es el Dios de la meseta – sonrió de lado – es agradable saber que al menos tengo un yerno que sí vale la pena.
El ojiverde estuvo a punto de replicar, pero prefirió guardar silencio; estaban rodeados de guardias y además, estaba el general Adhio, quien aunque había sido enviado por el emperador para acabar con Shaka, seguramente respetaría las costumbres, al menos en ese momento, pues los demás militares que lo respaldaban, no estaban presentes.
-Es extraño que hables de un prometido, Naü – Maë miró a su hermano con desdén – especialmente cuando no está presente, como si no existiera de verdad – su voz sonó burlona.
Lort abrió los ojos desmesuradamente y rápidamente observó a su hijo, quien parecía no estar consciente de lo que acababa de hacer, los demás presentes en la mesa, también se mostraron asustados por las palabras del castaño. Naü sabía que su hermano quería dejarlo a mal, pero si pensaba que iba a dejarse como antes, le iba a demostrar que estaba equivocado.
El pequeño ojigris bebió un poco de su té y luego buscó la mirada de Shaka – padre… – dijo con suavidad – creí que a un menor de edad, sin importar el lugar que tiene en su familia, no se le permite dirigirse al anfitrión de una comida, especialmente si es un Sumo Sacerdote, a menos que éste le permita hablar, ¿acaso estoy equivocado? – preguntó con inocencia fingida.
Maë se sorprendió y su rostro se contorsiono en un gesto de ira, sintiéndose ofendido.
-Así es… – respondió Shaka – estás en lo correcto – los ojos grises del canoso se posaron en su nieto Maë – creo que alguien no fue bien educado.
-Sí, eso es algo que ya sabía – asintió Naü.
Maë se puso de pie de un salto, pues ya no pudo controlarse más – ¡sigues siendo mi mellizo! – espetó – a pesar de lo dices ser ahora, fuiste, eres y siempre serás menos que yo, ¡porque no eres más que el segundo en nacer! – sentenció con desprecio, consiguiendo que todos se quedaran atónitos.
Shaka iba a ponerse de pie a responderle, pero Naü puso la mano en su brazo para detenerlo y le sonrió, consiguiendo que el hombre se quedara en su lugar; el pequeño castaño respiró profundamente, acomodó sus gafas y se puso de pie.
-Aunque te duela, Maë Kalzan – habló con calma – soy el Sumo Sacerdote de la meseta, pareja del Dios Derok, ya no pertenezco a tu familia y además, jamás me consideraste tu hermano, así que ahora, yo no te considero como tal – anunció, manteniendo la mirada fija en su gemelo – me importa poco lo que pienses de mi o si crees que miento – levantó el rostro con orgullo – si no me quieres creer, es tú problema – dijo con desagrado – pero tú, así como tú familia, especialmente tu padre, que me repudió hace meses, me deben respeto y consideración, porque aunque soy menor de edad, estas en mi hogar, como invitado, comiendo en mi mesa y disfrutando de la hospitalidad que tal parece que no mereces…
-¡¿Quién te…?!
-¡No he terminado de hablar! – gritó Naü interrumpiendo al otro – y tú no tienes ningún derecho a venir a gritarme en mi casa, en mi mesa, ante mi familia y mis invitados, ¡¿está claro?! – a todos les sorprendía la actitud del niño, pero sus maestros y su padre, se sentían orgullosos de su postura – así que más vale que reconsideres tu actitud, antes de que ordene que te echen de mi hogar – amenazó con el ceño fruncido – pues esta no es tu casa, para que vengas con esa actitud de dueño y señor, ¡¿entendido?!
Maë apretó los puños y su rostro empezó a ponerse rojo.
-Siéntate, Maë – ordenó su padre, manteniendo la mirada en el plato.
-Pero…
-¡Que te sientes! – gritó el pelirrojo, consiguiendo hacer temblar a su hijo, quien de inmediato volvió a su lugar.
Naü respiró profundamente y con disimulo, puso las manos en la mesa, pues sentía que sus piernas temblaban, pero no quería denotar su ansiedad, miedo y nervios, ante esa familia – padre, iré a descansar – anunció para Shaka – atiende a nuestros invitados y después de la comida, dispón la reunión con el señor Kalzan y envías por mí, por favor…
-Claro – asintió el canoso.
-Con su permiso – el de lentes levantó la voz una vez más – me retiro a mis aposentos, pero siéntanse cómo en su casa – le dedicó una mirada fría a Maë – aunque claro, respetando mi posición cómo señor de este castillo, obviamente.
El ojiverde rechinó los dientes, ese era un reto claro hacia él y en ese momento, no podía responderlo.
Todos se pusieron de pie, cuando el Sumo Sacerdote se retiraba, excepto Maë, que seguía sin comprender la actitud de ese niño, a quien ya no reconocía como el temeroso, débil y manejable Naü.
El castaño salió del recinto, seguido por Jirare y Lalui, así como un par de guardias; cuando la puerta se cerró tras de sí, se sujetó del brazo de su siervo, respirando con agitación.
-¿Se siente mal, mi joven señor? – preguntó la ojiazul, preocupada.
-No – negó y pasó saliva – solo, me duele la cabeza – intentó sonreír.
Lalui se asustó, al ver que el niño estaba pálido, así que lo sujetó en brazos y lo llevó de inmediato a su habitación, donde él y Jirare le atendieron, llevándole agua y las peras que siempre comía, ya que era lo único que lo podía hacer sentir mejor.
Naü estaba recostado en la cama, pasando las manos por su vientre – eso fue… tonto – sonrió tristemente – no sigas ese ejemplo, bebé – pidió a media voz – tú debes pensar antes de actuar, justo como tu padre, que no toma decisiones precipitadas – suspiró y cerró los ojos, evocando la imagen de Derok – mi señor, dame fuerza para seguir enfrentándolos, porque esto apenas empieza…
Mientras él estaba sumido en sus pensamientos y sin que se diera cuenta, una sombra lo vigilaba desde el ventanal.
* * *
Comment Form is loading comments...