Capítulo XVII
Después del amanecer, cuando Jirare fue a buscar a Naü para iniciar con las actividades del día, casi sufre un shock al ver a la pareja dormida, en el lecho; aunque todos sabían que Naü pasaba la noche con el Dios, lo hacían en otro lado y no en la alcoba del menor, así que no supo cómo actuar y tuvo que solicitar ayuda a Herit. El mayordomo acudió a la habitación y con sumo cuidado, despertó al castaño; el niño le dijo que Derok se quedaría con él, así que no saldría de la habitación en todo el día, por lo que solicitó un desayuno ligero; el moreno lo atendió y después, le avisó a Shaka y a Moriza, quienes comprendieron que no podían hacer nada.
En la tarde, Naü acompaño feliz a Derok, para recibir a la visitante, pero la llegada de Miley al castillo Zadga, provocó un revuelo. Nadie había visto a un espíritu, a pesar de que sabían que eran reales; la pelirrosa era sumamente amable y servicial, además de accesible para responder cualquier duda, especialmente de Shaka, quien al enterarse de lo que ocurriría esa luna llena, se emocionó tanto como se preocupó por lo que pudiera pasar.
Herit, junto con Jirare y Lalui, se pusieron completamente a las órdenes de la joven, quien ya tenía experiencia con los cuidados de Skoll, por la siembra de tres semillas. Incluso Ram y Karzy, quienes dejaron de ser siervos de Bade, ayudaban a los otros con mayor disposición, pues ellos no querían que los vieran como mala servidumbre, ya que no tenían conocimiento de lo que el jovencito de cabello naranja hacía; precisamente por eso, Shaka les permitió quedarse en el palacio, aunque todo el mundo era renuente a dejarlos cerca de Naü, a solas.
El día del plenilunio, Naü pasó por su primera purificación completa en el templo, siendo asistido por Moriza quien le enseñó lo que debía hacer; Wared y Jakhit lo atendían, mientras guiaban a los otros sacerdotes, preparando el ritual. El de lentes se asustó al ver la túnica ceremonial, pues era sumamente lujosa, en un tono rojo intenso y bordada con hilos de oro y plata; intentó negarse a ponérsela, pero finalmente tuvo que hacerlo, pues los sacerdotes habían pasado días, arreglándola para que le quedara perfecta y no quería que su trabajo fuera en vano.
Al atardecer, Moriza y Wared, junto con todos los sacerdotes, acompañaron al menor a las piedras ceremoniales; también los acompañó Shaka pues había sido orden de Derok. Los sacerdotes tomaron sus lugares en los doce pilones de alrededor, mientras Moriza y Shaka se quedaban a unos pasos de las rocas. Después de una oración larga de los sacerdotes, que habían estado aprendiendo la última semana, Naü, que estaba en el centro, realizó su primer rezo en voz alta, aunque le parecía más una canción, por el tono que debía usar; cuando terminó, Derok ya estaba ahí y le sonrió.
-Ha sido el canto más bonito que he escuchado – dijo con sinceridad y luego miró a Moriza – sin ofender.
La pelinaranja negó divertida, pues suponía que el rezo de la pareja de un Dios, era mejor en comparación a cualquier otro Sumo sacerdote.
El joven Dios, le dio la mano a Naü y le ayudo a incorporarse.
-¿Estás listo? – preguntó emocionado.
El pequeño castaño asintió, sin poder ocultar la ansiedad que lo inundaba.
-Shaka Zadga – el joven Dios habló con seriedad – hoy, pondré mi semilla en tu hijo – dijo sin vergüenza, consiguiendo que el de lentes sintiera que su rostro ardía – pero eso no significa que esto sea un matrimonio – prosiguió el de ojos naranjas – sé que los humanos hacen las cosas al revés, pero te pido que seas paciente y me permitas casarme con tu hijo dentro de seis meses más.
El canoso suspiró – mi señor – la sonrisa le tembló – presiento que esto no es una petición, sino una orden – levantó una ceja – pues aunque quisiera negarme, seguramente no me lo permitiría, ¿cierto?
-Así es – admitió la deidad.
-Entonces, no se preocupe – negó – yo esperaré a anunciar la boda de mi pequeño Naü, en el momento que usted lo disponga – sentenció – pero, si me es posible pedir algo esta noche, es…que lo cuide, por favor – pidió con algo de temor en su voz, pues sabía que muchas mujeres habían muerto por lo de la semilla.
Derok observó a Naü con ternura y sonrió condescendiente para el hombre – Shaka Zadga, Naü es ahora el más grande tesoro de la meseta y te aseguro que el lugar más seguro para él, es a mi lado – sentenció – no lo dudes.
Shaka asintió, confiaba en su Dios y no podía dudar de esas palabras, pero tampoco podía evitar tener miedo, más su fe era más grande que sus temores.
-Hora de irnos – Derok le dedicó una mirada Moriza – confío en que sigan las indicaciones de Miley, para mañana.
-Se seguirán al pie de la letra, mi señor – dijo la mujer con seguridad.
Naü sonrió nerviosamente y le hizo un ademán a su padre para despedirse – hasta mañana – dijo con debilidad, antes de que Derok lo tomara en brazos para llevárselo.
Cuando la pareja desapareció, los sacerdotes levantaron el rostro, esperando las indicaciones de Wared.
-Jakhit, guía a tus hermanos al templo – dijo el anciano – nuestro trabajo aquí, terminó por hoy – sonrió.
-Sí – asintió el pelirrojo y después de un último rezo, se puso de pie, seguido por los demás.
El grupo se alejó de las rocas, después de hacer una reverencia a cada piedra y siguieron a Jakhit.
-Mi señora… – Wared observó a Moriza – ¿necesita algo más? Usted sabe que nosotros, aún tenemos que terminar nuestro ritual en el templo.
-No, Wared, muchas gracias… el señor Zadga y yo, volveremos al castillo – sonrió – nos veremos mañana – anunció.
-Con permiso – el anciano hizo una reverencia y emprendió el camino hacia el templo, apoyándose en su bastón.
La pelinaranja observó a Shaka, quien tenía su mirada perdida en el horizonte, hacia donde estaban las islas del lago.
-Él estará bien – sonrió la mujer, sujetando el pequeño farolito que había llevado, para regresar el camino.
-Lo sé – suspiró el de barba – pero, no puedo evitar sentirme ansioso y… nostálgico.
-¿Nostálgico? – los ojos morados de Moriza, buscaron el rostro de su compañero.
-Mi pequeño tendrá hijos y no podré conocerlos.
Moriza sonrió condescendiente – no piense eso, aun después de la muerte, puede conocerlos, si se queda al lado de su hijo, como espíritu.
-Eso quizá no pueda suceder – Shaka sonrió triste – le prometía mi esposa que la vería en la otra vida y aunque desee quedarme con Naü, si lo hiciera, rompería esa promesa…
La pelinaranja lo miró de reojo – no diga eso – negó – seguramente, nuestro señor Derok encontrará la manera de cumplir su deseo.
-Eso realmente me gustaría…
* * *
Derok llevó a Naü hasta su árbol de vida, dónde la pequeña mesa que el niño llego a usar mientras se quedó con él, estaba puesta para cenar.
-Ah… mi señor, ¿hoy no iremos a…?
-¿A la cueva? – sonrió el mayor – no – negó – para lo que vamos a hacer, tiene que ser aquí.
-Bue… bueno – el niño acomodó sus gafas con nervios.
Derok se dio cuenta de la inquietud de Naü, así que lo hizo girar y lo besó con lentitud – tranquilo – musitó contra los labios – haremos lo que ya hemos hecho tantas veces…
El niño se estremeció y sintió que se sofocaba con rapidez; sabía que intimarían, ya lo habían hecho muchas veces, pero el pensarlo, decirlo y escucharlo, aún le era un poco vergonzoso.
-Yo… lo sé – rió nerviosamente – pero es que… me… me preocupa que algo no salga bien – mordió su labio inferior.
-¿Dudas? – preguntó el de ojos naranjas, esa simple idea le ponía inquieto también.
-Yo… yo no dudo de mi amor por usted – aseguró el ojigris – pero… y si… ¿y si no es suficiente? – buscó la mirada del mayor con ansiedad – ¿qué tal si no funciona porque no estoy listo? O porque soy muy pequeño, o porque no soy mayor – empezó a hiperventilar – porque mi cuerpo no es tan fuerte, porque…
Derok lo besó para callar todas sus dudas, había aprendido que cuando Naü se ponía así, era la única manera de calmarlo y no dudaba en poner esa acción en práctica, ya que la disfrutaba sobremanera. Naü se rindió rápidamente a la caricia y sus manos se aferraron a la espalda de su pareja, buscando sentirse completamente seguro, como siempre.
-Tranquilo… – sonrió la deidad al separarse – si no funciona esta vez, porque aún no estás listo, lo intentaremos después, cuando ya seas mayor – prometió.
El castaño suspiró y se sintió más calmado – gracias – dijo con ilusión.
-Ahora, ¿quieres cenar? – preguntó el joven Dios, interesado en lo que su pareja podía desear en ese momento.
-No – negó el niño – comí bastante a media tarde – confesó – pero, si puedo pedir algo, sería… – señaló una fruta del árbol – una pera.
Con rapidez, una de las lianas se movió y le llevó a Naü uno de los frutos, el de lentes lo sujetó y lo observó con anhelo antes de darle una mordida, pues le gustaba saber que eso era parte de Derok y él era el único que podía probarlo.
-¿Quieres vino? – indagó el Dios, acercándole un odre.
El ojigris puso un gesto de susto y negó con rapidez – no – dijo después de pasar el bocado – no debo beber ya.
-¿Por qué?
-Si voy a portar su semilla, debo cuidarme – contestó con seriedad – a las mujeres en ese ‘estado’, les prohíben beber licores, porque les puede hacer daño, especialmente al bebé – musitó, imaginando que podría causarle un mal a su pequeño retoño, por ser tan descuidado.
-No sabía eso – Derok observó el odre – entonces, ¿yo tampoco debo beber? – peguntó intrigado.
-Pues, usted será el padre – Naü bajó el rostro, sintiendo que su rostro ardía – pero normalmente, no se ve mal que el papá beba, pero si la mamá – una risita divertida lo invadió, imaginándose en esa situación.
-Aun así, mejor, esta noche no beberé – sonrió con suficiencia, pues él también quería poner todo de su parte, para que la semilla germinara – ahora ven…
La deidad sujetó a Naü de la mano y lo llevó a la base de su árbol, el cual, esa noche estaba completamente cerrado y el lecho estaba en las raíces.
El castaño se sentó en el lugar al que Derok lo guió y siguió comiendo su pera en silencio, mientras el Dios lo observaba con curiosidad.
-¿Ocurre algo, mi señor? – preguntó a media voz, a un par de mordidas de terminar la fruta.
-No – negó – solo, me gusta verte.
Naü sintió mariposas en el estómago y su corazón se aceleró – a mi… a mí también me gusta verlo…
-Mmmh, esto será un problema.
-¿Qué cosa? – preguntó el niño, confundido.
-Que sin el vino de palma, no me tratas igual que siempre, incluso, siento como si le hablaras a otra persona – suspiró.
-No entiendo…
-Lo que pasa es que, con el vino de palma, es más sencillo que me trates como tu pareja y no como tu Dios y la verdad, así no me gusta, porque siento que no me tienes confianza.
Naü se sobresaltó y después, soltó una risita – lo lamento… es porque… cuando me pongo nervioso… hablo más formal – respiró profundamente, armándose de valor, luego, levantó la mirada y buscó los ojos naranjas – lo siento, mi amor…
La palabra, el tono y la mirada anhelante de Naü, consiguieron que Derok se olvidara de esa incomodidad. Sabía que el niño tenía una educación y seguramente lo seguiría tratando de manera formal delante de los demás, pero esperaba que estando a solas, lo tratara de otra forma, más cariñosa y familiar, aunque seguramente tardaría un poco en hacerlo, pues lo había visto con sus hermanos y sus parejas.
-Está bien – las manos de la deidad, sujetaron el rostro del ojigris – es solo que, en ocasiones, me da miedo que no confíes en mí, a pesar de que hago todo lo que puedo, para que lo hagas.
Naü se sorprendió ante esa confesión y sintió que debía sincerarse, por lo que se armó de valor, movió una de sus manos, acariciando la mejilla del mayor – Derok… – dijo el nombre con vehemencia, consiguiendo acelerar el corazón de su pareja – quizá no puedo demostrarte mi amor como esperas, porque no me siento seguro, pero mi inseguridad no es por mis sentimientos hacia ti, sino por mí mismo – confesó con tristeza – aún me siento pequeñito e insignificante, que no creo merecer todo lo que he recibido estos últimos meses, pero a pesar de mi torpeza al manifestar mi cariño, ten por seguro que te amo – dijo con toda la seguridad que podía – y de la misma manera, puedo jurar que eres la persona en quién más confío para entregarte mi vida, mi corazón y mi alma…
Los ojos naranjas del Dios, se abrieron enormes; le había sorprendido que el castaño le dijera eso, pero más que nada, le había gustado en demasía, por lo que no pudo contenerse más y lo besó, disfrutando ese dulce sabor que el niño tenía, aún más intenso que las primeras veces que lo había besado. Naü correspondió el beso, disfrutando cómo el mismo se intensificaba con rapidez y dejando de lado el corazón de la fruta que estaba comiendo momentos antes; la lengua rasposa de Derok hurgaba dentro de su boca, enredándose con la suya, mientas era recostado completamente contra el lecho musgoso.
El Dios no se contuvo; rompió la túnica sin pensar, pues estaba tan ansioso, que solo tenía una meta en mente, poseer a Naü y disfrutarlo como cada noche lo hacía. El ojigris tampoco pensó en su ropa, pues en ese momento, solo podía pensar en Derok, en ese beso arrebatado que estaba recibiendo; sus gemidos se escucharon con fuerza, cuando el de ojos naranjas bajó a su cuello, besando, lamiendo, mordiendo, pues deseaba tomarlo con premura. En medio de los movimientos los lentes de Naü quedaron de lado, pero al menor no le importó en lo más mínimo.
En cuanto el niño quedó completamente desnudo ante él, la deidad se desnudó e inició su cambio de manera inmediata; el castaño llevó sus manos a la nuca de su pareja y sus dedos jugaron con las delicadas lianas que crecían rápidamente, a la par que sus piernas se movían, rozando los costados de su pareja, de una forma seductora, aunque ni siquiera lo hacía con esa intención. El miembro del mayor se irguió y rápidamente, lo acercó a la entrada del ojigris; se había dado cuenta que a pesar de que no lo preparara lo suficiente, la humedad de su savia, siempre ayudaba a que el castaño lo disfrutara con suma facilidad, por lo que en esa ocasión, no pudo contenerse.
Naü gimió al sentir la intrusión en su cuerpo, pero la poca molestia que sintió, se vio opacada con facilidad, por la emoción, el placer y el deseo de sentir a Derok en su interior, completamente.
-¡Derok! – llamó con fervor y expuso su cuello, a sabiendas que el mayor disfrutaba de esa parte de él.
El Dios no dudó en aceptar el ofrecimiento, mordió el cuello con cuidado, sin imprimir tanta fuerza como las primeras veces, pues aunque deseaba hacerlo, no quería lastimar a Naü y había aprendido hasta qué punto, ambos podían disfrutarse, sin llegar a lastimarlo.
El ojigris se dejó envolver por el momento con suma facilidad, gimiendo audiblemente y restregando su sexo contra el abdomen de su Dios; le gustaba la fricción, pues la piel de Derok era sumamente suave y sentía el roce, como si fuese una caricia delicada. El mayor se dio cuenta que su pareja estaba actuando parecido a cuando se ponía ligeramente ebrio, pero le gustaba saber que podía comportarse de esa forma que le hacía desearlo más, sin la necesidad del vino, pero quería ver, qué tanto se desinhibía.
Abrazó a Naü y lo llevó consigo, girando sobre el lecho, por lo que el niño quedó sobre él; el castaño se sorprendió, pero sonrió al imaginar lo que Derok deseaba, así que no lo dudó. Besó los labios del mayor con suavidad y luego se incorporó, quedando sentado sobre el cuerpo del Dios, sintiendo aún más profundo el miembro de la deidad, llegando a lugares que nadie más llegaría a conocer jamás de él. El ojigris se movió de arriba abajo, disfrutando milímetro a milímetro de su pareja, gimiendo con deseo; lentamente, el movimiento de su cadera se intensificó, volviéndose más rápido, más fuerte y empezó a gemir, mientras sus manos ejercían presión en el abdomen del mayor.
El Dios estaba hipnotizado, observando el movimiento de Naü, como su cuerpo se ondulaba, su cabello se había despeinado y caía por la espalda, meciéndose al compás de su baile; el mayor se incorporó, abrazándolo con fuerza, bajando las manos por la delicada espalda, besándolo con deseo, lamiendo la piel trigueña del cuello y sujetándolo de la cadera, para ayudarle con el movimiento. El ojigris sonrió y sujeto el rostro de su pareja, buscando sus labios y besándolo con infinito amor, a la par que sus dedos se enredaban en las lianas verdes que caían por entre el cabello de su pareja; le fascinaba hacer eso, porque le gustaba sentir la textura entre ellas, en contraste con el cabello sedoso.
-Te amo, Derok – musitó con anhelo, logrando que la deidad se sintiera completamente dichoso.
El Dios volvió a recostar a Naü contra el lecho, para embestirlo con mayor intensidad; la frase que había escuchado, le había producido una extraña sensación, mezcla de deseo y desespero, por no poder demostrarle todo lo que sentía también por él.
Naü lo recibió con ansiedad, gimiendo complacido, enredando las piernas en la cintura de su pareja y sus manos se movieron por los hombros, cuello y costados, acariciando la piel, deseando fundirse completamente con su Dios, pues no encontraba una forma de expresar ese amor que sentía por el mayor. Cuando las uñas del niño empezaron a marcar la espalda de su compañero, éste supo que era el momento que estaba esperando.
Derok besó a Naü de manera demandante y sus manos se movieron por los brazos delgados que lo sujetaban del cuello, alejándolos con lentitud; terminó el beso, a la par que sus dedos se entrelazaron y apresó las manos contra el lecho, sobre la cabeza del castaño. El niño se dio cuenta que no podría moverse si su pareja no lo permitía, eso lo hizo sentir dominado, pero su cuerpo ardió por la lujuria que lo inundaba, debido a esa situación; arqueó la espalda e intentó alcanzar los labios del otro, pero solo pudo rozarlos con la lengua.
El castaño no entendía porque, parecía que su Dios no quería besarlo – Der… – un gemido evitó que dijera el nombre, pues el mayor le dio una estocada más profunda, que le hizo temblar, contraer sus músculos internos, hacer el rostro hacia atrás y comenzar a revolverse contra el lecho, por culpa del placer.
Derok siguió penetrando al niño, mientras las lianas de su árbol se movían con lentitud, como si se trataran de largas serpientes, acercándose con sigilo al ojigris. Las lianas se enredaron por el cuerpo del castaño; en los brazos, desde las muñecas hasta los codos; en las muslos, hasta la entrepierna, donde una más delgada, se encargó de estimular el pequeño pene, dándole más placer a Naü; en el torso, pasaron por sobre los pezones erectos, que debido a la fricción, le daba escalofríos al niño, logrando que gimiera más; finalmente, una última, se acercó a la boca del pequeño castaño, quien sintió esa caricia, casi como si fuese el mismo Dios quién se la daba, con sus manos, pues era suave y delicada, buscando sus labios, rozándolos con la punta, hasta introducirse en su boca. Naü estaba tan perdido que succionó la liana con deseo, en busca de la dulce savia que tanto le fascinaba, al imaginar que era el sexo de Derok, pero sintiéndose decepcionado al no poder degustarla.
El ojigris intentó hablar, quejarse, pero no podía, pues la intrusa en su boca no se lo permitía, hasta que finalmente pudo alejarse y respiró agitado.
-Derok… – dijo en medio de jadeos – quiero… quiero probar tu savia – suplicó.
El joven Dios sonrió divertido – esta vez no puedo darte mi savia – negó y se inclinó a besarlo, mientras la liana le acariciaba el rostro al niño, humedeciendo la piel con la misma saliva del castaño, que había quedado impregnada en ella – pero mi árbol tiene la misma savia que yo – anunció – recuerda que es parte de mi…
Apenas terminó de decir eso, Derok sujetó la liana que estaba en el rostro de su pareja y le hizo un ligero corte en la punta, de la cual, brotó la savia viscosa y verdosa; la volvió a acercar a la boca de Naü y éste se dio cuenta que era cierto, era la misma savia, pues el sabor extremadamente dulce, era el mismo, así que no se contuvo más, empezando a succionar con desespero, mientras el mayor arremetía una vez más contra su cuerpo, o eso era lo que pensaba, pues Derok había dejado de moverse.
Las lianas del enorme árbol, movían el delicado cuerpo, para que el de ojos naranjas, pudiese invadirlo, a la par que se concentraba, para sacar la pequeña semilla del tronco. Cuando Derok introdujo la mano en el tronco, su cuerpo y el árbol brillaron con intensidad, mientras todas las ramas se llenaron de flores del mismo color que el cabello del Dios, las cuales abrían y mostraban un color rojo intenso en el interior de los pétalos, mientras el polen carmesí se esparcía por el aire.
Finalmente, el árbol terminó de florecer y Derok extrajo el capullo de flor del tronco, cubierto con savia y su propia sangre; Naü seguía disfrutando y su cuerpo estaba al límite, pues un par de veces antes, estuvo a punto de llegar al orgasmo, pero la liana en su pequeño miembro lo evitó, apresándolo con fuerza de la base.
Derok se inclinó y cuando se acercó al rostro de Naü, la liana abandonó la boca, para que la deidad pudiese besar a su pareja; el niño correspondió con deseo, ansiedad y lascivia, enredando su lengua húmeda y suave, con la rasposa de la deidad, que le causaba cosquillas y escalofríos. La mano libre de Derok bajó entre ambos cuerpos y empezó a masturbar al menor, enfocándose en darle un mayor placer, a la par que la pequeña y delgada liana que lo envolvía; el ojigris gimió contra la boca del Dios y su cuerpo se tensó, estuvo a punto de llegar al orgasmo, pero una vez más se lo impidieron, algo que ya no sabía si le molestaba o no, pues el calor y el deseo se incrementaban aún más en él, debido a la postergación del éxtasis.
-¿Estás listo? – preguntó Derok en un susurro, cerca de los labios de Naü.
-¡Sí! – gritó el menor con desespero.
La deidad titubeó, sabía por sus hermanos, que introducir la semilla en el cuerpo de sus parejas, a pesar de hacer todo porque lo disfrutaran, terminaba doliéndoles y él no quería lastimar a Naü.
-Mi niño… – musitó – dolerá – anunció.
-Mi amor… – el castaño gimió – no importa… – un gemido lo interrumpió – quiero ser… la madre… de tus hijos – aseguró y un sensual gemido se ahogó en su garganta, mientras su cuerpo se estremecía porque las caricias no habían cesado en ningún momento.
Derok se sorprendió y rápidamente, una sonrisa se formó en sus labios, mientras observaba el gesto de Naü; el pequeño castaño estaba dispuesto a soportar el dolor, con tal de hacerlo feliz y él, quería que se quedara a su lado toda su vida.
La deidad se incorporó un poco más, colocó la flor en el ombligo de su pareja y los pétalos desaparecieron después de que se abrieron, dejando solo la semilla cristalina; la liana en el pene de Naü se alejó y Derok lo estimuló, justo como había aprendido esas semanas, que le gustaba a su pareja, consiguiendo que el castaño no pudiera controlarse más. El Dios tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad, pues su sexo era apresando con tanta fuerza en el interior del menor, que estuvo a punto de perder la cabeza por esa extraordinaria sensación que estaba experimentando, aún mucho más intensa que otras veces.
El ojigrís llegó al orgasmo, gritando el nombre de su Dios, mientras su cuerpo se tensaba por el placer que lo estaba recorriendo completo; el semen del menor salió con fuerza, empapando la pequeña semilla, que brilló con rapidez, al ser cubierta por ese líquido tibio. Derok no dudó en presionar ese pequeño cristal, introduciéndolo en el vientre de Naü y el niño se quejó con debilidad; le dolía la intrusión en su cuerpo, pero estaba tan cansado, que no podía reaccionar del todo.
El cuerpo del castaño se estremecía inconscientemente y de sus labios escapaban algunos gemidos que no era fácil identificar si eran de placer o dolor, quizá una mezcla de ambos, pero cuando la semilla se introdujo completamente, junto con todo el semen, Naü gritó y después, una tenue sonrisa se dibujó en sus labios, antes de perder el conocimiento. En ese momento, Derok ya no pudo esperar, abrazó con fuerza ese cuerpo delicado que le pertenecía completamente y mordió el cuello, justo sobre esa hermosa marca que le fascinaba, ahogando un ronco gemido, al llegar al clímax, liberando su savia en el interior del menor; jamás había tenido un orgasmo tan intenso y no sabía si era por la situación o por todas esas sensaciones raras que tenía en ese momento, que debido a que no era un experto no podía identificar como todos los sentimientos de felicidad que lo embargaban, por lo ocurrido.
El Dios de ojos naranjas, tardó un poco un recuperar el aliento, pero al hacerlo, se dio cuenta que Naü estaba inconsciente.
-Lo siento… – se disculpó con vergüenza, al ver que al final, lo había lastimado, pues la mordida que le dio, había sido muy fuerte, por lo que tuvo que pasar su lengua por la herida, para que cicatrizara con rapidez.
Se alejó de Naü, volviendo a su forma normal y las lianas de su árbol movieron el delicado cuerpo, para recostarlo en el lecho de su interior, a la par que Derok se recostaba a su lado, acunándolo entre sus brazos; una de sus manos se movió al vientre y sintió que estaba caliente, aun así, no podía saber si funcionaría, hasta la siguiente noche.
-Descansa – musitó, besando la melena rojiza – seguramente, la semilla germinará feliz, sabiendo que me amas, tanto como yo te amo a ti…
* * *
Antes del amanecer, en la enorme habitación del Sumo Sacerdote, Shaka, Moriza, Miley y los demás siervos, estaban esperando impacientes, pues Derok les dijo que llevaría a Naü directamente a ese lugar.
Apenas despuntaba el alba, cuando los enormes ventanales se abrieron de golpe y Derok ‘apareció’ con Naü en brazos; todos los siervos bajaron el rostro en señal de respeto.
-Lamento la tardanza – dijo la deidad – pero no quería que Naü estuviera incómodo, así que me esperé para traerlo.
Shaka corrió hasta quedar a su lado, observando a su hijo, quien dormía en los brazos de Derok, pero su respiración era agitada.
-¿Está enfermo? – indagó con nervios.
-Tiene fiebre – respondió Derok – espero que todo esté preparado.
-Lo está – anunció Moriza.
Miley se adelantó, hacia el cuarto de baño – mi señor, la tina está lista y tiene agua fresca – sonrió – solo faltan las flores de sangre.
-Las dejé en las rocas desde hace una hora – sentenció.
-Entonces, no deben tardar en llegar – Moriza sonrió condescendiente – Wared dijo que estaría al pendiente de eso, junto con los sacerdotes.
Shaka se sintió inquieto, así que caminó a la puerta, si era preciso, iría a apresurar a los sacerdotes en persona, pero no fue necesario; antes de que llegara al umbral, la puerta se abrió, Wared guiaba a los jóvenes sacerdotes, quienes llevaban varios costales de flores.
-Buenos días – sonrió el anciano – lamentamos la tardanza, pero, no sabíamos si debíamos poner por separado las flores – señaló.
-Trajimos algunos sacos con solo flores de sangre, otros con las flores aqua y unos más, mezclados – explicó Jakhit, señalando las bolsas.
Miley llegó de inmediato y sonrió – ambas son iguales – dijo con tranquilidad – realmente provienen del mismo lugar… bueno, hay que molerlas y mezclarlas con el agua.
Todos los siervos se movieron con rapidez, llevando las flores al baño, preparando lo que hacía falta, mientras Moriza cuidaba de Naü, que seguía inconsciente, dentro de la tina.
Shaka estaba nervioso, inquieto, y se notaba en su rostro, por lo que Derok se acercó a él.
-Todo está bien, Shaka Zadga – dijo con seriedad.
-Significa que… ¿sí funcionó?
-No puedo asegurarlo, hasta el atardecer – confesó el joven Dios – pero creo que sí – esas palabras hicieron que el canoso sonriera – por ahora, no te separes de Naü, yo debo hacer algunas cosas y no puedo quedarme todo el día, volveré antes de que caiga el sol, pero si Naü desea comer de mis frutos, dile a Miley que vaya por ellos, que mi árbol se los entregará sin problemas.
-Gracias, mi señor…
Derok sonrió y después, salió de ahí, pues sabía que Naü estaba en buenas manos y el tenía deberes que cumplir.
* * *
Durante la mañana, Naü despertaba por momentos, se sentía cansado, con sueño y hambriento, aunque solo pedía peras, por lo que Miley fue por las peras del árbol de Derok y el niño comió las frutas cada que despertaba. La fiebre fue mínima, por lo que no parecía estar enfermo realmente, más no salía completamente de la inconsciencia.
Al caer el sol, Derok volvió; Naü ya estaba en el lecho, durmiendo con una túnica de cama ligera, cubierto con las mantas delgadas. El Dios se acercó al lecho y se dio cuenta que la única que estaba ahí, era Miley.
-¿Dónde están todos? – preguntó Derok.
-Decidieron dejar al joven Zadga a solas, con usted – explicó la chica – ¿desea algo antes de retirarme?
-Espera… – el Dios la busco con la mirada – debo corroborar que funcionó, para que le avises a a los demás.
-De acuerdo – Miley bajó el rostro sumisamente, evitando ver lo que ocurriría en ese momento.
Derok se sentó al lado de Naü y le acarició el rostro con sus dedos; se inquietó al notar que su temperatura era normal, pues sabía que cuando la semilla germinaba, el cuerpo se ponía caliente. Sus manos bajaron por el cuerpo del niño descubriéndolo y observándolo con curiosidad, mientras lo rozaba con sus dedos; cuando llego al vientre, sintió que su corazón daba un vuelco, pues ese lugar parecía estar ardiendo. Posó la palma, con sumo cuidado en el abdomen plano, mientras recitaba unas palabras; la piel de Naü brilló en un tono carmesí y Derok soltó un suspiro, antes de empezar a reír.
-¡Funcionó! – dijo con emoción.
Miley sonrió también, pues ella estaba segura que funcionaría, ya que había visto el amor que ambos se tenían, pero sabía que, lógicamente, para un dríade, era difícil comprender sus propios sentimientos.
-¡Felicidades! – dijo la pelirrosa con respeto – creo que debo avisarle al señor Zadga y a los demás, quienes seguramente están ansiosos por la noticia.
-Gracias, Miley – el joven Dios le dedicó una mirada – gracias por cuidarlo.
-No hay de qué, mi señor – negó e hizo una reverencia, para ir a dar la buena nueva.
La deidad acarició el vientre un poco más y debido a eso, Naü se despertó.
-Derok… – musitó con pesadez – ¿qué…?
-Tranquilo… – el de ojos naranjas se inclinó y besó los labios con infinito amor – todo está bien – sonrió, aunque era notorio que el castaño difícilmente se daría cuenta del gesto – la semilla germinó.
-¿De verdad? – suspiró el ojigrís y movió sus manos a su abdomen.
Derok puso las suyas sobre las del menor y ambos sintieron como esa pequeña semilla parecía feliz; Naü cerró los ojos y por primera vez escuchó un débil murmullo, eran las primeras palabras que su hijo le decía. Una risita escapó de sus labios y sus ojos se humedecieron por la emoción.
-¿Pasa algo? – Derok se asustó al ver las lágrimas caer por las mejillas.
-No – negó el menor – es solo que, es… ¡increíble! – mordió su labio inferior – no imaginé que se sentiría así… tan… bonito – rió débilmente – ser parte de algo tan… maravilloso – dijo con ilusión y siguió acariciando su vientre – esto, realmente es… – titubeó – no tengo palabras para describirlo – y empezó a llorar con sentimiento.
Derok lo abrazó con cariño y besó la melena rojiza – no llores – pidió con calma – nuestra semilla se pondrá triste si lloras.
-Lo siento… – Naü se limpió las mejillas de inmediato – es que, aún no lo puedo creer – suspiró – a veces, me da miedo despertar y darme cuenta que todo fue solo un sueño…
-Todo es real – la deidad le acarició el rostro y lo besó en los labios con ternura – tú, yo y nuestra semilla, estaremos juntos siempre, y tendremos muchas más semillas…
El ojigris sintió que su corazón se aceleraba con esas palabras y besó a su pareja con ansiedad, pero en medio del beso, volvió a escuchar un murmullo y la risa lo asaltó.
-¿Qué sucede? – indagó Derok, pues era la primera vez que Naü interrumpía un beso.
-Es que… el bebé tiene hambre – sintió que su rostro ardía – quiere… quiere savia y… mi…
El Dios de ojos naranjas sonrió condescendiente, él sabía lo que las semillas necesitaban para crecer sanas y fuertes.
-Lo sé – dijo con suavidad y volvió a besar a su pareja – por eso… hay que alimentarla, es lo primordial en este momento – besó los labios con deseo – pero cuando ella esté feliz, te prometo que te haré feliz a ti también, como noche a noche… porque te amo y quiero que me ames tanto como yo a ti…
Naü suspiró y correspondió el beso con ansia – Derok… – musitó y sus manos acariciaron el rostro de su pareja – te amo con toda mi alma – aseguró – nunca dudes de eso, mi amor…
* * *
Después del amanecer, cuando Jirare fue a buscar a Naü para iniciar con las actividades del día, casi sufre un shock al ver a la pareja dormida, en el lecho; aunque todos sabían que Naü pasaba la noche con el Dios, lo hacían en otro lado y no en la alcoba del menor, así que no supo cómo actuar y tuvo que solicitar ayuda a Herit. El mayordomo acudió a la habitación y con sumo cuidado, despertó al castaño; el niño le dijo que Derok se quedaría con él, así que no saldría de la habitación en todo el día, por lo que solicitó un desayuno ligero; el moreno lo atendió y después, le avisó a Shaka y a Moriza, quienes comprendieron que no podían hacer nada.
En la tarde, Naü acompaño feliz a Derok, para recibir a la visitante, pero la llegada de Miley al castillo Zadga, provocó un revuelo. Nadie había visto a un espíritu, a pesar de que sabían que eran reales; la pelirrosa era sumamente amable y servicial, además de accesible para responder cualquier duda, especialmente de Shaka, quien al enterarse de lo que ocurriría esa luna llena, se emocionó tanto como se preocupó por lo que pudiera pasar.
Herit, junto con Jirare y Lalui, se pusieron completamente a las órdenes de la joven, quien ya tenía experiencia con los cuidados de Skoll, por la siembra de tres semillas. Incluso Ram y Karzy, quienes dejaron de ser siervos de Bade, ayudaban a los otros con mayor disposición, pues ellos no querían que los vieran como mala servidumbre, ya que no tenían conocimiento de lo que el jovencito de cabello naranja hacía; precisamente por eso, Shaka les permitió quedarse en el palacio, aunque todo el mundo era renuente a dejarlos cerca de Naü, a solas.
El día del plenilunio, Naü pasó por su primera purificación completa en el templo, siendo asistido por Moriza quien le enseñó lo que debía hacer; Wared y Jakhit lo atendían, mientras guiaban a los otros sacerdotes, preparando el ritual. El de lentes se asustó al ver la túnica ceremonial, pues era sumamente lujosa, en un tono rojo intenso y bordada con hilos de oro y plata; intentó negarse a ponérsela, pero finalmente tuvo que hacerlo, pues los sacerdotes habían pasado días, arreglándola para que le quedara perfecta y no quería que su trabajo fuera en vano.
Al atardecer, Moriza y Wared, junto con todos los sacerdotes, acompañaron al menor a las piedras ceremoniales; también los acompañó Shaka pues había sido orden de Derok. Los sacerdotes tomaron sus lugares en los doce pilones de alrededor, mientras Moriza y Shaka se quedaban a unos pasos de las rocas. Después de una oración larga de los sacerdotes, que habían estado aprendiendo la última semana, Naü, que estaba en el centro, realizó su primer rezo en voz alta, aunque le parecía más una canción, por el tono que debía usar; cuando terminó, Derok ya estaba ahí y le sonrió.
-Ha sido el canto más bonito que he escuchado – dijo con sinceridad y luego miró a Moriza – sin ofender.
La pelinaranja negó divertida, pues suponía que el rezo de la pareja de un Dios, era mejor en comparación a cualquier otro Sumo sacerdote.
El joven Dios, le dio la mano a Naü y le ayudo a incorporarse.
-¿Estás listo? – preguntó emocionado.
El pequeño castaño asintió, sin poder ocultar la ansiedad que lo inundaba.
-Shaka Zadga – el joven Dios habló con seriedad – hoy, pondré mi semilla en tu hijo – dijo sin vergüenza, consiguiendo que el de lentes sintiera que su rostro ardía – pero eso no significa que esto sea un matrimonio – prosiguió el de ojos naranjas – sé que los humanos hacen las cosas al revés, pero te pido que seas paciente y me permitas casarme con tu hijo dentro de seis meses más.
El canoso suspiró – mi señor – la sonrisa le tembló – presiento que esto no es una petición, sino una orden – levantó una ceja – pues aunque quisiera negarme, seguramente no me lo permitiría, ¿cierto?
-Así es – admitió la deidad.
-Entonces, no se preocupe – negó – yo esperaré a anunciar la boda de mi pequeño Naü, en el momento que usted lo disponga – sentenció – pero, si me es posible pedir algo esta noche, es…que lo cuide, por favor – pidió con algo de temor en su voz, pues sabía que muchas mujeres habían muerto por lo de la semilla.
Derok observó a Naü con ternura y sonrió condescendiente para el hombre – Shaka Zadga, Naü es ahora el más grande tesoro de la meseta y te aseguro que el lugar más seguro para él, es a mi lado – sentenció – no lo dudes.
Shaka asintió, confiaba en su Dios y no podía dudar de esas palabras, pero tampoco podía evitar tener miedo, más su fe era más grande que sus temores.
-Hora de irnos – Derok le dedicó una mirada Moriza – confío en que sigan las indicaciones de Miley, para mañana.
-Se seguirán al pie de la letra, mi señor – dijo la mujer con seguridad.
Naü sonrió nerviosamente y le hizo un ademán a su padre para despedirse – hasta mañana – dijo con debilidad, antes de que Derok lo tomara en brazos para llevárselo.
Cuando la pareja desapareció, los sacerdotes levantaron el rostro, esperando las indicaciones de Wared.
-Jakhit, guía a tus hermanos al templo – dijo el anciano – nuestro trabajo aquí, terminó por hoy – sonrió.
-Sí – asintió el pelirrojo y después de un último rezo, se puso de pie, seguido por los demás.
El grupo se alejó de las rocas, después de hacer una reverencia a cada piedra y siguieron a Jakhit.
-Mi señora… – Wared observó a Moriza – ¿necesita algo más? Usted sabe que nosotros, aún tenemos que terminar nuestro ritual en el templo.
-No, Wared, muchas gracias… el señor Zadga y yo, volveremos al castillo – sonrió – nos veremos mañana – anunció.
-Con permiso – el anciano hizo una reverencia y emprendió el camino hacia el templo, apoyándose en su bastón.
La pelinaranja observó a Shaka, quien tenía su mirada perdida en el horizonte, hacia donde estaban las islas del lago.
-Él estará bien – sonrió la mujer, sujetando el pequeño farolito que había llevado, para regresar el camino.
-Lo sé – suspiró el de barba – pero, no puedo evitar sentirme ansioso y… nostálgico.
-¿Nostálgico? – los ojos morados de Moriza, buscaron el rostro de su compañero.
-Mi pequeño tendrá hijos y no podré conocerlos.
Moriza sonrió condescendiente – no piense eso, aun después de la muerte, puede conocerlos, si se queda al lado de su hijo, como espíritu.
-Eso quizá no pueda suceder – Shaka sonrió triste – le prometía mi esposa que la vería en la otra vida y aunque desee quedarme con Naü, si lo hiciera, rompería esa promesa…
La pelinaranja lo miró de reojo – no diga eso – negó – seguramente, nuestro señor Derok encontrará la manera de cumplir su deseo.
-Eso realmente me gustaría…
* * *
Derok llevó a Naü hasta su árbol de vida, dónde la pequeña mesa que el niño llego a usar mientras se quedó con él, estaba puesta para cenar.
-Ah… mi señor, ¿hoy no iremos a…?
-¿A la cueva? – sonrió el mayor – no – negó – para lo que vamos a hacer, tiene que ser aquí.
-Bue… bueno – el niño acomodó sus gafas con nervios.
Derok se dio cuenta de la inquietud de Naü, así que lo hizo girar y lo besó con lentitud – tranquilo – musitó contra los labios – haremos lo que ya hemos hecho tantas veces…
El niño se estremeció y sintió que se sofocaba con rapidez; sabía que intimarían, ya lo habían hecho muchas veces, pero el pensarlo, decirlo y escucharlo, aún le era un poco vergonzoso.
-Yo… lo sé – rió nerviosamente – pero es que… me… me preocupa que algo no salga bien – mordió su labio inferior.
-¿Dudas? – preguntó el de ojos naranjas, esa simple idea le ponía inquieto también.
-Yo… yo no dudo de mi amor por usted – aseguró el ojigris – pero… y si… ¿y si no es suficiente? – buscó la mirada del mayor con ansiedad – ¿qué tal si no funciona porque no estoy listo? O porque soy muy pequeño, o porque no soy mayor – empezó a hiperventilar – porque mi cuerpo no es tan fuerte, porque…
Derok lo besó para callar todas sus dudas, había aprendido que cuando Naü se ponía así, era la única manera de calmarlo y no dudaba en poner esa acción en práctica, ya que la disfrutaba sobremanera. Naü se rindió rápidamente a la caricia y sus manos se aferraron a la espalda de su pareja, buscando sentirse completamente seguro, como siempre.
-Tranquilo… – sonrió la deidad al separarse – si no funciona esta vez, porque aún no estás listo, lo intentaremos después, cuando ya seas mayor – prometió.
El castaño suspiró y se sintió más calmado – gracias – dijo con ilusión.
-Ahora, ¿quieres cenar? – preguntó el joven Dios, interesado en lo que su pareja podía desear en ese momento.
-No – negó el niño – comí bastante a media tarde – confesó – pero, si puedo pedir algo, sería… – señaló una fruta del árbol – una pera.
Con rapidez, una de las lianas se movió y le llevó a Naü uno de los frutos, el de lentes lo sujetó y lo observó con anhelo antes de darle una mordida, pues le gustaba saber que eso era parte de Derok y él era el único que podía probarlo.
-¿Quieres vino? – indagó el Dios, acercándole un odre.
El ojigris puso un gesto de susto y negó con rapidez – no – dijo después de pasar el bocado – no debo beber ya.
-¿Por qué?
-Si voy a portar su semilla, debo cuidarme – contestó con seriedad – a las mujeres en ese ‘estado’, les prohíben beber licores, porque les puede hacer daño, especialmente al bebé – musitó, imaginando que podría causarle un mal a su pequeño retoño, por ser tan descuidado.
-No sabía eso – Derok observó el odre – entonces, ¿yo tampoco debo beber? – peguntó intrigado.
-Pues, usted será el padre – Naü bajó el rostro, sintiendo que su rostro ardía – pero normalmente, no se ve mal que el papá beba, pero si la mamá – una risita divertida lo invadió, imaginándose en esa situación.
-Aun así, mejor, esta noche no beberé – sonrió con suficiencia, pues él también quería poner todo de su parte, para que la semilla germinara – ahora ven…
La deidad sujetó a Naü de la mano y lo llevó a la base de su árbol, el cual, esa noche estaba completamente cerrado y el lecho estaba en las raíces.
El castaño se sentó en el lugar al que Derok lo guió y siguió comiendo su pera en silencio, mientras el Dios lo observaba con curiosidad.
-¿Ocurre algo, mi señor? – preguntó a media voz, a un par de mordidas de terminar la fruta.
-No – negó – solo, me gusta verte.
Naü sintió mariposas en el estómago y su corazón se aceleró – a mi… a mí también me gusta verlo…
-Mmmh, esto será un problema.
-¿Qué cosa? – preguntó el niño, confundido.
-Que sin el vino de palma, no me tratas igual que siempre, incluso, siento como si le hablaras a otra persona – suspiró.
-No entiendo…
-Lo que pasa es que, con el vino de palma, es más sencillo que me trates como tu pareja y no como tu Dios y la verdad, así no me gusta, porque siento que no me tienes confianza.
Naü se sobresaltó y después, soltó una risita – lo lamento… es porque… cuando me pongo nervioso… hablo más formal – respiró profundamente, armándose de valor, luego, levantó la mirada y buscó los ojos naranjas – lo siento, mi amor…
La palabra, el tono y la mirada anhelante de Naü, consiguieron que Derok se olvidara de esa incomodidad. Sabía que el niño tenía una educación y seguramente lo seguiría tratando de manera formal delante de los demás, pero esperaba que estando a solas, lo tratara de otra forma, más cariñosa y familiar, aunque seguramente tardaría un poco en hacerlo, pues lo había visto con sus hermanos y sus parejas.
-Está bien – las manos de la deidad, sujetaron el rostro del ojigris – es solo que, en ocasiones, me da miedo que no confíes en mí, a pesar de que hago todo lo que puedo, para que lo hagas.
Naü se sorprendió ante esa confesión y sintió que debía sincerarse, por lo que se armó de valor, movió una de sus manos, acariciando la mejilla del mayor – Derok… – dijo el nombre con vehemencia, consiguiendo acelerar el corazón de su pareja – quizá no puedo demostrarte mi amor como esperas, porque no me siento seguro, pero mi inseguridad no es por mis sentimientos hacia ti, sino por mí mismo – confesó con tristeza – aún me siento pequeñito e insignificante, que no creo merecer todo lo que he recibido estos últimos meses, pero a pesar de mi torpeza al manifestar mi cariño, ten por seguro que te amo – dijo con toda la seguridad que podía – y de la misma manera, puedo jurar que eres la persona en quién más confío para entregarte mi vida, mi corazón y mi alma…
Los ojos naranjas del Dios, se abrieron enormes; le había sorprendido que el castaño le dijera eso, pero más que nada, le había gustado en demasía, por lo que no pudo contenerse más y lo besó, disfrutando ese dulce sabor que el niño tenía, aún más intenso que las primeras veces que lo había besado. Naü correspondió el beso, disfrutando cómo el mismo se intensificaba con rapidez y dejando de lado el corazón de la fruta que estaba comiendo momentos antes; la lengua rasposa de Derok hurgaba dentro de su boca, enredándose con la suya, mientas era recostado completamente contra el lecho musgoso.
El Dios no se contuvo; rompió la túnica sin pensar, pues estaba tan ansioso, que solo tenía una meta en mente, poseer a Naü y disfrutarlo como cada noche lo hacía. El ojigris tampoco pensó en su ropa, pues en ese momento, solo podía pensar en Derok, en ese beso arrebatado que estaba recibiendo; sus gemidos se escucharon con fuerza, cuando el de ojos naranjas bajó a su cuello, besando, lamiendo, mordiendo, pues deseaba tomarlo con premura. En medio de los movimientos los lentes de Naü quedaron de lado, pero al menor no le importó en lo más mínimo.
En cuanto el niño quedó completamente desnudo ante él, la deidad se desnudó e inició su cambio de manera inmediata; el castaño llevó sus manos a la nuca de su pareja y sus dedos jugaron con las delicadas lianas que crecían rápidamente, a la par que sus piernas se movían, rozando los costados de su pareja, de una forma seductora, aunque ni siquiera lo hacía con esa intención. El miembro del mayor se irguió y rápidamente, lo acercó a la entrada del ojigris; se había dado cuenta que a pesar de que no lo preparara lo suficiente, la humedad de su savia, siempre ayudaba a que el castaño lo disfrutara con suma facilidad, por lo que en esa ocasión, no pudo contenerse.
Naü gimió al sentir la intrusión en su cuerpo, pero la poca molestia que sintió, se vio opacada con facilidad, por la emoción, el placer y el deseo de sentir a Derok en su interior, completamente.
-¡Derok! – llamó con fervor y expuso su cuello, a sabiendas que el mayor disfrutaba de esa parte de él.
El Dios no dudó en aceptar el ofrecimiento, mordió el cuello con cuidado, sin imprimir tanta fuerza como las primeras veces, pues aunque deseaba hacerlo, no quería lastimar a Naü y había aprendido hasta qué punto, ambos podían disfrutarse, sin llegar a lastimarlo.
El ojigris se dejó envolver por el momento con suma facilidad, gimiendo audiblemente y restregando su sexo contra el abdomen de su Dios; le gustaba la fricción, pues la piel de Derok era sumamente suave y sentía el roce, como si fuese una caricia delicada. El mayor se dio cuenta que su pareja estaba actuando parecido a cuando se ponía ligeramente ebrio, pero le gustaba saber que podía comportarse de esa forma que le hacía desearlo más, sin la necesidad del vino, pero quería ver, qué tanto se desinhibía.
Abrazó a Naü y lo llevó consigo, girando sobre el lecho, por lo que el niño quedó sobre él; el castaño se sorprendió, pero sonrió al imaginar lo que Derok deseaba, así que no lo dudó. Besó los labios del mayor con suavidad y luego se incorporó, quedando sentado sobre el cuerpo del Dios, sintiendo aún más profundo el miembro de la deidad, llegando a lugares que nadie más llegaría a conocer jamás de él. El ojigris se movió de arriba abajo, disfrutando milímetro a milímetro de su pareja, gimiendo con deseo; lentamente, el movimiento de su cadera se intensificó, volviéndose más rápido, más fuerte y empezó a gemir, mientras sus manos ejercían presión en el abdomen del mayor.
El Dios estaba hipnotizado, observando el movimiento de Naü, como su cuerpo se ondulaba, su cabello se había despeinado y caía por la espalda, meciéndose al compás de su baile; el mayor se incorporó, abrazándolo con fuerza, bajando las manos por la delicada espalda, besándolo con deseo, lamiendo la piel trigueña del cuello y sujetándolo de la cadera, para ayudarle con el movimiento. El ojigris sonrió y sujeto el rostro de su pareja, buscando sus labios y besándolo con infinito amor, a la par que sus dedos se enredaban en las lianas verdes que caían por entre el cabello de su pareja; le fascinaba hacer eso, porque le gustaba sentir la textura entre ellas, en contraste con el cabello sedoso.
-Te amo, Derok – musitó con anhelo, logrando que la deidad se sintiera completamente dichoso.
El Dios volvió a recostar a Naü contra el lecho, para embestirlo con mayor intensidad; la frase que había escuchado, le había producido una extraña sensación, mezcla de deseo y desespero, por no poder demostrarle todo lo que sentía también por él.
Naü lo recibió con ansiedad, gimiendo complacido, enredando las piernas en la cintura de su pareja y sus manos se movieron por los hombros, cuello y costados, acariciando la piel, deseando fundirse completamente con su Dios, pues no encontraba una forma de expresar ese amor que sentía por el mayor. Cuando las uñas del niño empezaron a marcar la espalda de su compañero, éste supo que era el momento que estaba esperando.
Derok besó a Naü de manera demandante y sus manos se movieron por los brazos delgados que lo sujetaban del cuello, alejándolos con lentitud; terminó el beso, a la par que sus dedos se entrelazaron y apresó las manos contra el lecho, sobre la cabeza del castaño. El niño se dio cuenta que no podría moverse si su pareja no lo permitía, eso lo hizo sentir dominado, pero su cuerpo ardió por la lujuria que lo inundaba, debido a esa situación; arqueó la espalda e intentó alcanzar los labios del otro, pero solo pudo rozarlos con la lengua.
El castaño no entendía porque, parecía que su Dios no quería besarlo – Der… – un gemido evitó que dijera el nombre, pues el mayor le dio una estocada más profunda, que le hizo temblar, contraer sus músculos internos, hacer el rostro hacia atrás y comenzar a revolverse contra el lecho, por culpa del placer.
Derok siguió penetrando al niño, mientras las lianas de su árbol se movían con lentitud, como si se trataran de largas serpientes, acercándose con sigilo al ojigris. Las lianas se enredaron por el cuerpo del castaño; en los brazos, desde las muñecas hasta los codos; en las muslos, hasta la entrepierna, donde una más delgada, se encargó de estimular el pequeño pene, dándole más placer a Naü; en el torso, pasaron por sobre los pezones erectos, que debido a la fricción, le daba escalofríos al niño, logrando que gimiera más; finalmente, una última, se acercó a la boca del pequeño castaño, quien sintió esa caricia, casi como si fuese el mismo Dios quién se la daba, con sus manos, pues era suave y delicada, buscando sus labios, rozándolos con la punta, hasta introducirse en su boca. Naü estaba tan perdido que succionó la liana con deseo, en busca de la dulce savia que tanto le fascinaba, al imaginar que era el sexo de Derok, pero sintiéndose decepcionado al no poder degustarla.
El ojigris intentó hablar, quejarse, pero no podía, pues la intrusa en su boca no se lo permitía, hasta que finalmente pudo alejarse y respiró agitado.
-Derok… – dijo en medio de jadeos – quiero… quiero probar tu savia – suplicó.
El joven Dios sonrió divertido – esta vez no puedo darte mi savia – negó y se inclinó a besarlo, mientras la liana le acariciaba el rostro al niño, humedeciendo la piel con la misma saliva del castaño, que había quedado impregnada en ella – pero mi árbol tiene la misma savia que yo – anunció – recuerda que es parte de mi…
Apenas terminó de decir eso, Derok sujetó la liana que estaba en el rostro de su pareja y le hizo un ligero corte en la punta, de la cual, brotó la savia viscosa y verdosa; la volvió a acercar a la boca de Naü y éste se dio cuenta que era cierto, era la misma savia, pues el sabor extremadamente dulce, era el mismo, así que no se contuvo más, empezando a succionar con desespero, mientras el mayor arremetía una vez más contra su cuerpo, o eso era lo que pensaba, pues Derok había dejado de moverse.
Las lianas del enorme árbol, movían el delicado cuerpo, para que el de ojos naranjas, pudiese invadirlo, a la par que se concentraba, para sacar la pequeña semilla del tronco. Cuando Derok introdujo la mano en el tronco, su cuerpo y el árbol brillaron con intensidad, mientras todas las ramas se llenaron de flores del mismo color que el cabello del Dios, las cuales abrían y mostraban un color rojo intenso en el interior de los pétalos, mientras el polen carmesí se esparcía por el aire.
Finalmente, el árbol terminó de florecer y Derok extrajo el capullo de flor del tronco, cubierto con savia y su propia sangre; Naü seguía disfrutando y su cuerpo estaba al límite, pues un par de veces antes, estuvo a punto de llegar al orgasmo, pero la liana en su pequeño miembro lo evitó, apresándolo con fuerza de la base.
Derok se inclinó y cuando se acercó al rostro de Naü, la liana abandonó la boca, para que la deidad pudiese besar a su pareja; el niño correspondió con deseo, ansiedad y lascivia, enredando su lengua húmeda y suave, con la rasposa de la deidad, que le causaba cosquillas y escalofríos. La mano libre de Derok bajó entre ambos cuerpos y empezó a masturbar al menor, enfocándose en darle un mayor placer, a la par que la pequeña y delgada liana que lo envolvía; el ojigris gimió contra la boca del Dios y su cuerpo se tensó, estuvo a punto de llegar al orgasmo, pero una vez más se lo impidieron, algo que ya no sabía si le molestaba o no, pues el calor y el deseo se incrementaban aún más en él, debido a la postergación del éxtasis.
-¿Estás listo? – preguntó Derok en un susurro, cerca de los labios de Naü.
-¡Sí! – gritó el menor con desespero.
La deidad titubeó, sabía por sus hermanos, que introducir la semilla en el cuerpo de sus parejas, a pesar de hacer todo porque lo disfrutaran, terminaba doliéndoles y él no quería lastimar a Naü.
-Mi niño… – musitó – dolerá – anunció.
-Mi amor… – el castaño gimió – no importa… – un gemido lo interrumpió – quiero ser… la madre… de tus hijos – aseguró y un sensual gemido se ahogó en su garganta, mientras su cuerpo se estremecía porque las caricias no habían cesado en ningún momento.
Derok se sorprendió y rápidamente, una sonrisa se formó en sus labios, mientras observaba el gesto de Naü; el pequeño castaño estaba dispuesto a soportar el dolor, con tal de hacerlo feliz y él, quería que se quedara a su lado toda su vida.
La deidad se incorporó un poco más, colocó la flor en el ombligo de su pareja y los pétalos desaparecieron después de que se abrieron, dejando solo la semilla cristalina; la liana en el pene de Naü se alejó y Derok lo estimuló, justo como había aprendido esas semanas, que le gustaba a su pareja, consiguiendo que el castaño no pudiera controlarse más. El Dios tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad, pues su sexo era apresando con tanta fuerza en el interior del menor, que estuvo a punto de perder la cabeza por esa extraordinaria sensación que estaba experimentando, aún mucho más intensa que otras veces.
El ojigrís llegó al orgasmo, gritando el nombre de su Dios, mientras su cuerpo se tensaba por el placer que lo estaba recorriendo completo; el semen del menor salió con fuerza, empapando la pequeña semilla, que brilló con rapidez, al ser cubierta por ese líquido tibio. Derok no dudó en presionar ese pequeño cristal, introduciéndolo en el vientre de Naü y el niño se quejó con debilidad; le dolía la intrusión en su cuerpo, pero estaba tan cansado, que no podía reaccionar del todo.
El cuerpo del castaño se estremecía inconscientemente y de sus labios escapaban algunos gemidos que no era fácil identificar si eran de placer o dolor, quizá una mezcla de ambos, pero cuando la semilla se introdujo completamente, junto con todo el semen, Naü gritó y después, una tenue sonrisa se dibujó en sus labios, antes de perder el conocimiento. En ese momento, Derok ya no pudo esperar, abrazó con fuerza ese cuerpo delicado que le pertenecía completamente y mordió el cuello, justo sobre esa hermosa marca que le fascinaba, ahogando un ronco gemido, al llegar al clímax, liberando su savia en el interior del menor; jamás había tenido un orgasmo tan intenso y no sabía si era por la situación o por todas esas sensaciones raras que tenía en ese momento, que debido a que no era un experto no podía identificar como todos los sentimientos de felicidad que lo embargaban, por lo ocurrido.
El Dios de ojos naranjas, tardó un poco un recuperar el aliento, pero al hacerlo, se dio cuenta que Naü estaba inconsciente.
-Lo siento… – se disculpó con vergüenza, al ver que al final, lo había lastimado, pues la mordida que le dio, había sido muy fuerte, por lo que tuvo que pasar su lengua por la herida, para que cicatrizara con rapidez.
Se alejó de Naü, volviendo a su forma normal y las lianas de su árbol movieron el delicado cuerpo, para recostarlo en el lecho de su interior, a la par que Derok se recostaba a su lado, acunándolo entre sus brazos; una de sus manos se movió al vientre y sintió que estaba caliente, aun así, no podía saber si funcionaría, hasta la siguiente noche.
-Descansa – musitó, besando la melena rojiza – seguramente, la semilla germinará feliz, sabiendo que me amas, tanto como yo te amo a ti…
* * *
Antes del amanecer, en la enorme habitación del Sumo Sacerdote, Shaka, Moriza, Miley y los demás siervos, estaban esperando impacientes, pues Derok les dijo que llevaría a Naü directamente a ese lugar.
Apenas despuntaba el alba, cuando los enormes ventanales se abrieron de golpe y Derok ‘apareció’ con Naü en brazos; todos los siervos bajaron el rostro en señal de respeto.
-Lamento la tardanza – dijo la deidad – pero no quería que Naü estuviera incómodo, así que me esperé para traerlo.
Shaka corrió hasta quedar a su lado, observando a su hijo, quien dormía en los brazos de Derok, pero su respiración era agitada.
-¿Está enfermo? – indagó con nervios.
-Tiene fiebre – respondió Derok – espero que todo esté preparado.
-Lo está – anunció Moriza.
Miley se adelantó, hacia el cuarto de baño – mi señor, la tina está lista y tiene agua fresca – sonrió – solo faltan las flores de sangre.
-Las dejé en las rocas desde hace una hora – sentenció.
-Entonces, no deben tardar en llegar – Moriza sonrió condescendiente – Wared dijo que estaría al pendiente de eso, junto con los sacerdotes.
Shaka se sintió inquieto, así que caminó a la puerta, si era preciso, iría a apresurar a los sacerdotes en persona, pero no fue necesario; antes de que llegara al umbral, la puerta se abrió, Wared guiaba a los jóvenes sacerdotes, quienes llevaban varios costales de flores.
-Buenos días – sonrió el anciano – lamentamos la tardanza, pero, no sabíamos si debíamos poner por separado las flores – señaló.
-Trajimos algunos sacos con solo flores de sangre, otros con las flores aqua y unos más, mezclados – explicó Jakhit, señalando las bolsas.
Miley llegó de inmediato y sonrió – ambas son iguales – dijo con tranquilidad – realmente provienen del mismo lugar… bueno, hay que molerlas y mezclarlas con el agua.
Todos los siervos se movieron con rapidez, llevando las flores al baño, preparando lo que hacía falta, mientras Moriza cuidaba de Naü, que seguía inconsciente, dentro de la tina.
Shaka estaba nervioso, inquieto, y se notaba en su rostro, por lo que Derok se acercó a él.
-Todo está bien, Shaka Zadga – dijo con seriedad.
-Significa que… ¿sí funcionó?
-No puedo asegurarlo, hasta el atardecer – confesó el joven Dios – pero creo que sí – esas palabras hicieron que el canoso sonriera – por ahora, no te separes de Naü, yo debo hacer algunas cosas y no puedo quedarme todo el día, volveré antes de que caiga el sol, pero si Naü desea comer de mis frutos, dile a Miley que vaya por ellos, que mi árbol se los entregará sin problemas.
-Gracias, mi señor…
Derok sonrió y después, salió de ahí, pues sabía que Naü estaba en buenas manos y el tenía deberes que cumplir.
* * *
Durante la mañana, Naü despertaba por momentos, se sentía cansado, con sueño y hambriento, aunque solo pedía peras, por lo que Miley fue por las peras del árbol de Derok y el niño comió las frutas cada que despertaba. La fiebre fue mínima, por lo que no parecía estar enfermo realmente, más no salía completamente de la inconsciencia.
Al caer el sol, Derok volvió; Naü ya estaba en el lecho, durmiendo con una túnica de cama ligera, cubierto con las mantas delgadas. El Dios se acercó al lecho y se dio cuenta que la única que estaba ahí, era Miley.
-¿Dónde están todos? – preguntó Derok.
-Decidieron dejar al joven Zadga a solas, con usted – explicó la chica – ¿desea algo antes de retirarme?
-Espera… – el Dios la busco con la mirada – debo corroborar que funcionó, para que le avises a a los demás.
-De acuerdo – Miley bajó el rostro sumisamente, evitando ver lo que ocurriría en ese momento.
Derok se sentó al lado de Naü y le acarició el rostro con sus dedos; se inquietó al notar que su temperatura era normal, pues sabía que cuando la semilla germinaba, el cuerpo se ponía caliente. Sus manos bajaron por el cuerpo del niño descubriéndolo y observándolo con curiosidad, mientras lo rozaba con sus dedos; cuando llego al vientre, sintió que su corazón daba un vuelco, pues ese lugar parecía estar ardiendo. Posó la palma, con sumo cuidado en el abdomen plano, mientras recitaba unas palabras; la piel de Naü brilló en un tono carmesí y Derok soltó un suspiro, antes de empezar a reír.
-¡Funcionó! – dijo con emoción.
Miley sonrió también, pues ella estaba segura que funcionaría, ya que había visto el amor que ambos se tenían, pero sabía que, lógicamente, para un dríade, era difícil comprender sus propios sentimientos.
-¡Felicidades! – dijo la pelirrosa con respeto – creo que debo avisarle al señor Zadga y a los demás, quienes seguramente están ansiosos por la noticia.
-Gracias, Miley – el joven Dios le dedicó una mirada – gracias por cuidarlo.
-No hay de qué, mi señor – negó e hizo una reverencia, para ir a dar la buena nueva.
La deidad acarició el vientre un poco más y debido a eso, Naü se despertó.
-Derok… – musitó con pesadez – ¿qué…?
-Tranquilo… – el de ojos naranjas se inclinó y besó los labios con infinito amor – todo está bien – sonrió, aunque era notorio que el castaño difícilmente se daría cuenta del gesto – la semilla germinó.
-¿De verdad? – suspiró el ojigrís y movió sus manos a su abdomen.
Derok puso las suyas sobre las del menor y ambos sintieron como esa pequeña semilla parecía feliz; Naü cerró los ojos y por primera vez escuchó un débil murmullo, eran las primeras palabras que su hijo le decía. Una risita escapó de sus labios y sus ojos se humedecieron por la emoción.
-¿Pasa algo? – Derok se asustó al ver las lágrimas caer por las mejillas.
-No – negó el menor – es solo que, es… ¡increíble! – mordió su labio inferior – no imaginé que se sentiría así… tan… bonito – rió débilmente – ser parte de algo tan… maravilloso – dijo con ilusión y siguió acariciando su vientre – esto, realmente es… – titubeó – no tengo palabras para describirlo – y empezó a llorar con sentimiento.
Derok lo abrazó con cariño y besó la melena rojiza – no llores – pidió con calma – nuestra semilla se pondrá triste si lloras.
-Lo siento… – Naü se limpió las mejillas de inmediato – es que, aún no lo puedo creer – suspiró – a veces, me da miedo despertar y darme cuenta que todo fue solo un sueño…
-Todo es real – la deidad le acarició el rostro y lo besó en los labios con ternura – tú, yo y nuestra semilla, estaremos juntos siempre, y tendremos muchas más semillas…
El ojigris sintió que su corazón se aceleraba con esas palabras y besó a su pareja con ansiedad, pero en medio del beso, volvió a escuchar un murmullo y la risa lo asaltó.
-¿Qué sucede? – indagó Derok, pues era la primera vez que Naü interrumpía un beso.
-Es que… el bebé tiene hambre – sintió que su rostro ardía – quiere… quiere savia y… mi…
El Dios de ojos naranjas sonrió condescendiente, él sabía lo que las semillas necesitaban para crecer sanas y fuertes.
-Lo sé – dijo con suavidad y volvió a besar a su pareja – por eso… hay que alimentarla, es lo primordial en este momento – besó los labios con deseo – pero cuando ella esté feliz, te prometo que te haré feliz a ti también, como noche a noche… porque te amo y quiero que me ames tanto como yo a ti…
Naü suspiró y correspondió el beso con ansia – Derok… – musitó y sus manos acariciaron el rostro de su pareja – te amo con toda mi alma – aseguró – nunca dudes de eso, mi amor…
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