Capítulo XV
Antes del amanecer, Moriza, junto con los sacerdotes del templo, caminaban a las rocas sagradas, llevando unos farolitos para alumbrar el camino; la mujer iba nerviosa, pues no sabía qué podía querer Derok en ese día, que era especial, pues acababa de ser el plenilunio. Los nuevos sacerdotes estaban ansiosos, emocionados a la expectativa, a pesar de que Wared y Jakhit, les habían explicado que no sabían lo que ese día podían encontrarse, pues debido a acontecimientos pasados con los anteriores sacerdotes, el Dios de la meseta, no estaba muy feliz.
Finalmente, la procesión llegó a la orilla más cercana al islote que seguía cubierto por plantas espinosas, como si se tratara de un capullo; en el agua, dos hipopótamos gigantes se observaban, parecían vigilar la zona, pero no se acercaban a la orilla, solo estaba ahí, para evitar que los lagartos se congregaran cerca de donde estaban los humanos.
-¿Qué hacemos ahora? – preguntó el pelirrojo en un murmullo, para el anciano.
-Esperar… – respondió el hombre y pasó la mano por su larga barba.
-Nuestro señor ordenó que viniéramos hoy – anunció Moriza – y debemos esperar hasta que él decida aparecer – sonrió condescendiente para el ojiverde – ten paciencia, el señor de la meseta sabe lo que hace…
Todos se quedaron ahí, orando en silencio, esperando a que el amanecer llegara.
Cuando los primeros rayos del sol, despuntaron y alcanzaron a bañar con el calor a las enredaderas que envolvían las rocas, estas empezaron a moverse, ante la admiración de los nuevos y los nervios de Moriza.
Todos se hincaron de inmediato, al ver que una a una, las enredaderas se encogían y desaparecían en la tierra, mientras algunas piedras se elevaban del fondo del lago, para crear un puente hacia ese pequeño islote; pero el asombro fue mayor al ver que, cuando todas las enredaderas desaparecieron, en el centro de las rocas, parado sobre lo que parecía un manto de flores rojas, estaba Derok, con alguien en brazos.
Moriza, Wared y Jakhit, reconocieron de inmediato, al niño que su Dios cargaba con cuidado y que vestía una túnica que, aunque a simple vista parecía roja, al verla con detenimiento, se notaba que el color era debido a un polvo carmesí que cubría una tela blanca; la mujer se cubrió la boca para no gritar y respiró profundamente tratando de recuperar el aliento, mientras Derok caminaba hacia el grupo, con Naü profundamente dormido.
-Moriza…
La voz del joven Dios hizo eco en todos los presentes, especialmente en los nuevos sacerdotes que no maginaban que a un día de entrar al templo, podrían conocer, en persona, a la deidad de la meseta.
-He aquí a Naü Zadga – anunció Derok, mirando con ilusión al castaño – mi pareja, nuevo Sumo Sacerdote de mi templo y futuro portador de mis semillas… porque en unos años más, será conocido como madre de mis retoños…
La pelinaranja estaba estupefacta, pero a pesar de ello, se obligó a recuperar la compostura de inmediato – mi… mi señor… – sonrió nerviosa – ah… pero… él es… Naü Kalzan… – dijo con precaución, temiendo molestar al Dios.
-No más, Moriza – el de ojos naranjas negó – hoy, en el transcurso del día, llegará Shaka Zadga, quien es conocido como el abuelo de los descendientes de Lort Kalzan – su voz era seria – pero para el mundo, Naü Kalzan murió, así que él lo adoptará como su hijo – sentenció, logrando que los ojos purpuras se abrieran con sorpresa – permite que él vea a Naü – ordenó fríamente – después de que hable con él, entonces, se tomará la decisión de lo que sucederá con tu hijo y los hombres que cometieron crímenes, ¿de acuerdo?
La mujer asintió sumisamente – sí, mi señor – su voz tembló, pues sabía que había llegado el momento de enfrentar el problema de Bade y finalmente, abandonar la meseta, pues ahora había otra familia guardiana.
-De ahora y en adelante – prosiguió Derok – quiero que tú, Moriza, junto con Wared, guíen a Naü y le enseñen todo lo que debe saber un Sumo Sacerdote.
Moriza levanto el rostro, desconcertada por lo que había escuchado – ¿yo? – preguntó aún incrédula.
-Sí – el Dios asintió – creo que serás una buena instructora y le enseñarás todo lo que debe saber, si cumples con tu trabajo, ten por seguro que tu familia no caerá en desgracia, pues yo lo impediré.
La sonrisa le tembló a la mujer y sus ojos se humedecieron – si así lo desea, mi señor… será un honor guiar al joven Kal… – negó – Zadga – corrigió de inmediato.
-Las flores de sangre – hizo un ademán señalando el piso de piedra del islote – son para que el mundo sepa que lo he aceptado como mi Sacerdote y he encontrado a mi pareja – especificó – pero comprenderás que ahora, él debe ocupar su lugar en el palacio – la deidad levantó una ceja.
-No se preocupe – la pelinaranja negó con efusividad – la recamara del Sumo Sacerdote está libre, limpia y esperando a que alguien que sea digno, la ocupe – aseguró, pues su hijo había sido encerrado en la habitación que le había pertenecido antes de ser sacerdote.
-Además, yo también rondaré por ahí, aunque solo sea por escasos momentos…
Moriza se quedó con la boca abierta – ah… pues… por… por supuesto – su sonrisa nerviosa era acompañada por un temblor en su cuerpo – aunque no tenemos muchas cosas dignas para una deidad pero… podemos arreglarlo…
-No necesito nada – Derok negó – el trabajo de todos los del palacio y el templo… – miró a Wared de reojo y el anciano entendió que era una orden primordial, lo que el Dios iba a decir – es atender a Naü, complacerlo y por sobre todo cuidarlo, ¿entendido?
Todos asintieron y el Dios se sintió satisfecho, luego, buscó entre todos los presentes, pero no encontró a ninguna persona a quien encargarle a Naü, por lo tanto decidió llevarlo él mismo al palacio.
-Vamos – ordenó – llevaré a Naü a su nueva habitación, porque debo ir en busca de su padre, así que no quiero que te apartes de él hasta que despierte – sentenció, fijando su mirada naranja en Moriza.
-Como ordene, mi señor…
-Tú también, Wared – pidió la deidad – acompáñanos, que Jakhit se encargue de guiar a los demás, para que recojan las flores de Naü.
-Por supuesto – el anciano le dedicó una mirada a su aprendiz y el pelirrojo asintió con rapidez.
Jakhit tenía una enorme sonrisa en sus labios, estaba emocionado por lo que acababa de presenciar, además, de que había tenido la oportunidad de escuchar a Derok una vez más y era obvio que el Dios le tenía confianza, para dejarlo a cargo de sus nuevos hermanos, por lo que se esmeraría en ese trabajo que le había encomendado y no defraudarlo.
Mientras los sacerdotes juntaban las flores, Derok caminó con Naü en brazos, seguido por Moriza y Wared, hacia el palacio.
* * *
A media mañana, en un barco, que navegaba por el gran río, un hombre de canas, observaba el horizonte desde que había amanecido – ¿cuánto falta? – preguntó con ansiedad, por enésima vez.
-Algunas horas, señor Zadga – anuncio el capitán Hillak – posiblemente, al atardecer estemos desembarcando.
-¡No! – el hombre apretó los puños – si es de esa manera, además del tiempo de camino en las carrozas, llegaré hasta mañana al castillo Quill.
-No se preocupe – sonrió el hombre – realmente debería estar feliz, de todos los años que he hecho este viaje, jamás había hecho menos de una semana de trayecto, creo que hemos hecho un nuevo record.
-No es suficiente – golpeó la madera del barco con sus manos – mi señor Derok, me dijo que me ayudaría a llegar hoy a la meseta.
El capitán levantó una ceja, aún incrédulo. Shaka le había dicho, el mismo día que se embarcó, que debían partir sin tardar; ni siquiera le permitió llevar a todos los de su tripulación, sino que solo contaba con los necesarios, pues los demás estaban de permiso y todo, porque según el hombre, el Dios de la meseta así lo había ordenado.
-Pues… aunque así lo desee, no será posible – dijo el moreno con seriedad – a menos que ocurra un milagro.
Como si hubiese usado una palabra mágica, unas enormes nubes de tormenta se hicieron presentes y cuando la lluvia torrencial se desató, el agua del ancho río empezó a moverse con fuerza, sacudiendo la barca. Todos los tripulantes y pasajeros, se aferraron al barco, pues parecía que se volcaría.
-¡¿Qué está ocurriendo?! – gritó el capitán, asustado.
-¡No lo sé! – respondió Shaka.
Los marineros se movían con dificultad, tratando de controlar las velas, pero el viento fuerte no lo permitía y cuando el agua de la lluvia, así como del río, empezó a formar un remolino alrededor, envolviendo la embarcación en una especie de tornado, las telas se rasgaron.
-¡Señor! – Mazki llegó al lado de Shaka, sujetándose fuertemente de una orilla del barco – ¡debe resguardarse! – pidió con desespero, estirando el brazo para sujetarlo, temiendo que el hombre cayera por la borda.
Antes de que Shaka tomara la mano de su escriba, el movimiento cesó y el agua que los rodeaba cayó, empapando a todos los que aún seguían en la cubierta del barco.
Los que viajaban observaron alrededor; estaban en el puerto de desembarque y las personas que estaban en tierra, tenían cara de susto, al haber presenciado, como de un extraño remolino, había aparecido ese barco.
-Eso fue cansado…
Todos buscaron la voz y encontraron a un joven de piel verde, de pie, en la punta del mástil más alto de la embarcación; él sonrió y de un salto llegó a cubierta.
-Lamento haber hecho esto – rió – pero ayer y anoche no pude hacer mucho para acelerar el viaje, porque estaba ocupado – se alzó de hombros – bien, Shaka Zadga, aunque aún falta el camino a caballo, te aseguro que llegaras a media tarde, como te dije – anunció con orgullo.
-Mi señor… Derok – la voz del canoso se perdió en un murmullo, pues se encontraba asombrado de poder ver al Dios en persona.
Los que lo rodeaban, estaban estupefactos pero uno a uno, empezaron a hincarse frente a él, al saber que era la deidad de la meseta; Shaka también intento hincarse, pero el de ojos naranjas lo impidió.
-No, no – se acercó y lo sujetó del brazo – olvídate de las ceremonias, ya casi eres parte de mi familia, así que no hacen falta – le restó importancia – los caballos esperan ansiosos por galopar, ya tienen mi bendición – dijo con diversión – además, Naü te está esperando y sé que se pondrá feliz de verte, anda, apresúrate.
-S… sí – Shaka asintió, sin atinar a qué hacer o decir, especialmente porque Derok no lo soltaba.
-Los seguiré por el camino, aunque no me vean – explicó el Dios, guiando al hombre hacia el descenso – así que no te preocupes, ah y sobre eso – señaló las velas del barco – en la noche se arreglarán – sentenció, pues pensaba en usar a algunas arañas o larvas, para que remendaran las velas con sus hilos – si tienes equipaje, trata de que no tarden en desembarcarlo para que salgas de inmediato, ahora sí, te veo en el palacio…
Después de eso, Derok se alejó corriendo, aunque para los demás, pareció desaparecer.
Shaka tardó unos segundos en recuperar la compostura, pero al final levantó la voz – ¡Mazki! – llamó a su escriba.
-¿Señor…? – dijo el moreno, aún sin levantarse del piso.
-Hay que apresurarnos – pidió el canoso – no debemos hacer enojara nuestro Dios…
-Sí, señor – el hombre se puso de pie y fue a ordenar el desembarco de las cosas, para partir de inmediato.
-¿De verdad…? – la voz del capitán era un murmullo – ¿de verdad era… él?
-Sí – Shaka asintió – le dije que él me había dicho que llegaría hoy a la meseta – sonrió con orgullo – y también dijo que arreglarán las velas en la noche.
El capitán pasó saliva y luego, hizo su cabello hacia atrás – nunca volveré a dudar de él – sentenció.
-Yo jamás dudé de él – sonrió el canoso.
* * *
Xalla caminaba por un enorme pasillo, acompañada de una sierva que llevaba una charolita; la niña no quería realizar esa tarea, pero su madre estaba ocupada, así que debía hacerla. Llegó a una de las habitaciones secundarias del castillo, donde un par de guardias estaba cuidando la entrada y ella saludó.
-Buenos días – dijo con seriedad – he traído el desayuno de mi hermano.
Los guardias asintieron y uno de ellos se movió, abriendo la puerta con una llave que tenía en su bolsillo. Xalla se despidió de la joven que la acompañaba y ella misma ingresó los alimentos; la puerta se cerró tras ella y la niña escuchó cuando le ponían seguro.
La ojiverde caminó por el enorme recinto que se encontraba a oscuras y llegó hasta la recamara, dejando la charola en una mesa; fue a las cortinas y las abrió, pues aunque los ventanales no pudieran abrirse como antes, porque estaban clausurados y había guardias en el exterior, para evitar que Bade quisiera huir, la luz entraba sin problemas. Después de abrir unas pequeñas ventanitas por donde entraba el aire, caminó a la cama, donde se observaba un bulto; la silueta de alguien que estaba envuelto en mantas y cobijas.
-¡Levántate! – gritó la peliazul y jaló las cobijas.
-¡¿Qué?! – Bade se incorporó de un salto, pues no estaba dormido en realidad – ¿qué quieres? – preguntó molesto.
Xalla hizo un gesto de desagrado, pues su hermano estaba desaliñado y extremadamente delgado. Por lo que su madre contaba en las comidas, sabía que Bade no quería asearse, ni salir de la cama, con trabajos comía y mucho menos se portaba accesible, para hacer los deberes que su madre le imponía.
-Tienes que comer – dijo la menor con molestia – ahí está tu desayuno y más vale que comas rápido – sentenció poniendo las manos en su cintura.
-Pues no quiero – retó el mayor.
-Escúchame bien – su hermanita lo señaló con el índice – yo no soy mamá y no voy a aguantar tu actitud caprichosa e infantil, ya es hora que dejes de comportar como un crío – regañó – si no comes en diez minutos me llevaré la comida, porque no pienso pasarme toda la mañana rogándote, si te quieres morir de hambre, ¡muérete!
El pelinaranja se sorprendió de la actitud de la chica. Su madre era estricta y no le había perdonado lo que había hecho, pero al menos se preocupaba por él y siempre le hablaba con más paciencia y amabilidad para que comiera; por eso se negaba, para recibir un poco más de atención de Moriza y sentir algo de su cariño, porque desde que se enteró de lo que había hecho, ya no lo abrazaba, ni cuidaba como antes, pero era obvio que con Xalla no iba a funcionar.
Finalmente, Bade se puso de pie con algo de pesadez – ¿dónde está mamá? – preguntó a media voz.
Xalla se cruzó de brazos, levantó una ceja y sonrió – mamá está ocupada, con alguien muy importante – dijo divertida.
-¿Hay visita? – el pelinaranja se sentó frente a su comida y destapó la charola.
-No es una simple visita – suspiró la niña – es el nuevo Sumo Sacerdote.
Bade dejó caer los cubiertos que acababa de sujetar y su rostro mostró un gesto de susto.
-Así es – Xalla se inclinó a su hermano – ya hay un nuevo Sumo Sacerdote… varón – especificó – y ¿qué crees? – puso la mano en el hombro de su hermano – fue aceptado con una cama de flores de sangre – pestañeó insistente – ¿sabes lo que eso significa, verdad?
-No… puede… ser… – musitó el jovencito y respiró agitado, mientras sus ojos se pusieron acuosos – ¿quién es? ¿Lo conozco?
La peliazul asintió, sin quitar su gesto burlón – lo conoces muy bien – aseguró – es el chico que mandaste asesinar… sí, es Naü Kalzan – deletreó el nombre, para que no le quedara duda a su hermano de quien hablaba.
Con esa confesión, los ojos aqua de Bade se abrieron enormemente, denotando el susto que esas palabras le causaron.
-Parece que tus sacerdotes no hicieron un buen trabajo – se burló su hermanita – pero eso es bueno – suspiró – dice mi madre que así, es posible que no te ejecuten por la muerte del joven Kalzan, aunque sinceramente, yo lo dudo – se cruzó de brazos – ahora es la pareja del Dios Derok y si él lo ordena, hoy mismo perderás la cabeza, aunque solo sea por desquitarse, debido a lo que le hiciste.
Bade empezó a temblar, temiendo que lo que Xalla decía, pudiera cumplirse. Lógicamente, aunque temía por su vida, pensaba que podía salvarse si su madre, aun siendo la Sacerdotisa de Derok, intercedía por él; pero ahora, estaba perdido, pues atentar contra la pareja de un Dios, conllevaba a la muerte.
-¿Tienes miedo? – la peliazul observó de soslayo a su hermano y luego le dedicó una mirada llena de ira – deberías – siseó – ¡por tu culpa estamos en un gran problema! – apretó los puños – ahora no tenemos nada, pero yo no quisiera que murieras, para que sufras también todas las desgracias que lo que hiciste, le causarán a esta familia – reprochó y sus ojos también se humedecieron.
-Tengo… ¡tengo que hablar con mamá! – pidió el pelinaranja con desespero.
Xalla se limpió los ojos y suspiró – no creo que se pueda hoy, ni mañana – negó – ahora, ella debe atender en persona al Sumo Sacerdote, así que no podrá venir a hablar contigo.
Bade se incorporó y de inmediato se lanzó a los pies de su hermana, de rodillas, aferrándose a la tela de su falda – ¡por favor, Xalla! – suplicó – dile a mamá que venga, ¡necesito hablar con ella y pedirle que me ayude!
La chica se sorprendió de ver esa actitud en su hermano, por eso, a pesar de intentar ser fría e indiferente con él, se compadeció de verlo tan desesperado y suspiró – le diré – asintió – pero no creo que se pueda pronto, así que tendrás que ser paciente.
-Esperaré – aseguró el chico – pero dile que tiene que ser antes de que decidan mi castigo – insistió, pensando que pronto moriría – necesito hablar con ella – sollozó, tratando de no sucumbir al miedo.
Bade no sabía qué iba a ocurrir, pero si el nuevo Sumo Sacerdote era Naü Kalzan, lo único que podía intentar hacer, era que Maë Kalzan abogara por él, y si el mayor de los gemelos tenía poder sobre sus padres, seguramente lo tendría con su mellizo; solo tenía una oportunidad de que el mayor obligara a su hermano a perdonarlo y la única manera de hacerlo, era decir lo que el jovencito de ojos verdes le había propuesto, tanto a él, como a su hermano Gowe. Si la familia Kalzan no quería que se hablara de que el primogénito estaba de acuerdo con la muerte de su hermano, entonces, tendrían que disculparlo.
* * *
Naü se removió en el lecho, pero al sentir una textura diferente a la que se había acostumbrado los últimos días, se incorporó de inmediato, quedando sentado, asustado al no saber dónde estaba.
-¡¿Mi señor?! – llamó con nervios.
-Calma, calma… – la voz suave de una mujer se escuchó y luego, el niño sintió una delicada mano en su hombro.
El castaño intentó enfocar, pero no lograba ver claramente, hasta que alguien le colocó los lentes con sumo cuidado.
-¿Mejor? – preguntó Moriza con una sonrisa.
-¿Señora… Quill? – el niño parpadeó sorprendido y observó alrededor, dándose cuenta que estaba en una inmensa habitación, en una cama, sobre un mullido colchón, con sábanas suaves, de un blanco tan impoluto, que parecía ser un sueño – ¿qué…? – por un momento el terror lo invadió, temiendo que todo lo que había vivido antes, hubiese sido un sueño, pero al revisar su cuerpo, se dio cuenta que aun portaba el anillo en su mano izquierda, por lo que no entendía qué ocurría.
-Nuestro señor Derok, lo trajo por la mañana – dijo la pelinaranja, mientras se sentaba en la orilla del colchón.
-¡¿Por qué?! – pregunto asustado, imaginando que lo había devuelto, porque no había quedado satisfecho con él y seguramente no quería verlo más.
-Para que ocupe su lugar, como Sumo Sacerdote de la meseta – respondió el anciano Wared, quien se acercó hasta el otro lado de la cama.
-Sacerdote… – musitó el ojigris y pasó la mano por su cabello, antes de suspirar, recordando todo lo que Derok le había dicho el día anterior – mi señor… – susurró con ilusión y acercó la mano a su rostro, rozando el anillo con los labios.
-¿Cómo se siente, joven Zadga? – preguntó la mujer con interés.
-Ah… bien – sonrió el niño y bajo las manos, estrujando las mantas – yo… estoy bien, gracias…
-¿Desea comer algo? Seguramente está cansado, a pesar de haber dormido casi todo el día – prosiguió Moriza, con un tono de voz condescendiente – ya es media tarde y no debe malpasarse, debe alimentarse bien, para no enfermar.
Naü mordió su labio y luego se encogió de hombros – sí… tengo un poquito de hambre…
Moriza se inclinó, estiró la mano y sujetó una campanilla que estaba en una mesita al lado de la cama, para llamar a la servidumbre; el sonido apenas hizo eco, cuando la puerta se abrió de inmediato y un par de chicas entraron corriendo.
-El joven Zadga, desea comer – anunció la pelinaranja – traigan un almuerzo sustancioso, por favor…
Las dos jóvenes se retiraron de inmediato y el silencio reinó en la recámara; Naú no podía ocultar su inquietud de estar ahí, pues aunque sabía que Bade ya no era el Sumo Sacerdote, no sabía qué había ocurrido con él o si su madre sabía lo que había hecho en su contra.
-Joven Zadga… – la voz de ella se escuchó y el castaño se asustó.
-Naü… – dijo con vergüenza – a pesar de que quiero usar el apellido de mi abuelo, no es legítimo – musitó – así que, solo Naü, por favor…
-No creo que sea correcto llamarlo solo por su nombre – rió Moriza – pero hasta que lo de su apellido quede arreglado, ¿le parece que le diga, joven Naü?
-Si usted quiere… está bien – asintió.
-Bien, joven Naü – repitió la mujer – realmente, antes de que cualquier otra cosa suceda, quiero disculparme por lo que mi hijo intentó hacer.
Los ojos grises se abrieron con sorpresa y luego pasó saliva con dificultad – usted… ¿usted lo sabe? – preguntó en un murmullo.
-Sí – asintió ella con cansancio – créame que me siento sumamente avergonzada por el comportamiento de Bade, pero le aseguro que mi familia aceptará con dignidad, el castigo que usted y su padre elijan para él.
Naü suspiró – no se preocupe, no creo que a mi padre le importe mucho lo que ocurrió, así que… quédese tranquila.
-No creo que mi señor Derok lo permita – Moriza ladeó el rostro – especialmente si me dijo que debía esperar a que usted hablara con su padre, para decidir qué hacer, tanto con mi hijo como con los sacerdotes que lo ayudaron.
-¿Hablar? – el niño empezó a respirar con agitación – ¿quiere decir que vendrá? ¡¿Aquí?! No, no, no – negó – yo no puedo hablar con él… ¡no quiero! ¿Qué le voy…? No… no puedo…
-Calma, tranquilícese, por favor – pidió la mujer, contrariada por esa reacción.
-Mi joven señor – Wared también estaba confundido por cómo se había alterado el niño – nuestro Dios fue por el señor Zadga, pero si usted no quiere verlo, podemos decirle…
-¡¿Zadga?! – Naü parpadeó confundido – ¿mi abuelo Shaka? Es decir que no fue por… – dudó, pero decidió decir el nombre – ¿por Lort Kalzan?
-No, no fue por el señor Kalzan – respondió Wared, aún sin comprender del todo esas actitudes.
El rostro de Naü se iluminó y respiró aliviado – ¡gracias a Derok! – dijo con más seguridad, pues, no estaba preparado para enfrentarse a su familia, aunque las palabras que Moriza dijo momentos antes volvieron a su mente – pero, dijo que debía hablar con mi padre, ¿no es así?
-Sí – asintió ella – pero nuestro Dios dijo que, el señor Shaka Zadga, lo adoptaría como su hijo, legítimamente…
-¿De verdad? Pero…
Naü no pudo decir nada, pues la puerta se abrió de golpe y un hombre de cabello castaño, que apenas se notaba debido a las canas, entró al recinto, tras él, iban dos hombres más y un par de guardias de la familia Quill, quienes parecían asustados, por no haberlo podido detener.
-Naü…
-¡Abuelo! – dijo el de lentes con ilusión.
Los ojos grises del mayor se humedecieron, al ver al niño sentado en la cama y la sonrisa le tembló, antes de correr al lecho, abrazándolo con fuerza.
-¡Mi pequeño Naü! – dijo el hombre besando repetidamente la cabellera larga del menor – ¡gracias a Derok que estás bien! No tienes idea de cómo sufrí al pensar que habías muerto, mi niño…
Naü abrazó a su abuelo con efusividad y se sintió confortado por tenerlo a su lado.
Mientras ellos compartían ese momento, los acompañantes de Shaka se acercaron a la cama, sonriendo complacidos por ver al hombre feliz, al lado de su más preciado nieto; rápidamente, los guardias se acercaron a Moriza.
-Discúlpenos, señora – dijo uno de ellos – pero no pudimos…
-Está bien – dijo ella con una tenue sonrisa – todo está bajo control, retírense, por favor, pero esperen afuera, por si son requeridos…
Los dos hombres hicieron una reverencia y salieron de la habitación.
-¿Qué fue lo que ocurrió? – preguntó el canoso al alejarse un poco de su nieto – nuestro señor me dijo que tú me explicarías las cosas – estaba ansioso, pues necesitaba entender lo que había ocurrido.
-Ah, sobre eso…
-Será mejor dejarlos solos – Moriza habló con seriedad, pues además, había sido una indicación de Derok.
Shaka levantó el rostro y observó a la mujer, reconociéndola de inmediato, pues la conoció años atrás, cuando tenía poco de siendo sacerdotisa – señora Quill, disculpe que no la saludé al llegar, pero comprenderá que mi mayor interés era mi pequeño – sentenció incorporándose, para acercarse a ella y besarle la mano, como todo un caballero.
Moriza quiso evitarlo, porque no sentía que fuese digna de las atenciones de ese hombre, pero era mejor no decir nada, hasta después – no se preocupe – dijo con debilidad, pues se encontraba nerviosa – él – señaló al hombre anciano que la acompañaba – es Wared, líder de los doce sacerdotes del templo.
-Un placer – el anciano hizo una gran reverencia – bienvenido al hogar del Dios Derok.
-Un gusto, yo soy Shaka Zadga, Senescal del anterior emperador y consejero del actual, cuando es necesario – se presentó con molestia, pues muchas veces, el gobernante que regía en ese momento, le hablaba por tonterías y el canoso siempre había dicho que lo miraba más como un niño consentido, sentado en un lugar que aún no era adecuado para él, pues se había convertido en emperador muy joven – por ahora – prosiguió con su presentación – soy abuelo de Naü, aunque dentro de poco, seré su padre – anunció con orgullo.
-Lo sé, lo recuerdo – sonrió la pelinaranja – además, nuestro señor Derok anunció su llegada en la mañana, cuando trajo al joven Naü al palacio.
-¿Él lo trajo? – preguntó asombrado, pues aunque Derok se lo había dicho, aun no lo asimilaba de todo – entonces, ¿es cierto que ahora es…?
Moriza asintió – el joven Naü, es el legítimo Sumo Sacerdote de la meseta, pareja de nuestro señor Derok y futuro portador de su semilla.
Shaka sintió que su orgullo se elevaba hasta el cielo, pues su pequeño nieto, ese que era su adoración, a pesar de que su propia familia lo había relegado, ahora era mucho más importante que el propio emperador.
La puerta se escuchó, y las jóvenes de la servidumbre entraron con una mesa que tenía ruedas, en la cual, había varias charolas.
-La comida del joven – dijo una de ellas con debilidad.
-Gracias – Moriza sonrió – señor Zadga, ¿desea comer? Sé que debe hablar con el joven Naü, pero seguramente viene cansado del viaje.
-Si no es molestia – sonrió el de barba – comeré con mi hijo – dijo la palabra con entera satisfacción – así podremos charlar, mientras Mazki empieza a hacer los documentos que mañana mismo llevará a la ciudad imperial.
-Comprendo – la pelinaranja respiró profundamente – ordenaré que le envíen los alimentos a usted y sus compañeros, aquí – hizo un ademán – hay una mesa para que estén a gusto, ¿trae servicio?
-Solo unos cuantos siervos.
-Siete personas más, aparte de nosotros – respondió Mazki con formalidad.
-Entonces, pediré que a ellos les sirvan en la cocina, además, como no sabíamos cuántas personas vendrían, no ordené que prepararan muchas habitaciones tampoco, pero no se preocupen, en un momento más quedarán listas – aseguró Moriza, de forma cordial.
-Muchas gracias, señora Quill – Shaka hizo un movimiento de cabeza, a modo de reverencia.
Después de eso, Moriza, Wared y su servidumbre, salieron, dejando a Naü con Shaka, Mazki y Herit, el mayordomo que no se despegaba de su señor y quien también apreciaba mucho al niño.
-Mi pequeño – Shaka se sentó en la cama, al lado de Naü, observándolo con cariño – no imaginé que volvería a verte.
-Yo tampoco, abuelo – rió el menor.
-¿Abuelo? – el canoso frunció el ceño – no, ya no, ahora soy tu padre y desde hoy, me dirás de esa manera que Lort jamás mereció – sentenció molesto – de ahora en adelante, soy tu papá.
El ojigris acomodó sus gafas y sonrió – papá – corrigió y se sintió bien decirle de esa manera, a ese hombre que lo quería incluso más que su propio padre.
-Bien, empieza a comer – apremió el mayor – Mazki, quiero que hagas los papeles para firmarlos esta misma noche, ¿de acuerdo?
-Sí, ya lo tenía previsto, pues me lo repitió todo el camino, señor Zadga – suspiró el moreno.
-Eso es eficiencia, hombre – Shaka rió – y mientras esperamos la comida, me contarás qué ocurrió – fijó su mirada gris en Naü.
El castaño mordió su labio y suspiró – con… con contarte, te refieres a… ¿a todo? – sintió que el calor subía a sus mejillas, imaginando que el mayor quería que le contara sobre Derok.
-Bueno, supongo que no me contarás sobre nuestro Dios – el de barba negó – pero está bien, porque apenas estoy asimilando que serás padre… ¿o es madre?
-Ah… pues… no sé cuál es el término correcto – el niño se alzó de hombros.
-Bueno, lo que sea – el hombre levantó una ceja – pero lo que quiero saber, es… ¿qué pasó cuando desapareciste? ¿Por qué ibas de regreso, solo, a la ciudad imperial? ¿Por qué Lort no se quedó a buscarte hasta por debajo de las piedras? Que es lo que yo hubiera hecho – gruñó – y lo principal, ¿por qué me aseguró que estabas muerto, a pesar de no haber encontrado tu cuerpo?
-Eso… – Naü suspiró – eso es una larga historia y me llevará mucho tiempo contarte…
-Sabes que mi tiempo es solo para ti, así que, no importa si se ocupan minutos u horas, solo quiero que me digas la verdad, como siempre…
* * *
Naü comió, acompañado de su, ahora padre y de sus fieles seguidores, pero no pudo retrasar mucho la conversación, por lo que terminó diciéndole todo lo que sabía, pues jamás le había podido mentir a Shaka. El hombre pasó por momentos de ira, tristeza, coraje, decepción, rabia y estuvo a punto de salir a buscar a aquellos que habían intentado lastimar a Naü, para matarlos con sus propias manos, pero Mazki y Herit lo detuvieron; sabían que a pesar de que era mayor para su sociedad, Shaka aún era un hombre fuerte y con mucha autoridad, para decretar y llevar a cabo, él mismo, una ejecución.
Así que el hombre estaba caminando en círculos, como león enjaulado, pues Herit cuidaba el enorme ventanal que daba a los balcones y Mazki la puerta, para no permitirle salir.
-Papá Shaka – musitó el niño – no te pongas así – pidió con ansiedad – estoy bien, ¿sí? ya pasó.
-¡¿Y si nuestro Dios no te hubiese rescatado?! – gruñó – esos sujetos intentaron eliminarte – señaló hacia la salida – ¿quieres que lo tome con calma? No, ¡no lo haré! – rechinó los dientes – voy a hacer que se arrepientan por haber atentado en tu contra y a Lort también, ¡por no haberte cuidado como se lo ordené! Si pudiera, a tu madre le daría una tunda para que recuperara la maldita cordura que perdió, ¡por culpa de esa familia!
Naü suspiró – papá Shaka – apretó las mantas entre sus manos – yo quisiera pedirte que no les dijeras nada, por favor – suplicó – especialmente a… a la familia Kalzan…
Shaka estrujó su cabello canoso y suspiró; realmente quería vengarse, pero no quería mortificar a Naü. Caminó hacia la cama y se sentó a su lado, abrazándolo y acunándolo en brazos.
-A ver, dime, ¿qué piensa nuestro señor Derok de esto?
-Pues… él destituyó a su anterior Sumo Sacerdote – dijo confundido – supongo que para él es suficiente…
-Debió haber matado a ese tipo, a sus sacerdotes y a toda su familia – dijo en un murmullo el mayor.
-Su familia no hizo nada – la voz seria de Derok se escuchó y tanto Shaka, como Naü, levantaron la mirada, observando que el Dios había entrado por la puerta del balcón, pues Herit estaba hincado en el piso, de manera sumisa, ya que al verlo, fue lo primero que pudo a hacer al reaccionar.
-Mi señor… – la sonrisa de Naü se iluminó al verlo y la deidad le correspondió el gesto.
-Te ves feliz – dijo más tranquilo y se acercó, al otro lado de la cama – ¿ya comiste?
-Sí – asintió el castaño y se alejó de los brazos de Shaka, para acercarse a su Dios.
Derok no se contuvo y lo besó en los labios con intensidad, consiguiendo que el canoso estuviera a punto de reclamar, pues eso era algo indebido, pero al recordar quien era ese joven de piel verde, solo atinó a desviar la mirada y pasar la mano por su nuca.
-Hoy nos quedaremos aquí – anunció el de ojos naranjas, cuando se separó – necesitas descansar y yo, debo hablar con tu papá – explicó con seriedad – le diré a Moriza que desde mañana empiece con tus lecciones y que te dé oportunidad de convivir con tu padre, pues desde el ocaso hasta el amanecer, tu tiempo será para mi… ¿de acuerdo?
-Sí, por supuesto…
-Ahora, Shaka Zadga – Derok lo miró de reojo.
-Señor – dijo el mayor, poniéndose rígido.
-Tranquilo, te lo dije, no tienes que ser tan ceremonioso y menos ahora – Derok le restó importancia – lo que quiero explicar, es que si no maté a nadie es porque no debo hacerlo – se alzó de hombros – a menos que sea absolutamente necesario y lamentablemente, no lo era.
-¡Pero…! – el hombre estuvo a punto de levantar la voz y se contuvo al final – pero mi señor – su sonrisa tembló – casi matan a Naü – habló entre dientes – es un intento de homicidio, de un miembro, de la familia Kalzan, la cual, aunque no me agrade admitir, tiene influencia en la ciudad imperial…
Derok frunció el ceño y buscó con la mirada a Naü.
-Quiere decir que es muy importante – musitó el niño para su pareja.
-Ah… – el Dios entendió lo que el otro quería decirle – sí, comprendo, pero yo solo puedo decretar la muerte de alguien que atente contra mi familia guardiana o mi Sumo Sacerdote y aunque no me agrade, Naü no era nada mío cuando ocurrió eso – señaló – yo no me puedo meter en la justicia de los hombres… – esas palabras molestaron al canoso – pero tú si puedes, Shaka Zadga.
-¿Yo? – el hombre se señaló, con un gesto confundido – ¿qué quiere decir?
-Que si estás aquí, no es solo para que Naü sea tu hijo – suspiró el Dios – te traje, porque tú eres el único que puede buscar justicia humana, para lo que ocurrió.
-¿Quiere decir que puedo pedir que los ejecuten a todos? – una enorme sonrisa se dibujó en el rostro del hombre, tanto, que incluso su barba no la pudo ocultar.
-¡Papá! – Naü se asustó, al imaginar que realmente si lo haría.
-Puedes pedir y hacer que los ejecuten – anunció Derok – solo si Naü no se opone…
-¡Me opongo! – dijo el niño con rapidez.
-¡Naü! – Shaka intentó reconvenirlo – sabes que deben recibir un castigo justo.
-Pero ejecutar a las personas no resuelve nada, ¿no me lo dijiste tú mismo, en casa, cuando presenciamos la ejecución de unos hombres, que eran acusados de traición?
-Sí, pero entonces no hablábamos de gente que hubiese intentado dañar a alguien que yo quería – se defendió el de barba.
-Eso no importa – el de lentes suspiró – no me gusta la idea de que ejecutes a alguien.
Shaka gruñó.
Derok sonrió divertido – realmente, a mí no me importa, solo te pediría que tengas consideración por la familia de Moriza, pues le di mi palabra que ellos estarían bien – señaló con seriedad – aunque claro, yo sé que sus hijos deben ser castigados y ella también, pero los únicos que tuvieron que ver en este asunto, fueron Bade y su hermano mayor, Gowe, por lo tanto, el resto de la familia es inocente y no merecen pagar por los errores de otros.
El canoso suspiró y miró de reojo a la deidad – perdón si pregunto y no es por presionarlo, pero, no sabía que los dioses fueran tan piadosos, ¿acaso usted es más… benévolo? Es que tengo entendido que en la ciénaga de Keroh, muchos murieron hace poco y hace más de ochenta años, en el bosque de Nyrn, el Dios eliminó a muchos humanos también…
Naü se cubrió la boca, pues lo que había dicho su padre parecía un reclamo.
El joven de cabello aqua puso un gesto de confusión, pero luego empezó a reír – la verdad no somos piadosos – dijo aun en medio de risas – de hecho, lo que menos nos gusta hacer es inmiscuirnos, por propia voluntad, en lo que hacen los humanos, solo lo hacemos si nos ruegan que intercedamos – explicó – lo que hizo mi hermanito, en la ciénaga, está justificado porque intentaron lastimar a Tariq, quien portaba su semilla en ese entonces y lo que hizo mi hermano mayor, Nyrn, hace ochenta años, no fue tan grave en realidad – se burló, pues bien sabía que las historias de aquella ocasión, eran demasiado exageradas – y no somos buenos o malos, solo intentamos ser justos.
-Entiendo… – Shaka suspiró – pues si esa es su manera de pensar y ahora que seré parte de su familia, supongo que debo ser igual – pasó la mano por su barba, pensando – supongo que puedo pedir ‘trabajos forzados’ para los que estuvieron implicados, a los demás una pena intermedia y al hijo de la señora Quill, Bade, pediré que le quiten su apellido, así no será más un señor de prestigio, ni tendrá derecho a una herencia, por lo que solo podría aspirar a tener un trabajo honrado, con el que se gane la vida por sus propios medios.
-Eso suena bien – aceptó Derok.
-¿Y qué hay del joven Gowe? – preguntó Naü en un susurro, pues era él a quién había visto aquella noche.
La risa de Shaka sorprendió a la pareja – ese chico – dijo el canoso con burla – ¿qué otro castigo quieres para él, si ahora es un ‘siervo’ de Maë?
-¿Qué? – Naü parpadeó sorprendido – pero… ¿cómo?
-No lo sé – el canoso se alzó de hombros – tu padre le dio permiso, así que es su problema – sentenció poniéndose de pie – lo único que pediré es que se le retire el apellido también.
-Pobre… – musitó el de lentes.
-¿Pobre? – Derok levantó el rostro del niño por el mentón – ¿por qué te compadeces de él? – indagó curioso.
-Porque los siervos de Maë, siempre terminan mal – suspiró.
-Sí, lo menos son algunos latigazos – anunció Shaka, antes de levantar la voz – ¡Mazki, ven acá, hombre! – le hizo una seña, al ver que su escriba parecía una estatua – necesitaremos hacer los documentos para Naü, pero posiblemente ocupe otras cosas después de hablar con la señora Quill y que todo quede listo esta misma semana.
-Señor… – el moreno tembló y tuvo que carraspear – usted sabe que… que muchos tramites tardan al menos un mes en llevarse a cabo…
-Tenemos que hacer algo con eso – gruñó el hombre – Naü no puede presentarse sin un apellido – señaló a su nieto – especialmente ahora que es el Sacerdote de nuestro Dios y su pareja.
-¡¿Presentarme?! – el castaño se asustó.
-Sí – Derok asintió y le besó las manos – todos deben saber que eres el nuevo Sumo Sacerdote.
-Pero… pero… – Naü miró a todos lados – no estoy listo – aseguró – necesito un poco de tiempo, al menos para saber qué decir o hacer… no sé los rituales, los rezos, ni nada – buscó la mirada naranja con ansiedad – por favor, amor, al menos… al menos necesito un mes o dos… para aprender lo básico – suplicó con nervios, pues sabía que los sacerdotes realizaban rituales muy importantes, a los cuales acudían personas de renombre y no quería quedar mal o avergonzar a su familia, mucho menos a Derok.
El mayor había dejado de escuchar desde la palabra “amor”, así que sonrió embelesado y asintió – lo que desees, mi niño – dijo sin pensar.
Shaka se sorprendió por esa actitud y suspiró – ah, el amor – dijo con añoranza, recordando a cuando su esposa aún vivía y él tampoco podía decirle que no – está bien, así hay tiempo de arreglar todo, ahora, debo hablar con la familia Quill.
-¿Hablaras ya? – preguntó el de lentes con curiosidad.
-Sí, es mejor arreglar esto antes de la cena.
-¿Puedo acompañarte? – indagó a media voz.
-¿Quieres acompañarme? – preguntó el canoso, curioso – ¿por qué?
-Bueno, es que… no me gustaría que te exaltaras – acomodo sus gafas con nervios – y al menos, conmigo ahí, podrías controlarte un poquito…
-El joven Naü tiene razón – Mazki miró de soslayo a su señor – usted tiende a veces a salirse de control y a pesar de lo que sabemos de la familia Quill, seguimos siendo sus huéspedes – señaló con seriedad – así que con el joven cerca, estará más calmado.
Shaka entrecerró los ojos y soltó el aire con la nariz – bien – gruñó – pero no puedo portarme amable después de todo, ¿o sí?
-Papá – Naü suspiró – Mazki tiene razón, somos sus huéspedes…
-¿Huéspedes? – indagó Derok, ya que no comprendía el término.
-Que estamos en su casa y debemos respetarlos por la amabilidad que tienen al recibirnos aquí – explicó el niño con calma y paciencia, acariciando el rostro de la deidad con infinito amor.
-Pero esta casa ya no es de ellos – anunció el Dios.
-¡¿Qué?! – preguntaron Shaka y Mazki a la vez.
-No – la deidad sonrió – este lugar es del Sumo Sacerdote, así como el templo, las tierras y todo lo que le pertenece a la familia – sentenció – cuando elijo otra familia guardiana, normalmente todas las posesiones pasan a ellos y se quedan con el castillo, que en este caso, ahora es de Naü – dijo con orgullo, besando la frente del menor.
-Pero, creí que eso solo era, cuando ya no había nadie de la familia anterior – comentó el canoso, confundido.
-No – Derok negó – todo le pertenece al Sumo Sacerdote.
-Eso significa…
-Que ellos ahora no tienen nada – sentenció Shaka para su escriba y ambos sintieron un poco de pena por la familia de Moriza.
* * *
Un siervo le había avisado a Moriza, que Shaka Zadga quería hablar con su familia, antes de la cena, por lo que ella, Yadell y la pequeña Xalla, se encontraban en la gran biblioteca.
La pelinaranja intentaba mostrarse tranquila, pero no podía quedarse quieta, porque los nervios la traicionaban. Su esposo miraba hacia el ventanal, percatándose que el sol se estaba ocultando y respiraba profundamente, pensando qué hacer; sabía que ahora su familia iba a pasar por malos momentos, pues no tenían dinero, ni tampoco propiedades y a pesar de que su apellido se había relegado por el de Moriza, él era el hombre de la familia y debía protegerla. Esperaba que pudiera obtener un trabajo suficientemente remunerable, para mantener la vida a la que estaban acostumbrados. Xalla no sabía exactamente todo lo que sucedería después, pero notaba que sus padres estaban sumamente inquietos y eso también la preocupaba.
Moriza estrujaba sus manos con insistencia, mientras caminaba de un lado a otro, pero en un momento que quedó frente a su hija, se dio cuenta de la cara que la niña tenía y trató de suavizar su semblante, acercándose a ella y acuclillándose enfrente de ella.
-Tranquila – sonrió condescendiente al sujetarla de las manos – todo estará bien – dijo con calma.
-¿De verdad? – musitó la peliazul, pues no podía creerlo si sus padres tenían ese gesto tan preocupado.
-Sí – Moriza asintió y cerró sus ojos, respirando profundamente y regalándole a su hija un gesto más confiado – nuestro señor Derok, nos ayudará, confía en él, como yo lo hago.
Xalla intentó sonreír, pero ahora, aunque estaba plenamente segura de la existencia del Dios de la meseta, ella no tenía tanta fe, ni entrega, ni convicción como su madre.
Un golpeteo en la puerta se escuchó y Moriza se puso de pie, al igual que Yadell. Ambos observaron a la puerta y ésta se abrió, permitiendo la entrada de Shaka y sus dos compañeros, junto con el pequeño Naü, quien iba con una túnica de color ámbar.
-Buenas noches – saludó el castaño con una dulce sonrisa.
-Buenas noches – saludaron Moriza y Yadell.
-Lamento la tardanza, pero mi señor Derok se acaba de ir – anunció con vergüenza, pues la deidad se quedó a su lado, hasta que estuvo listo para ir a ver a Moriza, diciéndole que volvería con él después de que cenara, pues se encargaría de llevar a los insectos que arreglarían las velas del barco, cómo había dicho.
-No tiene que disculparse, joven – sonrió la pelinaranja.
Shaka observó con altivez a Moriza y ella se dio cuenta que el hombre ya no tenía la misma actitud amable, pero se lo había imaginado, al saber que hablaría con Naü.
-¿Gusta sentarse? – preguntó la pelinaranja, señalando el sillón detrás del enorme escritorio que estaba en el centro de la habitación.
-Ah… – Naü buscó la mirada del canoso – papá Shaka – llamó y lo sujetó de la mano – siéntate tu ahí, por favor…
-¿Yo? – el hombre se sorprendió por esa petición – pero…
-Yo aún soy menor – musitó el niño – no me siento… capaz, ¿me explico?
El hombre suspiró, Naü había sido educado para no confiar en sus decisiones y acciones, así que ahora que todo recaía sobre sus hombros, era lógico que no se sintiera competente, pero por eso, él le ayudaría a superar sus miedos.
-Tú debes sentarte ahí – le sonrió condescendiente – yo estaré a tu lado, pero no puedes relegar, el lugar que te pertenece por derecho.
El niño bajó el rostro, mordió su labio y finalmente accedió – está… está bien…
Shaka acompaño al menor hasta su lugar y Naü observó la silla con algo de inquietud; él nunca imaginó sentarse en el lugar que le perteneciera a un gran señor y ahora, tenía que hacerlo; su corazón estaba acelerado y tembló justo antes de sentarse. Soltó un suspiro cuando se acomodó y se sintió pequeñito, como si todo a su alrededor lo sobrepasara, pero al ver la sonrisa condescendiente de su padre, se sintió más confortado.
-No es tan malo, ¿o sí? – indagó el canoso con amabilidad para darle confianza.
-No – negó el de lentes – aunque me costará acostumbrarme…
-Si le incomoda algo del sillón o si quiere uno nuevo, solo se manda pedir – comentó Moriza con rapidez.
-No, no es por el sillón – Naü negó – es… otra cosa – se encogió de hombros.
-Naü – su padre lo miró de soslayo – tienes que dar permiso de que los demás nos sentemos…
El castaño se asustó – disculpen… siéntense, por favor – dijo con rapidez, pues normalmente eran otros los que daban esas indicaciones, iba a ser difícil recordar que ahora, las personas esperaban a que él hablara.
Todos tomaron asiento una vez más, Shaka se sentó en un sillón, al lado del enorme escritorio y Maski lo hizo del otro lado, sacando varios pergaminos que llevaba en una bolsa, mientras Herit se quedaba de pie, tras su señor. Moriza y Yadell se sentaron en los sillones de dos plazas que estaban cerca del escritorio y Xalla se sentó al lado de su madre.
Cómo Naü estaba inquieto, Shaka decidió empezar.
-He hablado con Naü y con nuestro señor Derok – dijo con seriedad, consiguiendo que la familia Quill aguantara la respiración – comprenderán que esto es un poco irregular, especialmente por el cambio de apellido de Naü y es necesario que ustedes lo entiendan – suspiró.
Moriza miró de reojo a su esposo, dándose cuenta que Yadell también tenía un gesto de confusión.
-Hace años, cuando el anterior emperador Kinhar III, aun regía – empezó el canoso – yo era su ‘Senescal’ – dijo con cansancio – mi trabajo me daba una importancia y poder, solo por debajo del emperador, así que, yo fui el último en tener ese título – pasó la mano por su barba – Khinar sabía que yo tenía una hija, que pronto tendría dieciséis y estaría en edad casadera, pero lógicamente, yo no iba a aceptar a cualquiera para casarse con mi pequeña Asim – sonrió – por lo que la familia real, al temer que la unión de mi hija, con una familia de renombre, podía ponerlos en riesgo, por mi poder político y social, decidieron que mi pequeña debía casarse con un pariente de la esposa del emperador…
La familia Quill se sorprendió, e incluso Naü, pues aunque sabía que su familia era importante, no tenía conocimiento que tenía parentesco político con la familia real.
-Yo quería oponerme – aseguró el canoso – pero al conocer a Lort, pensé que era un buen muchacho, además, a primera vista se notó que mi hija le había gustado, por lo que supuse que era la mejor opción y al aceptar el matrimonio, me ofrecieron una dote, incluso más grande que la que yo iba a pedir, por orden de Kinhar – sonrió de lado – todo, para que mi apellido quedara relegado, pues ese era su objetivo realmente – respiró profundamente – en ese punto, ya no me podía negar, pues si lo hacía, sería traición y me destituirían, quitándome todo lo que por derecho me pertenecía, aunque pensé, “si mi hija será feliz, no habrá problema”, pero… me equivoqué – dijo con molestia, entornando los ojos.
Todos se mantenían en silencio, atentos a lo que el hombre contaba, excepto Mazki, quien se encontraba escribiendo sobre los pergaminos que había sacado, pues debía preparar todos los escritos para ser firmados.
-Mi pequeña Asim, al casarse, fue casi como si me la arrebataran – Shaka rechinó los dientes – la familia Kalzan le inculcó sus modos, sus creencias y lentamente, dejó de ser mi hija, para ser la esposa de Lort Kalzan – apretó los puños – aunque pensé que era lógico, pues Chayna, mi esposa, también cambió al unirse a mi familia, pero no sabía hasta donde estaba dispuesta Asim a llegar, por su esposo.
Shaka guardó silencio unos momentos y después prosiguió.
-Mi hija se embarazó, pocos meses después de casarse, pero lamentablemente, perdió no solo a su primer hijo, sino al segundo, un año después, en un segundo embarazo…
Con esa confesión, Naü abrió los ojos desmesuradamente, pues no sabía que su madre había estado embarazada, antes de tenerlos a él y a Maë.
-Después supe que, no habían sido perdidas naturales – suspiró – sino que, la familia la presionó, porque una vidente les había dicho que iban a ser niñas y lógicamente, ellos querían un varón, como primogénito.
Moriza se cubrió la boca, horrorizada por esa idea, pues aunque sabía que muchas familias preferían a varones, pocos creían realmente en lo que decían las mujeres llamadas ‘videntes’, pues pocas veces eran acertadas.
-Asim tardó casi tres años en volver a embarazarse y cada vez se sentía más inquieta, porque pensaba que si no le daba un heredero a su esposo, éste la dejaría… me dolía verla así – confesó el hombre – pero no podía consolarla, pues su fe en nuestro Dios, había sido empañada por otras creencias… pero, cuando se embarazó por tercera vez, decidí no separarme de ella, hasta que diera a luz y fue cuando la familia Kalzan y yo, casi rompimos relaciones por completo.
Shaka observó a Naü y le dedicó una mirada triste, para proseguir con su relato.
-Esa noche de invierno, mi hija entró en labores de parto y cuando todo terminó, la familia se horrorizó al ver que no era uno, sino dos niños – sonrió con tristeza – el primero, estaba al lado de mi hija, quien estaba inconsciente, pues debido al esfuerzo por tener a los bebés, estaba extenuada, mientras que el segundo, estaba llorando débilmente, en una pequeña cesta, al lado de la cama – un nudo en la garganta se hizo presente en el hombre – de inmediato corrí y lo abracé, dándole calor, porque era un bebé que lo necesitaba – ladeó el rostro a ver a Naü – pero mientras yo me preocupaba por que dejara de llorar, la familia Kalzan, estaba decidiendo cómo lo ejecutarían.
Naü empezó a llorar con sentimiento y Shaka ejerció presión en la delicada mano.
-Me opuse, ¡claro! Y no permití que lo tocaran, pues para mí, era un milagro de mi Dios, pues si esa familia había evitado que mi hija tuviera dos hijos antes, mi señor Derok, me estaba dando dos nietos esa noche, por eso exigí que Kinhar interviniera y lo hizo, en nombre de nuestra antigua amistad – el canoso suspiró – accedió a prohibir a la familia Kalzan que ejecutara al bebé, pero eso no evitó que no solo personas de la alta sociedad, sino la familia Kalzan, lo rechazaran por esa antigua creencia de las maldiciones, y eso incluyó a su padre también – dijo con pesar.
Naü limpió sus lágrimas, ahora entendía que su papá y la familia del mismo, desde un principio nunca lo quisieron, pero no podía culparlos, especialmente a su padre, pues era la manera en que había sido educado.
-Asim, mi hija, se mostró como una madre amorosa con ambos bebés, especialmente al notar que el segundo niño estaba delicado y enfermo, pues no miraba bien – los ojos grises de Shaka observaron el rostro de Naü, que portaba sus gafas – y los primeros años, lo cuidó y amó, como cualquier madre, pues su principal preocupación era atender a sus hijos… pero después, todo cambió…
El canoso apretó el puño que tenía libre y respiró profundamente.
-Una vez más, la manera de pensar de todos los Kalzan empezó a contaminar el corazón de mi hija y pensando que ciertamente, el segundo mellizo no era algo bueno para su familia, comenzó a rechazarlo, enfocándose más en su primogénito y lógicamente, para mí, eso estuvo mal – aseguró con frialdad – yo pedí muchas veces que me permitieran quedarme con Naü, que lo dejaran a mi lado pero, aunque el emperador Kinhar estuvo a punto de aceptarlo, falleció y el nuevo emperador, Menir, no dejó que me quedara con Naü, a sabiendas que si lo hacía, le daría mi apellido y entonces, mis bienes y posesiones tendrían un nuevo heredero, en vez de pasar a su familia, por medio de los Kalzan.
Yadell y Moriza entendían eso, el mundo dependía de las decisiones de los que tenían más influencia política y social.
-Aun así, mientras los niños crecían, la diferencia entre ambos era notoria, pero todo era por la educación que les daban – respiró profundamente – Maë, siendo el primogénito, recibía todas las atenciones y cuidados, así como libertades, mientras mi pequeño Naü – le dedicó una mirada triste al niño, quien seguía llorando – lo mantenían relegado, no le ponían atención, ni importancia, ni siquiera en la educación, la cual, intenté supervisar yo mismo, pero tampoco me lo permitieron… así ha sido hasta la actualidad, por eso ahora, con la bendición de nuestro Dios, voy a conseguir lo que se me negó hace tiempo y Naü, por fin, tendrá el apellido que merece – sentenció.
El pequeño castaño sollozó, en ese momento, comprendía porque el único que le tenía consideraciones y le demostraba cariño, era su abuelo y aunque ya sabía que era de esa manera, ahora más que nunca, agradecía que él estuviese a su lado, siempre. Por primera vez en su vida, se sentía bien por una decisión que había tomado; ahora estaba feliz de haber decidido usar el apellido de su abuelo, pues si la familia Kalzan nunca lo había querido, tampoco debían ser reconocidos como protectores de la meseta de su Dios.
-Naü – Shaka se puso de pie y caminó hacia el niño – no llores – pidió con tristeza.
-No – negó el de lentes y se limpió las lágrimas – ya no voy a llorar – intentó sonreír – te lo prometo… papá.
El canoso sonrió al darse cuenta que aunque el niño había sufrido, al escuchar esa parte de la historia que no conocía, seguramente se volvería más fuerte y ya no dejaría que la familia Kalzan lo hiciese sentir mal y si lo intentaban, él estaría a su lado, para cuidarlo y protegerlo, con todo el derecho que le correspondía. Le acarició el cabello, antes de volver a su lugar.
-Ahora que ya saben mis razones y están enterados de que por Naü haría cualquier cosa – prosiguió el hombre – es momento de hablar de un tema no menos importante…
-¿Qué…? ¿Qué cosa? – Moriza pasó saliva con dificultad.
Mazki levantó la mirada de los pergaminos – la situación del joven Naü, ahora que debe tomar posesión como Sumo Sacerdote, de nuestro Dios – sentenció con seriedad.
-Así es – Shaka asintió – es sabido que cuando una nueva familia toma posesión de los rituales de un Dios, se queda con todo lo que le pertenecía a la anterior – anunció con calma – propiedades, tierras, el castillo, el templo – enunció.
-Todo es para el Sumo Sacerdote – especificó Mazki – pero, es lógico que esto sea porque la familia se extingue y una nueva debe ocupar su lugar.
-Claro que este no es el caso – Shaka se cruzó de brazos – es por ello, que debemos dejar en claro la situación de los bienes que pasarán a Naü y a su descendencia, es decir, a los futuros Dioses – con estas palabras el niño sintió como un sentimiento de emoción se hacía presente en su pecho, pensando en tener retoños con Derok.
-Díganos, señora Quill – el escriba observó a Moriza – ¿ustedes tienen propiedades aparte, que su familia no haya recibido cuando tomaron posesión de este cargo, generaciones atrás?
-¿Posesiones? – preguntó la pelinaranja con nervios – la verdad… no – negó – lo poco que teníamos, fue vendido y las propiedades adquiridas fueron en nombre de la familia guardiana – suspiró.
-¿No recibió dote cuando se casó? – indagó Shaka.
-Sí, pero…
-La dote que yo pude aportar a la familia, fue minúscula – sentenció Yadell con algo de frialdad – realmente solo fue dinero en efectivo, era hijo único, así que mis padres vendieron todo lo que tenían para poder tener el patrimonio y poder cumplir con el trato, con los padres de Moriza.
-Significa que no cuentan con nada más, ¿cierto?
-No – Moriza negó, ante la pregunta de Mazki.
Naü se sorprendió, él sabía que en la ciénaga de Keroh, cuando la familia fue relegada, aún tenían propiedades, que no pertenecían al patrimonio del Sumo Sacerdote, por lo que la familia tenía fortuna, especialmente porque la familia Trallk, tenía muy buena relación con el emperador, quien era el padre de Tariq.
-Eso complica las cosas – suspiró el canoso.
-No se preocupe, señor Zadga – la pelinaranja sonrió – comprendemos nuestra situación y créame que no les causaremos problemas, sabemos que si yo me debo quedar, es para ayudar al joven Naü en su educación de Sumo Sacerdote, pero después deberé partir y… mi familia y yo, solo pedimos que nos permita quedarnos, hasta que esto pase… ya después, mi señor Derok proveerá.
-Señora Quill – Shaka puso un gesto serio – tengo entendido que su hijo Bade aún está aquí, en el castillo.
-Sí – asintió ella con miedo.
-Ni nuestro señor Derok, ni yo, permitiríamos que ese chico esté cerca de Naü, ¿comprende?
La mujer se asustó y aunque quiso replicar, prefirió guardar silencio, mordiendo su labio inferior, aunque sus ojos se humedecieron.
-Sé que es difícil para usted – prosiguió el canoso – pero sus hijos, cometieron un crimen y deben pagar.
-Lo sé…
-Sabe que atentar contra la vida de un integrante de una familia importante, tiene como castigo la muerte…
Moriza apretó la falda de su túnica entre sus manos, mientras Yadell respiraba profundamente, preparándose para el golpe que iba a recibir.
Naü volteó a ver a su padre – papá Shaka… – dijo con una voz débil.
El hombre lo miró de soslayo y luego se inclinó, estirando el brazo, para alcanzar la mano del niño, quién también había hecho esa acción – no te preocupes – le sonrió y luego fijó su mirada en la pareja – pero, gracias a la buena voluntad de Naü y a lo accesible y amable que es nuestro Dios – especificó – no pediré la ejecución para sus hijos, ni para sus anteriores sacerdotes.
Con esas palabras Moriza, Yadell y Xalla levantaron el rostro, asombrados; no podían creerlo.
-Para los sacerdotes implicados directamente, pediré trabajos forzados – prosiguió Shaka – para los demás, una pena mínima, aunque sabrán que eso los marcará de por vida – suspiró – y para sus hijos – levantó el rostro – pediré que les retiren el apellido, así, jamás podrán convertirse en señores de prestigio de nuevo y no tendrán derecho a ninguna facilidad, por lo que si quieren sobrevivir, deberán buscar un trabajo con qué ganarse la vida.
La sonrisa de Moriza tembló, sabía que no era una absolución completa y que sus hijos, acostumbrados a una vida fácil y sencilla, dónde todo se les daba, posiblemente sufrirían, pero era mejor que estar muertos.
-Gracias… – musitó la mujer, sin poder contener el llanto.
-Y con respecto a usted, su esposo y su hija – el canoso levantó una ceja – no podemos dejarlos sin un patrimonio – sonrió, consiguiendo llamar la atención de la familia.
-¿Qué quiere decir? – indagó Yadell, pues su esposa estaba sin habla.
-Es bien sabido que, cuando un sacerdote se retira, se le da una dote – explico el escriba – la señora Quill, también recibirá una dote justa por sus servicios y un pago por el trabajo de ser la maestra del joven Zadga – explicó.
-No… no entiendo – Moriza estaba asombrada.
-Sencillo – Shaka sonrió – debido a que ahora debo quedarme con mi niño – ejerció presión en la mano de su hijo – no volveré a la ciudad imperial, así que les dejaré mi casa, que obvio, no es tan grande como este castillo, pero es una de las más grandes de allá – explicó – de igual manera, se le otorgarán algunos de mis acres de tierra, no todos, claro, solo para que su esposo – señaló al pelinegro con un ademán – pueda tener cultivos con los cuales comerciar y además, se les dará algo de dinero para que tengan una dote, para que su hija se case con un buen hombre.
Moriza empezó a llorar de emoción – yo… no sé… no sé qué decir – dijo en medio de lágrimas.
-No diga nada – Shaka negó – lógicamente no tendrá tanta influencia como antes, pero no quedará en la calle, se lo aseguro.
-Señor Zadga – Yadell estaba estupefacto – no podremos agradecer jamás, tanta generosidad…
-Créame, señor Quill – el canoso sonrió de lado – no soy tan bueno, ni tan generoso como piensa en este momento – dijo con frialdad – de hecho, quería ejecutar a sus hijos con mis propias manos – contó sin vergüenza, consiguiendo que la familia se asustara – pero Naü se opuso y, después de hablar con él y nuestro señor Derok, quien le tiene mucha estima, señora Quill, decidí buscar mejores alternativas – aseguró – pero debe comprender, que si sus hijos intentan hacer algo de nuevo contra mi pequeño, no voy a tentarme el corazón…
-¡Papá! – el niño se asustó con esas palabras.
Shaka sonrió – tu sabes que es cierto, pero mientras nada pase, seré bueno, como tú – le guiñó un ojo – para que no digan que tienes como padre a un monstruo, ¿de acuerdo?
Naü sonrió más tranquilo – está bien – asintió con una dulce sonrisa en sus labios.
-Bien, antes de cenar – Shaka buscó la mirada de Moriza – Mazki preparará la documentación que llevará mañana mismo a la ciudad imperial, pero usted también tienen que traer a su administrador para que esté presente, en todos los tramites.
-Yo soy el administrador – dijo Yadell con seriedad.
-¡Perfecto! Así no habrá problemas – sonrió el canoso.
-De nuevo, ¡muchas gracias, señor Zadga! – sonrió Moriza – pero antes de realizar esos trámites, me gustaría presentarlos ante la servidumbre y decirles que son los nuevos señores de la meseta – anunció – además de planear la presentación del joven Naü, pues Wared ya envió el mensaje de que hay nuevo Sumo Sacerdote, quien es pareja de nuestro Dios.
Naü se sobresaltó – ah, sobre eso… – dijo a media voz, pero no se atrevió a decir más.
-¿Ocurre algo? – preguntó la pelinaranja, pero el niño bajó el rostro, sin contestarle.
Shaka se acercó a su hijo y le puso la mano en el hombro – adelante, dile…
-Es que…
-Que no te de pena – instó su padre – es tu derecho y si es una necesidad para ti, debes pedirlo.
Moriza se acercó al escritorio y le sonrió al niño – joven Naü, ahora soy su tutora – dijo con suavidad – puede tenerme confianza, así, podremos conocernos y le ayudaré mejor en lo que necesite, no se preocupe.
-Es que… yo – el menor acomodó sus gafas – yo… quisiera que mi presentación fuese después –dijo bajando la voz, pero la mujer lo escuchó.
-¿Después? ¿Alguna razón en especial?
-Es que – el niño estrujó las telas de su túnica – yo… quisiera aprender lo básico de ser sacerdote, antes – anunció – no quisiera avergonzar a mi señor Derok y… bueno… pensé que… si es posible… podríamos retrasarlo para uno o dos meses más… si se puede.
-¡Por supuesto! – sonrió la pelinaranja, consiguiendo que el castaño se sorprendiera – algunas veces, cuando se acepta un sacerdote antes de tiempo, solo se anuncia a los demás templos y a los líderes políticos, pero la presentación ante los mismos, se prepara para después, especialmente si el sacerdote aun no cumple los dieciséis años – explicó – porque es lógico que sea necesario hacer preparativos, adecuar sus ropas y aunque ya pueda recibir a los peregrinos, en nombre de nuestro Dios, aún necesita supervisión – dijo con seriedad – pero por la presentación oficial, usted decida la fecha y nosotros enviaremos las invitaciones adecuadas, no se preocupe – dijo condescendiente – la única condición es que no sea en luna llena.
-¿Por qué? – preguntó el niño, confundido – creí que los rituales en luna llena eran los más importantes…
-Y lo son – Moriza asintió – pero esos son para orar a nuestro Dios, no para departir con otras personas – suspiró – en una presentación, se hace una recepción, un ritual en el día y se acaba con una fiesta en la noche, por eso no puede ser en luna llena.
Naü respiró aliviado – siendo así, entonces, que sea después de la primera luna de otoño – respondió de inmediato, pues sabía que en la primera luna de otoño, Tariq se casaría y Derok le dijo que irían juntos.
-De acuerdo – asintió la mujer – entonces, prepararemos todo.
* * *
Después de la cena, Naü fue a su nueva habitación, iba acompañado por Herit, quien por orden de Shaka, supervisaba que Lalui y Jirare, los dos siervos que el canoso había designado, pues ellos ya conocían al niño.
-¿Desea algo más? – preguntó la joven de cabello guinda, con una gran sonrisa en sus labios.
-No, gracias Jirare – sonrió el niño.
-Cualquier cosa, no dude en llamarnos – pidió el joven de cabello purpura – sabe que a cualquier hora, vendremos a ayudarle.
-No te preocupes, Lalui – Naü bajó el rostro, apenado – posiblemente no esté en toda la noche…
-Nos retiramos, joven Zadga – Herit hizo una reverencia – su padre seguramente se desvelará, pero dijo que mañana vendría a verlo en la mañana.
-Gracias Herit – el niño hizo un movimiento con el rostro – descansen – pidió y se subió a su cama.
Cuando los siervos se fueron, el castaño dejó sus gafas de lado y puso las manos cerca de su pecho, para empezar a orar; sabía que Derok le había dicho que iría por él, pero no sabía a qué hora, así que descansaría un poco.
-¿Tan pronto piensas dormir? – la voz seria del Dios sobresaltó al ojigris.
-¡Mi señor! – dijo con nervios y buscó sus gafas una vez más – lo siento, es que nos sabía si vendría temprano…
-Estoy esperando desde hace un rato – sonrió el de ojos naranjas, acercándose a la cama – y dime, ¿cómo te sientes después de todo lo que hablaron? – preguntó al sentarse en la orilla y acariciar la mejilla del niño.
-Bien – Naü movió el rostro, ahondando la caricia – aunque fueron muchas emociones para un solo día – sonrió.
-¿De verdad? – Derok suspiró – entonces, te dejaré descansar…
-¡No! – el castaño se asustó – yo… realmente… quería ir a su árbol de vida…
-¿A mi árbol de vida? – la deidad levantó una ceja – ¿y para qué?
-Pues… para… ah… usted sabe… – el ojigris sintió que su rostro ardía – hacer… hacer lo que hicimos anoche.
-¿De verdad quieres hacer eso?
-Sí – musitó el niño, sintiéndose avergonzado, pero no quería mentirle a su Dios.
-Para eso, no necesitamos ir a mi árbol de vida – musitó Derok, acercándose a los labios de su pareja – o ¿no quieres hacerlo aquí? – indagó divertido, rozando los labios del niño con los suyos.
-Mi señor – Naü entrecerró sus ojos – con usted, lo haría en cualquier lugar – aseguró, ofreciendo sus labios para ahondar más el beso.
-No – el mayor se alejó y puso un gesto serio – dime como me dijiste en la tarde – pidió haciendo un mohín.
-¿En la tarde? – el castaño acomodó sus gafas y trató de hacer memoria, fue cuando recordó esa palabra que salió sin que lo pensara – ah… ¿amor?
-Sí, pero… no suena igual – Derok levantó una ceja, pues cuando Naü le había dicho esa palabra horas antes, había sonado distinto.
El niño rió y después, respiró profundamente, movió sus manos hasta el cuello de Derok y acercó su rostro, ofreciéndole los labios una vez más – amor… – dijo con todo el cariño que sentía por el otro – quiero estar junto a ti, toda la noche… como ayer…
El joven Dios sintió que su corazón latía acelerado, especialmente porque la palabra ‘amor’ que el castaño había dicho en ese momento, tenía un matiz tan perfecto para él, que su mente empezó a nublarse.
-Por supuesto, mi niño – sonrió, antes de besar con deseo a Naü y recostarlo lentamente contra el lecho.
Las caricias empezaron, un tierno preludio a la noche de pasión que les esperaba, donde reafirmarían lo que sentían, el uno por el otro.
* * *
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