Capítulo XIV
Al amanecer, Naü tenía un ligero dolor de cabeza, lo que preocupó a Derok, así que no le permitió levantarse del lecho, a pesar de que el menor le aseguró que no era nada. El castaño estaba sumamente avergonzado, pues recordaba a la perfección la noche anterior, pero la deidad no parecía querer tocar el tema, por lo que prefirió callar; por su parte el joven Dios, no quería hacer sentir mal al menor y a sabiendas que el ojigris era sumamente sensible cuando se trataba de ciertos temas, decidió darle su espacio, pero lo atendió con mucho cuidado, procurando llenarlo de cariños, para que se diera cuenta que después de lo que había ocurrido, lo quería más de lo que se podía imaginar.
Después de mediodía, Derok le pidió permiso a Skoll, para que Miley acudiera a la meseta, a ayudar a Naü con su arreglo y el albino accedió amablemente, a sabiendas que el niño no tenía siervos que le ayudaran en ese día y como sería especial, su cuñado deseaba que fuese perfecto. Por eso, el Dios de ojos naranjas volvió a llevar a Naü a la caverna de las telas y ropas, para que escogiera lo que usaría ese día; el castaño buscó entre todas las túnicas que había, encontrando una del blanco más puro que podía existir y esa fue la que agarró. También buscó algunos adornos para su cabello, pero en esos, Derok le ayudó a elegir, prefiriendo accesorios que no tuvieran nada de metal trabajado, al contrario, eran hechos piedras brillantes, piel y listones.
Derok fue al templo y como ya había nuevos sacerdotes, elegidos el día anterior, le fue más difícil poder obtener los aceites y esencias para que Naü se preparara como un sacerdote de verdad; al final, las cosas estaban dispuestas para que el niño pasara por ese proceso tan exclusivo y el Dios solo debía esperar a que empezara a ocultarse el sol, para poder reclamar al castaño como suyo, completamente.
* * *
-Esta agua está roja, Miley – dijo el menor asustado, al notar que después de que la pelirrosa vertiera un frasquito en el líquido transparente, este se volvió color carmesí.
-Lo sé, mi joven señor – sonrió ella – es por el aceite de flor de sangre – explicó.
-¿Por qué debo bañarme con eso? – preguntó intrigado.
-Es necesario, para que sea purificado – contestó la chica y luego se acercó al niño, ayudándole a limpiar el cabello, con un jabón especial que le envió Skoll – ahora, cierre los ojos y deje que yo me encargue de todo.
-Está… está bien… – el castaño se alzó de hombros y permitió que Miley lo preparara, pues él realmente no comprendía el porqué de las cosas que tenía qué hacer ese día.
Cuando el niño salió del baño, la chica le entregó unos aceites del templo, con los cuales debía cubrir su cuerpo, después, le colocó las túnicas ligeras y al final, la que él había escogido; en el cabello, la joven le realizó un peinado sobrio y elegante, con una trenza en la parte superior y lo demás, recogido cerca de la nuca, aunque con algunos mechones sueltos, dándole un aire más natural.
-Listo – anunció la pelirrosa y le puso enfrente, un espejo que también había llevado – ¿qué le parece?
Naü se sorprendió, acomodó sus gafas y tocó su rostro – de verdad, ¿soy yo?
-¡Por supuesto, mi joven señor! – rió ella – ahora, sus zapatos – le acercó unas nuevas calzas que Skoll le había enviado y finalmente, la chica le entregó un colgante – el señor Derok me dijo que se lo diera, pero que no se lo pusiera – explicó.
Naü observó el enorme dije con el grabado de una flor en la parte frontal – que linda – sonrió y la delineó con su dedo índice.
-Bien, ya está listo – Miley dio palmaditas frente a ella – ahora, voy a avisarle al señor Derok…
Con esa indicación, la pelirrosa desapareció.
Naü seguía en la silla que Derok había hecho ahí, para él; movía sus pies inquieto, estaba nervioso, así que cerró los ojos y suspiró.
-Mi señor, por favor… que todo salga bien – musitó con debilidad.
-¿Por qué no saldría bien?
La voz de la deidad se escuchó detrás y el niño se puso de pie de un salto, girando para verlo. El de lentes sonrió nervioso, mordiendo su labio, un tanto ruborizado; sabía que el mayor lo escuchaba siempre, pero normalmente lo olvidaba y terminaba orando, aunque ahora se avergonzaba de que el otro pudiera saber todo de él, de esa manera.
Derok caminó embelesado hasta Naü; sus manos acariciaron las mejillas, descendieron por el cuello y se sintió molesto de no poder bajar más, disfrutando el tacto de la piel trigueña, pues las túnicas no se lo permitían, pero debía admitir que esa ropa le quedaba bien y le hacía lucir, a pesar de que no era la ropa del Sumo Sacerdote.
-Cada vez, te miras más hermoso…
El menor se sobresaltó por esas palabras y al levantar el rostro, su sorpresa fue mayor, pues Derok lo besó en los labios; al separarse, el de ojos naranjas se relamió los labios, el sabor del castaño era aún más dulce de lo normal.
-Despídete de Miley – sentenció el Dios – ella debe volver con mi hermano y nosotros, debemos ir a otro lugar.
-Sí – asintió el menor, se acercó a la pelirrosa y movió las manos hasta las de ella, para que la chica le permitiera ‘tocarla’ y cuando lo hizo, él sonrió – muchas gracias por todo, Miley – hizo una ligera reverencia con el rostro.
-No es nada, mi joven señor – Miley hizo una gran reverencia – fue un placer atenderlo – dijo con sinceridad y al incorporarse le guiñó un ojo – suerte – susurró en medio de una sonrisa.
En ese momento, Derok ya había hecho la invocación del portal a una orilla del islote y la joven fue hasta el mismo, cruzándolo con rapidez; del otro lado, Nyrn esperaba a la chica, pero Skoll no estaba, pues aunque era temprano para ellos, el albino debía empezar su propia purificación a temprana hora, yendo al manantial.
-“Derok…” – Nyrn observó a su hermano con media sonrisa – “…tómalo con calma, ¿de acuerdo?”
El de ojos naranjas levantó una ceja y luego frunció el ceño – ¿a qué te refieres?
-“Solo, no te precipites, después de todo, a pesar de que podemos controlarnos, en ciertos momentos podemos salirnos de control y no creo que te guste lastimar a Naü, ¿o sí?...”
Derok bajó el rostro, recordando la noche anterior y el cómo, con un poco de lucidez, pudo evitar hacerle daño – no, no me gustaría…
-“Bien…” – asintió el mayor – “…solo procura que tu pareja sea feliz y no habrá problema…” – le guiñó un ojo, finalmente, el portal se cerró.
La deidad hizo un mohín y luego pasó la mano por su cabello, antes de girarse hacia Naü.
-De acuerdo, deja el medallón en la silla, porque es hora de irnos…
El castaño sonrió nervioso – está… está bien – su voz tembló y después de dejar el dije en la silla, acomodó sus gafas con un poco de torpeza.
-Ah, lo olvidé – el mayor palmeó su frente – tus lentes tienen metal y si te los quitas no mirarás nada…
-¿Tiene…? ¿Tiene algo de malo? – indagó el ojigris, recordando que Miley le entregó el dije, pero le dijo que no se lo pusiera.
-Sí, es que hoy, hay más protección a dónde vamos y no se puede pasar con objetos de metal trabajado – suspiró – bueno, las quitaré solo por hoy, aunque tendré que poner a más animales a cuidar… vamos, no quiero que se haga más tarde – Derok se acercó a Naü y lo levantó en brazos, como siempre – esta noche – musitó cerca de los labios del niño y rozó su nariz contra la del otro – haré lo que sea para que seas feliz – prometió, consiguiendo que el castaño sintiera que su corazón se aceleraba por esas palabras.
Finalmente, el Dios empezó a correr, pues ya faltaba poco para que el sol se ocultara completamente.
* * *
Minutos después, llegaron al islote, con la cueva subterránea, pero Naü se sorprendió, pues ese día, en toda la superficie, había un vaho sumamente espeso, que llegaba a las rodillas de Derok; esa extraña neblina, no permitía ver lo que se pisaba, ni dónde estaba el enorme agujero, que normalmente solo era ocultado por los árboles que estaban alrededor, incluso, todo se miraba un poco lúgubre.
Derok miró a todos lados y musitó unas palabras que el niño no entendió.
Rápidamente, la neblina empezó a disiparse, permitiendo que todo regresara a la normalidad y Naü volvió a ver el enorme agujero, pero a la vez, escuchó ruidos cercanos; como si plantas y hojas que había alrededor, crujieran y se movieran porque algo o alguien, pasaban cerca.
-Cuiden alrededor – ordenó Derok con seriedad y fue cuando Naü entendió que las bestias habían llegado, aunque él no podía verlas, por las sombras de los árboles.
Algunos gruñidos fueron la respuesta a esa indicación y Derok caminó hacia la entrada de la cueva, con Naü en brazos.
Al llegar a la orilla el mayor miro al cielo – aún falta para el plenilunio – anunció – pero no te preocupes, la espera valdrá la pena, te lo aseguro.
Apenas terminó de hablar, dio un paso y se dejó caer al fondo, llegando al islote de inmediato; Naü ya conocía esa sensación, pues la había experimentado antes, aunque había aprendido a dejar un poco de lado el miedo, especialmente al estar en los brazos de su Dios. Cuando Derok permitió que el castaño pusiera los pies en el islote, el niño le sonrió.
-Mi señor – musitó el de lentes – ¿por qué vinimos aquí?
-Ah, eso – el de ojos naranjas sonrió ampliamente – la primera vez que te traje, te dije que aquí estaban las cosas importantes y un tesoro, pues este… – hizo un ademán, señalando el islote – es el más grande tesoro de la meseta.
Naü levantó una ceja – ah… no… no comprendo – mencionó contrariado, acomodando sus gafas, en el puente de su nariz.
-Para los humanos, el oro, las joyas y todas esas cosas, son sus tesoros – anunció el mayor – para los dríades, lo más importante, son los lugares donde nuestra familia está, estará o en su defecto, estuvo – suspiró y sujetó a Naü de la mano – este lugar, era en donde se encontraba el árbol de vida de mi madre – confesó con orgullo.
Los ojos grises del niño se abrieron con sorpresa y luego miró a todos lados – ¿aquí? – preguntó incrédulo, pues aunque el enorme agujero de la cámara era inmenso, al pensar y compararlo con el tamaño del árbol de vida de Derok, le parecía que era pequeño.
-Sí – Derok asintió – el árbol de mi madre era un poco diferente al mío – sonrió, imaginando el por qué para el niño era difícil imaginar la situación – no todos los árboles son iguales – explicó – y el de mi madre, tenía una base enorme, pero a cierta altura, el tronco era más delgado y sus ramas subían hasta salir por el hueco – señaló hacia arriba.
-Y… ¿por qué era tan diferente al suyo? – Naü seguía confundido – es decir… por lo menos deberían parecerse un poquito, ¿no?
-Como planta, se adaptó a la situación – el mayor le restó importancia – lo primordial era proteger el tronco y su base, que era donde mi madre dormía, mientras que las ramas buscaron la luz del sol y de la luna, creciendo lo más alto que podían – sonrió – pero mi madre pensó que yo debería tener más libertad y menos problemas – ladeó el rostro – así que me sembró en el islote, protegido por los animales…
-Creo que comprendo – asintió el menor – y usted… ¿piensa poner una semilla aquí?
-No es una mala idea – Derok rió – pero si lo hiciera, mi retoño sufriría para adaptarse también – suspiró – así que, no – negó – he pensado que sería mejor sembrarlo en uno de los islotes, así estaría cerca de nosotros y podríamos cuidarlo.
Naü respiró más tranquilo, pues la idea de tener que bajar siempre a ver al pequeño árbol, no era algo que le agradara del todo, ya que tanto Skoll como Tariq, le comentaron que sus hijos estaban muy lejos de dónde se encontraba el árbol de vida de sus Dioses y eso le preocupaba al niño; imaginar que si tenía ‘retoños’ como les llamaba Derok y pensar que nacieran como él, enfermos o con deficiencia visual, que los obligara a depender de otros, le daba miedo.
-Pero si vinimos aquí, es porque hoy, en luna llena, debo sembrar mis flores de sangre, como muestra de respeto a mi familia – explicó – solo que, a diferencia de siempre, que normalmente pongo unas cuantas, en caso de necesitarlas, esta vez, lo haré a lo grande…
-¿Muestra de respeto a su familia? – el niño lo miró confundido, pues no comprendía esa tradición.
-Cuando mi madre vivía, cada luna llena, íbamos a la zona donde en antaño abundaban las dríades, que era en zonas donde los humanos no pueden llegar – sonrió – ahí estaba el lugar donde la madre, de mi madre – se señaló con la mano – había vivido y muerto, ahora, hay muchos árboles y yo, vengo aquí, justo donde mi madre vivió y murió – ladeó el rostro – es una manera de rendirle tributo a su memoria.
-Comprendo…
-Ven – Derok sujeto la mano de Naü y lo llevó a una orilla del islote, creó una silla con raíces y lo sentó ahí – dame un momento, porque tengo varios siglos que no siembro muchas – se alzó de hombros y volvió al centro del islote.
El Dios extendió su brazo, habló en su idioma, su cuerpo brilló ligeramente y se hizo un corte profundo en la mano, permitiendo que su sangre brotara y empapara el suelo del islote; las lianas empezaron a crecer con rapidez, llenando toda la caverna de inmediato, incluso, yendo hacia las cámaras más profundas, subiendo por las paredes y llegando hasta el enorme agujero en el techo. Cuando detuvieron su crecimiento desmedido, se llenaron de hojas grandes y con forma de corazón; finalmente, los capullos de las flores rojas se hicieron presentes, cubriendo gran parte de las lianas. El de lentes estaba impresionado, parecía todo tan irreal, pues ver una planta crecer a esa velocidad no era normal para él.
-¡Listo! – Derok sacudió su mano y su herida se cerró de inmediato – había olvidado que se extendían más de lo que deben – dijo divertido – ahora, debo poner la protección de la cascada secundaria…
-¿Protección? – el ojigris aún no salía de su asombro y no podía asimilar lo que el otro le decía.
-No puedo permitir que el polen que suelten las flores, salga de aquí – anunció cerrando los ojos y sus manos brillaron en un tono parecido al de su cabello, una especie de polvo brillante, empezó a caer de sus dedos y se movía como si pequeñas ráfagas de viento lo llevara a su destino, perdiéndose hacia la salida de ese riachuelo subterráneo, poniendo una barrera que permitía pasar el agua y peces, pero no dejaría que el polvo carmesí saliera de ahí, pues nadie más debía verlo.
El castaño estaba impresionado, sabía que Derok era un dríade, pero no tenía idea que tanto podía hacer y ahora que miraba esa extraña “magia”, se preguntaba, qué tanto alcance tenía el mayor.
-¡Terminé! – el de ojos naranjas se giró y le sonrió a su compañero – está todo listo – anunció, acercándose al niño y ofreciéndole la mano, para que se incorporara – y además, también hay… – con un chasquido, unas enredaderas bajaron por el enorme agujero, llegando hasta ellos, con varios odres – ¡vino de palma!
-¡¿Vamos a beber aquí?! – Naü se asustó.
-Por supuesto – asintió el otro – hoy, tú te convertirás en mi pareja y hay que celebrarlo, ¿no crees?
-Pero… ¡¿aquí?! – el niño seguía sin poder creerlo.
-¿Qué tiene de malo?
-Bueno… es que… si aquí fue donde su mamá… es decir… – el ojigris titubeó – es una falta de respeto… ¿qué tal si su espíritu se molesta?
-Ah, no te preocupes – Derok se alzó de hombros y destapó un odre – el espíritu de mi madre no está aquí, eso te lo aseguro – sonrió y le dio un trago al vino – además, si aquí fue dónde mis padres se unieron para que la semilla de dónde yo nací, germinara, creo que es el mejor lugar para unirme a ti – le guiñó un ojo.
Naü quiso objetar, pero no encontraba una manera correcta de hacerlo, así que supuso que solo debía aceptar lo que el otro decía – bueno… si dice que no tiene nada de malo – suspiró.
-Anda – el de ojos naranjas le acercó el odre – te aseguro que no haría nada indebido, al menos no desde el punto de vista de mi madre, porque aun no entiendo a los humanos del todo…
El castaño hizo un mohín, sabía que la deidad no sabía nada de las costumbres humanas, pero ciertamente, era respetuoso de las tradiciones de las dríades, por lo que no haría nada malo.
-Está bien – sonrió y sujetó el odre, dándole un pequeño sorbo antes de devolverlo.
Derok le sonrió, aceptando el recipiente, pero solo para dejárselo a una enredadera, a que lo cuidara. La deidad acercó a Naü, abrazándolo e inclinándose hasta besarlo en los labios con lentitud, degustando el sabor del menor, mezclado con el vino de palma; el de lentes correspondió el beso, aunque le pareció demasiado corto, pues esperaba algo como lo que había ocurrido la noche anterior.
-¿Quieres cenar? – preguntó el mayor en un murmullo.
Naü negó de inmediato.
-¿Quieres hacer algo antes de…?
El niño volvió a negar, aunque sentía que sus mejillas ardían, pues imaginaba lo que el otro quería decir, a pesar de que no terminó la frase.
El de ojos naranjas sonrió y se inclinó, acercándose al oído del menor – ¿quieres que…? – indagó con voz suave – ¿…te pruebe ya?
El castaño suspiró, pues le había causado escalofrío el sentir el aliento del Dios, cerca de su oreja; sus pequeñas manos sujetaron el ropaje de la deidad, pues por un segundo, sintió que sus piernas no lo sostendrían.
-Responde – presionó el otro, sintiéndose algo ansioso.
-Mi… mi señor – el niño pasó saliva – si le dijera lo que quiero en verdad… podría pensar que soy un chico atrevido y… me da… me da vergüenza – confesó.
Derok levantó una ceja – realmente, jamás pensaría algo malo de ti – dijo con seriedad – pero no quiero hacer algo que te incomode o moleste, por eso quiero que seas sincero, por ti mismo…
Naü se mordió el labio, quería ser sincero, ansiaba serlo y decirle todo lo que deseaba y quería probar a su lado, pero no se atrevía – quizá… quizá si bebo un poco más… pueda darme un poco de valor y decir… lo que quiero…
-De acuerdo – el Dios lo sujetó de la cintura y lo besó, antes de moverlo, para sentarlo sobre las enormes lianas del piso y acercarle el odre de vino – adelante.
Naü sonrió nervioso y empezó a beber del recipiente, mientras Derok bebía de otro, aunque el mayor sabía que el niño no necesitaba mucho para empezar a hablar, pues la noche anterior, había bebido muy poco.
Después de que se bebió medio recipiente, el castaño empezó a sentir más confianza, pues las inhibiciones empezaban a desaparecer lentamente.
-Mi señor… – el niño llamó con algo de timidez.
-¿Sí? – la deidad seguía bebiendo, pues para que a él le afectara la bebida, necesitaba muchas odres más.
-¿Sabe…? lo que yo realmente deseo es… – una risita nerviosa lo asaltó – volver a probar su… su savia – confesó antes de reír una vez más, sintiendo que su rostro ardía.
-Ah, eso – el de ojos naranjas sonrió – supongo que te gustó – dijo sin tomarle mucha importancia – a mí también me gustó probar tu semen.
Naü se sorprendió por un momento y luego empezó a reír; le daba vergüenza pero a la vez, le causaba gracia que su Dios lo dijera de una forma tan natural, algo que en la sociedad humana era demasiado atrevido e incluso, jamás, alguien diría eso con tanta facilidad.
-Bueno… si no le molesta – el castaño se mordió el labio, nervioso – ¿podríamos…? ¿Podríamos hacerlo de nuevo?
-¡Claro! – Derok asintió – pero me gustaría poner en práctica algo que leí – pasó la mano por su cabello.
-¿Qué cosa? – indagó el ojigris, buscando la mirada naranja.
-Debo prepararte para lo otro – se alzó de hombros – así que, podría hacerlo, mientras tu pruebas mi savia…
-¿Cómo? – Naü no tenía mucho conocimiento sobre sexo, así que no entendió lo que su pareja quería decir.
Derok sonrió divertido, dejó el odre de vino de lado y estiró los brazos hasta el niño, sujetándolo por la cintura y moviéndolo con suma facilidad, acercándose a él, mientras lo recostaba sobre el lecho de musgo, que se había formado bajo el pequeño cuerpo, antes de recostarse sobre él.
-Hoy, serás completamente mío – sentenció con orgullo.
Una vez más, el dios desnudó al niño, pero en esa ocasión, estaba más ansioso que el día anterior; quería volver a disfrutar la tibieza de esa piel trigueña, el dulce sabor de ese delicado cuerpo que se ofrecía para él y sobre todo, quería volver a ver esa faceta de Naü, en la que correspondía sin su timidez natural, que a pesar de que le gustaba, en ocasiones le hacía pensar que no le tenía suficiente confianza.
El castaño, por su parte, se dejó hacer, permitiendo que la deidad lo desvistiera, acariciara y besara; sus manos acariciaban los mechones aqua de Derok, en completa sumisión, disfrutando de sentirlo cerca de él e inconscientemente, guiándolo hacia dónde le gustaba sentir la lengua del mayor, así como sus labios y las ligeras mordidas que le daba. El Dios besó, lamió y disfrutó de Naü, especialmente los pequeños pezones que se pusieron erectos por sus caricias, aunque debido a eso, el otro percibió una fragancia ligeramente diferente al día anterior; la piel del ojigris, ahora tenía un poco de él, a pesar de que el día anterior no habían intimado del todo, seguramente el hecho de que el niño probó su savia, había provocado un cambio. Esa simple idea hizo feliz al mayor, pues el castaño ya era suyo, aun antes de tomarlo completamente.
Derok siguió bajando, pues su verdadera meta era dejar desnudo a Naü; sus dedos y labios reconocieron el cuerpo del niño y besó devotamente el abdomen plano, donde seguramente, su semilla germinaría sin problema. Finalmente, llegó al sexo del castaño y lo estimuló hasta ponerlo erecto, con lo cual, los gemidos de Naü hicieron eco en el enorme recinto, pues el menor no se pudo contener.
Mientras el mayor ocupaba su boca en darle placer al niño, su ropaje de hojas y ramas se desprendió de su cuerpo, para permitir que empezara su cambio, pues le había ofrecido su savia al castaño y no lo quería hacer esperar más, además, era el momento de empezar su trabajo.
Naü aún no llegaba a orgasmo, por lo que no pudo evitar soltar un sonido, a modo de reproche, cuando Derok se alejó de él.
-¿Por qué…? – preguntó sin poder ocultar su ansiedad.
-Porque debo empezar a prepararte – anunció el mayor, incorporándolo también, dejándolo sentado y luego se recostó, llevándolo con él, dejándolo sobre su cuerpo – quieres mi savia, ¿no es así? – preguntó divertido – entonces pruébala, pero, necesito que te voltees.
-¿Voltearme? – el castaño acomodó sus gafas, que por lo que había ocurrido antes, se habían movido – ¿cómo quiere que me voltee? – preguntó un tanto confundido.
-Ah… – Derok no sabía cómo explicar lo que había leído, así que optó por hacerlo él – mejor yo te acomodo.
Como si el niño se tratara de un muñequito, la deidad lo movió a voluntad, dejándolo aún sobre su cuerpo, pero el rostro del menor quedó cerca del miembro erecto del Dios, mientras que sus piernas quedaban cada una, a los lados del rostro de Derok. La posición para Naü era sumamente embarazosa y sintió que su rostro ardía, al sentir como el otro separaba sus nalgas, para observar su parte oculta.
-¡Vaya! – el aliento de Derok, cerca de la entrada del menor, consiguió que el niño se estremeciera y su piel se erizara – no pensé que se viera tan bonito – prosiguió, mientras su dedo delineaba el pequeño ojete, con sumo interés – ahora, debo hacer que te sientas bien y humedecerlo, para que no te duela.
Neü gimió, sintió que su cuerpo temblaba, pero rápidamente, al sentir algo de humedad y el como la lengua traviesa se movía en ese lugar tan sensible, no pudo evitar gritar. La situación lo sobrepasaba, no sabía lo que estaba ocurriendo, ni tampoco podía explicar lo que sentía, pero no podía negar que lo disfrutaba. En medio de todas esas sensaciones que le estaban haciendo perder la cabeza, aún y que no tenía del todo acomodados sus lentes, pudo observar como la savia rezumaba del miembro de Derok; el deseo, la lujuria y por sobre todo el placer, le nublaron la mente y solo reaccionó por instinto, empezando a chupar y lamer con deseo, disfrutando ese líquido dulce y pegajoso que tanto le había fascinado.
El joven de ojos naranjas se detuvo por unos segundos, al sentir la lengua traviesa de Naü, delinear todo su pene y engullirlo casi por completo; ahora, el niño estaba comportándose diferente al día anterior, pero realmente le gustaba esa faceta y especialmente, saber que solo lo haría con él. Por ello, se atrevió a introducir un dedo en la pequeña cavidad, tratando de dilatar con cuidado, pero no previó que debido a eso ocurriría algo que esperaba, llegara después.
Al sentir el dígito entrar en su cuerpo, la sensación para el castaño fue extraña, completamente nueva; era algo que jamás imaginó que experimentaría pero además, le era sumamente placentero, por lo que cuando el dedo se introdujo un poco más y tocó un pequeño punto que pareció provocarle una descarga eléctrica que lo recorrió de pies a cabeza, no pudo evitar llegar al orgasmo, gimiendo ahogadamente, porque el miembro de la deidad, aún estaba en su boca. Su cuerpo se tensó, apresando con fuerza el dedo intruso y su semen, se regó en el pecho de su Dios.
Derok se sorprendió, pues no pensó que pudiese pasar tan rápido, eso que esperaba ocurriera cuando depositara su savia en el interior del pequeño cuerpo, pero la inquietud lo invadió, al sentir como el niño se alejaba de su sexo, recostándose cansado sobre su cuerpo, sin moverse.
-¿Naü? – preguntó intrigado y lo movió con cuidado, recostándolo en el lecho y acercándose a su rostro – ¿te lastimé?
Las manos del ojigris, se movieron con torpeza, acomodando las gafas en su rostro y sonrió con debilidad, aunque ese gesto, consiguió que el corazón del mayor se acelerara; era una mirada de devoción y felicidad, mezclada con el infinito placer que aún sentía, después de haber llegado al orgasmo, por segunda vez en su vida y en esa ocasión, había sido mucho mejor.
-No – respondió en un murmullo – fue… increíble.
La deidad le acarició la mejilla con cuidado y le correspondió la sonrisa – ¿quieres que sigamos? Si estás cansado, podemos esperar para…
-No – el niño movió el rostro, ahondando la caricia – sigamos… – lamió con sensualidad un dedo del otro – esta vez, quiero experimentar todo con usted, mi señor…
Derok pasó saliva ante ese gesto, que extrañamente le provocó un deseo irracional por ese niño que tenía enfrente. Como si estuviera hipnotizado, se movió con lentitud, sin apartar la mirada de esos ojos grises que se mostraban tras los cristales, mirándolo con anhelo.
Naü se dejó mover por el mayor, quedando contra el lecho, mientras Derok se acomodaba entre sus piernas; las manos frías de la deidad acariciaron la piel de esas delgadas y suaves extremidades, subiendo lentamente hasta la cadera, logrando que la respiración del castaño se acelerara y su cuerpo temblara.
-¿Tienes miedo? – pregunto el joven de ojos naranjas, al inclinarse sobre el menor.
Naü relamió sus labios, pues estaban secos y luego, movió sus manos, enredando sus dedos en las hebras verdes que caían entre los mechones aqua de Derok; esas largas y delgadas lianas caían a los costados, como si de una melena abundante se tratara.
-No… – respondió al fin, después de suspirar – solo… solo estoy… nervioso…
-¿Por qué? – la deidad besó las mejillas y la comisura de los labios del niño, mientras acercaba la punta de su miembro, a la pequeña entrada que momentos antes había tocado con su dedo.
-Porque… no sé… no sé qué debo… hacer… – musitó y se estremeció, al sentir la punta húmeda del pene del mayor, contra sus nalgas – y no quisiera… no quisiera decepcionarlo…
-Yo tampoco sé – Derok lo besó con delicadeza y se alejó, para verlo a los ojos – pero sé que, suceda lo que suceda, jamás me decepcionarás, Naü Zadga.
El castaño sintió que el aire escapaba de sus pulmones; escuchar a su Dios decir su nombre, con el apellido de su abuelo, lo hizo feliz. Era como si fuese una persona diferente, una persona a quien su estatus o condición no lo marcaban, ni mantenían temeroso de lo que pudiera ocurrir y eso le daba una sensación de absoluta libertad, para amar a Derok sin miedo a que la deidad se avergonzara de él, por ser quien era, pues aunque el otro le dijo que eso no le importaba, para el niño, el estigma que la familia Kalzan le había puesto, era un peso que difícilmente podía quitarse de encima.
-Derok… – susurró el niño, ofreciéndole sus labios, pasando las manos por la nuca del mayor y entregándose de manera sumisa, sintiéndose la persona más feliz sobre la tierra.
El Dios besó a su pareja, sujetándolo con una delicada firmeza, para poder penetrarlo lentamente. Naü ejerció presión en la nuca del mayor y gimió contra la boca del otro; la sensación de sentir como Derok se abría paso en su interior, le dolía, pero a la vez le fascinaba, pues no había nadie más en el mundo a quien quisiera a su lado en ese momento. El joven Dios también se sintió distinto; la tibieza, la excesiva presión, los gemidos del castaño y la manera en que el pequeño cuerpo se ondulaba bajo el suyo, estaba consiguiendo que perdiera la razón.
El beso entre ambos se volvió posesivo, agresivo y un tanto salvaje por parte del mayor. Derok quería obtener todo de Naü y el niño quería entregarle todo lo que tenía a su Dios, por eso le permitió moverlo a antojo, mientras empezaba un vaivén en su interior, penetrándolo con ansiedad.
Las caricias, los gemidos, besos, lamidas, y mordidas, empezaron a hacerse presentes con mayor intensidad; todo lo que ambos necesitaban para denotar que el amor que se sentían se estaba desbordando y que ninguno quería reprimirse ante el otro. Las manos de la deidad se movían por el pequeño cuerpo, grabando en su mente la esbelta figura, delineando la piel, pellizcando los pezones, hurgando en el delicado ombligo y bajando hasta el sexo que había vuelto a erguirse, mostrando el enorme placer que embargaba al niño; Naü enredó las piernas en la cintura de Derok y sus manos se aferraron con fuerza a los hombros del Dios, especialmente, cuando sintió como lo movía, para llevarlo con él, sentándolo en su regazo.
-Naü – musitó el joven de ojos naranjas, antes de besar de nuevo, los labios hinchados por culpa de sus mordidas.
El ojigris había perdido sus lentes en medio de los movimientos, pero eso ya no le importaba; aunque no podía ver, podía percibir a Derok de otras maneras. Sus otros sentidos le estaban produciendo una experiencia completamente nueva y por demás sublime, al escuchar los jadeos de su Dios cerca de su oreja; sentir las manos recorrer su cuerpo y que a pesar de estar frías, él parecía calcinarse por esas caricias tan atrevida; su boca disfrutaba los besos, un sabor dulce directamente de la boca de la deidad, mezclado con el vino de palma que tanto le gustaba y finalmente, su olfato le permitió percibir el aroma más hermoso del mundo.
Las flores de sangre empezaron a reventar, liberando su polen, mientras la pareja seguía en medio de su acto. Derok detuvo sus movimientos por unos segundos, observando como el polen se pegaba al cuerpo del niño, quien, al sentir que su dios se detenía, no quiso que el placer terminara y empezó a mover la cadera de arriba a abajo, gimiendo sin pudor, dándole al mayor la visión más erótica que podía haber imaginado en toda su existencia.
Derok no se pudo contener; sujeto a Naü y lo tumbo contra el lecho de nuevo, invadiéndolo con mayor rudeza, sin nada que lo detuviera, pues el castaño empezó a gemir, exigiendo más, suplicándole a su señor que lo penetrara con mayor fuerza. Habían pasado el límite de la cordura, para llegar al momento en que solo ansiaban quedar satisfechos, uno con el otro.
El castaño enterró los dedos en las lianas que habían brotado del islote, aferrándose a ellas con fuerza, arañando los tallos, mientras sus gritos y gemidos se escuchaban con mayor volumen y sus ojos se humedecían; estaba por llegar al orgasmo y su mente estaba tan nublada, que no lograba articular palabra para avisarle a Derok. Finalmente, Naü llego al éxtasis, liberando el semen sobre su vientre; su cuerpo se tensó por completo, mientras pequeños espasmos, como descargas eléctricas, lo recorrían por completo. El dios sintió esos pulsos que apresaban su miembro, dándole aún más placer de lo que había sentido mientras duró esa entrega y no pudo contenerse, así que liberó su savia en el delicado cuerpo del niño, mientras mordía la base de ese cuello seductor, justo donde estaba esa hermosa marca que tanto le gustaba.
Ambos tardaron unos minutos en recuperar el aliento.
Derok fue el primero en volver a aclarar su mente y se sorprendió al darse cuenta de lo que había hecho. Aún estaba sobre el cuerpo de Naü, pero lo que lo asustó, fue que la delicada piel trigueña tenía la marca de sus dientes en muchas zonas, incluso en algunas, había extraído sangre debido a la fuerza que imprimió al marcarlo; una de ellas era sobre ese lunar en forma de corazón.
-Lo siento – se disculpó de inmediato, pensado que en medio de su excitación, había lastimado al niño, así que intentó alejarse.
-¡No! – Naü lo abrazó por el cuello con rapidez, haciendo acopio de su fuerza de voluntad, pues su cuerpo no le respondía del todo, pero aun así, logró que el Dios no se alejara.
-Pero… estás herido… ¡te lastimé! – dijo con inquietud el de ojos naranjas, recordando lo que su hermano le había dicho, “…en ciertos momentos podemos salirnos de control y no creo que te guste lastimar a Naü, ¿o sí?...”, y lo había hecho, había lastimado a ese hermoso niño que tanto quería – yo no… es que…
Naü negó, restregando su rostro contra el cuello de su Dios – Derok… – musitó el nombre con infinito amor – no me lastimaste – añadió con nervios – al contrario… – se alejó y buscó el rostro del mayor con su mirada, aunque no podía distinguirlo bien – me has hecho la persona más feliz del mundo – sus ojos se humedecieron y su sonrisa se hizo más grande – ahora, de verdad te pertenezco, en cuerpo y alma…
-Naü… – Derok besó la frente del menor – pero te mordí… no pude controlarme…
-Y me gustó – aseguró el castaño – ¡me encantó! – sentenció emocionado – por eso… si quieres… yo… deseo hacerlo de nuevo – pidió con vergüenza, sintiendo que su rostro ardía.
-¿De verdad? – preguntó incrédulo el mayor.
-Si… claro… cuando quieras o puedas… – una risita nerviosa se escuchó de los labios del niño, mientras se encogía de hombros.
-¿Por qué no… ahora mismo? – Derok rozó la mejilla del castaño con su nariz, consiguiendo que se sobresaltara.
-Pero… pensé que debías descansar… como… como ayer…
-Ayer – el Dios rió – ayer fue distinto, pero hoy… hoy voy a complacerte, hasta que estés satisfecho…
Naü soltó el aire de golpe, sintiendo que su cuerpo ardía ante esa declaración; una vez más, los labios de ambos se unieron y las caricias empezaron de nuevo.
A pesar de que Derok no había hecho eso con alguien antes, como dijo su hermano mayor, su instinto le guió la mayor parte el tiempo, logrando que Naü gimiera para él y por él, durante toda la noche, hasta que el castaño quedó completamente exhausto en la madrugada, durmiendo en sus brazos, lleno completamente de su savia.
Al final, la deidad puso atención a la cueva, todas sus flores de sangre habían florecido y por primera vez en toda su existencia, el agua tenía un color carmesí intenso; sonrió complacido y acarició la melena rojiza con sus dedos, mientras el niño descansaba contra su pecho.
-No sé si esto es amor – susurró repartiendo besos en el cabello del otro, que debido a toda su actividad, ahora estaba suelto – pero no había sido tan feliz en toda mi existencia, como lo soy contigo – confesó con emoción – aun así, esperaré un poco para depositar mi semilla en ti, pues si lo nuestro aun no es un cariño verdadero, sé que con el tiempo, conseguiremos que sea de esa manera… me esforzaré para que me ames, Naü… te lo aseguro…
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