Capítulo XIII
Los días siguientes, Derok tuvo que realizar muchos preparativos, entre ellos, pedirle consejos a Nyrn y Keroh, ya que, siendo los únicos en tener pareja, eran los más indicados para decirle qué hacer esa noche que sería especial. Keroh no le supo explicar mucho, pues cómo le comentó, el que hizo casi todo, fue Tariq, y así seguía siendo la mayor parte del tiempo; por su parte, Nyrn le dio los mismos libros que le prestó a su hermanito, para que comprendiera sobre relaciones entre varones humanos y le habló de una forma más fría sobre lo que debía hacerse, aunque claro, le aseguró que en el momento adecuado, sus instintos humanos le dirían qué hacer.
Naü por su parte, tuvo oportunidad de hablar con Skoll y Tariq, pues al ser un chico que, a pesar de que era de sangre noble, aún no cumplía la edad para que su padre lo llevara con alguna cortesana y comprender sobre sexo, por lo que se avergonzaba con cualquier palabra que tenía que ver con intimar, que era lo que seguramente haría esa luna llena con Derok. Skoll y Tariq lo hablaron con sumo recato, explicándole que al ser una situación nueva, era lógico que tuviera nervios, pero si Derok lo quería, seguramente lo trataría con cuidado y cariño, así que no tenía nada de qué preocuparse. A pesar de ello, ni Derok, ni Naü, hablaban de eso entre ellos, pues no sabían cómo abordar el tema.
Un día antes de la luna llena, a media tarde, mientras el Dios de cabello aqua estaba sobre la copa de su árbol, recibiéndolas plegarias de los humanos y esperando para poner a prueba a los sacerdotes, escuchó unas palabras que lo sorprendieron.
“Derok, necesitamos hablar”
-Nyrn…
La deidad de ojos naranjas normalmente era el que buscaba su hermano mayor y ese día ya habían platicado, así que le sorprendió que el otro le hablara, por lo que de inmediato fue a la cueva subterránea, sin siquiera avisarle a Naü, pues el niño sabía que estaría ocupado hasta el atardecer con los ruegos y el cuidado de sus tierras.
Al llegar al islote, Derok hizo la invocación y el agua empezó a brillar – ¿qué ocurre? – preguntó al ver a su hermano, esperándolo.
-“Derok, se me había olvidado decirte que antes de lo que piensas hacer en la luna llena, deberías intentar intimar un poco con tu pareja…”
-¿Por qué? – el de ojos naranjas se sorprendió – pensé que debía esperar a que fuera especial…
-“No digo que no será especial…” – el rubio negó – “…pero recordé algo que quizá sea un factor que te afecte, si no lo controlas antes…”
-¿Qué cosa? – Derok se sentó en el suelo, intrigado.
-“Tu eres más grande que Keroh, así que supongo que sí has expulsado tu savia, ¿cierto?” – el ojiverde se cruzó de brazos.
-Sí.
-“Bien, la primera vez que expulsas tu sabia, con tu pareja, es diferente de lo normal…” – habló con lentitud – “…como se siente diferente, te deja completamente exhausto y te hace dormir casi de inmediato…”
-Eso no suena bien – el de ojos naranjas se sorprendió – según tus libros, deberíamos disfrutarlo ambos, es decir…
-“Sí, lo sé, por eso te lo estoy diciendo ahora, para que lo hagas antes de intimar de verdad…”
-¿Tú lo hiciste antes con Skoll?
-“Sí…” – Nyrn asintió – “…y Keroh también lo hizo con Tariq antes…” – anunció – “…pero solo sucede la primera vez, después, nuestro cuerpo se adecua a esa sensación y podemos hacerlo muchas veces en una noche…”
-Comprendo… – Derok mordió su labio, dubitativo – entonces, ¿crees que debería intentarlo hoy?
-“Si quieres que mañana sea especial, como has estado planeando, sí…”
-Es que, no he hablado con Naü sobre esto – suspiró – no sé cómo lo tomará…
-“Creo que él sabe lo que va a pasar, mucho mejor de lo que te imaginas, así que, solo háblalo con él…”
Derok suspiró, quizá así era, pero no sabía cómo hacerlo – está bien… gracias, supongo…
-“Bien, mucha suerte…”
Después de eso, la comunicación se cortó.
-¿Qué debo hacer? – se preguntó el Dios, tratando de pensar en lo que había leído, a ver si encontraba algo que le sirviera.
* * *
Nau estaba sentado, dibujando unos pajarillos que estaban en uno de los árboles, antes de que se fueran, pues dentro de poco empezaría a oscurecer y aunque ahí, en el árbol de vida de Derok había plantas luminiscentes que brindaban luz, los animales iban a dormir a otros lados y ya no podría verlos, a menos que se lo pidiera al Dios y lo que menos quería era causarle molestias.
-Esos se ven muy bonitos…
La voz de Derok sobresaltó al castaño, quien al ver que era la deidad sonrió – mi señor…
-¿Por qué te asustas? – indagó el de ojos naranjas – te he dicho que nadie más puede llegar aquí.
-Lo sé, pero, supongo que se me olvida – respondió el niño, acomodando sus gafas.
-Parece que te gustan mucho los pájaros, es lo que más dibujas, aparte de los hipopótamos – señaló el mayor.
-Me gustan todas las aves – suspiró el ojigris – antes, pensaba que sería bueno ser un ave, así podría volar, ser libre y alejarme de mis problemas – sonrió – creo que se me concedió el deseo, aunque no tenga alas para volar…
-No puedo hacer que vueles – Derok negó – pero te aseguro que puedes sentir casi lo mismo, si te lanzas por la gran cascada.
-¡¿Qué?! – Naü se sorprendió
-Sí, es muy divertido – el mayor rió – y sirve para acortar caminos… ¿quieres intentar?
-Ah… no – el niño negó – no creo que sea buena idea…
El mayor entrecerró los ojos, escudriñando a Naü, pues notó que su olor cambió ligeramente – te da miedo, ¿cierto?
El castaño bajó la mirada y suspiró – sí, la verdad sí…
Derok se acercó, le levantó el rostro por la barbilla y le sonrió – ¿cuantas veces tengo que decirte, que mientras estés conmigo, nada malo va a pasarte?
El de lentes sonrió nervioso – lo siento, es difícil dejar las costumbres de lado.
-Hay que hacer algo al respecto – el Dios le guiñó un ojo y luego lo hizo girar, abrazándolo por la espalda – ahora, quiero que te prepares, porque iremos a cenar…
-¿A cenar? – el niño levantó el rostro, pues el otro era más alto que él – ¿a dónde?
-Preparé un lugar especial y debemos apresurarnos, la comida puede llamar la atención de las bestias y batallé mucho para conseguirla.
-¿De nuevo robó cosas de las aldeas?
-No – el de ojos naranjas puso un gesto ofendido – pagué por ella, dejé unas monedas de oro en el lugar donde estaba, así que fue una compra legítima.
-Aunque haya dejado el dinero, si no tiene el consentimiento del dueño, no es una compra legítima – regañó el ojigris.
-¿Eso también está mal? Que confusas son sus reglas – Derok rasco su cabello.
Naü suspiró – sí, lo son, pero creo que no debo molestarme tanto, usted dijo que no se presentaba ante humanos, así que, no puedo obligarlo a que hable con los dueños de esa comida y aunque lo hiciera, no creo que se la negaran, por ser usted…
-¿Lo ves? No hice nada malo – el de ojos naranjas se inclinó y hundió el rostro en el cabello castaño.
-Está bien – Naü acarició los brazos de Derok y sonrió al sentir el aliento del otro entre su cabello – ahora me cambiaré para ir con usted.
-Estaré en la copa del árbol, cuando termines, me avisas – la deidad le dio un beso en los labios al menor y subió de inmediato por entre las ramas.
«Debo preparar a las bestias para la prueba de esta noche, ya que no creo poder hacerla en persona…» pensó, imaginando que si ocurría lo que Nyrn le dijo, dormiría temprano ese día.
* * *
Esa noche, Derok llevó a Naü a una orilla de los islotes que en esa ocasión, estaba llena de plantas, flores y muchos insectos nocturnos, que creaban un sonido mágico, además, la luna, a pesar de no estar en plenilunio, se miraba enorme y hermosa. En el centro había una mesa hecha de raíces y sobre ella, había un cuenco con plantas luminiscentes que emulaban un adorno de velas; había varios platos, los más grandes, tenían percas asadas y los demás, algunas verduras asadas, otras ensaladas y algunas frutas. También había algunos vasos y varios odres en un pequeño banquillo cercano.
-Espero que esto sea, más o menos, una buena cena para humanos – sonrió el mayor, guiando al castaño hasta la silla que le correspondía.
-Sí, lo es – asintió el niño y tomó asiento.
El de ojos naranjas se movió hasta su lugar y por medio de sus habilidades, hizo que las raíces se movieran para servir los vasos.
-Procuré que no hubiera moluscos, ni crustáceos – anunció con orgullo el Dios.
-Gracias – el castaño acomodó sus lentes y aceptó el vaso que una raíz le acerco – ah… gracias… – dijo por cortesía
-De nada – respondió Derok, pues él era quien estaba haciendo todo en realidad.
-Mi señor, ¿por qué me invitó a cenar? – preguntó el ojigris – es decir, me agrada cenar con usted, pero los últimos días lo hemos hecho en su árbol…
-Eso… – el Dios suspiró – es que leí en un libro que Nyrn me prestó, que los hombres llevan a veces a cenar a sus parejas, antes de intimar.
Naü estaba bebiendo el líquido que el otro le había servido y lo escupió de inmediato a un lado, esas palabras que parecían tan simples para Derok, eran demasiado atrevidas para el menor.
-¿Qué ocurre? – el Dios no comprendía esa reacción – ¿no te gustó ese vino de palma?
-¡¿Vino?! – preguntó el castaño con susto.
-Sí – asintió el otro – es una excelente bebida para acompañar todo esto y tengo días que no bebo – anunció, tomando de golpe todo lo que tenía servido en su vaso.
-Ah… mi señor – Naü dejó el vaso de lado y acomodó sus lentes nerviosamente – yo… yo no debo tomar vino – dijo con lentitud.
-¿Por qué? – Derok se estaba sirviendo más y agarró un poco de pescado, comiendo con lentitud.
-Porque no tengo la edad para beber – explicó – apenas tengo catorce y aunque a finales de año cumpliré quince, aun no es correcto que beba, por lo menos hasta mis dieciséis…
-¿Cumples años a finales de año? – esa noticia hizo sonreír a Derok – ¡bien! Podemos hacer una fiesta.
-Mi señor… – el castaño suspiró – no me está escuchando, ¿verdad? No debo beber, el vino me puede poner indispuesto.
-¿Te enfermas si bebes?
-No exactamente… bueno… realmente no sé qué me pasaría si bebo, pues nunca lo he hecho…
-Si nunca has bebido, ¿por qué piensas que te pondrás indispuesto? – el Dios levantó una ceja – eso no tiene un fundamento valido, uno solo deja de comer o beber algo, si sabe que le hace daño o no le gusta.
Naü quiso refutar esa lógica, aunque realmente, cuando bebió el vino, no le desagradó el sabor, pero sabía que no era correcto.
-Es que… no es… bueno… soy menor de edad… entonces… normalmente los mayores no me dejan…
Derok le extendió la mano, sujetó el vaso del niño y se lo acercó de nuevo – aquí no hay nadie que te diga nada – dijo con seriedad – no sabrás si te hace bien o mal si no lo pruebas, además yo empecé a beber vino de palma antes de siquiera tener cien años y mi madre me lo permitió – explicó.
-¿Cien años? – Naü sujetó el vaso con lentitud, observando el líquido – ¿eso es poco para usted?
-Sí – el de ojos naranjas asintió – de hecho, mis hermanos y yo, somos adultos hasta los dos mil años…
-¡¿Dos mil años?! – el ojigris se sorprendió por esas palabras, sabía que los dríades eran longevos, pero no se imaginaba cuanto en realidad – y… ¿usted tiene dos mil años?
-No – Derok negó – tengo diecinueve siglos – le restó importancia.
-Ya veo… – el castaño se armó de valor «no estoy haciendo nada malo, además, nadie de mi familia lo sabrá y aunque lo supiera, no les importaría» pensó y finalmente le dio un gran trago al vino de palma.
La deidad observó al niño y cuando Naü dejó el vaso de lado le sonrió.
-¿Te gustó? – pregunto el mayor.
-Está rico – admitió el de lentes.
-Sabía que te gustaría – le guiñó el ojo.
-Entonces, ¿usted bebió esto antes de los cien años? – preguntó comiendo un poco de pescado y dando otro sorbo al vino.
-Sí, mi madre me dijo que debía conocer las ofrendas que los humanos nos daban y me permitió beberlo a esa edad.
-¿Es importante esa edad también? – el ojigris no entendía la importancia de los cien años para la deidad.
-Lo que ocurre es que, hasta los cien años, dependemos por completo de nuestro árbol de vida y somos considerados ‘retoños’ aún – sonrió – después somos un poco más libres y podemos movernos con mayor libertad por el territorio.
-¿Retoños? – el de lentes seguía comiendo, era interesante conocer más del joven Dios, aunque ya tenían días platicando, cada vez sabía más y más detalles.
-Mmm… – Derok masticó un poco de perca, miró hacia arriba – niños – sentenció – para los humanos sería niños.
Naü sonrió, imaginando a Derok del tamaño del pequeño Neyr – debió ser adorable de niño – suspiró.
-No lo recuerdo – el de ojos naranjas sonrió – ha pasado mucho tiempo… pero recuerdo que cuando bebí el vino de palma, me sentí bien y reí mucho esa noche – contó con añoranza – mi madre me dijo que parecía muy feliz y realmente, así me siento cuando lo bebo.
-Y por eso gusta de este vino – eso le recordó a la noche que encontró a Bade enviando la botella en la balsa “…a nuestro señor Derok, le gusta el vino de palma…”
-Por eso quería que lo bebieras, para que también te sintieras feliz – dijo con orgullo.
-Entonces, ¿su meta es ponerme ebrio? – preguntó el castaño, levantando una ceja, pero por alguna razón, la idea le causaba gracia.
-¿Ebrio? – el Dios levantó una ceja – ¿qué es ebrio?
Naü bebió todo el líquido de su vaso y una risilla lo asaltó – mi señor, estar ebrio es, cuando una persona bebe mucho vino – anunció – normalmente el alcohol desinhibe y permite que uno se relaje, a algunos les hace estar más felices, a otros los entristece, pero al final, si se toma mucho, todos duermen y despiertan con dolor de cabeza.
-Ah, así que así se le llama – sonrió el otro – entonces, siempre me pongo ebrio…
El ojigris rió, no se imaginaba que el mayor lo hiciera como algo común, sin saber lo que hacía.
-Pues… como nunca he tomado, no sé qué efecto tendrá en mi – Naü se mordió el labio – no quisiera ser impertinente o comportarme de manera inapropiada frente a usted.
-¡Vamos!, no pasará nada – la deidad le guiño un ojo – además, solo es para acompañar la cena…
-Pero usted dijo que después… que quería… intimar conmigo – dijo con nervios, sintiendo que el calor subía a su rostro.
Derok movió su mano y acarició la mejilla de Naü con suavidad, después, levantó su rostro, buscando la mirada gris – no voy a obligarte, si no quieres, no haremos nada…
-No es que no quiera – confesó nervioso – es solo que, jamás… yo… y no quisiera… por torpe… arruinarlo….
-Yo tampoco lo he hecho – el de ojos naranjas sujetó una mano del castaño, la acercó a sus labios y la besó – aprenderemos juntos…
El ojigris sintió que se derretía con esas palabras, no podía creer que Derok fuese tan encantador y sumamente dulce; jamás, en toda su vida, se imaginó en una relación homosexual, aunque realmente nunca se miró en ningún tipo de relación, porque le avergonzaba imaginar lo que sería compartir con otra persona algo íntimo, pero la simple idea de que esa persona sería su Dios, le parecía perfecto. No podía creer que la vida le hubiese dado la oportunidad de conocerlo, ni que le hubiese recompensado todo lo que había sufrido, con la oportunidad de quedarse a su lado.
* * *
Después de cenar, Naü y Derok siguieron bebiendo, sentados a las orillas del islote, en ese momento no había muchas bestias, pues todas estaban cerca del templo, realizando la tarea que el Dios les había dado.
El castaño empezó a desinhibirse y a reír con más facilidad, mientras Derok le contaba algunas anécdotas con las bestias y como adoptó a Chom y Bum, como sus compañeros. Pero la deidad se daba cuenta que Naü hablaba con mayor soltura, así que le preguntó un poco más sobre su familia, especialmente de su hermano.
-Maë tiende a ser muy amable con los chicos que le gustan – comentó el castaño bebiendo un poco más de vino – pero soy el único que sabía lo que hacía – dijo con molestia – y no le podía decir a mis padres porque aparte de que él me castigaba, también me amenazaba con decirles que era yo el que permitía confianzas con otras personas…
-¿Confianzas? – Derok frunció el ceño – ¿a qué te refieres?
-Pues a besos, a caricias impropias – acusó – un día lo vi con un siervo de mi tío Laem – hizo un mohín – no solo se estaban besando, sé que estaban haciendo algo más – sentenció.
-¿Eso te molesta? Yo te he besado.
-Eso es distinto – el de lentes sonrió ilusionado y acarició la mejilla del mayor – usted es mi señor, mi Dios, mi futura pareja… somos como… novios – una risita nerviosa escapó de sus labios y sus mejillas ardieron.
-¿Entonces? No comprendo que tiene de malo que tu hermano lo haga con su novio…
-Es que el siervo del tío Laem no era su novio – negó con efusividad – ni él, ni ningún otro con los que se ha besado, ni hecho otras cosas – bebió más vino – Maë está comprometido con una condesa, pero le gusta coquetear.
-¿Coquetear? – Derok no comprendía muchas palabras que el niño le decía.
-Coquetear es… ah… ¿cómo decirlo? – dudó – digamos que mi hermano gusta de agradarle a todos los chicos atractivos que hay cerca, por vanidad – explicó con dificultad porque su mente ya no reaccionaba con tanta rapidez, para buscar las palabras adecuadas – sabe qué decir y cómo actuar, los gestos que debe hacer, las sonrisas, las miradas… todo eso, para llamar la atención y que los demás lo consideren bonito y encantador… pero entre más difícil sea de conquistar un chico, se encapricha más… aunque siempre obtiene lo que quiere y cuando se cansa, se aleja de ellos – se alzó de hombros – por eso es un chico coqueto…
El de ojos naranjas analizó esas palabras, no las entendía del todo, pero suponía que no sería una buena persona si para Naü, eso no era correcto.
-Tú me agradas – mencionó Derok para el niño – me pareces muy atractivo, bonito y encantador… ¿eso significa que eres coqueto?
-¡¿Yo?! – el ojigris se señaló con una mano y empezó a reír – mi señor, yo no sé coquetear – suspiró triste – además, quizá si hubiese conocido a Maë, se hubiese interesado en él, antes que en mí…
Esa simple idea consiguió que el corazón de Naü se oprimiera; imaginar que Derok hubiese preferido a su hermano, como todos los demás, le dolía.
-Lo dudo – el Dios se acercó a su compañero – no creo que él sea mejor que tu – sentenció, buscando los labios del castaño, besándolo con lentitud.
-Pero… él sabría… cómo reaccionar a… esto… y qué hacer para… complacerlo… – musitó el de lentes, en medio de las caricias, estremeciéndose al sentir la mano del otro, acariciar su cuello.
-No quiero que sepas hacer nada – Derok sonrió y se alejó lentamente – quiero que aprendamos juntos…
Con esas palaras, una vez más se besaron y el mayor empujó con suavidad a Naü, para recostarlo sobre un lecho que rápidamente se formó en ese lugar. El castaño tembló al sentir como el otro desabrochaba el cinturón de su túnica y la abría con rapidez, mientras bajaba besando y lamiendo su cuello, su clavícula, delineando con la punta de su lengua su lunar.
-Esta marca me gusta – musitó la deidad, contra la piel.
-¿Mi lunar? – preguntó confundido el niño.
-Sí – asintió el otro y con su dedo, contorneó la delicada figura – parece una hoja…
Naü rió – es el primero que dice eso – suspiró – todos dicen que es un corazón…
-¿Corazón? ¿Esta es la forma de un corazón humano? – indagó curioso.
-No – el niño negó – es la forma del corazón que representa el amor…
«Amor…» pensó y recordó algo que Nyrn les había dicho muchos años atrás, “…si no hay amor con un humano, la semilla no germina…”
-¿Mi señor? – Naü buscó la mirada del otro, pues se había quedado quieto.
-Naü – Derok lo miró con seriedad – ¿sientes amor por mí? – preguntó directo.
El niño se sorprendió por un momento, pero de inmediato, se recuperó, pasó las manos por el cuello del mayor – mi señor… lo quiero y creo que mi amor por usted ha crecido mucho los últimos días, más no sé si sea la manera correcta de amarlo, pero de no ser así, le aseguro que me esmeraré por hacerlo de la forma en que se merece, se lo prometo…
Los ojos naranjas de Derok, se abrieron con sorpresa, por alguna razón, esa manera en que Naü habló, le provocó una sensación sumamente extraña en su pecho, un deseo incontrolable por probarlo de inmediato.
Sin dudar, el Dios volvió a besar a su pareja, con desespero, con ansiedad, disfrutando el sabor del menor, mezclado con el vino de palma, dándole un matiz distinto, pero aún más fascinante que el que ya conocía.
Las manos del mayor se movieron, recorriendo el cuerpo del niño, disfrutando la manera en la que respondía a las caricias, estremeciéndose por su tacto; cuando el cuerpo del castaño quedó completamente desnudo, la deidad no se contuvo, bajó con lentitud, deteniéndose primero en esa hermosa marca que ahora le gustaba aún más, después en los pezones erectos, succionándolos de manera juguetona y consiguiendo que Naü gimiera. Descendió por el abdomen, besando y lamiendo ese vientre plano, imaginando que en algún momento, ese lugar albergaría su semilla; finalmente llegó al sexo del menor, el cual ya estaba erguido y una gotita coronaba la punta. Acercó el rostro y percibió el olor, un perfume tan encantador que le nubló la mente de inmediato; no pudo controlarse y quiso probarlo de inmediato.
Naü soltó un gemido, mitad grito, mientras sus piernas se movían inquietas, rozando con el interior de sus muslos, la cabeza de su Dios; la lengua del otro se movía insistente, dándole un placer que jamás imaginó que existiría y sentía que se derretiría en esa cavidad que no parecía querer liberarlo. La mente del ojigris se nubló, sus manos se movieron hasta los mechones aqua, enterrando sus dedos entre ellos, acariciando con deleite las hebras sedosas y permitiendo que sus gemidos se escucharan con mayor intensidad; no supo cuánto tiempo pasó, hasta que su cuerpo se estremeció por completo. Alejó sus manos del Dios y con fuerza, enterró las uñas en la tela que estaba bajo su cuerpo, sobre las lianas y el lecho musgoso, sintiendo que todo el placer que había sentido antes, era una nada a comparación de ese preciso momento; su cuerpo se tensó, su espalda se arqueó, gritó con fuerza y llegó por primera vez al orgasmo, aunque la cantidad de semen que expulsó era poca.
El menor quedó rendido contra el lecho, respirando agitado, sus ojos estaban acuosos y sus gafas empañadas. Derok se alejó, disfrutando aún el sabor que quedó en su boca, al beber el semen del menor.
-Rico… – sonrió el Dios y relamió sus labios, pero al ver el semblante del ojigris, se asustó – ¡¿Naü?! – llamó con inquietud – ¿estás bien? ¿Te lastimé? – preguntó asustado.
Naü pasó una mano por su cabello y con la otra acomodó sus gafas, aunque no podía ver bien, pues seguían empañadas, relamió sus labios, porque los sentía secos y negó – no… – musitó – al contrario… fue… increíble…
Derok se recostó sobre Naü y besó sus labios con lentitud – ¿estás cansado?
-Un poquito – asintió el niño.
El Dios desvió la mirada, él también quería probar eso, pero no sabía si era buena idea pedírselo a Naü.
-Mi señor… ¿ocurre algo? – indagó el ojigris, al notar que el otro parecía dudar.
-Es que, si hice eso, es porque quería hacerlo yo también – confesó con sinceridad – pero si estás cansado, es mejor que…
El castaño no dejó que la deidad terminara de hablar, se movió, pasó las manos por su nuca y lo besó en los labios, consiguiendo que el mayor correspondiera con deseo, a esa caricia tan ansiosa.
-Si eso desea, con gusto lo complaceré, mi señor – sonrió – aunque debo decir que no sé nada de esto… pero me esforzaré por hacerlo feliz, si usted me enseña y me guía, para aprender lo que le gusta – musitó con deseo.
Derok sonrió complacido y lo abrazó, girando y llevándolo con él, para dejarlo sobre su cuerpo. Naü estaba completamente desnudo y se sentó sobre el abdomen el Dios, mirándolo con ansiedad; realmente deseaba disfrutar al lado de su pareja, porque lo consideraba algo sumamente especial y sabía que no podía hacerlo con otra persona.
La deidad sonrió al ver el anhelo en los ojos grises y decidió no hacerlo esperar más; al chasquear sus dedos, las ramas y hojas que formaban su ropaje, se desprendieron y lo dejaron en iguales condiciones que el niño. Naü suspiró, pasó saliva y sus manos se movieron hacia el torso del otro, pero antes de tocar, se detuvo.
-¿Puedo…? – preguntó a media voz, pues no quería hacer nada impropio.
-Adelante…
Con el permiso, el castaño no se pudo contener más, tocó la piel de su Dios y su respiración se agitó; a pesar de que al tacto, Derok se sentía frío, por alguna razón le gustaba esa sensación. El niño se inclinó y sus labios rozaron la piel del cuello del mayor, consiguiendo que éste sonriera; era una caricia sutil, delicada, como si temiera hacerlo enojar. Las manos de la deidad se movieron hacia la espalda del ojigris, repasando con las yemas de sus dedos la delicada piel, tratando de darle confianza.
-Voy a cambiar – anunció – así será más sencillo…
-¿Cambiar? – mustio el de lentes y se incorporó un poco – no entiendo…
Derok besó los labios del niño antes de alejarlo un poco. Cerró lo parpados y lentamente su cuerpo brilló, empezando su cambio. Naü se sorprendió con lo que veía, pues no imaginaba que algo así podía ocurrir; de entre el cabello aqua, algunas lianas verdes brotaron, aún más largas que el cabello de Derok y se llenaron de pequeñas hojas; algunas partes de su cuerpo se cubrieron de una extraña corteza, rugosa y oscura. Con nervios, el castaño se alejó, observando detenidamente el cambio de su pareja, pero sus ojos se abrieron enormemente al ver como el sexo del otro se erguía, mostrando su completa longitud.
Derok entreabrió sus ojos y sonrió – ya está… la savia está saliendo ya – dijo con naturalidad, pues en la punta de su pene un líquido se estaba haciendo presente.
Naü respiró profundamente – ¿sabe…? Realmente nunca imaginé que… bueno… que sería tan grande – una risita nerviosa lo asaltó.
-¿Te parece? – el mayor observó su entrepierna – pues yo lo veo normal…
Otra risita escapó de los labios del ojigris, pero sabía que debía calmarse y concentrarse; pasó saliva y se movió con lentitud, acariciando la piel con mucho cuidado, apenas roces con las yemas de sus dedos. Le parecía sumamente interesante el cambio de textura, entre la piel verde y la corteza que había aparecido en algunas partes del cuerpo de Derok, pero no podía quedarse mucho tiempo en un solo lugar, pues debía complacer a su señor.
El niño llegó hasta el sexo del otro y repasó con sus manos toda la extensión, consiguiendo que los músculos de Derok se tensaran, pues él normalmente no se tocaba, pero la caricia que Naü le prodigaba era delicada y suave, como si temiera incluso tocarlo. Los delgados dedos recogieron unas gotitas pegajosas y acercó esa humedad al su rostro, olfateándola; el olor era parecido al de la miel, así que, se atrevió a dar una lamida, dándose cuenta que en efecto, era igual de dulce.
«¿De verdad es savia?» pensó aún sin poder creerlo, pues imaginaba que era solo una expresión del Dios.
-Puedo… ¿puedo probar de…? – preguntó el castaño a media voz, señalando nervioso y a la vez ansioso.
-Sí – Derok asintió y las lianas se movieron al compás.
Naü se movió con rapidez, colocándose entre las piernas del mayor y se acercó lentamente al miembro que sujetaba entre sus manos; la boca se le hizo agua, por la simple idea de probar esa ‘savia’. Abrió grande la boca, permitiendo que la punta ingresara y empezó a chupar, como si se tratara de un dulce.
«¡Delicioso!» pensó con emoción y rápidamente se olvidó de todo pudor, inhibiciones y prohibiciones que su mente le imponía, por su educación y edad. Ese líquido que estaba degustando era tan dulce como la miel, pero también era sumamente embriagante, incluso mucho más que el vino de palma que había estado bebiendo o quizá era una mezcla de ambos, pero consiguió que perdiera la cabeza de inmediato.
Naü empezó a introducir aún más el sexo del Dios en su boca, intentando albergarlo todo sin conseguirlo, pero eso no evitaba que lo disfrutara sobremanera. Derok apretó los músculos de su quijada pasó las manos por su cabello, estrujándolo con desespero; jamás había sentido algo así en toda su existencia y más que gustarle, le estaba fascinando lo que experimentaba. Pronto su respiración se agitó; por un instante, quiso sujetar al ojigris por su cabello, pero un destello de lucidez le dijo que si lo hacía, podía lastimarlo al no poder controlarse, así que las llevó a aferrarse de la túnica que el niño había usado ese día, rasgándola con sus uñas, debido a la fuerza que imprimó al sujetarla.
-Naü… – su voz era más grave de lo normal y estaba perdiendo la capacidad de razonar con rapidez, pero tenía que decirle que estaba por liberar toda su savia – ¡Naü! – volvió a llamar.
El menor levantó la mirada, sin dejar de realizar su trabajo, agradecía que aun traía sus lentes, pues pudo observar claramente como la piel de Derok brillaba con mayor intensidad, la corteza que cubría sus hombros, los costados de su torso y sus muslos, se llenó de un ligero musgo; de las lianas de su cabello brotaron pequeños capullos de flor, en un tono parecido al cabello aqua, que rápidamente empezaron a florecer y se desprendían de inmediato. Era un espectáculo maravilloso, que consiguió que el niño se alejara un momento, para apreciarlo mejor, pero sin dejar de mover las manos, acariciando el miembro erecto.
Un sonido gutural se ahogó en la garganta del mayor y llegó al orgasmo; Derok sintió que el mundo se detenía para él, jamás había experimentado tanto placer cuando liberaba su savia y no comprendía por qué era tan diferente. El líquido viscoso brotó con fuerza, ensuciando el rostro y gafas del castaño, después, escurrió lentamente, ensuciándole las manos.
-¡Mi Dios! ¡Lo siento! – dijo asustado el niño, pensado que había hecho mal por no haberlo recibido en su boca, así que empezó a lamerlo con rapidez.
Derok apenas estaba recuperándose del orgasmo, pero al sentir la lengua de Naü una vez más, su cuerpo se estremeció; la caricia la sentía aún más intensa, pues se encontraba un tanto vulnerable en ese momento, como jamás en su vida lo había hecho. Su respiración agitada no podía recobrar un ritmo normal y su cuerpo estaba completamente extenuado por lo ocurrido, que no podía moverse, así que solo estaba contra el lecho, disfrutando como el menor limpiaba con su lengua toda la savia.
Naü dejó el cuerpo del Dios, lo más limpio que pudo y se incorporó, limpiando sus manos con su lengua también, pues pensaba que sería un desperdicio si no lo hacía de esa manera; pasó los dedos por su rostro, quitando los restos y comiéndolo también. Finalmente se quitó las gafas y pasó su lengua por el cristal, antes de limpiarlas con una parte de su túnica, para volver a colocarlas en su lugar. Sabía que algo de savia había ensuciado su cabello también, pero no podía hacer nada por ello.
-¿Mi señor? – preguntó y se inclinó hacia el otro.
El de ojos naranjas movió su mano, le acarició la mejilla y luego lo sujetó de la nuca, acercándolo hasta él, besándolo con deseo, de una manera que sorprendió al niño, pues era aún más intenso que los besos anteriores, pero debía admitir que le gustaba más.
Cuando ambos se separaron, Derok suspiró – necesito… necesito descansar – anunció a media voz, pues sentía su cuerpo completamente pesado.
El castaño no comprendía eso; pensó que seguirían, hasta consumar lo que había imaginado, pero al notar como el cuerpo de la deidad empezaba a volver a la normalidad y éste caía rápidamente en un sueño profundo, supuso que al menos por ese día, era todo.
Naü también estaba cansado, así que se quitó las gafas, dejándolas de lado, se acomodó al lado de Derok y lo besó con devoción – te amo… – musitó antes de acomodarse sobre el hombro del mayor y abrazarse a él, como si temiera que el otro pudiese alejarse después de eso.
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El gruñido de uno de los hipopótamos logró despertar a Derok. El Dios bostezó y sus ojos se acostumbraron a la luz que había; apenas era media noche, así que la única manera de ver, era gracias a la luna y las plantas luminiscentes que había dispuesto, pero estas habían disminuido de intensidad, para dejar a la pareja descansar.
El joven de ojos naranjas observó alrededor y sonrió al ver el cabello rojizo contra su hombro; Naü estaba durmiendo plácidamente, abrazado a su torso. El mayor se movió, abrazando al niño y besando su frente, para que, con esa caricia, el menor no despertara y pudiera descansar completamente. Con un chasquido, volvió a vestirse y se incorporó, envolviendo a Naü en la túnica que estaba rota en algunas partes, pero sabía que no se iba a ocupar más, así que no le importó; entre su ropaje, guardó las gafas que estaban en el piso y finalmente levantó al niño en brazos.
-¿Cuántos pasaron? – indagó para Chom y Bum, quienes gruñeron a modo de respuesta – bien, ya están completos – sonrió satisfecho, al saber que diez jóvenes habían pasado la prueba de esa noche – entonces, descansen – ordenó – yo debo llevar a Naü a un lugar más cómodo – se inclinó y rozó con su nariz, la mejilla del menor.
Los dos animales se sumergieron en el agua y Derok llevó al niño a su árbol de vida de inmediato.
Al llegar, lo recostó sobre el lecho del árbol y lo cubrió con una delicada manta que siempre había a un lado del árbol, ya que el menor no podía taparse con el musgo o la corteza; dejó los lentes en un lugar seguro y finalmente se recostó al lado del ojigris, acunándolo en brazos.
-Lamento haberme dormido – musitó – pero quiero decirte, que fue la experiencia más maravillosa que he tenido – sonrió – por eso, sé que mañana será diferente – besó la cabellera castaña – me esforzaré porque así sea, mi hermoso niño.
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