Capítulo XI
Amanecía cuando Miley estaba preparando el desayuno de Naü; quería dejarlo listo para despertar al niño, ayudarle a asearse y que comiera después, ya que no sabía si Derok lo llevaría de paseo una vez más.
-Miley… – el susurro llamó la atención de la chica.
-¿Si? – dijo levantando el rostro, buscando a Derok, pero no lo miró por ningún lado.
-Sube a la copa del árbol…
-Un momento, mi señor…
La chica tapó la pequeña olla y la retiró del fuego, para que solo con el vapor, se terminara de cocer la carne y después, subió hasta la copa del árbol como el Dios le había pedido.
-¿Qué ocurre? – preguntó confundida.
-Ayer le pedí a Skoll esto, para Naü – le enseñó una gran caja de madera – pero… bueno, a los humanos se les dan cosas, como ofrendas, pero estas son envueltas en papeles y listones, como las que le damos a Neyr cuando cumple años…
-¿Obsequios? – la chica levantó una ceja.
-Sí, un presente – rió el otro – ah… ¿crees que podamos envolver esto para dárselo a Naü?
-Sí, se puede, pero, ¿tiene papeles y listones?
Derok negó – no – dijo cansado – no se los pedí a Skoll, porque se me ocurrió cuando vi que era una caja y no una bolsa, como imaginé que sería lo que me enviaría.
-Quizá en el templo tengan – sonrió la pelirrosa.
La deidad suspiró – Miley, realmente no me gusta ir al templo y con lo que pasó anoche, menos…
-Si quiere, yo voy – se señaló.
-¿Podrías?
-Soy un espíritu, mi señor – rió la chica – pasaré desapercibida sin problema.
-Está bien, te espero…
Miley desapareció y Derok se quedó ahí, sentado; abrió una vez más la caja, observando el interior que había visto cuando la recibió, revisando todos los frascos llenos de líquidos, las plumas y pinceles, así como los papiros, que algunos estaban enrollados, para ocupar menos espacio.
-Realmente, espero que esto lo haga feliz.
* * *
Miley regresó con rapidez de su encargo, pues pudo moverse con liberad en el templo, ya que estaba desierto, algo que le extrañó, pero supuso que era común en ese lugar. En el árbol de vida de Derok, envolvió el regalo para Naü, con los papeles y listones que consiguió, entregándole el paquete al Dios, quien quedó satisfecho por el resultado; finalmente, la chica fue a terminar la comida y ayudar al niño a asearse.
-¿Qué túnica desea para hoy, mi joven señor?
-No lo sé… otra blanca estaría bien, son las menos ostentosas – rió divertido, mientras se frotaba los brazos, dentro del agua.
-Bien, tenemos otra túnica blanca, pero mañana deberá usar una de otro color, porque debo lavar sus prendas.
-Muchas gracias, Miley…
La jovencita dejó la ropa de lado y ayudó al niño a salir de esa tina improvisada y después, con mucha rapidez, como si esa rutina la llevaran realizando durante años, lo cambió y peinó.
-Ahora sí, a desayunar – sonrió la pelirrosa, cuando le colocó el último adorno al cabello.
-Y… ¿mi señor Derok? – la ansiedad se hizo presente en la voz de Naü.
-Tenía algo qué hacer, pero dijo que usted se adelantara a desayunar, en caso de que no llegara a tiempo.
-Oh… bueno…
-No se deprima – Miley le sonrió condescendiente – le aseguro que lo que lo retraso, no es nada malo…
Naü acomodó sus gafas de manera nerviosa – no… yo… yo sé que tiene cosas más importantes qué hacer, que estar cuidándome – suspiró – es solo que…me agrada su compañía…
A chica sonrió y le entregó un cuenco con la comida – no me juzgue curiosa, pero quisiera preguntar… ¿a usted le gusta el señor Derok?
Las mejillas de Naü ardieron y luego se mordió el labio – bueno… ¿a quién no le gusta nuestro Dios? – su voz tembló – sería ilógico pensar que no me gusta…
-Sí, pero hay distintas maneras de gustar – la pelirrosa lo miró de soslayo – a usted… ¿le gusta el señor Derok de una manera distinta a los demás?
El niño apretó los parpados, pasó saliva y luego, rió nervioso – no lo sé – confesó – admito que mi familia… mi abuelo en realidad, me enseñó a creer el Dios de la meseta, como la única verdad de nuestro mundo, pero jamás imaginé que lo conocería y menos que sería tan dulce, tan amable, tan… atractivo – dijo con debilidad, avergonzado por sus palabras – pero no sé si esto es querer – suspiró – cuando era pequeño, mi madre y yo teníamos más comunicación, por lo que me contó que ella y mi padre, se casaron sin conocerse, pues como siempre, fue un matrimonio arreglado, por lo cual solo se vieron unas cuantas veces antes de su boda – dijo con algo de tristeza – y que el cariño entre ellos, nació con la convivencia, el trato diario, la comunicación… pero lógicamente para eso se necesita tiempo y yo… no creo tenerlo.
-¿Por qué no? – Miley se sentó al lado del menor.
-Pues… porque al recuperarme, deberé partir…
-Mmh… – la chica puso un dedo en su mejilla – ¿por qué no le dice al señor Derok que quiere quedarse? Seguramente él podría permitírselo.
-¿Cómo podría pedirle eso? – el niño se asustó – no, no quiero que mi señor Derok, se sienta comprometido…
-¿Por qué me sentiría comprometido? – la voz de Derok sobresaltó al castaño, pero el mayor le sonrió – tranquilo, sigue comiendo – se sentó a su lado – Miley, yo también quiero comer.
-En un momento, mi señor…
La chica se incorporó y fue a servir un plato, para el Dios.
-¿Te sientes mal? – preguntó el de cabello aqua, para su visitante.
-Ah… no – negó el ojigris, un tanto nervioso.
-Me alegro… hoy también te miras hermoso – dijo con suavidad, logrando que el menor se sofocara.
-Muchas… muchas gracias – musitó el de lentes, bajando la mirada, pero luego se armó de valor – ah… usted… es… ¿escuchó?
Derok le acarició la mejilla con ternura – lo suficiente – le guiñó un ojo y luego recibió el plato que le aceró Miley – ahora, desayunemos, que quiero llevarte a dar otro paseo, ¿sí?
«¿Lo suficiente? ¿Qué tanto es eso?» se preguntó mentalmente el niño, temiendo que hubiese escuchado todo lo que había hablado con Miley.
* * *
Como Derok dijo, llevó a Naü a dar un paseo, pero en esa ocasión, además de recorrer los islotes, le dijo que irían a una orilla del lago, completamente inaccesible para los humanos, aunque para eso, le vendó los ojos con un delicado trozo de tela.
-La tela es excesiva – rió el niño – con quitarme las gafas, sería más que suficiente para no ver…
-No voy a arriesgarme – dijo divertido el mayor, llevándolo en brazos.
Naü escucho un gruñido, luego otros más y cada vez más cerca; se estremeció, aferrándose con fuerza a los ropajes de Derok y hundiendo el rostro en su pecho.
-Tranquilo, nada malo te va a pasar, mientras estés conmigo – sentenció el mayor con suficiencia.
-Lo… lo sé – la voz de Naü tenía un tinte de vergüenza – pero… es que, escuchar gruñidos no es fácil de asimilar…
Derok bajo con cuidado a Naü, permitiendo que el niño pusiera los pies en el piso, lo hizo girar y colocó las manos en sus hombros, inclinándose para hablarle al oído – ¿estás listo?
-¿Para qué? – indago el menor, confundido.
-Para una de las sorpresas que te tengo – anunció el mayor – y le quitó el pañuelo – ponte los lentes…
El castaño sacó los lentes de una bolsa que la túnica tenía y se los puso de inmediato; cuando sus ojos observaron lo que tenía enfrente se quedó con la boca abierta. Había decenas de hipopótamos, algunos en el agua, otros echados en la orilla, otros más comiendo; había varias crías, que se amamantaba de sus madres y parecían una familia feliz.
-Mi Dios… – susurró el ojigris, colocando la mano en su pecho, sonriendo extasiado de la visión que tenía enfrente – son… ¡hermosos!
-Ayer dijiste que los hipopótamos eran tus favoritos, así que decidí traerte a la zona de apareamiento de ellos.
-¿Apareamiento? – el niño se sobresaltó – pero si aún hay crías…
-Sí, esas nacieron hace cuatro meses, pero ahora, otras hembras entraron en celo y deben reproducirse también...
-Comprendo – el de lentes suspiró – realmente son una visión muy linda… ojalá pudiera dibujarlos, para no olvidar esto nunca…
-Sobre eso – el de ojos naranjas sonrió – esa es mi segunda sorpresa.
-¿Qué cosa? – Naü levantó el rostro para verlo.
-Ven, vamos a que te pongas cómodo…
Derok lo llevó a un árbol, alejado solo lo suficiente de la orilla; le ayudó al niño a sentarse y luego, de entre las ramas, obtuvo la caja envuelta que había escondido antes, sentándose al lado del menor.
-Esto es para ti – dijo el mayor, entregando el obsequio.
-¿Para… mí? – el castaño recibió la enorme caja pero no comprendía la razón de la misma – muchas gracias – dijo confundido – pero… ¿por qué me da un regalo, mi señor?
-No lo sé – se alzó de hombros – porque me gusta verte sonreír – dijo con sinceridad – y creí que esto te alegraría.
El ojigris sonrió y bajó el rostro apenado – se lo agradezco…
-No lo hagas hasta que lo abras – la deidad pasó la mano por su cabello – no sé si sea suficiente.
Naü asintió y empezó a abrir el paquete, quitando con sumo cuidado el listón y los papeles, encontrando una caja de madera, tallada y pintada, con un acabado elegante; tenía un pequeño segurito, que el niño quitó con lentitud y finalmente la abrió.
El castaño se quedó sin aliento, al ver todo lo que tenía ahí; había varias pinturas, pinceles, plumas, pergaminos, carboncillos y todo lo que ocupaba para dibujar. La caja tenía varias secciones separadoras y perfectamente acomodadas, e incluso, la tapa se convertía en una especie de caballete para que pudiera apoyar los pergaminos.
-Esto… es… – las lágrimas se agolparon en sus ojos y su voz dejó de escucharse.
-¿No te gustó? – preguntó Derok.
El niño se cubrió la boca, ahogando un gemido – mi señor – dijo después de que recuperó el aliento – es más de lo que… es decir… es perfecto – sonrió – ¡me encanta!
-Entonces, ¿por qué lloras? – indagó confundido, pasando sus dedos por las lágrimas que caían en las mejillas del castaño.
-De felicidad… – aseguró el menor – muchas gracias…
Sin dudar, Naü se movió y besó la mejilla del otro, sorprendiéndolo, después volvió la mirada a la caja y su contenido.
-¿Puedo usarla ya? – preguntó con ansia el de lentes.
-¡Claro! – Derok asintió – por eso te traje, para que la usaras…
Naü empezó a sacar las cosas, para poner manos a la obra y dibujar la escena de los hipopótamos que tenía enfrente, mientras la deidad lo observaba con interés.
“…el cariño entre ellos, nació con la convivencia, el trato diario, la comunicación…”
Las palabras de Naü retumbaron en su mente y suspiró; él tampoco sabía si quería al niño, lo que sí sabía, era que le gustaba mucho y por eso, no quería que se fuera, pero debía preguntarle qué era lo que el menor quería realmente, aunque esperaría a regresar a su árbol de vida, pues en ese momento, el castaño estaba entretenido, dibujando.
* * *
Ya estaba oscuro cuando Derok y Naü terminaron de cenar. Miley ayudó al castaño a desvestirse y quedar solo con la túnica más liviana, que usaba como ropa interior, además le trenzó el cabello para que no se le enredara al dormir.
-Está listo – dijo la pelirrosa, antes de ir a doblar la otra túnica.
-Gracias, Miley…
-Debe descansar, ¿necesita que lo ayude a acostarse?
-No, no te preocupes, puedo solo…
-Bien, entonces, iré a lavar estas – levantó las túnicas con su mano – para que estén listas cuando las quiera usar de nuevo…
-Está bien… buenas noches – se despidió el niño y se acercó al lecho.
-Descanse, mi joven señor…
La pelirrosa se alejó, iría a otro islote a limpiar las túnicas, pues ambas estaban llenas de lodo y tierra, por los dos días que el menor pasó con Derok; pero la chica no debía contaminar el agua, así que no iba a poder usar jabones tampoco.
Naü se sentó entre las mantas, dejó las gafas de lado, cerró los ojos, unió las manos en su pecho y empezó a orar; tenía muchos días que no lo hacía y era una costumbre que su abuelo le había inculcado, por eso tenía la necesidad de hacerlo.
-Si necesitas algo, puedes pedírmelo directamente – la voz de Derok sobresaltó al menor y más, al ver con dificultad, el rostro del Dios frente a él, aunque de cabeza, pues estaba colgado con sus piernas, de las lianas de su árbol de vida.
-Yo… ah… lo siento – rió nervioso – es que… estoy acostumbrado a orar en las noches… no pensé que me escucharía…
-Los espíritus me entregan las plegarias y rezos – contó divertido el mayor – y como ahora estás aquí, llegan más rápido – dijo con obviedad – entonces, ¿qué necesitas?
-No, nada – negó de inmediato el niño – solo… solo estaba agradeciendo por este día, el que una vez más me acompañara, que me diera un obsequio y especialmente… su tiempo – sus mejillas ardieron, avergonzado por decírselo de frente al otro.
-De nada – el joven de cabello aqua sonrió – ¿ya vas a dormir? ¿Dónde está Miley?
-Fue a lavar mis túnicas – señaló hacia donde el espíritu de la chica se había ido.
-Bien, si no está, podemos escaparnos, ¿quieres acompañarme? Me gustaría mostrarte algo…
El ojigris se desconcertó y luego mordió su labio nervioso – nunca me he escapado de la cama – contó divertido.
-Es lo malo de que ahora estés con alguien que hace lo que quiere, cuándo quiere y cómo quiere – respondió la deidad – normalmente nadie me dice qué está bien o mal – entornó los ojos.
El ojigris rió – supongo que nadie tiene derecho a decirle qué está bien o mal, además, no creo que haya nadie que le pueda poner reglas o condiciones a usted…
Derok recordó cuando observó cómo Skoll abofeteó a su hermano mayor y suspiró; seguramente su cuñado tenía mucho poder sobre Nyrn, por ser su pareja y la persona que amaba, pero eso, en el fondo, parecía ser bueno, pues ahora Nyrn era más responsable y consciente de las necesidades humanas, que él, así como la mayoría de sus hermanos, aun no comprendían del todo.
-No, aún no hay nadie – dijo con picardía – pero espero tener pronto quien me enseñe de algunas cosas – le guiñó un ojo – entonces, ¿me acompañas?
Naü asintió.
Derok bajó de su árbol, ayudó al menor a incorporarse, le colocó las gafas y luego lo sujetó en brazos, llevándolo consigo hacia arriba, dando saltos, subiendo por entre las ramas de su árbol, hasta llegar a la copa. Cuando estuvieron ahí, el de ojos naranjas hizo que su árbol creara un lugar seguro para que Naü pudiera sentarse.
El castaño quedó impactado al observar el cielo nocturno, lleno de brillantes estrellas, además el sonido de los insectos y bestias era relajante.
-¿Te gusta la vista? – preguntó Derok al sentarse a su lado.
-Es increíble – sonrió – no imaginé que el cielo nocturno se viera de esta manera.
-¿Nunca lo viste antes?
-Solo desde mi alcoba y antes de dormir, pero como necesito mis lentes, pues, cuando me los quito, ya no veo nada – confesó el menor – pocas veces puedo disfrutar de las cosas bellas que tiene la noche, porque no es correcto que salga tan tarde…
-Comprendo…
El mayor observó a Naü y le sujetó la mano, llamando su atención, consiguiendo que el niño también volteara a verlo.
La deidad le sonrió – si te quedas conmigo, podrías observar esto siempre que lo desearas – dijo sin dudar.
El corazón del menor dio un vuelco y parpadeó varias veces, intentando comprender lo que el otro le había dicho.
-¿Mi… señor…?
-Es raro – prosiguió el mayor – nunca había conocido a alguien que me agradara tanto como tú – esa confesión sorprendió al niño – no sé si te quiero pero creo que lo que dijiste es cierto, porque lo he visto con mis hermanos, Nyrn y Keroh…
-¿Qué…? ¿Qué cosa? – musitó el castaño, temblando nervioso.
-Que el cariño entre dos personas, nace con la convivencia, el trato diario y la comunicación…
-¡¿Me escuchó?!
-Sí – asintió el Dios – por eso… quisiera que te quedaras conmigo, para conocerte más.
Naü pasó saliva y luego tembló – ¿por qué yo? – preguntó a media voz – no soy muy importante…mi familia no me quiere y no soy tan bueno como otros – enunció con tristeza – usted puede tener a cualquiera, personas de linaje superior, primogénitos con todo el respaldo de una dinastía de renombre, chicos más atractivos…
-Eso no me importa – el cabello aqua del otro, se movió al compás cuando negó – yo quiero tener semillas y creo que eres el indicado para ello.
«¿Semillas?» la palara hizo eco en Naü y lo que su padre le había dicho el último día que lo vió, llegó con rapidez a su mente, “eres una mala semilla…”
El castaño alejó las manos de Derok y respiró con agitación; el mayor se dio cuenta que el olor del niño empezó a opacarse, era obvio que se entristeció.
-¿No lo deseas? – preguntó con temor, pensando que quizá, el niño realmente no quería nada con él.
-No es… no es eso – negó el ojigris y se mordió el labio – es solo que… yo…
Derok lo sujetó del rostro y le obligó a mirarlo a los ojos – ¿qué ocurre? – indagó – has sido sincero conmigo, quiero que lo sigas siendo y me digas, ¿qué pasa en realidad?
Naü empezó a llorar con sentimiento – mi señor…me honra mucho lo que me acaba de decir – aseguró – pero… quiero que lo piense – respiró profundamente – yo… soy el segundo gemelo – dijo lentamente – para todo el mundo, incluyendo mis padres, soy una ‘mala semilla’ – sollozó – no quisiera que… eso… eso lo decepcionara y…
El de ojos naranjas no dejó que el otro terminara y lo besó en los labios, un beso algo torpe al principio, pero como si fuese instintivo, ambos reaccionaron rápidamente, perdiéndose en la caricia y ahondándola. Cuando se separaron, Naü respiraba agitado y Derok le sonrió.
-Tú no eres una ‘mala semilla’ – sentenció – al contrario… – le dio otro beso fugaz – tu olor es el más dulce que he podido encontrar – confesó, inclinándose a oler el cuello del castaño, aspirando su aroma, que después del beso se había intensificado – y eso me dice, que no hay nadie que sea mejor que tú, para mí y para ser la madre de mis retoños…
-Mi señor…
-Pero se necesita tiempo, lo sé bien – dijo con seguridad, alejándose del niño y buscando su mirada – es por eso que quiero que te quedes a mi lado, que me enseñes de los humanos, que te conviertas en mi sacerdote y que todos te reconozcan como mi pareja.
Naü se asustó por todas esas palabras, especialmente la última.
-¿Su… pareja?
-Sí – Derok asintió – ¿qué dices?
El de lentes estaba completamente anonadado, pero se armó de valor para poder preguntar – y… ¿y si se arrepiente después?
El mayor levantó una ceja y rió – no va a pasar, porque estoy seguro de mi elección.
El ojigris se sintió completamente feliz con esas palabras y sonrió – entonces, me esforzaré por cumplir con sus expectativas, mi señor…
-Naü…
Derok se inclinó y buscó los labios del niño, quien se ofreció por completo, para que su Dios tomara lo que deseara de él, pues no podía negarle nada.
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