Capítulo X
Apenas despuntó el alba, Moriza se despertó. Como cada mañana, besó la frente de su esposo que seguía dormido y fue a asearse; tomo un baño largo y se puso una túnica blanca, vaporosa, delicada y semitransparente, parecía más una bata de dormir que una ropa de uso cotidiano. Después, fue directamente a una habitación secundaria que tenía, al lado de la que compartía con su esposo, a la cual nadie entraba más que ella y una de sus siervas, que iba a limpiar; era una recámara que solo tenía un mueble, de ahí en más, lo único interesante, era el enorme ventanal que daba al gran lago.
La pelinaranja caminó hasta ahí y abrió de par en par los cristales, para que entrara el viento, después, encendió unos inciensos y algunas velas, se hincó en el reclinatorio y cerró los parpados, empezando a orar con fervor a su Dios; a pesar de que ya no era la Suma Sacerdotisa, ella no había dejado de adorar a Derok con toda su alma. Sabía que ya no era digna por pertenecerle a su esposo, por eso, cada mañana se aseaba para poder realizar una oración a su Dios, de la manera más pura que podía.
-Mi señor – musitó después de realizar un cántico para honrar a Derok – sé que ya no escucha mis plegarias – dijo con debilidad – pero realmente, necesitamos ayuda… mi familia ya no tiene dinero y si no podemos mantener el templo y el castillo… no sé qué ocurrirá después – sollozó – no entiendo qué ocurre… pensé que había aceptado a mi pequeño Bade, satisfecho de su entereza y rectitud como sacerdote, pero entonces… ¿por qué no responde sus plegarias? – levantó el rostro y ahogó un gemido – perdón… sé que no debo poner en duda sus decisiones… lo lamento, pero… estoy desesperada, mi señor…
Una ráfaga de viento entró y apagó las velas que Moriza había encendido.
La mujer se estremeció y miró a todos lados, pues el viento parecía haber hecho un remolino dentro de la habitación.
“Moriza…”
La voz hizo eco en el recinto y la pelinaranja sintió que su corazón daba un vuelco, reconocía a la perfección esa voz, a pesar de que tenía casi tres años que no la escuchaba.
-Mi señor… – cerró los parpados y puso las manos en su pecho.
“Moriza… tú has sido mi sacerdotisa más íntegra, la única que siguió todos mis deseos al pie de la letra…”
-Mi señor, yo solo soy su humilde sierva y sabe que estoy a su disposición – dijo con seguridad y completa sumisión.
“Moriza… hoy, al atardecer, ve a las piedras sagradas para el ritual de la luna llena, junto con todos los sacerdotes del templo, tu hijo Bade y toda tu familia…”
La mujer se sorprendió por esa indicación, pero no se atrevió a objetar.
“Tengo un anuncio que dar y quiero que estén presentes, especialmente tú…”
-Cómo ordene, mi señor…
El viento cesó y Moriza esperó unos segundos más para abrir los ojos.
-Mi señor… – dijo con suavidad, mirando hacia el lago – cumpliré sus indicaciones, lo prometo – sonrió y caminó a la salida, para ir a ordenar a los sacerdotes que se prepararan.
* * *
Derok suspiró, había entregado el mensaje a su sacerdotisa y esperaba que ese día pudiera arreglar esa situación, pero lo que le tenía inquieto, era lo de Naü.
Cuando volvió en la noche, el niño estaba dormido y Miley le dijo que había cenado poco, que lo miraba algo triste, pero esperaba que se le pasara con el paso de los días; la deidad sabía que la tristeza en los humanos podía durar incluso por años, por eso, no sabía si debía empezar a acercarse a él para conocerlo mejor, justo como Nyrn y Keroh le dijeron, antes de despedirse de él.
El Dios de ojos naranjas no sabía cómo tratar a Naü pero iba a hacerlo con calma, para que se enamorara de él; aunque él no sabía que sentía por ese niño, solo sabía que le gustaba su olor y se le hacía lindo, esperaba que fuese suficiente para empezar una relación.
Después de un momento, Derok bajo de la copa de su árbol y observó como Miley estaba alimentando a Naü, con mucho cuidado.
-Mi joven señor, debe comer bien – dijo la pelirrosa, con algo de ansiedad – anoche casi no comió y hoy ha desayunado muy poco.
-Es que… no… ya no quiero…
-¿No te gusta? – preguntó el Dios al acercarse.
Las mejillas de Naü se tiñeron de rojo y desvió la mirada, avergonzado.
-¿Es eso? – Miley se sorprendió – mi joven señor, si no le gusta la comida, dígame, así le preparo otra que sea más de su agrado…
-No, es que… no quería molestarte más – anunció el niño.
Derok se sentó a su lado y sonrió – ¿qué es lo que no te gusta? – preguntó directo.
El ojigrís se mordió el labio, estrujó la túnica que traía en sus manos y respondió débilmente – los crustáceos y moluscos – anunció.
-Oh… – Miley observó el plato, pues había hecho una sopa de cangrejo – mi joven señor, debió decirme antes – hizo un mohín – bueno, puedo preparar algo con carne de pollo o puerco… pero esta comida se desperdiciará…
-Yo me la como – dijo Derok divertido y estiró la mano para recibir el plato – tu prepara algo más para Naü, por favor, Miley.
-Intentaré preparar algo rápido – dijo la pelirrosa, alejándose de la pareja.
El castaño acomodó sus gafas y observó como el otro empezaba a comer; lo observaba curioso, realmente, si no fuese por el color de piel diferente, sería como cualquier otro chico y uno muy atractivo.
-¿Ocurre algo? – preguntó el de cabello aqua, al darse cuenta que el niño lo miraba disimuladamente.
-Ah… no… nada – sonrió y giró el rostro.
-Mientras esperas lo que preparará Miley, ¿te gustaría una fruta?
-Sí, gracias, mi señor.
Derok sonrió de lado, con un chasquido, las lianas acercaron algunos frutos de su árbol de vida; sabía que solo las parejas de sus hermanos podían comer esos frutos y quería ver qué pensaba el niño de los suyos.
-Adelante – dijo el de ojos naranjas – prueba…
Naü sujetó un fruto y se sorprendió al verlo – que hermoso color tiene esta pera – anunció al ver el color uniforme que tenía el fruto y le dio una mordida.
-No es… exactamente una ‘pera’ – el Dios miró al menor con curiosidad, mientras masticaba el fruto con deleite.
-Es… ¡deliciosa! – dijo con una gran sonrisa y volvió a morderla.
-¿Te parece? – el de ojos naranjas sintió una extraña sensación en su pecho, al escuchar esa palabra.
-Mucho – asintió el niño – es la fruta más dulce que he comido en mi vida…
-Esa fruta es especial – comentó el mayor, antes de llevar un poco de comida a su boca – no cualquiera puede comerla…
-¿Por qué? – indagó el niño con curiosidad.
Derok masticó con lentitud – no lo sé – respondió a medias – supongo que es porque debe ser alguien bueno, puro de corazón y que además, crea en mi…
El de lentes observó la fruta y suspiró – entonces, ¿por qué puedo comerla yo? – preguntó triste – la única condición que cumplo es que creo en usted…
-Eso es lo que tú crees – el mayor sonrió divertido – pero la percepción que tienes de ti mismo, es un poco diferente a la realidad…
Naü bajó el rostro – mi padre no lo cree así – dijo con debilidad.
«De nuevo…» Derok se inquietó al darse cuenta que el olor del niño cambiaba drásticamente al hablar de su familia y eso le molestaba
-¡Ey! – la mano del Dios sujetó por el mentón al ojigris y lo obligó a levantar el rostro – ayer te pregunté si deseabas que avisara a tus familiares que estabas aquí, pero me dijiste que no – su voz era seria – así que, es mejor que te decidas, porque no es bueno que te pongas triste por personas que ya no están a tu lado – sentenció – así que te lo volveré a preguntar, ¿quieres o no quieres volver con tu familia?
A pesar de que Naü le rehuía la mirada a Derok, estaba aprendiendo que al Dios le gustaba que le hablaran mirándolo a los ojos, así que no podía evitarlo.
El castaño fijó su mirada gris en los ojos naranjas y después negó – no… no quiero – dijo con un poco más de seguridad.
-Entonces, no pienses en ellos o en lo que te decían – Derok le sonrió y alejó la mano del delicado rostro – ahora estás aquí y debes pensar en tu situación actual, ¿de acuerdo?
-Bueno – sonrió el niño y acomodó sus gafas.
«Mucho mejor…» pensó el mayor, al darse cuenta que el olor del castaño empezaba a ser dulce de nuevo.
Naü mordió una vez más la pera y al pasar el bocado, buscó de nuevo al Dios, quien seguía comiendo.
-Mi señor… – llamó con debilidad, tratando de no importunarlo.
-¿Sí?
-¿Qué planes tiene para mí?
La pregunta desconcertó al de cabello aqua – ¿planes? ¿A qué te refieres?
-Pues… supongo que, en cuanto me recupere, tendré que irme de aquí – titubeó – entonces, ¿piensa…? ¿Piensa llevarme a algún lado? – su voz sonaba temerosa – de ser así, me gustaría pedirle que no me lleve al templo, por favor, se lo suplico – sus ojos mostraban un poco de desespero, ya que no quería ir ahí, donde estaban Bade y sus sacerdotes, temiendo que pudieran intentar matarlo de nuevo.
Derok se dio cuenta del temor que Naü tenía y aunque sabía la razón, quería ver si el niño podía ser sincero con él.
-¿Alguna razón en especial?
El castaño bajo el rostro – es que… – se armó de valor – yo… no debo hablar mal de su sumo sacerdote – sentenció – pero creo que… no le agrado…
La deidad dejó el plato de lado y con su mano, obligó a que el niño lo viera a los ojos – dime la verdad – pidió con calma, para no asustarlo – lo que te ocurrió, fue culpa de mi sacerdote y algunos otros del templo, ¿cierto?
Naü no quería responder, pues sabía que era impropio decir eso, pero era bien sabido que a los Dioses de los bosques no les gustaban las mentiras y él no podía mentirle al joven que tenía enfrente.
-Sí – respondió en un murmullo.
Derok se sorprendió de que le hubiese dicho la verdad con tanta facilidad, pero eso lo hacía feliz, así que decidió no presionarlo más por el momento.
-Bien, siendo así, no te preocupes, ¿de acuerdo? Y sobre qué planes tengo – se cruzó de brazos e hizo un mohín – no lo sé aún… por ahora, lo importante es que te recuperes…
-Gracias… – sonrió el castaño, un gesto que para Derok, fue muy bello, pero no pudo decir nada, pues Miley llegaba con la comida.
-Aquí está, mi joven señor – anunció la pelirrosa con orgullo – le hice un poco de pollo y verduras fritas.
-Muchas gracias… aunque es mucho – dijo el niño al ver el plato rebosante de comida.
-Necesita recuperar fuerzas – sentenció ella – tiene que comer bien porque ya es tiempo de que se levante y empiece a caminar.
-¿De verdad? – Derok se emocionó.
-Sí – la pelirrosa asintió – si pasa mucho tiempo en cama, sus músculos se debilitarán, necesita hacer ejercicio.
-Bien, entonces, después de tu desayuno, te llevaré a dar un paseo, Naü.
El de lentes sonrió, pues realmente la idea le había hecho feliz.
«Ahí está…» los ojos del mayor brillaron, al percibir el dulce olor de Naü, sus hermanos tenían razón, si estaba feliz y pensando en él, su olor se intensificaba, pero tenía que corroborar que de verdad podía sentir algo especial por él antes de aceptar que posiblemente era el chico destinado a estar a su lado.
* * *
Naü se había puesto de pie, con la ayuda de Derok, pero el Dios le permitió estar solo para asearse y cambiarse; le creó al niño una pequeña tina hecha con las raíces de su árbol y Miley le tibió un poco de agua, para que se aseara más cómodamente.
-Miley, ¿tienes jabón?
-¿Jabón? No – negó – lo siento mi joven señor, pero normalmente los Dioses no usan jabones, ellos prefieren el olor natural de las personas y mi señor Skoll, solo se baña con esencias de flores de sangre…
“Flores de sangre” la palabra sorprendió al ojigris – ah… bueno, no creo que yo pueda tener esa distinción – suspiró – es solo que, me siento algo sucio – se mordió el labio – y no creo que con solo agua se me quite…
-No se preocupe, créame que usted está más limpio que muchas otras personas – la pelirrosa le restó importancia – ahora, ¿qué túnica le preparo? – le mostró una en tono amarillo claro – esta es linda – sonrió – pero esta es más elegante – sacó una en tono rosa – aunque es más como para mujer – hizo un mohín – o prefiere una más sencilla – sujetó una blanca.
-La blanca está bien – pidió el niño – no estoy acostumbrado a usar cosas tan… ostentosas.
Miley asintió y guardó las otras túnicas en un saquito y después, empezó a buscar unos accesorios para el cabello del niño.
Naü terminó de asearse y decidió salir de esa especie de tina, pero al intentarlo, se mareó y debido a que no miraba bien, pues no portaba sus lentes, resbaló, golpeando su brazo.
-¡Ah! – se quejó con suavidad, pues el golpe no había sido muy fuerte.
-¡Joven! – Miley se acercó de inmediato – si va a incorporarse, avíseme – pidió con seriedad – aún no está bien para que haga todo solo…
-Lo siento – sonrió el ojigrís – no estoy acostumbrado a que me ayuden tanto…
-¿No tenía siervos en su hogar? – preguntó la chica, imaginando que quizá, el niño no era de familia tan pudiente.
-Sí, pero todos me atendieron solo hasta que empecé a usar mis gafas – explico – ahora, ellos normalmente están al pendiente de mi hermano, pues es el futuro señor de Kalzan…
-Pues yo soy su sierva provisional – sentenció Miley – y no va a hacer nada solo, menos en estas condiciones – le guiñó un ojo – ahora, debemos cambiarlo para peinarlo, que seguramente el señor Derok espera a que le diga que ya está listo…
Naü se sobresaltó – no debemos hacerlo esperar – dijo con nervios, pues no quería que la deidad se enojara.
Miley asintió y lo ayudó a secar su cuerpo con sumo cuidado y respeto, justo como ayudaba a Skoll; después, lo vistió con la túnica blanca, le colocó los mismos zapatos que el niño usaba cuando llegó y finalmente, lo sentó en una especie de silla que Derok había creado para él, para poder peinar el cabello largo.
-¿Cómo desea que lo peine? – preguntó emocionada, pues era la actividad que más disfrutaba cuando vivía, pero tenía mucho tiempo que no peinaba a nadie, ya que Skoll tenía el cabello corto y a los dríades, no les crecía mucho el cabello.
-No lo sé – el castaño se alzó de hombros – siempre me hago solo una coleta y ya…
-¡¿Qué cosa?! – la pelirrosa puso un gesto contrariado – pero mi joven señor – sus manos rozaron la melena castaña, de un tono rojizo claro – tiene un cabello tan bonito y tan largo… debe lucirlo.
-No soy muy bueno peinándome – rió el menor.
-De acuerdo, entonces yo le haré un peinado que le haga lucir, sus gafas evitan que muestre sus ojos de manera natural, pero podemos resaltar todo su rostro…
-No creo que tengas mucho que resaltar – dijo el niño con diversión.
-No diga eso – replicó Miley – le demostraré que usted puede verse mucho más lindo de lo que ya es y se imagina.
* * *
Derok estaba en la copa de su árbol de vida, escuchando todas las noticias que los espíritus del viento tenían para él. Tenía días que había estado enviando mensajeros para ayudar a las personas y usando su poder desde ahí, para enviar lluvias o controlar a los animales que estaban saliéndose de control, en el interior de su territorio; eso le ocupaba más energía de lo normal, pero prefería eso a tener que alejarse de su árbol de vida, pues no quería hacerlo en ese momento.
-Así que todos están bien – sonrió al recibir la noticia de una aldea, en los límites de su territorio, que había estado pasando por una sequía – espero que sus cosechas mejoren.
-Señor Derok… – la voz de Miley llegó hasta sus oídos – ya está listo el joven Naü.
El ojinarana sonrió – bien, es hora de tomar un descanso – se incorporó y bajó de su árbol de vida – de acuerdo, si ya estás listo, entonces…
Derok se quedó con las palabras a medias; Naü estaba frente a él, con una túnica blanca que hacia resaltar su piel trigueña y su cabello, aunque estaba arreglado de manera sencilla, con algunos adornos brillantes, le hacía lucir su rostro casi al completo pues solo algunos mechones caían por sus costados. El corazón del mayor se aceleró y caminó embelesado, acercándose al castaño.
-¿Verdad que el joven Kalzan es lindo? – preguntó la pelirrosa emocionada, satisfecha de la reacción de Derok.
La deidad llegó al lado del de lentes y lo sujetó con delicadeza de la mano – hermoso… – sentenció a media voz.
Naü se sorprendió de esa palabra y sintió que sus mejillas ardían, pues que el Dios a quien adoraba, le dedicara un cumplido, le hizo sumamente feliz – gra… gracias – sonrió nervioso.
«¡Ahí está!» el olor del niño llegó a la nariz de Derok, quien sin pensar, se inclinó hasta el cuello expuesto y aspiró el aroma con deseo. El ojigris suspiró al sentir tan cerca el aliento del mayor y no pudo evitar que un gemido escapara de sus labios.
-También hueles delicioso – susurró el mayor contra la piel, conteniendo el impulso de probarlo.
-Gra…gracias – el murmullo de Naü apenas se escuchó, pues su respiración agitada era más fuerte que su voz.
Derok se alejó y le sonrió – vamos, hoy recorreremos los islotes y cuando estés recuperado completamente, te llevaré a las orillas del lago…
-Está bien – asintió el menor.
El ojinaranaja sujetó con delicadeza la mano del castaño – volveremos para la comida Miley – anunció, guiando al otro para alejarse del árbol, con lentitud y cuidando de él.
-De acuerdo, mi señor – sonrió la chica.
-Nos vemos, Miley – dijo el niño.
-Que les vaya bien – la chica hizo ademán de despedida, mientras la pareja caminaba y se alejaba, cuando se perdieron entre los árboles, la pelirrosa empezó a dar vueltitas emocionada – ‘este arroz ya se coció’ – dijo divertida, pues era obvio que ambos sentían atracción uno por el otro – solo espero que el señor Derok no tarde en decidirse – puso las manos en sus mejillas – bueno, debo preparar la comida.
* * *
Derok guió a Naü por los islotes con mucho cuidado, pues el niño aún se cansaba al caminar; por momento lo cargó, aunque el niño no quería ocasionarle molestias, el mayor no le permitió objetar. Durante el recorrido, le mostró las plantas que ahí nacían y los animales que podía encontrar; al llegar a una orilla, Naü se emocionó de ver a Bum y Chom muy cerca, pues estaban cuidando, como siempre, los islotes.
-¡Hipopótamos! – dijo con emoción.
El mayor se sorprendió – ¿te gustan?
-Son mis animales favoritos – anunció con una gran sonrisa.
La deidad observó ese gesto, pues era distinto a los que le había regalado a él y si podía hacer que sonriera así, no dudaría en hacer lo que fuera necesario.
-¡Ven! – Derok lo sujetó de la mano, guiándolo a la orilla.
-¿Qué? No mi señor, seguramente los molestaré – dijo el niño con temor, pues sabía que los hipopótamos podían atacar a los humanos si eran molestados.
-Chom y Bum no se molestarán – aseguró divertido.
-¿Tienen nombre? – preguntó el de lentes, caminando al lado del otro, aunque un tanto nervioso.
-Sí – el Dios asintió – son mis animales de compañía, por eso son más grandes que los hipopótamos normales…
Ambos llegaron a la orilla y Derok silbó, consiguiendo que los dos animales se acercaran, saliendo del agua.
-Anda, acarícialos – indicó para el castaño, cuando se acercaron lo suficiente.
-De verdad, ¿puedo hacerlo? – preguntó incrédulo.
-¡Claro! – asintió el de cabello aqua.
Naü se acercó a uno y tocó la piel de la cabeza con algo de timidez, pero al darse cuenta que el animal no se alejaba, ni parecía molestarse, lo hizo con mayor seguridad – es… hermoso – una risilla escapó de sus labios y Chom movió las orejas.
-Parece que le agradas también – Derok le dio palmaditas en un costado, pero el otro hipopótamo gruñó – será mejor que acaricies a Bum también o se sentirá excluido…
-¡Claro! – Naü se giró y acarició la cabeza del otro – eso es, bonito… ¿cómo los diferencia? Son iguales…
Ambos animales resoplaron a la vez.
-No es buena idea que digas eso – la deidad negó.
-Perdón – Naü se encogió de hombros – es que, como no tengo tan buena vista, me es un poco difícil notar las diferencias.
-Es sencillo, mira, Chom es más oscuro que su hermano – explicó el Dios y se inclinó hacia Naü, para hablar en un tono más bajo – y Bum es más gordo…
El animal abrió sus fauces, gruñendo, a modo de reclamo.
-De acuerdo, no estás gordo – Derok entorno los ojos.
El de lentes rió – por supuesto que no está gordo – dijo con cariño y acarició la cabeza del hipopótamo – ¿y son los únicos que hay cerca? – indagó buscando el rostro de Derok.
-Por ahora, sí – asintió el mayor – los demás deben estar en las zonas de apareamiento, pero Chom y Bum, van y vienen, porque son los que cuidan mi territorio.
-Increíble… – suspiró el menor – ojalá tuviera mis cosas para poder dibujarlos…
-¿Te refieres a esto? – Derok sacó la pluma que aún portaba en su ropaje, pensando que sería suficiente.
-Bueno, a eso y a otras cosas – respondió el castaño – necesito papiros, tintas y más plumas – suspiró – pero con lo ocurrido…
Los recuerdos llegaron a su mente y se estremeció, pues la imagen de Gowe y todo lo que le dijo, le inquietaba.
Derok se dio cuenta del cambio, así que guardó la pluma y sujetó la mano de Naü – ven, vamos a platicar… – dijo con suavidad, llevándolo al centro de ese pequeño islote, bajo un árbol, mientras sus hipopótamos volvían al agua, a seguir recorriendo el lago.
La deidad ayudo a Naü a sentarse y luego se sentó enfrente, en posición de loto; el silencio reinó por unos segundos, mientras Derok pensaba la manera adecuada de cómo ahondar el tema.
-Naü – dijo al fin – quisiera que me platicaras lo que ocurrió, lo que recuerdes.
El castaño bajó el rostro y suspiró – mi señor… si se lo cuento, estaré cometiendo un pecado – musitó – hablar mal del Sumo Sacerdote de una deidad, es casi una traición…
Derok sonrió, sujetó la mano del ojigris y la acarició con suavidad – Bade ya no será mi Sumo Sacerdote – anunció – de hecho, había decidido destituirlo hoy, así que puedes hablar sin temor.
El de lentes se sintió reconfortado por la caricia – mi señor, aunque eso sea cierto, hablar mal de las personas, no está bien…
-No hablarás mal, solo te estoy pidiendo que me digas la verdad.
El castaño se sorprendió por esas palabras, pero inmediatamente, se dio cuenta que el otro tenía razón.
-Está… está bien – accedió, pero guardó silencio unos segundos y pasó saliva, antes de empezar, pues pensó que debía explicarlo todo – un día después de llegar a la meseta, me encontré con unos peregrinos – ladeó el rostro – llegaron al templo y estaban molestos porque el Sumo Sacerdote no los podía recibir, entonces, yo compré unas balsas que tenían en el templo, unas balsas de papiro – especificó – para que ellos pudieran enviar sus ofrendas a usted, porque eso era lo que querían, que sus plegarias fueran escuchadas…
-Y las escuché – asintió el mayor.
Naü sonrió feliz de saber eso, pero luego apretó los labios – pero, eso molesto al joven Quill… me lo reclamó y supongo que con justa razón, por inmiscuirme en asuntos que no me correspondían – respiró profundamente – lo que provocó que mi padre se enojara y me enviara de vuelta a la ciudad imperial… aunque también me dijo que me enviaría fuera del país – mordió su labio, evitando pensar en todas las palabras que su padre le había dicho esa noche.
El castaño bajó el rostro y el Dios se dio cuenta lo mucho que le afectaba hablar de su familia, «ellos no saben apreciarte como mereces…» pensó con tristeza.
-¿Qué ocurrió después? – preguntó el de ojos naranjas, acariciando la barbilla del niño, para que levantara el rostro.
El ojigris hizo un mohín – al día siguiente, antes de que amaneciera, debía partir – relamió sus labios, pues los sentía secos – pero en el camino… en el camino, unas personas detuvieron el carruaje, al principio pensé que eran bandidos – dijo con sinceridad – sabía que hay bandidos en los caminos, por eso, no imaginé que…
El silencio reinó y Derok tuvo que presionarlo para que siguiera contándole, aunque ya sabía lo que le quería decir – ¿qué cosa?
-No eran bandidos – negó – eran el joven Gowe Quill y los sacerdotes del templo – ejerció presión en la mano de la deidad – el Sumo Sacerdote ordenó… – no quiso terminar la frase – porque puse en duda su trabajo, además… porque él no quiere que lleguen las plegarias de las personas y yo… yo hice que llegaran muchas a usted… poniéndolos en peligro.
El mayor frunció el ceño – ¿por qué no quiere que lleguen las plegarias? – indagó confundido, pues no sabía que esa era la razón de que no le llegaran tantas ofrendas como tiempo atrás.
-Por lo que ocurrió en la ciénaga de Keroh – respondió el niño de inmediato.
Derok puso un gesto de total confusión – ¿qué cosa? – preguntó, pues realmente no comprendía que tenía que ver su hermanito en todo eso.
-Pues… que el Dios Keroh eligió pareja fuera de la familia guardiana – señaló con seriedad.
-No entiendo…
-Ellos piensan que, permitir que las ofrendas lleguen a usted, provocaría que en algún momento, usted encontrara una pareja en alguien más, fuera de la familia, como ocurrió en la ciénaga de Keroh y eso los relegaría de su estatus – habló con calma – algo que obviamente no desean.
-¿Qué tiene que ver que yo busque pareja, con ellos? Si en su familia no hay alguien destinado a mí, tengo derecho de buscarla en otro lado…
-Sí, pero el hecho de que eso ocurra, significa que las familias guardianas de los bosques, realmente no son tan importantes, si un Dios puede elegir a cualquier otro como su pareja – explicó, consiguiendo que Derok se sorprendiera – entonces, eso ocasionó que los dirigentes políticos de los países, retiraran el apoyo a las familias guardianas de los bosques… ahora, no tienen tanta importancia como antes, les quitaron el apoyo económico y deben pagar impuestos también, bueno, al menos así es en este país.
-Y eso… ¿es importante?
-Pues sí – asintió el menor – política, económica y socialmente es muy importante – sentenció – antes, la familia que lideraba los rituales de los Dioses, tenía mucho peso y prestigio, su palabra era casi una ley, incluso, aquellos con un linaje de generaciones como la familia Eroim, eran aún mucho más importante que los reyes, pero ahora, al saber que eso realmente no significa nada… bueno… muchas familias han perdido poder y eso preocupa a sus integrantes, especialmente en el ámbito económico, pues muchos dependían de lo que el gobierno les daba, para que rezaran por el país.
Esas palabras hicieron que la deidad recordara la plegaria de Moriza “…mi familia ya no tiene dinero y si no podemos mantener el templo y el castillo… no sé qué ocurrirá después…”, consiguiendo que rápidamente atara cabos de todo lo que ocurría a su alrededor.
«Y empezó a rezar así, desde que Keroh y Tariq están juntos, también, las plegarias disminuyeron desde entonces…»
Derok pasó la mano por su cabello – no sabía que para los humanos, eso que llaman dinero, es tan importante…
-Bueno, la economía es la que sostiene a un país… es con lo que se levantan ciudades, se alimenta al pueblo, se crean caminos y se abren rutas de comercio para traer cosas que en nuestro país no existen – explicó – además, hay muchas cosas que el gobierno debe mantener, como la paz entre los hombres – sonrió – sin la milicia, gente mala seguiría asaltando caminos, matando gente y… bueno, todas esas cosas, por eso el gobierno necesita el dinero de los impuestos, para pagarle a todos los que trabajan para el pueblo – prosiguió, hablando como lo hacía su padre – pero antes, a las familias guardianas no se les cobraban impuestos y además, se les daba dinero cada cierto tiempo, no solo para cubrir todas sus necesidades, sino como un agradecimiento porque oraban por el país y se suponía que por eso los Dioses intercedían para ayudar a los humanos.
-¿Y ya no ocurre?
-No – Naü negó – por eso mi familia estaba en la meseta, porque la familia Quill solicitó ayuda al emperador, debido a muchos problemas que han surgido en los últimos meses, pero mi padre decía que no podía darles apoyo, si no encontraba verdadera necesidad.
-¿Tu padre no quería ayudarlos?
-No es que no quisiera, lo que pasa es que la política es complicada y en la ciudad imperial piensan que los Quill, siendo la familia guardiana de sus rituales – señaló al mayor con un delicado gesto – pues tienen sus bendiciones y tendrían facilidades para prosperar las tierras que tuvieran y con ello comerciar y obviamente, cumplir con los impuestos, además de solventar todos los gastos que tengan… pero, por lo que me dijo el joven Gowe, usted no escucha a su Sumo Sacerdote.
El Dios suspiró – eso es porque no es digno de ser mi Sacerdote – dijo seriamente.
El de lentes se asustó – entonces, ¿por qué lo eligió?
-Porque no tenía opción y alguien me lo pidió – sonrió – pero eso se arreglará hoy… entonces, ¿esa fue la razón por la que ellos te atacaron? ¿Porque hiciste que las plegarias de los peregrinos llegaran a mí y había oportunidad de que yo encontrara pareja?
-Sí – asintió el castaño – aunque el joven Gowe dijo que al menos usted no se interesó en nadie, así que estaban a salvo, pero lógicamente, no iban a permitir que volviera a ocurrir, pues esperaban que en el futuro, algún sucesor del joven Bade, le interesara a usted.
Derok levantó una ceja y luego una sonrisa empezó a formarse en sus labios, para empezar a reír al final, llamando la atención de Naü, que no comprendía esa reacción.
-Así que… así están las cosas – el de ojos naranjas dejó de reír y puso una sonrisa maliciosa – pues les demostraré que a pesar de lo que hagan, tarde o temprano, todos reciben lo que merecen…
El castaño no había visto ese gesto en el otro, pero le pareció encantador, parecía un niño que estaba a punto de hacer una travesura, aunque realmente, no imaginaba qué pensaba hacer.
-De acuerdo, Naü – Derok levantó las manos del niño y las acercó a sus labios, besándolas con suavidad – te agradezco la sinceridad y la explicación.
Las mejillas del castaño ardieron ante la caricia – de nada, mi señor…
-Ahora, hay que volver – el mayor se puso de pie – seguramente, Miley, ya tiene la comida lista.
-Está bien…
* * *
Derok dejó a Naü con Miley, pues él tenía cosas que hacer, aunque su prioridad era comunicarse con Nyrn.
Fue a uno de los islotes y en un pequeño manantial, hizo la invocación para comunicarse con su hermano; sabía que para el mayor, aún era temprano, pues seguramente, apenas estaba amaneciendo en su bosque, pero quería pedirle un favor a Skoll y no quería esperar más.
Cuando finalmente, la pareja llegó al lago, Nyrn se notaba sumamente molesto; el albino por su parte, iba vestido con una túnica de cama y bostezó antes de saludar a su cuñado.
-“Disculpa, Derok…” – sonrió el ojirrojo – “…es que anoche nos dormimos tarde…”
-“¿Qué quieres ahora, Derok?...” – preguntó el rubio sin ocultar su enojo.
-Lamento haberlos despertado – se disculpó – pero, ¿quería saber si me puedes ayudar en algo importante, Skoll?
-“Dime…”
-Naü despertó – anunció con emoción.
-“Sí me lo comentó Nyrn ayer y me alegra, eso significa que ya está mejor….”
-Sí, pero aún está débil, así que, quisiera que le permitieras a Miley quedarse unos días más, hasta que él se recupere por completo…
El ojirrojo se sorprendió por esa petición, ya que no era necesaria – “no hay problema… que se quede el tiempo que sea necesario…”
-“¿Eso era todo?...” – Nyrn entrecerró los ojos – “…¿no pudiste esperar unas horas más para pedir eso?...”
-No, no es todo – negó su hermano – también, quería saber si Skoll me puede conseguir unas cosas – pasó la mano por su nuca – Naü se quedará aquí y quisiera que se entretuviera…
El albino soltó una risita, era notorio que Derok se interesaba en su invitado – “dime, ¿qué necesitas?…”
-Papiros, plumas y tintas – sentenció el otro – es que, a Naü le gusta dibujar animales, pero necesita eso…
Esa confesión sorprendió a Nyrn y Skoll, era obvio que Derok quería hacer feliz a su visitante.
-“¡Por supuesto!...” – Skoll asintió, aunque luego pasó la mano por su barbilla, pensativo – “…pero necesito unas horas, así puedo ordenarle a Oren que prepare un estuche de dibujo, con todo lo que él pueda llegar a ocupar y en caso de que falten cosas, pedirlas al templo, que seguramente tienen más materiales, pues las ocupan para los libros que hacemos, ¿te parece?...”
-¡Sí!, de verdad, te lo agradecería – sonrió el Dios de ojos naranjas.
-“Entones, a media tarde…” – el peliblanco buscó con la mirada a su esposo – “…¿puedes enviar eso a media tarde, amor? Creo que será más que suficiente el tiempo, para juntar todo lo que se ocupa...”
-“Esta bien…” – Nyrn asintió – “…a media tarde te lo envío, Derok…”
El de cabello aqua sabía que ‘media tarde’ para su hermano, sería casi media noche para él, así que le podría dar el regalo a Naü al día siguiente y sorprenderlo.
-Muchas gracias…
* * *
-No lo comprendo, madre – Bade estaba molesto – ¿por qué nuestro Dios te habló a ti, en vez de a mí?
-No lo sé – sonrió ella – quizá, una vez más escuchó mis plegarias y debemos dar gracias por ello – explicó mientras caminaba al templo.
Tras madre e hijo, Yadell y Xalla, los seguían con algo de inquietud. Esa mañana, Moriza anunció que su Dios le había dicho que quería a toda la familia en las rocas, para la celebración de la luna llena, así que debían purificarse para asistir.
-No me agrada – el pelinaranja no podía ocultar enojo – es sumamente irregular.
-No te preocupes – su madre le acarició el cabello, idéntico al suyo – seguramente nos ayudará con nuestros problemas – suspiró – hemos pasado por malos días, pero hemos cumplido sus designios, lo adoramos y respetamos, además de ayudar a las personas en su nombre, seguramente decidió volver a bendecirnos.
Al llegar al templo, Wared y Jakhit acompañaron a Moriza mientras que Anud y Rhax se quedaron al lado de Bade por petición de él mismo, para iniciar su purificación especial, que era mucho más importante que la de su familia, pues debía bañarse completo.
-No me agrada – anuncio el menor, mientras estaba dentro de la enorme alberca de aguas perfumadas – no sé por qué, no me siento a gusto de esto…
-Mi señor… – Anud estaba detrás de un biombo, para no verlo – seguramente su madre lo imaginó.
-Cierto – Rhax lo secundó, más que nada, para no hacer enojar al pelinaranja.
-Pero si de verdad habló con Derok… – Bade golpeó la superficie del agua – nadie debe saberlo – dijo con desespero – nadie debe saber que mi Dios prefiere hablar con mi madre en vez de conmigo… eso me traería problemas.
-Nadie dirá nada – aseguró el peliazul.
-Sé que ustedes no dirán nada – suspiró – pero no confío en Wared – rechinó los dientes – ese anciano aún está en contacto con los sacerdotes principales de los templos más cercanos y si llega a decir algo… mi reputación se verá afectada.
-¿Quiere que nos hagamos cargo? – ofreció Anud, sin dar detalle, aunque sabía que el menor comprendería.
-Sí – Bade habló con frialdad – esta misma noche…
Rhax tembló, buscó la mirada de Anud, pero se dio cuenta que su compañero estaba decidido a terminar con el problema que representaba Wared.
* * *
El sol empezaba a ocultarse, cuando la familia, junto con los sacerdotes, emprendió el camino hacia las rocas sagradas; Bade encabezaba la pequeña procesión, con Anud y Rhax a sus costados, quienes llevaban cada uno, un pequeño farol. Moriza iba feliz, portando una larga túnica en color rosa pálido, su color favorito, mientras que su esposo e hija, vestían ropajes en tonos azules.
Al acercarse a las rocas sagradas, una ráfaga de viento se hizo presente, apagando los faroles.
“Alto…”
La voz fantasmal, heló la sangre de casi todos los que iban; Moriza y Wared se hincaron de inmediato, por lo que Jakhit imitó a su maestro, bajando el rostro con sumisión.
-¿Qué…? ¿Qué ocurre? – preguntó Bade, intentando sonar seguro.
El pasto que se encontraba cerca, empezó a moverse como si tuviera vida propia; algunas plantas crecieron como enredaderas y empezaron a formar una figura humanoide.
-Nadie, absolutamente nadie, tiene acceso a las piedras sagradas, hoy – sentenció ese ser y de inmediato, más plantas empezaron a crecer alrededor de las rocas sagradas, cubriéndolas completamente y llenándose de espinas.
Bade, sus sacerdotes, su padre y su hermana, dieron pasos hacia atrás, mientras Moriza levantaba el rostro, asustada.
-Mi señor… – dijo la mujer con ansiedad, a sabiendas que ese era Derok – ¿por qué?
-Moriza, tu hijo a cometido crímenes serios… – ante esas palabras, los ojos morados de la mujer se abrieron con sorpresa – apoyado no solo por sus sacerdotes, sino por su hermano Gowe.
-¡No es cierto! – gritó el menor.
La representación de Derok movió la mano y a los pies del menor, algunas lianas crecieron, atrapándolo con fuerza.
-¿No es cierto que has evitado que las plegarias lleguen a mí? – preguntó con ira – ¿No es cierto que ordenaste la muerte de Naü Kalzan, porque él ayudó a los peregrinos, a quienes tú les has dado la espalda? ¿No es cierto que hayas pensado incuso en la muerte de Wared, uno de mis más fieles sacerdotes? ¿No es cierto que realmente nunca has sentido devoción por mí y que solo te interesaba conocerme para ser inmortal, al convertirte en mi pareja?
-¡No! – la pelinaranja negó y movió el rostro en busca de su hijo – Bade, ¡¿qué hiciste?! – preguntó con terror.
-¡Madre, por favor! – el menor empezó a temblar – yo… no sé qué pasa – aseguró – ¡soy el Sumo Sacerdote! – gritó desesperado – ¡me aceptaron por ser digno y lo soy!
-¡Mentira! – la tierra tembló ante el grito de Derok, aterrorizando a todos los que estaban ahí – te acepté porque tu hermano no deseaba ser el sacerdote, porque tu hermana detesta este lugar y porque tu madre suplicó para que te aceptara, pensando que eras una buena persona – aseguró – si eres sacerdote, es por tu madre – dijo con frialdad – quien ha sido la Sacerdotisa más devota que he tenido hasta ahora y solo porque quería agradecerle su completa entrega a mí, accedí a su petición, pero nada más y te lo dije el día que te acepté, en el fondo, no eres el sacerdote que yo esperaba, pero te iba a dar la oportunidad, aun así, me fallaste..
-Mi señor… – Bade pasó saliva recordando aquella noche en que fue aceptado – le suplico… deme otra oportunidad – pidió mientras las lágrimas escapaban de sus ojos – no volveré a fallarle, ¡se lo juro!
-Demasiado tarde… tú ya no eres mi Sacerdote…
Después de esas palabras, las lianas rasgaron la túnica roja de Bade, destrozándola sin consideración, junto con la segunda túnica, dejándolo solo con la ropa interior, aunque esta también estaba ligeramente rota; al final, el pelinaranja cayó al piso, sollozando y quejándose, pues estaba herido, debido a las plantas.
-Y con respecto a ustedes… – la figura estiró la mano y todos los sacerdotes, excepto Wared y Jakhit, fueron cubiertos por enredaderas espinosas, levantándolos del suelo, apretando el cuerpo de sus víctimas como serpientes, encajando las puntas filosas, dejando marcas profundas, no solo en su cuerpo, sino en sus rostros, haciéndolos gritar – esas marcas denotarán ante cualquiera, que yo, Derok, Dios de la meseta, bosque, pastizales y sabana, protector de la vida y la naturaleza, guardián de lo salvaje y defensor de los humanos que creen en mí, los repudio como sacerdotes.
Yadell había abrazado a Xalla, tratando de protegerla, pero a ellos nada les haría el Dios, pues no habían hecho nada malo; Moriza estaba aún hincada, llorando, con sus manos unidas cerca de su boca, suplicando para que Derok perdonara a su familia; Wared y Jakhit se mantenían con la mirada en el piso, aunque se estremecían por los gritos de sus compañeros.
-Y agradezcan que no les quitaré la vida… que ganas no me faltan…
La frase heló la sangre de todos y finalmente, las lianas liberaron a los sacerdotes, dejándolos caer al piso.
-Moriza…
La mujer levantó el rostro, que estaba empapado en lágrimas – mi… mi señor – musitó.
-Desde hoy, tú volverás a ser mi sacerdotisa – anunció y ella abrió los ojos con sorpresa, pues imaginó que echaría a toda su familia del templo y palacio, incluyéndola – pero no puedo permitir que llegues a las rocas, hasta qué decida qué ocurrirá después, ¿comprendes?
-Sí, mi señor – asintió con rapidez.
-Espero que sigas siendo devota a mí, cumplas mis órdenes y mi palabra al pie de la letra, no le des la espalda a los peregrinos y espero volver a recibir ofrendas como antes – indicó – no cometas los errores de tu hijo o tu familia será completamente desterrada… te estoy dando una oportunidad más, pero debes comprender que no confiaré en tu descendencia, aun así, intentaré ayudar a tu familia, como lo has pedido.
-Sí, mi señor – aceptó la mujer.
-Wared…
El anciano levantó el rostro, su gesto mostró confusión, pues no imaginaba que su Dios le hablaría – mi… mi señor – dijo a media voz, sin saber cómo referirse al otro – ¿qué puede hacer este humilde siervo, por usted?
-Ayuda a Moriza y empieza a buscar nuevos sacerdotes, no quiero que esos – señaló a todos los que estaban en el césped, aun quejándose de las heridas – vuelvan al templo y si lo hacen, que les quede claro que morirán de una manera dolorosa.
-Sí, mi señor – asintió el anciano.
La figura se giró y caminó hacia las rocas, volviéndose una con las plantas que envolvían ese lugar cual capullo y después, la tierra tembló una vez más; una parte de la tierra se hundió, separando las rocas como una isla más, aunque no estaba tan alejada de la orilla. El pozo recién creado, rápidamente se llenó de agua, era obvio que si alguien intentaba acercarse, seguramente sería presa de los animales, como los lagartos.
Moriza suspiró, se limpió las lágrimas y se puso de pie – Wared – dijo con debilidad – hay trabajo qué hacer – anunció, pues era imperioso realizar lo que Derok había ordenado.
-Sí, mi señora – asintió el anciano, quien era ayudado por el pelirrojo para incorporarse.
La mujer caminó hasta su hijo, que estaba en el suelo.
-Mamá… – Bade levanto el rostro – yo…
Moriza le dio una bofetada.
Yadell se sorprendió y corrió hasta su esposa – Moriza… – dijo con suavidad, intentando abrazarla, pero ella no lo permitió.
-Jamás imaginé, que un hijo mío, cometería tales atrocidades – su voz tembló, llena de decepción, ira, coraje y miedo – no te reconozco – sollozó – lo peor… ¡ordenar la muerte de un niño inocente! – apretó la mandíbula, intentando no sucumbir ante todas esas emociones, pero las lágrimas empezaron a caer de nuevo – cuando Lort Kalzan sepa que tú fuiste el culpable, todos, incluyendo tus hermanos, tu padre y yo, pagaremos caro tu error…
-Madre… lo hice por la familia – se defendió el pelinaranja.
-No – ella negó – no quieras culparnos de las tonterías que has hecho – sentenció – te lo dije desde el principio, un Sumo Sacerdote vive para y por su Dios, no importa lo que deseemos, no importa cómo nos sentimos, no importa nada, más que su voluntad – limpió sus mejillas – eso nos hace dignos de sus bendiciones y tú… ¡tú hundiste a nuestra familia por tu egoísmo!
-Lo siento…
-¿Quién fue? – preguntó la mujer – ¿quién mató a Naü Kalzan? – preguntó con temor.
Bade bajó el rostro – yo… le dije a Gowe que lo hiciera… pero él dijo que no lo mató, que mis sacerdotes solo lo hirieron y lo echaron al lago… para que se lo comieran las bestias…
-¡¿Quiénes fueron?! – gritó y su hijo tembló.
-¡Anud y Rhax! – respondió asustado – Anud lo golpeo en la cabeza y Rhax le disparó una flecha… me lo contaron al día siguiente.
Moriza levantó su túnica y dio pasos largos, hasta llegar con los diez sacerdotes que estaban en el piso y se detuvo frente Anud y Rhax – ¡van a pagar lo que hicieron!
-Fueron ordenes de su hijo – Anud se quejó de las heridas – si nos entrega, ¡lo confesaremos! Él caerá, seguramente será ejecutado y con ello ¡su familia también se hundirá! – amenazó.
-Lo sé… – asintió ella – y si mi hijo recibe un castigo, será porque lo merece – aseguró aún entre lágrimas – yo no puedo oponerme a que reciba su merecido…
-¡Madre! – gritó el menor, sin poder creer lo que ella acababa de afirmar.
-¡¿Qué piensas que voy a hacer?! – preguntó la mujer – ¿dejarte ir, feliz, después de que ordenaste la muerte de un inocente? No, Bade… eres mi hijo y me duele – sollozó – pero has cometido un crimen y tienes que pagarlo…
Todos se sorprendieron por ello, pero era obvio que la mujer no iba a dar marcha atrás.
-Wared – ella limpió su nariz, que estaba húmeda – ellos serán encerrados en los calabozos del palacio – anunció – todos estarán ahí, por el momento, quiero que envíes una nota a Lort Kalzan para que vuelva a la meseta y poder hablar con él, para saber cómo procederá este asunto, pero no le digas que ya tenemos a los culpables de la muerte de su hijo, prefiero hacerlo en persona.
-Sí, mi señora – asintió el anciano.
-Yadell… – prosiguió la pelinaranja – lleva a nuestro hijo a casa… estará encerrado en su habitación, hasta que esta tormenta llegue a su fin… y pide a los guardias y siervos que vengan a llevarse a estos hombres a las mazmorras.
-Como ordenes, mi amor…
-Padre… no… – el menor tembló al ver que su padre se acercaba a él, pues era un hombre estricto, que seguramente le daría un escarmiento también – te lo suplico, no – pidió en medio de sollozos.
El hombre se mantuvo en silencio, lo sujetó del brazo, levantándolo sin consideración.
-Xalla – Moriza le habló con más calma a su hija – acompaña a tu padre, yo debo quedarme aquí, con Wared y Jakhit, hasta que vengan por estos hombres.
-Sí, madre…
La niña hizo una reverencia y con rapidez, siguió a su padre, quien guiaba sin mucho cuidado a su hermano, hacia el palacio.
Moriza sabía que los sacerdotes no se levantarían, pues era obvio que Derok los había dejado fuera de combate, para que ella dispusiera de ellos sin contratiempos, así que caminó hasta la orilla, mirado el nuevo islote.
-Mi señor… yo cumpliré sus órdenes, pero por favor, no abandone a mi familia – suplicó – a pesar de todo, Bade y Gowe son mis hijos y aunque sé que los dos merecen un castigo por su actitud, no quisiera que Lort Kalzan ordenara su ejecución, por eso, una vez más, le suplico que nos ayude…
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