Chibi Historia 027 – Destino •Rain•
Kesito: Chibi historia del por qué ocurrió lo de Rain en el vuelo del viaje a Inglaterra.
Marisela estaba seria, con una carpeta llena de documentos y frente a ella estaban César y Luciano.
—Miguel y yo viajaremos después, porque tengo que encargarme de algunos asuntos antes de salir de México—suspiró—. Ustedes acompañarán a Julián en el cuidado directo del señor De León y del Conejo.
Los dos hombres estaban de pie, en silencio, rígidos completamente.
—Pero no solo eso —la castaña levantó una ceja—, tendrán que organizar a los demás, porque los hijos del señor Erick los acompañaran en la cabina.
César y Luciano parpadearon sorprendidos; jamás habían viajado tantos en el avión de su jefe, ya que estaba reservado solo para el rubio y los más cercanos, pero ahora irían varios y con animales además.
—Aquí está la información de cada uno de los niños —entregó la carpeta con documentos y además, en algunas hojas estaba grapadas, unas diminutas bolsitas de plástico, con unas pastillas de distintos tamaños—. El veterinario recetó las pastillas a cada uno de los niños, según su tamaño y peso, para que estén tranquilos sin llegar a dormirse —explicó—, así que, los que se encarguen de ellos, deben asegurarse de que tomen el medicamento al menos media hora antes del vuelo, ¿entendido?
César sujetó la carpeta y asintió— de acuerdo.
—¿Quiénes nos acompañarán? —indagó Luciano con rapidez.
—Para protección de los señores, Torres, Salas, Guzmán y Rocha, pero para los niños, elegí a Nava, Tejeda, Arriaga, Flores, Calderón y Juárez —señaló con frialdad—. Por cierto, César, sé que tienes un amigo que se apellida Castillo y entrena caninos, el señor De León quiere contratar a alguien para que cuide de los niños cuando el señor Erick no pueda, tu conocido, ¿es confiable?
El castaño levantó la vista— ¿Bruno? Sí, por supuesto.
—Lo suficiente para trabajar con el señor De León —presionó Marisela, mirándolo a los ojos con total seriedad.
—Si solo se trata del cuidado y entrenamiento de los caninos, lo es —aseguró César sin lugar a dudas.
—¡Perfecto! —Marisela sonrió más tranquila—. Después de la boda, los señores se irán de viaje unos días y necesitaremos sus servicios, ya que no llevarán a los niños con ellos, por lo que necesito su número de contacto.
—Cómo ordene —asintió Cesar, sacando su celular para dar la información.
—Iré a dar las indicaciones a los demás, del cuidado de las mascotas —señaló Luciano, pidiéndole con un ademán la carpeta.
César entregó los documentos y Luciano salió con rapidez, dejando a los otros dos, ultimando detalles.
Al llegar a dónde estaban sus compañeros reunidos, aun hablando de lo que había ocurrido días antes, llamó a los que ocuparía. De inmediato, los seis se reunieron alrededor suyo.
—Mañana será el viaje a Inglaterra —dijo con rapidez y con algo de informalidad— y para su desgracia, Marisela quiere que se encarguen de los hijos del Conejo.
—¿Los perros? —preguntó uno de ellos con un tinte despectivo.
—Sí, los canes, cachorros, hijos, perritos, mascotas —Luciano dijo los sinónimos con molestia—, no vuelvas a decirles “perros” de esa manera, Manuel, a menos que quieras que te castiguen.
El aludido suspiró, pero prefirió guardar silencio.
Luciano entregó los folders con la información de los cachorros a cada uno de sus compañeros— deben darle la pastilla que está ahí, media hora antes del vuelo, para que haga efecto —especificó—. Además, se les proporcionará una maleta con cosas que puedan necesitar, como mantas, recipientes para agua y lógicamente, algo para limpiar, en caso de que haya “accidentes” —sonrió burlón.
Sus compañeros suspiraron, pero Esteban, al recibir la información del que le tocaba, sonrió— me tocó el cachorro —dijo emocionado—. Esto será sencillo.
—Esteban, cámbiamelo, yo no quiero cuidar al labrador, es muy grande —Manuel hizo un gesto incómodo.
—No, yo me quedo con el cachorro —Esteban apartó la carpeta de su compañero—, prefiero el trabajo fácil.
Así, al día siguiente, la pareja fue al aeropuerto, seguidos por los trabajadores del rubio. Llegaron dos horas antes del vuelo y subieron las maletas al avión, mientras Alejandro y Erick estaban en una sala, esperando que los llamaran para salir. Por su parte, los guardaespaldas se encargaban de sus respectivos trabajos.
—Bien, Rain —Esteban sujetó al cachorro—, debes tomarte la pastilla.
Esteban sujetó el pequeño hocico del animal e intentó abrirlo, pero el cachorro parecía reacio a hacerlo y no se lo puso fácil.
—¡Vamos, Rain! Solo es una pastillita, no sabe tan mal… creo…
Sus compañeros también estaban dándoles los medicamentos a las demás mascotas, algunos solo la metieron en el hocico y estos las tragaron, otros la metieron dentro de un trozo de salchicha y eso funciono, otros mezclaron la pastilla con unas galletitas que les daban como premio y tampoco tuvieron problemas. Pero al final, Esteban fue el que no podía hacer que Rain tragara la pastilla.
—Ten… —Fernando Tejeda, quien se encargaba de Luna, le dio un trocito de salchicha—, mete la pastilla dentro y dásela al cachorro —sonrió.
—Gracias…
Esteban dejó a Rain en el piso, quien se mantenía atento, pues le llegó el olor de la salchicha y eso lo emocionó; mientras el hombre colocaba la pequeña pastilla dentro del trozo de embutido, el perrito ladraba emocionado. Finalmente, Esteban se acuclilló y le dio la salchicha; Rain la metió en su hocico con rapidez.
—No eres tan listo, pequeño… —se burló Esteban y se incorporó, pero en ese momento sintió que su celular vibraba y se apartó, llevando a Rain con la correa, hasta una esquina, para recibir la llamada.
—¡Hola, mamá! —su voz sonó nerviosa—. Sí, sé que te había dicho que tal vez iría para pasar el fin de año, pero surgieron unos imprevistos… No, no creo que pueda, hoy mismo tomo un vuelo para Inglaterra… No te enojes mamá, te mandaré dinero… Mamá, sabes que quiero verte… Sí mamá, sé que soy tu único hijo… No soy un ingrato… Má, no llores…
Mientras Esteban estaba en esa llamada, Rain se sentó cerca de sus pies, mirando hacia una esquina y su cuerpo empezó a moverse involuntariamente, víctima de arcadas; sin hacer mucho ruido, el cachorro regurgitó el trozo de salchicha junto con la pastilla; por un instante Rain pareció desconcertado, sacudió su cabeza y se inclinó olisqueando lo que había devuelto. Percibió el olor de la salchicha y se la volvió a comer, pero a en un lado, estaba la pastilla y le dio un olor desagradable, así que la ignoró; comió todo lo que tenía el olor de la salchicha pero no el medicamento.
Esteban cortó la comunicación con su madre varios minutos después y suspiró— tendré que pedir vacaciones —dijo con cansancio—. Volvamos con los demás, Rain… No sabemos en qué momento nos llamarán para abordar el avión.
Jaló ligeramente la correa y el cachorro lo siguió, así, ambos se alejaron de ese lugar donde había quedado una pastilla llena de baba, sin saber que eso le ocasionaría problemas en el avión a Esteban.
—Miguel y yo viajaremos después, porque tengo que encargarme de algunos asuntos antes de salir de México—suspiró—. Ustedes acompañarán a Julián en el cuidado directo del señor De León y del Conejo.
Los dos hombres estaban de pie, en silencio, rígidos completamente.
—Pero no solo eso —la castaña levantó una ceja—, tendrán que organizar a los demás, porque los hijos del señor Erick los acompañaran en la cabina.
César y Luciano parpadearon sorprendidos; jamás habían viajado tantos en el avión de su jefe, ya que estaba reservado solo para el rubio y los más cercanos, pero ahora irían varios y con animales además.
—Aquí está la información de cada uno de los niños —entregó la carpeta con documentos y además, en algunas hojas estaba grapadas, unas diminutas bolsitas de plástico, con unas pastillas de distintos tamaños—. El veterinario recetó las pastillas a cada uno de los niños, según su tamaño y peso, para que estén tranquilos sin llegar a dormirse —explicó—, así que, los que se encarguen de ellos, deben asegurarse de que tomen el medicamento al menos media hora antes del vuelo, ¿entendido?
César sujetó la carpeta y asintió— de acuerdo.
—¿Quiénes nos acompañarán? —indagó Luciano con rapidez.
—Para protección de los señores, Torres, Salas, Guzmán y Rocha, pero para los niños, elegí a Nava, Tejeda, Arriaga, Flores, Calderón y Juárez —señaló con frialdad—. Por cierto, César, sé que tienes un amigo que se apellida Castillo y entrena caninos, el señor De León quiere contratar a alguien para que cuide de los niños cuando el señor Erick no pueda, tu conocido, ¿es confiable?
El castaño levantó la vista— ¿Bruno? Sí, por supuesto.
—Lo suficiente para trabajar con el señor De León —presionó Marisela, mirándolo a los ojos con total seriedad.
—Si solo se trata del cuidado y entrenamiento de los caninos, lo es —aseguró César sin lugar a dudas.
—¡Perfecto! —Marisela sonrió más tranquila—. Después de la boda, los señores se irán de viaje unos días y necesitaremos sus servicios, ya que no llevarán a los niños con ellos, por lo que necesito su número de contacto.
—Cómo ordene —asintió Cesar, sacando su celular para dar la información.
—Iré a dar las indicaciones a los demás, del cuidado de las mascotas —señaló Luciano, pidiéndole con un ademán la carpeta.
César entregó los documentos y Luciano salió con rapidez, dejando a los otros dos, ultimando detalles.
Al llegar a dónde estaban sus compañeros reunidos, aun hablando de lo que había ocurrido días antes, llamó a los que ocuparía. De inmediato, los seis se reunieron alrededor suyo.
—Mañana será el viaje a Inglaterra —dijo con rapidez y con algo de informalidad— y para su desgracia, Marisela quiere que se encarguen de los hijos del Conejo.
—¿Los perros? —preguntó uno de ellos con un tinte despectivo.
—Sí, los canes, cachorros, hijos, perritos, mascotas —Luciano dijo los sinónimos con molestia—, no vuelvas a decirles “perros” de esa manera, Manuel, a menos que quieras que te castiguen.
El aludido suspiró, pero prefirió guardar silencio.
Luciano entregó los folders con la información de los cachorros a cada uno de sus compañeros— deben darle la pastilla que está ahí, media hora antes del vuelo, para que haga efecto —especificó—. Además, se les proporcionará una maleta con cosas que puedan necesitar, como mantas, recipientes para agua y lógicamente, algo para limpiar, en caso de que haya “accidentes” —sonrió burlón.
Sus compañeros suspiraron, pero Esteban, al recibir la información del que le tocaba, sonrió— me tocó el cachorro —dijo emocionado—. Esto será sencillo.
—Esteban, cámbiamelo, yo no quiero cuidar al labrador, es muy grande —Manuel hizo un gesto incómodo.
—No, yo me quedo con el cachorro —Esteban apartó la carpeta de su compañero—, prefiero el trabajo fácil.
Así, al día siguiente, la pareja fue al aeropuerto, seguidos por los trabajadores del rubio. Llegaron dos horas antes del vuelo y subieron las maletas al avión, mientras Alejandro y Erick estaban en una sala, esperando que los llamaran para salir. Por su parte, los guardaespaldas se encargaban de sus respectivos trabajos.
—Bien, Rain —Esteban sujetó al cachorro—, debes tomarte la pastilla.
Esteban sujetó el pequeño hocico del animal e intentó abrirlo, pero el cachorro parecía reacio a hacerlo y no se lo puso fácil.
—¡Vamos, Rain! Solo es una pastillita, no sabe tan mal… creo…
Sus compañeros también estaban dándoles los medicamentos a las demás mascotas, algunos solo la metieron en el hocico y estos las tragaron, otros la metieron dentro de un trozo de salchicha y eso funciono, otros mezclaron la pastilla con unas galletitas que les daban como premio y tampoco tuvieron problemas. Pero al final, Esteban fue el que no podía hacer que Rain tragara la pastilla.
—Ten… —Fernando Tejeda, quien se encargaba de Luna, le dio un trocito de salchicha—, mete la pastilla dentro y dásela al cachorro —sonrió.
—Gracias…
Esteban dejó a Rain en el piso, quien se mantenía atento, pues le llegó el olor de la salchicha y eso lo emocionó; mientras el hombre colocaba la pequeña pastilla dentro del trozo de embutido, el perrito ladraba emocionado. Finalmente, Esteban se acuclilló y le dio la salchicha; Rain la metió en su hocico con rapidez.
—No eres tan listo, pequeño… —se burló Esteban y se incorporó, pero en ese momento sintió que su celular vibraba y se apartó, llevando a Rain con la correa, hasta una esquina, para recibir la llamada.
—¡Hola, mamá! —su voz sonó nerviosa—. Sí, sé que te había dicho que tal vez iría para pasar el fin de año, pero surgieron unos imprevistos… No, no creo que pueda, hoy mismo tomo un vuelo para Inglaterra… No te enojes mamá, te mandaré dinero… Mamá, sabes que quiero verte… Sí mamá, sé que soy tu único hijo… No soy un ingrato… Má, no llores…
Mientras Esteban estaba en esa llamada, Rain se sentó cerca de sus pies, mirando hacia una esquina y su cuerpo empezó a moverse involuntariamente, víctima de arcadas; sin hacer mucho ruido, el cachorro regurgitó el trozo de salchicha junto con la pastilla; por un instante Rain pareció desconcertado, sacudió su cabeza y se inclinó olisqueando lo que había devuelto. Percibió el olor de la salchicha y se la volvió a comer, pero a en un lado, estaba la pastilla y le dio un olor desagradable, así que la ignoró; comió todo lo que tenía el olor de la salchicha pero no el medicamento.
Esteban cortó la comunicación con su madre varios minutos después y suspiró— tendré que pedir vacaciones —dijo con cansancio—. Volvamos con los demás, Rain… No sabemos en qué momento nos llamarán para abordar el avión.
Jaló ligeramente la correa y el cachorro lo siguió, así, ambos se alejaron de ese lugar donde había quedado una pastilla llena de baba, sin saber que eso le ocasionaría problemas en el avión a Esteban.
Bien, con esto ya saben por qué Rain no se quedó tranquilito en avión como los demás. Esteban es un poco despistado, pero me cae bien y no sé por qué, terminé shipeandolo con Fer XD ajajajaja pero no ¡Atrás, impulso de idiotez
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