Chibi Historia 028 – Sinfonía •UA Piano•
Kesito: Chibi historia porque Ojou está algo sensible.
El sonido del piano se escuchaba en el salón, un sonido relajante y lleno de una emoción que daba felicidad y nostalgia.
El pequeño niño de cuatro años, aun vestido con su pijama de koala, bajó las escaleras de puntillas, sin hacer un solo sonido; llegó hasta la puerta y asomó su rostro pecoso por un costado del marco, guardando silencio, escuchando con atención el sonido de las teclas.
Los ojos grises estaban fijos en la espalda de su madre y apreciaba como sus brazos se movían para alcanzar todas las teclas. Se mordió el labio inferior y dudo; estuvo a punto de dar media vuelta e irse, cuando se encontró una sombra tras él. Se asustó y dio un pequeño salto, pero al darse cuenta que era su padre, quien le hacía una seña para guardar silencio y le guiñaba un ojo, sonrió nervioso y asintió.
César se puso de cuclillas y abrazó a su hijo, mientras ambos escuchaban a Osvaldo tocar.
Varios minutos después, la melodía terminaba, Osvaldo sujetó un pequeño lápiz que tenía en una mesita al lado del piano y realizó unas marcas en la partitura, pues estaba en los arreglos de su última canción, pero unos delicados aplausos se escucharon y giró el rostro, sonriendo al ver a su esposo en el marco de la puerta, cargando a su hijo en brazos, quien aplaudía con sus manitas por la interpretación de su madre
—¡Hola! —el pelinegro se puso de pie—. No me había dado cuenta que estaban aquí, ¿los desperté? —preguntó contrariado.
Osvaldo caminó hasta su esposo e hijo y le besó la mejilla al menor, antes de besar los labios de su pareja.
—Bueno, son casi las dos de la mañana —obvió el castaño—, ¿tú que crees?
—¡Lo siento! —Osvaldo suspiró—. Es que me desperté con un cambio para mi nueva melodía en mente y no podía esperar a mañana.
—Yo toco, mami.
—¿Ahora mismo? —Osvaldo se sobresaltó.
El pequeño castaño asintió con efusividad.
—Bien, vamos…
Osvaldo sujetó a su hijo en brazos y lo llevó hasta el banquillo del piano, donde se sentó y dejó a su pequeño retoño en sus piernas, para que alcanzara el piano. Cesar se sentó en un banco que siempre estaba cerca y observó a su esposo e hijo.
Ciel aún era pequeño, pero aun antes de empezar a decir palabras con claridad, las teclas del piano habían sido muy interesantes para él, así que conocía algunas notas, sin llegar a tocar algo completo, pues no alcanzaba todas las teclas.
—Ahora, ¿recuerdas dónde está ‘Do Mayor’?
El niño presiono una tecla con rapidez.
—¡Bien! —dijo su madre con emoción—. Ahora repasemos esa escala…
César sonreía con ilusión, viendo esa escena, dónde sus dos tesoros estaban en pijama, frente al piano, sonriendo con emoción, pero se sintió molesto de no llevar su celular para tomar una foto.
Debido a que Ciel era un niño prematuro, temían que hubiera algún problema con su desarrollo especialmente porque no hablaba mucho, pero todo indicaba que estaba perfectamente sano y aunque prefería más las teclas del piano que hablar, no tenía ningún impedimento físico, ni mental; además, con sus primos se llevaba muy bien, hablaba y jugaba con ellos hasta quedar exhausto, pero con las personas extrañas era demasiado renuente y se cohibía tanto, que salía corriendo a esconderse, a diferencia de los demás niños.
Osvaldo le había dicho a Cesar que él era así de niño también, por lo que el castaño dejó de preocuparse tanto.
Los minutos pasaron y aunque Ciel seguía tocando las teclas, sus parpados se cerraban por momentos; se estaba obligando a mantenerse despierto.
—Hora de dormir, pedacito de cielo —dijo César y se acercó a su hijo tomándolo en brazos.
—No… piano… —un bostezo hizo que el menor no pudiera objetar más.
—Mañana tocaremos juntos, te lo prometo —Osvaldo se puso de pie y le colocó el gorro del pijama a su hijo, quien de inmediato recargó la mejilla en el hombro de su papá y se quedó dormido—. Creo que si tenía sueño.
—¿Tú no tienes sueño, mi amor? —César miró de reojo a su pareja y sonrió al verlo cubrirse la boca con la mano, para ocultar un bostezo.
—Un poco… —Osvaldo sonrió débilmente.
—Tú y Ciel, son capaces de dormir sobre el piano, antes de aceptar que deben ir a la cama.
—Lo siento, pero tú no quisiste que llevara el piano a la habitación —el pelinegro lo miró de reojo.
—Porque no quiero que a mitad de intimidad, me dejes botado, solo porque te llegó la inspiración y prefieras ir al piano, a quedarte a mi lado y terminar —señaló el castaño con seriedad.
—¡Sólo fue una vez!
—No necesito más —César negó.
Mientras la pareja discutía en voz baja, subieron las escaleras y llevaron a su hijo a la habitación que le correspondía, arropándolo entre ambos y dejándolo seguro en cama; encendieron el comunicador, en caso de que ocurriera algo y fueron a su habitación.
Apenas entraron, Osvaldo se puso frente a su esposo y le pasó las manos por el cuello.
—¿Qué pasa? —pregunto el castaño, pasando las manos por la cintura de su esposo.
—¿No quieres tocar el cielo con las manos, antes de dormir?
—Creí que tenías sueño —César levantó una ceja.
—Eso puede esperar… —Osvaldo le ofreció los labios con sumisión—. Acabamos de dejar a Ciel en su habitación, no creo que venga a dormir con nosotros hoy…
César no se negó; a esa hora, su hijo ya no despertaría de nuevo, pues cada noche a esa hora, se despertaba e iba a la habitación de sus padres y quería dormir con ellos, pero después de pasar varios minutos en el piano, seguramente no volvería a abrir los ojos, hasta el amanecer.
—Creo que podemos aprovechar la oportunidad.
César besó a su esposo y bajó por el cuello, besando con emoción.
—Además… —Osvaldo suspiró y sujetó los mechones castaños entre sus dedos—. Aun me falta un poco de inspiración…
El castaño mordió con un poco más de fuerza la clavícula de su esposo— no pienses que te dejaré ir de nuevo al piano…
Osvaldo soltó un gemido y luego suspiró— yo tampoco quiero que me dejes ir…
Cesar sujetó en brazos a su esposo y lo llevó a la cama; deseaba volver a poseerlo y disfrutar de su calor, antes de que lo volviera a abandonar por su “amante”, cómo le decía en ocasiones, al piano.
El pequeño niño de cuatro años, aun vestido con su pijama de koala, bajó las escaleras de puntillas, sin hacer un solo sonido; llegó hasta la puerta y asomó su rostro pecoso por un costado del marco, guardando silencio, escuchando con atención el sonido de las teclas.
Los ojos grises estaban fijos en la espalda de su madre y apreciaba como sus brazos se movían para alcanzar todas las teclas. Se mordió el labio inferior y dudo; estuvo a punto de dar media vuelta e irse, cuando se encontró una sombra tras él. Se asustó y dio un pequeño salto, pero al darse cuenta que era su padre, quien le hacía una seña para guardar silencio y le guiñaba un ojo, sonrió nervioso y asintió.
César se puso de cuclillas y abrazó a su hijo, mientras ambos escuchaban a Osvaldo tocar.
Varios minutos después, la melodía terminaba, Osvaldo sujetó un pequeño lápiz que tenía en una mesita al lado del piano y realizó unas marcas en la partitura, pues estaba en los arreglos de su última canción, pero unos delicados aplausos se escucharon y giró el rostro, sonriendo al ver a su esposo en el marco de la puerta, cargando a su hijo en brazos, quien aplaudía con sus manitas por la interpretación de su madre
—¡Hola! —el pelinegro se puso de pie—. No me había dado cuenta que estaban aquí, ¿los desperté? —preguntó contrariado.
Osvaldo caminó hasta su esposo e hijo y le besó la mejilla al menor, antes de besar los labios de su pareja.
—Bueno, son casi las dos de la mañana —obvió el castaño—, ¿tú que crees?
—¡Lo siento! —Osvaldo suspiró—. Es que me desperté con un cambio para mi nueva melodía en mente y no podía esperar a mañana.
—Yo toco, mami.
—¿Ahora mismo? —Osvaldo se sobresaltó.
El pequeño castaño asintió con efusividad.
—Bien, vamos…
Osvaldo sujetó a su hijo en brazos y lo llevó hasta el banquillo del piano, donde se sentó y dejó a su pequeño retoño en sus piernas, para que alcanzara el piano. Cesar se sentó en un banco que siempre estaba cerca y observó a su esposo e hijo.
Ciel aún era pequeño, pero aun antes de empezar a decir palabras con claridad, las teclas del piano habían sido muy interesantes para él, así que conocía algunas notas, sin llegar a tocar algo completo, pues no alcanzaba todas las teclas.
—Ahora, ¿recuerdas dónde está ‘Do Mayor’?
El niño presiono una tecla con rapidez.
—¡Bien! —dijo su madre con emoción—. Ahora repasemos esa escala…
César sonreía con ilusión, viendo esa escena, dónde sus dos tesoros estaban en pijama, frente al piano, sonriendo con emoción, pero se sintió molesto de no llevar su celular para tomar una foto.
Debido a que Ciel era un niño prematuro, temían que hubiera algún problema con su desarrollo especialmente porque no hablaba mucho, pero todo indicaba que estaba perfectamente sano y aunque prefería más las teclas del piano que hablar, no tenía ningún impedimento físico, ni mental; además, con sus primos se llevaba muy bien, hablaba y jugaba con ellos hasta quedar exhausto, pero con las personas extrañas era demasiado renuente y se cohibía tanto, que salía corriendo a esconderse, a diferencia de los demás niños.
Osvaldo le había dicho a Cesar que él era así de niño también, por lo que el castaño dejó de preocuparse tanto.
Los minutos pasaron y aunque Ciel seguía tocando las teclas, sus parpados se cerraban por momentos; se estaba obligando a mantenerse despierto.
—Hora de dormir, pedacito de cielo —dijo César y se acercó a su hijo tomándolo en brazos.
—No… piano… —un bostezo hizo que el menor no pudiera objetar más.
—Mañana tocaremos juntos, te lo prometo —Osvaldo se puso de pie y le colocó el gorro del pijama a su hijo, quien de inmediato recargó la mejilla en el hombro de su papá y se quedó dormido—. Creo que si tenía sueño.
—¿Tú no tienes sueño, mi amor? —César miró de reojo a su pareja y sonrió al verlo cubrirse la boca con la mano, para ocultar un bostezo.
—Un poco… —Osvaldo sonrió débilmente.
—Tú y Ciel, son capaces de dormir sobre el piano, antes de aceptar que deben ir a la cama.
—Lo siento, pero tú no quisiste que llevara el piano a la habitación —el pelinegro lo miró de reojo.
—Porque no quiero que a mitad de intimidad, me dejes botado, solo porque te llegó la inspiración y prefieras ir al piano, a quedarte a mi lado y terminar —señaló el castaño con seriedad.
—¡Sólo fue una vez!
—No necesito más —César negó.
Mientras la pareja discutía en voz baja, subieron las escaleras y llevaron a su hijo a la habitación que le correspondía, arropándolo entre ambos y dejándolo seguro en cama; encendieron el comunicador, en caso de que ocurriera algo y fueron a su habitación.
Apenas entraron, Osvaldo se puso frente a su esposo y le pasó las manos por el cuello.
—¿Qué pasa? —pregunto el castaño, pasando las manos por la cintura de su esposo.
—¿No quieres tocar el cielo con las manos, antes de dormir?
—Creí que tenías sueño —César levantó una ceja.
—Eso puede esperar… —Osvaldo le ofreció los labios con sumisión—. Acabamos de dejar a Ciel en su habitación, no creo que venga a dormir con nosotros hoy…
César no se negó; a esa hora, su hijo ya no despertaría de nuevo, pues cada noche a esa hora, se despertaba e iba a la habitación de sus padres y quería dormir con ellos, pero después de pasar varios minutos en el piano, seguramente no volvería a abrir los ojos, hasta el amanecer.
—Creo que podemos aprovechar la oportunidad.
César besó a su esposo y bajó por el cuello, besando con emoción.
—Además… —Osvaldo suspiró y sujetó los mechones castaños entre sus dedos—. Aun me falta un poco de inspiración…
El castaño mordió con un poco más de fuerza la clavícula de su esposo— no pienses que te dejaré ir de nuevo al piano…
Osvaldo soltó un gemido y luego suspiró— yo tampoco quiero que me dejes ir…
Cesar sujetó en brazos a su esposo y lo llevó a la cama; deseaba volver a poseerlo y disfrutar de su calor, antes de que lo volviera a abandonar por su “amante”, cómo le decía en ocasiones, al piano.
Era necesario escribir algo tierno… espero que sea tierno XD ajajajaja
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