Chibi Historia 026 – Destino •Lencería• (Julti)
Kesito: Chibi historia, basada en los dibujos de lencería para chico, que Ojou compartió hace tiempo en su página y en el grupo noñ
Mientras Julián está recostado en la cama, viendo con poco interés la televisión, su entrepierna punza, apresada en su pantalón, esperando lo que de antemano sabe que vendrá.
—¡Julián! —el grito se escucha desde el vestidor de la habitación, ya que la puerta está abierta—. ¿Estás seguro que quieres que use esto?
—Yo cumplí mi parte, te toca cumplir la tuya —dijo el castaño, levantando la voz para que su pareja lo escuchara, pero con una sonrisa divertida en sus labios.
—¡¿No prefieres otra cosa?! —el pelinegro sonaba nervioso—. ¿No quieres sexo… oral? —la voz disminuyó de volumen al final, pero el otro alcanzó a escuchar desde su lugar.
—Quiero sexo oral, pero también quiero que hagas esto, ahora, si no me cumples, iré a buscar quien quiera hacerlo y te aseguro que sé de alguien que no dudaría en hacer lo que le pido…
—¡No te atreverías! —gritó molesto Agustín, imaginándose a quién se refería el mayor.
—Ponme a prueba —retó el castaño con diversión.
Hubo un momento de silencio y finalmente, la voz resignada de Agus se escuchó.
—Está bien… ya… ya voy a salir… ¿estás listo?
—Siempre estoy listo —rió Julián, apagando la televisión y dejando el control remoto de lado, esperando atento, observando hacia la puerta del baño-vestidor.
Hubo un momento de silencio y Agustín no salía. Julián se estaba impacientando y se puso de pie, a punto de ir a sacarlo de su escondite, cuando el menor salió del vestidor.
A pesar de que llevaba el rostro hacia abajo, era notorio que estaba sumamente avergonzado, porque sus mejillas y orejas tenían un intenso tono carmín. Sus manos intentaban cubrir su cuerpo, aunque era casi imposible, debido a que la lencería que portaba era sumamente reveladora a su percepción y los listones que caían por su piel le daban cosquillas.
Julián se quedó de piel, observando de pies a cabeza a su pareja; parecía querer comerlo con esa acción, especialmente cuando se relamió los labios y caminó hasta acercarse al pelinegro.
Agustín apretó los parpados y contuvo la respiración, imaginando que Julián iría a sujetarlo y llevarlo directamente a la cama, pero no fue así. El mayor se quedó a un paso de Agus y lo rodeó, observando con detenimiento como la tela y listones se pegaban a la piel del otro. Cierto que ya conocía todos los rincones de su cuerpo estando desnudo, pero tenerlo así era un placer extraño; era como si fuese prohibido tocar las partes cubiertas y quería tocarlo con mayor deseo.
Julián se acercó por la espalda, tuvo el impulso de abrazar a Agustín, pero se contuvo; acercó el rostro a una oreja y susurró.
—Ve a la cama… —dijo con voz lenta y el otro se cimbró—. Súbete y ponte como quieras que te posea…
—¿Co-cómo…? —la voz del pelinegro apenas se escuchó.
Esa actitud tan inocente dejó a Julián satisfecho— sí… En cuatro para llegar más profundo o de frente, para ver tu hermoso rostro con ese gesto avergonzado…
Un suspiro escapó de los labios de Agustín; era imposible evitarlo, ya que la voz de Julián siempre le provocaba escalofríos.
—Hazlo —ordenó el mayor, mientras empezaba a desabrochar la camisa que portaba.
Agustín pasó saliva, pero asintió con lentitud y fue a la cama; no sabía cómo acomodarse, porque estaba seguro que de cualquier forma, Julián encontraría la manera de avergonzarlo más, pero le había dado dos opciones, así que tenía que elegir.
Cuando estuvo a un lado de la cama, ser subió a gatas, mostrándole sin querer, su trasero a Julián, quien se relamió los labios al ver lo que se “comería” esa noche, pero el castaño se sorprendió al darse cuenta que Agustín se movió y se tumbó boca arriba en la cama.
«¿De verdad lo quieres así?» pensó aun sin poder creerlo, pues sabía que a Agustín le daba mucha vergüenza verlo en ocasiones como esa.
El castaño no se contuvo y se desnudó de inmediato, yendo a la cama, sonriendo divertido al ver que Agustín se cubría el rostro con los brazos, pero aun así, alcanzaba a ver el tono carmín que coloreaba su piel.
Julián se subió a la cama, desde los pies, pero evitó tocar a su pareja; se inclinó y besó una pierna, subiendo por ella dejando caricias húmedas, llegando hasta la ingle de manera lenta, consiguiendo que Agustín suspirara, pero antes de llegar a la erección que se notaba atrapada en la lencería que portaba, bajó de nuevo, yendo a la otra pierna, para tratarla igual.
Una vez más, llegó a la ingle y notó que el miembro del pelinegro se miraba completamente erecto, aunque seguía atrapado en esa tela transparente. Sonrió divertido y siguió con su camino de besos en el vientre, ignorando el sexo que palpitaba ansiando atención.
El castaño subió, besando el vientre, el torso, los músculos firmes y marcados de su pareja, disfrutando como la piel se erizaba ante sus labios, lengua y aliento. Se detuvo en uno de los pectorales que era cubierto por una fina capa de lencería y humedeció con su lengua el pezón, escuchando un gemido ahogado por parte de su pareja, ya que se mordió el labio para no abrir más la boca; realizó el mismo trabajo en el otro y siguió subiendo, llegando hasta el cuello, succionando delicadamente la nuez, que subía y bajaba debido a la respiración y sonidos ahogados del otro.
Julián se acercó a los labios, pero aunque Agustín esperaba un beso, no lo obtuvo.
—Quita los brazos —ordenó en un susurro—, quiero ver tu rostro.
El labio inferior de Agustín tembló; dudó, pero como siempre, terminó obedeciendo, apartando los brazos de su rostro y dejando las manos a los costados de su cabeza, contra la almohada.
—Abre los ojos…
—No —negó con la cabeza, de manera infantil, haciendo sonreír al otro.
—Te acostaste de frente —sentenció el castaño mientras llevaba su mano a la erección de su pareja, acariciándola por encima de la tela—, lo que significa que también quieres verme, aunque no lo quieras admitir.
Agustín quiso negar, pero solo pudo gemir.
—Tal vez necesitas un poco de persuasión…
Julián bajó de nuevo y atrapó el sexo de su pareja en su boca, empezando a estimular por encima de la prenda. Agustín intentó cerrar las piernas por reflejo, pero las manos del mayor lo sujetaron de los muslos y siguió con su trabajo, humedeciendo con su saliva toda la tela que cubría el miembro de su pareja.
El pelinegro tembló, pero trataba de aguantar, más no pudo evitar gritar, cuando Julián liberó su erección y empezó a estimularla directamente.
«¿Por qué se siente diferente?» pensó con nervios, «ya ha hecho esto antes, pero se siente distinto… ¿por qué? ¿Por la ropa? No, ya la hizo a un lado… Entonces ¡¿Por qué?!»
Julián se apartó al ver como su pareja se revolvía en la cama ante sus atenciones y había empezado a gemir con mayor intensidad, por lo que era momento de seguir.
El mayor fue hasta el rostro y besó los labios con deseo, mordisqueando el inferior antes de separarse.
—Abre los ojos, Guti —ordenó con diversión.
Los ojos miel se entreabrieron lentamente y la mirada húmeda por el deseo se fijó en los castaños del otro.
—Di lo que quieres —sonrió al ver ese gesto tan dulce—, si lo haces, te complaceré…
—Yo… yo… quiero… que me… hagas… el amor…
Esa frase sorprendió a Julián, quien no imaginaba que su pareja dijera esas palabras en realidad; de hecho, esperaba algo más, como un “métela” o algo como cuando se desesperaba después de pasar muchos días sin sexo, pero debía admitir que lo que había escuchado le causaba ternura y un poco de morbo, así que quería presionarlo más, quería que Agustín le mostrara más de esa inocencia que aún tenía.
—¿Quieres que te haga el amor? —preguntó con diversión—. Te haré el amor —sentenció —, pero primero, me responderás algo —se inclinó y mordisqueó la oreja del pelinegro—, dime, ¿por qué elegiste esta posición?
Ante el susurro y el aliento tibio, Agustín se estremeció, pero sintió que el calor inundaba su cuerpo.
—Yo… yo… —su labio tembló—. Yo también… quiero verte.
—¿Quieres verme? —preguntó el mayor, un tanto confundido.
Agustín movió las manos y se aferró al cuello de su pareja; los listones en sus brazos cayeron a los costados, pero no les prestó atención. Fijó su mirada miel en los ojos de su pareja y lo miró con anhelo.
—Quiero ver tu rostro… cuando me penetres… —confesó con deseo—. Te ves… sumamente sexy y… me… me… excitas más —confesó con timidez y una sonrisa nerviosa bailando en sus labios.
Con esa confesión, con ese gesto, con esa voz, Agustín consiguió que Julián perdiera la cabeza y lo besó con demanda, mientras sus manos se movían con desespero, para acomodar su erección en la entrada del otro, pues no podía esperar para poseerlo.
Realmente había fracasado.
Julián quería que Agustín fuera el que se desesperara, pero al final, fue él quien no pudo contenerse esa noche y le hizo el amor hasta que ambos quedaron exhaustos.
—¡Julián! —el grito se escucha desde el vestidor de la habitación, ya que la puerta está abierta—. ¿Estás seguro que quieres que use esto?
—Yo cumplí mi parte, te toca cumplir la tuya —dijo el castaño, levantando la voz para que su pareja lo escuchara, pero con una sonrisa divertida en sus labios.
—¡¿No prefieres otra cosa?! —el pelinegro sonaba nervioso—. ¿No quieres sexo… oral? —la voz disminuyó de volumen al final, pero el otro alcanzó a escuchar desde su lugar.
—Quiero sexo oral, pero también quiero que hagas esto, ahora, si no me cumples, iré a buscar quien quiera hacerlo y te aseguro que sé de alguien que no dudaría en hacer lo que le pido…
—¡No te atreverías! —gritó molesto Agustín, imaginándose a quién se refería el mayor.
—Ponme a prueba —retó el castaño con diversión.
Hubo un momento de silencio y finalmente, la voz resignada de Agus se escuchó.
—Está bien… ya… ya voy a salir… ¿estás listo?
—Siempre estoy listo —rió Julián, apagando la televisión y dejando el control remoto de lado, esperando atento, observando hacia la puerta del baño-vestidor.
Hubo un momento de silencio y Agustín no salía. Julián se estaba impacientando y se puso de pie, a punto de ir a sacarlo de su escondite, cuando el menor salió del vestidor.
A pesar de que llevaba el rostro hacia abajo, era notorio que estaba sumamente avergonzado, porque sus mejillas y orejas tenían un intenso tono carmín. Sus manos intentaban cubrir su cuerpo, aunque era casi imposible, debido a que la lencería que portaba era sumamente reveladora a su percepción y los listones que caían por su piel le daban cosquillas.
Julián se quedó de piel, observando de pies a cabeza a su pareja; parecía querer comerlo con esa acción, especialmente cuando se relamió los labios y caminó hasta acercarse al pelinegro.
Agustín apretó los parpados y contuvo la respiración, imaginando que Julián iría a sujetarlo y llevarlo directamente a la cama, pero no fue así. El mayor se quedó a un paso de Agus y lo rodeó, observando con detenimiento como la tela y listones se pegaban a la piel del otro. Cierto que ya conocía todos los rincones de su cuerpo estando desnudo, pero tenerlo así era un placer extraño; era como si fuese prohibido tocar las partes cubiertas y quería tocarlo con mayor deseo.
Julián se acercó por la espalda, tuvo el impulso de abrazar a Agustín, pero se contuvo; acercó el rostro a una oreja y susurró.
—Ve a la cama… —dijo con voz lenta y el otro se cimbró—. Súbete y ponte como quieras que te posea…
—¿Co-cómo…? —la voz del pelinegro apenas se escuchó.
Esa actitud tan inocente dejó a Julián satisfecho— sí… En cuatro para llegar más profundo o de frente, para ver tu hermoso rostro con ese gesto avergonzado…
Un suspiro escapó de los labios de Agustín; era imposible evitarlo, ya que la voz de Julián siempre le provocaba escalofríos.
—Hazlo —ordenó el mayor, mientras empezaba a desabrochar la camisa que portaba.
Agustín pasó saliva, pero asintió con lentitud y fue a la cama; no sabía cómo acomodarse, porque estaba seguro que de cualquier forma, Julián encontraría la manera de avergonzarlo más, pero le había dado dos opciones, así que tenía que elegir.
Cuando estuvo a un lado de la cama, ser subió a gatas, mostrándole sin querer, su trasero a Julián, quien se relamió los labios al ver lo que se “comería” esa noche, pero el castaño se sorprendió al darse cuenta que Agustín se movió y se tumbó boca arriba en la cama.
«¿De verdad lo quieres así?» pensó aun sin poder creerlo, pues sabía que a Agustín le daba mucha vergüenza verlo en ocasiones como esa.
El castaño no se contuvo y se desnudó de inmediato, yendo a la cama, sonriendo divertido al ver que Agustín se cubría el rostro con los brazos, pero aun así, alcanzaba a ver el tono carmín que coloreaba su piel.
Julián se subió a la cama, desde los pies, pero evitó tocar a su pareja; se inclinó y besó una pierna, subiendo por ella dejando caricias húmedas, llegando hasta la ingle de manera lenta, consiguiendo que Agustín suspirara, pero antes de llegar a la erección que se notaba atrapada en la lencería que portaba, bajó de nuevo, yendo a la otra pierna, para tratarla igual.
Una vez más, llegó a la ingle y notó que el miembro del pelinegro se miraba completamente erecto, aunque seguía atrapado en esa tela transparente. Sonrió divertido y siguió con su camino de besos en el vientre, ignorando el sexo que palpitaba ansiando atención.
El castaño subió, besando el vientre, el torso, los músculos firmes y marcados de su pareja, disfrutando como la piel se erizaba ante sus labios, lengua y aliento. Se detuvo en uno de los pectorales que era cubierto por una fina capa de lencería y humedeció con su lengua el pezón, escuchando un gemido ahogado por parte de su pareja, ya que se mordió el labio para no abrir más la boca; realizó el mismo trabajo en el otro y siguió subiendo, llegando hasta el cuello, succionando delicadamente la nuez, que subía y bajaba debido a la respiración y sonidos ahogados del otro.
Julián se acercó a los labios, pero aunque Agustín esperaba un beso, no lo obtuvo.
—Quita los brazos —ordenó en un susurro—, quiero ver tu rostro.
El labio inferior de Agustín tembló; dudó, pero como siempre, terminó obedeciendo, apartando los brazos de su rostro y dejando las manos a los costados de su cabeza, contra la almohada.
—Abre los ojos…
—No —negó con la cabeza, de manera infantil, haciendo sonreír al otro.
—Te acostaste de frente —sentenció el castaño mientras llevaba su mano a la erección de su pareja, acariciándola por encima de la tela—, lo que significa que también quieres verme, aunque no lo quieras admitir.
Agustín quiso negar, pero solo pudo gemir.
—Tal vez necesitas un poco de persuasión…
Julián bajó de nuevo y atrapó el sexo de su pareja en su boca, empezando a estimular por encima de la prenda. Agustín intentó cerrar las piernas por reflejo, pero las manos del mayor lo sujetaron de los muslos y siguió con su trabajo, humedeciendo con su saliva toda la tela que cubría el miembro de su pareja.
El pelinegro tembló, pero trataba de aguantar, más no pudo evitar gritar, cuando Julián liberó su erección y empezó a estimularla directamente.
«¿Por qué se siente diferente?» pensó con nervios, «ya ha hecho esto antes, pero se siente distinto… ¿por qué? ¿Por la ropa? No, ya la hizo a un lado… Entonces ¡¿Por qué?!»
Julián se apartó al ver como su pareja se revolvía en la cama ante sus atenciones y había empezado a gemir con mayor intensidad, por lo que era momento de seguir.
El mayor fue hasta el rostro y besó los labios con deseo, mordisqueando el inferior antes de separarse.
—Abre los ojos, Guti —ordenó con diversión.
Los ojos miel se entreabrieron lentamente y la mirada húmeda por el deseo se fijó en los castaños del otro.
—Di lo que quieres —sonrió al ver ese gesto tan dulce—, si lo haces, te complaceré…
—Yo… yo… quiero… que me… hagas… el amor…
Esa frase sorprendió a Julián, quien no imaginaba que su pareja dijera esas palabras en realidad; de hecho, esperaba algo más, como un “métela” o algo como cuando se desesperaba después de pasar muchos días sin sexo, pero debía admitir que lo que había escuchado le causaba ternura y un poco de morbo, así que quería presionarlo más, quería que Agustín le mostrara más de esa inocencia que aún tenía.
—¿Quieres que te haga el amor? —preguntó con diversión—. Te haré el amor —sentenció —, pero primero, me responderás algo —se inclinó y mordisqueó la oreja del pelinegro—, dime, ¿por qué elegiste esta posición?
Ante el susurro y el aliento tibio, Agustín se estremeció, pero sintió que el calor inundaba su cuerpo.
—Yo… yo… —su labio tembló—. Yo también… quiero verte.
—¿Quieres verme? —preguntó el mayor, un tanto confundido.
Agustín movió las manos y se aferró al cuello de su pareja; los listones en sus brazos cayeron a los costados, pero no les prestó atención. Fijó su mirada miel en los ojos de su pareja y lo miró con anhelo.
—Quiero ver tu rostro… cuando me penetres… —confesó con deseo—. Te ves… sumamente sexy y… me… me… excitas más —confesó con timidez y una sonrisa nerviosa bailando en sus labios.
Con esa confesión, con ese gesto, con esa voz, Agustín consiguió que Julián perdiera la cabeza y lo besó con demanda, mientras sus manos se movían con desespero, para acomodar su erección en la entrada del otro, pues no podía esperar para poseerlo.
Realmente había fracasado.
Julián quería que Agustín fuera el que se desesperara, pero al final, fue él quien no pudo contenerse esa noche y le hizo el amor hasta que ambos quedaron exhaustos.
Kesito: Bien, espero hayan disfrutado el manoseo, pero no hay un +18 completo, porque las chibi historias son eso "chibis" y están a mi cargo, así que como soy menor de edad, no puedo escribirles +18 explícito (realmente me gusta dejarlos con las ganas, porque soy un Kesito malvado muajajajajaja \*o*/)
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