Chibi Historia 024 – Destino •Adopción Julti•
Kesito: Chibi historia del futuro de Julti en Destino; como dijo Ojou, ellos van a adoptar, así que aquí está eso.
Julián había salido a un viaje urgente, eso había dejado inquieto a Agustín que no supo a dónde había ido su pareja, pues no le quiso decir y era la primera ocasión que ocurría después de años de estar juntos. Después de casi una semana de estar fuera, incluso sin comunicarse más que por algunos escasos mensajes de texto, el pelinegro estaba sumamente preocupado.
Esa tarde, después de volver de acompañar a Erick, Agustín fue a su hogar y estaba preparándose algo ligero de comer, cuando escuchó el sonido de su celular, era una llamada de su esposo.
—¡Julián! — sonrió con emoción al responder.
—“…Guti…” — el tono de voz que tenía el otro, alertó al pelinegro.
—¿Qué ocurre? — preguntó de inmediato.
—“…Te necesito…”
Esa tarde, después de volver de acompañar a Erick, Agustín fue a su hogar y estaba preparándose algo ligero de comer, cuando escuchó el sonido de su celular, era una llamada de su esposo.
—¡Julián! — sonrió con emoción al responder.
—“…Guti…” — el tono de voz que tenía el otro, alertó al pelinegro.
—¿Qué ocurre? — preguntó de inmediato.
—“…Te necesito…”
Agustín despertó a Alejandro, pidiéndole permiso para ir a encontrarse con Julián en la ciudad de dónde el mayor era y el rubio le dijo que no se preocupara, que acompañara a su esposo, pues él sabía lo que había ocurrido; así, el pelinegro tomó un vuelo de inmediato y llegó al amanecer al lado de su esposo, quien se encontraba en una capilla de velación.
Toda la familia estaba conmocionada; un hermano de Julián había tenido un accidente, con su esposa e hijo, pero aunque el niño estaba bien, sus padres habían estado graves en el hospital los últimos días, por ello el castaño había ido, sin contarle a su esposo para no preocuparlo, pero no pudo ocultarlo más, cuando su hermano falleció el día anterior.
Agustín llegó al lado de Julián y el mayor lo abrazó con fuerza; el pelinegro lo conocía, era obvio que le dolía y estaba manteniéndose fuerte, pero seguramente le estaba costando mucho, pues la pérdida de uno de sus hermanos debía dolerle demasiado. Después de unos minutos que se mantuvo así, Agustín fue a dar el pésame a la familia de su esposo y finalmente, ambos salieron un momento. El mayor, estaba consternado, así que Agustín lo abrazó una vez más; lentamente, Julián se calmó, manteniendo firme el abrazo con el otro, hundiendo su rostro en el cuello, aspirando su aroma, sintiéndose completamente reconfortado de tenerlo a su lado en ese momento tan difícil.
Finalmente, el castaño se alejó y besó los labios de su esposo con suavidad — tenemos que hablar — musitó.
—¿Sobre qué? — indagó el menor, acariciando las mejillas de su esposo.
—Héctor… él… me pidió un favor antes de morir…
Toda la familia estaba conmocionada; un hermano de Julián había tenido un accidente, con su esposa e hijo, pero aunque el niño estaba bien, sus padres habían estado graves en el hospital los últimos días, por ello el castaño había ido, sin contarle a su esposo para no preocuparlo, pero no pudo ocultarlo más, cuando su hermano falleció el día anterior.
Agustín llegó al lado de Julián y el mayor lo abrazó con fuerza; el pelinegro lo conocía, era obvio que le dolía y estaba manteniéndose fuerte, pero seguramente le estaba costando mucho, pues la pérdida de uno de sus hermanos debía dolerle demasiado. Después de unos minutos que se mantuvo así, Agustín fue a dar el pésame a la familia de su esposo y finalmente, ambos salieron un momento. El mayor, estaba consternado, así que Agustín lo abrazó una vez más; lentamente, Julián se calmó, manteniendo firme el abrazo con el otro, hundiendo su rostro en el cuello, aspirando su aroma, sintiéndose completamente reconfortado de tenerlo a su lado en ese momento tan difícil.
Finalmente, el castaño se alejó y besó los labios de su esposo con suavidad — tenemos que hablar — musitó.
—¿Sobre qué? — indagó el menor, acariciando las mejillas de su esposo.
—Héctor… él… me pidió un favor antes de morir…
Mientras Julián se encargaba, junto con sus padres de los últimos trámites para la cremación de los cuerpos, Agustín fue a la casa de sus suegros; sabía que Ezra, el hijo de su recién fallecido cuñado, estaba ahí, con sus otros primos. Cuando llegó a la casa, todos sus sobrinos fueron a recibirlo, pues no parecían entender del todo la situación, pero le dijeron que Ezra, quien apenas tenía siete años, se encontraba en la habitación y no quería salir de ahí. Agustín no lo dudó y fue a su lado.
—Hola — saludó el pelinegro al sentarse al lado del pequeño castaño.
El niño levantó el rostro y al ver a su tío, sus ojos aceitunados se humedecieron y se lanzó a sus brazos, llorando; Agustín lo acomodó, sentándolo en sus piernas y lo acunó en brazos, permitiendo que llorara. Sabía que el menor no había podido desahogarse, pues sus abuelos estaban llorando la perdida de sus hijos, mientras que sus otros tíos estaban aún afligidos y abatidos, que no habían tenido oportunidad de consolarlo.
—Llora, Ezra, no tiene nada de malo sacar el dolor — comentó el mayor, sin dejar de acariciar el cabello castaño claro —, no te preocupes, me quedaré a tu lado y Julián también
El niño se aferró a la camiseta de su tío con fuerza y lloró todo lo que no había podido hacer, hasta que se durmió, pero Agustín no se apartó, pues a pesar de que estaba inconsciente, el menor no había soltado el agarre en su ropa; el pequeño castaño parecía necesitado y se estremecía en medio de sus sueños, seguramente, le asaltaban pesadillas como a él, pues Julián le dijo que el niño había estado también en el accidente, pero nada le había pasado, más que unos golpes y raspones. Así se quedaron ambos, hasta que le avisaron que era hora de ir al crematorio.
Agustín ayudó al niño a cambiarse para que despidiera a sus padres; el niño no había hablado y se mantenía en silencio.
—¿No dirás nada? — preguntó Agustín, mientras terminaba de ponerle los zapatos.
—No sé qué decir — dijo el menor —, ahora ya no tengo papá, ni mamá — sollozó.
El pelinegro suspiró — yo tampoco tengo papá, ni mamá — dijo con calma —, pero al menos, tú sabes que tus papás te quisieron mucho, los míos en cambio, no me querían a mí — hizo una mueca triste.
—Tío Guti… — los ojos aceituna buscaron la mirada de su tío y limpió su nariz —, ¿cómo evitas que duela?
—No se evita — Agustín negó —, pero con el tiempo, las heridas sanan y aunque a veces lloras porque es triste, al final, debes encontrar razones para sonreír — le dedicó una dulce sonrisa al menor.
—Pero, ahora estoy solo…
—No estás solo, tienes a tus abuelitos, a tus tíos, a tus primos… si yo, que no tuve nada de eso, pude salir adelante, tú también puedes — le guiño un ojo.
Ezra intentó sonreír, pero no pudo — ya no podré quedarme en mi casa, ¿verdad?
—No — el mayor negó —, pero, si estás de acuerdo, puedes irte con tu tío Julián y conmigo, como cuando fuiste de vacaciones, ¿recuerdas?
—Sí, recuerdo — asintió —, pero no estoy de vacaciones…
Agustín sonrió — no serían vacaciones, sino a quedarte a vivir con nosotros, ¿qué dices? — le acarició el cabello, despeinándolo — tu tío Julián y yo, estaríamos felices de que te quedaras allá, además, tendrías el mar cerca y amiguitos con quienes divertirte, como aquella vez y seguramente las cocineras de la casa grande te darían muchos dulces, como a los hijos de los señores De León, ¿no te gustaría?
La carita del castaño se iluminó — sí — asintió efusivamente, pues por un momento, se olvidó de sus tristezas, al recordar cómo fue cuando conoció ese lugar por primera vez.
—Entonces, no te pongas triste, pues si tus papás te ven llorar, se van a poner tristes también — le extendió la mano, para ayudarle a incorporarse.
—¿Crees que ellos me mirarán?
—No solo te mirarán — aseguró el mayor —, sino que te cuidarán, así que, tienes que ser un buen niño y ser fuerte.
Ezra asintió y se sostuvo de la mano de su tío, poniéndose de pie — ya no lloraré — dijo con más seguridad.
—Llorar no significa que no seas fuerte — negó el pelinegro —, puedes llorar, pero no te hundas en la depresión, ¿de acuerdo? Si quieres llorar, ven conmigo o con tu tío Julián, que nosotros te sostendremos y ayudaremos, para que no te sientas solo, te lo prometo.
El pequeño castaño sonrió y sus ojos se humedecieron, antes de abrazarse de su tío, restregando el rostro contra la ropa del mayor, para limpiar sus lágrimas; Agustín le acarició el cabello y sonrió, esperaba poder consolar a ese niño siempre, aunque no sabía si cuando creciera iba a ser tan sencillo como en ese momento.
La puerta se abrió y Julián se asomó.
—Guti — dijo con voz seria —, ¿están listos?
Ezra se alejó de su tío y asintió — estamos listos — respondió con seguridad y caminó a la salida.
Agustín siguió al niño y Julián lo detuvo en la puerta mientras el pequeño castaño bajaba las escaleras.
—¿Le dijiste?
—No exactamente — negó —, pero, creo que él estará feliz si somos sus padres, al menos por ahora — levantó una ceja —, no sé qué tan difícil sea la adolescencia, pero espero que de eso te encargues tú.
Julián sonrió y besó a su esposo con ansiedad — gracias — musitó al romper el beso.
—¿Por qué?
—Por ayudarme en este momento tan difícil…
—Dijiste que me necesitabas… no iba a abandonarte, ni a Ezra tampoco — negó el pelinegro —, después de todo, será nuestro hijo, ¿no es así?
Julián asintió, besó una vez más a su esposo y lo sujetó de la mano, para bajar juntos las escaleras; aunque no lo dijera, realmente Agustín le estaba dando fuerzas para sobrellevar esa situación y por eso, le pidió que fuera con Ezra, pues sabía que era el único que podría consolar a su sobrino también.
—Hola — saludó el pelinegro al sentarse al lado del pequeño castaño.
El niño levantó el rostro y al ver a su tío, sus ojos aceitunados se humedecieron y se lanzó a sus brazos, llorando; Agustín lo acomodó, sentándolo en sus piernas y lo acunó en brazos, permitiendo que llorara. Sabía que el menor no había podido desahogarse, pues sus abuelos estaban llorando la perdida de sus hijos, mientras que sus otros tíos estaban aún afligidos y abatidos, que no habían tenido oportunidad de consolarlo.
—Llora, Ezra, no tiene nada de malo sacar el dolor — comentó el mayor, sin dejar de acariciar el cabello castaño claro —, no te preocupes, me quedaré a tu lado y Julián también
El niño se aferró a la camiseta de su tío con fuerza y lloró todo lo que no había podido hacer, hasta que se durmió, pero Agustín no se apartó, pues a pesar de que estaba inconsciente, el menor no había soltado el agarre en su ropa; el pequeño castaño parecía necesitado y se estremecía en medio de sus sueños, seguramente, le asaltaban pesadillas como a él, pues Julián le dijo que el niño había estado también en el accidente, pero nada le había pasado, más que unos golpes y raspones. Así se quedaron ambos, hasta que le avisaron que era hora de ir al crematorio.
Agustín ayudó al niño a cambiarse para que despidiera a sus padres; el niño no había hablado y se mantenía en silencio.
—¿No dirás nada? — preguntó Agustín, mientras terminaba de ponerle los zapatos.
—No sé qué decir — dijo el menor —, ahora ya no tengo papá, ni mamá — sollozó.
El pelinegro suspiró — yo tampoco tengo papá, ni mamá — dijo con calma —, pero al menos, tú sabes que tus papás te quisieron mucho, los míos en cambio, no me querían a mí — hizo una mueca triste.
—Tío Guti… — los ojos aceituna buscaron la mirada de su tío y limpió su nariz —, ¿cómo evitas que duela?
—No se evita — Agustín negó —, pero con el tiempo, las heridas sanan y aunque a veces lloras porque es triste, al final, debes encontrar razones para sonreír — le dedicó una dulce sonrisa al menor.
—Pero, ahora estoy solo…
—No estás solo, tienes a tus abuelitos, a tus tíos, a tus primos… si yo, que no tuve nada de eso, pude salir adelante, tú también puedes — le guiño un ojo.
Ezra intentó sonreír, pero no pudo — ya no podré quedarme en mi casa, ¿verdad?
—No — el mayor negó —, pero, si estás de acuerdo, puedes irte con tu tío Julián y conmigo, como cuando fuiste de vacaciones, ¿recuerdas?
—Sí, recuerdo — asintió —, pero no estoy de vacaciones…
Agustín sonrió — no serían vacaciones, sino a quedarte a vivir con nosotros, ¿qué dices? — le acarició el cabello, despeinándolo — tu tío Julián y yo, estaríamos felices de que te quedaras allá, además, tendrías el mar cerca y amiguitos con quienes divertirte, como aquella vez y seguramente las cocineras de la casa grande te darían muchos dulces, como a los hijos de los señores De León, ¿no te gustaría?
La carita del castaño se iluminó — sí — asintió efusivamente, pues por un momento, se olvidó de sus tristezas, al recordar cómo fue cuando conoció ese lugar por primera vez.
—Entonces, no te pongas triste, pues si tus papás te ven llorar, se van a poner tristes también — le extendió la mano, para ayudarle a incorporarse.
—¿Crees que ellos me mirarán?
—No solo te mirarán — aseguró el mayor —, sino que te cuidarán, así que, tienes que ser un buen niño y ser fuerte.
Ezra asintió y se sostuvo de la mano de su tío, poniéndose de pie — ya no lloraré — dijo con más seguridad.
—Llorar no significa que no seas fuerte — negó el pelinegro —, puedes llorar, pero no te hundas en la depresión, ¿de acuerdo? Si quieres llorar, ven conmigo o con tu tío Julián, que nosotros te sostendremos y ayudaremos, para que no te sientas solo, te lo prometo.
El pequeño castaño sonrió y sus ojos se humedecieron, antes de abrazarse de su tío, restregando el rostro contra la ropa del mayor, para limpiar sus lágrimas; Agustín le acarició el cabello y sonrió, esperaba poder consolar a ese niño siempre, aunque no sabía si cuando creciera iba a ser tan sencillo como en ese momento.
La puerta se abrió y Julián se asomó.
—Guti — dijo con voz seria —, ¿están listos?
Ezra se alejó de su tío y asintió — estamos listos — respondió con seguridad y caminó a la salida.
Agustín siguió al niño y Julián lo detuvo en la puerta mientras el pequeño castaño bajaba las escaleras.
—¿Le dijiste?
—No exactamente — negó —, pero, creo que él estará feliz si somos sus padres, al menos por ahora — levantó una ceja —, no sé qué tan difícil sea la adolescencia, pero espero que de eso te encargues tú.
Julián sonrió y besó a su esposo con ansiedad — gracias — musitó al romper el beso.
—¿Por qué?
—Por ayudarme en este momento tan difícil…
—Dijiste que me necesitabas… no iba a abandonarte, ni a Ezra tampoco — negó el pelinegro —, después de todo, será nuestro hijo, ¿no es así?
Julián asintió, besó una vez más a su esposo y lo sujetó de la mano, para bajar juntos las escaleras; aunque no lo dijera, realmente Agustín le estaba dando fuerzas para sobrellevar esa situación y por eso, le pidió que fuera con Ezra, pues sabía que era el único que podría consolar a su sobrino también.
Kesito: Aunque no lo crean, había otra versión de esta historia; una versión no muy buena ajajajaja pero hubiera servido para romper unos cuantos corazones, ya que Ezra sería hijo de un “amigo” de Julián y Agustín moriría de celos, porque ese niño, a su esposo, le recordaría mucho esa persona, ya que Ezra se iba a parecer a su padre XD pero bueno, supongo que quieren cosas lindas, en vez de cosas rompehogares ajajajaja
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