Chibi Historia 022 – Trucos •Feliz cumpleaños Micky•
Kesito: Esta fue una chibi historia para el 13 de octubre del año pasado, que cumple años el pequeño y travieso Micky, realmente, Ojou quiere hacer una continuación de Trucos, pero no se ha dado tiempo de ello.
Los gemidos eran ahogados, Alberto mordía con fuerza la tela que servía como mordaza para que no hiciera ruido, mientras sus manos se encontraban sujetas con fuerza tras su espalda, debido a una soga sumamente ajustada; su torso y entrepierna también estaban siendo lacerados por esas cuerdas pero estaba tocando el cielo debido a lo que sentía, especialmente al frotar su sexo contra la sabana de la cama.
—Me gusta esto — musitó Micky, contra la espalda del mayor.
A pesar de que en casi un año de tener encuentros esporádicos con su vecino y de que era notorio que su miembro había crecido un poco, sentía que no era suficiente, ya que no llegaba muy adentro en esa posición y se conformaba con solo meter la punta por momentos y restregarse entre las nalgas suaves del otro.
—¿Te gusta? — mordió uno de los brazos, ya que no alcanzaba el hombro.
El castaño asintió y se estremeció, al sentir el pequeño miembro de su amante, entrar un poco más en él.
Micky aun batallaba en controlarse por lo que no aguantó, se alejó de Alberto y lo movió para dejarlo contra la cama, acomodándose entre las piernas que se abrieron de inmediato y con sumisión, para recibirlo sin pudor; en esa posición, el niño pudo ingresar con facilidad y tomar un ritmo más rápido, sin batallar por volver a entrar, ya que no se salía completamente.
El pelinegro se inclinó y mordió los pezones erectos con fuerza, consiguiendo que el ojiverde llorara por el trato, pero se expuso más; realmente disfrutaba de ese dolor y el niño parecía estar volviéndose un verdadero maestro en tratarlo con rudeza.
Sin tardar mucho, el ojigris gimió y liberó su semen en el interior de su compañero. A pesar de que no era mucho, era más abundante que las primeras veces.
Alberto gimoteo y se restregó contra el cuerpo del otro, por lo que Micky entendió que también deseaba terminar; su mano se metió entre ambos cuerpos y empezó a masturbar con poca delicadeza, el sexo erecto del adolescente, quien en pocos segundos, se rindió al llegar al orgasmo también.
Pasaron un par de minutos, hasta que Micky se apartó y le quitó la mordaza a Alberto.
—¡¿Te gustó?! — preguntó con emoción.
—Eso debo preguntarlo yo — sonrió el castaño —, esto es para festejar tu cumpleaños adelantado.
—Sí, me gustó — asintió el pelinegro —, pero me gustaría hacer más.
—¿Más?
—Sí, siento que no es suficiente, ¿tú que crees?
—¿Quieres lastimarme más? — preguntó con un dejo de temor y curiosidad, ya que una deliciosa sensación se hizo presente en la boca de su estómago, a la expectativa de la respuesta de su “amo”.
—Solo si tú quieres — sonrió de manera pícara el menor.
Alberto mordió su labio de manera sensual — la verdad, sí — asintió —, creo que aun puedes ser más sádico, pero no sé si tu carácter lo permita.
—Solo necesitamos practicar más — el ojigris se alzó de hombros —, aunque el problema es que no tenemos muchas libertades — hizo un mohín —, por ahora, debo soltarte…
—Sí, tus padres no tardan en volver a la casa y no quiero que nos encuentren así o no podré volver a acercarme a ti.
Con rapidez, Micky soltó los amarres que sujetaban al mayor y Alberto empezó a ponerse la ropa, todo ante la mirada curiosa del niño, que también se vestía, pero al otro lado de la cama.
—¿Qué ocurre? — indagó el castaño, después de ponerse la camiseta.
—Mañana es mi cumpleaños — señaló el menor —, ¿qué me regalarás?
—Tengo el dinero que me pagan tus papás por ser tu niñero, así que puedo regalarte casi cualquier cosa — dijo confiado —, ¿qué quiere que te regale?
—No quiero que me compres nada, quiero que hagas algo.
Alberto se colocó sus gafas al terminar de vestirse — ¿qué quieres que haga?
Micky fue a su buró y sacó una cajita — ten.
El ojiverde la sujetó y revisó el interior; tenía una gruesa y larga cuerda, con muchos nudos en su extensión, además, había unas prendas interiores muy delicadas, parecían de chica; le causaba curiosidad saber cómo las había conseguido, pero nunca se atrevía a preguntarle esas cosas.
—¿Quieres que use esto? ¿Cuándo?
—Mañana…
La respuesta sorprendió al mayor — pero mañana no nos podremos ver, porque es tu fiesta…
—La usarás en mi fiesta — sonrió con malicia el ojigris.
Las mejillas de Alberto se tiñeron de rojo — bueno, si eso quieres… aunque no podrás verlo, porque usaré pantalón, como siempre.
—Lo veré — Micky ladeó el rostro —, porque buscaremos la manera de escaparnos un ratito de la fiesta.
El castaño se cimbró completamente — tus papás se preocuparán — pensó con nervios, ya que no quería levantar sospechas.
—No lo harán — el niño negó —, estarán ocupados con la fiesta y los invitados, así que, nos podemos escapar un ratito, ¿tienes miedo? ¿No quieres hacerlo?
Alberto mordió su labio; claro que tenía miedo, aunque también sentía un malsano deseo de emoción, aunque lo más importante era que él nunca le diría que no a Micky.
El ojiverde se dejó caer, quedando hincado ante el menor, dejó la caja en el piso y lo abrazó por la cintura — lo haré, amo — sentenció, levantando el rostro y ofreciendo sus labios.
Micky pasó la mano por el cabello castaño — buen chico — sonrió complacido y se inclinó a besarlo en los labios con rudeza, mordiéndolos con algo de saña, consiguiendo que el otro se quejara y excitara una vez más, por el dolor.
Ambos estaban completamente perdidos en ese juego perverso y no sabían hasta donde podían llegar o si les podría acarrear problemas, pero mientras durara, lo disfrutarían.
—Me gusta esto — musitó Micky, contra la espalda del mayor.
A pesar de que en casi un año de tener encuentros esporádicos con su vecino y de que era notorio que su miembro había crecido un poco, sentía que no era suficiente, ya que no llegaba muy adentro en esa posición y se conformaba con solo meter la punta por momentos y restregarse entre las nalgas suaves del otro.
—¿Te gusta? — mordió uno de los brazos, ya que no alcanzaba el hombro.
El castaño asintió y se estremeció, al sentir el pequeño miembro de su amante, entrar un poco más en él.
Micky aun batallaba en controlarse por lo que no aguantó, se alejó de Alberto y lo movió para dejarlo contra la cama, acomodándose entre las piernas que se abrieron de inmediato y con sumisión, para recibirlo sin pudor; en esa posición, el niño pudo ingresar con facilidad y tomar un ritmo más rápido, sin batallar por volver a entrar, ya que no se salía completamente.
El pelinegro se inclinó y mordió los pezones erectos con fuerza, consiguiendo que el ojiverde llorara por el trato, pero se expuso más; realmente disfrutaba de ese dolor y el niño parecía estar volviéndose un verdadero maestro en tratarlo con rudeza.
Sin tardar mucho, el ojigris gimió y liberó su semen en el interior de su compañero. A pesar de que no era mucho, era más abundante que las primeras veces.
Alberto gimoteo y se restregó contra el cuerpo del otro, por lo que Micky entendió que también deseaba terminar; su mano se metió entre ambos cuerpos y empezó a masturbar con poca delicadeza, el sexo erecto del adolescente, quien en pocos segundos, se rindió al llegar al orgasmo también.
Pasaron un par de minutos, hasta que Micky se apartó y le quitó la mordaza a Alberto.
—¡¿Te gustó?! — preguntó con emoción.
—Eso debo preguntarlo yo — sonrió el castaño —, esto es para festejar tu cumpleaños adelantado.
—Sí, me gustó — asintió el pelinegro —, pero me gustaría hacer más.
—¿Más?
—Sí, siento que no es suficiente, ¿tú que crees?
—¿Quieres lastimarme más? — preguntó con un dejo de temor y curiosidad, ya que una deliciosa sensación se hizo presente en la boca de su estómago, a la expectativa de la respuesta de su “amo”.
—Solo si tú quieres — sonrió de manera pícara el menor.
Alberto mordió su labio de manera sensual — la verdad, sí — asintió —, creo que aun puedes ser más sádico, pero no sé si tu carácter lo permita.
—Solo necesitamos practicar más — el ojigris se alzó de hombros —, aunque el problema es que no tenemos muchas libertades — hizo un mohín —, por ahora, debo soltarte…
—Sí, tus padres no tardan en volver a la casa y no quiero que nos encuentren así o no podré volver a acercarme a ti.
Con rapidez, Micky soltó los amarres que sujetaban al mayor y Alberto empezó a ponerse la ropa, todo ante la mirada curiosa del niño, que también se vestía, pero al otro lado de la cama.
—¿Qué ocurre? — indagó el castaño, después de ponerse la camiseta.
—Mañana es mi cumpleaños — señaló el menor —, ¿qué me regalarás?
—Tengo el dinero que me pagan tus papás por ser tu niñero, así que puedo regalarte casi cualquier cosa — dijo confiado —, ¿qué quiere que te regale?
—No quiero que me compres nada, quiero que hagas algo.
Alberto se colocó sus gafas al terminar de vestirse — ¿qué quieres que haga?
Micky fue a su buró y sacó una cajita — ten.
El ojiverde la sujetó y revisó el interior; tenía una gruesa y larga cuerda, con muchos nudos en su extensión, además, había unas prendas interiores muy delicadas, parecían de chica; le causaba curiosidad saber cómo las había conseguido, pero nunca se atrevía a preguntarle esas cosas.
—¿Quieres que use esto? ¿Cuándo?
—Mañana…
La respuesta sorprendió al mayor — pero mañana no nos podremos ver, porque es tu fiesta…
—La usarás en mi fiesta — sonrió con malicia el ojigris.
Las mejillas de Alberto se tiñeron de rojo — bueno, si eso quieres… aunque no podrás verlo, porque usaré pantalón, como siempre.
—Lo veré — Micky ladeó el rostro —, porque buscaremos la manera de escaparnos un ratito de la fiesta.
El castaño se cimbró completamente — tus papás se preocuparán — pensó con nervios, ya que no quería levantar sospechas.
—No lo harán — el niño negó —, estarán ocupados con la fiesta y los invitados, así que, nos podemos escapar un ratito, ¿tienes miedo? ¿No quieres hacerlo?
Alberto mordió su labio; claro que tenía miedo, aunque también sentía un malsano deseo de emoción, aunque lo más importante era que él nunca le diría que no a Micky.
El ojiverde se dejó caer, quedando hincado ante el menor, dejó la caja en el piso y lo abrazó por la cintura — lo haré, amo — sentenció, levantando el rostro y ofreciendo sus labios.
Micky pasó la mano por el cabello castaño — buen chico — sonrió complacido y se inclinó a besarlo en los labios con rudeza, mordiéndolos con algo de saña, consiguiendo que el otro se quejara y excitara una vez más, por el dolor.
Ambos estaban completamente perdidos en ese juego perverso y no sabían hasta donde podían llegar o si les podría acarrear problemas, pero mientras durara, lo disfrutarían.
Kesito: Esta chibi historia esta interesante… Por cierto que Ojou había escrito algo más largo, pero no le convenció, así terminamos haciendo esto, pero que no quede duda de que en algún momento, habrá continuación de Trucos, de eso me encargo yo.
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