Chibi Historia 020 – Eres mío •Feliz cumpleaños Isaac•
Kesito: esta chibi historia es demasiado cursi (hasta para mi ¬¬U); creo que desde que Ojou pasó las chibi historias a Patreon, perdieron el encanto de diversión, por eso debo recuperarlas XD ajajajajaja
Isaac estaba durmiendo profundamente, porque estaba exhausto; a media noche, con el cambio de día, había recibido llamadas y mensajes para felicitarlo por su cumpleaños. También, su esposo le había dado su primer regalo, haciendo que disfrutara en la cama, entre sus brazos.
Uriel llegó y se subió a la cama, para intentar despertarlo con suavidad.
—Mi amor, despierta — pidió con voz baja y le dio un beso en los labios.
El pelirrojo se removió y gimoteó en medio de la caricia — es temprano — bostezó.
—Sí y no te quería despertar hasta que te trajéramos tu desayuno, pero, creí que querías ver algo.
—¿Qué cosa? — preguntó con curiosidad, pasando la mano por sus ojos.
—Ven…
Uriel ayudó a su pareja a levantarse y ponerse una bata de cama, porque se encontraba desnudo.
Ambos salieron de la recamara y el pelinegro le hizo una seña para que no hiciera ruido; así, llegaron con extremo sigilo al final del pasillo, desde dónde se alcanzaba a ver la cocina.
—Que lleve miel, ¡mucha miel! Es su cumpleaños, ¡debemos darle más miel! — pidió el pequeño Misael, parado sobre una silla e inclinado sobre la mesa de trabajo, dónde Norma estaba preparando unos panqueques.
—¡Shi! — gritó el pequeño Zadkiel desde su sillita alta, moviendo las manos, emocionado, balbuceando otras palabras, pues aun no aprendía a hablar bien.
—De acuerdo, más miel — sonrió la mujer y vertió más líquido ambarino sobre los panqueques que ya tenía preparados — y ¿qué fruta le ponemos? — preguntó ella, después de dejar la miel a un lado.
—A papi le gustan las fresas — sonrió el pequeño pelinegro.
—Mami — interrumpió su hermanito.
—Es papi — corrigió el mayor con seriedad.
—¡Mami! — gritó el menor.
—Es papi-mami — dijo la mujer, tratando de que los niños dejaran de discutir, porque Misael no comprendía que el otro aún era bebé y además, debían centrarse en lo que estaban preparando —, bien ya están las fresas — colocó algunas sobre los panqueques —, ¿qué más?
—Zanahoria — sonrió Misael.
—¡Shi! — secundó Zapkiel.
—¿Zanahoria? — Norma puso un gesto de sorpresa — no creo que una zanahoria sea un buen acompañamiento para este desayuno de cumpleaños.
—Papá dice que papi es como una zanahoria.
Desde su lugar, Isaac miró a su esposo con reproche, mientras que Uriel sonrió divertido.
—Mejor hacemos jugo de zanahoria — señaló Norma.
—Papá dijo que tomaron jugo de zanahoria anoche — mencionó con inocencia el pequeño pelinegro —, a lo mejor ya no quiere.
Norma rió — él se refería a otro jugo, pequeño, así que no te preocupes…
Las mejillas de Isaac ardieron y le dio varios golpecitos a su esposo con las manos; Uriel se cubrió la boca para no reír y cuando se calmó, le hizo una seña a su esposo para guardar silencio.
—Bien, solo preparo el jugo y esperamos a que su padre vuelva, para que le lleven el desayuno a su papi-mami.
—¿Dónde está papá? — Misael busco con el rostro y su hermanito también volteó a donde el otro miraba.
—Ve a la habitación — musitó Uriel para su esposo — y finge sorpresa cuando lleguemos.
Isaac asintió y antes de que se alejara, Uriel lo besó en los labios.
El pelirrojo corrió hasta su alcoba, se subió a la cama y se acomodó, cubriéndose con las mantas; la imagen de sus hijos preparando su desayuno había sido un lindo detalle. Cuando escuchó la puerta abrirse, cerró los ojos para fingir dormir y pronto, Misael llegó a su lado, subiéndose a la cama, para “despertarlo”.
—¡Feliz cumpleaños, papi! — gritó el menor.
—¡Muchas gracias, mi amor! — sonrió el ojiverde, abrazando a su hijo y besando sus mejillas.
Cuando se incorporó, observó a Uriel, teniendo problemas con Zadkiel en uno de sus brazos y en la otra mano, la charola con el desayuno.
—Me dejaste solo, compañero — dijo para su hijo —, ¿que no me ibas a ayudar con el vaso de jugo para papi-mami?
Misael se alejó de Isaac y corrió a sujetar el vaso, mientras Uriel se acercaba lo suficiente a la cama, para dejar a Zadkiel sobre el colchón y poder sujetar con más firmeza la charola. El bebé gateó hasta el mayor e Isaac lo sujeto, el pequeño estaba por cumplir un año también, pero era sumamente activo.
—Mami… — después balbuceó unas palabras, pues a pesar de todo, aún no podía decir cosas complejas.
—Muchas gracias — sonrió el ojiverde, dando por sentado que quiso decir lo mismo que su hermano y restregó su mejilla contra la de su hijo, que también estaba llena de pequeñas pecas.
—Ahora sí — Uriel dejó la charola frente a Isaac —, ¡Feliz cumpleaños! — sonrió y besó los labios de su esposo con dulzura.
—Gracias — susurró el ojiverde, con anhelo.
En medio del alboroto por la compañía de sus hijos, Isaac empezó a comer el desayuno más dulce de toda su vida y no era solo por la miel; Misael le contaba la manera que habían hecho los panqueques, mientras Uriel cuidaba de Zadkiel, quien también había querido probar el desayuno de su mami.
Era una vida tranquila y feliz; realmente, Isaac no podía pedir nada más para ese día.
Uriel llegó y se subió a la cama, para intentar despertarlo con suavidad.
—Mi amor, despierta — pidió con voz baja y le dio un beso en los labios.
El pelirrojo se removió y gimoteó en medio de la caricia — es temprano — bostezó.
—Sí y no te quería despertar hasta que te trajéramos tu desayuno, pero, creí que querías ver algo.
—¿Qué cosa? — preguntó con curiosidad, pasando la mano por sus ojos.
—Ven…
Uriel ayudó a su pareja a levantarse y ponerse una bata de cama, porque se encontraba desnudo.
Ambos salieron de la recamara y el pelinegro le hizo una seña para que no hiciera ruido; así, llegaron con extremo sigilo al final del pasillo, desde dónde se alcanzaba a ver la cocina.
—Que lleve miel, ¡mucha miel! Es su cumpleaños, ¡debemos darle más miel! — pidió el pequeño Misael, parado sobre una silla e inclinado sobre la mesa de trabajo, dónde Norma estaba preparando unos panqueques.
—¡Shi! — gritó el pequeño Zadkiel desde su sillita alta, moviendo las manos, emocionado, balbuceando otras palabras, pues aun no aprendía a hablar bien.
—De acuerdo, más miel — sonrió la mujer y vertió más líquido ambarino sobre los panqueques que ya tenía preparados — y ¿qué fruta le ponemos? — preguntó ella, después de dejar la miel a un lado.
—A papi le gustan las fresas — sonrió el pequeño pelinegro.
—Mami — interrumpió su hermanito.
—Es papi — corrigió el mayor con seriedad.
—¡Mami! — gritó el menor.
—Es papi-mami — dijo la mujer, tratando de que los niños dejaran de discutir, porque Misael no comprendía que el otro aún era bebé y además, debían centrarse en lo que estaban preparando —, bien ya están las fresas — colocó algunas sobre los panqueques —, ¿qué más?
—Zanahoria — sonrió Misael.
—¡Shi! — secundó Zapkiel.
—¿Zanahoria? — Norma puso un gesto de sorpresa — no creo que una zanahoria sea un buen acompañamiento para este desayuno de cumpleaños.
—Papá dice que papi es como una zanahoria.
Desde su lugar, Isaac miró a su esposo con reproche, mientras que Uriel sonrió divertido.
—Mejor hacemos jugo de zanahoria — señaló Norma.
—Papá dijo que tomaron jugo de zanahoria anoche — mencionó con inocencia el pequeño pelinegro —, a lo mejor ya no quiere.
Norma rió — él se refería a otro jugo, pequeño, así que no te preocupes…
Las mejillas de Isaac ardieron y le dio varios golpecitos a su esposo con las manos; Uriel se cubrió la boca para no reír y cuando se calmó, le hizo una seña a su esposo para guardar silencio.
—Bien, solo preparo el jugo y esperamos a que su padre vuelva, para que le lleven el desayuno a su papi-mami.
—¿Dónde está papá? — Misael busco con el rostro y su hermanito también volteó a donde el otro miraba.
—Ve a la habitación — musitó Uriel para su esposo — y finge sorpresa cuando lleguemos.
Isaac asintió y antes de que se alejara, Uriel lo besó en los labios.
El pelirrojo corrió hasta su alcoba, se subió a la cama y se acomodó, cubriéndose con las mantas; la imagen de sus hijos preparando su desayuno había sido un lindo detalle. Cuando escuchó la puerta abrirse, cerró los ojos para fingir dormir y pronto, Misael llegó a su lado, subiéndose a la cama, para “despertarlo”.
—¡Feliz cumpleaños, papi! — gritó el menor.
—¡Muchas gracias, mi amor! — sonrió el ojiverde, abrazando a su hijo y besando sus mejillas.
Cuando se incorporó, observó a Uriel, teniendo problemas con Zadkiel en uno de sus brazos y en la otra mano, la charola con el desayuno.
—Me dejaste solo, compañero — dijo para su hijo —, ¿que no me ibas a ayudar con el vaso de jugo para papi-mami?
Misael se alejó de Isaac y corrió a sujetar el vaso, mientras Uriel se acercaba lo suficiente a la cama, para dejar a Zadkiel sobre el colchón y poder sujetar con más firmeza la charola. El bebé gateó hasta el mayor e Isaac lo sujeto, el pequeño estaba por cumplir un año también, pero era sumamente activo.
—Mami… — después balbuceó unas palabras, pues a pesar de todo, aún no podía decir cosas complejas.
—Muchas gracias — sonrió el ojiverde, dando por sentado que quiso decir lo mismo que su hermano y restregó su mejilla contra la de su hijo, que también estaba llena de pequeñas pecas.
—Ahora sí — Uriel dejó la charola frente a Isaac —, ¡Feliz cumpleaños! — sonrió y besó los labios de su esposo con dulzura.
—Gracias — susurró el ojiverde, con anhelo.
En medio del alboroto por la compañía de sus hijos, Isaac empezó a comer el desayuno más dulce de toda su vida y no era solo por la miel; Misael le contaba la manera que habían hecho los panqueques, mientras Uriel cuidaba de Zadkiel, quien también había querido probar el desayuno de su mami.
Era una vida tranquila y feliz; realmente, Isaac no podía pedir nada más para ese día.
Kesito: Demasiado empalagoso y no lo digo por la miel! XD
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