Parte I
—Me encanta venir aquí, es un lugar muy bonito — mencionó el menor con la pequeña carta entre sus delicadas manos.
—Sí, lo supe desde nuestra primera cita, por eso, ahora que cumples años, quería traerte aquí para empezar el día — sonrió el castaño.
El mesero de cabello negro se acercó y acomodó sus gafas con un ademán — buenas tardes, ¿qué puedo ofrecerles?
—Café frío y una rebanada de chocoflan — pidió el mayor — y tú, mi amor, ¿qué deseas?
—Ah... yo... creo que hoy quiero una rebanada de 'cheese cake' de zarzamora.
—Zarzamora — musitó el joven, anotando el pedido — y ¿de tomar?
—Me gustaría una malteada con nieve de café — sonrió el ojiazul — por favor.
—De acuerdo, en un momento — el joven retiró las pequeñas cartas de menú y fue a pedir los pasteles y a hacer las bebidas.
—¿Sigues nervioso? — el mayor sujetó la delicada mano entre las suyas — hemos venido muchas veces aquí y parece que te sigues cohibiendo.
—Bueno, es que — acomodó sus gafas con algo de torpeza — aun me da algo de vergüenza que la gente se pueda dar cuenta...
—Y si lo hicieran, ¿qué? No debería importarte...
—Y ¿a ti? ¿Te importaría?
—No — negó el castaño y su mano se posó en la delicada barbilla — mientras tú solo pienses en mí, nada más importa — aseguró, dándole un beso en los labios.
Tenían casi dos meses desde que habían iniciado su relación y ahora, que su pareja estaba cumpliendo la mayoría de edad, esperaba que pudieran consumar su amor, aunque no sabía si era demasiado pronto para ello.
—Sí, lo supe desde nuestra primera cita, por eso, ahora que cumples años, quería traerte aquí para empezar el día — sonrió el castaño.
El mesero de cabello negro se acercó y acomodó sus gafas con un ademán — buenas tardes, ¿qué puedo ofrecerles?
—Café frío y una rebanada de chocoflan — pidió el mayor — y tú, mi amor, ¿qué deseas?
—Ah... yo... creo que hoy quiero una rebanada de 'cheese cake' de zarzamora.
—Zarzamora — musitó el joven, anotando el pedido — y ¿de tomar?
—Me gustaría una malteada con nieve de café — sonrió el ojiazul — por favor.
—De acuerdo, en un momento — el joven retiró las pequeñas cartas de menú y fue a pedir los pasteles y a hacer las bebidas.
—¿Sigues nervioso? — el mayor sujetó la delicada mano entre las suyas — hemos venido muchas veces aquí y parece que te sigues cohibiendo.
—Bueno, es que — acomodó sus gafas con algo de torpeza — aun me da algo de vergüenza que la gente se pueda dar cuenta...
—Y si lo hicieran, ¿qué? No debería importarte...
—Y ¿a ti? ¿Te importaría?
—No — negó el castaño y su mano se posó en la delicada barbilla — mientras tú solo pienses en mí, nada más importa — aseguró, dándole un beso en los labios.
Tenían casi dos meses desde que habían iniciado su relación y ahora, que su pareja estaba cumpliendo la mayoría de edad, esperaba que pudieran consumar su amor, aunque no sabía si era demasiado pronto para ello.
Parte II
El día había sido muy entretenido para ambos, pero antes del atardecer, el mayor le dio dos opciones a su novio, pues no quería ser él quien tomara la decisión; el pelinegro se puso nervioso, pero al final, decidió ir al hotel que el otro había reservado, en vez de solo un paseo nocturno que concluiría en una cena para los dos y después, a su casa.
Al llegar, el de lentes empezó a temblar, al ver el lugar; estaba nervioso y un tanto inquieto, pero esperaba que todo saliera bien. Confiaba en su novio y sabía que lo trataría bien.
El castaño lo abrazó por la espalda y se inclinó a besar su mejilla — Helios, si no estás seguro, podemos posponer esto — musitó cerca del oído — no quiero que te sientas presionado, mi pequeño ‘sol’…
—Yo… — el pelinegro movió sus manos y acarició las del otro, que descansaban en su pecho — estoy nervioso… — confesó — pero, quiero hacerlo… — levantó el rostro, para buscar la mirada miel — ‘Vanni’, de verdad, ansío hacerlo…
El mayor sonrió, desde siempre, había tenido problemas con los apelativos para su nombre, jamás le gustaban, pero desde que Helios le dijera así por primera vez, un par de semanas después de empezar su relación, le había causado demasiada ternura y no pudo negarle el placer de decirle de esa manera, aunque tardó un poco en acostumbrarse.
Giovanni hizo girar a su novio, inclinándose hasta besar esos labios delgados y perfectos, que siempre lo recibían con gusto; sus manos se movieron diestras, desabrochando la blusa que el otro portaba y dejando el torso desnudo, por lo que aprovechó para que sus dedos tocaran la piel por primera vez. El pelinegro se estremeció y se alejó de la boca de su pareja, liberando un ligero gemido; el mayor sonrió complacido y bajó al cuello, besando insistente, saboreando esa piel que muchas veces tuvo el impulso de probar, pero al final, simplemente se controlaba para no asustarlo.
Helios se aferró a las mangas de la camisa del mayor, pues en medio de las caricias, iban caminando hacia la cama. Giovanni lo recostó sobre el colchón y lo besó de nuevo; sus manos bajaron hasta donde terminaba la falda que el otro portaba y levantó la tela con rapidez, acariciando las piernas por los costados y subiendo hacia el trasero. Un sobresalto cimbró al de lentes, al sentir las manos traviesas tocar un lugar que jamás se habían atrevido a llegar y el castaño se alejó un poco.
—¿Qué pasa?
—Nada — negó el menor — solo me… sorprendiste…
Giovanni suspiró — tal vez me precipité — dijo con seriedad y acarició la mejilla de Helios con ternura — lo haré más lento, ¿de acuerdo, ‘solecito’?
El pelinegro asintió rápidamente y el otro le besó la frente, antes de que sus manos se movieron al cabello de su novio; con destreza, quitó los pequeños broches que mantenían el cabello largo en su lugar y alejó la peluca para poder acariciar los mechones negros de Helios, que ya estaban ligeramente más largos que la primera vez que lo conoció.
—¿Cuándo dejarás de usar eso? — preguntó divertido — tu cabello es más lindo y suave, además, se te ve mejor.
—Pero no es lo suficientemente largo como para parecer chica — se excusó el otro.
—No necesitas la peluca para eso — sentenció el mayor con seguridad — eres más bonito que cualquier chica y nadie dudaría que lo eres, solo con la ropa — susurró contra los labios, antes de besarlo.
Helios correspondió la caricia y se abrazó a Giovanni, perdiéndose en las sensaciones que su cuerpo experimentaba; rápidamente, sintió como su sexo despertaba y empezó a ondularse para restregarse contra el otro.
El castaño se alejó y sus manos se metieron bajo la falda, acariciando por encima de las mallas que el otro usaba siempre; su mano derecha acarició el miembro de Helios por encima de la tela y este ahogó un gemido, algo que complació a su pareja. Giovanni volvió a alejarse y esta vez le quitó los botines, las calcetas, las mallas y estuvo por quitar la delicada ropa interior, pero le pareció hermoso, ver como el pequeño pene era aprisionado por esa tela semitransparente, así que lo dejó en su lugar, junto con la falda, pues era un fetiche que tenía desde hace tiempo; quería hacerlo con su pareja, mientras usaba una de esas cortas faldas que cuando se agachaba, podía ver su redondo trasero sin problema.
—Helios… — el mayor se acercó al rostro de su pareja, retiró las gafas, dejándolas en el buró y besó los labios con delicadeza — quiero hacerte el amor, mi hermoso ‘solecito’… — anunció bajando por el cuello del otro, disfrutando como la piel se erizaba ante su toque.
—‘Vanni’… — susurró el niño y expuso más su cuerpo.
El mayor estaba ansioso y deseoso, pero iba a tomarlo con calma.
Al llegar, el de lentes empezó a temblar, al ver el lugar; estaba nervioso y un tanto inquieto, pero esperaba que todo saliera bien. Confiaba en su novio y sabía que lo trataría bien.
El castaño lo abrazó por la espalda y se inclinó a besar su mejilla — Helios, si no estás seguro, podemos posponer esto — musitó cerca del oído — no quiero que te sientas presionado, mi pequeño ‘sol’…
—Yo… — el pelinegro movió sus manos y acarició las del otro, que descansaban en su pecho — estoy nervioso… — confesó — pero, quiero hacerlo… — levantó el rostro, para buscar la mirada miel — ‘Vanni’, de verdad, ansío hacerlo…
El mayor sonrió, desde siempre, había tenido problemas con los apelativos para su nombre, jamás le gustaban, pero desde que Helios le dijera así por primera vez, un par de semanas después de empezar su relación, le había causado demasiada ternura y no pudo negarle el placer de decirle de esa manera, aunque tardó un poco en acostumbrarse.
Giovanni hizo girar a su novio, inclinándose hasta besar esos labios delgados y perfectos, que siempre lo recibían con gusto; sus manos se movieron diestras, desabrochando la blusa que el otro portaba y dejando el torso desnudo, por lo que aprovechó para que sus dedos tocaran la piel por primera vez. El pelinegro se estremeció y se alejó de la boca de su pareja, liberando un ligero gemido; el mayor sonrió complacido y bajó al cuello, besando insistente, saboreando esa piel que muchas veces tuvo el impulso de probar, pero al final, simplemente se controlaba para no asustarlo.
Helios se aferró a las mangas de la camisa del mayor, pues en medio de las caricias, iban caminando hacia la cama. Giovanni lo recostó sobre el colchón y lo besó de nuevo; sus manos bajaron hasta donde terminaba la falda que el otro portaba y levantó la tela con rapidez, acariciando las piernas por los costados y subiendo hacia el trasero. Un sobresalto cimbró al de lentes, al sentir las manos traviesas tocar un lugar que jamás se habían atrevido a llegar y el castaño se alejó un poco.
—¿Qué pasa?
—Nada — negó el menor — solo me… sorprendiste…
Giovanni suspiró — tal vez me precipité — dijo con seriedad y acarició la mejilla de Helios con ternura — lo haré más lento, ¿de acuerdo, ‘solecito’?
El pelinegro asintió rápidamente y el otro le besó la frente, antes de que sus manos se movieron al cabello de su novio; con destreza, quitó los pequeños broches que mantenían el cabello largo en su lugar y alejó la peluca para poder acariciar los mechones negros de Helios, que ya estaban ligeramente más largos que la primera vez que lo conoció.
—¿Cuándo dejarás de usar eso? — preguntó divertido — tu cabello es más lindo y suave, además, se te ve mejor.
—Pero no es lo suficientemente largo como para parecer chica — se excusó el otro.
—No necesitas la peluca para eso — sentenció el mayor con seguridad — eres más bonito que cualquier chica y nadie dudaría que lo eres, solo con la ropa — susurró contra los labios, antes de besarlo.
Helios correspondió la caricia y se abrazó a Giovanni, perdiéndose en las sensaciones que su cuerpo experimentaba; rápidamente, sintió como su sexo despertaba y empezó a ondularse para restregarse contra el otro.
El castaño se alejó y sus manos se metieron bajo la falda, acariciando por encima de las mallas que el otro usaba siempre; su mano derecha acarició el miembro de Helios por encima de la tela y este ahogó un gemido, algo que complació a su pareja. Giovanni volvió a alejarse y esta vez le quitó los botines, las calcetas, las mallas y estuvo por quitar la delicada ropa interior, pero le pareció hermoso, ver como el pequeño pene era aprisionado por esa tela semitransparente, así que lo dejó en su lugar, junto con la falda, pues era un fetiche que tenía desde hace tiempo; quería hacerlo con su pareja, mientras usaba una de esas cortas faldas que cuando se agachaba, podía ver su redondo trasero sin problema.
—Helios… — el mayor se acercó al rostro de su pareja, retiró las gafas, dejándolas en el buró y besó los labios con delicadeza — quiero hacerte el amor, mi hermoso ‘solecito’… — anunció bajando por el cuello del otro, disfrutando como la piel se erizaba ante su toque.
—‘Vanni’… — susurró el niño y expuso más su cuerpo.
El mayor estaba ansioso y deseoso, pero iba a tomarlo con calma.
Parte III
Giovanni repartió besos hasta llegar a los pequeños pezones sonrosados, succionándolos y mordiéndolos con delicadeza, satisfecho de los gemidos que escapaban de la garganta de su novio; dejó una estela de saliva en el pecho, al pasar la lengua de un pezón al otro y tratarlo de la misma manera. Si había algo que le fascinaba de Helios, aparte de ese seductor y redondo trasero que tenía, era su pecho plano; cada vez que usaba blusas con elástico en esa parte, tenía ganas de bajarlas y estimular esos delicados botoncitos que en ese momento disfrutaba.
Las pequeñas manos de Helios, se movieron al cabello castaño y enterró los dedos en los mechones lacios, manteniéndolo contra su pecho; sentía su rostro arder, pero algo le nublaba la mente, quería pedir más.
—‘Vanni’ — dijo en un murmullo, consiguiendo llamar la atención del otro — yo… necesito… tocarme…
El castaño sonrió, sabía que Helios se masturbaba pensando en él, porque se lo confesó semanas antes, pero se avergonzó cuando le preguntó cómo lo hacía.
—Yo voy a hacerlo por ti — aseguró y bajó por el abdomen, besando la piel y hurgando en el ombligo, antes de levantar la falda.
Giovanni se relamió los labios, al ver el delicado y pequeño pene, ser apresado por la tela de la pequeña prenda interior; jamás había estado con un hombre, pero por alguna razón, todo lo que tenía que ver con Helios le hacía perder la cordura y deseaba probarlo por completo. Se inclinó, atrapando el miembro entre sus labios y pasando la lengua, humedeciendo por encima de la tela; el ojiazul se cubrió la boca con una mano, pues un grito amenazó con escapar.
El castaño movió la prenda hacia un lado y liberó completamente el pene, solo para introducirlo en su boca. Helios casi pierde la razón; mordió sus nudillos mientras su otra mano fue a su cabello, ejerciendo presión, tratando de controlarse sin lograrlo, pues la tibia boca de su novio, lo hacía pensar que se derretiría ante esa caricia tan deliciosa que estaba recibiendo.
El mayor se entretuvo en la punta, moviendo la lengua en el pequeño orificio y después bajó a los testículos, jugando con ellos, empapándolos con su saliva, hasta que esta resbaló por la piel y bajó, perdiéndose entre las nalgas. Giovanni pasó las manos por debajo de la cadera de su pareja, obligándolo a levantar un poco el cuerpo; su mano derecha se abrió paso y toqueteó la pequeña abertura, esparciendo su propia saliva; Helios intentó cerrar las piernas, pero le fue imposible.
—‘Vanni’… espera… por favor… — sollozó.
El tono necesitado con el que lo llamó, consiguió que Giovanni se detuviera un momento — ¿pasa algo? — indagó con precaución.
—Se siente… raro…
—¿No te gusta? — se incorporó con rapidez — ¿Me detengo? — realmente no quería hacerlo, pero si Helios no se sentía seguro, no podía obligarlo.
Pero el menor no respondió, solo se cubrió el rostro con las manos.
—Mi amor… — el castaño se inclinó hasta el otro — si quieres que paremos, está bien — trató de darle confianza, pues era lo que quería que su novio tuviera desde el principio de su relación — aún tenemos mucho tiempo por delante, no te preocupes…
—No… — un débil murmullo se escuchó por parte del pelinegro.
—¿No? ¿No qué?
—No te detengas — suplicó y bajó las manos.
El mayor pasó saliva con dificultad, pues sintió que su cuerpo ardía ante la visión que el otro le daba; Helios tenía su rostro completamente rojo, sus ojitos acuosos y un gesto de placer que ni en sus sueños más perversos, llegó a imaginar que podría ver en su novio.
—Está bien — Giovanni sentía que su miembro había despertado completamente, deseaba tomarlo, pero seguía tratando de anteponer la satisfacción de Helios, por sobre la suya — pero si de verdad, quieres que me detenga… solo… dilo… y me detendré… — «al menos lo intentaré…» terminó en su mente, porque no estaba plenamente seguro que pudiese hacerlo más adelante.
—Sí — asintió el ojiazul.
El castaño se quitó casi toda la ropa, antes de volver a su trabajo, dejando solo el bóxer en su lugar; cuando Helios lo vio semi desnudo, respiró profundamente y se mordió el labio.
—¿Puedo…? ¿Puedo tocarte? — preguntó el pelinegro con timidez.
—Por supuesto — asintió el mayor.
Las pequeñas manos se movieron lentamente y sus dedos delinearon el torso del otro; a Giovanni le causaba gracia las reacciones de su novio, pues su respiración se descompasaba cada que tocaba más y su rostro se teñía de un intenso tono carmín.
—¿Quieres tocar más abajo? — preguntó divertido el castaño.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa — ¿te… refieres… a…?
El mayor sonrió pícaramente y asintió — sí…
Las pequeñas manos de Helios, se movieron al cabello castaño y enterró los dedos en los mechones lacios, manteniéndolo contra su pecho; sentía su rostro arder, pero algo le nublaba la mente, quería pedir más.
—‘Vanni’ — dijo en un murmullo, consiguiendo llamar la atención del otro — yo… necesito… tocarme…
El castaño sonrió, sabía que Helios se masturbaba pensando en él, porque se lo confesó semanas antes, pero se avergonzó cuando le preguntó cómo lo hacía.
—Yo voy a hacerlo por ti — aseguró y bajó por el abdomen, besando la piel y hurgando en el ombligo, antes de levantar la falda.
Giovanni se relamió los labios, al ver el delicado y pequeño pene, ser apresado por la tela de la pequeña prenda interior; jamás había estado con un hombre, pero por alguna razón, todo lo que tenía que ver con Helios le hacía perder la cordura y deseaba probarlo por completo. Se inclinó, atrapando el miembro entre sus labios y pasando la lengua, humedeciendo por encima de la tela; el ojiazul se cubrió la boca con una mano, pues un grito amenazó con escapar.
El castaño movió la prenda hacia un lado y liberó completamente el pene, solo para introducirlo en su boca. Helios casi pierde la razón; mordió sus nudillos mientras su otra mano fue a su cabello, ejerciendo presión, tratando de controlarse sin lograrlo, pues la tibia boca de su novio, lo hacía pensar que se derretiría ante esa caricia tan deliciosa que estaba recibiendo.
El mayor se entretuvo en la punta, moviendo la lengua en el pequeño orificio y después bajó a los testículos, jugando con ellos, empapándolos con su saliva, hasta que esta resbaló por la piel y bajó, perdiéndose entre las nalgas. Giovanni pasó las manos por debajo de la cadera de su pareja, obligándolo a levantar un poco el cuerpo; su mano derecha se abrió paso y toqueteó la pequeña abertura, esparciendo su propia saliva; Helios intentó cerrar las piernas, pero le fue imposible.
—‘Vanni’… espera… por favor… — sollozó.
El tono necesitado con el que lo llamó, consiguió que Giovanni se detuviera un momento — ¿pasa algo? — indagó con precaución.
—Se siente… raro…
—¿No te gusta? — se incorporó con rapidez — ¿Me detengo? — realmente no quería hacerlo, pero si Helios no se sentía seguro, no podía obligarlo.
Pero el menor no respondió, solo se cubrió el rostro con las manos.
—Mi amor… — el castaño se inclinó hasta el otro — si quieres que paremos, está bien — trató de darle confianza, pues era lo que quería que su novio tuviera desde el principio de su relación — aún tenemos mucho tiempo por delante, no te preocupes…
—No… — un débil murmullo se escuchó por parte del pelinegro.
—¿No? ¿No qué?
—No te detengas — suplicó y bajó las manos.
El mayor pasó saliva con dificultad, pues sintió que su cuerpo ardía ante la visión que el otro le daba; Helios tenía su rostro completamente rojo, sus ojitos acuosos y un gesto de placer que ni en sus sueños más perversos, llegó a imaginar que podría ver en su novio.
—Está bien — Giovanni sentía que su miembro había despertado completamente, deseaba tomarlo, pero seguía tratando de anteponer la satisfacción de Helios, por sobre la suya — pero si de verdad, quieres que me detenga… solo… dilo… y me detendré… — «al menos lo intentaré…» terminó en su mente, porque no estaba plenamente seguro que pudiese hacerlo más adelante.
—Sí — asintió el ojiazul.
El castaño se quitó casi toda la ropa, antes de volver a su trabajo, dejando solo el bóxer en su lugar; cuando Helios lo vio semi desnudo, respiró profundamente y se mordió el labio.
—¿Puedo…? ¿Puedo tocarte? — preguntó el pelinegro con timidez.
—Por supuesto — asintió el mayor.
Las pequeñas manos se movieron lentamente y sus dedos delinearon el torso del otro; a Giovanni le causaba gracia las reacciones de su novio, pues su respiración se descompasaba cada que tocaba más y su rostro se teñía de un intenso tono carmín.
—¿Quieres tocar más abajo? — preguntó divertido el castaño.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa — ¿te… refieres… a…?
El mayor sonrió pícaramente y asintió — sí…
Parte IV
Giovanni estaba sentado en la cama, recargado en la cabecera de la misma y entre sus piernas estaba Helios, tocando curioso su miembro, mirándolo con algo de expectación y sorpresa; el castaño se había quitado su ropa interior momentos antes, para darle total libertad a su pareja, pero se mantenía atento a sus reacciones.
—¿Sucede algo? — preguntó el mayor, tratando de aguantar la risa que le daba ver la expresión de su novio.
—Yo… — Helios pasó saliva — ‘Vanni’, esto no… es decir… no creo que entre… ¿me explico? — preguntó con algo de temor.
—Entrará — respondió divertido — he visto muchos chicos que pueden albergar cosas mucho más grandes, solo se necesita, preparación…
—¡¿Has visto?! — el pelinegro se incorporó poniendo un gesto de molestia — creí que no habías tenido novio antes — dijo con claros celos — y que con tu ex novia nunca tuviste sexo por… — hizo un mohín y sus mejillas parecieron inflarse, pero no se atrevió a terminar su frase.
Giovanni rió — mi amor, no he tenido sexo con otro chico, pero he visto mucho porno gay estos últimos meses — estiró la mano y acarició el rostro — y con mi ex novia, es cierto no tuve más que unas cuantas veces sexo, pero no como lo haremos tú y yo…
—De… ¿de verdad? — preguntó el pelinegro, sintiéndose tonto por su reacción.
—Por supuesto, ‘solecito’, ¿acaso tú no has visto cosas de ese tipo?
—Sí… bueno… solo unas cuantas veces — confesó.
—Entonces, debes saber que sí es posible — le guiñó un ojo — ahora, dime, ¿quieres probar o prefieres que empiece a prepararte?
Helios se mordió el labio inferior, realmente no estaba seguro, pero quería compensar a su novio, no solo por lo que acababa de ocurrir, sino por todo ese tiempo que llevaban juntos, porque Giovanni lo había tratado con la delicadeza que muchos solo les dedicaban a las mujeres.
—Yo… creo que… me gustaría probar… un poquito — se apresuró a decir.
—Está bien, tómalo con calma — sonrió para darle confianza.
El pelinegro asintió, después, volvió a inclinarse y acercó su rostro al miembro del otro; en el fondo, estaba nervioso, tenía miedo de hacerlo mal, pero intentaría dar lo mejor de él para no defraudar al mayor.
Helios humedeció sus labios y luego abrió la boca, solo un poco, para atrapar la punta del miembro de su novio con sumo cuidado; lentamente fue abriendo más la boca, permitiéndole el paso para ingresar al fondo. Giovanni suspiró, realmente le gustaba la tibieza de la boca de su pareja y aunque no tuviera experiencia, esa timidez e inocencia que irradiaba, conseguía que fuese perfecto. El ojiazul estaba sumamente nervioso, pues aunque se estaba esforzando y rápidamente sentía como el pene del otro crecía dentro de su boca, no escuchaba nada como los sonidos que él había hecho cuando Giovanni lo estimuló y eso le hacía sentir inquieto, así que se armó de valor para preguntarle y se alejó, mirándolo con vergüenza.
—No… ¿no te gusta?
—¡Por supuesto que sí! — respondió el castaño de inmediato — más de lo que te puedes imaginar.
Helios sonrió y sintió que su corazón latía emocionado, así que volvió a su trabajo, haciéndolo con más empeño; no comprendía por qué, ahora que volvía a probarlo, le parecía mejor e incluso, más delicioso. Su lengua se movía traviesa, lamiendo toda la extensión y haciendo círculos en la punta; por un momento, su mano estimuló el pene, mientras él bajaba a los testículos, para darles cariño también, repartiendo besos, lamidas y delicados chupetones.
El cuerpo de Giovanni se tensó, apretó la mandíbula y contuvo el aliento por unos momentos — Helios… — dijo a media voz — ven… — le ofreció la mano.
—¿Por qué? — preguntó el otro — ¿ya no te gustó? ¿Quieres que pare?
—No, claro que no — negó el mayor — quisiera que siguieras, pero creo que es mejor prepararte, de lo contrario, podría terminar y ensuciar tu rostro…
—¡¿De verdad?!
La cara de Helios se iluminó y Giovanni se sorprendió — ¿acaso quieres…? ¿Quieres que lo haga?
El pelinegro se encogió de hombros — no si no quieres… yo creí que eso era… no sé, algo… bueno…
—Lo es — asintió el castaño — pero pensé que te molestaría…
—Yo quiero… si tú quieres…
El mayor respiró profundamente y luego pasó la mano por su cabello — sigue — sonrió — pero no voy a contenerme más…
El ojiazul asintió y volvió a su trabajo, empapando de saliva y albergando todo lo que podía en su boca, sin llegar a su garganta, pues al intentarlo la primera vez, sintió que podía llegar a vomitar y no quería un accidente; su mano derecha estimuló los testículos, mientras la izquierda, hacía los mechones de su propio cabello hacia atrás para que no le estorbaran. Giovanni sonrió complacido, le gustaba la vista, pues Helios se miraba hermoso mientras lo estimulaba con la boca; muchas veces soñó como sería la primera vez que haría eso con su novio y a pesar de las ideas perversas que tenía, siempre terminaba siendo él mismo quien se masturbaba para acabar, porque imaginaba que por la inexperiencia de Helios iba a ser difícil que lo estimulara adecuadamente, pero estaba siendo todo lo contrario.
El pelinegro estaba entretenido, disfrutando con sumo interés el sabor de su amante, tratando de recordar cada mínimo detalle de esa nueva experiencia; cuando se tocaba, imaginaba como sería estar con su pareja, pero no pensó que podía ser tan especial, a pesar de que solo era sexo oral.
—Helios…
La voz de Giovanni hizo que el menor levantara la mirada, pero el otro lo sujetó del cabello, alejándolo de inmediato; el ojiazul iba a preguntar, pero no pudo, ya que el semen del castaño salió, ensuciando su rostro.
Mientras Helios relamía sus labios, su novio recuperaba el aliento.
—Sabe… agrio… — anunció el menor, limpiando algunos restos con sus dedos.
—¿De verdad? — Giovanni sonrió de lado y sin decir más, lo sujetó de la mano, jalándolo hacia él, acercándolo lo suficiente para lamer las mejillas manchadas con su esencia.
El pelinegro movió su rostro, para que el otro lo limpiara a conciencia, sintiéndose confortado por esa caricia que para él era atenta y delicada, mientras que para su pareja era algo lasciva y perversa; finalmente, ambos se besaron, compartiendo el sabor.
—Tienes razón… — admitió divertido el castaño — sabe agrio… — besó los labios en repetidas ocasiones — es momento de probar el tuyo, pero sin detenerme esta vez, así podremos comparar el sabor, ¿no lo crees?
—¿Sucede algo? — preguntó el mayor, tratando de aguantar la risa que le daba ver la expresión de su novio.
—Yo… — Helios pasó saliva — ‘Vanni’, esto no… es decir… no creo que entre… ¿me explico? — preguntó con algo de temor.
—Entrará — respondió divertido — he visto muchos chicos que pueden albergar cosas mucho más grandes, solo se necesita, preparación…
—¡¿Has visto?! — el pelinegro se incorporó poniendo un gesto de molestia — creí que no habías tenido novio antes — dijo con claros celos — y que con tu ex novia nunca tuviste sexo por… — hizo un mohín y sus mejillas parecieron inflarse, pero no se atrevió a terminar su frase.
Giovanni rió — mi amor, no he tenido sexo con otro chico, pero he visto mucho porno gay estos últimos meses — estiró la mano y acarició el rostro — y con mi ex novia, es cierto no tuve más que unas cuantas veces sexo, pero no como lo haremos tú y yo…
—De… ¿de verdad? — preguntó el pelinegro, sintiéndose tonto por su reacción.
—Por supuesto, ‘solecito’, ¿acaso tú no has visto cosas de ese tipo?
—Sí… bueno… solo unas cuantas veces — confesó.
—Entonces, debes saber que sí es posible — le guiñó un ojo — ahora, dime, ¿quieres probar o prefieres que empiece a prepararte?
Helios se mordió el labio inferior, realmente no estaba seguro, pero quería compensar a su novio, no solo por lo que acababa de ocurrir, sino por todo ese tiempo que llevaban juntos, porque Giovanni lo había tratado con la delicadeza que muchos solo les dedicaban a las mujeres.
—Yo… creo que… me gustaría probar… un poquito — se apresuró a decir.
—Está bien, tómalo con calma — sonrió para darle confianza.
El pelinegro asintió, después, volvió a inclinarse y acercó su rostro al miembro del otro; en el fondo, estaba nervioso, tenía miedo de hacerlo mal, pero intentaría dar lo mejor de él para no defraudar al mayor.
Helios humedeció sus labios y luego abrió la boca, solo un poco, para atrapar la punta del miembro de su novio con sumo cuidado; lentamente fue abriendo más la boca, permitiéndole el paso para ingresar al fondo. Giovanni suspiró, realmente le gustaba la tibieza de la boca de su pareja y aunque no tuviera experiencia, esa timidez e inocencia que irradiaba, conseguía que fuese perfecto. El ojiazul estaba sumamente nervioso, pues aunque se estaba esforzando y rápidamente sentía como el pene del otro crecía dentro de su boca, no escuchaba nada como los sonidos que él había hecho cuando Giovanni lo estimuló y eso le hacía sentir inquieto, así que se armó de valor para preguntarle y se alejó, mirándolo con vergüenza.
—No… ¿no te gusta?
—¡Por supuesto que sí! — respondió el castaño de inmediato — más de lo que te puedes imaginar.
Helios sonrió y sintió que su corazón latía emocionado, así que volvió a su trabajo, haciéndolo con más empeño; no comprendía por qué, ahora que volvía a probarlo, le parecía mejor e incluso, más delicioso. Su lengua se movía traviesa, lamiendo toda la extensión y haciendo círculos en la punta; por un momento, su mano estimuló el pene, mientras él bajaba a los testículos, para darles cariño también, repartiendo besos, lamidas y delicados chupetones.
El cuerpo de Giovanni se tensó, apretó la mandíbula y contuvo el aliento por unos momentos — Helios… — dijo a media voz — ven… — le ofreció la mano.
—¿Por qué? — preguntó el otro — ¿ya no te gustó? ¿Quieres que pare?
—No, claro que no — negó el mayor — quisiera que siguieras, pero creo que es mejor prepararte, de lo contrario, podría terminar y ensuciar tu rostro…
—¡¿De verdad?!
La cara de Helios se iluminó y Giovanni se sorprendió — ¿acaso quieres…? ¿Quieres que lo haga?
El pelinegro se encogió de hombros — no si no quieres… yo creí que eso era… no sé, algo… bueno…
—Lo es — asintió el castaño — pero pensé que te molestaría…
—Yo quiero… si tú quieres…
El mayor respiró profundamente y luego pasó la mano por su cabello — sigue — sonrió — pero no voy a contenerme más…
El ojiazul asintió y volvió a su trabajo, empapando de saliva y albergando todo lo que podía en su boca, sin llegar a su garganta, pues al intentarlo la primera vez, sintió que podía llegar a vomitar y no quería un accidente; su mano derecha estimuló los testículos, mientras la izquierda, hacía los mechones de su propio cabello hacia atrás para que no le estorbaran. Giovanni sonrió complacido, le gustaba la vista, pues Helios se miraba hermoso mientras lo estimulaba con la boca; muchas veces soñó como sería la primera vez que haría eso con su novio y a pesar de las ideas perversas que tenía, siempre terminaba siendo él mismo quien se masturbaba para acabar, porque imaginaba que por la inexperiencia de Helios iba a ser difícil que lo estimulara adecuadamente, pero estaba siendo todo lo contrario.
El pelinegro estaba entretenido, disfrutando con sumo interés el sabor de su amante, tratando de recordar cada mínimo detalle de esa nueva experiencia; cuando se tocaba, imaginaba como sería estar con su pareja, pero no pensó que podía ser tan especial, a pesar de que solo era sexo oral.
—Helios…
La voz de Giovanni hizo que el menor levantara la mirada, pero el otro lo sujetó del cabello, alejándolo de inmediato; el ojiazul iba a preguntar, pero no pudo, ya que el semen del castaño salió, ensuciando su rostro.
Mientras Helios relamía sus labios, su novio recuperaba el aliento.
—Sabe… agrio… — anunció el menor, limpiando algunos restos con sus dedos.
—¿De verdad? — Giovanni sonrió de lado y sin decir más, lo sujetó de la mano, jalándolo hacia él, acercándolo lo suficiente para lamer las mejillas manchadas con su esencia.
El pelinegro movió su rostro, para que el otro lo limpiara a conciencia, sintiéndose confortado por esa caricia que para él era atenta y delicada, mientras que para su pareja era algo lasciva y perversa; finalmente, ambos se besaron, compartiendo el sabor.
—Tienes razón… — admitió divertido el castaño — sabe agrio… — besó los labios en repetidas ocasiones — es momento de probar el tuyo, pero sin detenerme esta vez, así podremos comparar el sabor, ¿no lo crees?
Parte V
Helios estaba una vez más sobre la cama, inundando la habitación con los gemidos que escapaban de su garganta sin control; arqueaba la espalda y estrujaba las mantas bajo su cuerpo, también intentaba cerrar las piernas, pero Giovanni no se lo permitía, pues lo tenía sujeto de los muslos, mientras succionaba insistente el miembro del menor.
—‘Vanni’… ‘Vanni’… ¡’Vanni’! — el grito fue el anuncio del orgasmo, uno que Helios jamás había experimentado antes, pleno, perfecto, único; su cuerpo completo se tensó por unos segundos y después, quedó contra el colchón, sin energías, respirando con agitación, sus ojos estaban acuosos, pero sus labios tenían dibujada una cansada sonrisa.
Giovanni pasó algo del líquido tibio, pero guardó un poco en su boca, mezclándolo con su saliva, después, se movió por encima del cuerpo de su novio y lo besó, depositando el semen en la boca del otro, mientras ambas lenguas danzaban, reconociéndose una vez más.
—Creo que, el tuyo sabe mejor — sonrió el mayor al alejarse.
—No… — musitó el ojiazul — me gusta más… el tuyo… — sentenció relamiéndose los labios.
—¿Estás cansado? ¿Quieres que nos detengamos por hoy?
—No — la delicada mano se movió con pesadez, intentando acariciar la mejilla de su amante — sigue…
El castaño sonrió, sujetó la mano con suavidad y besó los dedos con amor — si eso deseas, entonces seguiré…
Giovanni volvió a besar a Helios y después lo hizo girar, levantando la cadera del pelinegro y poniendo un par de almohadas debajo, para que quedara ligeramente alzada; el castaño sonrió al ver el hermoso trasero de su novio, por primera vez desnudo y a su alcance. Repartió besos en las redondas y suaves nalgas incluso, sus dientes se atrevieron a marcar la piel con suavidad, consiguiendo que el ojiazul gimiera débilmente contra la cama; con sus manos separó esos firmes y preciosos montes para descubrir aquello que deseaba alcanzar desde hacía mucho tiempo.
—Hermoso — musitó el castaño al ver la delicada, sonrosada y virginal entrada — es… perfecto.
El mayor relamió sus labios y sin dudar, acercó su rostro, sacando la lengua y lamiendo el exterior, intentando entrar sin conseguirlo, ya que Helios no parecía relajarse. El ojiazul mordía la funda de la almohada tratando de callar sus gemidos y se aferraba a las sábanas, pero su cuerpo se ondulaba; se debatía entre el placer y la vergüenza que le causaba esa situación.
—‘Solecito’ — Giovanni repartió besos en la piel que alcanzaba, sin alejarse más de su objetivo — relájate — pidió con voz suave — relájate para que puedas disfrutarlo.
Helios mordió con fuerza la tela que estaba en su boca, pero después, respiró profundamente y relajó todo su cuerpo, con ello, su novio se aventuró un poco más; después de dejar una gran cantidad de saliva pudo introducir un dedo. El menor se tensó de nuevo, pero el castaño ya se había acomodado contra su espalda, sin alejar la mano de la entrada; repartió besos en los hombros y nuca, moviendo el dedo con dificultad, en el interior de su pareja.
—Helios, relájate — pidió en un susurro.
—Es que… se siente… raro…
—Me imagino — sonrió el mayor — pero si no te relajas, no vamos a poder hacerlo, porque te dolería y eso es lo que quiero evitar…
El ojiazul ladeó el rostro y miró a su novio por encima del hombro — ‘Vanni’ y si… lo hacemos… ¿de frente? — peguntó con timidez — es que… así no puedo verte y… me da… miedo…
Giovanni sintió que su corazón daba un vuelco; realmente Helios era demasiado adorable.
—Sí eso necesitas para sentirte seguro — retiró el dedo con sumo cuidado — te daré gusto, mi vida…
El castaño hizo girar a su novio y le ayudó a acomodarse para que quedara lo más cómodo que podía; se acomodó entre sus piernas y una vez más, con toda la paciencia que tenía, su dedo volvió a entrar.
Helios hizo el rostro hacia atrás, gimiendo, mientras su cuerpo se tensaba, pero luego, se relajó; buscó la mirada miel de su pareja y sollozó, algo que sorprendió al otro, especialmente al ver los ojos azules húmedos.
—Perdón…
—¿Por qué? — indagó el castaño, sin mover el dedo, pensando que lo había lastimado.
—Te lo pongo difícil… ¿verdad? Lo siento…
Giovanni le sonrió para tranquilizarlo — no — negó — al contrario — se inclinó y besó los labios con ternura — lo haces bien… solo necesitamos un poco más de preparación…
El pelinegro asintió, movió sus manos, sujetando sus piernas y abriéndolas él mismo, para exponerse más — sigue — pidió a media voz.
El mayor casi se olvida de tener cuidado; tuvo que controlarse para no olvidarse de su propósito de quitarle los miedos al menor, pues de lo contrario, lo hubiese penetrado de inmediato y seguramente lo habría lastimado.
—De… de acuerdo — sonrió nervioso.
El dedo dentro de Helios, empezó a moverse con mayor facilidad, así que Giovanni decidió que era momento de meter un segundo dígito; el ojiazul gimió al sentir los dos, especialmente al moverse de manera dispar al dilatarlo. Pero mientras el castaño lo estimulaba, sin darse cuenta, tocó un punto especial en el interior de su pareja; el menor gritó y abrió sus ojos con sorpresa, arqueó la espalda y su interior se contrajo de inmediato, evitando que los dedos se pudieran mover con facilidad.
—Helios… relájate…
—Vuelve a… hacerlo… — pidió el menor con una sonrisa.
—¿Qué cosa? — indagó el otro.
—Eso que… hiciste… — su respiración era agitada — vuelve a tocar ahí, ¡por favor! — suplicó.
Giovanni frunció el ceño, pero hizo lo que su novio le pidió — te refieres a…
Los dedos del castaño, una vez más se movieron y encontró lo que su novio quería que tocara; una especie de protuberancia en el interior, que cada vez que a presionaba, el menor gemía y se retorcía contra el colchón.
—Más… más… ¡más!
Giovanni se sorprendió de esa faceta de Helios, pues ahora parecía sumamente ansioso, eso sin contar lo excitado que estaba; su pequeño sexo había vuelto a despertar y su ano se dilató con rapidez, así que decidió que era momento de pasar al siguiente nivel.
Cuando los dedos salieron de su interior, Helios puso un gesto molesto — ¿por… qué? — preguntó con agitación, pues no podía recuperar el aliento.
—Porque es momento del “plato principal” — sonrió el mayor y se acomodó entre sus piernas.
Por fin, iba a poder cumplir sus fantasías y hacer el amor con su novio.
—‘Vanni’… ‘Vanni’… ¡’Vanni’! — el grito fue el anuncio del orgasmo, uno que Helios jamás había experimentado antes, pleno, perfecto, único; su cuerpo completo se tensó por unos segundos y después, quedó contra el colchón, sin energías, respirando con agitación, sus ojos estaban acuosos, pero sus labios tenían dibujada una cansada sonrisa.
Giovanni pasó algo del líquido tibio, pero guardó un poco en su boca, mezclándolo con su saliva, después, se movió por encima del cuerpo de su novio y lo besó, depositando el semen en la boca del otro, mientras ambas lenguas danzaban, reconociéndose una vez más.
—Creo que, el tuyo sabe mejor — sonrió el mayor al alejarse.
—No… — musitó el ojiazul — me gusta más… el tuyo… — sentenció relamiéndose los labios.
—¿Estás cansado? ¿Quieres que nos detengamos por hoy?
—No — la delicada mano se movió con pesadez, intentando acariciar la mejilla de su amante — sigue…
El castaño sonrió, sujetó la mano con suavidad y besó los dedos con amor — si eso deseas, entonces seguiré…
Giovanni volvió a besar a Helios y después lo hizo girar, levantando la cadera del pelinegro y poniendo un par de almohadas debajo, para que quedara ligeramente alzada; el castaño sonrió al ver el hermoso trasero de su novio, por primera vez desnudo y a su alcance. Repartió besos en las redondas y suaves nalgas incluso, sus dientes se atrevieron a marcar la piel con suavidad, consiguiendo que el ojiazul gimiera débilmente contra la cama; con sus manos separó esos firmes y preciosos montes para descubrir aquello que deseaba alcanzar desde hacía mucho tiempo.
—Hermoso — musitó el castaño al ver la delicada, sonrosada y virginal entrada — es… perfecto.
El mayor relamió sus labios y sin dudar, acercó su rostro, sacando la lengua y lamiendo el exterior, intentando entrar sin conseguirlo, ya que Helios no parecía relajarse. El ojiazul mordía la funda de la almohada tratando de callar sus gemidos y se aferraba a las sábanas, pero su cuerpo se ondulaba; se debatía entre el placer y la vergüenza que le causaba esa situación.
—‘Solecito’ — Giovanni repartió besos en la piel que alcanzaba, sin alejarse más de su objetivo — relájate — pidió con voz suave — relájate para que puedas disfrutarlo.
Helios mordió con fuerza la tela que estaba en su boca, pero después, respiró profundamente y relajó todo su cuerpo, con ello, su novio se aventuró un poco más; después de dejar una gran cantidad de saliva pudo introducir un dedo. El menor se tensó de nuevo, pero el castaño ya se había acomodado contra su espalda, sin alejar la mano de la entrada; repartió besos en los hombros y nuca, moviendo el dedo con dificultad, en el interior de su pareja.
—Helios, relájate — pidió en un susurro.
—Es que… se siente… raro…
—Me imagino — sonrió el mayor — pero si no te relajas, no vamos a poder hacerlo, porque te dolería y eso es lo que quiero evitar…
El ojiazul ladeó el rostro y miró a su novio por encima del hombro — ‘Vanni’ y si… lo hacemos… ¿de frente? — peguntó con timidez — es que… así no puedo verte y… me da… miedo…
Giovanni sintió que su corazón daba un vuelco; realmente Helios era demasiado adorable.
—Sí eso necesitas para sentirte seguro — retiró el dedo con sumo cuidado — te daré gusto, mi vida…
El castaño hizo girar a su novio y le ayudó a acomodarse para que quedara lo más cómodo que podía; se acomodó entre sus piernas y una vez más, con toda la paciencia que tenía, su dedo volvió a entrar.
Helios hizo el rostro hacia atrás, gimiendo, mientras su cuerpo se tensaba, pero luego, se relajó; buscó la mirada miel de su pareja y sollozó, algo que sorprendió al otro, especialmente al ver los ojos azules húmedos.
—Perdón…
—¿Por qué? — indagó el castaño, sin mover el dedo, pensando que lo había lastimado.
—Te lo pongo difícil… ¿verdad? Lo siento…
Giovanni le sonrió para tranquilizarlo — no — negó — al contrario — se inclinó y besó los labios con ternura — lo haces bien… solo necesitamos un poco más de preparación…
El pelinegro asintió, movió sus manos, sujetando sus piernas y abriéndolas él mismo, para exponerse más — sigue — pidió a media voz.
El mayor casi se olvida de tener cuidado; tuvo que controlarse para no olvidarse de su propósito de quitarle los miedos al menor, pues de lo contrario, lo hubiese penetrado de inmediato y seguramente lo habría lastimado.
—De… de acuerdo — sonrió nervioso.
El dedo dentro de Helios, empezó a moverse con mayor facilidad, así que Giovanni decidió que era momento de meter un segundo dígito; el ojiazul gimió al sentir los dos, especialmente al moverse de manera dispar al dilatarlo. Pero mientras el castaño lo estimulaba, sin darse cuenta, tocó un punto especial en el interior de su pareja; el menor gritó y abrió sus ojos con sorpresa, arqueó la espalda y su interior se contrajo de inmediato, evitando que los dedos se pudieran mover con facilidad.
—Helios… relájate…
—Vuelve a… hacerlo… — pidió el menor con una sonrisa.
—¿Qué cosa? — indagó el otro.
—Eso que… hiciste… — su respiración era agitada — vuelve a tocar ahí, ¡por favor! — suplicó.
Giovanni frunció el ceño, pero hizo lo que su novio le pidió — te refieres a…
Los dedos del castaño, una vez más se movieron y encontró lo que su novio quería que tocara; una especie de protuberancia en el interior, que cada vez que a presionaba, el menor gemía y se retorcía contra el colchón.
—Más… más… ¡más!
Giovanni se sorprendió de esa faceta de Helios, pues ahora parecía sumamente ansioso, eso sin contar lo excitado que estaba; su pequeño sexo había vuelto a despertar y su ano se dilató con rapidez, así que decidió que era momento de pasar al siguiente nivel.
Cuando los dedos salieron de su interior, Helios puso un gesto molesto — ¿por… qué? — preguntó con agitación, pues no podía recuperar el aliento.
—Porque es momento del “plato principal” — sonrió el mayor y se acomodó entre sus piernas.
Por fin, iba a poder cumplir sus fantasías y hacer el amor con su novio.
Parte VI
Giovanni acomodó la punta de su miembro en la entrada de su pareja y colocó las manos a los costados de su rostro.
—Voy a entrar — anunció sin poder ocultar la emoción que esa simple idea le daba.
Helios asintió y abrió sus piernas aún más, para que el mayor no tuviera dificultades ni limitara sus movimientos. El castaño introdujo la punta y a pesar del tiempo que tomó para prepararlo, sintió que era algo difícil; lentamente empezó a entrar, observando el rostro del ojiazul. El menor se aferró a la almohada por encima de su cabeza y empezó a respirar por la boca; su rostro estaba completamente rojo y aunque quería ver a Giovanni, no le era posible, pues algunas lágrimas le obstruían la visión.
Cuando iba a la mitad, Giovanni se detuvo, pues notó una mueca de dolor en el rostro de su pareja — ¿estás bien? — preguntó preocupado
—Duele… — se quejó el menor, apretando los parpados y contrayendo sus músculos, sintiendo que su novio estaba entrando mucho más profundo de lo que llegaron los dedos y no se sentía preparado del todo.
—Helios…
Con la voz del mayor, el pelinegro entreabrió sus parpados, esperando ansioso a que terminara lo que le iba a decir.
—Te amo… — dijo el castaño mirándolo a los ojos, consiguiendo que su pareja se sorprendiera.
Sin dar tiempo a nada Giovanni movió su cadera y lo penetró aún más profundo, consiguiendo que Helios albergara toda su hombría de una sola vez, a pesar de haber gritado y las lágrimas escaparon de sus ojos con facilidad.
—Estoy… completamente dentro… — anunció el mayor — voy a moverme… — dijo con media sonrisa — sostente de mí, ‘solecito’…
—‘Vanni’… — el ojiazul obedeció y movió sus manos hasta el cuello y hombros del otro, aferrándose con fuerza y arañando la piel.
Giovanni no se contuvo más, inició un vaivén rápido, fuerte, algo agresivo, disfrutando los gemidos de placer de su novio, quien a pesar de que parecía sentir dolor, trataba de seguirle el ritmo y ondulaba su cuerpo para recibirlo plenamente. Los gemidos y gritos de Helios aumentaron de volumen, pero exigía “más” cada vez. Cuando el pelinegro hizo el rostro hacia atrás, tratando de respirar más libremente, Giovanni aprovecho para lamer y morder su cuello; estaba consciente que dejaría marcas y no le importaba, pues todo el mundo sabía que ellos eran pareja y que ese día, Helios cumplía la mayoría de edad, así que eran libres de hacer lo que deseaban y en ese momento, ambos deseaban pertenecerse.
Mientras el castaño marcaba la piel de su novio con la boca, el menor arañaba su espalda con desespero, sin dejar de gemir; las piernas de Helios se movían, acariciando las piernas y los costados de Giovanni, hasta enredarse en su cintura, ofreciéndose aún más para su amante. La mano derecha del mayor se movió entre el cuerpo de ambos y llegó al pequeño miembro erecto, acariciándolo con deseo.
Helios no pudo aguantar más y en poco tiempo, llegó al orgasmo gritando el nombre de su novio; todo su cuerpo se tensó por unos segundos, que para él fue una eternidad y después de liberar su semen, su cuerpo quedó rendido contra el colchón. Giovanni llevó la mano sucia por la esencia del menor a sus labios y la limpió de forma lasciva, después, se inclinó y lo besó.
—¿Ya puedo moverme? — preguntó divertido, pero el gesto cansado y confundido de Helios le dijo que realmente no le entendía — me apresaste con excesiva fuerza — explicó — y tu interior sigue contrayéndose — besó la mejilla de su pareja — yo también quiero terminar, ‘solecito’, deseo llenarte de mí… ¿puedo hacerlo?
Helios asintió débilmente y el mayor volvió a moverse, disfrutando las contracciones que apresaban su virilidad; aun así, el ojiazul ya no respondía como antes, solo se movía debido al vaivén impuesto por el mayor. Giovanni abrazó a su novio, pasó las manos por debajo de los hombros, sujetándolo con fuerza, como si temiera que fuese a escapar en ese momento; sin cuidado, mordió el cuello del pelinegro, haciendo que gimiera de manera dolorida y después, el castaño se dio el lujo de llenar el interior del delicado cuerpo con su semen.
Pasaron un par de minutos, antes de que Giovanni recuperara el aliento, pero mientras lo hacía, besaba la piel que tenía cerca; Helios se dejaba hacer, pues disfrutaba de las atenciones, pero además, se encontraba exhausto y solo quería dormir, especialmente en ese momento, pues no se imaginaba un lugar más cómodo que ese.
—Mi amor — la voz suave del mayor, consiguió que Helios entreabriera los parpados — perdona mi rudeza — se disculpó — realmente, espero que hayas disfrutado esto…
—Me gustó… mucho… — sonrió con debilidad — pero… ahora solo… quiero dormir…
Giovanni sonrió y besó los labios de manera fugaz, después, salió del interior de su novio y lo acomodó en la cama, arropándolo con las mantas y acunándolo entre sus brazos.
—Descansa — musitó el mayor, besando el cabello negro con cariño — yo voy a cuidarte.
Helios restregó el rostro contra el pecho de su pareja y rápidamente se quedó dormido. A pesar de que estaba cansado, el castaño no deseaba dormir aún; acariciaba la pequeña espalda de su amante con suavidad, intentando no interrumpirle el sueño, él se encontraba extasiado con la compañía de ese pequeño y delicado chico que era su novio. A pesar de que ya tenían un par de meses juntos, a veces creía que estaba viviendo un sueño, pues Helios era mucho mejor de lo que imaginó en un principio.
—Te amo, mi pequeño ‘sol’ — musitó — lamento que aún no puedo conseguir que tengas suficiente seguridad para ser tú mismo — suspiró — pero poco a poco vas ganando confianza — movió su mano y acarició una mejilla con sumo cuidado — eres encantador ‘solecito’… y ahora eres completamente mío… así que voy a quedarme a tu lado, para siempre — un bostezo lo interrumpió — te… lo prometo…
Giovanni besó la cabellera de Helios y se dispuso a descansar, pues él también lo necesitaba.
—Voy a entrar — anunció sin poder ocultar la emoción que esa simple idea le daba.
Helios asintió y abrió sus piernas aún más, para que el mayor no tuviera dificultades ni limitara sus movimientos. El castaño introdujo la punta y a pesar del tiempo que tomó para prepararlo, sintió que era algo difícil; lentamente empezó a entrar, observando el rostro del ojiazul. El menor se aferró a la almohada por encima de su cabeza y empezó a respirar por la boca; su rostro estaba completamente rojo y aunque quería ver a Giovanni, no le era posible, pues algunas lágrimas le obstruían la visión.
Cuando iba a la mitad, Giovanni se detuvo, pues notó una mueca de dolor en el rostro de su pareja — ¿estás bien? — preguntó preocupado
—Duele… — se quejó el menor, apretando los parpados y contrayendo sus músculos, sintiendo que su novio estaba entrando mucho más profundo de lo que llegaron los dedos y no se sentía preparado del todo.
—Helios…
Con la voz del mayor, el pelinegro entreabrió sus parpados, esperando ansioso a que terminara lo que le iba a decir.
—Te amo… — dijo el castaño mirándolo a los ojos, consiguiendo que su pareja se sorprendiera.
Sin dar tiempo a nada Giovanni movió su cadera y lo penetró aún más profundo, consiguiendo que Helios albergara toda su hombría de una sola vez, a pesar de haber gritado y las lágrimas escaparon de sus ojos con facilidad.
—Estoy… completamente dentro… — anunció el mayor — voy a moverme… — dijo con media sonrisa — sostente de mí, ‘solecito’…
—‘Vanni’… — el ojiazul obedeció y movió sus manos hasta el cuello y hombros del otro, aferrándose con fuerza y arañando la piel.
Giovanni no se contuvo más, inició un vaivén rápido, fuerte, algo agresivo, disfrutando los gemidos de placer de su novio, quien a pesar de que parecía sentir dolor, trataba de seguirle el ritmo y ondulaba su cuerpo para recibirlo plenamente. Los gemidos y gritos de Helios aumentaron de volumen, pero exigía “más” cada vez. Cuando el pelinegro hizo el rostro hacia atrás, tratando de respirar más libremente, Giovanni aprovecho para lamer y morder su cuello; estaba consciente que dejaría marcas y no le importaba, pues todo el mundo sabía que ellos eran pareja y que ese día, Helios cumplía la mayoría de edad, así que eran libres de hacer lo que deseaban y en ese momento, ambos deseaban pertenecerse.
Mientras el castaño marcaba la piel de su novio con la boca, el menor arañaba su espalda con desespero, sin dejar de gemir; las piernas de Helios se movían, acariciando las piernas y los costados de Giovanni, hasta enredarse en su cintura, ofreciéndose aún más para su amante. La mano derecha del mayor se movió entre el cuerpo de ambos y llegó al pequeño miembro erecto, acariciándolo con deseo.
Helios no pudo aguantar más y en poco tiempo, llegó al orgasmo gritando el nombre de su novio; todo su cuerpo se tensó por unos segundos, que para él fue una eternidad y después de liberar su semen, su cuerpo quedó rendido contra el colchón. Giovanni llevó la mano sucia por la esencia del menor a sus labios y la limpió de forma lasciva, después, se inclinó y lo besó.
—¿Ya puedo moverme? — preguntó divertido, pero el gesto cansado y confundido de Helios le dijo que realmente no le entendía — me apresaste con excesiva fuerza — explicó — y tu interior sigue contrayéndose — besó la mejilla de su pareja — yo también quiero terminar, ‘solecito’, deseo llenarte de mí… ¿puedo hacerlo?
Helios asintió débilmente y el mayor volvió a moverse, disfrutando las contracciones que apresaban su virilidad; aun así, el ojiazul ya no respondía como antes, solo se movía debido al vaivén impuesto por el mayor. Giovanni abrazó a su novio, pasó las manos por debajo de los hombros, sujetándolo con fuerza, como si temiera que fuese a escapar en ese momento; sin cuidado, mordió el cuello del pelinegro, haciendo que gimiera de manera dolorida y después, el castaño se dio el lujo de llenar el interior del delicado cuerpo con su semen.
Pasaron un par de minutos, antes de que Giovanni recuperara el aliento, pero mientras lo hacía, besaba la piel que tenía cerca; Helios se dejaba hacer, pues disfrutaba de las atenciones, pero además, se encontraba exhausto y solo quería dormir, especialmente en ese momento, pues no se imaginaba un lugar más cómodo que ese.
—Mi amor — la voz suave del mayor, consiguió que Helios entreabriera los parpados — perdona mi rudeza — se disculpó — realmente, espero que hayas disfrutado esto…
—Me gustó… mucho… — sonrió con debilidad — pero… ahora solo… quiero dormir…
Giovanni sonrió y besó los labios de manera fugaz, después, salió del interior de su novio y lo acomodó en la cama, arropándolo con las mantas y acunándolo entre sus brazos.
—Descansa — musitó el mayor, besando el cabello negro con cariño — yo voy a cuidarte.
Helios restregó el rostro contra el pecho de su pareja y rápidamente se quedó dormido. A pesar de que estaba cansado, el castaño no deseaba dormir aún; acariciaba la pequeña espalda de su amante con suavidad, intentando no interrumpirle el sueño, él se encontraba extasiado con la compañía de ese pequeño y delicado chico que era su novio. A pesar de que ya tenían un par de meses juntos, a veces creía que estaba viviendo un sueño, pues Helios era mucho mejor de lo que imaginó en un principio.
—Te amo, mi pequeño ‘sol’ — musitó — lamento que aún no puedo conseguir que tengas suficiente seguridad para ser tú mismo — suspiró — pero poco a poco vas ganando confianza — movió su mano y acarició una mejilla con sumo cuidado — eres encantador ‘solecito’… y ahora eres completamente mío… así que voy a quedarme a tu lado, para siempre — un bostezo lo interrumpió — te… lo prometo…
Giovanni besó la cabellera de Helios y se dispuso a descansar, pues él también lo necesitaba.
Epílogo
En uno de los pasillos de la biblioteca, en lo más alejado de las escaleras, ocultándose tras los libreros, una pareja estaba demostrándose amor. Helios ya no usaba peluca, solo portaba unos pequeños broches en su cabello y en ese momento, estaba contra la pared, mordiendo el dorso de su mano, mientras era embestido por su novio; el menor traía una pequeña falda, misma que Giovanni había levantado, aprovechando que ese día no llevaba mallas, solo hizo a un lado la pequeña prenda de ropa interior femenina y lo penetró sin consideración. El de lentes quería gritar, gemir, exigir más, pero no podía, pues debía guardar silencio, mientras su pareja lo sujetaba por la cadera, obligándolo a estar de puntitas, para que lo recibiera con facilidad; el castaño mordió la oreja de su pequeño novio y siguió envistiéndolo.
—‘Vanni’… — llamó el ojiazul con dificultad, pues aún se cubría la boca — voy a…
Giovanni sonrió, movió una de sus manos hasta el miembro de su pareja y lo masajeó con rapidez, pero cuidando de que el condón que le había puesto momentos antes, no se desacomodara.
—Adelante, ‘solecito’… — dijo divertido — la verdad es que ya tengo hambre — susurró contra la piel del cuello.
Helios no pudo aguantar más; llegó al orgasmo, mordiendo su labio y sintiendo que sus piernas no iban a sostenerlo. Giovanni sintió las contracciones apresando su miembro y tampoco quiso esperar; ahogó un gemido y liberó su semen en el interior de su novio.
El castaño se inclinó sobre la espalda del menor, ambos estaban tratando de recuperar el aliento, pero eso no lo detuvo; son presteza retiró el condón del miembro de su pareja, que ya estaba flácido y lo puso cerca del rostro del pelinegro.
—Parece que esta vez era mucho — dijo con una gran sonrisa, al ver la gran cantidad que tenía el plástico — seguramente estará delicioso, como siempre…
Las mejillas de Helios se tiñeron de rojo con esas palabras, pero ahogó un gemido de vergüenza, mezclada con deseo, al ver como su pareja se bebía todo el líquido tibio y viscoso.
Cuando terminó, Giovanni se relamió los labios — realmente creo que la “leche” sabe mejor “directo del envase” — dijo sin vergüenza — pero puedo acostumbrarme a esto si lo hacemos más a menudo…
—No — Helios apretó los parpados — no debemos… además… ya es mi último día aquí…
—Yo no me refería a hacerlo solamente aquí, sino a hacerlo en público, ‘solecito’ — se burló el mayor.
Un sobresalto cimbró a Helios y luego se mordió el labio — bueno… tal vez… lo pensaré…
—De acuerdo — Giovanni le besó una mejilla — voy a salir… — anunció — tendrás que tener cuidado para que no salga…
Helios suspiró al sentir como la hombría de su novio abandonaba su cuerpo y luego cruzó las piernas, tensando el cuerpo para apretar el trasero, mientras su novio acomodaba su ropa y envolvía el condón usado en un papel, para tirarlo a la basura.
—Es demasiado… — dijo el de lentes con nervios — seguro saldrá antes de que vaya al baño — anunció con algo de vergüenza…
—Sí… especialmente porque no voy a dejar que vayas al baño.
—¡¿Qué?! — los ojos azules se abrieron con sorpresa, su corazón se aceleró, pero aunque quería decir que no, una extraña sensación de emoción lo cimbró.
El castaño abrazó a su novio y se inclinó para hablarle al oído, mientras sus manos se perdían una vez más bajo la falda, acariciando las nalgas suaves — ¿me dirás que no te excita? — preguntó en un murmullo, consiguiendo que un escalofrío recorriera la columna de Helios.
—Sí… — musitó el de lentes, quien ya tenía la mente ligeramente nublada — me excita…
—Entonces, ¿me harás caso?
—Mjú… — asintió el menor y se aferró a la camisa de su novio — pero si alguien se da cuenta, tienes que responsabilizarte…
—Siempre lo hago, mi amor, pero dime, ¿qué prefieres…? — mordisqueó la oreja — ¿tu casa, la mía o vamos a un hotel?
Helios movió el rostro, ofreciéndole los labios para un beso húmedo y después de un momento, cuando se separaron, le respondió — a dónde me lleves, no importa — sonrió — pero si me das la opción… quizá… tu casa — dijo divertido — esta vez toca ensuciar tu cama…
* * *
—‘Vanni’… — llamó el ojiazul con dificultad, pues aún se cubría la boca — voy a…
Giovanni sonrió, movió una de sus manos hasta el miembro de su pareja y lo masajeó con rapidez, pero cuidando de que el condón que le había puesto momentos antes, no se desacomodara.
—Adelante, ‘solecito’… — dijo divertido — la verdad es que ya tengo hambre — susurró contra la piel del cuello.
Helios no pudo aguantar más; llegó al orgasmo, mordiendo su labio y sintiendo que sus piernas no iban a sostenerlo. Giovanni sintió las contracciones apresando su miembro y tampoco quiso esperar; ahogó un gemido y liberó su semen en el interior de su novio.
El castaño se inclinó sobre la espalda del menor, ambos estaban tratando de recuperar el aliento, pero eso no lo detuvo; son presteza retiró el condón del miembro de su pareja, que ya estaba flácido y lo puso cerca del rostro del pelinegro.
—Parece que esta vez era mucho — dijo con una gran sonrisa, al ver la gran cantidad que tenía el plástico — seguramente estará delicioso, como siempre…
Las mejillas de Helios se tiñeron de rojo con esas palabras, pero ahogó un gemido de vergüenza, mezclada con deseo, al ver como su pareja se bebía todo el líquido tibio y viscoso.
Cuando terminó, Giovanni se relamió los labios — realmente creo que la “leche” sabe mejor “directo del envase” — dijo sin vergüenza — pero puedo acostumbrarme a esto si lo hacemos más a menudo…
—No — Helios apretó los parpados — no debemos… además… ya es mi último día aquí…
—Yo no me refería a hacerlo solamente aquí, sino a hacerlo en público, ‘solecito’ — se burló el mayor.
Un sobresalto cimbró a Helios y luego se mordió el labio — bueno… tal vez… lo pensaré…
—De acuerdo — Giovanni le besó una mejilla — voy a salir… — anunció — tendrás que tener cuidado para que no salga…
Helios suspiró al sentir como la hombría de su novio abandonaba su cuerpo y luego cruzó las piernas, tensando el cuerpo para apretar el trasero, mientras su novio acomodaba su ropa y envolvía el condón usado en un papel, para tirarlo a la basura.
—Es demasiado… — dijo el de lentes con nervios — seguro saldrá antes de que vaya al baño — anunció con algo de vergüenza…
—Sí… especialmente porque no voy a dejar que vayas al baño.
—¡¿Qué?! — los ojos azules se abrieron con sorpresa, su corazón se aceleró, pero aunque quería decir que no, una extraña sensación de emoción lo cimbró.
El castaño abrazó a su novio y se inclinó para hablarle al oído, mientras sus manos se perdían una vez más bajo la falda, acariciando las nalgas suaves — ¿me dirás que no te excita? — preguntó en un murmullo, consiguiendo que un escalofrío recorriera la columna de Helios.
—Sí… — musitó el de lentes, quien ya tenía la mente ligeramente nublada — me excita…
—Entonces, ¿me harás caso?
—Mjú… — asintió el menor y se aferró a la camisa de su novio — pero si alguien se da cuenta, tienes que responsabilizarte…
—Siempre lo hago, mi amor, pero dime, ¿qué prefieres…? — mordisqueó la oreja — ¿tu casa, la mía o vamos a un hotel?
Helios movió el rostro, ofreciéndole los labios para un beso húmedo y después de un momento, cuando se separaron, le respondió — a dónde me lleves, no importa — sonrió — pero si me das la opción… quizá… tu casa — dijo divertido — esta vez toca ensuciar tu cama…
* * *
Bien, saben, debí haber explicado al principio lo que era, pero no me gusta poner notas al principio, a menos no en un OS, si hubiese sido por pequeños capítulos la hubiese puesto en el índice XD
Este era un especial que subí hace mucho tiempo al grupo, pero había prometido subirlo en el blog, solo que por ‘X’ o ‘Y’ razón, lo posponía y posponía, y posponía… pero por fin me di un tiempito en subirla y hacerle una micro edición XD ajajajajaja Realmente, su título completo es 'Locuras de una amor inesperado', pero está muy largo, así que lo dejé solo con la primer palabra y no quedó mal; además, así como estaba en su momento, era buena, y no fue necesario anexarle más, quizá, solo una manita con ortografía y gramática,pero ice lo mejor que pude. En fin, espero que la hayan disfrutado.
Este era un especial que subí hace mucho tiempo al grupo, pero había prometido subirlo en el blog, solo que por ‘X’ o ‘Y’ razón, lo posponía y posponía, y posponía… pero por fin me di un tiempito en subirla y hacerle una micro edición XD ajajajajaja Realmente, su título completo es 'Locuras de una amor inesperado', pero está muy largo, así que lo dejé solo con la primer palabra y no quedó mal; además, así como estaba en su momento, era buena, y no fue necesario anexarle más, quizá, solo una manita con ortografía y gramática,pero ice lo mejor que pude. En fin, espero que la hayan disfrutado.
Comment Form is loading comments...