Confrontación
Salí del edificio casi a las seis de la tarde; tenía poco tiempo para llegar a mi empleo y terminar los preparativos de la fiesta. También, el día siguiente apresuraría las entrevistas, debía finiquitar ese asunto para poder ir a mi nuevo trabajo; incluso, ya había firmado unos papeles, no podía fallar.
Llegué corriendo al museo; aún no empezaban a llegar los invitados, pero Mauricio estaba preocupado por mi tardanza.
-Llegas tarde – habló con seriedad – creí que aún eras profesional.
El escucharlo decir eso me molesto – Aún lo soy doctor – dije con algo de molestia en mi voz, pero, aún trabajaba con él, así que debía comportarme – Llegue a tiempo, no se preocupe, no hay indicios de que ningún invitado esté cerca – sonreí forzado – Además, dejé indicaciones claras y precisas para que todo fuera según lo planeado. Con permiso – me disculpe para acudir a la sala de recepción.
En ella, estaban los meseros que servirían los refrigerios y algunas personas de los demás departamentos del museo. Estaban nerviosos, como en todas las inauguraciones de exposiciones; al contrario, yo me encontraba tranquilo, emocionado y feliz. Pronto me iría de ese lugar y ya no tendría que ver a Mauricio, aunque en el fondo, me dolía.
A las siete en punto empezaron a llegar los invitados; la prometida de Mauricio fue las primeras personas que llegaron, su trato y mirar me dio a entender que sabía lo que yo había hecho hacía un año, decirle a su prometido que me gustaba. Una razón más para no querer quedarme en mi empleo. Mientras Mauricio atendía a varios invitados presentando a su prometida, yo me encargaba de que todo saliera lo mejor posible.
El invitado de honor, el expositor, no llegaba y ya eran pasadas las siete y media. Mauricio estaba molesto, se notaba en su expresión, aunque muy pocos podían darse cuenta en realidad.
Yo estaba revisando un detalle en una esquina del área de exposición, alguien había derramado algo de vino en el piso y era necesario apresurarse a limpiar, así que estaba presionando a un mesero, cuando una voz femenina me sacó de mi concentración.
-Hola – era la prometida de Mauricio quien me sonrió amistosamente, de una manera que resultaba falsa.
-Buenas noches – dije formal.
-Eres Alan, ¿cierto?
-Alan Jiménez, un placer – le ofrecí mi mano para saludarla – ¿usted es…?
Ella observó mi mano extendida pero no me devolvió el saludo – Soy Paloma Zavala, la prometida de Maury – la forma de llamarlo me dolió, pero simplemente sonreí retirando mi mano a sabiendas, en ese momento, que no me devolvería el saludo – pero ¿eso ya lo sabías no es así?
-La había visto de lejos sí, pero no tenía el gusto de conocerla en persona – añadí.
-A si, la verdad yo no tenía muchas ganas de conocerte – lo dijo con cinismo.
¿Cómo reaccionar ante eso? Tenía que aguantar a la princesa, a pesar de que me estaba incomodando. Aún no podía retirarme de ahí hasta que el mesero terminara su trabajo.
-Pero… – continuo con un tono de voz burlón – él me dijo que andas buscando un nuevo empleo, así que, eso me hace sentir mucho mejor.
Ladee mi rostro y sonreír tratando de expresar amabilidad – ¿De verdad? ¿Por qué? – pregunté sin mucho ánimo de que me respondiera, pero ya había empezado y debía terminar, de la forma en que menos saliera dañado.
-Bueno, comprenderás que para una novia, es incómodo que un chico ande rondando a su pareja – me miro de la cabeza a los pies – y honestamente, me fastidia más que seas tan poca cosa, rogando por su atención.
Apreté mi mandíbula pero no dije nada.
-Me alegra que busques empleo, yo ya había pensado pedirle que te despidiera en cuanto nos casáramos – me miró de forma triunfal – pero, me has quitado un peso de encima.
-Me alegra no ser más un incordio para usted señorita – el mesero en ese momento terminaba de limpiar – ahora, con su permiso, debo acudir a otros llamados, mi trabajo aún es importante.
Hice una ligera reverencia y me retiré de ahí; esa mujer me había sacado de mis casillas. Pasé cerca de un mesero y tomé una copa con vino tinto; en realidad, no me gustaba el vino tinto, pero lo necesitaba, así que le di un buen trago aguantando las ganas de hacer gestos por el mal sabor. Dejé especificaciones a las encargadas de otras áreas y al jefe de meseros mientras salía a tomar aire.
Caminé por el jardín interior, alejándome un poco y, en un arbusto, tiré el líquido de mi copa.
-Eso le hará daño a las plantas…
Me estremecí al escuchar la voz, llevando la copa cerca de mi cuerpo, en un acto de vergüenza al ser atrapado en pleno acto ‘vandálico’. Giré mi rostro y ahí estaba mi futuro jefe.
-Licenciado Duarte, ¿Qué hace aquí?
-Rodrigo – sonrió – aún no trabajas para mi oficialmente, así que, dime Rodrigo – se acercó hasta mí, el también traía una copa de vino en la mano – ¿No te gusta el vino o fue por la plática que tuviste con Paloma?
Abrí mis ojos enormemente ante esa pregunta tan directa. El simplemente llevó la copa a sus labios mientras los curvaba ligeramente en una sonrisa divertida.
-Yo…
-Está bien, seré justo, responderé tu pregunta y tú la mía – ladeo el rostro y observó al interior del museo señalando con un dedo a mi jefe – él me invito, para presentarme a su prometida, aprovechando que estaba en la ciudad. Ahora, dime, ¿qué fue lo que causo que tiraras el vino?
-No me gusta el vino tinto – sonreí apenado – sólo lo tomé como un impulso por la plática a la que se refiere, pero, no quise devolverlo, así que, salí y lo tiré aquí.
Era tan fácil hablar con él, tenía un gesto de comprensión que su primo jamás tendría.
-Paloma no es muy amable ¿cierto? – se sentó en una banca de concreto que estaba cerca – No deberías tomarle mucha importancia, después de todo, en una semana más trabajarás para mí – me hizo una seña para que lo acompañara en la banca.
-¿Qué…? – dudé un momento pero no debía avergonzarme, el rubio era muy abierto, así que yo también podía serlo – ¿Qué fue lo que escucho?
-Primero, aclaremos – recargó sus codos en sus rodillas y giró el rostro para verme – no tienes que tratarme de usted fuera del trabajo.
-Está bien, lo lamento, es la costumbre… – juguetee con mi copa, después de todo, era casi como estar viendo a Mauricio.
-Y ¿qué fue lo que escuche? – bebió algo más de su vino – Poco, he de decir, fue más bien la actitud de Paloma…
-¿Cuál actitud? – pregunté como si no me hubiera dado cuenta, aunque en el fondo sabía a lo que se refería.
-Sí, su actitud de mujer celosa a punto de sacarte los ojos.
-Sí, ciertamente – acoté divertido – se nota que es celosa…
-Es solo una niña – prosiguió – Mauricio ya es un hombre maduro, así que, tiene miedo de perderlo, es todo.
-El apenas tiene 33 – lo defendí – es un hombre culto, educado, supongo que cualquier mujer quisiera tenerlo seguro… – mi voz se fue apagando ante mis frases.
Mi acompañante sonrió y se recargó en la banca bebiendo todo su vino.
-Alan – giré mi rostro al escuchar mi nombre de forma tan sencilla, cómo si nos conociéramos de años atrás – ¿Por qué te gusta Mauricio? Te lleva siete años.
-Eso no… – dudé en si debía contestar o no – Creo que eso es asunto mío – mi voz sonó algo molesta, inquieta, simplemente no sabía que responder.
-Bueno, es que, por lo que he visto, sólo estás deslumbrado ante él, eres un niño…
-Y tú eres muy mayor ¿verdad? – él sonrió de lado y se alzó de hombros – ¿Qué edad tienes con exactitud?
-29 – dijo sin mucha importancia.
-¿29? – lo miré de reojo – ¿y dices que yo soy un niño? Solo eres tres años mayor que yo.
-Tres años – reafirmó – y aun así, se diferenciar amor de obsesión – giró su rostro hacia el interior del museo – Mauricio es atractivo, maduro, por demás está decir que inteligente, es obvio que muchas mujeres, e incluso hombres – sonrió de lado – quedan aturdidos con su presencia, ha estudiado mucho en el extranjero y se graduó muy joven de la universidad, alcanzó el título de director de museo con demasiada rapidez y eso es por sus capacidades…
-Lo sé – suspiré – y también noto que lo admiras.
-Lo admiro, porque no soy como el – se alzó de hombros nuevamente – yo solo estudie lo necesario, no tengo el intelecto que él tiene, además la empresa me la heredo mi padre apenas obtuve mi título; no me esforcé tanto como Mauricio… Pero – añadió – no me gustaría ser él.
-¿Por qué?
-Porque se va a casar con alguien que no quiere, no acepta lo que en verdad es y prefiere continuar la vida siguiendo una pauta familiar, es algo patético si lo vez desde mi punto de vista.
-No logro entender – estaba confundido.
-Y tampoco quisiera ser tú – añadió.
-¿Quién quisiera ser yo? – pregunte frustrado – La persona que quiero ni siquiera me mira…
-¿De verdad lo quieres? – su sonrisa era cínica – Puedo apostar que solo te atrae porque no lo puedes tener… En el momento en que lo tuvieras, perderías el interés.
-¡Claro que no!
Paso su mano por mi cabello – Eres un niño, no quieres verlo – aseguró.
-Si pudiera, te lo apostaría.
-No – negó – no debes apostar en ese tipo de cosas, podrías salir lastimado.
Iba a replicar pero un mesero salió a buscarme. Mauricio estaba algo estresado por el retraso del expositor, así que, tenía que ir a buscarlo.
-Bueno – sonreí y me puse de pie – el deber me llama.
-Son tus últimas actividades como asistente de Mauricio– Rodrigo también se puso de pie – después, serás mío.
-Si – asentí – cuando trabaje para usted – me aseguré de decir lentamente el ‘usted’ – me entregare en cuerpo y alma para hacer mi trabajo.
-Eso espero Alan.
Él me dio la mano y después caminó hacia el interior del museo, mientras yo iba por otro lado a buscar el teléfono del expositor y comunicarme con él.
Las noticias no fueron muy alentadoras, lamentablemente, el artista sufrió un accidente antes de llegar al museo, así que no se presentó, pero la exposición se inauguró. Esa misma noche. Cuando regresaba a mi casa, las palabras de Rodrigo hacían eco en mi mente “…en el momento en que lo tuvieras, perderías el interés…”
No podía ser cierto, había estado dos años sufriendo como para que eso fuera simple obsesión.
* * *
Llegué corriendo al museo; aún no empezaban a llegar los invitados, pero Mauricio estaba preocupado por mi tardanza.
-Llegas tarde – habló con seriedad – creí que aún eras profesional.
El escucharlo decir eso me molesto – Aún lo soy doctor – dije con algo de molestia en mi voz, pero, aún trabajaba con él, así que debía comportarme – Llegue a tiempo, no se preocupe, no hay indicios de que ningún invitado esté cerca – sonreí forzado – Además, dejé indicaciones claras y precisas para que todo fuera según lo planeado. Con permiso – me disculpe para acudir a la sala de recepción.
En ella, estaban los meseros que servirían los refrigerios y algunas personas de los demás departamentos del museo. Estaban nerviosos, como en todas las inauguraciones de exposiciones; al contrario, yo me encontraba tranquilo, emocionado y feliz. Pronto me iría de ese lugar y ya no tendría que ver a Mauricio, aunque en el fondo, me dolía.
A las siete en punto empezaron a llegar los invitados; la prometida de Mauricio fue las primeras personas que llegaron, su trato y mirar me dio a entender que sabía lo que yo había hecho hacía un año, decirle a su prometido que me gustaba. Una razón más para no querer quedarme en mi empleo. Mientras Mauricio atendía a varios invitados presentando a su prometida, yo me encargaba de que todo saliera lo mejor posible.
El invitado de honor, el expositor, no llegaba y ya eran pasadas las siete y media. Mauricio estaba molesto, se notaba en su expresión, aunque muy pocos podían darse cuenta en realidad.
Yo estaba revisando un detalle en una esquina del área de exposición, alguien había derramado algo de vino en el piso y era necesario apresurarse a limpiar, así que estaba presionando a un mesero, cuando una voz femenina me sacó de mi concentración.
-Hola – era la prometida de Mauricio quien me sonrió amistosamente, de una manera que resultaba falsa.
-Buenas noches – dije formal.
-Eres Alan, ¿cierto?
-Alan Jiménez, un placer – le ofrecí mi mano para saludarla – ¿usted es…?
Ella observó mi mano extendida pero no me devolvió el saludo – Soy Paloma Zavala, la prometida de Maury – la forma de llamarlo me dolió, pero simplemente sonreí retirando mi mano a sabiendas, en ese momento, que no me devolvería el saludo – pero ¿eso ya lo sabías no es así?
-La había visto de lejos sí, pero no tenía el gusto de conocerla en persona – añadí.
-A si, la verdad yo no tenía muchas ganas de conocerte – lo dijo con cinismo.
¿Cómo reaccionar ante eso? Tenía que aguantar a la princesa, a pesar de que me estaba incomodando. Aún no podía retirarme de ahí hasta que el mesero terminara su trabajo.
-Pero… – continuo con un tono de voz burlón – él me dijo que andas buscando un nuevo empleo, así que, eso me hace sentir mucho mejor.
Ladee mi rostro y sonreír tratando de expresar amabilidad – ¿De verdad? ¿Por qué? – pregunté sin mucho ánimo de que me respondiera, pero ya había empezado y debía terminar, de la forma en que menos saliera dañado.
-Bueno, comprenderás que para una novia, es incómodo que un chico ande rondando a su pareja – me miro de la cabeza a los pies – y honestamente, me fastidia más que seas tan poca cosa, rogando por su atención.
Apreté mi mandíbula pero no dije nada.
-Me alegra que busques empleo, yo ya había pensado pedirle que te despidiera en cuanto nos casáramos – me miró de forma triunfal – pero, me has quitado un peso de encima.
-Me alegra no ser más un incordio para usted señorita – el mesero en ese momento terminaba de limpiar – ahora, con su permiso, debo acudir a otros llamados, mi trabajo aún es importante.
Hice una ligera reverencia y me retiré de ahí; esa mujer me había sacado de mis casillas. Pasé cerca de un mesero y tomé una copa con vino tinto; en realidad, no me gustaba el vino tinto, pero lo necesitaba, así que le di un buen trago aguantando las ganas de hacer gestos por el mal sabor. Dejé especificaciones a las encargadas de otras áreas y al jefe de meseros mientras salía a tomar aire.
Caminé por el jardín interior, alejándome un poco y, en un arbusto, tiré el líquido de mi copa.
-Eso le hará daño a las plantas…
Me estremecí al escuchar la voz, llevando la copa cerca de mi cuerpo, en un acto de vergüenza al ser atrapado en pleno acto ‘vandálico’. Giré mi rostro y ahí estaba mi futuro jefe.
-Licenciado Duarte, ¿Qué hace aquí?
-Rodrigo – sonrió – aún no trabajas para mi oficialmente, así que, dime Rodrigo – se acercó hasta mí, el también traía una copa de vino en la mano – ¿No te gusta el vino o fue por la plática que tuviste con Paloma?
Abrí mis ojos enormemente ante esa pregunta tan directa. El simplemente llevó la copa a sus labios mientras los curvaba ligeramente en una sonrisa divertida.
-Yo…
-Está bien, seré justo, responderé tu pregunta y tú la mía – ladeo el rostro y observó al interior del museo señalando con un dedo a mi jefe – él me invito, para presentarme a su prometida, aprovechando que estaba en la ciudad. Ahora, dime, ¿qué fue lo que causo que tiraras el vino?
-No me gusta el vino tinto – sonreí apenado – sólo lo tomé como un impulso por la plática a la que se refiere, pero, no quise devolverlo, así que, salí y lo tiré aquí.
Era tan fácil hablar con él, tenía un gesto de comprensión que su primo jamás tendría.
-Paloma no es muy amable ¿cierto? – se sentó en una banca de concreto que estaba cerca – No deberías tomarle mucha importancia, después de todo, en una semana más trabajarás para mí – me hizo una seña para que lo acompañara en la banca.
-¿Qué…? – dudé un momento pero no debía avergonzarme, el rubio era muy abierto, así que yo también podía serlo – ¿Qué fue lo que escucho?
-Primero, aclaremos – recargó sus codos en sus rodillas y giró el rostro para verme – no tienes que tratarme de usted fuera del trabajo.
-Está bien, lo lamento, es la costumbre… – juguetee con mi copa, después de todo, era casi como estar viendo a Mauricio.
-Y ¿qué fue lo que escuche? – bebió algo más de su vino – Poco, he de decir, fue más bien la actitud de Paloma…
-¿Cuál actitud? – pregunté como si no me hubiera dado cuenta, aunque en el fondo sabía a lo que se refería.
-Sí, su actitud de mujer celosa a punto de sacarte los ojos.
-Sí, ciertamente – acoté divertido – se nota que es celosa…
-Es solo una niña – prosiguió – Mauricio ya es un hombre maduro, así que, tiene miedo de perderlo, es todo.
-El apenas tiene 33 – lo defendí – es un hombre culto, educado, supongo que cualquier mujer quisiera tenerlo seguro… – mi voz se fue apagando ante mis frases.
Mi acompañante sonrió y se recargó en la banca bebiendo todo su vino.
-Alan – giré mi rostro al escuchar mi nombre de forma tan sencilla, cómo si nos conociéramos de años atrás – ¿Por qué te gusta Mauricio? Te lleva siete años.
-Eso no… – dudé en si debía contestar o no – Creo que eso es asunto mío – mi voz sonó algo molesta, inquieta, simplemente no sabía que responder.
-Bueno, es que, por lo que he visto, sólo estás deslumbrado ante él, eres un niño…
-Y tú eres muy mayor ¿verdad? – él sonrió de lado y se alzó de hombros – ¿Qué edad tienes con exactitud?
-29 – dijo sin mucha importancia.
-¿29? – lo miré de reojo – ¿y dices que yo soy un niño? Solo eres tres años mayor que yo.
-Tres años – reafirmó – y aun así, se diferenciar amor de obsesión – giró su rostro hacia el interior del museo – Mauricio es atractivo, maduro, por demás está decir que inteligente, es obvio que muchas mujeres, e incluso hombres – sonrió de lado – quedan aturdidos con su presencia, ha estudiado mucho en el extranjero y se graduó muy joven de la universidad, alcanzó el título de director de museo con demasiada rapidez y eso es por sus capacidades…
-Lo sé – suspiré – y también noto que lo admiras.
-Lo admiro, porque no soy como el – se alzó de hombros nuevamente – yo solo estudie lo necesario, no tengo el intelecto que él tiene, además la empresa me la heredo mi padre apenas obtuve mi título; no me esforcé tanto como Mauricio… Pero – añadió – no me gustaría ser él.
-¿Por qué?
-Porque se va a casar con alguien que no quiere, no acepta lo que en verdad es y prefiere continuar la vida siguiendo una pauta familiar, es algo patético si lo vez desde mi punto de vista.
-No logro entender – estaba confundido.
-Y tampoco quisiera ser tú – añadió.
-¿Quién quisiera ser yo? – pregunte frustrado – La persona que quiero ni siquiera me mira…
-¿De verdad lo quieres? – su sonrisa era cínica – Puedo apostar que solo te atrae porque no lo puedes tener… En el momento en que lo tuvieras, perderías el interés.
-¡Claro que no!
Paso su mano por mi cabello – Eres un niño, no quieres verlo – aseguró.
-Si pudiera, te lo apostaría.
-No – negó – no debes apostar en ese tipo de cosas, podrías salir lastimado.
Iba a replicar pero un mesero salió a buscarme. Mauricio estaba algo estresado por el retraso del expositor, así que, tenía que ir a buscarlo.
-Bueno – sonreí y me puse de pie – el deber me llama.
-Son tus últimas actividades como asistente de Mauricio– Rodrigo también se puso de pie – después, serás mío.
-Si – asentí – cuando trabaje para usted – me aseguré de decir lentamente el ‘usted’ – me entregare en cuerpo y alma para hacer mi trabajo.
-Eso espero Alan.
Él me dio la mano y después caminó hacia el interior del museo, mientras yo iba por otro lado a buscar el teléfono del expositor y comunicarme con él.
Las noticias no fueron muy alentadoras, lamentablemente, el artista sufrió un accidente antes de llegar al museo, así que no se presentó, pero la exposición se inauguró. Esa misma noche. Cuando regresaba a mi casa, las palabras de Rodrigo hacían eco en mi mente “…en el momento en que lo tuvieras, perderías el interés…”
No podía ser cierto, había estado dos años sufriendo como para que eso fuera simple obsesión.
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