Obsesión
"¡Por qué?!" Pienso frustrado mientras tomo mi cabello con mis manos, ejerzo presión en el agarre y termino dejando la frente en mi escritorio, frente a mí.
-Dos años... – suspiro
Levanto la vista y veo la puerta por donde acababa de salir Mauricio Villal, mi jefe, a encontrarse con la hermosa chica que desde hace varias semanas, anunció, era su prometida; una bella mujer que lo espera en el lobby de la planta baja y se van juntos, felices; y lo que más me molestaba era –...que se miran bien juntos... – digo entre dientes.
Tenía dos años en ese trabajo. Era asistente del director del museo de artes contemporáneas de la ciudad. Un trabajo muy bien remunerado a pesar de que no era tanta presión la gran mayoría del tiempo, lo más demandante era acompañarlo a muchas reuniones, organizar su agenda y tener contacto con los artistas y dueños originales de lo expuesto por el museo. Al principio, era un trabajo temporal; buscaban a alguien que trabajara durante el periodo de incapacidad de la anterior secretaria; no especificaban sexo, así que, decidí enviar mi currículo, pensé que no me llamarían, después de todo, era joven, aún no terminaba mi carrera de administración, un novato. Pero, al parecer, lo que les dio la pauta de contratarme fue mi excelente inglés. Por suerte para mí, la chica que estaba antes, ya no volvió al trabajo y me quedé con su puesto.
Mauricio era un hombre de 31 años en ese entonces, muy joven para ser el director del museo, pero era muy capaz y tenaz. – Además de atractivo... – pienso mientras termino de guardar algunas cosas en el archivo. Yo también debía irme a casa.
Recordaba la primera vez que lo vi, después de la primer entrevista para el empleo. Él se puso a platicar conmigo en inglés y la plática fue muy amena. De más está decir que en ese momento yo no conocía mucho de arte y él, ya tenía un doctorado en Historia de las Artes, había escrito algunos libros sobre expresión de arte en diferentes épocas y su currículo era agobiante al haber trabajado para diferentes instituciones de gran renombre aun estando en la universidad. Era un genio, así lo describían muchos, pero no era muy bien aceptado por los vejetes que pensaban que, su mayor debilidad era su juventud. Y yo, debía aceptar que fue lo que me cautivó de él. Alto, muy alto; cabello negro, corto, sedoso y suave, con barba perfectamente bien rasurada, el traje pulcramente limpio y planchado. Su verde mirar era sereno, pero daba la impresión que te estudiaba a fondo en cuanto posaba su vista en ti; su voz, varonil, sensual, con una dicción perfecta. Toda su presencia era imponente.
Cerré el archivero con un golpe. ¡Debía estar completamente loco! El jamás se fijaría en mí, lo sabía con certeza porque hacía un año le dije que me atraía y él, firmemente dijo que no le gustaban los hombres. Eso me había obsesionado aún más.
¿Qué podía decir de mí? Desde la preparatoria me gustaban los hombres, y sí, a esa edad perdí mi virginidad con un idiota que después fingió no recordar nada y se casó con una compañera de clase porque terminó embarazándola. Cuando estuve en la universidad, intenté probar con una chica, pero me di cuenta que me iban mejor los chicos; así pues, tuve algunas parejas sexuales, pero nada serio. Y, después de quedar prendado por Mauricio, me fue imposible buscar una pareja estable; si, admitía que tenía encuentros sexuales casuales aunque, la realidad era que, no me importaban.
Pero ya estaba llegando a mi límite. Cada noche soñaba con él; todos los días me embelesaba su fragancia; en las fiestas, me molestaba verlo sonreírles a las mujeres de una forma tan – Sensual... – susurro y en un momento de ira infantil golpeo el respaldo de mi silla. Esa maldita obsesión me estaba volviendo loco.
Niego pasando mi mano por mi cabello castaño y peinándolo hacia atrás. Era mejor que saliera de la oficina, después de todo, aunque el siguiente día era lunes y el museo estaba cerrado, yo tenía que ir, igual que mi jefe, a revisar los últimos objetos que llegarían para la exposición de arte de cierto artista, misma exposición se estrenaría el próximo viernes.
No tenía humor de ir a beber una copa, solo iría a mi casa, descansaría y trataría de calmar mis ansias un poco. Al llegar a mi departamento, había algunos mensajes en la contestadora. El primero, uno del último chico con quien tuve relaciones, decía que le gustaría verme.
-Lastima, a mí no me interesa volver a verte, ¡imbécil! – encendí la televisión para tener más voces que escuchar y luego mi computadora portátil. Caminé a la cocina a servirme algo de vodka mientras el segundo mensaje estaba por terminar. Mi madre diciendo que quería que la visitara y pasara más tiempo con ella.
-¡Claro!, si me quedé trabajando en esta ciudad para no tener que soportar a mi familia... – ellos se habían mudado casi al otro extremo del país, esa había sido una bendición para mí. Le di de comer a mi gato mientras escuchaba el tercer mensaje, era de mi banco, avisándome que, por ser un excelente cliente, habían aumentado mi tasa de rendimiento de un 2.5 a un 2.7 cada seis meses.
-¡Vaya!, que bueno, seré millonario en poco tiempo – dije con sarcasmo mientras llegaba al sillón. Estaba tomando asiento cuando una voz familiar empezó a escucharse para darme mi cuarto mensaje.
"Maury..." Pensé. En casa siempre le decía Maury, porque era la manera en que lo llamaba cuando me satisfacía pensando en él. Normalmente me marcaba a mi celular ¿Por qué me marco a mi casa?
El mismo me daba la respuesta en su mensaje, no entraba la llamada a mi celular; lo revisé con rapidez y estaba apagado. La batería se había acabado. – ¡Maldita sea! – exclame molesto, era la tercer batería que dejaba de funcionar correctamente en menos de un año que tenía con el teléfono.
El mensaje de mi jefe siguió. Me avisaba que el día siguiente iba a llegar algo retrasado para recibir las obras, así que, esperaba que yo empezara antes con el trabajo, después de eso se despedía.
-Genial – dije cansado – mi día de descanso, tengo que ir a trabajar y de todas maneras, él va a llegar tarde – bebí un poco de vodka – debe estar ahora mismo con esa mujer – suspiré cansado.
-¿Por qué tiene que gustarme tanto? – apreté mis parpados y su imagen vino a mi mente – ¿Por qué si ni siquiera puedo tener la oportunidad?
-¡A la mierda con él y su estúpida novia! – Lo primero que hice fue revisar mi correo. Me llamó la atención un mail de una empresa a la que había enviado mi currículo la semana anterior, en otro de mis momentos depresivos; aquel día decidí buscarme un nuevo empleo así que mande mails a lo grande, sin importar con exactitud las vacantes.
La persona que se contactó conmigo decía que era para ser el administrador de una oficina regional y estar en contacto con el director general de dicha empresa de transportes; pedían que no tuviera problema para viajar y además, el sueldo que me ofrecían era mucho mayor que el que recibía en mi trabajo. Me sorprendió sobremanera, especialmente porque decía que era para una vacante con urgencia y era uno de los candidatos con más posibilidades. Sólo tenía que ir a una entrevista el viernes.
-¿Viernes? – Pensé tomando mi agenda y la copia de la agenda de Mauricio para revisar si había algún asunto. Y por supuesto que lo había. Ese día había una recepción para inaugurar la nueva sala del museo; precisamente con las cosas que iban a llegar al día siguiente.
Era una clara oportunidad, pero el viernes era un día ocupado. La entrevista sería a las cuatro de la tarde. Podría trabajar medio día, ir a la entrevista y ver a Mauricio en la recepción en la noche. – No creo que le moleste – pensé – después de todo, el que me aleje de su vida será un alivio...
Así pues, el día siguiente llegue temprano al Museo, antes de las nueve de la mañana. El conserje del lugar me recibió con una sonrisa, era un anciano muy agradable, su turno era en la mañana, y le tocaba llegar una hora antes que yo. Siempre platicaba que me parecía a su hijo que había muerto cuando era muy joven, pero, al menos, yo no creía que su hijo se pareciera tanto a mí, especialmente porque yo era gay.
Eran casi las doce del mediodía cuando Mauricio llegó saludando cordial. Yo había acabado de recibir los objetos y ya estaban siendo inventariados, sólo faltaba que el indicara dónde debían ser colocados.
Me ignoró por completo, como siempre, y se dispuso a hacer su trabajo, dando órdenes, mientras todos los demás hacíamos lo que él decía. Le preparé un café y cuando vi la oportunidad, tuve que hablar con él.
-Doctor Villal – dije con seriedad, el giró el rostro y me observó, esperando – quiero su autorización para trabajar medio día el viernes.
-¿El viernes? Si no mal recuerdo es la fiesta de inauguración de la sala ¿No es así?
-Si así es – respondí seguro – la fiesta empieza a las siete de la tarde, pero tengo un compromiso para una entrevista de trabajo ese mismo día, pero le aseguro que llegare antes de que empiece la fiesta.
Levanto una ceja, parecía intrigado, tal vez, jamás se imaginó que yo anduviera buscando otro empleo, porque, siendo sinceros, jamás lo pensé con seriedad.
-¿Estás buscando otro empleo? – no denotaba ninguna emoción en su voz, eso en realidad me hizo sentir mal, al menos esperaba que se inquietara – ¿No estás bien en este lugar?
-Si – asentí – pero es una excelente oportunidad, además, la paga es mucho mejor y será con respecto a mi carrera...
-Y no de simple asistente – terminó dejando la taza de café de lado.
-Bueno – dudé – la verdad, si, así es...
-Bien, entonces, avísame con tiempo, para buscar un nuevo asistente que ocupe tu lugar.
Se puso de pie y caminó hasta los hombres que estaban haciendo su trabajo, siguió dando indicaciones y me ignoró en toda la tarde. ¿Qué debía hacer? Ahora que él ya sabía que estaba buscando empleo, tendría que buscar e irme a cualquier otro, en caso de no quedar en el puesto la próxima entrevista.
"¿Por qué tenía que decirle la verdad?" pensé molesto mientras recogía la taza vacía. La verdad, es que sí sabía por qué lo había hecho, quería ver su reacción, si se molestaba, si por lo menos había un dejo de inquietud al saber que me iría, pero nada, "No hubo nada..."
Seguí haciendo mi trabajo, mi día se había tornado incómodo, pero tuve que seguir poniendo buena cara, cómo siempre que se trataba de él.
Casi a las cinco de la tarde, la sala quedó terminada. Quedaría solo ver algunos detalles que, durante la semana, tendrían que revisarse. Los trabajadores se retiraron despidiéndose con amabilidad mientras yo recogía los documentos para ir a archivarlos.
-¡Alan! – giré mi rostro al escuchar a mi jefe – ven a mi oficina por favor.
-En un momento – Asentí y el caminó hacia el elevador. Yo aún no terminaba de recoger los documentos. ¿Qué podría querer ahora? ¿Será que no quiere que me vaya? La sola idea de que eso fuera posible me emocionó. Apresuré mi tarea para poder seguirlo.
Llegue en el siguiente viaje del elevador, coloqué los documentos en mi escritorio, tomé la agenda y mi libreta de apuntes antes de caminar hacia su oficina. Toqué la puerta y el me permitió el pase. Estaba ahí, sentado frente a su escritorio, revisando con suma atención unos papeles que el día anterior le había dejado. Se miraba perfecto con sus lentes sin armazón.
-Siéntate – indicó con seriedad.
-Claro – tomé asiento delante de él y saque mi pluma del bolsillo de mi saco, en caso de que él quisiera darme algunas órdenes – ¿En qué puedo servirle? – pregunté cordial.
-¿Por qué no me habías comentado que estabas buscando otro empleo?
Ahí estaba la pregunta, mi corazón dio un vuelco, lo observe con seriedad tratando de encontrar alguna señal de molestia, pero en realidad no había nada.
-Bueno, aún no estoy seguro, es un puesto importante y...
-Si estabas buscando otro empleo debiste avisarme – aseguró – no quiero que te retires un día, dejando el trabajo a la deriva, necesito traer a alguien para que lo prepares.
-Entiendo... – suspiré. A él lo único que le importaba era el trabajo.
-Mañana empiezas a buscar un nuevo asistente para mí.
Esas palabras me dejaron frío. Todavía no sabía si me iba a ir y él ya estaba dando por hecho mi salida. Pero era de esperar, había sido mi culpa por precipitarme.
-¿Alguna petición en particular? – empecé a tomar nota tratando de que él no notara mi frustración.
-Sí, no importa el sexo, solo quiero a alguien responsable y calificado, que sepa inglés.
-De acuerdo ¿Algo más?
-No, nada más, puedes retirarte.
Me puse de pie y salí de su oficina. Me sentía mal, tenía mucha rabia en mi interior, ciertamente, sabía que yo no le interesaba, pero de eso, a sentirme como un simple papel que puede ser desechado tan rápido, era algo que en verdad me dolía.
Me senté en mi escritorio cansado. Deje mis cosas de lado y empecé a guardar los documentos en el archivo. Unos momentos más Mauricio salía de su oficina con su maletín.
-Me retiro, hasta mañana.
-Hasta mañana – dije con una leve sonrisa.
Él se retiró sin voltear atrás mientras yo lo seguía con mi mirada; cuando tomó el elevador, una lágrima escapó de mis ojos. Me limpié desesperado. No le iba a llorar a ese imbécil. Seguí haciendo mi trabajo, llene otros documentos y envié los datos de las obras recibidas. Salí casi a las seis para dirigirme a mi casa.
* * *
Comment Form is loading comments...