Capítulo X
En un pequeño mercado, popular y concurrido, Agustín y Erick salieron de los baños públicos, dónde se habían cambiado de vestimenta, poniéndose ropa casual, nada llamativa y usando unas pelucas que el menor consiguió en una tienda de ahí mismo.
—No tienen tan mala calidad — dijo el ojiazul, al ver que el cabello rubio cobrizo que traía, parecía muy real.
—Hace tiempo, este lugar era muy popular entre los jóvenes que compran materiales para disfraces en convenciones, pero hace poco cambiaron su sede, porque este lugar se llenó de otro tipo de gente, aunque algunos comerciantes de antaño aún quedan, más que nada por tradición — explicó su compañero, quien portaba una peluca castaña —, tenga — le entregó un sombrero —, no olvide los lentes.
Erick asintió y se puso unas gafas que el otro había comprado también.
—Debemos tirar la ropa en un basurero grande, generalmente van ahí gente de escasos recursos a ver qué encuentran y así desaparecerá fácilmente — sonrió confiado.
—Parece que tienes mucha experiencia en esto — mencionó el ojiazul.
—Solo estoy poniendo en práctica, algunas indicaciones que recibí en mi entrenamiento, en caso de emergencia — sonrió con suficiencia —, quién diría que saber eso, haría más efectiva la manera de escabullirse de mis compañeros.
—Aun así, dejar nuestras tarjetas abandonadas, no creo que haya sido lo mejor…
Al bajarse del taxi que usaron desde el hospital, tomaron un transporte público y llegaron a una pequeña plaza, donde dejaron las tarjetas en unas bancas del parque y no supieron más de ellas, pero seguramente alguien las encontraría y las usaría.
—No pasa nada — negó el menor con una sonrisa divertida —, a lo más, las sobregirarán, pero no creo que eso le moleste al señor De León — se alzó de hombros —, fueron las tarjetas con menos presupuesto.
Erick rió, ya que tanto él, como Agustín, tenían varias tarjetas para distintos usos y unas tenían menos dinero que otras, precisamente, por si era necesario tomar medidas para su protección.
—Solo que, en este momento no podremos salir de la ciudad — Agustín suspiró —, seguramente estarán esperando que lo haga, igual que la vez anterior, así que debemos buscar un lugar dónde quedarnos, hasta que podamos movernos sin problema.
—Alejandro me buscará con nuestros amigos, conocidos y personas allegadas — Erick hizo un mohín —, ¿qué tal si rentamos un automóvil y nos vamos?
—Dar nuestros datos en cualquier lugar, los pondrá sobre aviso, esa no es una opción — negó el otro —, además, debemos pensar qué haremos con…
No terminó la frase, de solo pensarlo, sentía que la ira lo invadía.
El ojiazul suspiró — sí, tienes razón, hay que pensar qué haremos con ese problema, pero necesitamos un lugar donde estar, no podemos deambular todo el tiempo mientras tomamos una decisión.
—Ir a cualquier clínica, en este momento es imposible — Agustín se sentó en una banca, que estaba debajo de un árbol —, el señor De León ya debió haber enviado a mis compañeros a algunas y las demás, debieron ser notificadas por si llegamos a acudir a ellas para resolver este problema, especialmente a las clínicas clandestinas.
Erick se sentó también — me está dando hambre.
—Necesitaremos comer algo rápido, porque si nos detenemos mucho, aun con los disfraces, podrían encontrarnos.
—Quizá una comida preparada de las tiendas de conveniencia — sonrió el ojiazul —, no son lo mejor, pero algo es algo.
—Sí, es la mejor opción — su compañero puso la mano en su barbilla —, porque seguramente ahorita todos están recorriendo la ciudad y posiblemente nos buscarán en los moteles, dónde no se da información personal — masajeó sus sienes, como había sido lo que había hecho la vez anterior, sería lo primero que ellos harían.
—¿Crees que Alex movilizó a todos?
—Absolutamente a todos — respondió Agustín —, incluso, es probable que mande traer a los que ni siquiera están en esta ciudad, solo para encontrarnos y conociendo su manera de actuar y ordenar, no los dejará descansar hasta que nos hallen.
—No los dejará descansar… — musitó Erick y luego, sus ojos se abrieron con sorpresa —, Agus, ¡ya sé a dónde ir! — dijo poniéndose de pie.
—¿A dónde? — preguntó el menor, siguiendo a su jefe.
—Al único lugar dónde Alejandro no nos buscaría — sonrió el ojiazul y se encaminó a la calle para tomar otro taxi.
Alejandro de León estaba en su oficina, escuchando las comunicaciones de sus trabajadores.
Todos se encontraban recorriendo la ciudad, en busca de Erick y Agustín; mientras tanto, Julián estaba al pendiente de los comunicados de la policía, transito e incluso el ejército, ya que gracias a las conexiones de su jefe, todas las dependencias de seguridad se movilizaron para encontrar a Erick y por ende, a Agustín también.
—¿Dónde estás, Conejo? — se preguntó el ojiverde, estrujando los mechones dorados de su cabello, que debido a que lo estaba haciendo constantemente, se encontraba despeinado.
Estaba completamente desesperado, había hablado con los amigos de Erick, aunque no estaban en la ciudad, solo para pedirles que en caso de que se comunicara con ellos, le pidieran que volviera o en su defecto, consiguieran obtener información de dónde estaba; habló con su abogado, porque el esposo de éste, tenía buenas migas con el suyo, pero tampoco sabía nada. Ni siquiera la familia Aramburo, a quienes Erick estimaba mucho, pudieron darle una sola pista; ninguno habían visto al ojiazul en un tiempo.
—Señor…
La voz de Julián lo sacó de sus pensamientos.
—¿Qué?
—Miguel y Marisela ya están en la ciudad, llegaron junto con un grupo numeroso de sus trabajadores, que vienen a apoyarnos — anunció de inmediato —, irán a dejar sus cosas para ponerse a trabajar y quizá, relevar a los que ya tienen todo el día en esto.
—¡Que se pongan a buscarlos de inmediato! — gruñó el rubio — no quiero que pierdan tiempo en nada y olvídate de que otros dejen de buscar — señaló —, les pagará horas extras al quíntuple para que sigan buscando, no podemos dejar que pase más tiempo o puede pasarle algo a Erick, ¡¿entendido?!
Julián suspiró, dio media vuelta y les dio las órdenes a otros, para que se movilizaran; después volvió a lado de su amigo.
—Sé cómo te sientes — dijo con cansancio —, yo también estoy preocupado, pero no conseguirás nada si cansas a tus hombres — negó —, sabemos que no saldrán de la ciudad, todas las clínicas fueron notificadas, incluyendo las clínicas clandestinas de las que tenemos conocimiento, en caso de necesitarlas — señaló con énfasis, imaginaba lo que Agustín pensaba hacer, aunque no sabía si Erick se atrevería —, toda tu gente está en estado de alerta máxima, pero también necesitan un momento para descansar, igual que tú y yo.
Alejandro pasó las manos por su rostro y respiró profundamente; estaba cansado, tenía todo el día en ello y ya era hora de cenar, aunque no tenía ganas de hacerlo.
—De acuerdo — dijo con debilidad —, los que quieran descansar, que lo hagan, pero que se queden en los hoteles del centro, si van a la mansión, tardarán mucho tiempo en volver y me gustaría que estuvieran al pendiente, por cualquier cosa.
—Les diré — asintió el castaño —, en cuanto Miguel llegue al edificio, él y yo iremos a recorrer la ciudad, a los lugares que Agustín frecuentaba antes…
—Iré con ustedes — el ojiverde lo miró de soslayo —, no me puedo quedar aquí, esta ansiedad me está matando.
Todos se encontraban recorriendo la ciudad, en busca de Erick y Agustín; mientras tanto, Julián estaba al pendiente de los comunicados de la policía, transito e incluso el ejército, ya que gracias a las conexiones de su jefe, todas las dependencias de seguridad se movilizaron para encontrar a Erick y por ende, a Agustín también.
—¿Dónde estás, Conejo? — se preguntó el ojiverde, estrujando los mechones dorados de su cabello, que debido a que lo estaba haciendo constantemente, se encontraba despeinado.
Estaba completamente desesperado, había hablado con los amigos de Erick, aunque no estaban en la ciudad, solo para pedirles que en caso de que se comunicara con ellos, le pidieran que volviera o en su defecto, consiguieran obtener información de dónde estaba; habló con su abogado, porque el esposo de éste, tenía buenas migas con el suyo, pero tampoco sabía nada. Ni siquiera la familia Aramburo, a quienes Erick estimaba mucho, pudieron darle una sola pista; ninguno habían visto al ojiazul en un tiempo.
—Señor…
La voz de Julián lo sacó de sus pensamientos.
—¿Qué?
—Miguel y Marisela ya están en la ciudad, llegaron junto con un grupo numeroso de sus trabajadores, que vienen a apoyarnos — anunció de inmediato —, irán a dejar sus cosas para ponerse a trabajar y quizá, relevar a los que ya tienen todo el día en esto.
—¡Que se pongan a buscarlos de inmediato! — gruñó el rubio — no quiero que pierdan tiempo en nada y olvídate de que otros dejen de buscar — señaló —, les pagará horas extras al quíntuple para que sigan buscando, no podemos dejar que pase más tiempo o puede pasarle algo a Erick, ¡¿entendido?!
Julián suspiró, dio media vuelta y les dio las órdenes a otros, para que se movilizaran; después volvió a lado de su amigo.
—Sé cómo te sientes — dijo con cansancio —, yo también estoy preocupado, pero no conseguirás nada si cansas a tus hombres — negó —, sabemos que no saldrán de la ciudad, todas las clínicas fueron notificadas, incluyendo las clínicas clandestinas de las que tenemos conocimiento, en caso de necesitarlas — señaló con énfasis, imaginaba lo que Agustín pensaba hacer, aunque no sabía si Erick se atrevería —, toda tu gente está en estado de alerta máxima, pero también necesitan un momento para descansar, igual que tú y yo.
Alejandro pasó las manos por su rostro y respiró profundamente; estaba cansado, tenía todo el día en ello y ya era hora de cenar, aunque no tenía ganas de hacerlo.
—De acuerdo — dijo con debilidad —, los que quieran descansar, que lo hagan, pero que se queden en los hoteles del centro, si van a la mansión, tardarán mucho tiempo en volver y me gustaría que estuvieran al pendiente, por cualquier cosa.
—Les diré — asintió el castaño —, en cuanto Miguel llegue al edificio, él y yo iremos a recorrer la ciudad, a los lugares que Agustín frecuentaba antes…
—Iré con ustedes — el ojiverde lo miró de soslayo —, no me puedo quedar aquí, esta ansiedad me está matando.
Agustín sabe exactamente los movimientos que hará Alejandro y por ende, Julián, por lo tanto, puede contrarrestarlo con facilidad y eso les da ventaja a él y a Erick, pero ¿que tanta ventaja es esta?
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