Navidad: Segunda Parte
Jueves, diciembre 25
(Aún en el aeropuerto)
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El beso que Alejandro y yo nos dábamos era tan dulce, tan especial, tan único, que yo sabía que era el sello para mi promesa, de quedarme a su lado eternamente. No quería apartarme de él, no quería que se alejara por miedo a que algo más nos pudiera separar; pero ambos teníamos que respirar y mi mente exigía saber algunas cosas.
—¿Cómo es que…? — pregunté agitado cuando el beso acabó.
—¿En serio quieres hablar aquí? — parpadee confundido y él sonrió levantando una ceja, pero sus manos seguían acariciando insistentemente mi espalda — tenemos mucho público…
Desvié la mirada y la gente a nuestro alrededor estaba sorprendida, empezaban a murmurar e incluso, algunos tapaban los ojos de los niños pequeños; era obvio, no había mucha aprobación a ese tipo de demostraciones entre hombres, así que era algo impactante para algunos.
—Ven… — me sujetó de la mano y me guió por el aeropuerto.
Los guardias de seguridad que me habían detenido momentos antes, no nos siguieron; más adelante, Julián y Miguel salieron de otras columnas, para ir tras nosotros. Cuando Julián estuvo cerca, Alex le entregó un celular y Julián lo guardó en su bolsillo.
No tardamos mucho en llegar a una puerta, la cual, Alex abrió a pesar de que decía ‘sólo personal autorizado’; era una pequeña habitación y solo había unas escaleras. Sin demorarnos, las subimos y después de otra puesta, llegamos a una amplia oficina; había una persona en un escritorio que, al ver a Alex, se puso de pié de un salto.
—¿Ocupa la oficina, señor?
—Sí — dijo Alex con molestia — por eso estoy aquí.
—Disculpe… — el hombre titubeó — con permiso.
—Dígale al piloto que hoy no vamos a salir, que espere mis indicaciones.
El hombre se fue; Julián y Miguel también salieron, dejándonos completamente solos. Alejandro me abrazó una vez más, besándome de forma posesiva; su lengua hurgó en mi boca con desespero y sus manos apresaban mi cuerpo, cómo si deseara fundirse conmigo en ese preciso momento. Sin dejar de acariciarme, fue guiándome, con lentitud y de espaldas, hasta que choqué contra el escritorio de la oficina.
—Alex… — susurré cuando se alejó, me faltaba el aliento y sentía mi rostro arder.
—¿Cómo es que sigo aquí? — dijo con calma quitándose la gabardina — parece que Luís, encontró la forma de hablar con Marisela — explicó con voz lenta y suave — ella se comunicó con Miguel y me dijeron que venías para acá — tenía un tono seductor — así que cancelé mi vuelo, para esperarte…
—¿Cancelar…? — lo miré confuso — pero, el vuelo despegó.
—No el mío — sus manos se movieron diestras a quitarse la corbata — vamos Erick, ¿no creo que seas tan ingenuo? — desabrochó el saco con rapidez y se lo quitó, lanzándolo a un lado — ya sabes que soy un traficante de armas — dijo con cinismo y desabrochó los primeros botones de su camisa — ¿en serio piensas que viajaría en cualquier avión, con gente común?
El rojo cubrió mis mejillas ante esa pregunta, ciertamente debía haberlo imaginado.
Alejandro movió sus manos para quitarme la chamarra de Daniel — este color no te queda — dijo con algo de desgano.
—Alex… — me removí inquieto, pero no le impedí hacer su trabajo — ¿qué haces? — pregunte nervioso.
—Me dijiste que necesitabas que te hiciera el amor, eso voy a hacer — dijo sin vergüenza.
Me sorprendí ante sus palabras, mi corazón se aceleró y una sonrisa soñadora se dibujó en mis labios; eso era lo que esperaba y deseaba, desde el día anterior. Pero, cuando terminó de quitarme la chamarra, notó la mancha de sangre en mi camiseta; instintivamente, traté de ocultar la mano y él la sujetó con fuerza.
—¡¿Qué hiciste?! — preguntó con algo de ira.
—Lo… lo siento… — temblé — me sentía solo, me sentía mal… yo, te necesitaba y… creí que te había perdido… — susurré a modo de explicación.
Sus manos me envolvieron y sentí la tibieza de su pecho contra mí rostro; esa tibieza que había añorado tanto durante la noche, cuando había llorado por su ausencia. Cerré mis ojos, dejándome llevar por el aroma de su perfume, el constante y rítmico latido de su corazón, su respiración calmada, todo él; sencillamente, Alejandro era lo único que necesitaba, no solo en ese preciso momento, sino toda mi vida.
Su mano se movió, me sujetó del mentón, levantó mi rostro y me besó despacio, lentamente, de una forma tan casta que suspiré ante su trato.
—Nunca, Erick, nunca vuelvas a lastimarte… ni siquiera por mi…
Asentí lentamente y ofrecí mis labios con necesidad; Alex volvió a besarme, pero de manera diferente. Su mano se movió a mi mejilla y después bajó a mi cuello, acariciando con suavidad, logrando que mi piel se erizara; sus dientes mordisqueaban mi labio inferior y lo succionaba con deseo, consiguiendo que yo gimiera quedamente contra su boca. Alex dejó de besarme, acercando sus labios hasta rozar mi oreja.
—Cuando llegaste corriendo — susurró — quise ir hacia ti… — su lengua humedeció mi piel, arrancándome un gemido ansioso — te mirabas desesperado, necesitado, me dolía verte en ese estado… — mordió el lóbulo de mi oreja y me estremecí — pero no sabía qué querías decirme y también, tuve miedo de otro rechazo…
—¿Qué más…? — un gemido me interrumpió — ¿qué más podía querer decirte? — pregunté aferrándome a su camisa — por algo casi me mato con… — salí de mi ensueño abriendo mis ojos con sorpresa — ¡Víctor! — levanté mi voz y empujé a Alex.
—¡¿Qué?! — Alex frunció el ceño — ¡¿cómo que Víctor?!
—No, no… — negué — Víctor me trajo y se fue — me apresuré a explicar, ante su mirada sombría — pero, ¡la policía! — expresé asustado — si lo detuvieron… ¡tengo que avisarle a Luís y Daniel!
Alejandro soltó el aire con lentitud, pasó la mano por su cabello de manera frustrada y empezó a abrochar su camisa.
—Policía, Víctor, detener — levantó una ceja — palabras ‘clave’ — espetó con algo de molestia — estás preocupado y por eso, no podré hacerte mío en este momento.
—Alex, yo… — busqué su mano y titubee antes de tocarlo.
Sí, quería ser suyo, en verdad deseaba hacer el amor con él, pero era gracias a mi amigo que estaba ahí y no podía dejarlo solo.
El notó que no me atreví a tocarlo, así que sujetó mi mano, me jaló hacia él, acercándome a su cuerpo y besándome con fuerza.
—Pero, antes de que cambie el día — susurró contra mis labios — voy a hacerte el amor, de formas que ni te imaginas, eso te lo juro… — sonrió de lado.
Su amenaza tan dulce, hizo que mis mejillas ardieran. Alejandro se miraba tan sexy y diciendo cosas como esas, era endemoniadamente sensual; ¿cómo no rendirme a él? Si no fuese por Víctor, yo mismo le hubiese saltado encima y me hubiera olvidado de todo.
Alex me colocó la chamarra — esta no es tuya — dijo con desconfianza, levantando una ceja.
—No — negué — me la prestaron — respondí mientras subía el cierre — estaba tan desesperado que casi salgo solo con mi camiseta.
Alex sonrió y besó mi frente; no dijo más, me agarró de la mano y salimos de la oficina. Bajamos las escaleras y hasta pasar la puerta, nos encontramos con Julián y Miguel.
—Miguel, avísale a Marisela que nos quedaremos — ordenó — que envíen los paquetes a la casa de Erick y que busquen a Víctor Rodríguez, puede estar detenido — miró a Julián — si lo detuvo la policía necesitamos liberarlo, no importa si tengo que ir por él en persona, además, hay que evitar que se dé a conocer en el noticiero.
Alejandro iba hablando con naturalidad, pero me llevaba de la mano; nuestros dedos estaban entrelazados y la gente nos observaba con asombro. Julián y Miguel empezaron a hablar, por medio de sus intercomunicadores con rapidez y se adelantaron a nosotros.
—¿Qué pasa? — pregunté.
—Nada — Alejandro sonrió — no te preocupes, ahora, sólo hay que ir al doctor.
—¿Por qué al doctor? — mi cuerpo tembló.
—¿No creerás que dejaré lo de tu herida así cómo así? — me miró de soslayo — no, Erick, tienen que curarte…
—Ya me curó Daniel — me apresuré a decir.
—Daniel es ingeniero, no médico, así que vamos a que te revisen, sin objeción.
Me mordí el labio, me sentía como un niño regañado, especialmente por el tono de voz que usó, pero tampoco deseaba discutir con él, por tanto, preferí quedarme en silencio y asentir débilmente.
Llegamos al estacionamiento y subimos al automóvil; apenas iniciamos el trayecto, Julián y Miguel, nos comunicaron las novedades.
—Señor… — Julián levantó la voz — el señor Víctor fue detenido, lo llevaron a la central de policía que está a unos quince minutos de aquí, pero la persecución salió en los noticiarios ya.
—Eliminen la información y digan que fue un evento preparado… busquen a Lorenzo Rojas y que diga que fue para algo de publicidad de su empresa, yo pagaré los daños — aseguró.
Abrí mis ojos sorprendido; la forma de Alejandro para arreglar todo me asustaba e impresionaba, ¿cómo podía pensar en algo para evitar el escándalo con tanta rapidez? No podía saber cómo trabajaba su mente, pero de algo era seguro, sabía lo que hacía y estaba preparado para cualquier cosa.
—También tiene una gran multa y el vehículo fue enviado al depósito de automóviles — prosiguió Miguel — ¿enviamos a alguien por él?
—No — Alex negó — eliminen nombre y papelería, que nadie vincule a Víctor con ese auto, es lo mejor.
—Pero, Alex… — titubee — es el carro de Víctor y…
Alejandro se giró con rapidez y me besó; un beso posesivo, largo y demandante, claramente para callar cualquier objeción que tuviera con respecto a ese asunto.
—Déjame trabajar, ‘conejo’ — susurró contra mis labios, volviendo a besarme — yo sé lo que hago — dijo al final, lamió mis labios antes de alejarse y volvió a ponerse serio — Julián, pasaremos por Víctor antes de ir al hospital.
—Sí, señor.
—Miguel, busca la manera de que lo liberen, antes de que lleguemos, no quiero tardarme mucho ahí — su voz sonaba molesta.
—En eso está Marisela — respondió con rapidez.
Yo aún estaba aturdido por el beso que había recibido y Alex se aprovechó de mi confusión; pasó su mano por mis hombros y me hizo recostarme en sus piernas, acomodándome para que quedara lo más cómodo que podía, en el asiento. Se acercó a mí y nuevamente me besó, primero lento, después más fuerte y rudo, hasta que mi cuerpo se relajó, permitiendo que él llevara el control de todo; su lengua se introdujo en mi boca, jugueteó con la mía, haciéndome gemir. Pasé mi mano por su nuca y acaricié su cabello, perdiéndome en esa caricia.
—Por mucho que quiera… — susurró alejándose de mis labios — que estés al tanto de mis negocios — entreabrí mis ojos para verlo — no puedo permitirlo — negó — no quiero ponerte en peligro, así que tendrás que hacer las cosas a mi manera.
—Pero… — titubee — es mi amigo…
—Lo sé — sonrió y depósito un beso en la punta de mi nariz — y por eso, arreglaremos esto rápido, ¿de acuerdo, ‘conejo’?
Asentí y sonreí emocionado; moví mi mano para acariciar su rostro con delicadeza, recorrí con mis dedos sus mejillas, su barbilla, sus labios. No había pensado que podía volver a estar así con él; disfrutando de su calor, de su piel, de esa forma de tratarme tan posesiva y dulce a la vez, tan única a su manera que, me fascinaba y trastornaba completamente. Él entrelazó sus dedos con los míos y llevó mi mano hasta su boca, besando el dorso con ternura; me sonrió y ambos nos perdimos en ese cúmulo de sensaciones sin decir más, solo mirándonos a los ojos, prometiéndonos la felicidad eterna sin hablar.
Minutos después, llegábamos al edificio de la policía.
—¿Miguel…? — Alex me ayudó a incorporarme.
—Aún no lo liberan, señor…
—Bien — Alex gruñó — vamos — ordenó.
Julián y Miguel bajaron primero; abrieron las puertas traseras, Alex descendió primero y me ofreció la mano para ayudarme a salir del vehículo. Alex no me soltó, al contrario, entrelazó sus dedos con los míos y me sujetó con mayor firmeza; me sonrojé, mientras sentía mi cuerpo temblar por los nervios, especialmente al notar las miradas curiosas sobre nosotros, de los que estaban alrededor. A Alex ya no le importaba lo que dijeran, eso era muy notorio, pero a mí, aún me cohibía la reacción de las personas.
Entramos al edificio y Alejandro caminó con aplomo, completamente dueño de la situación; no se detuvo ante nada ni nadie y fuimos directamente a la oficina principal.
Ni siquiera se anunció, tampoco se dignó a hablar con la secretaria quien, al verlo pasar, quiso detenerlo, pero se quedó de piedra, cuando Alejandro le lanzó una mirada fría. Noté claramente como tembló antes de volver tomar asiento frente a su escritorio y el color escapaba de su rostro; en cualquier momento, podía perder el sentido por el susto.
Alex abrió la puerta y entró al despacho con rapidez. El hombre en el escritorio estaba hablando por teléfono, pero al vernos, colgó en seguida y se puso de pie.
—Señor De León… — su voz tembló.
—Tienen a un detenido que es amigo de mi prometido — me señaló con un ligero ademán de su rostro — quiero que lo suelten — ordenó.
Yo estaba en shock; al escuchar la palabra ‘prometido’, el tiempo se había detenido para mí, pues no pensé que Alex se atrevería a decirlo sin un ápice de vergüenza.
—Sí, claro… — dijo el hombre con nervios — de eso estaba hablando con la señorita Sánchez, incluso, ya deberían haber ido por él y…
—Estoy perdiendo tiempo con usted — interrumpió Alejandro con seriedad e indiferencia.
—En… en un momento, señor…
El hombre salió cómo un rayo de la oficina y por fin, pude observar a Alejandro. Era extraño verlo de esa manera, tan serio y cortante; él me miró de soslayo y pude notar un destello de frialdad en su mirada, consiguiendo estremecerme. Alex acarició mi mano, sonrió y suavizó su semblante para mí, consiguiendo que me sonrojara rápidamente y sonriera nervioso; a pesar de su forma de ser con los demás, podía estar seguro que, conmigo siempre sería diferente y eso era algo muy especial, pues me hacía sentir único.
—Por aquí, por favor.
Escuché la voz del hombre que había salido apenas unos momentos antes y noté cómo le indicaba el camino a Víctor. Mi amigo parecía confundido, pero cuando nos vio sonrió ampliamente.
—¡¿Qué ‘onda’?! — caminó hasta Alejandro dándole un abrazo y aunque Alex parecía un poco indiferente al principio, terminó por aceptar el abrazo amistoso de Víctor — llegaron muy rápido — fue conmigo y me abrazó también — apenas me estaba presentando con los otros detenidos — dijo con burla y señaló con el pulgar hacia la salida.
—¿Es todo? — Alex miró al sujeto que había guiado a Víctor hasta ahí.
—Sí, señor De León, todo está arreglado.
—Bien, vámonos — indicó y ni siquiera se despidió.
Alex dio media vuelta y me guío a la salida, pues aún me llevaba de la mano. Víctor nos siguió, después de despedirse con un ademán divertido del hombre; una parodia de saludo militar y un ‘hasta la vista, baby’.
Al final, Julián y Miguel salieron tras nosotros; cuando estuvimos fuera del edificio, ellos se apresuraron a abrir las puertas del automóvil, para que subiéramos.
—¡Gracias, ‘bro’! — Víctor suspiró al estar dentro del automóvil — pensé que me quedaría ahí, todo este día.
—No te preocupes — Alejandro había cambiado su semblante, apenas estuvimos sentados — tenía que venir por quien llevó a Erick hasta mí.
—¡Obvio! — rió mi amigo — ¡no puedes abandonar a un miembro de la ‘party’!
—Señor… — Julián levantó la voz — ¿al hospital?
—Sí — asintió Alex.
—¿Por qué vamos al hospital? — Víctor nos miró asustado.
—Alex quiere que revisen mi herida — respondí con un poco de molestia.
—Ah, bueno, si es por eso está bien — nuestro compañero volvió a relajarse — pero me hubiera gustado ir por mi auto, para ver cuánto tengo que pagar de multa…
—Víctor…
Dudé; no sabía cómo iba a tomar el hecho de que ya no tenía automóvil, especialmente porque sabía que le había costado mucho; no porque el vehículo fuera caro o último modelo, ni siquiera era muy especial, pero cómo Víctor era muy derrochador, había tardado en comprárselo.
—Por eso no te preocupes — Alex negó — yo me encargo — sonrió divertido.
Parpadee sorprendido, apenas unos momentos antes había dicho que eliminaran papelería y toda vinculación del vehículo con Víctor. «Entonces, ¿qué quiso decir con eso?» pensé con curiosidad. Alejandro era tan difícil de entender, que podía sorprenderme cada minuto que pasaba, y seguramente iba a tardar toda la vida en conocerlo, pero esperaba que fuera completamente.
—Y… — Alejandro me abrazó — ¿cómo estuvo la detención? — preguntó con curiosidad.
—¡Genial, ‘bro’! — Víctor se emocionó — me sentí cómo en película policiaca, nada más faltaron los disparos — rió — pero pude manejar cómo jamás lo había hecho — aseguró — nunca había tenido que meter las velocidades de esa manera y menos, perseguido por un grupo de ‘polis’ que llevaban las sirenas a todo lo que daban — soltó la carcajada.
—Ya veo — Alex rió y me miró de soslayo — y, ¿tú? — su voz era divertida — ¿cómo lo sentiste?
—¡Víctor está loco! — espeté con molestia — ¡casi nos matamos! — entrecerré mis ojos — no vuelvo a permitir que me lleves a ningún lado, ¡nunca! — señalé a mi amigo.
—¡Pero llegaste! — se excusó — además, tú no sabes de velocidad, tu automóvil era automático — se cruzó de brazos un tanto ofendido.
—Pues sí, pero tú manejas como enfermo — reproché.
—¡Lo sé! — soltó otra carcajada — ahora sólo espero que no me corran de mi trabajo, sí se llegan a enterar.
—No te preocupes — Alex negó — nadie lo va a saber — el tono de voz que usó, era malicioso.
Víctor y yo nos sorprendimos ante sus palabras y la manera en qué las dijo. ¿Qué tanto podía llegar a hacer Alejandro? ¿Cuánto poder tenía? En tan solo ese día me di cuenta que podía hacer y deshacer en cualquier lado donde se presentara; eso era algo perturbador, pero a la vez, tenía algo de interesante y atractivo.
Seguimos platicando de la persecución, Víctor contó su versión un tanto exagerada, al menos, la parte que yo conocía; la otra mitad, ya no supe qué tanto de lo que dijo había sido verdad, pero sonaba muy divertido mientras lo decía.
* * *
Llegamos al hospital, justo donde había pasado los días anteriores, mientras estuve internado y entramos directamente a los consultorios privados. Alejandro se acercó a la recepcionista y le dijo el nombre de un médico; ella se comunicó inmediatamente y no tardaron en permitirme el paso, por lo que no tuve que esperar ni un solo minuto. Víctor, Miguel y Julián se quedaron en la sala de espera mientras Alejandro me acompañaba al consultorio exclusivo.
—Buenas tardes — dijo el médico cuando entramos.
—Buenas tardes — respondí.
—Buenas tardes, doctor Moreno — Alejandro lo saludó de mano — puede revisar a mi pareja por favor, trae una herida en su muñeca derecha.
—A ver… — el doctor se colocó a mi lado — permítame, por favor.
Suspiré, me quité la chamarra y extendí mi brazo levantando la manga de mi camiseta; el médico quitó la venda con sumo cuidado y revisó la herida detenidamente, palpando con las yemas. Alejandro tenía sus manos en mis hombros y no se apartó de mí; él también observaba seriamente el corte y me miraba de soslayo, de cuando en cuando.
—No parece grave — dijo el médico con seriedad — fue con un cuchillo, ¿cierto?
—Sí… — respondí desviando la mirada.
—No es profunda, la curación que le hicieron estuvo muy bien, pero en este momento, le cambiaremos la venda y las gasas — prosiguió — también debe ponerse la vacuna contra el tétanos, de preferencia en este momento.
—Entonces, ¿está todo bien? — Alex respiró aliviado.
—Sí, no tiene que preocuparse, pero — el médico me vio con seriedad — creo que debería ver a un psicólogo, esa nueva herida no es buena — negó — especialmente después de ver la otra cicatriz.
Apreté mis labios y desvié la mirada nerviosamente.
—No se preocupe — Alejandro respondió con seriedad — ya lo tenemos cubierto — aseguró.
Levanté mi vista, y fruncí el ceño; no comprendía a qué se refería. Él se dio cuenta de mi desconcierto, pero solo me guiñó el ojo.
—Bueno — sonrió el médico — pasemos al área de curaciones — dijo al incorporarse y señalarme otra puerta.
El doctor llamó a una enfermera y me hicieron pasar a una habitación anexa al consultorio, aunque Alex no me dejó solo en ningún momento.
Ellos lavaron la herida, cambiaron las gasas y las vendas, además, me colocaron la vacuna en ese preciso instante; todo con rapidez, pues no era tan grave la situación. Nos despedimos y al salir del consultorio detuve a Alejandro, antes de ir con nuestros compañeros.
—¿A qué te referías con que está cubierto lo del psicólogo? — pregunté con algo de incomodidad, imaginando que él quería llevarme con algún especialista por lo ocurrido.
—La situación está cubierta — me abrazó y acercó sus labios a los míos — porque más que un psicólogo, lo que tú necesitas es a mí… y yo, no volveré a dejarte solo — sentenció.
Esas palabras me hicieron sonrojar y me estremecí entre sus brazos; ciertamente, estando con Alex, no querría quitarme la vida, porque mi vida le pertenecía a él. Sonreí nerviosamente y él depositó un beso suave en mi frente, después me sujetó de la mano y nos enfilamos hacia la recepción; al llegar a la gran sala de estar, Miguel estaba platicando con Víctor.
—¿Nos vamos? — preguntó Víctor cuando llegamos a su lado.
—Sí — respondió Alejandro con una sonrisa.
—Alex… — lo llamé mientras jalaba con suavidad la manga de su gabardina — ¿podemos ver a Agustín antes de irnos? — lo miré a los ojos a manera de súplica — le prometí que vendría y aunque no le traigo su regalo… al menos quisiera verlo.
Él levantó una ceja y finalmente sonrió — está bien — accedió, me abrazó y besó mi frente — ¿nos acompañas? — preguntó a Víctor.
—Supongo, ni modo que me quede aquí solo — sonrió.
— Miguel puede quedarse contigo — ofreció Alex.
—No, mejor que no te quedes sin guaruras — sonrió mi amigo de manera nerviosa, obviamente, después de saber algunas cosas de Alejandro, era difícil no imaginar lo peor.
Mientras caminábamos por el pasillo, para llegar al elevador, miré a todos lados en busca de nuestro tercer acompañante; Julián no estaba cerca y eso era extraño, pues nunca se apartaba de su trabajo.
Tomamos el ascensor y llegamos al piso dónde estaba Agustín. Algunos agentes de la policía estaban dispersos en las puertas de las habitaciones; cuándo miraban a Alejandro, lo saludaban de manera cordial. En la puerta de Agustín, había un par de hombres vestidos de negro, justo como el día que había salido del hospital, solo que eran más jóvenes que los anteriores.
Al acercarnos, me adelanté; antes de siquiera tomar la perilla, la puerta se abrió. La figura de Julián apareció tras ella, sorprendiéndome. Levanté mi rostro y lo observe a los ojos, él no se movió, seguía con su semblante serio; el mismo gesto que siempre le había visto, desde que lo conocía.
—Adelante, señor— Julián se hizo a un lado y me cedió el paso.
—Gra… gracias — sonreí nervioso.
Alex entró detrás de mí y Víctor se quedó fuera, con los demás guardaespaldas.
Cuando llegué cerca de Agustín él estaba despierto, tenía una gran sonrisa en sus labios y parecía estar en otro mundo.
—¿Agustín? — lo llamé.
—Señor… — intentó levantarse pero se quejó.
—No te levantes — Alejandro puso la mano en el hombro de Agustín, para obligarlo a recostarse sobre el colchón.
—Señor… disculpe…
—¿Te sientes mejor? — pregunté con una amplia sonrisa.
—Sí… — asintió — mucho…
—Te espero fuera, Erick — Alex besó mi mejilla — tengo que hablar con mis hombres.
Asentí y Alejandro salió del lugar. Yo me senté en una silla que estaba al lado de la cama y observé a Agustín.
—Julián vino a verte — dije disimuladamente — ¿eso te puso feliz?
—Sí — Agustín amplió más su sonrisa — y… y me dio algo… de Navidad…
—Espero que no haya sido una nueva consola portátil, porque ese es mi regalo — reproché de manera juguetona.
—No — negó — él… él…
—¿Él? — pregunté confuso.
—Él me dijo que… que le gustaba… aunque creyó que… estaba dormido.
—¿Ahora? — pregunté con sorpresa.
—Sí — asintió débilmente — dijo que se iban a quedar un poco más… así que, vendría a verme…
—Pero, ¿cómo dijo más, si pensó que estabas dormido? — levanté una ceja.
—Es que… cuando dijo que le gustaba… abrí mis ojos… al principio se quedó en silencio y… y…
—¿Y? — la emoción también me estaba invadiendo, era bueno saber que Agustín había tenido lo que más anhelaba para ese día.
—Y después… él… me… me besó… — suspiró con emoción.
—¿Te besó? ¿En la boca?
—Sí… — Agustín me observó, su rostro estaba rojo — después… repitió que le gustaba y… y me dijo lo demás…
Acaricié la mano de Agustín y sonreí — bueno, ahora sólo tienes que recupérate — le guiñé un ojo — así podrás ser mi guardaespaldas y pasarás tiempo con él — aseguré.
—Sí… — Agustín sonrió — pero me… da nervios…
—¿Por qué?
—Es que… — él titubeó — Julián dijo que… luego se aprovechará de mí… en cuanto… esté recuperado…
—¿Te dijo eso?
Sentí que el color subía a mi rostro, especialmente porque, no me imaginaba que, Julián, así de serio y un tanto frío, pudiera decir algo así.
—Sí — asintió — y me volvió a decir ‘niño’…
—Bueno — me moví inquieto — si te lo volvió a decir, posiblemente por eso le gustas, ¿no crees?
—Supongo… — Agustín suspiró — lo siento señor… — se disculpó — usted viene a verme… y yo… diciéndole eso… y no lo he… felicitado por… su cumpleaños…
—No te preocupes — negué — nada mejor para mí que te sientas bien, feliz y lamento no haber traído tu regalo, pero lo traigo mañana — me excusé.
—Pero… si me trajeron… su regalo… — señaló la mesa que tenía al lado.
Sobre ella, había un paquete, envuelto con papel navideño y un gran moño. Parpadee sorprendido. ¿Cómo alguien le había enviado mi regalo, si yo no lo había vuelto a comprar?
—¿Cómo es que…?
—Tal vez… el señor De León…
Mordí mi labio — quizá — dije — pero no recuerdo haberle dicho lo que compré…
—Lo siento… — Agustín parecía cansado — ayer… Miguel y la señorita Marisela… vinieron a preguntar… por las cosas que había en su auto…
—¿Les dijiste todo?
—Todo lo que recordé…
En ese momento la puerta se abrió. Alejandro entró y se acercó a mí; colocó sus manos en mis hombros con suavidad y se inclinó hasta mi oído.
—Erick, Agustín debe descansar — susurró — aún no está recuperado.
—Está bien — asentí, acaricié la mano de Agustín, quien ya parecía querer dormir — vuelvo mañana — aseguré.
—Sí, señor… gracias…
Me puse de pie; Alex y yo salimos de la habitación, no sin antes darle un último vistazo a mi amigo, quien cerró sus parpados y pareció relajar su cuerpo.
Julián y Miguel nos siguieron, junto con Víctor; recorrimos el mismo trayecto hasta el estacionamiento, pues ya no nos detuvimos más tiempo en el hospital.
—Iremos a la casa de Erick — anunció Alejandro para Julián, quien iba a manejar — Miguel — prosiguió — infórmale a Marisela, que le diga a Gonzalo que él y Omar, se quedarán hoy en la noche conmigo, para que ustedes puedan descansar.
—Sí, señor…
—Bueno — Víctor se recargó en el asiento — no sé ustedes, pero yo, tengo un ‘chingo’ de hambre…
—Yo también — suspiré — no he tomado ni café.
—No se preocupen — Alex besó mi sien — ya debe haber comida en tu casa…
—¿En mi casa?
—Sí — asintió — es Navidad, es tu cumpleaños y anoche, nos perdimos la cena de Noche Buena — me miró con algo de reproche — ¿crees que no voy a querer festejar todo eso?
—¡Qué bien! — Víctor sonrió — porque ni Daniel, ni Luís, ni yo, nos acordamos del pastel de Erick.
—Yo solo quiero café — aseguré — tantas emociones me tienen un poco alterado…
—Pero el café no es bueno para cuando te alteras, ‘bro’…
—A mí me calma — aseguré.
—¿Solo el café? — Alex me miró de soslayo.
Me mordí el labio y desvié la mirada, sintiendo mis mejillas arder; muchas cosas cruzaron mi mente, cosas que tenían que ver precisamente con Alex.
* * *
Después de varios minutos de trayecto, llegamos a mi casa; había un par de automóviles fuera de la misma, aun así, Julián se estacionó en la calle. Cuando descendimos del auto, un hombre abrió la puerta del jardín para dejarnos pasar; al entrar a mi hogar, Daniel y Luís saludaron a Alejandro.
—¡Qué bien que no te fuiste! — Daniel lo abrazó.
—Gracias — sonrió — pero fue porque ustedes me avisaron.
—Si te ibas — Luís también lo abrazó — Erick no lo hubiera soportado.
—Pues, gracias por preocuparse por él — Alex sonrió de lado — pero ahora, esa ya es mi tarea.
—¡Típico! — Víctor lo miró con molestia — después de todo, ya nos van a dejar de lado, Daniel también se irá con Lucía y nos abandonará… Luís, tú y yo necesitamos pareja — se acercó a él y le pasó el brazo por los hombros — a ti te gustan los hombres, ¿no? ¿Me das una oportunidad? — bromeó — ¿quién sabe?, a lo mejor me gusta.
—¡No!, primero muerto — dijo nuestro amigo, haciendo un gesto de desagrado.
Una voz femenina nos sacó de nuestra plática.
—Señor, la comida está lista — Marisela sonrió amable y acomodó un mechón de cabello tras su oreja.
—¡Wow! — Víctor caminó hacia ella, alejándose de Luís con rapidez — ¿cómo está señorita? soy Víctor Rodríguez — se presentó galante, logrando que Luís, Daniel y yo, lo miráramos con molestia.
—Sí, lo sé — dijo ella — es usted el que estaba en apuros con la policía, por la persecución — acomodó sus lentes en el puente de su nariz — soy Marisela Sánchez, secretaria del señor De León — se presentó — y sí intenta coquetearme, debería hacerlo sin que mi pretendiente y futuro novio, se dé cuenta — dijo con fingida inocencia.
—¿Pretendiente? — Víctor levantó una ceja.
—Sí, — Alex levantó la voz — Víctor, deja te presento a la pareja de Marisela — Alex se hizo a un lado y señalo a Miguel con el pulgar, quien miraba a mi amigo con ira.
—Ah… hola, Miguel… — Víctor pasó la mano por su cabello — no pues, así, ni quien la moleste — sonrió nervioso — con permiso… — dio unos pasos y se alejó de ella.
—Se lo merecía — Luís sonrió.
—Sí, de hecho sí — Daniel asintió divertido.
Yo me quedé con la boca abierta, miré a Miguel y después a Marisela. Ella me sonrió amablemente y me guiñó un ojo; con eso, yo me sorprendí aún más. La mano de Alejandro se puso sobre mi barbilla y me obligó a cerrar la boca.
—Pareces sorprendido — susurró a mi oído.
No dije nada, no era el momento de preguntar cosas que pudieran ser incómodas; pero aun así, me sentía completamente fuera de lugar, pues no comprendía como ellos dos podían ser novios.
—Si gustan pasar a la mesa… — Marisela nos hizo una seña.
—Vamos… — Alejandro me agarró de la mano y me guió al comedor.
Mis amigos también nos siguieron, yendo cada quien a su lugar; ya habíamos pasado una velada juntos y tomamos los mismos asientos.
—¿Dónde están mis hijos? — pregunté al notar que, ni Rain estaba en la casa.
—Los trabajadores de Alex se los llevaron — respondió Daniel.
—¿A dónde? — me sobresalté, casi incorporándome de mi asiento.
—Tranquilo… — Alex tomó mi mano y la besó.
—Los llevaron a dar un paseo — respondió Marisela quien estaba en la cocina, Miguel la estaba ayudando a sacar algo del horno — necesitábamos que la cochera estuviera despejada y no era correcto tenerlos encerrados, especialmente con tantas personas en casa, estaban muy inquietos — explicó.
—Ya veo… — suspiré más calmado — muchas gracias — dije con verdadera gratitud.
Miguel se acercó a la mesa y dejó en el centro de la misma, la charola con un pavo.
—Cómo no tuvimos la cena navideña, espero no les moleste fingir que aún es Noche Buena — Alex sonrió divertido.
—Por mí no hay bronca, ‘carnal’ — Víctor sonrió — además, el pavo nunca se desprecia.
—Ciertamente — Daniel asintió — y anoche no cenamos muy bien.
—No, la pasamos tomando nada mas — Luís se alzó de hombros.
Marisela llevó algunos vasos, copas y bebidas, entre ellas una botella de vino; también los platos y cubiertos. Después de eso, se acercó a Alejandro.
—Señor, ¿necesita algo más?
—Supongo que no — negó él — ¿ya quedó lo otro que te encargué?
—Solo falta que traigan el más grande, el nuevo que me solicito, no me fue posible conseguirlo este mismo día — prosiguió con seriedad, manteniendo una pose profesional , como siempre que hablaba con Alex — debido a la falta exacta de tipo, marca y modelo, además por las fechas — especificó — y el poco mercado en esta ciudad y en casi todo el país, hace que se dificulte un poco su compra, pero el señor Sebastián Duarte, me dio su palabra que, más tardar, para el lunes, podrían traerlo, si obtenemos la información correcta y se la facilitamos hoy mismo.
—Bien… — Alex asintió — entonces ya puedes retirarte, cuando lo obtenga, te envío los datos.
—Gracias, con permiso.
—Miguel, mañana te necesito para elegir a quien te va a suplir.
—Sí, señor — asintió y caminó a la salida, junto con Marisela.
—¿Suplir? — lo miré de soslayo — ¿lo vas a despedir?
Alex rió — por supuesto que no, ‘conejo’ — negó — pero ahora, él va a estar con Marisela, por obvias razones — dijo con diversión — así que, necesito a alguien más que me acompañe, para cuando ande solo y mientras Agustín se recupera.
—Entiendo… — dije en un susurro.
—Hablando de Agustín… — Alex levantó la vista y observó a Julián, quien seguía en la sala — Julián, ya puedes irte.
—¿No prefiere que me quede, hasta que lleguen los encargos? — preguntó el aludido.
—No, Gonzalo y los demás pueden encargarse.
—Entonces, me retiro… con permiso.
Julián salió de la casa y sólo nos quedamos mis amigos, Alex y yo.
Comimos pavo, mis amigos tomaron vino y cerveza, porque Marisela había dejado algo de eso en mi refrigerador; era la primera vez que había de ese tipo de bebidas en mi casa, pero yo solo bebí café, pues era lo que deseaba en ese preciso momento. Mientras disfrutaba la caliente y humeante taza de café, que tenía entre mis manos, reparé en el hecho de que, bajo mi árbol, había varios paquetes.
Por un momento, me quedé observando con curiosidad las cajas de relucientes papeles y grandes moños; no recordaba que mis amigos hubieran llegado con paquetes, aunque quizá, cuando había ido en busca de Alex, pudieron ir por ellos o quizá bajarlos de sus vehículos.
Alejandro acarició mi mano y se acercó a mí, hablando casi en un susurró — son los regalos que habías comprado… — Alex me sonrió — espero que no haya faltado nada.
—¿Por qué…? — lo miré confundido.
—Porque no tuviste tiempo de ir a comprarlos de nuevo — sonrió y acaricio mi mejilla — así que, supuse que te sentirías mal por no tenerlos cuando los necesitabas.
Mi mirada se posó en la suya, ese brillo en sus hermosas esmeraldas, empezó a envolverme; me gustaba esa dulzura que Alex podía demostrar, solo para mí.
—Gracias… — dije con emoción, sintiendo que mi rostro ardía.
—¿Qué tanto susurran los ‘tortolos’? — Víctor levantó la voz.
—Al menos, si los vamos a acompañar… — Daniel bebió de su copa — cuéntenos la historia.
—Sí — Luís asintió — además, yo quiero enterarme de porque, Víctor estuvo otra vez en la estación de policía.
—¡Fue mi primera vez! — reclamó mi amigo.
—En este año — asentí.
—¿Tú también? — levantó una ceja — la del año pasado no cuenta, no estuve detenido, fui a reclamar, nada más.
—Y, ¿qué hay de la fiesta en casa de Mercedes, hace años? — Daniel lo miró de soslayo.
—¿Qué? ¿Aún se acuerdan de eso? — preguntó molesto — además, no tuve antecedentes, fue solo preventivo y nada más porque me quedé dormido, dentro de mi carro, estacionado donde no debía.
Alejandro reía ante el comportamiento de Víctor y nuestros recordatorios, con respecto a sus visitas a los separos o a las áreas de detención de diferentes sitios. Yo disfruté el ambiente que me rodeaba; observar el rostro de Alex tan cerca, sentir su mano sobre la mía, casi en todo momento y saber que estaba ahí, con las personas que consideraba mi familia, era el mejor regalo que podía tener.
Víctor contó cómo manejó hasta llegar al aeropuerto y cómo fue que me dejó, para seguir, tratando de evitar que lo detuvieran, a lo cual, no tuvo éxito. También comentó que nos desviamos al regresar, para ir al hospital por lo de mi brazo y por lo tanto, esa era la razón de nuestra tardanza.
Cuando terminamos de comer, Alejandro fue al refrigerador y sacó un pastel de chocolate, lo puso frente a mí y colocó una pequeña vela azul sobre el mismo.
—Pide un deseo — dijo al encender la vela.
—Creo que no tengo nada que pedir — aseguré.
—Vamos ¡‘bro’! — Víctor sonrió — no seas ‘ñoño’ y pide algo.
—Es cierto — Daniel sonrió — pide algo, aunque sea pequeño.
—Sí, Erick, no puedes pasar tu cumpleaños y decir que no deseas nada — Luís me vio con seriedad.
Mordí mi labio y sonreí; tal vez tenían razón, tal vez sí tenía algo que pedir. Observé a Alejandro y el rojo cubrió mis mejillas ante mi deseo.
«Quiero pasar toda mi vida con Alex…» pensé al cerrar mis ojos y después apagué la vela.
—Bien… — Alejandro sonrió — después veremos cómo cumplimos tu deseo.
—Pero, no sabes cuál es… — sonreí nervioso.
—Tengo maneras de obtener información de ti, lo sabes — levantó una ceja y me sonrió con malicia.
Los nervios ante su mirada y sonrisa me invadieron, así que empecé a reír como niño, sin poder detenerme por algunos minutos. Después de eso, todos comimos pastel y al terminar, me dispuse a repartir los obsequios que estaban bajo el árbol.
—Este es para… — abrí la tarjeta y levanté una ceja, no decían nombre de persona, sólo lo que contenía el paquete.
Miré a Alex un tanto confundido.
—Lo siento… — se disculpó con una gran sonrisa en su rostro — Agustín solo dijo qué habías comprado, no para quién era.
Ciertamente, en ningún momento le dije a Agustín para quien era cada uno de los regalos, así que, tenía que repartirlos de esa manera.
—Bueno, no van a tener la tarjeta — sonreí.
Repartí los regalos arrancando las tarjetas, para que mis amigos no vieran, antes de abrirlos, de qué se trataban. Después, puse en un lugar seguro los que quedaron para otras personas, pues no tardaban en entrar mis hijos a la casa y no quería más accidentes.
—Lo sentimos mucho, Erick — Luís habló con calma — no te trajimos tus regalos…
—Ni de navidad, ni cumpleaños — Daniel desvió la mirada — pero los traeremos mañana.
—Sí, ‘bro’ — Víctor me guiño el ojo — es que, con tantas cosas y que después de hablar con Alex, nos vinimos para acá, no pudimos ir por ellos.
—No se preocupen — sonreí — no tiene importancia — aseguré y abracé a Alex — me dieron el mejor regalo de todos y no creo poder agradecerles eso con nada…
En ese momento la puerta se abrió, un hombre vestido de negro entró con rapidez, se acercó a Alejandro, hablándole al oído y dejándole una carpeta negra; Alex asintió y después, el sujeto se retiró.
—Bueno, me toca a mí — Alejandro suspiró — no supe que regalarles, así que, Luís y Daniel — los miró con seriedad — tendrán que decirme, qué es lo que quieren, porque son los que me faltan — sonrió — y tiene que ser de igual o mayor valor que lo que daré a Víctor…
—¿A mí? — Víctor levanto una ceja — ¿por qué a mí sí me vas a dar algo?
—Porque hoy supe qué darte, de hecho, no está aquí, porque tienes que elegir tipo, marca, modelo y supongo que color — le dio la carpeta — elige alguno que te guste y te aseguro que el lunes lo tendrás.
Víctor dejó de lado las cajas que yo le había dado, colocándolas sobre la mesa y agarró la carpeta. Sus ojos se abrieron como platos al observar el interior.
—¿Es ‘neta’? — miró a Alejandro con susto — ¿Me estás pidiendo que elija uno de estos para dármelo? ¿De verdad? ¿Físico? ¿Cien por ciento real?
—Víctor — Alex levantó una ceja — no soy una persona que haga muchas bromas, además, necesitas un nuevo automóvil, ya que hoy, te quedaste sin el tuyo
Víctor se puso blanco al escuchar esas palabras — ¿por qué? — preguntó con susto.
—Porque lo llevaron al depósito, la multa es muy alta, mucho más de lo que vale tu automóvil y en agradecimiento a lo que hiciste por Erick, yo te daré el que quieras, de ese catálogo o si ninguno te gusta, cualquier otro que tu desees, pero entonces, tendrías que esperar un poco más.
Víctor se dejó caer en una silla, parpadeo sorprendido, aún con la carpeta en sus manos, pero ahora, todos podíamos verla. Yo también me sorprendí al ver la clase de automóviles que venían en ese catálogo; todos deportivos, de lujo y obviamente, de un costo excesivo.
—Pero… pero… — Víctor parecía temblar — es que, es demasiado…
—No — Alex negó — te arriesgaste mucho para ayudar a Erick, es lo menos que puedo hacer — pasó las manos por mi cintura y me puso delante suyo, colocando su rostro junto al mío de manera cariñosa — quiero que sepan que, estoy agradecido con ustedes por cuidarlo y por haber logrado que estuviéramos juntos de nuevo… no tengo con qué pagarles y espero que no me desaíren rechazando lo que quiero regalarles, cómo símbolo de mi gratitud — sonrió — ahora, elige uno — terminó con seriedad.
Víctor empezó a repasar las hojas; le temblaba la mano, era obvio que la emoción y los nervios, lo envolvían. Esos autos eran el sueño de mi amigo, aunque él sabía que nunca iba a poder tener alguno de ellos, pero ahora, podría alcanzar uno, iba a tener uno real y precisamente, eso era lo que lo mantenía en ese estado de estupefacción.
Por fin, después de tanto observar, habló.
—Todos… ¡todos están geniales! — sonrió nervioso — y no quisiera ser muy exigente — titubeó — pero tampoco quiero desairarte Alex — levantó la vista — y agradezco esta oportunidad, pero creo que, aunque suene aprovechado, me iré por elegir mi sueño, desde que lo vi hace un par de años — señaló una imagen — si puedo tener un auto, quiero este — dijo con ilusión.
Mis amigos y yo, lo miramos con susto.
—¡¿Estás loco?! — Luís lo reprendió.
—¡Es un Lamborghini! — Daniel se sentó asustado.
—¡Eso es carísimo! — Luís negó — ni siquiera deberías pensarlo.
Víctor pareció cohibirse y se encogió en su lugar; Alex se alejó de mí y se acercó a mi amigo, puso una mano en su hombro y sonrió.
—Víctor, tienes muy buen gusto — le guiño el ojo — y me agrada que seas cómo eres, así que, ten por seguro que, el lunes, ese auto estará frente a tu casa — dijo sin dejar lugar a dudas — eres un gran amigo y yo no tengo cómo agradecer que te preocupes por Erick, esto… — señaló la imagen — no es nada para mí, comparado con el valor que tiene Erick cómo persona.
—¡Gracias! — el rostro de Víctor se iluminó, se puso de pie y abrazó a Alex — ¡eres la ‘neta’, ‘bro’!
—De nada — Alex sonrió y cuando Víctor se alejó, miró a Daniel y Luís — ahora, ¿qué van a pedir ustedes? — sonrió divertido.
—¡Nada! — Luís negó con rapidez y nerviosismo.
—Yo… — Daniel titubeó.
—¿Qué? ¡¿Tú también vas a pedir algo?! — Luís miró a Daniel sorprendido.
—Luís… — Alejandro habló con seriedad — es mi manera de agradecer y no me gusta que rechacen mis obsequios, tu tampoco puedes negarte.
Luís tembló y titubeó — es que, no sé qué pedir — negó con rapidez.
—Pide lo que quieras — Alex se alzó de hombros — menos a Erick… porque a él, no te lo voy a dar…
Luís sonrió de lado — bueno, supongo que, tengo que pensarlo… — dijo con nervios.
—Tienes hasta el lunes — sentenció Alejandro y después miró a Daniel — y tú, ¿qué deseas?
—Yo… — Daniel titubeo — bueno, es que, no sé… supongo que… ampliar mi casa — sonrió débilmente — es que, quiero casarme y mi casa es muy pequeña — el rojo cubrió su rostro — es decir… si se puede, claro.
—Bien — Alex asintió — entonces, te conseguiré un arquitecto, ve pensando cómo te gustaría que fuera y si no se puede arreglar tu casa o ampliarla, entonces, te conseguimos un terreno más grande, por eso no hay problema — Alex se alzó de hombros restándole importancia — tienes hasta el lunes también.
Daniel asintió con una amplia sonrisa.
—Y tú — Alex volvió conmigo — tengo un regalo para ti, aunque, no vas a usarlo ya.
—¿Por…? ¿Por qué? — yo aún estaba desconcertado por lo de mis amigos.
—Ven… — me agarró de la mano — cierra los ojos — indicó mientras me guiaba a la salida de mi casa, por lo que lo obedecí de inmediato.
Lentamente, me llevó hasta que sentí el aire frío del exterior acariciar mis mejillas. Alex me abrazó por detrás y sentí su aliento rozar mi oreja, cuando susurró — abre los ojos…
Al hacerlo, pude apreciar un automóvil nuevo y de lujo que estaba estacionado en la cochera; me quedé de piedra, sorprendido por lo que estaba viendo en ese momento.
—Tu auto tuvo muchos daños — me explicó con lentitud — así que, te compré este — mordió mi oreja de manera juguetona — estuviera contigo o no, de todos modos te lo iban a traer… pero ahora, sólo lo usaras unos días, porque nos iremos pasando año nuevo…
Me había quedado sin palabras, todo lo que me dijo lo tenía que asimilar, pero lo más sobresaliente era, lo de irnos después de año nuevo.
—¿Año… nuevo…? — pregunté en un susurro.
—Sí, año nuevo — me giró para verme de frente, sonriendo — y no aceptaré un ‘no’ cómo respuesta.
Sonreí. ¿Cómo esperaba que pudiera, en ese momento, decirle que no? Aunque tenía cosas que arreglar, avisar en mi trabajo, a mi familia y… bueno no, probablemente no le avisaría en lo absoluto a mi familia. Negué y pasé mis brazos por el cuello de Alex, rocé mis labios con los suyos y sonreí.
—Sabes que nunca he podido decirte que no… — susurré.
Después de eso nos besamos, un beso largo y posesivo por parte de ambos, reafirmando la promesa que le había hecho en el aeropuerto.
Cuando regresamos al interior de la casa, mis amigos ya estaban de pie.
—Bueno, todo muy ‘chido’ — Víctor sonrió — pero ya es tarde…
—Sí — Luís también sonrió — ya oscureció y ustedes, así como nosotros, necesitan descansar.
—Yo, creo que voy a ver a Lucía — Daniel se sonrojó — le dije que la vería hoy pero, con todo esto, pues se me hizo tarde y le acabo de enviar un mensaje para disculparme…
—Debiste invitarla a que nos acompañara — Alex sonrió.
—Sí — asintió — lo pensé, pero ya no tuve tiempo.
—Me alegra que hayan estado aquí — sonreí y empecé a despedirme de cada uno — espero verlos en los próximos días…
—¡Por supuesto! — Luís me abrazó con efusividad, tanta que Alejandro entrecerró los ojos al darse cuenta — mañana te traeremos tu regalo, tenlo por seguro.
—Sí, ‘bro’, — Víctor me abrazó — y además, vendremos a comer más pastel, porque te traeremos el que te debemos.
—Mañana, si venimos en la tarde, espero que Lucía pueda acompañarme — Daniel se sonrojó antes de abrazarme.
—¡Por supuesto! — asentí — mañana temprano, yo también le diré que venga.
Todos se despidieron de Alejandro, quien los acompañó a la salida, aprovechando para entregar la carpeta a uno de sus hombres y le dio indicaciones; todo lo observé desde dentro de la casa. Cuando él regreso, cerró la puerta, caminó hasta mí y me abrazó.
—Al fin solos — sonrió — ahora, vamos a la cama…
—Está bien, pero — mordí mi labio — aún es temprano y… mis hijos… — juguetee con mis dedos.
—Los ‘niños’ — sus labios rozaron los míos — estarán bien, no te preocupes…
—La comida y las cosas…
—No pienses en nada, sólo sígueme…
Alejandro me guió por las escaleras con rapidez; llegamos a mi habitación y estando ahí, me besó con ternura, empujándome con su cuerpo, hasta acercarme a la cama. Me recostó sobre el colchón y yo cerré mis ojos, esperando lo que se avecinaba, pero al no sentir nada, abrí mis parpados confundido; Alex estaba contemplando, curioso, algo que estaba a mi lado.
—Entonces… — dijo divertido — ¿dormiste con mi camisa?
Mi rostro ardió y desvié la mirada — sí — respondí en un susurro.
—Eso es dulce — besó mi mejilla.
—No lo creo — suspiré — es extraño…
—Un poco, pero me gusta… por cierto, tengo algo para ti, tu regalo de cumpleaños…
—Pero, ya me diste algo…
—No — negó — ese regalo fue de navidad.
Alejandro se incorporó, llevándome con él y dejándome sentado en la orilla de la cama; llevó su mano hasta el bolsillo de su pantalón, se acuclilló frente a mí y movió su mano hasta acercarla a mi rostro, mostrando una cajita negra, aterciopelada.
—Ábrelo — dijo, con una dulce sonrisa adornando su rostro.
Mi labio tembló, ya sabía, de antemano, lo que contenía esa caja, pero los nervios me invadieron. La sujeté con mis manos lentamente, sin poder evitar temblar; cuando la abrí, me quedé sin aliento al ver el anillo de oro blanco, con un enorme zafiro, que estaba en el interior.
—Alex, yo…
—¿No te gusta? — levantó una ceja — bueno, no importa, solo es mientras eres mi prometido — acarició mi rostro con suavidad — lo siento, pero aunque recuperé tu esclava, ya no vale la pena que la uses, ya no es digna de tocar tu piel nunca más — acarició mi mano, después, me quitó la cajita y sacó el anillo, lanzó la caja hacia un lado, sin importar donde cayera y con tranquilidad, agarró mi mano izquierda, rozando con sus dedos los míos — Erick Salazar… — sonrió — ¿quieres casarte conmigo?
Sus ojos verdes me miraban fijamente, sentí el ardor de mi rostro y asentí con una sonrisa bailando en mi rostro.
—Sí… — respondí — sí quiero…
Acomodó el anillo en mi dedo anular y se incorporó para besarme — ya lo sabía — susurró con cinismo al separarse de mi — solo era mera formalidad.
—Yo — titubee — yo, no pude comprarte un regalo — desvié la mirada con vergüenza — lo busqué pero, no encontré nada bueno.
Alejandro se empezó a quitar la ropa sin decir nada; después me incorporó desnudándome con rapidez.
—No me importa — aseguró — lo único que quiero de navidad y por todos los días de mi existencia, eres tú… solo tú — repitió con insistencia — y hoy… hoy te haré el amor y con ello — sus manos acariciaron mi espalda con rudeza — borraré de tu piel y tu mente todo lo que pasaste… para siempre…
Sus palabras, su voz, su forma de acariciarme, el brillo de sus ojos, todo en él me envolvió en una vorágine de emoción y deseo que difícilmente podía explicar; no podía decirle que ya lo había olvidado, pues con todo lo que había pasado con él, no había vuelto a pensar en lo que había ocurrido el fin de semana, pero en el fondo, quería ver de qué era capaz Alejandro para cumplir con sus palabras.
Sus labios se apoderaron de los míos y volvimos a la cama. Sus caricias posesivas, sus besos y mordidas marcando mi piel, me hicieron gemir; su lengua sobre mis pezones me hizo gritar, pero sus manos en mi sexo me hicieron perder la razón. La forma en que Alejandro me acariciaba era distinta, difícilmente la había sentido con anterioridad de esa manera; cada caricia, beso y marca que dejaba, parecía calcinar mi cuerpo. Rápidamente, perdí el control de mí mismo al dejar que él me hiciera lo que quería.
Cuando su boca apresó mi sexo, estuve a punto de llegar al orgasmo; pero él lo impidió como siempre, postergando el momento para su propio deleite. Levantó mi cadera, colocando mis rodillas cerca de mi rostro y dejó mi entrada expuesta; con ello permitió que su lengua, acariciara y lubricara insistente, después de juguetear con mis testículos.
Alejandro se entretuvo ahí; una de sus manos masajeaba mi sexo, mientras yo gimoteaba, pidiendo más y moviendo mis manos con desespero.
—¡Alex! — grité cuando estaba por llegar al clímax una vez más y él, no lo permitió.
Alejandro depositó mi cuerpo sobre el colchón, se acomodó entre mis piernas, dejando la punta de su miembro rozando mi entrada, pero no hizo nada más, después acercó su rostro al mío — ¿qué pasa, mi amor? — sonrió — ¿quieres algo?
Moví mis manos hasta colocarlas en su cuello, mis ojos ya estaban acuosos y ejercí fuerza para acercar sus labios hasta los míos; lo besé con desespero, necesitaba tenerlo dentro, saberme suyo por completo, deseaba fundirme con él.
—Penétrame — pedí en un susurro — te necesito… por favor…
—No, Erick… — sonrió y relamió sus labios — pídelo cómo lo hiciste en el aeropuerto…
—Alex… — sentía mi garganta seca por la excitación — necesito… necesito que me hagas el amor…
Él sonrió satisfecho — te complaceré, pequeño ‘conejo’…
Alejandro me penetró y yo sentí que tocaba al cielo; rápidamente me aferré a su cuello y mordí su hombro. Me dolía, debía admitir que la sensación de escozor en mi interior era intensa, pero poco a poco, el placer causado por ese mismo dolor, fue cubriendo mi cuerpo; no quería que Alex se alejara de mí, al contrario, lo necesitaba tanto, que empecé a pedir y suplicar porque lo hiciera más fuerte, que me lastimara más, porque ansiaba sentirme completamente dichoso de esa manera.
Alejandro pasó sus manos por mi espalda y me obligó a incorporarme para quedar sentado sobre él. Su lengua recorrió mi cuello y mi oreja, mordiendo el lóbulo con insistencia; me incitaba a que yo mismo marcara el ritmo que deseaba y lo hice. Moví mi cuerpo con desespero, produciendo un movimiento rápido de arriba abajo, sintiéndolo completamente en mi interior y disfrutándolo sobre manera.
No tardé mucho, llegando al orgasmo con rapidez, pues él dejó de evitarlo al tener sus manos ocupadas recorriendo mi cuerpo con deseo.
Cuando mi cuerpo quedó contra el suyo, cansado, agitado y sin fuerza, Alejandro volvió a recostarme; no se alejó completamente, al contrario, siguió penetrándome hasta que se cansó. Salió de mi interior y me hizo girar; con ello, volvió a entrar en mí y laceró mi entrada una vez más, debido al trato tan rudo que me estaba dando. Mis gritos aumentaron de intensidad, pero no era por el simple dolor; cada arremetida lograba llegar a lo más profundo y sentía esa sensación de plenitud que sólo podía sentir con Alex. Esa mezcla de delicioso sufrimiento e infinito placer, que solo él podía darme, satisfaciendo mis perversiones.
Alejandro no se concentraba en solo penetrarme; sus manos y boca me estimulaban, a la par que su cadera se movía de forma frenética, solo para darme placer. Gemí, grite, llore, incluso rogué por que lo hiciera con más fuerza a pesar de mi cansancio y dolor, a lo que él accedió.
No supe en qué momento, quedé sobre el cuerpo de Alejandro, moviéndome sin pudor mientras él masajeaba mi sexo con su mano; mi cuerpo estaba al límite, pero no quería que ese placer que recibía terminara, solo que, para mí, era imposible seguir por más tiempo.
Las mieles del placer recorrieron mi cuerpo y liberé mi semilla en la mano de Alex una vez más; él sonrió divertido al ver como mi cuerpo se estremecía, antes de caer exhausto, sobre su pecho.
—¿Cansado? — preguntó mientras se movía, para que giráramos al mismo tiempo, dejándome una vez más sobre el colchón.
No pude responder, mi respiración agitada no me lo permitió.
—Entonces, es mi turno…
Colocó mis piernas en su cintura y siguió moviéndose con fuerza; mi cuerpo se movía al compás del vaivén de su cadera pero yo ya no podía reaccionar. Alejandro disfrutó de mi boca, mi cuello y hombros, mientras arremetía con ese ímpetu típico de él; sus manos me sujetaron de los hombros y mordió mi cuello, al llegar al orgasmo en mi interior.
El palpitar de su pene y la tibieza de su semen, lograron que suspirara y sonriera con infinito placer, disfrutando ese instante tan único, en el que me sentía pleno en todo sentido.
Cuando se relajó, Alejandro besó mis labios y sonrió — eres mío, Erick… — aseguró — siempre serás mío… — dijo con rudeza, antes de morder mi labio inferior, como si necesitara dejar una huella de lo que decía, para que no quedara duda de sus palabras.
Cerré mis ojos cansado — solo tuyo… — sonreí con ilusión y añoranza — pase lo que pase…
Alex me besó con delicadeza — pase lo que pase… — repitió contra mis labios y fue lo último que supe antes de dormir.
* * *
(Aún en el aeropuerto)
- - - - -
El beso que Alejandro y yo nos dábamos era tan dulce, tan especial, tan único, que yo sabía que era el sello para mi promesa, de quedarme a su lado eternamente. No quería apartarme de él, no quería que se alejara por miedo a que algo más nos pudiera separar; pero ambos teníamos que respirar y mi mente exigía saber algunas cosas.
—¿Cómo es que…? — pregunté agitado cuando el beso acabó.
—¿En serio quieres hablar aquí? — parpadee confundido y él sonrió levantando una ceja, pero sus manos seguían acariciando insistentemente mi espalda — tenemos mucho público…
Desvié la mirada y la gente a nuestro alrededor estaba sorprendida, empezaban a murmurar e incluso, algunos tapaban los ojos de los niños pequeños; era obvio, no había mucha aprobación a ese tipo de demostraciones entre hombres, así que era algo impactante para algunos.
—Ven… — me sujetó de la mano y me guió por el aeropuerto.
Los guardias de seguridad que me habían detenido momentos antes, no nos siguieron; más adelante, Julián y Miguel salieron de otras columnas, para ir tras nosotros. Cuando Julián estuvo cerca, Alex le entregó un celular y Julián lo guardó en su bolsillo.
No tardamos mucho en llegar a una puerta, la cual, Alex abrió a pesar de que decía ‘sólo personal autorizado’; era una pequeña habitación y solo había unas escaleras. Sin demorarnos, las subimos y después de otra puesta, llegamos a una amplia oficina; había una persona en un escritorio que, al ver a Alex, se puso de pié de un salto.
—¿Ocupa la oficina, señor?
—Sí — dijo Alex con molestia — por eso estoy aquí.
—Disculpe… — el hombre titubeó — con permiso.
—Dígale al piloto que hoy no vamos a salir, que espere mis indicaciones.
El hombre se fue; Julián y Miguel también salieron, dejándonos completamente solos. Alejandro me abrazó una vez más, besándome de forma posesiva; su lengua hurgó en mi boca con desespero y sus manos apresaban mi cuerpo, cómo si deseara fundirse conmigo en ese preciso momento. Sin dejar de acariciarme, fue guiándome, con lentitud y de espaldas, hasta que choqué contra el escritorio de la oficina.
—Alex… — susurré cuando se alejó, me faltaba el aliento y sentía mi rostro arder.
—¿Cómo es que sigo aquí? — dijo con calma quitándose la gabardina — parece que Luís, encontró la forma de hablar con Marisela — explicó con voz lenta y suave — ella se comunicó con Miguel y me dijeron que venías para acá — tenía un tono seductor — así que cancelé mi vuelo, para esperarte…
—¿Cancelar…? — lo miré confuso — pero, el vuelo despegó.
—No el mío — sus manos se movieron diestras a quitarse la corbata — vamos Erick, ¿no creo que seas tan ingenuo? — desabrochó el saco con rapidez y se lo quitó, lanzándolo a un lado — ya sabes que soy un traficante de armas — dijo con cinismo y desabrochó los primeros botones de su camisa — ¿en serio piensas que viajaría en cualquier avión, con gente común?
El rojo cubrió mis mejillas ante esa pregunta, ciertamente debía haberlo imaginado.
Alejandro movió sus manos para quitarme la chamarra de Daniel — este color no te queda — dijo con algo de desgano.
—Alex… — me removí inquieto, pero no le impedí hacer su trabajo — ¿qué haces? — pregunte nervioso.
—Me dijiste que necesitabas que te hiciera el amor, eso voy a hacer — dijo sin vergüenza.
Me sorprendí ante sus palabras, mi corazón se aceleró y una sonrisa soñadora se dibujó en mis labios; eso era lo que esperaba y deseaba, desde el día anterior. Pero, cuando terminó de quitarme la chamarra, notó la mancha de sangre en mi camiseta; instintivamente, traté de ocultar la mano y él la sujetó con fuerza.
—¡¿Qué hiciste?! — preguntó con algo de ira.
—Lo… lo siento… — temblé — me sentía solo, me sentía mal… yo, te necesitaba y… creí que te había perdido… — susurré a modo de explicación.
Sus manos me envolvieron y sentí la tibieza de su pecho contra mí rostro; esa tibieza que había añorado tanto durante la noche, cuando había llorado por su ausencia. Cerré mis ojos, dejándome llevar por el aroma de su perfume, el constante y rítmico latido de su corazón, su respiración calmada, todo él; sencillamente, Alejandro era lo único que necesitaba, no solo en ese preciso momento, sino toda mi vida.
Su mano se movió, me sujetó del mentón, levantó mi rostro y me besó despacio, lentamente, de una forma tan casta que suspiré ante su trato.
—Nunca, Erick, nunca vuelvas a lastimarte… ni siquiera por mi…
Asentí lentamente y ofrecí mis labios con necesidad; Alex volvió a besarme, pero de manera diferente. Su mano se movió a mi mejilla y después bajó a mi cuello, acariciando con suavidad, logrando que mi piel se erizara; sus dientes mordisqueaban mi labio inferior y lo succionaba con deseo, consiguiendo que yo gimiera quedamente contra su boca. Alex dejó de besarme, acercando sus labios hasta rozar mi oreja.
—Cuando llegaste corriendo — susurró — quise ir hacia ti… — su lengua humedeció mi piel, arrancándome un gemido ansioso — te mirabas desesperado, necesitado, me dolía verte en ese estado… — mordió el lóbulo de mi oreja y me estremecí — pero no sabía qué querías decirme y también, tuve miedo de otro rechazo…
—¿Qué más…? — un gemido me interrumpió — ¿qué más podía querer decirte? — pregunté aferrándome a su camisa — por algo casi me mato con… — salí de mi ensueño abriendo mis ojos con sorpresa — ¡Víctor! — levanté mi voz y empujé a Alex.
—¡¿Qué?! — Alex frunció el ceño — ¡¿cómo que Víctor?!
—No, no… — negué — Víctor me trajo y se fue — me apresuré a explicar, ante su mirada sombría — pero, ¡la policía! — expresé asustado — si lo detuvieron… ¡tengo que avisarle a Luís y Daniel!
Alejandro soltó el aire con lentitud, pasó la mano por su cabello de manera frustrada y empezó a abrochar su camisa.
—Policía, Víctor, detener — levantó una ceja — palabras ‘clave’ — espetó con algo de molestia — estás preocupado y por eso, no podré hacerte mío en este momento.
—Alex, yo… — busqué su mano y titubee antes de tocarlo.
Sí, quería ser suyo, en verdad deseaba hacer el amor con él, pero era gracias a mi amigo que estaba ahí y no podía dejarlo solo.
El notó que no me atreví a tocarlo, así que sujetó mi mano, me jaló hacia él, acercándome a su cuerpo y besándome con fuerza.
—Pero, antes de que cambie el día — susurró contra mis labios — voy a hacerte el amor, de formas que ni te imaginas, eso te lo juro… — sonrió de lado.
Su amenaza tan dulce, hizo que mis mejillas ardieran. Alejandro se miraba tan sexy y diciendo cosas como esas, era endemoniadamente sensual; ¿cómo no rendirme a él? Si no fuese por Víctor, yo mismo le hubiese saltado encima y me hubiera olvidado de todo.
Alex me colocó la chamarra — esta no es tuya — dijo con desconfianza, levantando una ceja.
—No — negué — me la prestaron — respondí mientras subía el cierre — estaba tan desesperado que casi salgo solo con mi camiseta.
Alex sonrió y besó mi frente; no dijo más, me agarró de la mano y salimos de la oficina. Bajamos las escaleras y hasta pasar la puerta, nos encontramos con Julián y Miguel.
—Miguel, avísale a Marisela que nos quedaremos — ordenó — que envíen los paquetes a la casa de Erick y que busquen a Víctor Rodríguez, puede estar detenido — miró a Julián — si lo detuvo la policía necesitamos liberarlo, no importa si tengo que ir por él en persona, además, hay que evitar que se dé a conocer en el noticiero.
Alejandro iba hablando con naturalidad, pero me llevaba de la mano; nuestros dedos estaban entrelazados y la gente nos observaba con asombro. Julián y Miguel empezaron a hablar, por medio de sus intercomunicadores con rapidez y se adelantaron a nosotros.
—¿Qué pasa? — pregunté.
—Nada — Alejandro sonrió — no te preocupes, ahora, sólo hay que ir al doctor.
—¿Por qué al doctor? — mi cuerpo tembló.
—¿No creerás que dejaré lo de tu herida así cómo así? — me miró de soslayo — no, Erick, tienen que curarte…
—Ya me curó Daniel — me apresuré a decir.
—Daniel es ingeniero, no médico, así que vamos a que te revisen, sin objeción.
Me mordí el labio, me sentía como un niño regañado, especialmente por el tono de voz que usó, pero tampoco deseaba discutir con él, por tanto, preferí quedarme en silencio y asentir débilmente.
Llegamos al estacionamiento y subimos al automóvil; apenas iniciamos el trayecto, Julián y Miguel, nos comunicaron las novedades.
—Señor… — Julián levantó la voz — el señor Víctor fue detenido, lo llevaron a la central de policía que está a unos quince minutos de aquí, pero la persecución salió en los noticiarios ya.
—Eliminen la información y digan que fue un evento preparado… busquen a Lorenzo Rojas y que diga que fue para algo de publicidad de su empresa, yo pagaré los daños — aseguró.
Abrí mis ojos sorprendido; la forma de Alejandro para arreglar todo me asustaba e impresionaba, ¿cómo podía pensar en algo para evitar el escándalo con tanta rapidez? No podía saber cómo trabajaba su mente, pero de algo era seguro, sabía lo que hacía y estaba preparado para cualquier cosa.
—También tiene una gran multa y el vehículo fue enviado al depósito de automóviles — prosiguió Miguel — ¿enviamos a alguien por él?
—No — Alex negó — eliminen nombre y papelería, que nadie vincule a Víctor con ese auto, es lo mejor.
—Pero, Alex… — titubee — es el carro de Víctor y…
Alejandro se giró con rapidez y me besó; un beso posesivo, largo y demandante, claramente para callar cualquier objeción que tuviera con respecto a ese asunto.
—Déjame trabajar, ‘conejo’ — susurró contra mis labios, volviendo a besarme — yo sé lo que hago — dijo al final, lamió mis labios antes de alejarse y volvió a ponerse serio — Julián, pasaremos por Víctor antes de ir al hospital.
—Sí, señor.
—Miguel, busca la manera de que lo liberen, antes de que lleguemos, no quiero tardarme mucho ahí — su voz sonaba molesta.
—En eso está Marisela — respondió con rapidez.
Yo aún estaba aturdido por el beso que había recibido y Alex se aprovechó de mi confusión; pasó su mano por mis hombros y me hizo recostarme en sus piernas, acomodándome para que quedara lo más cómodo que podía, en el asiento. Se acercó a mí y nuevamente me besó, primero lento, después más fuerte y rudo, hasta que mi cuerpo se relajó, permitiendo que él llevara el control de todo; su lengua se introdujo en mi boca, jugueteó con la mía, haciéndome gemir. Pasé mi mano por su nuca y acaricié su cabello, perdiéndome en esa caricia.
—Por mucho que quiera… — susurró alejándose de mis labios — que estés al tanto de mis negocios — entreabrí mis ojos para verlo — no puedo permitirlo — negó — no quiero ponerte en peligro, así que tendrás que hacer las cosas a mi manera.
—Pero… — titubee — es mi amigo…
—Lo sé — sonrió y depósito un beso en la punta de mi nariz — y por eso, arreglaremos esto rápido, ¿de acuerdo, ‘conejo’?
Asentí y sonreí emocionado; moví mi mano para acariciar su rostro con delicadeza, recorrí con mis dedos sus mejillas, su barbilla, sus labios. No había pensado que podía volver a estar así con él; disfrutando de su calor, de su piel, de esa forma de tratarme tan posesiva y dulce a la vez, tan única a su manera que, me fascinaba y trastornaba completamente. Él entrelazó sus dedos con los míos y llevó mi mano hasta su boca, besando el dorso con ternura; me sonrió y ambos nos perdimos en ese cúmulo de sensaciones sin decir más, solo mirándonos a los ojos, prometiéndonos la felicidad eterna sin hablar.
Minutos después, llegábamos al edificio de la policía.
—¿Miguel…? — Alex me ayudó a incorporarme.
—Aún no lo liberan, señor…
—Bien — Alex gruñó — vamos — ordenó.
Julián y Miguel bajaron primero; abrieron las puertas traseras, Alex descendió primero y me ofreció la mano para ayudarme a salir del vehículo. Alex no me soltó, al contrario, entrelazó sus dedos con los míos y me sujetó con mayor firmeza; me sonrojé, mientras sentía mi cuerpo temblar por los nervios, especialmente al notar las miradas curiosas sobre nosotros, de los que estaban alrededor. A Alex ya no le importaba lo que dijeran, eso era muy notorio, pero a mí, aún me cohibía la reacción de las personas.
Entramos al edificio y Alejandro caminó con aplomo, completamente dueño de la situación; no se detuvo ante nada ni nadie y fuimos directamente a la oficina principal.
Ni siquiera se anunció, tampoco se dignó a hablar con la secretaria quien, al verlo pasar, quiso detenerlo, pero se quedó de piedra, cuando Alejandro le lanzó una mirada fría. Noté claramente como tembló antes de volver tomar asiento frente a su escritorio y el color escapaba de su rostro; en cualquier momento, podía perder el sentido por el susto.
Alex abrió la puerta y entró al despacho con rapidez. El hombre en el escritorio estaba hablando por teléfono, pero al vernos, colgó en seguida y se puso de pie.
—Señor De León… — su voz tembló.
—Tienen a un detenido que es amigo de mi prometido — me señaló con un ligero ademán de su rostro — quiero que lo suelten — ordenó.
Yo estaba en shock; al escuchar la palabra ‘prometido’, el tiempo se había detenido para mí, pues no pensé que Alex se atrevería a decirlo sin un ápice de vergüenza.
—Sí, claro… — dijo el hombre con nervios — de eso estaba hablando con la señorita Sánchez, incluso, ya deberían haber ido por él y…
—Estoy perdiendo tiempo con usted — interrumpió Alejandro con seriedad e indiferencia.
—En… en un momento, señor…
El hombre salió cómo un rayo de la oficina y por fin, pude observar a Alejandro. Era extraño verlo de esa manera, tan serio y cortante; él me miró de soslayo y pude notar un destello de frialdad en su mirada, consiguiendo estremecerme. Alex acarició mi mano, sonrió y suavizó su semblante para mí, consiguiendo que me sonrojara rápidamente y sonriera nervioso; a pesar de su forma de ser con los demás, podía estar seguro que, conmigo siempre sería diferente y eso era algo muy especial, pues me hacía sentir único.
—Por aquí, por favor.
Escuché la voz del hombre que había salido apenas unos momentos antes y noté cómo le indicaba el camino a Víctor. Mi amigo parecía confundido, pero cuando nos vio sonrió ampliamente.
—¡¿Qué ‘onda’?! — caminó hasta Alejandro dándole un abrazo y aunque Alex parecía un poco indiferente al principio, terminó por aceptar el abrazo amistoso de Víctor — llegaron muy rápido — fue conmigo y me abrazó también — apenas me estaba presentando con los otros detenidos — dijo con burla y señaló con el pulgar hacia la salida.
—¿Es todo? — Alex miró al sujeto que había guiado a Víctor hasta ahí.
—Sí, señor De León, todo está arreglado.
—Bien, vámonos — indicó y ni siquiera se despidió.
Alex dio media vuelta y me guío a la salida, pues aún me llevaba de la mano. Víctor nos siguió, después de despedirse con un ademán divertido del hombre; una parodia de saludo militar y un ‘hasta la vista, baby’.
Al final, Julián y Miguel salieron tras nosotros; cuando estuvimos fuera del edificio, ellos se apresuraron a abrir las puertas del automóvil, para que subiéramos.
—¡Gracias, ‘bro’! — Víctor suspiró al estar dentro del automóvil — pensé que me quedaría ahí, todo este día.
—No te preocupes — Alejandro había cambiado su semblante, apenas estuvimos sentados — tenía que venir por quien llevó a Erick hasta mí.
—¡Obvio! — rió mi amigo — ¡no puedes abandonar a un miembro de la ‘party’!
—Señor… — Julián levantó la voz — ¿al hospital?
—Sí — asintió Alex.
—¿Por qué vamos al hospital? — Víctor nos miró asustado.
—Alex quiere que revisen mi herida — respondí con un poco de molestia.
—Ah, bueno, si es por eso está bien — nuestro compañero volvió a relajarse — pero me hubiera gustado ir por mi auto, para ver cuánto tengo que pagar de multa…
—Víctor…
Dudé; no sabía cómo iba a tomar el hecho de que ya no tenía automóvil, especialmente porque sabía que le había costado mucho; no porque el vehículo fuera caro o último modelo, ni siquiera era muy especial, pero cómo Víctor era muy derrochador, había tardado en comprárselo.
—Por eso no te preocupes — Alex negó — yo me encargo — sonrió divertido.
Parpadee sorprendido, apenas unos momentos antes había dicho que eliminaran papelería y toda vinculación del vehículo con Víctor. «Entonces, ¿qué quiso decir con eso?» pensé con curiosidad. Alejandro era tan difícil de entender, que podía sorprenderme cada minuto que pasaba, y seguramente iba a tardar toda la vida en conocerlo, pero esperaba que fuera completamente.
—Y… — Alejandro me abrazó — ¿cómo estuvo la detención? — preguntó con curiosidad.
—¡Genial, ‘bro’! — Víctor se emocionó — me sentí cómo en película policiaca, nada más faltaron los disparos — rió — pero pude manejar cómo jamás lo había hecho — aseguró — nunca había tenido que meter las velocidades de esa manera y menos, perseguido por un grupo de ‘polis’ que llevaban las sirenas a todo lo que daban — soltó la carcajada.
—Ya veo — Alex rió y me miró de soslayo — y, ¿tú? — su voz era divertida — ¿cómo lo sentiste?
—¡Víctor está loco! — espeté con molestia — ¡casi nos matamos! — entrecerré mis ojos — no vuelvo a permitir que me lleves a ningún lado, ¡nunca! — señalé a mi amigo.
—¡Pero llegaste! — se excusó — además, tú no sabes de velocidad, tu automóvil era automático — se cruzó de brazos un tanto ofendido.
—Pues sí, pero tú manejas como enfermo — reproché.
—¡Lo sé! — soltó otra carcajada — ahora sólo espero que no me corran de mi trabajo, sí se llegan a enterar.
—No te preocupes — Alex negó — nadie lo va a saber — el tono de voz que usó, era malicioso.
Víctor y yo nos sorprendimos ante sus palabras y la manera en qué las dijo. ¿Qué tanto podía llegar a hacer Alejandro? ¿Cuánto poder tenía? En tan solo ese día me di cuenta que podía hacer y deshacer en cualquier lado donde se presentara; eso era algo perturbador, pero a la vez, tenía algo de interesante y atractivo.
Seguimos platicando de la persecución, Víctor contó su versión un tanto exagerada, al menos, la parte que yo conocía; la otra mitad, ya no supe qué tanto de lo que dijo había sido verdad, pero sonaba muy divertido mientras lo decía.
* * *
Llegamos al hospital, justo donde había pasado los días anteriores, mientras estuve internado y entramos directamente a los consultorios privados. Alejandro se acercó a la recepcionista y le dijo el nombre de un médico; ella se comunicó inmediatamente y no tardaron en permitirme el paso, por lo que no tuve que esperar ni un solo minuto. Víctor, Miguel y Julián se quedaron en la sala de espera mientras Alejandro me acompañaba al consultorio exclusivo.
—Buenas tardes — dijo el médico cuando entramos.
—Buenas tardes — respondí.
—Buenas tardes, doctor Moreno — Alejandro lo saludó de mano — puede revisar a mi pareja por favor, trae una herida en su muñeca derecha.
—A ver… — el doctor se colocó a mi lado — permítame, por favor.
Suspiré, me quité la chamarra y extendí mi brazo levantando la manga de mi camiseta; el médico quitó la venda con sumo cuidado y revisó la herida detenidamente, palpando con las yemas. Alejandro tenía sus manos en mis hombros y no se apartó de mí; él también observaba seriamente el corte y me miraba de soslayo, de cuando en cuando.
—No parece grave — dijo el médico con seriedad — fue con un cuchillo, ¿cierto?
—Sí… — respondí desviando la mirada.
—No es profunda, la curación que le hicieron estuvo muy bien, pero en este momento, le cambiaremos la venda y las gasas — prosiguió — también debe ponerse la vacuna contra el tétanos, de preferencia en este momento.
—Entonces, ¿está todo bien? — Alex respiró aliviado.
—Sí, no tiene que preocuparse, pero — el médico me vio con seriedad — creo que debería ver a un psicólogo, esa nueva herida no es buena — negó — especialmente después de ver la otra cicatriz.
Apreté mis labios y desvié la mirada nerviosamente.
—No se preocupe — Alejandro respondió con seriedad — ya lo tenemos cubierto — aseguró.
Levanté mi vista, y fruncí el ceño; no comprendía a qué se refería. Él se dio cuenta de mi desconcierto, pero solo me guiñó el ojo.
—Bueno — sonrió el médico — pasemos al área de curaciones — dijo al incorporarse y señalarme otra puerta.
El doctor llamó a una enfermera y me hicieron pasar a una habitación anexa al consultorio, aunque Alex no me dejó solo en ningún momento.
Ellos lavaron la herida, cambiaron las gasas y las vendas, además, me colocaron la vacuna en ese preciso instante; todo con rapidez, pues no era tan grave la situación. Nos despedimos y al salir del consultorio detuve a Alejandro, antes de ir con nuestros compañeros.
—¿A qué te referías con que está cubierto lo del psicólogo? — pregunté con algo de incomodidad, imaginando que él quería llevarme con algún especialista por lo ocurrido.
—La situación está cubierta — me abrazó y acercó sus labios a los míos — porque más que un psicólogo, lo que tú necesitas es a mí… y yo, no volveré a dejarte solo — sentenció.
Esas palabras me hicieron sonrojar y me estremecí entre sus brazos; ciertamente, estando con Alex, no querría quitarme la vida, porque mi vida le pertenecía a él. Sonreí nerviosamente y él depositó un beso suave en mi frente, después me sujetó de la mano y nos enfilamos hacia la recepción; al llegar a la gran sala de estar, Miguel estaba platicando con Víctor.
—¿Nos vamos? — preguntó Víctor cuando llegamos a su lado.
—Sí — respondió Alejandro con una sonrisa.
—Alex… — lo llamé mientras jalaba con suavidad la manga de su gabardina — ¿podemos ver a Agustín antes de irnos? — lo miré a los ojos a manera de súplica — le prometí que vendría y aunque no le traigo su regalo… al menos quisiera verlo.
Él levantó una ceja y finalmente sonrió — está bien — accedió, me abrazó y besó mi frente — ¿nos acompañas? — preguntó a Víctor.
—Supongo, ni modo que me quede aquí solo — sonrió.
— Miguel puede quedarse contigo — ofreció Alex.
—No, mejor que no te quedes sin guaruras — sonrió mi amigo de manera nerviosa, obviamente, después de saber algunas cosas de Alejandro, era difícil no imaginar lo peor.
Mientras caminábamos por el pasillo, para llegar al elevador, miré a todos lados en busca de nuestro tercer acompañante; Julián no estaba cerca y eso era extraño, pues nunca se apartaba de su trabajo.
Tomamos el ascensor y llegamos al piso dónde estaba Agustín. Algunos agentes de la policía estaban dispersos en las puertas de las habitaciones; cuándo miraban a Alejandro, lo saludaban de manera cordial. En la puerta de Agustín, había un par de hombres vestidos de negro, justo como el día que había salido del hospital, solo que eran más jóvenes que los anteriores.
Al acercarnos, me adelanté; antes de siquiera tomar la perilla, la puerta se abrió. La figura de Julián apareció tras ella, sorprendiéndome. Levanté mi rostro y lo observe a los ojos, él no se movió, seguía con su semblante serio; el mismo gesto que siempre le había visto, desde que lo conocía.
—Adelante, señor— Julián se hizo a un lado y me cedió el paso.
—Gra… gracias — sonreí nervioso.
Alex entró detrás de mí y Víctor se quedó fuera, con los demás guardaespaldas.
Cuando llegué cerca de Agustín él estaba despierto, tenía una gran sonrisa en sus labios y parecía estar en otro mundo.
—¿Agustín? — lo llamé.
—Señor… — intentó levantarse pero se quejó.
—No te levantes — Alejandro puso la mano en el hombro de Agustín, para obligarlo a recostarse sobre el colchón.
—Señor… disculpe…
—¿Te sientes mejor? — pregunté con una amplia sonrisa.
—Sí… — asintió — mucho…
—Te espero fuera, Erick — Alex besó mi mejilla — tengo que hablar con mis hombres.
Asentí y Alejandro salió del lugar. Yo me senté en una silla que estaba al lado de la cama y observé a Agustín.
—Julián vino a verte — dije disimuladamente — ¿eso te puso feliz?
—Sí — Agustín amplió más su sonrisa — y… y me dio algo… de Navidad…
—Espero que no haya sido una nueva consola portátil, porque ese es mi regalo — reproché de manera juguetona.
—No — negó — él… él…
—¿Él? — pregunté confuso.
—Él me dijo que… que le gustaba… aunque creyó que… estaba dormido.
—¿Ahora? — pregunté con sorpresa.
—Sí — asintió débilmente — dijo que se iban a quedar un poco más… así que, vendría a verme…
—Pero, ¿cómo dijo más, si pensó que estabas dormido? — levanté una ceja.
—Es que… cuando dijo que le gustaba… abrí mis ojos… al principio se quedó en silencio y… y…
—¿Y? — la emoción también me estaba invadiendo, era bueno saber que Agustín había tenido lo que más anhelaba para ese día.
—Y después… él… me… me besó… — suspiró con emoción.
—¿Te besó? ¿En la boca?
—Sí… — Agustín me observó, su rostro estaba rojo — después… repitió que le gustaba y… y me dijo lo demás…
Acaricié la mano de Agustín y sonreí — bueno, ahora sólo tienes que recupérate — le guiñé un ojo — así podrás ser mi guardaespaldas y pasarás tiempo con él — aseguré.
—Sí… — Agustín sonrió — pero me… da nervios…
—¿Por qué?
—Es que… — él titubeó — Julián dijo que… luego se aprovechará de mí… en cuanto… esté recuperado…
—¿Te dijo eso?
Sentí que el color subía a mi rostro, especialmente porque, no me imaginaba que, Julián, así de serio y un tanto frío, pudiera decir algo así.
—Sí — asintió — y me volvió a decir ‘niño’…
—Bueno — me moví inquieto — si te lo volvió a decir, posiblemente por eso le gustas, ¿no crees?
—Supongo… — Agustín suspiró — lo siento señor… — se disculpó — usted viene a verme… y yo… diciéndole eso… y no lo he… felicitado por… su cumpleaños…
—No te preocupes — negué — nada mejor para mí que te sientas bien, feliz y lamento no haber traído tu regalo, pero lo traigo mañana — me excusé.
—Pero… si me trajeron… su regalo… — señaló la mesa que tenía al lado.
Sobre ella, había un paquete, envuelto con papel navideño y un gran moño. Parpadee sorprendido. ¿Cómo alguien le había enviado mi regalo, si yo no lo había vuelto a comprar?
—¿Cómo es que…?
—Tal vez… el señor De León…
Mordí mi labio — quizá — dije — pero no recuerdo haberle dicho lo que compré…
—Lo siento… — Agustín parecía cansado — ayer… Miguel y la señorita Marisela… vinieron a preguntar… por las cosas que había en su auto…
—¿Les dijiste todo?
—Todo lo que recordé…
En ese momento la puerta se abrió. Alejandro entró y se acercó a mí; colocó sus manos en mis hombros con suavidad y se inclinó hasta mi oído.
—Erick, Agustín debe descansar — susurró — aún no está recuperado.
—Está bien — asentí, acaricié la mano de Agustín, quien ya parecía querer dormir — vuelvo mañana — aseguré.
—Sí, señor… gracias…
Me puse de pie; Alex y yo salimos de la habitación, no sin antes darle un último vistazo a mi amigo, quien cerró sus parpados y pareció relajar su cuerpo.
Julián y Miguel nos siguieron, junto con Víctor; recorrimos el mismo trayecto hasta el estacionamiento, pues ya no nos detuvimos más tiempo en el hospital.
—Iremos a la casa de Erick — anunció Alejandro para Julián, quien iba a manejar — Miguel — prosiguió — infórmale a Marisela, que le diga a Gonzalo que él y Omar, se quedarán hoy en la noche conmigo, para que ustedes puedan descansar.
—Sí, señor…
—Bueno — Víctor se recargó en el asiento — no sé ustedes, pero yo, tengo un ‘chingo’ de hambre…
—Yo también — suspiré — no he tomado ni café.
—No se preocupen — Alex besó mi sien — ya debe haber comida en tu casa…
—¿En mi casa?
—Sí — asintió — es Navidad, es tu cumpleaños y anoche, nos perdimos la cena de Noche Buena — me miró con algo de reproche — ¿crees que no voy a querer festejar todo eso?
—¡Qué bien! — Víctor sonrió — porque ni Daniel, ni Luís, ni yo, nos acordamos del pastel de Erick.
—Yo solo quiero café — aseguré — tantas emociones me tienen un poco alterado…
—Pero el café no es bueno para cuando te alteras, ‘bro’…
—A mí me calma — aseguré.
—¿Solo el café? — Alex me miró de soslayo.
Me mordí el labio y desvié la mirada, sintiendo mis mejillas arder; muchas cosas cruzaron mi mente, cosas que tenían que ver precisamente con Alex.
* * *
Después de varios minutos de trayecto, llegamos a mi casa; había un par de automóviles fuera de la misma, aun así, Julián se estacionó en la calle. Cuando descendimos del auto, un hombre abrió la puerta del jardín para dejarnos pasar; al entrar a mi hogar, Daniel y Luís saludaron a Alejandro.
—¡Qué bien que no te fuiste! — Daniel lo abrazó.
—Gracias — sonrió — pero fue porque ustedes me avisaron.
—Si te ibas — Luís también lo abrazó — Erick no lo hubiera soportado.
—Pues, gracias por preocuparse por él — Alex sonrió de lado — pero ahora, esa ya es mi tarea.
—¡Típico! — Víctor lo miró con molestia — después de todo, ya nos van a dejar de lado, Daniel también se irá con Lucía y nos abandonará… Luís, tú y yo necesitamos pareja — se acercó a él y le pasó el brazo por los hombros — a ti te gustan los hombres, ¿no? ¿Me das una oportunidad? — bromeó — ¿quién sabe?, a lo mejor me gusta.
—¡No!, primero muerto — dijo nuestro amigo, haciendo un gesto de desagrado.
Una voz femenina nos sacó de nuestra plática.
—Señor, la comida está lista — Marisela sonrió amable y acomodó un mechón de cabello tras su oreja.
—¡Wow! — Víctor caminó hacia ella, alejándose de Luís con rapidez — ¿cómo está señorita? soy Víctor Rodríguez — se presentó galante, logrando que Luís, Daniel y yo, lo miráramos con molestia.
—Sí, lo sé — dijo ella — es usted el que estaba en apuros con la policía, por la persecución — acomodó sus lentes en el puente de su nariz — soy Marisela Sánchez, secretaria del señor De León — se presentó — y sí intenta coquetearme, debería hacerlo sin que mi pretendiente y futuro novio, se dé cuenta — dijo con fingida inocencia.
—¿Pretendiente? — Víctor levantó una ceja.
—Sí, — Alex levantó la voz — Víctor, deja te presento a la pareja de Marisela — Alex se hizo a un lado y señalo a Miguel con el pulgar, quien miraba a mi amigo con ira.
—Ah… hola, Miguel… — Víctor pasó la mano por su cabello — no pues, así, ni quien la moleste — sonrió nervioso — con permiso… — dio unos pasos y se alejó de ella.
—Se lo merecía — Luís sonrió.
—Sí, de hecho sí — Daniel asintió divertido.
Yo me quedé con la boca abierta, miré a Miguel y después a Marisela. Ella me sonrió amablemente y me guiñó un ojo; con eso, yo me sorprendí aún más. La mano de Alejandro se puso sobre mi barbilla y me obligó a cerrar la boca.
—Pareces sorprendido — susurró a mi oído.
No dije nada, no era el momento de preguntar cosas que pudieran ser incómodas; pero aun así, me sentía completamente fuera de lugar, pues no comprendía como ellos dos podían ser novios.
—Si gustan pasar a la mesa… — Marisela nos hizo una seña.
—Vamos… — Alejandro me agarró de la mano y me guió al comedor.
Mis amigos también nos siguieron, yendo cada quien a su lugar; ya habíamos pasado una velada juntos y tomamos los mismos asientos.
—¿Dónde están mis hijos? — pregunté al notar que, ni Rain estaba en la casa.
—Los trabajadores de Alex se los llevaron — respondió Daniel.
—¿A dónde? — me sobresalté, casi incorporándome de mi asiento.
—Tranquilo… — Alex tomó mi mano y la besó.
—Los llevaron a dar un paseo — respondió Marisela quien estaba en la cocina, Miguel la estaba ayudando a sacar algo del horno — necesitábamos que la cochera estuviera despejada y no era correcto tenerlos encerrados, especialmente con tantas personas en casa, estaban muy inquietos — explicó.
—Ya veo… — suspiré más calmado — muchas gracias — dije con verdadera gratitud.
Miguel se acercó a la mesa y dejó en el centro de la misma, la charola con un pavo.
—Cómo no tuvimos la cena navideña, espero no les moleste fingir que aún es Noche Buena — Alex sonrió divertido.
—Por mí no hay bronca, ‘carnal’ — Víctor sonrió — además, el pavo nunca se desprecia.
—Ciertamente — Daniel asintió — y anoche no cenamos muy bien.
—No, la pasamos tomando nada mas — Luís se alzó de hombros.
Marisela llevó algunos vasos, copas y bebidas, entre ellas una botella de vino; también los platos y cubiertos. Después de eso, se acercó a Alejandro.
—Señor, ¿necesita algo más?
—Supongo que no — negó él — ¿ya quedó lo otro que te encargué?
—Solo falta que traigan el más grande, el nuevo que me solicito, no me fue posible conseguirlo este mismo día — prosiguió con seriedad, manteniendo una pose profesional , como siempre que hablaba con Alex — debido a la falta exacta de tipo, marca y modelo, además por las fechas — especificó — y el poco mercado en esta ciudad y en casi todo el país, hace que se dificulte un poco su compra, pero el señor Sebastián Duarte, me dio su palabra que, más tardar, para el lunes, podrían traerlo, si obtenemos la información correcta y se la facilitamos hoy mismo.
—Bien… — Alex asintió — entonces ya puedes retirarte, cuando lo obtenga, te envío los datos.
—Gracias, con permiso.
—Miguel, mañana te necesito para elegir a quien te va a suplir.
—Sí, señor — asintió y caminó a la salida, junto con Marisela.
—¿Suplir? — lo miré de soslayo — ¿lo vas a despedir?
Alex rió — por supuesto que no, ‘conejo’ — negó — pero ahora, él va a estar con Marisela, por obvias razones — dijo con diversión — así que, necesito a alguien más que me acompañe, para cuando ande solo y mientras Agustín se recupera.
—Entiendo… — dije en un susurro.
—Hablando de Agustín… — Alex levantó la vista y observó a Julián, quien seguía en la sala — Julián, ya puedes irte.
—¿No prefiere que me quede, hasta que lleguen los encargos? — preguntó el aludido.
—No, Gonzalo y los demás pueden encargarse.
—Entonces, me retiro… con permiso.
Julián salió de la casa y sólo nos quedamos mis amigos, Alex y yo.
Comimos pavo, mis amigos tomaron vino y cerveza, porque Marisela había dejado algo de eso en mi refrigerador; era la primera vez que había de ese tipo de bebidas en mi casa, pero yo solo bebí café, pues era lo que deseaba en ese preciso momento. Mientras disfrutaba la caliente y humeante taza de café, que tenía entre mis manos, reparé en el hecho de que, bajo mi árbol, había varios paquetes.
Por un momento, me quedé observando con curiosidad las cajas de relucientes papeles y grandes moños; no recordaba que mis amigos hubieran llegado con paquetes, aunque quizá, cuando había ido en busca de Alex, pudieron ir por ellos o quizá bajarlos de sus vehículos.
Alejandro acarició mi mano y se acercó a mí, hablando casi en un susurró — son los regalos que habías comprado… — Alex me sonrió — espero que no haya faltado nada.
—¿Por qué…? — lo miré confundido.
—Porque no tuviste tiempo de ir a comprarlos de nuevo — sonrió y acaricio mi mejilla — así que, supuse que te sentirías mal por no tenerlos cuando los necesitabas.
Mi mirada se posó en la suya, ese brillo en sus hermosas esmeraldas, empezó a envolverme; me gustaba esa dulzura que Alex podía demostrar, solo para mí.
—Gracias… — dije con emoción, sintiendo que mi rostro ardía.
—¿Qué tanto susurran los ‘tortolos’? — Víctor levantó la voz.
—Al menos, si los vamos a acompañar… — Daniel bebió de su copa — cuéntenos la historia.
—Sí — Luís asintió — además, yo quiero enterarme de porque, Víctor estuvo otra vez en la estación de policía.
—¡Fue mi primera vez! — reclamó mi amigo.
—En este año — asentí.
—¿Tú también? — levantó una ceja — la del año pasado no cuenta, no estuve detenido, fui a reclamar, nada más.
—Y, ¿qué hay de la fiesta en casa de Mercedes, hace años? — Daniel lo miró de soslayo.
—¿Qué? ¿Aún se acuerdan de eso? — preguntó molesto — además, no tuve antecedentes, fue solo preventivo y nada más porque me quedé dormido, dentro de mi carro, estacionado donde no debía.
Alejandro reía ante el comportamiento de Víctor y nuestros recordatorios, con respecto a sus visitas a los separos o a las áreas de detención de diferentes sitios. Yo disfruté el ambiente que me rodeaba; observar el rostro de Alex tan cerca, sentir su mano sobre la mía, casi en todo momento y saber que estaba ahí, con las personas que consideraba mi familia, era el mejor regalo que podía tener.
Víctor contó cómo manejó hasta llegar al aeropuerto y cómo fue que me dejó, para seguir, tratando de evitar que lo detuvieran, a lo cual, no tuvo éxito. También comentó que nos desviamos al regresar, para ir al hospital por lo de mi brazo y por lo tanto, esa era la razón de nuestra tardanza.
Cuando terminamos de comer, Alejandro fue al refrigerador y sacó un pastel de chocolate, lo puso frente a mí y colocó una pequeña vela azul sobre el mismo.
—Pide un deseo — dijo al encender la vela.
—Creo que no tengo nada que pedir — aseguré.
—Vamos ¡‘bro’! — Víctor sonrió — no seas ‘ñoño’ y pide algo.
—Es cierto — Daniel sonrió — pide algo, aunque sea pequeño.
—Sí, Erick, no puedes pasar tu cumpleaños y decir que no deseas nada — Luís me vio con seriedad.
Mordí mi labio y sonreí; tal vez tenían razón, tal vez sí tenía algo que pedir. Observé a Alejandro y el rojo cubrió mis mejillas ante mi deseo.
«Quiero pasar toda mi vida con Alex…» pensé al cerrar mis ojos y después apagué la vela.
—Bien… — Alejandro sonrió — después veremos cómo cumplimos tu deseo.
—Pero, no sabes cuál es… — sonreí nervioso.
—Tengo maneras de obtener información de ti, lo sabes — levantó una ceja y me sonrió con malicia.
Los nervios ante su mirada y sonrisa me invadieron, así que empecé a reír como niño, sin poder detenerme por algunos minutos. Después de eso, todos comimos pastel y al terminar, me dispuse a repartir los obsequios que estaban bajo el árbol.
—Este es para… — abrí la tarjeta y levanté una ceja, no decían nombre de persona, sólo lo que contenía el paquete.
Miré a Alex un tanto confundido.
—Lo siento… — se disculpó con una gran sonrisa en su rostro — Agustín solo dijo qué habías comprado, no para quién era.
Ciertamente, en ningún momento le dije a Agustín para quien era cada uno de los regalos, así que, tenía que repartirlos de esa manera.
—Bueno, no van a tener la tarjeta — sonreí.
Repartí los regalos arrancando las tarjetas, para que mis amigos no vieran, antes de abrirlos, de qué se trataban. Después, puse en un lugar seguro los que quedaron para otras personas, pues no tardaban en entrar mis hijos a la casa y no quería más accidentes.
—Lo sentimos mucho, Erick — Luís habló con calma — no te trajimos tus regalos…
—Ni de navidad, ni cumpleaños — Daniel desvió la mirada — pero los traeremos mañana.
—Sí, ‘bro’ — Víctor me guiño el ojo — es que, con tantas cosas y que después de hablar con Alex, nos vinimos para acá, no pudimos ir por ellos.
—No se preocupen — sonreí — no tiene importancia — aseguré y abracé a Alex — me dieron el mejor regalo de todos y no creo poder agradecerles eso con nada…
En ese momento la puerta se abrió, un hombre vestido de negro entró con rapidez, se acercó a Alejandro, hablándole al oído y dejándole una carpeta negra; Alex asintió y después, el sujeto se retiró.
—Bueno, me toca a mí — Alejandro suspiró — no supe que regalarles, así que, Luís y Daniel — los miró con seriedad — tendrán que decirme, qué es lo que quieren, porque son los que me faltan — sonrió — y tiene que ser de igual o mayor valor que lo que daré a Víctor…
—¿A mí? — Víctor levanto una ceja — ¿por qué a mí sí me vas a dar algo?
—Porque hoy supe qué darte, de hecho, no está aquí, porque tienes que elegir tipo, marca, modelo y supongo que color — le dio la carpeta — elige alguno que te guste y te aseguro que el lunes lo tendrás.
Víctor dejó de lado las cajas que yo le había dado, colocándolas sobre la mesa y agarró la carpeta. Sus ojos se abrieron como platos al observar el interior.
—¿Es ‘neta’? — miró a Alejandro con susto — ¿Me estás pidiendo que elija uno de estos para dármelo? ¿De verdad? ¿Físico? ¿Cien por ciento real?
—Víctor — Alex levantó una ceja — no soy una persona que haga muchas bromas, además, necesitas un nuevo automóvil, ya que hoy, te quedaste sin el tuyo
Víctor se puso blanco al escuchar esas palabras — ¿por qué? — preguntó con susto.
—Porque lo llevaron al depósito, la multa es muy alta, mucho más de lo que vale tu automóvil y en agradecimiento a lo que hiciste por Erick, yo te daré el que quieras, de ese catálogo o si ninguno te gusta, cualquier otro que tu desees, pero entonces, tendrías que esperar un poco más.
Víctor se dejó caer en una silla, parpadeo sorprendido, aún con la carpeta en sus manos, pero ahora, todos podíamos verla. Yo también me sorprendí al ver la clase de automóviles que venían en ese catálogo; todos deportivos, de lujo y obviamente, de un costo excesivo.
—Pero… pero… — Víctor parecía temblar — es que, es demasiado…
—No — Alex negó — te arriesgaste mucho para ayudar a Erick, es lo menos que puedo hacer — pasó las manos por mi cintura y me puso delante suyo, colocando su rostro junto al mío de manera cariñosa — quiero que sepan que, estoy agradecido con ustedes por cuidarlo y por haber logrado que estuviéramos juntos de nuevo… no tengo con qué pagarles y espero que no me desaíren rechazando lo que quiero regalarles, cómo símbolo de mi gratitud — sonrió — ahora, elige uno — terminó con seriedad.
Víctor empezó a repasar las hojas; le temblaba la mano, era obvio que la emoción y los nervios, lo envolvían. Esos autos eran el sueño de mi amigo, aunque él sabía que nunca iba a poder tener alguno de ellos, pero ahora, podría alcanzar uno, iba a tener uno real y precisamente, eso era lo que lo mantenía en ese estado de estupefacción.
Por fin, después de tanto observar, habló.
—Todos… ¡todos están geniales! — sonrió nervioso — y no quisiera ser muy exigente — titubeó — pero tampoco quiero desairarte Alex — levantó la vista — y agradezco esta oportunidad, pero creo que, aunque suene aprovechado, me iré por elegir mi sueño, desde que lo vi hace un par de años — señaló una imagen — si puedo tener un auto, quiero este — dijo con ilusión.
Mis amigos y yo, lo miramos con susto.
—¡¿Estás loco?! — Luís lo reprendió.
—¡Es un Lamborghini! — Daniel se sentó asustado.
—¡Eso es carísimo! — Luís negó — ni siquiera deberías pensarlo.
Víctor pareció cohibirse y se encogió en su lugar; Alex se alejó de mí y se acercó a mi amigo, puso una mano en su hombro y sonrió.
—Víctor, tienes muy buen gusto — le guiño el ojo — y me agrada que seas cómo eres, así que, ten por seguro que, el lunes, ese auto estará frente a tu casa — dijo sin dejar lugar a dudas — eres un gran amigo y yo no tengo cómo agradecer que te preocupes por Erick, esto… — señaló la imagen — no es nada para mí, comparado con el valor que tiene Erick cómo persona.
—¡Gracias! — el rostro de Víctor se iluminó, se puso de pie y abrazó a Alex — ¡eres la ‘neta’, ‘bro’!
—De nada — Alex sonrió y cuando Víctor se alejó, miró a Daniel y Luís — ahora, ¿qué van a pedir ustedes? — sonrió divertido.
—¡Nada! — Luís negó con rapidez y nerviosismo.
—Yo… — Daniel titubeó.
—¿Qué? ¡¿Tú también vas a pedir algo?! — Luís miró a Daniel sorprendido.
—Luís… — Alejandro habló con seriedad — es mi manera de agradecer y no me gusta que rechacen mis obsequios, tu tampoco puedes negarte.
Luís tembló y titubeó — es que, no sé qué pedir — negó con rapidez.
—Pide lo que quieras — Alex se alzó de hombros — menos a Erick… porque a él, no te lo voy a dar…
Luís sonrió de lado — bueno, supongo que, tengo que pensarlo… — dijo con nervios.
—Tienes hasta el lunes — sentenció Alejandro y después miró a Daniel — y tú, ¿qué deseas?
—Yo… — Daniel titubeo — bueno, es que, no sé… supongo que… ampliar mi casa — sonrió débilmente — es que, quiero casarme y mi casa es muy pequeña — el rojo cubrió su rostro — es decir… si se puede, claro.
—Bien — Alex asintió — entonces, te conseguiré un arquitecto, ve pensando cómo te gustaría que fuera y si no se puede arreglar tu casa o ampliarla, entonces, te conseguimos un terreno más grande, por eso no hay problema — Alex se alzó de hombros restándole importancia — tienes hasta el lunes también.
Daniel asintió con una amplia sonrisa.
—Y tú — Alex volvió conmigo — tengo un regalo para ti, aunque, no vas a usarlo ya.
—¿Por…? ¿Por qué? — yo aún estaba desconcertado por lo de mis amigos.
—Ven… — me agarró de la mano — cierra los ojos — indicó mientras me guiaba a la salida de mi casa, por lo que lo obedecí de inmediato.
Lentamente, me llevó hasta que sentí el aire frío del exterior acariciar mis mejillas. Alex me abrazó por detrás y sentí su aliento rozar mi oreja, cuando susurró — abre los ojos…
Al hacerlo, pude apreciar un automóvil nuevo y de lujo que estaba estacionado en la cochera; me quedé de piedra, sorprendido por lo que estaba viendo en ese momento.
—Tu auto tuvo muchos daños — me explicó con lentitud — así que, te compré este — mordió mi oreja de manera juguetona — estuviera contigo o no, de todos modos te lo iban a traer… pero ahora, sólo lo usaras unos días, porque nos iremos pasando año nuevo…
Me había quedado sin palabras, todo lo que me dijo lo tenía que asimilar, pero lo más sobresaliente era, lo de irnos después de año nuevo.
—¿Año… nuevo…? — pregunté en un susurro.
—Sí, año nuevo — me giró para verme de frente, sonriendo — y no aceptaré un ‘no’ cómo respuesta.
Sonreí. ¿Cómo esperaba que pudiera, en ese momento, decirle que no? Aunque tenía cosas que arreglar, avisar en mi trabajo, a mi familia y… bueno no, probablemente no le avisaría en lo absoluto a mi familia. Negué y pasé mis brazos por el cuello de Alex, rocé mis labios con los suyos y sonreí.
—Sabes que nunca he podido decirte que no… — susurré.
Después de eso nos besamos, un beso largo y posesivo por parte de ambos, reafirmando la promesa que le había hecho en el aeropuerto.
Cuando regresamos al interior de la casa, mis amigos ya estaban de pie.
—Bueno, todo muy ‘chido’ — Víctor sonrió — pero ya es tarde…
—Sí — Luís también sonrió — ya oscureció y ustedes, así como nosotros, necesitan descansar.
—Yo, creo que voy a ver a Lucía — Daniel se sonrojó — le dije que la vería hoy pero, con todo esto, pues se me hizo tarde y le acabo de enviar un mensaje para disculparme…
—Debiste invitarla a que nos acompañara — Alex sonrió.
—Sí — asintió — lo pensé, pero ya no tuve tiempo.
—Me alegra que hayan estado aquí — sonreí y empecé a despedirme de cada uno — espero verlos en los próximos días…
—¡Por supuesto! — Luís me abrazó con efusividad, tanta que Alejandro entrecerró los ojos al darse cuenta — mañana te traeremos tu regalo, tenlo por seguro.
—Sí, ‘bro’, — Víctor me abrazó — y además, vendremos a comer más pastel, porque te traeremos el que te debemos.
—Mañana, si venimos en la tarde, espero que Lucía pueda acompañarme — Daniel se sonrojó antes de abrazarme.
—¡Por supuesto! — asentí — mañana temprano, yo también le diré que venga.
Todos se despidieron de Alejandro, quien los acompañó a la salida, aprovechando para entregar la carpeta a uno de sus hombres y le dio indicaciones; todo lo observé desde dentro de la casa. Cuando él regreso, cerró la puerta, caminó hasta mí y me abrazó.
—Al fin solos — sonrió — ahora, vamos a la cama…
—Está bien, pero — mordí mi labio — aún es temprano y… mis hijos… — juguetee con mis dedos.
—Los ‘niños’ — sus labios rozaron los míos — estarán bien, no te preocupes…
—La comida y las cosas…
—No pienses en nada, sólo sígueme…
Alejandro me guió por las escaleras con rapidez; llegamos a mi habitación y estando ahí, me besó con ternura, empujándome con su cuerpo, hasta acercarme a la cama. Me recostó sobre el colchón y yo cerré mis ojos, esperando lo que se avecinaba, pero al no sentir nada, abrí mis parpados confundido; Alex estaba contemplando, curioso, algo que estaba a mi lado.
—Entonces… — dijo divertido — ¿dormiste con mi camisa?
Mi rostro ardió y desvié la mirada — sí — respondí en un susurro.
—Eso es dulce — besó mi mejilla.
—No lo creo — suspiré — es extraño…
—Un poco, pero me gusta… por cierto, tengo algo para ti, tu regalo de cumpleaños…
—Pero, ya me diste algo…
—No — negó — ese regalo fue de navidad.
Alejandro se incorporó, llevándome con él y dejándome sentado en la orilla de la cama; llevó su mano hasta el bolsillo de su pantalón, se acuclilló frente a mí y movió su mano hasta acercarla a mi rostro, mostrando una cajita negra, aterciopelada.
—Ábrelo — dijo, con una dulce sonrisa adornando su rostro.
Mi labio tembló, ya sabía, de antemano, lo que contenía esa caja, pero los nervios me invadieron. La sujeté con mis manos lentamente, sin poder evitar temblar; cuando la abrí, me quedé sin aliento al ver el anillo de oro blanco, con un enorme zafiro, que estaba en el interior.
—Alex, yo…
—¿No te gusta? — levantó una ceja — bueno, no importa, solo es mientras eres mi prometido — acarició mi rostro con suavidad — lo siento, pero aunque recuperé tu esclava, ya no vale la pena que la uses, ya no es digna de tocar tu piel nunca más — acarició mi mano, después, me quitó la cajita y sacó el anillo, lanzó la caja hacia un lado, sin importar donde cayera y con tranquilidad, agarró mi mano izquierda, rozando con sus dedos los míos — Erick Salazar… — sonrió — ¿quieres casarte conmigo?
Sus ojos verdes me miraban fijamente, sentí el ardor de mi rostro y asentí con una sonrisa bailando en mi rostro.
—Sí… — respondí — sí quiero…
Acomodó el anillo en mi dedo anular y se incorporó para besarme — ya lo sabía — susurró con cinismo al separarse de mi — solo era mera formalidad.
—Yo — titubee — yo, no pude comprarte un regalo — desvié la mirada con vergüenza — lo busqué pero, no encontré nada bueno.
Alejandro se empezó a quitar la ropa sin decir nada; después me incorporó desnudándome con rapidez.
—No me importa — aseguró — lo único que quiero de navidad y por todos los días de mi existencia, eres tú… solo tú — repitió con insistencia — y hoy… hoy te haré el amor y con ello — sus manos acariciaron mi espalda con rudeza — borraré de tu piel y tu mente todo lo que pasaste… para siempre…
Sus palabras, su voz, su forma de acariciarme, el brillo de sus ojos, todo en él me envolvió en una vorágine de emoción y deseo que difícilmente podía explicar; no podía decirle que ya lo había olvidado, pues con todo lo que había pasado con él, no había vuelto a pensar en lo que había ocurrido el fin de semana, pero en el fondo, quería ver de qué era capaz Alejandro para cumplir con sus palabras.
Sus labios se apoderaron de los míos y volvimos a la cama. Sus caricias posesivas, sus besos y mordidas marcando mi piel, me hicieron gemir; su lengua sobre mis pezones me hizo gritar, pero sus manos en mi sexo me hicieron perder la razón. La forma en que Alejandro me acariciaba era distinta, difícilmente la había sentido con anterioridad de esa manera; cada caricia, beso y marca que dejaba, parecía calcinar mi cuerpo. Rápidamente, perdí el control de mí mismo al dejar que él me hiciera lo que quería.
Cuando su boca apresó mi sexo, estuve a punto de llegar al orgasmo; pero él lo impidió como siempre, postergando el momento para su propio deleite. Levantó mi cadera, colocando mis rodillas cerca de mi rostro y dejó mi entrada expuesta; con ello permitió que su lengua, acariciara y lubricara insistente, después de juguetear con mis testículos.
Alejandro se entretuvo ahí; una de sus manos masajeaba mi sexo, mientras yo gimoteaba, pidiendo más y moviendo mis manos con desespero.
—¡Alex! — grité cuando estaba por llegar al clímax una vez más y él, no lo permitió.
Alejandro depositó mi cuerpo sobre el colchón, se acomodó entre mis piernas, dejando la punta de su miembro rozando mi entrada, pero no hizo nada más, después acercó su rostro al mío — ¿qué pasa, mi amor? — sonrió — ¿quieres algo?
Moví mis manos hasta colocarlas en su cuello, mis ojos ya estaban acuosos y ejercí fuerza para acercar sus labios hasta los míos; lo besé con desespero, necesitaba tenerlo dentro, saberme suyo por completo, deseaba fundirme con él.
—Penétrame — pedí en un susurro — te necesito… por favor…
—No, Erick… — sonrió y relamió sus labios — pídelo cómo lo hiciste en el aeropuerto…
—Alex… — sentía mi garganta seca por la excitación — necesito… necesito que me hagas el amor…
Él sonrió satisfecho — te complaceré, pequeño ‘conejo’…
Alejandro me penetró y yo sentí que tocaba al cielo; rápidamente me aferré a su cuello y mordí su hombro. Me dolía, debía admitir que la sensación de escozor en mi interior era intensa, pero poco a poco, el placer causado por ese mismo dolor, fue cubriendo mi cuerpo; no quería que Alex se alejara de mí, al contrario, lo necesitaba tanto, que empecé a pedir y suplicar porque lo hiciera más fuerte, que me lastimara más, porque ansiaba sentirme completamente dichoso de esa manera.
Alejandro pasó sus manos por mi espalda y me obligó a incorporarme para quedar sentado sobre él. Su lengua recorrió mi cuello y mi oreja, mordiendo el lóbulo con insistencia; me incitaba a que yo mismo marcara el ritmo que deseaba y lo hice. Moví mi cuerpo con desespero, produciendo un movimiento rápido de arriba abajo, sintiéndolo completamente en mi interior y disfrutándolo sobre manera.
No tardé mucho, llegando al orgasmo con rapidez, pues él dejó de evitarlo al tener sus manos ocupadas recorriendo mi cuerpo con deseo.
Cuando mi cuerpo quedó contra el suyo, cansado, agitado y sin fuerza, Alejandro volvió a recostarme; no se alejó completamente, al contrario, siguió penetrándome hasta que se cansó. Salió de mi interior y me hizo girar; con ello, volvió a entrar en mí y laceró mi entrada una vez más, debido al trato tan rudo que me estaba dando. Mis gritos aumentaron de intensidad, pero no era por el simple dolor; cada arremetida lograba llegar a lo más profundo y sentía esa sensación de plenitud que sólo podía sentir con Alex. Esa mezcla de delicioso sufrimiento e infinito placer, que solo él podía darme, satisfaciendo mis perversiones.
Alejandro no se concentraba en solo penetrarme; sus manos y boca me estimulaban, a la par que su cadera se movía de forma frenética, solo para darme placer. Gemí, grite, llore, incluso rogué por que lo hiciera con más fuerza a pesar de mi cansancio y dolor, a lo que él accedió.
No supe en qué momento, quedé sobre el cuerpo de Alejandro, moviéndome sin pudor mientras él masajeaba mi sexo con su mano; mi cuerpo estaba al límite, pero no quería que ese placer que recibía terminara, solo que, para mí, era imposible seguir por más tiempo.
Las mieles del placer recorrieron mi cuerpo y liberé mi semilla en la mano de Alex una vez más; él sonrió divertido al ver como mi cuerpo se estremecía, antes de caer exhausto, sobre su pecho.
—¿Cansado? — preguntó mientras se movía, para que giráramos al mismo tiempo, dejándome una vez más sobre el colchón.
No pude responder, mi respiración agitada no me lo permitió.
—Entonces, es mi turno…
Colocó mis piernas en su cintura y siguió moviéndose con fuerza; mi cuerpo se movía al compás del vaivén de su cadera pero yo ya no podía reaccionar. Alejandro disfrutó de mi boca, mi cuello y hombros, mientras arremetía con ese ímpetu típico de él; sus manos me sujetaron de los hombros y mordió mi cuello, al llegar al orgasmo en mi interior.
El palpitar de su pene y la tibieza de su semen, lograron que suspirara y sonriera con infinito placer, disfrutando ese instante tan único, en el que me sentía pleno en todo sentido.
Cuando se relajó, Alejandro besó mis labios y sonrió — eres mío, Erick… — aseguró — siempre serás mío… — dijo con rudeza, antes de morder mi labio inferior, como si necesitara dejar una huella de lo que decía, para que no quedara duda de sus palabras.
Cerré mis ojos cansado — solo tuyo… — sonreí con ilusión y añoranza — pase lo que pase…
Alex me besó con delicadeza — pase lo que pase… — repitió contra mis labios y fue lo último que supe antes de dormir.
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