Helado
Después de la noche que pasé con Mauricio, los siguientes días mi rutina cambio, en la mañana, él me enviaba un mensaje para darme los buenos días, en las tardes, me avisaba cuando llegaba a la escuela y a la hora que salía para ir al café a esperarme; generalmente me llevaba a cenar y después a casa, aunque un par de veces más tuvimos sexo en la suya, antes de que me dejara en mi hogar. En ningún momento dijimos que éramos novios, pero estaba sobreentendido.
* * *
Un nuevo jueves; ya había pasado una semana desde la primera noche que pasé con Maury y ese día, iba a acudir al café con sus amigos, me avisó por celular y me dijo que me preparara, pues tenía algo listo para esa noche. Salí de mis clases y llegué a mi empleo con emoción, Lizy lo notó, aunque ya sabía más o menos la razón, pues el viernes anterior le había dicho lo que había ocurrido y ella se emocionó conmigo.
Antes de las cuatro, un gran arreglo de rosas blancas llegó al café, también llevaba un hurón de peluche; la tarjeta solo decía ‘Primera semana…’ y firmaba como ‘Maury’, me sonrojé y Lizy me abrazó para felicitarme.
Eran las cinco, yo estaba atendiendo a unos clientes cuando la campanilla de la puerta se escuchó, giré mi rostro para recibir a los clientes – Buenas tardes… – sonreí, pero la mirada azul de Andrés destellaba ira al verme.
Un escalofrío me recorrió, especialmente al ver como sus pasos lo acercaban a mí con rapidez y su semblante no cambiaba, era como si quisiera matarme.
-¡Andrés! – Lizy lo interceptó a medio camino y lo obligó a ir a la cocina, aunque se notaba que no quería hacerlo, su hermana, a pesar de su estatura pequeña, se impuso.
Pasé saliva y seguí atendiendo a los clientes, más, en mi interior, me sentía inquieto; mis piernas temblaban y se notaba mi nerviosismo. Cuando fui a la cocina por el pedido, Andrés me tomó del brazo con fuerza.
-Necesitamos hablar – gruño.
-Duele… – me quejé con debilidad.
-¡Suéltalo!, lo estás lastimando – ordenó su hermana y él aflojó el agarre.
-Quiero hablar con él, ¿nos permites? – dijo entre dientes.
Lizy se giró para verme, su mirada decía, ‘si no quieres, yo me encargo de él, no te preocupes’.
-Tengo clientes aún… – me disculpé.
-Lizy puede atenderlos – espetó con molestia – lo hace cuando descansas, ¿o no?
-Eso no te incumbe, hermanito – gruñó mi jefa y se cruzó de brazos.
-Marty, necesito hablar contigo – era una orden, más que una petición.
Respiré profundamente, quizá, era momento de poner las cosas en claro, y mejor hacerlo antes de que llegara Mauricio – de acuerdo – accedí – Lizy, ¿puedo tomarme unos minutos?
-Si – asintió – pero si te quiere hacer algo – señaló a su hermano – grita, y yo llamo a la policía.
Andrés entornó los ojos, después, Lizy tomó la nota con los pedidos y preparó el café mientras, su hermano y yo salíamos al pequeño patio trasero.
-¿Qué quieres? – pregunté cruzándome de brazos al estar fuera del local.
El no respondió, me agarró de los hombros con fuerza y me besó; intenté resistirme, alejarlo, pero al contrario, me recargó contra la pared y me abrazó para que dejara de mover los brazos.
-¡Suéltame! – exigí cuando movió el rostro para bajar por mi cuello.
-¡¿Por qué?! – preguntó, estaba enojado y no parecía querer ocultarlo – ¿es cierto? – gruñó – ¿tienes novio ahora? ¿Te atreviste a aceptar a otro mientras no estaba?
-No fui el único – sonreí de lado y señalé su cuello – no puedes ocultar las marcas que alguien más te dejó en tu viaje – llevó su mano a su cuello de manera instintiva – o, ¿me dirás que son picadas de mosquitos?
-Eso es diferente – aseguró.
Esa simple frase me hizo reír – escucha Andrés, sé que para ti soy como un juguete y, está bien – me alcé de hombros – mientras duró, lo disfruté, no lo niego – levanté una ceja – pero ya se acabó, te fuiste a tu viaje, entiendo que es tu trabajo, pero no me dijiste, no me avisaste y, ¿qué? ¿Esperabas que me quedara esperándote como una esposa abnegada, que se la pasa en casa, a la espera de su flamante marido? – sonreí sarcásticamente – no Andrés, encontré una oportunidad y la tomé, así de sencillo, seguramente es lo que tú haces, por lo cual, no tienes nada que reprocharme – dije sin un ápice de vergüenza – ahora, debo volver al trabajo.
-¡No! – me detuvo del brazo volviéndome a lastimar.
-Duele… – dije ahogando un sollozo.
-No me importa – gruño – eres mío Marty – sentenció – fui el primero, y si tengo que demostrar que soy tu dueño, lo haré…
-Tú no eres nada de mí – jalé mi brazo para soltarme pero no lo conseguí – esto se acabó en el momento que ni siquiera me tomaste en cuenta, ni siquiera me avisaste ¡que te largarías! – dije con reproche y volví a intentar zafarme.
-Quería decírtelo – su voz tomó un tinte más suave y disminuyó la fuerza de su agarre – pero no te quisiste quedar conmigo ese lunes…
-¡Por favor! – alejé mi brazo con rapidez – pudiste decírmelo en la cena – me froté la piel, justo donde me había lastimado – pero no lo hiciste, ¿por qué? Porque yo realmente no significo nada para ti – respondí a mi propia pregunta – ahora, con tu permiso – acomode mis gafas y di media vuelta.
-Marty – me abrazó por la espalda y besó mi nuca – en verdad, eres especial, te quiero para mí…
-Sí, claro – me removí entre los brazos de Andrés – por favor – pedí con un gemido amenazando salir de mi garganta, la caricia, a pesar de todo, me estaba perturbando – suéltame, tengo que volver a mi trabajo y además, estoy esperando a mi novio.
-Marty… – me hizo girar y volvió a besarme, un besos distinto, suave, era una caricia y una disculpa a la vez, cuando se separó, colocó la frente contra la mí – atrévete a decir que no te gustó – sonrió confiado.
-Me gustó – admití – pero eso no significa que quiera seguir con esto – lo empujé lentamente – lo siento Andrés, pero tú no me quieres, solo esperas que yo me entregue y nada más… Discúlpame, pero, yo quiero algo más…
Él se quedó en el patio y yo entré a la cocina, Lizy estaba ahí, esperando – ¿todo bien? – indagó con preocupación.
-Si – sonreí – solo que – le mostré mi brazo – esto se nota mucho – la piel donde Andrés me había agarrado con fuerza, estaba cambiando del color rojizo a un azul con tintes morados y, debido a que la manga era corta, se alcanzaba a ver.
-¡Dios! – se sorprendió y buscó en el botiquín que tenía, un ungüento y una venda pequeña, colocándola en mi brazo con rapidez – ¡es un bruto! – espetó, sin darse cuenta que su hermano acababa de entrar en ese momento.
-Quiero un chocolate y galletas con mantequilla – anunció con frialdad saliendo de la cocina para ir al área de mesas.
-No te preocupes – Lizy sonrió condescendiente – yo lo atiendo a él, se cómo manejarlo.
-Está bien…
Ambos salimos y yo fui a atender a los demás clientes, mientras Lizy se encargaba de Andrés; los que ya frecuentaban el café, se sorprendían al ver la venda en mi brazo y preguntaban si había tenido un accidente, a lo que simplemente sonreía y decía “algo así”. A las seis, el grupo de Maury llegó, cuando él me vio atendiendo las mesas me sonrió, pero su semblante cambió al notar la venda.
-Marty – no pareció importarle que la gente se enterara, caminó directamente hacia mí y sostuvo mi brazo con mucho cuidado – ¿qué paso? ¿Te quemaste? ¿Fuiste al médico? ¿Estás bien?
Pasé saliva, todos los presentes se sorprendieron por su actitud, incluyendo sus amigos, pero Andrés nos observaba con detenimiento desde su mesa.
-S… Si… – sonreí nervioso – estoy bien, gracias por preocuparse, profesor…
Mauricio levantó el rostro y sus verdes ojos me observaron con seriedad, era obvio que no le gustaba que lo tratara de usted, pero ya le había explicado que en mi trabajo no podía evitarlo – de acuerdo – suspiró y me soltó para ir con sus amigos.
Después de que el grupo tomara asiento, me acerqué para atenderlos, todos pedían siempre lo mismo de bebida, excepto por el postre. Con rapidez, preparé el café de cada uno y Lizy sirvió los pastelillos, acomodándolos en una charola; regresé a la mesa y empecé a entregar la comida, solo que, al final, mientras estaba dejando el pay de Maury frente a él, alguien me jaló, me hizo girar y me besó.
Todos los presentes se sorprendieron, yo sentí que el mundo se abría a mis pies y el tiempo se detenía.
-¡Andrés! – el grito de Lizy hizo que todos reaccionáramos.
-Mío – dijo Andrés al separarse, relamiendo sus labios y con su mirada retó a Mauricio.
Maury se puso de pie y estaba por soltarle un golpe pero me interpuse – ¡no! – grité poniéndome frente a él, mirándolo a los ojos con suplica, con eso, Mauricio se contuvo, más, Andrés no parecía querer detenerse ahí, me abrazó por detrás y mordió mi cuello con fuerza, logrando que gimiera sin proponérmelo.
-¿Ves…? – pasó la lengua y encaró a Mauricio – ¡es mío!
Mauricio no dijo nada, apretó los puños y dirigió sus pasos a la salida del café, yo intenté seguirlo, pero Andrés me detuvo
-¡Suéltame! – exigí, no quería que Maury se fuera.
-¡No! – sentenció.
Lizy se acercó y lo abofeteó – ¡Suéltalo! – ordenó.
Con eso, Andrés me liberó y yo salí corriendo a buscar a mi pareja.
-¡Maury! – grité cuando lo vi subiéndose a su auto – Maury, por favor – supliqué poniéndome a un lado de la puerta – déjame explicarte…
Me miró de reojo, no había dulzura en sus orbes verdes, solo frialdad – No – dijo seriamente después de bajar el cristal – no quiero volver a verte – aseguró y encendió el automóvil.
-Maury, por favor – mis lágrimas empezaron a caer por mis mejillas al escucharlo – no es lo que crees, en serio – aseguré – por favor, déjame explicarte…
Puso la reversa en marcha y se movió del cajón del estacionamiento, sin importarle haberme lastimado con el espejo lateral, por lo que caí de rodillas y mis lentes rebotaron lejos de mí; él se detuvo, parecía dudar, pero finalmente se alejó, dejándome solo.
Más que el golpe, más que el brazo, me dolía su manera de mirarme; el cariño que me había profesado durante días, se había disipado en solo unos minutos. Golpee el pavimento con mis manos y grité, después de eso me puse de pie y regresé al café.
Los clientes seguían ahí, incluyendo los amigos de Mauricio, todos estaban murmurando; Lizy le estaba gritando a su hermano hasta de lo que se iba a morir, pero el lugar se quedó en silencio cuando entré con rapidez, fui por mi mochila y, sin cambiarme, volví a salir.
-¡Marty! – Andrés intentó seguirme pero Lizy lo detuvo.
Apenas estuve en la calle, tomé el primer taxi que vi, le di la dirección de Mauricio y le pedí que me llevara con rapidez, me gasté todo el dinero que llevaba en ese momento, pero, al llegar a su casa, estaba sola. Wolf, el pastor alemán, me reconoció y se acercó a la reja, quedándose ahí, conmigo, cuando me senté en la entrada; iba a esperar a Mauricio.
Las horas pasaron y él no llegaba; intenté marcarle a su celular, pero me enviaba directamente al buzón, así que, me sentía perdido. Casi a las dos de la mañana, su automóvil llegó; Wolf se emocionó y yo me puse de pie, no me iría hasta que me escuchara. La reja se abrió y el estacionó el automóvil dentro, Wolf estaba bien entrenado y no salía a menos que Mauricio se lo dijera, pero yo entré, pues el perro ya me conocía y no me hacía nada.
Mauricio bajó del automóvil, andaba desarreglado, su ropa no estaba bien puesta y además, iban dos chicos con él, jóvenes y, al parecer atractivos, pues no llevaba mis gafas y no distinguía bien; ellos me miraron con curiosidad y Mauricio no dijo nada, solo fue a abrir la puerta de la casa.
-¿Por qué no dijiste que íbamos a ser cuatro? – indagó uno con picardía.
-Sí, yo también pensé que seguiríamos siendo solo tres, como en el motel – soltó la carcajada el segundo.
Esas palabras me dolieron, mi labio inferior tembló y me abracé a mí mismo, sin poder evitar que mis lágrimas cayeran.
-Entren – ordenó haciendo una seña – yo los alcanzo, solo termino este problema.
Los dos chicos se metieron a la casa y él caminó a la reja – vete – dijo al abrir la puerta.
-No – negué – tienes que escucharme… – pedí en sollozos.
-No tienes nada que quiera escuchar, Martín – su forma fría de decir mi nombre me lastimaba.
-Maury – caminé hasta el – ya no tengo nada que ver con Andrés – intenté aferrarme a su camisa – eso fue antes de…
-¡Lárgate! – gritó, me empujó con fuerza y casi me caigo, pero él no se inmutó, solo señaló la calle – yo pensé que eras distinto – prosiguió – eres falso, mentiroso, hipócrita – soltó con furia – eres peor de lo que puedo siquiera decir, peor que una meretriz de esquina… O, ¿qué? – alcancé a notar su sonrisa cruel – ¿pensabas que iba a querer compartirte? No eres tan bueno – aseguró – no vales la pena… Además, es obvio que lo prefieres, ¿por qué no estás ahora con él? Porque seguramente gimes como puta en su cama, igual que lo hiciste en la mía…
Limpie mis mejillas y me mordí el labio, no merecía que él me dijera esas cosas, pero comprendía su enojo. Él pensaba que había querido proteger a Andrés, cuando simplemente, no quería que Lizy se viera afectada por ese pleito, ni él tampoco, pues a pesar de todo, estábamos cerca del campus universitario.
-Perdón… – bajé la mirada y caminé a la puerta, me quedé en el umbral mientras él cerraba – Maury – levanté el rostro y traté de sonreír – en verdad, me había enamorado de ti, aunque no me lo creas…
Di media vuelta y empecé a caminar, alejándome de su casa, había perdido una parte de mi corazón ese día.
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