Caramelo
Cuando empecé a trabajar, no creí que pudiera sentirme tan cansado, aún y que, muchas veces, debo desvelarme terminando trabajos de la universidad; ahora, siento como si me hubiera pasado un camión por encima.
Estoy fatigado, me duele todo el cuerpo y aun así, debo ir a la escuela y después al trabajo. Me despido de Max, antes de salir de mi habitación, solo que él se encuentra plácidamente dormido en su hábitat, es poco probable que se entere siquiera que me fui. Mi madre no me preguntó a qué hora llegué, así que, simplemente desayuné y salí de casa.
Ahora tendría que pensar; ya había tenido dos sesiones de sexo con Andrés, ¿qué debía hacer? ¿Fingir que nada pasó? ¿Empezar a comportarme distinto? ¿Tratar de ser más amable? De todas maneras, Andrés se comportaba de manera agradable conmigo, ¿o no? Bien, mejor no pensar, solo debo dejar que las cosas fluyan.
* * *
Ese día salí temprano, faltó un profesor y además, era un día en que casi no tenía clases, por lo tanto, fui directamente al café.
-¡Marty! Qué bueno que llegas temprano – Lizy me abrazo – tengo que salir, me hablaron de la oficina de impuestos, ¡juro que voy a matar a mi contador! Tengo que irme, por favor encárgate – agarró su bolsa y salió – vengo después de las cinco, seguro, es a la hora que cierran en esa oficina…
Fue lo último que alcancé a escuchar, así que, rápidamente, fui a cambiarme, no podía dejar mucho tiempo el lugar solo, aunque fuera martes. Cómo no había clientes, me puse a hacer tareas en la mesa de mostrador, después de todo, tenía tiempo para eso. A las cuatro, la campanilla de la puerta se escuchó.
-Buenas tardes – el joven sonrió al ver que levantaba el rostro.
-Buenas tardes… – sonreí – Bienvenido, pase, siéntase cómodo.
-Gracias…
Caminé hacia él con la carta de café y postres – ¿desea ordenar o esperará a sus amigos? – indagué.
Era un cliente al que ya conocía, normalmente iba al café dos o tres veces al mes, solo los jueves, después de las seis, con otras personas, pero no sabía mucho de él.
-No, esta vez vine solo – sonrió recibiendo las cartas – y, ¿tu jefa?
-Ahorita no está, tuvo que salir a unos asuntos importantes – expliqué sacando la pequeña libreta para tomar el pedido.
-Entonces, estás solo también – miró a los lados, el lugar estaba vacío – no hay muchos clientes hoy.
-No – negué – los martes no hay mucha actividad, por eso me quedo solo para que Lizy tenga tiempo para ella.
-Bien, entonces, tráeme un late con caramelo y un pay de manzana.
-En un momento…
Fui a la cocina a preparar la orden y momentos después, regresé con él – aquí tiene – anuncié.
-Marty, ¿cierto? – levantó el rostro y poso sus ojos verdes en mí
-Es Martín en realidad, pero todo el mundo me dice Marty – expliqué.
-Es un lindo apodo – sonrió – Bueno, Marty, ¿por qué no me haces compañía hoy? Siéntate – indicó el sillón frente a él.
-No, no puedo – negué – estoy trabajando y, las mesas son para los clientes…
-Nadie le dirá a tu jefa – me guiñó un ojo – además, me siento extraño comiendo solo… No te preocupes, no hay más clientes, así que, no te dirán nada y, si necesitas consumir, pon en mi cuenta lo que quieras tomar, yo lo pago.
Suspiré, iba a negarme pero finalmente accedí, después de todo, el cliente siempre tiene la razón – de acuerdo – sonreí – vuelvo.
Me preparé un café latte también y regresé con el cliente, sentándome frente a él.
-Marty – sonrió – estudias en la universidad, ¿cierto?
-Si – respondí con calma.
-Te he visto ahí – sonrió comiendo un poco de su pay.
-¿De verdad? – levanté la mirada.
-Sí, aunque al principio dudé que fueras tú – respondió – tu carácter y especialmente, tu peinado, es distinto…
-Sí, es que – instintivamente llevé una de mis manos al broche que Lizy me había dado al empezar a trabajar en el café, con los que mantenía mi cabello en su lugar – a mi jefa no le gusta que use mi cabello normal.
-Pues, te miras muy bien así como lo usas aquí, pero tu peinado habitual te hace ver más, interesante… – dijo con total convicción.
-Gra… Gracias – titubee, acomodando mis lentes con nerviosismo, era la primera vez que me hacían un cumplido de esa manera – usted, ¿estudia en el campus?
-No – negó y bebió de su café – soy uno de los profesores de ingeniería en sistemas – explicó – mi nombre es Mauricio Iturbide.
Me sorprendió esa información – Parece más un alumno – dije con una sonrisa.
-Gracias, y pues, ciertamente, no soy de los más ancianos, este es mi segundo semestre impartiendo la docencia – seguía con calma comiendo el pay – acabo de cumplir veintiocho.
-Pues sí, eres muy joven – me cubrí la boca y negué – perdón, perdón, es usted muy joven – cambié mis palabras correctamente, no debía tratar de manera informal a los clientes.
-Está bien, ¿por qué no nos tuteamos? – recargó un codo en la mesa y su mirada verde se posó directamente en mi rostro, era penetrante, profunda y, simplemente, sentí que todo mi cuerpo ardía – me gustaría conocerte mejor Marty…
-¿Mejor…? Ah, es que… no… no entiendo… – dije con vergüenza, mejor fingir que no sabía que era lo que buscaba.
-¿Tienes novia?
-No, la verdad – reí nerviosamente – las chicas no me van…
-Entonces, ¿tienes novio?
-No… Es decir… No puedo decir que sea novio… ni pareja… – bajé mi rostro – ni nada en realidad… – no pude contener mi molestia, tampoco podía decir que solo tenía sexo con el hermano de mi jefa
-Me alegra oír eso – su mano se movió y acarició la mía por encima de la mesa – la verdad, me gustas – sus palabras fueron directas – desde que te vi por primera vez y, déjame decirte, que cada que vengo los jueves, me enamoro más de ti, aunque a veces no te veo, por eso preferí venir hoy… Solo.
-Es que… – removí el café con la cuchara, deshaciendo la figura de la espuma – yo… – no sabía que decir – a veces… no trabajo los jueves…
-Descansas mañana, ¿cierto?
-Si… – su mano seguía sobre la mía y yo no sabía si alejarlo o no, la caricia me estaba gustando.
-¿Te gustaría ir a cenar algo? – esas palabras me estremecieron – en plan de amigos – aseguró – como dije, quiero conocerte más, también que tú me conozcas y me trates con más familiaridad.
-Yo, es que… No lo sé… No sé si podría… – pensé en que, quizá Andrés se molestaría, pero no podía decirle eso a Mauricio – por las tareas y…
-Entonces, dame tu número y te marco para saber si estarás o no ocupado – me guiñó un ojo, iba a negarme, pero no supe por qué, terminé dándoselo – Bien, entonces, mañana te llamo para ponernos de acuerdo, ¿a las tres está bien? O ¿a qué hora sales de la escuela?
-A las tres – dije en un murmullo.
-Bien – sacó su billetera y dejó un billete de alta denominación en la mesa – cóbrate el consumo y, lo demás, es tu propina – se puso de pie y después, se inclinó hacia mí, rozando mis labios con los suyos, pero aun así, pude percibir el intenso sabor a caramelo de su café – hasta mañana, Marty.
Me quedé atónito, sin moverme, mientras él salía del local, haciendo un movimiento con su mano, a manera de despedida. No supe cuánto tiempo me quedé ahí, sentado, viendo la puerta; mi café ya estaba frío y aún no recogía la mesa. El sonido de la campana me sobresaltó, era Ruth, así que, debían ser aproximadamente las cinco.
-Hola Marty – sonrió y se sentó en su mesa habitual.
-Buenas tardes… – me puse de pie y llevé los platos y tazas al mostrador para ir por su orden, seguía con mis pensamientos, pero debía hacer mi trabajo.
Antes de las seis llegó Judith, las dos tomaron otro café y se retiraron después de eso, pero lo extraño era que aún no llegaba Lizy, ni tampoco Andrés.
Unas personas más llegaron, pero pidieron cosas para llevar, así que, seguí solo en el café el resto del día, casi las nueve, Lizy volvió.
-Lo siento Marty – se disculpó abrazándome – mi estúpido contador no me dejaba, me invitó a comer y bueno, una plática, una copa – ahora entendía por qué olía ligeramente a alcohol – el idiota es mi ex, pero es bueno en lo que hace – sonrió – y en la cama ni se diga, hoy lo pasaré con él, ¡lo veré en mi depa para “cenar”! – anunció con emoción, mientras yo levantaba una ceja.
“Así que lo fácil para ir a la cama es de familia”, me reprendí por pensar eso de Lizy. Caminé al baño y me cambié para salir.
-Ya me voy – anuncié.
-Bueno, nos vemos el jueves Marty – ella tomó las llaves – yo cierro – anunció.
-Lizy – titubee – hoy… Hoy no vino Andrés, ¿sabes por qué?
-¿Andrés? Si – asintió – ayer me dijo que iba a salir de la ciudad – explicó.
-¿Salió?
-¿No te avisó? – puso las manos en su cintura – por eso te invitó a salir anoche, dijo que volvería en una o dos semanas, ¿ni tan siquiera te envió un mensaje o te llamó por teléfono?
Eso explicaba por qué, al llevarme a casa, no dijo “te veo mañana” sino “te veo después”
-No…Ni siquiera… – me mordí el labio – Ni siquiera hemos intercambiado número – mi voz apenas salió, decir eso me hizo sentir extrañamente mal, un poco deprimido y ella lo notó.
-Cariño – se acercó y acarició mi rostro – Marty, yo te dije que él se la pasaba viajando, no pongas esa carita…
-¿Q…? ¿Qué carita? – traté de sonreír.
-Marty – me tomó por los hombros y suspiró – está mal que diga esto de mi hermano, ¡porque es mi hermano! – dijo con toda la obviedad del mundo – es innegable que se interesa en ti, digo, ¿quién no lo haría? Hasta yo te llevaría a la cama, estás bien bueno…
-Espero que eso sea el alcohol hablando, Lizy – dije con nervios.
-Tal vez – sonrió – pero, Marty, mi hermano ha tenido muchas parejas, y no digo solo mis meseros que, hasta hace poco, corroboré mis sospechas por que él me lo confesó – levantó una ceja – cada que sale de viaje por su trabajo, no creas que no tiene sus amoríos, es un casanova empedernido que no desaprovecha la oportunidad – explicó – pensé que te tomaría más en serio, creí que pensaría en ti, pero, si ni siquiera te avisó y tampoco te pidió tu teléfono, no creo que te merezca… No parece esforzarse, solo hace lo necesario para tenerte comiendo de su mano, como las flores, la invitación al cine y quizá con eso, ya te llevo a la cama de nuevo, ¿cierto? – me sonrojé, tenía razón – Marty, él puede ser muy cruel – su voz sonó seria con rapidez – muchos de sus ex amantes han sufrido por su rechazo, por favor, no te enamores de él, a menos de que él se enamore primero de ti – su mirada azul me dijo que estaba hablando en serio – prométemelo – suplicó – te aprecio mucho – me abrazó – eres el mejor mesero que he tenido y casi te veo como mi hermanito pequeño – restregó su rostro en mi hombro – por eso, no quiero que sufras…
-Yo – titubee, pero ella debía conocer más a su hermano que yo – Lizy, entiendo – sonreí para calmarla – no estoy enamorado de tu hermano – aseguré – pero, él despertó algo en mí que, bueno, es difícil explicar…
-¿Qué cosa?
-El deseo sexual… – intenté reír pero solo suspire.
-Es normal – se alzó de hombros – a tu edad, yo ya había probado el sexo y lo disfrutaba como enferma – rió – pero, aprende algo, si es solo sexo, disfrútalo por tu cuenta, no permitas que otro te controle por lo que le cuelga entre las piernas – levantó una ceja – hay muchos hombres en el mundo, Marty, y mi hermano, aunque guapo, bueno, espectacular y lo que quieras, no es de los que se enamoran, y tú, eres un niño lindo, que seguramente, ya empezó a hacerse ilusiones – esa palabras me dolieron, tenía razón, por eso el día anterior me había sentido mal – pero si no es así y entiendes a la perfección cómo son las cosas, entonces no me preocupo y sigue con el juego, mientras encuentras algo mejor…
-De acuerdo – asentí – mejor me voy…
-Marty – ella me miró a los ojos – ¿quieres que le dé tu número para que te llame?
-No – negué – además, ya se lo di a alguien más…
* * *
El siguiente día, recibí la llamada de Mauricio a las tres, como me dijo; preguntó si tenía algo que hacer en la noche, pues el salía hasta las seis de las clases que iba a impartir ese día. Acepté salir con él, le di la dirección de mi casa y después de eso, nos despedimos.
Él pasó por mí a las ocho, me llevó a comer a un restaurante no muy lujoso, pero entretenido y platicamos mucho para conocernos. Trabajaba en las mañana en una empresa de sistemas, redes y seguridad privada, la cual era una empresa familiar, por eso tenía un horario flexible, salía a las dos e iba a dar clases al campus, tenía varias horas de docencia en la tarde, por lo que unos días trabajaba más que otros. Sabía perfectamente que cortejar a un alumno iba contra las reglas, pero yo no era su alumno directamente y, mientras nuestra relación estuviera fuera del campus, no le miraba problema. También me puso al tanto de su vida privada, algo que me incomodó, pues, mientras él me dijo que tenía más de dos años sin pareja, yo no pude decirle que tenía algo que ver con Andrés.
Mauricio era atractivo, divertido y muy romántico; su manera de hablar, siempre viéndome a los ojos y tratando de acercarse a mí, me ponía extremadamente nervioso; pero, a diferencia de Andrés, no intentó llevarme a la cama ese mismo día, algo que, en el fondo, me decepcionó un poco, pues yo había comprado un paquete de condones por si se daba la oportunidad.
El jueves que volví al trabajo, Lizy me comentó que su hermano se había enojado con ella, ya que lo regañó por no decirme nada y le dijo que me había hecho sentir mal y, aunque Andrés, al parecer le pidió mi número de teléfono para marcarme, ella se lo negó, pues yo le había dicho que no se lo diera. Por una parte me sentí bien, aunque por otra, me decepcioné, también me hubiera gustado recibir su llamada, pero quizá Lizy tenía razón, seguramente Andrés estaba ocupado con alguien más y yo no debía esperar nada de él.
Ese jueves, Mauricio llegó con sus amigos, mientras estaba con ellos, su mirada me seguía, pero no decía nada, solo una que otra sonrisa esporádica; cuando sus amigos se retiraron, él se quedó a esperarme y fue cuando Lizy se dio cuenta que tenía un nuevo pretendiente.
-No, no, no – negó – no puedes meterte con los clientes – me dijo con un gesto de frustración – admito que el castaño es lindo – hizo una seña hacia la puerta, pues estábamos en la cocina – pero, Marty, ¿cómo se te ocurre?
-Bueno y entonces, ¿dónde quieres que me consiga novio?
-Pues en tu escuela…
-Es de mi escuela – respondí fríamente.
-¿De tu escuela? ¿Es estudiante? Debí imaginarlo, se mira joven…
-No, es profesor de otra carrera – expliqué – así que, técnicamente, no es solo cliente de aquí.
-¿Un profesor? – su gesto paso de asombro a una sonrisa pícara – ¡Que buenos gustos tienes Marty! – se mordió el labio – dile que te enseñe mucho – rió.
-Lizy, no es profesor mío y, en la escuela, no podemos acercarnos, está prohibido – la miré de soslayo – si no me dejas verlo aquí, entonces tendré que renunciar o simplemente decirle que me deje en paz, porque no podré tener más oportunidades…
-¡No!, espera – negó con efusividad – mejor sí, quédate con él – me guiñó el ojo – si te hace sentir mejor, por mí no hay problema, y tienes razón, no es solo un cliente, así que, olvídate de mí regla – me hizo girar y me empujó al baño – ahora cámbiate que te está esperando…
-De acuerdo.
Me cambié y salí del café con Mauricio, quien me invitó a cenar; aún y que tenía tarea, accedí, de todas maneras no era mucha y tampoco para el día siguiente.
-Lizy es extraña – mencionó mientras esperábamos la cena.
-¿Por qué? – levanté una ceja ante esas palabras.
-Me preguntó si me gustabas – buscó mi mirada
-¡Ah! – reí nervioso – ¿y que le respondiste?
-Que sí, obviamente – su voz era seria – después me advirtió que fuera cuidadoso contigo o haría de mi vida un infierno – sonrió – parece una mamá sobreprotectora.
-Dice que me ve como un hermanito.
-Pues, tiene al hermanito más lindo del mundo.
Esas palabras lograron sonrojarme. Al terminar, igual que el día anterior, me llevó a mi casa, sin dobles intensiones, algo que ya me estaba impacientando.
-Marty… – me llamó antes de que bajara, su mano me tomó por el mentón y se acercó hasta besarme en los labios.
Empezó lento, suave, despacio, pero en cuanto yo separé mis labios, su lengua entendió que tenía mi permiso de hacer lo que quisiera. Nos reconocimos mutuamente por primera vez, me gustaba y, además, era excitante que me besara frente a mi hogar.
-Vamos a mi casa – susurró al separarse un poco de mí – duerme conmigo…
-Yo… Es que… Mañana tengo clases…
-Lleva ropa – sonrió y volvió a besarme.
¿Cómo no acceder ante esa petición? Además, ya necesitaba acción, me estaba consumiendo por dentro.
-De acuerdo… – dije en un susurro al separarnos, relamí mis labios y abrí la puerta – espérame unos minutos.
Entre a mi casa, le avisé a mi mamá que me quedaría en casa de un ‘compañero’ por un trabajo, así que, le pedí de favor que alimentara a Max y le diera el huevo cocido de los viernes temprano, pues, cuando yo desayunaba esos días, el me acompañaba; después de eso, busqué ropa con rapidez, tomé mis útiles para el día siguiente, me despedí de Max, tomándolo en brazos y haciéndolo cariños para que no se enojara, como siempre que no le prestaba suficiente atención, y salí de casa. Mauricio se notaba impaciente y yo también.
La casa de Mauricio era grande, aunque no tan lujosa como la de Andrés; tenía un perro pastor Alemán llamado Wolf y lo recibió muy cariñoso, así que me presentó con él, aunque a su mascota no parecí agradarle mucho, quizá el olor extraño de Max estaba impregnado en mi ropa.
Cuando entramos a su casa, me abrazó por la espalda, me quitó la mochila dejándola en el sillón de la sala y me guió escaleras arriba ente besos y caricias suaves. Mauricio era más tranquilo que Andrés, se tomó su tiempo en desvestirme, recorriendo mi piel, que, agradecía, ya no tenía las marcas que portaba unos días antes; además, dejó mis gafas de lado, al menos él no parecía tener un fetiche dejándomelas puestas. Los labios de Mauricio recorrieron mi cuerpo con una lentitud que me volvía loco, no sabía si lo hacía consciente o inconscientemente, pero yo estaba por suplicar que me penetrara.
Sus labios envolvieron uno de mis pezones y no pude evitar soltar un gemido, enterré mis dedos en su cabello castaño y arquee mi espalda, sus manos recorrían mi abdomen, mis piernas y mi sexo; apenas eran roces, pero lograba hacer que mi piel se erizara por los escalofríos que producía. Después de jugar con ambos pezones, bajó besando y lamiendo mi vientre, llegó a mi sexo y lo engulló completamente.
Grité.
Su boca, caliente, suave, sensual y su lengua estimulándome de forma insistente; se sentía delicioso todo lo que estaba provocando en mí. También besó y lamió mis testículos, para después alejarse y volver a mi rostro, dándome un beso largo y demandante.
-Soy activo – dijo entre susurros – espero que no te moleste…
-No – negué y me ofrecí por completo besándolo con pasión.
-¿Eres virgen?
-No, no soy virgen – respondí.
-De acuerdo, así podemos hacerlo más rápido – sonrió cerca de mi oreja y mordió mi lóbulo; se alejó, sacando un lubricante de su buró, impregnó sus dedos y lo esparció por mi entrada – caliente – anunció cuando introdujo un dedo.
-Ya… – respiraba agitado, mis ojos estaban húmedos y necesitaba sentirlo dentro – mételo… – supliqué.
-Eres muy desesperado – dijo con diversión – pero apenas he metido un dedo.
-No – negué – ya… mételo… lo necesito… Por favor…
Acarició mi mejilla y asintió, retiró los dedos de mi interior y se colocó un preservativo, abrió mis piernas, se acomodó entre ellas y rozó con la punta mi entrada, presionando suavemente – Relájate – ordenó.
Asentí y traté de relajarme pero, entró de un solo golpe, obligándome a gritar de dolor, arqué mi espalda y enterré mis dedos en la sabana, pero sonreí; me había gustado sentirlo así, profundo y fuerte de un solo movimiento.
-Marty… – se inclinó hasta mí y me besó – por eso… te estaba… preparando… – su voz sonaba preocupada – lo siento…
-No… – negué – no… importa… dame… fuerte…
-Marty… – sonrió y me besó, al momento que su cadera empezaba un ritmo rápido, fuerte, entrando hasta lo más profundo.
Llevé mis manos a su espalda y encajé mis uñas en sus hombros, enredé mis piernas en su cintura y mi interior se contraía apresándolo, no quería dejarlo salir, me gustaba sentirlo. Me acerqué a su cuello y dejé varias marcas ahí, mientras el mordía mis hombros. Sus manos se movieron hasta quedar tras mi espalda y me obligó a incorporarme con él; quedé sobre su miembro, sus manos bajaron hasta mis nalgas y nos volvimos a besar.
-Muévete… – pidió sin alejarse completamente de mis labios.
Acomodé mis piernas lo mejor que pude, llevé mis manos a su cabello y empecé a mover mi cadera, marcando un ritmo fuerte; él fue a mi cuello, lamiendo, mordiendo, succionando, estaba dejando la marca de su paso en mi cuerpo y me sentía dichoso por eso. Su mano derecha fue a estimular mi sexo y vaya que parecía tener experiencia en eso, pues en poco tiempo llegué al orgasmo en su mano. Mis movimientos cesaron, recargué mi rostro en su hombro y el besó mi mejilla.
-Sabes rico… – dijo momentos después, logrando que me moviera para verlo.
Estaba lamiendo su mano manchada con mi semen, sonreí; aún cansado, la tomé por la muñeca, acerqué sus dedos a mis labios y empecé a lamerlos y succionarlo. Él me besó aún con sus dedos entre nosotros; sin darme cuenta me recostó en la cama y salió de mi interior, haciéndome girar, levantó mi cadera y volvió a entrar. Esta vez, sus movimientos eran mucho más fuertes, me dolía, pero mi cuerpo se arqueaba solo para recibirlo, más no tardó mucho; se salió, me hizo girar de nuevo para quedar boca arriba, se quitó el condón y terminó en mi rostro, llenándome con su semen pegajoso y caliente.
Sonreí, el lanzó el plástico a un lado y se recostó sobre mí, limpiando mi rostro con su lengua, para, finalmente, volverme a besar.
-¿Cansado? – preguntó sin parar de repartir besos en mi rostro y cuello.
-Un… poco… – reí, me hacía cosquillas.
-Yo no – mordió mi oreja – me gustaría seguir un poco más…
-A mí también… – acaricié su mejilla.
-Entonces, ¿podemos hacerlo de nuevo?
-Sí, todas las veces que quieras… Maury…
Mauricio sonrió – me gusta – aseguró – dime así, mi amor…
-Maury… – repetí y momentos después, volvíamos a empezar nuestra intimidad.
Sus caricias, sus besos todo él era distinto a lo que había conocido; su forma de tratarme era maravillosa y buscó darme placer hasta que quedé exhausto. En ese momento, me cubrió con las sabanas y me acunó en brazos, besando mi cabello con insistencia.
-Descansa…
No dije nada, me gustaba esa calidez, esa dulzura y ternura que me envolvía, así que, solo iba a dejarme llevar y disfrutar, mientras pudiera seguir con esa relación.
* * *
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