La campanilla del enorme local se escuchó. Los ayudantes del dueño se asomaron desde dónde estaban, pero al ver al cliente, solo saludaron cordiales y permitieron que se acercara al mostrador, siguiendo con sus respectivas actividades.
-Buenos días, bonito – sonrió el hombre de cabello negro y sonrisa amable, mientras sus ojos castaños escudriñaban con ansiedad, al chico que tenía enfrente.
Efraín era el dueño del acuario más prestigioso de la ciudad, que se encontraba en un enorme centro comercial, su trato a los clientes era amable, pero además, la gran mayoría de los varones se veían envueltos en sus encantos, por eso, siempre lo buscaban a él precisamente. Era un chico de veinticuatro años pero su estatura y sus rasgos delicados, lo hacían ver más pequeño; su cabello era castaño claro, tenía unos grandes y expresivos ojos color miel y sus labios eran gruesos y sonrosados.
-Hola, buenas tardes – sonrió el castaño y dejó de lado su libro de notas, para acercarse a su cliente – no tienes pedidos para hoy, Guillermo – dijo coqueto, inclinándose y recargando sus antebrazos sobre el mostrador – ¿a qué debo el honor de tu visita?
-No te vi antier – comentó el aludido, imitándolo, inclinándose hasta dejar su rostro cerca del otro – me sentí muy mal al venir por la comida de mis peces y tú no me atendiste – reclamó en un susurro.
-¿No te dijeron que estuve enfermo? – preguntó fingiendo tristeza – llegaron plantas acuáticas nuevas, para los acuarios holandeses – sonrió emocionado – y, bueno, como siempre, la alergia por los productos para tratar el agua me atacó, pero ya estoy bien…
-Siempre me he preguntado – la mano del pelinegro se movió y acarició la del otro con suavidad – si te enfermas con los productos que usas, ¿por qué tienes que hacer tú el cuidado previo de esas plantas?
-No es una enfermedad – negó y giró la mano para que los dedos del mayor se movieran a placer por su palma – pero tengo piel delicada y en ocasiones, algunos químicos demasiado fuertes me causan irritación y urticaria, pero no es nada que no se pueda controlar – explicó con lentitud – además, si tengo un acuario, es porque me gusta el paisajismo plantado – dijo con orgullo, pues era uno de los exponentes más reconocidos de dicho pasatiempo en la ciudad – así como de los animales que pueden habitar en él y esa pequeña alergia no me va a detener en mi sueño – le guiñó un ojo – para eso tengo mis medicamentos.
-Eres tan masoquista – el pelinegro se relamió los labios.
-Es algo que te gusta, o ¿no?
-Sabes… si me hubieses dado tu dirección, habría ido a visitarte ayer – Guillermo levantó una ceja, a modo de reclamo.
-Lo lamento, pero mi dirección es algo que no le doy a cualquiera…
-Así que, aunque tenemos casi cuatro meses en una relación, ¿no puedes darme tu dirección, aún?
Efraín entrecerró los ojos y después, sonrió con sarcasmo; se puso de puntitas para inclinarse más sobre la mesa y su nariz rozó la del otro – es solo una relación causal de sexo – susurró contra los labios del mayor – no significa que somos pareja formal o algo así – sonrió juguetón – para eso, tu tendrías que dejar a tu novia, pero no puedes, porque ya llevas años con ella ¿no es así?
Ese era un reclamo común de parte del castaño, aunque era solo un juego, pues le gustaba molestar a Guillermo, quien tenía ya treinta años y aunque muchas veces le decía que dejaría a Mary, su novia, Efraín realmente no quería tener una relación seria y lo detenía en el último momento.
-Además – prosiguió el menor – así como tú tienes tus asuntos, yo tengo los míos, sabes bien que no eres el único – se alzó de hombros y se movió por el mostrador, hasta un pequeño acuario que tenía a un lado, dándole a los peces un poco de comida.
-Podrías ser el único para mí, si quisieras – sentenció el pelinegro, siguiéndolo como un perrito necesitado de atención – te lo he dicho muchas veces, solo dame una señal y estoy dispuesto a mandar al diablo todo, incluso a Mary…
-¡Qué aburrido! – rió el castaño y negó – bien sabes que no soy esa clase de chicos, así que, olvídalo… mejor cambiemos de tema, dime, ¿viniste realmente porque estabas preocupado por mí? No lo creo…
El mayor suspiró, ciertamente no había ido solo por eso.
-Vine porque necesito un favor.
-¿Un favor? – Efraín levantó una ceja y lo miró de soslayo – eso es extraño, ¿qué favor podrías querer tú de mí?
-Como sabes, antier llegó mi hermana… – empezó el pelinegro.
-Sí, la princesa de tu casa – se burló el otro.
-Efra… – la voz seria de Guillermo se hizo presente, pues detestaba que le dijeran cosas a su hermana, pues la adoraba.
-De acuerdo, perdón – el castaño entornó los ojos – y, ¿qué quieres? ¿Acaso ella tiene el mismo interés en los acuarios como tú? Lo dudo y, aunque así fuera, si quieres que le de diversión, las mujeres no me van…
-Me gustaría que me dejaras hablar, para explicarte…
-Bien, prosigue – el menor sonrió cansadamente.
El pelinegro respiró profundamente, parecía contener el enojo – llegó con su ‘prometido’ – dijo entre dientes.
Guillermo logró captar la atención de su interlocutor, pues esa era una novedad. Tenían tiempo saliendo y Efraín sabía mucho de la hermana del otro; estudiaba una maestría en el extranjero, era la adoración no solo de su hermano, sino de sus padres, quienes ya eran algo mayores de edad y además, era una chica hermosa, pero según tenía entendido, no tenía pareja.
-Creí que no tenía novio – comentó el castaño caminando hacia otras peceras, para revisar tanto plantas como peces.
-No lo tenía, realmente fue una sorpresa para todos – gruñó por lo bajo siguiendo al menor – y el tipo no me da confianza, no sé si solo esté jugando con ella o quiera solo la herencia, en cualquier caso, necesito quitárselo de encima – dijo con toda seguridad.
-Ajá… – Efraín asintió con lentitud – y, ¿qué es lo que quieres en realidad?
-Sé que tienes tus habilidades para conseguir que cualquier chico haga lo que quieras – sonrió confiado – así que, me gustaría que lo trataras un poco, tu sabes, lo suficiente para que se aleje de mi hermana.
-Quieres que le ponga una trampa, suena algo despreciable, ¿no crees?
-¿Qué importa?, solo hazlo…
-Necesito conocerlo – Efraín se alzó de hombros – si no me agrada, no lo haré.
-¿Ni aunque te pague? – preguntó el pelinegro con ansiedad.
-¿Tan desesperado estás de que tu hermana esté sola? Eso suena a una obsesión incestuosa – sonrió el castaño con burla.
Guillermo se puso a la defensiva – no quiero que un mantenido, vividor, entre a mi familia, es todo…
-Déjame pensarlo…
-Vendrá hoy aquí – anunció el pelinegro con seriedad.
-¿Hoy? – Efraín se sobresaltó – ¿por qué? ¿Para qué?
-Porque parece que va a comprar un departamento en la ciudad y se interesó en el acuario que tengo en casa para decorarlo, parece que también le gusta el paisaje en peceras, no sé – se alzó de hombros – así que le recomendé venir acá, por eso vine tan temprano, para ponerte al tanto.
El castaño apretó los parpados, realmente no tenía ganas de jugar con nadie ese día y menos, con un tipo al que ni siquiera había visto con anterioridad; posiblemente ni siquiera le iba a gustar.
-No me gusta que actúes sin avisarme – sentenció Efraín con molestia.
-¡Por favor! – suplicó el mayor – solo será esta vez, prometo compensarte…
Un suspiro escapó de los labios del castaño antes de masajear el puente de su nariz y terminó asintiendo; después de todo, Guillermo era esplendido y uno de sus amantes más ricos, por tanto, cualquier capricho que tuviese, sabía que él se lo cumpliría sin problema.
-Está bien, pero, solo será esta vez…
-Gracias… – sonrió el pelinegro y estiró la mano hacia los mechones castaños – pero, deberías cuidar tu presentación – dijo serio – tener plantas en el cabello no es muy atractivo.
Efraín se sobresaltó y sus mejillas se tiñeron de rojo, rápidamente le arrebató la pequeña hoja que el otro había agarrado de su melena – ¡estoy trabajando! – se excusó – obvio que estoy en contacto con plantas, agua y peces, así que no puedo evitar ensuciarme un poquito, especialmente con las algas exóticas que tengo que adecuar en un nuevo hábitat – dijo bajando el rostro y haciendo un mohín, mientras observaba lo que parecía ser un helecho verde.
-Está bien – rió el pelinegro y le acarició la barbilla – te miras adorable cuando te enojas y realmente no me molesta, pero, quien sabe que pueda pensar ese sujeto y, mejor que estés perfecto, ¿no lo crees?
-Lo estaré… – anunció con seguridad y, con mucho cuidado, dejó la hoja musgosa en la superficie de agua de una pecera, dónde los peces se acercaron con rapidez a ella.
* * *
A las tres de la tarde, Benjamín y Francisco, los dos asistentes de Efraín, aun no volvían de su hora de comida, por lo que el dueño se encontraba solo en el acuario, atendiendo a un par de clientes jóvenes.
Cuando la campanilla de la puerta anunció la llegada de alguien más, el castaño levantó el rostro y su mirada chocó con la azul del hombre que se quedó en el umbral, observándolo fijamente; el sujeto de piel blanca y cabello azabache se miraba imponente y, sin mover un solo músculo de su cuerpo, parecía una estatua. Un escalofrío cimbró a Efraín de pies a cabeza, mientras ese hombre sonreía de lado.
El castaño siguió atendiendo a sus clientes, pero sus manos empezaron a sudar, sentía la mirada fija en él, aunque no se atrevía a levantar el rostro; su sonrisa temblaba y tartamudeó un par de veces mientras se despedía de los jovencitos que salían de ahí, con una pequeña pecera y un par de tortugas.
-Buenas tardes…
Efraín sintió un nudo en su garganta al escuchar esa voz varonil, profunda y seductora; pero un temblor lo sacudió al ver la enorme mano en el mostrador, ya cerca de él.
-Buenas… – su voz se fue y tuvo que tomar aire para saludar y tratar de sonreír – buenas tardes – por fin levantó el rostro, pero evitó que su mirada chocara con la azul del otro – ¿en qué puedo servirle?
-Mi cuñado me envió a este acuario, me interesa comprar una pecera para decorar mi nueva casa…
“Mi cuñado…” el asombro se hizo presente en el semblante del castaño, ante esa palabra, pues eso solo significaba que era a quien había estado esperando, desde que Guillermo se fue.
-Quiero comprar uno grande – prosiguió el otro – y realizar un paisaje hermoso, pues a mi pareja le gustan mucho también – explicó con frialdad – me dijeron que el dueño era una persona muy amable y conocedora – sonrió.
-Bueno, si… si me recomendaron, debo esforzarme para no quedar mal – la sonrisa tembló en los labios del menor – ¿qué clase peces o plantas le gustan a su pareja? Así puedo hacerme una idea de lo que tiene en mente y sugerirle algunas otras cosas…
-¿Tú eres el dueño? – el otro ignoró la pregunta.
-S… sí – asintió – soy Efraín Carranza – se presentó, tratando de ser formal.
-Un placer, yo soy Jared Olsen – extendió el brazo para saludar al otro.
Efraín titubeó, pero aceptó el saludo, sintiendo como la enorme mano, abarcaba completamente la suya y un calor inusual lo inundaba, aunque esa caricia se sentía más que fría, por la temperatura corporal del ojiazul.
-El placer es mío, señor Olsen – el castaño sonrió nervioso y trató de alejar la mano, pero el otro no lo permitió.
El pelinegro se inclinó y sus labios rozaron la piel del dorso, en una caricia sutil, que consiguió que todo el cuerpo del menor se erizara y su rostro ardiera con rapidez.
-Mi cuñado no me dijo que serías tan lindo – sentenció con suavidad, incorporándose y observando a Efraín – creo que, me encantará tener tratos contigo…
La mirada que Jared tenía, conseguía que los nervios de Efraín se crisparan; parecía un cazador acechando a su presa, quizá, por eso era que Guillermo no confiaba en él.
-Bien… señor Olsen – el castaño alejó la mano con lentitud, tratando de no hacer movimientos bruscos, como si realmente el otro fuese una bestia en busca de la menor oportunidad para atacarlo – ¿qué tipo de acuarios le interesan?
-A mí me gustan mucho los biotopos marinos, a mi pareja le gustan los de agua dulce – sonrió – pero tú, ¿cuáles prefieres?
Efraín sintió que se le iba el aire y trató de girarse, para que el otro no lo viera, pues seguramente su rostro estaba rojo – pues… no creo que eso tenga que ver, si el acuario será para la casa que compartirá con su pareja, debería pensar en ello como necesidad primordial – dijo con rapidez, tratando de no delatar su nerviosismo.
-Podría comprarle a mi pareja el que ella quisiera, pero realmente, me interesaría saber cómo diseñarías uno tú, si te diera total libertad de hacer lo que desees en mis dominios – dijo el ojiazul con un tono seductor.
La campanilla de la puerta sonó y ambos giraron el rostro para ver al recién llegado, era uno de los asistentes del acuario.
-Buenas tardes – sonrió Benjamín – lamento la tardanza ‘Efra’ – se excusó mientras dejaba sus cosas bajo el mostrador.
-¡Benja! – el castaño se sintió aliviado – yo, tengo algo que hacer, ¿podrías atender al caballero por favor?
-¡Claro! – asintió el joven – ¿qué necesita? – preguntó cordial, mientras su jefe escapaba a la trastienda.
Jared siguió con la mirada al castaño, mientras su sonrisa se acrecentaba en sus labios; le gustaba esa manera de ser, parecía un pequeño animalito asustado. Mientras tanto en cuanto cruzó la puerta, Efraín se recargó en la pared de la parte trasera del local, llevando una mano a su pecho, sintiendo el latido acelerado de su corazón; ese hombre lo había puesto sumamente nervioso y no era correcto que se comportara así.
-No puede ser… – negó y recargó la cabeza contra la pared, mordiendo su labio con insistencia.
No sabía qué hacer, no sabía cómo reaccionar y, eso no le gustaba; cerró los ojos y en un instante, la imagen de Jared se adueñó de sus pensamientos, iniciando la ilusión con el beso en su mano y pasando rápidamente a un acercamiento sumamente atrevido, algo que él trataba de evitar, pero su cuerpo se rendía sin mucha lucha.
Cuando los ojos miel se abrieron de golpe, tenía el dorso de la mano, que el otro se había atrevido a besar, cerca de sus labios. Bajó la mano de un solo movimiento y negó.
-¡No! – dijo serio – no es nada, solo fue, la impresión del momento… solo eso… – dijo tratando de ser seguro, pero sus piernas aún temblaban y era posible que necesitara algo de tiempo para calmarse.
* * *
A las ocho en punto Benjamín y Francisco se despidieron de su jefe y salieron del acuario, pues debían tomar el transporte a sus casas. Efraín, por su parte, se quedó un poco más para hacer el corte de caja y revisar los registros; pronto debía hacer el pedido de algunos químicos para tratar el agua de las peceras, así como de algunos peces y plantas exóticas, para algunos clientes importantes. Casi a las diez, el castaño salió del local, yendo al estacionamiento subterráneo por su auto.
El automóvil de Efraín era uno especial, pues uno de sus amantes se lo había comprado unos meses antes, cuando a él le fascinó al verlo en un comercial; era un convertible rojo, llamativo, lujoso y extremadamente caro. Claro que ya había acabado con esa persona, pero se había quedado con ese regalo y todos los demás, como siempre que terminaban sus relaciones.
El castaño estaba por abrir su auto, cuando sintió la mano de alguien en su hombro, haciéndolo girar con rapidez.
-¿Qué…?
No pudo preguntar más, pues un sonoro golpe en su mejilla lo hizo gemir y caer al piso, soltando las llaves, que cayeron a la alcantarilla que estaba ahí mismo.
-¿Creíste que podías desecharme? – la voz seria del sujeto que lo había lastimado, hizo eco en el lugar casi vacío, pues era la zona de los comerciantes y a esa hora, casi todos se habían retirado ya.
Efraín levantó el rostro y lo miró con desprecio; Darío había sido uno de sus amantes de una sola noche, pues después de tener sexo, lo descubrió usando drogas y prefirió no volver a verlo, pero el otro no lo tomó muy bien.
-Solo fue una noche – sentenció el castaño mientras se ponía de pie – y te dije claramente por qué no quería volver a verte, además, sigues con tus porquerías – dijo con desagrado al notar que el otro tenía claros signos de la acción de los estupefacientes – ¡jamás querría volver a tener algo contigo!
-Ninguna ‘puta’ me bota, así como así – aseguró el sujeto, agarrándolo por el cuello y ejerciendo presión en la delicada piel – ¿qué pasaría si te arranco esos lindos y coquetos ojos? – preguntó con cinismo, mientras del bolsillo de su pantalón, sacaba una navaja – apuesto a que nadie más se interesaría en ti.
-Suel… ta… me… – las manos del castaño intentaron alejarlo, pero, antes de que lo consiguiera, alguien jaló al otro y consiguió que lo liberara, aunque terminó de rodillas en el piso, tosiendo y respirando con dificultad.
-¡Él ya dijo que no quería nada contigo!
La voz grave sorprendió más a Efraín, quien levantó el rostro, observando a Jared; el pelinegro golpeó con furia al agresor, primero en el rostro y luego en el abdomen, para dejarlo sin aire, de rodillas contra el asfalto.
El ojiazul se acercó al menor y lo ayudó a incorporarse con sumo cuidado y delicadeza – ¿estás bien? – preguntó con preocupación.
-S… sí – asintió, aún consternado, pasando la mano por su cuello.
El mayor escudriñó al otro con rapidez y notó como la piel del cuello estaba enrojecida por culpa de las manos del sujeto a quién no conocía; sus ojos brillaron con furia y tuvo el impulso de ir a golpear de nuevo, al tipo que aún estaba en el piso, tratando de recuperar el aliento, pero tuvo que contenerse. Los guardias del centro comercial llegaron a interrumpir el momento; las cámaras de seguridad habían captado el incidente y se movieron rápido. Mantuvieron en custodia al agresor y llamaron a la policía.
Cuando les notificaron que tenían que levantar la denuncia en la central, Efraín quería negarse, ya que no tenía vehículo, pues sus llaves se habían perdido; más, no pudo hacerlo, porque Jared se ofreció a acompañarlo y llevarlo a su hogar.
Casi a las doce, la pareja recorría la ciudad, en dirección a la casa de Efraín.
-¿Qué hacías en el centro comercial a esa hora? – preguntó el castaño mirando por la ventana, pues en todo ese tiempo, no había podido interrogar al otro.
-¿Qué hacía? – sonrió – ¿no es obvio?
-No para mí – negó el menor.
-Te estaba esperando – confesó sin dudar.
Efraín sintió que su corazón se aceleraba, pero trató de restarle importancia – es tarde, ¿no deberías estar con tu pareja?
-No, por el momento yo me estoy quedando en un hotel – explicó – su familia no confía mucho en mí, especialmente su hermano – los ojos azules miraron de soslayo a su compañero.
Un nudo en la garganta, evitó que la voz del castaño saliera, aunque intentó decir algo; parecía que el otro sabía lo que se suponía que él debía hacer.
-Pareces asustado – Jared siguió el camino que el GPS le indicaba, aunque el auto era rentado, era último modelo y desde que iniciaron el trayecto, tenía la dirección – para que no pienses mal, te contaré de mi – sonrió – mi edad no es relevante, pero estudié Paleontología en Zurich y tengo una maestría en Paleontología aplicada, entre otros estudios – dijo restándole importancia – conocí a Susy en Inglaterra, pues por su maestría, ella colaboraba en el museo británico de historia natural, dónde yo estuve trabajando hasta hace poco…
-Susy, la hermana de Guillermo – susurró el castaño.
-Sí, la hermana de Guillermo.
-Ella es tu pareja, ¿es tu novia? – preguntó con calma.
La risa divertida de Jared inundó el interior del automóvil – realmente es mi esposa.
Efraín giró el rostro, observándolo asustado; no había imaginado que ellos estuvieran casados.
-Sí, lo es – dijo el otro a modo de confirmación al ver el gesto de sorpresa en el rostro de su compañero – solo que, su familia no lo sabe aún, pues ella no quiere decirles hasta que me acepten – le guiñó un ojo y detuvo el automóvil en la caseta de vigilancia de la colonia privada, donde el otro vivía.
Los guardias se asomaron y, al ver a uno de los inquilinos de ese residencial, en el interior del auto, le permitieron pasar sin más objeciones. Era una zona exclusiva, por lo que las casas estaban diseminadas en el inmenso terreno boscoso que abarcaba; el castaño le fue dando indicaciones para llegar a su hogar.
A diferencia de muchos, la casa de Efraín era una casa minimalista; dos plantas, con grandes ventanales que brindaban una hermosa vista de lo que rodeaba el lugar, pero tenía muros altos que daban a la parte frontal de su terreno y que estaban cubiertos de piedra y plantas enredaderas que, en ciertas épocas del año, se cubrían por flores de tonos varios.
-Aquí está bien… – dijo el castaño al estar frente a su residencia y se quitó el cinturón.
-¿No me invitarás a pasar? – preguntó el otro.
-Estás casado, ¿o no? – un dejo de molestia se hizo presente en su voz, por alguna razón, esa simple idea le hacía sentir mal.
-No me dirás que no te gusta pasar un buen rato con personas que tienen compromiso, ¿o sí? Lo dudo – levantó una ceja y sus ojos azules se clavaron en el rostro del otro – mi “querido” cuñado lleva años con su novia y aun así, tú y él se entienden… o ¿me equivoco?
Efraín pasó saliva, no quería caer ante ese hombre, pero no podía evitarlo; todo su cuerpo ansiaba hacerlo, rendirse ante él en todo sentido y, aunque le molestara, no podía ir contra su naturaleza.
-Tengo veinticuatro años, no tengo estudios universitarios, no tengo comunicación con mi familia desde hace tiempo y el acuario, así como todas mis posesiones, han sido “regalos” por mis favores – dijo con rapidez – no soy la clase de persona con la que alguien como tú, se relacionaría – esperaba que fuera suficiente para alejarlo.
-Si eso quieres, yo también puedo pagar por tus favores – la mano de Jared se movió y le acarició la mejilla – y mucho mejor de lo que te imaginas – le guiñó un ojo y se inclinó hacia él, después de quitarse el cinturón de seguridad – aunque preferiría que fuese de otra manera, que lo desearas tanto, así como yo…
Los labios se unieron y Efraín ya no pudo resistir; le permitió el paso a la lengua húmeda del otro para que jugara dentro de su boca, mientras él gemía por esa caricia. La piel del menor se erizaba al toque del otro; sentía que su cuerpo se calcinaba y rápidamente estaba respondiendo sin pensar, con deseo y necesidad.
-La… la puerta del porche es automática… – dijo cuándo el mayor bajó a besar su cuello – no puedo abrirla sin… sin la llave de mi auto…
-No necesitamos meter el auto a tu casa, solo necesitamos entrar tu y yo – sonrió el pelinegro y mordió con suavidad el cuello, justo dónde la vena latía.
Efraín asintió y, Jared se alejó, saliendo del auto para ir a abrir la puerta del copiloto; el menor bajó y con rapidez, abrió la puerta de metal para poder entrar, con su compañero siguiéndolo. El jardín era amplio, tenía un camino empedrado, con distintas flores alrededor de fuentes y estanques, que eran adornados con luces tenues, mismas que encendían automáticamente a cierta hora de la tarde.
Cuando la puerta de la casa se abrió, Efraín dejó de tener el control. Jared lo hizo girar, abrazándolo de manera posesiva y sus manos estrujaron el cuerpo delicado, bajando por la espalda y llegando hasta el trasero redondo, que se dibujaba gracias a los pantalones ajustados que el otro usaba, levantándolo con suma facilidad, pegándolo contra su cuerpo, para que sintiera su sexo contra el suyo; el gemido del castaño se escuchó con total libertad, cuando los labios de su compañero volvieron a posarse en su cuello, succionando con insistencia la piel que aún tenía las marcas del sujeto que lo había agredido. Las pequeñas manos se aferraron a los hombros del mayor, mientras sus piernas se enredaban en la cintura, ondulando la cadera para disfrutar lo que sentía contra su entrepierna.
-¿Dónde…? – gruñó el pelinegro con desespero.
-Arriba… fondo… ultima… puerta… – gimió Efraín y encajó las uñas en la ropa de su compañero.
Jared no esperó más, sin bajar al otro y con paso rápido subió las escaleras; en un santiamén, llegaron a la puerta principal, la cual abrió con una patada, consiguiendo que las bisagras se desprendieran, pero no le importó a ninguno de los dos. El mayor siguió hasta llegar a la enorme cama, dejándose caer sobre el cuerpo de su compañero.
Las manos de ambos se movían con desespero, desnudándose sin miramientos; los botones de las camisas y pantalones salieron disparados; en segundos, ambos estaban desnudos, besándose con ansiedad, disfrutando su sabor mutuo y el roce de sus pieles desnudas.
Efraín abrió las piernas sin pudor, entregándose completamente al ojiazul, quien no dudó en tomar lo que el otro le ofrecía.
El miembro de Jared estaba completamente erecto y, sin siquiera tomar un segundo para estimular, penetró de golpe el delicado cuerpo del castaño; el grito retumbó en la habitación mientras las delicadas manos se enterraban en las sábanas. Los ojos miel se humedecieron y las lágrimas surcaron las mejillas rápidamente.
Jared sujetó a su amante de las nalgas y lo levantó para poder embestirlo con mayor facilidad; se inclinó y mordió el cuello con saña, mientras su cadera se movía de manera salvaje, lastimando el cuerpo pequeño y delgado, que parecía desmoronarse con el movimiento que imponía para poseerlo y marcarlo.
-¡Más! – Efraín seguía llorando, pero una sonrisa de satisfacción se había adueñado de sus labios.
El pelinegro sonrió y buscó los labios del menor, disfrutando morderlos, sacando sangre de esa piel sonrosada que le había fascinado, desde que le sonrió por primera vez, aun y que había sido con duda y miedo.
-Dulce… – dijo el mayor en medio del acto, saboreando el líquido carmesí que había obtenido – tienes que ser mío – decretó con emoción – ¡solo mío!
-No… no… debo… – negó el castaño con debilidad, pues no deseaba rendirse, pero su cuerpo no lo obedecía.
Efraín se retorcía de placer, bajo el cuerpo del mayor, jamás había experimentado tanto en tan poco, y estaba seguro que solo era el principio, por eso, deseaba poder aguantar más, pero no pudo hacerlo; en cuanto una mano del ojiazul pellizcó uno de sus pezones, llegó al orgasmo ensuciando su abdomen y por un instante, todo desapareció de su mente, mientras su cuerpo se tensaba, disfrutando de esos momentos en los que alcanzaba la gloria.
Jared sonrió complacido y se alejó, saliendo del interior de su amante; sus labios recorrieron la piel suave y tersa, dejando marcas de su paso, bajando hasta donde estaba la tibia humedad que el otro había liberado, recogiendo el semen con su lengua, provocándole espasmos al otro por esas caricias tan indecentes. Las manos del pelinegro recorrían otras partes del pequeño cuerpo, parecía querer conocerlo completamente; cuando su lengua limpió el abdomen, siguió bajando, llegando al sexo lánguido del menor, albergándolo en su boca y estimulándolo de nuevo, consiguiendo que los gemidos del menor se hicieran audibles de nuevo.
-La noche, apenas empieza… – sonrió el ojiazul y depositó un beso en la punta del pequeño pene que ya había empezado a despertar de nuevo.
De un movimiento, Jared hizo que el otro girara, obligándolo a levantar la cadera para penetrarlo una vez más.
El castaño gimoteó al sentirlo de nuevo dentro, pero ya no podía hacer nada, solo disfrutar de lo que sentía al ser invadido de esa manera tan única. El pelinegro sujetó los mechones claros con fuerza y lo jaló hacia él, obligándolo a arquear la espalda.
-¡Quiero domarte! – gruño – quiero que seas mío y si tienes dueño, quiero borrarlo de tu mente… ¡de tu cuerpo!
-¡No! – sollozó el menor y su cuerpo se tensó, contrayendo sus músculos internos para apresar con fuerza al otro.
-¡¿No qué?! – preguntó el ojiazul con furia, imaginando que se estaba resistiendo.
-Soy… libre… – confesó y apretó las mantas con desespero, pues su sexo rozaba contra las suaves superficies y el vaivén impuesto por el otro, conseguí que el estímulo fuese perfecto.
El pelinegro sonrió complacido ante esas palabras; sin miramientos le hizo exponer la nuca para morderlo con fuerza, arrancando otro grito de la boca del menor. Efraín no pudo contenerse al sentir esa mordida tan especial; sintió un poco de dolor, pero luego el placer que lo invadió fue inmenso. El pequeño cuerpo se tensó por segundos, apresando el enorme miembro que tenía dentro, solo por un instante y luego volvió a relajarse, con ello, el ojiazul pasó la lengua por el lugar lastimado, disfrutando la sangre que había obtenido.
-Ya eres mío… – dijo con seguridad y confianza – solo yo puedo tocarte, de ahora en adelante…
La respiración de Efraín era débil, igual que sus gemidos, pero asintió con una delicada sonrisa en sus labios – si… amo…
Jared sonrió complacido y empezó a embestir con mayor rapidez; el otro lo había aceptado como su dueño y ya no podía echarse para atrás. El castaño recibía las estocadas en lo más profundo de su pequeño cuerpo, que parecía un simple juguete para el mayor y estaba seguro que eso se repetiría hasta el cansancio, no solo esa noche, sino las siguientes.
El pelinegro se inclinó, mordió un hombro de su amante y ahogó el ronco gemido que lo asaltó al liberar su semen; él tampoco había experimentado un orgasmo tan pleno como en ese momento y sabía la razón, ese chico era especial. Efraín relajó sus músculos y permitió que el líquido lo inundara; a pesar de lo volátil que era para las relaciones, jamás, con ninguno de sus amantes, había experimentado eso, pues siempre usaban condón y, a lo más que llegaba era a tragar el semen, cuando les daba sexo oral.
Ambos respiraban agitados, cada uno disfrutando de lo que habían sentido, al haberse entregado completamente a alguien que iba a significar mucho en sus vida, desde ese momento, en adelante.
-¿Cansado? – la voz de Jared rompió el silencio.
-Sí… – respondió Efraín a media voz – como nunca antes… – confesó, pues si de algo se jactaba, era de su gran resistencia, pero ese hombre había conseguido doblegarlo, al punto de que su cuerpo se había entregado completo y no se arrepentía de ello, aunque estuviera completamente exhausto.
Las manos del pelinegro se metieron entre el cuerpo y el colchón, acariciando el torso con insistencia – te dejaré descansar, pero, seguiremos más tarde…
-Está… bien…
Los parpados del castaño empezaron a cerrarse con lentitud, cayendo en un sueño profundo, mientras el otro besaba la piel de sus hombros y nuca.
-No creí que te encontraría… – susurró el mayor – pero ahora, no te dejaré escapar – siguió acariciando la piel que tenía cerca, aspirando el aroma embriagador que envolvía ese delgado cuerpo blanco y lo trastornaba completamente – soy capaz de poner el mundo a tus pies, a cambio de que tu existencia sea solo mía, para siempre…
* * *
Los días pasaron con relativa calma, Guillermo se comunicaba con Efraín para saber los avances con su cuñado, pero, no obtenía las respuestas que quería; el menor le mentía, diciéndole que Jared no caía ante sus encantos, a pesar de que casi diario se miraban e intimaban durante toda la noche.
Casi un mes después, el castaño invitó a Guillermo a su casa, a pasar la noche con él, para compensarlo por no haber podido conseguir que su hermana se alejara de su pareja, pues el otro se había puesto demasiado insistente con esa cuestión y Efraín se sentía presionado; además, tampoco habían tenido relaciones y pensó que con esa primicia, lo mantendría algo tranquilo.
-Así que, este es tu hogar – dijo el pelinegro con suficiencia, después de estacionar su automóvil en el porche, al lado del convertible.
Efraín traía el control remoto en la mano, ya que ese día no había ido a su trabajo, pero le había dicho a los guardias del acceso que tendría invitados, por lo que dejaron pasar a Guillermo sin problemas.
-Sí – sonrió el castaño y presionó el botón para cerrar la verja de metal – bienvenido a mi humilde hogar – dijo con ilusión, pues su casa, así como su acuario, era de lo que se sentía más orgulloso – ven, sígueme.
El menor guio a su invitado por el jardín hasta el interior de su hogar. Cuando Guillermo entró, se sorprendió de lo que vio; la casa era grande pero tenía pocos adornos y accesorios, aunque en casi cada habitación, había grandes peceras con distintos paisajes en su interior, formados por plantas y animales exóticos.
-Este es el salón y, el comedor es aquel – señaló hacia un lado – ponte cómodo, la cena aún está en los preparativos previos, ¿quieres beber algo? – preguntó cordial – mientras esperas.
-Sí, gracias – sonrió el otro aun observando asombrado el lugar, quitándose el saco que llevaba y dejándolo sobre un sillón – no sabía que cocinabas.
-No soy bueno – dijo el castaño caminando hacia el comedor y acercándose al mini bar que tenía en ese lugar también – realmente solo preparo la comida para mí – se alzó de hombros y abrió un estante donde tenía varias botellas – ¿qué prefieres? Vino tinto, alguna bebida preparada o, algo más fuerte, como ron – rió.
-¿Tienes coñac?
-Sí, tengo de todo – sacó una botella y una copa, sirviendo una cantidad considerable en la misma, de ese líquido oscuro – me gusta complacer a mis invitados, en todo sentido – sonrió coqueto.
-Eso te hace un buen anfitrión – sonrió el pelinegro y se acercó a tomar a copa – ¿tú no bebes? – indagó antes dar el primer sorbo.
-No, realmente no me gusta beber, el único alcohol que tolero es el que uso para preparar mi comida – se excusó – bueno, estaré en la cocina un momento, puedes esperar en el comedor, la sala, la estancia o la terraza – señaló la puerta corrediza que daba al patio trasero, desde donde se podía ver una terraza con sillones cómodos y al fondo una gran alberca – estás en tu casa – sonrió y se perdió tras una puerta momentos después.
Guillermo salió a la terraza y observó con curiosidad todo lo que había; los muebles eran de maderas finas, el piso de duela y la vegetación alrededor era abundante, llena de coloridas flores, pero lo que le llamaba la atención, era la gran cantidad de fuentes y estanques que rodeaban a la enorme alberca. Sabía que a Efraín le gustaba crear hábitats complicados y de ensueño en peceras, pero no tenía idea de que también gustara de la jardinería y el paisajismo.
-No sabía que tenías tanto dinero – susurró dando un sorbo a su bebida.
El pelinegro tenía entendido que Efraín no era rico, por tanto, él siempre le daba regalos costosos, ahora dudaba que las cosas fueran como el otro le contó, quizá, era hijo de algún millonario y lo ocultaba por su orientación sexual, para no avergonzar a su familia.
-Volví… – a voz del castaño lo sacó de sus pensamientos – aún tenemos tiempo antes de la cena – sonrió – así que, ¿te gustaría divertirte? – preguntó de manera juguetona y se acercó al cuerpo de su invitado – tenemos un tiempo que no estamos juntos…
-Así como tú, yo he tenido mis asuntos – sonrió el mayor, bebiendo de golpe el coñac, para dejar la copa a un lado y abrazar por la cintura a su anfitrión.
-¿Pasas mucho tiempo con tu hermana? – los labios de Efraín se acercaron a los de Guillermo – ¿debo ponerme celoso por eso? – preguntó en un murmullo.
-Aún no sé si se quedará o se irá de nuevo – explicó el pelinegro – pero la quiero mucho, así que, me gusta complacerla en sus caprichos…
-Y ¿a mí?
-Si tú me complaces, yo te complazco – rió el mayor.
-Te complaceré – aseguró el castaño y su lengua recorrió los labios de su invitado – ¿te gustaría refrescarte un poco, mientras esperamos?
-No traigo traje de baño…
-Para lo que haremos, nunca hemos necesitado ningún tipo de ropa antes, ¿o sí?
Guillermo rió y besó al castaño con demanda, mientras sus manos se movieron a quitar la ropa ligera que el otro portaba; apenas una camiseta y un pantalón, ambos holgados, encontrándose con que el castaño no traía ropa interior.
-Parece que tenías todo planeado.
-Cuando vienen a mi casa, sí – confesó – siempre tengo en mente lo que haré…
Las manos de Efraín se movieron con rapidez, desabrochando la camisa y el pantalón de su compañero; la delicada mano se perdió dentro de la ropa interior, acariciando insistente el miembro que ya estaba poniéndose erecto.
-Tengo mucho que no lo pruebo – dijo juguetón el castaño, relamiendo sus labios de manera insinuante – ¿quieres un poco de cariño?
-¡Por supuesto!
-Entonces, vamos a jugar en el agua – le guiñó un ojo y se alejó con rapidez.
Guillermo respiró agitado, eso le había excitado demasiado, pero, si el otro quería jugar, no lo iba a hacer esperar mucho. Con desespero, el pelinegro se quitó la ropa, dejándola en el camino hacia la piscina, dónde Efraín ya lo esperaba, flotando, cerca del centro.
El mayor se lazó al agua y nadó hasta quedar al lado de su compañero; lo sujetó de la cintura y sus labios se unieron, mientras las manos del castaño le acariciaban la piel de los hombros y cuello, a la vez que ondulaba su cuerpo para restregarse contra el otro y excitarlo.
Las caricias aumentaron de intensidad con suma rapidez. Guillermo se encontraba desesperado por invadir el delicado cuerpo que tenía a su lado, pero antes de poder acomodarlo para poseerlo, algo llamó su atención; en el cabello revuelto de Efraín, había algunas hojas verdes, enredadas entre los mechones castaños.
-Debes limpiar la piscina más seguido – hizo un gesto de desagrado y con sus dedos, jaló una de esas plantas – el agua sucia no es muy agradable y puede causar infecciones.
-Creí que te gustaban las algas y plantas acuáticas – sonrió el castaño y le acarició las mejillas – siempre las compras para tus peceras…
-No me gustan en el lugar donde voy a tener sexo – espetó molesto – deberías ponerle más cloro a la alberca, o algo para que esté limpia…
-Oh, bueno, pero tú sabes que evitar los químicos es necesario para mí, especialmente aquí…
-¿Por qué? – preguntó el pelinegro confundido – ¿por tu alergia?
-No – negó – porque es el lugar donde me alimento – sonrió con dulzura.
-¿Alimentarte? ¿Qué quieres…?
Guillermo no pudo preguntar más, algo lo jaló hacia abajo y cuando intentó soltarse, se dio cuenta que el fondo de la piscina, que antes se miraba azul, ahora estaba cubierta de plantas y musgo verde; enormes algas lo tenían sujeto de las piernas y rápidamente se aferraban a sus brazos como si tuvieran vida propia.
Intentó ir a la superficie pero no pudo, además, Efraín se sumergió hasta él y le sonrió.
-Lo siento… – dijo bajo el agua, sorprendiendo al otro al poder hablar con suma naturalidad – pero es tiempo de mi alimento mensual – sonrió nadando alrededor con total libertad – y además, tú estás molestando mucho a mi nuevo dueño y eso, es algo que lo ha hecho enojar – se alzó de hombros – cuando me deshaga de ti, me dará un gran premio – su voz sonó emocionada – y seguramente lo disfrutaré, como todas las noches que me ha poseído estas últimas semanas – confesó.
Efraín se acercó al pelinegro, quien parecía que no aguantaría mucho más sin poder respirar; las manos del castaño lo sujetaros del rostro y lo miró a los ojos, mientras cambiaba de forma, divirtiéndose con el terror en los ojos castaños, al verlo.
El rostro y cuerpo del menor, empezaron a alargarse, tomando la forma de un equino; los dedos de sus manos crecieron y al llegar a su tamaño final se palmearon, como si fuesen pequeñas aletas con garras afiladas, mientras que sus piernas tomaron la forma de patas de caballo, terminadas en cascos; dónde finalizaba su espalda, se formó una larga cola, cubierta de plantas acuáticas que le daban un parecido a una aleta y su cabello creció en forma de crin que cubría su largo y musculoso cuello, llenándose de algas y musgo con rapidez.
Guillermo aún estaba consciente cuando sintió las garras delanteras de esa bestia, encajarse en su abdomen, por lo que abrió la boca para intentar gritar y el poco aire que tenía en sus pulmones escapó; el hocico de ese ser se hundió en el vientre, arrancando las entrañas con sus dientes afilados y tragándolas con deleite.
El agua cristalina empezó a cubrirse de un tono oscuro debido a la sangre que brotaba del cuerpo de su víctima, mientras Efraín, en su verdadera forma, satisfacía su hambre.
* * *
Casi una hora después en la superficie del agua, había algunos restos de un cuerpo destazado; el castaño salió de la alberca, desnudo y con su forma humana, sintiéndose completamente renovado. Pasó las manos por su cabello húmedo, haciendo los mechones hacia atrás, disfrutando el agua escurrir por su cuerpo.
-¿Qué tal estuvo?
La voz de Jared le hizo sonreír automáticamente.
-Nada mal… – dijo con sinceridad.
El ojiazul se acercó y le colocó una toalla sobre sus hombros, limpiándolo con sumo cuidado, pues su cuerpo tenía manchas rojas por la sangre y verdes por el musgo; los labios del pelinegro le besaron el cabello húmedo y lleno de algas, mientras lo abrazaba con ansiedad. El menor se dejó hacer, pues le gustaba ese trato, tan dulce y tierno, diferente al rudo y salvaje que recibía en la cama, pero con la misma intensidad en sentimientos.
-Me alegra que no te tocara demasiado – sentenció el mayor con seriedad.
-No lo permití – sonrió y luego hizo un mohín molesto al percibir su olor – pero tu si tuviste sexo con su hermana, ¿cierto?
-Sí, pero fue para que confiara, no porque realmente lo deseara – aseguró y acarició la mejilla con suavidad – además, también terminé con eso hoy mismo y fue un buen alimento, aunque sus padres ya estaban demasiado “pasados” – rió por esa broma tonta, pues los padres de su esposa eran personas mayores.
-No puedo creer que necesites tanta comida, ni mis padres comían tanto… – Efraín parecía curioso con esa situación.
-Porque yo soy mucho mayor que tú y posiblemente que tus padres – rió – también por eso puedo pasar meses sin comida – explicó – en cambio tú, eres un kelpie demasiado joven y necesitas alimento constante – con su nariz rozó la mejilla del menor – pero ahora que estoy contigo, te enseñaré a controlarte.
Jared se inclinó y hundió el rostro en el cuello del castaño, aspirando su aroma, ese que lo había hecho casi perder la razón, cuando lo percibió el primer día en el centro comercial; si no hubiese sido por el idiota de su “cuñado”, jamás habría encontrado a su pareja ideal, esa que había buscado por siglos y ahora, sería la única por el resto de su larga existencia.
El aliento del ojiazul, consiguió que el menor se estremeciera y acariciara los costados del otro con ensoñación. Jamás había pensado que llegaría a conocer a otro como él y que se convirtiera en su compañero, pues trataba de evitar a los de su estirpe; él era joven y débil, por eso los demás podían haberlo eliminado si se adentraba en sus dominios, esa era la razón por la que había huido de su hogar, pues sus familiares lo miraban como un ser inútil y poco fiable para mantener a su lado y terminó en un lugar donde había gran variedad de seres nocturnos, que no les importaba la raza o tipo, todos se ayudaban a mantenerse en las sombras. Ahora, había puesto su existencia en manos de otro kelpie y, no sabía que tan poderoso era, pero estaba seguro podía confiar ciegamente en él, pues su instinto se lo decía; además, en algunos años más, cuando alcanzara una edad adulta para su raza, podían procrear, si así lo decidía su, ahora, dueño.
-Vamos a la cama… – pidió el menor con ansiedad.
-Tenemos que limpiar – sonrió el mayor buscando los labios sonrosados, dando besos de manera insistente.
-No te preocupes – sonrió – Benjamín o Francisco limpiarán mañana.
-Ah, sí, tus ‘perritos’ – rió el mayor – de acuerdo, yo mañana tengo que ir a denunciar la desaparición de mi esposa y su familia, los cuales aún no sabían de mi matrimonio con ella…
-Tengo conocidos que pueden ayudarte con esos trámites – anunció el castaño – todos por aquí tienen muchas cosas que ocultar, te lo dije hace tiempo… además, yo también tengo que vender un auto – entornó los ojos y rió divertido.
-Entonces, confiaré en quien tú confíes – anunció el otro con sinceridad, buscando la mirada de su pareja – vamos, tienes que descansar y asimilar la comida…
-Lo sé, por eso mañana no iré al acuario, pero realmente, no quería dormir aún… – la delicada mano le acarició el torso al mayor, por encima de la ropa – pensé que podíamos hacer algo más, divertido.
-Si eso deseas – sonrió – hagámoslo…
La pareja caminó hacia el interior de la casa, en medio de cariños y palabras dulces, mientras las plantas acuáticas empezaban a desaparecer, dejando el fondo de la alberca, sucia solo con algunos restos del hombre que había perecido esa noche.
* * *
Despedida:
¿Qué les pareció? Bastante predecible, lo sé, pero quería escribir algo rápido y sin mucha trama; un one shot sencillo y, creo que lo conseguí.
Espero que lo hayan disfrutado y, sobre los seres de los que se habla aquí, son Kelpies:
Los Kelpies son caballos acuáticos, espíritus de agua pertenecientes a la mitología celta, que habitaban en los lagos, ríos e incluso mares. Se aparecen generalmente como caballos normales, a los cuales, si algún incauto monta, los llevan directamente a sus dominios, para ahogarlos y comerlos. De igual manera se dice que toman forma de hombres para ganarse la confianza de las mujeres y después ahogarlas; al inicio, eran solo hombres y una sola mujer Kelpie fue la protagonista de una leyenda, en la actualidad, se dice que toman tanto forma de hombre como de mujer. Pero la idea es la misma, atrapan a los incautos, no los dejan escapar, los ahogan y se los comen. Su fisonomía al ser Kelpies, varía dependiendo el autor y el artista, por tanto, cada quien puede interpretar su forma como se desee, pero manteniendo algo en común, tienen cabeza y cuerpo de caballo al mostrar su forma real; algunos tienen una aleta en vez de patas traseras y otros, tienen las cuatro patas como caballo, pero con su pelo lleno de algas o plantas acuáticas.
Obviamente, en ‘Aqua’, los Kelpies son vistos desde la perspectiva del universo de Ojou Sama ^o^ ajajaja pero si les interesa saber más de ellos, les invito a buscar un poco, yo guardé muchas páginas de dónde saqué información para este fic.
Ahora, si quieren saber sobre los acuarios y todo eso, les dejo unos links (tengo más, pero creo que ahí viene lo que se necesita saber, si tienen dudas)
http://acuariofiliamadrid.org/Thread-tipos-de-acuarios-plantados
http://clubacuaristasbragado.blogspot.mx/p/tipos-de-acuuarios.html
Bien, gracias por leer mis locuras y me despido, ¡saludos!
¿Qué les pareció? Bastante predecible, lo sé, pero quería escribir algo rápido y sin mucha trama; un one shot sencillo y, creo que lo conseguí.
Espero que lo hayan disfrutado y, sobre los seres de los que se habla aquí, son Kelpies:
Los Kelpies son caballos acuáticos, espíritus de agua pertenecientes a la mitología celta, que habitaban en los lagos, ríos e incluso mares. Se aparecen generalmente como caballos normales, a los cuales, si algún incauto monta, los llevan directamente a sus dominios, para ahogarlos y comerlos. De igual manera se dice que toman forma de hombres para ganarse la confianza de las mujeres y después ahogarlas; al inicio, eran solo hombres y una sola mujer Kelpie fue la protagonista de una leyenda, en la actualidad, se dice que toman tanto forma de hombre como de mujer. Pero la idea es la misma, atrapan a los incautos, no los dejan escapar, los ahogan y se los comen. Su fisonomía al ser Kelpies, varía dependiendo el autor y el artista, por tanto, cada quien puede interpretar su forma como se desee, pero manteniendo algo en común, tienen cabeza y cuerpo de caballo al mostrar su forma real; algunos tienen una aleta en vez de patas traseras y otros, tienen las cuatro patas como caballo, pero con su pelo lleno de algas o plantas acuáticas.
Obviamente, en ‘Aqua’, los Kelpies son vistos desde la perspectiva del universo de Ojou Sama ^o^ ajajaja pero si les interesa saber más de ellos, les invito a buscar un poco, yo guardé muchas páginas de dónde saqué información para este fic.
Ahora, si quieren saber sobre los acuarios y todo eso, les dejo unos links (tengo más, pero creo que ahí viene lo que se necesita saber, si tienen dudas)
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Bien, gracias por leer mis locuras y me despido, ¡saludos!
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