El viaje de regreso a su hogar, después de la visita a la familia Chávez, fue algo accidentado.
A pesar de que el vuelo iba a salir temprano, Agustín persuadió a Julián de detenerse en un hotel cercano al aeropuerto y convencerlo de usar un anillo de compromiso también, cómo había sido idea de mamá Brenda. Esa fue la razón por la que cambiaron el viaje hasta entrada la noche, que era el siguiente vuelo dónde había espacio.
El vuelo fue relativamente corto, pero no así el tiempo de espera para abordar y el tiempo de traslado hasta el área de la mansión; esa había sido la razón por la que Agustín estaba fatigado y llegó directamente a tumbarse en la cama y dormir, sin importar nada más.
Julián, por su parte, se encargó del equipaje. Dejó los paquetes de fotos tanto suyas como de Agustín, en la mesita de la sala, sacó la ropa que habían llevado al viaje y las puso en los cestos de ropa sucia, guardando las maletas en la parte superior de un closet para que no estorbaran y finalmente, fue a tomar una ducha para relajar sus músculos tensos.
Eran casi las cinco, cuando se acostó al lado de su pareja, abrazándolo con cariño y repartiendo besos en la melena negra.
El castaño también estaba cansado, pero quería ser más efusivo con Agustín, aunque iba a empezar a serlo a solas y posiblemente cuando el otro no se diera cuenta, para no cohibirse, al menos hasta poder hacerlo de manera natural.
Ese día, ambos iban a tenerlo libre y aunque quería quedarse con Agustín a descansar, debía cumplir con el pendiente del anillo.
Había pasado todo el viaje pensando en cual comprar, luego supo que no sabía nada de ello, por lo que llegó a la conclusión de que necesitaba pedir ayuda y precisamente por eso debía ir a buscar a Alejandro a primera hora, para que le diera ideas, después de todo, el rubio se comprometió y se casó con rapidez, por lo que tenía más experiencia que él en esos detalles.
A pesar de que el vuelo iba a salir temprano, Agustín persuadió a Julián de detenerse en un hotel cercano al aeropuerto y convencerlo de usar un anillo de compromiso también, cómo había sido idea de mamá Brenda. Esa fue la razón por la que cambiaron el viaje hasta entrada la noche, que era el siguiente vuelo dónde había espacio.
El vuelo fue relativamente corto, pero no así el tiempo de espera para abordar y el tiempo de traslado hasta el área de la mansión; esa había sido la razón por la que Agustín estaba fatigado y llegó directamente a tumbarse en la cama y dormir, sin importar nada más.
Julián, por su parte, se encargó del equipaje. Dejó los paquetes de fotos tanto suyas como de Agustín, en la mesita de la sala, sacó la ropa que habían llevado al viaje y las puso en los cestos de ropa sucia, guardando las maletas en la parte superior de un closet para que no estorbaran y finalmente, fue a tomar una ducha para relajar sus músculos tensos.
Eran casi las cinco, cuando se acostó al lado de su pareja, abrazándolo con cariño y repartiendo besos en la melena negra.
El castaño también estaba cansado, pero quería ser más efusivo con Agustín, aunque iba a empezar a serlo a solas y posiblemente cuando el otro no se diera cuenta, para no cohibirse, al menos hasta poder hacerlo de manera natural.
Ese día, ambos iban a tenerlo libre y aunque quería quedarse con Agustín a descansar, debía cumplir con el pendiente del anillo.
Había pasado todo el viaje pensando en cual comprar, luego supo que no sabía nada de ello, por lo que llegó a la conclusión de que necesitaba pedir ayuda y precisamente por eso debía ir a buscar a Alejandro a primera hora, para que le diera ideas, después de todo, el rubio se comprometió y se casó con rapidez, por lo que tenía más experiencia que él en esos detalles.
A las diez de la mañana, Alejandro estaba sentado en su oficina, leyendo unos documentos importantes que Marisela le había entregado para firmarlos, cuando la puerta se abrió de golpe. Los ojos verdes observaron al recién llegado por encima del marco de los lentes y sonrió al ver a su amigo.
—Creí que te tomarías este día también, para reponerte de tus ‘vacaciones’ — se burló.
—Necesito un favor.
Ante la voz seria de Julián, Alejandro levanto una ceja, se irguió en su asiento, se quitó los lentes y lo miró al rostro— debe ser algo muy importante para que lo pidas de esa manera —hizo un ademán y señaló el asiento frente a su escritorio—, siéntate y dime lo que necesitas.
Julián tomó asiento y se inclinó hacia adelante, colocando los codos en sus rodillas.
—Le pedí matrimonio a Guti.
—¿Guti? —el rubio puso un gesto de confusión—. ¿Te refieres a Agustín?
—Sí, a Guti —repitió el otro—, pero, tengo un pequeño problema.
—¿Te dijo que no?
—Al contrario, me dijo que sí, ¡ese es el problema!
Alejandro puso un gesto confuso— normalmente, los problemas son cuando la persona a la que le pides formalizar, se niega —señaló con rapidez—, no entiendo por qué, para ti, es un problema el que Agustín te dijera que sí.
—Es un problema, porque no tengo un anillo para darle y es, no solo necesario, sino urgente, que le de uno —la voz de Julián era grave, recordando lo ocurrido en su casa y que debía solucionar esa situación, para complacer las tradiciones de su familia—. El problema es que, ni siquiera sé qué tipo de anillo comprar, qué le puede quedar, o gustar, o…
Alejandro ahogó una risa, pasó la mano por su boca y respiró profundamente— novato —musitó.
—¡No te burles! —reclamó el otro.
—Te ahogas en un vaso con agua —el rubio entornó los ojos—, solo debes comprar uno que tu pienses que le quedará bien —obvió—, ya que si no confías en tus propios gustos, ¡llévalo a que lo elija él! —le restó importancia a la situación.
—No quiero llevarlo a que elija, quiero que sea una sorpresa —objetó el castaño.
—¿Entonces?
—Ese es el favor que quiero pedirte —Julián señaló al rubio.
—No te entiendo —negó el rubio, confundido.
—Quiero que me ayudes a elegir un buen anillo.
—Mala idea… —Alejandro negó—. Yo normalmente compro lo que quiero y Erick acepta mis decisiones, pero dudo que sea igual entre Agustín y tú.
—Lo aceptará.
—Si es así, ve a una joyería y cómpralo tú mismo —el ojiverde habló con sarcasmo y señaló a la puerta.
—Sabes que no soy la clase de hombres que compra esas cosas —Julián pasó la mano por su cabello, sintiéndose frustrado—. No uso más accesorios que los del trabajo y no quiero llevar a Miguel, quien también tiene experiencia en comprar un anillo de compromiso, porque los gustos de Marisela son más…
—¿Femeninos? —preguntó el ojiverde, al ver que el otro callaba.
—Sí.
Alejandro empezó a reír, pero comprendía que su amigo se encontraba desesperado, así que accedió a ayudarle— de acuerdo, te acompañaré a comprar lo que quieres, pero con una condición…
—¿Cuál?
—Pagarás mi comida, porque seguramente duraremos todo el día en esto —sonrió—. Le diré a Miguel que nos acompañe, como amigo, para que nos dé un punto de vista diferente, mientras otros hacen el trabajo de seguirnos —especificó— y que Marisela se encargue de todos los asuntos de este día.
—Gracias… —Julián pareció respirar aliviado.
—No des las gracias, realmente no sabes en lo que te estás metiendo.
—¿Por qué?
—El comprar un anillo de compromiso es solo el principio —el rubio lo miró de reojo.
—¿Principio de qué? ¿Qué quieres decir?
—Ya lo sabrás —Alejandro habló con burla al ponerse de pie y agarró el saco de su traje que colgaba en una percha cercana—. ¡Vamos! Es mejor apresurarnos, para aprovechar todo el tiempo.
—¿A dónde iremos?
—A dónde sea necesario para encontrar lo que necesitamos —sonrió el ojiverde—, cómo siempre —se alzó de hombros—. Solo espero que lo encontremos este mismo día.
—Creí que te tomarías este día también, para reponerte de tus ‘vacaciones’ — se burló.
—Necesito un favor.
Ante la voz seria de Julián, Alejandro levanto una ceja, se irguió en su asiento, se quitó los lentes y lo miró al rostro— debe ser algo muy importante para que lo pidas de esa manera —hizo un ademán y señaló el asiento frente a su escritorio—, siéntate y dime lo que necesitas.
Julián tomó asiento y se inclinó hacia adelante, colocando los codos en sus rodillas.
—Le pedí matrimonio a Guti.
—¿Guti? —el rubio puso un gesto de confusión—. ¿Te refieres a Agustín?
—Sí, a Guti —repitió el otro—, pero, tengo un pequeño problema.
—¿Te dijo que no?
—Al contrario, me dijo que sí, ¡ese es el problema!
Alejandro puso un gesto confuso— normalmente, los problemas son cuando la persona a la que le pides formalizar, se niega —señaló con rapidez—, no entiendo por qué, para ti, es un problema el que Agustín te dijera que sí.
—Es un problema, porque no tengo un anillo para darle y es, no solo necesario, sino urgente, que le de uno —la voz de Julián era grave, recordando lo ocurrido en su casa y que debía solucionar esa situación, para complacer las tradiciones de su familia—. El problema es que, ni siquiera sé qué tipo de anillo comprar, qué le puede quedar, o gustar, o…
Alejandro ahogó una risa, pasó la mano por su boca y respiró profundamente— novato —musitó.
—¡No te burles! —reclamó el otro.
—Te ahogas en un vaso con agua —el rubio entornó los ojos—, solo debes comprar uno que tu pienses que le quedará bien —obvió—, ya que si no confías en tus propios gustos, ¡llévalo a que lo elija él! —le restó importancia a la situación.
—No quiero llevarlo a que elija, quiero que sea una sorpresa —objetó el castaño.
—¿Entonces?
—Ese es el favor que quiero pedirte —Julián señaló al rubio.
—No te entiendo —negó el rubio, confundido.
—Quiero que me ayudes a elegir un buen anillo.
—Mala idea… —Alejandro negó—. Yo normalmente compro lo que quiero y Erick acepta mis decisiones, pero dudo que sea igual entre Agustín y tú.
—Lo aceptará.
—Si es así, ve a una joyería y cómpralo tú mismo —el ojiverde habló con sarcasmo y señaló a la puerta.
—Sabes que no soy la clase de hombres que compra esas cosas —Julián pasó la mano por su cabello, sintiéndose frustrado—. No uso más accesorios que los del trabajo y no quiero llevar a Miguel, quien también tiene experiencia en comprar un anillo de compromiso, porque los gustos de Marisela son más…
—¿Femeninos? —preguntó el ojiverde, al ver que el otro callaba.
—Sí.
Alejandro empezó a reír, pero comprendía que su amigo se encontraba desesperado, así que accedió a ayudarle— de acuerdo, te acompañaré a comprar lo que quieres, pero con una condición…
—¿Cuál?
—Pagarás mi comida, porque seguramente duraremos todo el día en esto —sonrió—. Le diré a Miguel que nos acompañe, como amigo, para que nos dé un punto de vista diferente, mientras otros hacen el trabajo de seguirnos —especificó— y que Marisela se encargue de todos los asuntos de este día.
—Gracias… —Julián pareció respirar aliviado.
—No des las gracias, realmente no sabes en lo que te estás metiendo.
—¿Por qué?
—El comprar un anillo de compromiso es solo el principio —el rubio lo miró de reojo.
—¿Principio de qué? ¿Qué quieres decir?
—Ya lo sabrás —Alejandro habló con burla al ponerse de pie y agarró el saco de su traje que colgaba en una percha cercana—. ¡Vamos! Es mejor apresurarnos, para aprovechar todo el tiempo.
—¿A dónde iremos?
—A dónde sea necesario para encontrar lo que necesitamos —sonrió el ojiverde—, cómo siempre —se alzó de hombros—. Solo espero que lo encontremos este mismo día.
Agustín despertó antes de las diez, sabía que Julián había salido desde una hora antes, por un asunto importante, que dedujo, era lo que había ordenado mamá Brenda, así que no le puso objeción, de todas maneras, él tenía otras cosas qué hacer.
Debido a que ese día lo tenía libre debía pensar en el anillo del otro, pero necesitaría la ayuda de la única persona en quien confiaba, Erick Salazar; quería pedirle que lo acompañara a su misión, pero sería al día siguiente, cuando regresara a sus actividades normales, para que Julián no sospechara.
Con tantas cosas en mente, se aseó y cambió, luego fue a la mansión.
—¡Buenos días, Agustín! —saludó Gonzalo cuando le abrió la puerta.
—¡Buenos días, Gonzalo! —sonrió el pelinegro—. ¿El señor Erick, está?
—Sí, claro, está en su estudio, ¡pasa!
Agustín agradeció con un gesto de su cabeza y entró a la mansión; era uno de los pocos que tenía el privilegio de moverse en esa mansión como si fuera suya, sin que nadie de las personas del servicio lo acompañara, así que fue directamente al estudio de Erick, dónde el ojiazul estaba pintando, acompañado de sus hijos, Nila, Luna, Tobi, Pirata, Rain y Jack.
Los cachorros olfatearon a Agustín, aun cuando éste no había ingresado al despacho, por lo que se pusieron de pie para ir a recibirlo.
—¡Buenos días! —saludó el recién llegado, acariciando a los animalitos con cariño.
—¡Agus! ¡Bienvenido! —Erick dejó de lado su paleta de pinturas y fue hasta su amigo, abrazándolo con efusividad—. ¿Cómo te fue en tu viaje? ¿Cómo te fue con la familia de Julián? —preguntó emocionado.
—¡Muy bien! —sonrió el recién llegado—. ¡Mejor que bien, he de decir! —su emoción se notaba en su rostro.
—Me alegro mucho, sé que estabas sumamente ansioso por eso —Erick le señaló una silla—. ¿Ya desayunaste? ¿Quieres algo de beber?
—Estoy bien, no se preocupe, de hecho, vengo a pedirle un favor…
—Claro, lo que necesites, Agus —respondió el ojiazul de inmediato.
Ambos tomaron asintió y Erick siguió bebiendo el café que tenía ahí.
—Bueno, hoy sería muy apresurado de mi parte, pero me gustaría saber, ¿mañana puede acompañarme a buscar un anillo? —preguntó con nervios.
—¿Un anillo? —Erick frunció el ceño—. ¿Anillo de qué?
—Quiero comprarle un anillo de compromiso a Julián —confesó con nervios, estrujando sus manos y con sus mejillas rojas—. Su madre piensa que yo debo dar ese paso.
—¡Oh! —Erick sonrió emocionado, no se hubiera imaginado que Agustín hiciera eso, pero era algo increíble—. ¡Por supuesto! Podemos salir todo el día, ¡desde hoy si lo deseas!
—En realidad, aunque me gustaría hacerlo desde hoy, no me sería posible —negó—. Lo que pasa es que tengo que arreglar un pendiente en casa antes —se excusó.
—¿Qué pendiente? —Erick lo miró contrariado, ¿qué podría ser más importante que su relación con Julián?
—Cuando fui a buscar a mi abuela, me enteré que había fallecido —comentó con pesar.
—Lo siento mucho, Agus —Erick sabía de la abuelita de Agustín, porque él le había contado de esa mujer, llamada Reina.
—Ya lo había imaginado —suspiró el menor—, ella estaba muy grande y bueno, fueron muchos años que estuve lejos —apretó los labios, tratando de no pensar en la tristeza de ya no haber podido ver a su abuela—, pero ella me dejó de herencia unas fotos de nuestra familia…
Erick se quedó a medio camino de dar el sorbo a su taza de café— ¿fotos? —preguntó curioso.
Agustín forzó una sonrisa— sí, recuerdos de cuando era pequeño y además, la madre de Julián me regaló fotos de él y su familia también, así que quiero organizarlas para comprar mañana unos álbumes y que no se maltraten.
El ojiazul puso un gesto melancólico— yo no tengo fotos mías de cuando era joven… —confesó—. Las únicas que tengo, son desde que me reencontré con Alex, las de nuestras citas, nuestro matrimonio y las fiestas —rió.
Agustín levantó una ceja— ¿por qué no tiene fotos, señor Erick?
El ojiazul sonrió, dejando la taza de lado— cuando era pequeño, las pocas fotos que tuve, se las quedó mi madre, porque siempre salía con alguien más —suspiró con tristeza—. Después, solo me tomaba fotos para la escuela y eventos de la misma, pero también se las quedó mi familia, aunque no sé qué hicieron con ellas… Tal vez hasta las tiraron —se alzó de hombros.
—¡¿Por qué harían eso?! —preguntó Agustín, desconcertado por lo que acababa de escuchar.
Erick sonrió nervioso, respiró profundamente y miró al techo; era el momento de decirle la verdad de su familia a Agustín, ya que nunca lo había hecho.
—La verdad, Agus… Mi madre… —titubeó—. No es mi madre —dijo con una sonrisa nerviosa.
—¡¿Qué?! —el otro puso un gesto confundido y sus ojos se abrieron enormemente.
Erick bebió más de su café, relamió sus labios y tomó aire para explicar.
—Soy hijo extramarital de mi padre —confesó—. Mi mamá, o a quien le digo mamá por costumbre, me tuvo que aceptar como hijo, ya que mi verdadera madre murió y… —movió la cabeza de un lado a otro—. Bueno, digamos que mi padre la obligó a tratarme como un hijo más o al menos, fingir ante los demás que me quería cómo hijo —se alzó de hombros.
—Pero… dijo que tiene otros hermanos, ¿no es así? ¿Ellos tampoco son…?
—No, mis hermanos si son hijos legítimos, además también me aceptaron por obligación, por eso no me quieren del todo —sonrió tristemente—. Solo hubo alguien en esa familia, que me quiso de manera sincera —respiró profundamente—, mi hermana Annette, pero lamentablemente ella murió cuando yo estaba en secundaria, antes de conocer a Alex —se mordió el labio con nervios—. Por eso mi madre se quedó con mis fotos, porque siempre salía con ella.
Esa explicación, dejó atónito a Agustín.
Sabía que Erick no tenía buena relación con su familia, de hecho, sabía que ni siquiera les dirigía la palabra y menos después de casarse con Alejandro, pero nunca había preguntado el por qué, ya que no era algo que fuera de su incumbencia.
—Lo… Lo siento señor, yo…
—No te preocupes, Agus, era algo de lo que te debías enterar algún día —el ojiazul volvió a beber de su café—. Alex lo sabe y supongo que su padre también… Pero nunca se lo dije a mis amigos, porque creía que, era mejor fingir que no lo sabía…
Después de eso, ambos se quedaron en silencio, Agustín no sabía qué decir, no se imaginaba cómo había sido la infancia de Erick. Pero ahora, menos sabía cómo hacer sentir mejor al otro. Era extraño, él no había tenido padre y la relación con su madre tampoco era buena, pero entendía la tristeza de estar solo, por eso quería ayudar a Erick, después de todo, el otro siempre le ayudaba en todo lo que podía.
—¿Le…? ¿Le gustaría acompañarme a organizar mis fotos?
—¿Tus fotos? —preguntó Erick curioso.
—Sé que es tonto, pero… bueno, podría entretenerse un rato —dijo con amabilidad.
Erick sonrió; era obvio que Agustín quería distraerlo, así que aceptaría con gusto.
—De acuerdo, guardo las pinturas y vamos.
Debido a que ese día lo tenía libre debía pensar en el anillo del otro, pero necesitaría la ayuda de la única persona en quien confiaba, Erick Salazar; quería pedirle que lo acompañara a su misión, pero sería al día siguiente, cuando regresara a sus actividades normales, para que Julián no sospechara.
Con tantas cosas en mente, se aseó y cambió, luego fue a la mansión.
—¡Buenos días, Agustín! —saludó Gonzalo cuando le abrió la puerta.
—¡Buenos días, Gonzalo! —sonrió el pelinegro—. ¿El señor Erick, está?
—Sí, claro, está en su estudio, ¡pasa!
Agustín agradeció con un gesto de su cabeza y entró a la mansión; era uno de los pocos que tenía el privilegio de moverse en esa mansión como si fuera suya, sin que nadie de las personas del servicio lo acompañara, así que fue directamente al estudio de Erick, dónde el ojiazul estaba pintando, acompañado de sus hijos, Nila, Luna, Tobi, Pirata, Rain y Jack.
Los cachorros olfatearon a Agustín, aun cuando éste no había ingresado al despacho, por lo que se pusieron de pie para ir a recibirlo.
—¡Buenos días! —saludó el recién llegado, acariciando a los animalitos con cariño.
—¡Agus! ¡Bienvenido! —Erick dejó de lado su paleta de pinturas y fue hasta su amigo, abrazándolo con efusividad—. ¿Cómo te fue en tu viaje? ¿Cómo te fue con la familia de Julián? —preguntó emocionado.
—¡Muy bien! —sonrió el recién llegado—. ¡Mejor que bien, he de decir! —su emoción se notaba en su rostro.
—Me alegro mucho, sé que estabas sumamente ansioso por eso —Erick le señaló una silla—. ¿Ya desayunaste? ¿Quieres algo de beber?
—Estoy bien, no se preocupe, de hecho, vengo a pedirle un favor…
—Claro, lo que necesites, Agus —respondió el ojiazul de inmediato.
Ambos tomaron asintió y Erick siguió bebiendo el café que tenía ahí.
—Bueno, hoy sería muy apresurado de mi parte, pero me gustaría saber, ¿mañana puede acompañarme a buscar un anillo? —preguntó con nervios.
—¿Un anillo? —Erick frunció el ceño—. ¿Anillo de qué?
—Quiero comprarle un anillo de compromiso a Julián —confesó con nervios, estrujando sus manos y con sus mejillas rojas—. Su madre piensa que yo debo dar ese paso.
—¡Oh! —Erick sonrió emocionado, no se hubiera imaginado que Agustín hiciera eso, pero era algo increíble—. ¡Por supuesto! Podemos salir todo el día, ¡desde hoy si lo deseas!
—En realidad, aunque me gustaría hacerlo desde hoy, no me sería posible —negó—. Lo que pasa es que tengo que arreglar un pendiente en casa antes —se excusó.
—¿Qué pendiente? —Erick lo miró contrariado, ¿qué podría ser más importante que su relación con Julián?
—Cuando fui a buscar a mi abuela, me enteré que había fallecido —comentó con pesar.
—Lo siento mucho, Agus —Erick sabía de la abuelita de Agustín, porque él le había contado de esa mujer, llamada Reina.
—Ya lo había imaginado —suspiró el menor—, ella estaba muy grande y bueno, fueron muchos años que estuve lejos —apretó los labios, tratando de no pensar en la tristeza de ya no haber podido ver a su abuela—, pero ella me dejó de herencia unas fotos de nuestra familia…
Erick se quedó a medio camino de dar el sorbo a su taza de café— ¿fotos? —preguntó curioso.
Agustín forzó una sonrisa— sí, recuerdos de cuando era pequeño y además, la madre de Julián me regaló fotos de él y su familia también, así que quiero organizarlas para comprar mañana unos álbumes y que no se maltraten.
El ojiazul puso un gesto melancólico— yo no tengo fotos mías de cuando era joven… —confesó—. Las únicas que tengo, son desde que me reencontré con Alex, las de nuestras citas, nuestro matrimonio y las fiestas —rió.
Agustín levantó una ceja— ¿por qué no tiene fotos, señor Erick?
El ojiazul sonrió, dejando la taza de lado— cuando era pequeño, las pocas fotos que tuve, se las quedó mi madre, porque siempre salía con alguien más —suspiró con tristeza—. Después, solo me tomaba fotos para la escuela y eventos de la misma, pero también se las quedó mi familia, aunque no sé qué hicieron con ellas… Tal vez hasta las tiraron —se alzó de hombros.
—¡¿Por qué harían eso?! —preguntó Agustín, desconcertado por lo que acababa de escuchar.
Erick sonrió nervioso, respiró profundamente y miró al techo; era el momento de decirle la verdad de su familia a Agustín, ya que nunca lo había hecho.
—La verdad, Agus… Mi madre… —titubeó—. No es mi madre —dijo con una sonrisa nerviosa.
—¡¿Qué?! —el otro puso un gesto confundido y sus ojos se abrieron enormemente.
Erick bebió más de su café, relamió sus labios y tomó aire para explicar.
—Soy hijo extramarital de mi padre —confesó—. Mi mamá, o a quien le digo mamá por costumbre, me tuvo que aceptar como hijo, ya que mi verdadera madre murió y… —movió la cabeza de un lado a otro—. Bueno, digamos que mi padre la obligó a tratarme como un hijo más o al menos, fingir ante los demás que me quería cómo hijo —se alzó de hombros.
—Pero… dijo que tiene otros hermanos, ¿no es así? ¿Ellos tampoco son…?
—No, mis hermanos si son hijos legítimos, además también me aceptaron por obligación, por eso no me quieren del todo —sonrió tristemente—. Solo hubo alguien en esa familia, que me quiso de manera sincera —respiró profundamente—, mi hermana Annette, pero lamentablemente ella murió cuando yo estaba en secundaria, antes de conocer a Alex —se mordió el labio con nervios—. Por eso mi madre se quedó con mis fotos, porque siempre salía con ella.
Esa explicación, dejó atónito a Agustín.
Sabía que Erick no tenía buena relación con su familia, de hecho, sabía que ni siquiera les dirigía la palabra y menos después de casarse con Alejandro, pero nunca había preguntado el por qué, ya que no era algo que fuera de su incumbencia.
—Lo… Lo siento señor, yo…
—No te preocupes, Agus, era algo de lo que te debías enterar algún día —el ojiazul volvió a beber de su café—. Alex lo sabe y supongo que su padre también… Pero nunca se lo dije a mis amigos, porque creía que, era mejor fingir que no lo sabía…
Después de eso, ambos se quedaron en silencio, Agustín no sabía qué decir, no se imaginaba cómo había sido la infancia de Erick. Pero ahora, menos sabía cómo hacer sentir mejor al otro. Era extraño, él no había tenido padre y la relación con su madre tampoco era buena, pero entendía la tristeza de estar solo, por eso quería ayudar a Erick, después de todo, el otro siempre le ayudaba en todo lo que podía.
—¿Le…? ¿Le gustaría acompañarme a organizar mis fotos?
—¿Tus fotos? —preguntó Erick curioso.
—Sé que es tonto, pero… bueno, podría entretenerse un rato —dijo con amabilidad.
Erick sonrió; era obvio que Agustín quería distraerlo, así que aceptaría con gusto.
—De acuerdo, guardo las pinturas y vamos.
Era casi medio día, cuando Alejandro, Julián y Miguel, salían de la novena joyería que habían ido a ver y desde la entrada, los demás guardaespaldas empezaron a seguirlos a cierta distancia.
—Me estoy cansando de esto —señaló Miguel, molesto.
—Yo también —Alejandro miró a su amigo de soslayo—. Después de todas las joyerías, ¡¿no has encontrado nada que te guste?!
—No hay nada que me llame la atención —negó.
—¿Estamos buscando algo para ti o para Agus? —Miguel metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Para Guti, obviamente —respondió el castaño, molesto también.
—¿Qué tal si le pido al joyero que siempre contrato, que diseñe un anillo único para Agus? —preguntó Alejandro con fastidio—. ¡Será lo mejor de lo mejor!
—No puedo pedir que le diseñen algo, si ni siquiera sé qué tipo de anillo le gustará o puede quedarle.
—Entonces, ¡pregúntale! —Miguel lo miró con obviedad.
—¡Quiero que sea una sorpresa! —objeto su amigo—. Por eso necesito buscar algo que sea especial.
Alejandro masajeó sus sienes— de acuerdo, hay otras ocho joyerías en esta zona —suspiró—. Vamos a verlas y después a comer algo, antes de ir a otro lugar.
—No puedo creer que sea tan difícil —Miguel gruñó—. Yo no batallé nada con el anillo de Marisela… Ni Alex, que es tan especial en sus cosas con el Conejo, ¡batalló tanto!
—El anillo de Guti, tiene que ser especial —señaló el castaño, con frialdad—. Mi cuñada Leticia, recibió un anillo que era herencia familiar, porque mi hermano Jorge fue el primero en casarse —resopló—. Estefanía recibió otro anillo familiar, que era de la abuela, porque Héctor fue el siguiente —rechinó los dientes—. No hay más reliquias familiares especiales y si le voy a comprar algo a Guti, tiene que ser más especial que esos dos, no importa el precio, no importa las piedras, solo ¡debe ser único!
Alejandro entornó los ojos— presiento que esto nos va a tomar más de un día…
—Me estoy cansando de esto —señaló Miguel, molesto.
—Yo también —Alejandro miró a su amigo de soslayo—. Después de todas las joyerías, ¡¿no has encontrado nada que te guste?!
—No hay nada que me llame la atención —negó.
—¿Estamos buscando algo para ti o para Agus? —Miguel metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Para Guti, obviamente —respondió el castaño, molesto también.
—¿Qué tal si le pido al joyero que siempre contrato, que diseñe un anillo único para Agus? —preguntó Alejandro con fastidio—. ¡Será lo mejor de lo mejor!
—No puedo pedir que le diseñen algo, si ni siquiera sé qué tipo de anillo le gustará o puede quedarle.
—Entonces, ¡pregúntale! —Miguel lo miró con obviedad.
—¡Quiero que sea una sorpresa! —objeto su amigo—. Por eso necesito buscar algo que sea especial.
Alejandro masajeó sus sienes— de acuerdo, hay otras ocho joyerías en esta zona —suspiró—. Vamos a verlas y después a comer algo, antes de ir a otro lugar.
—No puedo creer que sea tan difícil —Miguel gruñó—. Yo no batallé nada con el anillo de Marisela… Ni Alex, que es tan especial en sus cosas con el Conejo, ¡batalló tanto!
—El anillo de Guti, tiene que ser especial —señaló el castaño, con frialdad—. Mi cuñada Leticia, recibió un anillo que era herencia familiar, porque mi hermano Jorge fue el primero en casarse —resopló—. Estefanía recibió otro anillo familiar, que era de la abuela, porque Héctor fue el siguiente —rechinó los dientes—. No hay más reliquias familiares especiales y si le voy a comprar algo a Guti, tiene que ser más especial que esos dos, no importa el precio, no importa las piedras, solo ¡debe ser único!
Alejandro entornó los ojos— presiento que esto nos va a tomar más de un día…
Agustín y Erick estaban en la casa al lado de la mansión; sentados en el sillón más grande, con fotos en la mesa de centro y algunas en los cojines. Tenían una caja en medio de ambos y la otra, aun ni siquiera la abrían; habían decidido iniciar con las fotos que la abuela de Agustín le había dejado. Erick mandó a Tomás y Noel a comprar varios álbumes fotográficos; sabía que era una tarea difícil, porque ya casi nadie los usaba, pero confiaba en que los llevarían, tarde o temprano.
Ambos bebían café, mientras ponían las fotos según las fechas que tenían escritas atrás.
Erick estiró la mano y sujetó una foto, dónde una mujer de cabello negro, sujetaba en brazos a un bebé— ¿es tu madre?
—Sí —asintió—, tenía seis meses ahí —sonrió débilmente.
Erick sujetó otra, dónde una mujer con algunas canas, traía un niño en brazos— ¿ella es tu abuelita?
—Sí —Agustín sonrió más ampliamente—, ahí estaba por cumplir un año —dijo con orgullo—. Y esta es de cuando era joven —le pasó a su acompañante una foto que había apartado momentos antes, para que la viera.
—Tu abuela era una mujer muy bella de joven —sonrió Erick, al ver la foto de la mujer, en sus años mozos.
—Sí —asintió el otro—, siempre decía que tenía muchos pretendientes, pero que se enamoró de mi abuelo y no le hizo caso a nadie más —rió.
—Veo que tienes muchas fotos con tu mamá y tu abuelita —comentó el ojiazul, observando varias imágenes—, pero no veo de tu padre.
—Ah… es que… mi padre nos abandonó cuando yo nací —se alzó de hombros.
—¡Oh! Lo siento, Agus… No sabía…
—No, está bien, no se preocupe —Agustín negó—, pero si hay una…
Agustín metió las manos en la caja, sacó un paquete de fotografías y empezó a buscar, mientras Erick seguía viendo y separando las demás; le gustaba ver a Agustín de pequeño, se miraba feliz, especialmente con su abuelita.
—Aquí está, es la única que hay —dijo el otro, entregando la imagen.
Erick sujetó la foto y observó a la pareja que estaba en ella; claramente era la madre de Agustín, cuando estaba embarazada, pero al ver el rostro del hombre que la abrazaba y sonreía, el color se le fue del rostro al ojiazul.
—¿Él…? ¿Es tu… padre? —preguntó con voz trémula.
—Sí, bueno… eso fue lo que me dijo mi abuela hace muchos años —asintió—. Es la única foto que hay y la guardó para que lo conociera —se alzó de hombros—, aunque claro, nunca me interesó buscarlo o… —Agustín guardó silencio al ver el gesto de Erick—. ¿Señor? —preguntó contrariado—. ¿Le pasa algo?
Erick temblaba, sus labios se movían y sus parpados pestañeaban insistentes, como si quisiera constatar lo que estaba viendo— ¿Cómo…? —pasó saliva con dificultad—. ¿Cómo se llamaba tu padre? —preguntó en un murmullo.
—¿Por qué? —preguntó Agustín, sin entender la curiosidad del otro.
—¿Se llamaba Alonso? —prosiguió el ojiazul, con voz nerviosa.
—Sí, Alonso Ruiz Ojeda, según mi acta de nacimiento —le restó importancia—. Pero, ¿por qué le interesa?
—Porque… —Erick sentía que le faltaba el aire—. Mi padre se llamaba Alonso Salazar Castañeda y… —su dedo índice se posó en el rostro del hombre de la imagen—. Es él —musitó con miedo.
—¡¿Qué?! —Agustín se sorprendió y negó—. No, no puede ser…
—Es él, Agus —repitió el ojiazul—, ¡es mi padre! —dijo con seguridad, pero el terror se reflejaba en su rostro.
Agustín se quedó sin habla y el silencio reinó en la sala por un momento.
—No… —una sonrisa nerviosa se apoderó de Agustín—. No puede ser señor —repitió, tratando de calmarse—. Además, la ciudad donde nací es pequeña y…
—¿Tenía un cuartel o una base militar? —preguntó Erick sin apartar los ojos azules de la imagen.
—Sí, creo que sí —asintió Agustín.
—Ya te había dicho que mi padre era militar —pasó saliva—. A veces salía por semanas e incluso meses, a otros cuarteles o bases militares, por revisiones —sentía su boca seca—. Fue en una de esas que conoció a mi madre y la embarazó —confesó—. Tal vez… pasó lo mismo y…
—¡No! —Agustín negó—. Si acepto eso, implicaría que hay una mínima oportunidad que usted sea mi… —“hermano”, la palabra no salió de sus labios, ya que se le hizo un nudo en la garganta.
—¿Hermano? —preguntó Erick en un murmullo.
Agustín tembló, negó y luego respiró profundamente, antes de reír nervioso— debe ser un error —trató de restarle importancia—. Hay muchas personas que se parecen, dicen que son como gemelos o doppelgänger —se alzó de hombros—, ¡podría ser solo una coincidencia!
Erick lo miró a los ojos y puso un gesto serio. Tal vez Agustín tenía razón, tal vez solo era un hombre parecido, pero tenía una corazonada, después de todo, desde que conoció a Agustín, simpatizaron muy rápido, como si algo los uniera, además, así como muchos decían, incluyendo sus amigos y los de Alex, Agustín y él se parecían, eso no podía ser una coincidencia.
—Tal vez —musitó—, pero solo hay una forma de comprobarlo.
Ambos bebían café, mientras ponían las fotos según las fechas que tenían escritas atrás.
Erick estiró la mano y sujetó una foto, dónde una mujer de cabello negro, sujetaba en brazos a un bebé— ¿es tu madre?
—Sí —asintió—, tenía seis meses ahí —sonrió débilmente.
Erick sujetó otra, dónde una mujer con algunas canas, traía un niño en brazos— ¿ella es tu abuelita?
—Sí —Agustín sonrió más ampliamente—, ahí estaba por cumplir un año —dijo con orgullo—. Y esta es de cuando era joven —le pasó a su acompañante una foto que había apartado momentos antes, para que la viera.
—Tu abuela era una mujer muy bella de joven —sonrió Erick, al ver la foto de la mujer, en sus años mozos.
—Sí —asintió el otro—, siempre decía que tenía muchos pretendientes, pero que se enamoró de mi abuelo y no le hizo caso a nadie más —rió.
—Veo que tienes muchas fotos con tu mamá y tu abuelita —comentó el ojiazul, observando varias imágenes—, pero no veo de tu padre.
—Ah… es que… mi padre nos abandonó cuando yo nací —se alzó de hombros.
—¡Oh! Lo siento, Agus… No sabía…
—No, está bien, no se preocupe —Agustín negó—, pero si hay una…
Agustín metió las manos en la caja, sacó un paquete de fotografías y empezó a buscar, mientras Erick seguía viendo y separando las demás; le gustaba ver a Agustín de pequeño, se miraba feliz, especialmente con su abuelita.
—Aquí está, es la única que hay —dijo el otro, entregando la imagen.
Erick sujetó la foto y observó a la pareja que estaba en ella; claramente era la madre de Agustín, cuando estaba embarazada, pero al ver el rostro del hombre que la abrazaba y sonreía, el color se le fue del rostro al ojiazul.
—¿Él…? ¿Es tu… padre? —preguntó con voz trémula.
—Sí, bueno… eso fue lo que me dijo mi abuela hace muchos años —asintió—. Es la única foto que hay y la guardó para que lo conociera —se alzó de hombros—, aunque claro, nunca me interesó buscarlo o… —Agustín guardó silencio al ver el gesto de Erick—. ¿Señor? —preguntó contrariado—. ¿Le pasa algo?
Erick temblaba, sus labios se movían y sus parpados pestañeaban insistentes, como si quisiera constatar lo que estaba viendo— ¿Cómo…? —pasó saliva con dificultad—. ¿Cómo se llamaba tu padre? —preguntó en un murmullo.
—¿Por qué? —preguntó Agustín, sin entender la curiosidad del otro.
—¿Se llamaba Alonso? —prosiguió el ojiazul, con voz nerviosa.
—Sí, Alonso Ruiz Ojeda, según mi acta de nacimiento —le restó importancia—. Pero, ¿por qué le interesa?
—Porque… —Erick sentía que le faltaba el aire—. Mi padre se llamaba Alonso Salazar Castañeda y… —su dedo índice se posó en el rostro del hombre de la imagen—. Es él —musitó con miedo.
—¡¿Qué?! —Agustín se sorprendió y negó—. No, no puede ser…
—Es él, Agus —repitió el ojiazul—, ¡es mi padre! —dijo con seguridad, pero el terror se reflejaba en su rostro.
Agustín se quedó sin habla y el silencio reinó en la sala por un momento.
—No… —una sonrisa nerviosa se apoderó de Agustín—. No puede ser señor —repitió, tratando de calmarse—. Además, la ciudad donde nací es pequeña y…
—¿Tenía un cuartel o una base militar? —preguntó Erick sin apartar los ojos azules de la imagen.
—Sí, creo que sí —asintió Agustín.
—Ya te había dicho que mi padre era militar —pasó saliva—. A veces salía por semanas e incluso meses, a otros cuarteles o bases militares, por revisiones —sentía su boca seca—. Fue en una de esas que conoció a mi madre y la embarazó —confesó—. Tal vez… pasó lo mismo y…
—¡No! —Agustín negó—. Si acepto eso, implicaría que hay una mínima oportunidad que usted sea mi… —“hermano”, la palabra no salió de sus labios, ya que se le hizo un nudo en la garganta.
—¿Hermano? —preguntó Erick en un murmullo.
Agustín tembló, negó y luego respiró profundamente, antes de reír nervioso— debe ser un error —trató de restarle importancia—. Hay muchas personas que se parecen, dicen que son como gemelos o doppelgänger —se alzó de hombros—, ¡podría ser solo una coincidencia!
Erick lo miró a los ojos y puso un gesto serio. Tal vez Agustín tenía razón, tal vez solo era un hombre parecido, pero tenía una corazonada, después de todo, desde que conoció a Agustín, simpatizaron muy rápido, como si algo los uniera, además, así como muchos decían, incluyendo sus amigos y los de Alex, Agustín y él se parecían, eso no podía ser una coincidencia.
—Tal vez —musitó—, pero solo hay una forma de comprobarlo.
Marisela estaba en la oficina, cuando su celular sonó; al ver la pantalla, vio la imagen de un conejo y supo que era Erick.
—Buenas tardes, señor Erick, ¿cómo está? ¿Necesita algo? —preguntó amable, mientras cerraba un folder.
—“Marisela…” —la voz seria de Erick la puso en alerta—. “Necesito unos favores, sin que Alejandro se entere”.
«Alejandro, no ‘Alex’, no ‘mi esposo’, dijo Alejandro, ¡esto es algo grave!…» pensó la castaña, quien conocí bien a Erick— dígame —su voz bajó de volumen.
—“¿Puedes investigar sobre mi padre, Alonso Salazar Castañeda? Necesito saber si de casualidad estuvo en la ciudad dónde nació Agustín…”
—Puedo pedir información, a un conocido militar del señor de León —comentó la castaña con rapidez—, pero su padre ya falleció y fue hace muchos años cuando estuvo activo, quizá tarde mucho.
—“Necesito saber si estuvo ahí, antes de que Agustín naciera…”
Esas palabras llamaron la atención de Marisela— ¿alguna razón en especial? —preguntó la mujer contrariada.
—“No puedo decir nada hasta estar seguro…” —acotó el otro—. “Y mi segundo favor es…” —hubo un momento de silencio que logró preocupar a la mujer—. “Necesito que hables con un médico del hospital Santa Mónica, porque quiero programar una prueba de ADN.”
—¿Prueba de ADN? —Marisela estaba más confundida.
—“Necesito que nos hagan una prueba de parentesco a Agustín y a mí, sin que Alejandro lo sepa.”
Esas palabras consiguieron que la mujer atara cabos de inmediato y puso la mano sobre su boca; ella sabía el pasado de Erick Salazar y su padre, por lo que no fue difícil sacar conclusiones.
—De inmediato, señor.
—“Tiene que ser para hoy mismo…” —ordenó el ojiazul al teléfono—. “Saldremos en este momento al hospital”.
—Está bien, haré lo que me pide y los veré ahí.
Erick colgó el teléfono antes que Marisela y ella respiró profundamente, antes de llamar al hospital. Sabía que era algo importante y no debía ocultárselo a Alex, pero Erick se lo había pedido y no podía contradecir esa orden, a menos que su vida corriera peligro.
—Buenas tardes, señor Erick, ¿cómo está? ¿Necesita algo? —preguntó amable, mientras cerraba un folder.
—“Marisela…” —la voz seria de Erick la puso en alerta—. “Necesito unos favores, sin que Alejandro se entere”.
«Alejandro, no ‘Alex’, no ‘mi esposo’, dijo Alejandro, ¡esto es algo grave!…» pensó la castaña, quien conocí bien a Erick— dígame —su voz bajó de volumen.
—“¿Puedes investigar sobre mi padre, Alonso Salazar Castañeda? Necesito saber si de casualidad estuvo en la ciudad dónde nació Agustín…”
—Puedo pedir información, a un conocido militar del señor de León —comentó la castaña con rapidez—, pero su padre ya falleció y fue hace muchos años cuando estuvo activo, quizá tarde mucho.
—“Necesito saber si estuvo ahí, antes de que Agustín naciera…”
Esas palabras llamaron la atención de Marisela— ¿alguna razón en especial? —preguntó la mujer contrariada.
—“No puedo decir nada hasta estar seguro…” —acotó el otro—. “Y mi segundo favor es…” —hubo un momento de silencio que logró preocupar a la mujer—. “Necesito que hables con un médico del hospital Santa Mónica, porque quiero programar una prueba de ADN.”
—¿Prueba de ADN? —Marisela estaba más confundida.
—“Necesito que nos hagan una prueba de parentesco a Agustín y a mí, sin que Alejandro lo sepa.”
Esas palabras consiguieron que la mujer atara cabos de inmediato y puso la mano sobre su boca; ella sabía el pasado de Erick Salazar y su padre, por lo que no fue difícil sacar conclusiones.
—De inmediato, señor.
—“Tiene que ser para hoy mismo…” —ordenó el ojiazul al teléfono—. “Saldremos en este momento al hospital”.
—Está bien, haré lo que me pide y los veré ahí.
Erick colgó el teléfono antes que Marisela y ella respiró profundamente, antes de llamar al hospital. Sabía que era algo importante y no debía ocultárselo a Alex, pero Erick se lo había pedido y no podía contradecir esa orden, a menos que su vida corriera peligro.
Marisela aguardó en la sala de espera a Erick y Agustín, quienes entraron al laboratorio al mismo tiempo, para que les hicieran la prueba de sangre.
Momentos después salieron. Erick se encontraba ansioso, estrujando sus dedos y por momentos, mordiéndose las uñas; Agustín por su parte, estaba pálido, con la mirada en el piso y un gesto aterrorizado; parecía un ente sin alma, ya que aún no procesaba lo que estaba ocurriendo.
El médico se acercó a ellos y sonrió— señor Salazar, los resultados estarán entre diez a quince días —anunció amable.
—¡¿Tanto?! —el ojiazul lo miró molesto—. ¡¿No puede ser antes?! ¡Es urgente!
—Doctor… —Marisela lo miró fríamente—. Esto es algo importante y nos gustaría que tardara lo menos posible
El hombre pasó saliva— bueno, señora Sánchez, quisiera hacer más, pero lo menos que puede durar la revisión de parentesco, son cinco días… Lo siento.
—No podré guardarle este secreto a Alex, por cinco días —el ojiazul respiró agitado y pasó la mano por su rostro.
Marisela observó a Erick, pero el que más le preocupaba era Agustín, pues no había dicho nada y parecía estar en trance.
—Doctor… —dijo con frialdad—. ¿Puede tener el resultado mañana?
—Señora Sánchez… Nosotros…
—Conoce el carácter del señor de León —interrumpió la castaña y se acomodó los lentes con la mano izquierda, mientras sacaba el celular con la derecha—. Puedo marcarle en este momento y lo tendrá aquí en unos minutos, hablando directamente con usted, pero le puedo asegurar que no le hará una petición más amable que yo —amenazó.
El hombre tembló.
—De acuerdo —dijo con voz trémula—. Pediré que los químicos hagan todo el proceso esta misma noche, para que el resultado esté mañana, a más tardar a esta hora.
Marisela levantó una ceja.
—Le aseguro que es el menor tiempo posible para dar resultados —sentenció el médico con nervios.
—De acuerdo, pero no le aseguro que el señor De León lo tome con calma —sonrió con sarcasmo—, así que más vale que tenga su celular a la mano, en caso de que él le marque, porque comprenderá que tendré que informarle de esta situación en un rato más, ¿verdad?
—Sí… Yo, le explicaré lo que pasa y apresuraremos el protocolo lo más que se pueda, le doy mi palabra.
—Bien…
Marisela se giró y caminó hasta Erick y Agustín, que estaban a unos pasos; el ojiazul caminaba en círculos, mientras Agustín estaba como estatua, sin mover un solo músculo.
—Señor, hasta mañana estarán los resultados.
Erick estaba a punto de tener una crisis de nervios; quería exigir que se apresuraran más, pero al ver el gesto de Agustín, se dio cuenta de que estaba siendo irracional. Si realmente eran hermanos, él era mayor y debía buscar la tranquilidad de su hermanito, así como su padre ordenaba a sus hermanos mayores que se ocuparan de él, antes que pde sí mismos, porque era el más chiquito; quizá era de las escasas cosas que había hecho el hombre por su bienestar, cuando era menor y quería pensar que podía actuar cómo un buen hermano también.
Respiró profundamente y se armó de valor, acercándose al otro, sujetándole las manos. Agustín sintió la caricia y levantó el rostro; tenía un gesto impasible, pero su mirada miel, estaba llena de miedo e incertidumbre, que no pasó desapercibido para Erick.
—Agus —musitó el ojiazul—, el resultado estará mañana —comentó con toda la calma que podía—. Si somos hermanos, mañana lo sabremos.
El menor parpadeo y sus labios se movieron, pero no dijo nada.
—¿Te sientes mal? —preguntó Erick con preocupación.
—Yo… —negó lentamente—. Yo… No sé… cómo… reaccionar… —confesó.
La sonrisa de Erick tembló. Agustín no parecía feliz y quizá, él tampoco había reaccionado de la mejor manera debido a la impresión de la idea, pero tenía experiencia sobre esa situación. Cuando sus otros hermanos supieron que era hijo ilegítimo, se notó su desprecio de inmediato, a excepción de Annete, pero quizá esa era la razón de la actitud de Agustín.
—Te… ¿molesta la idea? Es decir, ¿te molesta pensar que tienes un hermano ilegítimo?
—¡¿Qué?! —Agustín levantó el rostro de inmediato—. ¡No! —negó—. No… Bueno… realmente siempre fui hijo único y… no sé… —sus ojos se humedecieron—. No sé cómo sentirme con esta noticia —confesó, pues aun no parecía haberla asimilado
Una lágrima escapó de sus ojos, resbalando por la mejilla y la limpió de inmediato, pero pronto otras más salieron sin control.
—¡Lo siento! —Agustín intentó limpiarse con desespero—. ¡No sé qué debo hacer en este momento!
No sabía el por qué lloraba. La idea de que Erick fuera su hermano, logró que una parte de él se emocionara, porque significaba que sí tenía familia, pero no sabía cómo debía actuar ante todo lo que estaba ocurriendo en ese momento. Además, el miedo se hizo presente al recordar lo que había ocurrido antes, cuando le dispararon por proteger a Erick; si hubiera muerto o si Alejandro de León no hubiera recuperado a Erick, jamás se habría enterado de esa situación y eso lo aterraba.
Erick se conmovió por esa reacción y lo abrazó con cariño.
—No importa lo que suceda, Agus —sonrió—, si no somos hermanos, no evitará que te quiera como uno —confesó— y si somos hermanos, con más razón te querré mucho más, te lo prometo…
Con esas palabras, Agustín lloró con mayor fuerza y abrazó a Erick; tenía demasiadas emociones encima y necesitaba algo que lo calmara y estabilizara.
Marisela observó la escena y sonrió, pero aun así, estaba preocupada, porque tanto Erick como Agustín, estaban demasiado emocionales y ninguno podría explicarle la situación a sus parejas, por lo que ella tendría que hacerlo y no sabía de qué manera hacerlo.
—Creo que deberían ir a descansar —mencionó la de lentes con amabilidad.
—No sé si sea correcto volver a la mansión —Ercik negó—. Estoy muy ansioso y no sé si pueda explicarle esta situación a Alex.
—Julián… Julián también se alterará —aseguró el menor limpiando su nariz.
—Lo imagino —Marisela asintió—. Pediré que los lleven al hotel del señor De León y yo hablaré con él y Julián, para explicarles —sonrió para darles confianza, pero en el fondo, no sabía cómo hacerlo.
Así, los tres salieron y subieron a los vehículos; los trabajadores que los llevaban, se intrigaron porque Marisela ordenó llevarlos al hotel, pero sabían que no debían objetar; tenían órdenes del mismo Alejandro, de que si ella ordenaba algo como eso, era importante o la seguridad de Erick estaba en riesgo durante el trayecto a su hogar, así que tenían que obedecerla, pero debían aumentar la seguridad, por si Erick se encontraba en peligro.
Momentos después salieron. Erick se encontraba ansioso, estrujando sus dedos y por momentos, mordiéndose las uñas; Agustín por su parte, estaba pálido, con la mirada en el piso y un gesto aterrorizado; parecía un ente sin alma, ya que aún no procesaba lo que estaba ocurriendo.
El médico se acercó a ellos y sonrió— señor Salazar, los resultados estarán entre diez a quince días —anunció amable.
—¡¿Tanto?! —el ojiazul lo miró molesto—. ¡¿No puede ser antes?! ¡Es urgente!
—Doctor… —Marisela lo miró fríamente—. Esto es algo importante y nos gustaría que tardara lo menos posible
El hombre pasó saliva— bueno, señora Sánchez, quisiera hacer más, pero lo menos que puede durar la revisión de parentesco, son cinco días… Lo siento.
—No podré guardarle este secreto a Alex, por cinco días —el ojiazul respiró agitado y pasó la mano por su rostro.
Marisela observó a Erick, pero el que más le preocupaba era Agustín, pues no había dicho nada y parecía estar en trance.
—Doctor… —dijo con frialdad—. ¿Puede tener el resultado mañana?
—Señora Sánchez… Nosotros…
—Conoce el carácter del señor de León —interrumpió la castaña y se acomodó los lentes con la mano izquierda, mientras sacaba el celular con la derecha—. Puedo marcarle en este momento y lo tendrá aquí en unos minutos, hablando directamente con usted, pero le puedo asegurar que no le hará una petición más amable que yo —amenazó.
El hombre tembló.
—De acuerdo —dijo con voz trémula—. Pediré que los químicos hagan todo el proceso esta misma noche, para que el resultado esté mañana, a más tardar a esta hora.
Marisela levantó una ceja.
—Le aseguro que es el menor tiempo posible para dar resultados —sentenció el médico con nervios.
—De acuerdo, pero no le aseguro que el señor De León lo tome con calma —sonrió con sarcasmo—, así que más vale que tenga su celular a la mano, en caso de que él le marque, porque comprenderá que tendré que informarle de esta situación en un rato más, ¿verdad?
—Sí… Yo, le explicaré lo que pasa y apresuraremos el protocolo lo más que se pueda, le doy mi palabra.
—Bien…
Marisela se giró y caminó hasta Erick y Agustín, que estaban a unos pasos; el ojiazul caminaba en círculos, mientras Agustín estaba como estatua, sin mover un solo músculo.
—Señor, hasta mañana estarán los resultados.
Erick estaba a punto de tener una crisis de nervios; quería exigir que se apresuraran más, pero al ver el gesto de Agustín, se dio cuenta de que estaba siendo irracional. Si realmente eran hermanos, él era mayor y debía buscar la tranquilidad de su hermanito, así como su padre ordenaba a sus hermanos mayores que se ocuparan de él, antes que pde sí mismos, porque era el más chiquito; quizá era de las escasas cosas que había hecho el hombre por su bienestar, cuando era menor y quería pensar que podía actuar cómo un buen hermano también.
Respiró profundamente y se armó de valor, acercándose al otro, sujetándole las manos. Agustín sintió la caricia y levantó el rostro; tenía un gesto impasible, pero su mirada miel, estaba llena de miedo e incertidumbre, que no pasó desapercibido para Erick.
—Agus —musitó el ojiazul—, el resultado estará mañana —comentó con toda la calma que podía—. Si somos hermanos, mañana lo sabremos.
El menor parpadeo y sus labios se movieron, pero no dijo nada.
—¿Te sientes mal? —preguntó Erick con preocupación.
—Yo… —negó lentamente—. Yo… No sé… cómo… reaccionar… —confesó.
La sonrisa de Erick tembló. Agustín no parecía feliz y quizá, él tampoco había reaccionado de la mejor manera debido a la impresión de la idea, pero tenía experiencia sobre esa situación. Cuando sus otros hermanos supieron que era hijo ilegítimo, se notó su desprecio de inmediato, a excepción de Annete, pero quizá esa era la razón de la actitud de Agustín.
—Te… ¿molesta la idea? Es decir, ¿te molesta pensar que tienes un hermano ilegítimo?
—¡¿Qué?! —Agustín levantó el rostro de inmediato—. ¡No! —negó—. No… Bueno… realmente siempre fui hijo único y… no sé… —sus ojos se humedecieron—. No sé cómo sentirme con esta noticia —confesó, pues aun no parecía haberla asimilado
Una lágrima escapó de sus ojos, resbalando por la mejilla y la limpió de inmediato, pero pronto otras más salieron sin control.
—¡Lo siento! —Agustín intentó limpiarse con desespero—. ¡No sé qué debo hacer en este momento!
No sabía el por qué lloraba. La idea de que Erick fuera su hermano, logró que una parte de él se emocionara, porque significaba que sí tenía familia, pero no sabía cómo debía actuar ante todo lo que estaba ocurriendo en ese momento. Además, el miedo se hizo presente al recordar lo que había ocurrido antes, cuando le dispararon por proteger a Erick; si hubiera muerto o si Alejandro de León no hubiera recuperado a Erick, jamás se habría enterado de esa situación y eso lo aterraba.
Erick se conmovió por esa reacción y lo abrazó con cariño.
—No importa lo que suceda, Agus —sonrió—, si no somos hermanos, no evitará que te quiera como uno —confesó— y si somos hermanos, con más razón te querré mucho más, te lo prometo…
Con esas palabras, Agustín lloró con mayor fuerza y abrazó a Erick; tenía demasiadas emociones encima y necesitaba algo que lo calmara y estabilizara.
Marisela observó la escena y sonrió, pero aun así, estaba preocupada, porque tanto Erick como Agustín, estaban demasiado emocionales y ninguno podría explicarle la situación a sus parejas, por lo que ella tendría que hacerlo y no sabía de qué manera hacerlo.
—Creo que deberían ir a descansar —mencionó la de lentes con amabilidad.
—No sé si sea correcto volver a la mansión —Ercik negó—. Estoy muy ansioso y no sé si pueda explicarle esta situación a Alex.
—Julián… Julián también se alterará —aseguró el menor limpiando su nariz.
—Lo imagino —Marisela asintió—. Pediré que los lleven al hotel del señor De León y yo hablaré con él y Julián, para explicarles —sonrió para darles confianza, pero en el fondo, no sabía cómo hacerlo.
Así, los tres salieron y subieron a los vehículos; los trabajadores que los llevaban, se intrigaron porque Marisela ordenó llevarlos al hotel, pero sabían que no debían objetar; tenían órdenes del mismo Alejandro, de que si ella ordenaba algo como eso, era importante o la seguridad de Erick estaba en riesgo durante el trayecto a su hogar, así que tenían que obedecerla, pero debían aumentar la seguridad, por si Erick se encontraba en peligro.
—¡Al menos tienes una maldita idea de lo que quieres comprarle a Agus! —Miguel le gritó a su amigo en la joyería.
La chica que les estaba mostrando los anillos se asustó y tembló, pero trató de mantener una pose seria.
—No lo sé —Julián pasó la mano por su cabello—. Realmente, no sé qué clase de anillo podría gustarle —negó—, incluso, jamás pensé que tendría que preocuparme por comprar un anillo de compromiso —aseguró, pues no imaginaba que su madre se empeñaría en que siguiera esa tradición, si su pareja era un hombre.
—¡Eres un imbécil! —Miguel sujetó por enfrente el saco de su amigo y lo sacudió con fuerza—. Hemos caminado todo el puto día y ¡¿me sales con esa mamada ahora, cabrón?!
—¡Les dije que jamás había hecho esto! —se excusó el castaño, molesto también.
Alejandro talló su frente, con las yemas de sus dedos y suspiró.
Habían recorrido casi todas las joyerías de la ciudad, incluso habían ido a las que estaban a las afueras, pero no había nada que cumpliera con los requisitos de Julián, para el anillo de compromiso que iba a dar, pero, hasta ese momento, entendía que si no lo encontraban, era porque ni siquiera tenía idea de qué requisitos quería en dicho objeto.
—No vamos a encontrar el anillo hoy —dijo con seriedad, pues era seguro que Miguel terminaría dándole un puñetazo a Julián, ya que él mismo tenía enormes deseos de hacerlo—. Antes de buscar un anillo, primero debes pensar, ¡cómo quieres que sea! —siseó—. Andamos a ciegas, no sabemos las cosas básicas, uno —levantó un dedo—, si quieres un diamante u otra gema, dos —levantó un segundo dedo—, que tipo de metal prefieres y tres —levantó un tercer dedo—, no tienes ni puta idea del estilo que te gustaría a ti ¡o a tu pareja!
Julián suspiró.
En ese momento entendió que realmente debió pensarlo mejor. Sí, había visto muchos anillos, pero no podía decidirse porque no sabía esas tres cosas precisamente. Los diamantes eran lo más tradicional para un anillo de compromiso, pero no sabía si a Agustín le gustaría otra gema, de igual manera, tampoco qué tipo de metal o color podría querer y el diseño era lo principal, pues aunque muchos eran bellos, le parecían sumamente femeninos y no creía que le quedaran al otro.
El castaño suspiró— tal vez debamos intentarlo mañana.
—¡Olvídalo! —Miguel lo soltó con un empujón—. No pienso pasar por esta tortura otro día.
—Se supone que eres mi mejor amigo —objetó el castaño.
—¡¿Tu mejor amigo?! —dijo con molestia—. Pero aun así, primero fuiste a buscar a Alex para esto y luego a mí, así que creo que tienes más fe en él, que en mí, para esta tarea —dijo con sarcasmo.
—¡¿Estás celoso?! —Julián levantó una ceja y se cruzó de brazos.
—¡Vete a la mierda! —respondió su amigo.
Mientras ellos discutían como cuando estaban en la universidad, Alejandro recibió una llamada.
—¿Qué pasó? —preguntó al responder y salió de la joyería, esperando que si los otros se peleaban y rompían algo, él no tuviera que pagarlo.
—“…Estoy en la suite especial del Royal, en compañía del Conejo y Agus…”
—¿Por qué? —Alejandro frunció el ceño y observó alrededor, ubicando a sus guardaespaldas; temía que algo malo hubiera pasado y podría estar en la mira de alguien.
—“Alex… Esto es difícil de explicar por teléfono…” —anunció Marisela—. “Solo te puedo decir las cosas a grandes rasgos, para que al llegar, no actúes imprudentemente…”
—¡Al grano, Marisela!
—“…El Conejo y Agustín fueron hace una hora al hospital Santa Mónica a hacerse una prueba de ADN…”
—¿Prueba de ADN?
—“…El Conejo sospecha que su padre, el General Alonso Salazar, es padre de Agustín…”
—¡¿Qué?! —Alejandro sintió que todo el mundo se detenía—. ¡¿Cómo llegó a esa conclusión?!
—“…Agustín le mostró la única foto de su padre al Conejo y éste lo reconoció…” —respondió la mujer con toda la calma que podía.
Por un instante, Alejandro se quedó sin habla; su boca se secó y pestañeó insistente para tratar de volver a la realidad.
—Busca la información del General y…
—“El Conejo me lo pidió desde hace casi tres horas y ya lo estoy haciendo…” —su voz sonaba confiada—. “Le ordené a Eloy que iniciara la recolección de datos y fue a la zona militar a buscarlos, pero van a tardar…” —anunció—. “El General estuvo activo hace muchos años, Alex, esa información no va a ser sencilla de conseguir, por eso el Conejo quiso una prueba de ADN, solo que, batallé para que me dieran los resultados rápido y lo más que conseguí, fue que los tuvieran para mañana…”
Alejandro apretó el móvil en su mano; eso solo significaba que Erick quería saber la verdad lo más rápido posible y él no estuvo cerca para hacer la suficiente presión y que lo complacieran.
—¿Cómo está? —indagó fríamente.
—“…El Conejo está muy ansioso, pero Agustín es el que me preocupa…”
—¿Le pasa algo malo?
—“…Creo que la noticia tuvo mucho impacto en él y no sabe cómo reaccionar, así que está perdido en sus pensamientos, aunque el señor Erick no se ha apartado de él…”
—De acuerdo —pasó saliva—. En un momento llegaremos Julián, Miguel y yo, por ahora encárgate de llamar a nuestro médico de cabecera, por si Erick o Agustín necesitan algún calmante —rechinó los dientes—. Y por favor, no te alejes de ellos.
—“…No te preocupes Alex, no me apartaré de ellos…”
Alejandro colgó y regresó los pasos a la joyería, dónde Miguel y Julián seguían discutiendo por los anillos y la dependienta ya no sabía qué tipo de anillos mostrarle al castaño.
—¡Vámonos! —la voz fría de Alejandro los silenció.
Julián estuvo a punto de objetar, pero al ver el semblante del rubio, supo que ocurría algo grave, así que dirigió los pasos a la salida, mientras Miguel se disculpaba con la dependienta, antes de seguirlo.
Apenas estuvieron fuera, los demás guardaespaldas los siguieron a unos pasos y cuando estaban llegando a la salida del centro comercial Julián habló.
—¿Qué ocurrió con el Conejo? —preguntó seriamente, porque sabía que era el único motivo por el cual, Alejandro pospondría cualquier cosa.
—Mi Conejo está en la suite especial del Royal —sentenció y sus amigos se pusieron alerta, eso significaba que no podía volver a la mansión por alguna razón— y necesito ir a verlo, para hablar sobre el supuesto hermano, del que se acaba enterar hoy.
—¿Supuesto hermano? —Miguel frunció el ceño.
Ellos sabían bien de la familia de Erick, porque Alejandro les contó de ellos, así que era algo confuso que les dijera que ahora tenía un supuesto nuevo hermano.
—Seguramente es alguien que quiere dinero —musitó Julián con desdén.
—Lo dudo —Alejandro lo miró molesto—. Pero en caso de que se confirme que sí son hermanos, tú eres el que va a estar en problemas —señaló a su amigo.
—¡¿Yo?! —el castaño puso un gesto confuso—. ¿Yo por qué?
—Porque el supuesto hermano de Erick, es Agustín.
Julián se detuvo en seco y tardó un momento en recuperar la compostura, apresurando el paso para alcanzar una vez más al rubio; sin dudar, lo sujetó del brazo y lo detuvo.
—¡¿Qué estás diciendo?! —preguntó entre dientes.
Alejandro miró la mano que lo sujetaba con desdén y todos sus trabajadores, incluyendo Miguel, se pusieron en alerta, sujetando las armas, con intensión de desenfundarlas de inmediato.
—Eres mi amigo —la voz de Alejandro se escuchó—, pero si no me sueltas en este momento, daré la orden de que te disparen.
Julián sabía que el otro no amenazaba en vano, así que lo soltó, pero mantuvo la mirada castaña en el rostro del rubio.
—Agustín le mostró una foto de su padre a Erick —respondió el ojiverde—, foto con la cual, Erick reconoció a su propio padre y tiene la sospecha de que son medios hermanos —explicó—. Hoy mismo se hicieron la prueba de ADN pero hasta mañana sabrán el resultado —anunció— y ahora mismo, ambos están en la suite especial, porque se encuentran alterados y Marisela los está cuidando —detalló, llamando la atención de Miguel también—. Así que más vale que te calmes, de lo contrario, no permitiré que te acerques a Agustín, porque si la sospecha se confirma, ya no será solo un trabajador más para mí, sino que será el hermano de Erick y mi cuñado.
El castaño sintió un nudo en la garganta y no pudo siquiera pasar saliva.
—¡Vámonos! —ordenó el rubio y siguió su camino.
Todos lo siguieron, pero Julián no, por lo que Miguel tuvo que regresar sus pasos y darle un golpe tras la cabeza.
—¡Despierta, animal! —dijo en voz baja—. Alex está furioso, mejor no le des más motivos para querer golpearte, así que ¡camina!
Julián asintió con lentitud y siguió a su amigo.
La sorpresa por esa noticia había sido demasiado para él y seguramente, Agustín estaba peor.
La chica que les estaba mostrando los anillos se asustó y tembló, pero trató de mantener una pose seria.
—No lo sé —Julián pasó la mano por su cabello—. Realmente, no sé qué clase de anillo podría gustarle —negó—, incluso, jamás pensé que tendría que preocuparme por comprar un anillo de compromiso —aseguró, pues no imaginaba que su madre se empeñaría en que siguiera esa tradición, si su pareja era un hombre.
—¡Eres un imbécil! —Miguel sujetó por enfrente el saco de su amigo y lo sacudió con fuerza—. Hemos caminado todo el puto día y ¡¿me sales con esa mamada ahora, cabrón?!
—¡Les dije que jamás había hecho esto! —se excusó el castaño, molesto también.
Alejandro talló su frente, con las yemas de sus dedos y suspiró.
Habían recorrido casi todas las joyerías de la ciudad, incluso habían ido a las que estaban a las afueras, pero no había nada que cumpliera con los requisitos de Julián, para el anillo de compromiso que iba a dar, pero, hasta ese momento, entendía que si no lo encontraban, era porque ni siquiera tenía idea de qué requisitos quería en dicho objeto.
—No vamos a encontrar el anillo hoy —dijo con seriedad, pues era seguro que Miguel terminaría dándole un puñetazo a Julián, ya que él mismo tenía enormes deseos de hacerlo—. Antes de buscar un anillo, primero debes pensar, ¡cómo quieres que sea! —siseó—. Andamos a ciegas, no sabemos las cosas básicas, uno —levantó un dedo—, si quieres un diamante u otra gema, dos —levantó un segundo dedo—, que tipo de metal prefieres y tres —levantó un tercer dedo—, no tienes ni puta idea del estilo que te gustaría a ti ¡o a tu pareja!
Julián suspiró.
En ese momento entendió que realmente debió pensarlo mejor. Sí, había visto muchos anillos, pero no podía decidirse porque no sabía esas tres cosas precisamente. Los diamantes eran lo más tradicional para un anillo de compromiso, pero no sabía si a Agustín le gustaría otra gema, de igual manera, tampoco qué tipo de metal o color podría querer y el diseño era lo principal, pues aunque muchos eran bellos, le parecían sumamente femeninos y no creía que le quedaran al otro.
El castaño suspiró— tal vez debamos intentarlo mañana.
—¡Olvídalo! —Miguel lo soltó con un empujón—. No pienso pasar por esta tortura otro día.
—Se supone que eres mi mejor amigo —objetó el castaño.
—¡¿Tu mejor amigo?! —dijo con molestia—. Pero aun así, primero fuiste a buscar a Alex para esto y luego a mí, así que creo que tienes más fe en él, que en mí, para esta tarea —dijo con sarcasmo.
—¡¿Estás celoso?! —Julián levantó una ceja y se cruzó de brazos.
—¡Vete a la mierda! —respondió su amigo.
Mientras ellos discutían como cuando estaban en la universidad, Alejandro recibió una llamada.
—¿Qué pasó? —preguntó al responder y salió de la joyería, esperando que si los otros se peleaban y rompían algo, él no tuviera que pagarlo.
—“…Estoy en la suite especial del Royal, en compañía del Conejo y Agus…”
—¿Por qué? —Alejandro frunció el ceño y observó alrededor, ubicando a sus guardaespaldas; temía que algo malo hubiera pasado y podría estar en la mira de alguien.
—“Alex… Esto es difícil de explicar por teléfono…” —anunció Marisela—. “Solo te puedo decir las cosas a grandes rasgos, para que al llegar, no actúes imprudentemente…”
—¡Al grano, Marisela!
—“…El Conejo y Agustín fueron hace una hora al hospital Santa Mónica a hacerse una prueba de ADN…”
—¿Prueba de ADN?
—“…El Conejo sospecha que su padre, el General Alonso Salazar, es padre de Agustín…”
—¡¿Qué?! —Alejandro sintió que todo el mundo se detenía—. ¡¿Cómo llegó a esa conclusión?!
—“…Agustín le mostró la única foto de su padre al Conejo y éste lo reconoció…” —respondió la mujer con toda la calma que podía.
Por un instante, Alejandro se quedó sin habla; su boca se secó y pestañeó insistente para tratar de volver a la realidad.
—Busca la información del General y…
—“El Conejo me lo pidió desde hace casi tres horas y ya lo estoy haciendo…” —su voz sonaba confiada—. “Le ordené a Eloy que iniciara la recolección de datos y fue a la zona militar a buscarlos, pero van a tardar…” —anunció—. “El General estuvo activo hace muchos años, Alex, esa información no va a ser sencilla de conseguir, por eso el Conejo quiso una prueba de ADN, solo que, batallé para que me dieran los resultados rápido y lo más que conseguí, fue que los tuvieran para mañana…”
Alejandro apretó el móvil en su mano; eso solo significaba que Erick quería saber la verdad lo más rápido posible y él no estuvo cerca para hacer la suficiente presión y que lo complacieran.
—¿Cómo está? —indagó fríamente.
—“…El Conejo está muy ansioso, pero Agustín es el que me preocupa…”
—¿Le pasa algo malo?
—“…Creo que la noticia tuvo mucho impacto en él y no sabe cómo reaccionar, así que está perdido en sus pensamientos, aunque el señor Erick no se ha apartado de él…”
—De acuerdo —pasó saliva—. En un momento llegaremos Julián, Miguel y yo, por ahora encárgate de llamar a nuestro médico de cabecera, por si Erick o Agustín necesitan algún calmante —rechinó los dientes—. Y por favor, no te alejes de ellos.
—“…No te preocupes Alex, no me apartaré de ellos…”
Alejandro colgó y regresó los pasos a la joyería, dónde Miguel y Julián seguían discutiendo por los anillos y la dependienta ya no sabía qué tipo de anillos mostrarle al castaño.
—¡Vámonos! —la voz fría de Alejandro los silenció.
Julián estuvo a punto de objetar, pero al ver el semblante del rubio, supo que ocurría algo grave, así que dirigió los pasos a la salida, mientras Miguel se disculpaba con la dependienta, antes de seguirlo.
Apenas estuvieron fuera, los demás guardaespaldas los siguieron a unos pasos y cuando estaban llegando a la salida del centro comercial Julián habló.
—¿Qué ocurrió con el Conejo? —preguntó seriamente, porque sabía que era el único motivo por el cual, Alejandro pospondría cualquier cosa.
—Mi Conejo está en la suite especial del Royal —sentenció y sus amigos se pusieron alerta, eso significaba que no podía volver a la mansión por alguna razón— y necesito ir a verlo, para hablar sobre el supuesto hermano, del que se acaba enterar hoy.
—¿Supuesto hermano? —Miguel frunció el ceño.
Ellos sabían bien de la familia de Erick, porque Alejandro les contó de ellos, así que era algo confuso que les dijera que ahora tenía un supuesto nuevo hermano.
—Seguramente es alguien que quiere dinero —musitó Julián con desdén.
—Lo dudo —Alejandro lo miró molesto—. Pero en caso de que se confirme que sí son hermanos, tú eres el que va a estar en problemas —señaló a su amigo.
—¡¿Yo?! —el castaño puso un gesto confuso—. ¿Yo por qué?
—Porque el supuesto hermano de Erick, es Agustín.
Julián se detuvo en seco y tardó un momento en recuperar la compostura, apresurando el paso para alcanzar una vez más al rubio; sin dudar, lo sujetó del brazo y lo detuvo.
—¡¿Qué estás diciendo?! —preguntó entre dientes.
Alejandro miró la mano que lo sujetaba con desdén y todos sus trabajadores, incluyendo Miguel, se pusieron en alerta, sujetando las armas, con intensión de desenfundarlas de inmediato.
—Eres mi amigo —la voz de Alejandro se escuchó—, pero si no me sueltas en este momento, daré la orden de que te disparen.
Julián sabía que el otro no amenazaba en vano, así que lo soltó, pero mantuvo la mirada castaña en el rostro del rubio.
—Agustín le mostró una foto de su padre a Erick —respondió el ojiverde—, foto con la cual, Erick reconoció a su propio padre y tiene la sospecha de que son medios hermanos —explicó—. Hoy mismo se hicieron la prueba de ADN pero hasta mañana sabrán el resultado —anunció— y ahora mismo, ambos están en la suite especial, porque se encuentran alterados y Marisela los está cuidando —detalló, llamando la atención de Miguel también—. Así que más vale que te calmes, de lo contrario, no permitiré que te acerques a Agustín, porque si la sospecha se confirma, ya no será solo un trabajador más para mí, sino que será el hermano de Erick y mi cuñado.
El castaño sintió un nudo en la garganta y no pudo siquiera pasar saliva.
—¡Vámonos! —ordenó el rubio y siguió su camino.
Todos lo siguieron, pero Julián no, por lo que Miguel tuvo que regresar sus pasos y darle un golpe tras la cabeza.
—¡Despierta, animal! —dijo en voz baja—. Alex está furioso, mejor no le des más motivos para querer golpearte, así que ¡camina!
Julián asintió con lentitud y siguió a su amigo.
La sorpresa por esa noticia había sido demasiado para él y seguramente, Agustín estaba peor.
Aunque Erick no quería, tuvo que tomar la pastilla que el médico le indicó, para que pudiera descansar, pues no se le quitaba el dolor de cabeza; Agustín ni siquiera objetó, parecía un muñequito obedeciendo las ordenes de un titiritero, pero Marisela se encargó de dejarlo en una de las habitaciones, para que pudiera descansar también.
La castaña estaba preocupada por el estado de ambos, pero ella no podía ir a dormir, así que solo tomó una pastilla para el dolor de cabeza, ya que tenía que comunicarse a otros lugares, para tratar de recabar más información sobre el padre de Erick; le marcó a Graciela Robles, otra chica que la ayudaba en la oficina y le pidió que se comunicara al último lugar dónde estuvo el General, para preguntar por él y sobre el archivo de sus distintas actividades, treinta años antes.
Se preparó un té y se sentó en la sala principal, para darse cuenta cuando su esposo y los demás, llegaran; siguió revisando algunos documentos que Eloy le había mandado por correo; era posible que no encontrara información y ninguno de sus asistentes lograría mucho, por lo que tendría que ir el mismísimo Alejandro en persona.
—Debe haber una forma… —musitó y tamboreó los dedos sobre el escritorio que estaba usando—. Aunque los cambios y movimientos de activos militares, se archiven durante cierto tiempo útil, no creo que sea fácil dar con algo de más de treinta años…
“Mi padre, así como algunos amigos y conocidos de él y el padre de Erick, confabularon para que yo no lo encontrara…”
—¡Eso es!
Sin dudar, Marisela tomó el teléfono y marcó el número directo del despacho de Diego de León en su mansión, rogando porque estuviera ahí.
—“¿Sí?” —la voz grave del hombre hizo que la castaña sonriera animada.
—Señor, buenas tardes, soy Marisela, disculpe si lo incomodo en este momento, ¿se encuentra ocupado?
—“No, solo estoy arreglando con mi abogado cosas sin importancia, para mandarle más trabajo a mi hijo…” —se burló—. “Y a qué se debe la llamada, ¡¿me tienes noticias de la inseminación artificial?!”
Marisela se mordió el labio. Diego de León le había solicitado que lo mantuviera enterado de todos los movimientos sobre la procreación de sus futuros nietos, pero en ese momento no había solución a eso, aunque los trámites ya se habían iniciado.
—Señor, ya se iniciaron los trámites y es posible que en unos meses le avisen al señor Alejandro, que las madres sustitutas están fecundadas, yo le avisaré a usted, en su momento.
—“¡Bien, bien!” —se escuchó la risa del otro lado—. “Y ¿cómo está mi yerno? Dijo que haría una pintura de mi esposa, ¿no ha cambiado de opinión?”
—Ah, sobre el trabajo del señor Erick no se mucho, pero sé que él siempre cumple lo que promete, así que no se preocupe —sonrió, pues ella ya había visto el avance de esa pintura y le parecía preciosa—. Pero si le hablo, es precisamente por algo relacionado a él…
—“¿Qué ocurre?” —la voz de Diego se puso más grave.
—Señor, su hijo me comentó que usted tenía comunicación con algunas personas que conocían al General Salazar y quería solicitarle la información de contacto de ellos…
—“¡Ah! Esos carcamales, ¡ya ni siquiera sé si siguen vivos!” —se burló—. “Pero, ¿por qué les interesan?”
—Estoy indagando sobre la vida del General Salazar, de hace más de treinta años —respondió con seriedad la castaña—, pero es difícil en su trabajo y quería buscar otras opciones.
—“¡¿Treinta años?! No, niña no, yo conocí a ese idiota hace menos de veinte, no sé nada de antes…”
Marisela titubeó— pero… sí sabe que el señor Erick no es…
—“¿Que mi yerno es hijo fuera del matrimonio?” —preguntó con sarcasmo—. “¡Por supuesto! Además, de que la madre de Erick no había muerto, cuando Alonso se quedó con él, pero ella falleció poco después, porque estaba enferma…”
—¡¿Qué?! —Marisela sintió que su corazón se detenía; ella no sabía eso, por lo que suponía que Alex, ni mucho menos Erick, lo sabían.
—“¿Acaso ni mi hijo, ni tú, lo sabían?” —curioseó el hombre.
—No… la verdad no…
—“¡Ah! Entonces hablé de más…” —dijo con burla—. “Yo me enteré hace años, por un amigo de ese hombre, que quiso quedar bien conmigo, pero no me pareció información importante, así que lo ignoré…”
—Comprendo… —Marisela temblaba, ahora no sabía cómo mantener esa información oculta de Erick—. Bueno, señor, ¿sería mucha molestia que me diera los contactos de esos hombres? —volvió al punto principal—. Quizá, si ellos no saben lo que me interesa, pueden ayudarme a encontrar a alguien más que pueda hacerlo.
—“…¡Claro! A ver… ¿Dónde puse esa vieja agenda?...”
Diego se alejó del auricular y empezó a gritarle a sus trabajadores, preguntando por algo que parecía nadie conocía, hasta que después de unos minutos volvió a tomar el teléfono.
—“…Marisela, no creo encontrarla ahora mismo, porque no está en la caja fuerte de mi despacho…” —gruñó—. “Ya ordené que la buscaran en la biblioteca y en las cajas que iba a entregarle a Alex, pero en cuanto la tenga, te la mando con alguien…”
—Gracias, señor…
—“Nos vemos niña y recuerda, ¡avísame sobre mis nietos!”
—Sí, señor, lo haré…
Marisela colgó, se quitó las gafas y pasó los dedos por sus parpados. Sentía que en vez de tener respuestas, cada vez escarbaba más profundo y obtenía más secretos.
—Esto… No puede ser…—ahora tendría otra cosa que contarle a Alejandro.
Ella aún estaba perdida en sus pensamientos, cuando la puerta principal se abrió y Alejandro ingresó, seguido de Miguel y Julián. Marisela se puso de pie, sujetando su celular y la agenda que siempre tenía cerca.
—¿Qué paso? —preguntó el rubio con frialdad.
—¡Ay! —dijo sin poder contener su frustración—. Realmente no sé por dónde empezar, Alex —negó y abrió su agenda, sacando una foto que se miraba amarillenta, entregándosela al rubio—. Esta es la foto que detonó todo…
Alejandro la sujetó, observando a una mujer embarazada y a un hombre que le parecía familiar; sí, era el padre de Erick, mucho más joven, pero él había visto fotos de ese hombre y la familia del ojiazul, cuando se conocieron en la secundaria, por ello podía reconocerlo.
—¿Esa mujer es…?
—La madre de Guti —sentenció Julián que estaba a su lado, pues él ya había visto varias fotos de su suegra, durante su viaje familiar.
El rubio respiró profundamente.
La foto era más que clara, pero no podía ser una prueba fehaciente del parentesco entre Erick y Agustín o eso quería creer, porque en el fondo, sabía que la posibilidad era muy alta.
“¿El guardaespaldas bonito que se parece a Erick?”, “Es muy parecido a Erick…”, “Se parece mucho al señor Erick…”
Esos comentarios siempre lo rondaron antes y después de reencontrarse con Erick, justo de las personas que lo conocían y también conocían a Agustín. Él mismo había admitido que lo había contratado porque le encontró parecido, pero al ver el interés del Agustín en Julián, prefirió no entrometerse.
—No hay duda, ese sujeto es el padre de Erick, Alonso Salazar —sentenció y le entregó la foto a un Julián que se había quedado helado—. ¿Qué has encontrado? —preguntó para Maricela.
—No mucho —negó—. Gracy se comunicó al último regimiento dónde estuvo el General, pero no tienen archivos de más de cinco años de antigüedad —acomodó sus gafas—. Eloy fue directamente a la Zona militar, dónde el General se retiró, pero tampoco tuvo suerte, sus archivos más antiguos son de diez años —contó—. Dijeron que lo demás, lo envían directamente a la Dirección General de Archivo e Historia y se deben realizar trámites para obtener información concreta.
—Lo que significa que solo queda la prueba de ADN, ¿cierto? —gruñó el rubio.
—Para una respuesta rápida, sí —asintió la castaña—. Pero no para responder las dudas e inquietudes del señor Erick, ni de Agustín.
—Imagino que no comprenden cómo pasó… —musitó el rubio.
—Y eso no es todo —Marisela puso un gesto de preocupación.
Con esa frase, los tres hombres la miraron con intriga, pues no comprendían qué más podía haber.
—Me comuniqué con tu padre —señaló al rubio—. Lo hice por lo que dijiste en diciembre —respondió antes de que el otro preguntara—, que tuvo contacto con el General y otros militares, así que quería ver si me podía pasar esos contactos para investigar.
—¿Lo hizo? —Alejandro se sorprendió.
—No los tenía a la mano, pero dijo que en cuanto encontrara la agenda dónde los tenía, me la mandaría…
—¡Al menos servirá de algo su red de intrigas! —siseó.
—Pero no es eso lo que me preocupa, sino lo que tu padre me comentó.
—¿Qué cosa?
—Pues, que estaba enterado que Erick era hijo fuera del matrimonio…
—No me sorprende —el rubio entornó los ojos—. Otra cosa más por la que se oponía a mi relación con él, supongo.
—No… No me pareció que le importara, pero dijo que, además, el militar se llevó al bebé antes de que la madre falleciera —terminó en un murmullo.
—¡¿Qué?! —Alejandro se sorprendió.
Él sabía que Erick no era un hijo legítimo, pero Erick le contó que su padre le había dicho que su madre murió cuando nació y él supuso que era cierto.
—Alex… creo que ese hombre tenía muchos secretos —Marisela bajó el rostro—. Tal vez si escarbamos en busca de respuestas, encontraremos más y más cosas, que quizá afecten al señor Erick —apretó su agenda en las manos.
—Pero debemos saber lo que ocurrió —objetó el rubio.
—Y no estoy diciendo que no investiguemos, solo que, hay que tratar de tomar las cosas con calma y ver qué tanta información le damos a tu esposo.
Alejandro pasó la mano por su cabello— sí, eso es cierto…
—¿Qué hay del resto de su familia?
La voz de Miguel llamó la atención de los otros tres.
—¿Su familia? —Marisela no comprendía.
—Sí, la familia del Conejo —el pelinegro se alzó de hombros—. Si tanto la madre, como hermanos, sabían de la situación ilegítima del miembro más pequeño, tal vez sepan de otras cosas.
Alejandro pasó la mano por su barbilla. No quería entablar comunicación con esa familia pero tal vez no tendría opción.
—Envía a alguien de mi gente a buscarlos y traerlos para hablar con ellos —señaló a Maricela.
—¡¿Quieres hablar con ellos en persona?! —la de lentes se sorprendió.
—Sí —dijo sin dudar—. Quiero respuestas, por las buenas o por las malas.
—Está bien —asintió la castaña con nervios.
—¿Dónde está Erick?
—Está descansando en la habitación principal —señaló con su mano— y Agustín está en la secundaria.
—Voy con Guti… —sentenció Julián.
Pero antes de que el castaño diera el paso, Alejandro lo sujetó por el frente de su saco.
—Sé que es tu prometido, sé que te ama y hasta ahora, no había dudado de que tú lo amaras, porque no me interesaba —dijo con molestia—. Pero si el día de mañana, confirman que es hermano de Erick, toda su situación va a cambiar y tú —puso un dedo en el pecho de su amigo—, tendrás una deuda con mi familia, de la cual yo, personalmente, voy a cobrar.
—¡¿Deuda?! —frunció Julián frunció el ceño.
—Patricio…
Julián se irguió en su lugar pero no dijo nada; sabía lo que eso significaba, pues lo que había pasado con Agustín y Patricio en su momento, a Alejandro no le importó, pero si resultaba ser su cuñado, seguramente lo haría pagar por esa situación.
—Por ahora, puedes verlo, pero más vale que te andes con cuidado, Julián…
Con esas palabras, Alejandro se apartó, yendo a la habitación donde estaba Erick. Cuando se perdió tras la puerta, Miguel habló.
—Creo que debes empezar a rogar, para que sea mentira lo de ese parentesco… —Miguel levantó una ceja.
Julián observó la foto una vez más y miró al hombre con frialdad.
—Si son hermanos, seguramente será algo bueno para Guti —sus labios se curvaron ligeramente—. Aunque con ello, Alex me dé un escarmiento por lo que ocurrió hace semanas, no importará, sé bien que me lo merezco.
—¡Parece que ya aprendiste! —se burló el pelinegro—. Siendo así, te ayudaré con las curaciones.
—Gracias, amigo —Julián dejó la foto en la mesita y caminó hacia la habitación secundaria.
—Alejandro lo va a matar —dijo Miguel con burla.
—¡Mike! —Marisela lo miró molesta—. No creo que lo mate, si Agus resulta hermano de Erick, no creo que lo quiera entristecer.
—Está bien, tal vez no lo mate, pero si le podría cortar un brazo —le restó importancia.
—Tenemos que evitar eso —Marisela se abrazó a su prometido—, no quiero que haya problemas con nuestros padrinos de boda o podría traernos mala suerte.
—Tranquila —Miguel le besó la frente y correspondió el abrazo—. Alex está cansado, ofuscado, molesto y algo ansioso por la noticia —se alzó de hombros—, no creo que le haga mucho daño a Julián y menos si el Conejo intercede, no por él, sino por su hermano.
La castaña estaba preocupada por el estado de ambos, pero ella no podía ir a dormir, así que solo tomó una pastilla para el dolor de cabeza, ya que tenía que comunicarse a otros lugares, para tratar de recabar más información sobre el padre de Erick; le marcó a Graciela Robles, otra chica que la ayudaba en la oficina y le pidió que se comunicara al último lugar dónde estuvo el General, para preguntar por él y sobre el archivo de sus distintas actividades, treinta años antes.
Se preparó un té y se sentó en la sala principal, para darse cuenta cuando su esposo y los demás, llegaran; siguió revisando algunos documentos que Eloy le había mandado por correo; era posible que no encontrara información y ninguno de sus asistentes lograría mucho, por lo que tendría que ir el mismísimo Alejandro en persona.
—Debe haber una forma… —musitó y tamboreó los dedos sobre el escritorio que estaba usando—. Aunque los cambios y movimientos de activos militares, se archiven durante cierto tiempo útil, no creo que sea fácil dar con algo de más de treinta años…
“Mi padre, así como algunos amigos y conocidos de él y el padre de Erick, confabularon para que yo no lo encontrara…”
—¡Eso es!
Sin dudar, Marisela tomó el teléfono y marcó el número directo del despacho de Diego de León en su mansión, rogando porque estuviera ahí.
—“¿Sí?” —la voz grave del hombre hizo que la castaña sonriera animada.
—Señor, buenas tardes, soy Marisela, disculpe si lo incomodo en este momento, ¿se encuentra ocupado?
—“No, solo estoy arreglando con mi abogado cosas sin importancia, para mandarle más trabajo a mi hijo…” —se burló—. “Y a qué se debe la llamada, ¡¿me tienes noticias de la inseminación artificial?!”
Marisela se mordió el labio. Diego de León le había solicitado que lo mantuviera enterado de todos los movimientos sobre la procreación de sus futuros nietos, pero en ese momento no había solución a eso, aunque los trámites ya se habían iniciado.
—Señor, ya se iniciaron los trámites y es posible que en unos meses le avisen al señor Alejandro, que las madres sustitutas están fecundadas, yo le avisaré a usted, en su momento.
—“¡Bien, bien!” —se escuchó la risa del otro lado—. “Y ¿cómo está mi yerno? Dijo que haría una pintura de mi esposa, ¿no ha cambiado de opinión?”
—Ah, sobre el trabajo del señor Erick no se mucho, pero sé que él siempre cumple lo que promete, así que no se preocupe —sonrió, pues ella ya había visto el avance de esa pintura y le parecía preciosa—. Pero si le hablo, es precisamente por algo relacionado a él…
—“¿Qué ocurre?” —la voz de Diego se puso más grave.
—Señor, su hijo me comentó que usted tenía comunicación con algunas personas que conocían al General Salazar y quería solicitarle la información de contacto de ellos…
—“¡Ah! Esos carcamales, ¡ya ni siquiera sé si siguen vivos!” —se burló—. “Pero, ¿por qué les interesan?”
—Estoy indagando sobre la vida del General Salazar, de hace más de treinta años —respondió con seriedad la castaña—, pero es difícil en su trabajo y quería buscar otras opciones.
—“¡¿Treinta años?! No, niña no, yo conocí a ese idiota hace menos de veinte, no sé nada de antes…”
Marisela titubeó— pero… sí sabe que el señor Erick no es…
—“¿Que mi yerno es hijo fuera del matrimonio?” —preguntó con sarcasmo—. “¡Por supuesto! Además, de que la madre de Erick no había muerto, cuando Alonso se quedó con él, pero ella falleció poco después, porque estaba enferma…”
—¡¿Qué?! —Marisela sintió que su corazón se detenía; ella no sabía eso, por lo que suponía que Alex, ni mucho menos Erick, lo sabían.
—“¿Acaso ni mi hijo, ni tú, lo sabían?” —curioseó el hombre.
—No… la verdad no…
—“¡Ah! Entonces hablé de más…” —dijo con burla—. “Yo me enteré hace años, por un amigo de ese hombre, que quiso quedar bien conmigo, pero no me pareció información importante, así que lo ignoré…”
—Comprendo… —Marisela temblaba, ahora no sabía cómo mantener esa información oculta de Erick—. Bueno, señor, ¿sería mucha molestia que me diera los contactos de esos hombres? —volvió al punto principal—. Quizá, si ellos no saben lo que me interesa, pueden ayudarme a encontrar a alguien más que pueda hacerlo.
—“…¡Claro! A ver… ¿Dónde puse esa vieja agenda?...”
Diego se alejó del auricular y empezó a gritarle a sus trabajadores, preguntando por algo que parecía nadie conocía, hasta que después de unos minutos volvió a tomar el teléfono.
—“…Marisela, no creo encontrarla ahora mismo, porque no está en la caja fuerte de mi despacho…” —gruñó—. “Ya ordené que la buscaran en la biblioteca y en las cajas que iba a entregarle a Alex, pero en cuanto la tenga, te la mando con alguien…”
—Gracias, señor…
—“Nos vemos niña y recuerda, ¡avísame sobre mis nietos!”
—Sí, señor, lo haré…
Marisela colgó, se quitó las gafas y pasó los dedos por sus parpados. Sentía que en vez de tener respuestas, cada vez escarbaba más profundo y obtenía más secretos.
—Esto… No puede ser…—ahora tendría otra cosa que contarle a Alejandro.
Ella aún estaba perdida en sus pensamientos, cuando la puerta principal se abrió y Alejandro ingresó, seguido de Miguel y Julián. Marisela se puso de pie, sujetando su celular y la agenda que siempre tenía cerca.
—¿Qué paso? —preguntó el rubio con frialdad.
—¡Ay! —dijo sin poder contener su frustración—. Realmente no sé por dónde empezar, Alex —negó y abrió su agenda, sacando una foto que se miraba amarillenta, entregándosela al rubio—. Esta es la foto que detonó todo…
Alejandro la sujetó, observando a una mujer embarazada y a un hombre que le parecía familiar; sí, era el padre de Erick, mucho más joven, pero él había visto fotos de ese hombre y la familia del ojiazul, cuando se conocieron en la secundaria, por ello podía reconocerlo.
—¿Esa mujer es…?
—La madre de Guti —sentenció Julián que estaba a su lado, pues él ya había visto varias fotos de su suegra, durante su viaje familiar.
El rubio respiró profundamente.
La foto era más que clara, pero no podía ser una prueba fehaciente del parentesco entre Erick y Agustín o eso quería creer, porque en el fondo, sabía que la posibilidad era muy alta.
“¿El guardaespaldas bonito que se parece a Erick?”, “Es muy parecido a Erick…”, “Se parece mucho al señor Erick…”
Esos comentarios siempre lo rondaron antes y después de reencontrarse con Erick, justo de las personas que lo conocían y también conocían a Agustín. Él mismo había admitido que lo había contratado porque le encontró parecido, pero al ver el interés del Agustín en Julián, prefirió no entrometerse.
—No hay duda, ese sujeto es el padre de Erick, Alonso Salazar —sentenció y le entregó la foto a un Julián que se había quedado helado—. ¿Qué has encontrado? —preguntó para Maricela.
—No mucho —negó—. Gracy se comunicó al último regimiento dónde estuvo el General, pero no tienen archivos de más de cinco años de antigüedad —acomodó sus gafas—. Eloy fue directamente a la Zona militar, dónde el General se retiró, pero tampoco tuvo suerte, sus archivos más antiguos son de diez años —contó—. Dijeron que lo demás, lo envían directamente a la Dirección General de Archivo e Historia y se deben realizar trámites para obtener información concreta.
—Lo que significa que solo queda la prueba de ADN, ¿cierto? —gruñó el rubio.
—Para una respuesta rápida, sí —asintió la castaña—. Pero no para responder las dudas e inquietudes del señor Erick, ni de Agustín.
—Imagino que no comprenden cómo pasó… —musitó el rubio.
—Y eso no es todo —Marisela puso un gesto de preocupación.
Con esa frase, los tres hombres la miraron con intriga, pues no comprendían qué más podía haber.
—Me comuniqué con tu padre —señaló al rubio—. Lo hice por lo que dijiste en diciembre —respondió antes de que el otro preguntara—, que tuvo contacto con el General y otros militares, así que quería ver si me podía pasar esos contactos para investigar.
—¿Lo hizo? —Alejandro se sorprendió.
—No los tenía a la mano, pero dijo que en cuanto encontrara la agenda dónde los tenía, me la mandaría…
—¡Al menos servirá de algo su red de intrigas! —siseó.
—Pero no es eso lo que me preocupa, sino lo que tu padre me comentó.
—¿Qué cosa?
—Pues, que estaba enterado que Erick era hijo fuera del matrimonio…
—No me sorprende —el rubio entornó los ojos—. Otra cosa más por la que se oponía a mi relación con él, supongo.
—No… No me pareció que le importara, pero dijo que, además, el militar se llevó al bebé antes de que la madre falleciera —terminó en un murmullo.
—¡¿Qué?! —Alejandro se sorprendió.
Él sabía que Erick no era un hijo legítimo, pero Erick le contó que su padre le había dicho que su madre murió cuando nació y él supuso que era cierto.
—Alex… creo que ese hombre tenía muchos secretos —Marisela bajó el rostro—. Tal vez si escarbamos en busca de respuestas, encontraremos más y más cosas, que quizá afecten al señor Erick —apretó su agenda en las manos.
—Pero debemos saber lo que ocurrió —objetó el rubio.
—Y no estoy diciendo que no investiguemos, solo que, hay que tratar de tomar las cosas con calma y ver qué tanta información le damos a tu esposo.
Alejandro pasó la mano por su cabello— sí, eso es cierto…
—¿Qué hay del resto de su familia?
La voz de Miguel llamó la atención de los otros tres.
—¿Su familia? —Marisela no comprendía.
—Sí, la familia del Conejo —el pelinegro se alzó de hombros—. Si tanto la madre, como hermanos, sabían de la situación ilegítima del miembro más pequeño, tal vez sepan de otras cosas.
Alejandro pasó la mano por su barbilla. No quería entablar comunicación con esa familia pero tal vez no tendría opción.
—Envía a alguien de mi gente a buscarlos y traerlos para hablar con ellos —señaló a Maricela.
—¡¿Quieres hablar con ellos en persona?! —la de lentes se sorprendió.
—Sí —dijo sin dudar—. Quiero respuestas, por las buenas o por las malas.
—Está bien —asintió la castaña con nervios.
—¿Dónde está Erick?
—Está descansando en la habitación principal —señaló con su mano— y Agustín está en la secundaria.
—Voy con Guti… —sentenció Julián.
Pero antes de que el castaño diera el paso, Alejandro lo sujetó por el frente de su saco.
—Sé que es tu prometido, sé que te ama y hasta ahora, no había dudado de que tú lo amaras, porque no me interesaba —dijo con molestia—. Pero si el día de mañana, confirman que es hermano de Erick, toda su situación va a cambiar y tú —puso un dedo en el pecho de su amigo—, tendrás una deuda con mi familia, de la cual yo, personalmente, voy a cobrar.
—¡¿Deuda?! —frunció Julián frunció el ceño.
—Patricio…
Julián se irguió en su lugar pero no dijo nada; sabía lo que eso significaba, pues lo que había pasado con Agustín y Patricio en su momento, a Alejandro no le importó, pero si resultaba ser su cuñado, seguramente lo haría pagar por esa situación.
—Por ahora, puedes verlo, pero más vale que te andes con cuidado, Julián…
Con esas palabras, Alejandro se apartó, yendo a la habitación donde estaba Erick. Cuando se perdió tras la puerta, Miguel habló.
—Creo que debes empezar a rogar, para que sea mentira lo de ese parentesco… —Miguel levantó una ceja.
Julián observó la foto una vez más y miró al hombre con frialdad.
—Si son hermanos, seguramente será algo bueno para Guti —sus labios se curvaron ligeramente—. Aunque con ello, Alex me dé un escarmiento por lo que ocurrió hace semanas, no importará, sé bien que me lo merezco.
—¡Parece que ya aprendiste! —se burló el pelinegro—. Siendo así, te ayudaré con las curaciones.
—Gracias, amigo —Julián dejó la foto en la mesita y caminó hacia la habitación secundaria.
—Alejandro lo va a matar —dijo Miguel con burla.
—¡Mike! —Marisela lo miró molesta—. No creo que lo mate, si Agus resulta hermano de Erick, no creo que lo quiera entristecer.
—Está bien, tal vez no lo mate, pero si le podría cortar un brazo —le restó importancia.
—Tenemos que evitar eso —Marisela se abrazó a su prometido—, no quiero que haya problemas con nuestros padrinos de boda o podría traernos mala suerte.
—Tranquila —Miguel le besó la frente y correspondió el abrazo—. Alex está cansado, ofuscado, molesto y algo ansioso por la noticia —se alzó de hombros—, no creo que le haga mucho daño a Julián y menos si el Conejo intercede, no por él, sino por su hermano.
Debido a la pastilla, el médico advirtió que Erick y Agustín no despertarían hasta el día siguiente, algo que no sorprendió a Alejandro, pero si puso inquieto a Julián.
Amanecía cuando los parpados temblaron y los orbes azules trataron de enfocar el lugar dónde estaba, sin lograrlo; lo único que lo reconfortó fue ese perfume de su esposo que siempre lo envolvía cuando dormía a su lado y supo que los brazos que lo sujetaban con firmeza, eran de Alejandro.
—Alex… —musitó antes de bostezar.
—¿Qué ocurre? —indagó el rubio con rapidez.
Erick se removió y giró en el lecho para mirar al otro de frente; no dijo nada, solo lo abrazó y restregó el rostro entre los pectorales de su esposo.
—Ya sabes, ¿cierto?
Alejandro lo acunó en brazos y besó la melena negra— sí —dijo con seriedad—. Marisela nos contó todo —sonrió—, ¿cómo te sientes con esa noticia?
—No lo sé… —Erick negó—. Sabes que nunca tuve buena relación con mis hermanos y ahora, el solo imaginar que Agus es mi hermano también, me hace tener muchos sentimientos buenos y malos…
—¿Malos?
—Estoy preocupado —Erick buscó la mirada de su esposo—. No sé si Agus me acepte cómo hermano y además… ¡su trabajo! —se le hizo un nudo en su garganta—. Ha estado cuidando de mí y estuvo a punto de morir por mi culpa —sus ojos se humedecieron—. Si es mi hermano, yo soy quien debe cuidarlo y protegerlo —las lágrimas cayeron—, porque es menor que yo y ahora me preocupa que algo le pase y si hubiera muerto en diciembre, yo…
Alejandro besó los labios de Erick al notar como empezaba a hiperventilar, se estaba alterando y quería que se calmara. Le dio un beso suave, lento, tranquilo; diferente a los apasionados besos de cuando lo poseía, porque quería que se tranquilizara para poder platicar con él.
—Tranquilo, Erick —musitó y le acarició las mejillas, limpiando las lágrimas—. Entiendo tu preocupación —dijo con seriedad—, aunque yo sea hijo único, sé lo que es querer a alguien más y preocuparte por esa persona, más cuando es parte de tu familia, pero conozco a Agustín más tiempo del que tú lo conoces y sé que, aunque es menor que tú, no necesita que tú lo cuides —negó.
El ojiazul apretó los labios— no sé qué decirle de mi padre —confesó—. Él sabe que no fue muy bueno conmigo, pero no quiero que lo que yo pasé, marque una pauta para lo que él hubiera sentido al conocerlo personalmente.
—Erick, tu padre era un bastardo con todos, seguramente Agustín lo odiaría tanto o más que tú.
—Yo no lo odio… solo…
—¿Solo…? —instó el rubio.
—No lo sé —confesó—. Me hizo mucho daño, no solo a mí, pero yo… solo quería su aprobación.
Alejandro lo abrazó— lo sé… por eso lo obedecías en todo, pero ya no está y tampoco puedes mentirle a Agustín sobre un sujeto, sólo porque está muerto.
Erick forzó una sonrisa y suspiró— ¿crees que la idea de ser mi hermano le agrade? Él dijo que estaba bien —respondió de inmediato—, pero tengo miedo al rechazo, como pasó con mis otros hermanos…
—Conejo —Alejandro lo movió y se colocó encima de su cuerpo—. Agustín te aprecia mucho —sonrió—, por eso confío en él para cuidarte, así que dudo que no te quiera como hermano.
—No quiero que él me cuide —Erick levantó la mirada—. ¡No quiero que él se ponga en riesgo por mí! ¡Nadie debería hacerlo!
El rubio suspiró— Erick, ya habíamos tenido esta conversación —dijo con seriedad—. Mi vida, trabajo, estatus y relaciones sociales, no son sencillas —negó—, la única manera de protegerte, es que tengas guardaespaldas y lo aceptaste —sentenció fríamente—. Esto no es solo un capricho mío y lo sabes —puso un gesto serio—. No es como si pudiera dar media vuelta y dejar todo de lado, pensando que por la ‘Divina Voluntad’, aquellos a los que me he enfrentado, nos dejarán en paz y jamás amenazarían nuestras vidas o la de nuestros familiares.
Erick hizo un mohín— yo… lo sé y lo acepté —asintió—. Pero si Agus es mi hermano, ¡no quiero exponerlo!
—Concuerdo contigo —asintió el ojiverde—. Si Agustín resulta ser tu hermano, no puede seguir siendo tu guardaespaldas y sé que debe tener un cuidado especial también.
—¿Me das tu palabra? —suplicó el ojiazul.
—Te doy mi palabra, pero también tienes que darme tu palabra, de que considerarás lo que Agustín piensa y siente.
—Pero…
—Entiendo el punto de tener ese deseo de cuidarlo tú, porque eres mayor —interrumpió el rubio—, pero Agustín no es un niño y puede tomar sus propias decisiones.
—De acuerdo… Consideraré y aceptaré lo que Agus decida.
Amanecía cuando los parpados temblaron y los orbes azules trataron de enfocar el lugar dónde estaba, sin lograrlo; lo único que lo reconfortó fue ese perfume de su esposo que siempre lo envolvía cuando dormía a su lado y supo que los brazos que lo sujetaban con firmeza, eran de Alejandro.
—Alex… —musitó antes de bostezar.
—¿Qué ocurre? —indagó el rubio con rapidez.
Erick se removió y giró en el lecho para mirar al otro de frente; no dijo nada, solo lo abrazó y restregó el rostro entre los pectorales de su esposo.
—Ya sabes, ¿cierto?
Alejandro lo acunó en brazos y besó la melena negra— sí —dijo con seriedad—. Marisela nos contó todo —sonrió—, ¿cómo te sientes con esa noticia?
—No lo sé… —Erick negó—. Sabes que nunca tuve buena relación con mis hermanos y ahora, el solo imaginar que Agus es mi hermano también, me hace tener muchos sentimientos buenos y malos…
—¿Malos?
—Estoy preocupado —Erick buscó la mirada de su esposo—. No sé si Agus me acepte cómo hermano y además… ¡su trabajo! —se le hizo un nudo en su garganta—. Ha estado cuidando de mí y estuvo a punto de morir por mi culpa —sus ojos se humedecieron—. Si es mi hermano, yo soy quien debe cuidarlo y protegerlo —las lágrimas cayeron—, porque es menor que yo y ahora me preocupa que algo le pase y si hubiera muerto en diciembre, yo…
Alejandro besó los labios de Erick al notar como empezaba a hiperventilar, se estaba alterando y quería que se calmara. Le dio un beso suave, lento, tranquilo; diferente a los apasionados besos de cuando lo poseía, porque quería que se tranquilizara para poder platicar con él.
—Tranquilo, Erick —musitó y le acarició las mejillas, limpiando las lágrimas—. Entiendo tu preocupación —dijo con seriedad—, aunque yo sea hijo único, sé lo que es querer a alguien más y preocuparte por esa persona, más cuando es parte de tu familia, pero conozco a Agustín más tiempo del que tú lo conoces y sé que, aunque es menor que tú, no necesita que tú lo cuides —negó.
El ojiazul apretó los labios— no sé qué decirle de mi padre —confesó—. Él sabe que no fue muy bueno conmigo, pero no quiero que lo que yo pasé, marque una pauta para lo que él hubiera sentido al conocerlo personalmente.
—Erick, tu padre era un bastardo con todos, seguramente Agustín lo odiaría tanto o más que tú.
—Yo no lo odio… solo…
—¿Solo…? —instó el rubio.
—No lo sé —confesó—. Me hizo mucho daño, no solo a mí, pero yo… solo quería su aprobación.
Alejandro lo abrazó— lo sé… por eso lo obedecías en todo, pero ya no está y tampoco puedes mentirle a Agustín sobre un sujeto, sólo porque está muerto.
Erick forzó una sonrisa y suspiró— ¿crees que la idea de ser mi hermano le agrade? Él dijo que estaba bien —respondió de inmediato—, pero tengo miedo al rechazo, como pasó con mis otros hermanos…
—Conejo —Alejandro lo movió y se colocó encima de su cuerpo—. Agustín te aprecia mucho —sonrió—, por eso confío en él para cuidarte, así que dudo que no te quiera como hermano.
—No quiero que él me cuide —Erick levantó la mirada—. ¡No quiero que él se ponga en riesgo por mí! ¡Nadie debería hacerlo!
El rubio suspiró— Erick, ya habíamos tenido esta conversación —dijo con seriedad—. Mi vida, trabajo, estatus y relaciones sociales, no son sencillas —negó—, la única manera de protegerte, es que tengas guardaespaldas y lo aceptaste —sentenció fríamente—. Esto no es solo un capricho mío y lo sabes —puso un gesto serio—. No es como si pudiera dar media vuelta y dejar todo de lado, pensando que por la ‘Divina Voluntad’, aquellos a los que me he enfrentado, nos dejarán en paz y jamás amenazarían nuestras vidas o la de nuestros familiares.
Erick hizo un mohín— yo… lo sé y lo acepté —asintió—. Pero si Agus es mi hermano, ¡no quiero exponerlo!
—Concuerdo contigo —asintió el ojiverde—. Si Agustín resulta ser tu hermano, no puede seguir siendo tu guardaespaldas y sé que debe tener un cuidado especial también.
—¿Me das tu palabra? —suplicó el ojiazul.
—Te doy mi palabra, pero también tienes que darme tu palabra, de que considerarás lo que Agustín piensa y siente.
—Pero…
—Entiendo el punto de tener ese deseo de cuidarlo tú, porque eres mayor —interrumpió el rubio—, pero Agustín no es un niño y puede tomar sus propias decisiones.
—De acuerdo… Consideraré y aceptaré lo que Agus decida.
Ya había tenido esa sensación, esa pesadez en el cuerpo y el cansancio que le llevaba a sucumbir al sueño; pensó que con esa pastilla que le habían dado iba a poder descansar como ocurría años atrás, cuando se las recetaron por primera vez, pero no fue así
En esa ocasión no hubo descanso, al contrario, momentos dolorosos, situaciones incómodas, pleitos en la escuela, los constantes gritos de su tío y las palabras hirientes de su padrastro, sobre quien fuera su padre, lo enfurecían, además esa sombra oscura que lo atormentó de niño, creyendo que era su padre, pero que jamás respondió a su llamado de ayuda y al final, la frase de Erick cuando vio la foto “¡es mi padre!”
Agustín despertó de golpe, sintiendo su corazón acelerado y el sudor recorrer su cuerpo; había tenido una pesadilla y aunque desde un principio sabía que era un sueño, no pudo despertar, debido al medicamento. Pasó la mano por su frente y cabello, sintiéndose impotente; su madre no le habló mucho de ese hombre y sólo tenía lo que los demás le contaban, que en cierto modo, hubiera preferido no saber nada.
—¿Guti?
El menor levantó el rostro y observó a Julián ingresando a la habitación, llevando una charola con desayuno.
—¿Estás bien? —preguntó el castaño, dejando la mesa de lado y acercándose a su pareja—. Te ves…
Agustín se alejó de su novio y se bajó de la cama.
—Estoy bien —dijo con seriedad—. Voy a bañarme, me siento sucio ya que no me duche antes de dormir.
Agustín caminó hacia el cuarto de baño; Marisela dijo que se encargaría de mandar por ropa para él y Erick, así que esperaba encontrar al menos un cambio en el guardarropa. Debía bañarse, tratar de poner la mente en calma y evitar que Julián se diera cuenta de lo inquieto que estaba.
Se metió bajo el agua fresca y cerró los parpados. Su cerebro parecía una maquina trabajando a mil por hora, haciendo que recuerdos de su infancia y vida adulta, lo volvieran a incomodar.
Cuando era pequeño, muchos se burlaban de él por no tener padre; su madre no se preocupó por ayudarle a sobrellevar esa situación y aunque sus abuelitos lo intentaron, ninguno pudo decirle mucho de quien había sido la pareja de su madre, porque ni siquiera estaban casados.
Desde el momento en que supo que su padre lo había abandonado, aun antes de nacer, sabía que no lo quería, pero en el fondo, tenía una vaga ilusión de que quizá, si hubiera conocido a ese hombre, tal vez, lo habría querido mucho, idea que el día anterior se había hecho añicos.
Erick platicaba mucho con él, ya que pasaban mucho tiempo juntos; sabía de la familia Salazar y del difunto General Alonso Salazar, el cual, por las palabras del ojiazul, le parecía un hombre sin sentimientos por nadie más, ni siquiera por sus hijos y ahora, había una mínima oportunidad de que él compartiera esa sangre. También conocía todo lo que Erick había sufrido en esa familia, precisamente por culpa de su padre y ya no podía diferenciar si era mejor haber crecido con un padre como ese o sin él.
Rechinó los dientes y apretó los puños. Estaba furioso por su propia estupidez.
A pesar de no ser tan inocente, desde que era pequeño, él imaginaba que tener un padre que lo quisiera y apoyara, hubiera sido una gran experiencia; tal vez hubiese podido tener todo ese apoyo que le falto para poder estudiar bien y graduarse de una carrera.
“No importa lo que suceda, Agus, si no somos hermanos, no evitará que te quiera como uno y si somos hermanos, con más razón te querré mucho más, te lo prometo…”
Recordó las palabras de Erick y la tensión en sus músculos, disminuyó.
Erick también había sufrido cómo él, aun teniendo un padre, su vida no fue perfecta y después, pasó por tantas cosas que tal vez él mismo no hubiese podido soportar, pero aun así, podía hablar con tanta amabilidad y darle palabras dulces, preocuparse por él y quererlo, aun antes de saber que podían estar emparentados.
—No somos tan diferentes —musitó y sonrió débilmente, pues él también lo apreciaba.
«No importan las circunstancias, solo importa el resultado…» pensó con mayor seguridad, «si es mi hermano o no, lo protegeré a él y a sus hijos siempre, porque aun y si no compartimos sangre, es como mi familia también…»
Con esa idea en mente, su cuerpo se relajó y pudo tomar un baño largo, reconfortándose y pudiendo dejar su mente en blanco por varios minutos, concentrándose en sentir el agua recorrer su piel.
Varios minutos después, salió de la regadera, secó su cuerpo y buscó ropa, encontrando un traje de los que usaba en su trabajo, así que se lo puso con rapidez y fue a la habitación, encontrando a Julián sentado en la orilla de la cama, justo dónde lo había dejado cuando se fue a bañar.
—No me digas que no te moviste —sonrió el pelinegro.
—No —negó el mayor—. Esperaba a que regresaras para desayunar, pero te tomaste tu tiempo.
—La verdad, me hacía falta ese baño —Agustín caminó y destapó la charola—. ¡Crepas! —sujetó los cubiertos y se sentó en la orilla de la cama, cortando las crepas para desayunar.
El silencio reinó por un momento, hasta que Julián habló.
—¿Estás bien, Guti?
El pelinegro estaba masticando algo de fruta, pero miró al otro con intriga— ¿lo preguntas por lo de la foto, dónde el señor Erick reconoció a su padre? —preguntó al pasar el bocado.
El castaño se sorprendió de que el otro hablara de esa manera, parecía realmente tranquilo, a pesar de que en la noche lo notó inquieto y antes del baño, tenía un semblante decaído.
—Estoy bien —Agustín ladeó el rostro
—Creí que con la noticia de ser hermano del señor Erick, tú…
—Sólo es una foto —el menor le restó importancia—. No es seguro, así que no hay por qué preocuparse hasta tener los resultados de los análisis —sonrió.
Julián frunció el ceño; la actitud de Agustín no era normal. Sin dudar, se puso de pie, rodeó la cama y fue hasta quedar frente a su pareja, acuclillándose y sujetándole la mano.
—Guti… Recuerda que acordamos no ocultarnos nada —señaló—. Por eso, quiero que seas sincero y me digas cómo te sientes.
Agustín miró los ojos castaños, pero su mente se quedó en blanco.
—No lo sé —negó después de un momento—. El día de ayer pasé por todas las emociones posibles y las imposibles también —se burló—, pero hoy, solo tengo inquietud por lo que piense el señor Erick de mí.
—¿Lo que piense de ti?
Agustín respiró profundamente— no quiero que la relación que teníamos, cambie.
—No tiene por qué pasar eso —Julián negó.
—Cuando tú y yo iniciamos una relación, ¡todo cambió! —acusó el menor.
Julián sonrió de lado— eso es diferente, Guti.
—¿Y qué tal si no es así? —el pelinegro bajó la mirada—. Siempre he estado solo, no sé cómo se debe tratar a un hermano y ¿si no soy lo suficientemente bueno para eso?
—No hay un manual de hermanos —Julián negó—. Conociste a los míos y sabes bien que mi relación con Alfredo no es la mejor, a diferencia de Jorge y Héctor.
Agustín sonrió débilmente— es solo que… no quisiera fallar en mi trabajo de cuidar al señor Erick, por esa cuestión.
—¿Es lo que te preocupa?
Agustín asintió.
—Entonces quítate ese miedo —le restó importancia—, si se confirma que eres hermano del Conejo, seguramente Alejandro no permitirá que sigas siendo su guardaespaldas.
—¡¿Qué?! —Agustín se puso de pie de un salto—. Pero si pierdo este trabajo, no podré estar cerca de él, no me puede despedir solo por eso o… ¿sí? —titubeó—. O es que… ¿el señor De León no quiere a alguien como yo, cerca del señor Erick?
Julián se puso de pie y lo abrazó.
—Dije que no te dejaría ser su guardaespaldas, no que te apartaría de él.
—Pero si no soy su guardaespaldas, ¿de qué voy a trabajar? —frunció el ceño.
—Dudo también que te permitan trabajar.
—¡¿Qué?! —Agustín se apartó de inmediato—. ¡Debo tener empleo! —dijo con desespero—. ¡¿Cómo voy a vivir sin dinero?!
Julián pasó la mano por su frente. No sabía si Agustín estaba fingiendo demencia o simplemente no entendía realmente la situación, pero al pensar en la forma de ser del otro, supo que el pelinegro, sinceramente, no tenía ni idea de lo que significaba ser hermano de Erick Salazar.
—Ven, Guti… —lo sujetó de la mano y lo sentó en la cama una vez más—. Recuerda que me voy a casar contigo —«si es que Alex no me mata antes…» terminó en su mente— y no tendrás ninguna necesidad de trabajar —dijo con seriedad—. Si querías hacerlo, yo no te lo iba a prohibir, porque sé que querías estar cerca del Conejo, pero si eres su hermano, seguramente, Alejandro, te tendrá todas las consideraciones como parte de su familia —señaló fríamente—, no te dejará trabajar y mucho menos como guardaespaldas —levantó una ceja—, al contrario, seguramente te pondrá protección también.
Agustín pasó saliva y negó— no quiero —dijo con rapidez.
—Sé que no te será fácil acostumbrarte, pero…
—Es que ¡no quiero! —dijo con seriedad, casi deletreando la frase—. ¿No lo entiendes? —preguntó como si el otro fuera estúpido—. Aun y cuando confirmemos la sospecha del señor Erick, yo no quiero que nadie más lo sepa, ¡mucho menos nuestros compañeros!
—Guti, no lo vas a poder evitar.
—¡Claro que sí! —dijo con convicción—. Mis apellidos son completamente diferentes a los del señor Erick, sin una constancia de ADN, ¡nada me relacionaría con el él! —aseguró—. Y si nadie sabe que soy su hermano, no estaría en riesgo real, es más seguro para él y para mí, ¡mantener esto en secreto!
Julián pasó la mano por su barbilla; admitía que la conjetura de Agustín tenía mucho sentido, pero no sabía lo que decretaría Alejandro.
—Mira… Primero esperemos a confirmar el examen y después, lo hablamos con Alex y su esposo, ¿de acuerdo?
—Dame tu palabra que me vas a apoyar…
—Te doy mi palabra que te apoyaré en la decisión que tomes —respondió el otro «aunque posiblemente me meta en problemas con Alex.»
En esa ocasión no hubo descanso, al contrario, momentos dolorosos, situaciones incómodas, pleitos en la escuela, los constantes gritos de su tío y las palabras hirientes de su padrastro, sobre quien fuera su padre, lo enfurecían, además esa sombra oscura que lo atormentó de niño, creyendo que era su padre, pero que jamás respondió a su llamado de ayuda y al final, la frase de Erick cuando vio la foto “¡es mi padre!”
Agustín despertó de golpe, sintiendo su corazón acelerado y el sudor recorrer su cuerpo; había tenido una pesadilla y aunque desde un principio sabía que era un sueño, no pudo despertar, debido al medicamento. Pasó la mano por su frente y cabello, sintiéndose impotente; su madre no le habló mucho de ese hombre y sólo tenía lo que los demás le contaban, que en cierto modo, hubiera preferido no saber nada.
—¿Guti?
El menor levantó el rostro y observó a Julián ingresando a la habitación, llevando una charola con desayuno.
—¿Estás bien? —preguntó el castaño, dejando la mesa de lado y acercándose a su pareja—. Te ves…
Agustín se alejó de su novio y se bajó de la cama.
—Estoy bien —dijo con seriedad—. Voy a bañarme, me siento sucio ya que no me duche antes de dormir.
Agustín caminó hacia el cuarto de baño; Marisela dijo que se encargaría de mandar por ropa para él y Erick, así que esperaba encontrar al menos un cambio en el guardarropa. Debía bañarse, tratar de poner la mente en calma y evitar que Julián se diera cuenta de lo inquieto que estaba.
Se metió bajo el agua fresca y cerró los parpados. Su cerebro parecía una maquina trabajando a mil por hora, haciendo que recuerdos de su infancia y vida adulta, lo volvieran a incomodar.
Cuando era pequeño, muchos se burlaban de él por no tener padre; su madre no se preocupó por ayudarle a sobrellevar esa situación y aunque sus abuelitos lo intentaron, ninguno pudo decirle mucho de quien había sido la pareja de su madre, porque ni siquiera estaban casados.
Desde el momento en que supo que su padre lo había abandonado, aun antes de nacer, sabía que no lo quería, pero en el fondo, tenía una vaga ilusión de que quizá, si hubiera conocido a ese hombre, tal vez, lo habría querido mucho, idea que el día anterior se había hecho añicos.
Erick platicaba mucho con él, ya que pasaban mucho tiempo juntos; sabía de la familia Salazar y del difunto General Alonso Salazar, el cual, por las palabras del ojiazul, le parecía un hombre sin sentimientos por nadie más, ni siquiera por sus hijos y ahora, había una mínima oportunidad de que él compartiera esa sangre. También conocía todo lo que Erick había sufrido en esa familia, precisamente por culpa de su padre y ya no podía diferenciar si era mejor haber crecido con un padre como ese o sin él.
Rechinó los dientes y apretó los puños. Estaba furioso por su propia estupidez.
A pesar de no ser tan inocente, desde que era pequeño, él imaginaba que tener un padre que lo quisiera y apoyara, hubiera sido una gran experiencia; tal vez hubiese podido tener todo ese apoyo que le falto para poder estudiar bien y graduarse de una carrera.
“No importa lo que suceda, Agus, si no somos hermanos, no evitará que te quiera como uno y si somos hermanos, con más razón te querré mucho más, te lo prometo…”
Recordó las palabras de Erick y la tensión en sus músculos, disminuyó.
Erick también había sufrido cómo él, aun teniendo un padre, su vida no fue perfecta y después, pasó por tantas cosas que tal vez él mismo no hubiese podido soportar, pero aun así, podía hablar con tanta amabilidad y darle palabras dulces, preocuparse por él y quererlo, aun antes de saber que podían estar emparentados.
—No somos tan diferentes —musitó y sonrió débilmente, pues él también lo apreciaba.
«No importan las circunstancias, solo importa el resultado…» pensó con mayor seguridad, «si es mi hermano o no, lo protegeré a él y a sus hijos siempre, porque aun y si no compartimos sangre, es como mi familia también…»
Con esa idea en mente, su cuerpo se relajó y pudo tomar un baño largo, reconfortándose y pudiendo dejar su mente en blanco por varios minutos, concentrándose en sentir el agua recorrer su piel.
Varios minutos después, salió de la regadera, secó su cuerpo y buscó ropa, encontrando un traje de los que usaba en su trabajo, así que se lo puso con rapidez y fue a la habitación, encontrando a Julián sentado en la orilla de la cama, justo dónde lo había dejado cuando se fue a bañar.
—No me digas que no te moviste —sonrió el pelinegro.
—No —negó el mayor—. Esperaba a que regresaras para desayunar, pero te tomaste tu tiempo.
—La verdad, me hacía falta ese baño —Agustín caminó y destapó la charola—. ¡Crepas! —sujetó los cubiertos y se sentó en la orilla de la cama, cortando las crepas para desayunar.
El silencio reinó por un momento, hasta que Julián habló.
—¿Estás bien, Guti?
El pelinegro estaba masticando algo de fruta, pero miró al otro con intriga— ¿lo preguntas por lo de la foto, dónde el señor Erick reconoció a su padre? —preguntó al pasar el bocado.
El castaño se sorprendió de que el otro hablara de esa manera, parecía realmente tranquilo, a pesar de que en la noche lo notó inquieto y antes del baño, tenía un semblante decaído.
—Estoy bien —Agustín ladeó el rostro
—Creí que con la noticia de ser hermano del señor Erick, tú…
—Sólo es una foto —el menor le restó importancia—. No es seguro, así que no hay por qué preocuparse hasta tener los resultados de los análisis —sonrió.
Julián frunció el ceño; la actitud de Agustín no era normal. Sin dudar, se puso de pie, rodeó la cama y fue hasta quedar frente a su pareja, acuclillándose y sujetándole la mano.
—Guti… Recuerda que acordamos no ocultarnos nada —señaló—. Por eso, quiero que seas sincero y me digas cómo te sientes.
Agustín miró los ojos castaños, pero su mente se quedó en blanco.
—No lo sé —negó después de un momento—. El día de ayer pasé por todas las emociones posibles y las imposibles también —se burló—, pero hoy, solo tengo inquietud por lo que piense el señor Erick de mí.
—¿Lo que piense de ti?
Agustín respiró profundamente— no quiero que la relación que teníamos, cambie.
—No tiene por qué pasar eso —Julián negó.
—Cuando tú y yo iniciamos una relación, ¡todo cambió! —acusó el menor.
Julián sonrió de lado— eso es diferente, Guti.
—¿Y qué tal si no es así? —el pelinegro bajó la mirada—. Siempre he estado solo, no sé cómo se debe tratar a un hermano y ¿si no soy lo suficientemente bueno para eso?
—No hay un manual de hermanos —Julián negó—. Conociste a los míos y sabes bien que mi relación con Alfredo no es la mejor, a diferencia de Jorge y Héctor.
Agustín sonrió débilmente— es solo que… no quisiera fallar en mi trabajo de cuidar al señor Erick, por esa cuestión.
—¿Es lo que te preocupa?
Agustín asintió.
—Entonces quítate ese miedo —le restó importancia—, si se confirma que eres hermano del Conejo, seguramente Alejandro no permitirá que sigas siendo su guardaespaldas.
—¡¿Qué?! —Agustín se puso de pie de un salto—. Pero si pierdo este trabajo, no podré estar cerca de él, no me puede despedir solo por eso o… ¿sí? —titubeó—. O es que… ¿el señor De León no quiere a alguien como yo, cerca del señor Erick?
Julián se puso de pie y lo abrazó.
—Dije que no te dejaría ser su guardaespaldas, no que te apartaría de él.
—Pero si no soy su guardaespaldas, ¿de qué voy a trabajar? —frunció el ceño.
—Dudo también que te permitan trabajar.
—¡¿Qué?! —Agustín se apartó de inmediato—. ¡Debo tener empleo! —dijo con desespero—. ¡¿Cómo voy a vivir sin dinero?!
Julián pasó la mano por su frente. No sabía si Agustín estaba fingiendo demencia o simplemente no entendía realmente la situación, pero al pensar en la forma de ser del otro, supo que el pelinegro, sinceramente, no tenía ni idea de lo que significaba ser hermano de Erick Salazar.
—Ven, Guti… —lo sujetó de la mano y lo sentó en la cama una vez más—. Recuerda que me voy a casar contigo —«si es que Alex no me mata antes…» terminó en su mente— y no tendrás ninguna necesidad de trabajar —dijo con seriedad—. Si querías hacerlo, yo no te lo iba a prohibir, porque sé que querías estar cerca del Conejo, pero si eres su hermano, seguramente, Alejandro, te tendrá todas las consideraciones como parte de su familia —señaló fríamente—, no te dejará trabajar y mucho menos como guardaespaldas —levantó una ceja—, al contrario, seguramente te pondrá protección también.
Agustín pasó saliva y negó— no quiero —dijo con rapidez.
—Sé que no te será fácil acostumbrarte, pero…
—Es que ¡no quiero! —dijo con seriedad, casi deletreando la frase—. ¿No lo entiendes? —preguntó como si el otro fuera estúpido—. Aun y cuando confirmemos la sospecha del señor Erick, yo no quiero que nadie más lo sepa, ¡mucho menos nuestros compañeros!
—Guti, no lo vas a poder evitar.
—¡Claro que sí! —dijo con convicción—. Mis apellidos son completamente diferentes a los del señor Erick, sin una constancia de ADN, ¡nada me relacionaría con el él! —aseguró—. Y si nadie sabe que soy su hermano, no estaría en riesgo real, es más seguro para él y para mí, ¡mantener esto en secreto!
Julián pasó la mano por su barbilla; admitía que la conjetura de Agustín tenía mucho sentido, pero no sabía lo que decretaría Alejandro.
—Mira… Primero esperemos a confirmar el examen y después, lo hablamos con Alex y su esposo, ¿de acuerdo?
—Dame tu palabra que me vas a apoyar…
—Te doy mi palabra que te apoyaré en la decisión que tomes —respondió el otro «aunque posiblemente me meta en problemas con Alex.»
Pese a que tanto Erick, cómo Agustín, aseguraban estar bien, pusieron todas las excusas que pudieron, para no salir de su habitación y no verse, pues no sabían qué decir o cómo actuar. Ambos esperaron a que llegara la hora para ir por los resultados de los análisis para volver a verse.
Apenas estuvieron frente, sonrieron nerviosamente, pero no hubo palabras, pues estaban muy nerviosos.
Julián le hizo una seña a Alejandro y le habló en susurros— Guti no quiere que, en caso de resultar pariente del Conejo —especificó—, alguien fuera de los que estamos en esta habitación, lo sepa.
Los ojos verdes repasaron alrededor, sólo estaban ellos, sus respectivas parejas y Marisela, junto a Miguel.
—Hablaremos de todo eso, después de los resultados —sentenció el ojiverde y se apartó, volviendo con su esposo, para guiarlo a la salida.
Julián se fue con Agustín y Miguel hizo lo propio con Marisela.
Para todos los demás trabajadores de Alejandro, era muy extraña la situación, ya que normalmente Julián y Agustín, acompañaban a los señores todo el tiempo, así que de inmediato iniciaron las conjeturas apresuradas y el posible despido de alguno de los dos, por haber hecho algo malo, especialmente si el día anterior habían ido al hospital.
Al llegar al edificio, todos fueron de inmediato al consultorio del médico que los había atendido el día anterior, pero la asistente los guio a una sala privada que habían preparado con antelación, ya que Marisela se comunicó durante el trayecto, para solicitar toda la privacidad posible.
—Buenas tardes, señor De León —saludó el médico sin poder ocultar sus nervios, ya que no imaginaba que ese día, Alejandro iría también.
El rubio no respondió, solo ingresó, movió una silla para que Erick se sentara y tomó asiento a su lado. Julián y Miguel hicieron lo propio con sus parejas. El silencio y el semblante especialmente de Alejandro, le provocaba escalofríos al médico, quien de inmediato, sacó un folder.
—Hace una hora, me entregaron los resultados —comentó con una sonrisa trémula y abrió el sobre—. Cómo le mencioné a la señorita Sánchez, este proceso al menos debería tardar unos cinco días, pero hicimos todo lo posible para tenerlos en 24 horas —comentó con orgullo.
—¿El resultado no corre riesgo de ser un error? —preguntó el rubio con desdén.
—Bueno… —el hombre de bata se aflojó la corbata—. Debido a que es una prueba de parentesco entre hermanos, la probabilidad más alta de certeza, oscila entre un 70 y un 80 por ciento —explicó—. En casos como este, sería mejor corroborar el parentesco con el padre, pero al no contar con dicha información, esto es el mejor resultado posible.
Erick buscó con la mirada a Agustín y el menor le sonrió nervioso.
—Siendo así, ¿cuál es el resultado? —indagó Alejandro con frialdad.
El médico sacó un par de hojas, entregándole una a Erick y otra a Agustín.
—Según el análisis, el señor Erick Salazar y el joven Agustín Ruiz, comparten la mitad de cromosomas, es decir, comparten un mismo padre —anunció con total seguridad—. Es lo normal en este tipo de situaciones, ya que si solo comparten un progenitor, solo se encontraran la mitad de cromosomas iguales, porque la otra, pertenecerá a otra persona, por lo cual, mis colegas y yo, estamos seguros que son hermanos.
Los orbes azules repasaron las hojas, encontrando la palabra ‘positivo’, resaltada, en mayúsculas y después, buscó una vez más el rostro de Agustín, que estaba al otro lado de la mesa.
El menor observó el documento; no entendía nada de los números, letras y cosas extrañas que estaban ahí impresos, pero si podía ver claramente la palabra ‘POSITIVO’, pues era algo que estaba en el centro, remarcado. Levantó el rostro lentamente y vio el rostro de Erick, observando como el ojiazul le sonreía y él le correspondió de manera trémula el gesto.
—De acuerdo —Alejandro se puso de pie—. Retírese —le hizo una seña al médico—. Le hablaremos en caso de necesitarlo.
—¡Claro! —el hombre salió de inmediato y cerró la puerta tras él.
Alejandro se colocó tras la silla de Erick y le puso las manos en los hombros antes de inclinarse y hablarle con suavidad al oído— ¿necesitas un momento a solas con tu hermano? —sonrió para darle ánimos.
Erick titubeó, apretó los labios y asintió.
El rubio se irguió y miró a sus amigos— Erick debe hablar un momento a solas con Agustín, debemos darles este momento y luego, trataremos otros asuntos importantes.
Miguel y Mariela se pusieron de pie de inmediato, yendo a la puerta.
Julián no quería dejar solo a su novio, pero sabía que Alejandro tenía razón y era mejor que Agustín y Erick hablaran, porque así como Guti tenía sus inquietudes, el otro debía tenerlas igual, por lo que no le quedaba de otra más que acatar las órdenes.
Suspiró, sujetó la mano del menor y le besó el dorso— estaré afuera, si me necesitas, solo llámame.
Agustín asintió.
Julián caminó a la salida ante la mirada desdeñosa de Alejandro, que después de besar la mejilla de Erick, lo siguió.
Hubo un momento de silencio y fue Erick el que habló primero.
—Bueno… se confirmó la sospecha —dijo entrelazando los dedos sobre la mesa y moviéndolos con nerviosismo.
—Sí —Agustín mantenía la mirada baja y las manos sobre sus piernas, estrujando la tela de sus pantalones; no tenía idea de qué decir.
—¿Estás… incómodo conmigo? —indagó el ojiazul.
—¡No! —Agustín levantó el rostro—. Es solo que… no sé cómo referirme a usted ahora…
Erick sonrió— podrías evitar de hablarme de ‘usted’ y dejar el ‘señor’ de lado, ese sería un buen comienzo, ¿no lo crees?
Agustín le correspondió la sonrisa— será un poco complicado, porque… usted es…
Erick carraspeó.
—Es decir… —Agustín titubeó—. Tú eres… mi jefe.
El ojiazul respiró hondo, se puso de pie y fue hasta el otro lado de la mesa, sentándose a un lado de Agustín y sujetándolo de la mano.
—Soy tu hermano —dijo con seguridad—. Y de ahora en adelante, eso será lo más importante del mundo, ¿de acuerdo?
—Lo entiendo, pero…
—¿Pero?
Agustín buscó la mirada de Erick— sería… ¿Sería mucho pedir, mantenerlo en secreto?
Erick sintió que su corazón se oprimía. Se sentía un tanto rechazado, como cuando sus otros hermanos no querían decir que lo eran, pues siempre intentaban dejarlo de lado en ciertas reuniones de los familiares de su madre, especialmente.
—Está bien, si eso deseas —asintió el ojiazul—, pero, puedo preguntar, ¿por qué quieres mantenerlo en secreto?
Agustín apretó la mano de Erick— porque si todos lo saben, yo también me podría convertir en un blanco y no podré mantenerme cerca, ni cuidar de ti, como hasta ahora…
Erick se sorprendió, pero se sintió un poco conmovido.
—Ya no tienes que cuidarme —negó—, eres mi hermano y soy el mayor, yo soy quien debe cuidarte.
—No —Agustín negó—. La verdad, saber que eres mi hermano, me tiene emocionado, aunque no lo parezca —confesó—, pero eso es porque aun lo estoy asimilando —se alzó de hombros—. Pero técnicamente, eres lo único que queda de mi familia —buscó la mirada azul—, quiero poder protegerte
“Agustín no es un niño y puede tomar sus propias decisiones…”
Esas habían sido las palabras de Alejandro y tenía razón.
—Entiendo… Y no creo que pueda oponerme a esa decisión, ¿verdad?
Agustín negó.
—Pero… ¿te molestaría que nos cuidaran a ambos? —preguntó con nervios.
—¿A ambos?
—Sí, bueno… Como cuando otros nos acompañan, me gustaría que también te cuidaran a ti.
—Pero, si nadie sabe que tenemos parentesco, no estaré en peligro —objetó.
Erick respiró profundamente— hace meses, ni siquiera nosotros sabíamos de nuestro parentesco —comentó con calma— y aun así, por cuidarme, casi mueres…
—Eso fue un accidente —Agustín arrugó la nariz.
—Bueno, yo quiero evitar que esa clase de accidentes, se repita —Erick movió la mano y sujetó el brazo del otro—. Tal vez yo tenga otra familia, pero no me llevo bien con ellos —explicó—, eres al único al que tengo cerca, en quien confío y no quiero que nada te pase, ¿puedes complacerme en ello?
Agustín no quería ceder, porque si aceptaba, entonces ahora siempre tendría que andar con otros de sus compañeros, pero no quería que Erick se preocupara.
—De acuerdo, pero no quiero que me traten de forma especial, ni me digan ‘señor’, me sentiré raro y además, de esa forma serán más cautelosos conmigo que ahora.
—¿Cautelosos? —Erick frunció el ceño.
—Sí, uno se entera de comentarios que pueden ser interesantes o comprometedores —Agustín se inclinó como si hablara en secreto—, por eso es mejor que no sepan, para que no se cuiden de mí.
Erick rió.
Entendió lo que el otro quería decirle, pues de cuando en cuando, Alejandro le comentaba cosas que se había enterado por chismes de sus guardaespaldas, así que no quería quitarles ese método de información.
—Está bien… —aceptó—. Ahora, ¿puedo darte un abrazo?
—Ah… —Agustín pasó saliva —. Sí, claro…
Sin titubear, Erick abrazó a su hermano y el otro intentó corresponderle el abrazo con mayor soltura. Aun parecía haber una brecha entre ellos, pero ambos confiaban en que, con el paso del tiempo, esto pasaría.
Apenas estuvieron frente, sonrieron nerviosamente, pero no hubo palabras, pues estaban muy nerviosos.
Julián le hizo una seña a Alejandro y le habló en susurros— Guti no quiere que, en caso de resultar pariente del Conejo —especificó—, alguien fuera de los que estamos en esta habitación, lo sepa.
Los ojos verdes repasaron alrededor, sólo estaban ellos, sus respectivas parejas y Marisela, junto a Miguel.
—Hablaremos de todo eso, después de los resultados —sentenció el ojiverde y se apartó, volviendo con su esposo, para guiarlo a la salida.
Julián se fue con Agustín y Miguel hizo lo propio con Marisela.
Para todos los demás trabajadores de Alejandro, era muy extraña la situación, ya que normalmente Julián y Agustín, acompañaban a los señores todo el tiempo, así que de inmediato iniciaron las conjeturas apresuradas y el posible despido de alguno de los dos, por haber hecho algo malo, especialmente si el día anterior habían ido al hospital.
Al llegar al edificio, todos fueron de inmediato al consultorio del médico que los había atendido el día anterior, pero la asistente los guio a una sala privada que habían preparado con antelación, ya que Marisela se comunicó durante el trayecto, para solicitar toda la privacidad posible.
—Buenas tardes, señor De León —saludó el médico sin poder ocultar sus nervios, ya que no imaginaba que ese día, Alejandro iría también.
El rubio no respondió, solo ingresó, movió una silla para que Erick se sentara y tomó asiento a su lado. Julián y Miguel hicieron lo propio con sus parejas. El silencio y el semblante especialmente de Alejandro, le provocaba escalofríos al médico, quien de inmediato, sacó un folder.
—Hace una hora, me entregaron los resultados —comentó con una sonrisa trémula y abrió el sobre—. Cómo le mencioné a la señorita Sánchez, este proceso al menos debería tardar unos cinco días, pero hicimos todo lo posible para tenerlos en 24 horas —comentó con orgullo.
—¿El resultado no corre riesgo de ser un error? —preguntó el rubio con desdén.
—Bueno… —el hombre de bata se aflojó la corbata—. Debido a que es una prueba de parentesco entre hermanos, la probabilidad más alta de certeza, oscila entre un 70 y un 80 por ciento —explicó—. En casos como este, sería mejor corroborar el parentesco con el padre, pero al no contar con dicha información, esto es el mejor resultado posible.
Erick buscó con la mirada a Agustín y el menor le sonrió nervioso.
—Siendo así, ¿cuál es el resultado? —indagó Alejandro con frialdad.
El médico sacó un par de hojas, entregándole una a Erick y otra a Agustín.
—Según el análisis, el señor Erick Salazar y el joven Agustín Ruiz, comparten la mitad de cromosomas, es decir, comparten un mismo padre —anunció con total seguridad—. Es lo normal en este tipo de situaciones, ya que si solo comparten un progenitor, solo se encontraran la mitad de cromosomas iguales, porque la otra, pertenecerá a otra persona, por lo cual, mis colegas y yo, estamos seguros que son hermanos.
Los orbes azules repasaron las hojas, encontrando la palabra ‘positivo’, resaltada, en mayúsculas y después, buscó una vez más el rostro de Agustín, que estaba al otro lado de la mesa.
El menor observó el documento; no entendía nada de los números, letras y cosas extrañas que estaban ahí impresos, pero si podía ver claramente la palabra ‘POSITIVO’, pues era algo que estaba en el centro, remarcado. Levantó el rostro lentamente y vio el rostro de Erick, observando como el ojiazul le sonreía y él le correspondió de manera trémula el gesto.
—De acuerdo —Alejandro se puso de pie—. Retírese —le hizo una seña al médico—. Le hablaremos en caso de necesitarlo.
—¡Claro! —el hombre salió de inmediato y cerró la puerta tras él.
Alejandro se colocó tras la silla de Erick y le puso las manos en los hombros antes de inclinarse y hablarle con suavidad al oído— ¿necesitas un momento a solas con tu hermano? —sonrió para darle ánimos.
Erick titubeó, apretó los labios y asintió.
El rubio se irguió y miró a sus amigos— Erick debe hablar un momento a solas con Agustín, debemos darles este momento y luego, trataremos otros asuntos importantes.
Miguel y Mariela se pusieron de pie de inmediato, yendo a la puerta.
Julián no quería dejar solo a su novio, pero sabía que Alejandro tenía razón y era mejor que Agustín y Erick hablaran, porque así como Guti tenía sus inquietudes, el otro debía tenerlas igual, por lo que no le quedaba de otra más que acatar las órdenes.
Suspiró, sujetó la mano del menor y le besó el dorso— estaré afuera, si me necesitas, solo llámame.
Agustín asintió.
Julián caminó a la salida ante la mirada desdeñosa de Alejandro, que después de besar la mejilla de Erick, lo siguió.
Hubo un momento de silencio y fue Erick el que habló primero.
—Bueno… se confirmó la sospecha —dijo entrelazando los dedos sobre la mesa y moviéndolos con nerviosismo.
—Sí —Agustín mantenía la mirada baja y las manos sobre sus piernas, estrujando la tela de sus pantalones; no tenía idea de qué decir.
—¿Estás… incómodo conmigo? —indagó el ojiazul.
—¡No! —Agustín levantó el rostro—. Es solo que… no sé cómo referirme a usted ahora…
Erick sonrió— podrías evitar de hablarme de ‘usted’ y dejar el ‘señor’ de lado, ese sería un buen comienzo, ¿no lo crees?
Agustín le correspondió la sonrisa— será un poco complicado, porque… usted es…
Erick carraspeó.
—Es decir… —Agustín titubeó—. Tú eres… mi jefe.
El ojiazul respiró hondo, se puso de pie y fue hasta el otro lado de la mesa, sentándose a un lado de Agustín y sujetándolo de la mano.
—Soy tu hermano —dijo con seguridad—. Y de ahora en adelante, eso será lo más importante del mundo, ¿de acuerdo?
—Lo entiendo, pero…
—¿Pero?
Agustín buscó la mirada de Erick— sería… ¿Sería mucho pedir, mantenerlo en secreto?
Erick sintió que su corazón se oprimía. Se sentía un tanto rechazado, como cuando sus otros hermanos no querían decir que lo eran, pues siempre intentaban dejarlo de lado en ciertas reuniones de los familiares de su madre, especialmente.
—Está bien, si eso deseas —asintió el ojiazul—, pero, puedo preguntar, ¿por qué quieres mantenerlo en secreto?
Agustín apretó la mano de Erick— porque si todos lo saben, yo también me podría convertir en un blanco y no podré mantenerme cerca, ni cuidar de ti, como hasta ahora…
Erick se sorprendió, pero se sintió un poco conmovido.
—Ya no tienes que cuidarme —negó—, eres mi hermano y soy el mayor, yo soy quien debe cuidarte.
—No —Agustín negó—. La verdad, saber que eres mi hermano, me tiene emocionado, aunque no lo parezca —confesó—, pero eso es porque aun lo estoy asimilando —se alzó de hombros—. Pero técnicamente, eres lo único que queda de mi familia —buscó la mirada azul—, quiero poder protegerte
“Agustín no es un niño y puede tomar sus propias decisiones…”
Esas habían sido las palabras de Alejandro y tenía razón.
—Entiendo… Y no creo que pueda oponerme a esa decisión, ¿verdad?
Agustín negó.
—Pero… ¿te molestaría que nos cuidaran a ambos? —preguntó con nervios.
—¿A ambos?
—Sí, bueno… Como cuando otros nos acompañan, me gustaría que también te cuidaran a ti.
—Pero, si nadie sabe que tenemos parentesco, no estaré en peligro —objetó.
Erick respiró profundamente— hace meses, ni siquiera nosotros sabíamos de nuestro parentesco —comentó con calma— y aun así, por cuidarme, casi mueres…
—Eso fue un accidente —Agustín arrugó la nariz.
—Bueno, yo quiero evitar que esa clase de accidentes, se repita —Erick movió la mano y sujetó el brazo del otro—. Tal vez yo tenga otra familia, pero no me llevo bien con ellos —explicó—, eres al único al que tengo cerca, en quien confío y no quiero que nada te pase, ¿puedes complacerme en ello?
Agustín no quería ceder, porque si aceptaba, entonces ahora siempre tendría que andar con otros de sus compañeros, pero no quería que Erick se preocupara.
—De acuerdo, pero no quiero que me traten de forma especial, ni me digan ‘señor’, me sentiré raro y además, de esa forma serán más cautelosos conmigo que ahora.
—¿Cautelosos? —Erick frunció el ceño.
—Sí, uno se entera de comentarios que pueden ser interesantes o comprometedores —Agustín se inclinó como si hablara en secreto—, por eso es mejor que no sepan, para que no se cuiden de mí.
Erick rió.
Entendió lo que el otro quería decirle, pues de cuando en cuando, Alejandro le comentaba cosas que se había enterado por chismes de sus guardaespaldas, así que no quería quitarles ese método de información.
—Está bien… —aceptó—. Ahora, ¿puedo darte un abrazo?
—Ah… —Agustín pasó saliva —. Sí, claro…
Sin titubear, Erick abrazó a su hermano y el otro intentó corresponderle el abrazo con mayor soltura. Aun parecía haber una brecha entre ellos, pero ambos confiaban en que, con el paso del tiempo, esto pasaría.
Erick y Agustín le informaron a Alejandro, Julián, Marisela y Miguel, de su decisión de mantener en secreto su parentesco a la mayoría de las personas no allegas y especialmente a los trabajadores de Alejandro, por lo tanto, ellos lo aceptaron, con la condición de que el rubio les comentara a sus amigos, para que tomaran eso en consideración a futuro, igual que lo haría Erick con sus amigos; aun así, el rubio ya había dado órdenes a Marisela de ponerle escolta a ambos, alegando que Agustín era el mejor amigo de su esposo.
Erick quería platicar con su hermano y tratar de romper el hielo que aun parecía mantenerse por que el otro seguía con su actitud de guardaespaldas, así que el rubio le dijo que sería bueno que tomara una semana de vacaciones en un lugar tranquilo, se llevara a Agustín y a los niños, platicaran todo lo que pudieran, recuperaran el tiempo que no pasaron juntos cuando eran pequeños y se conocieran más, para que se llevaran como hermanos
A Erick no le disgustó la idea y cómo Alejandro no se estaba portando como un esposo posesivo y celoso, supuso que el rubio quería que él y Agustín se conocieran mejor, para que pudieran tratarse con más confianza, sin saber que Alejandro tenía algo más planeado.
A sabiendas que muchos pensarían que la situación era por demás extraña, al irse solos Erick y Agustín de viaje, Marisela dijo verdades a medias. Todos los trabajadores de Alejandro se enteraron que él quería hablar con la familia de Erick, pero no sabían de qué y cómo el rubio no quería que su esposo supiera del contacto que tendría con esas personas, tenía que enviarlo fuera de la mansión unos días.
Con esa excusa, nadie sospechó la realidad, así que Erick, Agustín y las mascotas, salieron un sábado por la mañana, hacia el hotel de la bahía, otra propiedad de Alejandro; fueron seguidos de cerca por un grupo de guardaespaldas, pero ellos se mantendrían a cierta distancia, pues la zona dónde se albergarían, a pesar de ser grande, solo sería para Agustín, Erick y las mascotas.
Así, Alejandro tenía el camino libre para hablar con la familia Salazar, pero tenía que esperar al lunes para ello, aunque el fin de semana, quería investigar por su lado.
El sábado por la tarde, se reunió con algunos conocidos de su padre y algunos militares en activo, de alto rango, que se ofrecieron a ayudarle para obtener archivos antiguos de Alonso Salazar, pero como todo tenía que ser por medio de trámites, tenía que esperar a que llegara la información en la siguiente semana.
El domingo antes de las ocho de la mañana, Alejandro despertó de mal humor, cómo siempre que no estaba con Erick, así que bajó a desayunar como cuando era soltero; completamente solo, en silencio y con un gesto de pocos amigos que asustó a todos sus trabajadores.
Gonzalo sabía perfectamente cómo eran esos días, incluso los domingos; Alejandro desayunaba, luego se iba al despacho, trabajaba, salía a medio día a comer antes de trabajar otro par de horas, hacia ejercicio y finalmente cenaba para asearse e irse a dormir, por eso le extrañó que ese día, al terminar el café, le diera diferentes órdenes.
—Llama a Miguel y Julián, los quiero en el gimnasio a las diez y diles a los demás, que pospongan su entrenamiento de hoy ahí, ya que lo ocuparé un largo rato.
—¿Piensa hacer ejercicio tan temprano? —indagó el canoso, esperando a que una joven recogiera los platos—. Acaba de desayunar, señor…
—Tendré tiempo para reposar la comida —sentenció el ojiverde, dejando la servilleta de lado—, además, estoy de mal humor y Julián tiene que pagarlo en esta ocasión —se puso de pie con rapidez y caminó a la salida del comedor, pero se detuvo—. ¡Ah, sí! Lo olvidé —sonrió con malicia—. Mis amigos llegarán como en… —revisó su reloj de pulsera—. Media hora —se alzó de hombros—, cuando lleguen, pásalos a la sala de reunión más grande.
—¿Sus amigos? —levantó una ceja—. ¿Se refiere a los señores Labastida y Zambrano o a los señores Aramburo?
—A todos los que están en la ciudad en este momento.
—¡¿Todos?! —Gonzalo puso un gesto asombrado, era extraño que el otro dijera eso.
—Sí… David, Iván, Dima, Misha, Claude y Rodrigo ya me confirmaron —sentenció—. Antonio, Giovanni, Demian y Fabián, también están en la ciudad, así que dijeron que tratarían de venir, pero no pudieron asegurarlo, porque ya tenían otros compromisos con sus familias.
Gonzalo se puso en alerta, sabía que no eran todos los amigos del rubio, pero si era una gran mayoría y si los había citado, seguramente era algo grave.
—¿Quiere que se prepare algo especial para esa reunión?
—Posiblemente te pidan té o café al llegar —le restó importancia.
—Me refería a alguna comida, para después de mediodía.
—¡Ah, eso! —Alejandro rió—. No… Julián nos comprará comida a todos, despreocúpate.
Después de esas palabras, Alejandro se alejó del comedor.
Gonzalo pensó por un momento. Cuando sucedía una reunión así, era para castigar a alguien y seguramente el castigado era Julián, porque compraría la comida.
—Señor, ¿debemos hacer algo más? —preguntó el ama de llaves.
—Con respecto a comida, el chef y cocineros, tendrán la mañana libre, pero antes de la cena, preguntaré si será necesario preparar más platillos —sentenció—, solo hay que arreglar las habitaciones de huéspedes, por si los amigos del señor, se quedan a dormir…
Erick quería platicar con su hermano y tratar de romper el hielo que aun parecía mantenerse por que el otro seguía con su actitud de guardaespaldas, así que el rubio le dijo que sería bueno que tomara una semana de vacaciones en un lugar tranquilo, se llevara a Agustín y a los niños, platicaran todo lo que pudieran, recuperaran el tiempo que no pasaron juntos cuando eran pequeños y se conocieran más, para que se llevaran como hermanos
A Erick no le disgustó la idea y cómo Alejandro no se estaba portando como un esposo posesivo y celoso, supuso que el rubio quería que él y Agustín se conocieran mejor, para que pudieran tratarse con más confianza, sin saber que Alejandro tenía algo más planeado.
A sabiendas que muchos pensarían que la situación era por demás extraña, al irse solos Erick y Agustín de viaje, Marisela dijo verdades a medias. Todos los trabajadores de Alejandro se enteraron que él quería hablar con la familia de Erick, pero no sabían de qué y cómo el rubio no quería que su esposo supiera del contacto que tendría con esas personas, tenía que enviarlo fuera de la mansión unos días.
Con esa excusa, nadie sospechó la realidad, así que Erick, Agustín y las mascotas, salieron un sábado por la mañana, hacia el hotel de la bahía, otra propiedad de Alejandro; fueron seguidos de cerca por un grupo de guardaespaldas, pero ellos se mantendrían a cierta distancia, pues la zona dónde se albergarían, a pesar de ser grande, solo sería para Agustín, Erick y las mascotas.
Así, Alejandro tenía el camino libre para hablar con la familia Salazar, pero tenía que esperar al lunes para ello, aunque el fin de semana, quería investigar por su lado.
El sábado por la tarde, se reunió con algunos conocidos de su padre y algunos militares en activo, de alto rango, que se ofrecieron a ayudarle para obtener archivos antiguos de Alonso Salazar, pero como todo tenía que ser por medio de trámites, tenía que esperar a que llegara la información en la siguiente semana.
El domingo antes de las ocho de la mañana, Alejandro despertó de mal humor, cómo siempre que no estaba con Erick, así que bajó a desayunar como cuando era soltero; completamente solo, en silencio y con un gesto de pocos amigos que asustó a todos sus trabajadores.
Gonzalo sabía perfectamente cómo eran esos días, incluso los domingos; Alejandro desayunaba, luego se iba al despacho, trabajaba, salía a medio día a comer antes de trabajar otro par de horas, hacia ejercicio y finalmente cenaba para asearse e irse a dormir, por eso le extrañó que ese día, al terminar el café, le diera diferentes órdenes.
—Llama a Miguel y Julián, los quiero en el gimnasio a las diez y diles a los demás, que pospongan su entrenamiento de hoy ahí, ya que lo ocuparé un largo rato.
—¿Piensa hacer ejercicio tan temprano? —indagó el canoso, esperando a que una joven recogiera los platos—. Acaba de desayunar, señor…
—Tendré tiempo para reposar la comida —sentenció el ojiverde, dejando la servilleta de lado—, además, estoy de mal humor y Julián tiene que pagarlo en esta ocasión —se puso de pie con rapidez y caminó a la salida del comedor, pero se detuvo—. ¡Ah, sí! Lo olvidé —sonrió con malicia—. Mis amigos llegarán como en… —revisó su reloj de pulsera—. Media hora —se alzó de hombros—, cuando lleguen, pásalos a la sala de reunión más grande.
—¿Sus amigos? —levantó una ceja—. ¿Se refiere a los señores Labastida y Zambrano o a los señores Aramburo?
—A todos los que están en la ciudad en este momento.
—¡¿Todos?! —Gonzalo puso un gesto asombrado, era extraño que el otro dijera eso.
—Sí… David, Iván, Dima, Misha, Claude y Rodrigo ya me confirmaron —sentenció—. Antonio, Giovanni, Demian y Fabián, también están en la ciudad, así que dijeron que tratarían de venir, pero no pudieron asegurarlo, porque ya tenían otros compromisos con sus familias.
Gonzalo se puso en alerta, sabía que no eran todos los amigos del rubio, pero si era una gran mayoría y si los había citado, seguramente era algo grave.
—¿Quiere que se prepare algo especial para esa reunión?
—Posiblemente te pidan té o café al llegar —le restó importancia.
—Me refería a alguna comida, para después de mediodía.
—¡Ah, eso! —Alejandro rió—. No… Julián nos comprará comida a todos, despreocúpate.
Después de esas palabras, Alejandro se alejó del comedor.
Gonzalo pensó por un momento. Cuando sucedía una reunión así, era para castigar a alguien y seguramente el castigado era Julián, porque compraría la comida.
—Señor, ¿debemos hacer algo más? —preguntó el ama de llaves.
—Con respecto a comida, el chef y cocineros, tendrán la mañana libre, pero antes de la cena, preguntaré si será necesario preparar más platillos —sentenció—, solo hay que arreglar las habitaciones de huéspedes, por si los amigos del señor, se quedan a dormir…
A las diez de la mañana, Miguel y Julián estaban en el gimnasio.
—¿Trajiste algo para el dolor? —preguntó el castaño con seriedad, mientras hacía estiramientos.
—¡Por supuesto! —asintió el pelinegro y abrió una maleta que había llevado con él—. Hay pastillas, gasas, compresas de agua fría, lidocaína en aerosol —empezó a sacar objetos y colocarlos en la banca dónde estaba—, vendas, banditas adhesivas, líquido desinfectante, pomada para la inflamación, toallas para limpiar, unas vendas de compresión y en caso de que pase a mayores —levantó una ceja— un cabestrillo, además de mi celular para llamar al médico de guardia y que venga de inmediato —se burló.
—Mike, ¡no estoy para bromas!
—Lo sé —suspiró el pelinegro—, pero hay que admitir que, lo que sea que te haga Alex, te lo mereces —se cruzó de brazos.
—¿En serio?
Miguel suspiró— Juls, incluso Marisela y yo, quisimos golpearte cuando pasó lo de Patricio y solo porque somos amigos de Agus —acusó—, ya es hora que realmente recibas un escarmiento por eso.
—¡¿Acaso nadie va a olvidar ese suceso de Patricio?! —preguntó el castaño con molestia.
—¿Tu lo olvidarías si hubiese sido Agus el que se quedara con otro idiota, después de que tú golpearas a ese sujeto, por besar a tu pareja? —su amigo ladeó el rostro.
Julián le dedicó una mirada furiosa.
—No, no lo olvidarías —respondió el pelinegro con seriedad—, así que no entiendo tu enojo —obvió—. Además, tuviste mucha suerte que Alex no lo tomara personal aquella vez, porque no le afectaba directamente —se alzó de hombros—, pero ahora, sabemos que Agus es hermano del Conejo, lo que significa que, literalmente, le hiciste un desplante a su familia, ¿cómo crees que va a actuar?
—Aun así… Todo el mundo parece creer que tiene derecho de regañarme o castigarme —soltó el aire por la nariz, recordando que su madre lo había abofeteado y toda su familia lo había sermoneado—, siendo que Guti no me hizo nada.
—¡Ahí está el punto! —señaló su amigo con rapidez—. Agus no te hizo nada y tenía todo el derecho, pero ¡es obvio que te quiere demasiado! —sentenció—. Así que si Agus no hace nada, los demás, porque lo apreciamos y sabemos que es un gran chico, debemos cobrarnos esa afrenta que le hiciste.
Julián pasó la mano por su cabello y suspiró; sabía bien que Miguel tenía razón, nadie le hubiera dicho nada, ni reclamado, si Agustín lo hubiese golpeado a él, porque se habría desquitado, pero no lo hizo, precisamente porque lo amaba y aunque se enojó, no pudo desquitarse cómo hubiera sido justo.
—Bien, veo que ya estás listo…
La voz de Alejandro hizo que los amigos miraran hacia la entrada del gimnasio.
—¡Mierda! —musitó el castaño, al darse cuenta que el rubio no llegaba solo.
—Esto se va a poner feo —Miguel miró a su amigo de soslayo—, me alegra no estar en tu lugar —se burló y se puso de pie, para recibir a los recién llegados.
—Cómo ves —Alejandro hizo los brazos hacia los lados—, traje compañía.
—Me doy cuenta —Julián sonrió—, no imaginé que esto sería un castigo en grupo.
—No digas tonterías, Juls —David levantó una ceja—, yo no tengo por qué golpearte.
—Ni yo —Iván negó—, solo vine por la invitación a comer.
—Yo tampoco tengo intenciones de hacerlo —Dimitry se cruzó de brazos.
—Nosotros vinimos por las noticias de Alejandro y su familia —secundó Mikhail a su hermano.
—Yo ni siquiera iba a venir, pero Iván me convenció —Fabián señaló a su amigo.
—Yo acabo de llegar a la ciudad y una invitación a reunirse con amigos, no se rechaza —Claude se alzó de hombros.
—La verdad, yo vine porque quería enterarme de las novedades, después de meses de no verlos —Rodrigo sonrió—, pero no imaginé que me encontraría con noticias tan impactantes y que además, Alex te va a partir la madre —acomodó sus lentes sin marco, con el dedo medio de su mano.
—Alex no me va a partir la madre, solo…
Julián no pudo terminar la frase, porque Alejandro no lo permitió; el rubio le dio un puñetazo a su amigo sin previo aviso, logrando que diera unos pasos hacia atrás.
—¡Tienes razón! —sentenció el ojiverde—. No tengo por qué tocar a tu madre, cuando el problema es contigo.
Julián sujetó su quijada y la movió de un lado a otro, ya que con el golpe, sintió como si se la desacomodara.
—¡Avisa por lo menos! —dijo con molestia.
—¿Avisar? —Alejandro levantó una ceja—. No es un juego, Julián…
El rubio lanzó una patada hacia la cabeza de su contrincante, que el otro alcanzó a cubrir con los brazos, pero no contó con la reacción de Alejandro, que inmediatamente bajó la pierna y cambió el ataque usando la otra, para golpearlo en su costado que estaba desprotegido, logrando que se quejara.
—Lento… —gruñó el ojiverde—. ¿Acaso no te piensas defender?
—Alex… —Julián apretó la quijada, para no quejarse por el golpe en su costado—. Realmente no quiero pelear contigo, no esta vez —dijo con seriedad—. Especialmente porque sé que tienes razón…
—¡Lástima! —Alejandro dio unos pasos y le dio un puñetazo en el estómago, consiguiendo que Julián se doblara—. Porque si no te defiendes, será mucho peor —sentenció, dando otro golpe con el puño, en el pómulo derecho.
Ese era el preámbulo al castigo, porque Alejandro estaba furioso, al saber que Julián, había hecho sufrir no solo a quien era su novio, sino que se atrevió a dejar en segundo lugar al que ahora sabía, era hermano de su esposo, mismo que Erick quería mucho, a diferencia de los otros parientes que había conocido con anterioridad.
Miguel bajó el rostro y puso una mano sobre sus parpados, escuchando solo los quejidos de Julián, cuando recibía un golpe.
—¿En serio no se piensa defender? —Iván se encogía cada que escuchaba como Alejandro golpeaba al otro.
—Creo que no —respondió Miguel, sin siquiera ver la escena.
—A este paso va a terminar en el hospital —Fabián pasó la mano por su nuca.
—Una pelea así no tiene reto —Mikhail se recargó en una pared.
—Un enemigo que no se defiende, es como un saco de golpeo —Dimitry se sentó en una banca, no le encontraba ningún mérito a esa situación.
—Y tampoco sirve para los negocios —Rodrigo pasó la mano por su barba.
—Supongo que se cancela la apuesta —Claude lo miró de soslayo, ya que antes de llegar, habían apostado por quien terminaría más lastimado.
—¡Por supuesto! —Rodrigo ladeó el rostro—. Si seguimos con ella, sería cómo regalarte mi dinero.
Durante un largo rato, Alejandro golpeó a Julián, sin que el castaño se defendiera, solo evitaba de cuando en cuando los golpes, pero no los respondía; eso enfurecía más al rubio, porque sentía que el otro no estaba tomando en serio esa situación.
David era el único que se mantenía en silencio, con la mirada fija en los movimientos de su amigo y el cómo Julián recibía los golpes, casi con resignación, algo que sabía no era propio de él, pues lo conocía de años también. Cuando Julián escupió sangre y cayó de rodillas, David se metió, sujetando el brazo de Alejandro, antes de que diera otro golpe.
—¡Ya basta, Alex! —dijo con seriedad—. Es obvio que Juls entendió, desde antes de que lo golpearas, que había hecho mal.
—¡¿Y crees que con eso me doy por bien servido?! —preguntó furioso el ojiverde.
—Sé que no, pero estás haciendo esto porque sientes que Juls ofendió a tu familia y lo entiendo —señaló fríamente el de lentes—, pero si le ocasionas algo grave, tu cuñado sufrirá más —dijo con frialdad— y ¿quién crees que tendrá problemas después?
Alejandro respiraba con furia; entendía lo que David quería decir, ya que si algo le pasaba a Julián por su culpa, Agustín y especialmente Erick, no se lo perdonarían.
—¡Maldita sea! —gritó el rubio y caminó hacia la pared, donde estuvo a punto de golpear el muro, pero la palma de Mikhail detuvo el puñetazo.
—Si golpeas la pared con ese coraje, te puedes fracturar la mano —señaló el menor con seriedad, ya que conocía la fuerza de Alejandro.
—Además el problema no es Juls —sentenció Dimitry con frialdad—. Tú estás molesto con la familia de Erick —dijo con total seguridad—, golpear a Juls no te va a quitar esa frustración que traes.
—¿Y qué quieren que haga? —indagó fríamente—. ¿Qué golpee a sus hermanos mayores? —preguntó, apartándose de Mikhail, quien movió la mano, casi sacudiéndola, porque realmente le había dolido el golpe que detuvo.
Miguel se acercó a Julián, llevando el maletín de primeros auxilios y lo ayudó a recostarse, para empezar con la limpieza de las heridas, ya que la sangre brotaba no solo de la boca, sino de la nariz y algunas laceraciones en otras partes del cuerpo, debido a cuando Alejandro lo tumbaba y se lastimaba con las cosas que había cerca.
Fabián se acercó también y revisó al castaño, no era médico, pero debido a su trabajo como químico fármaco biólogo, tenía cierto conocimiento y capacitación para actuar cuando se trataba de esas situaciones.
—Ni siquiera has hablado con ellos —Claude negó, refiriéndose a la familia de Erick—, así no puedes pensar claramente.
—Pero golpearlos no sería mala idea —se burló Rodrigo.
—¿Necesita ir al hospital? —preguntó Iván a sus amigos, ya que Julián seguía tendido en el piso, con gesto dolido pero sin quejarse.
—Tal vez —Fabián hizo un gesto preocupado—, pero es mejor llamar al médico, porque creo que la nariz puede estar fracturada y no sé qué tan mal haya quedado de otras partes.
Miguel sacó su celular y marcó el número del doctor que atendía a los guardaespaldas durante sus entrenamientos.
—Aunque con tu temperamento —Mikhail se acercó a Alejandro—, si golpearas a los hermanos mayores de tu esposo, seguro los matarías
—Debes calmar tu ira —David acomodó sus gafas con algo de cansancio—, no logras nada con golpear a todo mundo, si de todas maneras no encuentras las respuestas a las dudas e inquietudes de tu esposo.
—David tiene razón —Dimitry se recargó en su asiento—. Después de todo, no estás preocupado por el nuevo hermano de Erick, sino por el mismo Erick…
—Eso y la posibilidad de que tenga más hermanos desconocidos…
Ante las palabras de Rodrigo, Alejandro levantó el rostro, mirándolo con incredulidad.
—¡¿Qué dijiste?! —dijo entre dientes.
—¡Tranquilo! —el de barba levantó las manos como muestra de que no buscaba pelea—. Sólo digo lo obvio.
—Rodrigo tiene razón —Claude ladeó el rostro—. Sabemos que Erick no era hijo legítimo de su padre y ya encontraste un hermano en su misma condición —levantó una ceja—. ¿Cómo sabes que no hay otros?
Alejandro abrió los ojos con sorpresa; se quedó sin habla por un momento, después respiró profundamente y pasó las manos por su cabello, haciendo algunos mechones hacia atrás, manchándose de algo de la sangre de Julián.
—¿Tiene que ser una maldita broma! —dijo con frustración.
—¡No nos pongamos paranoicos! —David miró a sus amigos con molestia—. Especialmente porque ya saben cómo se pone Alex con todo lo relacionado a Erick —regañó.
—Lo primero es investigar el pasado del General Salazar —Mikhail levantó una ceja.
—Y tienes que hacerlo con calma —sentenció Dimitry con seriedad, para que entendiera que debía andar con pies de plomo en ese tema.
—¡Maldita sea! —gruñó el rubio con molestia.
—Además…
Antes de que David dijera algo más, la puerta del gimnasio se abrió y entró el médico encargado, yendo hacia Julián, para revisarlo, así que lo pasaron a un banquillo para hacerle la tarea más sencilla.
Cómo Alejandro dijo que no quería que nadie más, fuera de su círculo de amigos, se enterara de la situación entre Erick y Agustín, todos guardaron silencio, enfocándose en lo que decía el médico.
Julián tuvo suerte, aunque se miraba mal porque tenía varios moretones, un parpado inflamado y varios hematomas grandes, especialmente en el torso, su nariz era lo único que había recibido un golpe de gran magnitud y por eso estaba fracturada. Todos se miraron entre sí; era obvio que Alejandro se había contenido y precisamente eso era lo que lo tenía mucho más furioso, por no haber podido desquitar su coraje completamente.
El doctor, debido a que era un hombre mayor, ya tenía experiencia en esas situaciones, así que lo tomó con calma y rápidamente, realineó la nariz de Julián, que se quejó más por ese movimiento brusco que por todos los golpes recibidos con anterioridad.
—Ya, ¡ya pasó! —sonrió el anciano, mientras le ponía unas gasas en la nariz, tanto por dentro, como por fuera—. Tendrás que evitar golpes en la cara por un tiempo —dijo con burla.
—¡Gracias, Doc! —sentenció Miguel, porque Julián no podía hablar—. Es bueno que usted siempre esté aquí.
—No por mucho —comentó el canoso, terminando su labor—, dentro de poco, me toca jubilarme…
—Esperemos que el próximo que venga sea tan bueno como usted —Fabián le sonrió, al ver el trabajo que había hecho con tanta eficacia.
—Seguramente será bueno —anunció el hombre—, pero tardará en acostumbrarse al ritmo de vida que tienen aquí… —ladeó el rostro y puso una última cinta—. ¡Listo! Sólo debes tomarte los medicamentos —entregó unas cajitas con medicina para dolor, inflamación y para prevenir infecciones— y en un par de semanas, estarás cómo nuevo, muchacho.
—Genial… —la voz de Julián sonaba extraña debido a las gasas en su nariz—. ¿Qué excusa le daré a Guti cuando vuelva?
—Le puedes decir que te caíste o que te golpeaste con una puerta —Rodrigo le restó importancia.
—¡Una puerta con puños certeros! —se burló Miguel.
—Ve y cámbiate —Alejandro le lanzó una toalla—. Aun nos debes una comida a todos.
—¡¿A todos?! —Julián lo miró confundido.
—Sabes las reglas —Iván sonrió con malicia—. Para la redención completa, no sirve solo el castigo físico, sino monetario —talló sus dedos con burla.
—Mejor golpéenme todos —Julián se recostó en el banquillo dónde estaba—. No quiero salir de aquí y menos en esta condición…
—La oferta es tentadora —Mikhail se inclinó—, pero prometí que me mantendría fuera de pleitos por unos meses, así que, quiero mi comida —dijo con seriedad.
—Yo desayuné temprano y ya hace hambre —Claude metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Además, el trayecto de aquí, al centro de la ciudad, nos abrirá más el apetito —aseguró Dimitry con toda calma.
—Y Alex también debe cambiarse —David señaló a su amigo—, no puede ir a comer con esas manchas de sangre en su ropa, parece asesino serial.
El rubio chasqueó la lengua.
—Bien… —Julián se incorporó—. Iré a cambiarme…
Enfiló los pasos a la salida, junto con el médico, que iba hacia el mismo camino.
—Te esperamos en la mansión —anunció Alejandro—, así aprovecho para asearme… Otra vez.
Durante la comida, en uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad, Alejandro se mantuvo en completo silencio, pese a que sus amigos platicaban y trataban de planear algo para ayudar al rubio con la investigación del pasado de su difunto suegro. Julián observaba al ojiverde desde su lugar, suponía que estaba molesto con él por no haber respondido al castigo, pero se equivocaba, pues Alejandro tenía otras cosas en su mente.
«Si ese sujeto tuvo más hijos, no sé cómo se lo diré a Erick…»
Después de esa comida, Alejandro volvió a la mansión con Julián y Miguel, mientras sus amigos se iban a sus respectivas actividades.
—Mañana veré a la familia de Erick —sentenció el rubio desde su lugar—. Miguel, quiero que estés cerca de Marisela mientras me acompaña y díganle a César que él y Tomas serán mis acompañantes toda la semana.
—¿Toda la semana? —Julián giró el rostro para verlo.
—No estás en condiciones para trabajar —el rubio lo miró con molestia—. Tienes que descansar así que tomate unos días.
—¡Pero quiero saber la situación de Agustín!
—Recuerda que Erick y Agustín decidieron mantener el asunto en secreto —señaló—, esa es la razón por la que si Agustín no reclama el apellidos Salazar, tú no tienes por qué meterte en este asunto, pues se trata de la familia de mi esposo —enfatizó el rubio—, nada más.
Julián guardó silencio.
Estaba molesto, pero sabía que Alejandro tenía razón; no podía exigir enterarse de la familia Salazar si técnicamente, no formaba parte de ella, ya que Agustín no quería que fuera de esa manera.
—Además… —el rubio miró hacia el exterior—. Tienes otro asunto más importante del qué preocuparte, que se pospuso debido a esta situación, así que toma esta semana para pensar en ello también.
—¿Trajiste algo para el dolor? —preguntó el castaño con seriedad, mientras hacía estiramientos.
—¡Por supuesto! —asintió el pelinegro y abrió una maleta que había llevado con él—. Hay pastillas, gasas, compresas de agua fría, lidocaína en aerosol —empezó a sacar objetos y colocarlos en la banca dónde estaba—, vendas, banditas adhesivas, líquido desinfectante, pomada para la inflamación, toallas para limpiar, unas vendas de compresión y en caso de que pase a mayores —levantó una ceja— un cabestrillo, además de mi celular para llamar al médico de guardia y que venga de inmediato —se burló.
—Mike, ¡no estoy para bromas!
—Lo sé —suspiró el pelinegro—, pero hay que admitir que, lo que sea que te haga Alex, te lo mereces —se cruzó de brazos.
—¿En serio?
Miguel suspiró— Juls, incluso Marisela y yo, quisimos golpearte cuando pasó lo de Patricio y solo porque somos amigos de Agus —acusó—, ya es hora que realmente recibas un escarmiento por eso.
—¡¿Acaso nadie va a olvidar ese suceso de Patricio?! —preguntó el castaño con molestia.
—¿Tu lo olvidarías si hubiese sido Agus el que se quedara con otro idiota, después de que tú golpearas a ese sujeto, por besar a tu pareja? —su amigo ladeó el rostro.
Julián le dedicó una mirada furiosa.
—No, no lo olvidarías —respondió el pelinegro con seriedad—, así que no entiendo tu enojo —obvió—. Además, tuviste mucha suerte que Alex no lo tomara personal aquella vez, porque no le afectaba directamente —se alzó de hombros—, pero ahora, sabemos que Agus es hermano del Conejo, lo que significa que, literalmente, le hiciste un desplante a su familia, ¿cómo crees que va a actuar?
—Aun así… Todo el mundo parece creer que tiene derecho de regañarme o castigarme —soltó el aire por la nariz, recordando que su madre lo había abofeteado y toda su familia lo había sermoneado—, siendo que Guti no me hizo nada.
—¡Ahí está el punto! —señaló su amigo con rapidez—. Agus no te hizo nada y tenía todo el derecho, pero ¡es obvio que te quiere demasiado! —sentenció—. Así que si Agus no hace nada, los demás, porque lo apreciamos y sabemos que es un gran chico, debemos cobrarnos esa afrenta que le hiciste.
Julián pasó la mano por su cabello y suspiró; sabía bien que Miguel tenía razón, nadie le hubiera dicho nada, ni reclamado, si Agustín lo hubiese golpeado a él, porque se habría desquitado, pero no lo hizo, precisamente porque lo amaba y aunque se enojó, no pudo desquitarse cómo hubiera sido justo.
—Bien, veo que ya estás listo…
La voz de Alejandro hizo que los amigos miraran hacia la entrada del gimnasio.
—¡Mierda! —musitó el castaño, al darse cuenta que el rubio no llegaba solo.
—Esto se va a poner feo —Miguel miró a su amigo de soslayo—, me alegra no estar en tu lugar —se burló y se puso de pie, para recibir a los recién llegados.
—Cómo ves —Alejandro hizo los brazos hacia los lados—, traje compañía.
—Me doy cuenta —Julián sonrió—, no imaginé que esto sería un castigo en grupo.
—No digas tonterías, Juls —David levantó una ceja—, yo no tengo por qué golpearte.
—Ni yo —Iván negó—, solo vine por la invitación a comer.
—Yo tampoco tengo intenciones de hacerlo —Dimitry se cruzó de brazos.
—Nosotros vinimos por las noticias de Alejandro y su familia —secundó Mikhail a su hermano.
—Yo ni siquiera iba a venir, pero Iván me convenció —Fabián señaló a su amigo.
—Yo acabo de llegar a la ciudad y una invitación a reunirse con amigos, no se rechaza —Claude se alzó de hombros.
—La verdad, yo vine porque quería enterarme de las novedades, después de meses de no verlos —Rodrigo sonrió—, pero no imaginé que me encontraría con noticias tan impactantes y que además, Alex te va a partir la madre —acomodó sus lentes sin marco, con el dedo medio de su mano.
—Alex no me va a partir la madre, solo…
Julián no pudo terminar la frase, porque Alejandro no lo permitió; el rubio le dio un puñetazo a su amigo sin previo aviso, logrando que diera unos pasos hacia atrás.
—¡Tienes razón! —sentenció el ojiverde—. No tengo por qué tocar a tu madre, cuando el problema es contigo.
Julián sujetó su quijada y la movió de un lado a otro, ya que con el golpe, sintió como si se la desacomodara.
—¡Avisa por lo menos! —dijo con molestia.
—¿Avisar? —Alejandro levantó una ceja—. No es un juego, Julián…
El rubio lanzó una patada hacia la cabeza de su contrincante, que el otro alcanzó a cubrir con los brazos, pero no contó con la reacción de Alejandro, que inmediatamente bajó la pierna y cambió el ataque usando la otra, para golpearlo en su costado que estaba desprotegido, logrando que se quejara.
—Lento… —gruñó el ojiverde—. ¿Acaso no te piensas defender?
—Alex… —Julián apretó la quijada, para no quejarse por el golpe en su costado—. Realmente no quiero pelear contigo, no esta vez —dijo con seriedad—. Especialmente porque sé que tienes razón…
—¡Lástima! —Alejandro dio unos pasos y le dio un puñetazo en el estómago, consiguiendo que Julián se doblara—. Porque si no te defiendes, será mucho peor —sentenció, dando otro golpe con el puño, en el pómulo derecho.
Ese era el preámbulo al castigo, porque Alejandro estaba furioso, al saber que Julián, había hecho sufrir no solo a quien era su novio, sino que se atrevió a dejar en segundo lugar al que ahora sabía, era hermano de su esposo, mismo que Erick quería mucho, a diferencia de los otros parientes que había conocido con anterioridad.
Miguel bajó el rostro y puso una mano sobre sus parpados, escuchando solo los quejidos de Julián, cuando recibía un golpe.
—¿En serio no se piensa defender? —Iván se encogía cada que escuchaba como Alejandro golpeaba al otro.
—Creo que no —respondió Miguel, sin siquiera ver la escena.
—A este paso va a terminar en el hospital —Fabián pasó la mano por su nuca.
—Una pelea así no tiene reto —Mikhail se recargó en una pared.
—Un enemigo que no se defiende, es como un saco de golpeo —Dimitry se sentó en una banca, no le encontraba ningún mérito a esa situación.
—Y tampoco sirve para los negocios —Rodrigo pasó la mano por su barba.
—Supongo que se cancela la apuesta —Claude lo miró de soslayo, ya que antes de llegar, habían apostado por quien terminaría más lastimado.
—¡Por supuesto! —Rodrigo ladeó el rostro—. Si seguimos con ella, sería cómo regalarte mi dinero.
Durante un largo rato, Alejandro golpeó a Julián, sin que el castaño se defendiera, solo evitaba de cuando en cuando los golpes, pero no los respondía; eso enfurecía más al rubio, porque sentía que el otro no estaba tomando en serio esa situación.
David era el único que se mantenía en silencio, con la mirada fija en los movimientos de su amigo y el cómo Julián recibía los golpes, casi con resignación, algo que sabía no era propio de él, pues lo conocía de años también. Cuando Julián escupió sangre y cayó de rodillas, David se metió, sujetando el brazo de Alejandro, antes de que diera otro golpe.
—¡Ya basta, Alex! —dijo con seriedad—. Es obvio que Juls entendió, desde antes de que lo golpearas, que había hecho mal.
—¡¿Y crees que con eso me doy por bien servido?! —preguntó furioso el ojiverde.
—Sé que no, pero estás haciendo esto porque sientes que Juls ofendió a tu familia y lo entiendo —señaló fríamente el de lentes—, pero si le ocasionas algo grave, tu cuñado sufrirá más —dijo con frialdad— y ¿quién crees que tendrá problemas después?
Alejandro respiraba con furia; entendía lo que David quería decir, ya que si algo le pasaba a Julián por su culpa, Agustín y especialmente Erick, no se lo perdonarían.
—¡Maldita sea! —gritó el rubio y caminó hacia la pared, donde estuvo a punto de golpear el muro, pero la palma de Mikhail detuvo el puñetazo.
—Si golpeas la pared con ese coraje, te puedes fracturar la mano —señaló el menor con seriedad, ya que conocía la fuerza de Alejandro.
—Además el problema no es Juls —sentenció Dimitry con frialdad—. Tú estás molesto con la familia de Erick —dijo con total seguridad—, golpear a Juls no te va a quitar esa frustración que traes.
—¿Y qué quieren que haga? —indagó fríamente—. ¿Qué golpee a sus hermanos mayores? —preguntó, apartándose de Mikhail, quien movió la mano, casi sacudiéndola, porque realmente le había dolido el golpe que detuvo.
Miguel se acercó a Julián, llevando el maletín de primeros auxilios y lo ayudó a recostarse, para empezar con la limpieza de las heridas, ya que la sangre brotaba no solo de la boca, sino de la nariz y algunas laceraciones en otras partes del cuerpo, debido a cuando Alejandro lo tumbaba y se lastimaba con las cosas que había cerca.
Fabián se acercó también y revisó al castaño, no era médico, pero debido a su trabajo como químico fármaco biólogo, tenía cierto conocimiento y capacitación para actuar cuando se trataba de esas situaciones.
—Ni siquiera has hablado con ellos —Claude negó, refiriéndose a la familia de Erick—, así no puedes pensar claramente.
—Pero golpearlos no sería mala idea —se burló Rodrigo.
—¿Necesita ir al hospital? —preguntó Iván a sus amigos, ya que Julián seguía tendido en el piso, con gesto dolido pero sin quejarse.
—Tal vez —Fabián hizo un gesto preocupado—, pero es mejor llamar al médico, porque creo que la nariz puede estar fracturada y no sé qué tan mal haya quedado de otras partes.
Miguel sacó su celular y marcó el número del doctor que atendía a los guardaespaldas durante sus entrenamientos.
—Aunque con tu temperamento —Mikhail se acercó a Alejandro—, si golpearas a los hermanos mayores de tu esposo, seguro los matarías
—Debes calmar tu ira —David acomodó sus gafas con algo de cansancio—, no logras nada con golpear a todo mundo, si de todas maneras no encuentras las respuestas a las dudas e inquietudes de tu esposo.
—David tiene razón —Dimitry se recargó en su asiento—. Después de todo, no estás preocupado por el nuevo hermano de Erick, sino por el mismo Erick…
—Eso y la posibilidad de que tenga más hermanos desconocidos…
Ante las palabras de Rodrigo, Alejandro levantó el rostro, mirándolo con incredulidad.
—¡¿Qué dijiste?! —dijo entre dientes.
—¡Tranquilo! —el de barba levantó las manos como muestra de que no buscaba pelea—. Sólo digo lo obvio.
—Rodrigo tiene razón —Claude ladeó el rostro—. Sabemos que Erick no era hijo legítimo de su padre y ya encontraste un hermano en su misma condición —levantó una ceja—. ¿Cómo sabes que no hay otros?
Alejandro abrió los ojos con sorpresa; se quedó sin habla por un momento, después respiró profundamente y pasó las manos por su cabello, haciendo algunos mechones hacia atrás, manchándose de algo de la sangre de Julián.
—¿Tiene que ser una maldita broma! —dijo con frustración.
—¡No nos pongamos paranoicos! —David miró a sus amigos con molestia—. Especialmente porque ya saben cómo se pone Alex con todo lo relacionado a Erick —regañó.
—Lo primero es investigar el pasado del General Salazar —Mikhail levantó una ceja.
—Y tienes que hacerlo con calma —sentenció Dimitry con seriedad, para que entendiera que debía andar con pies de plomo en ese tema.
—¡Maldita sea! —gruñó el rubio con molestia.
—Además…
Antes de que David dijera algo más, la puerta del gimnasio se abrió y entró el médico encargado, yendo hacia Julián, para revisarlo, así que lo pasaron a un banquillo para hacerle la tarea más sencilla.
Cómo Alejandro dijo que no quería que nadie más, fuera de su círculo de amigos, se enterara de la situación entre Erick y Agustín, todos guardaron silencio, enfocándose en lo que decía el médico.
Julián tuvo suerte, aunque se miraba mal porque tenía varios moretones, un parpado inflamado y varios hematomas grandes, especialmente en el torso, su nariz era lo único que había recibido un golpe de gran magnitud y por eso estaba fracturada. Todos se miraron entre sí; era obvio que Alejandro se había contenido y precisamente eso era lo que lo tenía mucho más furioso, por no haber podido desquitar su coraje completamente.
El doctor, debido a que era un hombre mayor, ya tenía experiencia en esas situaciones, así que lo tomó con calma y rápidamente, realineó la nariz de Julián, que se quejó más por ese movimiento brusco que por todos los golpes recibidos con anterioridad.
—Ya, ¡ya pasó! —sonrió el anciano, mientras le ponía unas gasas en la nariz, tanto por dentro, como por fuera—. Tendrás que evitar golpes en la cara por un tiempo —dijo con burla.
—¡Gracias, Doc! —sentenció Miguel, porque Julián no podía hablar—. Es bueno que usted siempre esté aquí.
—No por mucho —comentó el canoso, terminando su labor—, dentro de poco, me toca jubilarme…
—Esperemos que el próximo que venga sea tan bueno como usted —Fabián le sonrió, al ver el trabajo que había hecho con tanta eficacia.
—Seguramente será bueno —anunció el hombre—, pero tardará en acostumbrarse al ritmo de vida que tienen aquí… —ladeó el rostro y puso una última cinta—. ¡Listo! Sólo debes tomarte los medicamentos —entregó unas cajitas con medicina para dolor, inflamación y para prevenir infecciones— y en un par de semanas, estarás cómo nuevo, muchacho.
—Genial… —la voz de Julián sonaba extraña debido a las gasas en su nariz—. ¿Qué excusa le daré a Guti cuando vuelva?
—Le puedes decir que te caíste o que te golpeaste con una puerta —Rodrigo le restó importancia.
—¡Una puerta con puños certeros! —se burló Miguel.
—Ve y cámbiate —Alejandro le lanzó una toalla—. Aun nos debes una comida a todos.
—¡¿A todos?! —Julián lo miró confundido.
—Sabes las reglas —Iván sonrió con malicia—. Para la redención completa, no sirve solo el castigo físico, sino monetario —talló sus dedos con burla.
—Mejor golpéenme todos —Julián se recostó en el banquillo dónde estaba—. No quiero salir de aquí y menos en esta condición…
—La oferta es tentadora —Mikhail se inclinó—, pero prometí que me mantendría fuera de pleitos por unos meses, así que, quiero mi comida —dijo con seriedad.
—Yo desayuné temprano y ya hace hambre —Claude metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—Además, el trayecto de aquí, al centro de la ciudad, nos abrirá más el apetito —aseguró Dimitry con toda calma.
—Y Alex también debe cambiarse —David señaló a su amigo—, no puede ir a comer con esas manchas de sangre en su ropa, parece asesino serial.
El rubio chasqueó la lengua.
—Bien… —Julián se incorporó—. Iré a cambiarme…
Enfiló los pasos a la salida, junto con el médico, que iba hacia el mismo camino.
—Te esperamos en la mansión —anunció Alejandro—, así aprovecho para asearme… Otra vez.
Durante la comida, en uno de los restaurantes más lujosos de la ciudad, Alejandro se mantuvo en completo silencio, pese a que sus amigos platicaban y trataban de planear algo para ayudar al rubio con la investigación del pasado de su difunto suegro. Julián observaba al ojiverde desde su lugar, suponía que estaba molesto con él por no haber respondido al castigo, pero se equivocaba, pues Alejandro tenía otras cosas en su mente.
«Si ese sujeto tuvo más hijos, no sé cómo se lo diré a Erick…»
Después de esa comida, Alejandro volvió a la mansión con Julián y Miguel, mientras sus amigos se iban a sus respectivas actividades.
—Mañana veré a la familia de Erick —sentenció el rubio desde su lugar—. Miguel, quiero que estés cerca de Marisela mientras me acompaña y díganle a César que él y Tomas serán mis acompañantes toda la semana.
—¿Toda la semana? —Julián giró el rostro para verlo.
—No estás en condiciones para trabajar —el rubio lo miró con molestia—. Tienes que descansar así que tomate unos días.
—¡Pero quiero saber la situación de Agustín!
—Recuerda que Erick y Agustín decidieron mantener el asunto en secreto —señaló—, esa es la razón por la que si Agustín no reclama el apellidos Salazar, tú no tienes por qué meterte en este asunto, pues se trata de la familia de mi esposo —enfatizó el rubio—, nada más.
Julián guardó silencio.
Estaba molesto, pero sabía que Alejandro tenía razón; no podía exigir enterarse de la familia Salazar si técnicamente, no formaba parte de ella, ya que Agustín no quería que fuera de esa manera.
—Además… —el rubio miró hacia el exterior—. Tienes otro asunto más importante del qué preocuparte, que se pospuso debido a esta situación, así que toma esta semana para pensar en ello también.
Marisela observaba con disimulo, el reloj en su muñeca, mientras mantenía la carpeta de piel que contenía su tableta digital, cerca de su cuerpo; tenía una pose sería, pese a que estaba nerviosa, mientras esperaba en la recepción de ese enorme edificio de oficinas, dónde la empresa de los hoteles de la familia De León tenía su sede. Los invitados de Alejandro tenían más de diez minutos de retraso y seguramente, el rubio estaría de mal humor en la sala de reuniones dónde esperaba.
La puerta del edificio se abrió; un par de hombres llegaron, seguidos de un grupo de personas, que parecían militares y uno de ellos empujaba una silla de ruedas, con una mujer en ella.
Marisela respiró profundamente y caminó a los recién llegados.
—¡Buenos días! —sonrió—. Supongo que son la familia Salazar, ¿me equivoco? —preguntó por obligación, ya que los conocía por fotos.
—Soy el Teniente Coronel, Guillermo Salazar Arellano —se presentó el hombre castaño, con canas a los costados de su cabeza—. Mi madre —inclinó el rostro hacia la mujer de cabello blanco y pronunciadas arrugas que iba en la silla de ruedas—, Blanca Arellano Vidal, viuda de Salazar y mi segundo hermano… —hizo un ademán al otro hombre, que tenía el cabello salpimentado también.
—Ingeniero Emmanuel Salazar Arellano —le ofreció la mano a la castaña—, un placer, señorita —sonrió con altivez.
Marisela aceptó el saludo, pero sintió cierto rechazo ante ese hombre— un placer, soy la Licenciada Marisela Sánchez, asistente personal del Doctor en Economía Alejandro De León —pocas veces se presentaba de esa manera, pero en ese momento en que los otros llegaron presumiendo sus títulos, tenía que hacerlo de esa manera, para que se dieran cuenta de que su jefe también tenía una gran carrera.
Blanca hizo una mueca molesta y giró el rostro como si se sintiera ofendida al escuchar el nombre.
—Acompáñenme, por favor, el señor De León los espera…
Todos la siguieron, pero al cruzar la recepción, debían pasar por un detector de metales, a lo cual, el sonido se escuchó cuando Guillermo ingresó.
—¿Trae algún accesorio de metal? —comentó Marisela con poco interés.
El castaño se quitó un reloj, anillo de matrimonio, sacó su celular y de su cintura, una nueve milímetros que llevaba.
—Lo lamento, pero el arma no puede pasar.
—Soy militar —objetó el castaño con frialdad.
—Eso es comprensible, pero viene de civil —sonrió la de lentes—. Le pido por favor, que deje su arma, antes de que haya problemas y si sus acompañantes —hizo una seña con el rostro a los hombres que lo seguían—, también traen armas y no quieren o no pueden apartarse de ellas, tendrán que esperar aquí, en la recepción.
Guillermo rechinó los dientes, dio media vuelta y le entregó a uno de sus acompañantes su arma, dando la orden que los esperaran ahí.
Una vez más, pasó por el detector de metales y le permitieron el paso, entregándole los demás accesorios. Emmanuel también cruzó, pero no hubo nada que detonara la alarma y finalmente, Blanca pasó por otra zona, ya que no podía cruzar por la puerta de seguridad y fue Marisela quien empujó la silla.
Después de eso, Marisela los guio hacia el elevador y luego los llevó hasta uno de los últimos pisos del edificio, dónde estaba la sala de juntas que había preparado para esa situación. Guillermo y Emmanuel observaban con disimulo el lugar y se miraban entre ellos de cuando en cuando.
Al llegar, uno de los hombres que cuidaban la puerta, abrió de inmediato y se hizo a un lado para permitir el paso.
Marisela agradeció con un ligero ademán y se dirigió a sus acompañantes.
—Por aquí, por favor —sonrió amable y entró a ese enorme recinto.
Los hermanos de Erick se asombraron al ver ese lugar que tenía doble altura, con unos candelabros de cristal en el centro del techo; los ventanales mostraban una gran área de la ciudad, pero la vista no era lo único que impactaba. El mobiliario de primera calidad y accesorios de todo tipo, incluyendo la delicadas áreas verdes que estaban en cada esquina, así como pequeñas áreas de descanso con mesas y sillones cómodos para tomar té o café, era un claro alarde de lo lujosa que era la vida de Alejandro; el piso de mármol negro, con vetas blancas y doradas, destellaba por la luz del sol que se colaba por los ventanales y del lado contrario, el muro llorón que decoraba esa sala dejaba escuchar el correr del agua. En las dos paredes que quedaban, había cuadros enmarcados que los recién llegados no sabían habían sido pintados por Erick y que Alejandro presumía con orgullo a sus, amigos, conocidos y trabajadores.
La mesa de juntas principal era gigantesca, con forma de U, hecha de fina caoba y en la cabecera, Alejandro estaba sentado, con una carpeta frente a él, observando unos documentos que estaban ahí, además de tener una tableta digital conectada a los puertos especiales de la mesa y a un teclado; a su lado, estaba Eloy, quien al ver a Marisela respiró más tranquilo.
—Señor De León —Marisela caminó con rapidez hasta llegar a su lado—, sus invitados llegaron.
El rubio los miró por encima de sus gafas— llegan tarde —dijo con poco interés—, tendrán que esperar a que termine de firmar estos documentos… Atiéndelos, Marisela.
—Cómo ordene… —Marisela volvió con los invitados—. Por favor, acompáñenme…
Les hizo un ademán, para llevarlos a uno de los lados de la mesa, a una distancia prudente de Alejandro.
Guillermo estaba por quitar una silla para acomodar a su madre, pero un hombre vestido de negro lo sorprendió, llegando de inmediato y quitando la silla para dejar el espacio libre; fue justo en ese momento que ambos hermanos notaron que había más de esos sujetos en la sala, incluso detrás del rubio había otro par, en los que no habían reparado antes.
—¿Desean algo de beber? —preguntó la castaña con amabilidad.
—Madre, ¿gustas algo de beber?
—Sólo quiero salir de aquí —dijo la mujer en tono frío, manteniendo su mirada miel en Alejandro, con un dejo de reproche.
Guillermo suspiró y luego tomó asiento— agua para mí, gracias.
—Café —Emmanuel le sonrió amable a Marisela, sin notar que Miguel lo miraba con molestia desde su lugar.
—En un momento.
Marisela caminó y se perdió tras el muro llorón, pues la cocina de esa sala de juntas estaba oculta; no se notaba porque era un truco óptico que Mikhail había hecho al diseñar ese lugar, al igual que la entrada a los sanitarios, todo para dejar una sensación de completo profesionalismo.
El silencio reinó por varios minutos y finalmente, Marisela regresó, seguida por otra joven, quien llevaba las bebidas para los invitados, mientras la castaña se encargaba en persona, del café de Alejandro.
Alejandro firmó una última hoja, cerrando la carpeta con un golpe seco.
—El presupuesto de los albergues, debes discutirlo con mi esposo cuando regrese de su viaje, lo que él decida, se debe hacer, sin discusión —ordenó y le entregó la carpeta a Eloy.
—Cómo diga, señor… Con permiso.
Eloy recorrió toda la sala con paso rápido, aun le costaba tratar con Alejandro a solas, porque cuando el rubio estaba con Erick, era mucho más amable.
Al cerrarse la puerta, Alejandro se quitó las gafas, las dejó de lado y bebió un sorbo de café.
—Años sin verla, señora Blanca —Alejandro dejó la tasa de lado—, pero por lo que veo, la vida no la ha tratado bien… ¿Cuándo fue la última vez que la vi? ¿Hace quince o dieciséis años?
—Tu sabes cuantos han sido —respondió la mujer, apretando sus puños sobre el regazo—. Y se suponía que no nos veríamos de nuevo.
—De acuerdo… —sentenció el ojiverde—. Veo que no vienen en son de paz, así que dejemos las formalidades e hipocresía —sonrió con sarcasmo—. Ni ustedes querían verme, ni yo quería tener que hablarles, pero no me quedó de otra —levantó el rostro—, por eso están aquí.
—Todos sabemos la situación ocurrida hace años con mi hermano y creímos que todo había quedado olvidado —Guillermo lo miró con frialdad—, pero después de la locura de su… —apretó el puño—. Boda —dijo entre dientes, como si le costara decir esa palabra—, hace unos meses, decidimos no volver a tocar el tema y olvidarnos de Erick, por el bienestar familiar.
—¡Bienestar familiar! —rió el rubio—. Tu familia no tiene vergüenza —puso un gesto serio—. Todos sabemos que el ‘bienestar familiar’ no era algo que le interesara a tu padre, ¿o sí?
—¡No difames a mi padre! —Guillermo se puso de pie de un salto, golpeando la madera con sus manos.
Miguel y varios de sus compañeros desenfundaron sus armas, les quitaron el seguro y le apuntaron al hombre con rapidez; los ojos miel de Guillermo miraron alrededor y sus músculos se tensaron.
«Igual que tu padre, finges ser un militar recto y con mucha moral, aunque en el fondo no eres más que otro imbécil que trabaja para otros como yo…» pensó Alejandro con desprecio, pero debía tomar las cosas con calma, así que intentó ser más amable; movió el dedo índice de un lado a otro y chasqueó la lengua desaprobando la actitud de su cuñado.
—Estás en mi territorio, Guillermo —sonrió—. Si en antaño no podías hacerme nada, ahora menos… Así que es mejor que te sientes y te comportes, no queremos que haya discusiones familiares de nuevo, ¿verdad?
El cuerpo de Guillermo tembló por la furia que lo inundaba, pero después de unos segundos, volvió a tomar asiento.
—Tengo una duda… —la voz de Emmanuel se escuchó, pero mantenía la mirada en el líquido oscuro de su café—. La cita era para reunirnos contigo y con Erick —levantó el rostro y miró al rubio con seriedad—, pero por lo que acabas de decir, mi hermanito anda de viaje, así que, ¿cuál es el verdadero motivo de esta reunión?
Alejandro sonrió divertido; pese a que Emmanuel no era el mayor, sabía que era más calculador que Guillermo y después de investigarlo a fondo, descubrió todas las cosas turbias en las que estaba metido, así que le parecía el más problemático de la familia de Erick, después de su difunto padre.
—Cierto que mentí —el ojiverde asintió—, pero sabía que si se les informaba que era una reunión a solas conmigo, sería mucho más difícil que aceptaran, ¿no es así, señora Blanca?
La mujer lo miró con desdén, haciendo una mueca antes de girar el rostro.
—Entonces, debo imaginar que mi hermanito no sabe de esto, ¿verdad? —presionó Emmanuel.
Alejandro detestaba que ese sujeto le dijera ‘hermanito’ a Erick, porque el tono que usaba era una clara burla, pues no sentía ningún apego por él.
—Lo sabrá en su momento —Alejandro bebió más café—, primero, quiero investigar algunas cosas y la única manera de encontrar las respuestas del pasado, es con las personas que lo vivieron —le restó importancia—, es por eso que están aquí.
—Ve al grano, para poder terminar con esto —sentenció Guillermo.
—Todos los presentes sabemos que Erick no es hijo de usted, ¿verdad, señora Blanca?
La mujer volvió a mirarlo con susto.
—¡Vamos! —Alejandro rió—. Guillermo tiene 44 años —señaló al mayor—, Emmanuel tiene 41 —se alzó de hombros—, estuvieron enterados de lo ocurrido hace años entre Erick y yo, así que no creo que ignoren la verdad.
Los ojos miel de la mujer se movieron hacia las personas que acompañaban al rubio y su piel se puso aún más pálida.
—Veo que aún tiene miedo de que otros lo sepan —Alejandro sonrió—, pero si no quiere que mis trabajadores se enteren de más cosas que hablaremos aquí, más vale que cooperen conmigo.
Guillermo miró a su madre y al notar que estaba algo alterada, no le quedó más que acceder a lo que el otro quería.
—De acuerdo, hablaremos, pero a solas —sentenció—. Nadie debe enterarse de ciertas cuestiones vergonzosas.
—Bien…
Alejandro se giró en su silla, extendiendo su mano hacia Miguel.
—Dame un arma y que todos salgan —ordenó—, Marisela se queda conmigo.
Miguel asintió, se acercó y le entregó un arma a Alejandro, quien la colocó sobre la mesa, frente a él. Todos los hombres vestidos de negro, se enfilaron a la salida, Miguel fue a la cocina y le pidió a la chica que estaba ahí que saliera también. El lugar quedó casi vacío y Marisela se sentó en uno de los sillones al frente de la familia Salazar, pero más cerca de Alejandro.
—Ella también debe salir —pidió Guillermo.
—Marisela es mi mano derecha y guarda todos mis secretos —el ojiverde tamboreó los dedos sobre la empuñadora del arma—, así que no te preocupes, nada de lo que digan aquí, será divulgado por ella.
Los hermanos la miraron con desconfianza y la castaña les sonrió con amabilidad fingida.
—De acuerdo, ¿de qué quieres hablar? —Guillermo levantó la cabeza con orgullo.
—Querida suegra —sonrió el rubio y la mujer puso un gesto molesto—. Dígame, aparte de Erick, ¿cuántos hijos ilegítimos, tuvo su esposo?
Emmanuel se sorprendió, Blanca apretó los descansabrazos de su silla de ruedas y Guillermo se puso de pie una vez más.
—¡¿Cómo te atreves a hacer esa estúpida pregunta?! —gritó el castaño, claramente ofendido—. ¡Mi padre solo tuvo un error y ese fue con la madre de Erick!
Alejandro ladeó el rostro y suspiró— lo dudo —sentenció fríamente—, especialmente porque he encontrado a un chico que tenía una foto de tu padre —lo señaló—, al cual se refería como al padre que lo abandonó cuando nació y por eso se le hizo una prueba de ADN, misma que resultó tener una concordancia con Erick, constatando que son medios hermanos.
—¡Mientes! —el castaño apretó los puños—. ¡Esto solo es una vil calumnia! ¡Tú quieres dañar la memoria de mi padre! —señaló al ojiverde con el índice.
—Tengo pruebas, Guillermo —respondió el rubio y le hizo una seña a Marisela.
La castaña se puso de pie y sacó de la carpeta que llevaba, copias de la foto de los padres de Agustín, así como copias de los análisis de sangre con el nombre de Agustín censurado, colocándolas frente a los 3 invitados y regresó a su lugar con rapidez.
—El de la foto es tu padre, ¿no es así? —preguntó Alejandro con poco interés, pues sabía la respuesta—. Pero está con otra mujer, una que no es ni tu madre, ni la madre de Erick, porque esa foto está fechada después de que la madre de Erick falleciera, ¿me equivoco, suegrita?
Blanca sujetó la copia frente a ella y sus ojos observaron al hombre que alguna vez fue su esposo, sonriendo con genuina alegría, abrazando a una mujer joven, de cabello negro, muy bonita y que además, estaba embarazada. Con dificultad, la delgada mano, apretó la foto con furia.
—¡Es falsa! —debatió Guillermo—. No podemos saber su veracidad, si esto es una simple copia y…
—No lo sé —dijo Blanca con voz fría, sorprendiendo a su hijo mayor y llamando la atención de los demás presentes.
—¿Madre? —Emmanuel la miró confundido.
—A tu pregunta, Alejandro —sus ojos miel, se fijaron en el rubio—, no sé cuántos hijos ilegítimos tuvo mi esposo —respondió dejando la foto arrugada sobre la mesa—, pero te puedo decir, que de las varias ‘queridas’ —dijo con desprecio la palabra— que yo supe que tuvo, solo reconoció y admitió que había tenido un hijo y ese fue Erick, porque los demás, no pudieron ser comprobados.
—¿Madre? —Guillermo la miró con susto.
—Deberían haberse imaginado que su padre no era un santo —espetó con desagrado—, especialmente al haber llevado a mi hogar, al hijo de una de sus amantes y decidir darle un trato igual al de ustedes —su voz era altanera.
—Así que… ¿Hay más? —Alejandro levantó una ceja.
Blanca soltó una ligera risa— hubo —dijo con cinismo.
—¿Hubo? —el rubio frunció el ceño.
—¡Por supuesto! —la mujer levantó el rostro—. Alonso me dio su palabra de que no iba a haber más bastardos de los que debiera preocuparme y me aseguré de que lo cumpliera.
El gesto que puso sorprendió a sus hijos, pero Marisela sintió que la furia la inundaba, imaginando lo que la mujer quiso decir.
—Así que… ¿su esposo se encargó de todos sus hijos ilegítimos? —indagó Alejandro con seriedad, solo para asegurarse de haber entendido bien.
—Así es, lo hizo —respondió sin un ápice de arrepentimiento—. ¿Acaso te sorprende? —preguntó la mujer—. Seguramente tu padre ha hecho cosas peores —señaló.
Alejandro apretó el arma en su mano, tratando de aguantar el coraje que esas palabras le provocaron; respiró profundamente y le dedicó una mirada fría a esa mujer.
—Sí, es cierto —asintió—. Mi padre y mi familia, incluyéndome, hemos hecho cosas horribles, pero… ¿Filicidio? Esa es una línea que nunca cruzaríamos y eso me quedó claro hace poco —aseguró.
—Dudo que tengan tanta moral —comentó la canosa con desdén.
Alejandro forzó una sonrisa— las costumbres o normas de mi familia, no están a discusión en esta reunión —señaló—, así que volvamos al tema… Si su esposo se encargó de sus hijos ilegítimos, dígame, ¿cómo es que hay uno aun con vida?
El gesto de Blanca se contorsionó— es obvia la razón…
—No para mí, por eso quiero que me lo explique —presionó el rubio.
—Ella no reclamó la paternidad, por eso no me enteré de ese bastardo y Alonso no se encargó de ese error.
Marisela apretó la carpeta entre sus manos, encajando las uñas en la piel de la misma; la manera en la que la mujer hablaba, la estaba irritando, pues era obvio que no tenía ni un atisbo de remordimiento con respecto a lo que hablaba.
—Todas esas rameras iban a mi hogar, reclamando una manutención, asegurando que sus hijos eran de mi esposo —confesó—, solo porque se revolcaron con él unas cuantas noches, como perras en celo, en busca de una oportunidad de quedar preñadas para obtener dinero y un apellido de prestigio —miró con desagrado la copia de la foto—, pero ¡la esposa legítima era yo! —levantó el rostro de manera orgullosa—. Y no iba a permitir que ese tipo de basuras fueran a manchar mi reputación, solo porque accedían a los desagradables deseos carnales de Alonso en la cama.
Alejandro se recargó en el sillón ejecutivo y guardó silencio un momento, analizando esas palabras; por lo que entendía, Alonso Salazar tenía algunos gustos extravagantes en cuestión sexual, algo que su ‘recatada’ esposa, no estaba dispuesta a realizar. Los ojos verdes observaban a los hermanos de Erick, que parecían estatuas, viendo a su madre con sorpresa e incredulidad, era obvio que ni siquiera ellos imaginaban lo que había ocurrido en su familia.
—Comprendo —Alejandro se irguió en su lugar—. Entonces, señora Arellano —fijó la mirada en su suegra—, después de lo que acaba de confesar y de las pruebas que tiene enfrente, ¿admite la posibilidad de que haya otros hijos de su esposo con vida?
Los labios de la mujer se fruncieron en una mueca furiosa— espero que no.
El rubio respiró profundamente y trató de pensar fríamente.
—Usted, ¿recuerda todos los lugares dónde su esposo estuvo durante sus años cómo militar activo?
—Mi esposo era un oficial de alto rango —levantó una ceja—. Recuerdo los regimientos y zonas, dónde tuvimos una casa, pero él salía por semanas a otros lugares alejados —sentenció—, tenía que ir a revisiones de campamentos, retenes y bases, en el territorio del estado dónde desempeñaba su trabajo —se alzó de hombros—, lugares que yo no podía enterarme porque era información clasificada, así que no puedo saber dónde pudo esconder a todas sus amantes.
—Y de casualidad, ¿recuerda los nombres de las mujeres que reclamaron la paternidad?
—¿Por qué me molestaría en recordar a esas fulanas? —preguntó con desprecio.
Alejandro apretó los dientes de manera inconsciente, era obvio que su suegra no le ayudaría con esa clase de información.
—Siendo así, supongo que no me será de ayuda —el rubio suspiró—, creo que daremos por finiquitada nuestra plática.
—¿Quién es? —preguntó la mujer con frialdad.
—¿Qué? —el ojiverde la miró con curiosidad.
—¿Quién es el supuesto hijo de Alonso que encontraste? —su voz tenía un tinte de desprecio.
Alejandro sonrió— ese es un dato que no le diré —negó.
—Si hicieron una prueba de ADN comparando la sangre con Erick, significa que él está enterado, ¿no es así? —la canosa apretó los puños—. Entonces, tendré que preguntarle a mi hijo sobre ese sujeto…
El rubio rió— suegrita, más vale que no toque el tema con mi esposo —ladeó el rostro—, de lo contrario, yo tendría que tocar otro asunto que no le gustará.
—¡No tienes nada para amenazarme! —Blanca habló con altanería.
—¿Eso cree? —Alejandro le dedicó una mirada retadora—. Hagamos una prueba, ¿quiere?
Con esa frase, Blanca pareció titubear, pero luego se irguió, segura de que no había nada que el otro pudiera decir o hacer para manipularla.
—¿Recuerda el nombre de la verdadera madre de Erick?
—No —la canosa los ojos—, jamás supe el nombre de la susodicha y no me interesó saberlo, ni conocerla —sentenció—, pero debió agradecer que aceptara a su hijo en mi casa, por caridad —señaló.
—¿Por qué miente, suegra? —Alejandro entrelazó sus dedos sobre la mesa.
—¿Por qué mentiría?
—Porque hay un registro de adopción, que usted firmó —la señaló—, un registro, dónde estaba el nombre de la verdadera madre de Erick, ¿no es así?
Blanca tembló.
Guillermo y Emmanuel habían estado todo el tiempo en silencio, sin creer lo que habían escuchado de su propia madre, pero al ver la reacción de la mujer, ante la noticia de un registro de adopción, se dieron cuenta que ocultaba más cosas.
—¿Madre? —Guillermo la miró con nervios.
—¿Acaso hay más? —indagó Emmanuel con miedo.
—Yo… —Blanca pasó saliva—. No me siento bien, sería mejor irnos…
—Carolina Alarcón Becker…
El nombre brotó de los labios de Alejandro y Blanca sintió que se le iba el aire, su quijada tembló y sus músculos se tensaron.
—Ese era el nombre de la legítima madre de Erick, ¿me equivoco?
—¿Cómo…?
—Mi padre dijo que un amigo de su esposo —señaló a la canosa—, hace unos años le hizo algunas confesiones y partiendo de ahí, me puse a investigar.
Extendió la mano y Marisela le entregó un sobre con hojas membretadas, que eran los papeles de adopción, además, de otros documentos notariados y el rubio los empujó sobre la mesa, deslizándolos hasta los invitados
—Esa es su firma, ¿no es así, suegra?
Guillermo sujetó los documentos de adopción y empezó a leer, constatando las firmas de sus padres y una firma más, de una mujer llamada Carolina Alarcón Becker, que entregaba a su hijo por propia voluntad; por su parte, Emmanuel sujetó los otros papeles notariados, que parecían ser un testamento y los leyó con premura.
Blanca se mantenía en silencio, pero su rostro tenía un gesto de miedo.
—¿Qué significa esto? —Emmanuel extendió los documentos a su madre—. ¡¿Las propiedades de mayor valor y el dinero en el banco, son de Erick?!
—¡¿Qué dices?! —Guillermo sujetó los documentos que tenía su hermano, leyéndolos con rapidez.
—¿No lo sabían? —Alejandro sonrió con cinismo—. Su padre, pese a que era un militar de alto rango, no tenía tanto dinero, ni propiedades de gran valor, pero aceptó a Erick, porque con él, venía una cuantiosa fortuna, herencia de su madre, ¿me equivoco, señora? —retó a Blanca con esas palabras—. Una herencia que Erick debía recibir al cumplir la mayoría de edad, pero no fue así, ¿cierto? —la mirada verde se mantenía sobre la canosa—. Usaron el problema con mi familia para someter más a Erick y así, él no tendría el valor para indagar y poder reclamar lo que le pertenecía, con lo cual, usted y su esposo, podían seguir disfrutando de esa fortuna, ¡¿no es así?!
La mujer bajó la mirada; si hubiera estado de pie, ya se hubiera desmayado. Hubo un momento de silencio y Guillermo apretó los documentos.
—¡Esto es mentira! —gritó—. ¡Quieres despojarnos de la herencia de nuestro padre!
Alejandro negó— Erick no necesita ese dinero, él mismo se consiguió un patrimonio con sus propios medios y al ser mi esposo, tiene derecho sobre toda mi fortuna, así que no —sonrió—, no ganaría nada, quitandoles eso de lo que presumen.
Guillermo temblaba por el coraje, mientras estrujaba los documentos, como si quisiera romperlos— ¿qué es lo que quieres entonces? —preguntó entre dientes.
—Sólo quería obtener información de ustedes, pero veo que no me sirven…
—Si solo querías eso, ¡¿por qué nos muestras estos documentos?! —preguntó Emmanuel con nervios—. ¡¿Quieres amedrentarnos?!
—No —el rubio volvió a negar—. Solo quería demostrar que tengo más información que puede arruinarles la vida —sonrió—, así que hagamos un trato —ladeó el rostro—, ustedes no indagan sobre el otro hijo del General Salazar y yo, no les quito la herencia de mi esposo, ¿qué les parece? Esto los beneficia más a ustedes.
Guillermo y Emmanuel se miraron de soslayo. Ambos sabían que las propiedades y el dinero de su madre, debía pasar a ellos cuando la mujer falleciera, pero si Alejandro les quitaba ese patrimonio, solo con sus empleos, no podrían darse los lujos a los que se habían acostumbrado desde jóvenes.
—Bien —Guillermo lanzó los documentos a la mesa—. Nosotros no indagaremos más sobre ese individuo…
—Pero debes darnos tu palabra ¡que no sacarás estos documentos a la luz! —señaló Emmanuel.
Alejandro sonrió divertido— ¡por supuesto! —asintió—. Les doy mi palabra que yo no sacaré estos documentos a la luz, quédense tranquilos.
—Entonces no hay nada más que discutir —Emmanuel acomodó su saco.
—Mientras ese sujeto no quiera reclamar nuestro apellido, a nosotros no nos importará lo que haga —sentenció Guillermo—, así que asegúrate de que no lo intente.
—Créeme, cuñado, ese chico no está interesado en su apellido.
—Más vale que así sea —el castaño rechinó los dientes.
—Bien, supongo que esta platica llegó a su fin —el rubio se recargó en el sofá—, espero que su camino de regreso a casa, sea placentero y no necesitemos volver a vernos.
—Es lo que más deseamos —siseó Guillermo.
Guillermo y Emmanuel se pusieron de pie; igual que habían llegado, Guillermo movió la silla de su madre, quien parecía haberse quedado muda y los tres se enfilaron a la salida, seguidos de Marisela, quien los despidió en la puerta.
Cuando Marisela volvió, Miguel la siguió al interior de la sala de reuniones.
—¡Esa mujer es una maldita víbora! —gritó la castaña, que se había tenido que tragar el coraje después de todo lo que había escuchado.
—Yo te lo había advertido —Alejandro tecleó algo y cerró el programa que había estado grabando esa reunión, con las cámaras de seguridad y los micrófonos ocultos, copiando varios archivos a una memoria.
—¡¿De verdad no vas a hacer nada?! —Marisela se cruzó de brazos, ella esperaba que Alejandro le diera un escarmiento a esa familia.
—Yo di mi palabra de que no haría nada —sonrió el rubio—, pero mi abogado se encargará de las cosas…
—¿Qué vas a hacer, Alex? —preguntó Miguel con precaución.
El pelinegro, al ser amigo de Alejandro, escuchó toda la plática por el intercomunicador, a diferencia de sus compañeros que no estaban enterados de la situación, pero no sabía que planeaba hacer el rubio.
—Mientras nosotros buscamos más información del General y como tuvo una relación con la madre de Agustín —explicó con calma—, Uriel se encargará de recuperar la herencia de Erick —sonrió.
—¿Crees que esos imbéciles se quedaran quietos, cuando les quites su dinero y propiedades? —Miguel levantó una ceja.
—No, pero nos encargaremos de eso en su momento.
—¿Y qué le dirás a Erick? —Marisela se cruzó de brazos—. Porque imagino que no le puedes llegar con propiedades de la nada.
—Le contaré la verdad —dijo con seriedad—, tiene derecho a saber quién era su madre, así que también hay que investigar a Carolina Alarcón Becker.
—¿Y Agustín? —Miguel ladeó el rostro, pues eso había empezado precisamente por él—. ¿Estás seguro que esa mujer no querrá indagar más sobre otro hijo ilegítimo de su difunto esposo? —presionó—. Es obvio que está obsesionada con guardar las apariencias y sus hijos también.
—No puedo asegurar que no indaguen más de lo que me gustaría —negó—, pero de la seguridad de mi cuñado, Juls tendrá que ocuparse personalmente —sonrió con diversión mal sana— y si Guillermo o Emmanuel intentan hacer algo, prefiero que él los visite y tome las medidas correspondientes, de lo contrario, si voy yo, mi Conejo podría enojarse conmigo —puso la mano en su pecho—, porque a pesar de todo, son su familia.
—Significa que le tenemos que contar todo a Julián, sobre esta reunión —obvió Marisela.
—Para eso está el video… —Alejandro retiró la memoria y la guardó en su bolsillo—. Debemos volver a la mansión a seguir trabajando y entregarle esto a Julián.
La puerta del edificio se abrió; un par de hombres llegaron, seguidos de un grupo de personas, que parecían militares y uno de ellos empujaba una silla de ruedas, con una mujer en ella.
Marisela respiró profundamente y caminó a los recién llegados.
—¡Buenos días! —sonrió—. Supongo que son la familia Salazar, ¿me equivoco? —preguntó por obligación, ya que los conocía por fotos.
—Soy el Teniente Coronel, Guillermo Salazar Arellano —se presentó el hombre castaño, con canas a los costados de su cabeza—. Mi madre —inclinó el rostro hacia la mujer de cabello blanco y pronunciadas arrugas que iba en la silla de ruedas—, Blanca Arellano Vidal, viuda de Salazar y mi segundo hermano… —hizo un ademán al otro hombre, que tenía el cabello salpimentado también.
—Ingeniero Emmanuel Salazar Arellano —le ofreció la mano a la castaña—, un placer, señorita —sonrió con altivez.
Marisela aceptó el saludo, pero sintió cierto rechazo ante ese hombre— un placer, soy la Licenciada Marisela Sánchez, asistente personal del Doctor en Economía Alejandro De León —pocas veces se presentaba de esa manera, pero en ese momento en que los otros llegaron presumiendo sus títulos, tenía que hacerlo de esa manera, para que se dieran cuenta de que su jefe también tenía una gran carrera.
Blanca hizo una mueca molesta y giró el rostro como si se sintiera ofendida al escuchar el nombre.
—Acompáñenme, por favor, el señor De León los espera…
Todos la siguieron, pero al cruzar la recepción, debían pasar por un detector de metales, a lo cual, el sonido se escuchó cuando Guillermo ingresó.
—¿Trae algún accesorio de metal? —comentó Marisela con poco interés.
El castaño se quitó un reloj, anillo de matrimonio, sacó su celular y de su cintura, una nueve milímetros que llevaba.
—Lo lamento, pero el arma no puede pasar.
—Soy militar —objetó el castaño con frialdad.
—Eso es comprensible, pero viene de civil —sonrió la de lentes—. Le pido por favor, que deje su arma, antes de que haya problemas y si sus acompañantes —hizo una seña con el rostro a los hombres que lo seguían—, también traen armas y no quieren o no pueden apartarse de ellas, tendrán que esperar aquí, en la recepción.
Guillermo rechinó los dientes, dio media vuelta y le entregó a uno de sus acompañantes su arma, dando la orden que los esperaran ahí.
Una vez más, pasó por el detector de metales y le permitieron el paso, entregándole los demás accesorios. Emmanuel también cruzó, pero no hubo nada que detonara la alarma y finalmente, Blanca pasó por otra zona, ya que no podía cruzar por la puerta de seguridad y fue Marisela quien empujó la silla.
Después de eso, Marisela los guio hacia el elevador y luego los llevó hasta uno de los últimos pisos del edificio, dónde estaba la sala de juntas que había preparado para esa situación. Guillermo y Emmanuel observaban con disimulo el lugar y se miraban entre ellos de cuando en cuando.
Al llegar, uno de los hombres que cuidaban la puerta, abrió de inmediato y se hizo a un lado para permitir el paso.
Marisela agradeció con un ligero ademán y se dirigió a sus acompañantes.
—Por aquí, por favor —sonrió amable y entró a ese enorme recinto.
Los hermanos de Erick se asombraron al ver ese lugar que tenía doble altura, con unos candelabros de cristal en el centro del techo; los ventanales mostraban una gran área de la ciudad, pero la vista no era lo único que impactaba. El mobiliario de primera calidad y accesorios de todo tipo, incluyendo la delicadas áreas verdes que estaban en cada esquina, así como pequeñas áreas de descanso con mesas y sillones cómodos para tomar té o café, era un claro alarde de lo lujosa que era la vida de Alejandro; el piso de mármol negro, con vetas blancas y doradas, destellaba por la luz del sol que se colaba por los ventanales y del lado contrario, el muro llorón que decoraba esa sala dejaba escuchar el correr del agua. En las dos paredes que quedaban, había cuadros enmarcados que los recién llegados no sabían habían sido pintados por Erick y que Alejandro presumía con orgullo a sus, amigos, conocidos y trabajadores.
La mesa de juntas principal era gigantesca, con forma de U, hecha de fina caoba y en la cabecera, Alejandro estaba sentado, con una carpeta frente a él, observando unos documentos que estaban ahí, además de tener una tableta digital conectada a los puertos especiales de la mesa y a un teclado; a su lado, estaba Eloy, quien al ver a Marisela respiró más tranquilo.
—Señor De León —Marisela caminó con rapidez hasta llegar a su lado—, sus invitados llegaron.
El rubio los miró por encima de sus gafas— llegan tarde —dijo con poco interés—, tendrán que esperar a que termine de firmar estos documentos… Atiéndelos, Marisela.
—Cómo ordene… —Marisela volvió con los invitados—. Por favor, acompáñenme…
Les hizo un ademán, para llevarlos a uno de los lados de la mesa, a una distancia prudente de Alejandro.
Guillermo estaba por quitar una silla para acomodar a su madre, pero un hombre vestido de negro lo sorprendió, llegando de inmediato y quitando la silla para dejar el espacio libre; fue justo en ese momento que ambos hermanos notaron que había más de esos sujetos en la sala, incluso detrás del rubio había otro par, en los que no habían reparado antes.
—¿Desean algo de beber? —preguntó la castaña con amabilidad.
—Madre, ¿gustas algo de beber?
—Sólo quiero salir de aquí —dijo la mujer en tono frío, manteniendo su mirada miel en Alejandro, con un dejo de reproche.
Guillermo suspiró y luego tomó asiento— agua para mí, gracias.
—Café —Emmanuel le sonrió amable a Marisela, sin notar que Miguel lo miraba con molestia desde su lugar.
—En un momento.
Marisela caminó y se perdió tras el muro llorón, pues la cocina de esa sala de juntas estaba oculta; no se notaba porque era un truco óptico que Mikhail había hecho al diseñar ese lugar, al igual que la entrada a los sanitarios, todo para dejar una sensación de completo profesionalismo.
El silencio reinó por varios minutos y finalmente, Marisela regresó, seguida por otra joven, quien llevaba las bebidas para los invitados, mientras la castaña se encargaba en persona, del café de Alejandro.
Alejandro firmó una última hoja, cerrando la carpeta con un golpe seco.
—El presupuesto de los albergues, debes discutirlo con mi esposo cuando regrese de su viaje, lo que él decida, se debe hacer, sin discusión —ordenó y le entregó la carpeta a Eloy.
—Cómo diga, señor… Con permiso.
Eloy recorrió toda la sala con paso rápido, aun le costaba tratar con Alejandro a solas, porque cuando el rubio estaba con Erick, era mucho más amable.
Al cerrarse la puerta, Alejandro se quitó las gafas, las dejó de lado y bebió un sorbo de café.
—Años sin verla, señora Blanca —Alejandro dejó la tasa de lado—, pero por lo que veo, la vida no la ha tratado bien… ¿Cuándo fue la última vez que la vi? ¿Hace quince o dieciséis años?
—Tu sabes cuantos han sido —respondió la mujer, apretando sus puños sobre el regazo—. Y se suponía que no nos veríamos de nuevo.
—De acuerdo… —sentenció el ojiverde—. Veo que no vienen en son de paz, así que dejemos las formalidades e hipocresía —sonrió con sarcasmo—. Ni ustedes querían verme, ni yo quería tener que hablarles, pero no me quedó de otra —levantó el rostro—, por eso están aquí.
—Todos sabemos la situación ocurrida hace años con mi hermano y creímos que todo había quedado olvidado —Guillermo lo miró con frialdad—, pero después de la locura de su… —apretó el puño—. Boda —dijo entre dientes, como si le costara decir esa palabra—, hace unos meses, decidimos no volver a tocar el tema y olvidarnos de Erick, por el bienestar familiar.
—¡Bienestar familiar! —rió el rubio—. Tu familia no tiene vergüenza —puso un gesto serio—. Todos sabemos que el ‘bienestar familiar’ no era algo que le interesara a tu padre, ¿o sí?
—¡No difames a mi padre! —Guillermo se puso de pie de un salto, golpeando la madera con sus manos.
Miguel y varios de sus compañeros desenfundaron sus armas, les quitaron el seguro y le apuntaron al hombre con rapidez; los ojos miel de Guillermo miraron alrededor y sus músculos se tensaron.
«Igual que tu padre, finges ser un militar recto y con mucha moral, aunque en el fondo no eres más que otro imbécil que trabaja para otros como yo…» pensó Alejandro con desprecio, pero debía tomar las cosas con calma, así que intentó ser más amable; movió el dedo índice de un lado a otro y chasqueó la lengua desaprobando la actitud de su cuñado.
—Estás en mi territorio, Guillermo —sonrió—. Si en antaño no podías hacerme nada, ahora menos… Así que es mejor que te sientes y te comportes, no queremos que haya discusiones familiares de nuevo, ¿verdad?
El cuerpo de Guillermo tembló por la furia que lo inundaba, pero después de unos segundos, volvió a tomar asiento.
—Tengo una duda… —la voz de Emmanuel se escuchó, pero mantenía la mirada en el líquido oscuro de su café—. La cita era para reunirnos contigo y con Erick —levantó el rostro y miró al rubio con seriedad—, pero por lo que acabas de decir, mi hermanito anda de viaje, así que, ¿cuál es el verdadero motivo de esta reunión?
Alejandro sonrió divertido; pese a que Emmanuel no era el mayor, sabía que era más calculador que Guillermo y después de investigarlo a fondo, descubrió todas las cosas turbias en las que estaba metido, así que le parecía el más problemático de la familia de Erick, después de su difunto padre.
—Cierto que mentí —el ojiverde asintió—, pero sabía que si se les informaba que era una reunión a solas conmigo, sería mucho más difícil que aceptaran, ¿no es así, señora Blanca?
La mujer lo miró con desdén, haciendo una mueca antes de girar el rostro.
—Entonces, debo imaginar que mi hermanito no sabe de esto, ¿verdad? —presionó Emmanuel.
Alejandro detestaba que ese sujeto le dijera ‘hermanito’ a Erick, porque el tono que usaba era una clara burla, pues no sentía ningún apego por él.
—Lo sabrá en su momento —Alejandro bebió más café—, primero, quiero investigar algunas cosas y la única manera de encontrar las respuestas del pasado, es con las personas que lo vivieron —le restó importancia—, es por eso que están aquí.
—Ve al grano, para poder terminar con esto —sentenció Guillermo.
—Todos los presentes sabemos que Erick no es hijo de usted, ¿verdad, señora Blanca?
La mujer volvió a mirarlo con susto.
—¡Vamos! —Alejandro rió—. Guillermo tiene 44 años —señaló al mayor—, Emmanuel tiene 41 —se alzó de hombros—, estuvieron enterados de lo ocurrido hace años entre Erick y yo, así que no creo que ignoren la verdad.
Los ojos miel de la mujer se movieron hacia las personas que acompañaban al rubio y su piel se puso aún más pálida.
—Veo que aún tiene miedo de que otros lo sepan —Alejandro sonrió—, pero si no quiere que mis trabajadores se enteren de más cosas que hablaremos aquí, más vale que cooperen conmigo.
Guillermo miró a su madre y al notar que estaba algo alterada, no le quedó más que acceder a lo que el otro quería.
—De acuerdo, hablaremos, pero a solas —sentenció—. Nadie debe enterarse de ciertas cuestiones vergonzosas.
—Bien…
Alejandro se giró en su silla, extendiendo su mano hacia Miguel.
—Dame un arma y que todos salgan —ordenó—, Marisela se queda conmigo.
Miguel asintió, se acercó y le entregó un arma a Alejandro, quien la colocó sobre la mesa, frente a él. Todos los hombres vestidos de negro, se enfilaron a la salida, Miguel fue a la cocina y le pidió a la chica que estaba ahí que saliera también. El lugar quedó casi vacío y Marisela se sentó en uno de los sillones al frente de la familia Salazar, pero más cerca de Alejandro.
—Ella también debe salir —pidió Guillermo.
—Marisela es mi mano derecha y guarda todos mis secretos —el ojiverde tamboreó los dedos sobre la empuñadora del arma—, así que no te preocupes, nada de lo que digan aquí, será divulgado por ella.
Los hermanos la miraron con desconfianza y la castaña les sonrió con amabilidad fingida.
—De acuerdo, ¿de qué quieres hablar? —Guillermo levantó la cabeza con orgullo.
—Querida suegra —sonrió el rubio y la mujer puso un gesto molesto—. Dígame, aparte de Erick, ¿cuántos hijos ilegítimos, tuvo su esposo?
Emmanuel se sorprendió, Blanca apretó los descansabrazos de su silla de ruedas y Guillermo se puso de pie una vez más.
—¡¿Cómo te atreves a hacer esa estúpida pregunta?! —gritó el castaño, claramente ofendido—. ¡Mi padre solo tuvo un error y ese fue con la madre de Erick!
Alejandro ladeó el rostro y suspiró— lo dudo —sentenció fríamente—, especialmente porque he encontrado a un chico que tenía una foto de tu padre —lo señaló—, al cual se refería como al padre que lo abandonó cuando nació y por eso se le hizo una prueba de ADN, misma que resultó tener una concordancia con Erick, constatando que son medios hermanos.
—¡Mientes! —el castaño apretó los puños—. ¡Esto solo es una vil calumnia! ¡Tú quieres dañar la memoria de mi padre! —señaló al ojiverde con el índice.
—Tengo pruebas, Guillermo —respondió el rubio y le hizo una seña a Marisela.
La castaña se puso de pie y sacó de la carpeta que llevaba, copias de la foto de los padres de Agustín, así como copias de los análisis de sangre con el nombre de Agustín censurado, colocándolas frente a los 3 invitados y regresó a su lugar con rapidez.
—El de la foto es tu padre, ¿no es así? —preguntó Alejandro con poco interés, pues sabía la respuesta—. Pero está con otra mujer, una que no es ni tu madre, ni la madre de Erick, porque esa foto está fechada después de que la madre de Erick falleciera, ¿me equivoco, suegrita?
Blanca sujetó la copia frente a ella y sus ojos observaron al hombre que alguna vez fue su esposo, sonriendo con genuina alegría, abrazando a una mujer joven, de cabello negro, muy bonita y que además, estaba embarazada. Con dificultad, la delgada mano, apretó la foto con furia.
—¡Es falsa! —debatió Guillermo—. No podemos saber su veracidad, si esto es una simple copia y…
—No lo sé —dijo Blanca con voz fría, sorprendiendo a su hijo mayor y llamando la atención de los demás presentes.
—¿Madre? —Emmanuel la miró confundido.
—A tu pregunta, Alejandro —sus ojos miel, se fijaron en el rubio—, no sé cuántos hijos ilegítimos tuvo mi esposo —respondió dejando la foto arrugada sobre la mesa—, pero te puedo decir, que de las varias ‘queridas’ —dijo con desprecio la palabra— que yo supe que tuvo, solo reconoció y admitió que había tenido un hijo y ese fue Erick, porque los demás, no pudieron ser comprobados.
—¿Madre? —Guillermo la miró con susto.
—Deberían haberse imaginado que su padre no era un santo —espetó con desagrado—, especialmente al haber llevado a mi hogar, al hijo de una de sus amantes y decidir darle un trato igual al de ustedes —su voz era altanera.
—Así que… ¿Hay más? —Alejandro levantó una ceja.
Blanca soltó una ligera risa— hubo —dijo con cinismo.
—¿Hubo? —el rubio frunció el ceño.
—¡Por supuesto! —la mujer levantó el rostro—. Alonso me dio su palabra de que no iba a haber más bastardos de los que debiera preocuparme y me aseguré de que lo cumpliera.
El gesto que puso sorprendió a sus hijos, pero Marisela sintió que la furia la inundaba, imaginando lo que la mujer quiso decir.
—Así que… ¿su esposo se encargó de todos sus hijos ilegítimos? —indagó Alejandro con seriedad, solo para asegurarse de haber entendido bien.
—Así es, lo hizo —respondió sin un ápice de arrepentimiento—. ¿Acaso te sorprende? —preguntó la mujer—. Seguramente tu padre ha hecho cosas peores —señaló.
Alejandro apretó el arma en su mano, tratando de aguantar el coraje que esas palabras le provocaron; respiró profundamente y le dedicó una mirada fría a esa mujer.
—Sí, es cierto —asintió—. Mi padre y mi familia, incluyéndome, hemos hecho cosas horribles, pero… ¿Filicidio? Esa es una línea que nunca cruzaríamos y eso me quedó claro hace poco —aseguró.
—Dudo que tengan tanta moral —comentó la canosa con desdén.
Alejandro forzó una sonrisa— las costumbres o normas de mi familia, no están a discusión en esta reunión —señaló—, así que volvamos al tema… Si su esposo se encargó de sus hijos ilegítimos, dígame, ¿cómo es que hay uno aun con vida?
El gesto de Blanca se contorsionó— es obvia la razón…
—No para mí, por eso quiero que me lo explique —presionó el rubio.
—Ella no reclamó la paternidad, por eso no me enteré de ese bastardo y Alonso no se encargó de ese error.
Marisela apretó la carpeta entre sus manos, encajando las uñas en la piel de la misma; la manera en la que la mujer hablaba, la estaba irritando, pues era obvio que no tenía ni un atisbo de remordimiento con respecto a lo que hablaba.
—Todas esas rameras iban a mi hogar, reclamando una manutención, asegurando que sus hijos eran de mi esposo —confesó—, solo porque se revolcaron con él unas cuantas noches, como perras en celo, en busca de una oportunidad de quedar preñadas para obtener dinero y un apellido de prestigio —miró con desagrado la copia de la foto—, pero ¡la esposa legítima era yo! —levantó el rostro de manera orgullosa—. Y no iba a permitir que ese tipo de basuras fueran a manchar mi reputación, solo porque accedían a los desagradables deseos carnales de Alonso en la cama.
Alejandro se recargó en el sillón ejecutivo y guardó silencio un momento, analizando esas palabras; por lo que entendía, Alonso Salazar tenía algunos gustos extravagantes en cuestión sexual, algo que su ‘recatada’ esposa, no estaba dispuesta a realizar. Los ojos verdes observaban a los hermanos de Erick, que parecían estatuas, viendo a su madre con sorpresa e incredulidad, era obvio que ni siquiera ellos imaginaban lo que había ocurrido en su familia.
—Comprendo —Alejandro se irguió en su lugar—. Entonces, señora Arellano —fijó la mirada en su suegra—, después de lo que acaba de confesar y de las pruebas que tiene enfrente, ¿admite la posibilidad de que haya otros hijos de su esposo con vida?
Los labios de la mujer se fruncieron en una mueca furiosa— espero que no.
El rubio respiró profundamente y trató de pensar fríamente.
—Usted, ¿recuerda todos los lugares dónde su esposo estuvo durante sus años cómo militar activo?
—Mi esposo era un oficial de alto rango —levantó una ceja—. Recuerdo los regimientos y zonas, dónde tuvimos una casa, pero él salía por semanas a otros lugares alejados —sentenció—, tenía que ir a revisiones de campamentos, retenes y bases, en el territorio del estado dónde desempeñaba su trabajo —se alzó de hombros—, lugares que yo no podía enterarme porque era información clasificada, así que no puedo saber dónde pudo esconder a todas sus amantes.
—Y de casualidad, ¿recuerda los nombres de las mujeres que reclamaron la paternidad?
—¿Por qué me molestaría en recordar a esas fulanas? —preguntó con desprecio.
Alejandro apretó los dientes de manera inconsciente, era obvio que su suegra no le ayudaría con esa clase de información.
—Siendo así, supongo que no me será de ayuda —el rubio suspiró—, creo que daremos por finiquitada nuestra plática.
—¿Quién es? —preguntó la mujer con frialdad.
—¿Qué? —el ojiverde la miró con curiosidad.
—¿Quién es el supuesto hijo de Alonso que encontraste? —su voz tenía un tinte de desprecio.
Alejandro sonrió— ese es un dato que no le diré —negó.
—Si hicieron una prueba de ADN comparando la sangre con Erick, significa que él está enterado, ¿no es así? —la canosa apretó los puños—. Entonces, tendré que preguntarle a mi hijo sobre ese sujeto…
El rubio rió— suegrita, más vale que no toque el tema con mi esposo —ladeó el rostro—, de lo contrario, yo tendría que tocar otro asunto que no le gustará.
—¡No tienes nada para amenazarme! —Blanca habló con altanería.
—¿Eso cree? —Alejandro le dedicó una mirada retadora—. Hagamos una prueba, ¿quiere?
Con esa frase, Blanca pareció titubear, pero luego se irguió, segura de que no había nada que el otro pudiera decir o hacer para manipularla.
—¿Recuerda el nombre de la verdadera madre de Erick?
—No —la canosa los ojos—, jamás supe el nombre de la susodicha y no me interesó saberlo, ni conocerla —sentenció—, pero debió agradecer que aceptara a su hijo en mi casa, por caridad —señaló.
—¿Por qué miente, suegra? —Alejandro entrelazó sus dedos sobre la mesa.
—¿Por qué mentiría?
—Porque hay un registro de adopción, que usted firmó —la señaló—, un registro, dónde estaba el nombre de la verdadera madre de Erick, ¿no es así?
Blanca tembló.
Guillermo y Emmanuel habían estado todo el tiempo en silencio, sin creer lo que habían escuchado de su propia madre, pero al ver la reacción de la mujer, ante la noticia de un registro de adopción, se dieron cuenta que ocultaba más cosas.
—¿Madre? —Guillermo la miró con nervios.
—¿Acaso hay más? —indagó Emmanuel con miedo.
—Yo… —Blanca pasó saliva—. No me siento bien, sería mejor irnos…
—Carolina Alarcón Becker…
El nombre brotó de los labios de Alejandro y Blanca sintió que se le iba el aire, su quijada tembló y sus músculos se tensaron.
—Ese era el nombre de la legítima madre de Erick, ¿me equivoco?
—¿Cómo…?
—Mi padre dijo que un amigo de su esposo —señaló a la canosa—, hace unos años le hizo algunas confesiones y partiendo de ahí, me puse a investigar.
Extendió la mano y Marisela le entregó un sobre con hojas membretadas, que eran los papeles de adopción, además, de otros documentos notariados y el rubio los empujó sobre la mesa, deslizándolos hasta los invitados
—Esa es su firma, ¿no es así, suegra?
Guillermo sujetó los documentos de adopción y empezó a leer, constatando las firmas de sus padres y una firma más, de una mujer llamada Carolina Alarcón Becker, que entregaba a su hijo por propia voluntad; por su parte, Emmanuel sujetó los otros papeles notariados, que parecían ser un testamento y los leyó con premura.
Blanca se mantenía en silencio, pero su rostro tenía un gesto de miedo.
—¿Qué significa esto? —Emmanuel extendió los documentos a su madre—. ¡¿Las propiedades de mayor valor y el dinero en el banco, son de Erick?!
—¡¿Qué dices?! —Guillermo sujetó los documentos que tenía su hermano, leyéndolos con rapidez.
—¿No lo sabían? —Alejandro sonrió con cinismo—. Su padre, pese a que era un militar de alto rango, no tenía tanto dinero, ni propiedades de gran valor, pero aceptó a Erick, porque con él, venía una cuantiosa fortuna, herencia de su madre, ¿me equivoco, señora? —retó a Blanca con esas palabras—. Una herencia que Erick debía recibir al cumplir la mayoría de edad, pero no fue así, ¿cierto? —la mirada verde se mantenía sobre la canosa—. Usaron el problema con mi familia para someter más a Erick y así, él no tendría el valor para indagar y poder reclamar lo que le pertenecía, con lo cual, usted y su esposo, podían seguir disfrutando de esa fortuna, ¡¿no es así?!
La mujer bajó la mirada; si hubiera estado de pie, ya se hubiera desmayado. Hubo un momento de silencio y Guillermo apretó los documentos.
—¡Esto es mentira! —gritó—. ¡Quieres despojarnos de la herencia de nuestro padre!
Alejandro negó— Erick no necesita ese dinero, él mismo se consiguió un patrimonio con sus propios medios y al ser mi esposo, tiene derecho sobre toda mi fortuna, así que no —sonrió—, no ganaría nada, quitandoles eso de lo que presumen.
Guillermo temblaba por el coraje, mientras estrujaba los documentos, como si quisiera romperlos— ¿qué es lo que quieres entonces? —preguntó entre dientes.
—Sólo quería obtener información de ustedes, pero veo que no me sirven…
—Si solo querías eso, ¡¿por qué nos muestras estos documentos?! —preguntó Emmanuel con nervios—. ¡¿Quieres amedrentarnos?!
—No —el rubio volvió a negar—. Solo quería demostrar que tengo más información que puede arruinarles la vida —sonrió—, así que hagamos un trato —ladeó el rostro—, ustedes no indagan sobre el otro hijo del General Salazar y yo, no les quito la herencia de mi esposo, ¿qué les parece? Esto los beneficia más a ustedes.
Guillermo y Emmanuel se miraron de soslayo. Ambos sabían que las propiedades y el dinero de su madre, debía pasar a ellos cuando la mujer falleciera, pero si Alejandro les quitaba ese patrimonio, solo con sus empleos, no podrían darse los lujos a los que se habían acostumbrado desde jóvenes.
—Bien —Guillermo lanzó los documentos a la mesa—. Nosotros no indagaremos más sobre ese individuo…
—Pero debes darnos tu palabra ¡que no sacarás estos documentos a la luz! —señaló Emmanuel.
Alejandro sonrió divertido— ¡por supuesto! —asintió—. Les doy mi palabra que yo no sacaré estos documentos a la luz, quédense tranquilos.
—Entonces no hay nada más que discutir —Emmanuel acomodó su saco.
—Mientras ese sujeto no quiera reclamar nuestro apellido, a nosotros no nos importará lo que haga —sentenció Guillermo—, así que asegúrate de que no lo intente.
—Créeme, cuñado, ese chico no está interesado en su apellido.
—Más vale que así sea —el castaño rechinó los dientes.
—Bien, supongo que esta platica llegó a su fin —el rubio se recargó en el sofá—, espero que su camino de regreso a casa, sea placentero y no necesitemos volver a vernos.
—Es lo que más deseamos —siseó Guillermo.
Guillermo y Emmanuel se pusieron de pie; igual que habían llegado, Guillermo movió la silla de su madre, quien parecía haberse quedado muda y los tres se enfilaron a la salida, seguidos de Marisela, quien los despidió en la puerta.
Cuando Marisela volvió, Miguel la siguió al interior de la sala de reuniones.
—¡Esa mujer es una maldita víbora! —gritó la castaña, que se había tenido que tragar el coraje después de todo lo que había escuchado.
—Yo te lo había advertido —Alejandro tecleó algo y cerró el programa que había estado grabando esa reunión, con las cámaras de seguridad y los micrófonos ocultos, copiando varios archivos a una memoria.
—¡¿De verdad no vas a hacer nada?! —Marisela se cruzó de brazos, ella esperaba que Alejandro le diera un escarmiento a esa familia.
—Yo di mi palabra de que no haría nada —sonrió el rubio—, pero mi abogado se encargará de las cosas…
—¿Qué vas a hacer, Alex? —preguntó Miguel con precaución.
El pelinegro, al ser amigo de Alejandro, escuchó toda la plática por el intercomunicador, a diferencia de sus compañeros que no estaban enterados de la situación, pero no sabía que planeaba hacer el rubio.
—Mientras nosotros buscamos más información del General y como tuvo una relación con la madre de Agustín —explicó con calma—, Uriel se encargará de recuperar la herencia de Erick —sonrió.
—¿Crees que esos imbéciles se quedaran quietos, cuando les quites su dinero y propiedades? —Miguel levantó una ceja.
—No, pero nos encargaremos de eso en su momento.
—¿Y qué le dirás a Erick? —Marisela se cruzó de brazos—. Porque imagino que no le puedes llegar con propiedades de la nada.
—Le contaré la verdad —dijo con seriedad—, tiene derecho a saber quién era su madre, así que también hay que investigar a Carolina Alarcón Becker.
—¿Y Agustín? —Miguel ladeó el rostro, pues eso había empezado precisamente por él—. ¿Estás seguro que esa mujer no querrá indagar más sobre otro hijo ilegítimo de su difunto esposo? —presionó—. Es obvio que está obsesionada con guardar las apariencias y sus hijos también.
—No puedo asegurar que no indaguen más de lo que me gustaría —negó—, pero de la seguridad de mi cuñado, Juls tendrá que ocuparse personalmente —sonrió con diversión mal sana— y si Guillermo o Emmanuel intentan hacer algo, prefiero que él los visite y tome las medidas correspondientes, de lo contrario, si voy yo, mi Conejo podría enojarse conmigo —puso la mano en su pecho—, porque a pesar de todo, son su familia.
—Significa que le tenemos que contar todo a Julián, sobre esta reunión —obvió Marisela.
—Para eso está el video… —Alejandro retiró la memoria y la guardó en su bolsillo—. Debemos volver a la mansión a seguir trabajando y entregarle esto a Julián.
Durante el resto de la semana, Alejandro tuvo varias reuniones con personas que conocieron al General Salazar en antaño, en busca del rastro de los hijos del General. Fue así que se enteró de los nombres de varias mujeres, algunas que efectivamente habían tenido un hijo del militar, pero la gran mayoría simplemente lo habían intentado engañar; muchas de ellas ya se habían confirmado sus fallecimientos y otras estaban desaparecidas, pero todas sufrieron la perdida de sus hijos, aunque era posible que faltaran algunas en la lista que obtuvo.
Por su parte, Julián, junto con otros amigos de Alejandro, investigó a los hermanos de Erick; sus nexos, sus negocios y hasta los ingresos de dinero. Necesitaban encontrar las debilidades de ambos, en caso de que las necesitaran en un futuro próximo, especialmente al saber de la decisión del rubio de quitarles su dinero y propiedades.
Marisela tuvo que ir en busca de la madre de Agustín, pese a que sabía que su amigo no quería saber nada de esa mujer, necesitaba conocer la historia detrás de su nacimiento. Aunque al principio, María Gastelum se negó a una plática con la castaña, accedió cuando le ofrecieron una remuneración económica. Marisela tuvo mucho cuidado en no revelar que conocía a Agustín y en cambio, le dijo a la mujer que estaban investigando al difunto General Salazar por una cuestión de la familia y con ello, contó la historia del amor que fue para ella y la aventura que terminó siendo al final.
Antes de que Erick y Agustín volvieran de sus vacaciones, Alejandro le contó la verdad a Uriel y le pidió que se redactara un nuevo contrato de trabajo para Agustín; necesitaba darle más relevancia para que tener una excusa del por qué necesitaba ser cuidado también por sus guardaespaldas. Aunado a ello, le ordenó a Marisela ir al hotel a donde habían enviado a Patricio y despedirlo, pues no quería que siguiera trabajando con ellos y después hubiera problemas con Agustín, aunque para ello, tuvieron que darle una remuneración económica significativa, porque legalmente no tenían ninguna razón para ese despido.
Apenas hubo tiempo de finiquitar todos esos asuntos, antes de que el domingo llegara.
Erick y Agustín volvieron a la mansión después de mediodía, su relación era mucho más casual y aunque con otras personas y compañeros, Agustín le seguía diciendo ‘señor’ a Erick, a solas le decía simplemente Erick.
—¡Bienvenido, Conejo!
—¡Alex! —Erick corrió y se abrazó a su esposo, dándole un beso ansioso.
—¿Cómo les fue? —indagó el rubio al apartarse y acariciarle el cabello con ilusión.
—¡Bien! —sonrió el ojiazul y miró a Agustín, que se mantenía de pie a unos pasos, mirando con curiosidad a Julián, pero no se atrevía a ir con él—. Aunque, creo que Agus aún necesita soltarse un poco —señaló casi en un susurro.
—Supongo que tardará más de una semana para que lo haga —se burló el otro y se apartó, acuclillándose para acariciar a los niños, que ladraban emocionados, buscando algo de atención.
Agustín se acercó con precaución hasta su novio.
—¿Qué te pasó? —preguntó asombrado, señalando la gasa sobre la nariz de Julián.
—Un pequeño accidente —respondió el castaño con rapidez, agradeciendo que los moretones de los otros golpes ya casi habían desaparecido en su totalidad.
Agustín entendió que el otro no quería hablar de eso, así que no preguntó, pero se sintió inquieto al imaginar un montón de posibilidades por las cuales, Julián tenía lastimada la nariz.
—Agustín —Alejandro se acercó al pelinegro, quien se puso serio—. Debido a los recientes acontecimientos, tienes que firmar un nuevo contrato de trabajo —sentenció.
—¿Un contrato nuevo? —el menor levantó una ceja, sin entender—. Es… está bien —musitó.
—Mañana, Julián te llevará con Uriel, para que firmes los documentos, ¿de acuerdo?
—Sí, señor —asintió.
—Bien, ahora tú ya estuviste con mi esposo una semana, es hora que yo recupere el tiempo con él y quizá, tú necesitas recuperarlo con Julián —se burló y dio media vuelta, yendo con Erick.
—Nos vemos en la cena, Agus —dijo el ojiazul, despidiéndose con un ademán.
—Adiós…
Algunos trabajadores de Alejandro se encargaron de las mascotas, otro llevó la maleta de Erick a la mansión y finalmente, Julián sujetó la maleta de Agustín y lo guio a su casa.
—¿Cómo les fue? —preguntó el castaño durante el camino.
—¡Bien! —la sonrisa del pelinegro era de completa felicidad—. Nunca pensé que tener un hermano fuera tan… ¡emocionante! —dijo con ilusión—. Ya me había contado su vida, ahora sé más cosas y le conté de las mías… Aunque quiso hacer lo mismo que tú y llevarme a buscar a mi familia —hizo un mohín molesto—, pero creo que quedó claro que no era necesario, igual que no quiero conocer a la suya y menos, después de todo lo que me platicó —negó.
«Me alegra, porque los hermanos del Conejo ya empezaron a indagar y pronto tendré que actuar…» pensó el mayor.
—¿Sabes…? E… —Agustín se detuvo, miró a todos lados constatando que no había nadie y luego se decidió—. Erick quiere que estudie una carrera —habló en voz baja.
—¿En serio? —Julián frunció el ceño—. Y tú, ¿quieres hacerlo?
—No lo sé… Es decir, nunca fui buen estudiante, pero sería bueno tener un respaldo, ¿no lo crees? —dudó—. No siempre podré ser guardaespaldas —suspiró—. Aunque volver a la escuela, a mi edad… Me da un poco de nervios.
—Existen universidades en línea —comentó el castaño con diversión.
—¡Esa sería una buena opción!
—Pero primero, tienes que pensar qué quieres estudiar —Julián se acercó a la puerta y abrió, permitiendo el paso de su novio.
—Aun no lo sé… Erick dijo que en los próximos días me ayudaría a buscar opciones —sintió que la vergüenza lo inundaba.
Julián notó el sonrojo, cuando el menor pasó frente a él.
—¿Por qué te ruborizas? —preguntó con celos.
—Aún me da algo de vergüenza llamarlo con tanta familiaridad y…
Agustín no pudo hablar más; Julián dejó a un lado la maleta y lo abrazó, besándolo con desespero. El menor intentó reaccionar, pero su mente dejó de funcionar y solo se limitó a corresponder el beso; se estremeció al sentir las manos sujetándolo con fuerza por la cintura y bajando hasta sus nalgas, apretándolas con desespero. Agustín gimió por el trato rudo, pero no era una queja, al contrario, lo disfrutaba.
—Guti, te extrañé —confesó el castaño, en medio de besos, antes de acorralarlo contra el muro.
—Se… Nota —musitó el otro en medio de jadeos, ya que al tener el cuerpo de Julián pegado al suyo, sentía la erección del mayor.
Julián detuvo sus movimientos, esa respuesta lo había hecho dudar— ¿tú no me extrañaste? —preguntó con un dejo de ansiedad en su mirada.
Agustín notó ese cambió de tono; Julián parecía temeroso, algo que normalmente no ocurría y no entendía la razón, así que subió las manos hasta la nuca y acarició los mechones castaños.
—Por supuesto que te extrañé —confesó y lo besó para demostrárselo.
Julián recibió el beso y se sintió en la gloria.
Esa semana había sido desagradable para él, no por haber sido golpeado, sino por la constante presión de sus amigos para que empezara a cambiar su actitud, sobre la situación de Agustín y además, el saber que la familia de Erick podía intentar hacerle daño, lo tenía con demasiada inquietud.
—Quiero hacerte el amor —confesó el castaño cuando se apartó de los labios del otro.
Agustín se quedó inmóvil, sus ojos se abrieron enormemente y aguantó la respiración, mientras sentía que sus mejillas ardían; esa declaración le había parecido tan dulce y atrevida a la vez, que no supo cómo reaccionar, solo bajó el rostro y empezó a reír nerviosamente.
—¿Qué pasa? —Julián no comprendía la risita del otro.
Agustín negó— nada… es que… normalmente no dices esas palabras —confesó—. Pero sí… —levantó el rostro, fijando la mirada del otro—. Yo también quiero que me hagas el amor —sentenció, ofreciendo los labios con sumisión.
Julián no desaprovecho y lo besó, una caricia más suave y lenta, sus manos se movieron con desespero, intentando desvestir a su pareja; realmente ansiaba el calor y el amor de Agustín, por lo que ese día se sentía mucho más ansioso que cualquier otra ocasión y no iba a permitir que el pelinegro se apartara de él, hasta demostrarle cuanto lo había extrañado.
Por su parte, Julián, junto con otros amigos de Alejandro, investigó a los hermanos de Erick; sus nexos, sus negocios y hasta los ingresos de dinero. Necesitaban encontrar las debilidades de ambos, en caso de que las necesitaran en un futuro próximo, especialmente al saber de la decisión del rubio de quitarles su dinero y propiedades.
Marisela tuvo que ir en busca de la madre de Agustín, pese a que sabía que su amigo no quería saber nada de esa mujer, necesitaba conocer la historia detrás de su nacimiento. Aunque al principio, María Gastelum se negó a una plática con la castaña, accedió cuando le ofrecieron una remuneración económica. Marisela tuvo mucho cuidado en no revelar que conocía a Agustín y en cambio, le dijo a la mujer que estaban investigando al difunto General Salazar por una cuestión de la familia y con ello, contó la historia del amor que fue para ella y la aventura que terminó siendo al final.
Antes de que Erick y Agustín volvieran de sus vacaciones, Alejandro le contó la verdad a Uriel y le pidió que se redactara un nuevo contrato de trabajo para Agustín; necesitaba darle más relevancia para que tener una excusa del por qué necesitaba ser cuidado también por sus guardaespaldas. Aunado a ello, le ordenó a Marisela ir al hotel a donde habían enviado a Patricio y despedirlo, pues no quería que siguiera trabajando con ellos y después hubiera problemas con Agustín, aunque para ello, tuvieron que darle una remuneración económica significativa, porque legalmente no tenían ninguna razón para ese despido.
Apenas hubo tiempo de finiquitar todos esos asuntos, antes de que el domingo llegara.
Erick y Agustín volvieron a la mansión después de mediodía, su relación era mucho más casual y aunque con otras personas y compañeros, Agustín le seguía diciendo ‘señor’ a Erick, a solas le decía simplemente Erick.
—¡Bienvenido, Conejo!
—¡Alex! —Erick corrió y se abrazó a su esposo, dándole un beso ansioso.
—¿Cómo les fue? —indagó el rubio al apartarse y acariciarle el cabello con ilusión.
—¡Bien! —sonrió el ojiazul y miró a Agustín, que se mantenía de pie a unos pasos, mirando con curiosidad a Julián, pero no se atrevía a ir con él—. Aunque, creo que Agus aún necesita soltarse un poco —señaló casi en un susurro.
—Supongo que tardará más de una semana para que lo haga —se burló el otro y se apartó, acuclillándose para acariciar a los niños, que ladraban emocionados, buscando algo de atención.
Agustín se acercó con precaución hasta su novio.
—¿Qué te pasó? —preguntó asombrado, señalando la gasa sobre la nariz de Julián.
—Un pequeño accidente —respondió el castaño con rapidez, agradeciendo que los moretones de los otros golpes ya casi habían desaparecido en su totalidad.
Agustín entendió que el otro no quería hablar de eso, así que no preguntó, pero se sintió inquieto al imaginar un montón de posibilidades por las cuales, Julián tenía lastimada la nariz.
—Agustín —Alejandro se acercó al pelinegro, quien se puso serio—. Debido a los recientes acontecimientos, tienes que firmar un nuevo contrato de trabajo —sentenció.
—¿Un contrato nuevo? —el menor levantó una ceja, sin entender—. Es… está bien —musitó.
—Mañana, Julián te llevará con Uriel, para que firmes los documentos, ¿de acuerdo?
—Sí, señor —asintió.
—Bien, ahora tú ya estuviste con mi esposo una semana, es hora que yo recupere el tiempo con él y quizá, tú necesitas recuperarlo con Julián —se burló y dio media vuelta, yendo con Erick.
—Nos vemos en la cena, Agus —dijo el ojiazul, despidiéndose con un ademán.
—Adiós…
Algunos trabajadores de Alejandro se encargaron de las mascotas, otro llevó la maleta de Erick a la mansión y finalmente, Julián sujetó la maleta de Agustín y lo guio a su casa.
—¿Cómo les fue? —preguntó el castaño durante el camino.
—¡Bien! —la sonrisa del pelinegro era de completa felicidad—. Nunca pensé que tener un hermano fuera tan… ¡emocionante! —dijo con ilusión—. Ya me había contado su vida, ahora sé más cosas y le conté de las mías… Aunque quiso hacer lo mismo que tú y llevarme a buscar a mi familia —hizo un mohín molesto—, pero creo que quedó claro que no era necesario, igual que no quiero conocer a la suya y menos, después de todo lo que me platicó —negó.
«Me alegra, porque los hermanos del Conejo ya empezaron a indagar y pronto tendré que actuar…» pensó el mayor.
—¿Sabes…? E… —Agustín se detuvo, miró a todos lados constatando que no había nadie y luego se decidió—. Erick quiere que estudie una carrera —habló en voz baja.
—¿En serio? —Julián frunció el ceño—. Y tú, ¿quieres hacerlo?
—No lo sé… Es decir, nunca fui buen estudiante, pero sería bueno tener un respaldo, ¿no lo crees? —dudó—. No siempre podré ser guardaespaldas —suspiró—. Aunque volver a la escuela, a mi edad… Me da un poco de nervios.
—Existen universidades en línea —comentó el castaño con diversión.
—¡Esa sería una buena opción!
—Pero primero, tienes que pensar qué quieres estudiar —Julián se acercó a la puerta y abrió, permitiendo el paso de su novio.
—Aun no lo sé… Erick dijo que en los próximos días me ayudaría a buscar opciones —sintió que la vergüenza lo inundaba.
Julián notó el sonrojo, cuando el menor pasó frente a él.
—¿Por qué te ruborizas? —preguntó con celos.
—Aún me da algo de vergüenza llamarlo con tanta familiaridad y…
Agustín no pudo hablar más; Julián dejó a un lado la maleta y lo abrazó, besándolo con desespero. El menor intentó reaccionar, pero su mente dejó de funcionar y solo se limitó a corresponder el beso; se estremeció al sentir las manos sujetándolo con fuerza por la cintura y bajando hasta sus nalgas, apretándolas con desespero. Agustín gimió por el trato rudo, pero no era una queja, al contrario, lo disfrutaba.
—Guti, te extrañé —confesó el castaño, en medio de besos, antes de acorralarlo contra el muro.
—Se… Nota —musitó el otro en medio de jadeos, ya que al tener el cuerpo de Julián pegado al suyo, sentía la erección del mayor.
Julián detuvo sus movimientos, esa respuesta lo había hecho dudar— ¿tú no me extrañaste? —preguntó con un dejo de ansiedad en su mirada.
Agustín notó ese cambió de tono; Julián parecía temeroso, algo que normalmente no ocurría y no entendía la razón, así que subió las manos hasta la nuca y acarició los mechones castaños.
—Por supuesto que te extrañé —confesó y lo besó para demostrárselo.
Julián recibió el beso y se sintió en la gloria.
Esa semana había sido desagradable para él, no por haber sido golpeado, sino por la constante presión de sus amigos para que empezara a cambiar su actitud, sobre la situación de Agustín y además, el saber que la familia de Erick podía intentar hacerle daño, lo tenía con demasiada inquietud.
—Quiero hacerte el amor —confesó el castaño cuando se apartó de los labios del otro.
Agustín se quedó inmóvil, sus ojos se abrieron enormemente y aguantó la respiración, mientras sentía que sus mejillas ardían; esa declaración le había parecido tan dulce y atrevida a la vez, que no supo cómo reaccionar, solo bajó el rostro y empezó a reír nerviosamente.
—¿Qué pasa? —Julián no comprendía la risita del otro.
Agustín negó— nada… es que… normalmente no dices esas palabras —confesó—. Pero sí… —levantó el rostro, fijando la mirada del otro—. Yo también quiero que me hagas el amor —sentenció, ofreciendo los labios con sumisión.
Julián no desaprovecho y lo besó, una caricia más suave y lenta, sus manos se movieron con desespero, intentando desvestir a su pareja; realmente ansiaba el calor y el amor de Agustín, por lo que ese día se sentía mucho más ansioso que cualquier otra ocasión y no iba a permitir que el pelinegro se apartara de él, hasta demostrarle cuanto lo había extrañado.
El siguiente miércoles, se organizó una reunión privada en la mansión, para Alejandro, Erick, Agustín, Julián, Marisela y Miguel. Gonzalo se encargó de preparar todo para la reunión, en cuanto a bebidas y aperitivos, ya que Alejandro le dijo que podría durar más tiempo de lo que planeaba.
—Alex ha estado muy extraño desde que regresamos del viaje —Erick caminaba por el pasillo, acompañado de Agustín—. Cree que no lo noto, pero sé que me oculta algo…
Una hora antes, ambos habían desayunado juntos, pero ninguno sabía de sus parejas, aunque no estaban preocupados, debido a que los verían en la reunión programada para ese día.
—Sé lo que es eso —el menor asintió—. Julián también actúa raro —hizo un mohín.
—¿También mantiene cierta distancia contigo? —Erick lo miró de reojo.
—No, al contrario —Agustín frunció el ceño—. Ha sido un poco más… ¿Cómo decirlo? —pasó la mano por su nuca—. ¿Cariñoso?
—¿Cariñoso? —el ojiazul ladeó el rostro—. Eso no se oye tan mal.
—No y ¡no digo que esté mal! —Agustín movió las manos negando—. De hecho, Julián pocas veces habla y se porta así, como cuando se me declaró en el hospital —sonrió con nervios—. Pero es extraño que lo haga, porque no estoy acostumbrado a ello, ¿me explico?
Erick sonrió, le dio palmaditas en el hombro— creo que Julián ya sabe que debe dejar de ser tan frío —su voz sonó confiada—, deberías disfrutarlo, Agus.
—Pues sí, lo disfruto, pero a veces tengo miedo que me dé la noticia de que está desahuciado y por eso se porta así —soltó el aire molesto.
Erick rió. Él no conocía tanto a Julián, pero durante su viaje, Agustín le contó de los años anteriores cuando estuvo en entrenamiento y por eso entendía que estuviera tan inquieto por el cambio de actitud de su pareja, más esperaba que el otro lo hiciera para poder demostrarle a Agustín que lo quería.
Ambos llegaron al salón y Agustín abrió la puerta, permitiendo que Erick ingresara primero. Al entrar, ambos encontraron a Gonzalo con otras chicas, acomodando las tartas y dejando la tetera con el agua para preparar café.
—Buenos días, señor Erick, joven Agustín —saludó el hombre con amabilidad.
Alejandro había ordenado que a Agustín lo trataran como a alguien de su familia, aunque no explicó por qué y sus trabajadores sabían que no debían indagar, pero supusieron que era por la relación amistosa que tenía con Erick.
—Buenos días —saludaron los recién llegados y fueron a sentarse en un par de sillones de dos plazas, recibiendo las tazas con agua caliente y preparando su propio café.
Estaban terminando de realizar su tarea, cuando la puerta se volvió a abrir, dando paso a Alejandro y sus amigos.
—Espero me estés preparando café, Conejo —sonrió el rubio, yendo hasta su esposo.
—No, pero toma este —le entregó la taza que tenía en manos y pidió otra con un ademán—. Buenos días —saludó para los demás.
—¡Buenos días! —Marisela se apresuró, yendo a saludar de beso en la mejilla a Erick y haciendo lo mismo con Agustín, quien se sorprendió, pues la castaña no lo trataba de esa manera normalmente—. Yo quiero té —sonrió, dejando unas carpetas sobre la mesita—, ahora mismo no puedo tomar café —suspiró y se sentó, esperando la taza.
Julián fue hasta Agustín, le besó la frente— café para mí, por favor —sentenció con rapidez y se sentó a su lado, dejando otras carpetas sobre la mesa.
Las chicas del servicio, que acompañaban a Gonzalo, estaban preparando las tazas y colocando las tartas en las mesitas esquineras de la sala.
—Yo también café, pero con crema —Miguel se sentó al lado de su prometida, haciendo lo propio con los archivos que él también llevaba.
Alejandro se sentó con Erick y cuando todos tenían lo que iban a beber, ordenó que los dejaran solos y cerraran la puerta, asegurándose de que nadie los interrumpiera. Con ello, Gonzalo hizo una seña y todas las chicas que estaban ahí, salieron de inmediato; el canoso dejó una mesita con un mechero, en donde el agua para café se mantendría hirviendo, en caso de que quisieran más bebida y luego salió del salón con rapidez.
—Entonces —Erick movió la cuchara en su taza—, ¿cuál es el misterio? —preguntó directo, mirando de reojo a su esposo.
—¿Misterio? —Alejandro sonrió divertido.
—Estamos en una reunión, a solas —obvio el ojiazul—, además Marisela, Miguel y Julián, dejaron esas carpetas sobre la mesa —señaló con la mano—, es obvio que es algo serio…
Agustín se tensó; él no había pensado que fuera serio, pero ahora que Erick lo mencionaba, si le llamaba la atención todo el secretismo que había en ese momento.
—De acuerdo, no le demos más vueltas al asunto —sonrió Alejandro después de dar un sorbo a su café—. La semana pasada, mientras estabas de viaje con tu hermano —especificó, solo para ver la reacción de ambos, dándose cuenta que Erick sonreía divertido y Agustín se ponía rojo por esa frase—, me reuní con tu madre y hermanos…
La sonrisa desapareció de los labios de Erick y el color se le fue del rostro; Agustín frunció el ceño, confundido, pues no entendía qué tenía que ver con él.
Erick dejó la taza sobre la mesa y respiró profundamente, antes de preguntar— ¿por qué lo hiciste, Alex?
—Porque quería entender, cómo es que Agustín es tu hermano y ellos —señaló a Miguel y Julián—, me metieron ideas en la cabeza de que podías tener más hermanos.
—¡Ey, ey, ey! —Miguel movió la mano y negó—. Nosotros no dijimos nada.
—Si quieres culpar a alguien, culpa a Rodrigo —señaló Julián con seriedad.
—Bien, quien sea —el rubio chasqueó la lengua—. Pero esa es la razón por la que me reuní con tu familia.
Erick estaba asombrado; quiso pasar saliva, pero sintió un nudo en la garganta, por lo que apretó los labios antes de humedecerlos, para poder hablar, tratando de mantenerse tranquilo.
—Y… ¿qué descubriste? ¿Tengo más hermanos?
Alejandro miró a Marisela y la castaña entendió que ella debía hablar, especialmente porque tendría más tacto para ello.
—Erick —la voz suave de Marisela llamó la atención del ojiazul, ya que solo lo tuteaba cuando estaban solos—. Después de una investigación detallada y profunda, supimos que tu padre, el General Alonso Salazar, tuvo varias parejas sexuales, antes y durante su matrimonio con la señora Blanca Arellano —especificó—, pero de muchas mujeres que reclamaron la paternidad para sus hijos, solo unos cuantos fueron realmente suyos…
Erick abrió los ojos con sorpresa y no fue el único, ya que Agustín se inquietó, porque significaba que había más en su misma situación.
—¿Tenemos…? —el ojiazul pasó saliva—. ¿Tenemos más hermanos?
—La realidad es que…
—No —Alejandro interrumpió a Marisela—. De todas las mujeres que supimos, todos sus hijos, aun no siendo realmente descendientes de tu padre, todos fallecieron.
—¿Fallecieron? —Erick parpadeó confundido—. ¿Estaban enfermos o algo? —pensó de inmediato, recordando la enfermedad de su hermana.
—No —Alejandro negó y fijó la mirada verde en los ojos azules—. Alguien se deshizo de ellos.
Con esa declaración y la voz que el rubio usó, Erick sintió que su pecho se oprimía y su labio inferior tembló.
—¿Alguien? —sus ojos se humedecieron—. ¿Quién?
Alejandro sujetó la mano de su esposo— ¿realmente quieres saberlo, Conejo?
Erick asintió lentamente.
El rubio respiró profundamente— tu padre —respondió—. Tu madre no quería que hubiera conocimiento de hijos fuera del matrimonio y le pidió que los desapareciera, así que…
—¡No puede ser! —Erick negó—. ¡Eso es imposible! —no podía concebir esa situación, pese a que nunca tuvo el cariño de su madre y su padre lo trató fríamente mientras estaba vivo, no podía creer que ambos hicieran algo tan horrible—. Yo también soy hijo fuera del matrimonio y ¡a mí me aceptó! —declaró sin pestañear, porque no quería llorar.
—Hay una razón muy grande para eso —Alejandro extendió la mano y Miguel le pasó varias carpetas— y aquí está ese motivo… —le acercó los archivos a su esposo, quien los sujetó con nervios.
El silencio reinó, mientras Erick abría la carpeta y revisaba las hojas, encontrando un documento de adopción, firmado por su padre y Carolina Alarcón Becker, una mujer que no conocía, en el cual, Blanca Arellano Vidal, la mujer a la que le decía madre, aceptaba reconocerlo cómo hijo.
En las siguientes hojas, estaba la información de Carolina Alarcón Becker, antecedentes, hojas de registro y acta de defunción, información sobre sus familiares fallecidos y debido a que era hija única no tenía parientes cercanos, además había un sinnúmero de información que Erick no podía procesar en ese momento. En medio de todo eso, encontró la foto de una hermosa mujer, de cabello negro azabache que caía con ligeros bucles hasta su cintura, de facciones delicadas, sonrisa amable e intensos ojos azules, aunque de un tono más claro que los suyos.
Cuando Erick sujetó la foto, una lágrima rodó por su mejilla y la limpió con rapidez, antes de que sus dedos acariciaran la imagen y sintió que su corazón se estrujaba; era la primera vez que conocía a quien había sido su verdadera madre
—No… ¿No murió cuando nací? —musitó.
—No —Alejandro le sujetó la mano—. Ella vivió un mes más, después de tu nacimiento, pero aún vivía, cuando tu padre te llevó a su casa, porque ella cedió todos los derechos a tus padres.
—¿Por qué…? —pasó saliva—. ¿Por qué… su esposa me aceptó? —dijo refiriéndose a Blanca, no lo entendía.
Alejandro soltó el aire y extendió la mano de nuevo; Miguel volvió a darle otros archivos y el rubio se los entregó a Erick.
—Tu madre dejó una herencia para ti —dijo con seriedad—, pero hasta que cumplieras la mayoría de edad, tus padres la administrarían, aunque como no la reclamaste, ellos siguieron administrándola por ti y la convirtieron en patrimonio de su familia.
—¿Dinero? —frunció el ceño—. ¿Todo fue por dinero?
—Dinero, propiedades, algunas cajas de seguridad que aún no sabemos qué contienen con exactitud —respondió Marisela—, pero tal parece que son cosas de su familia —especificó, porque lo que habían indagado, eran objetos como reliquias familiares, cuadros, fotos y cartas—. Cosas que solo tú puedes reclamar, Erick.
—Le pedí a Uriel que reclamara tu herencia —Alejandro intervino—, pero tal parece que la única manera de hacerlo es que tú le des el derecho, por medio de una carta poder, para realizar todos los trámites.
—Esto… —Erick negó—. Esto me sobrepasa —bajó las hojas con rapidez—. Yo… Necesito pensarlo y tomar una decisión… Yo… Es que… No sé si podría reclamar eso… Es decir… —buscó la mirada de Alex, suplicando en silencio.
El rubio lo abrazó y besó la sien— está bien, Conejo —sonrió—, sé que tienes muchas cosas que procesar, pero tenías que enterarte para pasar al siguiente tema… —sentenció.
—¿Siguiente tema? —Erick preguntó con miedo, no se imaginaba que más podría haber, después de esas noticias tan sorprendentes.
—Agustín —la mirada verde se posó en el menor.
Agustín se estremeció en su lugar, a la par que Erick volteaba a verlo.
—¡¿Qué sucede con Agustín?! —preguntó el ojiazul con nervios.
Alejandro buscó la mirada de Julián y fue éste quien hablo.
—Lamentablemente, su familia, señor Erick —señaló con un ademán—, al enterarse que Alejandro encontró a un hijo ilegítimo del General, empezaron a indagar.
Agustín volteó a ver a su pareja con sorpresa.
—Es obvio pensar que no les agrada la idea de que haya otro hijo ilegítimo —prosiguió el castaño con seriedad.
—¡¿Qué significa eso?! —Agustín frunció el ceño.
—¿Creen que ellos…? —Erick se asustó con lo que imaginó y buscó el rostro de su esposo—. ¡¿Les dijiste de Agus?!
—Les comenté que había encontrado a otro hijo de tu padre, pero no les revelé su identidad, solo que ellos están buscando por su lado —detalló el rubio.
—Supongo que no quieren dejar cabos sueltos —Agustín habló con sarcasmo, recordando el cómo Erick había descrito a su familia y ahora sabía de lo que eran capaces—, aunque me sorprende que no se hayan deshecho de mí en su momento.
—Esa es otra parte de la investigación —intervino Marisela.
—¿Qué otra parte? —preguntó Agustín confundido.
La de lentes suspiró— esto no te va a gustar, Agus, pero, tenía que hacerlo…
—¡¿Qué cosa?! —el menor se puso nervioso, le incomodaba que le dieran tantas vueltas al asunto.
—Fui a buscar a tu madre.
—¡¿Qué hiciste qué?! —Agustín se puso de pie de un salto—. ¡¿Le dijiste dónde estoy?! —preguntó molesto.
—Guti, cálmate —pidió Julián con seriedad.
—¡¿Cómo me voy a calmar?! —señaló—. Esa mujer nunca me quiso, pero si ahora sabe que no me va tan mal, seguramente ¡vendrá a reclamar su maternidad!
—No lo sabe —Marisela negó—. Ella no sabe que te conozco, me aseguré de no revelar eso, fui muy cuidadosa, así que despreocúpate.
Ante esas palabras, el menor pareció respirar más tranquilo— ¿de verdad? —preguntó con dudas—. Entonces, ¿para qué la buscaste?
—Le dije que estábamos indagando sobre la familia del General Salazar —le acercó la carpeta que ella había llevado—. Además, le ofrecí una compensación económica y así, ella me contó su historia…
Agustín sujetó el folder y se volvió a sentar, leyendo lo que ahí estaba escrito.
Su madre había conocido a Alonso Salazar por medio de otra persona, aunque el militar se presentó cómo Alonso Ruiz Ojeda.
Estaba explicado que tomó esos apellidos de un subordinado y así entabló relación con la María, una relación que duró casi un año antes de que la mujer se embarazara; ella no sospechó de sus constantes viajes, porque sabía que era militar y tenía que salir de la ciudad, además volvía cada cierto tiempo y le enviaba dinero a través de otros militares de menor rango. Cuando ella le comentó que estaba embarazada, él le aseguró que se casarían cuando naciera el bebé, pero al nacer, aunque él pagó los gastos del hospital privado en el que ella se atendió, no lo volvió a ver.
Aun así, Agustín fue registrado con el apellido Ruiz, porque Alonso había dado documentos falsos en el hospital, para que se hiciera el registro y cuando María fue a buscarlo al regimiento, la persona que se lo había presentado le dijo que no lo iba a encontrar, porque ese no era su nombre real. Tardó un par de años en saber quién era Alonso en realidad y cuando lo supo, fue amenazada por el mismo para que lo dejara en paz y no reclamara la paternidad, de lo contrario su vida y la de su hijo, estarían en peligro, fue así que dejó de insistir.
—Y nunca me lo dijo —sentencio Agustín, al terminar de leer todos los detalles.
—Si te lo hubiera dicho, ¿qué hubieras hecho? —preguntó Julián con seriedad—. ¿Lo hubieras buscado?
Agustín guardó silencio un momento y luego negó— no lo sé —contestó con sinceridad.
—Dado que tu madre no insistió —Marisela acomodó sus gafas—, es que la esposa del General Salazar no se enteró de tu existencia y bueno —se alzó de hombros—, no pidió lo que normalmente exigía.
—¿Y ahora tengo que agradecerle el abandono? —Agustín habló con sarcasmo.
—Nada justifica eso —Alejandro negó—, pero ahí está aclarado el modo de cómo es que compartes sangre con Erick, que era lo que ustedes no entendían.
—Solo hay una verdad —Agustín cerró el folder lo lanzó a la mesita—. Soy hermano de Erick y nada más de Erick —sentenció con seguridad.
—Sí, pero hay que tener cuidado con los otros —Julián lo miró de soslayo.
—¿Con quiénes? —preguntó el ojiazul nervioso.
—Con Guillermo y Emmanuel —respondió Alejandro fríamente.
—Ellos no se atreverían…
—¿No se atreverían? —Alejandro lo interrumpió—. ¿De verdad lo piensas, Erick?
Erick se mordió el labio inferior, no quería pensar que sus hermanos seguirían los pasos de su padre, pero tampoco podía meter las manos al fuego por ellos.
—No te preocupes, Guti —Julián lo sujetó de la mano—, yo voy a cuidarte.
Agustín lo miró de soslayo y apartó la mano de inmediato.
—No necesito que me cuides —sentenció—, si hay un problema con esos sujetos, lo arreglaré yo mismo.
—Guti, no puedes…
—Voy a dar la cara, quieras o no, Julián —dijo de forma tajante—. No voy a esconderme toda la vida.
—¿Piensas reclamar el apellido Salazar? —preguntó Marisela confundida.
—Ese apellido no me interesa —negó el menor—. Tampoco me interesa hacerme amigo de esa familia —dijo con desprecio—, Erick es mi único hermano y no necesito más —aseguró, poniendo la mano en su pecho, porque era lo único que valía para él—, pero no soy un niño indefenso para que me protejan —se cruzó de brazos—. Si esos sujetos quieren saber de mí, mejor que lo sepan por mi mismo.
—Alex ha estado muy extraño desde que regresamos del viaje —Erick caminaba por el pasillo, acompañado de Agustín—. Cree que no lo noto, pero sé que me oculta algo…
Una hora antes, ambos habían desayunado juntos, pero ninguno sabía de sus parejas, aunque no estaban preocupados, debido a que los verían en la reunión programada para ese día.
—Sé lo que es eso —el menor asintió—. Julián también actúa raro —hizo un mohín.
—¿También mantiene cierta distancia contigo? —Erick lo miró de reojo.
—No, al contrario —Agustín frunció el ceño—. Ha sido un poco más… ¿Cómo decirlo? —pasó la mano por su nuca—. ¿Cariñoso?
—¿Cariñoso? —el ojiazul ladeó el rostro—. Eso no se oye tan mal.
—No y ¡no digo que esté mal! —Agustín movió las manos negando—. De hecho, Julián pocas veces habla y se porta así, como cuando se me declaró en el hospital —sonrió con nervios—. Pero es extraño que lo haga, porque no estoy acostumbrado a ello, ¿me explico?
Erick sonrió, le dio palmaditas en el hombro— creo que Julián ya sabe que debe dejar de ser tan frío —su voz sonó confiada—, deberías disfrutarlo, Agus.
—Pues sí, lo disfruto, pero a veces tengo miedo que me dé la noticia de que está desahuciado y por eso se porta así —soltó el aire molesto.
Erick rió. Él no conocía tanto a Julián, pero durante su viaje, Agustín le contó de los años anteriores cuando estuvo en entrenamiento y por eso entendía que estuviera tan inquieto por el cambio de actitud de su pareja, más esperaba que el otro lo hiciera para poder demostrarle a Agustín que lo quería.
Ambos llegaron al salón y Agustín abrió la puerta, permitiendo que Erick ingresara primero. Al entrar, ambos encontraron a Gonzalo con otras chicas, acomodando las tartas y dejando la tetera con el agua para preparar café.
—Buenos días, señor Erick, joven Agustín —saludó el hombre con amabilidad.
Alejandro había ordenado que a Agustín lo trataran como a alguien de su familia, aunque no explicó por qué y sus trabajadores sabían que no debían indagar, pero supusieron que era por la relación amistosa que tenía con Erick.
—Buenos días —saludaron los recién llegados y fueron a sentarse en un par de sillones de dos plazas, recibiendo las tazas con agua caliente y preparando su propio café.
Estaban terminando de realizar su tarea, cuando la puerta se volvió a abrir, dando paso a Alejandro y sus amigos.
—Espero me estés preparando café, Conejo —sonrió el rubio, yendo hasta su esposo.
—No, pero toma este —le entregó la taza que tenía en manos y pidió otra con un ademán—. Buenos días —saludó para los demás.
—¡Buenos días! —Marisela se apresuró, yendo a saludar de beso en la mejilla a Erick y haciendo lo mismo con Agustín, quien se sorprendió, pues la castaña no lo trataba de esa manera normalmente—. Yo quiero té —sonrió, dejando unas carpetas sobre la mesita—, ahora mismo no puedo tomar café —suspiró y se sentó, esperando la taza.
Julián fue hasta Agustín, le besó la frente— café para mí, por favor —sentenció con rapidez y se sentó a su lado, dejando otras carpetas sobre la mesa.
Las chicas del servicio, que acompañaban a Gonzalo, estaban preparando las tazas y colocando las tartas en las mesitas esquineras de la sala.
—Yo también café, pero con crema —Miguel se sentó al lado de su prometida, haciendo lo propio con los archivos que él también llevaba.
Alejandro se sentó con Erick y cuando todos tenían lo que iban a beber, ordenó que los dejaran solos y cerraran la puerta, asegurándose de que nadie los interrumpiera. Con ello, Gonzalo hizo una seña y todas las chicas que estaban ahí, salieron de inmediato; el canoso dejó una mesita con un mechero, en donde el agua para café se mantendría hirviendo, en caso de que quisieran más bebida y luego salió del salón con rapidez.
—Entonces —Erick movió la cuchara en su taza—, ¿cuál es el misterio? —preguntó directo, mirando de reojo a su esposo.
—¿Misterio? —Alejandro sonrió divertido.
—Estamos en una reunión, a solas —obvio el ojiazul—, además Marisela, Miguel y Julián, dejaron esas carpetas sobre la mesa —señaló con la mano—, es obvio que es algo serio…
Agustín se tensó; él no había pensado que fuera serio, pero ahora que Erick lo mencionaba, si le llamaba la atención todo el secretismo que había en ese momento.
—De acuerdo, no le demos más vueltas al asunto —sonrió Alejandro después de dar un sorbo a su café—. La semana pasada, mientras estabas de viaje con tu hermano —especificó, solo para ver la reacción de ambos, dándose cuenta que Erick sonreía divertido y Agustín se ponía rojo por esa frase—, me reuní con tu madre y hermanos…
La sonrisa desapareció de los labios de Erick y el color se le fue del rostro; Agustín frunció el ceño, confundido, pues no entendía qué tenía que ver con él.
Erick dejó la taza sobre la mesa y respiró profundamente, antes de preguntar— ¿por qué lo hiciste, Alex?
—Porque quería entender, cómo es que Agustín es tu hermano y ellos —señaló a Miguel y Julián—, me metieron ideas en la cabeza de que podías tener más hermanos.
—¡Ey, ey, ey! —Miguel movió la mano y negó—. Nosotros no dijimos nada.
—Si quieres culpar a alguien, culpa a Rodrigo —señaló Julián con seriedad.
—Bien, quien sea —el rubio chasqueó la lengua—. Pero esa es la razón por la que me reuní con tu familia.
Erick estaba asombrado; quiso pasar saliva, pero sintió un nudo en la garganta, por lo que apretó los labios antes de humedecerlos, para poder hablar, tratando de mantenerse tranquilo.
—Y… ¿qué descubriste? ¿Tengo más hermanos?
Alejandro miró a Marisela y la castaña entendió que ella debía hablar, especialmente porque tendría más tacto para ello.
—Erick —la voz suave de Marisela llamó la atención del ojiazul, ya que solo lo tuteaba cuando estaban solos—. Después de una investigación detallada y profunda, supimos que tu padre, el General Alonso Salazar, tuvo varias parejas sexuales, antes y durante su matrimonio con la señora Blanca Arellano —especificó—, pero de muchas mujeres que reclamaron la paternidad para sus hijos, solo unos cuantos fueron realmente suyos…
Erick abrió los ojos con sorpresa y no fue el único, ya que Agustín se inquietó, porque significaba que había más en su misma situación.
—¿Tenemos…? —el ojiazul pasó saliva—. ¿Tenemos más hermanos?
—La realidad es que…
—No —Alejandro interrumpió a Marisela—. De todas las mujeres que supimos, todos sus hijos, aun no siendo realmente descendientes de tu padre, todos fallecieron.
—¿Fallecieron? —Erick parpadeó confundido—. ¿Estaban enfermos o algo? —pensó de inmediato, recordando la enfermedad de su hermana.
—No —Alejandro negó y fijó la mirada verde en los ojos azules—. Alguien se deshizo de ellos.
Con esa declaración y la voz que el rubio usó, Erick sintió que su pecho se oprimía y su labio inferior tembló.
—¿Alguien? —sus ojos se humedecieron—. ¿Quién?
Alejandro sujetó la mano de su esposo— ¿realmente quieres saberlo, Conejo?
Erick asintió lentamente.
El rubio respiró profundamente— tu padre —respondió—. Tu madre no quería que hubiera conocimiento de hijos fuera del matrimonio y le pidió que los desapareciera, así que…
—¡No puede ser! —Erick negó—. ¡Eso es imposible! —no podía concebir esa situación, pese a que nunca tuvo el cariño de su madre y su padre lo trató fríamente mientras estaba vivo, no podía creer que ambos hicieran algo tan horrible—. Yo también soy hijo fuera del matrimonio y ¡a mí me aceptó! —declaró sin pestañear, porque no quería llorar.
—Hay una razón muy grande para eso —Alejandro extendió la mano y Miguel le pasó varias carpetas— y aquí está ese motivo… —le acercó los archivos a su esposo, quien los sujetó con nervios.
El silencio reinó, mientras Erick abría la carpeta y revisaba las hojas, encontrando un documento de adopción, firmado por su padre y Carolina Alarcón Becker, una mujer que no conocía, en el cual, Blanca Arellano Vidal, la mujer a la que le decía madre, aceptaba reconocerlo cómo hijo.
En las siguientes hojas, estaba la información de Carolina Alarcón Becker, antecedentes, hojas de registro y acta de defunción, información sobre sus familiares fallecidos y debido a que era hija única no tenía parientes cercanos, además había un sinnúmero de información que Erick no podía procesar en ese momento. En medio de todo eso, encontró la foto de una hermosa mujer, de cabello negro azabache que caía con ligeros bucles hasta su cintura, de facciones delicadas, sonrisa amable e intensos ojos azules, aunque de un tono más claro que los suyos.
Cuando Erick sujetó la foto, una lágrima rodó por su mejilla y la limpió con rapidez, antes de que sus dedos acariciaran la imagen y sintió que su corazón se estrujaba; era la primera vez que conocía a quien había sido su verdadera madre
—No… ¿No murió cuando nací? —musitó.
—No —Alejandro le sujetó la mano—. Ella vivió un mes más, después de tu nacimiento, pero aún vivía, cuando tu padre te llevó a su casa, porque ella cedió todos los derechos a tus padres.
—¿Por qué…? —pasó saliva—. ¿Por qué… su esposa me aceptó? —dijo refiriéndose a Blanca, no lo entendía.
Alejandro soltó el aire y extendió la mano de nuevo; Miguel volvió a darle otros archivos y el rubio se los entregó a Erick.
—Tu madre dejó una herencia para ti —dijo con seriedad—, pero hasta que cumplieras la mayoría de edad, tus padres la administrarían, aunque como no la reclamaste, ellos siguieron administrándola por ti y la convirtieron en patrimonio de su familia.
—¿Dinero? —frunció el ceño—. ¿Todo fue por dinero?
—Dinero, propiedades, algunas cajas de seguridad que aún no sabemos qué contienen con exactitud —respondió Marisela—, pero tal parece que son cosas de su familia —especificó, porque lo que habían indagado, eran objetos como reliquias familiares, cuadros, fotos y cartas—. Cosas que solo tú puedes reclamar, Erick.
—Le pedí a Uriel que reclamara tu herencia —Alejandro intervino—, pero tal parece que la única manera de hacerlo es que tú le des el derecho, por medio de una carta poder, para realizar todos los trámites.
—Esto… —Erick negó—. Esto me sobrepasa —bajó las hojas con rapidez—. Yo… Necesito pensarlo y tomar una decisión… Yo… Es que… No sé si podría reclamar eso… Es decir… —buscó la mirada de Alex, suplicando en silencio.
El rubio lo abrazó y besó la sien— está bien, Conejo —sonrió—, sé que tienes muchas cosas que procesar, pero tenías que enterarte para pasar al siguiente tema… —sentenció.
—¿Siguiente tema? —Erick preguntó con miedo, no se imaginaba que más podría haber, después de esas noticias tan sorprendentes.
—Agustín —la mirada verde se posó en el menor.
Agustín se estremeció en su lugar, a la par que Erick volteaba a verlo.
—¡¿Qué sucede con Agustín?! —preguntó el ojiazul con nervios.
Alejandro buscó la mirada de Julián y fue éste quien hablo.
—Lamentablemente, su familia, señor Erick —señaló con un ademán—, al enterarse que Alejandro encontró a un hijo ilegítimo del General, empezaron a indagar.
Agustín volteó a ver a su pareja con sorpresa.
—Es obvio pensar que no les agrada la idea de que haya otro hijo ilegítimo —prosiguió el castaño con seriedad.
—¡¿Qué significa eso?! —Agustín frunció el ceño.
—¿Creen que ellos…? —Erick se asustó con lo que imaginó y buscó el rostro de su esposo—. ¡¿Les dijiste de Agus?!
—Les comenté que había encontrado a otro hijo de tu padre, pero no les revelé su identidad, solo que ellos están buscando por su lado —detalló el rubio.
—Supongo que no quieren dejar cabos sueltos —Agustín habló con sarcasmo, recordando el cómo Erick había descrito a su familia y ahora sabía de lo que eran capaces—, aunque me sorprende que no se hayan deshecho de mí en su momento.
—Esa es otra parte de la investigación —intervino Marisela.
—¿Qué otra parte? —preguntó Agustín confundido.
La de lentes suspiró— esto no te va a gustar, Agus, pero, tenía que hacerlo…
—¡¿Qué cosa?! —el menor se puso nervioso, le incomodaba que le dieran tantas vueltas al asunto.
—Fui a buscar a tu madre.
—¡¿Qué hiciste qué?! —Agustín se puso de pie de un salto—. ¡¿Le dijiste dónde estoy?! —preguntó molesto.
—Guti, cálmate —pidió Julián con seriedad.
—¡¿Cómo me voy a calmar?! —señaló—. Esa mujer nunca me quiso, pero si ahora sabe que no me va tan mal, seguramente ¡vendrá a reclamar su maternidad!
—No lo sabe —Marisela negó—. Ella no sabe que te conozco, me aseguré de no revelar eso, fui muy cuidadosa, así que despreocúpate.
Ante esas palabras, el menor pareció respirar más tranquilo— ¿de verdad? —preguntó con dudas—. Entonces, ¿para qué la buscaste?
—Le dije que estábamos indagando sobre la familia del General Salazar —le acercó la carpeta que ella había llevado—. Además, le ofrecí una compensación económica y así, ella me contó su historia…
Agustín sujetó el folder y se volvió a sentar, leyendo lo que ahí estaba escrito.
Su madre había conocido a Alonso Salazar por medio de otra persona, aunque el militar se presentó cómo Alonso Ruiz Ojeda.
Estaba explicado que tomó esos apellidos de un subordinado y así entabló relación con la María, una relación que duró casi un año antes de que la mujer se embarazara; ella no sospechó de sus constantes viajes, porque sabía que era militar y tenía que salir de la ciudad, además volvía cada cierto tiempo y le enviaba dinero a través de otros militares de menor rango. Cuando ella le comentó que estaba embarazada, él le aseguró que se casarían cuando naciera el bebé, pero al nacer, aunque él pagó los gastos del hospital privado en el que ella se atendió, no lo volvió a ver.
Aun así, Agustín fue registrado con el apellido Ruiz, porque Alonso había dado documentos falsos en el hospital, para que se hiciera el registro y cuando María fue a buscarlo al regimiento, la persona que se lo había presentado le dijo que no lo iba a encontrar, porque ese no era su nombre real. Tardó un par de años en saber quién era Alonso en realidad y cuando lo supo, fue amenazada por el mismo para que lo dejara en paz y no reclamara la paternidad, de lo contrario su vida y la de su hijo, estarían en peligro, fue así que dejó de insistir.
—Y nunca me lo dijo —sentencio Agustín, al terminar de leer todos los detalles.
—Si te lo hubiera dicho, ¿qué hubieras hecho? —preguntó Julián con seriedad—. ¿Lo hubieras buscado?
Agustín guardó silencio un momento y luego negó— no lo sé —contestó con sinceridad.
—Dado que tu madre no insistió —Marisela acomodó sus gafas—, es que la esposa del General Salazar no se enteró de tu existencia y bueno —se alzó de hombros—, no pidió lo que normalmente exigía.
—¿Y ahora tengo que agradecerle el abandono? —Agustín habló con sarcasmo.
—Nada justifica eso —Alejandro negó—, pero ahí está aclarado el modo de cómo es que compartes sangre con Erick, que era lo que ustedes no entendían.
—Solo hay una verdad —Agustín cerró el folder lo lanzó a la mesita—. Soy hermano de Erick y nada más de Erick —sentenció con seguridad.
—Sí, pero hay que tener cuidado con los otros —Julián lo miró de soslayo.
—¿Con quiénes? —preguntó el ojiazul nervioso.
—Con Guillermo y Emmanuel —respondió Alejandro fríamente.
—Ellos no se atreverían…
—¿No se atreverían? —Alejandro lo interrumpió—. ¿De verdad lo piensas, Erick?
Erick se mordió el labio inferior, no quería pensar que sus hermanos seguirían los pasos de su padre, pero tampoco podía meter las manos al fuego por ellos.
—No te preocupes, Guti —Julián lo sujetó de la mano—, yo voy a cuidarte.
Agustín lo miró de soslayo y apartó la mano de inmediato.
—No necesito que me cuides —sentenció—, si hay un problema con esos sujetos, lo arreglaré yo mismo.
—Guti, no puedes…
—Voy a dar la cara, quieras o no, Julián —dijo de forma tajante—. No voy a esconderme toda la vida.
—¿Piensas reclamar el apellido Salazar? —preguntó Marisela confundida.
—Ese apellido no me interesa —negó el menor—. Tampoco me interesa hacerme amigo de esa familia —dijo con desprecio—, Erick es mi único hermano y no necesito más —aseguró, poniendo la mano en su pecho, porque era lo único que valía para él—, pero no soy un niño indefenso para que me protejan —se cruzó de brazos—. Si esos sujetos quieren saber de mí, mejor que lo sepan por mi mismo.
Un par de semanas después de la reunión de Alejandro con la familia Salazar, Guillermo se comunicó con Marisela, exigiendo una reunión con su hermano, algo que la castaña le negó, por órdenes de Alejandro, así que solo podían ver al rubio y debido a la urgencia de la situación, accedió, además de avisar que su hermano lo acompañaría.
Alejandro los recibió una vez más, en las oficinas de su empresa, pero en esa ocasión lo hizo en su oficina personal.
Los hermanos fueron guiados por Marisela hasta la oficina y ni siquiera pudo anunciarlos al ingresar por la puerta, porque ambos hermanos llegaron furiosos, entrando como si ellos fueran los dueños de ese lugar.
—¡Dijiste que no sacarías nada a la luz! —reclamó Guillermo con ira.
—¡¿Por qué demonios tu abogado está pidiendo la herencia de Erick?! —preguntó Emmanuel con un gesto furioso.
—Buenos días —dijo Alejandro, sin dejar de teclear—. ¿Pueden esperar un momento? Necesito terminar de responder un correo.
—¡No estamos para bromas! —Guillermo golpeó el escritorio con ambas manos.
Alejandro no se inmutó, ya que con esa acción, Julián, Miguel y Agustín, salieron de los lugares dónde se ocultaban y les apuntaron a los recién llegados con sus armas, justo como la primera vez hicieron sus demás trabajadores.
—En serio que no aprendes, Guillermo —se burló el ojiazul, al darse cuenta que los recién llegados se quedaban en silencio—. La última vez te dije que estabas en mi territorio —señaló con poco interés y envió el correo que estaba escribiendo, ya que era algo para uno de sus amigos y muchas veces no delegaba esas comunicaciones.
Finalmente, Alejandro cerró el programa y se giró en su sillón, para ver de frente a sus cuñados, que seguían como estatuas, de pie, frente a su enorme escritorio.
—Les dije que yo no sacaría nada a la luz y no lo hice —aseguró—. Solo le conté a Erick, porque es mi esposo y era algo sobre él —sonrió—. Si él decidió reclamar su herencia, no es asunto mío.
—¡Mientes! —Emmanuel apretó los puños—. Seguramente le sugeriste que lo hiciera para dejar a nuestra familia en mala situación.
—Yo no sugeriría eso —Alejandro se recargó en su sillón—, yo le di la opción a Erick y él tomó la decisión, pero no entiendo, ¿cuál es el problema? —preguntó con una sonrisa divertida—. En todo caso, ustedes tampoco cumplieron, pues por lo que sé, desde que salieron de esa reunión, empezaron a indagar sobre el otro hijo ilegítimo de su padre, ¿no es así?
Guillermo y Emmanuel se asustaron ante esas palabras. Habían investigado, pero se suponía que solo algunos militares y socios de Emmanuel, estaban enterados, para ayudarles; ninguno imaginó que Alejandro lo sabría.
—Ahora, si ustedes rompieron el trato primero, no tienen nada que reclamar —insistió el rubio.
—Lo hicimos porque ¡es parte de nuestra familia! —se excusó el mayor.
—Tenemos derecho a saber quién se supone que es el otro hijo de nuestro padre —secundó el otro.
—Soy yo.
Una voz seria interrumpió el momento y los hermanos voltearon a ver hacia un lado, donde uno de los guardaespaldas les seguía apuntando con un arma. Agustín dio unos pasos y se acercó a esos sujetos, apuntando directamente a la cabeza del castaño.
—Yo soy el otro hijo ilegítimo de Alonso Salazar —sentenció y bajó el arma, dejándola sobre el escritorio.
—¿Tu? —Guillermo lo vio de pies a cabeza, por alguna extraña razón, ese chico tenía un aura muy parecida a Erick, aunque sus ojos no eran de color.
Una risa se escuchó— ¡tiene que ser una broma! —Emmanuel negó—. Ni siquiera tienes el rasgo distintivo de papá —su voz sonó llena de desprecio—, no puedes simplemente decir que eres su hijo.
—No tengo ojos azules, es cierto —Agustín los miró con frialdad—, pero por lo que sé, no era una característica dominante de ese sujeto, ya que ustedes tampoco los tienen, incluso se podría poner en duda su parentesco también.
—¡¿Cómo te atreves?! —Emmanuel dio el paso hacia Agustín.
Julián quiso actuar, pero Agustín no dio tiempo a que nadie más interviniera. Sin dudar, el menor dio un paso hacia Emmanuel y con un movimiento rápido, le dio un golpe directo en la nariz con la base de su mano y antes de que retrocediera, le dio una patada en el abdomen que lo hizo caer.
—¡Emmanuel! —Guillermo se movió yendo hacia su hermano que estaba en el piso y ayudándolo a incorporarse.
Emmanuel se quejó y pasó la mano por su nariz, limpiando la sangre que escurría de ella— ¡eres un bastardo! —dijo con toda la fuerza que podía—. ¡Vas a pagar por esto!
Agustín volvió a sujetar su arma, le quitó el seguro y le apuntó a la cabeza— tus insultos y amenazas no me afectan —levantó una ceja—. Si soy un bastardo, es por culpa de tu padre —su voz estaba llena de desprecio—, pero eso no significa que no me vaya a defender de gente como tú.
—¿Qué es lo que quieres? —indagó Guillermo, tratando de ser razonable—. ¿Vas a reclamar nuestro apellido? ¿Quieres dinero?
—¿Para que querría su apellido? —Agustín ladeó el rostro—. Para mi sería vergonzoso tenerlo, porque me relacionarían con ustedes —entrecerró los ojos—. No me interesa su apellido y mucho menos su dinero —dijo con altivez—. Lo único que me importa de su familia, porque es lo único que vale, ya lo tengo —se burló—, así que no, no me interesa nada más, pero por su bien, no vuelvan a indagar de mí, de lo contrario, por mucho que aprecie a Erick, no me voy a contener, ¿estamos?
Guillermo y Emmanuel se quedaron en silencio, sin comprender.
—¡¿Estamos?! —repitió Agustín con voz más grave, esperando una respuesta.
—De acuerdo —Guillermo asintió—. Te dejaremos en paz, ya que si no reclamas el apellido Salazar, tu existencia no nos afecta en lo más mínimo —aseguró, logrando que Emmanuel se sorprendiera—, realmente lo que vinimos a hablar, es la decisión de Erick de reclamar su herencia.
—Perfecto, si las cosas ya quedaron claras con respecto a mí, no pienso meterme en esa discusión —le puso el seguro a su arma y la guardó, caminando hacia su lugar, cerca de Julián, dónde se mantuvo con gesto impasible, ante la mirada asombrada de su novio.
Alejandro había presenciado toda la escena, observando divertido la situación; Agustín realmente no era tan frágil y a pesar de saberlo, aunque le molestara al menor, tenía que pensar en protegerlo, para que no le pasara nada.
—Bien, el asunto de su otro hermano, ya se solucionó y espero que no haya más investigaciones sobre eso —entrelazó las manos sobre el escritorio—. Ahora, la herencia —suspiró—. Erick quiere todo lo que su madre le dejó en su testamento y eso va a tener, según mi abogado, aunque tal parece que sus padres vendieron algunas propiedades hace años, por lo que su familia —señaló a ambos hermanos—, tendrá que pagarle hasta el último centavo que obtuvieron de dichas ventas.
Guillermo se asustó y Emmanuel se puso pálido.
—¡Pero eso…!
—Lo sé —el rubio asintió—. Algunas inversiones no salieron bien, no es así, Emmanuel —los ojos verdes se fijaron en el rostro del segundo hermano de su esposo—. Yo también investigué y su padre les dio dinero hace tiempo… Dinero que era precisamente de las ventas de esas propiedades y ahora, cuando mi abogado haga todos los trámites, tendrán que devolverlo integro.
Emmanuel tembló.
—¡Eso es demasiado! —objetó el mayor—. ¡Necesitamos hablar con Erick para llegar a un acuerdo!
—No —Alejandro negó—. Erick decidió darle una carta poder a nuestro abogado, Uriel Balderrama, así que si quieren llegar a un acuerdo, las negociaciones se harán por medio de él.
—¡No puedes negarnos el derecho de ver a nuestro hermano! —sentenció Emmanuel, aun cubriendo su nariz con la manga de su saco.
—Yo no les niego nada —Alejandro negó—. Es el mismo Erick el que decidió no hablar con ustedes, desde antes de casarnos, pero tengo entendido que ustedes tampoco querían hablar con él, así que para esto, tampoco es necesario, no se preocupen.
—¡Eres un…! —Emmanuel estuvo a punto de ir hacia el escritorio una vez más pero Guillermo lo sujetó, a sabiendas que si hacía una tontería, los trabajadores del rubio le dispararían sin titubear.
—Si mi madre pide verlo, Erick tendrá que acceder.
—No creo que su madre realmente quiera ver a Erick, porque desde que yo la conozco, jamás se interesó por él en realidad —se burló el ojiverde.
—Nos estás obligando a tomar acciones legales —amenazó el mayor.
—Háganlo si quieren —Alejandro se alzó de hombros—, pero les aseguro que tengo al mejor abogado, así que, saldrán perdiendo.
Guillermo quería golpear a Alejandro; siempre lo había odiado, especialmente por ese gesto de autosuficiencia que siempre había tenido desde que lo conoció años atrás. Guillermo odiaba que Alejandro se comportara altanero y a pesar de ser menor, lo miraba con superioridad, algo que era difícil de rebatir, pues era obvio que estaba muy por encima no solo de él, sino de su padre, aun siendo militar.
—Siendo así, enviaremos a nuestro abogado —dijo el castaño, conteniendo su ira y caminando a la salida, ayudando a su hermano.
—Marisela, acompáñalos a la salida, por favor —pidió Alejandro con una sonrisa burlona.
La castaña asintió y siguió a los hermanos, aunque estaba en alerta por si intentaban hacer algo.
Cuando la puerta se cerró, Julián volteó a ver a Agustín.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó seriamente.
—¿Qué cosa? —el menor levantó una ceja.
—Golpear a ese sujeto —señaló con molestia.
—Porque no iba a dejar que me insultara —se excusó el pelinegro con molestia.
—Guti, no es…
—Julián, ¡cállate! —ordenó Alejandro recargando el codo en su escritorio—. La reacción de Agustín está justificada.
El castaño miró a su amigo, aguantando las ganas de decirle que se callara, pero sabía que seguía en su trabajo, así que se contuvo.
—Ah… Señor —Agustín buscó con la mirada a Alejandro—, ¿podríamos evitar comentarle a Erick lo ocurrido?
El gesto que puso el menor, hizo sonreír al rubio, ya que le recordaba a los gestos que hacía Erick cuando era más pequeño.
—No te preocupes —el ojiverde negó—, nadie se lo dirá, te lo aseguro.
Agustín sonrió tranquilo.
—Ahora, el trabajo terminó —Alejandro se puso de pie—. Debo ir a hablar con Erick —caminó a la percha dónde estaba su saco—, Miguel se irá conmigo y ustedes tienen toda la semana libre.
—¿La semana? —Agustín miró a Julián con sorpresa, ya que no sabía que tendrían días libres.
—Gracias —respondió el castaño para su jefe y guardó silencio.
Alejandro fue a la salida, seguido de Miguel, pero antes de cerrar la puerta, Miguel se asomó un momento— recuerda Juls, si lo arruinas, ¡te castraremos! —se burló—. ¡Suerte!
Después de eso, cerró la puerta.
—¿Arruinar qué? —Agustín se confundió más por esa amenaza.
—No le hagas caso… —Julián se puso frente a su pareja y lo sujetó suavemente de las mejillas, mirándolo a los ojos—. Pedí una semana libre para poder disfrutar de tiempo juntos, porque estos días hemos estado muy ocupados.
Agustín suspiró y una sonrisa débil se formó en sus labios.
Él sabía que había sido complicado pasar mucho tiempo juntos. Julián estaba ocupado y salía tanto con Alejandro como solo, para hacer investigaciones que el mayor le explicó, era por los hermanos mayores de Erick; él por su parte, pasaba tiempo con Erick para que su relación fuese más estrecha y aunque frente a los demás, se comportaba solo como guardaespaldas, al estar a solas, platicaban y poco a poco sus interacciones eran precisamente como hermanos.
—Y qué haremos esta semana.
—Iremos a la playa —sentenció Julián.
Agustín sonrió. Desde que había conocido el mar, le gustaba en demasía; el color del océano, la brisa fresca, la arena suave cuando llegaba a tocarla con sus pies descalzos y aunque la primera vez se quemó un poco por el sol, ya había aprendido los cuidados para evitar esos problemas. Tenía poco que había pasado una semana con Erick en la playa, pero no iba a desaprovechar esa oportunidad de pasar unos días en el mar, junto con Julián.
Alejandro los recibió una vez más, en las oficinas de su empresa, pero en esa ocasión lo hizo en su oficina personal.
Los hermanos fueron guiados por Marisela hasta la oficina y ni siquiera pudo anunciarlos al ingresar por la puerta, porque ambos hermanos llegaron furiosos, entrando como si ellos fueran los dueños de ese lugar.
—¡Dijiste que no sacarías nada a la luz! —reclamó Guillermo con ira.
—¡¿Por qué demonios tu abogado está pidiendo la herencia de Erick?! —preguntó Emmanuel con un gesto furioso.
—Buenos días —dijo Alejandro, sin dejar de teclear—. ¿Pueden esperar un momento? Necesito terminar de responder un correo.
—¡No estamos para bromas! —Guillermo golpeó el escritorio con ambas manos.
Alejandro no se inmutó, ya que con esa acción, Julián, Miguel y Agustín, salieron de los lugares dónde se ocultaban y les apuntaron a los recién llegados con sus armas, justo como la primera vez hicieron sus demás trabajadores.
—En serio que no aprendes, Guillermo —se burló el ojiazul, al darse cuenta que los recién llegados se quedaban en silencio—. La última vez te dije que estabas en mi territorio —señaló con poco interés y envió el correo que estaba escribiendo, ya que era algo para uno de sus amigos y muchas veces no delegaba esas comunicaciones.
Finalmente, Alejandro cerró el programa y se giró en su sillón, para ver de frente a sus cuñados, que seguían como estatuas, de pie, frente a su enorme escritorio.
—Les dije que yo no sacaría nada a la luz y no lo hice —aseguró—. Solo le conté a Erick, porque es mi esposo y era algo sobre él —sonrió—. Si él decidió reclamar su herencia, no es asunto mío.
—¡Mientes! —Emmanuel apretó los puños—. Seguramente le sugeriste que lo hiciera para dejar a nuestra familia en mala situación.
—Yo no sugeriría eso —Alejandro se recargó en su sillón—, yo le di la opción a Erick y él tomó la decisión, pero no entiendo, ¿cuál es el problema? —preguntó con una sonrisa divertida—. En todo caso, ustedes tampoco cumplieron, pues por lo que sé, desde que salieron de esa reunión, empezaron a indagar sobre el otro hijo ilegítimo de su padre, ¿no es así?
Guillermo y Emmanuel se asustaron ante esas palabras. Habían investigado, pero se suponía que solo algunos militares y socios de Emmanuel, estaban enterados, para ayudarles; ninguno imaginó que Alejandro lo sabría.
—Ahora, si ustedes rompieron el trato primero, no tienen nada que reclamar —insistió el rubio.
—Lo hicimos porque ¡es parte de nuestra familia! —se excusó el mayor.
—Tenemos derecho a saber quién se supone que es el otro hijo de nuestro padre —secundó el otro.
—Soy yo.
Una voz seria interrumpió el momento y los hermanos voltearon a ver hacia un lado, donde uno de los guardaespaldas les seguía apuntando con un arma. Agustín dio unos pasos y se acercó a esos sujetos, apuntando directamente a la cabeza del castaño.
—Yo soy el otro hijo ilegítimo de Alonso Salazar —sentenció y bajó el arma, dejándola sobre el escritorio.
—¿Tu? —Guillermo lo vio de pies a cabeza, por alguna extraña razón, ese chico tenía un aura muy parecida a Erick, aunque sus ojos no eran de color.
Una risa se escuchó— ¡tiene que ser una broma! —Emmanuel negó—. Ni siquiera tienes el rasgo distintivo de papá —su voz sonó llena de desprecio—, no puedes simplemente decir que eres su hijo.
—No tengo ojos azules, es cierto —Agustín los miró con frialdad—, pero por lo que sé, no era una característica dominante de ese sujeto, ya que ustedes tampoco los tienen, incluso se podría poner en duda su parentesco también.
—¡¿Cómo te atreves?! —Emmanuel dio el paso hacia Agustín.
Julián quiso actuar, pero Agustín no dio tiempo a que nadie más interviniera. Sin dudar, el menor dio un paso hacia Emmanuel y con un movimiento rápido, le dio un golpe directo en la nariz con la base de su mano y antes de que retrocediera, le dio una patada en el abdomen que lo hizo caer.
—¡Emmanuel! —Guillermo se movió yendo hacia su hermano que estaba en el piso y ayudándolo a incorporarse.
Emmanuel se quejó y pasó la mano por su nariz, limpiando la sangre que escurría de ella— ¡eres un bastardo! —dijo con toda la fuerza que podía—. ¡Vas a pagar por esto!
Agustín volvió a sujetar su arma, le quitó el seguro y le apuntó a la cabeza— tus insultos y amenazas no me afectan —levantó una ceja—. Si soy un bastardo, es por culpa de tu padre —su voz estaba llena de desprecio—, pero eso no significa que no me vaya a defender de gente como tú.
—¿Qué es lo que quieres? —indagó Guillermo, tratando de ser razonable—. ¿Vas a reclamar nuestro apellido? ¿Quieres dinero?
—¿Para que querría su apellido? —Agustín ladeó el rostro—. Para mi sería vergonzoso tenerlo, porque me relacionarían con ustedes —entrecerró los ojos—. No me interesa su apellido y mucho menos su dinero —dijo con altivez—. Lo único que me importa de su familia, porque es lo único que vale, ya lo tengo —se burló—, así que no, no me interesa nada más, pero por su bien, no vuelvan a indagar de mí, de lo contrario, por mucho que aprecie a Erick, no me voy a contener, ¿estamos?
Guillermo y Emmanuel se quedaron en silencio, sin comprender.
—¡¿Estamos?! —repitió Agustín con voz más grave, esperando una respuesta.
—De acuerdo —Guillermo asintió—. Te dejaremos en paz, ya que si no reclamas el apellido Salazar, tu existencia no nos afecta en lo más mínimo —aseguró, logrando que Emmanuel se sorprendiera—, realmente lo que vinimos a hablar, es la decisión de Erick de reclamar su herencia.
—Perfecto, si las cosas ya quedaron claras con respecto a mí, no pienso meterme en esa discusión —le puso el seguro a su arma y la guardó, caminando hacia su lugar, cerca de Julián, dónde se mantuvo con gesto impasible, ante la mirada asombrada de su novio.
Alejandro había presenciado toda la escena, observando divertido la situación; Agustín realmente no era tan frágil y a pesar de saberlo, aunque le molestara al menor, tenía que pensar en protegerlo, para que no le pasara nada.
—Bien, el asunto de su otro hermano, ya se solucionó y espero que no haya más investigaciones sobre eso —entrelazó las manos sobre el escritorio—. Ahora, la herencia —suspiró—. Erick quiere todo lo que su madre le dejó en su testamento y eso va a tener, según mi abogado, aunque tal parece que sus padres vendieron algunas propiedades hace años, por lo que su familia —señaló a ambos hermanos—, tendrá que pagarle hasta el último centavo que obtuvieron de dichas ventas.
Guillermo se asustó y Emmanuel se puso pálido.
—¡Pero eso…!
—Lo sé —el rubio asintió—. Algunas inversiones no salieron bien, no es así, Emmanuel —los ojos verdes se fijaron en el rostro del segundo hermano de su esposo—. Yo también investigué y su padre les dio dinero hace tiempo… Dinero que era precisamente de las ventas de esas propiedades y ahora, cuando mi abogado haga todos los trámites, tendrán que devolverlo integro.
Emmanuel tembló.
—¡Eso es demasiado! —objetó el mayor—. ¡Necesitamos hablar con Erick para llegar a un acuerdo!
—No —Alejandro negó—. Erick decidió darle una carta poder a nuestro abogado, Uriel Balderrama, así que si quieren llegar a un acuerdo, las negociaciones se harán por medio de él.
—¡No puedes negarnos el derecho de ver a nuestro hermano! —sentenció Emmanuel, aun cubriendo su nariz con la manga de su saco.
—Yo no les niego nada —Alejandro negó—. Es el mismo Erick el que decidió no hablar con ustedes, desde antes de casarnos, pero tengo entendido que ustedes tampoco querían hablar con él, así que para esto, tampoco es necesario, no se preocupen.
—¡Eres un…! —Emmanuel estuvo a punto de ir hacia el escritorio una vez más pero Guillermo lo sujetó, a sabiendas que si hacía una tontería, los trabajadores del rubio le dispararían sin titubear.
—Si mi madre pide verlo, Erick tendrá que acceder.
—No creo que su madre realmente quiera ver a Erick, porque desde que yo la conozco, jamás se interesó por él en realidad —se burló el ojiverde.
—Nos estás obligando a tomar acciones legales —amenazó el mayor.
—Háganlo si quieren —Alejandro se alzó de hombros—, pero les aseguro que tengo al mejor abogado, así que, saldrán perdiendo.
Guillermo quería golpear a Alejandro; siempre lo había odiado, especialmente por ese gesto de autosuficiencia que siempre había tenido desde que lo conoció años atrás. Guillermo odiaba que Alejandro se comportara altanero y a pesar de ser menor, lo miraba con superioridad, algo que era difícil de rebatir, pues era obvio que estaba muy por encima no solo de él, sino de su padre, aun siendo militar.
—Siendo así, enviaremos a nuestro abogado —dijo el castaño, conteniendo su ira y caminando a la salida, ayudando a su hermano.
—Marisela, acompáñalos a la salida, por favor —pidió Alejandro con una sonrisa burlona.
La castaña asintió y siguió a los hermanos, aunque estaba en alerta por si intentaban hacer algo.
Cuando la puerta se cerró, Julián volteó a ver a Agustín.
—¿Por qué hiciste eso? —preguntó seriamente.
—¿Qué cosa? —el menor levantó una ceja.
—Golpear a ese sujeto —señaló con molestia.
—Porque no iba a dejar que me insultara —se excusó el pelinegro con molestia.
—Guti, no es…
—Julián, ¡cállate! —ordenó Alejandro recargando el codo en su escritorio—. La reacción de Agustín está justificada.
El castaño miró a su amigo, aguantando las ganas de decirle que se callara, pero sabía que seguía en su trabajo, así que se contuvo.
—Ah… Señor —Agustín buscó con la mirada a Alejandro—, ¿podríamos evitar comentarle a Erick lo ocurrido?
El gesto que puso el menor, hizo sonreír al rubio, ya que le recordaba a los gestos que hacía Erick cuando era más pequeño.
—No te preocupes —el ojiverde negó—, nadie se lo dirá, te lo aseguro.
Agustín sonrió tranquilo.
—Ahora, el trabajo terminó —Alejandro se puso de pie—. Debo ir a hablar con Erick —caminó a la percha dónde estaba su saco—, Miguel se irá conmigo y ustedes tienen toda la semana libre.
—¿La semana? —Agustín miró a Julián con sorpresa, ya que no sabía que tendrían días libres.
—Gracias —respondió el castaño para su jefe y guardó silencio.
Alejandro fue a la salida, seguido de Miguel, pero antes de cerrar la puerta, Miguel se asomó un momento— recuerda Juls, si lo arruinas, ¡te castraremos! —se burló—. ¡Suerte!
Después de eso, cerró la puerta.
—¿Arruinar qué? —Agustín se confundió más por esa amenaza.
—No le hagas caso… —Julián se puso frente a su pareja y lo sujetó suavemente de las mejillas, mirándolo a los ojos—. Pedí una semana libre para poder disfrutar de tiempo juntos, porque estos días hemos estado muy ocupados.
Agustín suspiró y una sonrisa débil se formó en sus labios.
Él sabía que había sido complicado pasar mucho tiempo juntos. Julián estaba ocupado y salía tanto con Alejandro como solo, para hacer investigaciones que el mayor le explicó, era por los hermanos mayores de Erick; él por su parte, pasaba tiempo con Erick para que su relación fuese más estrecha y aunque frente a los demás, se comportaba solo como guardaespaldas, al estar a solas, platicaban y poco a poco sus interacciones eran precisamente como hermanos.
—Y qué haremos esta semana.
—Iremos a la playa —sentenció Julián.
Agustín sonrió. Desde que había conocido el mar, le gustaba en demasía; el color del océano, la brisa fresca, la arena suave cuando llegaba a tocarla con sus pies descalzos y aunque la primera vez se quemó un poco por el sol, ya había aprendido los cuidados para evitar esos problemas. Tenía poco que había pasado una semana con Erick en la playa, pero no iba a desaprovechar esa oportunidad de pasar unos días en el mar, junto con Julián.
Julián y Agustín fueron a su casa para recoger algo de ropa y volver a salir de viaje; además, el menor quería avisarle a Erick que estaría fuera, pero su hermano ya lo sabía, porque Alejandro le había dicho con anterioridad, solo que al ser una sorpresa para el menor, no había mencionado nada.
Así, ambos emprendieron el camino en un automóvil.
Agustín creía que iban ellos dos solos, pero Alejandro ordenó a ocho de sus trabajadores que los siguieran y protegieran, especialmente a Agustín; todos acataron la orden sin preguntar, puesto que ya había rumores de que la amistad entre Agustín y Erick era muy grande, y supusieron que esa era la razón de que tuviera más privilegios.
Julián llevó una vez más a Agustín al complejo turístico, pero en esa ocasión, la cabaña no tenía dos habitaciones; sólo había una con una enorme cama. Al ver eso, Agustín supo que serían como una luna de miel y realmente le agradó la idea.
Durante el día, recorrieron la reserva ecológica y caminaron a la orilla del mar; al atardecer, Julián le dijo que irían a cenar, así que ambos se prepararon para ello, más Agustín no comprendió por qué, en vez de ir al restaurante, se fueron hacia otro lado.
—Julián —Agustín miró por encima de su hombro, hacia dónde estaba el restaurante—. Si vamos a cenar, ¿por qué nos alejamos del hotel?
—Cenaremos en otro lado —dijo el otro con seriedad, sin soltarlo de la mano.
Agustín frunció el ceño, pero no dijo nada más, solo siguió obediente a su pareja.
Recorrieron un camino adoquinado, subieron una larga escalera en la ladera de una colina y llegaron a algo que parecía un mirador, pero no estaba solo, ya que había algunas personas ahí, aunque todos portaban el uniforme del hotel. En una orilla, parecía haber una construcción donde había personas dónde estaban personas cocinando, al otro extremo, cuatro sillas con un atril frente a cada una y las personas de ahí parecían afinar instrumentos, además, en el centro de esa gran área libre y empedrada, había un gazebo hexagonal de madera fina y en cada uno de los pilares estaban atadas unas delicadas cortinas, además de estar decorado con flores de distintos colores y formas, especialmente la mesa para dos personas que estaba en el centro del mismo.
—Cuando vine con Erick, no conocí esta zona.
—Esta zona está destinada para eventos privados, pequeñas reuniones y visitas guiadas a turistas, para mostrarles la bahía —señaló Julián y guio al menor hasta la mesa, moviendo una silla para que se sentara.
Agustín se encontraba inquieto. Julián se mantenía serio y hablaba poco, por lo que el pelinegro no preguntaba nada, solo habló para pedir su comida cuando un mesero se acercó. Le sirvieron una copa a cada uno, con un líquido espumoso, aunque de distintas botellas, mientras el cuarteto de cuerdas iniciaba una música delicada.
—Pareces tenso —sonrió Julián bebiendo un sorbo de la copa.
—Bueno… Esto es algo muy elaborado como para ser una simple cena —Agustín sujetó la copa y acercó, tratando de beber poco, pues no toleraba el alcohol, pero apenas la acercó a su nariz, se dio cuenta que no era vino—. Esto es…
—Refresco de limón —Julián sonrió—. Yo tolero el alcohol, pero a ti no te gusta, así que no iba a pedir que te dieran algo que te desagradara.
Esas palabras sorprendieron a Agustín por un momento, pero después sonrió divertido; debía admitir que Julián se estaba esmerando mucho desde el viaje a su casa. El menor bebió un poco de refresco y luego miró hacia el mar; la luna se miraba cerca del horizonte y su luz bañaba el océano.
—Es una linda vista… —Agustín dejó la copa de lado y suspiró.
—Te gusta el océano, desde la primera vez que lo viste —el castaño levantó una ceja—. Supuse que te gustaría cenar en este lugar y apreciarlo de otra manera, durante la noche.
Agustín mordió su labio inferior y luego fijó su mirada en Julián— ¿qué te propones? —preguntó de manera directa.
—¿Qué me propongo? ¿A qué te refieres?
—Julián, no soy estúpido…
—Lo sé —admitió el otro.
—Pero desde que volvimos del viaje con tu familia, has estado extraño.
—¿Extraño? —el mayor levantó el rostro—. ¿En qué sentido?
—Bueno, te comportas más… cariñoso —musitó.
—¿Y eso es malo?
—No, no, no… Al contrario, me agrada ¡y mucho! —admitió—. Pero una de las cosas que me gustaron de ti, era tu carácter tan misterioso, un tanto distante y seguías siendo así, excepto en la cama —comentó con rapidez y entre dientes—. Pero ahora, que lo haces en el exterior —movió las manos con nervios, señalando a su alrededor—, me hace pensar que te pasa algo… No sé si estás enfermo o desahuciado.
El gesto de Julián se mantuvo impasible y pronto, soltó una carcajada. Era la primera vez que Agustín lo escuchaba reír de esa manera y realmente lo había sorprendido.
—¡No estoy muriendo! —respondió el castaño—. Solo que, después de nuestro viaje, de platicar con mi padre, con mis amigos y ver en retrospectiva las cosas que pasaron antes y ahora, durante nuestra relación, decidí que debía volver a cómo era antes, aunque me va a costar un poco.
—¿A cómo eras antes? No entiendo.
El mayor suspiró, pero no dijo nada, pues en ese momento les llevaron la cena; cuando el mesero se retiró, Julián prosiguió.
—Cuando llegamos a la casa de mis padres y después de lo ocurrido ahí, te dije que había tenido muchas parejas, ¿lo recuerdas?
Agustín apretó los cubiertos en su mano; lo recordaba, sí y le molestaba en demasía.
—Tuve varias decepciones aparte de Abel —confesó Julián—, poco a poco dejé de expresar mis emociones y sentimientos, porque no le veía motivo a hacerlo, si todos los que conocía y me llegaban a interesar, no valían la pena —sentenció—. Así, pasaron los años y esa faceta dominó todo mi carácter, además de que era lo mejor en mi trabajo.
Agustín cortó un poco de la carne que tenía enfrente con lentitud; le estaba doliendo el estómago de solo imaginar a las ex parejas de Julián. Había pensado que no le importarían, no después de lo que el otro le había dicho cuando estuvo en el hospital, pero era celoso y no podía evitar sentir furia por conocer ese pasado.
—Pero quiero que tu conozcas de mí, esas emociones que intenté ocultar…
Agustín levantó el rostro y sus ojos miel se fijaron en el rostro del otro, que lo miraba con un gesto apacible.
—Me está costando, lo admito —el castaño masajeó sus sienes—, pero por ti, vale la pena hacer el esfuerzo para no ser tan frío e indiferente, sólo dame tiempo para que veas cómo era antes, por favor.
Agustín sonrió— bueno, debo admitir que si he visto cambios en ti y me gustan, pero cuando trabajamos aun eres un poco distante y eso me hace estar a la defensiva.
—Me he dado cuenta —asintió el mayor—. Trataré de cambiar, pero no me será fácil, ¿puedes ser paciente?
—Lo intentaré —asintió el menor y comenzó con la cena.
—¿Recuerdas lo que hemos hecho todas las noches, desde que regresamos de la visita?
Ante esa pregunta, Agustín sintió que sus mejillas ardían; solo algo en específico llegaba a su mente ante esa pregunta y era algo demasiado íntimo.
—Ah… Sí, ¡claro! ¿Cómo no recordarlo? —respondió nervioso y bebió un poco más de refresco.
Julián negó— no me refiero a lo que hacemos en la cama —especificó—, sino a lo que hacemos antes de eso.
Agustín masticó lentamente y pensó— cenamos y antes de dormir, yo juego un poco en mi consola, mientras tú lees un libro junto a mi…
Julián sonrió ante esa respuesta tan sincera e inocente a la vez.
—Mientras cenamos, hemos platicado de nosotros, ¿recuerdas?
—¡Ah! —Agustín rió—. ¡Eso! Sí, lo recuerdo —asintió.
Pese a que era poco tiempo y aunque antes de ese viaje también cenaban juntos la mayoría del tiempo, Agustín se daba cuenta que ahora Julián le preguntaba cosas sobre él; específicamente las cosas que le gustaban y las que no, fue en una de esas charlas que le contó sobre el mar, sus videojuegos favoritos y cosas que le parecían tan simples como el color que le gustaba, su comida favorita y más. Pero precisamente eso le había dado pauta al menor de indagar más de los gustos de su pareja; fue así que supo que libros le gustaban más, las películas que prefería, el color favorito, el tipo de ropa que prefería para vestir de manera casual y algunos otros detalles que nadie más conocía de él.
—Te gusta el azul océano, el mar, el chocolate, las palomitas dulces, las crepas, no tienes una comida favorita, pero te gustan los emparedados porque son sencillos de hacer —enumeró el mayor mientras comía con lentitud—. Prefieres la música de los videojuegos y no tienes mucha preferencia sobre las películas, pero te agradan las que están basadas en tus juegos favoritos, sea en acciones reales o animadas…
—Me doy cuenta que recuerdas muchas cosas.
Julián sonrió y comió un poco antes de proseguir.
—Conozco mucho de ti físicamente, Guti, pero también quiero conocerte de una manera distinta.
—¿Aunque todo lo que me gusta sea algo infantil? —preguntó el pelinegro con un poco de nervios.
—Eres inocente —respondió el mayor—, eso es algo que me fascina de ti, así que quiero apreciar lo que te gusta, para compartirlo, aunque no soy bueno en los videojuegos, prefiero verte mientras te diviertes jugando.
Agustín se avergonzó por esa declaración y bajó el rostro, pasando la lengua por sus labios para humedecerlos— gracias…
Pero no me siento satisfecho —confesó el castaño—. Quiero saber más de ti, de tu vida, de tus amigos, de tu infancia… Quiero saber todo y más de lo que otros puedan llegar a conocerte, incluso tu hermano.
Agustín sonrió— creo que sabrás más de mí, que Erick —suspiró—. A él no le puedo decir lo que he hecho en mi trabajo con su esposo —negó lentamente—, así que, siendo sinceros, creo que tú me terminarás conociendo mejor que él en ese sentido.
—Eso me hace sentir orgulloso —sentenció el mayor—. Aun así, ahora que tienes un hermano y al que es obvio que aprecias, tengo miedo de quedar en segundo lugar.
—Mi cariño hacia Erick, no es igual a lo que siento por ti —confesó Agustín—. Aprecio mucho a Erick, lo quiero más ahora, sabiendo que es mi hermano, pero… —levantó el rostro y fijó la mirada en los ojos castaños—. Tú eres mi novio —confesó nervioso—, a ti te amo y es un sentimiento muy diferente a lo que siento por Erick.
Julián sonrió complacido, no por las palabras de Agustín, sino por esa forma de mirarlo y su gesto que le mostraba su sinceridad; siempre supo que Agustín era diferente a las otras parejas que llegó a tener, pues el menor era no solo fuerte e independiente, sino que era franco y muy natural al actuar, cualidades que le gustaban demasiado.
—Siendo así, me has quitado todas las dudas que tenía.
—¿Dudas? —Agustín frunció el ceño.
—Bueno, desde que supimos tu parentesco con Erick, alguien me hizo pensar que no te merecía y empecé a dudar si era correcto haber avanzado tan rápido en nuestra relación.
—¿Miguel? —preguntó el menor con seriedad.
—En realidad fue Alejandro —confesó el otro.
Agustín abrió los ojos con sorpresa y luego titubeó; sentía mucha curiosidad, asi que no se pudo reprimir.
—Entonces… lo de tu nariz… —señaló su propia nariz a manera de espejo.
—Alex —respondió Julián con naturalidad.
Agustín se había imaginado que el golpe que Julián tenía en su nariz, cuando regresó del viaje, lo había recibido de alguien más, pero había pensado que el culpable era Miguel, no Alejandro.
—Pero ahora, me siento más seguro…
Julián limpió su boca con la servilleta y la dejó de lado, poniéndose de pie y caminando hasta colocarse a un lado de la silla de Agustín; puso una rodilla en el piso y buscó con rapidez en el interior del saco que portaba, sacando una cajita aterciopelada.
—Iba a esperar hasta el final de la cena, pero es mejor hacerlo de una vez…
Agustín lo miró confundido, pero sus ojos se abrieron enormemente al ver la joya que estaba dentro de la caja, cuando el otro la abrió.
—Guti, quiero que te cases conmigo —dijo el mayor con toda seguridad.
Agustín observó el anillo con incredulidad; tenía tres piedras azules formando una especie de triangulo y la delicada figura del anillo la podía reconocer bien, pues había visto imágenes de anillos inspirados en sus videojuegos favoritos y este era uno de ellos.
—Esto es…
—Lo mandé a hacer —Julián sonrió de lado—. Los únicos que estaban a la venta de este diseño, eran de plata, pero quería algo más valioso y aunque se tardaron un poco en entregármelo, lo hicieron en oro blanco, con tres diamantes azules.
—¡¿Diamantes?! —Agustín observó las piedras—. ¿Existen los diamantes azules? —preguntó aun con duda, pues él no sabía de joyas, ni piedras preciosas.
—Sí, son raros, pero los hay —asintió el mayor «y casi tuve que entregar mi alma por estos, porque Alejandro no me puso fácil el conseguirlos…» pensó, porque su ahora concuño, lo ponía a prueba cada que se enojaba, dando la excusa de que no era digno de ser novio de su cuñado—. En este momento, se ven oscuros —sacó el anillo de la caja—, pero durante el día, el color es más claro —sujetó la mano izquierda con delicadeza y colocó el anillo en el dedo anular—, justo como el océano cambia de color, según el día o la noche.
Agustín miró el anillo en su dedo; no era muy ostentoso, al contrario, se miraba fino, elegante y hasta delicado; las piedras tampoco eran muy grandes ni llamativas, pero para él era simplemente perfecto.
Con lentitud, movió la mano derecha y con el índice acarició la joya, delineando las formas y luego sonrió.
—Es… ¡hermoso! —dijo con ilusión—. Pero… No puedo usarlo siempre —negó—. Sabes que en el trabajo es riesgoso traer joyas y…
—Lo sé…
Julián metió la mano en otro bolsillo de su saco y sacó otra cajita, con una delicada cadena trenzada hecha del mismo material que el anillo.
—Al trabajar, lo puedes colgar en tu cuello —le guiñó un ojo.
Agustín se quedó inmóvil por un momento y luego empezó a reír a carcajadas, confundiendo al mayor. Julián esperó un momento, mirando al otro con dudas; no entendía por qué esa risa.
—¿También pensaste eso? —dijo el menor cuando dejó de reír.
—¿También? —Julián no entendía esa pregunta.
Agustín apretó los labios y buscó en el bolsillo de su pantalón una cajita que él también llevaba, esperando la oportunidad de darle al otro lo que había comprado con ayuda de su hermano.
—Mamá Brenda, dijo que yo debía darte un anillo, para que todos supieran que tienes dueño —se burló y abrió la caja.
Julián observó una argolla con un diseño limpio, sobrio y muy elegante, de un ligero grosor, no muy tosco, pero de un color oscuro; era negro y brillante.
—Dijiste que no tenías un color favorito, pero preferías el color negro —Agustín se alzó de hombros—. Yo no sabía qué tipo de anillo podía comprar en ese color, que no fuera una baratija —dijo con vergüenza—, pero Erick me ayudó a buscar un lugar, dónde hicieron este anillo de oro negro y además —sacó otra cajita—, hicieron esta cadena a juego, para que no tuvieras que usarlo siempre en la mano.
Julián levantó la cara y su mirada castaña se posó en el rostro de su pareja; Agustín tenía la piel roja y se miraba sumamente avergonzado, pero esa visión le agradaba.
—Así que, ese no es un anillo de compromiso, sino de propiedad, ¿cierto? —preguntó con burla.
—Algo así… —el menor se encogió de hombros.
—De acuerdo —Julián extendió la mano izquierda frente a Agustín—. Adelante, colócalo en su lugar.
Agustín asintió, sacó el anillo y lo colocó en el dedo anular de su pareja; realmente le quedaba muy bien y se sintió orgulloso de su hazaña, pero no conforme, así que sujetó la cadeja y la colocó en el cuello de su pareja.
—Son a juego —sentenció con rapidez.
Julián no dijo nada, realmente para él, Agustín no tenía que justificar sus acciones, pero le parecía demasiado tierno verlo como actuaba en ese momento.
—Bien, ahora sí, estamos comprometidos oficialmente —besó las manos de su novio y se puso de pie, para besar los labios con delicadeza.
Agustín sintió que se sofocaba, pues aunque el beso fue suave, delicado y muy dulce, su corazón latió con rapidez y un escalofrío lo recorrió completo.
—Terminemos de cenar… —dijo el mayor volviendo a su silla—. Estas personas trabajaron mucho para preparar esta noche y no debemos dejar las cosas a medias… pero después, tenemos otro compromiso más importante.
—¿Otro? —el menor lo miró confundido—. ¿Iremos a otro lugar? —preguntó con inocencia.
—Por supuesto —Julián sonrió y bebió de su copa—. Tenemos una reunión intima en la alcoba…
Agustín sintió que sus mejillas ardían y no supo que decir; era obvio lo que el otro quiso decir y la idea realmente le cautivaba. Sin decir más, siguió comiendo, aunque de cuando en cuando, su mirada se posaba en el anillo que adornaba su dedo y sentía que la emoción lo inundaba de inmediato.
Así, ambos emprendieron el camino en un automóvil.
Agustín creía que iban ellos dos solos, pero Alejandro ordenó a ocho de sus trabajadores que los siguieran y protegieran, especialmente a Agustín; todos acataron la orden sin preguntar, puesto que ya había rumores de que la amistad entre Agustín y Erick era muy grande, y supusieron que esa era la razón de que tuviera más privilegios.
Julián llevó una vez más a Agustín al complejo turístico, pero en esa ocasión, la cabaña no tenía dos habitaciones; sólo había una con una enorme cama. Al ver eso, Agustín supo que serían como una luna de miel y realmente le agradó la idea.
Durante el día, recorrieron la reserva ecológica y caminaron a la orilla del mar; al atardecer, Julián le dijo que irían a cenar, así que ambos se prepararon para ello, más Agustín no comprendió por qué, en vez de ir al restaurante, se fueron hacia otro lado.
—Julián —Agustín miró por encima de su hombro, hacia dónde estaba el restaurante—. Si vamos a cenar, ¿por qué nos alejamos del hotel?
—Cenaremos en otro lado —dijo el otro con seriedad, sin soltarlo de la mano.
Agustín frunció el ceño, pero no dijo nada más, solo siguió obediente a su pareja.
Recorrieron un camino adoquinado, subieron una larga escalera en la ladera de una colina y llegaron a algo que parecía un mirador, pero no estaba solo, ya que había algunas personas ahí, aunque todos portaban el uniforme del hotel. En una orilla, parecía haber una construcción donde había personas dónde estaban personas cocinando, al otro extremo, cuatro sillas con un atril frente a cada una y las personas de ahí parecían afinar instrumentos, además, en el centro de esa gran área libre y empedrada, había un gazebo hexagonal de madera fina y en cada uno de los pilares estaban atadas unas delicadas cortinas, además de estar decorado con flores de distintos colores y formas, especialmente la mesa para dos personas que estaba en el centro del mismo.
—Cuando vine con Erick, no conocí esta zona.
—Esta zona está destinada para eventos privados, pequeñas reuniones y visitas guiadas a turistas, para mostrarles la bahía —señaló Julián y guio al menor hasta la mesa, moviendo una silla para que se sentara.
Agustín se encontraba inquieto. Julián se mantenía serio y hablaba poco, por lo que el pelinegro no preguntaba nada, solo habló para pedir su comida cuando un mesero se acercó. Le sirvieron una copa a cada uno, con un líquido espumoso, aunque de distintas botellas, mientras el cuarteto de cuerdas iniciaba una música delicada.
—Pareces tenso —sonrió Julián bebiendo un sorbo de la copa.
—Bueno… Esto es algo muy elaborado como para ser una simple cena —Agustín sujetó la copa y acercó, tratando de beber poco, pues no toleraba el alcohol, pero apenas la acercó a su nariz, se dio cuenta que no era vino—. Esto es…
—Refresco de limón —Julián sonrió—. Yo tolero el alcohol, pero a ti no te gusta, así que no iba a pedir que te dieran algo que te desagradara.
Esas palabras sorprendieron a Agustín por un momento, pero después sonrió divertido; debía admitir que Julián se estaba esmerando mucho desde el viaje a su casa. El menor bebió un poco de refresco y luego miró hacia el mar; la luna se miraba cerca del horizonte y su luz bañaba el océano.
—Es una linda vista… —Agustín dejó la copa de lado y suspiró.
—Te gusta el océano, desde la primera vez que lo viste —el castaño levantó una ceja—. Supuse que te gustaría cenar en este lugar y apreciarlo de otra manera, durante la noche.
Agustín mordió su labio inferior y luego fijó su mirada en Julián— ¿qué te propones? —preguntó de manera directa.
—¿Qué me propongo? ¿A qué te refieres?
—Julián, no soy estúpido…
—Lo sé —admitió el otro.
—Pero desde que volvimos del viaje con tu familia, has estado extraño.
—¿Extraño? —el mayor levantó el rostro—. ¿En qué sentido?
—Bueno, te comportas más… cariñoso —musitó.
—¿Y eso es malo?
—No, no, no… Al contrario, me agrada ¡y mucho! —admitió—. Pero una de las cosas que me gustaron de ti, era tu carácter tan misterioso, un tanto distante y seguías siendo así, excepto en la cama —comentó con rapidez y entre dientes—. Pero ahora, que lo haces en el exterior —movió las manos con nervios, señalando a su alrededor—, me hace pensar que te pasa algo… No sé si estás enfermo o desahuciado.
El gesto de Julián se mantuvo impasible y pronto, soltó una carcajada. Era la primera vez que Agustín lo escuchaba reír de esa manera y realmente lo había sorprendido.
—¡No estoy muriendo! —respondió el castaño—. Solo que, después de nuestro viaje, de platicar con mi padre, con mis amigos y ver en retrospectiva las cosas que pasaron antes y ahora, durante nuestra relación, decidí que debía volver a cómo era antes, aunque me va a costar un poco.
—¿A cómo eras antes? No entiendo.
El mayor suspiró, pero no dijo nada, pues en ese momento les llevaron la cena; cuando el mesero se retiró, Julián prosiguió.
—Cuando llegamos a la casa de mis padres y después de lo ocurrido ahí, te dije que había tenido muchas parejas, ¿lo recuerdas?
Agustín apretó los cubiertos en su mano; lo recordaba, sí y le molestaba en demasía.
—Tuve varias decepciones aparte de Abel —confesó Julián—, poco a poco dejé de expresar mis emociones y sentimientos, porque no le veía motivo a hacerlo, si todos los que conocía y me llegaban a interesar, no valían la pena —sentenció—. Así, pasaron los años y esa faceta dominó todo mi carácter, además de que era lo mejor en mi trabajo.
Agustín cortó un poco de la carne que tenía enfrente con lentitud; le estaba doliendo el estómago de solo imaginar a las ex parejas de Julián. Había pensado que no le importarían, no después de lo que el otro le había dicho cuando estuvo en el hospital, pero era celoso y no podía evitar sentir furia por conocer ese pasado.
—Pero quiero que tu conozcas de mí, esas emociones que intenté ocultar…
Agustín levantó el rostro y sus ojos miel se fijaron en el rostro del otro, que lo miraba con un gesto apacible.
—Me está costando, lo admito —el castaño masajeó sus sienes—, pero por ti, vale la pena hacer el esfuerzo para no ser tan frío e indiferente, sólo dame tiempo para que veas cómo era antes, por favor.
Agustín sonrió— bueno, debo admitir que si he visto cambios en ti y me gustan, pero cuando trabajamos aun eres un poco distante y eso me hace estar a la defensiva.
—Me he dado cuenta —asintió el mayor—. Trataré de cambiar, pero no me será fácil, ¿puedes ser paciente?
—Lo intentaré —asintió el menor y comenzó con la cena.
—¿Recuerdas lo que hemos hecho todas las noches, desde que regresamos de la visita?
Ante esa pregunta, Agustín sintió que sus mejillas ardían; solo algo en específico llegaba a su mente ante esa pregunta y era algo demasiado íntimo.
—Ah… Sí, ¡claro! ¿Cómo no recordarlo? —respondió nervioso y bebió un poco más de refresco.
Julián negó— no me refiero a lo que hacemos en la cama —especificó—, sino a lo que hacemos antes de eso.
Agustín masticó lentamente y pensó— cenamos y antes de dormir, yo juego un poco en mi consola, mientras tú lees un libro junto a mi…
Julián sonrió ante esa respuesta tan sincera e inocente a la vez.
—Mientras cenamos, hemos platicado de nosotros, ¿recuerdas?
—¡Ah! —Agustín rió—. ¡Eso! Sí, lo recuerdo —asintió.
Pese a que era poco tiempo y aunque antes de ese viaje también cenaban juntos la mayoría del tiempo, Agustín se daba cuenta que ahora Julián le preguntaba cosas sobre él; específicamente las cosas que le gustaban y las que no, fue en una de esas charlas que le contó sobre el mar, sus videojuegos favoritos y cosas que le parecían tan simples como el color que le gustaba, su comida favorita y más. Pero precisamente eso le había dado pauta al menor de indagar más de los gustos de su pareja; fue así que supo que libros le gustaban más, las películas que prefería, el color favorito, el tipo de ropa que prefería para vestir de manera casual y algunos otros detalles que nadie más conocía de él.
—Te gusta el azul océano, el mar, el chocolate, las palomitas dulces, las crepas, no tienes una comida favorita, pero te gustan los emparedados porque son sencillos de hacer —enumeró el mayor mientras comía con lentitud—. Prefieres la música de los videojuegos y no tienes mucha preferencia sobre las películas, pero te agradan las que están basadas en tus juegos favoritos, sea en acciones reales o animadas…
—Me doy cuenta que recuerdas muchas cosas.
Julián sonrió y comió un poco antes de proseguir.
—Conozco mucho de ti físicamente, Guti, pero también quiero conocerte de una manera distinta.
—¿Aunque todo lo que me gusta sea algo infantil? —preguntó el pelinegro con un poco de nervios.
—Eres inocente —respondió el mayor—, eso es algo que me fascina de ti, así que quiero apreciar lo que te gusta, para compartirlo, aunque no soy bueno en los videojuegos, prefiero verte mientras te diviertes jugando.
Agustín se avergonzó por esa declaración y bajó el rostro, pasando la lengua por sus labios para humedecerlos— gracias…
Pero no me siento satisfecho —confesó el castaño—. Quiero saber más de ti, de tu vida, de tus amigos, de tu infancia… Quiero saber todo y más de lo que otros puedan llegar a conocerte, incluso tu hermano.
Agustín sonrió— creo que sabrás más de mí, que Erick —suspiró—. A él no le puedo decir lo que he hecho en mi trabajo con su esposo —negó lentamente—, así que, siendo sinceros, creo que tú me terminarás conociendo mejor que él en ese sentido.
—Eso me hace sentir orgulloso —sentenció el mayor—. Aun así, ahora que tienes un hermano y al que es obvio que aprecias, tengo miedo de quedar en segundo lugar.
—Mi cariño hacia Erick, no es igual a lo que siento por ti —confesó Agustín—. Aprecio mucho a Erick, lo quiero más ahora, sabiendo que es mi hermano, pero… —levantó el rostro y fijó la mirada en los ojos castaños—. Tú eres mi novio —confesó nervioso—, a ti te amo y es un sentimiento muy diferente a lo que siento por Erick.
Julián sonrió complacido, no por las palabras de Agustín, sino por esa forma de mirarlo y su gesto que le mostraba su sinceridad; siempre supo que Agustín era diferente a las otras parejas que llegó a tener, pues el menor era no solo fuerte e independiente, sino que era franco y muy natural al actuar, cualidades que le gustaban demasiado.
—Siendo así, me has quitado todas las dudas que tenía.
—¿Dudas? —Agustín frunció el ceño.
—Bueno, desde que supimos tu parentesco con Erick, alguien me hizo pensar que no te merecía y empecé a dudar si era correcto haber avanzado tan rápido en nuestra relación.
—¿Miguel? —preguntó el menor con seriedad.
—En realidad fue Alejandro —confesó el otro.
Agustín abrió los ojos con sorpresa y luego titubeó; sentía mucha curiosidad, asi que no se pudo reprimir.
—Entonces… lo de tu nariz… —señaló su propia nariz a manera de espejo.
—Alex —respondió Julián con naturalidad.
Agustín se había imaginado que el golpe que Julián tenía en su nariz, cuando regresó del viaje, lo había recibido de alguien más, pero había pensado que el culpable era Miguel, no Alejandro.
—Pero ahora, me siento más seguro…
Julián limpió su boca con la servilleta y la dejó de lado, poniéndose de pie y caminando hasta colocarse a un lado de la silla de Agustín; puso una rodilla en el piso y buscó con rapidez en el interior del saco que portaba, sacando una cajita aterciopelada.
—Iba a esperar hasta el final de la cena, pero es mejor hacerlo de una vez…
Agustín lo miró confundido, pero sus ojos se abrieron enormemente al ver la joya que estaba dentro de la caja, cuando el otro la abrió.
—Guti, quiero que te cases conmigo —dijo el mayor con toda seguridad.
Agustín observó el anillo con incredulidad; tenía tres piedras azules formando una especie de triangulo y la delicada figura del anillo la podía reconocer bien, pues había visto imágenes de anillos inspirados en sus videojuegos favoritos y este era uno de ellos.
—Esto es…
—Lo mandé a hacer —Julián sonrió de lado—. Los únicos que estaban a la venta de este diseño, eran de plata, pero quería algo más valioso y aunque se tardaron un poco en entregármelo, lo hicieron en oro blanco, con tres diamantes azules.
—¡¿Diamantes?! —Agustín observó las piedras—. ¿Existen los diamantes azules? —preguntó aun con duda, pues él no sabía de joyas, ni piedras preciosas.
—Sí, son raros, pero los hay —asintió el mayor «y casi tuve que entregar mi alma por estos, porque Alejandro no me puso fácil el conseguirlos…» pensó, porque su ahora concuño, lo ponía a prueba cada que se enojaba, dando la excusa de que no era digno de ser novio de su cuñado—. En este momento, se ven oscuros —sacó el anillo de la caja—, pero durante el día, el color es más claro —sujetó la mano izquierda con delicadeza y colocó el anillo en el dedo anular—, justo como el océano cambia de color, según el día o la noche.
Agustín miró el anillo en su dedo; no era muy ostentoso, al contrario, se miraba fino, elegante y hasta delicado; las piedras tampoco eran muy grandes ni llamativas, pero para él era simplemente perfecto.
Con lentitud, movió la mano derecha y con el índice acarició la joya, delineando las formas y luego sonrió.
—Es… ¡hermoso! —dijo con ilusión—. Pero… No puedo usarlo siempre —negó—. Sabes que en el trabajo es riesgoso traer joyas y…
—Lo sé…
Julián metió la mano en otro bolsillo de su saco y sacó otra cajita, con una delicada cadena trenzada hecha del mismo material que el anillo.
—Al trabajar, lo puedes colgar en tu cuello —le guiñó un ojo.
Agustín se quedó inmóvil por un momento y luego empezó a reír a carcajadas, confundiendo al mayor. Julián esperó un momento, mirando al otro con dudas; no entendía por qué esa risa.
—¿También pensaste eso? —dijo el menor cuando dejó de reír.
—¿También? —Julián no entendía esa pregunta.
Agustín apretó los labios y buscó en el bolsillo de su pantalón una cajita que él también llevaba, esperando la oportunidad de darle al otro lo que había comprado con ayuda de su hermano.
—Mamá Brenda, dijo que yo debía darte un anillo, para que todos supieran que tienes dueño —se burló y abrió la caja.
Julián observó una argolla con un diseño limpio, sobrio y muy elegante, de un ligero grosor, no muy tosco, pero de un color oscuro; era negro y brillante.
—Dijiste que no tenías un color favorito, pero preferías el color negro —Agustín se alzó de hombros—. Yo no sabía qué tipo de anillo podía comprar en ese color, que no fuera una baratija —dijo con vergüenza—, pero Erick me ayudó a buscar un lugar, dónde hicieron este anillo de oro negro y además —sacó otra cajita—, hicieron esta cadena a juego, para que no tuvieras que usarlo siempre en la mano.
Julián levantó la cara y su mirada castaña se posó en el rostro de su pareja; Agustín tenía la piel roja y se miraba sumamente avergonzado, pero esa visión le agradaba.
—Así que, ese no es un anillo de compromiso, sino de propiedad, ¿cierto? —preguntó con burla.
—Algo así… —el menor se encogió de hombros.
—De acuerdo —Julián extendió la mano izquierda frente a Agustín—. Adelante, colócalo en su lugar.
Agustín asintió, sacó el anillo y lo colocó en el dedo anular de su pareja; realmente le quedaba muy bien y se sintió orgulloso de su hazaña, pero no conforme, así que sujetó la cadeja y la colocó en el cuello de su pareja.
—Son a juego —sentenció con rapidez.
Julián no dijo nada, realmente para él, Agustín no tenía que justificar sus acciones, pero le parecía demasiado tierno verlo como actuaba en ese momento.
—Bien, ahora sí, estamos comprometidos oficialmente —besó las manos de su novio y se puso de pie, para besar los labios con delicadeza.
Agustín sintió que se sofocaba, pues aunque el beso fue suave, delicado y muy dulce, su corazón latió con rapidez y un escalofrío lo recorrió completo.
—Terminemos de cenar… —dijo el mayor volviendo a su silla—. Estas personas trabajaron mucho para preparar esta noche y no debemos dejar las cosas a medias… pero después, tenemos otro compromiso más importante.
—¿Otro? —el menor lo miró confundido—. ¿Iremos a otro lugar? —preguntó con inocencia.
—Por supuesto —Julián sonrió y bebió de su copa—. Tenemos una reunión intima en la alcoba…
Agustín sintió que sus mejillas ardían y no supo que decir; era obvio lo que el otro quiso decir y la idea realmente le cautivaba. Sin decir más, siguió comiendo, aunque de cuando en cuando, su mirada se posaba en el anillo que adornaba su dedo y sentía que la emoción lo inundaba de inmediato.
Después de la cena y el postre, Agustín le pidió a Julián un poco de vino blanco, ya que nunca lo había probado y parecía que el otro lo disfrutaba; el mayor accedió a que su prometido bebiera, pero no pudo imaginar que con solo una copa, la cual se bebió de inmediato, Agustín empezaría a resentir el alcohol.
Era obvio que Agustín no estaba acostumbrado a las bebidas de ese tipo y por eso, el alcohol se le subió muy rápido; ese fue el motivo, por el que Julián tuvo que ayudarlo durante el camino, ya que el pelinegro decía sentirse un poco mareado.
Cuando iban de camino a la cabaña que compartirían, Tomás, quien era uno de los que estaban cuidándolos, se acercó a Julián, especialmente al ver como Agustín se recargaba en su hombro y caminaba tambaleándose ligeramente.
—¿Está bien? —preguntó en voz baja.
—Sí, solo está un poco ebrio.
Tomás lo miró con incredulidad, durante los años de trabajar con Agustín, no sabía que bebiera alcohol, ni siquiera una cerveza— ¿necesitas ayuda?
—No, tengo todo bajo control —sentenció el castaño—. Solo lo llevaré a la cabaña.
—Cómo digas… Cualquier cosa, andaremos cerca.
Con esas palabras, Tomás se apartó y dejó a la pareja; Agustín ni siquiera reconoció a su compañero y siguió caminando ayudado de Julián. Cuando ambos llegaron a la cabaña, Julián abrió la puerta y apenas encendió la luz, Agustín lo empujó y lo dejó contra la pared, cerrando la puerta y besándolo con torpeza.
—Guti —Julián lo sujetó de los hombros—. No creo que estés en condiciones de…
—¡No! —el pelinegro hizo un mohín—. ¡Quiero mi reunión intima! —exigió y apresó el saco del mayor con fuerza, buscando otro beso.
Julián lo besó, apreciando el sabor del vino aun en los labios del menor, pero se apartó de inmediato— creo que necesitas descansar, no estás en tus cinco sentidos.
—No necesito cinco sentidos —se burló Agustín—, solo necesito uno —sus manos bajaron y acariciaron por encima del pantalón, tratando de estimular a su pareja, pero sin poder coordinar para realizar un buen trabajo.
—Guti —Julián sonrió y lo apartó con delicadeza—. Yo también quiero estar contigo —pasó saliva con nervios, pues esas caricias torpes, lo estaban excitando en realidad—, pero es posible que te duermas en un momento —señaló.
—¿Es malo si me duermo? —preguntó con los ojos entrecerrados, mientras sus manos trataban de desabrochar el pantalón.
—No para mí —respondió el castaño con sinceridad.
—¿Entonces? —Agustín colocó la frente contra uno de los hombros del otro, tratando de que se calmara el mareo que sentía—. Aceptaste el anillo, se supone que soy tu dueño —dijo con un tinte de reproche—, deberías hacer lo que quiero…
—¿Así que ahora tú me vas a ordenar? —la voz de Julián era burlona.
—Sí —asintió el otro con debilidad.
—Bueno, dime qué quieres y te obedeceré.
Agustín levantó el rostro y con lentitud, pasó las manos por el cuello de Julián.
—Hazme el amor —pidió restregándose contra el cuerpo del otro.
—Pero te estás durmiendo ya… —las manos de Julián lo sujetaron de la cintura, estaba a punto de perder la razón por esa forma en que Agustín lo estaba seduciendo.
—Si me duermo… Te ordeno que sigas… Sigue y sigue, hasta el amanecer… —musitó ofreciéndole los labios una vez más—. Como siempre… —sonrió.
Con esa frase, Julián dejó de pensar; tomó el control del beso y levantó a Agustín en brazos, llevándolo hasta la cama, dónde lo recostó y sin dejar de besarlo, lo desnudó, disfrutando de la piel tibia y tersa de su pareja.
Debido al alcohol, Agustín no tenía suficiente control, ni coordinación, pero tampoco tenía inhibiciones, por lo que, cuando quedó desnudo, empujó a Julián y se puso encima del otro, sentándose cerca del miembro erecto.
—Lo quiero ya… —su respiración era agitada.
—Aun no me desvisto del todo —sonrió el mayor.
—¡No me importa!
La mano del menor sujetó el miembro erecto y sin tardar, levantó la cadera, acercando la punta a su entrada; apenas sintió rozar el falo caliente, no se contuvo y trató de meterlo de inmediato, sin conseguirlo, ya que no estaba lubricado, ni preparado, por lo que gritó y se dejó caer sobre el pecho de Julián, empezando a llorar desconsolado.
—Duele… duele… duele… —gimoteó y mordió la tela que cubría el hombro del mayor.
Julián suspiró y sus manos acariciaron a delicada espalda— tranquilo, está bien, lo tomaremos con calma, déjamelo a mí…
Sin soltarlo, giró llevándolo consigo y lo recostó en la cama, besándolo con suavidad.
—Voy a obedecerte, pero primero debo prepararte, ¿de acuerdo?
Agustín asintió y se relajó sobre el colchón. Julián se desvistió con rapidez y bajó por el cuerpo, besando la piel, estimulando con lengua y labios el torso y vientre, mientras sus manos acariciaban los costados, guiándose por los gemidos de Agustín, que en ese estado, no se contenía en lo más mínimo. El castaño estimuló un poco el miembro de su pareja al llegar a él, pero no se detuvo en ese lugar; levantó las piernas de Agustín, su lengua bajó por los testículos y un poco más, hasta la pequeña entrada que conocía tan bien y aun así, esa noche parecía reacia a recibirlo.
El menor sintió la lengua traviesa en esa parte oculta y la mano de su pareja masturbando su miembro con destreza; mordió sus dedos, tratando de callar esos ruidos que escapaban de su boca sin control. Ya había tenido sexo con Julián muchas veces, pero esa noche se sentía diferente, más vulnerable y necesitado de atención por parte de su pareja.
Julián se dio cuenta como la piel que acariciaba se erizaba y Agustín se removía inquieto, pero no decía nada, solo gemía; los sonidos de la boca del menor eran distintos a los que había escuchado antes, pues era como una súplica ininteligible, debido al tono que el otro estaba usando.
Esa forma de actuar de Agustín lo estaba sacando de quicio. Siempre decía que era su niño, pero el otro se empeñaba en demostrar que era autosuficiente y no lo necesitaba, pero en esa ocasión, sus gestos, su actitud, sus movimientos y especialmente su mirada, era claramente una súplica de que lo requería para sentirse bien.
Julián observó ese rostro sonrojado, esa mirada anhelante y los labios húmedos; sin pensarlo más, se acomodó entre las piernas de su prometido y colocó la punta de su pene en la entrada.
Agustín sonrió y arqueó la espalda, esperando sentir la hombría del otro por completo, algo que Julián no le negó, pero lo hizo de manera lenta, para que lo disfrutara.
Cuando estuvo completamente dentro, Julián ahogó un gemido; la presión en su miembro era excesiva, justo como la primera vez. Agustín extendió los brazos hacia el otro, como si esperara un abrazo y le sonrió con ilusión.
No hubo palabras.
El castaño, abrazó a su prometido y lo besó, mientras iniciaba un movimiento fuerte y agresivo, disfrutando las caricias del otro en su espalda. Agustín gimió y se ofreció sin reservas, mientras sus ojos dejaban salir algunas lágrimas, producto del placer que sentía en ese momento.
El menor estaba en el paraíso. Todo le parecía un sueño, pues no era del todo consciente de sus acciones, pero correspondía a cada beso, cada caricia y cada acción de Julián, con una entrega única y total, algo que su pareja disfrutaba y agradecía, ya que eso lo hacía dichoso, al saber que Agustín era completamente suyo, a diferencia de cualquier otra persona.
La cadera de Julián impuso un ritmo más frenético y Agustín hizo el rostro hacia atrás, gimiendo con mayor volumen; sus piernas se enredaron en la cintura del otro como si temiera que intentara alejarse, a la par que sus uñas se enterraban en la piel de la espalda y hombros de su prometido, especialmente en el momento en el que un grito escapó desde su garganta, cuando llegó al orgasmo.
Julián quería seguir moviéndose, pero el menor no le permitió hacerlo; todo el cuerpo de Agustín se contrajo y su interior apresó el miembro intruso, evitando que tuviera libertad para seguir penetrándolo.
Agustín tardó unos momentos en relajarse de nuevo y Julián volvió a moverse, consiguiendo que el menor gimiera débilmente, pero sus ojos estaban cerrados y su cuerpo completamente laxo.
—Guti —musitó el mayor, pero no recibió respuesta así que detuvo sus movimientos—. ¿Te dormiste? —preguntó burlón y guardó silencio.
Instantes después, un sonido conocido, escapó de los labios entreabiertos del pelinegro; ya estaba profundamente dormido y respiraba de esa forma característica cuando quedaba exhausto, que no era un ronquido, pero tampoco era su respiración normal.
—Sí, te dormiste —el castaño suspiró y estuvo a punto de apartarse, pero cuando se movió, observó en su mano el anillo negro que Agustín le acababa de dar esa noche.
“Aceptaste el anillo, se supone que soy tu dueño. Si me duermo… Te ordeno que sigas… Sigue y sigue, hasta el amanecer… Como siempre…”
—Creo que sería malo de mi parte, desobedecer esa orden… —se burló en un susurro.
Justo como Agustín le había ‘ordenado’, Julián siguió haciéndole el amor, hasta que ya no pudo más.
Era obvio que Agustín no estaba acostumbrado a las bebidas de ese tipo y por eso, el alcohol se le subió muy rápido; ese fue el motivo, por el que Julián tuvo que ayudarlo durante el camino, ya que el pelinegro decía sentirse un poco mareado.
Cuando iban de camino a la cabaña que compartirían, Tomás, quien era uno de los que estaban cuidándolos, se acercó a Julián, especialmente al ver como Agustín se recargaba en su hombro y caminaba tambaleándose ligeramente.
—¿Está bien? —preguntó en voz baja.
—Sí, solo está un poco ebrio.
Tomás lo miró con incredulidad, durante los años de trabajar con Agustín, no sabía que bebiera alcohol, ni siquiera una cerveza— ¿necesitas ayuda?
—No, tengo todo bajo control —sentenció el castaño—. Solo lo llevaré a la cabaña.
—Cómo digas… Cualquier cosa, andaremos cerca.
Con esas palabras, Tomás se apartó y dejó a la pareja; Agustín ni siquiera reconoció a su compañero y siguió caminando ayudado de Julián. Cuando ambos llegaron a la cabaña, Julián abrió la puerta y apenas encendió la luz, Agustín lo empujó y lo dejó contra la pared, cerrando la puerta y besándolo con torpeza.
—Guti —Julián lo sujetó de los hombros—. No creo que estés en condiciones de…
—¡No! —el pelinegro hizo un mohín—. ¡Quiero mi reunión intima! —exigió y apresó el saco del mayor con fuerza, buscando otro beso.
Julián lo besó, apreciando el sabor del vino aun en los labios del menor, pero se apartó de inmediato— creo que necesitas descansar, no estás en tus cinco sentidos.
—No necesito cinco sentidos —se burló Agustín—, solo necesito uno —sus manos bajaron y acariciaron por encima del pantalón, tratando de estimular a su pareja, pero sin poder coordinar para realizar un buen trabajo.
—Guti —Julián sonrió y lo apartó con delicadeza—. Yo también quiero estar contigo —pasó saliva con nervios, pues esas caricias torpes, lo estaban excitando en realidad—, pero es posible que te duermas en un momento —señaló.
—¿Es malo si me duermo? —preguntó con los ojos entrecerrados, mientras sus manos trataban de desabrochar el pantalón.
—No para mí —respondió el castaño con sinceridad.
—¿Entonces? —Agustín colocó la frente contra uno de los hombros del otro, tratando de que se calmara el mareo que sentía—. Aceptaste el anillo, se supone que soy tu dueño —dijo con un tinte de reproche—, deberías hacer lo que quiero…
—¿Así que ahora tú me vas a ordenar? —la voz de Julián era burlona.
—Sí —asintió el otro con debilidad.
—Bueno, dime qué quieres y te obedeceré.
Agustín levantó el rostro y con lentitud, pasó las manos por el cuello de Julián.
—Hazme el amor —pidió restregándose contra el cuerpo del otro.
—Pero te estás durmiendo ya… —las manos de Julián lo sujetaron de la cintura, estaba a punto de perder la razón por esa forma en que Agustín lo estaba seduciendo.
—Si me duermo… Te ordeno que sigas… Sigue y sigue, hasta el amanecer… —musitó ofreciéndole los labios una vez más—. Como siempre… —sonrió.
Con esa frase, Julián dejó de pensar; tomó el control del beso y levantó a Agustín en brazos, llevándolo hasta la cama, dónde lo recostó y sin dejar de besarlo, lo desnudó, disfrutando de la piel tibia y tersa de su pareja.
Debido al alcohol, Agustín no tenía suficiente control, ni coordinación, pero tampoco tenía inhibiciones, por lo que, cuando quedó desnudo, empujó a Julián y se puso encima del otro, sentándose cerca del miembro erecto.
—Lo quiero ya… —su respiración era agitada.
—Aun no me desvisto del todo —sonrió el mayor.
—¡No me importa!
La mano del menor sujetó el miembro erecto y sin tardar, levantó la cadera, acercando la punta a su entrada; apenas sintió rozar el falo caliente, no se contuvo y trató de meterlo de inmediato, sin conseguirlo, ya que no estaba lubricado, ni preparado, por lo que gritó y se dejó caer sobre el pecho de Julián, empezando a llorar desconsolado.
—Duele… duele… duele… —gimoteó y mordió la tela que cubría el hombro del mayor.
Julián suspiró y sus manos acariciaron a delicada espalda— tranquilo, está bien, lo tomaremos con calma, déjamelo a mí…
Sin soltarlo, giró llevándolo consigo y lo recostó en la cama, besándolo con suavidad.
—Voy a obedecerte, pero primero debo prepararte, ¿de acuerdo?
Agustín asintió y se relajó sobre el colchón. Julián se desvistió con rapidez y bajó por el cuerpo, besando la piel, estimulando con lengua y labios el torso y vientre, mientras sus manos acariciaban los costados, guiándose por los gemidos de Agustín, que en ese estado, no se contenía en lo más mínimo. El castaño estimuló un poco el miembro de su pareja al llegar a él, pero no se detuvo en ese lugar; levantó las piernas de Agustín, su lengua bajó por los testículos y un poco más, hasta la pequeña entrada que conocía tan bien y aun así, esa noche parecía reacia a recibirlo.
El menor sintió la lengua traviesa en esa parte oculta y la mano de su pareja masturbando su miembro con destreza; mordió sus dedos, tratando de callar esos ruidos que escapaban de su boca sin control. Ya había tenido sexo con Julián muchas veces, pero esa noche se sentía diferente, más vulnerable y necesitado de atención por parte de su pareja.
Julián se dio cuenta como la piel que acariciaba se erizaba y Agustín se removía inquieto, pero no decía nada, solo gemía; los sonidos de la boca del menor eran distintos a los que había escuchado antes, pues era como una súplica ininteligible, debido al tono que el otro estaba usando.
Esa forma de actuar de Agustín lo estaba sacando de quicio. Siempre decía que era su niño, pero el otro se empeñaba en demostrar que era autosuficiente y no lo necesitaba, pero en esa ocasión, sus gestos, su actitud, sus movimientos y especialmente su mirada, era claramente una súplica de que lo requería para sentirse bien.
Julián observó ese rostro sonrojado, esa mirada anhelante y los labios húmedos; sin pensarlo más, se acomodó entre las piernas de su prometido y colocó la punta de su pene en la entrada.
Agustín sonrió y arqueó la espalda, esperando sentir la hombría del otro por completo, algo que Julián no le negó, pero lo hizo de manera lenta, para que lo disfrutara.
Cuando estuvo completamente dentro, Julián ahogó un gemido; la presión en su miembro era excesiva, justo como la primera vez. Agustín extendió los brazos hacia el otro, como si esperara un abrazo y le sonrió con ilusión.
No hubo palabras.
El castaño, abrazó a su prometido y lo besó, mientras iniciaba un movimiento fuerte y agresivo, disfrutando las caricias del otro en su espalda. Agustín gimió y se ofreció sin reservas, mientras sus ojos dejaban salir algunas lágrimas, producto del placer que sentía en ese momento.
El menor estaba en el paraíso. Todo le parecía un sueño, pues no era del todo consciente de sus acciones, pero correspondía a cada beso, cada caricia y cada acción de Julián, con una entrega única y total, algo que su pareja disfrutaba y agradecía, ya que eso lo hacía dichoso, al saber que Agustín era completamente suyo, a diferencia de cualquier otra persona.
La cadera de Julián impuso un ritmo más frenético y Agustín hizo el rostro hacia atrás, gimiendo con mayor volumen; sus piernas se enredaron en la cintura del otro como si temiera que intentara alejarse, a la par que sus uñas se enterraban en la piel de la espalda y hombros de su prometido, especialmente en el momento en el que un grito escapó desde su garganta, cuando llegó al orgasmo.
Julián quería seguir moviéndose, pero el menor no le permitió hacerlo; todo el cuerpo de Agustín se contrajo y su interior apresó el miembro intruso, evitando que tuviera libertad para seguir penetrándolo.
Agustín tardó unos momentos en relajarse de nuevo y Julián volvió a moverse, consiguiendo que el menor gimiera débilmente, pero sus ojos estaban cerrados y su cuerpo completamente laxo.
—Guti —musitó el mayor, pero no recibió respuesta así que detuvo sus movimientos—. ¿Te dormiste? —preguntó burlón y guardó silencio.
Instantes después, un sonido conocido, escapó de los labios entreabiertos del pelinegro; ya estaba profundamente dormido y respiraba de esa forma característica cuando quedaba exhausto, que no era un ronquido, pero tampoco era su respiración normal.
—Sí, te dormiste —el castaño suspiró y estuvo a punto de apartarse, pero cuando se movió, observó en su mano el anillo negro que Agustín le acababa de dar esa noche.
“Aceptaste el anillo, se supone que soy tu dueño. Si me duermo… Te ordeno que sigas… Sigue y sigue, hasta el amanecer… Como siempre…”
—Creo que sería malo de mi parte, desobedecer esa orden… —se burló en un susurro.
Justo como Agustín le había ‘ordenado’, Julián siguió haciéndole el amor, hasta que ya no pudo más.
Era casi medio día, cuando Agustín se removió entre las sabanas; sentía su cuerpo cansado, le dolía la cabeza y además, un brazo lo sujetaba con firmeza por la cintura. El menor movió ligeramente el rostro y observó a Julián cerca de él.
—Juls… —su voz apenas se escuchó, por lo que pasó saliva y trató de hablar más alto—. Juls… —repitió.
—¿Qué pasa? —indagó el castaño aun medio dormido.
—Me duele la cabeza —se quejó el menor.
—Debe ser la resaca.
—¿Esto es resaca? —preguntó el otro—. ¿Qué tanto bebí anoche?
—¿No lo recuerdas? —la voz de Julián sonó burlona.
—No —confesó con debilidad.
Julián sonrió— solo bebiste una copa de vino blanco y después, me ordenaste que te hiciera el amor.
Agustín apretó los parpados— no recuerdo nada y me duele todo el cuerpo —confesó—. No vuelvo a beber —sentenció haciendo un mohín.
—Lástima —el castaño sonrió—, fue una faceta tuya que me gustaría disfrutar de nuevo.
—Qué gracioso…
Julián besó la mejilla de su pareja y se puso de pie— cómo no estás en condiciones de salir, descansa un poco más, pediré servicio a la habitación para que comas algo y tomaré una ducha rápida para recibir la comida —anunció, mientras se ponía la bata de dormir y caminaba al baño.
Agustín mantenía un gesto serio, pero cuando el mayor se perdió tras la puerta sonrió débilmente, observando el anillo que portaba en su mano. Recordaba lo que había pasado la noche anterior, hasta antes de esa copa de vino que había pedido; la manera en la que Julián habló con él, lo que le dijo y su actitud, además de darle ese anillo especial, no solo por el color de las piedras sino por la forma que era basada en uno de sus videojuegos favoritos.
Cuando escuchó el sonido del agua, suspiró y se recostó boca arriba, hundiéndose en el colchón y fijando la mirada en el techo.
Pese a que meses antes estuvo a punto de morir, ahora parecía que su vida había cambiado por completo en poco tiempo. Estaba comprometido, la familia de su novio lo apreciaba mucho y además, tenía un hermano al cual quería y sabía que era un cario recíproco.
Finalmente, se dio cuenta que ya no estaba solo, así que sonrió y se giró, abrazando la almohada que había usado Julián, aspirando el aroma de su pareja con anhelo.
Había pasado por muchos problemas, muchas inseguridades, inquietudes y por sobre todo, miedo y soledad, pero ahora, todo había cambiado y quería seguir disfrutando de esa felicidad que ahora llenaba su vida.
Alguna vez, Erick le había dicho que no creía en Dios, pero sí en el Destino y ahora, él también creía que algo más grande de lo que podía imaginar, hizo que su camino se cruzara con las personas que ahora lo rodeaban, sin saber que al final, sus vidas estarían enlazadas por algo más fuerte de lo que jamás creyó, amor.
—Juls… —su voz apenas se escuchó, por lo que pasó saliva y trató de hablar más alto—. Juls… —repitió.
—¿Qué pasa? —indagó el castaño aun medio dormido.
—Me duele la cabeza —se quejó el menor.
—Debe ser la resaca.
—¿Esto es resaca? —preguntó el otro—. ¿Qué tanto bebí anoche?
—¿No lo recuerdas? —la voz de Julián sonó burlona.
—No —confesó con debilidad.
Julián sonrió— solo bebiste una copa de vino blanco y después, me ordenaste que te hiciera el amor.
Agustín apretó los parpados— no recuerdo nada y me duele todo el cuerpo —confesó—. No vuelvo a beber —sentenció haciendo un mohín.
—Lástima —el castaño sonrió—, fue una faceta tuya que me gustaría disfrutar de nuevo.
—Qué gracioso…
Julián besó la mejilla de su pareja y se puso de pie— cómo no estás en condiciones de salir, descansa un poco más, pediré servicio a la habitación para que comas algo y tomaré una ducha rápida para recibir la comida —anunció, mientras se ponía la bata de dormir y caminaba al baño.
Agustín mantenía un gesto serio, pero cuando el mayor se perdió tras la puerta sonrió débilmente, observando el anillo que portaba en su mano. Recordaba lo que había pasado la noche anterior, hasta antes de esa copa de vino que había pedido; la manera en la que Julián habló con él, lo que le dijo y su actitud, además de darle ese anillo especial, no solo por el color de las piedras sino por la forma que era basada en uno de sus videojuegos favoritos.
Cuando escuchó el sonido del agua, suspiró y se recostó boca arriba, hundiéndose en el colchón y fijando la mirada en el techo.
Pese a que meses antes estuvo a punto de morir, ahora parecía que su vida había cambiado por completo en poco tiempo. Estaba comprometido, la familia de su novio lo apreciaba mucho y además, tenía un hermano al cual quería y sabía que era un cario recíproco.
Finalmente, se dio cuenta que ya no estaba solo, así que sonrió y se giró, abrazando la almohada que había usado Julián, aspirando el aroma de su pareja con anhelo.
Había pasado por muchos problemas, muchas inseguridades, inquietudes y por sobre todo, miedo y soledad, pero ahora, todo había cambiado y quería seguir disfrutando de esa felicidad que ahora llenaba su vida.
Alguna vez, Erick le había dicho que no creía en Dios, pero sí en el Destino y ahora, él también creía que algo más grande de lo que podía imaginar, hizo que su camino se cruzara con las personas que ahora lo rodeaban, sin saber que al final, sus vidas estarían enlazadas por algo más fuerte de lo que jamás creyó, amor.
Nota:
Ahora si, es canon que Agus y Erick son hermanos. Cómo pueden ver, esto tendrá que modificar algunos escritos, pero eso ya tendré que verlo más adelante. Ahora conocieron más a los hermanos de Erick y a su madre; tambien pudieron ver a otros amigos de Alejandro, a ver si saben quienes son algunos.
Ahora si, es canon que Agus y Erick son hermanos. Cómo pueden ver, esto tendrá que modificar algunos escritos, pero eso ya tendré que verlo más adelante. Ahora conocieron más a los hermanos de Erick y a su madre; tambien pudieron ver a otros amigos de Alejandro, a ver si saben quienes son algunos.
Ok, es el final, se me secó el cerebro, pero espero que disfruten esta historia, no supe cómo terminarla, para no afectar completamente algunos proyectos que ya existen o los futuros que tengo en planes, pero lo que más me causó estrés, era que no podía elegir título y ya quería publicarlo. En fin, elegí uno casi al azar; no me disgusta, pero tampoco me convence mucho, aun así, creo que cumplí con lo que quería contar en esta historia y eso sí que me satisface.
Espero que lo disfruten y nos leemos luego.
Espero que lo disfruten y nos leemos luego.
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