“…Noche a noche, salir por la comida, buscar un poco de diversión, perderme en la ciudad y volver a casa antes del amanecer…” los pensamientos del rubio consiguen que suspire con cansancio, mientras mueve los pies, que están al aire; sentado en la punta de una de las torres del puente de la bahía, espera tranquilamente a tener un poco más de hambre, pues en ese momento, no tiene ganas de salir a “cazar”.
Está solo, como casi todos los días; prefiere estar en ese puente, menos concurrido que el “Golden Gate”, dónde muchos de los suyos se dan cita para, después de cenar, ir a divertirse.
Mueve la mano y saca una cajetilla de cigarros de su camisa, usa un encendedor para prenderlo y da la primera calada. Desde casi trescientos años atrás, cuando se convirtió en vampiro, aparte de la sangre, lo único que disfruta más, es el cigarro; siempre se pregunta la razón, pero, desde entonces, la comida humana le sabía a lo mismo que el cigarro, así que, no le toma mucha importancia si comía o no otra cosa, mientras fumara y bebiera sangre, era más que suficiente para él.
-Estoy aburrido – dice al viento, después de exhalar el humo – ¿quién diría que la inmortalidad me llegaría a fastidiar? – niega y pasa la mano por su cabello, hasta llegar a su nuca y masajear la zona, como si con ello se quitara un peso de encima – a veces, quisiera no haber aceptado…
Él, como muchos otros de su “raza”, al principio pensó que la inmortalidad era algo maravilloso; cazar, noche a noche, disfrutar de los excesos, salir impune de muchos delitos y, obtener facilidades para obtener lo que deseaba, en cualquier lugar en donde se presentaba.
-Pero, a la larga, es monótono… – suspiró y sus ojos azules se posaron en la ciudad que se reflejaba en el mar.
Con casi tres siglos, apreciando los cambios del mundo y sin encontrar alguien que le gustara lo suficiente para compartir su tiempo, le parecía una vida sosa y aburrida, aunque hubo momentos donde la situación sí era interesante, al tener que matar a personas para sobrevivir y no solo para alimentarse. Especialmente los últimos años, cuando los cazadores de vampiros empezaron a tomar auge, eliminando a aquellos que no mantenían un perfil bajo.
Los distintos clanes, no solo de la ciudad, sino del mundo, tuvieron que unirse, haciendo treguas para poder hacer frente a los que querían exterminarlos y, en varios lugares importantes, se establecieron las llamadas ‘cofradías’, dónde los vampiros pertenecientes podían dormir tranquilos en el día, siendo custodiados por sus siervos, e incluso, daban asilo a los vampiros que andaban de paso por la ciudad, mientras estos acatarán el “código”.
Él pertenecía a una y tenía demasiados conocidos, los cuales no le caían bien, ya que todos pensaban que su actitud, era demasiado ‘anticuada’, especialmente para los nuevos miembros y, por ello, no tenía mucha relación con los mismos, ni le importaba tenerla.
-Debo alimentarme… – dijo con seriedad al terminar su cigarro.
Desde hacía mucho tiempo, siempre esperaba hasta después de media noche, así, comía, caminaba unas horas y finalmente, volvía a dormir, hasta el atardecer.
Se puso de pie, lanzó la colilla de cigarro hacia el mar y, se dejó caer, convirtiéndose en una neblina oscura, para poder ir a su lugar de caza común, con más rapidez.
* * *
El rubio llegó hasta los centros nocturnos más concurridos de la ciudad; sonidos, olores, todo se mezclaba, así que, trató de concentrarse para encontrar a alguien adecuado. No le importaba en lo más mínimo que fuera hombre o mujer, pero sí que fuera joven.
Caminó por la acera, tratando de integrarse, cuando algo llamó su atención; a lo lejos, acercándose a una jovencita, alcanzó a ver a un hombre vestido demasiado formal, con un traje que parecía extremadamente caro, con el cabello largo y, aunque bien peinado, contrastaba con lo que quería denotar su apariencia. A simple vista, parecía un hombre rico tratando de “ligarse” a una chica joven para pasar una buena noche, pero, a él no le dio esa impresión, especialmente porque notó como la joven parecía caer bajo la influencia de ese sujeto de manera “anormal”.
“…¿Quién es?...” se preguntó con curiosidad.
El ojiazul conocía a todos los vampiros de la zona, había ‘cazado’ ahí los últimos setenta años y ese sujeto, de cabello negro y largo, era un completo extraño.
Si fuera alguien nuevo de la cofradía, lo hubiera sabido, incluso, los pocos jóvenes que se llegaban a integrar a un clan, eran reconocidos con facilidad, pero ese hombre no portaba ni marca, ni distinción alguna; aún así, podía jurar que era un vampiro y, por su actitud, no era uno convertido recientemente.
La curiosidad pudo más que su hambre y siguió a la pareja, quien se alejó por las calles, sin llamar la atención.
* * *
La pareja se perdió en un callejón oscuro; el sujeto de cabello negro recargó a la joven contra la pared y sonrió. Ella lo miraba con deseo, se notaba sonrojada y, parecía estar completamente excitada; su entrepierna seguramente estaba completamente mojada, pues el olor llegaba a la nariz de su compañero, pero, al contrario de lo que hubiese esperado, a él no le causaba ningún efecto.
-¿Quieres un beso? – preguntó de forma suave.
-Sí… – susurró ella.
-Entonces, te daré un beso…
Los labios del pelinegro recorrieron la mejilla y bajó por su piel, hasta el cuello, justo dónde la vena latía. Sus colmillos crecieron y estaba a punto de desgarrar la carne cuando, con un chasquido, la joven quedó inconsciente entre sus brazos.
Él levantó el rostro y su mirada se posó en la escalera de servicio, del edificio que estaba al lado.
-Sal – dijo sin un ápice de emoción.
El rubio se sorprendió. Usualmente usaba la ilusión y pocos vampiros podían darse cuenta de la misma; solo lo hacían aquellos que eran más ‘grandes’ que él, por lo tanto, eso indicaba que el extraño, ciertamente no era un novato.
-Realmente no quería importunar – dijo con frialdad, apareciendo de entre las sombras – solo tenía…
-Curiosidad… – terminó el otro – pero, de todas maneras, me has interrumpido y, detesto que lo hagan mientras me alimento – siseó.
-Pensé que la convertirías… – sonrió.
-¿Convertir? – preguntó con sarcasmo – no malgastaría mi sangre, ni mi tiempo, en convertir a alguien tan insignificante.
-Eres nuevo por aquí… – el rubio entrecerró los ojos – ¿a qué clan perteneces?
-A ninguno – respondió escuetamente el otro.
-Entonces, ¿estás de paso? Supongo que te estás quedando en alguna cofradía…
-Jamás me quedaría en esos nidos de ratas – soltó con desprecio – pero sí, solo estoy de paso… En cuanto encuentre lo que he venido a buscar, me iré de esta ciudad.
Al rubio no le agradaba esa actitud, pero, era obvio que el extranjero era algo hostil; había llegado a la conclusión de que lo era, debido al acento que tenía al hablar, así que, era mejor retirarse.
-Entendido – anunció – te dejo cenar – dijo con media sonrisa.
Al dar media vuelta, el otro ya estaba frente a él. No le sorprendió, pues sabía de la gran velocidad que todos ellos poseían, pero el brillo de los ojos grises lo puso en alerta.
-No puedes irte – negó el pelinegro – aún hay algo que quiero saber.
-¿Qué? – preguntó el ojiazul.
-Demasiadas cosas…
El rubio no pudo moverse, solo sintió la mordida en su cuello. Tenía siglos que no sentía algo así y, no recordaba que fuera tan delicioso; sus manos se movieron para tratar de alejarse del otro, pero en vez de eso, se aferraron a la parte frontal del saco y gimió. Expuso más su cuello y su cuerpo se onduló con deseo, especialmente al sentir la mano en su espalda baja.
-Así que… – el pelinegro pasó la lengua por la pequeña herida, para cerrarla y no dejar marca – William Mark Wood… – sonrió y lo miró a los ojos – gracias por toda la información, Will, me ha sido muy útil – susurró cerca de los labios del rubio.
El ojiazul parecía agitado, estaba completamente perdido en la mirada gris del otro y se sentía insignificante. Estaba completamente seguro que esa mordida no tardó ni cinco segundos y él estaba más que excitado, como jamás antes lo estuvo.
-¿Quién…?
-Christopher Hans Müller – su voz era un murmullo – recuérdalo… – sonrió cínico – pero si lo escuchas de nuevo, es mejor que huyas, no quisiera tener que lastimar a un hombre tan hermoso como tu – amenazó y se alejó dando unos pasos.
Las piernas de Will temblaron, no pudo sostenerse y terminó cayendo de rodillas observando al pelinegro alejarse y después, desvanecerse.
El rubio pasó la mano por su cabello y se quedó un momento ensimismado.
“Christopher Hans Müller…” el nombre se había grabado en su mente y el solo recordar el timbre de su voz, así como el roce de sus labios, le provocaba escalofrío, una sensación que no recordaba haber tenido antes, pero que le gustaba.
Negó.
Momentos después se repuso y observó a la chica, que el otro había llevado al lugar, aún estaba inconsciente.
-Desde el principio fue solo… ¿un señuelo…? – pensó con molestia.
Solo imaginar que el pelinegro había abordado a una chica, en ese lugar, solo para llamar la atención de un vampiro y ‘obtener información’ como dijo, le molestaba; pero, lo que más lo irritaba, era haber sido él quien cayera en la trampa.
“…gracias por toda la información, Will…” recordar esa frase le hizo enfurecer, el otro uso la mordida para saber sobre él, seguramente sobre su clan, la cofradía y mucho más, pues de esa manera, tenía acceso a sus memorias, pero nada podía hacer, había caído como mosca en una telaraña y era demasiado tarde para hacer algo, solo, mantenerse alerta.
Tuvo el impulso de irse, pero tenía que comer y, ciertamente, la joven que estaba cerca era un buen espécimen, así que, no lo dudó, alimentándose de ella, hasta saciar su apetito, aunque con ello, terminó matándola.
* * *
El ataúd se abrió y Will salió de ahí con lentitud. Había pasado un día bastante inquieto; a pesar de que normalmente sus sueños eran sobre su larga vida, durante el tiempo que estuvo descansando, solo pudo soñar con Christopher y, eso lo había alterado. Lo peor de todo, es que ya había pasado más de una semana desde su encuentro y no hubo ni uno de esos días, en los que no pensara en él.
-¡Ey! ¡Will! – la voz de Neil le hizo levantar el rostro, mostrando su fastidio.
-¿Qué quieres? – preguntó con frialdad.
-Te buscan en el salón principal – anunció – y más vale que vayas rápido.
El ojiazul suspiró y, después de cerrar su ataúd, fue a dónde le indicaron.
Al llegar, se dio cuenta que la situación era por demás extraña. Normalmente, el consejo, estaba formado por miembros prominentes, de los clanes que guiaban esa cofradía; jamás se les miraba juntos, pero ahí estaban, los cinco, en sus sillas.
Will llegó al centro y escuchó cómo se cerraba la puerta, era una reunión completamente privada, por lo que algo no estaba nada bien y lo peor, le concernía.
-William Mark Wood – la voz del líder del consejo le hizo prestar toda su atención – tenemos una pregunta que hacerte…
-Sí, mi señor, ¿qué se le ofrece? – el ojiazul se mantuvo serio, el pertenecía a una clase de vampiro menor, por tanto, esos vampiros que estaban frente a él, eran muy superiores en edad, poder y sobre todo, habilidades; si quisieran verlo hecho cenizas, ya lo estaría, así que, tenía que tomar las cosas con calma.
-¿Conoces a un vampiro que tiene por nombre, Christopher Hans Müller? – la voz de la vampiresa que estaba al lado del líder, retumbó en el salón.
El ojiazul apretó la mandíbula – creo que, más bien, solo lo vi por casualidad hace varios días, pero, no sé quien sea realmente.
-El señor Müller desea hablar contigo y, nosotros, hemos accedido a que acudas a una reunión con él – anunció un tercero.
La sorpresa se hizo presente en el rostro de William “¿Por qué?” pensó.
-Porque de esa manera, el señor Müller, dio su palabra de mantenerse alejado de nuestra cofradía – indicó la cuarta miembro.
Con esa respuesta, Will entendió que ni siquiera mentalmente estaba libre de ellos, así que mejor decir a viva voz lo que pensaba.
-¿Alejado? ¿Acaso hizo una amenaza?
-Como sabes, desde hace tiempo, en ciudades cercanas, muchos vampiros han sido eliminados y varias cofradías fueron reducidas a escombros y cenizas.
El rubio se sorprendió, había escuchado esas novedades, pero, como nada había sido ‘oficial’, pensó que se trataba de una broma.
-Creemos que el señor Müller está detrás de todo esto, pero, no podemos probarlo – explicó el líder.
-¿Por qué? Es decir… ¿qué los hace sospechar de él? – el ojiazul estaba confundido.
-Lo único que sabemos es que, el señor Müller, está en busca de alguien, no sabemos si es un vampiro o no, pero, tiene alguna relación con uno – la voz del líder se notaba demasiado seria – y al parecer, su pista lo trajo a San Francisco y, él, solo ha dejado claro que no se detendrá hasta encontrarlo…
-¿Ustedes no pueden hacer algo al respecto? – William no entendía esa actitud.
-Estamos haciendo algo – asintió la segunda vampiresa – pero es mejor mantenerlo ocupado.
-Por ahora, no objetes y ve al “St. Regis”, ahí te estarán esperando, recuerda, debes entretenerlo y complacerlo.
El rubio asintió y dio media vuelta. No sabía qué estaba ocurriendo, pero no podía negarse a una orden directa del consejo.
* * *
Minutos después, William estaba en el lujoso hotel, cuando llegó a la recepción y, al dar su nombre, lo guiaron a una suite, donde encontró un sobre; en el interior, había una carta con indicaciones para que se cambiara y bajara al restaurante.
-¿Restaurante? – sonrió de lado – ¿acaso vamos a cenar delante de todos? Creí que no te gustaba que te ‘interrumpieran’ – se burló.
Aún así, el rubio acató las indicaciones, se cambió, colocándose el traje que estaba en el vestidor y dejó toda su ropa ahí mismo. Finalmente salió y fue al restaurante. Cuando llegó, un hombre lo guió hasta una mesa privada, donde pudo ver a Christopher, sentado, bebiendo de una copa.
El pelinegro lo vio y se puso de pie, esperándolo.
-Bien, estoy aquí – dijo el ojiazul.
-Buenas noches, Will – saludó el otro, recorriéndolo con su mirada gris – al parecer, no tienes buenos modales…
-Lamento que mi actitud choque con tu idea de mi, pero no todos somos finos ‘caballeros ingleses’- se burló, pues debido al acento que el otro tenía, se notaba que su país natal podía ser Inglaterra.
-¿Crees que soy un caballero inglés? – sonrió – es gracioso, aunque es obvio que mi apellido no sea de Inglaterra, supongo que lo crees por mi acento.
El rubio lo miró con desconfianza – de todas maneras – dijo con frialdad – no soy lo que tu esperarías para un buen compañero…
-Eso es notorio, pero a la vez, es lo interesante – Christopher se colocó a un lado de su invitado y movió la silla para que tomara asiento.
-Que me trates como a una ‘damisela’, me desespera – aseguró el rubio.
El pelinegro se inclinó ligeramente, ya que era algunos centímetros más alto que el otro – ¿acaso el consejo no te dijo que debías entretenerme? – le susurró al oído.
Will apretó los parpados y forzó una sonrisa; eso le indicaba que su compañero estaba al tanto de lo que el consejo le había dicho, posiblemente por indicaciones de él mismo – si, supongo que sí.
-Vamos a cenar – indicó el otro con una amplia sonrisa en sus labios.
-Realmente, no ceno este tipo de cosas – anunció el ojiazul, al sentarse en su lugar.
-¿Acaso no tienen buen sabor para ti? – indagó el pelinegro mientras tomaba asiento a su lado.
-No.
-Entonces, supongo que eres uno ‘menor’ – su voz no parecía muy interesada – pero, sabes de ilusiones, así que debes tener, no menos de ‘doscientos’.
-¿A qué viene esa pregunta? – el rubio apretó la mano, no quería hablar de su posición como vampiro, y menos en un lugar tan abierto.
-Solo estoy poniendo las cosas en claro – Christopher le sonrió – pero, para tu comodidad, no cenaremos aquí, solo vamos a beber un poco.
William estaba inquieto, algo le daba ‘mala espina’ y no podía entender la razón. Un camarero se acercó y el pelinegro le pidió solo vino; el mozo sirvió un par de copas y dejó la botella de lado.
-Will, la noche que nos conocimos, te dije algo, ¿recuerdas?
-Sí, que te molestaba que te interrumpieran – se burló el rubio.
Christopher rió, bebió un poco de vino y negó.
-No – dijo con seriedad – te dije que, si escuchabas una vez más mi nombre, huyeras…
El ojiazul se quedó como piedra ante esas palabras; ciertamente, las había olvidado.
-Debiste hacerme caso, Will – prosiguió el pelinegro – de hecho, creí que eras más inteligente y no vendrías – levantó una ceja, jugando con su copa en mano – pero, supongo que no puedes ir contra las ordenes de tus líderes, ¿o sí?
-¿Qué quieres decir? – el ojiazul apretó la copa en su mano – ¿qué vas a hacerme ‘daño’? Si no vuelvo a mi cofradía, seguramente ellos sabrán que ocurrió algo conmigo y, aunque sea uno ‘menor’, tu tendrías problemas – sonrió – no te conviene meterte con los líderes de las familias, ¿o sí? – preguntó con sarcasmo, usando las mismas palabras que el otro, solo para burlarse.
Christopher sonrió, su mirada gris se posó directamente en los ojos azules de su compañero y, consiguió que Will se pusiera nervioso.
-Volverás a tu cofradía – aseguró el pelinegro – pero, ciertamente, tienes que complacerme Will…
La mano de Christopher se movió y se posó sobre la de William; la sorpresa del rubio no se hizo esperar.
“¿Por qué está tibio?” se preguntó mentalmente. Jamás, en todo el tiempo siendo vampiro, había conocido a alguno que tuviera tibieza en su piel, al contrario, todos, igual que él, eran fríos.
Los ojos grises brillaron, pero Christopher no dijo nada, así que, Will, no podía saber si pudo o no leer su mente, en ese momento.
* * *
Justo como Christopher dijo, solo bebieron un poco de vino y después, ambos se dirigieron a la habitación, dónde el rubio se cambió.
-Realmente, no quisiera tener que ‘complacerte’, sin haberme alimentado antes – aseguró el ojiazul.
-¡Oh!, pero si vamos a cenar, te lo aseguro.
Cuando entraron a la habitación, había un par de jóvenes esperándolos, en la estancia; una de ellas, tenía el cabello castaño y unos intensos ojos ámbar, mientras que la segunda, tenía el cabello corto, negro, con ojos verdes. Ambas se acercaron coquetas, pues solo andaban en lencería y Christopher sujetó a la de cabello castaño.
-Tu vienes conmigo – sonrió.
La joven cayó inmediatamente en su juego y no opuso resistencia, yendo a uno de los sillones y sentándose a su lado, disfrutando las caricias que el mayor le estaba dando. Will por su parte se sentó con la pelinegra sobre sus piernas. Ninguno de los dos esperó, se alimentaron con rapidez, saciando el hambre que tenían; al final, ambos cuerpos quedaron inertes.
-No estuvo mal… – el rubio se relamió los labios, limpiando la sangre que había quedado manchada.
-Lo sé – sentenció el pelinegro, él también había terminado con la suya – daré ordenes a alguien – dijo mientras se levantaba, dejando el cuerpo de la castaña en el sillón – mientras, pasa a la recámara.
Will levantó una ceja y después entornó los ojos, cansado. Era momento de ‘complacer’ al otro, así que, solo lo haría y ya, eran simples indicaciones que le habían dado, y no podía negarse. Mientras estaba en la habitación, escuchó voces de hombres, pero el idioma no lo pudo reconocer; seguramente eran extranjeros, de un país europeo.
El rubio no quiso indagar más y empezó a desvestirse; estaba desabotonando la camisa, cuando las manos de Christopher se posaron en su pecho, para ayudarle.
-Creí que serías más rápido… – susurró contra el oído del ojiazul.
-Lo soy cuando me interesa hacer algo – espetó con molestia.
-Significa que… ¿no te interesa hacerlo conmigo, realmente? – pasó la lengua por el cuello y humedeció la piel.
Un estremecimiento cimbró al rubio; la lengua del otro también estaba tibia. Había algo que no comprendía, si era un vampiro, por qué parecía más humano de lo que debería ser.
-¿Por…? ¿Por qué yo? – susurró el ojiazul.
-Por tus memorias – respondió Christopher con sinceridad – porque sé que no eres lo que quieres que todos piensen.
William sintió que su cuerpo temblaba; ¿qué tanto había visto el otro de él con tan solo unos segundos de probar su sangre?
-Will… – el susurro lo sacó de sus pensamientos – se que no quieres hacerlo conmigo, tal vez, porque no te atraigo – su voz tenía un matiz seductor – y lo entiendo… – aseguró – pero no quiero que me complazcas hoy, lo que realmente quiero es complacerte – dijo con seriedad, alejando la camisa del cuerpo de su compañero – si me dejas hacerlo, y si quedas satisfecho, entonces, podré pedir una “segunda cita”, para intentar conquistarte… Pero si no te gusta – lo hizo girar y lo miró a los ojos – no voy a buscarte de nuevo, solo que, en esta ocasión, sí tendrás que huir si escuchas mi nombre – sonrió.
-Esa… Esa es una amenaza… – la voz le tembló al rubio.
-No – Christopher negó – es una promesa…
No hubo más preámbulo. El pelinegro besó los labios de Will, sorprendiéndolo; por primera vez en siglos, podía degustar un sabor distinto, diferente a la sangre o al cigarro, y le fascinó. La lengua de ambos se enredó, mientras las manos de Christopher se movían sobre el cuerpo de su compañero, desabrochando el pantalón y permitiendo que cayera, gracias a la gravedad.
El ojiazul no supo en qué momento terminó contra el colchón y el pelinegro estaba sobre él, aún con ropa, besándolo, lamiendo su piel, provocándole sensaciones que no creía poder experimentar.
-Solo hay una condición – Christopher se alejó y estiró la mano hacia el buró – tu… – sonrió – no puedes morderme…
-¿Qué?
William no entendió esa indicación, pues su mente aun estaba nublada, pero un instante después, pudo darse cuenta de lo que sucedía; el pelinegro le colocó una mordaza de esfera en su boca y con ello, impediría que lo mordiera en medio del acto.
Los labios de Christopher se movieron lentamente sobre la piel del rubio, bajando por el cuello y llegando justo al lugar dónde había mordido la primera vez; un sobresalto cimbró a su compañero.
-Tranquilo… – dijo en un susurro – no voy a morderte – su lengua recorrió la piel – voy a respetar tu vida y pasado… tienes mi palabra…
Un gemido fue lo único que respondió el ojiazul; quedó completamente rendido ante la actitud del pelinegro y, por sobre todo, a sus palabras. Tal vez no lo conocía, quizá, jamás llegaría a hacerlo, pero, algo le decía que podía confiar en lo que le decía, porque lo cumpliría sin dudar.
Christopher no se detuvo, bajó más, besando, lamiendo, dejando una estela de saliva; succionó con insistencia los pezones del rubio, disfrutando de la delicada dureza de los mismos, al responder a su toque. Sus manos bajaron y llegaron al miembro erecto, estimulándolo sin dudar.
Will arqueo la espalda, especialmente, cuando la boca de su nuevo amante llegó a su sexo.
“Tibio…” pensó y un escalofrío le recorrió el cuerpo, como hacía siglos no le sucedía.
Christopher degustó el sexo de su compañero, lo trató con delicadeza, casi al punto de venerarlo; lamió y succionó, sin dejar un solo milímetro olvidado, humedeciéndolo a conciencia y estimulándolo hasta escuchar como Will gemía sin control. Sonrió en medio de la felación y el dedo medio de su mano izquierda, se aventuró a entrar en el otro.
Cuando las manos del rubio se enterraron en la cama, un sonido extraño se escuchó; había rasgado, no solo las telas de las sabanas y mantas, sino el colchón mismo. Quiso decir que no, pues él jamás había sido el pasivo, en las pocas relaciones homosexuales que había tenido con otros de su raza, pero, algo lo detuvo; placer, un infinito placer que lo invadió, cuando el dedo del otro rozó algo dentro, algo que le nubló la razón y consiguió que su cuerpo respondiera sin siquiera proponérselo.
Christopher tragó el semen del otro y sonrió complacido, a pesar de que era amargo; ya sabía que Will era como muchos otros vampiros, y no copulaba regularmente. Eso era algo bueno para él
Mientras el ojiazul reposaba un momento, su compañero se desnudó y regresó a su lado. El rubio se sobresaltó y abrió sus ojos para mirar a su compañero con asombro. Las manos en sus piernas le quemaban; Christopher estaba caliente y eso era imposible, al menos para él.
-Tranquilo – sonrió el pelinegro, mientras acomodaba su erección en la entrada del otro – lo disfrutaras, te lo aseguro…
Will hizo el rostro hacia atrás y el gemido se ahogó en la mordaza que traía, mientras el otro lo penetraba, lenta y tortuosamente.
“Caliente…”
Sus músculos se contrajeron y gimió de nuevo.
-¿No quieres? – indagó el pelinegro, inclinándose y colocando las manos a los costados del otro, buscando su mirada.
Will lo miró con reproche, estiró las manos y las llevó al cuello de Christopher, sorteando el cabello largo y obligándolo a que se acercara; sus cuerpos quedaron unidos y onduló la cadera.
“¡Sigue!” ordenó mentalmente, deseando que el otro lo escuchara.
Christopher sonrió; claramente entendió ese pensamiento. Pasó las manos por la espalda baja del rubio y lo levantó con él, sentándolo en su regazo y penetrándolo completamente.
-Eres perfecto… – susurró el pelinegro y lo abrazó.
William se sostuvo con las rodillas y empezó a mover la cadera. Decir que le dolía era una mentira, al contrario, le estaba gustando; el miembro de Christopher era grande, era grueso, pero, lo que más le estaba fascinando, a pesar de que sí podía llegar a sentir la incomodidad, era la calidez. Sus manos se movieron con desespero, recorriendo los hombros anchos y la amplia espalda de Christopher, delineando sus músculos, disfrutando la tibieza de su piel; jamás imaginó que un vampiro podía estar tan caliente, pero, le gustaba, eso le estaba sacando de quicio más que cualquier otra cosa. De haber podido, lo hubiese mordido sin dudar, para probar su sangre, pero lo único que pudo hacer, fue arañarlo, marcándolo como si fuese de su propiedad, aunque sabía que realmente, en ese momento, era al revés.
Christopher sonrió al sentir las rudas caricias en su espalda, que el ojiazul le proporcionaba; era demasiado salvaje, pero así le gustaba. Él no era de los seres que buscaba a alguien débil o delicado, a él le gustaban serios, fuertes y que, a pesar de subyugarse a su poder, pudieran tener dominación sobre alguien más, por eso se había interesado en Will. El pelinegro no lo dudó, se recostó en la cama y permitió que el rubio marcara el ritmo, moviéndose con deseo sobre su cuerpo, cabalgándolo sin pudor, parecía ansioso y él sabía muy bien la razón. Sus manos recorrieron el pecho y torso de Will, acariciándolo, estimulándolo, y, al llegar a su sexo, lo masturbó a la par de sus movimientos.
Will no tardó mucho en terminar una segunda vez y su cuerpo se contrajo, apresando al otro en su interior. El pelinegro sonrió, lo acercó a él, recostándolo en su pecho y finalmente, giró, llevándolo consigo, para quedar sobre su cuerpo; su cabello negro cayó a los costados, como un manto oscuro y el rubio se sintió confortado, por la sensación de plena tranquilidad que lo embargó, gracias a esa oscuridad.
-¿Quieres sentirlo? – susurró contra la mejilla del rubio – ¿lo deseas? – insistió, sin dejar de mover la cadera – desde que entré en ti, quieres saber qué pasará si termino… cómo lo sentirás… te intriga saber, qué tanto lo disfrutarás… ¿no es así?
La mano del ojiazul se movió, agarró entre sus dedos unos mechones de cabello negro que estaban cerca, y ejerció presión, sin jalar, sin lastimar, solo sintiendo las hebras sedosas en su piel; las palabras y la voz de Christopher provocaron que un deseo inigualable se apoderara de él. Asintió y relajó su cuerpo, esperando necesitado, sentir al otro llegar al orgasmo.
El pelinegro sonrió complacido y con una mano le quitó la mordaza a William – dilo… – pidió en un murmullo – di, ‘Chris, compláceme’…
El rubio apretó la mandíbula; su labio inferior tembló, pero no podía negarse.
-Chris… – su mirada azul se posó directamente en los ojos grises de su compañero – compláceme… – susurró y sintió que se desmoronaría por el sentimiento que lo invadió.
El otro sonrió, le había gustado ver ese semblante en William, escuchar su voz y, especialmente, sentir su interior estremecerse, anhelando lo que pasaría después.
-Lo haré…
Christopher besó a su amante, mientras lo embestía con fuerza; ambos se perdieron en el momento, y el deseo empezó a consumirlos. William enterró las uñas en la piel del pelinegro, a la par que la lengua de ambos danzaban, reconociéndose una vez más; una fría, la otra tibia, pero con el mismo ímpetu y necesidad de experimentar más. William se entregó como jamás lo había hecho antes, y Christopher le correspondió, prodigándole caricias, haciendo que disfrutara hasta el último minuto.
El rubio se alejó de los labios de Chris, haciendo el rostro hacia atrás, justo en el momento en que sintió cuando el otro llegaba al orgasmo; sus ojos se abrieron con sorpresa al sentirlo. “Caliente” pensó y gimió audiblemente, ejerciendo presión en el agarre sobre los hombros de su amante, arqueando la espalda y disfrutando esa extraña tibieza inundando su interior.
El pelinegro tardó un poco en liberar su semen, dentro de su amante, pero, al terminar, se recostó sobre el cuerpo del ojiazul, y besó la mejilla fría con lentitud, apenas un roce.
-Eres tan hermoso Will… tan suave… – la mano de Christopher se movió por el cuello de su compañero – desde que te vi esa noche, no he podido dejar de pensar en ti… Incluso antes de siquiera probar tu sangre…
William ladeó el rostro, se sentía un tanto molesto por esa declaración, eso solo le decía que le había marcado como su presa, antes de siquiera conocerlo.
-¿Sucede algo? – Christopher buscó los labios del rubio pero solo recibió rechazo.
-Realmente, necesito un cigarro – dijo el ojiazul con desdén.
Chris sonrió con tristeza y asintió – está bien…
El pelinegro se alejó con sumo cuidado, parecía temer que el otro saliera lastimado por su acción, pero, a diferencia de él, quien tenía marcas en su cuerpo que, lentamente estaban cerrando, William estaba completamente intacto. Abrió la gaveta de un buró y sacó una cajetilla de cigarros, mientras el otro se incorporaba, sentándose en el colchón, sin importarle que se encontrara completamente desnudo y, debido a que flexionó una rodilla y la otra pierna quedó extendida en el colchón, de entre sus nalgas, escurrió el semen del otro, humedeciendo las telas bajo su cuerpo.
-Toma… – Christopher le pasó la cajetilla y Will agarró uno.
-¿Tienes fuego? – preguntó con indiferencia.
-Por supuesto… – una sonrisa y, una pequeña chispa en la punta del cigarrillo lo encendió, mientras él sacaba un cigarro para sí mismo.
William lo miró de soslayo pero no dijo nada, dio una calada al cigarrillo, disfrutándolo y luego exhaló el humo; alejó la mano, con el tabaco entre sus dedos y pasó la mano libre por su cabello rubio, haciéndolo hacia atrás.
-Pareces molesto… – el pelinegro se recostó, recargando la cabeza en una mano, mientras en la otra sostenía también, un cigarrillo encendido – ¿acaso no te gustó?
-Mentiría si dijera que no me gustó – aseguró el rubio con frialdad – pero, no entiendo algunas cosas…
-¿Cómo qué?
Will llevó el cigarro a sus labios y, después de exhalar el humo prosiguió – si eres un vampiro, ¿por qué tu cuerpo es más caliente que el de cualquiera?
Christopher sonrió – si te lo dijera, tendría que matarte – amenazó en broma – o, en su defecto, atarte a mí para siempre…
-Realmente, no me interesan ninguna de las dos opciones… – respondió el rubio, manteniéndose algo indiferente.
-Pero tienes curiosidad…
-Pero, a pesar de todo, aun no quiero morir – refutó.
-Y, ¿quedarte conmigo para siempre?
-Esa opción es menos probable – el ojiazul sonrió con sarcasmo.
-Entonces, mejor que no indagues más, si no quieres que tome medidas… – comentó el pelinegro disfrutando de su cigarro.
-Debo volver a la cofradía…
-Es temprano – Christopher observó un reloj que estaba en la habitación – apenas son las diez, quédate esta noche conmigo…
-¿Aún quieres seguir? – se burló el rubio.
-Contigo… – la mano de Chris se movió y le acarició el mentón, llamando su atención, para que lo observara directamente a los ojos – lo haría hasta que dejara de existir…
William no entendía a su compañero; decía cosas que, en realidad no le desagradaban, pero, no sabía cómo reaccionar a las mismas.
-Pues… Como dije, si me gustó pero, dos veces en la ‘primera cita’, no es muy caballeroso – sonrió con sorna.
Christopher sonrió, dejó el cigarro en un cenicero y se incorporó, jalando a su amante de la nuca y acercándolo, para poder besarlo – ya te dije que, no soy un caballero inglés… – aseguró al alejarse del otro.
-Ah, lo había olvidado… – el ojiazul se relamió los labios y se movió hasta dejar su cigarro al lado del que su compañero puso en el cenicero, después se acomodó a horcajadas del pelinegro – entonces, hagámoslo… Mientras pueda volver a mi casa antes del amanecer, no le veo problema…
* * *
Casi media hora antes de que despuntara el alba, William llegó a la cofradía; su ropa iba desarreglada y, realmente se sentía completamente satisfecho en todo sentido. Sabía que tardaría demasiado en sacar, no solo de su mente, a Christopher; aunque no quisiera admitirlo, posiblemente había quedado prendado de él, pero no podía negar que era un amante realmente atento y, aunque al otro le molestara que lo dijera, un verdadero caballero.
-Will…
La voz de Neil lo sorprendió antes de que fuera a su ataúd; se había aseado en la habitación del hotel, junto con Christopher, así que solo deseaba descansar.
-¿Qué? – preguntó sin mucho interés.
-Te hablan del salón principal…
El rubio levantó una ceja – ¿acaso te dejaron esperando por mi?
-Sí – respondió el otro.
William masajeó el puente de su nariz y asintió – bien…
Caminó con rapidez y llegó a la misma sala que el día anterior había visitado; cuando la puerta se cerró, los líderes lo observaban con frialdad.
-¿Me necesitaban? – preguntó haciendo una reverencia ligera con su rostro.
-¿Qué puedes decirnos de lo que ocurrió esta noche, William? – preguntó el vampiro líder.
-Como me ordenaron, complací al señor Müller – respondió con seriedad.
-William – la voz de la segunda vampiresa se escuchó con algo de molestia – ¿dónde se quedó el señor Müller, cuando te despediste?
El rubio levantó una ceja ante la pregunta – pues… dijo que se quedaría en el hotel…
-El hotel es un lugar muy abierto – refutó el tercero.
-Sí, pero, tiene gente que lo protege y, además, la habitación dónde está, al parecer puede ‘cerrarse’ para estar oscura durante el día – explicó – me lo comentó, más no me explicó cómo.
El silencio reinó por unos momentos.
-¿Lo verás mañana? – indagó la segunda vampiresa, cuarta miembro del grupo.
-Si él lo desea, supongo que sí… pero, no me dijo nada, así que, supongo que pedirá permiso de nuevo…
-Bien – el quinto interrumpió – en caso de ser así, necesitamos saber más de él, qué hace normalmente, quién lo cuida durante el día y, especialmente, quienes son sus contactos en la ciudad…
William se tensó, cerrando los parpados lentamente.
-¿Entendido, William? – presionó el líder.
-Sí, señor…
-Retírate – ordenó el vampiro mayor y con ello, el rubio salió del recinto.
William se sentía inquieto; sabía que no podía ir en contra de las órdenes, pero le desagradaba tener que conocer más de Christopher, solo para darles información a sus líderes.
* * *
Los días pasaron con rapidez. Noche a noche, Christopher citaba a William en el mismo hotel y lo poseía con un deseo que parecía inagotable; el rubio disfrutaba esas sesiones juntos, pero aunque no quería, tenía que obtener información. Trataba de cerrar su mente, para que el pelinegro no se enterara de sus verdaderas intenciones al hacerle preguntas sobre él, sus actividades y demás, pero, las realizaba de manera esporádica, para no delatarse.
Dos semanas después de su primer encuentro William llegó al hotel y, como siempre, se cambió, para alcanzar a su compañero en el bar; en esa ocasión, el camarero lo guio a una terraza. Christopher estaba fumando un cigarrillo y parecía demasiado ensimismado en sus pensamientos; aún así, el rubio sabía que no podía haber ignorado su llegada.
-Primera noche que no me recibes de pie – se quejó el ojiazul al estar a su lado.
-Ya te dije que no soy un caballero inglés – dijo el pelinegro con una sonrisa burlona, pero dejó el cigarro, se puso de pie y movió la silla para que el recién llegado se acomodara a su lado – ¿quieres un cigarrillo? – preguntó después de sentarse y le acercó la cajetilla.
-Sí, ¿por qué no?
William agarró un cigarro y espero a que el otro lo encendiera, pero Chris se acercó y unió la punta del cigarro con el otro; el rubio aspiró y el cigarrillo encendió con rapidez. Después de eso, el silencio reinó.
-¿Pasa algo? – el ojiazul notaba extraño a su anfitrión, normalmente era más comunicativo, atento y, por demás, meloso.
-Sí – asintió – esta es la última noche que nos vemos – sentenció.
El asombro se reflejó en el rostro del rubio por un momento, después ladeo el rostro; no entendía por qué se había sentido mal con esas palabras, de todas maneras, él sabía muy bien que solo era el ‘juguete temporal’ de Christopher, para eso lo enviaron sus líderes y, aunque esas ultimas semanas el otro lo trató con demasiada familiaridad, era obvio que todo se terminaría, en cuanto arreglara sus asuntos.
-Fue bueno mientras duró… – Will fingió una sonrisa y prefirió dar una calada profunda a su cigarro, aunque su instinto le decía que fuera a desquitar su coraje con alguien.
Christopher lo observó de soslayo y, estiró la mano para sujetarlo del mentón – quisiera pasar esta última noche en otro lugar, después de cenar…
-Tú eres el que manda – sonrió el ojiazul.
Christopher observó hacia la puerta, que era custodiada por una persona, para no permitir a nadie más salir a la terraza; minutos después, un par de jóvenes llegaron con ellos. No pospusieron mucho el acto, cada uno se alimentó con rapidez; realmente, ninguno de los dos quería pasar más tiempo sin compartir el lecho, especialmente Will, sabiendo que sería la última vez.
-No estuvo mal… – el rubio se relamió los labios, ya que la jovencita que el otro había elegido para él, era bastante joven y atractiva.
-Lo sé – sentenció el pelinegro, él también había terminado con la suya – daré ordenes a alguien y, podremos irnos.
-Y, a dónde iremos…
-Es una sorpresa.
-Pero, mi ropa se quedó en la habitación…
-No la necesitaras – aseguró el pelinegro.
* * *
Christopher y Willliam llegaron a una enorme casa, hacia el norte de la ciudad; la arquitectura era muy colonial por el exterior, pero, el interior, William no se había imaginado que se mirara tan ‘moderna’.
-¿Quién vive aquí? – preguntó el rubio, cuando su compañero le permitió pasar.
-Podrías vivir tu – le guiñó el ojo.
-¿Aquí? – sonrió – con esos enormes ventanales, no lo creo…
-No solo tiene enormes ventanales aquí, sino en el segundo piso y el ático, también tiene una enorme terraza para ver el mar – explicó Christopher – ¿quieres ver?
-¿Quieres matarme? – el rubio se cruzó de brazos.
-Will, si quisiera matarte, hay maneras más rápidas para hacerlo – sonrió con burla – esta casa… – caminó hacia la escalera – en la planta alta, la habitación, tiene un sistema de sellado automático, para que, en cuanto amanezca, se cierre completamente y, no abra hasta que el sol se oculte.
-Suena muy bien planeada – mencionó el otro siguiéndolo.
-Por supuesto – asintió el otro – podría decirte que es una excelente propiedad – lo miró por encima del hombro – ven, vamos a que veas la terraza y después, a la habitación…
William negó, no entendía que traía entre manos Christopher, pero, no podía negarle nada; aunque sabía que desde hacía muchos días ya no era porque se lo hubiesen ordenado, sino porque él, no quería negarse a lo que el otro quería.
Al llegar a la terraza, el pelinegro abrazó a su compañero, admirando el paisaje; desde ahí alcanzaban a ver una bahía.
-¿Te gusta?
-Sí, es muy agradable – asintió el rubio – pero, ¿por qué estamos aquí?
-Porque quiero que te quedes en este lugar y no en tu cofradía…
William se sorprendió, pero después empezó a reír – Chris, mi cofradía es mi familia, ahí me cuidan en el día y, no podría simplemente irme a un lugar donde no sé si estaré seguro.
-Lo estarás…
-No quiero hablar de esto, no voy a dejar mi hogar, por muy ‘nido de ratas’ que puedas pensar que es – señaló el rubio.
-De acuerdo, no me des una respuesta ahora – aceptó el pelinegro – ven, vamos a pasar la noche juntos y, antes de que te vayas, si me rechazas de nuevo, no te presionaré más…
William asintió; necesitaba sentir a Christopher y, si sería la última noche, no quería perder más tiempo.
* * *
Will abrió los ojos de golpe. Se incorporó en la cama, quedando sentado sobre el colchón y pasó la mano por su frente, haciendo el cabello para atrás. La recamara estaba en completa oscuridad, pero él podía ver perfectamente.
-Chris… – susurró.
Movió la mano, buscando a su compañero de lecho, pero, no lo encontró. Se puso de pie de un salto, no le importó que estuviera completamente desnudo, fue al ventanal y abrió las cortinas, pero, había una placa de acero que estaba cubriendo el cristal, sin permitir que viera al exterior.
“…tiene un sistema de sellado automático, para que, en cuanto amanezca, se cierre completamente y, no abra hasta que el sol se oculte…”
-¿Acaso es de día?
Se movió por la habitación, buscando la ropa que había usado la noche anterior y observó el reloj, eran casi las siete, y eso podía decirle que era de día, sin importar si era de mañana o tarde, el sol ya estaría dando luz a la ciudad.
-¿Por qué?
Se sentó en el colchón y pasó las manos por su rostro, ni siquiera recordaba en qué momento se había quedado dormido.
Algunos recuerdos fugaces llegaron a su mente. Gemidos, besos, caricias húmedas; Chris terminando en su interior, no una, ni dos veces, ya que esa noche parecía insaciable y, finalmente, cuando terminaron, se lo dijo.
“Quédate, solo este día…”
-Pero… dije que no… – aseguró en un murmullo – ¡maldita sea, Christopher!
Cuando buscó la cajetilla de cigarros en la gaveta del buró, encontró aparte, un sobre. Al abrirlo, le sorprendió la fina caligrafía de la nota.
“Lamento haberlo hecho de esta manera, pero sabía, desde un principio, que ellos te habían enviado a investigarme y, siendo tu, un vampiro de casi trescientos, tu mente era un libro abierto para cualquiera de los ancianos de tu cofradía, incluso para mí es sencillo saber lo que piensas, lo que sientes…
Lo siento Will, pero ellos protegen a alguien que yo estoy buscando y, antes de que huya, debo ir por él…
Por cierto, tenías razón, no era solo por regalarte la casa que estábamos aquí, sino que, ellos iban a ir a buscarnos antes del amanecer, en el hotel, para eliminarnos a ambos y, deseaba protegerte.
Perdóneme, pero, en este momento, es el lugar más seguro dónde puedes estar… Por favor, pase lo que pase, no vuelvas a la cofradía, no quiero que me odies…
Cuídate y, aunque tal vez no signifique nada para ti, realmente, los pocos sentimientos buenos que tenía dentro de mí, se quedan a tu lado… por eso, quiero decirte que, te amo... adiós…
Atte: Christopher Hans Müller
P.D. No soy un caballero inglés, sino un simple alemán que ha viajado por toda Europa y aprendió, no solo en Inglaterra, como tratar a una persona que es realmente importante.”
William parpadeo; empezó a procesar las letras y negó. No podía creer que los líderes a los que seguía, pensaban en eliminarlo junto a Chris, tenía que ser una broma.
* * *
El rubio rondaba la habitación, se sentía molesto, desesperado, irritado, pero, pasadas las ocho, escuchó un ruido. Tanto las ventanas como la puerta, empezaban a abrirse.
-¿Dormí todo el día? – Will negó, era imposible que no se hubiera dado cuenta a qué hora se quedó dormido la noche anterior, para pasar el día completo en el lecho.
Sin pensarlo, salió de la casa y fue directamente a su hogar. Al llegar no había nada en la entrada, ya que todo estaba bajo tierra y solo un edificio servía para ingresar, pero este estaba hecho añicos; solo veía unos cuantos policías rondando el área.
-¿Qué…? ¿Qué pasó? – indagó el ojiazul aún en medio de su sorpresa.
-Hubo un incendio hace un par de horas – indicó uno de ellos – el edificio se desplomó, los que estaban dentro murieron.
William negó.
-¿Conocía a alguien? – indagó el sujeto.
-Yo…
-¿Señor Wood? – un sujeto castaño con ojos miel se acercó a él – es usted el señor Wood, ¿cierto?
-¿Me conoce?
-Sí – asintió – yo me encargo de él – dijo para el otro policía, quien los dejó solos – sé que no me recuerda, como a muchos otros de los míos – sonrió – es algo que el señor Müller hace, para mantener nuestras identidades a salvo y…
El rubio lo sujetó del saco con fuerza y lo acercó hasta él – ¿dónde está? – siseó con ira.
-Cálmese – pidió el hombre – él sigue ahí – señaló con el rostro – posiblemente, eliminando a los líderes de su cofradía, me dijo que si usted llegaba, le pidiera que se retirara, no tiene nada que hacer aquí.
-Eso es asunto mío – espetó el ojiazul y lo soltó, caminando hacia el edificio.
-Si entra, posiblemente no salga…
-Eso no me interesa, creo que, ya acepté que voy a morir – aseguró y se desvaneció, para buscar la entrada oculta.
-Eso es lo que el señor Müller no quiere – susurró el castaño y negó – “va a entrar, no le hagan daño o el jefe nos eliminará sin dudar” – anunció en un idioma muerto, un susurro que solo sus compañeros podían escuchar y entender.
William entró a la cofradía, el pasillo hacia la primera cámara estaba limpio, pero al llegar, la ropa de personas, cubierta con ceniza, le dijo que, eran sus compañeros; aunado a eso, los guardias humanos de ese lugar, estaban muertos, algunos desmembrados y otros, clavados a las paredes con varillas de un metal brillante. La sangre le estaba nublando la razón, pero no se detuvo, él quería respuestas.
Su primer parada, fue en la zona dónde el dormía. Todos los ataúdes estaban quemados y, había restos de ropa quemada, así como montones de ceniza desperdigados en toda el área; los puños de Will se cerraron en un notorio gesto de ira contenida, pero se sobresaltó al escuchar un ruido. Un par de sujetos entró a la habitación; ambos estaban vestidos con trajes oscuros, sus manos estaban cubiertas de sangre, seguramente de los demás guardias humanos de ese lugar; llevaban unas espadas en un costado y, al otro, unas armas de fuego.
Ambos hombres lo miraron de arriba abajo y lo ignoraron, caminando hacia la siguiente puerta.
-¿A mí no me van a matar? – preguntó burlón e rubio.
Ambos se detuvieron, giraron e inclinaron el rostro.
-No debemos tocarlo, señor Wood – indicó uno.
-Además, realmente no tenemos nada contra los vampiros – aseguró el segundo – solo cumplimos ordenes.
-Con permiso… – indicó el primero y ambos se incorporaron para irse.
-¿Dónde está Christopher? – preguntó el ojiazul con frialdad.
-Debe estar en la cámara del consejo, señor – anunció uno de ellos.
-¿Necesita algo más?
William apretó la mandíbula, le desesperaba esa manera en que lo estaban tratando.
-No, gracias – dijo con sarcasmo y dio media vuelta, para ir a dónde le habían dicho.
* * *
Will llegó a la cámara del consejo y el lugar estaba vacío; de no ser porque en cuatro de los cinco lugares que siempre ocupaban los lideres, había rastros de polvo y algo de ropa incinerada, hubiera pensado que Christopher no había encontrado a nadie, pero, seguramente, fue todo lo contrario.
Recorrió todo el recinto hasta la mesa principal y encontró las joyas que los ancianos vampiros usaban; realmente Christopher los había eliminado, pero no al líder.
En eso, escuchó voces, venían de la pared que estaba detrás de la silla principal, apresuró el paso y llegó hasta esa zona, dónde, se dio cuenta de la pared falsa. Con rapidez, encontró la manera de abrir el pasadizo y lo siguió con lentitud, tratando de no denotar su presencia, poniendo atención a la plática.
-Despiértalo… – la voz de Christopher se escuchaba más que molesta.
-¿Para qué? – una risa nerviosa – no podrás contra él, como no pudo tu hermano, ¿cierto? – se burló.
-¿Crees que mi hermano no pudo con él? – una risa estridente hizo temblar a William, nunca había escuchado a Christopher de esa manera – Mi hermano no murió a manos de él, pero ciertamente, estuvo a punto de hacerlo – gruño – no sé qué tantas mentiras les haya dicho, pero él no es el más poderoso, lo éramos mi hermano y yo, por ser sus hijos…
William se sobresaltó; realmente no conocía a Christopher, pero aunque se imaginaba que era poderoso, hasta ese momento, no se había puesto a imaginar cuanto.
-…el miedo lo traicionó – prosiguió el otro, parecía no haberse dado cuenta de la presencia del rubio – por eso quiso eliminarnos y mi hermano se sacrificó por mi – dijo con frialdad – por eso, Adolf, mi padre, escapó, porque sabía que no podía enfrentarme y, prefirió reclutar a cientos… miles de vampiros para que lo protegieran, sin darse cuenta que eso no me iba a detener, al contrario, fue un gran reto – rió – además, ya no soy un simple vampiro… Por eso, es imposible que escape en esta ocasión, así que, despiértalo por las buenas, o tendré que hacerlo por las malas…
-No puedes obligarme – retó el otro – tu padre me convirtió a mí en vampiro, hace más de mil años, soy el más anciano después de él, no puedes controlar mi mente…
-Dime, John – el nombre salió con desprecio – ¿te sientes bien pensando que eres mejor que cualquier otro por tener esa edad convertido? – susurró, pero Will lo alcanzó a escuchar – yo soy un vampiro nacido, crecí como vampiro y mi edad es más del doble de lo que tú tienes, así que, si crees que puedes competir contra mí, tienes que saber que llevarías las de perder…
El grito desgarrador de su líder, consiguió que William temblara.
-No debo despertarlo – se excusó con voz dolorida – me mataría…
-Te matará él o te mataré yo, tú decides qué tan rápido quieres morir…
El silencio reinó por unos momentos y la curiosidad de Will, lo llevó a asomarse. El lugar era una enorme cámara subterránea, aluzada apenas por unas antorchas y lámparas de aceite. En el centro, había un monolito de piedra enorme, sobre un gran pedestal; Christopher estaba en las escaleras, esperando, mientras John se acercaba con debilidad, a una pierda que estaba al lado de la más grande e introducía la mano izquierda dentro, pues le faltaba el otro brazo, seguramente, Chris se lo había arrancado sin dudar.
Un nuevo grito retumbó en la zona y el monolito pareció empezar a moverse. La piedra se abrió y dejó al descubierto un ataúd negro; John se alejó con lentitud, estaba débil, pues gran parte de su sangre había servido para abrir ese nicho.
-Gracias John, fue muy amable de tu parte – dijo el pelinegro con sarcasmo.
El ataúd se abrió y el cuerpo de un vampiro se observó, cuando abrió los ojos se movió lentamente; había pasado varios siglos dormido, así que, necesitaba alimentarse.
-No soy tan despreciable como tú, padre… – Christopher sonrió – así que, dejaré que te alimentes, antes de arreglar nuestro asunto.
Con un chasquido, John fue movido hasta quedar cerca del vampiro y, varios cuerpos de sus guardias humanos también. El anciano vampiro se alimentó con rapidez, recuperando su fuerza y energía. No tardó mucho en dejar completamente secos a los cinco cuerpos, incorporándose para ver a Christopher con desdén.
-No creí que te volvería a ver… hijo.
La voz grave del hombre, hizo temblar a Will, aunque no entendió la frase, pues no era inglés el idioma que había usado.
-¿Realmente pensaste que tus sirvientes podían hacer algo contra mí? – Christopher sonrió – es obvio que no me conoces…
-¿Cuánto tiempo hemos estado separados?
-Más de dos milenios, pero, a diferencia de ti, que lo has pasado dormido, yo he hecho más que solo alimentarme…
-Christoph – dijo el nombre real de su hijo – tu hermano Wilhelm no tuvo oportunidad contra mí, ¿qué te hace pensar que tú la tendrás?
-Mi hermano no murió por tus manos – soltó el pelinegro – murió por las mías – dijo con desprecio – sabía que no iba a poder recuperarse y me permitió alimentarme de él para hacerme más fuerte, así que, su alma y la mía están unidas…
Una risa estridente retumbó en las paredes de la caverna – ¿y crees que solo por eso puedes ganarme?
-No – Christopher negó – voy a eliminarte de otra manera y, me alimentaré de ti, solo por placer, porque realmente no te necesito…
-Eso quiero verlo… – retó su padre.
William se preocupó, especialmente al ver como el hombre mayor se elevaba y su cuerpo cambiaba, mostrando una figura imponente, de su espalda un par de alas membranosas emergieron y su cuerpo mostró otra imagen, un poco repulsiva para él.
“¡Chris!” su mente lo traicionó, temiendo que al otro le pasara algo; ese vampiro era obvio que era un anciano y su poder era incalculable.
Christopher sonrió, miró de soslayo a la entrada y negó débilmente.
“Te dije que no vinieras…” regañó mentalmente “…no quería que vieras esto…”
Apenas terminó de dirigirle ese pensamiento al rubio, Chris extendió sus brazos y las palmas de sus manos estaban dirigidas al piso, un círculo se dibujó con rapidez, llenándose de figuras y símbolos; antes de que el otro llegara a él, quedó atrapado en una neblina oscura que no lo dejó llegar a su objetivo.
-¡¿Qué es esto?!
-Ah, sí… – sonrió el pelinegro a la criatura que estaba suspendida – olvidé decirte que, ya no soy un simple vampiro – sonrió – ahora soy algo más y, quisiera presentarte a mi nuevo padre…
“Will, por favor, cierra los ojos o tendré que matarte…” ordenó mentalmente para el ojiazul, a sabiendas que estaba presenciando todo lo que ocurría.
El rubio regresó un par de pasos y apretó los parpados, mientras se sentaba contra la pared, haciéndose un ovillo. Con ello, no pudo ver lo que sucedió.
Del enorme círculo emergió, un inmenso ser de piel en color obsidiana, sus ojos verdes brillaban con intensidad, mientras sonreía, mostrando sus largos y amarillentos colmillos; gran parte de su cuerpo estaba cubierto por lo que parecía una armadura de un metal extraño, y lo demás, de la ropa más lujosa que existía, aunque gran parte de su pecho estaba descubierto. Su cabello corto y grueso, de color azulado, se acomodaba a la perfección, siendo coronado por seis cuernos del mismo color que su piel; sus orejas largas y puntiagudas, eran adornadas por varios aretes de metal y portaba en su cintura, una enorme espada, que el filo parecía serpentear, mientras brillaba intensamente.
-Así que, este es tu padre… – dijo con desprecio, aprensado al vampiro mayor en una sola mano – tan insignificante y mediocre – rió mientras el otro intentaba liberarse de su agarre – bien, estás a punto de sellar eternamente tu contrato conmigo, Christoph, ¿seguro que no te arrepentirás?
-Jamás, mi señor Grazazth – el pelinegro inclinó el rostro.
-¿Ni siquiera por ese vampiro del cual te has quedado prendado?
La pregunta consiguió que Chris se tensara, pero negó – él no está dentro del trato, yo aseguré servirle en el infierno si me concedía la venganza – aseguró – me hizo vagar todo este tiempo para que aprendiera y conociera, ahora es momento de sellar el pacto.
-De acuerdo… siendo así… – sin vacilar, el demonio le arrancó las alas al vampiro más anciano y lo lanzó a los pies de su siervo – aliméntate – ordenó.
Adolf volvió a su forma humana, sintiendo dolor, ya que sus heridas en la espalda no cerraban.
-Como dije… – Chris hizo un movimiento y lo obligó a incorporarse, sin necesidad de sujetarlo – me alimentaré de ti solo por placer, porque realmente no te necesito…
Sin vacilar, mordió a su padre con fuerza, bebiendo toda la sangre de su cuerpo. El hombre se retorció de dolor, mientras los ojos grises de Christopher se tornaban carmesí, su cabello se onduló y su cuerpo brilló; al terminar de beber la sangre, siguió ahí, absorbiendo el alma. Al final, el cuerpo inerte del hombre cayó, volviéndose ceniza.
El pelinegro cayó de rodillas y gritó de dolor, al sentir como su cuerpo cambiaba; aumentó de tamaño, sus colmillos se mostraban en su boca y sus músculos se hicieron más notorios. Sus uñas crecieron, enterrándose en la tierra con fuerza, a causa del dolor que estaba experimentando; de su espalda, tres pares de alas membranosas surgieron y entre su cabello, cuatro cuernos hicieron su aparición.
Si antes no era un simple vampiro, ahora era más un demonio.
-El trato se ha sellado – dijo el demonio desde el circulo, sujetó la espada por el mango y la lanzó al piso, frente a su nuevo ‘hijo’ – te la has ganado – sonrió burlón, mientras la espada disminuía de tamaño, para que pudiera ser usada por Christopher – ahora, disfruta de este lugar, cuando te necesite, te llamaré.
-Pero… Creí que…
-¿Qué te irías al abismo conmigo? – la carcajada retumbó en el recinto – lo harás, pero ya pasaste siglos ahí antes, aprendiendo a mi lado, por ahora, tienes otras cosas qué hacer…
-¿Qué? – preguntó con debilidad.
-Los vampiros aun son una molestia para mí, si no mueren, sus almas no llegan al infierno, y mis hordas no están completas, así que, ve a cazarlos…
El pelinegro pasó saliva, levantó el rostro y se quedó sin habla.
-Ah, cierto – el demonio levantó una ceja – “él” es un vampiro, ¿no es así? – dijo refiriéndose a William – entonces, ya sabes qué tienes que hacer…
Christopher tembló; eso solo significaba que debía matarlo.
-A menos que… – el otro sonrió de lado.
“…quieras convertirlo en demonio, en cualquier caso, terminará en el infierno también…” pensó para su sirviente.
Rió al notar la mirada desconcertada del otro – no me interesa lo que hagas Christoph, solo, cumple tu trabajo de alguna manera…
Después de eso, desapareció y el círculo de luz dejó de brillar.
Chris volvió a su forma normal con lentitud, pero se dio cuenta que los cuernos no desaparecieron, solo se hicieron relativamente más pequeños. Se puso de pie y suspiró.
-Creo que necesitaré nueva ropa… – con un chasquido, la ropa transmutó y se adecuó a sus nuevas medidas.
Pasó la mano por su cabello y lo hizo hacia atrás; se inclinó, sujetó la espada y esta se disolvió, convirtiéndose en un líquido que se pegó a su palma y un grabado extraño quedó después de que el líquido pareció entrar en su piel.
-Al menos no tengo que estar llevándola a todos lados en su forma normal – dijo con cansancio.
Caminó con paso firme hasta llegar a la entrada, alcanzó a ver a Will aún hecho un ovillo, con la frente en sus rodillas, sus manos cubriendo sus oídos y los parpados cerrados. Respiró profundamente y después, llegó a su lado, acuclillándose y acariciando el cabello rubio con suavidad.
-Ya, puedes abrir los ojos…
El ojiazul tardó un momento en obedecer, pero, finalmente levantó el rostro, observando a Christopher; su mirada gris había desaparecido, dejando un par de pupilas rojas, casi como cuando se alimentaba, además, sus colmillos se notaban más prominentes y, al sentir la mano en su mejilla, se dio cuenta que era ligeramente más grande que la última vez que recibió esa misma caricia.
-Lamento todo esto, Will…
-Me… ¿matarás? – preguntó con debilidad.
Christopher buscó la mirada azul y lo observó con seriedad – Will, mi trabajo es eliminar a los vampiros, pero, si tú quieres, puedo dejarte libre hasta el final – confesó – aunque, realmente, quisiera que me acompañaras en mi misión y compartieras mi existencia, aquí, o en el abismo…
-Pero, soy un vampiro y…
-Yo en parte, también lo soy – confesó el ojirrojo – pero, ahora soy un demonio completo también, así que, puedo convertirte a esta forma, si lo deseas, pero no quiero obligarte…
William pasó la mano por su cabello y negó – necesito… necesito pensarlo…
-Está bien – asintió el pelinegro – entonces, me voy – antes de ponerse de pie, sacó un llavero, con varias llaves – esto es de la casa, no es bueno que te quedes aquí…
Después de eso, Christopher se alejó, dejándolo solo; realmente no quería hacerlo, pero era lo mejor. Quizá William necesitaba poner en claro sus pensamientos y necesitaba estar alejado de él. Cuando llegó a la primera cámara de la cofradía, todos los sujetos que lo acompañaban, estaban esperándolo.
-Señor, ha quedado todo limpio – anunció uno.
-Bien – asintió – es hora de irnos, tenemos que viajar al amanecer y…
-Chris… – la voz de William lo interrumpió.
El ojirrojo giró el rostro y lo observó; el rubio tenía la mirada en el piso y se estaba abrazando a sí mismo.
-Yo… quisiera hablar contigo un momento…
Christopher no dijo nada, pero los otros hombres empezaron a salir del lugar con rapidez, para dejarlos solos.
-Hace tiempo… – empezó el rubio cuando ya no había nadie más que ellos, ahí mismo – te dije que, yo no soy lo que esperarías para un buen compañero…
El pelinegro curvó ligeramente los labios, lo recordaba perfectamente.
-Pero – prosiguió e ojiazul – realmente, yo era el que no pensaba que tu fueses un buen compañero para mí, y, me equivoqué – admitió – así que, creo que esta noche, me he decidido por la ‘opción menos probable’ – dijo en un intento de burla.
-Y… – Chris se acercó a él – ¿cuál es?
-Quedarme contigo… para siempre…
El ojirrojo sonrió y se inclinó hasta besar los labios de Will – gracias… – susurró y bajó hasta el cuello de su compañero, mordiendo con saña.
William se aferró al saco de Chris y gimió, sintiendo que su fuerza se iba desvaneciendo; cuando estaba a punto de perecer, Christopher acercó una muñeca a la boca del rubio y permitió que lo mordiera.
El ojiazul sintió placer, dulzura y a la vez dolor, mientras todos los recuerdos de Christopher pasaban como una película para él. La traición de su padre, la muerte de su hermano, la manera en que contactó con un demonio y los siglos que pasó en el infierno; cómo volvió a la tierra para sufrir pruebas que no parecían tener fin, solo para hacerlo más fuerte, viviendo traiciones una y otra vez, por personas que fingían querer ayudarle, solo para eliminarlo por ordenes de líderes de clanes vampíricos. Finalmente, su llegada a esa ciudad; cuando analizaba los alrededores, lo encontró ahí, sentado en una de las torres de la bahía y se sintió tremendamente interesado en su manera de pensar y sentir.
“Estoy aburrido… ¿quién diría que la inmortalidad me llegaría a fastidiar?...a veces, quisiera no haber aceptado…”
Ahora entendía que sí se había interesado en él, desde antes de encontrarlo en el callejón.
Por primera vez en siglos, sus parpados cerraron y un par de lágrimas cristalinas resbalaron por sus mejillas.
* * *
William estaba durmiendo plácidamente en el colchón, cuando Christopher lo besó repetidamente para despertarlo.
-¿Qué? – preguntó el rubio medio adormilado.
-Buenos días – sonrió – tenemos que prepararnos, debemos ir a Washington, hay una cofradía que eliminar – anunció y le besó el cuello con deseo.
-¿Qué hora es?
-Van a ser las nueve de la mañana…
El rubio lo miró con seriedad – creo que alguien olvidó que no podemos salir a la luz del sol – reprochó.
-Creo que alguien olvidó que ya no somos simples vampiros – refutó el pelinegro.
William pasó saliva y se sorprendió; su corazón latía de nuevo, y se había acelerado. No había recordado eso, hasta ese preciso momento
-Anda, ¿no quieres ver el sol, después de casi tres siglos en la oscuridad? – le rozó los labios en un beso fugaz – o, ¿prefieres tomar un rico desayuno y poder degustarlo una vez más?
El rubio sonrió emocionado – ¡ambas! – dijo con diversión.
Christopher lo hizo girar, dejándolo con la espalda pegada al colchón y su mano acarició el torso – aun me debes una noche de pasión – reclamó – no pensé que tardarías tanto en adecuarte a esta nueva forma…
-¿Tu no lo pensaste? ¿Crees que yo tenía planeado pasar una noche completa, a tu lado, durmiendo?
-Cierto – admitió el pelinegro – entonces, más tarde hablamos al respecto, mientras, debemos alimentarnos…
-¿Ya no necesitamos la sangre? – preguntó el rubio, acariciando los mechones largos del otro.
-Sí, pero no es tan indispensable – le guiñó un ojo – aunque, realmente, la sangre que beberemos, será la de vampiros.
-Y, ¿por qué debemos salir tan temprano? – indagó Will.
-Siempre ha sido de esta manera – sonrió el mayor – no me gusta perder tanto tiempo…
-Cierto, tu si podías estar en el sol – suspiró el otro – pero, podrías hacer una excepción esta vez…
-¿Para qué?
-Para pasar un momento conmigo…
-William… – Christopher le sonrió y acarició la mejilla – no tienes que pedírmelo, porque te pertenezco y, aunque no fuera por nuestra unión, haría lo posible por pasar toda la eternidad a tu lado…
-Realmente, amo tu faceta de fino caballero inglés… – rió el rubio y lo besó en los labios para acallar cualquier reclamo del otro, a sabiendas que siempre le corregía, diciéndole que no era inglés, sino alemán.
“No soy inglés…” pensó el pelinegro, como reproche, en medio del beso.
“Aún así, me encanta…” respondió el rubio también en su mente, divirtiéndose de esa actitud.
Ambos siguieron besándose, disfrutando la calidez que sus cuerpos emanaban; aunque no fueran humanos, ni vampiros, seguían teniendo sentimientos y, era algo mucho más fuerte de lo que se hubiesen imaginado que podía existir. Saber que estaban unidos y lo estarían por toda la eternidad les alentaba a amarse una y otra vez y, lo harían sin pensar en nada más.
* * *
Bien, llegamos al final de este One shot. Este es el premio del segundo lugar en el evento 'Ojou Regala', el cual se llevó Carolina Belen Cancinos; ella había recibido este fic hace un par de semanas, no crean que la tuve esperando tanto XD ajajajaa pero bueno, por algunos detalles, sale hasta hoy al publico.
Ella me dijo que le gustó y me alegra, aunque debo admitir que yo esperaba más de este fic.
Intenté retomar un personaje de hace mucho tiempo que tengo abandonado, pero, realmente me fue imposible entrar en su personalidad, supongo que porque él no puede comportarse así con nadie más que con su pareja original (el cual era un niño adolescente XD), pero no puedo quejarme, realmente me gustó como quedó Chris, quizá no es tan frío ni tan sádico como mi anterior vampiro/demonio, pero en su particular manera de ser, es perfecto para Will.
Sobre Will; no sé, Will si fue un personaje espontáneo, pues mi primer idea era centrarme en Chris, pero como dije, debido a que terminó siendo otro personaje distinto al que quería usar, pues no pude hacerlo desde su perspectiva.
Dentro de lo que cabe, me siento a gusto y satisfecha con esta historia, y quien sabe, quizá, en un futuro, pueda retomar a mi otro 'wampi'.
Espero que lo disfruten y, nos leemos.
Ella me dijo que le gustó y me alegra, aunque debo admitir que yo esperaba más de este fic.
Intenté retomar un personaje de hace mucho tiempo que tengo abandonado, pero, realmente me fue imposible entrar en su personalidad, supongo que porque él no puede comportarse así con nadie más que con su pareja original (el cual era un niño adolescente XD), pero no puedo quejarme, realmente me gustó como quedó Chris, quizá no es tan frío ni tan sádico como mi anterior vampiro/demonio, pero en su particular manera de ser, es perfecto para Will.
Sobre Will; no sé, Will si fue un personaje espontáneo, pues mi primer idea era centrarme en Chris, pero como dije, debido a que terminó siendo otro personaje distinto al que quería usar, pues no pude hacerlo desde su perspectiva.
Dentro de lo que cabe, me siento a gusto y satisfecha con esta historia, y quien sabe, quizá, en un futuro, pueda retomar a mi otro 'wampi'.
Espero que lo disfruten y, nos leemos.
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