Durante el mes de octubre, en algunas ciudades, el espíritu de Halloween empieza a hacerse notar desde principios de mes. Las personas adornan sus casas y los más pequeños buscan sus disfraces, mientras los mayores preparan con antelación las fiestas que darán o a las que asistirán, incluyendo, algunos carnavales conmemorativos a la fecha; pero hay otra clase de personas, algunos ya no festejan y prefieren quedarse en casa.
Unos llaman a este tipo de personas amargados, otros los denominan perezosos, también antisociales por no tener ánimo de ir a ningún lado, yo lo denomino, momento de paz y tranquilidad.
Soy un tipo de lo más común y corriente, no tengo muchos amigos, ni siquiera en mi escuela y los pocos con los que hablo es solo por trabajos escolares y nunca salgo con ellos, pues prefiero solo entablar conversación por redes sociales o teléfonos; además, debido a mi problema de enoclofobia, no me gusta asistir a lugares con mucha gente, pues de lo contrario, termino teniendo crisis de ansiedad. Esa era la principal razón por la que siempre, desde pequeño, he preferido quedarme en casa; en la actualidad, solo juego en consolas o veo mis series de anime y también algo de hentai, especialmente cuando estoy solo, pues me gusta mucho más que el porno real.
Ahora que el 31 de octubre llegó, mis padres y mi hermana ya tenían todo listo para asistir a la fiesta de la colonia; como era una privada de nivel socioeconómico muy alto, los niños no andaban de casa en casa pidiendo sus dulces, sino que se les reunía en el centro de eventos y ahí les organizaban una fiesta, con eventos, juegos, comida, pastel y dulces. Los adultos bebían, departían, se distraían y, aunque algunos con niños pequeños se retiraban temprano, los demás siempre terminaban el festejo algo tarde.
Yo, con quince años, tengo tres años consecutivos que no asisto, a pesar de que sé, por mi hermana, dos años mayor, que los adolescentes tienen su área aparte e incluso, aprovechan cuando los adultos no se den cuenta, y le ponen un poco de alcohol al ponche que les dan, pero eso realmente menos me anima a ir. Por lo tanto, yo también tenía ya preparado mi tarde; había descargado algunas ovas hentai, la señora que limpiaba la casa dejó preparado algo de comida por lo cual no me preocuparía para alimentarme, compré palomitas, refrescos y solo debía esperar a quedarme solo.
Pero a pesar de mis planes, ese día me iba a llevar una sorpresa.
Mientras estaba acostado en el sofá de la sala, viendo televisión, alguien se paró enfrente de mí, obstruyéndome la vista.
-¿Qué te parece?
Levanté una ceja, ante la pregunta de Miriam, mi hermana y acomodé mis lentes – ¿qué cosa?
-¡Mi disfraz!
-¿Vas de ‘prosti’ barata? – pregunté con media sonrisa.
-¡Alberto! – gritó y sujetó un cojín de la sala, lanzándomelo al rostro.
Con esa acción, mis lentes se movieron y tuve que colocarlos en su lugar de nuevo – pues es que esa es una ‘putifalda’ – señalé – ¡no puedes negármelo!
-Esto, hermanito – señaló – es el disfraz sexy de ‘Freddy Krueger’ – dijo como si fuera una conocedora – ¿no ves las camiseta de rayas? – señaló lo que parecía ser un top, con algunas rasgaduras que dejaban ver su sostén – ¿el sombrero? – movió con su mano el sombrero oscuro.
-Que yo sepa, ‘Freddy Krueger’ no traía una falda que apenas cubría el trasero, ni medias de red, ni tacones…
-¿Qué parte de ‘disfraz sexy’ no entendiste?
Entorné mis ojos y negué – pero eso es cualquier ropa, no sirve sin el ‘guante’ – sonreí moviendo mi mano frente a ella.
-¡El guante! – gritó y corrió a subir las escaleras, seguramente lo había dejado en su habitación.
La ignoré y volví a prestar atención a la televisión, estaba viendo una serie nueva de una cadena de televisión estadounidense; solo quería que se dieran las cinco en punto, para que mi familia se fuera y yo poder disfrutar.
El timbre se escuchó; se me hizo extraño, pues ya casi eran las cinco y seguramente todos los vecinos estarían yendo a la reunión.
-¡Voy! – anunció mi madre, quien se estaba poniendo un arete, que combinaba con su disfraz de ‘Lily Munster’.
Escuché la puerta abrirse y las voces.
-¡Vivy! – mi madre alzó la voz, con ello anunciaba en la casa quien llegaba – ¡te ves divina! Pasa, pasen – el ‘pasen’ me hizo suspirar, eso indicaba que eran varias personas y debía sentarme correctamente en el sillón – Francisco, ¡tú disfraz está increíble!
-Gracias – respondieron un par de voces.
Giré mi rostro y observé a la pareja, eran nuestros vecinos, e iban vestidos como la mujer maravilla y superman; debía admitir que al menos al señor le quedaba bien, pues hacía ejercicio y tenía una musculatura desarrollada a diferencia de mi padre. Pero algo llamó mi atención, con ellos, estaba su hijo, quien sabía tenía doce años recién cumplidos, porque un par de semanas antes, mi madre le compró un regalo para la fiesta; el niño vestía de manera normal, con una pequeña mochila al hombro y traía un libro en mano, ignorando todo lo que había a su alrededor.
-¡Bienvenidos! – mi padre bajó las escaleras, con su disfraz de ‘Herman Munster’, el cual le quedaba, ya que tanto él como yo éramos altos.
-Gracias por ayudarnos – comentó la vecina.
-De nada, Vivian, de todos modos, ‘Beto’ tampoco va a la reunión…
Mi nombre me sobresaltó, y miré a mi madre con sorprensa, sabiendo que mi rostro reflejaba mi desconcierto.
-Así que no te preocupes, Micky no tiene que quedarse solo en casa…
-¡¿Qué?! – pregunté en voz alta y mi madre me fulminó con la mirada.
Quería replicar, pero sabía que si decía algo que la pusiera en evidencia con los vecinos, me iría mal.
-Ven, Alberto – llamó mi padre con seriedad.
Me puse de pie, respiré profundamente y caminé hasta el recibidor, donde estaban ambas familias; apenas me puse al lado de mi padre, él puso su mano en mi hombro y ejerció presión.
-Alberto… – la voz de mi madre parecía amable, pero yo conocía ese tono, no podía oponerme a lo que me iba a decir – Miguel no quiere ir a la reunión y como tú tampoco vas, le ofrecía a Vivy, que se quedara aquí, para que no esté solo y ella no se quede con el pendiente.
Mi sonrisa tembló y apreté los dientes – por mi está bien – dije con la voz más cordial que tenía – no se preocupe señora Romero, yo cuidaré de él.
-Gracias, ‘Betito’…
El diminutivo de mi apelativo me dio un tic, lo odiaba, si no soportaba que cualquier persona me dijera ‘Beto’, menos ‘Betito’
-No podíamos dejar a Micky solo – prosiguió la vecina.
-Mamá, ya estoy grande – respondió el niño de cabello negro, con claro fastidio.
-Lo sabemos ‘campeón’ – sonrió su padre y lo despeinó cariñosamente – pero tu madre siempre te verá como un niño, ya te lo he dicho…
Él suspiro y siguió con su lectura.
-¡Estoy lista! – mi hermana empezó a bajar las escaleras y todos voltearon a mirarla.
Para mí, no pasó desapercibido el brillo de deseo en los ojos del vecino, pero obviamente, fui el único que se dio cuenta, pues estaba enterado de que mi hermana a veces le coqueteaba, especialmente cuando se encontraban en el jardín trasero; nuestra colonia tenía un estilo norteamericano y las propiedades eran grandes, mientras que las cercas eran de poca altura, todo, para fomentar la buena relación entre vecinos y por ello, en ocasiones, las personas se ponían a platicar en los límites de las propiedades, mientras que mi hermana disfrutaba de lucir sus encantos para los demás.
-Bueno, es hora de irnos – anunció mi padre.
-Hay cena en el refrigerador – mencionó mi madre – coman lo que gusten y también hay pastel de calabaza para el postre.
-Trataré de traerte dulces – mi hermana me abrazó, restregando sus senos contra mí, pero aunque me gustaban las chicas, saber que era ella, me daba algo de repulsión.
La vecina le dio un sonoro beso en la mejilla a su hijo y todos salieron de la casa, mientras que el pequeño y yo, nos quedamos a solas.
-Bueno… – pasé la mano por mi cabello – estaba viendo televisión en la sala, te gustaría…
-Lo que sea – respondió indiferente sin dejarme terminar la pregunta y caminó hacia el sofá.
Él ya conocía mi casa, al menos la planta baja, pues mi madre y la suya eran buenas amigas, por lo que se visitaban con regularidad, desde que un par de años atrás, se habían mudado a la colonia.
Nos sentamos a los extremos del sofá, él dejó su mochila a los pies y sacó una pequeña cuerda, mientras yo seguí prestando atención a mi serie, pero de cuando en cuando lo miraba de soslayo, entretenido con su lectura.
-¿Quieres comer algo? – pregunté cordial minutos después, me parecía incómodo el silencio con él.
-Comí antes de venir para acá.
-Entonces, ¿quieres pastel de calabaza? Eso es como postre.
-Bueno… – se alzó de hombros, no parecía muy interesado.
Fui a la cocina y serví dos porciones en un par de platos, también, algo de leche en unos vasos y los coloqué en una charola, llevándolos a la mesa de centro.
-Aquí están – anuncié.
-Gracias.
A pesar de que ambos estábamos ahí, parecíamos ajenos uno al otro; yo empecé a comer el pastel y él lo ignoró por estar con sus cosas. Cuando dejó el libro en sus piernas me dio curiosidad, pues agarró la rebanada de pastel, se la comió de tres mordidas, se bebió el vaso de leche en un santiamén y volvió a su trabajo; empezó a hacer lo que parecían nudos con el trozo de su soga a su lado, como si nada más existiera a su alrededor.
-¿Qué lees? – indagué dejando mi plato en la mesita, aún con un poco de pastel.
-Un libro de los exploradores, para aprender ‘cabuyería’ – respondió fríamente.
-¿Cabu-qué?
-‘Cabuyería’ – repitió – es una disciplina para saber hacer nudos y amarres de todo tipo – explicó enseñándome el cordón que traía en manos.
-No sabía que eso tenía nombre – acomodé mis lentes, para tratar de observar mejor tanto los dibujos, como la soga.
-Mira – me mostró unas hojas, donde se miraban algunos nudos raros.
La imagen de mis animes hentai de BDSM se vino a mi mente, pero sacudí mi cabeza, no podía pensar en eso en ese preciso instante. Volví a reaccionar, no me imaginaba que ese niño tuviera esa clase de pasatiempos.
-¿Así que eres un ‘explorador’?
-Estoy en una unidad ‘scout’ – explicó seriamente – como acabo de cumplir doce, pronto deberé hacer unas pruebas y realmente, si quiero conseguir algo, debo esforzarme…
-Ya veo – dije con algo de escepticismo – y ¿qué es lo que tienes que hacer realmente?
-Mis proyectos deben basarse en exploración, aventuras y desafíos, al aire libre por supuesto, pero también en mi casa y comunidad.
-Entonces eres un niño bueno – sonreí.
Él me miró de soslayo, deteniendo un momento los movimientos de sus manos y después, volvió a su trabajo, sin decir una sola palabra.
Pasé la mano por mi nuca, seguramente le había molestado mi frase, pensando que me estaba burlando, pero no lo había dicho a mal, al contrario; yo era un poco rechazado en la sociedad, así que no me ponía a criticar los gustos de los demás.
-Y ¿qué estás tratando de hacer ahora?
-Estoy practicando unos nudos que tengo que mostrar el próximo fin de semana – respondió.
-Y ¿ya conoces muchos?
-He aprendido a hacer algunos simples, como el ‘nudo llano’, el ‘nudo al aire’, ‘escota simple’, ‘margarita’, el ‘nudo de ocho’, así como uno que otro avanzado, por ahora estoy practicando el ‘nudo pescador’, para unir dos cuerdas y hacer la soga más larga – sonrió – también sé hacer algunos amarres básicos y uno que otro más complicado, por ejemplo, la gran mayoría de la decoración de Halloween en mi casa, yo la colgué, para practicar…
-He visto cosas con amarres – sonreí divertido – pero no creo que sea igual a lo que tú haces…
-Si es con cuerdas y nudos, el principio de los amarres es el mismo, sin importar en qué se utilice – aseguró.
-¿De verdad?
-Sí – asintió.
-Realmente no lo creo.
-¿Quieres que te enseñe algunos trucos con la cuerda? – preguntó mirándome de frente.
No estaba muy seguro de ello, pero él era un niño y además, parecía emocionado de hablar sobre esas cosas y la ilusión en su mirada gris no me permitió negarme a su capricho infantil.
-De acuerdo.
-Bien, por tus manos hacia atrás y junta las muñecas en una cruz.
Hice lo que me pidió mientras él sacaba una soga de su mochila, un poco más gruesa que la que estaba usando y más larga; se movió hasta quedar a mi espalda y sentí como la pasaba por mis muñecas.
-Si te logras soltar, entonces, no sirvo como ‘scout’ – dijo en modo de burla.
-Y ¿si no logro hacerlo?
-Supongo que deberé obtener mi recompensa…
-¿Recompensa?
-Sí, un buen trabajo, siempre da como resultado una recompensa.
-Está muy apretada – me quejé al sentir que tensaba la cuerda.
-No te preocupes, la circulación no se cortará, solo que, posiblemente dejará marca…
-Eso no es agradable – dije con molestia.
-Pues a mí me parece que te gusta ver marcas en los cuerpos – sentí su alieno en mi oreja – especialmente cuando miras esas animaciones japonesas, dónde violan a chicas, ¿o no?
Giré mi rostro sorprendido y su sonrisa me hizo temblar; tenía una mueca maliciosa, algo que no me había mostrado antes.
-¿Cómo sabes eso…? – pregunté con algo de nervios y vergüenza.
-Te he visto – respondió con diversión – la ventana de mi habitación da directamente a la tuya y con mis binoculares, he visto lo que haces, lo que te gusta – sonrió – miras series y películas de animación, donde humillan a las chicas, donde las amarran y te masturbas diariamente – se alzó de hombros – por ti, yo empecé a hacerlo, pero con una pequeña diferencia – su mano acarició mi mejilla – siempre imagino que te hago las cosas a ti…
-Micky, mejor suéltame – quise sonar serio mientras movía mis manos con desespero, intentando soltarme.
-¡No me digas Micky! – gritó – detesto que mamá me diga así – reprochó – es como si no pensara que fuera a crecer jamás, ya estoy grande – sentenció – pero si a ella no se lo puedo mostrar, a ti si… ahora, qué prefieres, ¿dulce o travesura?
-¿De qué diablos hablas?
-Tienes razón, no tienes dulces, así que, tendrá que ser travesura –me empujó con fuerza, consiguiendo que cayera contra el sillón.
Antes de que pudiera girarme, el pasó la larga soga por mis pies con rapidez y me inmovilizó.
-Miguel, ya, suéltame, esto no es divertido – sentencié cuando pude dejar mi rostro de lado, realmente me estaba asustando.
-Aún no es divertido – sonrió y se movió a quitarme los lentes, lanzándolos sin consideración contra la mesita de centro – lo será en cuanto empiece el verdadero juego – me guiñó un ojo y me movió para quedar de espaldas al sofá – o al menos lo será para mí, como todas las travesuras de Halloween lo son para quien las hace, ¿cierto?
-Miguel… – pasé saliva con nervios al ver que se sentaba en mi abdomen y yo no podía moverme mucho, pues mis piernas estaban flexionadas y si intentaba moverlas de más, me lastimaba las muñecas – si no te quitas, voy a gritar.
-Grita – asintió – eso lo hace más entretenido, ¿o no? – se inclinó hasta mí y lamió mi mejilla – de todos modos, si gritas, nadie va a escucharte, no hay nadie en sus casas, porque todos se fueron a la fiesta de Halloween y nadie vendrá a pedir dulces, lo sabes bien…
-¡Quítate! – ordene al sentir la humedad en mi piel.
Un golpe me hizo abrir los ojos con sorpresa; él me había dado con la palma en mi mejilla y ahora me ardía. Miguel me miró con frialdad.
-Ahora yo soy quien da las órdenes – dijo seriamente – y ¿sabes? No soy un niño bueno, asó que sé muy bien lo que hay que hacer en estos casos, no por nada he visto las mismas cosas que tú miras y obviamente, sé cómo actuar.
Por alguna razón, a pesar de que era un niño, menor que yo, su actitud, su voz, su mirada, todo él se imponía ante mí y aunque no quería admitirlo, realmente, me estaba excitando que tuviera todo el control.
Levantó mi camiseta y se inclinó sobre mi torso; cuando sentí su lengua en uno de mis pezones, mi rostro ardió. Empezó como una caricia suave, delicada que consiguió que gimiera débilmente, pero en un instante, mordió con saña, consiguiendo que gritara. Él se alejó un poco y buscó mi rostro con su mirada gris.
-¿Te gusta suave o rudo? – preguntó mientras una de sus manos rozaba uno de mis pezones y la otra pellizcaba el segundo.
Mordí mi labio, no quería responder. Un golpe en mi otra mejilla me hizo gemir.
-Responde – pidió con seriedad.
-Ambas… – musité.
-No te escuché – sonrió divertido – ¿qué te gusta más?
-Ambas – dije en un volumen más alto.
-Entonces, ¿cómo quieres que te trate? – se inclinó hasta mi rostro – ¿suave? – acarició mis pezones con la yema de sus dedos – ¿o rudo? – pellizcó y gemí arqueando mi espalda.
Él sonrió aún más – supongo que rudo – dijo divertido – pero antes – sujetó mi rostro con sus manos y me miró ansioso – no he dado mi primer beso – confesó – así que, espero que sea una buena experiencia…
Sus labios se unieron a los míos de manera torpe, pero era de esa manera por ambas partes, pues yo tampoco lo había hecho con nadie más; en un instante, su lengua se abrió paso a mi boca, tuve el impulso de morderlo, pues aun no quería ceder, pero realmente, me estaba gustando, por lo que le permití hacer y tomar de mi lo que quisiera.
-Rico – sonrió al alejarse, relamiendo sus labios – sabes, desde que te vi cuando me mudé, me gustaste – dijo con emoción – tu cabello castaño, tus ojos verdes, tus lentes – besó mi mentón – al principio no sabía lo que era y me confundí, pero desde que me dieron mi plática de educación sexual, lo comprendí… te deseo desde hace mucho, desde que empecé a ver cómo te tocabas viendo esas cosas en tu computadora – su lengua humedeció mi cuello – yo quería hacerte eso porque tú te mirabas muy bien cuando lo hacías … por eso me esforcé por aprender los nudos y amarres, porque soñaba con que llegara el día de usarlos contigo, más no pensé tener la oportunidad tan pronto – rió.
-Miguel… – mi voz era un murmullo – esto no es… bueno… la ficción no es igual a la realidad – debía intentar detenerlo, pues aún tenía un poco de lucidez, y quería que se detuviera antes de que esta desapareciera por completo, pues a pesar de que me dolían las muñecas y mis tobillos, mi sexo ya estaba completamente duro – por favor – supliqué – ya suéltame… en serio…
-Pero sí lo es – se alejó y sonrió – tu estas excitado – movió la mano y acarició por encima de mi pantalón – ¿lo ves?
Quise evitar gemir, pero no pude, pues el abrió el cierre y movió su mano, introduciéndola bajo mi bóxer y acarició mi piel.
-Está caliente – anunció – mucho más caliente de lo que se pone el mío…
Se giró, sin levantarse de mi abdomen y se movió, dejando su entrepierna cerca de mi rostro, mientras liberaba mi erección.
-Se ve muy bonito – dijo en voz alta y cuando sentí humedad, mi respiración se agitó – no sabe tan rico como imaginé, pero, es suave, duro, caliente y mucho más grande que el mío…
Sentí la tibieza envolver mi sexo completamente y traté de zafarme con más ímpetu; tenía que detener esa locura, más una mordida en la base de mi sexo me hizo gritar.
-Si no te calmas, voy a lastimarte – alcance a escuchar su amenaza – puedo morder más fuerte – sentenció – pero no te va a agradar si te duele demasiado.
-Miguel, por favor…
No pude evitar que mis ojos se humedecieran, me sentía impotente y humillado.
-¿Estás llorando? – indagó mirándome por encima de su hombro – está bien, voy a tratarte mejor.
Sin dejarme replicar, empezó a succionar mi sexo; era la primera felación que me daban en mi vida y se sentía extremadamente bien. Su lengua traviesa, sus mejillas suaves, su tibia saliva que resbalaba hasta la base, sus sonidos ahogados cuando la punta de mi sexo llegaba a su pequeña garganta y sus dientes rozando mi piel, me estaban volviendo loco. Mi cuerpo empezó a reaccionar; arquee ligeramente mi espalda y cerré mis parpados, dejándome llevar.
-Más… hasta el fondo – musité sin pensar.
-Ah, ya te gustó – se alejó de mi sexo y me sacó de mi ensueño.
Miguel giró el rostro y pude notar su barbilla húmeda por su propia saliva – puedo seguir como pediste, pero antes, quiero dos cosas – su voz parecía divertida, mientras seguía masturbándome con su mano.
-Lo que quieras – respondí débilmente.
-La primera, empieza a decirme amo…
-¡¿Qué?! – pregunté con sorpresa.
-Sí – asintió – ¿acaso no dicen eso los personajes de tus animes? – se burló – de ahora en adelante, no me dirás Miguel, sino amo o señor…
Mordí mi labio con fuerza, eso era por demás humillante.
-¿Lo harás o no? – presionó y dejó de mover su mano.
-Sí…
-¿Sí, qué? – sonrió de manera maliciosa.
-Sí, amo…
-¡Bien! – dijo con emoción – ahora, lo segundo, si yo te la estoy chupando, tú vas a hacer lo mismo conmigo, ¿entendido?
Sentí mis mejillas arder ante esa orden; decir que no me excitó sería mentir, pero tampoco daría mi brazo a torcer con tanta facilidad, ya me estaba humillando demasiado.
-¿Entendido? – su voz parecía molesta.
-Sí… amo… – asentí.
Miguel se alejó de mí y se quitó la ropa rápidamente, dejando su cuerpo desnudo; era un niño, pero su pene ya estaba erecto y aunque se miraba delgado, no estaba tan pequeño como me lo había imaginado. Volvió a acomodarse sobre mí y acercó su sexo a mi boca.
-Si me tratas bien, yo te trataré bien…
Pasé saliva con dificultad, pero accedí; él no tenía vello púbico, a diferencia de mí, aunque tampoco tenía muchos. Abrí mi boca y él introdujo su pequeño sexo en ella; sentí como sus muslos, que estaban a los lados de mi rostro, se estremecían, pero como dijo, él también se puso a estimularme.
Una vez más, su boca me llevó al paraíso, chupando, lamiendo, jugando con mi sexo; yo hice lo propio, estimulando su pequeña erección. Saborear su pene me era tan extraño pero a la vez tan fascinante, que poco a poco, empecé a disfrutarlo. Ambos nos perdimos en esas caricias, pero varios minutos después, él se alejó de mi sexo y también de mi boca.
-¡Ya! – dijo con agitación – quiero hacerlo – se relamió los labios y yo asentí.
Esperaba que me soltara para poder intimar, quería poder entrar a su pequeño trasero, pues seguramente se sentiría delicioso, pero él tenía otros planes. Sin miramientos, me jaló por un brazo y me tumbó al piso; me quejé por el golpe, especialmente porque había caído de frente y a punta de mi sexo se pegó contra la duela.
-¿Qué haces? – indagué cuando me bajó el pantalón por completo.
-Voy a penetrarte – respondió como si fuese lo más normal.
-¡¿Estás loco?! – pregunté con miedo – yo soy el mayor yo debo…
Una fuerte nalgada me hizo gemir.
-Te dije que soy tu amo – gruñó – y yo soy el que lleva el control en esto – sentenció – desde el principio debiste saber que yo soy quien va a entrar, pues el sometido eres tú – dijo con desdén.
-¡No quiero! – negué e intenté moverme para alejarme, pero él se recostó sobre mi espalda.
-No, no vas a ir a ningún lado – restregó su sexo contra mi trasero y mordió mi hombro.
-Quítate… – pedí a media voz, pues la mordida me hizo estremecer.
-No quiero… – me abrazó con toda la fuerza que tenía – quiero hacerlo – dijo en un tono más infantil – si te dejas, luego te dejo hacerlo a ti, lo prometo…
Apreté mi mandíbula, realmente era un buen trato, además, debía admitir que lo que habíamos hecho previamente y a pesar de que me había humillado, lo había disfrutado, por tanto, podía acceder a ese capricho.
-De acuerdo… – acepté – pero te vas a dejar después…
-¡Sí! – su voz sonó emocionada – entonces, te desataré los tobillos, pero, no vayas a huir, ¿de acuerdo?
-No, no lo haré – dije seguro, pues yo también quería experimentar.
Con un simple movimiento, mis pies quedaron libres; era obvio que él sabía de nudos y amarres, ya que era bastante hábil y rápido, tanto para hacerlos, como para quitarlos.
-Ahora, ponte de frente…
-¿Por qué de frente? – pregunté girando mi rostro para verlo.
-Porque mi pene está chiquito – dijo con obviedad – y si lo pongo entre tus nalgas, apenas podré llegar a la entrada – su voz era molesta.
Suspiré, debía admitir que tenía razón.
-Bien, pero desátame las manos entonces…
-No – negó – eso lo hace más divertido – me guiñó un ojo.
Ya no quise decir nada o también terminaría dándole la razón; me giré y quedé contra la duela. Miguel me sujetó las piernas y las abrió, acomodándose entre ellas. Sentí que mi rostro ardía por estar en esa situación, pero a la vez, sumamente excitante sentirme tan vulnerable. Acomodó su pene en mi entrada y me asusté.
-¡Espera! – lo detuve rápidamente – ¿no me vas a lubricar con nada?
-Alberto… – sonrió de manera cínica – no es necesario, mi sexo es muy pequeño, pero no te preocupes, cuando sea más grande si lo haré, lo prometo, pero ahora…
En ese momento, sentí como su pequeño pene entró en mí, era una sensación rara, bastante inusual, pero, era interesante y nada molesta.
Miguel se inclinó hacia mí y empezó a mover su cadera con más ritmo, entrando y saliendo; decir que no lo estaba disfrutando me convertiría en un vil mentiroso, pues realmente era delicioso. Poco a poco me dejé llevar, especialmente cuando levantó mi camiseta una vez más y sus labios se apoderaron de uno de mis pezones, succionándolo con insistencia; mis gemidos empezaron a escucharse con fuerza en la sala y también mi voz, pidiendo más.
Cuando me di cuenta, Miguel estaba viéndome fijamente, aunque su rostro tenía una mueca divertida; nuestros cuerpos sudaban y su cabello negro se pegaba a su rostro, pero lo que me gustaba era su sonrisa. Era una sonrisa pícara, con un aire de suficiencia, algo cínica y realmente perfecta; no parecía ser un niño de doce años, sino alguien mayor, incluso, más que yo y eso me estaba envolviendo, consiguiendo que lo deseara más. Una de sus manos fue a masajear mi sexo; al sentir el movimiento y roce, mi mente se puso en blanco.
No supe cómo, pero llegué al orgasmo, liberando mi semen en mi abdomen; me había sentido mejor que cuando yo me masturbaba y por primera vez, me sentía extremadamente feliz.
Miguel siguió moviéndose e instantes después, sentí como se quedaba dentro de mí y su pequeño sexo palpitaba, aunque seguramente no había salido casi nada de líquido. Él respiraba con dificultad y se recostó en mi torso, ensuciando su cuerpo con mi semen.
-Eso estuvo… rico – dijo restregando su rostro contra mi pecho.
-Si – admití – muy rico… amo – dije con diversión.
-Supongo que ya no tienes que decirme así…
-¿Por qué no? – indague divertido.
-Pues… porque ya terminamos y debo cumplir, te toca a ti…
-Realmente, creo que no necesito que cumplas tu palabra – suspiré.
-¿Por qué? – levantó el rostro – ¿ya no quieres jugar conmigo?
-Al contrario, me gustó más así, por tanto, no creo que sea necesario hacerlo de otra manera…
-¿De verdad? – levantó una ceja, no parecía muy seguro – no es como que yo pudiese llenarte mucho, como para que quedaras satisfecho…
-¿De dónde sacas esas frases? – pregunté con vergüenza.
-De lo que tú miras – respondió con sinceridad.
Apreté mis parpados, era obvio – bueno, que no hayas podido… eso que dijiste, no importa, cuando crezcas será mejor, supongo…
-No, porque si te cansas de esperar, vas a buscar a alguien más – entrecerró los ojos – y no me gustaría que hicieras eso…
-No soy muy sociable, así que no andaría buscando activamente…
-Podríamos usar juguetes – dijo con emoción.
-Juguetes – suspiré – no es mala idea, pero ambos somos menores de edad y no podemos comprarlos.
-Tengo una idea… – sin titubear, se alejó de mi – voltéate – ordenó.
-¿Ya me vas a soltar?
-Sí – asintió.
En menos de un minuto, me había liberado del amarre; mientras yo revisaba mis muñecas, él había dejado la soga en su mochila y había sacado otra, más corta y más gruesa, entreteniéndose con ella. Mi piel estaba roja, con marcas visibles; eso no era bueno, tendría que usar manga larga para que mis padres no se dieran cuenta de ellas, además, debía asearme, pues estaba todo pegajoso.
-Listo – anunció y levanté la mirada, observando como la cuerda tenía varios nudos en todo lo largo.
-¿Qué es eso? – pregunté.
-Es un juguete provisional – sonrió – voltéate y ponte en cuatro.
-¡¿Estás loco?!
-Ponte en cuatro – dijo con voz seria.
Una sensación rara se hizo presente en mi pecho y luego, sentí como si algo caliente recorriera mi cuerpo – sí… amo…
Me giré y me puse como él me había dicho.
-Levanta la cadera.
Arquee mi espalda y temblé; sabía de antemano lo que ocurriría.
-Ah, creo que ahora si necesitamos lubricante.
Lo miré de reojo, por encima de mi hombro y tuve que ahogar un gemido de sorpresa, al darme cuenta que acercaba su rostro a mi trasero; sentir su lengua en mi entrada fue algo que realmente no me esperaba. Pasó la punta con insistencia y dejó toda el área húmeda, incluso, un poco hacia adentro, pues intentó entrar sin conseguirlo.
-Demasiado apretado – hizo un mohín molesto – tal vez necesitamos aceite o algo más.
Pasé saliva con dificultad, pues apenas me reponía de lo que había sentido instantes antes – no – musité sintiendo mi rostro arder – hazlo así, amo…
-¿Seguro?
-Sí… si me duele, es más rico… ¿o no?
Él sonrió complacido y acercó el primer nudo a mi trasero; sentí molestia cuando la cuerda se abrió paso en mi interior, era extraño, pero luego, los metió las ataduras una a una y como imaginé, llegaban demasiado al fondo, además de abrir mi trasero por el grosor.
-¿Duele? – indagó con diversión, inclinándose sobre mi cuerpo.
-Un poco – respondí – pero… se siente, delicioso… – admití.
-Mientras conseguimos juguetes de verdad, podemos hacer esto – sonrió y otras cosas más – su mano acarició mis nalgas, me dio un golpe fuerte, que dejó mi piel ardiendo y se alejó después.
-¿Algo más? – me incorporé lentamente, pues sentía el acumulamiento de los nudos en mi interior – ¿cómo qué?
-Tengo otros trucos – levantó una ceja – si has visto animación japonesa, seguro estás familiarizado con el tema del ‘shibari’ o ‘kinbaku’… puedo hacer eso – dijo sacando la cuerda más larga de su mochila y estirándola frente a mí, haciendo un sonido casi como un látigo – ¿te interesaría experimentar?
Mi rostro ardió, pero asentí débilmente, mientras relamía mis labios; experimentar con Miguel iba a ser fantástico.
* * *
Mi familia llegó casi a las once de la noche, junto con los padres de Miguel y se sorprendieron al vernos. Estábamos viendo una película de terror en la sala, comiendo palomitas; yo estaba recostado en el sillón y él estaba sentado entre mis piernas, recargado en mi pecho, pasándome las palomitas del tazón que tenía sobre sus piernas.
-Hola – saludé como siempre – y ¿Miriam? – pregunté, pues mi hermana no llegó en ese momento.
-Se quedó en la fiesta – anunció mi padre – viene más tarde…
-Supongo que no tendré dulces – entorné los ojos.
-¿Se divirtieron? – preguntó mi mamá.
-Sí – asentí.
-Micky… – la mamá de él se acercó y le entregó una calabaza de plástico llena de dulces – te lo manda la organizadora – sonrió feliz – dijo que ojalá no te quieras perder las posadas también…
Él agarró la calabaza y levantó el rostro – no sé mamá – dijo seriamente – me gusta más la calma y tranquilidad que el alboroto de las fiestas.
-Pero no siempre puedes estar molestando a Alberto – sentenció su padre.
-A mí no me molesta, señor Romero – sonreí – su hijo tiene una plática muy entretenida y me contó tanto de los exploradores que casi me convence de entrar a ellos…
-¿De verdad? – preguntó mi padre con sorpresa.
-Sí, pero si no acepté es porque no me gusta mucho el campo, así que, prefiero aprender lo que él me enseñe cuando pueda…
-¿Puedo venir a visitar a Alberto más seguido, mamá? – él sonrió con dulzura.
-Pues, si él quiere… – la vecina me miró con algo de confusión, no parecía creer que hubiésemos empezado una amistad tan rápido.
-Me encantaría – respondí – además, dejamos un juego a medias…
-Con razón – su padre levantó una ceja – así que realmente estuvieron jugando videojuegos.
-El idioma de los chicos de hoy – mi madre se cruzó de brazos.
Yo sonreí nervioso, pues nuestro juego era distinto.
-Bien, hora de irnos – el padre de Miguel caminó a la salida.
Él fue por su mochila, pero antes de seguirlo, sacó la paleta más grande de su calabaza y me la entregó – ten, espero que la disfrutes…
Su voz era tan suave, tan tierna, parecía un angelito inocente, pero nadie vio la sonrisa maliciosa que me regaló, denotando que realmente era un verdadero demonio que me tenía completamente cautivo.
-Gracias – sonreí – lástima que no terminamos de ver la película…
-Sí – asintió – supongo que podemos verla después…
-¡Ay!, si hasta parecen hermanitos – mi mamá entrelazó los dedos en su pecho – ¡qué bonito! ¿Por qué no lo dejas dormir aquí, Vivy? Así terminan de ver la película…
-Pues… no sé…
-Anda mamá, por favor – pidió él con ilusión.
Su madre miró a su esposo, en busca de una respuesta.
-Es la primera vez que te pide quedarse con un amigo – dijo con seriedad – es bueno para él y además, Alberto ya demostró que puede cuidarlo, no le va a pasar nada…
-De acuerdo – sonrió ella – pero no vayas a molestar mucho, ahorita vuelvo a traerte tu pijama ¿de acuerdo?
-¡Sí! – sonrió y besó la mejilla de su madre.
La pareja se retiró, despidiéndose de mis padres, aunque la vecina volvería a traer la ropa de su hijo en un momento.
-Me adelanto – dijo mi padre con pesadez – realmente, vengo cansado de la fiesta…
-Yo espero a Vivy y te alcanzo en un momento – anunció mi madre.
-Supongo que terminaremos de ver la película en mi habitación – miré de soslayo a Miguel.
-Eso está bien, vayan subiendo – apenas íbamos a la escalera, mi madre me detuvo – no traías esa ropa cuando nos fuimos, ¿verdad?
-No – negué – pero me dio algo de frío, así que, para no usar un suéter, mejor me puse esta manga larga, aprovechando que tuve que cambiarme, porque me ensucié con un poco del pastel de calabaza.
-¿Les gustó?
-Estaba muy rico – respondió mi pequeño compañero.
La puerta se escuchó y mi madre abrió con rapidez – aquí está la pijama y tu cepillo de dientes – dijo la vecina.
-Gracias, mamá…
Miguel recibió la bolsa con sus pertenencias y nos encaminamos a la planta alta, pero alcance a escuchar el cuchicheo de nuestras madres.
-Mi esposo te da las gracias por adelantado, Bety…
-¿Por qué?
-Porque hoy vamos a poder “jugar”, sin temer que ‘Micky’ nos escuche…
Mi madre rio pícaramente – no te preocupes, por lo menos mi esposo y yo no nos preocupamos por eso, pues mandamos poner aislamiento acústico…
Eso ni yo lo sabía, pero ahora tenía más libertad y no me preocuparía mucho en caso de hacer algo de ruido esa noche.
* * *
Minutos más tarde, Miguel y yo ya estábamos en la habitación; mi madre ya se había despedido y mi padre, seguramente ya estaba dormido. Cerré la puerta y le puse seguro, para evitar accidentes.
Miguel estaba sentado en mi cama y yo salí del baño de mi habitación después de lavarme los dientes, pero antes de acercarme con él, cerré las cortinas de mi habitación; ahora que sabía que mi vecino me miraba desde su ventana, era mejor prevenir que sus padres se asomaran y nos vieran.
-¿Dulce o truco? – indagó cuando me gire a verlo.
-¿De qué hablas? – pregunté confundido.
-¿Dulce…? – levantó la paleta que me había entregado antes, la cual, tenía una forma alargada, como si el caramelo enrollara el palito que lo sostenía, en forma de pirulí – ¿o truco? – con la otra mano, levantó una de sus cuerdas.
-Mmmh – caminé hasta la cama y me quité la camiseta, hincándome frente a él acariciando sus piernas, por encima de la tela del pijama – ¿crees que aun puedas hacer más trucos esta noche? – pregunté con diversión, pues traía un cordón atado a mi torso, mismo que bajaba entre mis nalgas y enmarcando mi sexo, consiguiendo que cada que me movía, mi piel ardía.
-Podríamos intentarlo… – dejó la soga de lado y con su mano, quitó el papel transparente de la paleta, llevándola a su boca, chupándola de manera juguetona y luego, pasando la lengua por toda la extensión que no había podido albergar – pero tienes razón… – relamió sus labios – supongo que es momento del dulce.
-Sí – asentí embelesado, pues verlo jugar de esa manera con ese caramelo, me había excitado.
-Quítate el pantalón y ponte en cuatro – ordenó.
Sin dudar, me desnudé completamente y me coloqué como me había dicho; su pequeña mano se movió, rozando mis nalgas; hizo a un lado el cordón que estaba entre ellas y jaló la cuerda que aún tenía dentro, de un solo tirón. Bajé mi rostro colocando la mejilla contra la duela, arañé el piso de mi habitación y mi gemido se ahogó en mi garganta; no me había esperado eso.
-¿Te gustó?
Miré por encima de mi hombro y sonreí débilmente – sí… amo…
-Bien, antes de otra cosa – metió la cuerda sucia en una bolsa de plástico que ya tenía a su lado, la ató y la lanzó dentro de su mochila – luego me deshago de ella y consigo un repuesto – rio – ahora te daré el dulce, ya que soportaste los trucos – me guiñó un ojo y con la mano libre sostuvo la cuerda que aún estaba entre mis nalgas, para permitir el paso, con la otra mano metió la paleta dentro, dejando solo el palito de fuera y acomodando la soga a un lado.
Sentía la paleta tan al fondo, que casi llegaba al orgasmo, no solo por el caramelo, sino por la excitación de hacerlo aún con mis padres en casa; moví mi cadera en círculos, disfrutando esa intrusión y buscando sentir más. Miguel sostuvo el palito del dulce y lo hizo girar un par de veces antes de alejarse.
-Ven a la cama – dijo con más tranquilidad – es hora de dormir.
Le obedecí y me puse de pie lentamente, pues el objeto en mi interior era rígido y no me daba tanta libertad como la cuerda. Me recosté en la cama y él me acomodó, dándole la espalda; pegó su pecho contra mí y acercó su rostro a mi oreja, pero sentí su mano entre mis nalgas.
-Cuando crezca, tendré un pene más grande – musitó – por ahora espero te conformes con esto…
Su mano empezó a mover la paleta en mi interior y sentí que me derretía.
-Cuando… crezcas… – dije entre jadeos – no solo… pasaré Halloween… contigo…
-Eso tenlo por seguro – rio – porque no voy a dejarte en paz, nunca…
Era una amenaza, obviamente, pero la amenaza más tierna que podía recibir en ese momento; ese niño era todo un diablillo, pero aunque lo fuera de verdad, seguramente no me importaría venderle mi alma a él, con tal de seguirlo disfrutando día a día.
* * *
Bien, este es un OS especial para Halloween y es el OS del mes de Octubre.
Perdón si no tiene mucho que ofrecer, realmente había empezado a escribir algo mejor, pero, no lo pude terminar y desistí, por tanto tuve que optar por hacer uno de emergencia y sacarlo de la manga. La portada, pues, digamos que iba a ser imposible que la hiciera con alguna de mis imágenes y de igual manera, el sr. Osito tuvo que sacarla de la manga, además de que estaba medio zombi XD
Si encuentran muchos errores es porque me salté la edición XD lo siento, pero si no lo hacía, tardaría en sacarlo más XD
Bueno, espero lo disfruten, espero que los anuncios de mañana sean mejores que esto, de verdad.
Perdón si no tiene mucho que ofrecer, realmente había empezado a escribir algo mejor, pero, no lo pude terminar y desistí, por tanto tuve que optar por hacer uno de emergencia y sacarlo de la manga. La portada, pues, digamos que iba a ser imposible que la hiciera con alguna de mis imágenes y de igual manera, el sr. Osito tuvo que sacarla de la manga, además de que estaba medio zombi XD
Si encuentran muchos errores es porque me salté la edición XD lo siento, pero si no lo hacía, tardaría en sacarlo más XD
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