El pianista de cabello negro, estaba ansioso, tras una cortina, observando la mesa preparada para el hombre que más amaba.
Era su primer aniversario de bodas y había preparado un día muy especial, con ayuda de Erick; aunque César ya había escuchado una parte de la melodía, esperaba que fuera una sorpresa, al menos el inicio, cuando la escuchara antes de la cena.
Momentos después, observó a Graciela, su asistente, guiando a César hasta la mesa, en ese salón reservado solo para ellos, en uno de los hoteles de su primo. Osvaldo sintió mariposas en el estómago y los nervios se hicieron presentes, consiguiendo sofocarlo, ya que su esposo se miraba radiante y llevaba en manos un hermoso arreglo de azucenas blancas, que seguramente eran para él.
César tomó asiento y después, Graciela fue hacia dónde Osvaldo esperaba.
—¡El señor Hidalgo llegó! —anuncio con emoción, pero al ver el rostro pálido de su jefe se asustó—. ¿Pasa algo señor Altamira? —preguntó contrariada.
—N… No —negó el ojigris y tembló—. Solo… Estoy nervioso, es todo…
La mujer se acercó y lo sujetó de las manos— ¡está más frío que un muerto! —Buscó la mirada gris—. ¿Seguro que son solo nervios? —presionó, pues el otro no se ponía así, desde su primer concierto.
—Estoy bien, Gracy, no te preocupes —la sonrisa de Osvaldo tembló.
La chica suspiró— está bien, le creeré porque es un día especial, ya que se trata de su aniversario, pero mi prioridad es buscar su tranquilidad, ¿me entiende? —explicó ella, ya que en el fondo no creía que fueran solo nervios.
—Lo sé —el pelinegro asintió—. Anda, ve a anunciarme para quitarme esta ansiedad de una vez —sonrió.
Graciela asintió, movió el rostro, inclinándolo para acercar la boca al micrófono que traía en la solapa de su traje sastre y dio una orden; con eso, la iluminación se apagó y solo un reflector se encendió, fijando la luz en el pequeño estrado. La cortina se movió y mostró el piano que ocultaba; Graciela salió y le sonrió al invitado especial de esa noche.
—Buenas noches de nuevo, señor Hidalgo —dijo ella con amabilidad—. Hoy, en su aniversario de bodas, su esposo tiene un regalo para usted, espero que lo disfrute.
Después de eso, la mujer caminó hacia un lado, le guiñó un ojo a su jefe y levantó ambos pulgares cerca de su rostro— ¡suerte! —dijo en un susurro.
Osvaldo pasó saliva con dificultad, ya que sentía la boca seca, pero caminó hacia el piano. Los aplausos de César se escucharon y el músico sintió que su rostro ardía, pero trató de mantenerse firme y serio.
Cuando el pelinegro llegó al piano y se sentó en el banquillo, un mareó lo hizo parpadear con rapidez, ya que todo se estaba volviendo borroso y sentía su estómago revuelto.
«Tengo nauseas… »
Sus manos, que normalmente iban directo a las teclas del piano, en ese momento, una fue a su estómago y la otra a su boca, tratando de aguantar, pero no pudo, solo se hizo a un lado y empezó a vomitar.
Cuando Graciela reaccionó para pedir ayuda, mientras corría hacia su jefe, César ya estaba al lado de su esposo.
—¡Osvaldo! ¡¿Qué tienes?! —preguntó el castaño, asustado de ver que el otro seguía vomitando, mientras él lo sujetaba, ya que el cuerpo de su pareja parecía que se desplomaría en cualquier momento.
Varios compañeros de Cesar, quienes cuidaban de Osvaldo normalmente, entraron de inmediato al salón, pues con la voz de alarma de Graciela, se pusieron en alerta.
—¡Ya llamé a una ambulancia! —comentó la mujer con nervios.
—¡Osvaldo! —instó César sin poder recibir una respuesta, ya que el otro seguía teniendo arcadas, a pesar de que su cuerpo ya no tenía nada que devolver.
—No… me siento… bien… —dijo el pelinegro con las lágrimas bajando por sus mejillas y de inmediato se desplomó en los brazos de su esposo.
—¡Hay que llevarlo al hospital! —Cesar sujetó en brazos a su esposo y con Graciela y compañeros tras él, se dirigió a la salida.
Apenas estaba saliendo hacia el recibidor del hotel, los paramédicos de la ambulancia que llegó, entraron de inmediato a ver al paciente, quien seguía inconsciente. Al darse cuenta que no reaccionaba, decidieron llevarlo al hospital más cercano y lo subieron a la camilla para llevarlo a la ambulancia.
Mientras César iba en la ambulancia con Osvaldo, Graciela los seguía en otro auto, con los guardaespaldas, marcándole a Marisela, para avisarle del incidente y que ella le avisara a Alejandro y su esposo.
César estaba en el hospital, caminando en la sala de espera, cuando Miguel llegó.
—¡¿Cómo está?! —preguntó rápidamente.
—No lo sé —César negó—. Los médicos lo están valorando y no me han dicho nada —gruñó molesto.
Miguel suspiró y le puso la mano en el hombro— tranquilo, estará bien —sonrió para calmarlo—. El señor De León llegará pronto, así que seguramente los médicos se apresurarán para tener los resultados de inmediato, no te preocupes.
César pasó la mano por su cabello— no entiendo —negó—. ¡Hoy en la mañana estaba bien! —aseguró—. Sé que dijo que no tenía hambre, pero me aseguró que solo estaba ansioso por que todo saliera bien en el regalo de aniversario que me tenía…
—Antes de la presentación se miraba pálido —la voz de Graciela se escuchó—. Su café, señor Hidalgo —dijo amable, entregando un vaso con líquido caliente a César—. Pero dijo que solo eran nervios y yo le creí —añadió, fijando la mirada en Miguel, casi en una súplica, ya que no quería que Marisela la despidiera por no hacer su trabajo bien.
—¿Nervios? —Miguel levantó una ceja—. No sabía que sufriera de eso.
—No lo hace —Graciela negó—. En su primer concierto si tuvo nervios, pero no pasó nada —estrujó sus manos—. No maginé que se pondría mal, lo siento, fue mi culpa.
—No fue tu culpa —Miguel negó—. Y mi esposa lo sabe, no te preocupes —ladeó el rostro a sabiendas del temor de la joven.
—Solo espero que nos den noticias pronto —César bebió su café con rapidez y devolvió el vaso vacío a Graciela.
—¡¿Familiares de Osvaldo Altamira?!
La voz de la enfermera se escuchó y César corrió hasta ella.
—¡Soy su esposo! —dijo de inmediato —. César Hidalgo.
—Señor Hidalgo, el doctor Esparza quiere hablar con usted sobre el señor Altamira.
El castaño estuvo a punto de preguntar, pero imaginó que la enfermera no le diría mucho por protocolos de seguridad, así que solo siguió la indicación para ir hacia donde ella le hizo un ademán.
Al cruzar el umbral de la puerta que le señalaron, entró a la habitación privada del hospital. Osvaldo estaba en cama y un hombre canoso estaba de pie, a su lado.
—Osvaldo… —César casi corrió y llegó al lado de su pareja, sujetándole la mano con delicadeza, ya que traía puesto un suero—. ¿Cómo te sientes?
—Bien —suspiró el otro y una sonrisa cansada se dibujó en sus labios —, pero débil…
La enfermera se acercó al médico y le habló en voz baja, diciéndole quien era el castaño.
—¿Así que usted es pareja del señor Altamira? —preguntó el canoso, revisando el expediente.
—Sí —César asintió y observó al hombre con bata—. ¿Qué le pasa a mi esposo?
—Su esposo está débil —el hombre miró al otro con seriedad—, está bajo de peso y en su condición no es bueno.
—¿Condición? ¿Qué condición?
—Lo siento… —la voz de Osvaldo era temerosa—. No lo sabía tampoco…
César lo miró contrariado, realmente no entendía nada.
—El señor Altamira es un varón fértil —anunció el médico y los ojos de César se abrieron enormemente—, pero al parecer es recesivo —continuó y sacó unos ultrasonidos—. Aun así, aunque su útero es pequeño y su cuerpo es frágil, no solo por todos los accidentes que ha tenido en su vida, sino por su poco desarrollo —prosiguió—, tiene casi seis semanas de gestación.
César ejerció un poco de presión en la mano de su pareja, pero una sonrisa trémula empezó a hacerse presente.
—¿Voy a ser… padre? —preguntó el castaño aun sin creerlo.
—Todo parece indicar que así será —el medico sonrió ampliamente.
—Lo siento… —Osvaldo bajó el rostro.
—¡¿Por qué?! —preguntó César sin comprender esa disculpa.
—Yo no sabía… No imaginé que yo… y… no sé, si tú… querías… tener…
—¡¿Hijos?! —el castaño sonrió y besó con devoción, el dorso de la mano de su pareja—. ¡Por supuesto que quiero tener hijos! —anunció emocionado—. Especialmente si es contigo —se inclinó y besó la sien de su esposo—. No tienes que disculparte por esto, ¡es una maravillosa noticia!
Osvaldo respiró aliviado y sonrió emocionado, pasando la mano por su vientre— llevo un pedacito de cielo conmigo —dijo con ilusión.
—Entiendo su emoción, pero hay algo que deben saber —el médico respiró profundamente—. Tengo que advertirles a ambos, que será un embarazo de alto riesgo —dijo con voz calmada, para que lo entendieran—. Un varón fértil recesivo, tiene muchas dificultades no solo para embarazase, sino en el proceso de gestación y no quiero asustarlos —buscó la mirada gris—, pero deben comprender que la probabilidad de que el bebé tenga un desarrollo óptimo, es baja.
—¿Qué quiere decir? —la voz del pelinegro se escuchó temerosa y con la poca fuerza que tenía, apresó la mano de su esposo.
—Debo ser honesto con ustedes —habló seriamente—. Los varones fértiles recesivos, sufren abortos espontáneos en un setenta y cinco por ciento de los casos, antes de la semana veinte de gestación —explicó con rapidez—. Y el resto, es un mínima cantidad la que el bebé llega a la semana treinta y siete, pues normalmente tienen que ser retirados del cuerpo de la madre, a los siete u ocho meses de embarazo, para que no corran peligro, ninguno de los dos.
Osvaldo se asustó por esas palabras y empezó a temblar; César lo abrazó de inmediato y fijó su mirada aceitunada en el médico— ¿hay algo que se pueda hacer para que el embarazo salga bien?
El médico suspiró— extremar precauciones, evitar esfuerzos innecesarios, tendrá que pasar gran parte del tiempo en cama, tomar vitaminas, no podrán tener relaciones sexuales, ni consumir alcohol, tabaco, café y deberá tener una dieta estricta en comida saludable sin muchos químicos —explicó—, pero debo advertirle que aun si llega a un buen término, es seguro que será por cesárea pues su cuerpo no está desarrollado para el parto y debido a la recesión, dudo que termine el proceso para dar a luz.
—Si hacemos todo eso, ¿ambos estarán bien? —preguntó César con rapidez.
—No le puedo asegurar al cien por ciento que estarán bien ambos, pero eso disminuye el riesgo, tanto para la madre, como para el bebé y es lo único que se puede hacer en estos casos.
—Estarás bien —Osvaldo acarició su vientre—. Papá y yo nos esforzaremos para que nazcas sano, ¿no es así, mi cielo? —preguntó mirando a Cesar.
El castaño le sonrió para darle confianza y asintió— por supuesto…
El médico miró condescendiente la escena y luego forzó una sonrisa— ¿me permite unos momentos, señor Hidalgo?
Por el tono de voz, César entendió que había algo más, así que se despidió con un beso delicado en los labios de Osvaldo y salió tras el médico; en la puerta, le dijo a Graciela que entrara a cuidar de su esposo, mientras él volvía y que la enfermera le diera las indicaciones que debía seguir.
La joven entró a la habitación a la par que Miguel se acercaba a César y el médico.
—¿Qué ocurre? —preguntó directamente el castaño.
—Señor Hidalgo —el médico lo miró fijamente a los ojos—, tiene que comprender que esto es extremadamente riesgoso para su esposo —dijo con calma—. Las próximas semanas serán cruciales y quiero que esté preparado, en caso de tener que tomar una decisión crítica.
César se asustó de esas palabras— ¿qué quiere decir?
—En muchos casos de este tipo, es necesario retirar el feto, para salvar a la madre —señaló el médico con toda formalidad— y en el caso de su esposo es más difícil, pues su cuerpo no está desarrollado para ello, por lo que si no queda alternativa, la intervención sería invasiva y posiblemente se tendría que retirar el útero —esas palabras fueron como un cubetazo de agua fría para César—. Es el padre quien tiene que tomar esa decisión, porque las madres siempre se reúsan, ya que la probabilidad de que vuelvan a concebir es nula, pero si no hacemos dicha intervención, la vida de su esposo correrá peligro y puede perderlos a ambos, ¿me explico?
—¡¿Debo decidir entre mi esposo y nuestro hijo?! —la mirada aceitunada se posó en el rostro del canoso con algo de miedo.
—Cómo dije hace un momento, no puedo asegurar nada y ese sería el escenario menos favorable, pero se lo digo, porque debe prepararse para lo peor y preparar a su pareja, en caso de ser necesario.
En ese momento, Miguel entendió lo que ocurría, pues aunque no le habían dado detalles, las palabras que escuchó le dijeron la situación. Por su parte, César se quedó estático, ¿cómo iba a decirle algo así a Osvaldo?
—Lo siento mucho —el medico suspiró—. Pero es mi deber informarle esta situación, por ahora, me pondré en contacto con otros especialistas para atender el caso de su esposo, ¿de acuerdo?
El castaño no respondió, seguía asimilando todo, así que fue Miguel quien lo hizo.
—Manténganos informados, doctor, el señor De León también quiere saber la situación de su primo.
—Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para que el bebé y su madre, estén bien.
El médico se despidió y se alejó por el pasillo. Miguel se puso frente a César y chasqueó los dedos frente a su rostro, para que reaccionara y cuando lo hizo, habló.
—Por lo que entendí, el joven Osvaldo está esperando un bebé y es una situación delicada, ¿algo más que le deba decir al señor De León?
—Es un varón fértil recesivo —pasó la mano por su cabello—. El bebé tiene casi seis semanas, pero el cuerpo de Osvaldo no está desarrollado para tenerlo, por lo que, tanto la vida del bebé, como la de él, pueden estar en grave peligro —aguantó un momento la respiración—. Tiene que estar en cama la mayor parte del tiempo, de lo contrario…
Miguel se sorprendió y luego apretó los puños— le diré a Marisela, para que Graciela cancele las presentaciones de los próximos meses —dijo de inmediato.
—También, debo cancelar el viaje de aniversario —César levantó el rostro, pues había planeado una salida para festejar las siguientes dos semanas—. Pero… No sé cómo le diré esto.
—No creo que sea bueno que se lo digas, aun —Miguel sabía que un embarazo era importante y más para las madres, por lo que le preocupaba lo que llegaría a pasar, si asustaban a Osvaldo—, le hablaré a mi esposa, ella sabrá qué hacer —sacó su celular, esperando que Marisela tuviera las respuestas y quizá más tacto, para dar esas noticias.
Al día siguiente, Erick, Agustín y Marisela, fueron a ver a Osvaldo al Hospital. Los tres estaban al tanto de la difícil situación, así que debían hablar con él.
—¡Hola! —Erick entró primero, llevando un ramo de azucenas.
—Hola, Erick —Osvaldo sonrió.
César estaba sentado al lado de su esposo, pero se puso de pie de inmediato— buenas tardes, señor Erick.
—No estás en servicio, César, no tienes que decirme señor —señaló el ojiazul, mientras dejaba el ramillete en un florero en la mesa.
—Es… la costumbre —el castaño se alzó de hombros.
—Te entiendo —Agustín asintió.
—Parece que no me tienen confianza —Erick los miró con molestia.
—Es más bien, que le tenemos mucho respeto —sonrió Marisela.
—Yo creo que no es respeto hacia mí, sino miedo a Alex —se alzó de hombros—, en fin… —caminó hasta la cama y le sonrió a Osvaldo—. ¿Cómo te sientes?
—Cansado… —respondió el de ojos grises con media sonrisa.
—¿Has comido bien? —preguntó Marisela con rapidez.
—Todo me da asco —hizo un gesto de desagrado—. No he podido comer mucho.
—Pero es necesario comer —Agustín suspiró, él sabía lo que eran las náuseas y ascos—, si no lo haces te debilitarás.
—Por eso no le han quitado el suero —añadió César, pues su esposo cenó muy poco, no desayunó bien y había almorzado solo una rebanada de melón a media mañana, que fue lo único que pudo tolerar sin sentir tanto asco.
—Eso está mal —Erick negó—. Si no comes adecuadamente, ni tú, ni el bebé, estarán bien.
Osvaldo pasó la mano por su vientre y suspiró— lo sé —dijo con miedo—, pero no puedo comer aunque quiera —buscó la mirada azul con temor—. De inmediato me da asco, inician las arcadas y siento que hago mucho esfuerzo, por eso lo quiero evitar…
—Te entiendo, pero debes ser fuerte —Erick le sonrió condescendiente y le sujetó la mano—, veamos que puedes comer, ¿sí? —Osvaldo asintió—. Marisela, hay que hacer una lista de comida y mandar a los chicos a que traigan todo, para ver que puede comer Osvaldo.
—De acuerdo —la castaña sacó su tableta—. ¿Con qué empezamos?
—¿Que tal, puré de papa? —preguntó Agustín, pues sabía que era una de las comidas que le gustaban a Osvaldo.
—No puedo comer el puré que me gusta —negó el pianista—. Tiene químicos conservadores y pueden hacerle daño al bebé…
—Entonces que el chef de la mansión te haga uno similar, pero natural… ¡Seguro te sabrá igual!
—¡Esa es una buena idea! —Marisela asintió—. Pero el chef de la mansión está muy lejos, podríamos pedirle a uno del hotel más cercano que lo haga, para que no tarde tanto.
—Pero no es su trabajo —Osvaldo se encogió de hombros.
César pasó la mano por su cabello— tal vez, debería contratar un cocinero… No es bueno pedirles a los trabajadores del hotel del señor, que hagan esto, podrían pensar que me aprovecho de la situación.
—¿Qué estás diciendo? —la mirada azul se posó en él con molestia—. Osvaldo es primo de Alex —levantó el rostro con orgullo—. Así como es trabajo de todos complacerme a mí, que soy su esposo, deben complacerlo a él, por ser su pariente directo —le guiñó un ojo.
—Y pobre de aquel que no lo haga —Agustín sonrió divertido.
—En eso, Erick tiene razón —Marisela observó a César de soslayo—. ¿Me dirás que por eso no habías pedido nada al hotel?
—Pues… sí —asintió.
—¡Idiota! —Agustín negó, sabía que todos le darían una reprimenda al enterarse de ello—. En estos momentos, el orgullo no es una opción
—¡Espera a que mi esposo se entere de esto! —Erick levantó una ceja—. Cuando sepa que no pediste nada al hotel para su primo, te va a regañar.
—Es que tampoco quiero que piensen que por ser pariente político del señor De León, me siento superior.
—No seas tonto —Marisela negó—. Todos ya saben lo importante que es Osvaldo en la familia del señor De León…
—Debes comer algo sustancioso —Agustín sonrió para Osvaldo—, que tal, ¿carne de res a la parrilla? —al ver un gesto de desagrado en el ojigrís, suspiró—. Creo que no.
—Es que el olor de casi todo, me da asco —se alzó de hombros.
—¿Y pollo? —Erick sonrió—. Caldo de pollo estaría bien, ¿no crees?
Osvaldo negó— no se me antoja… quiero algo con zanahoria y arroz, pero no se me antoja nada con carne…
—Pero necesitas proteínas —Agustín lo miró seriamente.
—¿Qué tal el tofu? —Marisela sonrió—. No huele, ni sabe a nada, pero cocinado, absorbe el olor y sabor con que lo prepares, así que si se hace con zanahoria y arroz, es posible que te guste.
—No recuerdo haber comido tofu antes…
—Normalmente comemos carne en casa —César sabía que el tofu era un sustituto de proteína, pero como comían carne, no era un ingrediente esencial en la cocina de su hogar.
—Intentemos con tofu —Erick sonrió—. Durante el embarazo, necesitas proteínas, vitaminas, minerales y fibra.
—Y mucha agua —secundó Agustín.
—¿Puede ser agua de coco? —preguntó el ojigris con precaución.
Agustín hizo un gesto de desagrado, pues cuando estaba esperando a Ezra, a él le daba asco el olor y sabor a coco.
—Lo que se te antoje —Erick le guiñó un ojo.
Entre todos hicieron una lista y Marisela le envió instrucciones al chef del hotel más cercano, luego enviaron a César y a los demás en busca de la comida, mientras ellos hablaban con Osvaldo.
—¿Cómo están mis sobrinos? —preguntó el ojigris
—Muy bien —Marisela sonrió, ya que Osvaldo miraba también a su bebé como sobrino.
—Aunque nos hubiera gustado traerlos, para que los vieras, no es bueno venir al hospital con niños —Erick sonrió condescendiente.
—Por eso los dejamos con las nanas —Agustín se alzó de hombros.
—Ahora tendrán otro primo para jugar —dijo el pianista con emoción.
Eso les dio la pauta a los otros tres para tocar el tema que querían.
—Osvaldo, sabes que esto será difícil, ¿verdad? —preguntó Erick.
—Sí, lo dijo el médico ayer —asintió el aludido.
Marisela respiró profundamente— Osvaldo… realmente es más complicado de lo que imaginas —añadió con voz calmada.
—¿Qué quieres decir? —preguntó el ojigris.
—Osvaldo —el ojiazul se sentó en la orilla de la cama y lo sujetó de la mano con suavidad—. ¿Quieres a este bebé?
—¡Por supuesto!
—Y quieres a César también, ¿verdad? —sonrió Erick con amabilidad.
—Más que a mi vida —asintió el otro.
—Y sabes que César te ama con la misma intensidad, ¿no es así? —presionó Marisela.
—Lo sé —asintió Osvaldo.
—Bien, entonces tienes que hacer todo lo que esté a tu alcance para cuidarte —Erick lo miró con tristeza—. Porque la verdad, es que ambos, tú y el bebé —dijo con cuidado—, corren cierto peligro.
Erick no quería asustar a su amigo, pero aun así Osvaldo se sobresaltó— ¿de qué hablas?
—No te exaltes —Agustín lo miró a los ojos—, lo que menos debes hacer es angustiarte, de acuerdo, por eso queremos que escuches con calma.
—Me están asustando…
—Osvaldo —Marisela se acomodó las gafas—. Queremos ser sinceros contigo, pero si te exaltas y asustas no podemos hacerlo —explicó con voz tranquila.
—Tienes que mantenerte tranquilo, por el bebé, ¿entiendes? —preguntó Agustín.
—Está… está bien —asintió.
Cuando los otros tres se dieron cuenta que Osvaldo se calmaba un poco, Erick prosiguió.
—Tu situación es delicada —lo miró a los ojos—, los médicos temen que algo no salga bien, por eso es sumamente necesario que te cuides, si quieres que el bebé se desarrolle.
—Lo sé, debo evitar hacer esfuerzos las primeras semanas…
—No es solo eso —Agustín negó—. Muchos en tu situación, se les complica el embarazo por ser recesivos…
—¿Qué quieren decir? —el ojigrís buscó la mirada de Erick.
—No hay una forma sencilla de explicar esto, Osvaldo… En verdad, hubiéramos querido no decirte, pero debes estar enterado…
—¿De qué? —presionó el pianista con nervios.
—No solo la vida del bebé está en peligro —anunció Agustín—, la tuya también…
—¡¿Yo?!
—César está muy preocupado por ti —Marisela suspiró—, por eso, necesitamos que entiendas que si llega el momento en que César se vea en la necesidad de tomar una decisión difícil, hará lo mejor para ambos.
Osvaldo abrazó su vientre— mi bebé… —sus ojos se humedecieron—. Él debe nacer… —dijo con debilidad y su labio inferior tembló.
—Los médicos harán todo lo posible porque el bebé esté bien —sentenció Erick—, pero debes poner de tu parte para que la situación no se complique…
—César no quiere lastimarte, pero tampoco quiere perderte —añadió Agustín de manera condescendiente y Osvaldo entendió lo que significaban esas palabras.
—Podemos morir…
—En caso de ser necesario, los médicos tratarán de salvar al menos a uno —anunció Marisela.
—Y César quiere salvarme a mí… —musitó.
—Él no quiere tomar esa decisión —Erick negó, pues sabía que el castaño estaba muy preocupado por ello.
Osvaldo conocía a César y sabía cuánto lo amaba, por eso, pudo imaginar lo complicado que sería para él, el decidir algo así. No habían pensado en tener hijos, pero ahora que sabía que estaba esperando un bebé del hombre que más amaba, quería tenerlo; quería ser feliz con su familia.
—Si me alimento bien y hago lo que me dicen, ¿mi bebé estará bien?
Los otros tres guardaron silencio.
—Por favor, no me mientan —pidió Osvaldo y sus mejillas se humedecieron, por las lágrimas que cayeron de manera silenciosa.
—No es cien por ciento seguro —Erick le sujetó la mano con firmeza—, pero las posibilidades de sobrevivir tanto para ti, como para el bebé, mejorarían bastante.
Osvaldo asintió— me esforzaré —intentó sonreír, pero solo sollozó—. Haré lo que sea.
—Nosotros te apoyaremos también —Agustín le sonrió.
—Y el señor De León ha solicitado la mejor atención médica tanto para ti, como para el bebé —Marisela lo miró a los ojos para darle seguridad.
—Está bien —Osvaldo pasó la mano por sus mejillas, limpiando las lágrimas—. Daré mi mejor esfuerzo…
Osvaldo duró tres días en el hospital; gracias a la ayuda y apoyo de Erick, Marisla y Agustín, encontró comida que podía comer y le quitaron el suero al segundo día, porque se miraba más repuesto.
Alejandro fue a visitarlo junto con su esposo y aunque con su primo se portó condescendiente por su estado, no podía evitar mostrar su molestia con César por no haber dispuesto todo para el bienestar del ojigris, especialmente al no haber querido llamar a los chef de su hotel desde el primer momento. César ya se había llevado el regaño de su jefe y de sus amigos, pero aun así, se mantenía expectante, por las miradas asesinas que el rubio le daba, a sabiendas que estaba dudando de su capacidad para cuidar de Osvaldo.
Al cuarto día en la mañana, Osvaldo fue llevado a su hogar y al llegar, se encontró a Alejandro y Erick, con más personal del normal.
—¿Quiénes son todos ellos? —preguntó para su esposo, quien lo llevaba en una silla de ruedas.
—Personal que tu primo contrató— musitó el castaño.
—¡Buenos días, Osvaldo! —Erick se acercó hasta él—. ¿Cómo estás hoy?
—Un poco mejor, gracias…
Alejandro se acercó hasta él y sonrió— te vez con mejor semblante, supongo que has comido bien.
—Sí —Osvaldo asintió, aun no lo miraba a los ojos, porque le daba algo de nervios, pero ya le tenía confianza—, gracias por decirle al chef del hotel que me preparara la comida.
Alejandro se inclinó y le sonrió —llevas en tu vientre un Altamira —dijo con complicidad— y tenemos que asegurarnos de que nazca fuerte y sano ¿de acuerdo?
El ojigrís asintió— sí, de acuerdo…
El rubio se irguió de nuevo— pero de todas maneras, contraté a un chef nuevo, para que se quede en esta casa de planta —ladeó el rostro.
—Es mejor que esté cerca —secundó Erick—, así, evitamos el tiempo de envío y puedes comer más rápido.
—También contraté tres enfermeras y tres enfermeros, los seis especialistas —especificó—, habrá tres turnos tendiéndote y estarán en pareja, porque quiero que estés bien cuidado —metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
—¿No es demasiado? —Osvaldo miró a César.
—Nunca es demasiado —respondió Alejandro, fijando su mirada verde en su trabajador—, ¿no lo crees así, César?
—Estoy de acuerdo —asintió, especialmente porque estaba consciente del estado tan delicado de su pareja.
—También se mandaron poner algunas cosas extras en la habitación, para que puedas hacer tus ejercicios con seguridad —Erick cambió el tema de inmediato—. El baño también tiene algunos soportes para que te sostengas y no haya accidentes.
—¡Gracias! Aunque… supongo que no podré bajar mucho al jardín —suspiró el ojigrís—. En esta época las flores se ponen hermosas…
—Si quieres bajar, te cargaré, mi amor —sonrió el castaño.
—Podemos mandar poner un elevador —añadió Alejandro con poco interés.
—Sí, así puedes ser llevado a la planta baja en la misma silla de ruedas y no nos arriesgamos a que tenga accidentes si lo cargan.
—En eso tienes razón, Conejo, hay que disminuir riesgos a lo mínimo.
César apretó los mangos de empuje de la silla de ruedas, que tenía en sus manos; entendía que sus jefes quisieran prevenir cualquier incidente, pero estaba seguro que podía cargar a su esposo sin problema.
—¿Tu que dices, mi cielo? —preguntó el pelinegro, buscando la mirada aceitunada de César.
Con esa sonrisa, el castaño no pudo objetar, pues no quería que esa sonrisa faltara en su vida; además, Alejandro había hablado con él y había aceptado extremar precauciones, por el miedo de perder no solo a su hijo, sino al amor de su vida.
—Un elevador sería lo mejor para tu comodidad y la del bebé —asintió.
Osvaldo pasó las manos por su abdomen y sonrió ilusionado.
—Está dicho —el rubio asintió—, Marisela enviará a un experto para que pongan el elevador en la casa.
—El problema será dónde ponerlo —César frunció el ceño.
—Le hablaré a Misha —Alejandro le restó importancia—. Seguramente encontrará la manera de solucionar esta situación sin hacer muchos cambios a la casa.
—Espero no sean muchos —el ojigrís suspiró—. La casa me gusta así como está.
—Misha hará un buen trabajo —Erick sonrió—, no te preocupes…
Durante los siguientes cinco meses, Osvaldo siguió al pie de la letra las indicaciones del médico; César había tomado un año sabático para acompañar a su esposo y también lo atendía todo el tiempo.
Había sido difícil para ambos, el no poder intimar como normalmente lo hacían, pero César no quería poner en riesgo ni a su pareja, ni a su hijo, así que se limitaba a masturbarse todas las noches, después de que Osvaldo se dormía, para no incomodarlo. Agradecía que el lívido del pelinegro, parecía haber disminuido, pues no tenía idea cómo satisfacerlo sin fatigarlo mucho, pues aun con solo masturbarlo, su cuerpo se tensaba demasiado y debía mantenerse en completo reposo y relajación absoluta.
El sexto mes de gestación llegó y el vientre del pelinegro por fin se notaba a través de su ropa, cuando se ponía de pie, pero aunque César quería acariciar el vientre, solo le daba roces, por temor a incomodar a su pareja e hijo; esperaba que en la próxima cita médica, pudieran darles buenas noticias.
Salieron temprano de su hogar para ir a la revisión, en esa ocasión, Tomas y Noel los acompañaron en el mismo auto y otros de sus compañeros los seguían de cerca en un par de automóviles.
Al llegar al Hospital, César ayudó a Osvaldo a bajar y le cubrió las piernas con una manta, pues ya se acercaba otoño y las mañanas eran algo frescas.
—¿Están cómodos? —preguntó con una sonrisa amable, mientras acomodaba la tela a los costados de su pareja.
—Sí, mi cielo —sonrió el pelinegro, mientras una de sus manos acariciaba su vientre y la otra sujetaba la tela con delicadeza—, no te preocupes, estamos bien.
—Sólo quiero asegurarme —el castaño se incorporó y besó la frente de su esposo—. Vamos —dijo con seriedad y se puso tras de la silla de ruedas para empujarla.
Tomás y Noel siguieron a la pareja, pues tenían órdenes de Alejandro de no dejarlos a solas en ningún momento, ya que no querían que alguna gente curiosa molestara a Osvaldo, quien al haberse tomado un receso de la música, había llamado la atención, pero mantenían su estado en secreto.
El pequeño grupo apenas llegó a la sala de espera del consultorio privado, cuando la asistente los hizo pasar. Noel y Tomás se quedaron fuera, dándole privacidad a su amigo y pareja.
—Buenos días, señores Hidalgo —el médico se puso de pie, para saludar de mano a César.
—Buenos días, doctor Leal —saludó el castaño al especialista que se encargaba del caso de su esposo,
Benjamín Leal, era un médico relativamente joven, pero al ser un varón fértil, entendía muy bien de esos casos, así que fue el más recomendado para tratarlo.
—¿Cómo estamos hoy Osvaldo? —preguntó el de lentes, observando a su paciente.
—Ansioso… —sonrió el ojigrís.
—Bueno, tenemos que calmar esa ansiedad —el médico sabía que debía calmar todos los nervios de la madre primero—, pasa a la camilla, vamos a darle un vistazo a nuestro pequeño paciente en tu vientre… Ponte cómodo mientras le hablo a Anita —el médico señaló la camilla y caminó hacia el escritorio para llamar a la enfermera que lo asistía en su trabajo.
César guió a su esposo y lo ayudó a ponerse de pie. Cómo Osvaldo usaba ropa sumamente holgada, no era necesario ponerle una bata y por eso se recostaba de inmediato en cuanto llegaba.
Mientras el castaño procuraba la comodidad de su esposo, el médico se acercó, encendiendo el aparato de ultrasonido, a la par que la enfermera ingresó.
—¡Buenos días! —saludó la joven y se acercó al médico con unas hojas impresas.
—¡Buenos días! —saludó la pareja.
El médico observó las hojas y sonrió— los resultados de tus análisis de hace unos días, dicen que todo está en perfecto orden —anunció.
Osvaldo sonrió emocionado y apretó la mano de César, que lo sujetaba siempre, mientras estaba en esa camilla; el castaño besó los dedos con delicadeza y le correspondió la sonrisa. Al menos para César, era un peso menos que tener encima, pues cada que le hacían estudios a Osvaldo, podían decirle que había alguna complicación y eso no lo dejaba dormir bien.
—Ahora, veamos al bebé… —el de lentes sujetó el gel y lo acercó al vientre—. Está frío, ya lo sabes…
—Sí —Osvaldo asintió, pero de inmediato, su piel se erizó al sentir el líquido frío y transparente, pues un escalofrío lo cimbró—. Creo que necesito una taza de chocolate caliente —musitó el ojigrís.
—Saliendo de aquí, la compramos —accedió César de inmediato.
El médico los miraba de reojo y sonreía de cuando en cuando, divertido de verlos interactuar— ahora sí… —comentó con rapidez y colocó la punta del transductor en el vientre—. Ahí está —señaló la pantalla, donde la imagen se reproducía.
—¿Está bien? —preguntó Osvaldo con rapidez.
El médico guardó silencio un momento, analizando la imagen y después buscó la mirada gris—a pesar de ser pequeño, ¡está perfectamente! —respondió.
César soltó el aliento que había estado conteniendo y le sonrió a Osvaldo, quien tenía los ojos húmedos por las lágrimas.
—Miren… —el médico señaló el monitor—. Estos son sus piecitos, sus manitas… se le ven todos sus pequeños deditos y su cuerpecito, aunque es pequeño, está muy bien para ser un bebé de riesgo —especificó.
—Gracias… —Osvaldo se mordió el labio.
—Y… ¿todo lo demás? —César buscó la mirada del médico, pues sabía que no era solo estar al pendiente del bebé, sino de Osvaldo también.
—La placenta y tu útero se encuentran en perfectas condiciones también —respondió el otro con rapidez—. Tu cuerpo se ha desarrollado lo suficiente, para darle espacio al bebé y mantener la placenta en su lugar, que era lo que más nos preocupaba, que se pudiera desprender…
—¿Significa que está fuera de peligro? —César no pudo ocultar su emoción.
—Por ahora, sí —el médico asintió y siguió moviendo el transductor.
—¿Por ahora? —César frunció el ceño y Osvaldo se sobresaltó.
El medico lo miró a los ojos— sabíamos desde un principio que el embarazo de Osvaldo era delicado —prosiguió—. Nos preocupaba que el bebé tuviera problemas los primeros meses, pero ya estamos en la semana veintitrés y su hijo está bien, así como su cuerpo —explicó con calma—. Pero un varón fértil, pasa por un cambio en el octavo mes, para que su cuerpo se adecue para el parto… esa es la parte que nos preocupa en este momento.
—¿Por qué? —preguntó César con rapidez.
—Porque no sabemos si el cuerpo de Osvaldo, soportará esos cambios —el medico miró al ojigrís condescendiente—. Así que debemos prepararnos para una cesárea, en cuanto empiecen los primeros síntomas.
El pelinegro tembló— pero… ¿el bebé estará bien si lo sacamos antes?
—Con ocho meses y con lo que veo ahora mismo, el bebé se desarrollará lo suficiente para estar bien —aseguró el médico—. De ser necesario pasará unos pocos días en la incubadora, demás, seguiremos su desarrollo muy de cerca hasta los 3 años —explicó—. Pero lo que debemos cuidar es que tú estés bien —señaló a Osvaldo—, si los cambios que ocurren con los varones fértiles inician y tu cuerpo no es lo suficientemente fuerte para soportarlos, no solo correrás peligro tú, sino el bebé.
—¡¿Por qué?! —César se asustó por eso.
—Bueno, un varón fértil sufre dolor por la lenta prolaxación del conducto vaginal, además de contracciones y a veces, fiebre —suspiró—, eso sería lo más preocupante, ya que una temperatura alta, en caso de un varón fértil recesivo, puede afectar al bebé, quien sufriría alguna complicación también.
Osvaldo buscó la mirada de su esposo y luego vio al médico de nuevo— si me hacen la cesárea a los ocho meses, ¿me asegura que el bebé estará bien?
—Te aseguro que el bebé estará bien —el medico asintió—, pero también depende de los cuidados que sigan teniendo por ahora, ¿de acuerdo? No se confíen porque las semanas críticas ya pasaron…
—Lo tendremos en cuenta —César forzó una sonrisa, realmente estaba preocupado por su pareja.
—Oh, miren, su hijo se movió y podemos distinguir su sexo… —con esas palabras, la atención de los padres se fijó en el monitor—. ¿Quieren saber qué será?
—Yo si quiero —César miró a Osvaldo—, ¿y tú?
—Sí —asintió nervioso—. Sí quiero saber…
—Bien, entonces… —el médico movió el transductor, ocasionándole cosquillas a Osvaldo por unos momentos y finalmente lo señaló—. Ahí está… Bueno, serán padres de un varón —anunció con rapidez—. Habrá que esperar a su adolescencia para saber si es fértil o no.
—Mi pedacito de cielo es un varón —Osvaldo se mordió el labio aguantando las ganas de llorar.
—Creo que ya podemos empezar a buscarle nombre —César se inclinó y besó la sien de su esposo con devoción.
Después de salir del hospital, César llevó a Osvaldo a tomar un chocolate caliente en una cafetería. El ojigrís estaba sumamente ilusionado y no dejaba de ver las pequeñas imágenes impresas de su bebé, que el médico les dio.
Después, volvieron a casa y César ayudó a Osvaldo a desvestirse, para llevarlo a la tina de hidromasaje con agua tibia, pues había marcado antes para que la prepararan y estuviera lista al llegar.
—Báñate conmigo —pidió el pelinegro con suavidad, antes de entrar.
Desde que les dijeron del embarazo, habían dejado no solo de tener intimidad, sino de bañarse juntos, pues César quería que Osvaldo estuviera completamente cómodo en cada actividad que realizaba.
—De acuerdo…
El castaño se desnudó de inmediato, después, se metió a la tina con su esposo, colocándose tras la espalda de Osvaldo. El pelinegro se recargó en el pecho de su pareja y pasó las manos por su vientre abultado; César entrelazó los dedos con su esposo y acarició el abdomen también.
—Extrañaba esto —Osvaldo cerró los parpados y se relajó.
—Yo también… —César besó los hombros de su esposo con suavidad—. Te he extrañado mucho —anunció—. He extrañado tu calor, tu dulzura, tu suavidad…
—Lo siento…
—¿Por qué te disculpas? —el castaño movió las manos y subió a los pectorales de Osvaldo, que ya empezaban a desarrollarse también.
—Sé que no hemos podido intimar —el pelinegro abrió los parpados y ladeó el rostro, buscando con la mirada al otro—. Pero no quiero que te sientas abandonado, es solo que…
—No me siento abandonado —respondió César—. Esto que hago es por ustedes, por ti y nuestro hijo, jamás pondría mis necesidades carnales por encima de tu salud o la de nuestro bebé —besó la mejilla con devoción—. Es solo un pequeño sacrificio, si con ello puedo tenerte toda una vida a mi lado, formando una familia con nuestro pedacito de cielo —dijo con toda seguridad.
El ojigrís sonrió— gracias —dijo con suavidad—. No sé qué hice para merecer todo el amor que me tienes…
—No seas tontito —César lo abrazó con dulzura—. Yo soy quien no sabe que hizo, para que la vida lo premiara de esta manera —besó el cuello de su esposo—. Tengo a un hombre maravilloso a mi lado, que me ama a pesar de saber que no soy una buena persona y pronto me dará un hijo… No puedo pedir nada más…
—Mi cielo —Osvaldo suspiró.
Ambos guardaron silencio unos minutos, disfrutando el momento.
—Hay que pensar en el nombre del bebé —César volvió a acariciar el vientre de su pareja—. No debemos dejarlo para el último momento.
—¿Qué nombre te gustaría ponerle? —preguntó el ojigrís con rapidez.
—Ni idea —negó el castaño.
—¿Le podemos llamar como tu papá? —indagó Osvaldo, disfrutando de los cariños.
—No creo que sea lo correcto —negó—, ya hay dos Julios en mi familia, uno más, no sería muy original —sonrió—. Pero podemos llamarlo Osvaldo, como tú…
El pelinegro arrugó la nariz— no me gusta mucho mi nombre… ¿Y si lo llamamos César?
El mayor sonrió cansado—a mí tampoco me gusta mi nombre y una de mis hermanas le puso así a su hijo también.
—Entiendo…
Osvaldo suspiró, realmente le hubiera gustado llamar a su hijo César, como su esposo, pero era obvio que sus hermanas lo querían mucho como para ponerle su nombre también, después de todo, él siempre las había apoyado.
—Entonces, debemos buscar otro nombre —acarició su pancita por debajo del agua—, uno que sea bonito, original y se adecue a nuestro pedacito de cielo.
—Mañana empezaremos a buscar, lo prometo —sonrió el castaño—, hoy, hay que relajarnos un poco.
—Sí… tienes razón —Osvaldo cerró sus parpados—, por fin, puedo estar más tranquilo.
César besó el cuello de su esposo y subió hasta la oreja, mordisqueando el lóbulo con delicadeza; sus manos se movieron diestras, una subiendo hasta un pectoral hinchado y la otra, bajando al miembro de su pareja.
—El doctor dijo que ya puedes tener un poco más de actividad… ¿te gustaría?
El pelinegro suspiró ante las caricias y un delicado gemido escapó de sus labios.
—Creo que sí —respondió César con diversión y siguió con sus caricias.
Osvaldo no dudó en dejarse llevar; había pasado todas las semanas anteriores, reprimiendo su deseo, todo por el bien de su bebé, pero ahora que ya podía, al menos tener un poco de actividad, sin penetración, su cuerpo se calcinaba por las caricias de su pareja, que tanto añoraba.
La mirada aceitunada recorrió el cuerpo de su esposo con lascivia; sus manos estimulaban las partes más sensibles de Osvaldo, las conocía a la perfección y aun así parecía que las tocaba por primera vez, debido a todo el tiempo que tenía de no acariciarlo.
—Te amo —susurró el castaño con delicadeza.
El aliento tibio y las caricias en su cuerpo hicieron que Osvaldo se dejara llevar de inmediato. Sus parpados se cerraron y una de sus manos se movió atrás de su cabeza, a acariciar el cabello de César, ejerciendo ligera presión en los mechones, guiándolo hacia donde quería que lo besara, mientras la otra mano, rozó la piel del brazo que estimulaba su entre pierna.
—Mi cielo… —llamó el pelinegro y su labio inferior tembló al sentir esa sensación que tenía tiempo sin disfrutar.
En poco tiempo, el cuerpo del ojigris se estremeció, sus ojos se humedecieron y su sexo palpitó en la mano de su esposo, liberando su semen en el agua.
César sonrió contra la piel del cuello y repartió ligeras mordidas, dejando marcas rojizas— eso fue rápido —comentó con diversión.
Osvaldo respiraba agitado, pero trataba que su cuerpo se relajara; pasó saliva con dificultad y tomó aire— lo siento… —dijo con voz débil—. Tenía mucho deseando esto…
—Lo sé… ¿te cansaste?
—Un poquito…
—Debes ir a descansar —César besó la mejilla con devoción—, tú y el bebé deben tomar una siesta.
—Sí, lo necesitamos… Pero tú… no has terminado…
—No te preocupes por mí, hoy, era día de complacerte, yo me autosatisfacía todas las noches, tu no podías hacerlo —explicó condescendiente—. ¿Quieres que les lea un cuento antes de dormir? —preguntó con diversión, pues era media mañana.
—Por supuesto…
A la mañana siguiente, Osvaldo estaba desayunando en la habitación, con su esposo.
—¿Qué te parece, Noah? —preguntó César después de pasar un trago de jugo.
El pelinegro masticó con lentitud— bonito, pero por alguna razón no pienso en mi pedacito de cielo al escucharlo.
—De acuerdo... —el castaño tachó el nombre de la lista—. ¿Liam?
—Puede ser… déjalo en los finalistas —asintió y tomó otro pedazo de fruta para comer.
—A la lista de posibles… —apuntó el nombre en una segunda lista, que ya tenía varios más, no imaginaba que elegir un nombre sería tan complicado—. Mi vida, ¿tienes alguna idea de qué nombre quieres? —César miró de soslayo a Osvaldo.
—¿Idea? ¿A qué te refieres?
—Alguna letra con la que inicie, algún origen, algo en qué buscar con más confianza, porque ver todos los nombres existentes, nos tomará más tiempo del que imaginamos — suspiró y pasó a la siguiente página del buscador.
Osvaldo masticó el pedazo de melón y al pasarlo hizo un mohín; su mano libre acariciaba su vientre por encima de las mantas sus ojos grises observaban su silueta abultada.
—No en realidad —negó—. Creo que en el momento en que escuche o lea el nombre correcto, lo sabré.
La mirada aceituna se posó en su esposo de manera incrédula; los labios se abrieron para decir algo, pero prefirió guardar silencio, pues sabía que no debía contrariarlo— será una tarea titánica —dijo con voz cansada—. ¿Enzo?
—Lindo, pero se parece mucho al de Ezra, ¿no crees?
César puso un gesto confundido, en nada se parecían los nombres, pero prefirió proseguir en su búsqueda— ¿Zarek? ¿Caleb?
—Zarek es lindo… Caleb, me recuerda a un conocido de la academia de música, así que no, porque no me llevaba bien con él —arrugó la nariz.
Esas palabras llamaron la atención de César— ¿no te llevabas bien con él? ¿Por qué?
—Él creía ser el mejor, solo porque tenía todas las facilidades que los demás no —se alzó de hombros—. Era cierto —terminó en un suspiro melancólico.
El castaño se dio cuenta del gesto triste, así que dejó de lado su tableta y se movió, sentándose al lado de su esposo, en la cama, abrazándolo con cariño.
—¿Por qué dices eso?
—Bueno… —el pelinegro bajó el rostro —. Su familia tenía una posición económica alta, así que podía pagar clases privadas, ir a países donde se presentaban orquestas y músicos de renombre, aunado a ello, su padre era director de la orquesta de la academia… Por lo que, las mejores oportunidades eran para él —forzó una sonrisa.
La mano de César se movió y sujetó a su pareja del mentón, levantando el rostro con lentitud— y con todo eso, ¿logró ser un intérprete y compositor famoso, cómo tú?
Los ojos grises miraron al otro, confundido— ¿cómo?
—Sí, quiero que me digas si ese chico, con todas esas facilidades, logró lo que tu alcanzaste —le sonrió divertido—. Eres una celebridad, mi amor, todos los días llegan a la disquera, cartas y obsequios para ti y tus fieles fanáticos están preocupados por tu ausencia —señaló con calma—, eres reconocido no solo en el país, sino en el extranjero y todo eso, desde que te recuperaste —besó las manos aun marcadas por las cicatrices de antaño—. Dime, ese chico, Caleb, que conociste, ¿llegó a ser famoso?
Osvaldo dudó un momento, pensó y negó lentamente— no que yo sepa —respondió débilmente, pero acarició su vientre con suavidad—. Pero no soy famoso por mí mismo —dijo tristemente—, me hice famoso gracias a Alejandro, pues por él y Erick, es que me di a conocer.
César empezó a reír y besó la sien de su esposo— eso fue una ayudadita —especificó—. Tú te hiciste famoso por tu talento —aseguró con toda confianza—, porque tú puedes tocar el cielo con tus manos, es que eres famoso, nada más… Y para prueba esta ese ex compañero tuyo —ladeó el rostro—. Por muchas facilidades que tuviera por su familia, no es famoso, así que estoy seguro que no era mejor que tú.
—¿De verdad crees eso? —preguntó el ojigris, haciendo un ligero puchero.
—Lo creo y nuestro bebé también lo cree, verdad, ¿pedacito de cielo? —preguntó, acariciando el vientre con suavidad—. Espero que herede tu talento.
Ante esas palabras, Osvaldo sonrió a la par que su rostro ardía— yo quiero que herede tu atractivo —se mordió el labio con picardía.
César sonrió ampliamente— creo que nuestro hijo será más atractivo que yo —su voz sonó segura y se inclinó hasta los labios de su esposo—, especialmente porque tú, que serás la mami, eres el hombre más hermoso del mundo.
Osvaldo recibió el beso, pero sonrió divertido— gracias por el cumplido…
—No es solo un cumplido, es la verdad —le guiñó el ojo—. Ahora, deja de pensar en cosas tristes, enfoquémonos en buscar el nombre perfecto para nuestro bebé, ¿de acuerdo?
—Está bien…
Después de otro beso entre ambos, Osvaldo siguió con su desayuno y César siguió diciéndole nombres, descartando algunos y señalando otros como candidatos posibles. Era obvio que ese día no elegirían, pero era mejor que Osvaldo se centrara en cosas buenas y no se deprimiera por su pasado, especialmente porque si lo recordaba, seguramente llegaría al punto de pensar en el idiota de Jordan Jasienski y era lo que menos quería que ocurriera.
Después de dos días de intensa búsqueda del nombre, por fin, Osvaldo eligió uno, así que se ilusionó con tener una fiesta para el bebé, pero al platicarlo con Marisela, Erick y Agustín, decidió esperar y hacer una bienvenida, en el momento en que el bebé naciera; especialmente porque la familia de César no sabía de su condición, pues ambos acordaron no decir nada, hasta que tanto él, como el bebé, estuvieran a salvo completamente.
Al iniciar el octavo mes, Osvaldo tuvo una fiebre intensa, por lo que fue internado de urgencia en el hospital, a las seis de la mañana. César se encontraba preocupado, especialmente cuando un especialista quiso hablar con él.
—Es el inicio del último periodo para que su esposo pueda dar a luz —explicó el médico encargado del caso de Osvaldo—. ¿Mi colega, el doctor Leal, le comentó que ese periodo era muy difícil para un varón fértil recesivo?
—Sí —César asintió.
—Bien, entonces comprenderá que es momento de hacer la cesárea.
—¿No es muy pronto? —preguntó el castaño.
—Según el expediente de su esposo, el bebé ya alcanzó la semana treinta y dos —comentó revisando los documentos—, no hay ningún riesgo en hacer la cesárea ahora, pero si tarda en decidirse, ambos pueden correr peligro.
Miguel sujetó el hombro de César— sabías que iba a llegar el momento de tomar esta decisión y le aseguraste al señor De León qué harías lo correcto.
—Sí, lo sé —asintió y tomó aire, pues aunque no parecía, Alejandro se había preocupado por su primo y esperaba que él tomara las mejores elecciones para el cuidado de su familia también—. Está bien, haga la cesárea.
El médico asintió— el doctor Leal viene en camino, porque quiere estar en la intervención de su paciente, llegará en veinte minutos, eso nos da tiempo de preparar a su esposo, ¿nos acompañará en el quirófano? —preguntó para el castaño.
—¡Por supuesto! —aseguró—. No dejaré a mi esposo solo.
—De acuerdo, acompañe a la enfermera —señaló a la joven que estaba a su lado.
—Esperaré aquí —Miguel sonrió—, el señor De León viene en camino.
—¿Sólo? —César lo miró de soslayo.
—Solo vienen Julián y los demás con él, el señor Erick vendrá después, es de madrugada y no le gusta dejar a los cachorros solos tan temprano —mintió, pues era obvio que a esa hora, el ojiazul estaría cansado por otras cosas y era obvio que César lo sabía perfectamente—. De todas maneras, no podrán ver al joven Osvaldo hasta la hora de visita.
—En cuanto Osvaldo salga de la intervención, diré que vengan a avisar de su estado, para que mantengas al señor informado.
Miguel asintió y césar siguió a la enfermera, para ir a dónde intervendrían a Osvaldo. Debido a que era una emergencia, la enfermera le dijo que su esposo tendría que ser intervenido con una anestesia general, pero podría estar a su lado y acompañar al bebé hasta la incubadora.
César estaba nervioso, pero se apresuró a prepararse; llegó a la sala cuando Osvaldo aún estaba consciente.
—Mi cielo… —musitó el pelinegro con debilidad, pues aunque aún no le ponían la anestesia, estaba bajo el influjo de medicamentos para calmar su fiebre.
—Todo estará bien, mi amor —sonrió el castaño y le sujetó la mano—. Estaré aquí y me aseguraré de que nuestro pedacito de cielo esté bien, para cuando tú despiertes…
Osvaldo asintió y el medico a su lado se acercó— es hora de la anestesia, permítanos un momento.
El hombre le puso una mascarilla y le dio indicaciones al paciente para contar hacia atrás; Osvaldo obedeció y en poco tiempo se sumió en un sueño tranquilo. Mientras era monitoreado por el anestesiólogo, César le sujetaba la mano con delicadeza, acariciando las cicatrices, observando de soslayo a los médicos, mientras hacían la intervención.
La cesárea duró poco tiempo en realidad, apenas treinta minutos y todo había terminado, ya que no hubo complicaciones; el bebé estaba en perfecto estado y su madre también, pero aun así, para César, el tiempo que estuvo ahí, le pareció una eternidad, porque estaba preocupado.
El bebé fue colocado en una incubadora, como medida de prevención, aunque el médico le aseguró que no iba a ocupar estar mucho tiempo ahí, ya que era un niño sano, pero necesitaba la valoración del pediatra para poder determinar el tiempo de estancia. Osvaldo debía pasar a la sala de recuperación, dónde César no podía estar, así que acompañó a su hijo mientras tanto.
—¡Hola, pedacito de cielo! —sonrió el castaño, acariciando las manitas de su hijo—. Mamá te atenderá en cuanto despierte —musitó emocionado.
Aún estaba en ello, cuando el pediatra se acercó— ¿quiere sostenerlo? —preguntó con diversión.
—¿Es seguro? —César lo miró seriamente.
—Si no fuera seguro, no se lo ofrecería, señor Hidalgo, mi paciente es su hijo, no usted —rió.
César lo miró con molestia, pero se apartó— sí, quiero cargarlo —asintió.
El pediatra abrió la incubadora y sacó al recién nacido— con cuidado, debe sostener su cabeza y evitar movimientos bruscos —explicó para otro.
César lo miró molesto; el médico no sabía, pero ya había cargado a bebés recién nacidos, pues había estado acompañando a sus hermanas, cuando dieron a luz.
El castaño sujetó a su hijo con cuidado y lo llevó a su pecho, abrazándolo con amor y con un ademán de suma protección; justo como lo hacía con Osvaldo.
—Lo hiciste muy bien —musitó cerca de la cabecita de su hijo—, pero aun te queda una vida por delante para luchar, así que debes ser más fuerte aún —le dio un delicado beso en el suave y fino cabello y el bebé se removió, gimoteando, buscando calor.
—En unos minutos más, llevarán a su esposo a la habitación —comentó el médico—, posiblemente estará aletargado, peo cuando esté mejor, seguramente querrá ver a su bebé —sonrió tranquilo—, le enviaremos una cuna para que esté caballero, esté cerca de su mamá.
—¿No necesita estar más tiempo en la incubadora?
—Señor Hidalgo, su hijo es el bebé más sano de todos los que he recibido en el último mes —rió— y eso que es prematuro —se alzó de hombros—, parece que usted y su esposo le dieron muchos cuidados y amor, por eso está en perfecto estado —dijo con media sonrisa—. No debe preocuparse, aun así, lo estaremos monitoreando por cualquier cosa, pero puedo asegurar que no pasará nada si no se queda en la incubadora.
César respiró aliviado— ¿puedo llevarlo yo a la habitación? —preguntó, ya que no quería apartarse de su hijo, temiendo que si se descuidaba un momento, podría pasarle algo.
—Permita que la enfermera lo cubra con las mantas —señaló, ya que el bebé solo traía puesto un pañal—, luego lo guiará a la habitación y puede llevarlo usted mismo.
—Está bien…
La joven se acercó y sujetó al bebé, envolviéndolo en una mantita de color blanco y luego se lo devolvió a su padre. César sonrió divertido, su hijo parecía un pequeño tamalito, pero le parecía sumamente adorable.
Osvaldo había salido de la anestesia general y se encontraba aletargado, pero aun así, lo primero que hizo fue preguntar por su bebé; el médico le dijo que lo estaba cuidando su esposo, por lo que el pelinegro se sintió aliviado y volvió a sumirse en el sueño. Cuando el médico dijo que era seguro, lo envió a la habitación, dónde César y su hijo esperaban; las enfermeras le dijeron al castaño que su esposo estaba descansando, pero no tardaría mucho en despertar completamente, para que no se preocupara.
Una hora después de que Osvaldo llegó a la habitación, empezó a abrir los parpados.
—¿Mi cielo? —preguntó en un murmullo.
César estaba en un sillón, a su lado, por lo que escuchó la voz de su esposo y se puso de pie, llegando a su lado de inmediato.
—Hola, mi amor, ¿cómo te sientes?
—Mareado —suspiró.
—¿Quieres ver al bebé?
Osvaldo asintió débilmente.
César fue por el bebé a la cuna y lo levantó cuidadosamente, llevándolo al seno de su madre; Osvaldo lo recibió con emoción y sus manos tocaron el pequeño rostro con lentitud, reconociendo las facciones de su hijo.
—Buenos días, Ciel —dijo con ensoñación el nombre de su hijo—, mi pedacito de cielo.
El bebé gimoteó.
—Tal vez tiene hambre —César pulsó el botón cercano a la cama—, la enfermera me dijo que cuando despertaras, la llamara.
Momentos después, la enfermera llegó y le ayudó a Osvaldo a darle de comer a su hijo por primera vez, ya que debido a la cirugía, el pelinegro necesitaba más cuidados, incluso que el bebé. Osvaldo abrazó a su hijo con amor y lo amamantó hasta que el recién nacido pareció quedar satisfecho.
—Creo que tenía mucha hambre —sonrió el pelinegro, mientras acunaba a su hijo en brazos, esperando que durmiera cómodo.
—¿Seguro que puedes cargarlo? —preguntó el castaño, acariciando el brazo de su esposo—. ¿No estás cansado?
—Estoy bien, me incomoda un poco la herida por la cirugía, pero no es nada —negó—, no te preocupes.
—No me pidas eso —César negó—, sabes que ustedes son lo más importante para mí, así que no puedo evitar preocuparme.
Osvaldo estiró un brazo y acarició la mejilla de su esposo—gracias por cuidarnos tanto…
César movió el rostro y besó la mano que lo acariciaba— te amo —dijo con convicción—, por eso los cuido y los cuidaré a ambos, durante tu periodo de recuperación —sonrió.
Ambos sabían que después de la cesárea, Osvaldo tendría que pasar un tiempo en recuperación, sin hacer actividades, ni ejercicios, así que César se había preparado mentalmente para no tener intimidad con su esposo durante al menos, otro mes más, pero le parecía un sacrificio mínimo, con tal de que su pareja e hijo, estuvieran en perfecto estado.
Seis meses después, Osvaldo volvió por completo a sus actividades como pianista y su vida había retomado su rutina anterior. Practicaba diariamente y escribía canciones, mientras cuidaba de Ciel, aunque siempre estaba una enfermera ayudándolo con el cuidado de su bebé y todos los trabajadores de la casa estaban al pendiente de ambos.
César había dejado de trabajar directamente con Alejandro, pero aunque el rubio le ofreció pagarle sin tener que realizar actividades, no lo aceptó, pues no quería que lo consideraran un mantenido; ante esa situación y para que el castaño estuviera siempre cerca y al pendiente de su familia, Alejandro le dio el trabajo de gerente general, en el hotel más importante de esa ciudad, debido a sus estudios de hotelería y turismo internacional; con esa posición, César ahora tenía el control del tiempo que pasaba con su esposo e hijo.
La pareja frecuentaba a Alejandro y Erick en la mansión o ellos iban a verlos en la ciudad, aunado a ello, viajaban dos veces al mes para visitar a la familia de César.
Era una vida tranquila para la pareja y Osvaldo agradecía que su vida fuera perfecta, aunque muchas veces temía que todo fuera un sueño, pero César se encargaba de recordarle que todo era real y que él siempre podía constatarlo, tocando el cielo con sus manos.
Nota:
Al realizar este escrito, tuve problemas de adaptación, para los tiempos de esta historia, dentro del Omegaverso de Destino.
En la historia original, Osvaldo despertó a mediados de octubre y a principios de diciembre es enviado a la mansión; la historia del Omegaverso, donde Erick y Agus escapan, ocurre a finales de noviembre. Así que ellos huirían antes de que Osvaldo fuera enviado a la Mansión.
En Sinfonía original, Osvaldo se va a la casa de César casi a finales de enero, así que Agus y Erick seguirían en periodo de gestación, mientras el pianista empieza con su nueva vida.
Cuando Erick tiene a sus hijos, Osvaldo lo festeja (como dice en la historia original). Cuando Osvaldo se casa con César, los bebés de Alex y Erick, todavía no cumplen el año y después, viene la temporalidad de este omegaverso en el primer aniversario de César y Osvaldo.
Los bebés de Erick y Alex nacieron un 20 de Julio y se supone que Ezra es una semana menor, por lo tanto, deberá nacer si no a finales de julio, a principios de agosto.
César y Osvaldo se casaron a finales del siguiente abril después de que nacen los gemelos, así que en el aniversario de Cesar y Osvaldo los bebés de Erick tendrán 1 año nueve meses, casi 10 meses, pero no llegan a los dos años.
Al realizar este escrito, tuve problemas de adaptación, para los tiempos de esta historia, dentro del Omegaverso de Destino.
En la historia original, Osvaldo despertó a mediados de octubre y a principios de diciembre es enviado a la mansión; la historia del Omegaverso, donde Erick y Agus escapan, ocurre a finales de noviembre. Así que ellos huirían antes de que Osvaldo fuera enviado a la Mansión.
En Sinfonía original, Osvaldo se va a la casa de César casi a finales de enero, así que Agus y Erick seguirían en periodo de gestación, mientras el pianista empieza con su nueva vida.
Cuando Erick tiene a sus hijos, Osvaldo lo festeja (como dice en la historia original). Cuando Osvaldo se casa con César, los bebés de Alex y Erick, todavía no cumplen el año y después, viene la temporalidad de este omegaverso en el primer aniversario de César y Osvaldo.
Los bebés de Erick y Alex nacieron un 20 de Julio y se supone que Ezra es una semana menor, por lo tanto, deberá nacer si no a finales de julio, a principios de agosto.
César y Osvaldo se casaron a finales del siguiente abril después de que nacen los gemelos, así que en el aniversario de Cesar y Osvaldo los bebés de Erick tendrán 1 año nueve meses, casi 10 meses, pero no llegan a los dos años.
Y finalmente, terminé.
Vaya que me tomó más tiempo del planeado, pero por fin, ya quedó, aunque no sé si en un futuro le anexe más o cambie el final, porque creo que quedó muy apresurado, pero ya se me secó el cerebro.
Ahora, explicación del por qué el nombre, que tal vez no les guste, pero estuve buscando, investigando y analizando. Al principio no tenía idea de qué nombre usar, pero luego imagine en ponerle un nombre que significara cielo. Revisé en varios idiomas y no me convencía ninguno; incluso estuve a punto de no ponerle Ciel, porque no quería que lo relacionaran con el manga/anime Kuroshitsuji, tenía un segundo nombre, que era Adhar, el cual, también significa Cielo, pero en escocés gaélico, aun así no lo sentía como parte de esta historia, especialmente porque en casi todo momento, le dicen, “pedacito de cielo”.
Al final, lo dejé en Ciel, ya que siendo un Omegaverso, no es mi universo original y solo verán a este niño es este lugar. Línchenme si quieren, pero créanme que fue una decisión difícil y aun hasta el último momento, dudé en usar ese nombre, pero ya está y no me arrepentiré (tal vez si, pero no lo diré XD)
En fin, espero que pasen una feliz navidad y nos vemos pronto, espero.
Vaya que me tomó más tiempo del planeado, pero por fin, ya quedó, aunque no sé si en un futuro le anexe más o cambie el final, porque creo que quedó muy apresurado, pero ya se me secó el cerebro.
Ahora, explicación del por qué el nombre, que tal vez no les guste, pero estuve buscando, investigando y analizando. Al principio no tenía idea de qué nombre usar, pero luego imagine en ponerle un nombre que significara cielo. Revisé en varios idiomas y no me convencía ninguno; incluso estuve a punto de no ponerle Ciel, porque no quería que lo relacionaran con el manga/anime Kuroshitsuji, tenía un segundo nombre, que era Adhar, el cual, también significa Cielo, pero en escocés gaélico, aun así no lo sentía como parte de esta historia, especialmente porque en casi todo momento, le dicen, “pedacito de cielo”.
Al final, lo dejé en Ciel, ya que siendo un Omegaverso, no es mi universo original y solo verán a este niño es este lugar. Línchenme si quieren, pero créanme que fue una decisión difícil y aun hasta el último momento, dudé en usar ese nombre, pero ya está y no me arrepentiré (tal vez si, pero no lo diré XD)
En fin, espero que pasen una feliz navidad y nos vemos pronto, espero.
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