En un gigantesco recinto, se escuchaba solo el sonido de una pluma al ser usada contra un pergamino; el sonido, que para muchos podría ser considerado desagradable, para el demonio de piel bronceada, era relajante.
El sonido de las campanas se escuchó, anunciando que era momento de tomar su descanso diario. Suspiró, dejó la pluma en el tintero, pasó la mano por sus mechones dorados cobrizos, evitando los delicados cuernos que tenía y luego masajeó su cuello.
Nunca sentía cansancio hasta que era momento de tomar el descanso; era extraño, pero ya estaba acostumbrado. Bostezó.
Cerró el libro que estaba en el escritorio, se puso de pie y caminó por el recinto, arrastrando las largas alas que aún tenían plumas, pero eran de color negro como la brea; mientras avanzaba, observó con poco interés los documentos que estaban apilados. Algunos psicopompos, se movían con rapidez, yendo y viniendo, algunos iban a hacer su trabajo en el mundo mortal, otros regresaban de ello; eran seres etéreos humanoides, pero al ir por las almas humanas tomaban distintas formas, para poder acercarse, según la creencia de quien fallecía.
Al salir de la oficina, se acercó a una puerta secundaria, donde otros dos demonios seguían con la tarea de escribir.
—Dumah, Dalkiel, es hora de descansar —señaló con voz suave.
Dumah un demonio de grandes cuernos de carnero, piel azulada y cabello negro, levantó el rostro— ¿necesita algo más?
—No, Dumah, si necesito algo sería mínimo y los psicopompos se encargarán.
—Cómo diga, mi señor —dejó la pluma de lado y abrió un portal para retirarse.
Por su parte, Dalkiel, un demonio de piel purpura, cabello azul oscuro, con cuernos puntiagudos y torcidos en la base, enrolló un pergamino y lo metió en una bolsa— iré a dejar el registro a los jueces, de las almas que saldrán del Limbo hoy, para que sean juzgadas —comentó con seriedad.
—Adelante —susurró el rubio.
—¿Desea que entregue algún mensaje?
El rubio suspiró «dile a los jueces que se vayan al infierno…» pensó— no, nada.
El peliazul asintió y abrió un portal para retirarse.
Cuando se quedó a solas, el demonio rubio caminó por los enormes pasillos de la construcción y fue directamente a un balcón. Se inclinó, recargando sus codos en el barandal y sus ojos negros, con pupilas azules, observaron el exterior.
A diferencia de muchos demonios, él, siendo una potestad caída que seguía haciendo el trabajo de antaño, tenía un estatus privilegiado, por lo que su hogar estaba en una parte del Hades, lo que se consideraba el principio del infierno y la puerta que unía los distintos planos de los Dioses paganos, así como el Érebo, recinto del juicio, donde las almas eran juzgadas antes de ir a los círculos del infierno o al purgatorio. También estaban a su alcance otros lugares amenos, como los campos Elíseos, a los que él y otros pocos ángeles caídos, tenían acceso.
Esa era la razón por la que no había cambiado mucho su anatomía y mantenía muchos rasgos angelicales aún, a diferencia de sus ayudantes, Dumah y Dalkiel, quienes a pesar de ser ángeles caídos, eran los que se encargaban de ir al infierno como sus mensajeros y vivían en el abismo, así que sus rasgos demoniacos eran predominantes.
Los ojos azules observaron los hermosos jardines y el demonio disfrutó del silencio y la soledad; eso era su panorama eterno, pero solo lo observaba, ya que a pesar de tener acceso, no iba a ese lugar, no solo porque no le llamaba la atención, sino porque no tenía tiempo.
Hizo un mohín.
—Nada cambia… —susurró—. Así pasen eones, seguramente todo seguirá igual.
Ladeó el rostro y movió su mano frente a él, como si hiciera un movimiento al aire, pero ante sus ojos, se proyectó la imagen de un círculo del infierno.
Suspiró al observar la agonía y el dolor que sufrían los que padecían el tormento infernal; sus pupilas repasaron el lugar, pero a diferencia de antaño, eso ya no le causaba satisfacción, así que siguió con el siguiente círculo. Los revisaría uno a uno y después comería algo, antes de ir a su alcoba.
Un ser etéreo llegó hasta él, susurrándole algo.
—Hum... deja que pase —dijo con voz suave.
El psicopompo se retiró de inmediato, dejando al demonio en su actividad rutinaria. Estaba llegando al cuarto círculo, cuando un demonio de piel azul purpurea llegó a su lado.
—¿Entretenido, Azrael?
—No levantes la voz, Arioch —comentó con voz suave el rubio.
El recién llegado entornó los ojos— créeme que no estoy levantando la voz.
—A mi parecer, lo haces.
Arioch gruñó, pero no quería discutir, especialmente porque iba a pedirle algo al otro— trataré de hablar más bajo —forzó una sonrisa.
—Esfuérzate más… —Azrael lo miró de soslayo por un segundo, pero luego volvió a prestar atención a las imágenes que estaban frente a él—. ¿Qué quieres?
—Necesito un favor… —el otro se cruzó de brazos—. En realidad dos —corrigió.
El demonio de ojos azules movió la mano y desvaneció las imágenes con rapidez— ¿no has recibido suficientes favores de los Dioses paganos y de nuestro señor, Lucifer? —preguntó con poco interés.
Arioch forzó una sonrisa, mientras apretaba los puños— supongo que, estás muy bien enterado.
—Eres la comidilla del infierno y las noticias siempre llegan a mí —levantó una ceja—. Espero que el humano valga la pena.
—La vale.
Los labios de Azrael se curvaron casi de manera imperceptible— ¿qué quieres, hermano?
Solo los ángeles caídos se llamaban hermanos entre sí, especialmente los que alguna vez compartieron rango en los cielos, aunque Dumah y Dalkiel trataban con más respeto al rubio, porque trabajaban con él y para él.
—Necesito un acceso rápido a los campos Elíseos, para mi consorte —señalo Arioch, mirando hacia el jardín que se extendía hasta el firmamento.
El demonio rubio respiró profundamente— los campos no son míos —respondió con su calma habitual—, el que debe dar permiso de acceder a ellos, es Thanatos.
Arioch sonrió con diversión— ya me dieron el permiso.
—¿De verdad? —Azrael entrecerró los ojos.
El demonio oscuro sacó un pergamino, entregándoselo a su hermano. El rubio sujetó el rollo y lo abrió, revisando la caligrafía y dándose cuenta que era el permiso de Thanatos, el Dios pagano a quién él le rendía cuentas y además, tenía el inconfundible sello de Lucifer, por lo que Arioch tenía no solo permiso de acceder a los campos, sino que él, como subordinado de Thanatos y una potestad caída también, debía darle las facilidades para lograr su cometido.
—De acuerdo —Azrael enrolló el pergamino y con un grácil movimiento de su mano, lo envió a un escritorio, dónde de inmediato un psicopompo lo sujetó, llevándolo a la oficina de sus escribas, quienes lo archivarían dónde correspondía—, puedes poner la puerta dónde quieras, mientras no sea en mi oficina.
El otro sonrió complacido— pero falta lo otro y es más complicado.
El ojiazul suspiró; se cruzó de brazos, pero no habló, solo le hizo una seña a Arioch para que continuara.
—Los jueces me llamaron hoy, porque hay un problema con una de las almas que entregué hace un par de días —explicó con rapidez—, dicen que ellos no la pueden juzgar para ir al infierno, así que tienes que intervenir.
—¿Por qué no lo pueden juzgar? —preguntó con poco interés el otro.
—Porque no tienen la información de sus pecados.
El gesto de Azrael cambió de inmediato, mostrando asombro; sus ojos se abrieron con sorpresa y de inmediato, caminó hacia el interior del palacio.
—Es imposible —susurró—, ¡esos humanos inútiles! ¡No saben trabajar correctamente!
A pesar de que la voz del demonio de alas negras, era un susurro, Arioch alcanzó a escuchar a su hermano y sonrió. Sabía que Azrael, igual que él, aborrecía a los humanos, aun así, tres lograron convertirse en jueces del Hades y él castaño debía trabajar con ellos, aunque los detestara.
Azrael llegó a su escritorio y un libro apareció frente a él— nombre —dijo con un tono ligeramente más alto al que usaba comúnmente, claramente molesto.
—Luciano Jiménez —respondió Arioch.
Los ojos azules brillaron en un tono más intenso, al repasar las hojas con rapidez y lo encontró de inmediato— aquí está —dijo con suficiencia, pero sus cejas se fruncieron al ver el estatus que tenía al lado—, ¿Limbo? ¡Imposible! —su voz llegó a un tono ligeramente más elevado.
Todos los psicopompos que estaban cerca, llegaron de inmediato ante el demonio, ya que el tono de voz usado para esa palabra, los había alertado. Azrael era el demonio del silencio, así que si levantaba un poco la voz, era signo de alerta para sus ayudantes.
Azrael cerró el libro con rapidez y miró a su hermano con furia, por lo que sus pupilas azules cambiaron a un tono rojo— ¿qué hiciste, Arioch? —sus colmillos crecieron y sus dientes rechinaron.
El demonio oscuro miró hacia el techo y respiró profundamente, era momento de explicarle a Azrael lo que había ocurrido con su contrato y las almas de los otros sujetos que reclamó, como venganza.
—En el contrato que hice con mi consorte, debía tomar cinco almas más, aparte de la suya —inició con seriedad su relato—, esas almas eran de Sebastián Ortiz, Santiago Morales, Hugo Padilla, René Casas y Luciano Jiménez.
Los entes etéreos desplegaron la información de los primeros cuatro sujetos mencionados, cada uno ya se encontraba en un círculo del infierno, correspondiente al castigo que merecían, según el juicio de Éaco, Minos y Radamantis. Pero a pesar de esa información, Azrael no estaba satisfecho.
—¿Por qué el quinto sigue en el Limbo? —preguntó molesto—. ¿Por qué no hay pecados que juzgar?
—No lo sé —Arioch se alzó de hombros—, eso es lo que vine a preguntarte, tú eres el que debe saberlo, no yo.
—Arioch…
Las manos de Azrael se cubrieron de una energía rojiza, su cabello se onduló, su aura se oscureció y su túnica se convirtió en una sombra que se movía casi a voluntad, como si tuviera vida propia.
Arioch sabía que su hermano estaba furioso, así que si no encontraban respuesta, seguramente Azrael se quejaría con Thanatos y éste le diría a Lucifer, cosa que no deseaba, ya que no quería problemas con el señor del infierno.
—El día que reclamé los corazones y almas, me di cuenta que el corazón de Luciano Jiménez, estaba cubierto por un halo de luz —dijo con rapidez—, estaba arrepentido de lo que había hecho e incluso, creo que sentía algo especial por mi consorte —gruñó.
Azrael cerró los parpados y respiró profundamente para calmarse, volviendo a la normalidad; se dejó caer, sentándose en un sillón que apareció de inmediato tras él.
—¿Reclamaste un alma redimida? —inquirió, incrédulo.
—¡Ese tipo no merecía redención! —señaló el otro con ira.
El rubio pasó las manos por su rostro, un gesto de frustración y cansancio— lamentablemente, eso no lo decides tú… —masajeó sus sienes, cerca de dónde nacían sus cuernos—. Hay reglas, Arioch —dijo tajante—, mientras estemos en armisticio con los cielos, debemos seguir las reglas, ¡recuérdalo! —volvió a levantar un poco la voz—. Y si Él —señaló al cielo, refiriéndose a su gobernante—, lo perdonó, no puedes reclamarlo.
—¡No era una buena persona! ¡Merece ahogarse en el lago de lava o congelarse eternamente! ¡Aunque realmente tuve deseos de mandarlo al Oblivion!
Azrael dejó los codos en sus piernas y se inclinó hacia delante; quizá su hermano tenía razón y ese sujeto que estaba en el Limbo, merecía un castigo, pero había sido perdonado y no debía estar ahí, aunque como estaba dentro de un contrato, su alma fue reclamada de manera justa, por el infierno y debido a esa situación, no había manera de solucionar el problema, sin hablarlo con Thanatos y con su antiguo hermano, el arcángel Miguel, quien se encargaba del acceso al cielo.
—Arioch… —musitó el ojiazul—. Me has metido en un gran problema —señaló con frialdad y levantó el rostro, mirándolo con cansancio—, creo que hubiera sido mejor que lo enviaras al Oblivion, así no me hubieras ocasionado este problema a mí, ya que podría decir que lo hiciste sin conocimiento de lo ocurrido.
El ojirrojo chasqueó la lengua y se cruzó de brazos— no esperes que me disculpe.
—No espero una disculpa —aseguró el otro—, pero no puedo enviar a Dumah o Dalkiel a solucionar esto, ya que necesito arreglarlo en persona.
El sonido de las campanas se escuchó, anunciando que era momento de tomar su descanso diario. Suspiró, dejó la pluma en el tintero, pasó la mano por sus mechones dorados cobrizos, evitando los delicados cuernos que tenía y luego masajeó su cuello.
Nunca sentía cansancio hasta que era momento de tomar el descanso; era extraño, pero ya estaba acostumbrado. Bostezó.
Cerró el libro que estaba en el escritorio, se puso de pie y caminó por el recinto, arrastrando las largas alas que aún tenían plumas, pero eran de color negro como la brea; mientras avanzaba, observó con poco interés los documentos que estaban apilados. Algunos psicopompos, se movían con rapidez, yendo y viniendo, algunos iban a hacer su trabajo en el mundo mortal, otros regresaban de ello; eran seres etéreos humanoides, pero al ir por las almas humanas tomaban distintas formas, para poder acercarse, según la creencia de quien fallecía.
Al salir de la oficina, se acercó a una puerta secundaria, donde otros dos demonios seguían con la tarea de escribir.
—Dumah, Dalkiel, es hora de descansar —señaló con voz suave.
Dumah un demonio de grandes cuernos de carnero, piel azulada y cabello negro, levantó el rostro— ¿necesita algo más?
—No, Dumah, si necesito algo sería mínimo y los psicopompos se encargarán.
—Cómo diga, mi señor —dejó la pluma de lado y abrió un portal para retirarse.
Por su parte, Dalkiel, un demonio de piel purpura, cabello azul oscuro, con cuernos puntiagudos y torcidos en la base, enrolló un pergamino y lo metió en una bolsa— iré a dejar el registro a los jueces, de las almas que saldrán del Limbo hoy, para que sean juzgadas —comentó con seriedad.
—Adelante —susurró el rubio.
—¿Desea que entregue algún mensaje?
El rubio suspiró «dile a los jueces que se vayan al infierno…» pensó— no, nada.
El peliazul asintió y abrió un portal para retirarse.
Cuando se quedó a solas, el demonio rubio caminó por los enormes pasillos de la construcción y fue directamente a un balcón. Se inclinó, recargando sus codos en el barandal y sus ojos negros, con pupilas azules, observaron el exterior.
A diferencia de muchos demonios, él, siendo una potestad caída que seguía haciendo el trabajo de antaño, tenía un estatus privilegiado, por lo que su hogar estaba en una parte del Hades, lo que se consideraba el principio del infierno y la puerta que unía los distintos planos de los Dioses paganos, así como el Érebo, recinto del juicio, donde las almas eran juzgadas antes de ir a los círculos del infierno o al purgatorio. También estaban a su alcance otros lugares amenos, como los campos Elíseos, a los que él y otros pocos ángeles caídos, tenían acceso.
Esa era la razón por la que no había cambiado mucho su anatomía y mantenía muchos rasgos angelicales aún, a diferencia de sus ayudantes, Dumah y Dalkiel, quienes a pesar de ser ángeles caídos, eran los que se encargaban de ir al infierno como sus mensajeros y vivían en el abismo, así que sus rasgos demoniacos eran predominantes.
Los ojos azules observaron los hermosos jardines y el demonio disfrutó del silencio y la soledad; eso era su panorama eterno, pero solo lo observaba, ya que a pesar de tener acceso, no iba a ese lugar, no solo porque no le llamaba la atención, sino porque no tenía tiempo.
Hizo un mohín.
—Nada cambia… —susurró—. Así pasen eones, seguramente todo seguirá igual.
Ladeó el rostro y movió su mano frente a él, como si hiciera un movimiento al aire, pero ante sus ojos, se proyectó la imagen de un círculo del infierno.
Suspiró al observar la agonía y el dolor que sufrían los que padecían el tormento infernal; sus pupilas repasaron el lugar, pero a diferencia de antaño, eso ya no le causaba satisfacción, así que siguió con el siguiente círculo. Los revisaría uno a uno y después comería algo, antes de ir a su alcoba.
Un ser etéreo llegó hasta él, susurrándole algo.
—Hum... deja que pase —dijo con voz suave.
El psicopompo se retiró de inmediato, dejando al demonio en su actividad rutinaria. Estaba llegando al cuarto círculo, cuando un demonio de piel azul purpurea llegó a su lado.
—¿Entretenido, Azrael?
—No levantes la voz, Arioch —comentó con voz suave el rubio.
El recién llegado entornó los ojos— créeme que no estoy levantando la voz.
—A mi parecer, lo haces.
Arioch gruñó, pero no quería discutir, especialmente porque iba a pedirle algo al otro— trataré de hablar más bajo —forzó una sonrisa.
—Esfuérzate más… —Azrael lo miró de soslayo por un segundo, pero luego volvió a prestar atención a las imágenes que estaban frente a él—. ¿Qué quieres?
—Necesito un favor… —el otro se cruzó de brazos—. En realidad dos —corrigió.
El demonio de ojos azules movió la mano y desvaneció las imágenes con rapidez— ¿no has recibido suficientes favores de los Dioses paganos y de nuestro señor, Lucifer? —preguntó con poco interés.
Arioch forzó una sonrisa, mientras apretaba los puños— supongo que, estás muy bien enterado.
—Eres la comidilla del infierno y las noticias siempre llegan a mí —levantó una ceja—. Espero que el humano valga la pena.
—La vale.
Los labios de Azrael se curvaron casi de manera imperceptible— ¿qué quieres, hermano?
Solo los ángeles caídos se llamaban hermanos entre sí, especialmente los que alguna vez compartieron rango en los cielos, aunque Dumah y Dalkiel trataban con más respeto al rubio, porque trabajaban con él y para él.
—Necesito un acceso rápido a los campos Elíseos, para mi consorte —señalo Arioch, mirando hacia el jardín que se extendía hasta el firmamento.
El demonio rubio respiró profundamente— los campos no son míos —respondió con su calma habitual—, el que debe dar permiso de acceder a ellos, es Thanatos.
Arioch sonrió con diversión— ya me dieron el permiso.
—¿De verdad? —Azrael entrecerró los ojos.
El demonio oscuro sacó un pergamino, entregándoselo a su hermano. El rubio sujetó el rollo y lo abrió, revisando la caligrafía y dándose cuenta que era el permiso de Thanatos, el Dios pagano a quién él le rendía cuentas y además, tenía el inconfundible sello de Lucifer, por lo que Arioch tenía no solo permiso de acceder a los campos, sino que él, como subordinado de Thanatos y una potestad caída también, debía darle las facilidades para lograr su cometido.
—De acuerdo —Azrael enrolló el pergamino y con un grácil movimiento de su mano, lo envió a un escritorio, dónde de inmediato un psicopompo lo sujetó, llevándolo a la oficina de sus escribas, quienes lo archivarían dónde correspondía—, puedes poner la puerta dónde quieras, mientras no sea en mi oficina.
El otro sonrió complacido— pero falta lo otro y es más complicado.
El ojiazul suspiró; se cruzó de brazos, pero no habló, solo le hizo una seña a Arioch para que continuara.
—Los jueces me llamaron hoy, porque hay un problema con una de las almas que entregué hace un par de días —explicó con rapidez—, dicen que ellos no la pueden juzgar para ir al infierno, así que tienes que intervenir.
—¿Por qué no lo pueden juzgar? —preguntó con poco interés el otro.
—Porque no tienen la información de sus pecados.
El gesto de Azrael cambió de inmediato, mostrando asombro; sus ojos se abrieron con sorpresa y de inmediato, caminó hacia el interior del palacio.
—Es imposible —susurró—, ¡esos humanos inútiles! ¡No saben trabajar correctamente!
A pesar de que la voz del demonio de alas negras, era un susurro, Arioch alcanzó a escuchar a su hermano y sonrió. Sabía que Azrael, igual que él, aborrecía a los humanos, aun así, tres lograron convertirse en jueces del Hades y él castaño debía trabajar con ellos, aunque los detestara.
Azrael llegó a su escritorio y un libro apareció frente a él— nombre —dijo con un tono ligeramente más alto al que usaba comúnmente, claramente molesto.
—Luciano Jiménez —respondió Arioch.
Los ojos azules brillaron en un tono más intenso, al repasar las hojas con rapidez y lo encontró de inmediato— aquí está —dijo con suficiencia, pero sus cejas se fruncieron al ver el estatus que tenía al lado—, ¿Limbo? ¡Imposible! —su voz llegó a un tono ligeramente más elevado.
Todos los psicopompos que estaban cerca, llegaron de inmediato ante el demonio, ya que el tono de voz usado para esa palabra, los había alertado. Azrael era el demonio del silencio, así que si levantaba un poco la voz, era signo de alerta para sus ayudantes.
Azrael cerró el libro con rapidez y miró a su hermano con furia, por lo que sus pupilas azules cambiaron a un tono rojo— ¿qué hiciste, Arioch? —sus colmillos crecieron y sus dientes rechinaron.
El demonio oscuro miró hacia el techo y respiró profundamente, era momento de explicarle a Azrael lo que había ocurrido con su contrato y las almas de los otros sujetos que reclamó, como venganza.
—En el contrato que hice con mi consorte, debía tomar cinco almas más, aparte de la suya —inició con seriedad su relato—, esas almas eran de Sebastián Ortiz, Santiago Morales, Hugo Padilla, René Casas y Luciano Jiménez.
Los entes etéreos desplegaron la información de los primeros cuatro sujetos mencionados, cada uno ya se encontraba en un círculo del infierno, correspondiente al castigo que merecían, según el juicio de Éaco, Minos y Radamantis. Pero a pesar de esa información, Azrael no estaba satisfecho.
—¿Por qué el quinto sigue en el Limbo? —preguntó molesto—. ¿Por qué no hay pecados que juzgar?
—No lo sé —Arioch se alzó de hombros—, eso es lo que vine a preguntarte, tú eres el que debe saberlo, no yo.
—Arioch…
Las manos de Azrael se cubrieron de una energía rojiza, su cabello se onduló, su aura se oscureció y su túnica se convirtió en una sombra que se movía casi a voluntad, como si tuviera vida propia.
Arioch sabía que su hermano estaba furioso, así que si no encontraban respuesta, seguramente Azrael se quejaría con Thanatos y éste le diría a Lucifer, cosa que no deseaba, ya que no quería problemas con el señor del infierno.
—El día que reclamé los corazones y almas, me di cuenta que el corazón de Luciano Jiménez, estaba cubierto por un halo de luz —dijo con rapidez—, estaba arrepentido de lo que había hecho e incluso, creo que sentía algo especial por mi consorte —gruñó.
Azrael cerró los parpados y respiró profundamente para calmarse, volviendo a la normalidad; se dejó caer, sentándose en un sillón que apareció de inmediato tras él.
—¿Reclamaste un alma redimida? —inquirió, incrédulo.
—¡Ese tipo no merecía redención! —señaló el otro con ira.
El rubio pasó las manos por su rostro, un gesto de frustración y cansancio— lamentablemente, eso no lo decides tú… —masajeó sus sienes, cerca de dónde nacían sus cuernos—. Hay reglas, Arioch —dijo tajante—, mientras estemos en armisticio con los cielos, debemos seguir las reglas, ¡recuérdalo! —volvió a levantar un poco la voz—. Y si Él —señaló al cielo, refiriéndose a su gobernante—, lo perdonó, no puedes reclamarlo.
—¡No era una buena persona! ¡Merece ahogarse en el lago de lava o congelarse eternamente! ¡Aunque realmente tuve deseos de mandarlo al Oblivion!
Azrael dejó los codos en sus piernas y se inclinó hacia delante; quizá su hermano tenía razón y ese sujeto que estaba en el Limbo, merecía un castigo, pero había sido perdonado y no debía estar ahí, aunque como estaba dentro de un contrato, su alma fue reclamada de manera justa, por el infierno y debido a esa situación, no había manera de solucionar el problema, sin hablarlo con Thanatos y con su antiguo hermano, el arcángel Miguel, quien se encargaba del acceso al cielo.
—Arioch… —musitó el ojiazul—. Me has metido en un gran problema —señaló con frialdad y levantó el rostro, mirándolo con cansancio—, creo que hubiera sido mejor que lo enviaras al Oblivion, así no me hubieras ocasionado este problema a mí, ya que podría decir que lo hiciste sin conocimiento de lo ocurrido.
El ojirrojo chasqueó la lengua y se cruzó de brazos— no esperes que me disculpe.
—No espero una disculpa —aseguró el otro—, pero no puedo enviar a Dumah o Dalkiel a solucionar esto, ya que necesito arreglarlo en persona.
Después de reunirse con Thanatos, Azrael tuvo que ir hacia los límites entre el cielo y el infierno, justo dónde terminaba la zona, la cual era dónde las almas que pasaban por el purgatorio y cumplían la penitencia de sus pecados insignificantes, podían llegar al supuesto paraíso.
A pesar de que no gustaba de hablar mucho, Azrael tenía que exponer la situación del alma que se encontraba en el Limbo, pero hubo un contratiempo. Miguel no se dignó a hablar con él; al demonio no le extrañó, puesto que al perder su naturaleza angelical, sus anteriores hermanos lo repudiaban, aunque debían tolerarlo por su trabajo.
Azrael tuvo que hablar con aquellos que ayudaban a Miguel en su tarea, ángeles de menor categoría que eran los guardianes directos de las puertas, pero estos le dijeron que no podían ayudarle, pues si esa alma de la que hablaba, había sido reclamada por un contrato infernal, debía esperar a que el conflicto entre el cielo y el infierno tuviera fin, para decidir a dónde iría.
El demonio volvió al Hades, molesto. Había perdido mucho tiempo en ir a hacer ese viaje y no había solucionado nada.
Volvió con Thanatos y le explicó la situación, pero el Dios pagano no estaba interesado en una insignificante alma humana, así que le dijo que lo olvidara o lo hablara con Baphomet, quien debía saber qué hacer.
Azrael no podía olvidar esa situación, era su trabajo y no podía eludirlo, aunque para Thanatos fuese sencillo proponerlo; también sabía muy bien que el demonio de la llama, no lo recibiría en varias semanas, ya que su consorte estaba en su último periodo de gestación y no aceptaba audiencias por ese tiempo, así que, no le quedaba de otra, que ir a ver a esa alma en el Limbo.
El demonio, cubierto completamente por su túnica oscura, llegó batiendo sus inmensas alas negras, alejando la bruma que cubría esa zona y las pocas almas que quedaban en ese lugar, se alejaron de inmediato; esas almas debían esperar un tiempo para ser juzgadas, como castigo por haber acabado con su vida antes de tiempo. En cuanto las alas dejaron de moverse, la densa niebla volvió a presentarse; al estar ahí, Azrael podía ver con claridad a pesar de esa situación, así que no le importaba en realidad.
El demonio se quitó la capucha y caminó con paso seguro, yendo directamente al lugar donde estaba el alma de ese jovencito que no debía estar ahí, encontrándolo sentado en el piso, observando a la nada, con sus manos entrelazadas.
—Luciano Jiménez —dijo con voz suave.
La figura etérea del jovencito no respondió, ni siquiera se movió y Azrael respiró profundamente, antes de caminar, poniéndose enfrente del otro, acuclillándose para verlo a los ojos.
—Luciano Jiménez —repitió.
Los ojos aceituna estaban opacos, pero levantó el rostro, fijando la mirada en el recién llegado.
Azrael escudriñó esa mirada perdida, nunca había visto una igual y no era por el color, sino por el sentimiento que reflejaban.
—¿Sabes por qué estás aquí? —preguntó el demonio con voz baja.
—No… —respondió el menor en un murmullo
Azrael respiró profundamente.
Era de esperar que si había sido perdonado, había perdido los recuerdos de lo que había hecho antes, así que era una hoja en blanco hasta el momento en que se decidiera su destino, que era cuando debían regresarle los recuerdos necesarios; los buenos si iba al cielo, para estar en paz o los malos si iba a algún círculo del infierno, para ser torturado recordándolos.
—No puedes salir de aquí —señaló el mayor—, no puedo enviarte ni al cielo, ni al infierno —especificó—, así que, tendrás que pasar un tiempo indefinido en este lugar.
Luciano ladeó el rostro— está bien…
Azrael ladeó el rostro, siguiendo el movimiento del niño— no lo comprendes, ¿verdad?
El menor movió el rostro al otro lado— no…
El demonio suspiró cansado, era obvio que ese chiquillo no entendía lo que le decía, tampoco razonaba y mucho menos era capaz de darse cuenta de lo complicado de su situación.
Azrael se perdió en sus pensamientos por un instante, hasta que vio algo acercarse a su cabeza; Luciano había estirado el brazo y con sus dedos, intentaba acariciar los cuernos del otro, pero lo traspasaba.
—No puedes tocarme —señaló el rubio—, es imposible para un alma sin cuerpo, tocar algo.
—Imposible… —musitó Luciano y observó su mano con poco interés, pero levantó el rostro una vez más e intentó de nuevo tocar los cuernos.
«Es un caso perdido, no tiene conciencia en realidad, no entenderá, ni aunque le explique su situación…» pensó Azrael.
—Bonito…
El susurro de Luciano llamó la atención del demonio, quien observó el rostro del jovencito, percatándose que tenía un gesto diferente al que tenía cuando lo vio al llegar. Sonreía, de manera tenue, justo como él llegaba a hacerlo y seguía intentando tocar sus cuernos.
El rubio suspiró— esto es una pérdida de tiempo —dijo molesto—, pero era mi obligación avisarte.
Azrael se puso de pie, era momento de retirarse.
—Perdóname…
La voz de Luciano se escuchó y Azrael se sobresaltó, pensando que se lo decía a él— ¿qué…?
—Armando… perdóname…
—¿Armando? —preguntó el rubio y observó el rostro del jovencito, que tenía un gesto de aflicción, tanto que parecía llorar, aunque no pudiera.
—Perdóname… Armando… —repitió Luciano.
«Piensa que soy alguien más…» el demonio suspiró— yo no soy Armando —dijo con seriedad—, mi nombre es Azrael, el ángel de… demonio —corrigió—, del silencio y la muerte.
—Az… rael…
—No sé ni para que te lo digo, lo olvidarás de todas maneras… —negó y le dirigió una última mirada al jovencito—. Nos veremos en unos siglos, Luciano Jiménez, cuando se solucione tu situación, vendré por ti yo mismo, a llevarte a dónde debes pasar toda la eternidad.
El rubio desplegó sus alas negras y se alejó volado.
La neblina se dispersó y el alma de Luciano pudo ver la silueta alejarse, antes de que la densa niebla cubriera la zona una vez más.
—Azrael… —musitó el jovencito y observó su mano, esa que no pudo tocar al otro—. Azrael…
A pesar de que no gustaba de hablar mucho, Azrael tenía que exponer la situación del alma que se encontraba en el Limbo, pero hubo un contratiempo. Miguel no se dignó a hablar con él; al demonio no le extrañó, puesto que al perder su naturaleza angelical, sus anteriores hermanos lo repudiaban, aunque debían tolerarlo por su trabajo.
Azrael tuvo que hablar con aquellos que ayudaban a Miguel en su tarea, ángeles de menor categoría que eran los guardianes directos de las puertas, pero estos le dijeron que no podían ayudarle, pues si esa alma de la que hablaba, había sido reclamada por un contrato infernal, debía esperar a que el conflicto entre el cielo y el infierno tuviera fin, para decidir a dónde iría.
El demonio volvió al Hades, molesto. Había perdido mucho tiempo en ir a hacer ese viaje y no había solucionado nada.
Volvió con Thanatos y le explicó la situación, pero el Dios pagano no estaba interesado en una insignificante alma humana, así que le dijo que lo olvidara o lo hablara con Baphomet, quien debía saber qué hacer.
Azrael no podía olvidar esa situación, era su trabajo y no podía eludirlo, aunque para Thanatos fuese sencillo proponerlo; también sabía muy bien que el demonio de la llama, no lo recibiría en varias semanas, ya que su consorte estaba en su último periodo de gestación y no aceptaba audiencias por ese tiempo, así que, no le quedaba de otra, que ir a ver a esa alma en el Limbo.
El demonio, cubierto completamente por su túnica oscura, llegó batiendo sus inmensas alas negras, alejando la bruma que cubría esa zona y las pocas almas que quedaban en ese lugar, se alejaron de inmediato; esas almas debían esperar un tiempo para ser juzgadas, como castigo por haber acabado con su vida antes de tiempo. En cuanto las alas dejaron de moverse, la densa niebla volvió a presentarse; al estar ahí, Azrael podía ver con claridad a pesar de esa situación, así que no le importaba en realidad.
El demonio se quitó la capucha y caminó con paso seguro, yendo directamente al lugar donde estaba el alma de ese jovencito que no debía estar ahí, encontrándolo sentado en el piso, observando a la nada, con sus manos entrelazadas.
—Luciano Jiménez —dijo con voz suave.
La figura etérea del jovencito no respondió, ni siquiera se movió y Azrael respiró profundamente, antes de caminar, poniéndose enfrente del otro, acuclillándose para verlo a los ojos.
—Luciano Jiménez —repitió.
Los ojos aceituna estaban opacos, pero levantó el rostro, fijando la mirada en el recién llegado.
Azrael escudriñó esa mirada perdida, nunca había visto una igual y no era por el color, sino por el sentimiento que reflejaban.
—¿Sabes por qué estás aquí? —preguntó el demonio con voz baja.
—No… —respondió el menor en un murmullo
Azrael respiró profundamente.
Era de esperar que si había sido perdonado, había perdido los recuerdos de lo que había hecho antes, así que era una hoja en blanco hasta el momento en que se decidiera su destino, que era cuando debían regresarle los recuerdos necesarios; los buenos si iba al cielo, para estar en paz o los malos si iba a algún círculo del infierno, para ser torturado recordándolos.
—No puedes salir de aquí —señaló el mayor—, no puedo enviarte ni al cielo, ni al infierno —especificó—, así que, tendrás que pasar un tiempo indefinido en este lugar.
Luciano ladeó el rostro— está bien…
Azrael ladeó el rostro, siguiendo el movimiento del niño— no lo comprendes, ¿verdad?
El menor movió el rostro al otro lado— no…
El demonio suspiró cansado, era obvio que ese chiquillo no entendía lo que le decía, tampoco razonaba y mucho menos era capaz de darse cuenta de lo complicado de su situación.
Azrael se perdió en sus pensamientos por un instante, hasta que vio algo acercarse a su cabeza; Luciano había estirado el brazo y con sus dedos, intentaba acariciar los cuernos del otro, pero lo traspasaba.
—No puedes tocarme —señaló el rubio—, es imposible para un alma sin cuerpo, tocar algo.
—Imposible… —musitó Luciano y observó su mano con poco interés, pero levantó el rostro una vez más e intentó de nuevo tocar los cuernos.
«Es un caso perdido, no tiene conciencia en realidad, no entenderá, ni aunque le explique su situación…» pensó Azrael.
—Bonito…
El susurro de Luciano llamó la atención del demonio, quien observó el rostro del jovencito, percatándose que tenía un gesto diferente al que tenía cuando lo vio al llegar. Sonreía, de manera tenue, justo como él llegaba a hacerlo y seguía intentando tocar sus cuernos.
El rubio suspiró— esto es una pérdida de tiempo —dijo molesto—, pero era mi obligación avisarte.
Azrael se puso de pie, era momento de retirarse.
—Perdóname…
La voz de Luciano se escuchó y Azrael se sobresaltó, pensando que se lo decía a él— ¿qué…?
—Armando… perdóname…
—¿Armando? —preguntó el rubio y observó el rostro del jovencito, que tenía un gesto de aflicción, tanto que parecía llorar, aunque no pudiera.
—Perdóname… Armando… —repitió Luciano.
«Piensa que soy alguien más…» el demonio suspiró— yo no soy Armando —dijo con seriedad—, mi nombre es Azrael, el ángel de… demonio —corrigió—, del silencio y la muerte.
—Az… rael…
—No sé ni para que te lo digo, lo olvidarás de todas maneras… —negó y le dirigió una última mirada al jovencito—. Nos veremos en unos siglos, Luciano Jiménez, cuando se solucione tu situación, vendré por ti yo mismo, a llevarte a dónde debes pasar toda la eternidad.
El rubio desplegó sus alas negras y se alejó volado.
La neblina se dispersó y el alma de Luciano pudo ver la silueta alejarse, antes de que la densa niebla cubriera la zona una vez más.
—Azrael… —musitó el jovencito y observó su mano, esa que no pudo tocar al otro—. Azrael…
Azrael estaba en su oficina, trabajando como siempre; llenando el libro que le correspondía. Los psicopompos hacían su trabajo, entrando y saliendo, yendo por las almas que llegaban al final de sus vidas mortales, pero algunos se mantenían cerca por si el demonio los llegaba a ocupar.
Una vez más, las campanas anunciaron que era momento de su descanso diario.
Siguiendo con su rutina, dejó la pluma en el tintero, pasó las manos por su cabello y finalmente, masajeó su cuello a la par que bostezaba, todo antes de levantarse.
Se puso de pie, recorriendo el mismo camino diario para tomar su descanso, arrastrando sus largas alas; despidió a sus dos escribas, quienes se retiraron de inmediato y llegó al balcón. Respiró profundamente, mientras sus ojos repasaban el panorama.
—Nada cambia… —susurró—. Igual que siempre.
Ladeó el rostro y su cabello se movió al compás; después, movió la mano frente a él y la imagen de un círculo del infierno apareció.
Como día a día, empezó a escudriñarlo, antes de pasar al siguiente. Era su rutina diaria.
Al llegar al último, suspiró. Desapareció las imágenes y miró hacia el jardín, tratando de poner su mente en blanco, para olvidarse de su trabajo unos minutos, pero el recuerdo de lo ocurrido el día anterior, llegó de inmediato.
“Bonito… Perdóname… Armando… perdóname… Az… rael…”
El demonio sacudió la cabeza y luego pasó las manos por su rostro, de manera cansada.
—No voy a poder sacarlo de mi mente —dijo cansado—, es algo pendiente, por lo que mientras no se dicte sentencia, estaré en la incertidumbre.
Movió la mano a un lado y con un movimiento de sus dedos, apareció un psicopompo.
—Lleva un anuncio al reino de Baphomet —habló con voz suave—, no te recibirá él, aun así dile a uno de sus buscadores que necesito una audiencia con su señor, en cuanto pueda recibirme, pero especifica que es urgente.
El ser etéreo asintió y desapareció.
Azrael por su parte movió la mano y la imagen del Limbo apareció frente a él.
—Bruma —se cruzó de brazos—, a diferencia de los círculos, no puedo revisarlo desde aquí… tendré que ir en persona.
Dio media vuelta y su ropa cambió, convirtiéndose en su túnica negra, esa que lo cubría en su totalidad y parecía tener vida propia.
—Vuelvo en un rato…
Aunque su voz fue un murmullo, todos los siervos que se mantenían aun en su hogar, lo escucharon.
Azrael estaba en su oficina, trabajando como siempre; llenando el libro que le correspondía. Los psicopompos hacían su trabajo, entrando y saliendo, yendo por las almas que llegaban al final de sus vidas mortales, pero algunos se mantenían cerca por si el demonio los llegaba a ocupar.
Una vez más, las campanas anunciaron que era momento de su descanso diario.
Siguiendo con su rutina, dejó la pluma en el tintero, pasó las manos por su cabello y finalmente, masajeó su cuello a la par que bostezaba, todo antes de levantarse.
Se puso de pie, recorriendo el mismo camino diario para tomar su descanso, arrastrando sus largas alas; despidió a sus dos escribas, quienes se retiraron de inmediato y llegó al balcón. Respiró profundamente, mientras sus ojos repasaban el panorama.
—Nada cambia… —susurró—. Igual que siempre.
Ladeó el rostro y su cabello se movió al compás; después, movió la mano frente a él y la imagen de un círculo del infierno apareció.
Como día a día, empezó a escudriñarlo, antes de pasar al siguiente. Era su rutina diaria.
Al llegar al último, suspiró. Desapareció las imágenes y miró hacia el jardín, tratando de poner su mente en blanco, para olvidarse de su trabajo unos minutos, pero el recuerdo de lo ocurrido el día anterior, llegó de inmediato.
“Bonito… Perdóname… Armando… perdóname… Az… rael…”
El demonio sacudió la cabeza y luego pasó las manos por su rostro, de manera cansada.
—No voy a poder sacarlo de mi mente —dijo cansado—, es algo pendiente, por lo que mientras no se dicte sentencia, estaré en la incertidumbre.
Movió la mano a un lado y con un movimiento de sus dedos, apareció un psicopompo.
—Lleva un anuncio al reino de Baphomet —habló con voz suave—, no te recibirá él, aun así dile a uno de sus buscadores que necesito una audiencia con su señor, en cuanto pueda recibirme, pero especifica que es urgente.
El ser etéreo asintió y desapareció.
Azrael por su parte movió la mano y la imagen del Limbo apareció frente a él.
—Bruma —se cruzó de brazos—, a diferencia de los círculos, no puedo revisarlo desde aquí… tendré que ir en persona.
Dio media vuelta y su ropa cambió, convirtiéndose en su túnica negra, esa que lo cubría en su totalidad y parecía tener vida propia.
—Vuelvo en un rato…
Aunque su voz fue un murmullo, todos los siervos que se mantenían aun en su hogar, lo escucharon.
Azrael voló con rapidez, yendo hacia el Limbo; un lugar silencioso y frío. Sonrió tenuemente, ya que en realidad, le gustaba el silencio que lo rodeaba, pero no era una visita por placer, sino por trabajo, por lo que descendió.
Caminó como una sombra en ese lugar y las almas, al verlo, se apartaban de inmediato.
Fue por un largo tramo, hasta que llegó al lado del joven que había visto el día anterior; el castaño estaba sentado en el piso en posición de loto, sus brazos descansaban en sus piernas y sus manos estaban extendidas, porque las miraba con detenimiento.
—Luciano Jiménez —llamo Azrael, con su voz suave.
El jovencito movió el rostro con lentitud, fijando sus ojos aceituna en la silueta oscura y luego levantó el rostro, buscando la cara de la persona que estaba a su lado. Cuando la mirada aceituna observó las alas, sonrió tenuemente y siguió hasta verlo a los ojos.
—Azrael…
El demonio se sorprendió— ¿me recuerdas? —preguntó sin poder creerlo.
Luciano no respondió, solo sonrió; el ojiazul negó, seguramente solo fue una coincidencia. Trató de no pensar en eso y se acuclilló para estar a su altura, buscando la mirada aceitunada.
—Luciano Jiménez —dijo con seriedad—, solicité una audiencia con el Dios de la sabiduría, Baphomet, él seguramente conocerá alguna manera de apresurar la resolución a tu situación —señaló con calma—, aun así, no sé cuánto tanto tiempo tendrás que quedarte en este lugar, pero espero que no sea mucho.
El castaño ladeó el rostro y movió su mano, intentando llegar a la capucha que cubría al otro, pero aunque la alcanzó, sus dedos traspasaron la tela, aun así lo intentó varias veces más.
Azrael suspiró, «le dije que no podría tocarme, ¿acaso eso no lo recuerda?»
—¿Por qué insistes? —preguntó el mayor—. No puedes tocarme —señaló con molestia.
Luciano no respondió, siguió intentando sujetar la capucha una y otra vez. Al notar el movimiento que el jovencito hacía, el ojiazul pareció entender lo que deseaba.
—¿Quieres que me la quite? —indagó con algo de escepticismo.
El castaño asintió lentamente.
Azrael movió sus manos y se quitó la capucha, mostrando sus cuernos y cabello rubio.
Luciano movió las manos e intentó tocar los cuernos, pero a pesar de que no podía hacerlo, hizo el ademán.
—Bonito…
El rubio se sobresaltó, luego apretó los párpados y sonrió débilmente— eres extraño —negó—, realmente eres un misterio y seguramente, Baphomet querrá indagar más sobre ti.
Azrael se puso de pie, era hora de volver a su hogar. Volvió a colocar la capucha en su lugar y dio media vuelta, pero la voz de Luciano se escuchó, evitando que se alejara.
—Azrael… Perdóname…
El demonio lo miró con algo de compasión— yo no soy quien debe perdonarte —dijo con desinterés, debe ser el chico que mencionaste antes, ¿lo recuerdas?
Luciano ladeó el rostro, puso un gesto confuso, como si pensara— A… A…
«Armando, sea quien sea esa persona…» pensó el ojiazul.
—Azrael… —dijo Luciano con voz lenta.
—No —negó el demonio—, el chico que debe perdonarte tiene otro nombre, lo dijiste ayer, se llama Armando.
—Ar… Armando…
El rubio respiró profundamente— debo irme… —señaló y extendió sus alas, emprendiendo el vuelo.
Los ojos de Luciano observaron la silueta alejarse, hasta que la bruma volvió a envolverlo.
—Ar… A… Azrael —dijo el castaño con debilidad, mientras su mirada se perdía una vez más, observando sus manos.
Durante tres meses, Azrael estuvo visitando el Limbo, al terminar sus actividades diarias; algunos días se acercaba a Luciano, pero la mayoría, solo lo observaba de lejos. No le agradaba que ese niño siempre intentara tocarlo y mucho menos que le dijera las mismas palabras, porque por alguna razón, cuando decía su nombre, sentía que realmente le hablaba a él y no lo confundía con alguien más.
“Azrael… Perdóname…”
«¿Por qué no puedo sacar eso de mi mente?» se preguntó mientras estaba en su escritorio.
Se suponía que estaba llenando el libro con los nombres de las próximas muertes, para sus escribas organizaran a los psicopompos que llevarían las almas a su destino, pero no supo en qué momento se detuvo, pensando en ese chiquillo de ojos tristes.
El murmullo de un ser etéreo lo sobresaltó y la tinta de la pluma salpicó la hoja.
—¡Por los cuernos de Lucifer! —exclamo el rubio, un tanto molesto al ver que había arruinado su trabajo.
—El demonio del silencio, hablando en voz alta, eso es extraño —la voz burlona de Baphomet se escuchó, al ingresar por la puerta de esa oficina.
Azrael observó al Dios pagano y lanzó la pluma dentro del tintero con poco cuidado, poniéndose de pie, haciendo una reverencia.
—Bienvenido a mi hogar, señor de la sabiduría —comentó el rubio con solemnidad—, gracias por atender mi solicitud de audiencia.
—Más vale que sea importante —comentó el demonio, llegando hasta el escritorio del otro—, mi primogénito y mi consorte no pueden estar mucho tiempo sin mí, así que debo volver rápido.
Con un movimiento de la mano de Azrael, un sillón apareció frente a su mesa de escriba, para que Baphomet lo usara.
—Lamento mucho importunarlo en el tiempo de su descanso —prosiguió el ojiazul—, pero este es un caso en el que solo usted puede ayudarme.
—Ve al grano, Azrael, no tengo tiempo de tanta ceremonia —gruñó el otro, poniendo un gesto serio.
—Disculpe —Azrael se movió y sujetó un pergamino—. Se trata de un alma que se encuentra en el Limbo.
—Un alma en el limbo, significa que pereció antes de tiempo y debes esperar a que se cumpla ese lapso, para ser enviada a su destino final, lo sabes mejor que yo.
—Sí, eso lo sé —asintió el rubio—, pero esta no es un alma cualquiera, esta es de un contrato de Arioch.
Baphomet frunció el ceño— ¿un contrato de Arioch?
—Sí, en el contrato dónde recibió ayuda de usted y del señor Abraxas —especificó, llevándole el pergamino con la información.
Baphomet estiró la mano y recibió el documento que el otro le ofreció. Las pupilas rojas repasaron la información y al llegar a la palabra “redención”, soltó el aliento con molestia.
—Así que… ¿tu antiguo señor lo perdonó?
—Eso parece —asintió Azrael.
—Entonces, envíala al cielo —el Dios pagano se alzó de hombros—, un alma redimida no puede ir al infierno, por más que se lo merezca —dijo con desprecio.
—Ese es el problema —objetó el demonio—, en el cielo, no lo pueden aceptar, porque murió a causa de un contrato infernal.
Las pupilas de Baphomet siguieron leyendo el pergamino, justo en la parte dónde Azrael había escrito y detallado, lo ocurrido en las puertas del Paraíso.
El demonio de la llama rió— ‘esperar a que el conflicto termine’ —se burló—, quien asegura que los que ganen, se tomarán la molestia de revisar el Limbo para solucionar un problema de este tipo, solo por un alma… —negó—. Tus anteriores hermanos son demasiado ingenuos.
—Quisiera creer que lo harán —Azrael levantó el rostro—, pero incluso yo, sé que a menos que se haga una revisión a detalle, esta situación puede quedar en el olvido con facilidad, porque es la primera vez que ocurre.
—Tienes razón… —Baphomet asintió—. Las pocas almas que no pueden ser reclamadas ni en el cielo, ni el infierno, se quedan en la Tierra y al acabar el conflicto, simplemente serán enviadas al Oblivion —le restó importancia—, pero una que está en el Limbo, seguramente no tendrá ese privilegio y se quedará en ese lugar por toda la eternidad.
—Así es —Azrael entrelazó los dedos sobre el escritorio—, por eso no me siento bien de dejar un alma en el Limbo —señaló con molestia—, mi trabajo es recabar todas las almas y asegurarme que lleguen a su destino y me causa cierta ansiedad darme cuenta que no puedo cumplir con mi deber, porque una sola alma, se encuentra sin juzgar y debido a la situación, es posible que jamás sea juzgada y no llegará ni al cielo, ni al infierno.
—Envíala al Oblivion —señaló el pelinegro—, es la mejor solución y más rápida.
—No puedo enviar un alma redimida al Oblivion, si Él —señaló hacia el cielo—, se entera que envié allá, un alma a quien perdonó, seguramente lo tomará como provocación.
Baphomet analizó la situación por unos segundos— es cierto —soltó el aire con lentitud— y por el momento, no debemos hacer movimientos estúpidos… —movió la mano y apareció su báculo, observando las lunas que lo coronaban, buscando una solución—. Supongo que Thanatos no quiso meterse en esto, ¿me equivoco?
Baphomet sabía que si Azrael lo había buscado, seguramente había sido por orden de Thanatos, ya que debía preguntarle a él primero, por ser el Dios pagano encargado de las almas humanas.
Azrael respiró profundamente— mi señor Thanatos, me dio dos opciones, que lo olvidara o lo llamara a usted.
El demonio de la llama lo miró con sarcasmo— y por supuesto, debido a tu obsesión con el trabajo, no pudiste olvidarlo, ¿no es así? —levantó una ceja—. De acuerdo, investigaré y buscaré una manera de solucionar esto, para que tu marca perfecta, de asegurarte que las almas lleguen a su destino, no se vea manchada —sonrió mostrando sus colmillos.
Azrael sabía que el otro se estaba burlando de él, pero no podía quejarse— gracias —dijo con voz tranquila.
—Te avisaré cuando tenga información —Baphomet se puso de pie.
—Una cosa más… —musitó el rubio.
—¿Si?
Azrael dudó, pero tenía curiosidad— de casualidad… ¿sabe quién es Armando?
—¿Armando? —El pelinegro miró al ángel caído con interés—. Tengo conocimiento de muchos humanos llamados de esa manera, ¿puedes ser más específico?
—El joven que está en el Limbo, dijo ese nombre.
Baphomet volvió a sentarse y movió su mano de inmediato, apareciendo un libro y una pluma, que empezó a escribir por sí sola.
—¡¿Me estás diciendo que un alma en el Limbo, recuerda algo de su vida?! —preguntó con ansiedad, ya que eso debía ser imposible.
Azrael suspiro— eso creo… al menos, el primer día.
—¿El primer día? ¿Qué quieres decir con eso?
El rubio desvió la mirada— es que… después de que le dije mi nombre, cada vez que cruzo palabras con él, solo me nombra a mí.
—¡¿Lo has vuelto a ver?! —El Dios pagano empezaba a asombrarse con esas revelaciones.
—Algunas veces —mintió el otro.
—¿Cuántas? —presionó Baphomet.
El ojiazul bajó el rostro.
—¡¿Cuántas?! —repitió el demonio de la llama.
—Todos los días —respondió el otro.
—Todos… los días… —Baphomet tardó un momento en procesar esas palabras—. Significa que tienes tres meses hablando con él…
—No —Azrael negó de inmediato—. Lo he visto todos los días, pero no he hablado todos los días con él.
—¿Por qué?
El rubio movió su mano de forma automática, acariciando su cuerno y luego sacudió la cabeza, volviendo a la realidad.
—Ese chiquillo es sumamente extraño —señaló—. Me… me inquieta… —confesó—. Cada que dice mi nombre, siento que me habla a mí, pero estoy seguro que me confunde con ese tal Armando.
Baphomet dudó un momento, después, uso su báculo para crear una imagen en un cristal que estaba cerca; poco a poco una figura apareció en la superficie.
—Ese es el consorte de Arioch —dijo el demonio de la llama.
Azrael se puso de pie y caminó al cristal, observándolo con detenimiento. El jovencito que estaba ahí era rubio y tenía las pupilas azules; una extraña molestia se hizo presente en su pecho y sus músculos se contrajeron.
—Sí, solo me confunde con él —dijo con un dejo de decepción, pues a pesar de que el tono de cabello del humano en el reflejo, era más claro que el suyo, ambos tenían pupilas azules.
—Y eso te molesta, ¿verdad?
Azrael giró el rostro, pero no respondió.
—¿Ese niño te gusta? —preguntó Baphomet, esperando una confirmación a lo que ya sospechaba, debido a la actitud del otro.
—No —Azrael negó—, solo tenía curiosidad, es todo.
—Eres un ángel caído con rutinas establecidas y a pesar de que ahora eres denominado un demonio, nada ha cambiado en ti desde hace milenios —señaló el Dios—, pero ahora, visitas a un alma humana en el Limbo, eso es muy extraño, tanto que dudo que sea solo curiosidad.
El ojiazul suspiró, caminó con lentitud hacia su escritorio y volvió a sentarse en su sillón.
—No sé qué es —confesó, después de un largo rato de silencio—, solo sé, que sus ojos me agradan —sus labios se curvaron de manera casi imperceptible—, pero además, cada que dice mi nombre, me da una sensación extraña —inclinó el rostro—, a pesar de que sé que él busca en mi a alguien más.
—Y saber eso te duele… ¿no es así?
—Creo que sí…
Baphomet pasó la mano por su barbilla y luego soltó un suspiró— tráela ante mi… —dijo con seriedad.
—¿A quién?
—A esa alma humana —especificó el Dios—, yo no puedo ir al Limbo, pero tú tienes el poder de sacar de ahí a cualquier alma, así que tráela aquí, quiero conocerlo.
—No creo que sea correcto —negó Azrael—, él debe ser enviado a dónde corresponde y mi palacio no es ese lugar —especificó—. Iría contra las reglas.
—Esa alma humana está fuera de las reglas —sonrió el pelinegro—, créeme, no habrá problema en que lo traigas, porque realmente, es una situación sin precedentes y por lo tanto, no hay manera de saber cómo se debe actuar con ella, así que si queremos encontrar una solución, debes traerla ante mí —dijo con un dejo de complicidad.
“Azrael… Perdóname…”
«¿Por qué no puedo sacar eso de mi mente?» se preguntó mientras estaba en su escritorio.
Se suponía que estaba llenando el libro con los nombres de las próximas muertes, para sus escribas organizaran a los psicopompos que llevarían las almas a su destino, pero no supo en qué momento se detuvo, pensando en ese chiquillo de ojos tristes.
El murmullo de un ser etéreo lo sobresaltó y la tinta de la pluma salpicó la hoja.
—¡Por los cuernos de Lucifer! —exclamo el rubio, un tanto molesto al ver que había arruinado su trabajo.
—El demonio del silencio, hablando en voz alta, eso es extraño —la voz burlona de Baphomet se escuchó, al ingresar por la puerta de esa oficina.
Azrael observó al Dios pagano y lanzó la pluma dentro del tintero con poco cuidado, poniéndose de pie, haciendo una reverencia.
—Bienvenido a mi hogar, señor de la sabiduría —comentó el rubio con solemnidad—, gracias por atender mi solicitud de audiencia.
—Más vale que sea importante —comentó el demonio, llegando hasta el escritorio del otro—, mi primogénito y mi consorte no pueden estar mucho tiempo sin mí, así que debo volver rápido.
Con un movimiento de la mano de Azrael, un sillón apareció frente a su mesa de escriba, para que Baphomet lo usara.
—Lamento mucho importunarlo en el tiempo de su descanso —prosiguió el ojiazul—, pero este es un caso en el que solo usted puede ayudarme.
—Ve al grano, Azrael, no tengo tiempo de tanta ceremonia —gruñó el otro, poniendo un gesto serio.
—Disculpe —Azrael se movió y sujetó un pergamino—. Se trata de un alma que se encuentra en el Limbo.
—Un alma en el limbo, significa que pereció antes de tiempo y debes esperar a que se cumpla ese lapso, para ser enviada a su destino final, lo sabes mejor que yo.
—Sí, eso lo sé —asintió el rubio—, pero esta no es un alma cualquiera, esta es de un contrato de Arioch.
Baphomet frunció el ceño— ¿un contrato de Arioch?
—Sí, en el contrato dónde recibió ayuda de usted y del señor Abraxas —especificó, llevándole el pergamino con la información.
Baphomet estiró la mano y recibió el documento que el otro le ofreció. Las pupilas rojas repasaron la información y al llegar a la palabra “redención”, soltó el aliento con molestia.
—Así que… ¿tu antiguo señor lo perdonó?
—Eso parece —asintió Azrael.
—Entonces, envíala al cielo —el Dios pagano se alzó de hombros—, un alma redimida no puede ir al infierno, por más que se lo merezca —dijo con desprecio.
—Ese es el problema —objetó el demonio—, en el cielo, no lo pueden aceptar, porque murió a causa de un contrato infernal.
Las pupilas de Baphomet siguieron leyendo el pergamino, justo en la parte dónde Azrael había escrito y detallado, lo ocurrido en las puertas del Paraíso.
El demonio de la llama rió— ‘esperar a que el conflicto termine’ —se burló—, quien asegura que los que ganen, se tomarán la molestia de revisar el Limbo para solucionar un problema de este tipo, solo por un alma… —negó—. Tus anteriores hermanos son demasiado ingenuos.
—Quisiera creer que lo harán —Azrael levantó el rostro—, pero incluso yo, sé que a menos que se haga una revisión a detalle, esta situación puede quedar en el olvido con facilidad, porque es la primera vez que ocurre.
—Tienes razón… —Baphomet asintió—. Las pocas almas que no pueden ser reclamadas ni en el cielo, ni el infierno, se quedan en la Tierra y al acabar el conflicto, simplemente serán enviadas al Oblivion —le restó importancia—, pero una que está en el Limbo, seguramente no tendrá ese privilegio y se quedará en ese lugar por toda la eternidad.
—Así es —Azrael entrelazó los dedos sobre el escritorio—, por eso no me siento bien de dejar un alma en el Limbo —señaló con molestia—, mi trabajo es recabar todas las almas y asegurarme que lleguen a su destino y me causa cierta ansiedad darme cuenta que no puedo cumplir con mi deber, porque una sola alma, se encuentra sin juzgar y debido a la situación, es posible que jamás sea juzgada y no llegará ni al cielo, ni al infierno.
—Envíala al Oblivion —señaló el pelinegro—, es la mejor solución y más rápida.
—No puedo enviar un alma redimida al Oblivion, si Él —señaló hacia el cielo—, se entera que envié allá, un alma a quien perdonó, seguramente lo tomará como provocación.
Baphomet analizó la situación por unos segundos— es cierto —soltó el aire con lentitud— y por el momento, no debemos hacer movimientos estúpidos… —movió la mano y apareció su báculo, observando las lunas que lo coronaban, buscando una solución—. Supongo que Thanatos no quiso meterse en esto, ¿me equivoco?
Baphomet sabía que si Azrael lo había buscado, seguramente había sido por orden de Thanatos, ya que debía preguntarle a él primero, por ser el Dios pagano encargado de las almas humanas.
Azrael respiró profundamente— mi señor Thanatos, me dio dos opciones, que lo olvidara o lo llamara a usted.
El demonio de la llama lo miró con sarcasmo— y por supuesto, debido a tu obsesión con el trabajo, no pudiste olvidarlo, ¿no es así? —levantó una ceja—. De acuerdo, investigaré y buscaré una manera de solucionar esto, para que tu marca perfecta, de asegurarte que las almas lleguen a su destino, no se vea manchada —sonrió mostrando sus colmillos.
Azrael sabía que el otro se estaba burlando de él, pero no podía quejarse— gracias —dijo con voz tranquila.
—Te avisaré cuando tenga información —Baphomet se puso de pie.
—Una cosa más… —musitó el rubio.
—¿Si?
Azrael dudó, pero tenía curiosidad— de casualidad… ¿sabe quién es Armando?
—¿Armando? —El pelinegro miró al ángel caído con interés—. Tengo conocimiento de muchos humanos llamados de esa manera, ¿puedes ser más específico?
—El joven que está en el Limbo, dijo ese nombre.
Baphomet volvió a sentarse y movió su mano de inmediato, apareciendo un libro y una pluma, que empezó a escribir por sí sola.
—¡¿Me estás diciendo que un alma en el Limbo, recuerda algo de su vida?! —preguntó con ansiedad, ya que eso debía ser imposible.
Azrael suspiro— eso creo… al menos, el primer día.
—¿El primer día? ¿Qué quieres decir con eso?
El rubio desvió la mirada— es que… después de que le dije mi nombre, cada vez que cruzo palabras con él, solo me nombra a mí.
—¡¿Lo has vuelto a ver?! —El Dios pagano empezaba a asombrarse con esas revelaciones.
—Algunas veces —mintió el otro.
—¿Cuántas? —presionó Baphomet.
El ojiazul bajó el rostro.
—¡¿Cuántas?! —repitió el demonio de la llama.
—Todos los días —respondió el otro.
—Todos… los días… —Baphomet tardó un momento en procesar esas palabras—. Significa que tienes tres meses hablando con él…
—No —Azrael negó de inmediato—. Lo he visto todos los días, pero no he hablado todos los días con él.
—¿Por qué?
El rubio movió su mano de forma automática, acariciando su cuerno y luego sacudió la cabeza, volviendo a la realidad.
—Ese chiquillo es sumamente extraño —señaló—. Me… me inquieta… —confesó—. Cada que dice mi nombre, siento que me habla a mí, pero estoy seguro que me confunde con ese tal Armando.
Baphomet dudó un momento, después, uso su báculo para crear una imagen en un cristal que estaba cerca; poco a poco una figura apareció en la superficie.
—Ese es el consorte de Arioch —dijo el demonio de la llama.
Azrael se puso de pie y caminó al cristal, observándolo con detenimiento. El jovencito que estaba ahí era rubio y tenía las pupilas azules; una extraña molestia se hizo presente en su pecho y sus músculos se contrajeron.
—Sí, solo me confunde con él —dijo con un dejo de decepción, pues a pesar de que el tono de cabello del humano en el reflejo, era más claro que el suyo, ambos tenían pupilas azules.
—Y eso te molesta, ¿verdad?
Azrael giró el rostro, pero no respondió.
—¿Ese niño te gusta? —preguntó Baphomet, esperando una confirmación a lo que ya sospechaba, debido a la actitud del otro.
—No —Azrael negó—, solo tenía curiosidad, es todo.
—Eres un ángel caído con rutinas establecidas y a pesar de que ahora eres denominado un demonio, nada ha cambiado en ti desde hace milenios —señaló el Dios—, pero ahora, visitas a un alma humana en el Limbo, eso es muy extraño, tanto que dudo que sea solo curiosidad.
El ojiazul suspiró, caminó con lentitud hacia su escritorio y volvió a sentarse en su sillón.
—No sé qué es —confesó, después de un largo rato de silencio—, solo sé, que sus ojos me agradan —sus labios se curvaron de manera casi imperceptible—, pero además, cada que dice mi nombre, me da una sensación extraña —inclinó el rostro—, a pesar de que sé que él busca en mi a alguien más.
—Y saber eso te duele… ¿no es así?
—Creo que sí…
Baphomet pasó la mano por su barbilla y luego soltó un suspiró— tráela ante mi… —dijo con seriedad.
—¿A quién?
—A esa alma humana —especificó el Dios—, yo no puedo ir al Limbo, pero tú tienes el poder de sacar de ahí a cualquier alma, así que tráela aquí, quiero conocerlo.
—No creo que sea correcto —negó Azrael—, él debe ser enviado a dónde corresponde y mi palacio no es ese lugar —especificó—. Iría contra las reglas.
—Esa alma humana está fuera de las reglas —sonrió el pelinegro—, créeme, no habrá problema en que lo traigas, porque realmente, es una situación sin precedentes y por lo tanto, no hay manera de saber cómo se debe actuar con ella, así que si queremos encontrar una solución, debes traerla ante mí —dijo con un dejo de complicidad.
La figura alada llegó al Limbo como todos los días. Caminó por la zona y se acercó hasta el alma humana a quien miraba diariamente, aunque ese día, titubeó en acercarse; normalmente cuando iba, sabía de antemano si se acercaría o no, pero ese día, aunque no quería acercarse, debía hacerlo y por eso se encontraba inquieto.
—Debo hacerlo… —susurró—. Baphomet espera y no debo tardar o se molestará.
Movió sus manos y bajo la capucha de su túnica, antes de llegar ante Luciano, quien como siempre, estaba sentado, observando sus manos.
—Luciano Jiménez —dijo con su tono suave.
El castaño levantó el rostro y observó al recién llegado, sonriendo tenuemente— Azrael…
El demonio desvió la mirada de inmediato, ya que le dolía ver ese gesto «no es para mí…», se dijo con tristeza «me confunde con el consorte de Arioch…»
Azrael tomó aire— debes venir conmigo —anunció—, es posible que no tengas que pasar una eternidad esperando una solución a tu situación.
El gesto de Luciano mostraba que no comprendía lo que el otro quería decirle; el demonio rechinó los dientes, frustrado «¿por qué me lo pones tan difícil?», pensó con inquietud.
El rubio se inclinó y extendió la mano hasta el jovencito. Luciano observó el ademán y frunció el ceño.
—No puedo… tocar…
Azrael se sorprendió— ¿recuerdas eso? —preguntó en un murmullo, pues no imaginaba que recordara lo que le había dicho en un principio, tres meses atrás.
El castaño asintió débilmente.
—No te preocupes, hoy si podrás tocarme… —señaló el rubio—. Anda, dame tu mano.
Luciano movió el brazo, acercando la mano hasta Azrael y cuando sus dedos llegaron a la mano del mayor, se dio cuenta que podía tocarlo, porque la mano del ojiazul se había convertido en huesos.
La mirada aceitunada se fijó en los dígitos blancos que sostenían su mano transparente.
—Lo siento —Azrael bajó el rostro—, yo soy el principal siervo del señor Thanatos, la muerte —explicó— y solo de esta manera puedo tocar las almas.
El castaño ladeo el rostro y su mano se movió con lentitud, casi como una caricia en los huesos de los dedos— bonito… —musitó una vez más.
«Deja de decir eso, por favor…» pensó el rubio con nervios.
Azrael se incorporó y ayudó a que Luciano se pusiera de pie. Debido a que el jovencito era de una estatura menor que él, no tuvo dificultades para sujetarlo entre sus brazos y emprender el vuelo; no era de extrañar, pues aunque el rubio, por su trabajo, no había aumentado de talla como todos los ángeles caídos, lo humanos eran pequeños en comparación de ángeles y demonios.
Luciano no dijo nada, solo se limitó a tocar los brazos que lo sujetaban, dándose cuenta que sus dedos solo podían rozar los huesos por encima de la túnica oscura.
Azrael se sentía algo avergonzado; en toda su existencia, jamás lo habían tocado así, ni siquiera cuando era un ángel en los cielos, pues sus hermanos no se acercaban mucho a él, debido a su trabajo; pero no dijo nada en todo el camino.
Al llegar a su palacio, dejó el alma con sumo cuidado en el piso; seres etéreos abrieron las puertas y se inclinaron ante el ojiazul.
—Sígueme —ordenó el mayor, empezando el camino, con el alma de Luciano tras de él.
A pesar de lo extraño que pudiera resultar, así como asombroso, por el lugar donde se encontraba, la mirada del jovencito se mantenía fija en el demonio rubio, mientras lo seguía.
Cuando la pareja pasó por el enorme arco de acceso al área de los escribas, tanto Dumah como Dalkiel levantaron la cabeza y su rostro mostró sorpresa, por ver un alma humana en ese lugar. Dalkiel estuvo por decir algo, pero Dumah lo silenció con una señal, poniendo el dedo en su boca. El peliazul pasó saliva y bajó el rostro, volviendo a su trabajo de inmediato, mientras su compañero suspiró y sujetó su pluma, para seguir también; conocía a Azrael, por eso era su primer ayudante, así que cualquier cosa que tuvieran que saber, él se los diría.
Azrael llegó a su oficina y abrió la puerta; Baphomet se puso de pie, observando con curiosidad.
—Adelante —el ojiazul hizo un ademán, para que Luciano ingresara primero.
El menor lo obedeció, pero al ver al demonio de la llama se quedó inmóvil y su rostro reflejó terror.
—¿Qué ocurre? —musitó el rubio.
Luciano no respondió, pasó las manos por su cabello y se dejó caer, hincado— perdón… perdón… perdón… —la palabra se repetía una y otra vez, mientras la mirada estaba fija en el piso.
—Interesante… —Baphomet se acercó al castaño, sonriendo con diversión.
—¿Qué sucede? —Azrael fijo su mirada en el demonio de la llama.
—Es posible que esta alma no haya olvidado todo…
El ojirrojo movió su báculo y con la punta, dibujó una figura en el aire, que aumentó de tamaño y se movió, poniéndose encima de Luciano, después, bajó y el diseño quedó grabado en el piso, con lo que el alma de Luciano dejó de hablar, de moverse e incluso su mirada se oscureció.
Azrael estaba atento a lo que le ocurría a ese niño, mientras el Dios pagano se acercaba a revisarlo.
Con otro movimiento del báculo, una imagen se proyectó fuera del círculo. Distintas escenas tomaron lugar; la primera, cuando Luciano golpeaba a un niño indefenso, que era sujetado por otros, un niño que se miraba enfermo y lastimado, después, un jovencito rubio se retorcía en una cama, mientras Luciano lo poseía, diciéndole “te amo…”.
Esa imagen consiguió que el pecho de Azrael se oprimiera y desvió el rostro, evitando ver lo que ocurría. Baphomet estaba tan inmerso y emocionado por esas imágenes, que no le puso atención al ángel caído.
Finalmente, las imágenes mostradas, eran de la tortura que Luciano recibió a causa de un demonio; la figura imponente de Arioch era solo una silueta oscura, pero el Dios pagano entendió su actitud hacia él, ya que compartían algunas características, especialmente los enormes cuernos.
—¡Extraordinario! —dijo con voz emocionada, a pesar de que los gritos de Luciano seguían escuchándose por medio de esas imágenes que parecían una película—. Se supone que al estar en el limbo, no debe recordar nada, pero él —señaló al castaño—, ¡lo recuerda!
Azrael no quería hablar, en realidad le molestaba esa situación y no entendía el por qué, pero también tenía dudas, así que su voz escapó de sus labios.
—¿Por qué empezó a disculparse? —preguntó débilmente, ya que eso era algo que lo inquietaba, porque cada que lo miraba, el jovencito le pedía perdón también.
—Su actitud hacia mí, es porque le recuerdo al demonio que lo torturó —explicó el ojirrojo.
—Yo también soy un demonio —señaló el rubio con un dejo de molestia—, pero no actúa así conmigo.
Baphomet sonrió con cinismo— aunque seas un demonio, él no parece verte de esa manera —ladeó el rostro—, es aceptable, pues aunque tienes cuernos, estos no son como los de tus hermanos que están en el infierno —lo rodeó con calma—, tu físico sigue manteniendo más características de un ángel y el chico que aún recuerda —señaló la imagen, donde se mostraba Armando—, es muy parecido a ti.
Azrael apretó la mandíbula y sus dientes rechinaron.
El demonio de la llama, observó al ángel caído y frunció el ceño al darse cuenta de su actitud.
—Te gusta…
—¿Qué? ¡Claro que no! —respondió levantando la voz y logrando que los seres etéreos que estaban cerca, se pusieran alerta.
—No te estoy preguntando, lo estoy afirmando.
—Con todo respeto, me ofende su insinuación —dijo el rubio con algo de nervios—, si estoy interesado en esta alma, es solo porque su situación es indefinida y así como usted, que no gusta de que falte información en sus dominios, yo no estoy tranquilo si en los míos, mi trabajo no puede ser llevado a cabo de manera correcta, porque le debo rendir cuentas a mi señor Thanatos.
Baphomet rió y después negó.
—Es cierto que caíste, pero… —movió el báculo y puso la punta superior contra el pecho del ojiazul—. Esto —una tenue luz resplandeció, era el corazón del demonio rubio—, sigue siendo de un ángel y a diferencia de todos los demás caídos, que están corruptos hasta la médula, por vivir en el infierno, tú, aún tienes una pureza visible, Azrael.
—No bromee —Azrael movió la mano, alejando el báculo con suavidad—, yo no soy puro y jamás lo seré —sentenció con seguridad—, seguí a mi señor Lucifer y jamás lo traicionaría.
—Lucifer… —Baphomet levantó una ceja—. Es cierto, seguiste a Lucifer al abismo, porque lo apreciabas y aprecias más que a nadie, a pesar de que no puedes estar cerca suyo, ¿cierto?
Azrael sonrió tenuemente— eso no es cierto —dijo con seguridad y orgullo—, hay alguien que ama más que yo a mi señor, alguien a quien él también ama, usted lo sabe mejor que yo y jamás me atrevería a competir por ese sentimiento.
Baphomet observó esa mirada llena de convicción y se sintió satisfecho.
A pesar del amor que Azrael le tenía al soberano del abismo, era obvio que respetaba el sentimiento que el otro tenía por alguien más; eso era lo que diferenciaba a Azrael de muchos ángeles caídos, quienes seguramente no dudarían en interponerse en los planes de Lucifer para encontrar a esa persona, con tal de tener una oportunidad con él, no por nada, todos los que lo siguieron, estaban prendados de ese ángel hermoso y perfecto, de alguna u otra manera.
—De acuerdo —aceptó el Dios pagano—, pero me causa curiosidad saber por qué está ocurriendo esta situación con el alma humana —dirigió su mirada al jovencito que seguía sin moverse—. Me gustaría tener oportunidad de estudiarlo más tiempo, para saber por qué aún tiene recuerdos, pero no lo puedo llevar a mi reino y no puedo ir al Limbo —especificó—, ¿puedes dejarlo aquí, mientras hago mi investigación? —preguntó seriamente.
—¡¿Aquí?! —Azrael abrió los ojos con sorpresa—. No puedo tener un alma humana aquí, podría tener problemas, esto va contra todo lo establecido, además, las reglas no lo permitirían porque…
—Hablaré con Lucifer y Thanatos —interrumpió Baphomet, caminando hacia Luciano—, les explicaré la situación y que es necesario que lo estudie, para encontrar una solución y que tu trabajo no sea afectado.
Azrael titubeó, pero las palabras del Dios pagano le decían que tenía todo planeado; observó de soslayo el alma humana y suspiró.
—Si ellos aceptan, yo no puedo oponerme.
La figura alada llegó al Limbo como todos los días. Caminó por la zona y se acercó hasta el alma humana a quien miraba diariamente, aunque ese día, titubeó en acercarse; normalmente cuando iba, sabía de antemano si se acercaría o no, pero ese día, aunque no quería acercarse, debía hacerlo y por eso se encontraba inquieto.
—Debo hacerlo… —susurró—. Baphomet espera y no debo tardar o se molestará.
Movió sus manos y bajo la capucha de su túnica, antes de llegar ante Luciano, quien como siempre, estaba sentado, observando sus manos.
—Luciano Jiménez —dijo con su tono suave.
El castaño levantó el rostro y observó al recién llegado, sonriendo tenuemente— Azrael…
El demonio desvió la mirada de inmediato, ya que le dolía ver ese gesto «no es para mí…», se dijo con tristeza «me confunde con el consorte de Arioch…»
Azrael tomó aire— debes venir conmigo —anunció—, es posible que no tengas que pasar una eternidad esperando una solución a tu situación.
El gesto de Luciano mostraba que no comprendía lo que el otro quería decirle; el demonio rechinó los dientes, frustrado «¿por qué me lo pones tan difícil?», pensó con inquietud.
El rubio se inclinó y extendió la mano hasta el jovencito. Luciano observó el ademán y frunció el ceño.
—No puedo… tocar…
Azrael se sorprendió— ¿recuerdas eso? —preguntó en un murmullo, pues no imaginaba que recordara lo que le había dicho en un principio, tres meses atrás.
El castaño asintió débilmente.
—No te preocupes, hoy si podrás tocarme… —señaló el rubio—. Anda, dame tu mano.
Luciano movió el brazo, acercando la mano hasta Azrael y cuando sus dedos llegaron a la mano del mayor, se dio cuenta que podía tocarlo, porque la mano del ojiazul se había convertido en huesos.
La mirada aceitunada se fijó en los dígitos blancos que sostenían su mano transparente.
—Lo siento —Azrael bajó el rostro—, yo soy el principal siervo del señor Thanatos, la muerte —explicó— y solo de esta manera puedo tocar las almas.
El castaño ladeo el rostro y su mano se movió con lentitud, casi como una caricia en los huesos de los dedos— bonito… —musitó una vez más.
«Deja de decir eso, por favor…» pensó el rubio con nervios.
Azrael se incorporó y ayudó a que Luciano se pusiera de pie. Debido a que el jovencito era de una estatura menor que él, no tuvo dificultades para sujetarlo entre sus brazos y emprender el vuelo; no era de extrañar, pues aunque el rubio, por su trabajo, no había aumentado de talla como todos los ángeles caídos, lo humanos eran pequeños en comparación de ángeles y demonios.
Luciano no dijo nada, solo se limitó a tocar los brazos que lo sujetaban, dándose cuenta que sus dedos solo podían rozar los huesos por encima de la túnica oscura.
Azrael se sentía algo avergonzado; en toda su existencia, jamás lo habían tocado así, ni siquiera cuando era un ángel en los cielos, pues sus hermanos no se acercaban mucho a él, debido a su trabajo; pero no dijo nada en todo el camino.
Al llegar a su palacio, dejó el alma con sumo cuidado en el piso; seres etéreos abrieron las puertas y se inclinaron ante el ojiazul.
—Sígueme —ordenó el mayor, empezando el camino, con el alma de Luciano tras de él.
A pesar de lo extraño que pudiera resultar, así como asombroso, por el lugar donde se encontraba, la mirada del jovencito se mantenía fija en el demonio rubio, mientras lo seguía.
Cuando la pareja pasó por el enorme arco de acceso al área de los escribas, tanto Dumah como Dalkiel levantaron la cabeza y su rostro mostró sorpresa, por ver un alma humana en ese lugar. Dalkiel estuvo por decir algo, pero Dumah lo silenció con una señal, poniendo el dedo en su boca. El peliazul pasó saliva y bajó el rostro, volviendo a su trabajo de inmediato, mientras su compañero suspiró y sujetó su pluma, para seguir también; conocía a Azrael, por eso era su primer ayudante, así que cualquier cosa que tuvieran que saber, él se los diría.
Azrael llegó a su oficina y abrió la puerta; Baphomet se puso de pie, observando con curiosidad.
—Adelante —el ojiazul hizo un ademán, para que Luciano ingresara primero.
El menor lo obedeció, pero al ver al demonio de la llama se quedó inmóvil y su rostro reflejó terror.
—¿Qué ocurre? —musitó el rubio.
Luciano no respondió, pasó las manos por su cabello y se dejó caer, hincado— perdón… perdón… perdón… —la palabra se repetía una y otra vez, mientras la mirada estaba fija en el piso.
—Interesante… —Baphomet se acercó al castaño, sonriendo con diversión.
—¿Qué sucede? —Azrael fijo su mirada en el demonio de la llama.
—Es posible que esta alma no haya olvidado todo…
El ojirrojo movió su báculo y con la punta, dibujó una figura en el aire, que aumentó de tamaño y se movió, poniéndose encima de Luciano, después, bajó y el diseño quedó grabado en el piso, con lo que el alma de Luciano dejó de hablar, de moverse e incluso su mirada se oscureció.
Azrael estaba atento a lo que le ocurría a ese niño, mientras el Dios pagano se acercaba a revisarlo.
Con otro movimiento del báculo, una imagen se proyectó fuera del círculo. Distintas escenas tomaron lugar; la primera, cuando Luciano golpeaba a un niño indefenso, que era sujetado por otros, un niño que se miraba enfermo y lastimado, después, un jovencito rubio se retorcía en una cama, mientras Luciano lo poseía, diciéndole “te amo…”.
Esa imagen consiguió que el pecho de Azrael se oprimiera y desvió el rostro, evitando ver lo que ocurría. Baphomet estaba tan inmerso y emocionado por esas imágenes, que no le puso atención al ángel caído.
Finalmente, las imágenes mostradas, eran de la tortura que Luciano recibió a causa de un demonio; la figura imponente de Arioch era solo una silueta oscura, pero el Dios pagano entendió su actitud hacia él, ya que compartían algunas características, especialmente los enormes cuernos.
—¡Extraordinario! —dijo con voz emocionada, a pesar de que los gritos de Luciano seguían escuchándose por medio de esas imágenes que parecían una película—. Se supone que al estar en el limbo, no debe recordar nada, pero él —señaló al castaño—, ¡lo recuerda!
Azrael no quería hablar, en realidad le molestaba esa situación y no entendía el por qué, pero también tenía dudas, así que su voz escapó de sus labios.
—¿Por qué empezó a disculparse? —preguntó débilmente, ya que eso era algo que lo inquietaba, porque cada que lo miraba, el jovencito le pedía perdón también.
—Su actitud hacia mí, es porque le recuerdo al demonio que lo torturó —explicó el ojirrojo.
—Yo también soy un demonio —señaló el rubio con un dejo de molestia—, pero no actúa así conmigo.
Baphomet sonrió con cinismo— aunque seas un demonio, él no parece verte de esa manera —ladeó el rostro—, es aceptable, pues aunque tienes cuernos, estos no son como los de tus hermanos que están en el infierno —lo rodeó con calma—, tu físico sigue manteniendo más características de un ángel y el chico que aún recuerda —señaló la imagen, donde se mostraba Armando—, es muy parecido a ti.
Azrael apretó la mandíbula y sus dientes rechinaron.
El demonio de la llama, observó al ángel caído y frunció el ceño al darse cuenta de su actitud.
—Te gusta…
—¿Qué? ¡Claro que no! —respondió levantando la voz y logrando que los seres etéreos que estaban cerca, se pusieran alerta.
—No te estoy preguntando, lo estoy afirmando.
—Con todo respeto, me ofende su insinuación —dijo el rubio con algo de nervios—, si estoy interesado en esta alma, es solo porque su situación es indefinida y así como usted, que no gusta de que falte información en sus dominios, yo no estoy tranquilo si en los míos, mi trabajo no puede ser llevado a cabo de manera correcta, porque le debo rendir cuentas a mi señor Thanatos.
Baphomet rió y después negó.
—Es cierto que caíste, pero… —movió el báculo y puso la punta superior contra el pecho del ojiazul—. Esto —una tenue luz resplandeció, era el corazón del demonio rubio—, sigue siendo de un ángel y a diferencia de todos los demás caídos, que están corruptos hasta la médula, por vivir en el infierno, tú, aún tienes una pureza visible, Azrael.
—No bromee —Azrael movió la mano, alejando el báculo con suavidad—, yo no soy puro y jamás lo seré —sentenció con seguridad—, seguí a mi señor Lucifer y jamás lo traicionaría.
—Lucifer… —Baphomet levantó una ceja—. Es cierto, seguiste a Lucifer al abismo, porque lo apreciabas y aprecias más que a nadie, a pesar de que no puedes estar cerca suyo, ¿cierto?
Azrael sonrió tenuemente— eso no es cierto —dijo con seguridad y orgullo—, hay alguien que ama más que yo a mi señor, alguien a quien él también ama, usted lo sabe mejor que yo y jamás me atrevería a competir por ese sentimiento.
Baphomet observó esa mirada llena de convicción y se sintió satisfecho.
A pesar del amor que Azrael le tenía al soberano del abismo, era obvio que respetaba el sentimiento que el otro tenía por alguien más; eso era lo que diferenciaba a Azrael de muchos ángeles caídos, quienes seguramente no dudarían en interponerse en los planes de Lucifer para encontrar a esa persona, con tal de tener una oportunidad con él, no por nada, todos los que lo siguieron, estaban prendados de ese ángel hermoso y perfecto, de alguna u otra manera.
—De acuerdo —aceptó el Dios pagano—, pero me causa curiosidad saber por qué está ocurriendo esta situación con el alma humana —dirigió su mirada al jovencito que seguía sin moverse—. Me gustaría tener oportunidad de estudiarlo más tiempo, para saber por qué aún tiene recuerdos, pero no lo puedo llevar a mi reino y no puedo ir al Limbo —especificó—, ¿puedes dejarlo aquí, mientras hago mi investigación? —preguntó seriamente.
—¡¿Aquí?! —Azrael abrió los ojos con sorpresa—. No puedo tener un alma humana aquí, podría tener problemas, esto va contra todo lo establecido, además, las reglas no lo permitirían porque…
—Hablaré con Lucifer y Thanatos —interrumpió Baphomet, caminando hacia Luciano—, les explicaré la situación y que es necesario que lo estudie, para encontrar una solución y que tu trabajo no sea afectado.
Azrael titubeó, pero las palabras del Dios pagano le decían que tenía todo planeado; observó de soslayo el alma humana y suspiró.
—Si ellos aceptan, yo no puedo oponerme.
Durante los siguientes días, un psicopompo acompañaba la mayor parte del tiempo al castaño, además, un libro se mantenía flotando tras de él, anotando cada movimiento, cada palabra que decía e incluso, cuando descansaba, anotaba cada gesto que el jovencito tenia.
Azrael le había dado permiso de recorrer todo el castillo a cualquier hora, pero no podía interrumpirlo durante su trabajo, de igual manera, no debía acercarse a los otros dos escribas mientras estaban en sus escritorios, a quienes el jovencito no miraba con su forma real, pues Baphomet le puso un hechizo para que no los viera como demonios, previniendo que eso no le afectara en su actitud; para Luciano, Dumah y Dalkiel, no tenían cuernos y sus alas membranosas se miraban como las de Azrael, aunque mantenían el color purpureo y azulado de su cuerpo.
El castaño en su vida humana no tenía interés por libros o escritos, pero en ese lugar era lo único que había y su curiosidad de cuando en cuando le llevaba a intentar leer algo, pero las letras no eran conocidas para él, así que solo se limitaba a caminar y observar.
A la semana de estar ahí, ya conocía cada rincón de ese suntuoso palacio, así que una mañana, fue a la oficina de Azrael y se dedicó a observarlo por una rendija de la puerta.
El demonio rubio estaba atareado con su trabajo, así que no se dio cuenta que era observado.
—Ten cuidado…
A pesar de que la voz fue un murmullo, sobresaltó al menor, que giró el rostro, observando al quien lo había descubierto.
Dalkiel levantó una ceja— al señor Azrael, no le gusta que lo interrumpan —comentó, mientras le hacía una señal a los psicopompos que llevaban los libros que él había terminado y debían ser archivados.
—Sí, eso me dijo —Luciano bajó la mirada—, pero no tengo nada que hacer.
—¿Ya recorriste todo el palacio? —preguntó el peliazul, aun hablando en voz baja.
—Sí, más de tres veces —se alzó de hombros—, por eso vine aquí, donde puedo ver al señor Azrael, aunque sea de lejos.
Dalkiel observó el libro flotante y sonrió— bueno, puedes hacer algo nuevo.
—¿Cómo qué?
—El Dios Baphomet, te dio la habilidad de ser más tangible, así que puedes tocar objetos— señaló.
—Sí, pero no puedo tocar a quien quiero —musitó el joven, observando las palmas de sus manos
Las pupilas rojas de Dalkiel miraron hacia la puerta de la oficina de Azrael, entendiendo a lo que se refería, pues el chiquillo no podía tocar a ningún demonio.
—Sabes… el señor Azrael y nosotros, tomamos una taza de té a media mañana —comentó como si no fuera importante—, podrías ayudarle al psicopompo que hace ese trabajo, al menos por esta vez y entregarle el suyo al señor Azrael…
Luciano levantó el rostro, primero pareció no entender lo que el otro quería decirle, pero de inmediato sonrió.
—¿Cuál es ese psicopompo?
Dalkiel sonrió, mostrando un colmillo y señaló hacia el fondo del pasillo— no sé, pero debe estar en la cocina en este momento, preparando el té, si quieres alcanzarlo, es mejor que te apresures.
Luciano asintió, corrió por el pasillo y Dalkiel ladeó el rostro, observando la silueta alejarse, luego miró hacia la puerta.
«Con tu carácter, es obvio que necesitas un poco de ayuda, Azrael…» pasó la mano por su cabello y volvió a su lugar.
—No debiste decirle eso —la voz suave de Dumah se escuchó, en cuanto su compañero estuvo nuevamente en su lugar.
—¿Por qué no? —lo miró con recelo—. Azrael también siente algo por él.
—¡No puedes saberlo! —refutó el pelinegro con un dejo de molestia.
—Si puedo y tú también —lo miró con altivez—, solo que no quieres aceptarlo —señaló fríamente—. Entiende Dumah, Azrael no te verá como esperas, no lo ha hecho en tantos milenios, pero en la última semana, las miradas que tú anhelas, le ha regalado a ese niño.
Dumah respiró profundamente— es un alma humana —apretó la pluma en su mano—, tarde o temprano deberá irse a su destino y Azrael lo sabe.
—Es posible… —Dalkiel sujetó la pluma que usaba para trabajar, pero no se movió, solo miró hacia el ventanal que estaba cerca—. Pero… un Dios pagano permitió que se quedara un tiempo —miró de reojo a su compañero—, no puedes asegurar que no lo deje aquí para siempre, si alguien más se lo pide… justo como ocurrió con Arioch.
Dumah apretó la punta de su pluma con tanta fuerza sobre el pergamino que llenaba, que esta se quebró, llenando de tinta todo el papel.
Durante los siguientes días, un psicopompo acompañaba la mayor parte del tiempo al castaño, además, un libro se mantenía flotando tras de él, anotando cada movimiento, cada palabra que decía e incluso, cuando descansaba, anotaba cada gesto que el jovencito tenia.
Azrael le había dado permiso de recorrer todo el castillo a cualquier hora, pero no podía interrumpirlo durante su trabajo, de igual manera, no debía acercarse a los otros dos escribas mientras estaban en sus escritorios, a quienes el jovencito no miraba con su forma real, pues Baphomet le puso un hechizo para que no los viera como demonios, previniendo que eso no le afectara en su actitud; para Luciano, Dumah y Dalkiel, no tenían cuernos y sus alas membranosas se miraban como las de Azrael, aunque mantenían el color purpureo y azulado de su cuerpo.
El castaño en su vida humana no tenía interés por libros o escritos, pero en ese lugar era lo único que había y su curiosidad de cuando en cuando le llevaba a intentar leer algo, pero las letras no eran conocidas para él, así que solo se limitaba a caminar y observar.
A la semana de estar ahí, ya conocía cada rincón de ese suntuoso palacio, así que una mañana, fue a la oficina de Azrael y se dedicó a observarlo por una rendija de la puerta.
El demonio rubio estaba atareado con su trabajo, así que no se dio cuenta que era observado.
—Ten cuidado…
A pesar de que la voz fue un murmullo, sobresaltó al menor, que giró el rostro, observando al quien lo había descubierto.
Dalkiel levantó una ceja— al señor Azrael, no le gusta que lo interrumpan —comentó, mientras le hacía una señal a los psicopompos que llevaban los libros que él había terminado y debían ser archivados.
—Sí, eso me dijo —Luciano bajó la mirada—, pero no tengo nada que hacer.
—¿Ya recorriste todo el palacio? —preguntó el peliazul, aun hablando en voz baja.
—Sí, más de tres veces —se alzó de hombros—, por eso vine aquí, donde puedo ver al señor Azrael, aunque sea de lejos.
Dalkiel observó el libro flotante y sonrió— bueno, puedes hacer algo nuevo.
—¿Cómo qué?
—El Dios Baphomet, te dio la habilidad de ser más tangible, así que puedes tocar objetos— señaló.
—Sí, pero no puedo tocar a quien quiero —musitó el joven, observando las palmas de sus manos
Las pupilas rojas de Dalkiel miraron hacia la puerta de la oficina de Azrael, entendiendo a lo que se refería, pues el chiquillo no podía tocar a ningún demonio.
—Sabes… el señor Azrael y nosotros, tomamos una taza de té a media mañana —comentó como si no fuera importante—, podrías ayudarle al psicopompo que hace ese trabajo, al menos por esta vez y entregarle el suyo al señor Azrael…
Luciano levantó el rostro, primero pareció no entender lo que el otro quería decirle, pero de inmediato sonrió.
—¿Cuál es ese psicopompo?
Dalkiel sonrió, mostrando un colmillo y señaló hacia el fondo del pasillo— no sé, pero debe estar en la cocina en este momento, preparando el té, si quieres alcanzarlo, es mejor que te apresures.
Luciano asintió, corrió por el pasillo y Dalkiel ladeó el rostro, observando la silueta alejarse, luego miró hacia la puerta.
«Con tu carácter, es obvio que necesitas un poco de ayuda, Azrael…» pasó la mano por su cabello y volvió a su lugar.
—No debiste decirle eso —la voz suave de Dumah se escuchó, en cuanto su compañero estuvo nuevamente en su lugar.
—¿Por qué no? —lo miró con recelo—. Azrael también siente algo por él.
—¡No puedes saberlo! —refutó el pelinegro con un dejo de molestia.
—Si puedo y tú también —lo miró con altivez—, solo que no quieres aceptarlo —señaló fríamente—. Entiende Dumah, Azrael no te verá como esperas, no lo ha hecho en tantos milenios, pero en la última semana, las miradas que tú anhelas, le ha regalado a ese niño.
Dumah respiró profundamente— es un alma humana —apretó la pluma en su mano—, tarde o temprano deberá irse a su destino y Azrael lo sabe.
—Es posible… —Dalkiel sujetó la pluma que usaba para trabajar, pero no se movió, solo miró hacia el ventanal que estaba cerca—. Pero… un Dios pagano permitió que se quedara un tiempo —miró de reojo a su compañero—, no puedes asegurar que no lo deje aquí para siempre, si alguien más se lo pide… justo como ocurrió con Arioch.
Dumah apretó la punta de su pluma con tanta fuerza sobre el pergamino que llenaba, que esta se quebró, llenando de tinta todo el papel.
Azrael se encontraba escribiendo sobre su libro, cuando el sonido a su lado lo sacó de su ensimismamiento.
—Lo siento… —dijo el castaño con voz baja, mientras dejaba una charola en el escritorio.
El rubio se sorprendió de verlo ahí— no importa —dijo fingiendo poco interés—, ¿qué haces aquí?
—Mientras recorría el pasillo de la cocina, miré a un psicopompo que traía unas charolas con té y me ofrecí a ayudarlo —se alzó de hombros—, así que yo vine con usted, mientras él iba con los señores Dumah y Dalkiel
Azrael sintió una sensación rara en su pecho, una dulce emoción que lo hizo sonreír tenuemente.
—No tienes que hacerlo —el ojiazul negó y dejó la pluma en el tintero—, no eres mi siervo —especificó—, estás aquí como invitado y para que Baphomet pueda estudiarte —señaló el libro y pluma que flotaban siempre cerca del castaño—, le dije a los psicopompos que te ayudaran en todo lo que les pidieras, pero no para que hagas el trabajo de uno de ellos.
—Lo sé pero… no tenía nada más que hacer —se excusó.
Azrael se sintió incómodo por esas palabras; desvió el rostro y miró a lo lejos, en el fondo de esa oficina, justo donde había un ventanal. Quería decirle a Luciano que fuera a los jardines Elíseos, pero Arioch no quería que se encontrara con su consorte, quien los visitaba regularmente y debido a que las parejas de Baphomet y Abraxas, también acudían, acompañando a ese humano rubio, los Dioses paganos lo apoyaron, así que al final, estaba prohibido.
Además, aunque el castaño no poseía todos sus recuerdos, no descartaban la posibilidad de que recordara a Armando si lo volvía a ver y aunque no quisiera admitirlo, al demonio también le inquietaba que el adolescente volviera a recordar lo que sentía cuando vivía.
—Entiendo —Azrael sujetó la taza que el otro le había llevado y bebió un poco del líquido caliente y oscuro.
Luciano lo observó con curiosidad y sonrió al ver los gestos del rubio mientras bebía del té.
Azrael sintió la mirada sobre él y lo miró de soslayo— ¿ocurre algo? —preguntó después de relamer sus labios.
—No —Luciano negó—, solo que me gusta verlo —confesó con sinceridad.
El rubio respiró profundamente, una molestia en su estómago se presentó, pero trató de ignorarla— no te gusta verme —dijo molesto—, crees que te gusta, pero no es así —dijo sin dejar lugar a dudas.
Luciano frunció el ceño, parecía no entender esas palabras.
Azrael miró el gesto del menor y se dio cuenta que eso lo confundía; dejó la taza de lado y se recargó en el sillón. Todos los días, debía preguntarle algunas cosas que Baphomet le había dicho y aunque normalmente lo hacía cuando terminaba de trabajar, ese día era mejor hacerlo en ese momento.
—¿Sabes quién es Armando? —preguntó con un dejo de molestia.
—¿Armando? —musitó con debilidad el castaño y pasó la mano por su cabeza, parecía intentar recodar, pero su mente no lograba pensar en nada.
—¿Recuerdas lo que paso cuando vivías? —presionó el ojiazul.
Hubo un momento de silencio, mientras Luciano parecía esforzarse por recordar, pero finalmente negó— yo… no… no recuerdo.
Azrael pasó la mano por su cabello y prosiguió— ¿qué es lo que recuerdas?
El castaño guardó silencio un momento— recuerdo… —titubeó, hubo otro largo silencio y finalmente sonrió—. Recuerdo a un ángel, bajando a consolarme…
El ojiazul frunció el ceño— ¿qué?
Luciano levantó el rostro, caminó hasta quedar frente a Azrael y estiró su brazo, intentando tocar los delicados cuernos una vez más— Bonito…
Inmediatamente, Azrael se puso de pie y caminó unos pasos, alejándose de ese jovencito y sintiendo que una sensación extraña se adueñaba de su cuerpo y lo hacía temblar.
—¡Vete! —dijo sin dirigirle la mirada—, déjame solo, tengo trabajo.
Luciano se quedó estático unos segundos y luego asintió— cómo ordene —dijo con voz triste y caminó a la salida, seguido por el libro y la pluma.
El rubio movió sus manos y toco sus cuernos con lentitud.
«Soy un demonio…» pensó con debilidad, «soy un demonio…» repitió, luego bajó las manos hasta su pecho y rasgó con sus garras, la túnica que portaba, «entonces…»— ¿qué me está pasando?
Azrael se encontraba escribiendo sobre su libro, cuando el sonido a su lado lo sacó de su ensimismamiento.
—Lo siento… —dijo el castaño con voz baja, mientras dejaba una charola en el escritorio.
El rubio se sorprendió de verlo ahí— no importa —dijo fingiendo poco interés—, ¿qué haces aquí?
—Mientras recorría el pasillo de la cocina, miré a un psicopompo que traía unas charolas con té y me ofrecí a ayudarlo —se alzó de hombros—, así que yo vine con usted, mientras él iba con los señores Dumah y Dalkiel
Azrael sintió una sensación rara en su pecho, una dulce emoción que lo hizo sonreír tenuemente.
—No tienes que hacerlo —el ojiazul negó y dejó la pluma en el tintero—, no eres mi siervo —especificó—, estás aquí como invitado y para que Baphomet pueda estudiarte —señaló el libro y pluma que flotaban siempre cerca del castaño—, le dije a los psicopompos que te ayudaran en todo lo que les pidieras, pero no para que hagas el trabajo de uno de ellos.
—Lo sé pero… no tenía nada más que hacer —se excusó.
Azrael se sintió incómodo por esas palabras; desvió el rostro y miró a lo lejos, en el fondo de esa oficina, justo donde había un ventanal. Quería decirle a Luciano que fuera a los jardines Elíseos, pero Arioch no quería que se encontrara con su consorte, quien los visitaba regularmente y debido a que las parejas de Baphomet y Abraxas, también acudían, acompañando a ese humano rubio, los Dioses paganos lo apoyaron, así que al final, estaba prohibido.
Además, aunque el castaño no poseía todos sus recuerdos, no descartaban la posibilidad de que recordara a Armando si lo volvía a ver y aunque no quisiera admitirlo, al demonio también le inquietaba que el adolescente volviera a recordar lo que sentía cuando vivía.
—Entiendo —Azrael sujetó la taza que el otro le había llevado y bebió un poco del líquido caliente y oscuro.
Luciano lo observó con curiosidad y sonrió al ver los gestos del rubio mientras bebía del té.
Azrael sintió la mirada sobre él y lo miró de soslayo— ¿ocurre algo? —preguntó después de relamer sus labios.
—No —Luciano negó—, solo que me gusta verlo —confesó con sinceridad.
El rubio respiró profundamente, una molestia en su estómago se presentó, pero trató de ignorarla— no te gusta verme —dijo molesto—, crees que te gusta, pero no es así —dijo sin dejar lugar a dudas.
Luciano frunció el ceño, parecía no entender esas palabras.
Azrael miró el gesto del menor y se dio cuenta que eso lo confundía; dejó la taza de lado y se recargó en el sillón. Todos los días, debía preguntarle algunas cosas que Baphomet le había dicho y aunque normalmente lo hacía cuando terminaba de trabajar, ese día era mejor hacerlo en ese momento.
—¿Sabes quién es Armando? —preguntó con un dejo de molestia.
—¿Armando? —musitó con debilidad el castaño y pasó la mano por su cabeza, parecía intentar recodar, pero su mente no lograba pensar en nada.
—¿Recuerdas lo que paso cuando vivías? —presionó el ojiazul.
Hubo un momento de silencio, mientras Luciano parecía esforzarse por recordar, pero finalmente negó— yo… no… no recuerdo.
Azrael pasó la mano por su cabello y prosiguió— ¿qué es lo que recuerdas?
El castaño guardó silencio un momento— recuerdo… —titubeó, hubo otro largo silencio y finalmente sonrió—. Recuerdo a un ángel, bajando a consolarme…
El ojiazul frunció el ceño— ¿qué?
Luciano levantó el rostro, caminó hasta quedar frente a Azrael y estiró su brazo, intentando tocar los delicados cuernos una vez más— Bonito…
Inmediatamente, Azrael se puso de pie y caminó unos pasos, alejándose de ese jovencito y sintiendo que una sensación extraña se adueñaba de su cuerpo y lo hacía temblar.
—¡Vete! —dijo sin dirigirle la mirada—, déjame solo, tengo trabajo.
Luciano se quedó estático unos segundos y luego asintió— cómo ordene —dijo con voz triste y caminó a la salida, seguido por el libro y la pluma.
El rubio movió sus manos y toco sus cuernos con lentitud.
«Soy un demonio…» pensó con debilidad, «soy un demonio…» repitió, luego bajó las manos hasta su pecho y rasgó con sus garras, la túnica que portaba, «entonces…»— ¿qué me está pasando?
El tiempo seguía y durante los meses siguientes, Luciano iba todos los días a llevarle el té a Azrael; a pesar de que el demonio decía que no lo hiciera, su actitud delataba que le agradaba esa atención ya que no podía evitar sonreír, por lo que el castaño no desistía y lo hacía con mayor confianza.
Durante las tardes, Azrael platicaba con Luciano, intentando que recordara su anterior vida y consiguió que lo hiciera en algunas cosas. Supo que era practicante de soccer y que no era muy bueno en la escuela, pero no recordaba más que cosas triviales y sin importancia. No podía recordar a sus familiares, amigos, conocidos y mucho menos la razón por la que murió, ni cómo fue.
El castaño acompañaba en sus alimentos al demonio, pero no comía, ya que seguía siendo solo un alma etérea, sin un cuerpo real, más él se sentía feliz y satisfecho de poder hacerle compañía al rubio, quien parecía estar completamente solo, después de que sus dos principales ayudantes se retiraban.
—¿Por qué está solo? —preguntó el castaño, mientras seguía al demonio por un pasillo.
—¿Solo? —movió una de sus alas y lo miró por encima del hombro—. No estoy solo —negó—. Los psicopompos siempre están conmigo.
—Pero ellos no hablan.
El ojiazul suspiró— no necesitan hablar —dijo con calma—, soy el demonio del silencio y la muerte, así que… me gusta que estén callados.
«No es un demonio…» pensó Luciano, quien durante los primeros días de su estadía en ese lugar, refutaba cuando el rubio se autonombraba demonio, ya que él lo miraba cómo un ángel.
—Entonces… si me mantengo en silencio, ¿le gustaré? —preguntó con algo de interés.
Azrael detuvo su andar, sonrió tenuemente y luego puso un gesto serio, para poder girarse y encarar al castaño— no —negó, consiguiendo que el jovencito bajara el rostro—, tu voz es el sonido que más me agrada, así que no necesitas mantenerte en silencio.
Luciano levantó el rostro y fijo su mirada en el rostro del mayor, sonriendo.
—Debo ir a descansar —dijo el demonio, volviendo a girarse—, mañana es un largo día, porque debo ir a ver a alguien.
—¿Entonces no estará en el palacio? —Luciano se sorprendió.
—No —Azrael empezó a caminar de nuevo—, mañana debo ir a visitar al Dios de la muerte.
—Creí que usted era el demonio de la muerte —un dejo de sarcasmo se escuchó en la voz del menor.
—Soy el demonio de la muerte —aceptó el rubio—, pero le debo pleitesía al Dios de la muerte —señaló con solemnidad—. Yo me encargo del registro y guía de las almas humanas que deben llegar ante los jueces, para ser enviadas al infierno o al purgatorio, su primera escala antes del Paraíso, pero en realidad, el Dios Thanatos, es quien dictamina el tiempo de vida que cada humano tiene.
—¿Y el Limbo? Donde estaba yo…
—El Limbo —Azrael suspiró—. El limbo es el lugar a donde llegan las almas de las personas que murieron antes de tiempo, la mayoría porque atentaron contra su vida y lograron su cometido—explicó—. Todas esas irán al infierno, porque aunque no hayan cometido muchos pecados, no tienen perdón —comentó en un murmullo—. Otras almas, que murieron en manos de otros, antes de tiempo, deben esperar ahí el lapso que les faltaba por vivir, cuando eso suceda, serán juzgadas y enviadas a donde les corresponde.
Luciano hizo un gesto molesto, sabía que la explicación era sencilla y tenía lógica, pero no la comprendía del todo, así que guardó silencio, mientras sus pensamientos empezaban a ordenarse.
—Bien, es hora de despedirnos —comentó Azrael, porque habían llegado a su habitación.
—¿Puedo quedarme hoy con usted?
El rubio se sorprendió con esa petición.
—Mañana no estará en el palacio, así que, me gustaría pasar este tiempo con usted, para no extrañarlo tanto.
—Pero debo descansar, dormir —especificó—, no voy a poder ponerte atención, ni charlar contigo.
—No importa —el castaño negó—, yo no necesito dormir, así que, me mantendré en silencio y solo lo observaré, ¿puede concederme esa petición?
Azrael pasó saliva y un escalofrío lo cimbro; quería negarse, pues saber que ese niño estaba en su habitación, podría ponerlo inquieto, pero sabía que no podían tocarse, así que comprendió que no iba a ocurrir nada malo.
—Está bien… pero deberás mantenerte en completo silencio, ¿entendido?
—De acuerdo…
El demonio del silencio abrió la enorme puerta de su habitación y le permitió pasar al jovencito.
Apenas estuvieron dentro, un par se psicopompos se acercaron de inmediato, ayudando a Azrael a quitarse la vestidura superior, parecida a una toga, que era la que normalmente cambiaba a ser la túnica negra que ocupaba en su trabajo.
El rubio caminó hacia el interior del enorme recinto, aflojando el cinturón que sujetaba la túnica larga que lo cubría casi en su totalidad; al llegar cerca de la cama, otro ser etéreo llegó y sujetó el cinto, mientras un segundo le ayudaba con la túnica a su señor, ya que debía sortear sus inmensas alas. Cuando se quitó esa prenda, Luciano se sorprendió que trajera una tercera, más corta que la anterior y de una tela más ligera, sujeta también en su cintura por un delicado cintillo que parecía un cordel.
—Debo asearme —comentó el ojiazul, sin mirar a su invitado—, vuelvo en un momento, mientras, puedes esperar dónde quieras.
Azrael caminó sin mirar atrás, yendo hacia otra zona de su enorme habitación, misma que tenía una celosía semi transparente en el acceso.
El ojiazul llegó al cuarto de aseo, dónde tenía una gigantesca tina que parecía una alberca, llena de agua hirviendo. Se desnudó por completo e ingresó al agua, sumergiéndose completamente y saliendo con el cabello empapado, pegado a su cuerpo; sacudió sus alas para quitarse el exceso de agua en ellas y masajeó sus hombros, para calmar el cansancio que lo aquejaba cada noche, después, se giró en busca de lo que usaba para limpiar su cabello, más al hacerlo, se sobresaltó.
—¡¿Qué haces aquí?! —preguntó al ver al castaño de pie, en la orilla de ese lugar.
—Dijo que podía esperar dónde quisiera —sonrió el jovencito—, quiero esperarlo aquí.
Azrael bajo el rostro y respiró profundamente— no es correcto —señaló—, espera en la habitación.
—¿Por qué?
El ojiazul mordió su labio y sus alas se movieron para cubrirlo «porque me inquietas…» pensó, sintiendo que el calor aumentaba en su cuerpo y no era por el agua; era una sensación provocada por la mirada del otro, sabía lo que era, aunque tenía mucho tiempo que no experimentaba.
—Porque… porque me incomodas —señaló, intentando sonar frío, pero su voz tembló al final.
El castaño bajó el rostro, había sido rechazado, era obvio— perdón… —dijo con toda sinceridad—. No quería incomodarlo, lo esperaré en la habitación.
El jovencito dio media vuelta y salió de ahí, mientras Azrael se quedó completamente inmóvil, sintiendo que la ansiedad y el deseo empezaban a hacerse presente en su cuerpo. Se abrazó a sí mismo y encajo sus uñas con fuerza.
«Es solo un alma…» cerró los parpados, «no tiene un cuerpo real, no puede tocarme…» se dijo con molestia, «y aun así…»— lo deseo —confesó en un susurro, mientras su mano descendía a su entrepierna, donde su sexo había despertado.
En escasas ocasiones en toda su existencia, había recurrido a la autosatisfacción, ya que no lo consideraba algo que realmente necesitara, pero era obvio que esa noche su cuerpo lo exigía, aunque no quería tardarse mucho en el baño, para no levantar sospechas, no solo en su invitado, sino en sus siervos, quienes estaban acostumbrados a que no durara mucho en ese lugar, así que tendría que controlarse y tratar de volver a su calma habitual, sin desfogar esa lujuria que empezaba a despertar en él.
El tiempo seguía y durante los meses siguientes, Luciano iba todos los días a llevarle el té a Azrael; a pesar de que el demonio decía que no lo hiciera, su actitud delataba que le agradaba esa atención ya que no podía evitar sonreír, por lo que el castaño no desistía y lo hacía con mayor confianza.
Durante las tardes, Azrael platicaba con Luciano, intentando que recordara su anterior vida y consiguió que lo hiciera en algunas cosas. Supo que era practicante de soccer y que no era muy bueno en la escuela, pero no recordaba más que cosas triviales y sin importancia. No podía recordar a sus familiares, amigos, conocidos y mucho menos la razón por la que murió, ni cómo fue.
El castaño acompañaba en sus alimentos al demonio, pero no comía, ya que seguía siendo solo un alma etérea, sin un cuerpo real, más él se sentía feliz y satisfecho de poder hacerle compañía al rubio, quien parecía estar completamente solo, después de que sus dos principales ayudantes se retiraban.
—¿Por qué está solo? —preguntó el castaño, mientras seguía al demonio por un pasillo.
—¿Solo? —movió una de sus alas y lo miró por encima del hombro—. No estoy solo —negó—. Los psicopompos siempre están conmigo.
—Pero ellos no hablan.
El ojiazul suspiró— no necesitan hablar —dijo con calma—, soy el demonio del silencio y la muerte, así que… me gusta que estén callados.
«No es un demonio…» pensó Luciano, quien durante los primeros días de su estadía en ese lugar, refutaba cuando el rubio se autonombraba demonio, ya que él lo miraba cómo un ángel.
—Entonces… si me mantengo en silencio, ¿le gustaré? —preguntó con algo de interés.
Azrael detuvo su andar, sonrió tenuemente y luego puso un gesto serio, para poder girarse y encarar al castaño— no —negó, consiguiendo que el jovencito bajara el rostro—, tu voz es el sonido que más me agrada, así que no necesitas mantenerte en silencio.
Luciano levantó el rostro y fijo su mirada en el rostro del mayor, sonriendo.
—Debo ir a descansar —dijo el demonio, volviendo a girarse—, mañana es un largo día, porque debo ir a ver a alguien.
—¿Entonces no estará en el palacio? —Luciano se sorprendió.
—No —Azrael empezó a caminar de nuevo—, mañana debo ir a visitar al Dios de la muerte.
—Creí que usted era el demonio de la muerte —un dejo de sarcasmo se escuchó en la voz del menor.
—Soy el demonio de la muerte —aceptó el rubio—, pero le debo pleitesía al Dios de la muerte —señaló con solemnidad—. Yo me encargo del registro y guía de las almas humanas que deben llegar ante los jueces, para ser enviadas al infierno o al purgatorio, su primera escala antes del Paraíso, pero en realidad, el Dios Thanatos, es quien dictamina el tiempo de vida que cada humano tiene.
—¿Y el Limbo? Donde estaba yo…
—El Limbo —Azrael suspiró—. El limbo es el lugar a donde llegan las almas de las personas que murieron antes de tiempo, la mayoría porque atentaron contra su vida y lograron su cometido—explicó—. Todas esas irán al infierno, porque aunque no hayan cometido muchos pecados, no tienen perdón —comentó en un murmullo—. Otras almas, que murieron en manos de otros, antes de tiempo, deben esperar ahí el lapso que les faltaba por vivir, cuando eso suceda, serán juzgadas y enviadas a donde les corresponde.
Luciano hizo un gesto molesto, sabía que la explicación era sencilla y tenía lógica, pero no la comprendía del todo, así que guardó silencio, mientras sus pensamientos empezaban a ordenarse.
—Bien, es hora de despedirnos —comentó Azrael, porque habían llegado a su habitación.
—¿Puedo quedarme hoy con usted?
El rubio se sorprendió con esa petición.
—Mañana no estará en el palacio, así que, me gustaría pasar este tiempo con usted, para no extrañarlo tanto.
—Pero debo descansar, dormir —especificó—, no voy a poder ponerte atención, ni charlar contigo.
—No importa —el castaño negó—, yo no necesito dormir, así que, me mantendré en silencio y solo lo observaré, ¿puede concederme esa petición?
Azrael pasó saliva y un escalofrío lo cimbro; quería negarse, pues saber que ese niño estaba en su habitación, podría ponerlo inquieto, pero sabía que no podían tocarse, así que comprendió que no iba a ocurrir nada malo.
—Está bien… pero deberás mantenerte en completo silencio, ¿entendido?
—De acuerdo…
El demonio del silencio abrió la enorme puerta de su habitación y le permitió pasar al jovencito.
Apenas estuvieron dentro, un par se psicopompos se acercaron de inmediato, ayudando a Azrael a quitarse la vestidura superior, parecida a una toga, que era la que normalmente cambiaba a ser la túnica negra que ocupaba en su trabajo.
El rubio caminó hacia el interior del enorme recinto, aflojando el cinturón que sujetaba la túnica larga que lo cubría casi en su totalidad; al llegar cerca de la cama, otro ser etéreo llegó y sujetó el cinto, mientras un segundo le ayudaba con la túnica a su señor, ya que debía sortear sus inmensas alas. Cuando se quitó esa prenda, Luciano se sorprendió que trajera una tercera, más corta que la anterior y de una tela más ligera, sujeta también en su cintura por un delicado cintillo que parecía un cordel.
—Debo asearme —comentó el ojiazul, sin mirar a su invitado—, vuelvo en un momento, mientras, puedes esperar dónde quieras.
Azrael caminó sin mirar atrás, yendo hacia otra zona de su enorme habitación, misma que tenía una celosía semi transparente en el acceso.
El ojiazul llegó al cuarto de aseo, dónde tenía una gigantesca tina que parecía una alberca, llena de agua hirviendo. Se desnudó por completo e ingresó al agua, sumergiéndose completamente y saliendo con el cabello empapado, pegado a su cuerpo; sacudió sus alas para quitarse el exceso de agua en ellas y masajeó sus hombros, para calmar el cansancio que lo aquejaba cada noche, después, se giró en busca de lo que usaba para limpiar su cabello, más al hacerlo, se sobresaltó.
—¡¿Qué haces aquí?! —preguntó al ver al castaño de pie, en la orilla de ese lugar.
—Dijo que podía esperar dónde quisiera —sonrió el jovencito—, quiero esperarlo aquí.
Azrael bajo el rostro y respiró profundamente— no es correcto —señaló—, espera en la habitación.
—¿Por qué?
El ojiazul mordió su labio y sus alas se movieron para cubrirlo «porque me inquietas…» pensó, sintiendo que el calor aumentaba en su cuerpo y no era por el agua; era una sensación provocada por la mirada del otro, sabía lo que era, aunque tenía mucho tiempo que no experimentaba.
—Porque… porque me incomodas —señaló, intentando sonar frío, pero su voz tembló al final.
El castaño bajó el rostro, había sido rechazado, era obvio— perdón… —dijo con toda sinceridad—. No quería incomodarlo, lo esperaré en la habitación.
El jovencito dio media vuelta y salió de ahí, mientras Azrael se quedó completamente inmóvil, sintiendo que la ansiedad y el deseo empezaban a hacerse presente en su cuerpo. Se abrazó a sí mismo y encajo sus uñas con fuerza.
«Es solo un alma…» cerró los parpados, «no tiene un cuerpo real, no puede tocarme…» se dijo con molestia, «y aun así…»— lo deseo —confesó en un susurro, mientras su mano descendía a su entrepierna, donde su sexo había despertado.
En escasas ocasiones en toda su existencia, había recurrido a la autosatisfacción, ya que no lo consideraba algo que realmente necesitara, pero era obvio que esa noche su cuerpo lo exigía, aunque no quería tardarse mucho en el baño, para no levantar sospechas, no solo en su invitado, sino en sus siervos, quienes estaban acostumbrados a que no durara mucho en ese lugar, así que tendría que controlarse y tratar de volver a su calma habitual, sin desfogar esa lujuria que empezaba a despertar en él.
Luciano estaba sentado, viendo por un ventanal hacia el exterior; su mirada estaba perdida en los campos Elíseos, pero su mente estaba rememorando la noche anterior. Había pasado todo ese tiempo, observando dormir a Azrael; durante esas horas, tuvo el impulso de tocarlo, pero sabía que no podía, así que eso lo hacía sentir mal.
—Daría lo que fuera, por poder tocarlo una sola vez… —musitó.
Dejó los brazos en el alfeizar de la ventana y colocó su cabeza sobre ellos; podía tocarse, podía sujetar objetos, pero no podía acariciar lo que más deseaba.
—Te ves triste —Dumah se acercó—, ¿ocurre algo?
—No, solo que no tengo nada que hacer, aparte de esperar al señor Azrael.
El demonio lo observó con desdén— idiota — comentó llamando la atención del castaño.
—¿Qué? —Luciano creyó haber escuchado mal.
—Idiota— repitió el pelinegro, cruzándose de brazos—, te he observado los últimos meses y parece que aún no comprendes tu lugar —hizo un gesto de desagrado—, eres un alma humana, deberías estar en el infierno —señaló con frialdad—, o en el mejor de los casos, ir hacia el Paraíso —dijo con sarcasmo—, pero estás aquí, ¿por cuánto tiempo? —levantó una ceja—. En cuanto se solucione tu situación te irás —sonrió divertido— y… ¿sabes qué ocurrirá con lo que has pasado aquí? —su voz tomó un tinte burlón—. Nada, porque lo olvidarás, así como has olvidado tu vida anterior.
Luciano estaba en silencio, pero mantenía su mirada en las pupilas rojas; entendía lo que el otro le quería decir, más no quería aceptarlo.
—No importa cuánto anheles a Azrael, él, no es para ti —susurró.
—¡Dumah! —la voz de Dalkiel interrumpió la plática—. Llegaron los nuevos registros que hay que llenar —comentó con poco interés.
—Más vale que lo aceptes —finiquitó el pelinegro para Luciano, dando media vuelta y yendo a la oficina que compartía con el otro.
Dalkiel miró condescendiente a Luciano y suspiró; había escuchado la plática, pero aunque quisiera decir algo para apoyar a ese niño, era muy posible que Dumah tuviera razón, pues era obvio que Azrael, no pediría que lo dejaran ahí; habían pasado varios meses y seguía con la misma actitud, además, era bien conocido que su hermano siempre anteponía su trabajo a sus propios deseos.
Cuando los demonios se perdieron en la oficina, Luciano observo sus manos.
—No quiero olvidarlo… no voy a olvidarlo, ¡jamás! —sentenció.
Luciano estaba sentado, viendo por un ventanal hacia el exterior; su mirada estaba perdida en los campos Elíseos, pero su mente estaba rememorando la noche anterior. Había pasado todo ese tiempo, observando dormir a Azrael; durante esas horas, tuvo el impulso de tocarlo, pero sabía que no podía, así que eso lo hacía sentir mal.
—Daría lo que fuera, por poder tocarlo una sola vez… —musitó.
Dejó los brazos en el alfeizar de la ventana y colocó su cabeza sobre ellos; podía tocarse, podía sujetar objetos, pero no podía acariciar lo que más deseaba.
—Te ves triste —Dumah se acercó—, ¿ocurre algo?
—No, solo que no tengo nada que hacer, aparte de esperar al señor Azrael.
El demonio lo observó con desdén— idiota — comentó llamando la atención del castaño.
—¿Qué? —Luciano creyó haber escuchado mal.
—Idiota— repitió el pelinegro, cruzándose de brazos—, te he observado los últimos meses y parece que aún no comprendes tu lugar —hizo un gesto de desagrado—, eres un alma humana, deberías estar en el infierno —señaló con frialdad—, o en el mejor de los casos, ir hacia el Paraíso —dijo con sarcasmo—, pero estás aquí, ¿por cuánto tiempo? —levantó una ceja—. En cuanto se solucione tu situación te irás —sonrió divertido— y… ¿sabes qué ocurrirá con lo que has pasado aquí? —su voz tomó un tinte burlón—. Nada, porque lo olvidarás, así como has olvidado tu vida anterior.
Luciano estaba en silencio, pero mantenía su mirada en las pupilas rojas; entendía lo que el otro le quería decir, más no quería aceptarlo.
—No importa cuánto anheles a Azrael, él, no es para ti —susurró.
—¡Dumah! —la voz de Dalkiel interrumpió la plática—. Llegaron los nuevos registros que hay que llenar —comentó con poco interés.
—Más vale que lo aceptes —finiquitó el pelinegro para Luciano, dando media vuelta y yendo a la oficina que compartía con el otro.
Dalkiel miró condescendiente a Luciano y suspiró; había escuchado la plática, pero aunque quisiera decir algo para apoyar a ese niño, era muy posible que Dumah tuviera razón, pues era obvio que Azrael, no pediría que lo dejaran ahí; habían pasado varios meses y seguía con la misma actitud, además, era bien conocido que su hermano siempre anteponía su trabajo a sus propios deseos.
Cuando los demonios se perdieron en la oficina, Luciano observo sus manos.
—No quiero olvidarlo… no voy a olvidarlo, ¡jamás! —sentenció.
Azrael volvió varias horas después de que las campanas sonaran.
Dumah y Dalkiel ya se habían retirado, así que en el palacio solo estaban los seres etéreos y Luciano.
El rubio ingresó por la puerta de su palacio, pero apenas estuvo dentro, un portal se abrió, para que llegara directamente a su oficina. Dejó el libro que llevaba en brazos, sobre su escritorio y masajeó sus sienes, justo dónde nacían sus pequeños cuernos.
—Buenas noches…
La voz de Luciano sobresaltó al mayor.
—¡¿Qué haces aquí?! —preguntó sorprendido.
—Esperándolo —sonrió el castaño.
—No tenías qué hacerlo —negó.
—No tenía que hacerlo, pero quise hacerlo —comentó el adolescente con total seriedad.
—Luciano… hoy no podremos hablar sobre tus recuerdos —masajeó sus parpados—, de hecho, no creo que pueda dormir hoy, ya que debo revisar este libro de inmediato y dejar las anotaciones para Dumah y Dalkiel, además de verificar cuales son las almas por las que debo ir en persona.
—Está bien —asintió el menor—, ¿quiere cenar aquí?
—No, ya cené —sentenció tomando asiento frente a su escritorio y abriendo el libro.
El rubio se sumergió en su trabajo, mientras sus pupilas resplandecían en un tono rojizo, para apresurarse en encontrar la información que ocupaba y que más apremiaba. No se dio cuenta que Luciano se fue de la oficina durante un largo rato y volvió, con una charola de té, hasta que la dejó en el escritorio.
Azrael levantó el rostro y observó al jovencito con curiosidad.
—Sé que toma té mientras trabaja, así que si ahora está trabajando más, debe tomar otra taza —señaló el castaño, mientras le servía el té.
El rubio sonrió tenuemente— gracias…
Mientras Azrael estuvo trabajando, Luciano se quedó acompañándolo, observándolo, tratando de grabar no solo en su mente, sino en su propia alma, la imagen de ese ángel oscuro, que tanto le gustaba.
«No voy a olvidarte» pensó, mientras sus ojos repasaban el rostro, moreno, apreciando cada detalle.
La nariz, las mejillas, los labios, dándose cuenta de los gestos, casi imperceptibles que llegaba a hacer, de cómo parpadeaba e incluso, de la manera en que movía la pluma de cuando en cuando, para quitar los mechones de cabello dorado que llegaban a estorbarle por instantes.
Así, pasaron ambos la noche, uno, ensimismado en su trabajo, el otro, perdido en la tranquila presencia del demonio.
Las campanas repicaron en la mañana, dando inicio a las labores.
Dumah y Dalkiel llegaron; fueron directamente a sus escritorios, pero momentos después, la puerta de la oficina de Azrael se abrió. Ambos pensaron que el demonio iba a saludarlos como siempre, pero no fue así
Luciano salió con un libro enorme entre brazos y Dumah lo observó con furia, yendo de inmediato a su alcance.
—¡¿Qué haces con un libro de Azrael?! —preguntó molesto, arrebatándoselo de inmediato.
Luciano se sobresaltó, pero levantó el rostro, mirándolo con molestia— el señor me pidió que se lo entregara a usted, ya que acaba de irse a dormir —respondió.
—¿No durmió en toda la noche? —la voz de Dalkiel sonaba preocupada al llegar al lado de su compañero.
—No —el castaño negó—, llegó muy tarde y ni siquiera cenó, se quedó trabajando hasta hace unos minutos y me dijo que después de que sonaran las primeras campanas, entregara sus anotaciones, ya que el dormiría un par de horas y volvería al trabajo —explicó con calma.
Los dos escribas se miraron entre sí y Dumah le entregó el libro al peliazul— empieza, iré a verlo.
—Está bien —Dalkiel sujetó el libro y caminó hacia el recinto de trabajo, una vez más.
Dumah apareció un portal y lo atravesó. Luciano apresuró el paso, yendo hacia la habitación de Azrael, ya que debía no solo cruzar inmensos pasillos, sino subir algunas escaleras, para llegar al piso más alto, donde estaba la habitación principal.
Cuando el castaño llegó a la puerta, Dumah iba saliendo de la habitación, en completo silencio.
—No lo molestes —gruñó—, necesita descansar.
Luciano no respondió, solo se sentó en el piso, recargándose en la puerta.
Mientras el jovencito miraba hacia el ventanal que estaba frente a él, el demonio de cabello negro abrió otro portal y se retiró. En cuanto el portal se cerró, Luciano se puso de pie y entró a la habitación, yendo a la cama, observando a Azrael dormir.
«No voy a despertarlo…» pensó, «solo voy a observarlo, como siempre…» se sentó a un lado de la cama y observó el gesto apacible del mayor.
—Bonito… —musitó y sonrió.
Azrael volvió varias horas después de que las campanas sonaran.
Dumah y Dalkiel ya se habían retirado, así que en el palacio solo estaban los seres etéreos y Luciano.
El rubio ingresó por la puerta de su palacio, pero apenas estuvo dentro, un portal se abrió, para que llegara directamente a su oficina. Dejó el libro que llevaba en brazos, sobre su escritorio y masajeó sus sienes, justo dónde nacían sus pequeños cuernos.
—Buenas noches…
La voz de Luciano sobresaltó al mayor.
—¡¿Qué haces aquí?! —preguntó sorprendido.
—Esperándolo —sonrió el castaño.
—No tenías qué hacerlo —negó.
—No tenía que hacerlo, pero quise hacerlo —comentó el adolescente con total seriedad.
—Luciano… hoy no podremos hablar sobre tus recuerdos —masajeó sus parpados—, de hecho, no creo que pueda dormir hoy, ya que debo revisar este libro de inmediato y dejar las anotaciones para Dumah y Dalkiel, además de verificar cuales son las almas por las que debo ir en persona.
—Está bien —asintió el menor—, ¿quiere cenar aquí?
—No, ya cené —sentenció tomando asiento frente a su escritorio y abriendo el libro.
El rubio se sumergió en su trabajo, mientras sus pupilas resplandecían en un tono rojizo, para apresurarse en encontrar la información que ocupaba y que más apremiaba. No se dio cuenta que Luciano se fue de la oficina durante un largo rato y volvió, con una charola de té, hasta que la dejó en el escritorio.
Azrael levantó el rostro y observó al jovencito con curiosidad.
—Sé que toma té mientras trabaja, así que si ahora está trabajando más, debe tomar otra taza —señaló el castaño, mientras le servía el té.
El rubio sonrió tenuemente— gracias…
Mientras Azrael estuvo trabajando, Luciano se quedó acompañándolo, observándolo, tratando de grabar no solo en su mente, sino en su propia alma, la imagen de ese ángel oscuro, que tanto le gustaba.
«No voy a olvidarte» pensó, mientras sus ojos repasaban el rostro, moreno, apreciando cada detalle.
La nariz, las mejillas, los labios, dándose cuenta de los gestos, casi imperceptibles que llegaba a hacer, de cómo parpadeaba e incluso, de la manera en que movía la pluma de cuando en cuando, para quitar los mechones de cabello dorado que llegaban a estorbarle por instantes.
Así, pasaron ambos la noche, uno, ensimismado en su trabajo, el otro, perdido en la tranquila presencia del demonio.
Las campanas repicaron en la mañana, dando inicio a las labores.
Dumah y Dalkiel llegaron; fueron directamente a sus escritorios, pero momentos después, la puerta de la oficina de Azrael se abrió. Ambos pensaron que el demonio iba a saludarlos como siempre, pero no fue así
Luciano salió con un libro enorme entre brazos y Dumah lo observó con furia, yendo de inmediato a su alcance.
—¡¿Qué haces con un libro de Azrael?! —preguntó molesto, arrebatándoselo de inmediato.
Luciano se sobresaltó, pero levantó el rostro, mirándolo con molestia— el señor me pidió que se lo entregara a usted, ya que acaba de irse a dormir —respondió.
—¿No durmió en toda la noche? —la voz de Dalkiel sonaba preocupada al llegar al lado de su compañero.
—No —el castaño negó—, llegó muy tarde y ni siquiera cenó, se quedó trabajando hasta hace unos minutos y me dijo que después de que sonaran las primeras campanas, entregara sus anotaciones, ya que el dormiría un par de horas y volvería al trabajo —explicó con calma.
Los dos escribas se miraron entre sí y Dumah le entregó el libro al peliazul— empieza, iré a verlo.
—Está bien —Dalkiel sujetó el libro y caminó hacia el recinto de trabajo, una vez más.
Dumah apareció un portal y lo atravesó. Luciano apresuró el paso, yendo hacia la habitación de Azrael, ya que debía no solo cruzar inmensos pasillos, sino subir algunas escaleras, para llegar al piso más alto, donde estaba la habitación principal.
Cuando el castaño llegó a la puerta, Dumah iba saliendo de la habitación, en completo silencio.
—No lo molestes —gruñó—, necesita descansar.
Luciano no respondió, solo se sentó en el piso, recargándose en la puerta.
Mientras el jovencito miraba hacia el ventanal que estaba frente a él, el demonio de cabello negro abrió otro portal y se retiró. En cuanto el portal se cerró, Luciano se puso de pie y entró a la habitación, yendo a la cama, observando a Azrael dormir.
«No voy a despertarlo…» pensó, «solo voy a observarlo, como siempre…» se sentó a un lado de la cama y observó el gesto apacible del mayor.
—Bonito… —musitó y sonrió.
Durante varios meses, la rutina de Azrael y Luciano siguió casi igual; el castaño acompañaba al demonio todo el tiempo mientras trabajaba e incluso le ayudaba a entregarle documentos a Dumah y Dalkiel, ya que tomaba el trabajo de mensajero, igual que los psicopompos que siempre se quedaban en el palacio.
En las noches, Luciano tenía permiso del rubio, de quedarse velando su sueño, pero le tenía prohibido ir al cuarto de aseo, ya que no quería que lo viera cuando estaba desnudo, menos, porque había cedido a esos sentimientos que lo embargaban y empezó a masturbarse con regularidad, pensando en ese niño y no quería que lo supiera, especialmente porque al final se sentía mal, al recordar que lo que Luciano creía sentir, era porque lo confundía con otro y eso le dolía sobremanera.
Casi un año después, desde que Luciano había llegado al palacio, ocurrió algo distinto.
Mientras Luciano había ido a preparar el té y Azrael estaba en su escritorio, recibiendo los reportes de los psicopompos que habían vuelto de su trabajo, un portal se abrió en un cristal que había cerca.
El demonio de la llama ingresó al recinto con paso lento, mientras Azrael lo miraba de soslayo.
—Es un poco incómodo que no tenga que dar mi permiso para que ingrese a mi hogar, señor de la Sabiduría —dijo con seriedad.
Baphomet sonrió— vamos, Azrael, te dije que solo es mientras solucionamos la situación de esa alma humana —dijo con diversión—, además, tenía meses que no te visitaba.
—Lo sé —musitó el rubio y cerró el libro que tenía enfrente—, llamaré a Luciano…
—No, no lo llames aun, primero quiero hablar contigo.
Azrael suspiró— retírense —dijo para sus ayudantes, quienes desaparecieron de inmediato, después, movió la mano y apareció una silla frente a su escritorio, para que el recién llegado se pusiera cómodo.
Baphomet tomo el lugar y observó al rubio con curiosidad.
—¿En qué puedo servirle? —preguntó el ojiazul con solemnidad.
—¿Cómo te has sentido?
Ante las palabras del recién llegado, Azrael no pudo evitar mostrar un poco de nervios.
—¿Cómo me he sentido? ¿A qué se refiere?
Baphomet movió su báculo y fijo su mirada en las lunas— ha pasado un año —su voz tenía un tinte de diversión—, ¿cómo te sientes con ese niño, después de todo este tiempo?
Azrael bajó el rostro— no lo sé —dijo con seriedad—, me confunde, pero trato de no pensar en ello —mintió, ya que muchas noches pensaba en el otro y en su actitud hacia él—, porque él solo está aquí para encontrar una solución…
—¿Te gusta?
Por el tono de voz de Baphomet, Azrael levantó el rostro y lo miró a los ojos.
—Sí, ahora si te lo estoy preguntando —sonrió el demonio de la llama—, quiero saber si puedes admitir lo que yo ya sé, porque es importante para lo que te tengo que decir.
El rubio suspiró— es… es posible —respondió en un murmullo, mientras se encogía de hombros.
El pelinegro lo miró con seriedad— Azrael, durante todo este tiempo, he investigado —dijo con voz fría—, es posible que la razón por la que ese humano puede recordar algunas cosas, es porque debido a que fue redimido por tu antiguo señor, se le dio la oportunidad de decidir…
—¿Decidir? ¿Qué cosa? —preguntó intrigado el rubio.
—Decidir qué hacer o a dónde ir —especificó el demonio de la llama.
—Se refiere a…
—Así es —Baphomet asintió—, si quiere ir al infierno, a buscar al chico que se supone que ama, ir al Paraíso, para descansar en paz o volver a empezar, porque sus pecados fueron perdonados y puede seguir adelante.
«Volver a empezar…» eso solo significaba que podía tener una nueva vida, nueva familia, nuevos amigos, «un nuevo amor que le corresponda…»
Con esos pensamientos, Azrael sintió que un dolor se adueñaba de su pecho y sus ojos se humedecieron.
—¿Qué ocurre? —preguntó el otro, al ver al demonio del silencio con ese gesto.
—Yo… no lo sé… —sus labios temblaron—. Solo que… me dio una sensación extraña.
Baphomet sonrió con un dejo de compasión, algo extraño en él, pero gracias a su consorte, había aprendido muchas cosas, por lo que no le importaba mostrar esas actitudes.
—Azrael… —dijo el nombre con calma—. Debo sincerarme contigo —ladeó el rostro—. No solo dejé a este humano aquí para estudiarlo, sino para estudiarte a ti —lo señaló con un ademán.
—¿A mí?
—Mjú… —asintió el Dios pagano—. Sabía que sentías algo por el niño, después de todo, lo estuviste observando durante tres meses antes de que empezara a vivir aquí, en tus dominios, pero era obvio que no comprendías tus propias emociones —suspiró—. Es extraño, lo sé bien —admitió—. Al principio, piensas que es una locura, no puedes creer que estás sintiendo algo como el amor por un ser humano o en tu caso, un alma humana, pero al final, empiezas a denotarlo en tus actitudes, en tus acciones y tú —lo señaló con su índice—, lo has hecho muchas veces, en las noches, en la soledad de tu baño…
Azrael pasó saliva nervioso «no… no es posible…»— ¿a qué…? ¿A qué se refiere? —preguntó a media voz.
Ante la pregunta de Azrael, Baphomet chasqueó los dedos y un libro flotante empezó a aparecer cerca del demonio de la muerte; era igual al que siempre seguía a Luciano.
—Este libro, estuvo vigilándote.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa y la ira se adueñó de inmediato de su ser.
—¡¿Por qué no me lo dijo?! —Azrael levantó la voz y todo el palacio se envolvió en oscuridad.
Dumah y Dalkiel desplegaron sus alas y trataron de ir hacia la oficina de su señor, mientras sus seguidores etéreos también se dirigieron allí, con actitud hostil.
Baphomet golpeó la punta de su báculo en el piso y puso un campo de energía oscura alrededor; sabía que todos los ayudantes de Azrael actuarían así, ante una reacción agresiva de su joven señor, pero estaba preparado para eso.
—No lo hice, porque sabía que al estar enterado, intentarías fingir —señaló el demonio de la llama con total seriedad—. Necesitaba saber lo que pensabas, lo que realmente sentías y querías ocultar para no aceptarlo, pero siendo honesto contigo, la verdad no me sorprende lo que mostraste.
Azrael estaba furioso, pero ante las palabras del Dios pagano, sintió algo que no sabía que podía sentir; una sensación extraña y difícil de explicar para él, porque estaba avergonzado, como nunca antes.
—Cada que ese chiquillo se acerca a ti —prosiguió Baphomet—, cada que te habla, cada que intenta servirte e incluso cada que te intenta tocar y te dice “bonito”, tu reaccionas, pero en el fondo, temes que no lo esté haciendo por ti, ¿no es así?
Azrael mordió su labio inferior y sus colmillos sacaron algo de su sangre oscura; se abrazó a sí mismo y apretó los parpados.
Baphomet se puso de pie y se acercó al ángel caído, quien era mucho más pequeño en tamaño que él; le puso la mano en la cabeza y movió los mechones dorados, tratando de denotar que lo apoyaba.
—Tranquilo, entiendo cómo te sientes.
—No —Azrael negó—, no sabe cómo me siento —dijo con voz dolida—. Sé que me confunde con otro —sonrió con tristeza—, sé que sus miradas y sus atenciones, originalmente son para alguien más —una lagrima escapó de sus ojos— y aun así, no puedo evitar desear que me vea, que desee tocarme a mí, pero vuelvo a la realidad y duele… —confesó—. Solo soy un ángel caído, un ángel que cayó por amor, a pesar de saber que ese ser nunca lo iba a amar y ahora que vuelvo a interesarme en alguien —respiró profundamente—, esa alma le pertenece a alguien más también…
Baphomet sonrió— ¿eso crees?
Ante la pregunta y el tono casi sarcástico, Azrael levantó el rostro.
El demonio de la llama movió su báculo y algunas imágenes aparecieron alrededor.
Era el alma de Luciano, durante los primeros días mientras observaba por una rendija de la puerta de la oficina del ángel caído; la plática que tuvo con Dalkiel y el cómo se animó a acercarse más; el tiempo que pasaba observándolo noche a noche y como se esmeraba en grabar la imagen del rubio en su memoria, porque temía que las palabras de Dumah se hicieran realidad y no pudiera recordarlo después.
“no voy a olvidarlo, ¡jamás!”
Azrael se sorprendió por esa sentencia y toda la seguridad con la que el castaño la había dicho.
Pero eso no era todo. Cuando debía pasar tiempo a solas, con el libro que lo seguía, para tratar de expresar lo que pensaba o recordaba, solo hablaba de Azrael y del momento en que lo vio llegar frente a él, en el Limbo.
El rubio no podía creerlo. Durante un año, Luciano lo había observado a él, durante un año había hablado solo de él, durante todo ese año, no hubo nadie más en su mente que él.
—¿Qué significa?
—Significa que él decidió seguir adelante, por eso no ya recuerda a su anterior “amor” —se burló el demonio.
El ojiazul tembló y luego bajó el rostro— entonces… ¿él debe volver con los mortales?
Baphomet rió— no si no quiere, por qué no le preguntamos…
El demonio de la llama, movió la mano y el campo de energía oscura, se abrió para permitir ver la puerta de la oficina.
Todos los psicopompos, junto con Dumah y Dalkiel, estaban ahí, pero no eran los únicos.
Luciano estaba de pie, viendo con sorpresa al interior de la oficina; había llegado corriendo al darse cuenta que todos los seres oscuros se movían de manera extraña y tuvo la sensación de que Azrael estaba en problemas, así que fue de inmediato y llegó justo a tiempo, para ver lo que Baphomet le mostraba al rubio, de sus actividades y de cómo lo observaba y hablaba de él diariamente.
—Ven… —llamó Baphomet.
El castaño no se movió; sus ojos estaban fijos en el enorme ser de piel oscura con grandes cuernos y tenía el deseo de salir corriendo, pero no podía hacer nada, más que temblar.
Baphomet entornó los ojos— llámalo tú —dijo para Azrael.
El rubio dudó, pero no quería ir en contra de las órdenes del otro, así que extendió la mano— Luciano, ven… —dijo con voz suave.
Ante su nombre, el castaño movió el rostro y fijó la mirada en el rubio; todo su miedo se disipó, tanto así, que sonrió y empezó a caminar, acercándose al demonio de ojos azules.
Dumah intentó detenerlo, temiendo lo que podía ocurrir si ese niño llegaba con Azrael, pero el campo oscuro lo repelió de inmediato.
—Esto es entre su señor, el niño y yo —gruñó Baphomet—, ¡vuelvan a sus labores! —ordenó con desdén.
Los seres etéreos se dispersaron de inmediato; Dalkiel hizo una reverencia y regresó sus pasos a su lugar de trabajo, mientras que Dumah se puso de pie, observando la escena en el interior del campo y apretando los puños. Era obvio que había perdido, así que solo dio media vuelta y regresó a su lugar.
Cuando el adolescente llego al lado de Azrael, intentó sujetarlo de la mano pero como siempre, solo la traspasó.
Luciano levantó la mano y observó su palma, mirándola con un dejo de tristeza en sus ojos.
—¿Quieres tocarlo, no es así? —preguntó Baphomet con voz seria.
—Sí… —respondió Luciano, pero no levantó el rostro.
—¿Sabes que es un demonio?
—¿Demonio? —musitó el jovencito, confundido por esas palabras—. No —negó—. No es un demonio… es un ángel…
Azrael se abrazó a sí mismo «no soy un ángel…», pensó.
—Tal vez fue un ángel —señaló Baphomet—, pero de eso, hace ya mucho tiempo atrás… Azrael ahora es un demonio —repitió.
—Demonio… —susurró Luciano—. No, no es un demonio —dijo con mayor seguridad—, es un ángel… un bonito ángel… no… un hermoso ángel oscuro —anunció con convicción, levantando el rostro y mirando a Azrael directamente a los ojos.
El ojiazul se estremeció por esa mirada; jamás había visto ese gesto en ese niño, parecía seguro en esas palabras y eso le causaba emoción, pero también un poco de incertidumbre.
—Te repito que es un demonio —señaló Baphomet—, un demonio como yo… —sonrió—. Un demonio como el que te torturó.
Con esas palabras, algunos recuerdos de su muerte llegaron a su mente. La imagen de una figura de cristal que lo había lastimado, torturado y destrozado una y otra vez, mientras él sufría de manera inconmensurable, para que al final, un enorme ser con gigantescos cuernos, clavara la cola en su pecho y sacara su corazón sin consideración.
Luciano se sorprendió por un segundo, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió algo, algo que no era miedo, temor, ni tristeza; algo muy fuerte lo estaba inundando y se reflejó en su mirada que destelló con furia.
—¡Azrael no es un demonio! —gritó encarando al pelinegro—. ¡Jamás sería como tú o como ese demonio que me arrebató la vida!
Baphomet levantó una ceja y sonrió divertido— ¿piensas que puedes enfrentarme, humano? —dijo la palabra con burla—. No tienes idea de a quién intentas desafiar…
El aura del demonio se volvió mucho más pesada, mientras su sombra se incrementaba, cerniendo la enorme habitación con su furia.
—¡No me importa! —siseó Luciano—. ¡No dejaré que digas que Azrael es un demonio! —defendió—. ¿Piensas torturarme? ¡Hazlo! —retó—. He sufrido y pasado por eso, así que ya no me sorprende, pero para mí, él es un ángel —puso la mano en su pecho—, ¡mi ángel! Y no me importa pasar por un infierno o tortura peor que la que ya pasé, ¡si es por él!
Azrael se sorprendió por esa declaración y Baphomet guardó silencio por un minuto, hasta que empezó a reír, su sombra disminuyó y todo volvió a la paz normal de ese recinto, aunque aún no quitaba su campo de energía, ya que no se arriesgaría a que alguien se entrometiera en esa situación.
—¡Bien dicho! —dijo el demonio de la llama con un dejo de orgullo—, humanos como tú y como mi consorte, aun valen la pena —movió el rostro en una ligera reverencia.
—¡¿Qué?! —el castaño se sorprendió, ya que no entendía lo que el otro decía.
—Era una prueba —señaló Baphomet con diversión—, solo aquellos que amen a un demonio, aun por encima de su estatus y condición, tienen el derecho de estar a su lado.
Luciano parpadeó, guardando silencio por un rato, mientras asimilaba esas palabras.
—Quiere decir que… ¿puedo quedarme con él…? ¿Aquí…? ¿cómo hasta ahora? —preguntó.
—No exactamente —el demonio de melena negra negó—. Aquí no puede quedarse un alma humana, ¿no es así, Azrael?
Luciano giró el rostro, observado al rubio, quien parecía respirar con agitación; aún seguía sorprendido por las palabras de ese adolescente, tanto que no estaba seguro de haberlas escuchado en realidad.
—Azrael… —presionó Baphomet, al darse cuenta que el otro no reaccionaba.
—N… no —negó—, aquí no puede estar un alma humana —señaló con voz baja.
—Pero, ¡quiero quedarme! —gritó Luciano con desespero—. Quiero poder estar con él y quiero… —miró sus manos semi transparentes—. ¡Quiero poder tocarlo!
—Entiendo —Baphomet asintió—, si eso es lo que deseas, te puedo ofrecer un trato.
—¿Un trato?
Con esa frase, unas palabras de su pasado llegaron a su mente, “vendí mi alma a un demonio, a cambio de una venganza contra ustedes…”
—¿Quieres mi alma? —preguntó con nervios, pero miró de soslayo a Azrael, quien seguía observándolo con incredulidad—. Si tengo que dar mi alma, no puedo, porque ya es de él —señaló al rubio.
Azrael saltó en su lugar y su corazón se aceleró.
Él no era un demonio que buscara hacer tratos por almas, al contrario, él estaba en contra de eso, pues de esa manera, las almas no podían ser juzgadas de manera imparcial, porque todas debían ir al infierno y entonces, su trabajo no podía ser cumplido correctamente, pero aun así, el escuchar que Luciano decretaba que su alma le pertenecía a él, le había emocionado.
Baphomet rió— ¿Yo para qué querría tu alma? —preguntó con burla—. A mí no me sirve —hizo un gesto de desagrado.
—¿Entonces? —Luciano no comprendía.
—Te explico… —Baphomet se sentó en el sillón una vez más—. Tú, estás en una situación privilegiada —ladeó el rostro—, puedes elegir ir al Paraiso y descansar en paz por toda la eternidad, ir al infierno, a buscar a alguien o lo que sea que haya de interesante por allá para ti—se burló— o tu última opción, es empezar de nuevo —sonrió mostrando un colmillo.
—¿Empezar… de nuevo? —musitó.
—Volver a ser mortal —señalo Azrael con voz baja.
—Significa que… puedo volver a…
—Puedes volver al mundo humano —terminó el rubio con un ligero tinte de tristeza en su voz.
—Si eso quieres, sí —el demonio de la llama asintió—, pero hay otra opción —dijo con voz cómplice—, a pesar de que no debería ser posible, en mi reino, así como en el abismo, hay mortales —miró de soslayo a Azrael—, así que, si aceptas mi trato, podría ayudarte a quedarte aquí, como semi humano, aunque alguien más tendría que intervenir, pero no dudo que acepte.
Luciano giró el rostro, observando a Azrael; los ojos azules miraron al jovencito y sintió un inusual calor en su pecho, pero se avergonzó tanto que giró el rostro.
—¿Qué debo hacer? —preguntó el castaño con seridad.
—Aceptar mis términos, por supuesto —repitió el demonio de cabello negro.
—No le daré mi alma, ni mi corazón, esos son de Azrael —dijo con toda seguridad el menor.
«¿Hablas en serio?» se preguntó el rubio con temor, «pero… se supone que tú amas a otro…»
Baphomet rió una vez más— no me interesa ni tu corazón, ni tu alma, a mí lo que me interesa es lo que pueda aprender de ti.
—¿Aprender de mí?
—Por supuesto, eres la primer alma humana que fue redimida a pesar de que murió a causa de un contrato infernal —explicó—, así que para mí, eres interesante… pero te advierto que debes tener cuidado con lo que dices acerca de tu corazón y alma…
—¿Por qué?
—Es obvio que no lo recuerdas, pero si estás en esta situación, es por alguien más —señaló el demonio de la llama— y para poder convertirte en un semi humano, mitad demonio, que pueda quedarse aquí, debes recordarlo y obtener la redención también de él, por lo que tendrás que verlo de nuevo… así que, cuando recuperes esas memorias y hables con él, te preguntaré una vez más si quieres quedarte con Azrael, quizá, cambies de opinión y decidas ir a otro lugar —dijo con burla, mientras sus pupilas rojas se fijaban en el rubio, quien empezaba a sentir miedo e inseguridad, como jamás en su existencia había sentido.
Durante varios meses, la rutina de Azrael y Luciano siguió casi igual; el castaño acompañaba al demonio todo el tiempo mientras trabajaba e incluso le ayudaba a entregarle documentos a Dumah y Dalkiel, ya que tomaba el trabajo de mensajero, igual que los psicopompos que siempre se quedaban en el palacio.
En las noches, Luciano tenía permiso del rubio, de quedarse velando su sueño, pero le tenía prohibido ir al cuarto de aseo, ya que no quería que lo viera cuando estaba desnudo, menos, porque había cedido a esos sentimientos que lo embargaban y empezó a masturbarse con regularidad, pensando en ese niño y no quería que lo supiera, especialmente porque al final se sentía mal, al recordar que lo que Luciano creía sentir, era porque lo confundía con otro y eso le dolía sobremanera.
Casi un año después, desde que Luciano había llegado al palacio, ocurrió algo distinto.
Mientras Luciano había ido a preparar el té y Azrael estaba en su escritorio, recibiendo los reportes de los psicopompos que habían vuelto de su trabajo, un portal se abrió en un cristal que había cerca.
El demonio de la llama ingresó al recinto con paso lento, mientras Azrael lo miraba de soslayo.
—Es un poco incómodo que no tenga que dar mi permiso para que ingrese a mi hogar, señor de la Sabiduría —dijo con seriedad.
Baphomet sonrió— vamos, Azrael, te dije que solo es mientras solucionamos la situación de esa alma humana —dijo con diversión—, además, tenía meses que no te visitaba.
—Lo sé —musitó el rubio y cerró el libro que tenía enfrente—, llamaré a Luciano…
—No, no lo llames aun, primero quiero hablar contigo.
Azrael suspiró— retírense —dijo para sus ayudantes, quienes desaparecieron de inmediato, después, movió la mano y apareció una silla frente a su escritorio, para que el recién llegado se pusiera cómodo.
Baphomet tomo el lugar y observó al rubio con curiosidad.
—¿En qué puedo servirle? —preguntó el ojiazul con solemnidad.
—¿Cómo te has sentido?
Ante las palabras del recién llegado, Azrael no pudo evitar mostrar un poco de nervios.
—¿Cómo me he sentido? ¿A qué se refiere?
Baphomet movió su báculo y fijo su mirada en las lunas— ha pasado un año —su voz tenía un tinte de diversión—, ¿cómo te sientes con ese niño, después de todo este tiempo?
Azrael bajó el rostro— no lo sé —dijo con seriedad—, me confunde, pero trato de no pensar en ello —mintió, ya que muchas noches pensaba en el otro y en su actitud hacia él—, porque él solo está aquí para encontrar una solución…
—¿Te gusta?
Por el tono de voz de Baphomet, Azrael levantó el rostro y lo miró a los ojos.
—Sí, ahora si te lo estoy preguntando —sonrió el demonio de la llama—, quiero saber si puedes admitir lo que yo ya sé, porque es importante para lo que te tengo que decir.
El rubio suspiró— es… es posible —respondió en un murmullo, mientras se encogía de hombros.
El pelinegro lo miró con seriedad— Azrael, durante todo este tiempo, he investigado —dijo con voz fría—, es posible que la razón por la que ese humano puede recordar algunas cosas, es porque debido a que fue redimido por tu antiguo señor, se le dio la oportunidad de decidir…
—¿Decidir? ¿Qué cosa? —preguntó intrigado el rubio.
—Decidir qué hacer o a dónde ir —especificó el demonio de la llama.
—Se refiere a…
—Así es —Baphomet asintió—, si quiere ir al infierno, a buscar al chico que se supone que ama, ir al Paraíso, para descansar en paz o volver a empezar, porque sus pecados fueron perdonados y puede seguir adelante.
«Volver a empezar…» eso solo significaba que podía tener una nueva vida, nueva familia, nuevos amigos, «un nuevo amor que le corresponda…»
Con esos pensamientos, Azrael sintió que un dolor se adueñaba de su pecho y sus ojos se humedecieron.
—¿Qué ocurre? —preguntó el otro, al ver al demonio del silencio con ese gesto.
—Yo… no lo sé… —sus labios temblaron—. Solo que… me dio una sensación extraña.
Baphomet sonrió con un dejo de compasión, algo extraño en él, pero gracias a su consorte, había aprendido muchas cosas, por lo que no le importaba mostrar esas actitudes.
—Azrael… —dijo el nombre con calma—. Debo sincerarme contigo —ladeó el rostro—. No solo dejé a este humano aquí para estudiarlo, sino para estudiarte a ti —lo señaló con un ademán.
—¿A mí?
—Mjú… —asintió el Dios pagano—. Sabía que sentías algo por el niño, después de todo, lo estuviste observando durante tres meses antes de que empezara a vivir aquí, en tus dominios, pero era obvio que no comprendías tus propias emociones —suspiró—. Es extraño, lo sé bien —admitió—. Al principio, piensas que es una locura, no puedes creer que estás sintiendo algo como el amor por un ser humano o en tu caso, un alma humana, pero al final, empiezas a denotarlo en tus actitudes, en tus acciones y tú —lo señaló con su índice—, lo has hecho muchas veces, en las noches, en la soledad de tu baño…
Azrael pasó saliva nervioso «no… no es posible…»— ¿a qué…? ¿A qué se refiere? —preguntó a media voz.
Ante la pregunta de Azrael, Baphomet chasqueó los dedos y un libro flotante empezó a aparecer cerca del demonio de la muerte; era igual al que siempre seguía a Luciano.
—Este libro, estuvo vigilándote.
Los ojos azules se abrieron con sorpresa y la ira se adueñó de inmediato de su ser.
—¡¿Por qué no me lo dijo?! —Azrael levantó la voz y todo el palacio se envolvió en oscuridad.
Dumah y Dalkiel desplegaron sus alas y trataron de ir hacia la oficina de su señor, mientras sus seguidores etéreos también se dirigieron allí, con actitud hostil.
Baphomet golpeó la punta de su báculo en el piso y puso un campo de energía oscura alrededor; sabía que todos los ayudantes de Azrael actuarían así, ante una reacción agresiva de su joven señor, pero estaba preparado para eso.
—No lo hice, porque sabía que al estar enterado, intentarías fingir —señaló el demonio de la llama con total seriedad—. Necesitaba saber lo que pensabas, lo que realmente sentías y querías ocultar para no aceptarlo, pero siendo honesto contigo, la verdad no me sorprende lo que mostraste.
Azrael estaba furioso, pero ante las palabras del Dios pagano, sintió algo que no sabía que podía sentir; una sensación extraña y difícil de explicar para él, porque estaba avergonzado, como nunca antes.
—Cada que ese chiquillo se acerca a ti —prosiguió Baphomet—, cada que te habla, cada que intenta servirte e incluso cada que te intenta tocar y te dice “bonito”, tu reaccionas, pero en el fondo, temes que no lo esté haciendo por ti, ¿no es así?
Azrael mordió su labio inferior y sus colmillos sacaron algo de su sangre oscura; se abrazó a sí mismo y apretó los parpados.
Baphomet se puso de pie y se acercó al ángel caído, quien era mucho más pequeño en tamaño que él; le puso la mano en la cabeza y movió los mechones dorados, tratando de denotar que lo apoyaba.
—Tranquilo, entiendo cómo te sientes.
—No —Azrael negó—, no sabe cómo me siento —dijo con voz dolida—. Sé que me confunde con otro —sonrió con tristeza—, sé que sus miradas y sus atenciones, originalmente son para alguien más —una lagrima escapó de sus ojos— y aun así, no puedo evitar desear que me vea, que desee tocarme a mí, pero vuelvo a la realidad y duele… —confesó—. Solo soy un ángel caído, un ángel que cayó por amor, a pesar de saber que ese ser nunca lo iba a amar y ahora que vuelvo a interesarme en alguien —respiró profundamente—, esa alma le pertenece a alguien más también…
Baphomet sonrió— ¿eso crees?
Ante la pregunta y el tono casi sarcástico, Azrael levantó el rostro.
El demonio de la llama movió su báculo y algunas imágenes aparecieron alrededor.
Era el alma de Luciano, durante los primeros días mientras observaba por una rendija de la puerta de la oficina del ángel caído; la plática que tuvo con Dalkiel y el cómo se animó a acercarse más; el tiempo que pasaba observándolo noche a noche y como se esmeraba en grabar la imagen del rubio en su memoria, porque temía que las palabras de Dumah se hicieran realidad y no pudiera recordarlo después.
“no voy a olvidarlo, ¡jamás!”
Azrael se sorprendió por esa sentencia y toda la seguridad con la que el castaño la había dicho.
Pero eso no era todo. Cuando debía pasar tiempo a solas, con el libro que lo seguía, para tratar de expresar lo que pensaba o recordaba, solo hablaba de Azrael y del momento en que lo vio llegar frente a él, en el Limbo.
El rubio no podía creerlo. Durante un año, Luciano lo había observado a él, durante un año había hablado solo de él, durante todo ese año, no hubo nadie más en su mente que él.
—¿Qué significa?
—Significa que él decidió seguir adelante, por eso no ya recuerda a su anterior “amor” —se burló el demonio.
El ojiazul tembló y luego bajó el rostro— entonces… ¿él debe volver con los mortales?
Baphomet rió— no si no quiere, por qué no le preguntamos…
El demonio de la llama, movió la mano y el campo de energía oscura, se abrió para permitir ver la puerta de la oficina.
Todos los psicopompos, junto con Dumah y Dalkiel, estaban ahí, pero no eran los únicos.
Luciano estaba de pie, viendo con sorpresa al interior de la oficina; había llegado corriendo al darse cuenta que todos los seres oscuros se movían de manera extraña y tuvo la sensación de que Azrael estaba en problemas, así que fue de inmediato y llegó justo a tiempo, para ver lo que Baphomet le mostraba al rubio, de sus actividades y de cómo lo observaba y hablaba de él diariamente.
—Ven… —llamó Baphomet.
El castaño no se movió; sus ojos estaban fijos en el enorme ser de piel oscura con grandes cuernos y tenía el deseo de salir corriendo, pero no podía hacer nada, más que temblar.
Baphomet entornó los ojos— llámalo tú —dijo para Azrael.
El rubio dudó, pero no quería ir en contra de las órdenes del otro, así que extendió la mano— Luciano, ven… —dijo con voz suave.
Ante su nombre, el castaño movió el rostro y fijó la mirada en el rubio; todo su miedo se disipó, tanto así, que sonrió y empezó a caminar, acercándose al demonio de ojos azules.
Dumah intentó detenerlo, temiendo lo que podía ocurrir si ese niño llegaba con Azrael, pero el campo oscuro lo repelió de inmediato.
—Esto es entre su señor, el niño y yo —gruñó Baphomet—, ¡vuelvan a sus labores! —ordenó con desdén.
Los seres etéreos se dispersaron de inmediato; Dalkiel hizo una reverencia y regresó sus pasos a su lugar de trabajo, mientras que Dumah se puso de pie, observando la escena en el interior del campo y apretando los puños. Era obvio que había perdido, así que solo dio media vuelta y regresó a su lugar.
Cuando el adolescente llego al lado de Azrael, intentó sujetarlo de la mano pero como siempre, solo la traspasó.
Luciano levantó la mano y observó su palma, mirándola con un dejo de tristeza en sus ojos.
—¿Quieres tocarlo, no es así? —preguntó Baphomet con voz seria.
—Sí… —respondió Luciano, pero no levantó el rostro.
—¿Sabes que es un demonio?
—¿Demonio? —musitó el jovencito, confundido por esas palabras—. No —negó—. No es un demonio… es un ángel…
Azrael se abrazó a sí mismo «no soy un ángel…», pensó.
—Tal vez fue un ángel —señaló Baphomet—, pero de eso, hace ya mucho tiempo atrás… Azrael ahora es un demonio —repitió.
—Demonio… —susurró Luciano—. No, no es un demonio —dijo con mayor seguridad—, es un ángel… un bonito ángel… no… un hermoso ángel oscuro —anunció con convicción, levantando el rostro y mirando a Azrael directamente a los ojos.
El ojiazul se estremeció por esa mirada; jamás había visto ese gesto en ese niño, parecía seguro en esas palabras y eso le causaba emoción, pero también un poco de incertidumbre.
—Te repito que es un demonio —señaló Baphomet—, un demonio como yo… —sonrió—. Un demonio como el que te torturó.
Con esas palabras, algunos recuerdos de su muerte llegaron a su mente. La imagen de una figura de cristal que lo había lastimado, torturado y destrozado una y otra vez, mientras él sufría de manera inconmensurable, para que al final, un enorme ser con gigantescos cuernos, clavara la cola en su pecho y sacara su corazón sin consideración.
Luciano se sorprendió por un segundo, pero por primera vez en mucho tiempo, sintió algo, algo que no era miedo, temor, ni tristeza; algo muy fuerte lo estaba inundando y se reflejó en su mirada que destelló con furia.
—¡Azrael no es un demonio! —gritó encarando al pelinegro—. ¡Jamás sería como tú o como ese demonio que me arrebató la vida!
Baphomet levantó una ceja y sonrió divertido— ¿piensas que puedes enfrentarme, humano? —dijo la palabra con burla—. No tienes idea de a quién intentas desafiar…
El aura del demonio se volvió mucho más pesada, mientras su sombra se incrementaba, cerniendo la enorme habitación con su furia.
—¡No me importa! —siseó Luciano—. ¡No dejaré que digas que Azrael es un demonio! —defendió—. ¿Piensas torturarme? ¡Hazlo! —retó—. He sufrido y pasado por eso, así que ya no me sorprende, pero para mí, él es un ángel —puso la mano en su pecho—, ¡mi ángel! Y no me importa pasar por un infierno o tortura peor que la que ya pasé, ¡si es por él!
Azrael se sorprendió por esa declaración y Baphomet guardó silencio por un minuto, hasta que empezó a reír, su sombra disminuyó y todo volvió a la paz normal de ese recinto, aunque aún no quitaba su campo de energía, ya que no se arriesgaría a que alguien se entrometiera en esa situación.
—¡Bien dicho! —dijo el demonio de la llama con un dejo de orgullo—, humanos como tú y como mi consorte, aun valen la pena —movió el rostro en una ligera reverencia.
—¡¿Qué?! —el castaño se sorprendió, ya que no entendía lo que el otro decía.
—Era una prueba —señaló Baphomet con diversión—, solo aquellos que amen a un demonio, aun por encima de su estatus y condición, tienen el derecho de estar a su lado.
Luciano parpadeó, guardando silencio por un rato, mientras asimilaba esas palabras.
—Quiere decir que… ¿puedo quedarme con él…? ¿Aquí…? ¿cómo hasta ahora? —preguntó.
—No exactamente —el demonio de melena negra negó—. Aquí no puede quedarse un alma humana, ¿no es así, Azrael?
Luciano giró el rostro, observado al rubio, quien parecía respirar con agitación; aún seguía sorprendido por las palabras de ese adolescente, tanto que no estaba seguro de haberlas escuchado en realidad.
—Azrael… —presionó Baphomet, al darse cuenta que el otro no reaccionaba.
—N… no —negó—, aquí no puede estar un alma humana —señaló con voz baja.
—Pero, ¡quiero quedarme! —gritó Luciano con desespero—. Quiero poder estar con él y quiero… —miró sus manos semi transparentes—. ¡Quiero poder tocarlo!
—Entiendo —Baphomet asintió—, si eso es lo que deseas, te puedo ofrecer un trato.
—¿Un trato?
Con esa frase, unas palabras de su pasado llegaron a su mente, “vendí mi alma a un demonio, a cambio de una venganza contra ustedes…”
—¿Quieres mi alma? —preguntó con nervios, pero miró de soslayo a Azrael, quien seguía observándolo con incredulidad—. Si tengo que dar mi alma, no puedo, porque ya es de él —señaló al rubio.
Azrael saltó en su lugar y su corazón se aceleró.
Él no era un demonio que buscara hacer tratos por almas, al contrario, él estaba en contra de eso, pues de esa manera, las almas no podían ser juzgadas de manera imparcial, porque todas debían ir al infierno y entonces, su trabajo no podía ser cumplido correctamente, pero aun así, el escuchar que Luciano decretaba que su alma le pertenecía a él, le había emocionado.
Baphomet rió— ¿Yo para qué querría tu alma? —preguntó con burla—. A mí no me sirve —hizo un gesto de desagrado.
—¿Entonces? —Luciano no comprendía.
—Te explico… —Baphomet se sentó en el sillón una vez más—. Tú, estás en una situación privilegiada —ladeó el rostro—, puedes elegir ir al Paraiso y descansar en paz por toda la eternidad, ir al infierno, a buscar a alguien o lo que sea que haya de interesante por allá para ti—se burló— o tu última opción, es empezar de nuevo —sonrió mostrando un colmillo.
—¿Empezar… de nuevo? —musitó.
—Volver a ser mortal —señalo Azrael con voz baja.
—Significa que… puedo volver a…
—Puedes volver al mundo humano —terminó el rubio con un ligero tinte de tristeza en su voz.
—Si eso quieres, sí —el demonio de la llama asintió—, pero hay otra opción —dijo con voz cómplice—, a pesar de que no debería ser posible, en mi reino, así como en el abismo, hay mortales —miró de soslayo a Azrael—, así que, si aceptas mi trato, podría ayudarte a quedarte aquí, como semi humano, aunque alguien más tendría que intervenir, pero no dudo que acepte.
Luciano giró el rostro, observando a Azrael; los ojos azules miraron al jovencito y sintió un inusual calor en su pecho, pero se avergonzó tanto que giró el rostro.
—¿Qué debo hacer? —preguntó el castaño con seridad.
—Aceptar mis términos, por supuesto —repitió el demonio de cabello negro.
—No le daré mi alma, ni mi corazón, esos son de Azrael —dijo con toda seguridad el menor.
«¿Hablas en serio?» se preguntó el rubio con temor, «pero… se supone que tú amas a otro…»
Baphomet rió una vez más— no me interesa ni tu corazón, ni tu alma, a mí lo que me interesa es lo que pueda aprender de ti.
—¿Aprender de mí?
—Por supuesto, eres la primer alma humana que fue redimida a pesar de que murió a causa de un contrato infernal —explicó—, así que para mí, eres interesante… pero te advierto que debes tener cuidado con lo que dices acerca de tu corazón y alma…
—¿Por qué?
—Es obvio que no lo recuerdas, pero si estás en esta situación, es por alguien más —señaló el demonio de la llama— y para poder convertirte en un semi humano, mitad demonio, que pueda quedarse aquí, debes recordarlo y obtener la redención también de él, por lo que tendrás que verlo de nuevo… así que, cuando recuperes esas memorias y hables con él, te preguntaré una vez más si quieres quedarte con Azrael, quizá, cambies de opinión y decidas ir a otro lugar —dijo con burla, mientras sus pupilas rojas se fijaban en el rubio, quien empezaba a sentir miedo e inseguridad, como jamás en su existencia había sentido.
Azrael estaba frente a su escritorio, con su libro abierto, repasando los nombres de las almas humanas que debían ser reclamadas el siguiente día; su enorme oficina se mantenía en silencio, ni siquiera el murmullo de los psicopompos se escuchaba, a pesar de que se movían, yendo y viniendo haciendo sus tareas diarias.
Toda su rutina se mantenía, así como el hermoso silencio que siempre lo confortaba.
El sonido de las campanas se escuchó y antes de que el rubio cerrara el libro, se estremeció al sentir unas manos en sus hombros, masajeando con delicadeza.
—Es hora de descansar —se escuchó un susurró cerca del oído del mayor.
Azrael sonrió y ladeó el rostro, observando a su pareja, quien ya no era más un adolescente, sino que tenía el físico de un humano adulto e incluso, su tamaño era mayor, para poder estar a la altura del demonio y sus necesidades. Su cabello había crecido un poco, pero aparte de sus pupilas, que ahora eran rojas, no tenía otro rasgo visible que denotara que no era un humano en realidad
—Lo sé —sonrió el rubio, mientras exponía el cuello, donde el otro besaba con devoción.
—¿Quieres comer primero o prefieres algo más? —indagó el castaño, pasando su lengua por la piel morena.
El ojiazul se estremeció— no lo sé… tú, ¿qué deseas, Luci?
—Sabes lo que deseo —dijo el castaño con picardía—, ¿en realidad quieres que te lo repita? —mordisqueó el lóbulo de la oreja que tenía cerca.
El rubio soltó un gemido suave y movió la mano hacia atrás, acariciando los mechones castaños del otro— tal vez…
—Quiero llevarte a la cama, Bonito…
Azrael soltó una risita nerviosa— vamos entonces…
Luciano se alejó y ayudó al otro a ponerse de pie, pero antes de que se alejara, lo besó con demanda, mordisqueando con deseo los labios que se le ofrecían sin reparo.
El demonio no se quejó, al contrario, correspondió el beso con ansia, pero unos golpeteos en la puerta los interrumpieron.
Azrael quiso apartarse de Luciano, pero el joven, sabiendo quienes tocaban de esa manera, solo lo soltó un momento, para ponerse tras él, abrazándolo y restregando su rostro contra las suaves plumas negras de las alas.
—Adelante —dijo el rubio.
La puerta se abrió y sus escribas entraron; debido a que Luciano ya era parte de ese lugar, ahora los miraba como realmente eran, pero eso no lo impresionaba más, pues dejo de tenerles miedo a los demonios.
Dumah observó la escena y sintió que su estómago se revolvía, por lo que se quedó en silencio; Dalkiel se dio cuenta que el otro no hablaría y estaba molesto porque mantenía sus puños apretados, así que decidió despedirse por ambos.
—Nos retiramos a entregar la información a los jueces —anunció el peliazul, haciendo una reverencia—, ¿necesita algo más? ¿Desea que entreguemos algún recado?
—No, gracias —negó el rubio, pueden retirarse.
Dumah fue el primero en cruzar su portal y Dalkiel hizo lo propio, después de dedicarle una mirada cómplice a Luciano, quien parecía divertido por la actitud del pelinegro.
Cuando desaparecieron, el castaño hizo girar a su pareja.
—¿En qué nos quedamos? —susurró contra los labios del demonio.
—En que querías llevarme a la cama — respondió el ojiazul, ofreciendo sus labios a la par que movía su mano derecha abriendo un portal bajo los pies de ambos; en un instante, quedaron sobre el enorme lecho en la habitación principal.
El rubio quedó contra el colchón, mientras el castaño estaba sobre él, besándolo con demanda. Las manos de Luciano se movieron por encima de la túnica del demonio y sus uñas crecieron un poco, rasgando la tela, para dejar desnudo el cuerpo bronceado, que tanto adoraba.
La respiración de Azrael se agitó y Luciano se alejó de su boca, para permitirle respirar, mientras él besaba el rostro, llegando al nacimiento de los cuernos, donde su lengua se entretuvo.
Un largo gemido escapó de la garganta del demonio, mientras sus manos arañaban los hombros de su pareja; debido a la lengua traviesa y a la humedad que dejaba, había sentido una descarga eléctrica recorrerlo completamente, ya que desde la primera vez que intimaron, se dio cuenta que era sumamente sensible en esa zona.
—No… no lamas… no, ahí… —musitó el ojiazul.
—¿Por qué no? —preguntó el castaño con diversión, mientras seguía lamiendo—. Quiero escuchar al demonio del silencio, en su faceta ruidosa, mientras gime.
Azrael no se contuvo y gimió audiblemente.
—Eso es, Bonito…
Una mano del castaño se movió entre las piernas y palpó entre las nalgas del demonio.
—Húmedo —sonrió—, siempre te humedeces —introdujo un dedo con facilidad—, ¿por qué? —preguntó curioso.
—No… no sé… —negó el ojiazul, aferrándose con fuerza a su compañero, sintiendo como las uñas rozaban su interior, dándole un delicioso placer.
—¿Deberíamos preguntarle a Baphomet? —indagó con diversión—. Él lo sabe todo…
El débil murmullo fue ininteligible para Luciano, que se apartó un poco para poder escuchar.
—¿Qué dijiste?
Azrael mordió su labio y luego buscó la mirada de Luciano.
—Entra… —dijo con voz deseosa—. Deja de hablar de Baphomet y ¡entra!
Luciano sonrió y buscó los labios del demonio, besándolo con cariño; sacó los dedos del tibio interior y mientras su mano liberaba su sexo, la otra abría las piernas bronceadas sin titubear.
Azrael sintió el pene del castaño en su entrada y sus piernas casi se cierran por reflejo, pero las manos del ojirrojo lo evitaron.
—No, Bonito, ¿querías que entrara y ahora quieres evitarlo? —su voz era sarcástica—. No voy permitirlo.
Sin dudar, Luciano entró en el cuerpo del otro; Azrael hizo el rostro hacia atrás y empezó a gemir con fuerza, mientras su amante lo embestía con ímpetu.
El demonio enredó las piernas en la cintura del otro y arqueó su espalda, disfrutando el cómo su interior era invadido completamente, de una forma tan sublime, que le haría perder la cabeza en cualquier momento.
Luciano mordió con saña el cuello del ojiazul y degustó la sangre oscura con deleite; sus manos acariciaban el cuerpo del demonio, venerándolo en cada toque, pero también lo acariciaba con algo de rudeza, dejando algunos surcos debido a sus garras.
Al momento en que el demonio sintió una mano traviesa llegar a su miembro erecto, estimulándolo con maestría, no quiso contenerse y dejó que la lujuria que lo había consumido casi todo el día, a la espera de ese momento, se liberara en la mano del jovencito.
—Luci… Luci… ¡Luci! —gritó y su cuerpo se tensó por completo.
Luciano sonrió divertido y acercó la mano sucia a sus labios, lamiendo la esencia del mayor— ¿tan pronto, Bonito? —se burló.
Azrael respiró agitado, pero buscó los labios del castaño y luego lo empujó, girando en la cama para quedar sobre él; se alejó de los labios y se incorporó, quedando erguido, pero aun empalado por el miembro del castaño.
—Solo fue el primero —el ojiazul relamió sus labios y empezó a moverse con sensualidad, colocando las manos contra el abdomen de Luciano—, hoy estoy más ansioso que otros días…
—Entonces, tengo que cumplirte…
El castaño se incorporó para besar a su pareja en los labios; era obvio que apenas empezaba su anhelado momento íntimo de ese día, por el que habían esperado durante horas, prometiéndose con miradas que no pararían hasta que ambos estuvieran satisfechos.
Azrael estaba frente a su escritorio, con su libro abierto, repasando los nombres de las almas humanas que debían ser reclamadas el siguiente día; su enorme oficina se mantenía en silencio, ni siquiera el murmullo de los psicopompos se escuchaba, a pesar de que se movían, yendo y viniendo haciendo sus tareas diarias.
Toda su rutina se mantenía, así como el hermoso silencio que siempre lo confortaba.
El sonido de las campanas se escuchó y antes de que el rubio cerrara el libro, se estremeció al sentir unas manos en sus hombros, masajeando con delicadeza.
—Es hora de descansar —se escuchó un susurró cerca del oído del mayor.
Azrael sonrió y ladeó el rostro, observando a su pareja, quien ya no era más un adolescente, sino que tenía el físico de un humano adulto e incluso, su tamaño era mayor, para poder estar a la altura del demonio y sus necesidades. Su cabello había crecido un poco, pero aparte de sus pupilas, que ahora eran rojas, no tenía otro rasgo visible que denotara que no era un humano en realidad
—Lo sé —sonrió el rubio, mientras exponía el cuello, donde el otro besaba con devoción.
—¿Quieres comer primero o prefieres algo más? —indagó el castaño, pasando su lengua por la piel morena.
El ojiazul se estremeció— no lo sé… tú, ¿qué deseas, Luci?
—Sabes lo que deseo —dijo el castaño con picardía—, ¿en realidad quieres que te lo repita? —mordisqueó el lóbulo de la oreja que tenía cerca.
El rubio soltó un gemido suave y movió la mano hacia atrás, acariciando los mechones castaños del otro— tal vez…
—Quiero llevarte a la cama, Bonito…
Azrael soltó una risita nerviosa— vamos entonces…
Luciano se alejó y ayudó al otro a ponerse de pie, pero antes de que se alejara, lo besó con demanda, mordisqueando con deseo los labios que se le ofrecían sin reparo.
El demonio no se quejó, al contrario, correspondió el beso con ansia, pero unos golpeteos en la puerta los interrumpieron.
Azrael quiso apartarse de Luciano, pero el joven, sabiendo quienes tocaban de esa manera, solo lo soltó un momento, para ponerse tras él, abrazándolo y restregando su rostro contra las suaves plumas negras de las alas.
—Adelante —dijo el rubio.
La puerta se abrió y sus escribas entraron; debido a que Luciano ya era parte de ese lugar, ahora los miraba como realmente eran, pero eso no lo impresionaba más, pues dejo de tenerles miedo a los demonios.
Dumah observó la escena y sintió que su estómago se revolvía, por lo que se quedó en silencio; Dalkiel se dio cuenta que el otro no hablaría y estaba molesto porque mantenía sus puños apretados, así que decidió despedirse por ambos.
—Nos retiramos a entregar la información a los jueces —anunció el peliazul, haciendo una reverencia—, ¿necesita algo más? ¿Desea que entreguemos algún recado?
—No, gracias —negó el rubio, pueden retirarse.
Dumah fue el primero en cruzar su portal y Dalkiel hizo lo propio, después de dedicarle una mirada cómplice a Luciano, quien parecía divertido por la actitud del pelinegro.
Cuando desaparecieron, el castaño hizo girar a su pareja.
—¿En qué nos quedamos? —susurró contra los labios del demonio.
—En que querías llevarme a la cama — respondió el ojiazul, ofreciendo sus labios a la par que movía su mano derecha abriendo un portal bajo los pies de ambos; en un instante, quedaron sobre el enorme lecho en la habitación principal.
El rubio quedó contra el colchón, mientras el castaño estaba sobre él, besándolo con demanda. Las manos de Luciano se movieron por encima de la túnica del demonio y sus uñas crecieron un poco, rasgando la tela, para dejar desnudo el cuerpo bronceado, que tanto adoraba.
La respiración de Azrael se agitó y Luciano se alejó de su boca, para permitirle respirar, mientras él besaba el rostro, llegando al nacimiento de los cuernos, donde su lengua se entretuvo.
Un largo gemido escapó de la garganta del demonio, mientras sus manos arañaban los hombros de su pareja; debido a la lengua traviesa y a la humedad que dejaba, había sentido una descarga eléctrica recorrerlo completamente, ya que desde la primera vez que intimaron, se dio cuenta que era sumamente sensible en esa zona.
—No… no lamas… no, ahí… —musitó el ojiazul.
—¿Por qué no? —preguntó el castaño con diversión, mientras seguía lamiendo—. Quiero escuchar al demonio del silencio, en su faceta ruidosa, mientras gime.
Azrael no se contuvo y gimió audiblemente.
—Eso es, Bonito…
Una mano del castaño se movió entre las piernas y palpó entre las nalgas del demonio.
—Húmedo —sonrió—, siempre te humedeces —introdujo un dedo con facilidad—, ¿por qué? —preguntó curioso.
—No… no sé… —negó el ojiazul, aferrándose con fuerza a su compañero, sintiendo como las uñas rozaban su interior, dándole un delicioso placer.
—¿Deberíamos preguntarle a Baphomet? —indagó con diversión—. Él lo sabe todo…
El débil murmullo fue ininteligible para Luciano, que se apartó un poco para poder escuchar.
—¿Qué dijiste?
Azrael mordió su labio y luego buscó la mirada de Luciano.
—Entra… —dijo con voz deseosa—. Deja de hablar de Baphomet y ¡entra!
Luciano sonrió y buscó los labios del demonio, besándolo con cariño; sacó los dedos del tibio interior y mientras su mano liberaba su sexo, la otra abría las piernas bronceadas sin titubear.
Azrael sintió el pene del castaño en su entrada y sus piernas casi se cierran por reflejo, pero las manos del ojirrojo lo evitaron.
—No, Bonito, ¿querías que entrara y ahora quieres evitarlo? —su voz era sarcástica—. No voy permitirlo.
Sin dudar, Luciano entró en el cuerpo del otro; Azrael hizo el rostro hacia atrás y empezó a gemir con fuerza, mientras su amante lo embestía con ímpetu.
El demonio enredó las piernas en la cintura del otro y arqueó su espalda, disfrutando el cómo su interior era invadido completamente, de una forma tan sublime, que le haría perder la cabeza en cualquier momento.
Luciano mordió con saña el cuello del ojiazul y degustó la sangre oscura con deleite; sus manos acariciaban el cuerpo del demonio, venerándolo en cada toque, pero también lo acariciaba con algo de rudeza, dejando algunos surcos debido a sus garras.
Al momento en que el demonio sintió una mano traviesa llegar a su miembro erecto, estimulándolo con maestría, no quiso contenerse y dejó que la lujuria que lo había consumido casi todo el día, a la espera de ese momento, se liberara en la mano del jovencito.
—Luci… Luci… ¡Luci! —gritó y su cuerpo se tensó por completo.
Luciano sonrió divertido y acercó la mano sucia a sus labios, lamiendo la esencia del mayor— ¿tan pronto, Bonito? —se burló.
Azrael respiró agitado, pero buscó los labios del castaño y luego lo empujó, girando en la cama para quedar sobre él; se alejó de los labios y se incorporó, quedando erguido, pero aun empalado por el miembro del castaño.
—Solo fue el primero —el ojiazul relamió sus labios y empezó a moverse con sensualidad, colocando las manos contra el abdomen de Luciano—, hoy estoy más ansioso que otros días…
—Entonces, tengo que cumplirte…
El castaño se incorporó para besar a su pareja en los labios; era obvio que apenas empezaba su anhelado momento íntimo de ese día, por el que habían esperado durante horas, prometiéndose con miradas que no pararían hasta que ambos estuvieran satisfechos.
En el plano de Baphomet, el Dios de la sabiduría estaba terminando de escribir un pergamino; después de ponerle su sello, se lo entregó a uno de sus buscadores.
—Ve con el príncipe Lucifer —ordenó—, entrégale este pergamino en mano, ¿entendido?
El ser grotesco hizo un sonido extraño, que el demonio entendió muy bien lo que significaba.
—Él sabe que no puedo acudir siempre a darle las novedades, debido a que estoy cuidando de mi consorte y mi primogénito, pero todo lo que desea saber, está detallado en el pergamino, así que no habrá problema.
El buscador asintió y desapareció, yendo de inmediato a hacer el encargo.
—Mi señor Lucifer estará más que complacido con las noticias —Baphomet sonrió—, con lo que he aprendido de Azrael y los cambios que ha sufrido, aún sin que él se dé cuenta, estoy seguro que un ángel caído puede lograr lo que sea, mientras esté al lado de la persona que ama, así que, solo es cuestión de encontrar a su pareja y traerla de inmediato a sus dominios —miró su báculo con orgullo—, espero que Astaroth haga su parte, encontrando pronto a la pareja de nuestro príncipe, con eso, el cielo estará perdido y Lucifer será coronado como rey absoluto.
En el plano de Baphomet, el Dios de la sabiduría estaba terminando de escribir un pergamino; después de ponerle su sello, se lo entregó a uno de sus buscadores.
—Ve con el príncipe Lucifer —ordenó—, entrégale este pergamino en mano, ¿entendido?
El ser grotesco hizo un sonido extraño, que el demonio entendió muy bien lo que significaba.
—Él sabe que no puedo acudir siempre a darle las novedades, debido a que estoy cuidando de mi consorte y mi primogénito, pero todo lo que desea saber, está detallado en el pergamino, así que no habrá problema.
El buscador asintió y desapareció, yendo de inmediato a hacer el encargo.
—Mi señor Lucifer estará más que complacido con las noticias —Baphomet sonrió—, con lo que he aprendido de Azrael y los cambios que ha sufrido, aún sin que él se dé cuenta, estoy seguro que un ángel caído puede lograr lo que sea, mientras esté al lado de la persona que ama, así que, solo es cuestión de encontrar a su pareja y traerla de inmediato a sus dominios —miró su báculo con orgullo—, espero que Astaroth haga su parte, encontrando pronto a la pareja de nuestro príncipe, con eso, el cielo estará perdido y Lucifer será coronado como rey absoluto.
Nota: Un psicopompo es un ser que en las mitologías o religiones tiene el papel de conducir las almas de los difuntos hacia la ultratumba, cielo o infierno.
Estas criaturas están asociadas principalmente con determinados animales, espíritus, deidades, ángeles o demonios que están representadas a través de los siglos.
Estas criaturas están asociadas principalmente con determinados animales, espíritus, deidades, ángeles o demonios que están representadas a través de los siglos.
Y eso es toooooodo
¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado. La verdad, yo si quería darle un final feliz a Luciano en Venganza, pero no pude, porque la cuestión era que debía cumplirse la venganza de Armando, pero con lo que dijo Magdali Garcia en el grupo, me metió la espinita, así que salió esto.
Siendo un OS, puede que quedaran algunos puntos sin resolver, pero como lo que quería era terminarlo para subirlo, es posible que en una futura revisión (para que todo quede bien en mi saga de Relatos oscuros), haga modificaciones o anexe cosas más detalladas. No es seguro, pero no descarto la posibilidad.
Sé que esperaban que el demonio pasivo fuera más lascivo, pero el tipo de demonio que elegí en esta ocasión, no es así, lo siento; también, lo del íncubos virgen, se los debo para otro relato, esa mención del incubus virgen, es para otra cosa, que ya verán mañana o pasado XD ajajajaja Perdón.
Nos leemos.
¿Qué les pareció? Espero que les haya gustado. La verdad, yo si quería darle un final feliz a Luciano en Venganza, pero no pude, porque la cuestión era que debía cumplirse la venganza de Armando, pero con lo que dijo Magdali Garcia en el grupo, me metió la espinita, así que salió esto.
Siendo un OS, puede que quedaran algunos puntos sin resolver, pero como lo que quería era terminarlo para subirlo, es posible que en una futura revisión (para que todo quede bien en mi saga de Relatos oscuros), haga modificaciones o anexe cosas más detalladas. No es seguro, pero no descarto la posibilidad.
Sé que esperaban que el demonio pasivo fuera más lascivo, pero el tipo de demonio que elegí en esta ocasión, no es así, lo siento; también, lo del íncubos virgen, se los debo para otro relato, esa mención del incubus virgen, es para otra cosa, que ya verán mañana o pasado XD ajajajaja Perdón.
Nos leemos.
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