A punto de morir, veo el cielo sobre mí y tengo ganas de llorar, no por miedo, no por dolor, sino por rabia, coraje y tristeza, de saber que pese a los esfuerzos de los míos, al unirnos a lo que creímos una causa justa, no pudimos obtener la victoria.
Salí de mi tierra junto a otros como yo, tratando de buscar una mejor vida en una tierra prometida, que de todo lo que se decía y prometía, a final, como los demás, pude darme cuenta que esa patria y su tan exaltada libertad, eran puras mentiras.
Cuando creí que en este lugar podría profesar mis creencias y tener la libertad de amar sin restricción, un lugar donde mis sentimientos y mi fe pudieran convivir sin temor, fue mi credo y religión los que lograron que mi vida valiera menos que aquellos que se decían ‘patriotas’ y ‘libertadores’; un grupo de conquistadores, en busca de tierra ajena, porque no les bastaba la que habían arrebatado a los nativos de su naciente país, que se alzaba sobre la sangre de gente buena, noble y que solo quería su libertad.
Al final, mi moral, pese a lo que muchos pudieran pensar, no me permitió aceptar esas órdenes de lastimar a niños, jóvenes y viejos, que su único pecado era tener otra religión y unas tierras que valían mucho para otros, por los recursos y su oro.
Abandoné ese ejercito al que me obligaron a unirme, como un deber por esa nación que me había acogido, pero mi mayor dolor, fue alejarme de aquel que pensé que me consideraba más que un amigo, pues aunque no quisiera admitirlo, y aunque quise creer que el amor que nos tuvimos había sido puro y limpio, desde el principio para él todo había sido un juego; no quise darme cuenta que todo nos separaba, su pasado, su lealtad, su fe y su educación, pesaban más en su corazón, que lo que su ama deseaba.
Me alejé de ese ejército conquistador, caminando al lado de otros de los míos, uniéndonos a las filas que ellos que antes me obligaban a tratar como enemigos; todos queríamos lo mismo, no solo para nosotros, sino para esos que se consideraban más nuestros hermanos y mutuamente intentamos ayudamos. Intentamos ayudar a los que en el fondo sabíamos que merecían mantenerse ahí, ganar, sobrevivir…
Desertor, en eso me convertí y no me importó.
Si ya había abandonado mi patria, mi hogar y familia, dejar a un grupo de hombres que realmente querían empezar una tiranía sobre aquellos que eran diferentes, sería mucho más fácil.
Sueños de libertad era lo que nos mantenía en pie y con la frente en alto.
Con la bandera verde y sellada en el centro con el color del oro, ondeándose al lado de la tricolor que luchaba por seguir avante, codo a codo combatimos al lado de gente que no conocíamos, pero que compartían ideales, en contra de aquellos que nosotros creímos conocer antes. Esa gente que nos brindó la mano con falsas promesas de igualdad y un futuro lleno de prosperidad, para enviarnos a una guerra sin motivo, porque éramos menos importantes que los que se consideraban ya ciudadanos por derecho.
Muchos de los nuestros cayeron en el clamor de la batalla y otros como yo, nos mantuvimos de pie, luchando y tratando de no rendirnos junto con nuestros nuevos compatriotas; pero todo fue en vano, pues al retumbar de los cañones, supe que la batalla perdida estaba, no por las armas, sino por culpa de la tiranía, la falta de humanidad y la escases de aquello que nuestro Dios pregonaba, el amor.
Ese día, no solo perdí la batalla junto a mis hermanos, sino que perdí a esperanza en el amor que creí encontrar, cuando ese a quien mi corazón le entregué antes de saber la verdad, estaba frente a mí, amenazándome con la punta de su bayoneta y sus ojos mostraban ese desprecio que ocultó ante mí con anterioridad.
Ahora estoy sobre el cadalso, con la soga al cuello, esperando que esa bandera que alguna vez representó la esperanza, sea izada por completo, para que marque el fin de mi vida.
Luchamos como hijos de Irlanda, para defender otro país que hasta que llegamos aquí, era casi completamente desconocido, pero sin duda, todos y cada uno de nosotros, lo haríamos de nuevo, porque a pesar de saber que moriré, lo que más me duele es saber que no pude hacer más por ayudar a aquellos que también eran oprimidos, como lo fue mi pueblo alguna vez.
Se escuchan los tambores, retumbando para honrar a su insignia y yo bajo la mirada, para poder observar a aquel que me entregó a su compañía, no sin antes golpearme y descargar la ira que su corazón sentía; él baja el rostro, su vergüenza es latente, quizá porque recuerda esa única noche que creí que ambos nos habíamos sincerado, aunque seguramente, también me mintió.
El líder del escuadrón, prepara la señal, mientras la bandera está por llegar a la punta del hasta, mis compañeros y yo, levantamos el rostro con orgullo; la noche anterior, prometimos que enfrentaríamos la muerte con honor.
Porque luchar por un ideal no nos hace pecadores.
Salí de mi tierra junto a otros como yo, tratando de buscar una mejor vida en una tierra prometida, que de todo lo que se decía y prometía, a final, como los demás, pude darme cuenta que esa patria y su tan exaltada libertad, eran puras mentiras.
Cuando creí que en este lugar podría profesar mis creencias y tener la libertad de amar sin restricción, un lugar donde mis sentimientos y mi fe pudieran convivir sin temor, fue mi credo y religión los que lograron que mi vida valiera menos que aquellos que se decían ‘patriotas’ y ‘libertadores’; un grupo de conquistadores, en busca de tierra ajena, porque no les bastaba la que habían arrebatado a los nativos de su naciente país, que se alzaba sobre la sangre de gente buena, noble y que solo quería su libertad.
Al final, mi moral, pese a lo que muchos pudieran pensar, no me permitió aceptar esas órdenes de lastimar a niños, jóvenes y viejos, que su único pecado era tener otra religión y unas tierras que valían mucho para otros, por los recursos y su oro.
Abandoné ese ejercito al que me obligaron a unirme, como un deber por esa nación que me había acogido, pero mi mayor dolor, fue alejarme de aquel que pensé que me consideraba más que un amigo, pues aunque no quisiera admitirlo, y aunque quise creer que el amor que nos tuvimos había sido puro y limpio, desde el principio para él todo había sido un juego; no quise darme cuenta que todo nos separaba, su pasado, su lealtad, su fe y su educación, pesaban más en su corazón, que lo que su ama deseaba.
Me alejé de ese ejército conquistador, caminando al lado de otros de los míos, uniéndonos a las filas que ellos que antes me obligaban a tratar como enemigos; todos queríamos lo mismo, no solo para nosotros, sino para esos que se consideraban más nuestros hermanos y mutuamente intentamos ayudamos. Intentamos ayudar a los que en el fondo sabíamos que merecían mantenerse ahí, ganar, sobrevivir…
Desertor, en eso me convertí y no me importó.
Si ya había abandonado mi patria, mi hogar y familia, dejar a un grupo de hombres que realmente querían empezar una tiranía sobre aquellos que eran diferentes, sería mucho más fácil.
Sueños de libertad era lo que nos mantenía en pie y con la frente en alto.
Con la bandera verde y sellada en el centro con el color del oro, ondeándose al lado de la tricolor que luchaba por seguir avante, codo a codo combatimos al lado de gente que no conocíamos, pero que compartían ideales, en contra de aquellos que nosotros creímos conocer antes. Esa gente que nos brindó la mano con falsas promesas de igualdad y un futuro lleno de prosperidad, para enviarnos a una guerra sin motivo, porque éramos menos importantes que los que se consideraban ya ciudadanos por derecho.
Muchos de los nuestros cayeron en el clamor de la batalla y otros como yo, nos mantuvimos de pie, luchando y tratando de no rendirnos junto con nuestros nuevos compatriotas; pero todo fue en vano, pues al retumbar de los cañones, supe que la batalla perdida estaba, no por las armas, sino por culpa de la tiranía, la falta de humanidad y la escases de aquello que nuestro Dios pregonaba, el amor.
Ese día, no solo perdí la batalla junto a mis hermanos, sino que perdí a esperanza en el amor que creí encontrar, cuando ese a quien mi corazón le entregué antes de saber la verdad, estaba frente a mí, amenazándome con la punta de su bayoneta y sus ojos mostraban ese desprecio que ocultó ante mí con anterioridad.
Ahora estoy sobre el cadalso, con la soga al cuello, esperando que esa bandera que alguna vez representó la esperanza, sea izada por completo, para que marque el fin de mi vida.
Luchamos como hijos de Irlanda, para defender otro país que hasta que llegamos aquí, era casi completamente desconocido, pero sin duda, todos y cada uno de nosotros, lo haríamos de nuevo, porque a pesar de saber que moriré, lo que más me duele es saber que no pude hacer más por ayudar a aquellos que también eran oprimidos, como lo fue mi pueblo alguna vez.
Se escuchan los tambores, retumbando para honrar a su insignia y yo bajo la mirada, para poder observar a aquel que me entregó a su compañía, no sin antes golpearme y descargar la ira que su corazón sentía; él baja el rostro, su vergüenza es latente, quizá porque recuerda esa única noche que creí que ambos nos habíamos sincerado, aunque seguramente, también me mintió.
El líder del escuadrón, prepara la señal, mientras la bandera está por llegar a la punta del hasta, mis compañeros y yo, levantamos el rostro con orgullo; la noche anterior, prometimos que enfrentaríamos la muerte con honor.
Porque luchar por un ideal no nos hace pecadores.
El ‘batallón de San Patricio’, conformado por inmigrantes europeos, en su mayoría Irlandeses, desertores de ejército norteamericano, que se unieron al ejército mexicano para luchar contra la invasión al territorio de México, fue ejecutado en el pueblo de San Jacinto, el trece de septiembre de 1847 mientras la bandera conformada por barras y estrellas, reemplazaba a la tricolor, en el asta de esa comunidad.
Se dice que el grito de ‘¡Libertad!’, fue la última palabra que se escuchó de los valientes que se unieron a la lucha de un país que no era el suyo, pero que compartía creencias y sueños, pues en la patria a la que emigraron, con la esperanza de un futuro mejor, se les castigaba por no compartir creencias, especialmente religiosas.
Bien, este no es solo un escrito corto (segun word, todo lo anterior al anterior separador, fueron exactamente 1000 palabras) sino que también es mi primer escrito "histórico", aunque los hecho no se desarrollan históricamente en el día de San Patricio (17 de marzo) quería escribir algo para conmemorar ese día y esto fue lo que salió .
Lo escribí escuchando esta canción: https://www.youtube.com/watch?v=1JwjceS5HLg por si les interesa ^..^
Con respecto a esta historia, debo aclarar que posiblemente muchos vean innecesario a insinuación de la relación entre mi protagonista con otro militar, pero aunque sea difícil de entender y creer, en la milicia hay esas relaciones de manera clandestina (pasar mucho tiempo entre hombres es algo complicado para algunos). También, quiero decir que realmente creo que las creencias no está peleadas con la preferencia sexual; es cierto que se supone que 'la religión' castiga y condena practicas que vayan contra lo que dicen sus "libros", pero eso no significa que una persona con diferentes preferencias sexuales, no crea que realmente hay un ser todo poderoso y en el fondo, sabe que no importa lo que los humanos digan, ese ser lo querrá como es, porque profesa amor y no se limita a solo una población en específica.
En fin, solo veanlo como una 'fantasía más' y espero que la hayan disfrutado.
Lo escribí escuchando esta canción: https://www.youtube.com/watch?v=1JwjceS5HLg por si les interesa ^..^
Con respecto a esta historia, debo aclarar que posiblemente muchos vean innecesario a insinuación de la relación entre mi protagonista con otro militar, pero aunque sea difícil de entender y creer, en la milicia hay esas relaciones de manera clandestina (pasar mucho tiempo entre hombres es algo complicado para algunos). También, quiero decir que realmente creo que las creencias no está peleadas con la preferencia sexual; es cierto que se supone que 'la religión' castiga y condena practicas que vayan contra lo que dicen sus "libros", pero eso no significa que una persona con diferentes preferencias sexuales, no crea que realmente hay un ser todo poderoso y en el fondo, sabe que no importa lo que los humanos digan, ese ser lo querrá como es, porque profesa amor y no se limita a solo una población en específica.
En fin, solo veanlo como una 'fantasía más' y espero que la hayan disfrutado.
Comment Form is loading comments...