-¡Ese se ve divino! – la rubia sonrió ampliamente.
-¿Tú crees? – el de lentes se miró en el espejo completo, observando el traje que se estaba probando – no lo sé Diana, se me hace demasiado serio para la ocasión.
-¡Es una boda, Lud! – dijo ella con toda la obviedad del mundo – tu traje tiene que verse serio, sobrio y elegante, si le ponemos una corbata azul, combinará con tus ojos, ¿no has pensado en usar pupilentes? Seguro resaltarían tu mirada y te mirarías mucho más guapo…
-Es tu boda, Diana – sonrió el ojiazul – y no pienso dejar mis gafas – sentenció acomodándolas en el puente de su nariz – pero volviendo al tema, no creo que este traje sea el adecuado es demasiado ostentoso…
-Vas a ser padrino de anillos, junto con David, tienen que verse perfectos, ambos – recalcó.
-No creo que la palabra perfecto sea adecuada en una ocasión, donde la que debe verse perfecta eres tu…
-Yo soy perfecta, Lud – sonrió la ojigris con suficiencia – no necesito mucho para resaltar en cualquier lugar.
Su cuñado rió y después empezó a quitarse el saco – creo que un simple traje con rayas, sería suficiente – se alzó de hombros.
-¡No! – chilló la chica – ¿por qué eres tan sencillo? – suspiró cansada – es ese o no nos vamos de aquí, hasta que elijamos un traje y esperamos a que David llegue a tiempo para que podamos combinarlos.
-Dudo que David llegue ahora mismo – dijo el pelinegro con una sonrisa divertida – sabes que a él, estas cosas no le gustan, igual que a mí.
Su cuñada se puso de pie – pues no me interesa, me casaré y él, como mi hermano, se tiene que ver perfecto, igual que tu…
-David está ocupado con el proyecto de los pasos a desnivel en la nueva autopista y según sé, hoy iban a hacer una presentación importante – explicó – tendrás suerte si puede acompañarnos a ir a comer.
-No, no nos va a dejar plantados…
Mientras el de lentes se cambiaba, Diana sacó su celular y le marcó a su hermano.
-“¿Sí?” – la voz del otro lado del auricular apenas se escuchó.
-¡¿Dónde diablos estás?! – El grito de la rubia llamó la atención de todos en la tienda.
-“En el trabajo…”
-Te dije que hoy íbamos a ir a que tú y Lud se probaran los trajes para mi boda y después, a comer con Pablo, ¿acaso no lo recuerdas?
-“Le dije a Lud que no sabía si iba a poder ir, ¿acaso no te lo dijo?”
-Escúchame bien David Duarte, te quiero en el restaurante, en media hora o…
El silencio reinó y la ojiagris sintió que su sangre hervía; su hermano le había colgado.
-¡Pedazo de animal!
Ludwig salió con su ropa casual – te lo dije – anunció y entregó el traje – supongo que me llevaré este – le dijo a la dependienta.
-Pero, Lud – la rubia lo abrazó, restregando la mejilla contra la de su cuñado – yo sé que tú puedes hacer que David haga lo que sea…
-Tiene trabajo, Diana y no me gusta importunarlo en la oficina – miró a la chica de soslayo – en la casa no me importaría pero…
-¡Por favor! – la rubia hizo un mohín – ¡‘por fis’! – pidió con voz infantil – anda y te compro un café…
El de lentes arrugó la nariz, pero aceptó, no podía negarse a un buen café – de acuerdo…
Con rapidez, sacó el celular y le marcó a su novio.
-“¿Sí?” – respondió David.
-Hola, ‘mon amour’, ¿estás ocupado?
-“Un poco, mi amor…” – la voz de David era más amable con su pareja.
-Escuché que discutiste con tu hermana – sonrió el pelinegro – de verdad, ¿no puedes acompañarnos?
-“Quisiera, no por ella, sino por ti, porque te extraño, pero tengo algo que hacer…”
Un suspiro cansado se escuchó y eso alertó a Ludwig, no era normal que el ojigris hablara en ese tono tan fastidiado en su trabajo, pues bien sabía que le gustaba su carrera.
-¿Estás aun con lo de la autopista?
-“No es por eso realmente…”
-¿Entonces?
-“Yo… tengo un encargo de mi jefe, que no puedo evitar hacer…”
Ludwig sonrió condescendiente, aunque sabía que su novio no se daría cuenta de ese gesto – está bien, no te preocupes – dijo con calma, a sabiendas que David no se atrevería a faltar a algo de su trabajo, aunque no le gustase – entonces, ¿te veo en la noche?
-“Trataré de ir a verte en la noche, pero si no puedo, yo te aviso, ¿de acuerdo?”
-Sí, claro… entonces… – el pelinegro estaba por despedirse, pero algo lo interrumpió, consiguiendo que sus ojos se abrieran con sorpresa, al alcanzar a escuchar en un débil murmullo.
“David, cariño, hora de irnos…”
-“Lo siento, debo irme, nos vemos después…”
Ludwig no alcanzó a decir nada, se quedó como estatua, con el auricular en mano aun cuando la llamada se cortó; no había podido reaccionar con rapidez, pues estaba tratando de pensar, ¿quién podía haberle dicho eso a su novio?
-¿Lud? – Diana se preocupó al ver el semblante de su cuñado, pues estaba pálido – ¿qué pasó?
-Na… nada – negó – realmente está muy ocupado…
-Bueno, supongo que iremos a comer tú, Pablo y yo, solos – suspiró la ojigris.
-Sí… – asintió su cuñado, pero su semblante era preocupado, pues la espinita de la duda ya estaba en su pecho.
* * *
A pesar de que su cuñada y su futuro concuño, eran muy amables, divertidos y bastante atentos, Ludwig no se sentía tranquilo, así que no pudo disfrutar la comida y al volver a su trabajo, se encontraba con su mente tan perdida, así que prefirió salir antes, aprovechando que era viernes.
Llegó temprano a su casa y se recostó en el diván que estaba en la sala de lectura; desde que había salido de la universidad, vivía solo, en esa pequeña casa que no tenía muchos muebles ni adornos, pero para él era perfecta. En su momento, sus padres no querían que se alejara de su hogar, pero él deseaba independencia, especialmente al empezar a trabajar; muchos pensaron que David se iría con él, pero no fue así.
El rubio decidió quedarse en casa de sus padres mientras terminaba sus prácticas profesionales y hacía su tesis, realizando actividades en una gran constructora; poco a poco el ojigris se había ganado la confianza de sus jefes por el trabajo que realizaba y con rapidez, empezó a colaborar con grandes proyectos, por eso el tiempo con su novio era reducido, pero a Ludwig no le molestaba, ya que siempre estaba al pendiente de él, siendo atento, cariñoso, sobreprotector y sumamente enamorado, pero ahora, con lo que escuchó esa tarde, se sentía inquieto.
El pelinegro sacó su celular y marcó el número de David.
Después de dos timbres, alguien contestó.
-“¿Diga?”
La voz femenina confundió a Ludwig – ah, sí, disculpe, ¿es el celular de David? – indagó, pensando que se había equivocado.
-“Sí, pero David está ocupado, ¡oh!, ahí viene…”
Ludwig alcanzó a escuchar la voz de su novio en ese momento, a pesar de que se escuchaba distante.
“Aquí está tu café, ¿deseas algo más?”
“No cariño, gracias… ah, te llama un chico por teléfono”
“¡¿Respondiste?!”
“¿Qué tiene de malo?, ni que la llamada fuera de tu novia” la voz parecía burlona; el silencio reinó unos momentos hasta que finalmente, la voz del rubio se escuchó.
-“Ah, hola Lud, ¿qué pasa?”
El enojo ya se había apoderado del ojiazul – es lo que yo quiero saber – dijo con frialdad – ¿qué pasa? ¿Quién es la mujer qué me respondió?
-“Es… es la hija de un socio de mi jefe…”
La voz nerviosa de David consiguió que la sangre de Ludwig hirviera – ya veo, supongo que se tienen mucha confianza para que te diga ‘cariño’, ¿no es así? o quizá no la suficiente, porque de ser así, sabría que tú no tienes novia, sino novio…
-“Lud, no es lo que crees, es solo que…”
-‘Lud’ – su boca se contorsionó en una sonrisa forzada y su voz tomó un tinte más molesto – solo Lud, ya no es, ‘mi amor’, ‘mi vida’, ni nada… ¿acaso no te has alejado lo suficiente para poder hablarme con cariño? O ¿simplemente no te nace decirlo ya?
-“Ludwig, no estés imaginando cosas, escucha, Athena es la hija de un nuevo inversionista en la constructora, me pidieron que le hiciera compañía porque soy más o menos de su edad y ella está de visita, no conoce la ciudad, porque su familia acaba de llegar del extranjero…” – explicó con rapidez – “no he hecho nada malo…”
-¿Sabe que eres gay?
-“¿A qué viene esa pregunta?”
-Responde, David, ¿le aclaraste que eres gay?
-“No, no lo hice, porque no ando ventilando mi preferencia sexual…”
-Ah, ya veo, entonces, seguramente nadie en tu trabajo sabe que eres gay, ni que tienes novio y por eso te piden que seas el ‘guía turístico’ de una jovencita importante, quien seguramente se interesó en ti de una forma más personal, ¿cierto?
El silencio reinó y el pelinegro lo tomó como la respuesta que confirmaba sus sospechas.
-Te dejo con tu ‘amiga’ – sentenció el pelinegro – pero necesitamos hablar de frente, lo que tengo que decirte, no será por teléfono.
No permitió que el rubio dijera algo más y colgó. Dejó el celular a un lado y posó su mirada en el techo; le había dolido lo que acababa de ocurrir, pero no quería ser débil y ponerse a llorar como un niño. Aun así, un par de lágrimas escaparon de sus ojos.
* * *
Apenas despuntó el alba, Ludwig se levantó, ya que no había podido dormir bien en toda la noche. Se preparó un desayuno ligero, que constaba de café y un par de rebanadas de pan tostado con mermelada de zarzamora; después se aseó y fue a la sala de lectura pero no a leer. En el piano que su madre le había regalado, se puso a tocar unas cuantas notas, para sacar su frustración y que el tiempo pasara, pues sentía que todo se había detenido desde la noche anterior.
A las once, su teléfono celular se escuchó; no dejó de tocar, solo miró de soslayo la pantalla y al notar que era David, suspiró. No quería responderle, no hasta que terminara la canción, pero él mismo le había dicho que debían hablar, así que, tuvo que interrumpir la interpretación.
-¿Si? – dijo sin emoción al responder y con su mano izquierda siguió tocando unas teclas.
-“¿Estás ocupado?”
-Yo no tengo compromisos con otras personas como tú, así que, no, no lo estoy, ¿qué quieres?
El suspiro cansado se escuchó del otro lado del celular – “quiero hablar, mi amor, eso quiero…”
Ludwig sintió que todo su enojo se desvaneció con la palabra ‘mi amor’ y sus labios se curvaron en una débil sonrisa, pero quería mantener una pose molesta, pues no se lo iba a perdonar tan fácil – ¿cuándo?
-“¿Quieres ir a comer hoy?”
-Supongo que sí – respondió ocultando su emoción – ¿a qué hora?
-“Después de las dos, en el restaurante de siempre, ¿quieres que pase por ti?…”
-No, allá te veo…
-“Lud, te amo…”
El corazón del pelinegro se aceleró y sonrió tontamente – yo también te amo – dijo con más libertad.
Cuando colgaron, el ojiazul empezó a tocar otra pieza en el piano, un poco más alegre; realmente su enojo se había desvanecido ya.
* * *
Ludwig llegó al restaurante, con un pantalón de vestir oscuro y una camisa manga larga azul; normalmente le gustaba andar con ropa casual, pero no podía ir con cualquier cosa a ese lugar. Al llegar, una persona lo llevó a la mesa dónde David lo esperaba.
-¡Hola, mi amor! – el rubio se puso de pie y lo recibió con un beso en los labios.
-Hola… – respondió el ojiazul, sintiendo que estaba sobre nubes gracias a esa caricia.
Ambos se sentaron y el mesero les tomó la orden, retirándose con rapidez.
-Hacía mucho que no veníamos aquí – dijo el de lentes con calma.
-Lo sé – sonrió David – pero quería disculparme…
Ludwig respiró profundamente, quería decirle que no estaba molesto, pero tampoco podía mentirle – me gustaría que me explicaras lo que ocurre en realidad – dijo con seriedad – lo necesito para saber cómo actuar…
El ojigris suspiró – escucha… – tomó la mano de su pareja con delicadeza – Athena es la hija de un gran empresario que está asociándose con la constructora – explicó – ayer, ese hombre se presentó en la oficina con su familia, pues mi jefe organizó un evento para mostrarle una presentación virtual del proyecto en la autopista y como yo estoy implicado en ello, me los presentaron también – dijo con cansancio – ahí fue cuando la conocí, ella entabló conversación conmigo y antes de que se fueran, le dijo a su padre que quería conocer la ciudad y le gustaría que yo fuese su guía, quise negarme, pero mi jefe…
-¿Te ordenó hacerle compañía?
-Sí… – asintió – como aun no firman la sociedad, mi jefe quiere mantenerlo contento, a él y a toda su familia y no pude evitar ese compromiso…
Ludwig entornó los ojos – siempre te he dicho que detesto que seas tan amable – dijo con seriedad – a veces se aprovechan de ti…
El mesero llegó con el café de ambos, colocándolos en la mesa, frente a cada uno.
-Gracias – dijeron a la vez.
-Sé que siempre me lo has dicho – el rubio bajó el rostro apenado – pero no puedo ser de otra manera – sonrió y movió la mano hasta el rostro de su novio – la última vez que no fui amable, sufrí un accidente que casi me cuesta la vida.
-No quiero recordar eso – negó el de lentes.
-Lud, mi vida – el ojigris sonrió y movió el pulgar, acariciando el labio inferior de su novio – sabes que no te mentiría, sé que pensaste algo inadecuado, pero no es así, sabes perfectamente que no me gustan las mujeres, ni nadie más aparte de ti, tu eres lo más importante en mi vida y no te cambiaría por nadie, porque tú eres mejor que cualquier otra persona, hombre o mujer – su mirada estaba fija en su novio, denotando toda la sinceridad de sus palabras – si ayer salí con Athena fue por obligación…
-Entonces, ¿por qué no me lo dijiste desde el principio? – indagó con molestia – te hubiese entendido…
-Amor, sé que eres celoso – suspiró el rubio – y explicártelo por teléfono no creí que fuese lo mejor, además, tampoco pensé que se atrevería a responder mi celular, cuando fui al mostrador por el café que había pedido…
-¿Por qué le dejaste tu teléfono?
-Estaba revisando un mensaje de uno de mis compañeros, sobre una eventualidad en el paso a desnivel y estaba recibiendo una foto de ello, cuando nos avisaron que el café estaba listo, lo dejé en la mesa como acto reflejo, sabes que siempre dejo mis cosas en la mesa cuando estoy contigo – mencionó franqueza.
El pelinegro sonrió, desde siempre se tenían confianza, así que cuando estaban juntos, no importaba dejar sus celulares, computadoras o tabletas donde el otro estaba y podían usarlos mutuamente sin problemas, así que era imposible que le estuviera mintiendo.
-De acuerdo – sonrió – y, ¿cuánto tiempo vas a estar ‘acompañándola’?
-No lo sé, mi jefe me dijo que sería solo el día de ayer, pero parece que Athena se encaprichó conmigo, incluso, quería salir a comer hoy, pero la rechacé de la manera más amable que pude, porque ya había hecho planes contigo y necesitábamos hablar.
Ludwig hizo un mohín molesto, él sabía que David era atractivo, las chicas y chicos en la universidad ni siquiera trataban de ocultar que les gustaba, pero como no les hacía caso, no podían acercarse; ahora era más interesante y se había vuelto más amable, era obvio que la joven, a quien ni siquiera conocía, podía sentir interés y creer que podía tener oportunidad.
-Está bien… – dijo condescendiente – entiendo que hay personas caprichosas… pero no quiero que seas tan amable con ella – entrecerró los ojos – y quiero que sepas que no me gusta que te diga ‘cariño’.
-Ni a mí – dijo el otro con molestia – pero ¿cómo le digo que no lo haga sin que se sienta mal?
-¿Tanto miedo tienes que te corran? – reprochó el pelinegro.
-No es solo eso, sabes que es importante porque estoy haciendo mi tesis, ya que yo no me titulé como tú – dijo con diversión, pues el de lentes se tituló automáticamente por promedio en su facultad.
-‘Mon amour’, eso es porque mi carrera era más sencilla – sonrió – pero creo que tengo la respuesta a tu problema…
-¿Ah, sí? – el rubio levantó una ceja – ¿cuál?
-Dile que eres gay – se alzó de hombros – seguramente dejará de decirte cariño y podría alejarse.
-Y ¿si se encapricha más?
-Lo dudo – el de lentes habló confiado – seguramente te dejará en paz…
David rió, pero posó su mirada gris en su novio, viéndolo con cariño, era obvio que lo amaba y lo que menos quería era que se enojara con él – lo intentaré entonces – aseguró – pero ahora dime mi vida, ¿te gustaría salir a divertirte hoy?
-¿A dónde? – Lud lo miró de soslayo.
-A donde quieras… al parque, al teatro, al cine… dónde desees, quiero compensarte por lo que hice…
Ludwid se mordió el labio y asintió – el teatro es buena opción – dijo con ilusión – hay una obra interesante…
-De acuerdo – asintió el rubio – solo quiero pedirte algo…
-¿Qué?
-Que me permitas quedarme a dormir hoy, en tu casa…
Las mejillas del ojiazul se tiñeron de rojo con rapidez, sabía bien lo que eso significaba y la idea, realmente era tentadora.
* * *
La pareja pasó un día ameno y a las seis, fueron al teatro; la función era temprano, así que cenarían después de la misma.
-Esta no es una obra clásica – anunció el ojiazul, mientras caminaba del brazo de su novio, subiendo las escaleras para entrar al edificio.
-No importa, sea cual sea, seguramente me gustará, tienes buenos gustos…
-¡David!
La pareja volteó ante el nombre de uno de ellos y una joven de cabello castaño oscuro, largo, llegó corriendo, lanzándose contra el rubio, pasando sus manos tras la nuca, besándole la mejilla y restregándose contra su pecho. Los ojos de Ludwig observaron a la chica de pies a cabeza y un sentimiento de rechazo se apoderó de él; posiblemente era una jovencita que tenía admiradores por montones, pues su cuerpo se notaba exuberante y cuando se alejó de su novio, pudo ver su rostro, era bonita, no podía negarlo, especialmente por los grandes y expresivos ojos color miel que tenía y miraban con demasiado interés a David.
-Athena… – en la voz del rubio se notaba la confusión que sentía – ¿qué haces aquí?
-Vine con mis padres al teatro – señaló hacia atrás con un simple ademán, restándole importancia – ¿y tú? ¿Qué haces aquí? Dijiste que tenías un compromiso importante y no me podías acompañar esta tarde – reprochó.
-Sí – asintió, giró el rostro y le sonrió a Ludwig con cariño – Lud, te presento a Athena Legarreta – hizo un ademán para la joven – Athena, él es Ludwig Sarmiento – indicó a su compañero con un movimiento más sutil – mi novio.
Ludwig la miró fríamente – un placer, señorita – forzó una sonrisa y le ofreció la mano.
-¡¿Novio?! – ella no respondió el saludo, simplemente miró a David con sorpresa – ¿cómo que, “novio”?
-Sí – asintió el ojigris – soy gay.
-¡Eso es imposible! – negó ella con un gesto contrariado – no eres ‘amanerado’, además ¡eres demasiado guapo para ser gay y andar con este tipo tan insignificante!
Ludwig levantó una ceja cuando fue señalado con desdén, sonrió de lado y alzó el rostro con altivez, él no se iba a dejar menospreciar por una niña mimada y malcriada.
-David es mi novio – la voz del pelinegro era seria – es gay igual que yo, tenemos sexo desde hace casi cuatro años y por si te interesa saber, él es quien me posee – dijo sin pudor – y diariamente dice que me ama, así que para él, este tipo tan insignificante, como tú dices – se señaló con la mano en su pecho – es mejor que una mujer, incluyéndote – sentenció – y por ello, puedo hacer esto…
El ojiazul movió la mano, sujetó a su novio por la corbata que traía, ya que aún portaba su traje completo, lo obligó a inclinarse y lo besó en los labios, frente a la castaña, quien se quedó con la boca abierta. El beso fue demasiado audaz, la lengua del ojiazul se abrió paso en la boca de su novio jugando de forma atrevida con la otra, sorprendiendo al rubio al tomar el control de la situación, sin importar que toda la gente de alrededor los mirara; la caricia húmeda terminó después de un momento, porque el pelinegro dio un ligero empujón a su novio, denotando que él tenía pleno control sobre la situación y sobre el otro. Ludwig acomodó los lentes en el puente de su nariz, con el dedo medio de su mano izquierda, en una seña ofensiva para la chica y se relamió los labios.
-¿Lo ves? Así que, ahora que ya lo sabes te lo diré sin rodeos, no vuelvas a decirle ‘cariño’ a mi novio, porque el único que tiene derecho a decirle ese tipo de palabras, abrazarlo, besarlo y por sobretodo, estar con él, soy yo – aseguró sin dejar lugar a dudas – ¿quedó claro?
Los ojos miel miraron con horror a la pareja, quiso decir algo, pero nada salió de su boca; dio media vuelta y se fue con paso rápido, mientras el de lentes sonreía de forma triunfal.
-Lud…
La voz seria de David volvió a la realidad al ojiazul y las palabras que el rubio había dicho durante la comida, llegaron a su mente, “mi jefe quiere mantenerlo contento, a él y a toda su familia…”
-David… – Ludwig pasó saliva y levantó el rostro, en busca de la mirada de su novio – yo, lo siento… – se disculpó, imaginando que lo había metido en problemas.
La mano del ojigris se movió, lo sujetó del brazo, lo hizo girar para que quedara completamente frente a él y lo besó con demanda en los labios; el pelinegro se sorprendió por esa caricia tan posesiva y se sobresaltó al sentir la mano en su cintura, bajando hasta donde la espalda perdía su casto nombre, pegándolo más a su cuerpo, obligándole a sentir lo que había provocado con lo que había hecho anteriormente. Cuando se separaron, los lentes de Ludwig estaban empañados y aun así, alcanzó a notar la sonrisa pícara del otro, por lo que sintió su rostro arder; no sabía cómo reaccionar ante esa situación.
-¿Da… vid…?
-Olvídate del teatro – anunció el rubio – vamos a tu casa…
Sin permitir que Ludwig reaccionara, su novio lo guió al automóvil, para emprender el camino.
* * *
La puerta del departamento se abrió de golpe, la pareja entró entre besos y caricias, cerrando tras de sí; Ludwig despojó a David de su saco, pero no pudo hacer más, ya que el otro tenía pleno control de la situación. El rubio no quería tardar más, así que en vez de ir a la habitación, guio a su novio a la pequeña sala, dejándolo contra el sofá y colocándose sobre el cuerpo delgado; mientras las manos traviesas abrían la camisa sin consideraciones y desabrochaba el pantalón, Ludwig lo miraba con anhelo, respirando agitado por la ansiedad que lo embargaba.
El rubio desnudó a su novio y besó la piel desnuda con suavidad; dejó pequeñas marcas en el torso de su pareja y subió por el cuello, acariciando son sus labios el delicado mentón y acercándose a la boca – eres tan hermoso – susurró a la par que sus manos se movían sobre las piernas delgadas.
-‘Mon amour’ – musitó el ojiazul – mis… mis lentes… – movió las manos para tratar de quitárselos.
-No… – David lo impidió – no te los quites – sonrió – amo ver tus ojos, pero me excita verte con tus lentes, te ves hermoso e inocente…
Ludwig sintió que su cuerpo ardía ante esa confesión y decidió complacer a su pareja; pasó las manos por los hombros de David, aferrándose a la camisa que aun portaba y ambos se fundieron en un beso profundo, antes de que el rubio se incorporara para desnudarse rápidamente.
El pelinegro observó a su novio, mordiendo su labio inferior con deseo; David seguía practicando kempo y hacía más ejercicio en su poco tiempo libre, así que su cuerpo le parecía mucho más atractivo que cuando estaban en la universidad. Cuando el ojigris hizo el ademán de acercarse a su pareja, el ojiazul abrió las piernas sin pudor, para recibirlo con total libertad. David sonrió divertido, era obvio que Ludwig estaba ansioso y él también, pero le gustaba postergar el momento.
El ojigris se inclinó, besando el vientre plano, acariciando con sus manos el sexo erecto de su pareja y estimulando con lentitud, consiguiendo que Ludwig empezara a gemir poco a poco. La lengua traviesa humedeció toda la extensión y estimuló la punta con insistencia, antes de engullirlo por completo; el pelinegro movió las manos, una de ellas, estimulando su propio pecho con caricias sutiles y la otra, estrujando los mechones dorados de su pareja, a la par que movía su cadera, buscando más placer.
David permitió que su novio le marcara el ritmo y que su saliva resbalara con libertad, empapando la piel y bajando por las ingles; su mano se movió con sigilo, metiéndose entre las suaves nalgas y sus dedos aprovecharon la humedad que él mismo provocó, para preparar la cavidad oculta y poder entrar sin lastimarlo. Al sentir los dedos invasores, el ojiazul se tensó, mordió sus nudillos para no gritar pero no pudo evitarlo por mucho tiempo; sus gemidos escaparon cuando el rubio tocó ese lugar en su interior, que lo volvía loco.
El cuerpo de Ludwig empezó a responder, ondulándose con deseo, rozando con sus piernas la piel que alcanzaba de David, disfrutando todo lo que estaba sintiendo, especialmente porque sabía que pronto iba a llegar al orgasmo. El rubio también se dio cuenta de ello; conocía a la perfección a su pareja y lo anticipó, alejándose del cuerpo delgado y presionando la base el miembro erecto.
-¡David! – el tono de reproche no se hizo esperar, e intentó alejarse pero no pudo.
-No – el ojigris sonrió – creo que es momento de que tu hagas algo…
Ludwig cruzó los brazos sobre su rostro, cubriendo sus ojos; no quería ver ese semblante en David, le parecía tan atrevido y a la vez tan excitante, que podría perder la cordura solo con esa simple imagen.
-¿Entonces? – presionó el rubio, empezando a mover la mano, estimulando de nuevo el sexo erecto – ¿lo harás?
-Sí… – respondió el otro a media voz.
David se inclinó y besó los labios de su novio, agradeciéndole de antemano lo que sabía que iba a ocurrir. Aún en medio de la caricia, Ludwig empujó a su pareja con suavidad, cambiando de posición; ahora era el rubio el que estaba contra el sofá y el ojiazul se acomodó sobre su abdomen irguiéndose hasta sentarse y delinear con las yemas de sus dedos los músculos del torso del ojigris.
-Dime – sonrió juguetón – ¿qué deseas que haga, mon amour? – preguntó seductor, mientras movía su cadera de forma insinuante, acariciando la erección de su pareja entre sus nalgas.
-Lo que quieras – respondió embelesado – pero, hagas lo que hagas, no te quites los lentes…
-Tienes un fetiche extraño – sonrió y se acomodó los lentes con una mano, pero luego llevó los dedos a su boca, lamiéndolos de forma sugerente – aun así voy a complacerte…
Se movió con gracia, quedando a gatas, bajando por el cuerpo de su pareja, besando, mordiendo, presionando con sus dedos y arañando la piel, consiguiendo que se erizara; David disfrutaba esas caricias de Ludwig, quizá en el fondo era masoquista, pues admitía que desde hacía tiempo, descubrió que se excitaba más al recibir cariños rudos y su pareja lo sabía.
Cuando llegó al sexo de David, Ludwig abrió grande la boca y lo metió, llevándolo a la garganta; empezó a estimular con sus dientes, rozando la delicada piel de la zona y miraba por encima de sus lentes al rubio, disfrutando los sonidos de excitación que el otro liberaba. El ojiazul sabía que nadie más que él podía estar con su novio de esa manera; le parecía tan sexy y perfecto, que solo podía desear sentirlo dentro.
Su mente se nubló, no podía esperar más, sin dudar, se incorporó con rapidez, se acomodó sobre el miembro duro y se sentó de un solo movimiento; el grito escapó de sus labios y encajó las uñas en el torso del rubio. David apretó la mandíbula para no gemir y trató de respirar para calmarse; la excesiva presión que envolvió su sexo casi le provoca llegar al orgasmo y no quería hacerlo tan rápido.
-Mon… amour – sonrió el pelinegro – ¿te gusta? – preguntó a media voz, pero no dejó que el otro respondiera, empezando a moverse con desespero, subiendo y bajando, para sentirlo profundamente.
El rubio sonrió, disfrutando el semblante de Ludwig; el cabello negro se movía al compás del cuerpo delgado, que subía y bajaba en un ritmo frenético. David decidió participar también, moviendo una mano para masturbar a su novio; el ojiazul sonrió complacido al recibir la caricia y relamió sus labios, inclinándose hasta dejar su rostro cerca del otro, su pareja lo sujetó del cabello con fuerza, para poder besarlo con demanda.
-David… – el pelinegro habló entre jadeos cuando se separaron – si sigo… voy a…
-¿Quieres que… lo haga yo?
-Sí… por favor… – suplicó.
Una vez más se besaron, pero al separarse, Ludwig se alejó de su novio; David le permitió recostarse en el sillón y se acomodó entre sus piernas, para penetrarlo de nuevo. Ludwig se aferró al cabello rubio, hundió el rostro en el cuello de su pareja y empezó a morder con desespero la piel que alcanzaba, mientras el otro lo penetraba una y otra vez.
-Más… ¡más! – exigió el pelinegro, sintiendo que le faltaba poco para terminar.
-No… – negó el ojigris alejándose un poco para verlo y deteniendo sus movimientos.
Ludwig tenía los ojos acuosos, sus lentes estaban empañados y mal acomodados, así que no podía ver bien a David, pero tenía un semblante de confusión.
-¿Quieres que siga, de verdad? – indagó con una gran sonrisa el rubio y llevó una mano a apresar el sexo de su pareja, para que no terminara aún.
-¡Sí!
-Te permitiré terminar, si me das algo a cambio…
-Lo que quieras, David, ¡por favor! – Ludwig se retorcía, tratando de volver a sentir eso que se había detenido, sin conseguirlo.
-Acepta casarte conmigo – pidió el rubio.
Un sobresalto se hizo presente en Ludwig; su cuerpo quedó estático, y sus ojos se abrieron con sorpresa – ¿Q…? ¿Qué? – su voz apenas salió.
David se inclinó y jugueteó con el lóbulo de la oreja del ojiazul – cásate conmigo – susurró.
-¿Cómo…? ¿Cómo puedes pedir eso… ahora? – preguntó el pelinegro apretando los parpados y encajando las uñas en los hombros de su novio; sentía su rostro arder y por extraño que le parecía, su cuerpo ardía por culpa del deseo y la emoción que esa petición fuera de lugar, le había producido.
El ojigris se movió hasta los labios de su novio y mordisqueó el inferior – quiero que todos sepan que eres el único que tiene derecho a estar conmigo – se burló, haciendo alusión a lo que Ludwig le dijo a Athena – acepta… – pidió una vez más – cásate conmigo – exigió.
El pecho del ojiazul subía y bajaba de manera frenética, debido a su respiración agitada.
David lo sujetó de la cintura y volvió a penetrarlo un par de veces, con eso, Ludwig salió de su desconcierto, volviendo a gemir.
-¡Acepta! – ordenó el rubio con ansiedad.
-¡Sí! – gritó el de lentes y enredó sus piernas en la cintura de su novio – acepto… – respondió antes de morder el hombro del otro.
El ojigris no se contuvo más, empezó a penetrar el cuerpo de su, ahora prometido, y su mano masajeó el sexo erecto con maestría; el pelinegro reaccionó arañando la espalda del rubio, gimiendo, recibiendo a su pareja con anhelo, ilusión y amor. Aún no se recuperaba de la emoción que sentía por lo que acababa de escuchar y por ello, su deseo se desbordó con rapidez. El cuerpo del ojiazul aún estaba temblando por los espasmos, cuando David lo besó en los labios y llegó al orgasmo, liberando su semen, inundando el cálido interior y disfrutando los gemidos ahogados de su pareja.
Ambos estaban cansados, respiraban agitados, pero el rubio se alejó solo un momento, para poder retirar las gafas empañadas, del rostro de su pareja y volverlo a besar, esta vez con más suavidad.
-Te amo – susurró contra los labios hinchados.
Ludwig intentó responder, pero no pudo, estaba cansado y solo quería dormir.
* * *
Ludwig entreabrió un parpado y la luz le molestó; el sol entraba por el ventanal, ya que las cortinas estaban abiertas; bostezó, a la par que se giraba hacia el lado contrario de la cama. Aún estaba adormilado, pero cuando intentó abrazar a David, se encontró con la sorpresa de que su novio no estaba; se incorporó con rapidez y pasó la mano por su cabello y estiró su cuerpo.
Cuando sintió alivio, se puso de pie para ir a buscar a su novio, pero encontró un pequeño sobre en el buró de su cama, sujetó sus lentes y alcanzó a ver la nota que tenía, “léeme”; sacó el pequeño papel del interior y se confundió por las palabras que estaban ahí escritas.
“No salgas de la habitación hasta que vuelva…”
-Tengo hambre – reprochó y volvió a bostezar, guardó la nota en el sobre y se incorporó – tienes hasta que salga de bañarme, si no vuelves, yo saldré a buscar comida – sentenció, como si David pudiera escuchar su voz.
Ludwig dejó las gafas en el buró y fue al baño a tomar una ducha refrescante, se aseó y se puso un conjunto casual, una camiseta blanca y un pantalón holgado negro.
Al volver a la habitación, buscó sus lentes y no los encontró dónde los había dejado, así que buscó más, encontrándolos dentro de la gaveta de la mesita, pero atado a una de las patitas, había un listoncito, con una nota.
“Te espero en el comedor…”
-David… – suspiró y sonrió.
Salió de la habitación y caminó por el pasillo hasta el comedor; le extrañó que todo parecía desierto, pues no se escuchaba ni un solo sonido.
-¿David? – levantó la voz, pero no recibió respuesta.
Se acercó a la mesa y se encontró con una pequeña cajita de crista que en una esquita tenía una mariposa, dentro se notaba que había algo, pero parecía tener un recubrimiento de papel para que no se notara el interior; además, recargado sobre la caja, había otro sobre, con la palabra, “primero”. El pelinegro levantó una ceja, abrió el sobre y sacó la nota.
“Recuerda que ya aceptaste…”
-¿Acepté? – se preguntó confundido, pues no sabía a qué se refería esa frase.
Dejó el sobre de lado y sujetó la mariposa con cuidado, abriendo la caja; sus ojos se abrieron con sorpresa al ver que en el interior había un delicado anillo en color plateado, con una piedra azul incrustada. Pasó saliva con dificultad, pues sentía su boca seca; estiró la mano para tocar el anillo pero no se atrevió.
“Acepta casarte conmigo… cásate conmigo… quiero que todos sepan que eres el único que tiene derecho a estar conmigo… ¡Acepta!”
Las palabras que David había dicho durante la noche llegaron a su mente con rapidez, consiguiendo que su rostro ardiera por la vergüenza; no pensó que su novio hablara en serio, creía que había sido un capricho, alguna fantasía o algo, más no que lo tomara como una petición formal.
-¿No te gustó?
El susurro cerca de su oreja lo hizo dar un salto en su lugar, no se había dado cuenta que David llegó hasta él y estaba tras su espalda; cuando ladeó el rostro para verlo, el rubio lo sujetó de la cintura y hundió el rostro en el cuello.
-¿Te gustaría otro diseño? – preguntó con suavidad.
-No… no es eso… – el ojiazul negó – es que… yo… no creí que… es decir… anoche estábamos excitados, podíamos decir cualquier cosa y… yo…
David lo hizo girar para verlo de frente – ¿no quieres casarte conmigo? – su voz era seria, mientras su grisáceo mirar se posaba en el rostro de su pareja.
-Ah… Ah…
-¿Lud?
Una risita nerviosa asaltó al pelinegro y abrazó a su novio, ejerciendo presión en el agarre – si quiero – respondió contra el pecho del ojigris – ¡claro que quiero! – sentenció al alejarse y levantar el rostro – pero jamás imaginé que me lo pedirías ¡mientras hacíamos el amor!
-¿Qué mejor manera de pedirlo? – se burló el otro y estiró la mano, tomando el anillo y acercándolo al rostro del ojiazul, después, sujetó la mano izquierda y lo colocó en el dedo anular.
Ludwig tembló y observó el anillo con ilusión; levantó la mirada y sonrió, antes de besar a su prometido con pasión. El beso fue lento, profundo y dulce para ambos, cuando se separaron, el de lentes acarició la mejilla del rubio.
-¿Sabes…? Siempre creí que yo terminaría pidiéndote esto…
-¿Por qué?
-Porque yo fui quien te pidió que fuéramos novios – respondió con sorna.
-Sí, lo sé, por eso tenía que tomar la iniciativa esta vez, ¿no lo crees? – le guiñó un ojo.
-Supongo que tu familia lo tomará muy bien – sonrió el pelinegro – pero, ¿y tu trabajo?
-Ah… – David se alzó de hombros – no creo que me corran, pero si lo hacen me replantearé la tesis o ya veré qué hago, realmente no me importa lo que suceda ahí, no después de lo de anoche.
-¿Anoche?
-Claro… – sonrió ampliamente – tengo que respaldar las palabras de mi novio, de que es el único que tiene derecho sobre mí, ¿no lo crees?
Ludwig entrecerró los ojos y lo sujetó del mentón, ejerciendo presión – entonces, yo soy el que debe poner mi marca de propiedad en ti – dijo fríamente – te voy a comprar un anillo y más vale que lo uses – amenazó – no quiero que te veas enredado en otro malentendido, ¿de acuerdo?
David rió – de acuerdo – asintió y el pelinegro lo liberó – ahora, ¿qué te parece si vamos a festejar?
-¡Qué bien!, porque tengo hambre – aseguró el ojiazul dando media vuelta, para recoger la nota y la cajita.
El rubio lo abrazó por detrás y se inclinó hasta la oreja – yo hablaba de otra clase de festejo – susurró y pasó la lengua por el lóbulo.
El de lentes se estremeció y soltó un gemido; hizo el brazo hacia atrás y acarició los mechones dorados – supongo que… el desayuno… puede esperar… – anunció antes de volver a girar y besar a su prometido.
Entre besos, caricias y palabras de amor, la pareja se dirigió a la recámara, sin importar nada más que lo ellos estaban viviendo en ese momento.
* * *
Despedida.
Este es un premio del tercer lugar del mini evento realizado para la publicación de mi fic, Kelpie, el día 12 de septiembre y es el tercer OS del mes y, aunque no lo crean, para mí fue una sorpresa que quien ganó me pidiera un especial de Bésame. A falta de un mejor título, tuve que llamarlo ‘Petición’, créanme, esta si fue difícil.
Este se lo ganó Noe y sé que, como los demás, me tardé mucho en escribirlo, pero ya está pulicado, para que no digan que no cumplo ^..^
Igual que en Eres mío, ya no diré que se acabó, porque no sabemos si alguien más me pida algo de ellos pronto, así que, ya veremos que nos depara el futuro ^..^
Espero que disfruten la historia y, nos leemos luego.
Despedida.
Este es un premio del tercer lugar del mini evento realizado para la publicación de mi fic, Kelpie, el día 12 de septiembre y es el tercer OS del mes y, aunque no lo crean, para mí fue una sorpresa que quien ganó me pidiera un especial de Bésame. A falta de un mejor título, tuve que llamarlo ‘Petición’, créanme, esta si fue difícil.
Este se lo ganó Noe y sé que, como los demás, me tardé mucho en escribirlo, pero ya está pulicado, para que no digan que no cumplo ^..^
Igual que en Eres mío, ya no diré que se acabó, porque no sabemos si alguien más me pida algo de ellos pronto, así que, ya veremos que nos depara el futuro ^..^
Espero que disfruten la historia y, nos leemos luego.
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