Este es un Omegaverso, es decir, un universo alterno, sobre la relación entre Rodrigo y Mateo. Cabe mencionar que este UA está pensado como si todos en el mundo conocieran la condición alfa, beta y omega, por tanto, las personas lo ven como algo natural.
Es oficial, 100% canon, pero entraría dentro del universo 'D' de Ojou Sama, si quieren saber a qué me refiero, pueden ver el link de universos de Ojou.
Es oficial, 100% canon, pero entraría dentro del universo 'D' de Ojou Sama, si quieren saber a qué me refiero, pueden ver el link de universos de Ojou.
Desde que había amanecido Rodrigo se sentía mal, se había mareado un poco y no pudo intimar como siempre con Mateo, tanto que el mayor pensó que estaba cansado por la actividad nocturna y decidió que era mejor dejarlo tranquilo e ir a comer algo. Solo que, el pelinegro no tenía ánimos de desayunar, ni siquiera cuando fueron al restaurante de siempre y ahí fue cuando el ojiverde se preocupó, aun así le pidió un desayuno ligero.
-Amor, ¿qué pasa? – la mano del castaño acarició con delicadeza la de su pareja.
-Creo que estoy deprimido – se excusó el universitario.
-¿Por qué? ¿Ocurrió algo en la escuela?
-No… – negó.
-¿Tú mamá está bien? ¿Tú hermana?
-Ambas están bien – admitió.
El castaño frunció el ceño, eso ya era demasiado raro – ¿entonces? No puedes estar deprimido por nada…
-Yo…
Rodrigo pasó saliva, le había llegado un olor de comida a su nariz, pues un mesero estaba sirviendo a la mesa de al lado y sintió que su estómago se revolvía; se cubrió la boca, temiendo que fuese a devolver algo ahí mismo, se puso de pie con rapidez y corrió a los sanitarios. Mateo se asustó y siguió a su pareja, encontrándolo en uno de los cubículos, vomitando.
-¡Rodrigo! – el ojiverde se acercó a él sosteniéndolo de la cintura y colocando la mano en la frente, haciendo los mechones negros hacia atrás.
Cuando el menor se controló un poco, levantó el rostro, mirando a su prometido; sus ojos castaños estaban acuosos y tenía el rostro rojo.
-Quiero ir… a casa… – sollozó.
-Te llevaré a casa – Mateo bajó la palanca del sanitario – pero primero, al médico…
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Mateo estaba en el hospital, algo preocupado, dando vueltas en la sala de espera, pues el médico le había mandado a hacer unos análisis de sangre a Rodrigo; se mordió la uña del dedo pulgar mientras titubeaba en llamar a su madre o a su suegra.
-Si les digo que estamos aquí, se preocuparán, y ¿si no es nada…?
-Señor Andrade – el médico se asomó por una puerta – pase, por favor…
Mateo entró con rapidez, guardando el teléfono en el bolsillo de su saco; el castaño se asustó al ver a Rodrigo en una silla de ruedas y detrás del mismo una enfermera al lado de una mujer con traje.
-Amor, ¿te sientes mal? – se acuclilló frente al pelinegro y acarició su mejilla.
-No… – negó – solo mareado.
-Es normal – el médico sonrió.
-Si es normal, ¿por qué está en una silla de ruedas? – indagó el castaño un poco alterado.
-Señor Andrade, siéntese por favor – hizo una seña a la silla de al lado – tenemos que hablar seriamente…
“Seriamente…” eso no sonaba nada bien. Los nervios del ojiverde se crisparon, pero tomó asiento como el médico le pidió.
-¿Qué tiene Rodrigo? – preguntó directo.
-Señor Andrade – la mujer de traje sonrió – soy Rocío Murrieta, la trabajadora social del hospital – colocó una tableta digital frente a ella y revisó un archivo – le hice unas preguntas al joven Fernández y él dijo que ustedes son pareja desde hace nueve meses…
-Sí – respondió el mayor con seriedad.
-Y, al parecer – ella miró al menor con seriedad, consiguiendo que Rodrigo se encogiera de hombros – él no se hizo la prueba de género al cumplir la mayoría de edad…
Los ojos verdes de Mateo se abrieron con asombro y giró el rostro a ver a su pareja – ¿no la hiciste? ¿Por qué?
El universitario se mordió el labio y se movió inquieto – es que… cuando cumplí dieciocho no tenía dinero – se excusó – luego lo pospuse… después, se me olvidó – sonrió nervioso – y supuse que era un beta… normal… común…
El castaño pasó saliva, algo en su mente empezó a prepararse para lo que seguramente iban a decirle; ahora era él el que se estaba mareando.
-Señor Andrade – el médico habló con seriedad – Rodrigo es un omega – dijo lentamente – y además, debido a sus síntomas y a los exámenes que se realizaron, quiero anunciarle que se encuentra en un feliz estado – sonrió.
-Quiere decir… qué…
-¡Felicidades, va a ser padre! – anunció el hombre con emoción.
Una risita nerviosa empezó a formarse en los labios de Mateo, pero a la vez, todo se oscureció ante sus ojos.
- - - - -
Rodrigo estaba en la cama de la habitación principal, recostado sobre almohadones, mirando a todos lados.
“Esto es demasiado…”, pensó con cansancio, sabía que el médico había recomendado cuidados, reposo y una alimentación sana, pero no era algo como para que Mateo lo tuviera en cama todo el tiempo. Suspiró, quitó las mantas y se movió a la orilla.
-¡¿A dónde vas?! – el ojiverde iba entrando con una charola de comida a la recamara y ‘atrapó’ al menor en su escape.
-Ah… al baño – señaló el sanitario.
-Espera, te acompaño…
-Mateo… – el universitario masajeó sus sienes – no es necesaria tanta atención, estoy embarazado, no con una enfermedad terminal…
-No hay objeciones – el castaño dejó la charola en la mesita de cama y caminó hasta su pareja – ¿si te pasa algo mientras estás ahí? ¿Si te mareas? ¿Si te desmayas? ¿Si te caes y te lastimas? – cada pregunta que hacía, parecía que el aliento se le iba y su gesto se contorsionaba en uno de terror, imaginando lo peor – no, ¡olvídalo!, no vas a levantarte de la cama sin supervisión.
El pelinegro entrecerró los ojos y levantó una ceja – estás exagerando…
-No exagero, ahora, vamos…
Rodrigo no pudo objetar, solo suspiró y caminó al baño, sin poder evitar que su pareja lo llevara sujeto del brazo.
-Por cierto – Mateo sonrió más tranquilo – ya le llamé a tu mamá y a mis padres…
-¡¿Les dijiste?!
-¡Obvio! Mamá y mi suegra dijeron que vendrían de inmediato y papá le va a decir a Alberto que nos de vacaciones por unos días, para que puedas estar tranquilo.
-Mateo… – el pelinegro lo miró incrédulo – creí que no le diríamos a nadie hasta después…
-No, tu dijiste eso, yo no acepté – sentenció el mayor dejándolo en el baño y dándole su espacio – además, no puedes seguir trabajando, debes cuidarte y deberás suspender tus clases.
-¡No! – Rodrigo lo miró con frialdad – no voy a suspender nada – puso las manos en su cintura – estoy por terminar mi tercer semestre y no voy a faltar solo porque estás exagerando…
-Pero, ¡amor!
-Nada de ‘pero amor’ – el menor soltó el aire por la nariz – voy a seguir trabajando y yendo a la escuela, ¿entendiste?
Mateo hizo un mohín, el médico le dijo que no debía alterar a Rodrigo, así que, debía acceder – de acuerdo – dijo entre dientes.
Rodrigo sonrió tranquilo y se enfocó en terminar sus necesidades. Después de lavar las manos volvió a la cama.
-Y se me hace exagerado que quieras que me quede acostado todo el día – reprochó – no es un embarazo de alto riesgo – miró a su pareja de soslayo.
-Pero apenas es el segundo mes – el castaño acomodó las mantas sobre las piernas de su pareja – hasta que pase el cuarto mes estarán fuera de peligro…
-Mateo – el pelinegro entornó los ojos – el médico dijo que todo estaba bien y tú también viste el ultrasonido, no va a pasar nada…
El ojiverde suspiró – es que, no sé… sabes que los embarazos de los varones omega son complicados y este no fue planeado – dijo con tristeza – no estuviste tomando vitaminas, ni minerales ni nada…
-Pero he comido bien… tengo una salud perfecta…
-Sí, pero…
-¡Rodry! – Minerva entró como un huracán, sin detenerse a saludar a su hijo – ¡mi vida! – abrazó al menor con fuerza – ¡que felicidad! ¡Un nieto! – estaba más que emocionada – no creí que fuera a pasar, ¿por qué no me dijiste que eras un omega, cariño?
-Hola, señora – sonrió el universitario – es que, realmente, ni yo lo sabía…
-Mamá, lo puedes lastimar – reclamó el ojiverde con preocupación.
-¡Oh!, cierto, lo siento – la rubia se alejó de inmediato – bueno, ya está, ahora tienes que cuidarte y comer bien…
-Es lo que yo le dije – Mateo se cruzó de brazos – pero quiere seguir yendo a trabajar y a la escuela…
-¡¿Qué?! No, tu no vas a ningún lado – sentenció la ojiverde – por lo menos hasta que pase el cuarto mes…
-Pero, no me quiero quedar aquí todo el tiempo…
-¡Lo harás! – la voz de su madre se escuchó – no te vas a mover de esa cama – dijo Carmen con seriedad.
-Mamá… – Rodrigo pasó saliva con dificultad – ¿qué haces aquí? ¿No tienes trabajo?
Minerva y Mateo se observaron de soslayo, no entendían lo que ocurría.
-Sí – dijo con molestia – tuve que pedir permiso para venir… me mentiste, Rodrigo – reclamó la pelinegra al acercarse – me dijiste que eras un beta, de haber sabido que no era así, no te hubiera dejado salir de casa tan noche, ni siquiera por la escuela…
El castaño miró de soslayo a su pareja, él bien sabía que los omega tenían muchas restricciones, pues muchos querían propasarse con ellos por su clara debilidad; pero aunque Rodrigo lo fuera, no se miraba tan frágil, ni tan delicado como los demás, por eso pudo disimular muy bien y fingir que era un beta, además, sin una diferencia realmente notoria en el cuerpo, era imposible identificarlos, más que con el examen de género.
-Mamá… yo…
-Dijiste que la escuela te hizo el examen gratis… – prosiguió la mujer, notoriamente enojada – dijiste que no había duda que eras un beta – reprochó – ¿en qué más me has mentido, Rodrigo?
Minerva suspiró, caminó hasta Carmen y le puso la mano en el hombro – no es momento de reproches – dijo con calma, ella bien sabía cuál era la situación y aunque su consuegra pareciera molesta con su hijo, lo que realmente sentía era preocupación – él está bien – sonrió condescendiente.
Los ojos castaños de Carmen se humedecieron y respiró profundamente antes de acercarse a su hijo, abrazándolo con cariño.
-Lo siento, má… – musitó el menor y un par de lágrimas escaparon de sus ojos – necesitábamos el dinero y tu querías que siguiera estudiando… además… realmente no sabía que lo era y… no soy como los otros… así que… pensé …
-Si te hubiese pasado algo… – la voz de la pelinegra se quebró – ¡Dios!, no me lo hubiera perdonado nunca, mi niño… me duele que no me tengas confianza…
-Perdón…
Minerva se acercó a su hijo y lo sujetó del brazo – creo que hay que cuidar más de él – dijo en un susurro.
-Y ¿si no se deja? – indagó el ojiverde con algo de preocupación…
-Tú déjanos eso a Carmen y a mí – sonrió cómplice.
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Carmen dejó su empleo y junto con Flor, se fueron al departamento de Mateo, a cuidar de Rodrigo mientras estuviera esperando al bebé. Minerva iba diariamente y Julio, el padre del castaño, también fue varias veces a ver a su yerno, y cada cinco minutos preguntaba cuando iba a nacer el bebé, para presentarlo en la disquera, a pesar de saber que aún faltaban meses para ello.
El pelinegro terminó su semestre, aunque era acompañado a la escuela, todas las noches, por Mateo, y al empezar el siguiente ciclo escolar, las atenciones se duplicaron; no dejó la escuela, pero sí dejó de ir a trabajar.
El tiempo pasó y a mediados de febrero, Rodrigo ya estaba en el quinto mes de gestación
-¿Qué te parece este? – Flor le mostró una revista a su hermano.
Rodrigo estaba sentado en el comedor, comiendo unos trozos de mango con algo de sal y limón – mmmh… – miró de soslayo – ese se ve bien – sonrió – ¿pero por qué sigues buscando ropa? – levantó una ceja – en navidad todo el mundo se olvidó de Mateo y de mí, y nos llenaron de ropa para el bebé – relamió sus labios y su mano se movió a acariciar su vientre ligeramente abultado – mucha de esa ropa ni siquiera la va a alcanzar a usar…
-¡Es la emoción! – sonrió ella y suspiró – nunca imaginé que iba a ser tía tan pronto…
-Yo tampoco pensé que iba a ser padre tan pronto – suspiró acariciando su abdomen.
Flor lo miró de soslayo – ¿ya no te molesta tanto?
-No – negó – ya solo siento sus movimientos normales… las náuseas, los maros, los vómitos, todo se ha ido, incluso ese dolorcito que me daba de cuando en cuando, en el vientre…
-Y, ¿aún no se deja ver? – la pelinegra hizo un puchero, pues tenían meses queriendo saber el sexo del bebé, pero por más que el médico lo intentaba, el bebé parecía no querer mostrarse.
-No… – suspiró – pero ya toca la revisión mensual y Mateo dijo que hoy iríamos al médico de nuevo, a ver si teníamos más suerte – comió otro trozo de mango – al menos la ropa que nos regalaron era neutral – alejó el plato del mango con algo de desagrado, ya había satisfecho el antojo – ya no quiero…
Flor miró el plato que su hermano había dejado de lado, siempre era igual, cualquier antojo que tenía, ni siquiera lo acababa, solo lo probaba un par de veces y era todo – ojalá sea niña –descansó el rostro en su mano, hojeando una vez más la revista.
-¿Por qué niña? – su hermano se sorprendió por esa frase.
-Bueno, porque las niñas tenemos ropa más linda que un niño – su rostro se iluminó – ¿te imaginas? Vestiditos, holanes, moños, diademas, un sinfín de accesorios lindos para niña, ¡todo en color rosa!
Rodrigo hizo un gesto de desagrado – no me gusta el rosa – negó.
-¡Rodry!
-¿Qué? – miró a su hermana de soslayo – además, creo que el verde le quedaría bien siendo niña o niño – sonrió.
-Bien, no importa… – ella hizo un mohín – seguro será precioso, sin importar su sexo…
-Con Mateo como padre, obviamente…
-¡Aquí está! – Carmen llegó al lado de su hijo, entregándole una taza de chocolate – ¿seguro que está bien comer chocolate caliente y mango?
-Se me antojó – sonrió el menor.
-Y es mejor cumplir los antojos – Irma caminó hasta ellos – no es bueno que el bebé se inquiete si no los cumplen – dejó una pequeña charola – aquí están los plátanos fritos con leche condensada…
-Gracias… – Rodrigo se relamió los labios.
-Recuerda que tienes que comer bien, no solo antojos – su madre se cruzó de brazos.
-Pero ni siquiera se los acaba – Flor señaló el mango que su hermano dejó de lado.
-Esos son verdaderos ‘antojos’ – rió Irma cuando volvía a la cocina.
-¿Ya te tomaste tus vitaminas? – Carmen revisó el frasco de pastillas.
-Sí… – asintió el pelinegro comiendo una rebanada de plátano – tengo que bañarme, porque saldré con Mateo a comer y después iremos al hospital…
Comió tres rebanadas de plátano y alejó el plato – ya no quiero… – hizo un mohín y luego acercó la taza de chocolate, dando un par de sorbos – está rico pero… ya no quiero…
Su madre y hermana suspiraron, ellas tendrían que comerse lo que Rodrigo había dejado.
- - - - -
Rodrigo estaba recostado en la camilla, el médico estaba a su lado y ya había esparcido el gel en su abdomen.
-Veamos si esta vez, nos deja ver – anunció escéptico, pues al parecer, el bebé de la pareja, era algo ‘tímido’.
Mateo estaba al lado del universitario, sujetándole la mano con delicadeza, repartiendo besos en los dedos con infinito amor.
-Me hace cosquillas… – sonrió el pelinegro al sentir el cabezal del ultrasonido, moviéndose por su abdomen.
El ojiverde le sonrió condescendiente; la primera vez que Rodrigo se quejó, casi hizo un escándalo porque su pareja sintió ‘frío’, algo que el médico tuvo que explicarle, era normal por el gel.
-El bebé está bien – anunció el médico – su columna se ve perfecta y no tiene nada de malo – prosiguió con la revisión – el tamaño es el adecuado y… – suspiró – sigue sin dejar que nos enteremos de su sexo – sonrió apenado – parece que el bebé quiere darles la sorpresa.
La pareja sonrió cansada, iban ilusionados pensando que ese mes si sabrían el sexo de su retoño.
-Pero no se preocupen, aún quedan cuatro meses – consoló el hombre tomando una servilleta de papel para limpiar la piel de su paciente – seguramente el próximo lo sabremos – dijo condescendiente – y dime Rodrigo, ¿cómo te has sentido?
-Bien, doctor Serrano – sonrió el pelinegro – solo que, se mueve mucho, más en la noche…
-Sí, parece que baila ahí dentro – Mateo miró de soslayo al médico, en una pregunta muda, mientras ayudaba a su pareja a cubrir su vientre.
-Es lo normal – rió – malo sería si no se moviera – dijo con seriedad – pero por ahora, deben estar tranquilos, el bebé está en perfecto estado y tu peso también está dentro del rango – anunció para el menor – me alegra que no estés comiendo demasiado, hay muchos casos de mujeres y hombres, que se aprovechan de los ‘antojos’ para comer de más y suben de peso exageradamente sin ser cosa del bebé – explicó – como pudimos ver, su hijo no ha llegado ni al medio kilo – dijo divertido, entregándole a la pareja una tira con imágenes del ultrasonido y el disco dónde se grababan los avances – es todo suyo…
-Gracias…
Mateo recibió lo que el médico les entregó y después de despedirse, salieron del consultorio. En el automóvil, Rodrigo observaba su vientre y lo acariciaba insistente.
-¿Pasa algo, amor? – el castaño lo miró de soslayo, pero mantenía especial atención al camino, lo que menos quería era que ocurriera un accidente, especialmente si llevaba una ‘carga preciada’.
-No – negó el pelinegro – es extraño, es todo…
-¿Qué?
-A pesar de que ya son cinco meses, no puedo creerlo – sonrió y sus dedos rozaron por encima de la tela de su abdomen.
-Yo ya superé la primera impresión – el castaño sonrió.
-En dos meses más, seguramente seré un globo que no podrá moverse – Rodrigo frunció el ceño.
-Más bien, serás un verdadero panda – Mateo le guiñó un ojo – deberíamos comprar la botarga ahora sí.
Los ojos castaños se abrieron con sorpresa y luego se humedecieron – me… ¿me estás diciendo gordo? – su voz se quebró.
Mateo se sorprendió por la reacción de Rodrigo – no mi amor, ¿cómo crees que…?
-¡Eso quisiste decir! – reclamó el pelinegro y un par de lágrimas escaparon de sus ojos.
El castaño, de inmediato, buscó un lugar dónde estacionarse y cuando el auto se detuvo completamente, se quitó el cinturón de seguridad, se movió y estiró la mano para acariciar el rostro de su pareja.
-Rodry…
-¡Déjame! – lo empujó y también se quitó el cinturón – me iré solo – hizo el ademán de salir del auto.
-¡¿Qué?! ¿Estás loco? – el ojiverde lo sujetó del brazo para que no saliera – no puedes andar solo por la calle y…
-¡¿Loco?! ¿Ahora estoy loco? – el gesto en el rostro del universitario cambió rápidamente de tristeza, a uno furioso.
-Amor… – Mateo apretó los parpados, ya habían pasado por esas discusiones, pero eran esporádicas, normalmente Rodrigo se mantenía tranquilo – no es…
-¡Ya, suéltame!
Rodrigo salió del automóvil y Mateo agradeció que estuviera del lado de la acera, pues ni siquiera se fijó al abrir la puerta; el castaño se apresuró a intentar salir por su lado, pues no podía dejar a su pareja andar solo en la calle y menos en su estado.
El pelinegro empezó a caminar con el paso más rápido que podía, sujetando con las manos su vientre por la parte baja; murmurando cosas entre dientes, sin importarle lo preocupado que había dejado a Mateo. Debido al tráfico, el ojiverde no pudo salir con tanta facilidad, pero cuando lo hizo, corrió hacia dónde Rodrigo se había ido, pues ya había dado la vuelta en una esquina.
-Rodrigo… – musitó el mayor con inquietud, pero cuando dio la vuelta por donde el universitario lo había hecho, lo encontró frente a una tienda – mi amor, yo…
-Quiero nieve – señaló al interior con su índice y le sonrió con dulzura.
-¡Está bien! ¡Claro! ¡Lo que quieras! – Mateo respondió automáticamente y de inmediato, si ya se le había pasado el enojo, era mejor no volver a meter el dedo en la llaga, o haría que Rodrigo se enojara y con las hormonas tan alteradas, sus berrinches se detonaban por nada.
La pareja entró al local y la dependienta le sonrió al pelinegro, especialmente al ver su vientre.
-Buenas tardes, ¿en qué puedo servirles?
-Buenas tardes – sonrió el universitario – quiero la canasta imperial… – dijo con emoción.
-Una canasta imperial – dijo la joven con delicadeza – serían…
-También la copa imperial, un sándwich de nieve, una banana split y un capuccino helado – terminó el pelinegro con una gran sonrisa.
La dependienta sonrió incrédula, sin atinar qué decir y miró a Mateo, quien estaba detrás de Rodrigo; el ojiverde asintió rápidamente, con un gesto nervioso.
-Entonces… – carraspeó la joven – sería una canasta imperial, una copa imperial, un sándwich de nueve, una ‘banana split’ y un capuchino helado, ¿es todo? – preguntó.
-Ah, también quiero un ‘brownie’ con nieve – terminó el pelinegro – es todo, ahora sí…
-¡Claro! – sonrió la chica.
Mateo sacó su tarjeta de crédito y se lo entregó a la dependienta – cóbrelo de aquí – dijo con algo de resignación, sabía que Rodrigo no se comería todo eso, pero tampoco podía negarse a comprarlo.
Rodrigo pasó al área de nieves y eligió varias para su pedido, chocolate, choconuez, café, fresa, vainilla, cajeta, pastel frambuesa y pastel zarzamora, teniendo que ser atendido por cuatro chicas a la vez, pues las combinaciones eran raras; mientras se lo preparaban, el universitario se sentó en una mesita y acarició su vientre con emoción.
-Tranquilo, en un momento comeremos – dijo divertido – papá traerá la nieve, no te preocupes…
-Se me va a congelar el cerebro – musitó el castaño frente al mostrador en espera del pedido, pues seguramente, él terminaría comiendo toda esa nieve – pero, vale la pena por verlo sonreír así…
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Para el séptimo mes, Rodrigo se quejaba de que la ropa no le quedaba, igual que los zapatos, así que andaba en casa con pantuflas, pero por ello, extremaron precauciones para él. Su vientre era notoriamente más grande y se cansaba con rapidez, de igual manera, ya solo podía dormir de lado.
Mientras Mateo estaba en la oficina, Rodrigo se quedaba en casa y además, había tenido que suspender la universidad; su familia tuvo muchos problemas para que aceptara, pero terminó accediendo al final.
Gabriel lo había ido a visitar antes de la comida y estaban tomando un refrigerio en la terraza.
-¿Cómo te sientes? – indagó el de lentes.
-Cansado – suspiró Rodrigo – es más difícil de lo que parece, créeme…
-Me lo imagino – sonrió el castaño – pero es tu culpa, ya te lo he dicho, debiste cuidarte antes de…
-Gaby, si hubiese sabido desde el principio que era un omega, como tú, me hubiese cuidado – sentenció su amigo.
El aludido sonrió divertido – bueno, a mí se me nota, a ti no – negó – pero de todos modos, debiste hacerte el examen…
-Realmente no lo vi necesario – se alzó de hombros y comió una uva – además, jamás pensé que… y no era diferente de… – se movió inquieto – tu sabes…
-Sé que en la actualidad hay varias diferencias entre un omega y un beta – sonrió el otro, bebiendo un poco de limonada – porque se han acentuado más con las generaciones, pero aún hay omegas como tú, que no lo parecen y debiste pensar en ello.
-¿Me vas a volver a regañar? – frunció el ceño.
-No – negó su amigo y acomodó los lentes – pero me gusta hacerte ver que fuiste descuidado…
-Lo sé, lo sé – suspiró – pero, creo que fue algo lindo – acarició su vientre – es decir, saber que una vida se forma dentro de ti y, además, es de la persona que amas… es… ¡maravilloso!
Las mejillas de Gabriel se tiñeron de rojo y casi se ahoga con su bebida.
-¿Qué? – Rodrigo lo miró de soslayo.
-Nada… – carraspeó – nada…
El pelinegro levantó una ceja y sonrió divertido – ah… ¿será que piensas igual?
-No tiene nada de malo – dijo bajando el rostro y acomodando torpemente sus lentes – es decir, concuerdo contigo en ello…
-Lo que significa que tu si quieres un bebé…
-Pues, no le veo problema – sonrió nervioso – soy un omega y puedo tener bebés, pero aún no me siento preparado del todo…
Rodrigo agarró el vaso con su bebida y le dio un sorbo a la pajilla – entonces, ¿ya te decidiste?
-¡¿De qué?!
-Gaby… – el pelinegro lo miró con obviedad – no soy ciego – dijo fríamente – se te van los ojos por tus jefes, por ambos – sentenció – suspiras, babeas y mueres por ellos, pero supongo que ya te decidiste o ellos se decidieron, ¿o no?
-Rodrigo, eso es… – su voz se perdió – eso es un asunto del que no quiero hablar…
-¿Por qué?
-Es complicado…
-¿Qué es complicado? – preguntó el otro.
-Es que… yo…
-¿Tu?
-Simplemente no puedo decidirme por alguno, es todo – musitó con debilidad, sintiendo su rostro arder.
Rodrigo empezó a reír, consiguiendo que Gabriel se sorprendiera.
-Gaby, eso es notorio – sentenció – pero ellos, ¿qué dicen?
-Pues… es que… la verdad…
-Rodry… – la voz de Carmen interrumpió la plática, pues llegó con el teléfono en la mano – Mateo te habla…
-Gracias, má – el pelinegro agarró el teléfono y contestó – hola – sonrió emocionado.
-“…Hola, mi amor… ¿cómo estás?”
-Bien, platicando con Gaby…
-“…Me imagino, Misha y Dima vinieron a verme al trabajo, me invitaron a comer, ¿quieres salir hoy?...”
-Quisiera ir pero… – suspiró – no tengo ropa que me quede, los zapatos me aprietan y…
-“…Amor, si necesitas ropa, ve a comprarla…”
-Ir de compras no es lo mío – arrugó la nariz.
-“…Dile a tu mamá y a tu hermana que te acompañen y aprovecha que Gaby está ahí, él también puede ayudarte…”
-No sé – el universitario jugó con la pajilla de su bebida – es que, realmente no me siento bien como para salir…
-“…¡¿Te sientes mal?! ¡¿Qué sientes?! ¡Iré para allá! No, mejor dile a tu madre que llame una ambulancia, ¡te veo en el hospital! Mejor le llamo yo, ¡no te muevas!...”
-Mateo, no…
El sonido de la línea se escuchó, su pareja había colgado.
-¿Qué pasó? – Gabriel lo miró de soslayo.
-Creo que se alteró – Rodrigo suspiró – ¡Má! – levantó la voz.
-¿Sí? – la pelinegra se asomó por la puerta de cristal – ¿qué pasa?
-Mateo volverá a llamar a una ambulancia por una falsa alarma, mejor márcale para decirle que estoy bien…
-¿De nuevo? – ella levantó una ceja – ¿cuantas veces te he dicho que no lo alteres?
-Él lo hace solo – se alzó de hombros – además, el histérico debería ser yo, no él…
Carmen negó, agarró el teléfono y volvió al interior del departamento mientras le marcaba a su yerno, para calmarlo.
-¿Ya ha pasado antes? – el de lentes miró a su amigo con curiosidad.
-Tres veces este último mes – respondió cansado – desde que sabe que estoy embarazado, él tiene los nervios de punta y exagera con cualquier cosa, tu padre es un exagerado – dijo para su vientre – no vayas a heredar eso…
Gabriel rió – bueno, es padre primerizo, tiene una justificación.
-Yo también soy primerizo – Rodrigo entrecerró los ojos – pero parece que él tiene las hormonas más alteradas que yo, no sé cómo se pondría si él fuese el embarazado…
- - - - -
Después de que Rodrigo pasó los ocho meses, Mateo decidió no ir a trabajar, con permiso y casi una orden innecesaria de su padre, quien también estaba preocupado de lo que pudiera pasarle a su yerno y futuro nieto.
Las últimas semanas, el universitario no lo había pasado muy bien, no podía respirar, se agitaba con casi cualquier movimiento y aunque en un principio se negó, terminó accediendo a quedarse en cama, pues no podía hacer mucho. Además, su cuerpo estaba en la última etapa de cambio para que naciera el bebé y sufría algunos dolores intensos que no lo dejaban descansar del todo. El ojiverde pasaba noches en vela tratando de confortarlo, pero algunas veces, tenía que ser asistido por su suegra y hasta su propia madre; ellas no comprendía mucho de los varones omega, pero sabían que era algo normal que pasara por esa situación, aunque era poco probable que el parto fuese natural.
Cuando el día llegó los primeros dolores los sorprendieron a primera hora de la mañana. La ambulancia llegó de inmediato, pues la que habló fue la madre del pelinegro; Mateo quería llevarlo en su automóvil pero no estaba en sus cinco sentidos como para manejar, así que se lo impidieron.
-Tranquilo, mi amor – el castaño estaba sumamente nervioso y caminaba al lado de la camilla mientras lo llevaban por los corredores del hospital – aquí estoy… – dijo con debilidad, sujetándole la mano a su pareja.
-Mateo… – la respiración de Rodrigo era desacompasada – con esa cara que tienes… – un dolor hizo que se quejara antes de terminar – me asustas más… que tranquilizarme…
-Lo siento.
-Señor Andrade – una enfermera se acercó al castaño – si quiere acompañar a su esposo, debe pasar a cambiarse, mientras lo preparamos a él también…
-¡¿Esposo?! – el ojiverde se asombró – ah… sí – sonrió nerviosamente.
Los camilleros se llevaron a Rodrigo y el menor suspiró; había escuchado lo que la enfermera dijo, y sabía que no estaban casados, pues aunque se comprometieron cuando iniciaron la relación, no volvieron a hablar de eso.
Mateo tenía la mente perdida, mientras se colocaba lo que la enfermera le estaba pasando.
-¿Nervioso? – preguntó ella.
-Sí – asintió.
-¿Es el primero? – sonrió condescendiente.
-Sí – asintió una vez más, sonriendo tontamente.
-No se preocupe, el doctor Serrano tiene mucha experiencia con los omega y mucha paciencia para los primerizos…
-Eso espero – musitó el ojiverde, realmente tenía miedo que algo le pasara a Rodrigo, pues sabía que un alumbramiento, para un varón omega, era mucho más difícil que para una mujer.
La joven guio a Mateo hasta la sala de parto y cuando observó a Rodrigo se acercó de inmediato.
-Mi amor… – su voz apenas se escuchó, porque traía un cubre bocas, pero sujetó una de las manos del universitario entre las suyas.
-Juro que… voy a cuidarme… no tendré más hijos… – dijo el pelinegro ejerciendo presión en la mano de su pareja porque una contracción se presentó en su vientre y después respiró con agitación, tratando de controlarse – no volverás a… terminar dentro… – gruñó mirando con ira al ojiverde – si lo haces… si lo haces… ¡te mato!
Médicos y enfermeras se sorprendieron por esas palabras, pero parecían divertidos por las reacciones del paciente; pocas veces les tocaba un omega con un carácter tan fuerte.
-Está bien – Mateo asintió – tranquilo, se hará como quieres…
-Bueno, vamos a empezar – el doctor Serrano se acercó a Rodrigo, colocándose entre sus piernas – tu cuerpo parece que quiere que sea natural, pues ya está casi listo para eso, así que…
-¡¿Cree que mi cuerpo tiene conciencia?! – gritó el pelinegro respirando con dificultad – ¡como usted no está sufriendo!
-Solo será un momento – dijo el médico con calma – ya verás que, en cuanto el bebé nazca, verás esto como un mal rato efímero, que se verá empañado por la felicidad de tener a tu bebé…
-Doc… – Rodrigo hablaba entre dientes pues su cuerpo se contraía por momentos debido al doctor – realmente… no quiero… – una nueva contracción lo hizo apretar los parpados y sus músculos se tensaron – insultarlo… – dijo con dificultad, mientras respiraba por la boca – pero si no me quita pronto el dolor… – un grito lo interrumpió – cuando… cuando vuelva a la normalidad… ¡lo haré pagar!
Una risa se escuchó con dificultad y el médico negó – de acuerdo, prepárate, porque ya viene…
Mateo seguía la respiración del universitario, tratando de sincronizarse con él y dándole su apoyo, pero el menor, cada que podía, soltaba improperios, realmente estaba sufriendo.
-Mat…
-¿Si?
-No me dejes… – pidió con un hilillo de voz, sintiéndose indefenso, antes de empezar a quejarse con mayor fuerza, mientras seguía las indicaciones del médico, para pujar cuando era necesario.
El ojiverde le sonrió, aunque el otro no pudiera darse cuenta y lo miró con infinita ternura – jamás – sentenció y lo sostuvo de la mano con mayor seguridad, para poder reconfortarlo.
- - - - -
Era casi medio día cuando Rodrigo estaba en la recamara; estaba cansado, pero el bebé tenía hambre, así que lo estaba alimentando.
-Te pareces a tu padre – sonrió débilmente al sentir como su hijo estaba obteniendo la leche con suma facilidad.
El sonido de la puerta se escuchó y con una mano, sujetó una delicada manta de encaje, que su madre le llevó, para cubrirse, pero no ahogar al bebé; mientras el pelinegro se cubría, Mateo entró a la habitación.
-¿Aún despierto? – dijo al acercarse, hablando en un murmullo y le dio un beso en la frente.
-Tu hijo tenía hambre – levantó el rostro, ofreciéndole los labios al mayor – no puedo negarle la comida – musitó después del beso delicado que el otro le dio.
Mateo se sentó a la orilla de la cama y movió la tela para observar a su hijo, alimentándose del seno de su papá – pues el medico dijo que estaba saludable y, si está comiendo tan bien, no cabe duda que tiene razón – su voz sonó orgullosa.
-Mat… – Rodrigo suspiró – ¿no crees que llenar la habitación de flores fue exagerado? – lo miró de soslayo – yo no soy un chico de flores…
El ojiverde sonrió – no las compré solo yo – aseguró – son de parte de mi padre, Dima, Misha, sus padres, Alberto, personal de la disquera, algunos cantantes y… bueno, ya sabes, mucha gente que solo quiere quedar bien…
-¿Y los chocolates? – los ojos castaños se posaron en una cajita que estaba en la mesita de al lado.
-Mi madre y tu madre se encargaron – estiró la mano y agarró la cajita, sacando un chocolate, para comerlo con rapidez, pues era de sus favoritos – ¿quieres?
-No, después – negó.
El castaño dejó la caja en su lugar y luego se inclinó hasta su pareja, besándolo con un poco más de intensidad – ¿te he dicho que te miras hermoso hoy?
-Debes estar bromeando – respondió en un murmullo el otro, pues seguían besándose.
-No… es la verdad – Mateo mordisqueó el labio inferior – si Carlitos no estuviera aquí, ya te estaría haciendo el amor…
-Mat… – Rodrigo negó – acabo de… no estoy en condiciones de…
El ojiverde se inclinó y besó el cuello de su prometido – hay muchas formas de hacer el amor – susurró contra la piel, consiguiendo que se erizara – no tengo que penetrarte para hacerlo…
Las mejillas de Rodrigo ardieron y gimió débilmente.
-Además… ya me dijiste que vamos a tomar precauciones, ¿cierto? – se alejó con una sonrisa triste.
El pelinegro se mordió el labio, pero antes de que pudiera decir algo, el bebé se alejó del pecho y se acomodó de otra manera, preparándose para dormir – ya terminó… – anunció y lo alejó un poco, para acomodar su bata – ¿puedes ponerlo en la cuna?
-Sí…
Mateo sujetó a su hijo con mucho cuidado, se le hacía tan pequeño y frágil, que temía lastimarlo, pero la enfermera le había dado un curso rápido para que lo sostuviera, apenas lo llevaron a la habitación, junto con Rodrigo, por lo tanto se sentía con un poco más de confianza para cargarlo.
El castaño acarició la mejilla del bebé, después de colocarlo en la cuna; tenía la piel sonrojada y muy suave, además de que se miraba ligeramente inflamado, algo que el médico le explicó, con mucha calma, que era normal; su cabello negro era demasiado suave, corto y escaso, las pequeñas manos parecían sujetar algo con fuerza, pues se mantenían cerradas, su delicada nariz era tan pequeña que dudaba que pudiera respirar bien, pero el médico le dijo que estaba perfectamente; ya le habían visto los ojos, cuando los abrió en el transcurso de la mañana y aunque se miraban claros, no sabía si ese iba a ser el color definitivo. Jamás había visto a un bebé recién nacido antes, pero sin duda, para él, el suyo era el bebé más hermoso del mundo.
-Mateo… – Rodrigo lo llamó, sacándolo de su ensimismamiento.
-Lo siento… – dijo casi en un murmullo, temiendo despertar al pequeño y regresando al lado de su pareja.
El universitario lo sujetó de las manos y le sonrió – Carlitos ya no está aquí – ser mordió el labio con sensualidad.
Mateo sonrió y se inclinó hasta el universitario, besándolo con más pasión que antes – te amo… – musitó contra los labios – gracias por hacerme feliz y darme un hijo…
Rodrigo recargó la frente contra el mayor y sonrió – lamento todo lo que dije cuando estaba en ello – sonrió nervioso – yo… no quería ser tan desagradable…
-Estabas sufriendo… – las manos del ojiverde le acariciaron las mejillas – no puedo imaginar cuanto – sonrió divertido – pero casi me rompes los huesos de la mano, así que seguramente era demasiado – se burló.
-Lo siento…
-Perdón – el castaño le sonrió y besó una mejilla con amor – yo debí cuidarte más, así no hubieses pasado por esto… no volveré a…
El pelinegro movió la mano y puso el dedo en los labios de su pareja – olvida lo que dije, ¿sí? Me gusta que termines dentro, me gusta hacer el amor contigo y… – buscó la mirada verde con ilusión – a pesar de todo el dolor, tener a tus hijos es maravilloso – sonrió nervioso – quizá, en un año o dos, podríamos darle un hermanito a Carlitos…
Mateo se sorprendió por esas palabras – ¿estás seguro? – preguntó aun con escepticismo.
-Sí, pero solo después de que nos casemos…
-¿Crees que lo he olvidado? – el mayor entrecerró los ojos – tu y yo nos casaremos en cuanto te encuentres en condición y podamos disfrutar la luna de miel, podríamos ir a China y…
-Siempre quieres ir a China…
-Es que Carlitos tiene que conocer a los pandas – señaló la cuna con su mano – ya le mandé pedir un traje de panda, un babero de panda, un biberón de panda, un chupón de panda, una manta de panda…
Rodrigo jaló a su pareja por la corbata y lo besó para callarlo, una caricia lenta, atrevida, introduciendo la lengua en la boca del otro; después se alejaron con lentitud.
-Vas a hacer que Carlitos odie a los pandas – arrugó la nariz – deja que él tenga los gustos que quiera…
-Pero se mirará perfecto vestido de panda – el ojiverde hizo un mohín – imagínatelo, corriendo por el departamento ¡con esa ropa!
-Seguramente se verá adorable, pero cuando crezca, se avergonzará…
Mateo suspiró y miró al pelinegro con tristeza – solo uno – levantó un dedo – por favor, no me quites la ilusión…
-Está bien, solo uno…
El castaño sonrió y volvió a besar a su prometido – gracias…
-¿Por qué? – indagó el pelinegro recargándose contra el hombro del mayor y suspirando, disfrutando de las caricias en su espalda y cabello.
-Por hacerme feliz, en todo sentido…
-Tú me haces feliz… siempre…
- - - - -
Mateo regresó a su departamento con rapidez después del trabajo; desde que su hijo había llegado a su vida, tomaba con más seriedad sus horarios, especialmente porque Rodrigo ya no podía estar con él.
Siendo la segunda semana de diciembre, el frío se sentía en la ciudad todo el día; también, era tiempo de poner los adornos navideños, pues sería la primer navidad del bebé con ellos.
-¡Llegué! – anunció al cruzar el umbral.
-Ya llegó tu padre – sonrió Rodrigo desde el comedor y se puso de pie, para tomar a su hijo en brazos, quien estaba con su abuela.
Como tenía un par de días que había salido de vacaciones en la universidad, ahora podía pasar todo el día en casa, sin tener que salir en la noche.
-¡No! – Minerva abrazó a su nieto contra su pecho – lo acabo de agarrar – dijo haciendo un mohín.
El pelinegro sonrió, desde que conoció a su suegra, sabía bien de dónde salían esos gestos de Mateo y esperaba que su hijo no los adoptara mientras fuera creciendo.
-Bueno, yo voy a saludar a mi esposo…
Rodrigo caminó hasta Mateo y lo besó en los labios.
-¿Qué hacen? – preguntó el ojiverde, viendo todas las cajas que estaban en el piso, a su suegra, cuñada y nana, sacando cosas por todos lados.
-¡Vamos a adornar! – Flor parecía niña en confitería, pues jamás había tenido tantas cosas que colgarle al árbol.
-Y esperemos alcanzar la punta del árbol – Carmen miró hacia arriba, pues ese día les habían llevado el inmenso árbol natural que su consuegra compró.
-Una escalerita será suficiente – sonrió Irma.
-O una silla también, pero Rodry tendrá que hacerlo – Minerva seguía llenando de besos a su nieto.
-Bueno, no le veo problema – el pelinegro se alzó de hombros – tu madre compró todo lo que se le ocurrió, porque dijo que los pocos adornos que tenías ya no servían – dijo para su esposo, casi en un susurro.
-Ah, técnicamente, un simple arbolito, una serie de luces y una caja de esferas no puede llamarse adornos navideños – rió y abrazó a su pareja – recuerda que el año pasado no adornamos mucho porque tú no podías andar subiéndote a las sillas…
-No me lo recuerdes – acarició la mejilla del castaño y volvió a la mesa para seguir sacando los adornos.
Mateo caminó hasta su hijo, quien traía un traje abrigador, como un disfraz de panda – ven aquí, ‘pandita’ – le ofreció los brazos y el bebé sonrió emocionado, moviendo las manos para ir con su padre.
-Esto es injusto… – la rubia miró a su hijo con reproche, pero no pudo evitar entregarle al bebé.
-Lo siento madre, pero este pequeño ‘osito panda’ es mío – anunció el ojiverde, dándole un beso en la mejilla a su hijo
-Debí tener otro hijo – la ojiverde entornó los ojos.
-Sí, yo también pienso eso – Mateo se inclinó y besó la mejilla de su madre a modo de saludo – no sé por qué no me quisiste dar un hermano…
-Pregúntale a ‘Rodry’, él sabe lo doloroso es tener un hijo – sentenció la rubia.
-Para eso existen las cesáreas, madre – anunció el castaño yendo a saludar a su suegra de beso también.
-Y ¿tener una cicatriz en mi cuerpo?, no cariño, así no hubiese podido usar bikinis en mis años mozos y no me iba a arriesgar a perder al bombón de tu padre, porque así era como lo ponía a ‘tono’ – dijo con picardía.
-No tenía que saber eso… – Mateo negó y fue a darle un beso en la sien a su nana.
-¿Quieres un café o un chocolate? – preguntó la mujer divertida por la plática.
-Un chocolate, está bien, gracias – pidió y se sentó en una silla del comedor, jugando con el bebé – por cierto, mi padre no me dijo que iba a venir para acá, ¿acaso no sabe que estás aquí? – preguntó con seriedad.
-Tu papá sabe que estoy aquí y sabe que tiene que venir por mí – sonrió con suficiencia – después, podría convencerlo de ir a pasar una velada romántica, cenar y ver si todavía puedo tener un hijo, que no me quite a mis nietos – reprochó.
Mateo levantó una ceja, puso a su hijo frente a la rubia – de acuerdo – dijo con cansancio – te lo presto cinco minutos…
-Mateo… – Rodrigo lo miró de soslayo – Carlitos no es un juguete para…
-¡Que sean quince! – Minerva extendió los brazos y sujetó al bebé, casi arrebatándolo de los brazos de su hijo.
El pelinegro palmeó su frente y guardó silencio, era imposible decir algo, si su propia suegra no tomaba las cosas en serio.
Carmen se acercó a la rubia – después me toca a mí – rió.
-¡Má! – el universitario se sorprendió.
-¿Qué? – ella sonrió – también es mi nieto y desde que tú estás en casa todo el día, ni ‘Mine’ ni yo, podemos tenerlo como antes – reprochó ella.
-¡Ni yo! – Flor levantó la voz desde su lugar.
-Son un par de acaparadores con él – reclamó la rubia, restregando su mejilla contra la de su nieto que solo reía y balbuceaba.
Rodrigo abrió la boca para reclamar, pero Mateo lo interrumpió – tienen razón, lo admito – dijo con seriedad, mientras recibía el chocolate – pero comprenderán que Carlitos ‘panda’ Andrade…
-¡Mateo! – el universitario se cruzó de brazos y lo miró con molestia.
-Sabes que se iba a llamar así, pero no me dejaste ponerle ‘panda’ – lo señaló con el índice – volviendo al tema… – dijo para su madre y su suegra – ustedes deben comprender que un bebé, a temprana edad, necesita estar siempre con sus padres – acercó la taza de chocolate a su boca y bebió un sorbo – en este caso, somos Rodrigo y yo…
-¿Cuál es tu punto? – Minerva lo miró de soslayo.
-Pues que no pueden quejarse de que lo acaparamos – tanto su madre como su suegra lo miraron con frialdad – pero… – sonrió – para que no digan que somos malos hijos, que les parece si se los dejamos una semana, mientras me llevo a mi esposo a un viaje de novios…
-¡Sí! – dijeron ellas
-¡¿Qué?! – Rodrigo se sobresaltó – no, no voy a dejar a Carlitos, está pequeño y…
-Amor… – el ojiverde se puso de pie y fue a abrazarlo – será solo una semana, mi madre y tu madre, seguramente podrán cuidarlo, además – se inclinó y le mordió la oreja – ¿no crees que es momento de pensar en darle un hermanito?
-¡¿Estás loco?! ¡Es muy pronto para…!
-Dije pensar – lo interrumpió – podemos practicar, probar… tu sabes, prepararnos mentalmente – sonrió el ojiverde con picardía consiguiendo que el menor se sofocara – ¿qué dices? – le guiñó un ojo – todos salimos ganando…
-Bueno… – Rodrigo se estremeció, realmente tenía ganas de pasar unos días como antes, cuando no tenían nada de qué preocuparse, jugando, disfrutándose en cada rincón y en cada lugar – supongo que una semana está bien…
-¡Listo! – el castaño abrazó con fuerza a su esposo – pasando año nuevo, Rodrigo y yo nos tomaremos una semana de vacaciones y ustedes se quedan con Carlitos…
Las mujeres empezaron a hablar de los días que lo iban a tener cada una y Rodrigo se acercó al oído de su esposo.
-Espero que estés seguro de esto…
-Lo estoy – lo besó en la mejilla, pues como traía cuello alto no podía acceder a un lugar más interesante – además, yo también quiero acapararte a ti y con Carlitos cerca, no puedo…
-Eso es algo egoísta…
-Soy hijo único y me consintieron demasiado de pequeño – se alzó de hombros – ¿qué esperabas?
-Que actuaras más maduro – anunció el menor, estirando la mano para pellizcarle una mejilla – ya eres mayor, ya tienes un hijo, deberías saber comportarte…
-Mi vida, por si no te has dado cuenta, me comporto mucho más que cuando apenas éramos novios – sonrió de lado – y he tenido mucha paciencia, pero tengo un límite – aseguró con frialdad – y yo también he perdido mucho, pues ya no puedo desayunarte diario en la oficina…
Rodrigo se mordió el labio y lo miró de soslayo – entonces, ¿no has comido bien?
-No – negó el castaño haciendo un mohín infantil.
-¿Te gustaría ir a cenar? – el universitario se relamió los labios, de manera provocadora – podemos dejarle a nuestras madres a Carlitos esta noche, y sí quieres, puedos cenar algo especial…
Mateo sonrió, lo sujetó por la cintura y se acercó a su oído – dime que te estás tomando los anticonceptivos – musitó con ansiedad, pues esa noche no quería usar condón.
-Lo estoy haciendo… – aseguró el otro.
El ojiverde no lo pensó más – madre, querida suegra – sonrió – Rodrigo y yo tenemos un compromiso muy importante, así que, no podremos acompañarlas a adornar – sonrió – pero mañana podemos terminar…
-¿Por qué? – indagó la rubia.
-Rodry no dijo nada – la pelinegra también estaba extrañada.
-Ah, es que lo olvidé – sonrió el menor – pero, ¿pueden cuidar de Carlitos?
Con esa simple pregunta, las dos se olvidaron de indagar ese compromiso tan repentino, mientras Rodrigo iba a cambiarse para salir.
La pareja tenía desde que el bebé nació, sin tomarse una noche a solas; Mateo llevó a su esposo a cenar y después, a la habitación de un hotel de lujo, dónde la pasión y el deseo se desbordaron. El castaño no recordaba a su pareja tan ansioso, deseoso e insaciable, tanto, que en esa ocasión, Rodrigo parecía tener el control.
Cuando terminaron, ambos estaban exhaustos; mientras se abrazaban, Mateo repartía besos en los mechones negros y Rodrigo besaba el pecho de su esposo.
-Es lindo – musitó el menor.
-¿Qué?
-Poder pasar una noche más así, como antes…
-¿Te arrepientes de haber tenido un hijo? – indagó el ojiverde con algo de precaución.
-No – negó – amo a Carlitos soy feliz con él en nuestras vidas, pero es lindo poder darnos una escapada de cuando en cuando para disfrutarnos, sin temor de despertarlo…
-Yo ya lo había pensado, pero no sabía cómo lo ibas a tomar – explicó el mayor – ahora que ya sé que estás de acuerdo, creo que podemos escaparnos una vez al mes…
-Esa es una propuesta muy atrevida – el universitario levantó el rostro – pero creo que la aceptaré, señor Andrade, además, tenemos un par de años más para hacerlo…
-¿Por qué solo un par de años?
-¿No quieres tener más ‘panditas’? – Rodrigo sonrió.
El corazón de Mateo se aceleró, era la manera más adorable en que Rodrigo podía decirle que quería tener más hijos.
-Contigo mi amor… – el ojiverde hizo girar a su pareja, dejándolo contra el colchón y acomodándose sobre él, para besarlo en los labios – todos los que quieras…
-Entonces – el pelinegro lo abrazó con ansiedad – debemos seguir… practicando… – musitó ondulando su cuerpo con deseo.
Ambos se olvidaron del cansancio y las caricias volvieron una vez más; esa era su vida y a pesar de que no era lo que ellos habían pensado en un principio, era perfecta.
- - - - -
Aclaraciones
Aclaración 1: Tal vez el UA no tiene mucha coherencia, porque como expliqué en mi blog, fue solo un juego, algo que hice sin pensar mucho, así que, posiblemente no tenga tanta profundidad en la trama, pero espero que lo hayan disfrutado.
Aclaración 2: Sobre las nieves que come rodrigo, solo puedo decir que vean la página de la nevería de dónde me basé para ello.
claración 3: Sobre lo que se ve de Gaby, Dima y Misha, no es mucho, porque aun está pendiente el fic de ellos y no me he decidido con quién se quedará.
Despedida
Bueno, este es un OS demasiado improvisado y los que perteneces al grupo de Ojou me darán la razón, pero fue realmente muy divertido para mi cumplirles un capricho y darles un bonito regalo adelantado de Navidad.
Muchas gracias a Nat por meterme la espinita (sin albur) de hacer esto, muchas gracias a Kei Kun por retarme a seguir y muchas gracias a los demás miemnros por leer mis tonterías. Ustedes saben muy bien que batallé mucho en el final, pero al final Keso dijo ‘es solo un juego, no te compliques’ y por eso terminó así XD ajajaja
Feliz navidad adelantada ^..^
Aclaración 1: Tal vez el UA no tiene mucha coherencia, porque como expliqué en mi blog, fue solo un juego, algo que hice sin pensar mucho, así que, posiblemente no tenga tanta profundidad en la trama, pero espero que lo hayan disfrutado.
Aclaración 2: Sobre las nieves que come rodrigo, solo puedo decir que vean la página de la nevería de dónde me basé para ello.
claración 3: Sobre lo que se ve de Gaby, Dima y Misha, no es mucho, porque aun está pendiente el fic de ellos y no me he decidido con quién se quedará.
Despedida
Bueno, este es un OS demasiado improvisado y los que perteneces al grupo de Ojou me darán la razón, pero fue realmente muy divertido para mi cumplirles un capricho y darles un bonito regalo adelantado de Navidad.
Muchas gracias a Nat por meterme la espinita (sin albur) de hacer esto, muchas gracias a Kei Kun por retarme a seguir y muchas gracias a los demás miemnros por leer mis tonterías. Ustedes saben muy bien que batallé mucho en el final, pero al final Keso dijo ‘es solo un juego, no te compliques’ y por eso terminó así XD ajajaja
Feliz navidad adelantada ^..^
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