Los gemidos retumbaban en la enorme habitación.
Tenía poco que acababa de oscurecer, la pareja estaba completamente sola en el recinto y, seguramente su primogénito no se encontraba, ni siquiera, dentro del palacio, pues había salido a jugar con su abuela y sus siervos; con ello, el albino había dejado de lado todas sus inhibiciones, gimiendo sin pudor para su esposo, momentos después de que habían alimentado a la semilla con sus nutrientes. Ahora estaban disfrutándose mutuamente, aunque su pequeño retoño aún no estaba satisfecho del todo.
El ojiverde penetraba con cuidado el delicado cuerpo blanco, pero aún así, se mantenía al tanto de lo que la pequeña semilla en el vientre abultado de su pareja, estaba haciendo; estaba ansioso de que terminara de alimentarse de la dulce leche que su pareja producía, para poder saborearla él también.
Finalmente las lianas se alejaron de los pezones sonrosados y se perdieron con rapidez, introduciéndose en el pequeño orificio por dónde habían salido. Nyrn sonrió y se inclinó hasta su esposo, besándolo con pasión; después bajó hasta succionar un pecho con insistencia; le fascinaba ese líquido blanco, lo deseaba noche a noche y, sabía que, después de ese día, tendría un poco de tiempo más, para degustarlo libremente, pues era la última noche que alimentarían a su tercer semilla, ya que al día siguiente, la sembrarían.
Skoll llevó las manos a acariciar el cabello de su amante y arqueó su espalda, ofreciéndose más para Nyrn. Cuando el Dios succionaba con tanto deseo sus pechos, conseguía que perdiera la razón con facilidad; se descubría deseando que Nyrn no se apartara nunca de su seno, pues lo excitaba saber que se alimentaba con su leche, como si fuese un niño.
Sin tardar más, el cuerpo de Skoll se rindió por completo al toque del mayor; los ojos rojos se humedecieron y gimió con fuerza al llegar al orgasmo una segunda vez ese día. El rubio siguió chupando los pechos de su esposo hasta que no pudo obtener más leche, entonces, se centró en llenar con su savia, el interior del albino.
El ojirrojo sonrió complacido al sentir el líquido inundarlo por completo y un suspiro escapó de su boca, antes de hundirse, cansadamente, en el colchón.
Cuando Nyrn depositó todo la savia que pudo, en su esposo, sonrió complacido al notar el gesto de infinito placer que el peliblanco tenía; el ojiverde volvió lentamente a la normalidad y se recostó a su lado.
-¿Cansado, mi hermosa flor? – indagó el mayor, depositando besos en el rostro sonrojado.
-Sí – asintió el albino – pero… fue… maravilloso…
-Como siempre – admitió el mayor y sus manos acariciaron con suavidad las mejillas de su pareja – ya mañana, podrás descansar – su voz sonaba ilusionada.
Las manos de Skoll se movieron para acariciar su vientre con emoción, respiró profundamente para calmarse y observó su cuerpo desnudo – si… mañana la sembraremos – suspiró y buscó la mirada de su esposo – voy a extrañarla…
-Lo sé – asintió el rubio – pero también tienes que descansar… seguramente te duele mucho…
Skoll rió – no, no realmente – aseguró – te lo dije desde hace mucho, cuando empiezan a tomar leche, deja de dolerme – restregó el rostro contra el pecho de Nyrn – y esta vez, empecé a producir leche desde la primer luna, ¿recuerdas?
-Sí, lo sé – asintió el mayor – pero de todos modos, tu cuerpo tiene que descansar… Aunque eso no quita que yo me aproveche de los beneficios…
-¿Cuáles beneficios?
-Pues, que sigues produciendo leche, a pesar de que nuestra semilla ya no está dentro de ti…
El ojirrojo negó con diversión – eso es normal – confesó – las mujeres humanas producen leche hasta varios meses después del nacimiento de un bebé – explicó.
-¿Meses? – Nyrn se sorprendió – pero normalmente se termina a la siguiente luna, después de la siembra – reprochó.
-Amor… – Skoll le acarició una mejilla – yo no soy una mujer – dijo con suavidad – ni siquiera debería producir leche y aún así, lo hago…
-Pero, quisiera seguir bebiendo tu leche por meses – el rubio se inclinó hasta uno de los pechos y succionó una vez más, extrayendo apenas unas gotitas.
-Pero no se puede – el peliblanco sonrió – aún así, debemos estar agradecidos de que sirva a nuestra semilla…
-Está bien – Nyrn suspiró – pero, realmente, quisiera poder disfrutarla más…
-Eres tan lindo – Skoll sonrió y le besó los labios con dulzura – anda, hay que ir a ver a nuestro segundo hijo – susurró.
-Sí, lo sé… Y hay que ayudar a tu madre con Neyr, seguramente ya la tiene cansada…
-Mamá adora estar con Neyr – el menor entrecerró los ojos a modo de reproche.
-Eso no lo niego – Nyrn rozó la mejilla de Skoll con su nariz – pero Neyr tiene demasiada energía a esta hora…
El ojirrojo rió, él sabía muy bien que su hijo, justo al atardecer, era más activo y mucho más los días antes de luna llena, pero le encantaba ver a su pequeño retoño correr por todos lados, jugar con plantas, animales y, por sobre todo, esa curiosidad que lo hacía ser justo como Nyrn, queriendo conocer todo lo que le rodeaba y mucho más.
-¿Tú eras así de pequeño? – preguntó el peliblanco.
Nyrn arrugó la nariz y suspiró – te mentiría si dijera que sí, pero realmente, no lo recuerdo mucho…
-Debiste ser adorable – el peliblanco acarició los mechones dorados con amor – igual que Neyr…
-No, mi amor – el ojiverde beso los labios de su esposo – Neyr es adorable, porque se parece a ti…
Skoll jaló con suavidad a su pareja y lo besó en los labios, empezando a buscar un toque más intimo, una vez más. Nyrn sonrió en medio del beso y su mano recorrió el costado de su esposo, acariciando la piel con suavidad, no tardarían en volver a sumirse en el deseo, pero, un golpeteo insistente en la puerta los interrumpió.
-¿Sí? – el rubio levantó la voz, mientras su esposo se cubría con las mantas, por si era su hijo quien llamaba, pues si era de esa manera, no tardaría en entrar.
-Señor… – la voz de Oren se escuchó del otro lado de la puerta, pero no se atrevió a entrar – el joven Neyr quiere acudir al lago de su hermano, e insiste en venir a buscarlos – explicó – la señora Didik y Miley no creen que puedan entretenerlo más…
El albino sonrió – gracias Oren…
-Ya vamos – anunció el ojiverde.
-Con permiso… – se despidió el espíritu del hombre.
-Mala suerte – susurró el mayor y depositó un beso en los labios de Skoll – tendremos que posponer lo que íbamos a iniciar…
-Sí – asintió el menor – pero, lo desquitamos después – sonrió.
Nyrn ayudó al peliblanco a ponerse de pie y colocarse una túnica para salir; debían seguir con su rutina, porque al día siguiente, sería imposible hacerla, al menos, a la misma hora de siempre.
* * *
-¡Papá! – Neyr corrió con su padre, al ver bajar a la pareja, por las escaleras del palacio, ya que él volvía del exterior, corriendo. En la puerta, su abuela y Miley, al ver a los padresdel pequeño rubio y saber estaría en buenas manos, se retiraron, Miley haciendo una ligera reverencia y Didik dedicándole un saludo a su hijo con la mano.
El ojiverde lo levantó en brazos y sonrió – ¿qué pasa, retoño? – preguntó con diversión.
-Mi abuela me estaba contando de la familia de papá – dijo con emoción – dice que ella vino de otra ciudad muy, muy lejos de aquí – hizo ademán con sus bracitos, señalando hacia la puerta de su hogar – dice que había un lago enorme y salado, y es distinto a aquí, ¿podemos ir? – preguntó con ilusión.
-¿Lago salado? – el rubio miró a su esposo de reojo, pues no entendía a qué se refería.
-El mar – rió el albino – no es un lago realmente – negó – pero, supongo que mamá no supo cómo explicarle a Neyr…
-Ah, ¡ya! – Nyrn sonrió – cuando crezcas… – dijo para su hijo – podrás ir a otros lugares, creo que alguno de tus tíos vive cerca del mar, deberíamos preguntarles…
-¿De verdad? – el niño abrió sus ojos con sorpresa – ¡yo quiero ir!
-Cuando cumplas cien años, podrás ir a visitarlos – sentenció su padre.
-Pero… – Skoll levanto el brazo y le acarició la mejilla al menor – mientras tanto, puedes conocer del mar en los libros de la biblioteca – le guiñó un ojo – mañana, en el día, le pides a Miley que te muestre algunos…
-¡Sí!
-Mi señor – el espíritu de Oren llegó al lado de la pareja – la cena está servida.
-Gracias, Oren – sonrió el albino – ¿mamá salió del palacio de nuevo?
-No – negó – ella y Miley acaban de ir a la sala de costura…
-Está bien, cenaremos porque debemos salir pronto, dile que volveremos tarde, como siempre, para que no se preocupe.
-Por supuesto…
Oren hizo otra reverencia y se desvaneció lentamente.
-Tu mamá siempre se preocupa – dijo Nyrn con seriedad – parece que no confía en mí para cuidarte – reprochó.
-No es eso – el ojirrojo rió – es normal que una madre se preocupe de su hijo, aunque sepa que está bien – dijo con lentitud mientras caminaban al comedor – especialmente por mi estado – su mano acarició con suavidad su vientre, por encima de la túnica que portaba.
-Aún así – el rubio hizo un mohín – yo puedo cuidarte bien…
-Yo también puedo cuidar a papi – sentenció Neyr con toda la seriedad que podía.
-Lo sé – sonrió el peliblanco.
* * *
Después de la cena, la familia caminó por el bosque, para ir al lago dónde estaba su segundo retoño.
Nyrn y Neyr se encargaron de manipular el agua del lago, para regar las ramas más altas, haciendo que se elevara como una cascada, de esa manera el rubio le enseñaba a su hijo a controlar el agua de diferentes formas. Finalmente se sentaron al lado de Skoll, quien había llevado un libro para enseñarle algunas cosas a Neyr, ya que, a pesar de que aun era pequeño, debía empezar a conocer de historia y cosas humanas, pero trataba de hacerlo divertido para el menor.
-¿Qué es, papi? – preguntó el niño, cuando vio un dibujo en una hoja.
-Es una criatura mitológica, híbrida – sonrió – es un sátiro.
Al escuchar la palabra, Nyrn se inclinó observando el dibujo – ¿eso es un sátiro? ¿Según quién? – dijo con escepticismo.
-Pues, según la historia – rió – ¿por qué?
-Porque no eran así – sentenció.
-Ah, ¿no? – el albino levantó una ceja – y, ¿cómo eran?
-Pues, no eran tan animales como muestran ahí – señaló la imagen con su índice – realmente, tenían características más… ¿cómo decirlo? – levantó una ceja – ¿humanas?
El ojirrojo cerró el libro – ¿conoces a un sátiro? – preguntó con precaución, tomando en cuenta que Nyrn era un dríade, posiblemente podría saber de ellos, ya que según la mitología, estaban ligados naturalmente.
-No – negó – pero mi madre era hija de uno – sonrió – ella no lo conoció en persona, pero su madre le contó cómo eran, así que, de esa manera, yo supe de ellos.
Los ojos de Skoll se abrieron como platos por la sorpresa.
-¿Y mi abuela, Narn, tenía cuernos? – preguntó Neyr con curiosidad, colocando las manos en su cabeza, justo donde en la imagen tenía los cuernos el sátiro.
-No – Nyrn sujetó a su hijo en brazos, sentándolo entre sus piernas – y jamás tendremos cuernos – aseguró – nunca hubo dríades con cuernos después de siglos de procrear con sátiros, no creo que los haya ahora – rió.
-¿Qué quieres decir? – preguntó el albino.
-Pues, ¿recuerdas lo que te conté de mi madre y las dríades? ¿Que ya no se reproducían porque la raza con la que lo hacían había desaparecido?
-Sí – asintió el ojirrojo.
-Esos eran los sátiros – dijo con toda naturalidad.
-De verdad… ¿existieron? – preguntó, aún sin poder creerlo del todo.
-Claro, mi hermosa flor – sonrió condescendiente – muchos de los seres que tu llamas ‘mitológicos’, existieron en tiempos antiguos, pero igual que los sátiros y las dríades, poco a poco, fueron pereciendo…
-Bueno, viéndote a ti, supongo que los sátiros realmente eran atractivos, porque tú lo eres – sentenció el menor.
-Gracias…
-¿Y yo? – preguntó Neyr.
-Tú eres precioso, mi amor – sonrió el ojirrojo acariciando la mejilla de su hijo, consiguiendo que el niño riera – y… – volvió a ver a su esposo – ¿cómo eran realmente?
-¿Para qué quieres saber?
-Porque si ya empecé a escribir de las dríades de antaño, para que quede constancia en libros para el templo, me gustaría hacerlo de los sátiros también – sentenció – y de todo lo que sepas…
-Pues… – el ojiverde miró al cielo – solo recuerdo pocas cosas – suspiró – mi madre me dijo que, mi abuela Nyrm…
-¿Tu abuela se llamaba cómo tu? – Skoll sonrió, ya que su esposo, a pesar de tantos años juntos, no había tocado el tema de su familia.
-No igual, pero sí, – dijo el rubio – como mi madre pensaba que iba a ser hembra, me puso un nombre parecido al de ella, pero, como te dije hace tiempo, las cosas no resultaron como esperaba…
-Entiendo… cuéntame, entonces, ¿cómo te dijo que era un sátiro?
-Pues, eran seres altos, ciertamente con unas piernas como de bestia, con cuernos, pero según, entre más grandes eran en edad, sus cuernos lo denotaban, porque eran más largos – se alzó de hombros – orejas puntiagudas, cómo las mías – señaló sus orejas y su hijo tocó las suyas propias, las cuales, también eran ligeramente puntiagudas y alargadas – y, extremadamente atractivos para todas las dríades…
-¿Atractivos? – Skoll se mordió el labio – ¿en qué sentido?
-En todo – sonrió el rubio – cómo era muy pequeño, no me contó mucho – se alzó de hombros – pero, si te interesa, podríamos intentar hablar con los espíritus, para que veas cómo era un sátiro.
-¿Es posible? – el peliblanco parpadeo sorprendido.
-Mi hermosa flor – Nyrn suspiró – tenemos ochenta años juntos, pero aún te falta saber mucho sobre mi y, sobre lo que puedo hacer – se acercó a su esposo y depositó un beso suave en sus labios – ¿quieres saber? – susurró – puedo aprovechar para enseñarle a Neyr algo avanzado…
-¡Sí! – dijeron ambos ojirrojos, aunque cada uno por una razón distinta.
-Bien, vamos a ello.
Nyrn movió a su pequeño retoño, y después se puso de pie, ayudando a Skoll para que se acercara a la orilla del lago.
-Escucha, retoño – dijo para su hijo – vamos a invocar algo grande – sonrió – si te cansas, solo baja las manos y te sientas con papi, ¿sí?
-Sí, papá – asintió el pequeño rubio con emoción.
Padre e hijo, levantaron las manos y sus palmas se colocaron hacia enfrente, justo hacia la superficie del lago; el mayor empezó a recitar algo en una lengua que Skoll apenas estaba aprendiendo a fondo, por eso alcanzó a entender algunas palabras sueltas. El lago brilló con intensidad y, después, una figura se formó con el agua, lentamente, pero los detalles eran casi perfectos y muy nítidos.
Skoll se sorprendió de ver a ese ser, que parecía tener más de dos metros de altura; de la cabeza, cercanos a la frente, tenía un par de cuernos largos, que se enroscaban hacia atrás de las orejas puntiagudas. Su rostro era varonil y tenía una barba perfectamente definida, casi como si la hubiera recortado poco antes de eso; sus piernas, desde las rodillas hasta el final, parecían de carnero, pues tenían dos secciones, como si tuvieran una rodilla inversa extra antes de las pezuñas, pero tanto los músculos de los muslos, como de la parte baja, se miraban fuertes, como si con ellas pudiera correr a gran velocidad, además, tenía una cola larga, que terminaba en una borla. Pero, lo que dejó a Skoll sin habla, fue el torso que esa figura tenía; su cuerpo tenía una musculatura perfecta, hombros y espalda ancha, con su abdomen extremadamente marcado. Su entrepierna estaba cubierta con lo que parecía un ropaje, tipo taparrabo y sus brazos denotaban que, si estuviera vivo, sería muy fuerte; además, sus manos eran grandes y tenía unas uñas algo largas.
-Papi… – la voz de Neyr sacó de su ensimismamiento al albino – me cansé… – dijo con suavidad.
-Ven… – lo llamo y lo sentó con él, permitiendo que se recostara en sus piernas, mientras Nyrn terminaba la invocación.
Cuando el mayor terminó de recitar su cantico, esa figura se movió, parecía tener vida y voluntad propia, dio unos pasos, como si caminara en la superficie del lago y se acercó a Skoll y Neyr, inclinándose ante ellos.
-Esto… – el rubio señaló la figura líquida – era un sátiro.
-Es… ¿alguien que conoces? – preguntó su esposo en un murmullo, temiendo que hubiera llamado a alguien fallecido, para que lo conociera.
-No, mi hermosa flor – el ojiverde rió – no puedo invocar espíritus de seres muertos, a menos que ellos no se hayan ido al más allá o vengan por su propia voluntad – explicó – esto es un espíritu etéreo natural, que usó el agua del lago para tomar la forma de un sátiro que alguna vez anduvo en este bosque, hace miles de años…
El peliblanco respiró aliviado y después, observó con curiosidad la figura líquida.
-Es… impresionante – sonrió – ahora entiendo por qué eres alto – rió divertido – y, a pesar de que es una figura líquida, debo decir que, sí, eran muy atractivos, nada que ver con lo que dicen las historias de los libros…
-Te dije que por algo las dríades se interesaban en ellos – se cruzó de brazos – normalmente, como dríades, nos atrae la belleza – le guiñó un ojo a su esposo, consiguiendo que el ojirrojo se sonrojara.
Skoll carraspeó – ah y… ¿solo eran varones?
-No – negó – había hembras, pero ellas no viajaban – explicó el ojiverde volviendo al lado de su pareja, a sentarse.
-¿Puedo jugar con él? – preguntó su hijo, señalando al ser líquido.
-Sí, durará una hora más o menos – dijo su padre.
El pequeño rubio se puso de pie y fue al lado de ese enorme ser, caminando a su alrededor y riendo, al ver cómo se movía para perseguirlo, con algo de lentitud; siendo una representación líquida, el espíritu etéreo que la mantenía con esa figura, no podía emular la misma agilidad de la criatura real.
-¿Qué quisiste decir con que no viajaban? – Skoll se mantenía atento a su hijo, pero también tenía curiosidad de saber de esa raza extinta.
-Los sátiros eran de otro lugar, el cual, parece que sufrió un desastre y por ello todos perecieron o la gran mayoría – suspiró el rubio – viajaban de bosque en bosque, recorriendo el mundo y, después, volvían a su hogar natal, ahí estaban las hembras de su especie, con las cuales se reproducían para que siguiera habiendo sátiros – explicó.
-Y, ¿por qué lo hacían? – indagó el menor – es decir, ¿por qué viajaban por el mundo?
-Para tener intimidad con las dríades y que estas procrearan más dríades, ya que ellas no podían procrear sátiros y, no había dríades varones o alguna otra raza para tener retoños…
El peliblanco se asustó – quieres decir que… ¿no lo hacían por amor? – preguntó con miedo.
-No – negó el ojiverde – para las dríades, solo era una función biológica, se reproducían con los sátiros y, ellos lo disfrutaban, pero no había amor, por eso no era una cualidad que yo buscara, hasta que te conocí y, entendí la razón del porque no era tan sencillo tener semillas con un humano.
El semblante de Skoll se entristeció, recordaba eso, pero, ahora entendía más a su esposo. Obviamente, como dríade, no tenía mucho conocimiento de las relaciones y sentimientos que, generalmente, los humanos sentían y, suponía que su madre también pasó por eso, hasta que conoció a su padre.
-Creo que, aún tengo mucho que aprender de ti… – sonrió el menor.
-Sabes que si me preguntas, te responderé – aseguró el rubio.
-Jamás imaginé que tuvieras sangre de sátiro – rió el albino.
-¿Por qué?
-Porque, según tu, no te interesabas íntimamente en nadie.
-Y no lo hacía – sentenció el ojiverde – hasta que te conocí a ti…
Skoll sintió que sus mejillas ardían; a pesar de tener décadas juntos, Nyrn conseguía que se sonrojara con facilidad.
-Ah… ¿es seguro que Neyr juegue con ese ser? – preguntó solo para cambiar de tema.
-Sí, no te preocupes – el rubio lo movió con lentitud y lo recostó en su pecho – él estará bien y, al menos así, quedará algo cansado para que duerma toda la noche, mientras tú y yo, desquitamos lo que nos falto hace unas horas…
-A veces, eres maquiavélico – rio el ojirrojo, pero le ofreció sus labios – aún así, debo decir que eres, encantador… – susurró contra los labios de su esposo.
-Yo no lo creo – sonrió el ojiverde en medio del beso.
-Me gustaría saber más de tu familia – pidió con debilidad – que otros seres conocieron las dríades, con quienes tenían contacto, en fin… todo…
-Pues… – Nyrn ladeo el rostro y pasó la mano por la mejilla de su pareja – eso es fácil, solo necesitas preguntarle a mis hermanos, cada uno provenimos de bosques distintos y tenemos contacto con seres diferentes también.
-¿De verdad? – Skoll se emocionó – obvio que les preguntaré – aseguró – aunque, será en unos días más porque, después de mañana, que sembremos a nuestro tercer hijo, necesito un poco de descanso…
-No te preocupes – el rubio besó la sien de su pareja – puedes empezar conmigo y, para conocer a mis hermanos, aún tienes tiempo, porque tenemos una vida por delante…
* * *
Al día siguiente, desde que el sol salió, Neyr estaba impaciente por ver cómo sembrarían a su hermano, aunque Nyrn ya había dispuesto que el menor no pudiera estar presente pues era muy pequeño para conocer eso; especialmente porque él lo había sabido hasta que germinó la primer semilla, que no pudieron sembrar.
Después de desayunar, fueron a ver a su segundo retoño; Neyr estuvo jugando cerca del árbol y contándole las novedades, prometiéndole contarle los detalles de la siembra, al día siguiente, cuando volviera. Comieron en el lago y regresaron a palacio poco antes del atardecer, ya que las nubes se alzaron con rapidez, anunciando la llegada de los hermanos de Nyrn.
La familia apenas estuvo en palacio y la lluvia se desato.
En el árbol de vida del rubio, las cascadas se formaron, para permitir que los portales se abrieran. Uno a uno, los doce Dioses llegaron y, el primero a quien saludaban, era a Neyr, pues el pequeño niño corrió hasta ellos, alejándose de sus padres, quienes apenas iban saliendo del palacio, y los abrazó uno a uno. La gran mayoría de sus tíos se sentían cohibidos por esa actitud, pero, uno de ellos no.
-¡Tío, Keroh! – corrió el pequeño ojirrojo con el último Dios.
-¡Neyr! – gritó el otro rubio, inclinándose y recibiéndolo en brazos para levantarlo en vilo y dar un par de vueltas con el niño en brazos.
El menor se aferró al cuello de su tío y sus pequeñas piernas le rodearon el torso.
-¿Cómo te has portado? ¿Qué has hecho? Has crecido mucho… – mencionó Keroh con emoción – ¿qué me cuentas?
-Bien tío, muy bien – aseguró el ojirrojo – he hecho muchas cosas, he jugado con los ciervos, he asustado a los jabalís, perseguí unos peces desde la cascada y ¡papá me enseñó a hablarle a las medusas!
-¿En serio? Yo no hablo con medusas – frunció el ceño – pero bueno, como te has portado bien, mira, te traje un regalo…
EL rubio hizo un movimiento y, sus dedos brillaron; con ello, el pequeño ojirrojo se maravilló al ver como se formaba algo en la mano de su tío. Un pequeño bulbo apareció y del mismo, un tallo largo y verde creció, rodeado por algunas hojas anchas y largas, pero, al final, desde la punta, hasta medio tallo, se llenó de flores púrpuras con pequeños destellos blancos y oscuros; una especie de ramillete voluminoso.
-¡Que linda! – dijo Neyr, cuando la planta terminó de formarse.
-Sí – asintió Keroh – es una planta de los pantanos de mi bosque – explicó – y no la podrás ver en ningún otro lado – dijo con orgullo – por eso te la traje, aunque vas a tener que cuidarla mucho… No es una ramita de ‘tenmeaquí’, pero – se alzó de hombros – puede que te sirva a futuro.
-¡Gracias, tío! – el menor abrazó una vez más al rubio.
Keroh lo dejó en el piso y le entregó el bulbo con las flores; Neyr caminó con rapidez, pero cuidando sus pasos, hasta sus padres, mostrándoles la planta y Nyrn se acuclilló para verla.
-¿Es normal darle regalos al sobrino? –Videk se inclinó hacia Keroh, para preguntarle.
-Creo que es normal llevar regalos cuando vamos de visita – dijo el rubio frunciendo el ceño.
-¿Cómo lo sabes? – Yuol también lo miró confundido – nunca lo habías hecho antes.
-“Cofresía” – dijo el menor de los dioses con suficiencia.
-“Cortesía” – corrigió Drif con lentitud – y, creo que es una costumbre humana…
-Bueno, nosotros somos los que siempre recibimos regalos – Lasden se cruzo de brazos – jamás hemos regalado nada.
-Cierto – Gralk asintió – pero Keroh tiene razón, si Skoll es humano, él debe tener otras costumbres…
-Y por ende, Neyr también… – Raky pasó la mano por su barbilla.
-¡Por qué no lo dijeron antes? – preguntó Meryl con molestia – ¡yo no traje nada!
-Bueno, eso fue iniciativa de Keroh – Elfry se alzó de hombros.
-Si, además, traer otro tipo de plantas a este bosque, podría ser contraproducente – Elgrim levantó una ceja – ¿qué tal si produce algún cambio en el ecosistema?
Keroh se asustó y miró a lo lejos a Neyr, quien aun estaba con sus padres, viendo la plantita que le había dado momentos antes.
-No creo que pase nada malo – Derok negó y le guiñó un ojo a su hermano, para calmarlo.
-Además seguramente, Nyrn sabrá cómo arreglar cualquier contingencia – Serif lo secundó – así que, no piensen nada malo…
-Pero, la próxima vez que vengamos, tenemos que traer algo para Neyr – sentenció Raky y todos lo secundaron.
En ese momento, Nyrn, Skoll y el pequeño Neyr llegaban con ellos.
-Buenas noches – dijo el albino, haciendo una ligera reverencia con su rostro – bienvenidos al bosque de Nyrn…
Su hijo, al ver que su papá se inclinó, también hizo lo mismo.
-Llegaron temprano hoy – dijo Nyrn con diversión – ¿ansiosos?
Sus hermanos sonrieron, obviamente estaban ansiosos, siempre lo estaban al sembrar una nueva semilla, aunque no fuese de ellos.
-Keroh… – la voz de Skoll consiguió que los recién llegados le pusieran atención, desde algunos años atrás, ya no les hablaba con tanta formalidad, pero siempre era muy respetuoso – muchas gracias por pensar en Neyr, el obsequio es muy hermoso – sonrió.
El aludido se sorprendió y sonrió nerviosamente – ah, no… no es nada – dijo con rapidez – es que… como nunca le he podido conseguir la ramita de ‘tenmeaquí’, pensé que esa orquídea sería una buena compensación – explicó – además, de que es de las plantas más raras que hay en mi bosque…
-Es muy bonita… – el ojirrojo observó la pequeña planta que su hijo traía en manos y acarició el cabello rubio de su retoño.
-Pero es una orquídea de pantano – Nyrn suspiró – y yo no tengo pantanos en mi bosque, así que, sin su hábitat natural, morirá pronto.
-Lo siento… – Keroh bajó el rostro apenado.
-No quiero que muera, papi – los ojitos de Neyr se humedecieron, mientras le suplicaba a Skoll con la mirada, acercando la pequeña planta a su pecho, como si quisiera protegerla – no quiero…
-No va a morir – el peliblanco negó – podemos a hacer un invernadero y la podrás tener ahí, pero vas a tener que cuidarla mucho…
-¿Invernadero? – preguntaron los dioses, incluyendo su esposo.
-Sí – asintió el albino – en las ciudades imperiales, los reyes tienen invernaderos, ahí, recrean un hábitat para algunas plantas que, normalmente, no pueden cultivar en su país a causa del clima – explicó – es muy difícil y por demás complicado, pero es posible hacer que las plantas vivan en lugares que no deberían realmente.
-¿Eso es posible, sin cambiar todo el clima? – Nyrn levantó una ceja, aún incrédulo – porque yo no quiero llenar de pantanos mi bosque – aseguró.
-¿Qué tienen de malo los pantanos? – preguntó Keroh, cruzándose de brazos, entrecerrando los ojos con molestia y haciendo un mohín, sintiéndose ofendido.
-Nada, nada… – negó el ojiverde.
-Entonces, ¿si puede vivir, papi? – Neyr sonrió emocionado.
-Sí, pero, tu padre tendrá mucho trabajo que hacer – Skoll miró de soslayo a su esposo.
-Ah… – Nyrn dudó un poco, pero al ver la ilusión en los ojos de su hijo no pudo negarse – bien… – suspiró el rubio – pero, lo haremos mañana y antes de que Keroh se vaya, para que nos ayude a emular el pantano, lo mejor posible.
-Ahora, ve a decirle a Oren que te ayude a poner la planta en una maceta – indicó Skoll para su hijo – y le dices a Miley que venga, para darle indicaciones.
-¡Sí!
Neyr caminó una vez más hacia el palacio.
-¿Nos vamos ya? – preguntó Nyrn, cuando su hijo se alejó lo suficiente.
-No – negó el peliblanco – espera a que venga Miley.
* * *
Después de que Miley acudió al llamado de su señor, este le dio indicaciones para cuidar de Neyr, además de explicarle que, para entretenerlo más, le permitiera acompañar a Oren al templo, a pedir algunas cosas a los sacerdotes, mismas que se ocuparían para el invernadero. Con ello, Skoll se aseguraba de entretener a su hijo en algo que realmente le interesaría y no con la excusa de Nyrn, de la dichosa ramita que jamás encontraría.
Los dioses y el albino fueron directamente al lago dónde sembrarían su tercera semilla. El lugar, igual que los dos anteriores, era hermoso, un pequeño lago rodeado de arboles, plantas luminiscentes y una delicada cascada que caía por las rocas de la montaña que estaba tras él.
-Si sigues creando claros, te quedarás sin bosque, Nyrn – Raky lo miró de soslayo.
-No creo, tengo demasiada tierra de la cual puedo echar mano – aseguró el rubio – además – suspiró – tardamos tanto en poder poner una semilla que no es problema, si no fuera así, podría usar el mismo lago y sembrarlas alrededor, como lo hacían las dríades de antaño, para tener a todas en un mismo lugar…
-Sí, pero aun se tiene que esperar años para sembrar una semilla – Meryl suspiró – y si nosotros tardamos más en encontrar a alguien adecuado, tendremos mucho menos tiempo, porque no somos eternos…
-Ya llegará el correcto – mencionó Skoll, quien se estaba sentando en el claro, ayudado por su esposo y Drif – no se preocupen – dijo con tranquilidad – ya pronto llegarán… – aseguró.
Skoll quedó sobre el pasto y Nyrn se apresuró a quitar la túnica blanca que el menor portaba, dejándolo desnudo. Las mejillas de Skoll se tiñeron de rojo; aún se sentía apenado de que sus cuñados lo vieran, pero, era necesario hacer eso, para poner la semilla y, además, estaba seguro que jamás lo mirarían de manera inapropiada.
Los doce Dioses caminaron a sus lugares, quedando a orillas del islote, expectantes, esperando el momento de curar a Skoll de la herida en su vientre; aunque ninguna de las dos veces anteriores hubo problema, no se confiaban.
La luna estaba llegando a la cúspide, alumbrando el claro, cuando el vientre de Skoll brilló.
-Creo que es hora… – dijo con emoción el peliblanco.
Nyrn no se había apartado de su lado y asintió.
Una abertura empezó a mostrarse, desde el ombligo hacia debajo de su abdomen; el albino apretó los parpados y ejerció presión en el agarre que tenía sobre el pasto. Nyrn siempre se sentía inquieto; sabía que a Skoll le dolía, pero no podía confortarlo mucho, pues debía esperar a la semilla y no podía ocupar sus manos en otra cosa, antes de eso.
-¿Qué es eso? – la voz de Gralk sobresaltó al rubio y todos los demás dioses observaron hacia donde el azabache señaló.
Nyrn sintió que el mundo se abría bajo él; era la luz de los espíritus, pero no comprendía la razón de los mismos, pues Skoll estaba bien.
-A menos que… – su voz se perdió, pensando que algo malo iba a ocurrir con su semilla, de nuevo.
-¿Qué hacemos? – Videk miró a Raky, esperando una respuesta, pero el otro Dios también parecía tenso.
-No podemos meternos en su camino – dijo entre dientes.
-¿Por qué están aquí? – Meryl apretó sus puños.
-No lo sé – respondió el pelirrojo – pero espero que no sea nada malo…
Cuando todos los espíritus llegaron, empezaron a girar alrededor del pequeño islote; los doce dioses, inconscientemente dieron algunos pasos para atrás, cerrando el círculo, para proteger a la pareja, quien aún estaba esperando a que la semilla saliera.
Una de las esferas tomó forma y, después, doce más la siguieron. Todos se sobresaltaron al verlas, pero cada uno reconoció a quien conocía, a pesar de que habían pasado siglos sin verlas.
-¿Madre? – preguntaron a la vez.
Cada una de las figuras etéreas, fue hacia su hijo, mientras que Narn, se acercó a Nyrn.
-Parece que nos esperó… – sonrió con emoción.
-¿Qué hacen aquí? – preguntó el rubio con recelo, aunque no quería ser descortés con su madre, tenía miedo de que fuera por algo malo.
-Tranquilo, tranquilo – dijo ella con diversión – mira, Skoll no está tan asustado como tú.
El rubio observó a su esposo, quien mantenía los parpados cerrados, aunque con un gesto de ligero dolor en el rostro; esperaba a que su vientre terminara de abrirse, pero lo estaba haciendo demasiado lento.
-Madre… – el ojiverde pasó saliva – ¿por qué vinieron esta vez? – preguntó con temor.
-Porque queremos constatar algo importante – respondió – ahora, anda… – apuró – ayuda a Skoll, que él solo y tu semilla, van a tardar más.
Nyrn desconfiaba, pero hizo caso a la indicación de su madre. Colocó ambas manos en el vientre de su esposo y movió las palmas hacia los costados, con ello, la abertura se hizo más grande. El capullo de flor se observó, pero a diferencia de las dos veces anteriores, no era rojo, sino blanco; parecía cubierto por una delicada tela fina, algo extraña y pegajosa.
-¡Sácala! – apremió Narn – anda, ¡sácala! – dijo con emoción.
Su hijo colocó las manos para recibir el capullo y este se abrió; los pétalos desaparecieron y la semilla quedó en las manos de su padre. Nyrn puso un gesto de susto al ver su semilla, ya que no era igual a las anteriores.
-Ahí está… – sonrió Narn.
Apenas dijo eso, las otras doce dríades se alejaron de sus hijos y fueron a rodear a Skoll, observando con curiosidad.
“Que hermosa…” “es preciosa…” “parece una perla…” “es tan linda…” “seguramente el dríade será adorable…” “increíble…” “me hubiera gustado tener una así…” “”¡por los espíritus!”, “¡es magnífica!”
Las palabras se escuchaban y Nyrn se estaba poniendo aún más nervioso, además, sus hermanos se interesaron en saber que ocurría y se acercaron a ver qué era lo que sus madres observaban.
La semilla, que normalmente era una enorme formación de cristales carmesí, ahora era una esfera, casi perfecta, de un blanco tan puro, que resplandecía con la luz de la luna; a pesar de todo, era recubierta de savia y esta escurría por las manos de su padre, quien aún la tenía cerca del cuerpo de su esposo, sin atreverse a moverse.
-¿Qué…? – Skoll respiraba agitado – ¿qué pasa? – preguntó con miedo, al pensar que su semilla tenía algo malo – ¿le pasa algo? – su voz se quebró, imaginando lo peor.
-Nada, cariño, no te preocupes, está perfecta… – Narn le acarició la mejilla – anda Nyrn, acércala a la tierra.
-Pero… – el rubio estaba consternado.
-Solo hazlo – dijo otro espíritu.
El ojiverde asintió y acercó esa esfera a césped. La cobertura se fragmentó y se quebró como si fuese un cascarón; cuando los pedazos empezaron a caer, la savia que estaba dentro, fluyó como delicadas cascadas hasta la tierra y, la semilla que todos esperaban se mostró en el interior, en perfecto estado y brillando con intensidad. Rapidamente, empezó a buscar la tierra; las raíces se enterraron y empezó a cubrirse con la misma.
-Ya está – sonrió Narn.
En ese momento, Nyrn y sus hermanos salieron de su asombro y observaron el cuerpo de Skoll. El albino gimoteó, pero su abdomen estaba cerrando con rapidez.
-No te preocupes – dijo otro espíritu – su cuerpo no está tan lastimado, por tanto, cicatrizará muy rápido.
-Me van a decir, ¡¿qué sucede?! – preguntó el rubio con desespero, pero manteniéndose atento a su esposo.
-Sí – Raky observó a su madre de soslayo – Nyrn no es el único que necesita respuestas…
-Bien, se los diré – Narn se puso de pie – vinimos a ver la semilla de Skoll, porque los espíritus nos dijeron que era muy especial…
-¿Por…? ¿Por qué? – preguntó el albino, su vientre ya había cerrado completamente y, aunque había manchas de sangre, no era tanta como las veces anteriores.
-Skoll – Narn le sonrió – tus semillas, reciben un nutriente que, nosotras – señaló a los otros espíritus – como dríades, no podíamos darle a las nuestras…
El pelilblanco y todos los dioses seguían sin entender lo que ocurría.
-Nosotras, teníamos que esperar veinticinco años para poder portar otra semilla, porque nos lastimaba mucho – prosiguió ella – pero tú, mi pequeño niño – señaló al ojirrojo – le das a tus semillas un alimento especial, que nosotras no producimos – dijo con seriedad – la leche…
-¿Leche? – el menor pasó la mano por sus pechos abultados, donde sus pezones sonrosados se alzaban, ligeramente erectos.
-Sí – asintió Narn – y por ello, Skoll, tus semillas se recubren con una protección que, las cuida a ellas y, ¡evita que te lastimen a ti! – dijo con emoción – aunque, hasta esta semilla, la protección fue completa, porque con las demás, producías leche hasta la tercera o cuarta luna.
-¿Qué significa? – el corazón de Nyrn se aceleró.
-Significa, que Skoll no tiene que esperar veinticinco años para portar una semilla – respondió su madre con obviedad.
-Es decir que… – el ojiverde pasó la mano por su cabello – podemos…
-Sí – su madre asintió – puedes sembrar una semilla cada cinco años…
-¡¿Cinco años?! – los hermanos de Nyrn no pudieron evitar gritar.
-¡¿Quieren decir que van a tener hijos cada cinco años, de ahora en adelante?! – Meryl señaló a la pareja.
-Sí, mientras haya germinación – respondió su propia madre con seriedad.
-¿Por qué…? ¿Por qué cada cinco años? – indagó el menor con curiosidad.
-Porque yo puedo producir una semilla en mi árbol de vida, cada cinco años, mi hermosa flor – sonrió el rubio con ilusión – aunque normalmente no lo hago, porque no lo necesitaba y esperaba hasta que tú estuvieras bien – explicó.
-Realmente – Narn se alzó de hombros – entre Neyr y tu siguiente retoño, pudiste haber dejado pasar entre quince y veinte años, y de ese a este, unos diez o quince, pero, no importa, tú tampoco sabías…
-Entonces… – Skoll observó a Nyrn con emoción – ¡si podemos llenar el bosque con nuestras semillas!
-Sí – asintió el ojiverde, sonriendo ilusionado.
-Cinco años… – Meryl aún no salía de su asombro y no era el único.
-Entre más nos tardemos… – Elfry pasó las manos por su rostro.
-Más hijos van a tener ellos y nosotros no… – dijo Elgrim en un susurro, sintiéndose un poco derrotado.
-No sé si sentirme feliz o triste – señaló Derok.
-No sean infantiles – dijo uno de los espíritus.
-Además, no es tanta diferencia – señaló otro.
-Hora de irnos – indicó Narn – cuídense mucho – se inclinó a besar el cabello de su hijo y después, la mejilla de Skoll – estaré al pendiente de ustedes… – sonrió y se convirtió en una pequeña esfera azul, para volver por dónde habían llegado.
Las otras dríades se despidieron de sus hijos, y se convirtieron en pequeñas luces, para seguir a Narn.
Los doce dioses observaron a la pareja, sin poder ocultar un dejo de melancolía, pues, mientras Nyrn y Skoll tendrían una gran familia, ellos seguían sin encontrar a la persona adecuada para ser su pareja.
* * *
Desde el amanecer, todos los hermanos de Nyrn se retiraron, a excepción de Keroh, quien se quedó a ayudar a construir y adecuar el invernadero, gracias a las cosas que los sacerdotes les habían conseguido de la noche a la mañana; no era un gran terreno, pero si el suficiente para hacer un pequeño ecosistema individual.
Casi al atardecer, Skoll estaba con Neyr, observando desde el exterior, como ambos dioses conseguían que, en el interior de ese pequeño recinto, hecho de madera y con cubiertas de cristal, el clima se asemejara al del bosque pantanoso, del menor de los dioses.
-No está mal, ¿no crees? ¿Eh? – Keroh estaba emocionado, observando la creación – es chiquito, ¡pero bonito! Y ¡perfecto para la orquídea!
-Realmente, no está nada mal… – sonrió Nyrn.
Neyr corrió hasta ellos – ¿ya puedo plantarla? ¿Puedo?
-¡Sí! – asintió Keroh – tráela y te enseño cómo plantarla – sonrió ampliamente.
El menor volvió corriendo hasta su papá, quien estaba sentado en una silla, bebiendo un vaso de agua de frutas, con la pequeña maceta que contenía la planta, a un lado.
-¡Ya! – anunció antes de llegar con el albino.
Skoll se iba a incorporar, pero Miley no lo permitió, a pesar de que no estaba mal para moverse, extremaron cuidados, como las dos veces anteriores; el espíritu de la chica agarró la maceta y se acercó al pequeño Neyr, entregándosela con cuidado y lo sujetó de la mano para acompañarlo hasta su tío, sin que tuviera algún percance, por ir distraído.
Nyrn dejó solos a Neyr y a Keroh, después de todo, sabía que su hermano cuidaría muy bien del niño, ya que el otro le había pedido muchas veces que le permitiera ir a su bosque; no lo había permitido aun, no porque no quisiera, sino que Neyr aun tenía que estar cerca de su árbol de vida.
-¿Listo? – indagó Keroh.
-¡Sí! – dijo el niño.
El rubio mayor lo sujetó de la mano y dieron un paso al interior, siguiendo un pequeño sendero de rocas que había; alrededor, algunos montones de tierra eran rodeados por agua oscura, cubierta por un musgo verde.
-¿Por qué el agua es así? – preguntó Neyr con curiosidad, ya que él solo conocía los lagos de agua clara y riachuelos cristalinos, en dónde podía observar el fondo del mismo.
-Pues, porque así es mi hogar – sonrió el mayor.
-¿No tienes agua limpia? – Neyr lo miró con asombro.
-¡Claro que sí! – Keroh hizo un mohín, ofendido – toda el agua es limpia, pero los animales y las plantas, prefieren que sea así – explicó – el barro está lleno de nutrientes y sedimentos naturales – aseguró – y todos los animales, especialmente los cocodrilos, son muy felices ahí.
-¿“Cocopilos”?
-Cocodrilos – corrigió el mayor, sintiéndose importante, ya que, normalmente era a él a quien corregían.
-¿Qué es eso?
-Es un animal muy feroz, pero también, muy bueno y divertido – sonrió – mira, ahí puedes poner la orquídea – señaló un pequeño montículo en el centro de todo.
Ambos se acercaron y Neyr sintió que sus piecitos se hundían en el lodo – se siente, raro – dijo con algo de inquietud.
-¿No te gusta? – preguntó Keroh, con algo de tristeza.
-No es eso – dijo el niño – es que, papi siempre me dice que me lave los pies – explicó refiriéndose a Skoll – y no deja que me llene de lodo.
-Cuando vayas a mi bosque, ¡podrás llenarte de todo el lodo que quieras! – dijo el mayor con emoción – casi todo es pantanoso y, aunque podemos caminar sobre el agua, los troncos o los animales, es más divertido si te ensucias – explicó ilusionado, mientras abría la tierra lo suficiente, para que su sobrino pudiera colocar el bulbo – listo, ponlo.
Neyr sacó la plantita de la maceta, colocando el bulbo con mucho cuidado en el interior del agujero y Keroh lo cubrió con la tierra lodosa; usando un poco de su poder, consiguió que las delicadas flores brillaran y aceptaran su nuevo hogar con rapidez.
-Listo…
-¿Y ahora qué? – Neyr estaba hincado, observando la planta.
-Bueno… – Keroh frunció el ceño – si lo cuidas bien, el bulbo sacará más bulbos y tendrás este lugar lleno de orquídeas en poco tiempo, pero tienes que regarlas diario, o en su defecto, producir neblina – explicó con seriedad – la neblina produce humedad y eso le gusta…
-Ya veo… me gustan sus flores… – dijo el menor, acariciando con sumo cuidado el ramillete purpura – son muy lindas – sonrió – ¿tu bosque está lleno de ellas?
-Solo en esta época – se alzó de hombros – son plantas perenes, así que en invierno, no van a tener flores, pero si las cuidas mucho, cuando llegue la época de primavera y verano, tendrás ¡todas las que quieras!
Neyr sonrió emocionado y se lanzó a los brazos de Keroh, sin importar que lo ensuciara de lodo – ¡gracias, tío Keroh!
-De nada…
El rubio abrazó al niño y suspiró, él también quería tener un hijo como Neyr, para enseñarle todo lo de su bosque, y, si podía quedarse con su pareja toda una vida, como Skoll lo estaría con Nyrn, podría devolverle a la ciénaga, su belleza de antaño, esa que él no conoció pero que su madre le contaba, cuando era un pequeño retoño recién salido de su árbol de vida.
Pero debía volver a la triste realidad; posiblemente tardaría mucho tiempo en encontrar a alguien especial, ya que en su familia guardiana no había nadie que le agradara y, en ocasiones, temía que no encontraría a nadie jamás.
* * *
Keroh y Neyr salieron del invernadero y cuando Skoll vio a su hijo, se cubrió la boca para no gritar; el niño estaba sucio de lodo y, obviamente, no era algo que a él le gustara mucho. Mientras el albino llevaba a Neyr al palacio, para limpiarlo, los Dioses se quedaron cerca del lago, platicando un momento, mientras Keroh se limpiaba el lodo, con el agua; cuando el rubio menor se dio cuenta que ya estaba demasiado oscuro, entendió que era hora de irse.
-Bien, ya es hora de que vuelva a casa – Keroh sonrió y empezó a invocar una nube de tormenta.
-Gastaste mucha energía – Nyrn levantó una ceja – ¿no crees que es mejor que te quedes hoy también?
-No – negó – además, no estuve en el ritual de ayer y no sé que habrá pensado mi sacerdotisa – arrugó la nariz, haciendo un mohín de enfado.
-¿No te agrada?
-No – dijo con rapidez – es algo molesta – se rascó la cabeza – y sus hermanos tampoco me llaman la atención, así que, supongo que no tengo suerte aún…
-Ya la tendrás, cuando menos te lo esperes – aseguró el mayor – muchas gracias por hacer feliz a Neyr.
-¡De nada! – Keroh negó – ¡Neyr me gusta!
Nyrn levantó una ceja, su rostro se ensombreció y se cruzó de brazos – ¿qué dijiste? – preguntó con voz grave.
-Que Neyr me gusta y lo quiero – respondió con toda naturalidad.
-Keroh… – Nyrn apretó los puños.
Su hermano tembló ante su actitud y se dio cuenta que el otro lo había malinterpretado –espera, espera… – el rubio menor negó – no lo quiero como tú quieres a Skoll, ¡en serio!
Skoll volvía del palacio, Neyr ya estaba limpio y venía agarrado de la mano de su papá; cuando se acercaron, encontraron a Nyrn jalando las mejillas de su hermano con fuerza, mientras que el otro trataba de alejarlo.
-¿Pasa algo? – preguntó el ojirrojo con interés.
-Skoll… – los ojos castaños de Keroh estaban húmedos y no podía hablar bien – ayúdame…
-Nada… – dijo el ojiverde, soltando a su hermano – más vale que sea cierto que no lo quieres de otra forma o no vuelvo a permitir que lo veas – espetó en voz baja para el menor y caminó hacia su esposo.
Keroh se sobó las mejillas y sollozó – ya sé… – dijo débilmente – pero no es lo que piensas… – se limpió las lágrimas y suspiró – ya me voy… – hizo un mohín.
-Ve a despedirte de tu tío – dijo el albino para su hijo.
Neyr corrió hasta Keroh y lo abrazó – que te vaya bien, tío Keroh – sonrió – el otro año, tendré muchas orquídeas, te lo prometo…
-Si te portas bien, cuando vuelva ¡te traeré un cocodrilo! – dijo el otro con emoción.
-¡No! – Skoll negó, él no conocía esos animales, pero los había visto en los libros y, ante sus grito, todos lo miraron con curiosidad – es… es decir… – carraspeó sintiendo sus mejillas arder – tener animales de otros bosques sería complicado, mejor sigue trayendo plantitas – sonrió nerviosamente “además son más inofensivas” pensó.
-De acuerdo, te traeré otra planta – Keroh asintió – ahora sí, me voy…
El rubio acarició el cabello de su sobrino y caminó hacia el lago de Nyrn, con un chasquido, un chorro de agua llegó hasta ahí, cayendo como cascada, gracias a la nube que había invocado con anterioridad y un portal se abrió.
-Adiós… – dijo el rubio, moviendo la mano para despedirse y, finalmente, desapareció por el portal.
-Neyr… – Nyrn llamó a su hijo – vamos, hay que ir a cenar, porque esta noche, tienes que dormir en tu árbol de vida.
-¡Sí! – asintió el menor y corrió hacia el palacio.
Mientras el niño se alejaba, la pareja se tomó de la mano para caminar hacia su hogar.
-¿Qué pasó? – preguntó el ojirrojo con suavidad – jamás pensé que tratarías así a uno de tus hermanos – dijo con precaución.
-Nada – el ojiverde suspiró – es que, Keroh dijo que quería a Neyr y, pensé…
-¿Pensaste que lo quería como pareja? – indagó el peliblanco con diversión.
-Sí – asintió – aunque él dice que no – contó con voz molesta, no parecía creerle del todo.
-Nyrn… – Skoll recargó la cabeza en el brazo de su esposo – es obvio que todos tus hermanos, incluyendo a Keroh, quieren mucho a Neyr, pero solo como su sobrino – explicó – no pienses cosas que no son…
-¿Cómo sabes eso? – preguntó con desconfianza.
-Porque Keroh es un chico muy dulce – dijo con calma – y siento que su carácter puede malinterpretarse por personas posesivas y celosas, como tu – le guiñó un ojo.
-Yo solo espero que encuentre pareja pronto – gruñó – porque si cuando Neyr crezca, intenta algo, lo va a pagar – amenazó.
-Te aseguro que Keroh y todos tus hermanos, nunca se atreverían a hacerle algo a Neyr – Skoll suspiró – dime, ¿tu le harías algo a sus hijos?
-¡Jamás! – negó el ojiverde – los cuidaría como a mis propios hijos…
-Entonces, no te preocupes – Skoll detuvo sus pasos y obligó a su esposo a inclinarse, para besarlo en los labios – ellos piensan igual que tu… – sonrió al separarse de su pareja – no dudes de ellos, son tu familia…
Nyrn sonrió y asintió – está bien, prometo que no pensaré mal de ellos…
En el fondo, él sabía que podía confiar en sus hermanos, porque también los quería, pero, no podía evitar sentirse inquieto al pensar en el futuro de Neyr, pues a su ver, aún era un niño y tenía miedo que algo malo pudiera pasarle.
En ese momento, su pequeño retoño llegó y se abrazó a sus piernas – ya está… – estaba agitado por correr – la cena… – sonrió.
-Entonces – Nyrn se alejó de Skoll y levantó a su hijo en brazos – vamos a cenar, porque después, debemos ir con tus hermanos, a regar sus árboles – anunció.
-Papá… – el ojirrojo se abrazó al cuello de su padre – mi tío Keroh me dijo que mi planta necesita neblina, ¿me enseñas a hacerla?
-Por supuesto – asintió – mañana te enseño, lo prometo – dijo con seguridad y le ofreció la mano a su esposo, para ir al palacio.
Skoll sonrió, sabía que Nyrn era muy especial, pero siempre cumplía su palabra y, aunque estuviera algo molesto con su hermano, no volvería a pensar mal de él.
La pequeña familia caminó hacia el palacio y antes de entrar, Skoll detuvo sus pasos un instante, observando todo el recinto.
-¿Pasa algo? – preguntó su esposo.
-Nyrn… – el menor lo miró a los ojos – ahora que tendremos una semilla cada cinco años, vamos a tener muchos hijos… – mencionó con lentitud – creo que el palacio no tiene suficientes habitaciones – dijo con preocupación.
El ojiverde sonrió y le besó la frente – no te preocupes por eso – negó – cuando llegue el momento, haremos algo al respecto, te lo aseguro… Ahora, vamos a comer.
Skoll suspiró y aceptó las palabras de su esposo, aunque pusieran semillas cada cinco años, debían esperar cincuenta hasta que sus pequeños retoños salieran de su árbol, por tanto, aun tenían mucho tiempo para pensar en lo que harían, cuando su familia creciera.
* * *
Bien, este es el final de este extra, pero, con esto, pongo las bases para iniciar con los ‘spin off’ de los otros dioses. ¿Cuándo saldrán? No les puedo prometer una fecha, porque, saben que tengo muchos pendientes, pero, igual, puedo darles la sorpresa un día de estos ^..^
Mientras tanto, disfruten lo poco que puedo ofrecerles y, espero que les haya gustado esta historia, que, realmente,m er apara explicar un poco más de los Dríades ^o^.
Pronto habrá que modificar algunas cosas en la 'explicación de Natural', especifiamente, como se ve la nueva semilla XD
Mientras tanto, disfruten lo poco que puedo ofrecerles y, espero que les haya gustado esta historia, que, realmente,m er apara explicar un poco más de los Dríades ^o^.
Pronto habrá que modificar algunas cosas en la 'explicación de Natural', especifiamente, como se ve la nueva semilla XD
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