Siempre he tenido miedo.
Desde pequeño, entendí que no era un chico normal, a pesar de que intentaba portarme como uno, ¡tenía que hacerlo!
Era hijo único, el orgullo de mi padre porque era varón; él siendo un hombre reacio, hecho y derecho, militar de rango alto, imponía ante todos y realmente me daba miedo, a pesar de que él se portaba amable, accesible, porque quería ser mi amigo y que confiara en él.
Él llegaba en la tarde o noche y solo me decía — vamos a jugar, campeón.
Aunque a mí no me gustaba el deporte, salíamos al patio, jugábamos soccer, basquetbol incluso americano y fingía que lo disfrutaba, aunque en el fondo, quería algo más.
No podía negarme, porque mi padre se esforzaba para darme algo de tiempo, a diferencia de los padres de mis amigos; todos ellos decían que era afortunado, porque sus papás nunca tenían tiempo, no les ponían atención, ni siquiera recordaban que tenían hijos y el mío trataba de estar ahí para mí, apoyándome en todo.
Él siempre encontraba la manera de darme su tiempo; desde el jardín de niños, cada que terminaba el año escolar, sin importar lo que ocurriera, él conseguía un permiso, acudía por mis calificaciones junto con mi madre y me decía — estoy orgulloso de ti…
Pero al llegar a mi adolescencia, me sentía un completo farsante frente a él; yo prefería otras cosas, entre ellas el arte, el diseño y especialmente la moda, pero debía ocultar esas inquietudes, aunque de cuando en cuando, compraba libros y revistas, pero después de verlas, terminaba donándolas o rompiéndolas, todo, a escondidas de mi familia. Llené decenas de libretas con diseños de vestidos, especialmente de bodas; por aluna razón siempre soñaba con usar uno aunque sabía que era impropio y eso me hacía sentir mal al final, por lo que escribía tras él una disculpa por no poder ser como mi padre esperaba de mí. Cada que terminaba una libreta, le dedicaba una noche para verla y después, la lanzaba a la basura, junto con alguna otra cosa de la escuela, para que mi madre no sospechara.
Mi padre seguía siendo amable, accesible y me daba su tiempo, aunque dejamos de salir a jugar, para ponernos a platicar; él decía que ya estaba muy grande para eso y prefería una charla amena conmigo después de la cena. Yo trataba de ser un chico normal, varonil y por sobretodo, intentar no decepcionarlo, pero mi corazón se aceleraba, cuando él tocaba el tema que más me aterraba.
—¿Cuándo traerás una pareja a casa? — esa pregunta conseguía que todo a mi alrededor se oscureciera y el peor escenario llegara a mi mente, en caso de tener que decirle mi secreto.
Me imaginaba a mi padre molesto, incluso furioso, pero en el fondo, lo que más me dolía era pensar que estaría decepcionado de mí, que al saberlo, me miraría con desprecio e incluso asco y en silencio se pondría de pie, daría media vuelta y se alejaría de mí.
—Aun no tengo, será después… — esa era mi respuesta y él parecía aceptarlo sin problema.
Cuando llegó el momento de elegir universidad, mi corazón y mente gritaban “¡diseño de modas!” y estuve durante día tratando de armarme de valor para pedirle a mi padre el permiso de estudiar esa carrera, pero cuando llegó el día de hablar de universidad, el terror me invadió y no pude hacerlo.
—¿Qué vas a estudiar? — preguntó mi padre con amabilidad, mientras estaba sentado al lado de mi madre en la sala de estar.
Los dos observaban todos los folletos todas las carreras que ofrecían en el campus universitario más grande de la ciudad, dónde él decidió que nos estableciéramos, a pesar de que seguía en activo en la milicia, pero faltaba precisamente el folleto de la carrera que yo deseaba, ya que estaba en el bolsillo de mi pantalón, doblado, a la espera de que lo sacara, pero al final, no pude.
—Ingeniería en sistemas — dije con rapidez.
Mis padres parecieron sorprenderse.
—¿De verdad? — mi padre levantó una ceja — ¿por qué elegiste esa carrera?
—Soy bueno con las matemáticas y el álgebra — respondí como autómata — creo que me irá bien.
Mi madre hizo un mohín — pero… ¿estás seguro, ‘patito’?
«No…» pase saliva.
—Debes elegir una carrera que te guste, sabes que la colegiatura y cualquier cosa, no es problema, ¿verdad?
Ante las palabras de mi padre, metí la mano en mi bolsillo y apreté una vez más el papel que había ocultado ahí, pero al final, solo forcé una sonrisa.
—Creo que de mis opciones, es la mejor — traté de decirlo con seguridad, para poder sentirme bien con mi propia mentira.
—De acuerdo, entonces esfuérzate en tu examen de admisión — mi padre sonrió amablemente.
Asentí y me retiré a mi cuarto, cerré y traté de que mi respiración volviera a la normalidad; tenía inmensas ganas de llorar, pero no quería hacerlo. Tenía que ser fuere, como un hombre de verdad, aunque en el fondo, yo me sentía distinto.
Me recargué en la puerta y me deslicé hasta el piso sentándome y flexionando las rodillas, para descansar mi frente en las rodillas, a la par que mis manos rompían en cachitos el folleto de la facultad de diseño de modas.
Había tomado la decisión, solo por no poder enfrentar el miedo de decirle a mi familia quien era de verdad.
Me di ánimos, pensando que las cosas mejorarían cuando me hiciera a la idea, pensé que no podía ser tan malo, los ingenieros en sistemas tienen muchas especialidades que al final, les dan mejores oportunidades y podía llegar a tener un buen empleo.
—Todo estará bien — sentencié y ni una sola lágrima escapó de mis ojos — solo debo seguir adelante.
Pero todo cambió en la universidad, cuando sentí que el infierno se desataría en mi vida, cuando conocí a Nathan. Era un chico amable, serio, responsable, varonil; con solo una mirada fue como si el descubriera mi alma y no podía evadirlo completamente, porque compartía grupo conmigo.
Él se acercó a mí y yo intenté rechazarlo; quise obligarme a detestarlo, incluso lo trataba de la peor manera para que él me odiara y se alejara de inmediato, pero cada desdén que le hacía, él sonreía y volvía a acercarse a mí, siendo aún más cordial, dulce y galante. En menos de dos meses, logró que cada fibra de mi ser lo anhelara y terminé sucumbiendo a él.
El primer beso que me dio, fue en su casa, cuando estábamos estudiando a solas en su habitación y me elevó al paraíso. Fue un beso tranquilo, suave, delicado; él sabía que yo tenía miedo y se tomó el tiempo para hacerme sentir seguro y realmente lo disfruté, tanto que no quería que terminara. Nathan no me presionó en ningún momento, a pesar de que rechacé su propuesta de ser mi novio, porque yo aún tenía dudas y entendió que mi problema era que no podía enfrentar a mi familia, pero dijo que esperaría el tiempo que yo considerara necesario.
Duramos meses escondiéndonos de mis padres, aunque Nathan iba a mi casa como mi amigo y compañero de equipo, para hacer trabajos de la carrera.
Mi madre era amable con él, pero cuando se topaba con mi padre, él parecía verlo de pies a cabeza, como si lo analizara y lo trataba demasiado rudo, como si fuera uno de sus subordinados; eso me avergonzaba, pero Nathan solo reía y decía que no tenía problema con eso, ya que entendía que mi padre era militar y necesitaba tener control. Papa incluso le preguntó sobre su familia, sus pasatiempos y pareció quedar algo satisfecho cuando le dijo que practicaba deporte, porque era miembro del equipo de americano de la universidad.
Así, pasamos al segundo semestre.
Nathan quería invitarme a salir como pareja, quería que iniciáramos un noviazgo como tal, pero yo no podía hacerme a la idea; no sabía cómo iba a poder mantener eso a escondidas de mis padres y tenía miedo de provocar el holocausto.
—Yo hablo con ellos, hablaré con tu padre y le pediré permiso de frecuentarte como tu novio formal — ofreció tranquilo.
—¡No! — negué con rapidez — no entiendes, él es... demasiado varonil — sentencié — no creo que saber que su único hijo es gay, con gustos femeninos reprimidos, sea una noticia que pueda aceptar tranquilamente.
—Me dijiste que cuando eras pequeño, eran amigos, ¿no? Aún pueden serlo y puedes decírselo como amigo.
Pasé las manos por mi cabello y lo estrujé con fuerza — tengo miedo — mi voz se quebró — no quiero que me rechace — bajé el rostro y evité parpadear, sentía que mis ojos se humedecían y no quería llorar — ¿qué tal si no lo toma bien? ¿Qué tal si me corre de casa?
—¿Crees que lo haría?
—No lo sé — negué —, vi a otros militares, repudiar a sus hijos por ser gais abiertamente — pasé la mano por mi frente —, no quiero pasar por eso.
—¿Prefieres quedarte callado y sufrir? Eso jamás te permitirá ser feliz, porque no te aceptas a ti mismo, por miedo…
—Entonces, ¿qué debo hacer? Ir, decirle a mi pare que soy gay, que quiero estudiar diseño de modas, que quiero vestirme como mujer y tener una relación abiertamente homosexual, y ¿esperar que lo acepte sin problemas? — reí con amargura — eso… no creo que pase… porque no puedo… ¡no puedo enfrentarlo! — confesé y un par de lágrimas escaparon de mis ojos, así que las limpié con rapidez — no quiero decepcionarlo…
—Pero te decepcionas a ti mismo — Nathan me abrazó — sabes que te amo y te apoyaré, pero tienes que hacerlo, porque no es justo que finjas ser algo que no eres — besó mi cabello — y tampoco es justo, que engañes a tus padres.
Con esas palabras, no pude más y terminé rompiéndome. Empecé a llorar como no había hecho en años; había dejado de llorar, cuando era pequeño, porque eso no era correcto y no me lo dijo mi padre, sino que me lo decían mis amigos, si lloraba cuando me caía, se burlaban de mí y por eso, me obligaba a no llorar, además, jamás había visto a mi padre llorar, ni siquiera cuando murieron mis abuelos así que supuse que eso era lo que se esperaba de mí. Pero en ese momento, ya no pude más y saqué todo el dolor que me había guardado por años.
Nathan me abrazó y fue el pilar que me sostuvo para que no me derrumbara completamente; estuvo consolándome por más de dos horas y al final, besó mis labios.
—No voy a dejarte, ‘patito’ — sonrió al usar el apodo que mi madre usaba para mí.
Eso me hizo reír — no me digas así — dije entre sollozos.
—Es tierno — paso su nariz por mi mejilla — aunque no entiendo porque te dicen así, si tu nombre no es Patricio.
Limpié mis mejillas y suspiré — cuando era pequeño, quise tener un pato — limpié mi nariz —, mi papá me lo compró, estaba tan feliz que el pato dormía en mi cama y yo lo seguía por toda la casa — solté una risa mitad sollozo —, decía que yo también un ‘patito’ y desde entonces, mi mamá me dice así.
—¿Un pato? — Nathan levantó una ceja — ¿y qué pasó con el pato?
Mordí mi labio y una vez más mis ojos se llenaron de lágrimas — un día un gato de un vecino en la colonia militar, se metió al patio y lo mató — el llanto volvió a invadirme, ya que para mí fue un verdadero shock en mi infancia y aun no lo superaba del todo —, ¡pero no se lo comió! — acusé — así que cuando lo encontramos, solo estaba tumbado en el piso, con el cuello roto, la cola arriba y le faltaban muchas plumas.
Nathan empezó a reír.
—No te burles — dije ofendido.
—Lo siento — negó y me abrazó —, es solo que la escena del pato con el trasero al aire suena muy graciosa.
—No lo es — dije seguro, pero empecé a reír también; por primera vez miraba la escena desde otra perspectiva y sí, él tenía razón, en retrospectiva, había sido un poco gracioso, aunque como era un niño en aquel entonces, no pude superarlo.
Él me sujetó de las mejillas y me vio a los ojos — ¿ves? — sonrió — eres más hermoso cuando ríes que cuando lloras — aseguro —, pero aun así, siempre serás un chico infeliz, si no te liberas de ese miedo…
Lo abracé y me aferré a su camiseta; él tenía razón, era algo que ya no podía seguir ocultando. Lo sabía desde hace mucho tiempo, pero no tenía el valor para hacerlo, porque no me sentía seguro, pero ahora, el tener a Nathan a mi lado, me dio toda la seguridad que necesitaba.
Esa misma noche, llegué a casa; mis padres estaban ya cenando en el comedor y me sonrieron al llegar.
—¿Quieres cenar, ‘patito’? — preguntó mi madre.
—No, ya cene con Nathan — dije con rapidez, aunque era una mentira, no quería comer, porque si las cosas se ponían mal, seguramente terminaría sintiéndome mal del estómago.
—Debiste avisar — dijo mi padre — tu madre hizo la ración para ti.
—Lo siento.
Mi forma tan escueta de responder, no pasó desapercibida para ellos.
—¿Pasa algo, Héctor? — la mirada de mi padre se posó directo en mi rostro.
Por un momento, el miedo me invadió, una vez más sentí que no iba a tener las fuerzas suficientes de confesar lo que ocultaba, pero no podía echarme para atrás, no en esa ocasión. A pesar de sentir que mis piernas temblaban, me sostuve del respaldo de la silla que era mi lugar y respiré profundamente; necesitaba decir las cosas con rapidez, sin pensar, porque si lo hacía, no podía hacerlo, pero tampoco podía ver a mis padres, así que cerré mis ojos con fuerza.
—¡Soy gay! — anuncié de inmediato — odio la ingeniería, quiero ser diseñador de modas, de hecho ¡quiero diseñar vestidos de novia! — aseguré con convicción — desde pequeño supe que no era como todos los chicos porque no me gustan las cosas de niños — sentí un nudo en mi garganta —, me gustan los vestidos de niña, me gustan los peinados de mujer y hasta el maquillaje, aunque no sé cómo pintarme porque nunca me atreví a intentarlo — me burlé de mí mismo —, tenía miedo de decirlo, por eso les mentí, porque no sé qué van a decir, pero ¡ya no puedo seguir con esta farsa! — a pesar de no querer, mis lágrimas caían por mis mejillas y eso me hacía sentir patético, porque imaginaba la mirada desaprobatoria que mi padre podría estar poniendo en ese momento — ¡lo siento! No quería decepcionarte, papá, pero este no soy yo, jamás he sido yo y si intento seguir así, tarde o temprano, me sentiré completamente defraudado de mí mismo y ese sentimiento superara el miedo que tengo a tu rechazo, — mi pecho se oprimió — por eso tenía que decirlo, aunque me rechaces o me repudies y aunque me duela, tengo que enfrentar mis miedos o no seré feliz, como no lo he sido desde hace años — confesé.
Guardé silencio, pero no hubo palabras, ni un solo ruido y yo supe que todo el mundo de mis padres se había roto en mil pedazos, por lo que no podía soportar verlos — ¡perdón! — grité antes de correr a mi habitación.
Entré y cerré la puerta; seguía llorando como nunca antes lo había hecho, pero seguramente mi padre no tardaría en ir a sacarme de ahí y correrme de casa, así que debía enfocarme en juntar unas pocas pertenencias y salir de ahí antes de que eso ocurriera.
Saqué una pequeña maleta del guardarropa y empecé a echar unas cuantas prendas, aunque no sabía lo que hacía, porque mi mente estaba completamente dispersa. Terminé sentándome en el piso y llorando amargamente; quería llamarle a Nathan y pedirle que me esperara a unas calles de ahí, pero seguramente se asustaría si me escuchaba en ese estado.
Me quede ahí, en el piso, tratando de poner mi mente en orden, al menos lo suficiente para poder actuar y dejar de llorar, cuando un golpeteo en la puerta me sobresaltó. El terror me invadió y solo me abracé, temiendo que mi padre entraría a sacarme de ahí sin dudar.
Hubo un par de golpeteos más y finalmente, escuché como la puerta se abría; no le había puesto seguro pues aunque lo hiciera, seguramente mi padre podría abrirla sin problemas. Empecé a temblar, tenía pánico; a pesar de que nunca me golpeó, en ese momento estaba seguro que lo haría, pero lo que más temía era lo que me llegara a decir; si me repudiaba, sus palabras iban a quedarse grabadas en mi por el resto de mi vida y eso era el miedo que no me había dejado dormir bien jamás.
Escuché sus pasos acercarse y aguanté la respiración. Hubo algo de ruido como si cayera algo pesado al piso y sentí que llegaba a mi lado; intenté pasar saliva, pero me fue imposible porque tenía la garganta seca. Pude darme cuenta que se sentó a mi lado.
—¿Por qué lloras?
La voz de mi padre era tranquila y no sabía si eso me llenaba más de miedo que si estuviera pasando todo lo que me había imaginado que podía ocurrir. No pude responder, solo me encogí más en mi lugar.
Escuché como él suspiró — Héctor, todo lo que dijiste, tu madre y yo, ya lo sabíamos…
Con esas palabras, levanté mi rostro, mostrando confusión.
Mi padre me miró y sonrió tranquilamente; a pesar de la edad, seguía siendo un hombre fuerte y su presencia imponía a todos los que estaban bajo su mando, su cabello tenía canas a los costados de su cabeza y su barba de candado estaba salpimentada, pero esa sonrisa era la misma que me daba desde que tenía uso de razón.
—¿Cómo…? — mi voz fue un hilillo.
—Cuando dejaste de salir a jugar, tu madre se preocupó — dijo con voz calmada —, le dije que era normal, ya eras un adolescente y seguramente, pronto dejarías de comportarte como nuestro niño y serías más rebelde — sonrió —, psicológicamente, un padre se prepara para eso con un hijo varón — levantó el rostro —, un día, en la mañana, mientras tú estabas en la secundaria, en primero, lo recuerdo muy bien — añadió con seguridad —, ella me marcó y me dijo que ocupaba que volviera a casa de inmediato, por la manera en que sonaba su voz, lo hice sin dudar…
La mano de mi padre se movió a una caja que estaba a su lado.
—Al llegar, ella estaba sentada en la mesa del comedor, asustada — puso un gesto serio —, me dijo que había encontrado algo en tu habitación, pero que no me enojara, que tenía que pensar que a veces, los hijos no son como uno espera — suspiró —, pensé lo peor, porque me había preparado para lo peor — dijo con total seguridad —, de inmediato pensé en drogas y mi mente solo pudo buscar maneras de devolverte al buen camino — le dedicó una mirada seria a su hijo —, pensé en enviarte a un internado, no sin antes enviarte a rehabilitación — rió —, pero cuando tu madre me mostro lo que había descubierto, yo… me sentí aliviado
—¿Qué cosa? — pregunté con miedo.
—Bajo tu cama, escondías una libreta…
Temblé. Las únicas libretas que escondía ahí, eran las de mis diseños y mis escritos.
—Cuando mire la pasta pensé, “es pornografía…” pero tu madre estaba muy asustada, así que me imaginé la peor pornografía que podía en ese momento — pasó la mano por su cabello —, pedofilia, zoofilia, BDSM, ¡todo junto! — levantó la voz.
«Solo eran dibujos…» pensé, sin atreverme a interrumpirlo
—¿Sabes? Tengo muchos amigos y conocidos, que sus hijos se metían en problemas, en riñas, en drogas, terminaban enfermos por tener sexo con cualquiera y otras cosas más desagradables, todo porque sus padres no estaban al pendiente y eso fue lo que pensé — se alzó de hombros —, que había fallado en mi meta de estar a tu lado, para que no cayeras en esas situaciones… así que, cuando abrí la libreta y miré vestidos, aunque admito que me sorprendió, realmente me sentí aliviado — respiró profundamente y sonrió tranquilo —, mi hijo, solo gustaba de cosas de chicas… ¡solo eso!
Mis ojos se llenaron de lágrimas de nuevo.
—Recuerdo que empecé a carcajearme frente a la mirada sorprendida de tu madre — una vez más rió — y me senté frente a ella, pasando las hojas de esa libreta y repasándola con la mirada, observando los trazos, los vestidos, cosas que no entendía — señaló —, pero que se miraban bien y le dije “tu hijo parece tener buen gusto…”
Esa frase me hizo sonreí, aunque solo un momento, porque un sollozo me interrumpió.
—Tu mamá me preguntó, “¿no estás enojado?” y le respondí, “¿Por qué? Enojado estaría si Héctor estuviera haciendo algo indebido, esto es inofensivo y si a él le gusta, ¿por qué debería molestarme?”
Pasé la mano por mi mejilla; no podía creer lo que mi padre decía.
—Ella respiró aliviada, pero luego me señaló unas hojas escritas y me dijo, “Héctor parece que tiene miedo de decirnos…” y fue en ese momento que le puse atención a los párrafos que estaban en las hojas después de los vestidos — ladeó el rostro observando a su hijo — y eso si me dolió.
Un sobresalto me hizo dar un pequeño salto en mi lugar.
—A pesar de mis esfuerzos — continuó él —, nunca pude conseguir que me tuvieras confianza, solo tenías miedo — me miro con tristeza —, miedo de mí, de mi reacción y supe que había fallado como padre — bajó el rostro —, fue la primera vez que lloré — confesó.
Levanté el rostro sorprendido y pude ver como sus ojos castaños, idénticos a los míos, estaban acuosos.
—Había fallado en convertirme en tu amigo y en vez de eso, solo te causaba miedo, todo lo contrario a lo que deseaba — su voz se escuchaba triste —, tenías inquietudes que no podías resolver, te gustaban los chicos y no sabías como actuar — enumeró —, tenías tantos problemas de adolescentes que se duplicaban porque eran del sexo opuesto a ti y no sabía cómo ayudarte, de hecho, hasta la fecha no lo sé, pero imaginaba que el mayor obstáculo para siquiera intentarlo, era tu falta de confianza hacia mí.
—Lo siento — dije a media voz.
—No… yo lo siento, porque jamás quise que te sintieras temeroso, mucho menos de mí — mi padre sonrió tristemente.
El silencio reinó un momento, hasta que él prosiguió.
—Tu madre me dijo que habláramos contigo y le dije que no, que devolviera tu libreta a su lugar y que no te dijera nada.
—¿Por qué? — pregunté confundido.
—Porque eran objetos tuyos y si te entrabas que invadíamos tu privacidad, menos confianza nos tendrías, así que debíamos buscar la manera de acercarnos a ti, de una forma más… sutil — no sonó muy convencido.
—¿Sutil?
—Sí — asintió — desde ese momento platicaba más contigo, intentaba entrar a tu vida de una forma distinta, menos agresiva — ladeó el rostro — querías cosas más emocionales y necesitaba encontrar la manera de hacerlo — sonrió nervioso —, pero jamás conseguía un avance — soltó el aire con frustración.
En ese momento recordé como platicábamos más de la escuela y siempre me preguntaba si me sentía bien; de igual manera, mi madre empezó a ser más amistosa y me preguntaba cosas de las novelas, cuando estaba con ella o de los programas que miraba en televisión, especialmente si se trataba de vestidos; eso me inquietaba y trataba de disimular poco interés, pero al final, terminaba embelesado en esas cosas. Cuando iba de compras, me preguntaba por mis gustos y siempre ele mentí, así que ahora comprendía porque ella parecía muy frustrada al comprar mi ropa; no les había puesto las cosas sencillas.
—Semanas después de nuestro descubrimiento — la voz de mi padre interrumpió mis pensamientos —, tu madre me volvió a hablar temprano — pasó la mano por su barba —, me dijo que había encontrado tu libreta en la basura y no sabía qué hacer…
Mis ojos se abrieron con sorpresa, estaba seguro que la había dejado en la basura de mi habitación, junto con otras hojas y cosas de la escuela que ya no servía, pensando que no se darían cuenta, pero si ya habían visto la libreta, la reconoció de inmediato.
—No entendí por qué lo habías hecho, pero le dije que la recogiera y la guardara, porque era algo importante para ti — dijo con total seguridad — y tiempo después se encontró otra y otra — movió sus manos y puso cerca de mis pies, una caja pesada —, guardamos todas y cada una de ellas, esperando con paciencia a que en vez de hacer eso, decidieras decirnos las cosas, pero, esperamos en vano, porque tú seguías fingiendo ser un chico “normal”, a pesar de que sabíamos que te esforzabas cada vez más por fingirlo…
Moví mi mano y abrí la caja, encontrando todas mis viejas libretas con mis diseños y mis escritos; realmente parecían más diarios
—Decidí que debía darte un empujoncito — prosiguió —, por eso, en tu último año de preparatoria, decidí venirnos a vivir a esta ciudad y establecernos, aunque seguía trabajando — sonrió — aquí, en la universidad, hay carrera de diseño de modas y pensé que si lo tenías a tu alcance, tal vez te decidirías, pero preferiste otra carrera… aun a la fecha, no sé por qué lo hiciste, pero creo que hoy ya que nos estamos sincerando, puedo saberlo, ¿verdad?
Pase saliva — yo… creí que eso te haría feliz — respondí con voz baja — que eligiera una carrera más… masculina.
Mi padre rió — ¿fue por eso? — levantó una ceja — créeme que pensé que había sido por Nathan.
—¿Por Nathan? — pasé saliva.
—Sí — asintió —, a pesar de que en un principio no encontraba una respuesta, desde el primer día que Nathan vino, tu madre y yo nos dimos cuenta que tú y él eran algo más que simple compañeros — su voz era completamente segura —, tus actitudes hacia él, dejaban notar un poco del verdadero tú que querías esconder — sonrió con algo de añoranza — amable, sencillo, incluso un poco de delicadeza salía a flote sin que te lo propusieras, así que pensé que lo habías conocido antes y por eso entraste a esa escuela.
Sentí que mis mejillas ardían, al parecer, no había podido ocultar la realidad a mis padres — no — negué —, a Nathan lo conocí ahí.
—Comprendo… pero esa fue la razón del por qué me convertí en un padre más sobreprotector contigo — me miró con seriedad.
—¿Sobreprotector? — pregunté intrigado
—¡Por supuesto! — asintió — no iba a permitir que cualquier chico viniera a mi casa a querer cortejarte, sin que siquiera me pidiera permiso, ¿o sí?
Me encogí de hombros y mi mente me hizo recordar todas esas preguntas raras que mi papá le había hecho a Nathan, como un cuestionario personal para conocerlo completamente; realmente quería saber sus intenciones hacia mí.
—Pero Nathan fue más sincero que tu…
Levanté mi rostro y lo mire con susto.
—Un día, me buscó en el cuartel, así que al platicar, me dijo que te quería como pareja y que no sabía cómo lo iba a tomar, pero que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, porque quería que le diera mi permiso para ser tu novio.
—¡¿Se atrevió?! — eso no lo sabía.
—Le dije que tenía muchos pantalones para irme a decir eso, pero que le agradecí que al menos fuera honesto — mi papa sonrió —, aunque le dije que yo no tenía ningún problema si tú lo aceptabas, porque sabía la verdad.
Abrí mis ojos de manera desmesurada.
—Él también puso ese gesto — se burló al señalarme —, solo le pedí que no te dijera que ya lo sabía, al igual que tu madre, porque quería que tu dieras el paso de sincerarte con nosotros, por decisión propia — pasó la mano por su cabello — y tal parece que cumplió con no decirte.
No me sentía bien del saber que Nathan me había mentido en eso, pero entendía que él también quería que lo hiciera por mí mismo; «por eso insistía tanto en que les dijera, porque sabía que nada malo iba a pasar…» pensé.
—Dime, Héctor — mi papá buscó mi rostro con su mirada —, después de todo lo que te he dicho, ¿quieres sincerarte más conmigo?
Mordí mi labio y asentí — yo… me gustan los chicos…
La carcajada de mi padre se escuchó — eso es más que obvio.
Me encogí de hombros — me gusta la ropa de mujer, me gustaría vestirme como mujer…
—¿Quieres ser una mujer?
—No exactamente — negué —, sé que soy hombre y quiero seguir teniendo mi cuerpo — especifique —, solo quiero usar ropa femenina, maquillarme y quizá sentirme como las chicas se sienten, pero sin dejar de tener mi identidad actual, ¿eso es malo? — pregunté confundido.
Mi padre rascó su cabeza — no sé — suspiró — primero tendría que entenderte por completo.
—Soy gay — dije con seguridad —, me gusta ser un chico gay — dije con nervios —, pero aunque me gusta y me siento a gusto usando la ropa de hombres, con estilo claro — especifiqué —, también quiero vestirme de chica, sentirme… bonito — mordí mi labio —, sentir por momentos lo que las mujeres sienten cuando se transforman en una princesa con un vestido hermoso, pero no es como que quisiera estar así las veinticuatro horas del día, ni tampoco deseo cambiar mi sexo o mi nombre, quiero seguir siendo Héctor, pero tener la seguridad de que puedo verme como hombre o mujer, en el momento que yo desee, sin ningún problema, ¿me explico?
Mi padre levantó una ceja y empezó a reír — creo que, necesitaré más información, porque estoy confundido.
—Yo también — suspiré —, aun no sé dónde encajo exactamente — me abracé a mis piernas —, por todo lo que he leído, por mi orientación sexual, soy gay, pero por mi identidad de género, no sé si soy ‘bigenero’ o ‘gender fluid’, o solo me gusta hacer ‘crossdresing’ — suspiré —, no sé si tengo que investigar más o simplemente no ahondar en el tema y dejar las cosas como están, porque me siento abrumado por todo.
Mi padre me despeinó el cabello y yo moví mi rostro, mirándolo de soslayo — no te rindas, investigaremos juntos, porque yo también quiero entenderte.
—Gracias — dije con sinceridad, me sentía tranquilo por eso.
—Entonces, ahora que sabes que tu madre y yo te aceptamos, de cualquier manera, ¿serás feliz?
Una sensación increíble empezó a inundar mi pecho y mis ojos se llenaron de lágrimas — ¡por supuesto¡ Solo, no quería que se sintieran incómodos conmigo, con mis actitudes y decisiones sobre mi forma de vestir, específicamente.
—Por eso no te preocupes, si quieres vestirte como chico, serás mi campeón y si quieres vestirte como chica, serás mi princesa — sonrió y me abrazó —, a menos que eso te avergüence…
El llanto volvió a sorprenderme y me abracé a mi papá. Eso era lo que había deseado desde años atrás; aunque tenía el apoyo de Nathan, el de mis padres era sumamente necesario e importante para mí, porque por fin, sentía que mi familia me aceptaba por lo que yo era.
—Quiero estudiar diseño de modas — sollocé contra el pecho de mi padre, sintiéndome liberado al poder decir mi verdadero sueño.
—Lo sé — besó mi cabello —, pide tu cambio de facultad y dime cuanto debemos pagar para que el otro semestre, puedas estar en tu carrera soñada.
Un golpeteo en la puerta se escuchó y ambos levantamos el rostro.
—Lamento interrumpir — sonrió mi madre desde el umbral —, pero tenemos visita.
—¿Visita? — preguntó mi papá, mientras yo limpiaba mis ojos.
—Nathan está aquí, está preocupado por mí ‘patito’.
Reí por esa frase — ya voy — dije en medio de sollozos y me puse de pie a la par que mi papá.
Al caminar a la puerta, me detuve al lado de mi mamá y la abracé — gracias por quererme tanto — dije con suavidad.
—‘Patito’ — dijo ella — siempre te he amado y no me importa lo que decidas, tus gustos o como te veas, nunca dejarás de ser mi ‘patito’.
Mi madre me besó la mejilla y luego me permitió ir a la sala, mientras ella se quedaba con mi padre en mi habitación.
Al salir, Nathan se asustó de verme llorando.
—Héctor — avanzó con rapidez hacia mí —, ¡¿estás bien?!
Sin responder, pasé las manos por su cuello y lo besé en los labios; él tardo un momento en reaccionar, pero finalmente, me abrazó por la cintura y correspondió mi beso con intensidad.
—Todo está bien — anuncié al separarme de él.
—No me asustes así — sonrió nervioso.
—Aunque debería estar enojado contigo — hice un mohín.
—¿Por qué?
—Ya después hablaremos de eso — recargué la frente contra su hombro —, ahora mismo me duele la cabeza, solo quiero descansar y cenar…
—Entonces, hay que cenar y luego, te dejare en tu habitación, para que descanses — besó mi sien.
—Fueron demasiadas emociones para un solo día…
* * *
A pesar de que superé todo eso, después de más de cinco años, de haber terminado mi carrera y de haber conseguido sacar una colección de ropa que me convirtió en un apersona reconocida en el ámbito de la moda, una vez más volvía a sentir miedo.
Sabía que era distinto, sabía que tenía mucho apoyo de las personas que me amaban y que querían que fuese feliz; pero aunque yo había decidido dar ese paso y de la manera que había soñado, tenía mucho miedo e incertidumbre del futuro.
—Héctor — la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos —, te estamos esperando, el cuarteto de cueras empezó a tocar la marcha nupcial para tu entrada y como no salías la reiniciaron ¡tres veces!, ¿qué ocurre? — levanté el rostro y él se acercó hasta mi — estás pálido — dijo con preocupación —, ¿te sientes bien?
—S… sí — respondí, aunque negué con mi cabeza — es solo que… estoy nervioso.
—¿No te quieres casar? — se acuclilló hacia mí — si es así, dime y salgo a cancelar todo, por el dinero no te preocupes.
—¡No, no es eso! — negué de inmediato — es solo que… tengo… miedo — confesé.
Años atrás le había prometido a mis padres tenerles confianza, así que trataba de no ocultarles nada.
—¿Miedo? ¿De qué? — sujetó mis manos con fuerza — No me digas que Nathan te hizo algo…
La manera en la que la voz de mi padre se alteró, dando a entender que imaginaba algo horrible, me asustó — ¡no! — grité — Nathan no me ha hecho nada, es más, ni siquiera hemos… — mordí mi labio y desvié la mirada, quería ser sincero con mi padre, pero me avergonzaba decir algunas cosas — digamos que no estoy mintiendo del todo al usar color blanco — sentí que mis mejillas ardían.
No le estaba mintiendo, ya que mi novio y yo nunca habíamos hecho más que besarnos o acariciarnos por encima de la ropa, porque aunque muchas veces estuve a punto de ceder en tener sexo con él, Nathan decía que quería que yo no tuviera miedo y quería darme todas las garantías necesarias para ello, por lo que me pidió matrimonio años antes. A pesar de ello, a lo más que llegamos fue a masturbarnos mutuamente y practicar sexo oral, pero jamás hubo penetración, así que mi noche de bodas, sería en realidad mi primera vez; quizá eso era lo que en el fondo me tenía más nervioso y emocionado.
Papá rió y pareció respirar más aliviado — entiendo — dijo de inmediato —, entonces, ¿por qué tienes miedo?
—No sé — me alce de hombros —, quería salir a casarme — sonreí —, pero me temblaron las piernas y… me maree y… no sé.
—Eso no es miedo — mi padre negó —, son nervios por la emoción…
—Ya antes he sentido nervios — dije con seriedad —, cuando me gradué, con la pasarela, pero esto es… distinto — puse la mano en mi torso, sobre la tela de mi vestido —, es como si, temiera que lo arruinaré al final y… terminaré decepcionando a Nathan.
—No lo decepcionaras — me sujetó por el mentón —, así como no nos decepcionaste a tu madre y a mí — se levantó y besó la frente —, créeme, eres lo que Nathan más quiere, aunque aún no sé si él te merece — entrecerró los ojos —, así que si te hace algo, dime y yo me encargo.
—¡Papá!
—Está bien, solo es precaución — se alzó de hombros —, pero ahora mismo, ese chico te está esperando en la recepción, frente a un juez que cobra por hora — especificó con diversión — y mucho más nervioso de lo tú estás aquí, así que no seas injusto con él y vamos a salir — me ofreció la mano —, anda, que seguramente está ansioso por verte este día.
Sujeté la mano de mi padre, respiré profundo y me puse de pie; él me guio a la salida y antes de abrir la puerta, lo detuve.
—Papá…
—¿Si?
—Gracias por todo… por apoyarme y por saber qué decir, especialmente hoy.
Mi padre sonrió, se giró y me puso frente a él, con ello pude ver sus ojos acuosos — siempre voy a apoyarte — su voz se quebró —, porque siempre seré tu amigo y tú serás mi campeón algunos días y otros, como hoy, mi hermosa princesa — besó mi frente y cuando se alejó, pude ver que una lagrima salió de uno de sus ojos —, perdón — se limpió de inmediato —, me gano la emoción, pero tú no debes llorar.
—Lo sé — moví mi mano como abanico, para secar las lágrimas que amenazaban por escapar de mis ojos.
—Y tampoco debes tener miedo, porque no hay nada que temer, ¿de acuerdo?
—Sí, de acuerdo…
—Bien, ¿estás listo?
—Estoy listo — asentí.
Mi padre abrió la puerta y yo me sujeté de su brazo, sintiendo la seguridad que me había hecho falta momentos antes; al salir de ahí, dejé mis miedos atrás, para ir a enfrentar mi futuro.
* * *
Desde pequeño, entendí que no era un chico normal, a pesar de que intentaba portarme como uno, ¡tenía que hacerlo!
Era hijo único, el orgullo de mi padre porque era varón; él siendo un hombre reacio, hecho y derecho, militar de rango alto, imponía ante todos y realmente me daba miedo, a pesar de que él se portaba amable, accesible, porque quería ser mi amigo y que confiara en él.
Él llegaba en la tarde o noche y solo me decía — vamos a jugar, campeón.
Aunque a mí no me gustaba el deporte, salíamos al patio, jugábamos soccer, basquetbol incluso americano y fingía que lo disfrutaba, aunque en el fondo, quería algo más.
No podía negarme, porque mi padre se esforzaba para darme algo de tiempo, a diferencia de los padres de mis amigos; todos ellos decían que era afortunado, porque sus papás nunca tenían tiempo, no les ponían atención, ni siquiera recordaban que tenían hijos y el mío trataba de estar ahí para mí, apoyándome en todo.
Él siempre encontraba la manera de darme su tiempo; desde el jardín de niños, cada que terminaba el año escolar, sin importar lo que ocurriera, él conseguía un permiso, acudía por mis calificaciones junto con mi madre y me decía — estoy orgulloso de ti…
Pero al llegar a mi adolescencia, me sentía un completo farsante frente a él; yo prefería otras cosas, entre ellas el arte, el diseño y especialmente la moda, pero debía ocultar esas inquietudes, aunque de cuando en cuando, compraba libros y revistas, pero después de verlas, terminaba donándolas o rompiéndolas, todo, a escondidas de mi familia. Llené decenas de libretas con diseños de vestidos, especialmente de bodas; por aluna razón siempre soñaba con usar uno aunque sabía que era impropio y eso me hacía sentir mal al final, por lo que escribía tras él una disculpa por no poder ser como mi padre esperaba de mí. Cada que terminaba una libreta, le dedicaba una noche para verla y después, la lanzaba a la basura, junto con alguna otra cosa de la escuela, para que mi madre no sospechara.
Mi padre seguía siendo amable, accesible y me daba su tiempo, aunque dejamos de salir a jugar, para ponernos a platicar; él decía que ya estaba muy grande para eso y prefería una charla amena conmigo después de la cena. Yo trataba de ser un chico normal, varonil y por sobretodo, intentar no decepcionarlo, pero mi corazón se aceleraba, cuando él tocaba el tema que más me aterraba.
—¿Cuándo traerás una pareja a casa? — esa pregunta conseguía que todo a mi alrededor se oscureciera y el peor escenario llegara a mi mente, en caso de tener que decirle mi secreto.
Me imaginaba a mi padre molesto, incluso furioso, pero en el fondo, lo que más me dolía era pensar que estaría decepcionado de mí, que al saberlo, me miraría con desprecio e incluso asco y en silencio se pondría de pie, daría media vuelta y se alejaría de mí.
—Aun no tengo, será después… — esa era mi respuesta y él parecía aceptarlo sin problema.
Cuando llegó el momento de elegir universidad, mi corazón y mente gritaban “¡diseño de modas!” y estuve durante día tratando de armarme de valor para pedirle a mi padre el permiso de estudiar esa carrera, pero cuando llegó el día de hablar de universidad, el terror me invadió y no pude hacerlo.
—¿Qué vas a estudiar? — preguntó mi padre con amabilidad, mientras estaba sentado al lado de mi madre en la sala de estar.
Los dos observaban todos los folletos todas las carreras que ofrecían en el campus universitario más grande de la ciudad, dónde él decidió que nos estableciéramos, a pesar de que seguía en activo en la milicia, pero faltaba precisamente el folleto de la carrera que yo deseaba, ya que estaba en el bolsillo de mi pantalón, doblado, a la espera de que lo sacara, pero al final, no pude.
—Ingeniería en sistemas — dije con rapidez.
Mis padres parecieron sorprenderse.
—¿De verdad? — mi padre levantó una ceja — ¿por qué elegiste esa carrera?
—Soy bueno con las matemáticas y el álgebra — respondí como autómata — creo que me irá bien.
Mi madre hizo un mohín — pero… ¿estás seguro, ‘patito’?
«No…» pase saliva.
—Debes elegir una carrera que te guste, sabes que la colegiatura y cualquier cosa, no es problema, ¿verdad?
Ante las palabras de mi padre, metí la mano en mi bolsillo y apreté una vez más el papel que había ocultado ahí, pero al final, solo forcé una sonrisa.
—Creo que de mis opciones, es la mejor — traté de decirlo con seguridad, para poder sentirme bien con mi propia mentira.
—De acuerdo, entonces esfuérzate en tu examen de admisión — mi padre sonrió amablemente.
Asentí y me retiré a mi cuarto, cerré y traté de que mi respiración volviera a la normalidad; tenía inmensas ganas de llorar, pero no quería hacerlo. Tenía que ser fuere, como un hombre de verdad, aunque en el fondo, yo me sentía distinto.
Me recargué en la puerta y me deslicé hasta el piso sentándome y flexionando las rodillas, para descansar mi frente en las rodillas, a la par que mis manos rompían en cachitos el folleto de la facultad de diseño de modas.
Había tomado la decisión, solo por no poder enfrentar el miedo de decirle a mi familia quien era de verdad.
Me di ánimos, pensando que las cosas mejorarían cuando me hiciera a la idea, pensé que no podía ser tan malo, los ingenieros en sistemas tienen muchas especialidades que al final, les dan mejores oportunidades y podía llegar a tener un buen empleo.
—Todo estará bien — sentencié y ni una sola lágrima escapó de mis ojos — solo debo seguir adelante.
Pero todo cambió en la universidad, cuando sentí que el infierno se desataría en mi vida, cuando conocí a Nathan. Era un chico amable, serio, responsable, varonil; con solo una mirada fue como si el descubriera mi alma y no podía evadirlo completamente, porque compartía grupo conmigo.
Él se acercó a mí y yo intenté rechazarlo; quise obligarme a detestarlo, incluso lo trataba de la peor manera para que él me odiara y se alejara de inmediato, pero cada desdén que le hacía, él sonreía y volvía a acercarse a mí, siendo aún más cordial, dulce y galante. En menos de dos meses, logró que cada fibra de mi ser lo anhelara y terminé sucumbiendo a él.
El primer beso que me dio, fue en su casa, cuando estábamos estudiando a solas en su habitación y me elevó al paraíso. Fue un beso tranquilo, suave, delicado; él sabía que yo tenía miedo y se tomó el tiempo para hacerme sentir seguro y realmente lo disfruté, tanto que no quería que terminara. Nathan no me presionó en ningún momento, a pesar de que rechacé su propuesta de ser mi novio, porque yo aún tenía dudas y entendió que mi problema era que no podía enfrentar a mi familia, pero dijo que esperaría el tiempo que yo considerara necesario.
Duramos meses escondiéndonos de mis padres, aunque Nathan iba a mi casa como mi amigo y compañero de equipo, para hacer trabajos de la carrera.
Mi madre era amable con él, pero cuando se topaba con mi padre, él parecía verlo de pies a cabeza, como si lo analizara y lo trataba demasiado rudo, como si fuera uno de sus subordinados; eso me avergonzaba, pero Nathan solo reía y decía que no tenía problema con eso, ya que entendía que mi padre era militar y necesitaba tener control. Papa incluso le preguntó sobre su familia, sus pasatiempos y pareció quedar algo satisfecho cuando le dijo que practicaba deporte, porque era miembro del equipo de americano de la universidad.
Así, pasamos al segundo semestre.
Nathan quería invitarme a salir como pareja, quería que iniciáramos un noviazgo como tal, pero yo no podía hacerme a la idea; no sabía cómo iba a poder mantener eso a escondidas de mis padres y tenía miedo de provocar el holocausto.
—Yo hablo con ellos, hablaré con tu padre y le pediré permiso de frecuentarte como tu novio formal — ofreció tranquilo.
—¡No! — negué con rapidez — no entiendes, él es... demasiado varonil — sentencié — no creo que saber que su único hijo es gay, con gustos femeninos reprimidos, sea una noticia que pueda aceptar tranquilamente.
—Me dijiste que cuando eras pequeño, eran amigos, ¿no? Aún pueden serlo y puedes decírselo como amigo.
Pasé las manos por mi cabello y lo estrujé con fuerza — tengo miedo — mi voz se quebró — no quiero que me rechace — bajé el rostro y evité parpadear, sentía que mis ojos se humedecían y no quería llorar — ¿qué tal si no lo toma bien? ¿Qué tal si me corre de casa?
—¿Crees que lo haría?
—No lo sé — negué —, vi a otros militares, repudiar a sus hijos por ser gais abiertamente — pasé la mano por mi frente —, no quiero pasar por eso.
—¿Prefieres quedarte callado y sufrir? Eso jamás te permitirá ser feliz, porque no te aceptas a ti mismo, por miedo…
—Entonces, ¿qué debo hacer? Ir, decirle a mi pare que soy gay, que quiero estudiar diseño de modas, que quiero vestirme como mujer y tener una relación abiertamente homosexual, y ¿esperar que lo acepte sin problemas? — reí con amargura — eso… no creo que pase… porque no puedo… ¡no puedo enfrentarlo! — confesé y un par de lágrimas escaparon de mis ojos, así que las limpié con rapidez — no quiero decepcionarlo…
—Pero te decepcionas a ti mismo — Nathan me abrazó — sabes que te amo y te apoyaré, pero tienes que hacerlo, porque no es justo que finjas ser algo que no eres — besó mi cabello — y tampoco es justo, que engañes a tus padres.
Con esas palabras, no pude más y terminé rompiéndome. Empecé a llorar como no había hecho en años; había dejado de llorar, cuando era pequeño, porque eso no era correcto y no me lo dijo mi padre, sino que me lo decían mis amigos, si lloraba cuando me caía, se burlaban de mí y por eso, me obligaba a no llorar, además, jamás había visto a mi padre llorar, ni siquiera cuando murieron mis abuelos así que supuse que eso era lo que se esperaba de mí. Pero en ese momento, ya no pude más y saqué todo el dolor que me había guardado por años.
Nathan me abrazó y fue el pilar que me sostuvo para que no me derrumbara completamente; estuvo consolándome por más de dos horas y al final, besó mis labios.
—No voy a dejarte, ‘patito’ — sonrió al usar el apodo que mi madre usaba para mí.
Eso me hizo reír — no me digas así — dije entre sollozos.
—Es tierno — paso su nariz por mi mejilla — aunque no entiendo porque te dicen así, si tu nombre no es Patricio.
Limpié mis mejillas y suspiré — cuando era pequeño, quise tener un pato — limpié mi nariz —, mi papá me lo compró, estaba tan feliz que el pato dormía en mi cama y yo lo seguía por toda la casa — solté una risa mitad sollozo —, decía que yo también un ‘patito’ y desde entonces, mi mamá me dice así.
—¿Un pato? — Nathan levantó una ceja — ¿y qué pasó con el pato?
Mordí mi labio y una vez más mis ojos se llenaron de lágrimas — un día un gato de un vecino en la colonia militar, se metió al patio y lo mató — el llanto volvió a invadirme, ya que para mí fue un verdadero shock en mi infancia y aun no lo superaba del todo —, ¡pero no se lo comió! — acusé — así que cuando lo encontramos, solo estaba tumbado en el piso, con el cuello roto, la cola arriba y le faltaban muchas plumas.
Nathan empezó a reír.
—No te burles — dije ofendido.
—Lo siento — negó y me abrazó —, es solo que la escena del pato con el trasero al aire suena muy graciosa.
—No lo es — dije seguro, pero empecé a reír también; por primera vez miraba la escena desde otra perspectiva y sí, él tenía razón, en retrospectiva, había sido un poco gracioso, aunque como era un niño en aquel entonces, no pude superarlo.
Él me sujetó de las mejillas y me vio a los ojos — ¿ves? — sonrió — eres más hermoso cuando ríes que cuando lloras — aseguro —, pero aun así, siempre serás un chico infeliz, si no te liberas de ese miedo…
Lo abracé y me aferré a su camiseta; él tenía razón, era algo que ya no podía seguir ocultando. Lo sabía desde hace mucho tiempo, pero no tenía el valor para hacerlo, porque no me sentía seguro, pero ahora, el tener a Nathan a mi lado, me dio toda la seguridad que necesitaba.
Esa misma noche, llegué a casa; mis padres estaban ya cenando en el comedor y me sonrieron al llegar.
—¿Quieres cenar, ‘patito’? — preguntó mi madre.
—No, ya cene con Nathan — dije con rapidez, aunque era una mentira, no quería comer, porque si las cosas se ponían mal, seguramente terminaría sintiéndome mal del estómago.
—Debiste avisar — dijo mi padre — tu madre hizo la ración para ti.
—Lo siento.
Mi forma tan escueta de responder, no pasó desapercibida para ellos.
—¿Pasa algo, Héctor? — la mirada de mi padre se posó directo en mi rostro.
Por un momento, el miedo me invadió, una vez más sentí que no iba a tener las fuerzas suficientes de confesar lo que ocultaba, pero no podía echarme para atrás, no en esa ocasión. A pesar de sentir que mis piernas temblaban, me sostuve del respaldo de la silla que era mi lugar y respiré profundamente; necesitaba decir las cosas con rapidez, sin pensar, porque si lo hacía, no podía hacerlo, pero tampoco podía ver a mis padres, así que cerré mis ojos con fuerza.
—¡Soy gay! — anuncié de inmediato — odio la ingeniería, quiero ser diseñador de modas, de hecho ¡quiero diseñar vestidos de novia! — aseguré con convicción — desde pequeño supe que no era como todos los chicos porque no me gustan las cosas de niños — sentí un nudo en mi garganta —, me gustan los vestidos de niña, me gustan los peinados de mujer y hasta el maquillaje, aunque no sé cómo pintarme porque nunca me atreví a intentarlo — me burlé de mí mismo —, tenía miedo de decirlo, por eso les mentí, porque no sé qué van a decir, pero ¡ya no puedo seguir con esta farsa! — a pesar de no querer, mis lágrimas caían por mis mejillas y eso me hacía sentir patético, porque imaginaba la mirada desaprobatoria que mi padre podría estar poniendo en ese momento — ¡lo siento! No quería decepcionarte, papá, pero este no soy yo, jamás he sido yo y si intento seguir así, tarde o temprano, me sentiré completamente defraudado de mí mismo y ese sentimiento superara el miedo que tengo a tu rechazo, — mi pecho se oprimió — por eso tenía que decirlo, aunque me rechaces o me repudies y aunque me duela, tengo que enfrentar mis miedos o no seré feliz, como no lo he sido desde hace años — confesé.
Guardé silencio, pero no hubo palabras, ni un solo ruido y yo supe que todo el mundo de mis padres se había roto en mil pedazos, por lo que no podía soportar verlos — ¡perdón! — grité antes de correr a mi habitación.
Entré y cerré la puerta; seguía llorando como nunca antes lo había hecho, pero seguramente mi padre no tardaría en ir a sacarme de ahí y correrme de casa, así que debía enfocarme en juntar unas pocas pertenencias y salir de ahí antes de que eso ocurriera.
Saqué una pequeña maleta del guardarropa y empecé a echar unas cuantas prendas, aunque no sabía lo que hacía, porque mi mente estaba completamente dispersa. Terminé sentándome en el piso y llorando amargamente; quería llamarle a Nathan y pedirle que me esperara a unas calles de ahí, pero seguramente se asustaría si me escuchaba en ese estado.
Me quede ahí, en el piso, tratando de poner mi mente en orden, al menos lo suficiente para poder actuar y dejar de llorar, cuando un golpeteo en la puerta me sobresaltó. El terror me invadió y solo me abracé, temiendo que mi padre entraría a sacarme de ahí sin dudar.
Hubo un par de golpeteos más y finalmente, escuché como la puerta se abría; no le había puesto seguro pues aunque lo hiciera, seguramente mi padre podría abrirla sin problemas. Empecé a temblar, tenía pánico; a pesar de que nunca me golpeó, en ese momento estaba seguro que lo haría, pero lo que más temía era lo que me llegara a decir; si me repudiaba, sus palabras iban a quedarse grabadas en mi por el resto de mi vida y eso era el miedo que no me había dejado dormir bien jamás.
Escuché sus pasos acercarse y aguanté la respiración. Hubo algo de ruido como si cayera algo pesado al piso y sentí que llegaba a mi lado; intenté pasar saliva, pero me fue imposible porque tenía la garganta seca. Pude darme cuenta que se sentó a mi lado.
—¿Por qué lloras?
La voz de mi padre era tranquila y no sabía si eso me llenaba más de miedo que si estuviera pasando todo lo que me había imaginado que podía ocurrir. No pude responder, solo me encogí más en mi lugar.
Escuché como él suspiró — Héctor, todo lo que dijiste, tu madre y yo, ya lo sabíamos…
Con esas palabras, levanté mi rostro, mostrando confusión.
Mi padre me miró y sonrió tranquilamente; a pesar de la edad, seguía siendo un hombre fuerte y su presencia imponía a todos los que estaban bajo su mando, su cabello tenía canas a los costados de su cabeza y su barba de candado estaba salpimentada, pero esa sonrisa era la misma que me daba desde que tenía uso de razón.
—¿Cómo…? — mi voz fue un hilillo.
—Cuando dejaste de salir a jugar, tu madre se preocupó — dijo con voz calmada —, le dije que era normal, ya eras un adolescente y seguramente, pronto dejarías de comportarte como nuestro niño y serías más rebelde — sonrió —, psicológicamente, un padre se prepara para eso con un hijo varón — levantó el rostro —, un día, en la mañana, mientras tú estabas en la secundaria, en primero, lo recuerdo muy bien — añadió con seguridad —, ella me marcó y me dijo que ocupaba que volviera a casa de inmediato, por la manera en que sonaba su voz, lo hice sin dudar…
La mano de mi padre se movió a una caja que estaba a su lado.
—Al llegar, ella estaba sentada en la mesa del comedor, asustada — puso un gesto serio —, me dijo que había encontrado algo en tu habitación, pero que no me enojara, que tenía que pensar que a veces, los hijos no son como uno espera — suspiró —, pensé lo peor, porque me había preparado para lo peor — dijo con total seguridad —, de inmediato pensé en drogas y mi mente solo pudo buscar maneras de devolverte al buen camino — le dedicó una mirada seria a su hijo —, pensé en enviarte a un internado, no sin antes enviarte a rehabilitación — rió —, pero cuando tu madre me mostro lo que había descubierto, yo… me sentí aliviado
—¿Qué cosa? — pregunté con miedo.
—Bajo tu cama, escondías una libreta…
Temblé. Las únicas libretas que escondía ahí, eran las de mis diseños y mis escritos.
—Cuando mire la pasta pensé, “es pornografía…” pero tu madre estaba muy asustada, así que me imaginé la peor pornografía que podía en ese momento — pasó la mano por su cabello —, pedofilia, zoofilia, BDSM, ¡todo junto! — levantó la voz.
«Solo eran dibujos…» pensé, sin atreverme a interrumpirlo
—¿Sabes? Tengo muchos amigos y conocidos, que sus hijos se metían en problemas, en riñas, en drogas, terminaban enfermos por tener sexo con cualquiera y otras cosas más desagradables, todo porque sus padres no estaban al pendiente y eso fue lo que pensé — se alzó de hombros —, que había fallado en mi meta de estar a tu lado, para que no cayeras en esas situaciones… así que, cuando abrí la libreta y miré vestidos, aunque admito que me sorprendió, realmente me sentí aliviado — respiró profundamente y sonrió tranquilo —, mi hijo, solo gustaba de cosas de chicas… ¡solo eso!
Mis ojos se llenaron de lágrimas de nuevo.
—Recuerdo que empecé a carcajearme frente a la mirada sorprendida de tu madre — una vez más rió — y me senté frente a ella, pasando las hojas de esa libreta y repasándola con la mirada, observando los trazos, los vestidos, cosas que no entendía — señaló —, pero que se miraban bien y le dije “tu hijo parece tener buen gusto…”
Esa frase me hizo sonreí, aunque solo un momento, porque un sollozo me interrumpió.
—Tu mamá me preguntó, “¿no estás enojado?” y le respondí, “¿Por qué? Enojado estaría si Héctor estuviera haciendo algo indebido, esto es inofensivo y si a él le gusta, ¿por qué debería molestarme?”
Pasé la mano por mi mejilla; no podía creer lo que mi padre decía.
—Ella respiró aliviada, pero luego me señaló unas hojas escritas y me dijo, “Héctor parece que tiene miedo de decirnos…” y fue en ese momento que le puse atención a los párrafos que estaban en las hojas después de los vestidos — ladeó el rostro observando a su hijo — y eso si me dolió.
Un sobresalto me hizo dar un pequeño salto en mi lugar.
—A pesar de mis esfuerzos — continuó él —, nunca pude conseguir que me tuvieras confianza, solo tenías miedo — me miro con tristeza —, miedo de mí, de mi reacción y supe que había fallado como padre — bajó el rostro —, fue la primera vez que lloré — confesó.
Levanté el rostro sorprendido y pude ver como sus ojos castaños, idénticos a los míos, estaban acuosos.
—Había fallado en convertirme en tu amigo y en vez de eso, solo te causaba miedo, todo lo contrario a lo que deseaba — su voz se escuchaba triste —, tenías inquietudes que no podías resolver, te gustaban los chicos y no sabías como actuar — enumeró —, tenías tantos problemas de adolescentes que se duplicaban porque eran del sexo opuesto a ti y no sabía cómo ayudarte, de hecho, hasta la fecha no lo sé, pero imaginaba que el mayor obstáculo para siquiera intentarlo, era tu falta de confianza hacia mí.
—Lo siento — dije a media voz.
—No… yo lo siento, porque jamás quise que te sintieras temeroso, mucho menos de mí — mi padre sonrió tristemente.
El silencio reinó un momento, hasta que él prosiguió.
—Tu madre me dijo que habláramos contigo y le dije que no, que devolviera tu libreta a su lugar y que no te dijera nada.
—¿Por qué? — pregunté confundido.
—Porque eran objetos tuyos y si te entrabas que invadíamos tu privacidad, menos confianza nos tendrías, así que debíamos buscar la manera de acercarnos a ti, de una forma más… sutil — no sonó muy convencido.
—¿Sutil?
—Sí — asintió — desde ese momento platicaba más contigo, intentaba entrar a tu vida de una forma distinta, menos agresiva — ladeó el rostro — querías cosas más emocionales y necesitaba encontrar la manera de hacerlo — sonrió nervioso —, pero jamás conseguía un avance — soltó el aire con frustración.
En ese momento recordé como platicábamos más de la escuela y siempre me preguntaba si me sentía bien; de igual manera, mi madre empezó a ser más amistosa y me preguntaba cosas de las novelas, cuando estaba con ella o de los programas que miraba en televisión, especialmente si se trataba de vestidos; eso me inquietaba y trataba de disimular poco interés, pero al final, terminaba embelesado en esas cosas. Cuando iba de compras, me preguntaba por mis gustos y siempre ele mentí, así que ahora comprendía porque ella parecía muy frustrada al comprar mi ropa; no les había puesto las cosas sencillas.
—Semanas después de nuestro descubrimiento — la voz de mi padre interrumpió mis pensamientos —, tu madre me volvió a hablar temprano — pasó la mano por su barba —, me dijo que había encontrado tu libreta en la basura y no sabía qué hacer…
Mis ojos se abrieron con sorpresa, estaba seguro que la había dejado en la basura de mi habitación, junto con otras hojas y cosas de la escuela que ya no servía, pensando que no se darían cuenta, pero si ya habían visto la libreta, la reconoció de inmediato.
—No entendí por qué lo habías hecho, pero le dije que la recogiera y la guardara, porque era algo importante para ti — dijo con total seguridad — y tiempo después se encontró otra y otra — movió sus manos y puso cerca de mis pies, una caja pesada —, guardamos todas y cada una de ellas, esperando con paciencia a que en vez de hacer eso, decidieras decirnos las cosas, pero, esperamos en vano, porque tú seguías fingiendo ser un chico “normal”, a pesar de que sabíamos que te esforzabas cada vez más por fingirlo…
Moví mi mano y abrí la caja, encontrando todas mis viejas libretas con mis diseños y mis escritos; realmente parecían más diarios
—Decidí que debía darte un empujoncito — prosiguió —, por eso, en tu último año de preparatoria, decidí venirnos a vivir a esta ciudad y establecernos, aunque seguía trabajando — sonrió — aquí, en la universidad, hay carrera de diseño de modas y pensé que si lo tenías a tu alcance, tal vez te decidirías, pero preferiste otra carrera… aun a la fecha, no sé por qué lo hiciste, pero creo que hoy ya que nos estamos sincerando, puedo saberlo, ¿verdad?
Pase saliva — yo… creí que eso te haría feliz — respondí con voz baja — que eligiera una carrera más… masculina.
Mi padre rió — ¿fue por eso? — levantó una ceja — créeme que pensé que había sido por Nathan.
—¿Por Nathan? — pasé saliva.
—Sí — asintió —, a pesar de que en un principio no encontraba una respuesta, desde el primer día que Nathan vino, tu madre y yo nos dimos cuenta que tú y él eran algo más que simple compañeros — su voz era completamente segura —, tus actitudes hacia él, dejaban notar un poco del verdadero tú que querías esconder — sonrió con algo de añoranza — amable, sencillo, incluso un poco de delicadeza salía a flote sin que te lo propusieras, así que pensé que lo habías conocido antes y por eso entraste a esa escuela.
Sentí que mis mejillas ardían, al parecer, no había podido ocultar la realidad a mis padres — no — negué —, a Nathan lo conocí ahí.
—Comprendo… pero esa fue la razón del por qué me convertí en un padre más sobreprotector contigo — me miró con seriedad.
—¿Sobreprotector? — pregunté intrigado
—¡Por supuesto! — asintió — no iba a permitir que cualquier chico viniera a mi casa a querer cortejarte, sin que siquiera me pidiera permiso, ¿o sí?
Me encogí de hombros y mi mente me hizo recordar todas esas preguntas raras que mi papá le había hecho a Nathan, como un cuestionario personal para conocerlo completamente; realmente quería saber sus intenciones hacia mí.
—Pero Nathan fue más sincero que tu…
Levanté mi rostro y lo mire con susto.
—Un día, me buscó en el cuartel, así que al platicar, me dijo que te quería como pareja y que no sabía cómo lo iba a tomar, pero que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, porque quería que le diera mi permiso para ser tu novio.
—¡¿Se atrevió?! — eso no lo sabía.
—Le dije que tenía muchos pantalones para irme a decir eso, pero que le agradecí que al menos fuera honesto — mi papa sonrió —, aunque le dije que yo no tenía ningún problema si tú lo aceptabas, porque sabía la verdad.
Abrí mis ojos de manera desmesurada.
—Él también puso ese gesto — se burló al señalarme —, solo le pedí que no te dijera que ya lo sabía, al igual que tu madre, porque quería que tu dieras el paso de sincerarte con nosotros, por decisión propia — pasó la mano por su cabello — y tal parece que cumplió con no decirte.
No me sentía bien del saber que Nathan me había mentido en eso, pero entendía que él también quería que lo hiciera por mí mismo; «por eso insistía tanto en que les dijera, porque sabía que nada malo iba a pasar…» pensé.
—Dime, Héctor — mi papá buscó mi rostro con su mirada —, después de todo lo que te he dicho, ¿quieres sincerarte más conmigo?
Mordí mi labio y asentí — yo… me gustan los chicos…
La carcajada de mi padre se escuchó — eso es más que obvio.
Me encogí de hombros — me gusta la ropa de mujer, me gustaría vestirme como mujer…
—¿Quieres ser una mujer?
—No exactamente — negué —, sé que soy hombre y quiero seguir teniendo mi cuerpo — especifique —, solo quiero usar ropa femenina, maquillarme y quizá sentirme como las chicas se sienten, pero sin dejar de tener mi identidad actual, ¿eso es malo? — pregunté confundido.
Mi padre rascó su cabeza — no sé — suspiró — primero tendría que entenderte por completo.
—Soy gay — dije con seguridad —, me gusta ser un chico gay — dije con nervios —, pero aunque me gusta y me siento a gusto usando la ropa de hombres, con estilo claro — especifiqué —, también quiero vestirme de chica, sentirme… bonito — mordí mi labio —, sentir por momentos lo que las mujeres sienten cuando se transforman en una princesa con un vestido hermoso, pero no es como que quisiera estar así las veinticuatro horas del día, ni tampoco deseo cambiar mi sexo o mi nombre, quiero seguir siendo Héctor, pero tener la seguridad de que puedo verme como hombre o mujer, en el momento que yo desee, sin ningún problema, ¿me explico?
Mi padre levantó una ceja y empezó a reír — creo que, necesitaré más información, porque estoy confundido.
—Yo también — suspiré —, aun no sé dónde encajo exactamente — me abracé a mis piernas —, por todo lo que he leído, por mi orientación sexual, soy gay, pero por mi identidad de género, no sé si soy ‘bigenero’ o ‘gender fluid’, o solo me gusta hacer ‘crossdresing’ — suspiré —, no sé si tengo que investigar más o simplemente no ahondar en el tema y dejar las cosas como están, porque me siento abrumado por todo.
Mi padre me despeinó el cabello y yo moví mi rostro, mirándolo de soslayo — no te rindas, investigaremos juntos, porque yo también quiero entenderte.
—Gracias — dije con sinceridad, me sentía tranquilo por eso.
—Entonces, ahora que sabes que tu madre y yo te aceptamos, de cualquier manera, ¿serás feliz?
Una sensación increíble empezó a inundar mi pecho y mis ojos se llenaron de lágrimas — ¡por supuesto¡ Solo, no quería que se sintieran incómodos conmigo, con mis actitudes y decisiones sobre mi forma de vestir, específicamente.
—Por eso no te preocupes, si quieres vestirte como chico, serás mi campeón y si quieres vestirte como chica, serás mi princesa — sonrió y me abrazó —, a menos que eso te avergüence…
El llanto volvió a sorprenderme y me abracé a mi papá. Eso era lo que había deseado desde años atrás; aunque tenía el apoyo de Nathan, el de mis padres era sumamente necesario e importante para mí, porque por fin, sentía que mi familia me aceptaba por lo que yo era.
—Quiero estudiar diseño de modas — sollocé contra el pecho de mi padre, sintiéndome liberado al poder decir mi verdadero sueño.
—Lo sé — besó mi cabello —, pide tu cambio de facultad y dime cuanto debemos pagar para que el otro semestre, puedas estar en tu carrera soñada.
Un golpeteo en la puerta se escuchó y ambos levantamos el rostro.
—Lamento interrumpir — sonrió mi madre desde el umbral —, pero tenemos visita.
—¿Visita? — preguntó mi papá, mientras yo limpiaba mis ojos.
—Nathan está aquí, está preocupado por mí ‘patito’.
Reí por esa frase — ya voy — dije en medio de sollozos y me puse de pie a la par que mi papá.
Al caminar a la puerta, me detuve al lado de mi mamá y la abracé — gracias por quererme tanto — dije con suavidad.
—‘Patito’ — dijo ella — siempre te he amado y no me importa lo que decidas, tus gustos o como te veas, nunca dejarás de ser mi ‘patito’.
Mi madre me besó la mejilla y luego me permitió ir a la sala, mientras ella se quedaba con mi padre en mi habitación.
Al salir, Nathan se asustó de verme llorando.
—Héctor — avanzó con rapidez hacia mí —, ¡¿estás bien?!
Sin responder, pasé las manos por su cuello y lo besé en los labios; él tardo un momento en reaccionar, pero finalmente, me abrazó por la cintura y correspondió mi beso con intensidad.
—Todo está bien — anuncié al separarme de él.
—No me asustes así — sonrió nervioso.
—Aunque debería estar enojado contigo — hice un mohín.
—¿Por qué?
—Ya después hablaremos de eso — recargué la frente contra su hombro —, ahora mismo me duele la cabeza, solo quiero descansar y cenar…
—Entonces, hay que cenar y luego, te dejare en tu habitación, para que descanses — besó mi sien.
—Fueron demasiadas emociones para un solo día…
* * *
A pesar de que superé todo eso, después de más de cinco años, de haber terminado mi carrera y de haber conseguido sacar una colección de ropa que me convirtió en un apersona reconocida en el ámbito de la moda, una vez más volvía a sentir miedo.
Sabía que era distinto, sabía que tenía mucho apoyo de las personas que me amaban y que querían que fuese feliz; pero aunque yo había decidido dar ese paso y de la manera que había soñado, tenía mucho miedo e incertidumbre del futuro.
—Héctor — la voz de mi padre me sacó de mis pensamientos —, te estamos esperando, el cuarteto de cueras empezó a tocar la marcha nupcial para tu entrada y como no salías la reiniciaron ¡tres veces!, ¿qué ocurre? — levanté el rostro y él se acercó hasta mi — estás pálido — dijo con preocupación —, ¿te sientes bien?
—S… sí — respondí, aunque negué con mi cabeza — es solo que… estoy nervioso.
—¿No te quieres casar? — se acuclilló hacia mí — si es así, dime y salgo a cancelar todo, por el dinero no te preocupes.
—¡No, no es eso! — negué de inmediato — es solo que… tengo… miedo — confesé.
Años atrás le había prometido a mis padres tenerles confianza, así que trataba de no ocultarles nada.
—¿Miedo? ¿De qué? — sujetó mis manos con fuerza — No me digas que Nathan te hizo algo…
La manera en la que la voz de mi padre se alteró, dando a entender que imaginaba algo horrible, me asustó — ¡no! — grité — Nathan no me ha hecho nada, es más, ni siquiera hemos… — mordí mi labio y desvié la mirada, quería ser sincero con mi padre, pero me avergonzaba decir algunas cosas — digamos que no estoy mintiendo del todo al usar color blanco — sentí que mis mejillas ardían.
No le estaba mintiendo, ya que mi novio y yo nunca habíamos hecho más que besarnos o acariciarnos por encima de la ropa, porque aunque muchas veces estuve a punto de ceder en tener sexo con él, Nathan decía que quería que yo no tuviera miedo y quería darme todas las garantías necesarias para ello, por lo que me pidió matrimonio años antes. A pesar de ello, a lo más que llegamos fue a masturbarnos mutuamente y practicar sexo oral, pero jamás hubo penetración, así que mi noche de bodas, sería en realidad mi primera vez; quizá eso era lo que en el fondo me tenía más nervioso y emocionado.
Papá rió y pareció respirar más aliviado — entiendo — dijo de inmediato —, entonces, ¿por qué tienes miedo?
—No sé — me alce de hombros —, quería salir a casarme — sonreí —, pero me temblaron las piernas y… me maree y… no sé.
—Eso no es miedo — mi padre negó —, son nervios por la emoción…
—Ya antes he sentido nervios — dije con seriedad —, cuando me gradué, con la pasarela, pero esto es… distinto — puse la mano en mi torso, sobre la tela de mi vestido —, es como si, temiera que lo arruinaré al final y… terminaré decepcionando a Nathan.
—No lo decepcionaras — me sujetó por el mentón —, así como no nos decepcionaste a tu madre y a mí — se levantó y besó la frente —, créeme, eres lo que Nathan más quiere, aunque aún no sé si él te merece — entrecerró los ojos —, así que si te hace algo, dime y yo me encargo.
—¡Papá!
—Está bien, solo es precaución — se alzó de hombros —, pero ahora mismo, ese chico te está esperando en la recepción, frente a un juez que cobra por hora — especificó con diversión — y mucho más nervioso de lo tú estás aquí, así que no seas injusto con él y vamos a salir — me ofreció la mano —, anda, que seguramente está ansioso por verte este día.
Sujeté la mano de mi padre, respiré profundo y me puse de pie; él me guio a la salida y antes de abrir la puerta, lo detuve.
—Papá…
—¿Si?
—Gracias por todo… por apoyarme y por saber qué decir, especialmente hoy.
Mi padre sonrió, se giró y me puso frente a él, con ello pude ver sus ojos acuosos — siempre voy a apoyarte — su voz se quebró —, porque siempre seré tu amigo y tú serás mi campeón algunos días y otros, como hoy, mi hermosa princesa — besó mi frente y cuando se alejó, pude ver que una lagrima salió de uno de sus ojos —, perdón — se limpió de inmediato —, me gano la emoción, pero tú no debes llorar.
—Lo sé — moví mi mano como abanico, para secar las lágrimas que amenazaban por escapar de mis ojos.
—Y tampoco debes tener miedo, porque no hay nada que temer, ¿de acuerdo?
—Sí, de acuerdo…
—Bien, ¿estás listo?
—Estoy listo — asentí.
Mi padre abrió la puerta y yo me sujeté de su brazo, sintiendo la seguridad que me había hecho falta momentos antes; al salir de ahí, dejé mis miedos atrás, para ir a enfrentar mi futuro.
* * *
Este es el fin!
De acuerdo, primero me disculpo, porque sé que esta historia es posible que sea demasiado fantasiosa, incluso para mis estándares, pero, ayer estaba viendo un programa de vestidos de novia y me empecé a envolver mucho en las situaciones que salían; cómo sabes, soy algo empática, por lo que me afecto de manera personal y emocional, el ver a una chica que fue a comprar su vestido con su papá, que era militar.
No sé si sea cierto o no, porque los programas solo muestran lo necesario para dejar un impacto positivo, pero me sorprendió que la chica y el señor, decían que a pesar de que la mayoría de las veces, él siempre estaba fuera, cuando volvía, le daba todo el tiempo del mundo a su hija, porque era hija única y era su princesa, por lo tanto, él quería cumplir con su sueño de su boda y desde mucho antes, empezó a ahorrar para comprarle su vestido.
Entonces dije, si otros pueden hacerlo, ¿por qué el mío no pudo? y sinceramente, eso me afectó mucho.
Debido a ello, me puse a escribir pensando en una situación idílica, en donde un padre militar, aceptara completamente a su hijo gay y lo apoyara en todo, aunque eso es muy difícil de ver, al menos aquí en mi país que es muy machista, no sé si sea igual en otros.
Debo admitir que escribir esto, me dejó muy mal, ya que, estuve llorando mucho en las quince hojas que escribí; trataré de achacarlo a que ando en mis días y eso me tiene un poco sensible, pero yo sé que en el fondo, es porque me duele que mi relación familiar, especialmente con mi padre, jamás fue así y lo más frustrante es que jamás hubo la intención de mejorarla de su parte, más que para aparentar frente a otros y fingir que era un padre ejemplar, mientras que dañaba mucho mi integridad emocional por sus actitudes tan detestables y lo peor, la gente de alrededor se traga ese cuanto aun.
Eso es algo que a mi marcó y quería crear un papá muy diferente al mío; siendo honesta, no sé si haya padres así que apoyen a sus hijos en todo sentido, especialmente en situaciones tan difíciles, como lo es la orientación sexual y la identidad de género, que, lógicamente, en la actualidad aún hay mucho tabú sobre eso y también represión, pero si los hay, seguramente serán unas maravillosas personas.
Bien, espero que lo disfruten y nos leemos luego…
P.D. : Les debo el lemon XD
De acuerdo, primero me disculpo, porque sé que esta historia es posible que sea demasiado fantasiosa, incluso para mis estándares, pero, ayer estaba viendo un programa de vestidos de novia y me empecé a envolver mucho en las situaciones que salían; cómo sabes, soy algo empática, por lo que me afecto de manera personal y emocional, el ver a una chica que fue a comprar su vestido con su papá, que era militar.
No sé si sea cierto o no, porque los programas solo muestran lo necesario para dejar un impacto positivo, pero me sorprendió que la chica y el señor, decían que a pesar de que la mayoría de las veces, él siempre estaba fuera, cuando volvía, le daba todo el tiempo del mundo a su hija, porque era hija única y era su princesa, por lo tanto, él quería cumplir con su sueño de su boda y desde mucho antes, empezó a ahorrar para comprarle su vestido.
Entonces dije, si otros pueden hacerlo, ¿por qué el mío no pudo? y sinceramente, eso me afectó mucho.
Debido a ello, me puse a escribir pensando en una situación idílica, en donde un padre militar, aceptara completamente a su hijo gay y lo apoyara en todo, aunque eso es muy difícil de ver, al menos aquí en mi país que es muy machista, no sé si sea igual en otros.
Debo admitir que escribir esto, me dejó muy mal, ya que, estuve llorando mucho en las quince hojas que escribí; trataré de achacarlo a que ando en mis días y eso me tiene un poco sensible, pero yo sé que en el fondo, es porque me duele que mi relación familiar, especialmente con mi padre, jamás fue así y lo más frustrante es que jamás hubo la intención de mejorarla de su parte, más que para aparentar frente a otros y fingir que era un padre ejemplar, mientras que dañaba mucho mi integridad emocional por sus actitudes tan detestables y lo peor, la gente de alrededor se traga ese cuanto aun.
Eso es algo que a mi marcó y quería crear un papá muy diferente al mío; siendo honesta, no sé si haya padres así que apoyen a sus hijos en todo sentido, especialmente en situaciones tan difíciles, como lo es la orientación sexual y la identidad de género, que, lógicamente, en la actualidad aún hay mucho tabú sobre eso y también represión, pero si los hay, seguramente serán unas maravillosas personas.
Bien, espero que lo disfruten y nos leemos luego…
P.D. : Les debo el lemon XD
Comment Form is loading comments...