La casa estaba casi vacía; solo había dos chicos en una habitación. El mayor parecía desesperado, intentando desnudar al de cabello negro.
—Espera… más despacio — pidió a media voz el menor de ambos, pero no obtuvo respuesta.
El castaño lo tumbó contra la cama, le abrió la camisa y de inmediato, fue a su pecho, mordiendo con fuerza uno de los delicados pezones.
—No, ‘Ed’, ¡así no! — pidió el pelinegro, intentando empujarlo.
—Me tienes tan ‘cachondo’, ‘Vick’ — sentenció el otro contra la piel — no puedo controlarme… quiero metértela — dijo con desespero, desabrochando el pantalón.
Una nueva mordida, consiguió que Víctor se quejara y con toda la fuerza que tenía, lo empujó.
—¡No! ¡Ya no quiero nada!
El castaño se sorprendió y después, su rostro puso un gesto molesto.
—¡Dijiste que lo haríamos! ¡Me prometiste que sería nuestra ‘graduación’!
—Sí, pero ya no quiero hacerlo — negó — realmente creo que no estoy preparado — aseguró abrazándose a sí mismo, sintiendo escozor en su pezón, pues el otro le había lacerado la piel.
El golpe en la mejilla le dolió al menor, pero realmente le dio más miedo la mirada que su novio le dio en ese momento.
—Te vas a arrepentir, te lo juro.
Con rapidez, el castaño se puso de pie, acomodó su ropa y salió de ahí, claramente furioso.
Víctor suspiró — idiota… — dijo con tristeza, pasando una mano por su mejilla y con la otra, acomodándose la ropa lo mejor que podía.
Tenían dos años de noviazgo, Eduardo acababa de cumplir dieciocho unas semanas antes, pero Víctor aún tenía diecisiete; ese día fue su graduación en la preparatoria y ellos se fueron a festejar juntos, porque querían consumar su “amor” antes de entrar a la universidad, pero, aunque Víctor pensaba que su primera vez con quien decía amarlo, debía ser algo para recordar, ante la reacción de su pareja se dio cuenta que habían apresurado las cosas.
—Bueno… supongo que cuando se le baje el enojo, hablaremos, cómo siempre — suspiró.
Eduardo tenía un carácter sumamente explosivo y no era la primera vez que lo lastimaba en un arranque de ira, más siempre se disculpaba al día siguiente y volvían a empezar.
Estaba consciente que su relación era algo tóxica, incluso, muchas veces deseó tener la fuerza para romper con el otro, pero al final, siempre lo convencía para volver e intentar mejorar todo y si él lo aceptaba, era más que nada porque no le gustaba sentirse solo; por ello no dudaba en que de nuevo estarían bien, al menos, por un par de meses más.
Pero se equivocó.
* * *
Víctor ingresó a la facultad de veterinaria, dos semanas antes de que iniciaran las clases oficiales; estaba ansioso, ya que Eduardo no se había comunicado con él en todas las vacaciones, por lo que esperaba poder verlo en el campus universitario, aunque su novio acudiría a otra carrera, se propuso buscarlo después de los cursos de inducción para los de nuevo ingreso.
Toda la mañana intentó comunicarse con él a su celular, pero no recibió respuesta, así que decidido, al terminar su primer día, de disculpó con sus compañeros, que lo habían invitado a comer para conocerse mejor y fue directamente a la facultad de computación. Llevaba una cajita de chocolates en su mochila, esperando poder disfrutarlos en compañía de su novio, como siempre que se reconciliaban.
Al llegar a los edificios de esa carrera, esperó en una banca, hasta que vio salir a los estudiantes. Su novio iba con dos de sus amigos, quienes habían ingresado a la misma facultad.
Víctor se puso de pie y corrió hasta el mayor, sonriendo ilusionado, intentando abrazarlo; sus amigos sabían que eran pareja, así que no era necesario ocultarlo.
—¡Hola! — dijo feliz, pero de inmediato sintió el empujón, evitando que el abrazo se concretara — ¿qué…? ¿Qué pasa? — preguntó confundido el joven.
—¿Acaso no te dije que no quería saber nada más de ti?
—¿Qué?
—No quiero que me relacionen con una ‘puta’ — sonrió el mayor de forma cruel.
—¿De qué hablas? — Víctor estaba completamente confundido.
—Oh, vamos, ‘Vick’ — Federico, uno de sus amigos sonrió burlón — no sé cómo tienes la cara de venir a buscar a ‘Ed’ después de que lo engañaste…
—Seguramente anda ‘urgido’ — rió Alan.
—¡¿De qué diablos hablan?! — gritó el menor, sin atinar a cómo reaccionar, pues no entendía lo que los otros querían decirle.
—Les dije a mis amigos cómo eres — Eduardo lo miró con frialdad — y lógicamente, ya no creen en tu ‘inocente carita’ — sonrió de forma cruel.
—¿Cómo soy? — Víctor frunció el ceño — y ¿cómo soy según tú?
—Eres un fácil — respondió Alan, logrando que el otro se asustara — hipócrita, te hacías el ‘apretado’ para ‘Ed’, cuando otros ya te habían usado…
—¡Eso no es cierto! — Víctor gritó con toda su fuerza, llamando la atención de otros alumnos que pasaban por ahí, sin proponérselo.
—Eso es no tener vergüenza — Federico negó — deberías quitar ya esa cara de ‘mosca muerta’ — se cruzó de brazos — es obvio que tu fachada de ‘niño bueno’ ya no engañará a nadie.
—Pero… ¡yo no he hecho nada!
—No te preocupes, todos se enterarán de cómo eres, ‘cariño’ — Eduardo se alzó de hombros — porque me encargaré de que todos sepan que llevas a otros a tu casa y los metes a tu habitación cuando tu padre no está — ante esas palabras los cuchicheos empezaron alrededor — y que yo te encontré con un hombre que podría ser tu padre, cuando me dijiste que fuera a tu casa, por nuestra ‘graduación’ — dijo levantando más la voz para que todos los que los rodaban escucharan fácilmente — pensé que la ‘graduación’ sería de ambos, parece que era solo para mí, lamentablemente no caí en tu engaño y te descubrí — lo señaló — no eres más que una ‘puta’, pero yo no pienso pagarte por sexo — rió, disfrutando ver el rostro de Víctor mostrando un gesto de susto y como sus ojos se humedecían — realmente, no quiero saber cuántos han pasado por tu cama o que tan fácil es ‘metértela’, así que, de verdad, deja de molestarme, no te ‘arrastres’ más — dijo haciéndose el ofendido luego se inclinó hasta el otro — te dije que te arrepentirías…
Con esa frase, todos dieron por sentado que el castaño decía la verdad y Víctor sintió que el piso se abría.
—Eres… eres… un maldito… desgraciado… — aunque quiso insultarlo con fuerza, su voz se quebró ante un sollozo.
—Seré lo que sea — continuó el castaño — pero jamás seré una ‘puta’, como tú.
La palma de Víctor se estampó en el rostro de Eduardo y después, el pelinegro salió corriendo, alejándose de ahí.
Eduardo pasó la mano por su mejilla y chasqueó la lengua, restándole importancia.
—Bueno, al menos todos los de la facultad sabrán cómo es — Federico acomodó la mochila en su hombro.
—Sí, los rumores no tardaran en esparcirse, así no engañará a otro — dijo Alan con molestia, pues él siempre había pensado que Víctor era un buen chico, incluso, pensaba que su amigo había tenido mucha suerte con él, pero ahora, lo miraba de otra manera.
El castaño sonrió de lado — vámonos — dijo con orgullo y caminó a la salida más cercana.
* * *
Víctor corrió, su mente estaba echa un caos, no sabía a dónde ir y lo único que atinó a hacer fue regresar a los edificios de su facultad. Iba llorando, se sentía miserable y le dolía lo que Eduardo le había hecho; no había imaginado que el otro le haría eso y ahora no sabía qué hacer. Si todos pensaban que era de esa manera, seguramente tendría una mala fama en la escuela y apenas empezaba su carrera; eso solo le indicaba que serían los años más difíciles de su vida.
Fue detrás de un edificio y se sentó en una zona poco concurrida; las lágrimas caían con fuerza, empapando sus mejillas y aunque trataba de controlarse, no le era fácil.
El tiempo pasó y casi dos horas después, pudo calmarse; las mangas de su camisa estaban empapadas porque era lo único que tenía para limpiar su rostro.
—No puedo hacer nada… — dijo con tristeza — solo seguir adelante — suspiró — y si los rumores llegan a mi facultad, solo tendré que poner buena cara y ya — estrujó los mechones de su cabello — tarde o temprano, las personas se darán cuenta que es mentira y si no… no importará — trató de darse ánimos — si las personas no creen en mí o no me dan una oportunidad de demostrar lo contrario, significará que no son dignos de entrar en mi vida… y así me quede solo, como siempre he estado, no importa, solo debo ser fuerte, porque no le voy a dar el gusto a Eduardo de verme de nuevo triste.
Respiró profundamente y finalmente miró al cielo — esto no es nada — sonrió — las cosas pasan por una razón y puedo enfrentar cualquier cosa… he pasado cosas peores…
Palmeó sus mejillas, se puso de pie, sujetó su mochila y caminó hacia la salida del campus, debía ser positivo o las cosas no resultarían bien.
* * *
Antes de que acabara el curso de inducción, casi todos los alumnos de nuevo ingreso sabían de los rumores, pues Eduardo se encargó de que este se extendiera y cada día le agregaba más y más cosas; muchos de los compañeros de Víctor creían lo que escuchaban y le hacían insinuaciones, que él rechazaba de la manera más digna posible.
De igual manera, hubo unos cuantos que no los creyeron o simplemente no les prestaron atención. De esa manera, el pelinegro se rodeó de un selecto grupo de amigos que le daban su apoyo, entre ellos, Talía, una chica que era su amiga desde la primaria y que había entrado en su misma carrera; ella intentó ir a hablar con Eduardo, pues sabía que mentía de manera descarada, ya que conocía muy bien a Víctor y realmente creía en lo que su amigo le había contado, que era lo que había ocurrido en realidad, pero precisamente fue él quien le pidió que no lo hiciera, pues no quería que la situación y el problema se hiciera más grande.
Talía se convirtió en su protectora y casi su ángel guardián, junto con Judith y Ramón, quienes, aunque no conocían a Víctor desde antes, decidieron creer en él. A ellos se sumaban alumnos de otras carreras, que conocían al pelinegro desde la preparatoria y por lo mismo, conocían cómo era Eduardo, así que estaban seguros que mentía, pero eran muy pocos los que no se dejaban influenciar por las habladurías.
Un mes y medio después del ingreso a clases, todos se preparaban para los primeros parciales y Víctor ya no prestaba atención a los constantes cuchicheos a su alrededor, ni a las notas obscenas que le ‘aparecían’ en su pupitre, mucho menos a las invitaciones de otros chicos, que le ofrecían hasta dinero por ‘probar’ lo que se sentía tener sexo con otro hombre; se mantenía fuerte ante todos, con una conducta intachable en la escuela, para que no tuvieran nada que reprocharle, pero en el fondo, estaba roto. Noche a noche, lloraba, pues pensaba que nunca podría superar lo ocurrido y lo único que lo mantenía en pie, era la ilusión de que, al terminar de estudiar, podía irse de esa ciudad, quizá así podría olvidar.
Un viernes a media mañana, el pelinegro iba con unas hojas en mano, repasando las notas de una materia, ya que tendría examen ese día y como no había tenido las dos primeras clases, apenas ingresaba al campus universitario; acostumbraba a caminar con los audífonos puestos, pues así no escuchaba los gritos o las groseras insinuaciones de algunos, que se atrevía a ello, mientras él pasaba por enfrente. Precisamente esa fue la razón de que no se dio cuenta del aviso que alguien le hizo y tropezó con unos hilos que estaban en cierta parte de los pasillos, perdiendo el equilibrio de inmediato y para complicar más la situación, había un desnivel muy pronunciado que le ocasionó una caída fuerte y termino lastimándose un pie y una mano.
La queja del pelinegro no se hizo esperar, mientras sus hojas se desperdigaron por el suelo y sus audífonos estaban desacomodados.
—¡¿Estás bien?! — preguntó un chico rubio, que llegó corriendo a su lado.
—¡¿A quién diablos se le ocurre poner hilos en el camino?! — preguntó el pelinegro de inmediato, tratando de aguantar las lágrimas, pues le dolía tanto la muñeca como el tobillo.
—Estamos en prácticas — se excusó el otro.
—Te gritamos que tuvieras cuidado — dijo un segundo.
—¡Duele! — se quejó el menor y las lágrimas escaparon de sus ojos, ya que el dolor era intenso.
—Déjanos ver…
El rubio lo sujetó del brazo y observó detenidamente, mientras el castaño hacía lo propio con el pie; Víctor se mordió el labio para no gritar y los otros dos se dieron cuenta que realmente estaba mal.
—‘Nico’, hay que llevarlo a la enfermería de esta zona…
El aludido hizo una mueca, sabía que su compañero tenía razón — bien, llevémoslo — dijo con molestia — pero no creo que pueda caminar — señaló la pierna — parece que el tobillo necesita atención también.
—Yo lo llevo, encárgate de recoger las cosas y me alcanzas allá, no vaya a ser que otro idiota se tropiece también.
—¡¿A quién le dices idiota?! — reclamó Víctor con voz dolorida.
—A ti, obviamente — respondió el rubio.
El pelinegro hizo un mohín y desvió el rostro, sintiéndose ofendido, pero le dolían tanto su muñeca y pie, que no pudo replicar. El otro joven lo levantó en brazos con suma facilidad, pues Víctor era menudo y delgado; de esa manera lo llevó hasta la enfermería que se encontraba cerca. Al llegar, la puerta estaba abierta, así que ingresó de inmediato, el médico estaba sentado, escribiendo algo en la computadora; era un chico joven, de cabello rubio también y levantó una ceja al observar a los recién llegados.
—¿Ahora qué hiciste, Gael? — preguntó con molestia.
—¡Yo no hice nada! — replicó el otro — este chico se tropezó con las guías de la práctica que estaba haciendo — explicó de inmediato — y parece que se lastimó.
—Bien — suspiró — ponlo en la camilla — señaló el lugar y se puso de pie, yendo hasta el paciente — a ver, déjame ver…
Mientras el médico revisaba a Víctor, él se quejaba.
—Esto es malo — dijo con seriedad — creo que es una luxación en la muñeca — anunció con preocupación — parece que la caída estuvo muy fuerte — sonrió condescendiente al ver el rostro de su paciente y luego reviso el pie, consiguiendo que Víctor gritara — no — negó y puso un gesto serio — tiene que ir al hospital, esto es una emergencia.
—¿No puedes hacer nada, ‘Sebas’?
—No estoy calificado, sabes que apenas soy pasante, además, por lo que veo esto es algo que un traumatólogo tiene que revisar, así que mejor llamaré a una ambulancia.
—Yo puedo llevarlo al hospital — dijo el castaño, que iba ingresando a la enfermería porque la puerta seguía abierta.
El médico lo miró con frialdad — no creo que sea correcto — dijo entre dientes, sin ocultar su molestia — agradezco el ofrecimiento, Nicolás — dijo el nombre con desdén — pero, no te molestes.
—No es molestia — respondió el castaño, en el mismo tono molesto que el otro usó para hablar con él — sabes que me gusta hacer buenas obras
El rubio mayor apretó los puños y soltó el aire por la nariz — si lo mueven mucho, pueden empeorar la situación, así que necesitan de expertos, una ambulancia es lo mejor — replicó casi en un gruñido.
—¿Crees que no puedo hacer nada bien?
—Nunca haces nada bien…
—¡Ya!, dejen sus problemas ‘maritales’ para después — dijo Gael con seriedad — hermano, esto es urgente — dijo para el médico, señalando al paciente.
—Sí, lo siento, voy a pedir apoyo — el mayor caminó al escritorio y llamó a las oficinas de la facultad, para pedir el vehículo y después regresó al lado del pelinegro — no te preocupes — anunció — en menos de diez minutos te llevarán al hospital.
—No puede ser… — las lágrimas cayeron con mayor fuerza — tengo examen hoy — dijo entre dientes, tratando de soportar el dolor, sin conseguirlo.
—Yo te haré un justificante — explicó — pero ahora mismo, debemos llamar a tus familiares.
—No hay nadie en casa — respondió Víctor a media voz — mi padre está de viaje…
—¿Y tu mamá? — preguntó el médico con seriedad.
Víctor desvió el rostro — no… no tengo — negó — tampoco hermanos…
Los otros tres se miraron entre sí.
—No puedes ir solo — negó el mayor.
—Yo lo acompaño — el rubio menor suspiró — después de todo es mi culpa que esté así.
—¿Seguro?
—Sí, tu encárgate del justificante, que ‘Nico’ lo lleve a su salón y que luego me alcance en el hospital, de todas maneras no tenemos clases hoy — explicó.
Sebastián y Nicolás se miraron y luego giraron el rostro, no parecían querer tener nada que ver uno con el otro, pero era la única manera de ayudar al jovencito que estaba ahí, así que no podían negarse.
* * *
Víctor fue llevado al hospital privado que daba seguro médico en caso de accidente en la universidad y debido a que era una situación de urgencia, fue atendido de inmediato; le hicieron algunas radiografías y tuvieron que acomodar los huesos dislocados, por lo que le pusieron anestesia y lo hicieron dormir por unas horas. Gael se quedó con él y estuvo al pendiente de lo que el traumatólogo le explicó que ocurriría, ya que le inmovilizarían tanto el pie, como la mano, pero debía agradecer que el pelinegro no necesitara cirugía o hubiese sido mucho peor.
Eran las dos de la tarde, cuando Víctor despertó y lo primero que vio, fue una melena rubia a su lado; el joven estaba sentado al lado de la cama, leyendo un libro, con un vaso de café al lado, pero al escuchar un gemido, levantó la vista.
—Despertaste… — sonrió — ¿cómo te sientes?
—Mareado… — dijo con pesadez y al intentar moverse, se quejó.
—No deberías moverte aún — negó el otro, dejando de lado el libro — aunque traes las férulas, debes mantenerte quieto lo más que se pueda — dijo con seriedad — y lo mareado, supongo que es la anestesia.
Los ojos miel de Víctor, observaron lo que traía en mano y suspiró — bien, al menos es la derecha — hizo un gesto cansado.
—¿‘Al menos’? ¿No deberías preocuparte? — preguntó el otro.
—Soy zurdo, así que, técnicamente, la mano derecha no me sirve mucho, porque es la que menos uso — respondió.
—Ah… bueno, entonces no es tan malo — sonrió el mayor — por cierto, no me he presentado — extendió la mano izquierda — soy Gael Soto, un placer…
El pelinegro levantó una ceja — quisiera decir lo mismo, pero es tu culpa que esté así — dijo con molestia, pero aceptó el saludo — Víctor Cortés…
—Pues no le haces honor a tu apellido — señaló el ojiazul con sarcasmo — además, no es mi culpa, sino la tuya — lo señaló después de soltar la mano del otro.
—¡¿Mi culpa?!
—Por supuesto — sentenció el rubio — ‘Nico’ y yo intentamos avisarte, pero por traer audífonos, te partiste la… — calló en el último momento, recordando lo que el otro había dicho de su familia, así que no quería decir algo impropio.
—¿Yo cómo iba a saber que un par de idiotas, iba a estar jugando con hilos, en medio de los pasillos de la universidad?
—No estábamos jugando, estábamos haciendo prácticas de topografía — anunció con orgullo.
—¿De topografía?
—¡Por supuesto! — asintió el mayor — estamos en ingeniería civil y debemos hacer esos trabajos cada semana, pero en esta ocasión, al profe Peña se le ocurrió que hiciéramos un análisis de los distintos niveles que hay en todas las facultades, para nuestra evaluación, por eso estábamos ahí.
—¿Y no pudieron avisar con antelación? — retó el pelinegro — como caí, pudieron caer muchos más…
El rubio entrecerró los ojos — eres el único que se cayó — señaló — y estábamos por terminar.
Víctor abrió los ojos desmesuradamente, quiso replicar, pero no encontró nada que decir, además, la mirada de Gael le causó un escalofrío, más no supo si era por miedo o por algo más, pues justo en ese momento, se daba cuenta que el otro chico era atractivo y sus ojos azules eran encantadores, así que desvió la mirada y suspiró.
—En fin, ya no importa — dijo con cansancio — admito que iba distraído así que quizá tienes razón…
Gael suspiró — no, yo lo siento, me imagino que como todos en estos días, estabas más preocupado por tu examen, ¿cierto?
—Sí — asintió el pelinegro — pero no sé si el profesor Mendoza me deje hacerlo el lunes…
—Seguro mi hermano puede ayudarte.
—¿Tu hermano? — Víctor levantó el rostro.
—‘Sebas’ — anunció el rubio — el doctor — rió — es mi hermano mayor y tiene un don especial para convencer a las personas y hacerlas ceder a sus peticiones, aunque — hizo un mohín — tiene dificultades para controlar a ‘Nico’, pero eso es por otra cosa — rió.
—Creo que no era necesario que dijeras tanto — negó el otro.
—¡Víctor!
El grito femenino se escuchó y una chica con el cabello largo, teñido como un arcoíris entró a la habitación.
—¡Por Dios, hombre! No puedo dejarte solo porque te metes en problemas — regañó al estar al lado de la cama — ¡mírate nada más!
—Talía, no lo regañes — dijo una segunda chica que portaba su cabello corto, pintado de rubio, quien entró acompañada de otro joven.
—‘Judy’ tiene razón — señaló el recién llegado — ‘no hagas leña del árbol caído…’, además, Víctor no está para que lo sermonees más.
—Si no lo quiero sermonear —negó ella — es solo que me preocupa.
—Estoy bien — dijo el pelinegro con media sonrisa — o eso creo, acabo de despertar y no he visto al doctor…
—Estará bien — sonrió el rubio — solo necesita reposo absoluto y no mover la mano, ni el pie, en unos días, ya después podrá moverse poco a poco, por lo menos hasta que le quiten las férulas.
Los recién llegados lo miraron con curiosidad y Talía fue la primera que se acercó.
—Y, ¿tú eres…?
—Gael Soto — se presentó el rubio — de la facultad de ingeniería civil…
—Ah… un ‘ingeniebrio’ — dijo la chica con burla, haciendo alusión a que todos decían que los ingenieros civiles bebían mucho.
—Ja… ja… ja… — dijo el ojiazul con sarcasmo — ese chiste está muy trillado.
—Pero al menos lo entendiste — Talía sonrió forzadamente — soy Talía Robles.
—Yo soy Judith Zavala — dijo la rubia con rapidez, evitando que su amiga siguiera hablando.
—Ramón López — el otro chico levantó la mano a modo de saludo.
—Supongo que son amigos de Víctor — dijo el rubio con seriedad — bueno, entonces mi trabajo aquí terminó — agarró unas hojas que estaban en una mesita — estas son las indicaciones del médico — señaló entregándoselas a Talía — son para el cuidado de sus lesiones, además, dentro de seis semanas debe ser revisado, a ver si le retiran las férulas, pero el ‘doc’ dijo que debe ir al hospital general para que lo chequen y lo mantengan en observación para ver su evolución.
—Pero no fue nada grave, ¿cierto? — preguntó la chica, poniéndose más seria, observando todo lo que decían las hojas.
—No — Gael negó — estará bien, de hecho, solo esperaban a que despertara para que pudiera irse a casa.
—Tengo hambre… — Víctor suspiró.
—Pues hay que pedir un taxi para llevarte a tu casa y allá veremos que comes — dijo Judith.
—¿Taxi? — el rubio levantó una ceja — ¿ninguno tiene auto?
Los cuatro chicos se miraron entre sí.
—No — Ramón negó — solo hay un auto en mi casa y lo usa mi padre…
—Yo no sé manejar — Judith se alzó de hombros.
—A mí me multaron hace unos días y mis padres me dejaron sin auto por un mes — contó Talía con molestia.
—Aún no soy mayor de edad, así que no tengo licencia — respondió Víctor — y de todas maneras, en esta condición no podría manejar.
Gael respiró profundamente y pasó la mano por su cabello — llamaré a Nico y a mi hermano, para que vengan y poder llevarlos a todos — dijo con seriedad — hoy no llevé mi auto a la ‘uni’, porque Nico me llevó, así que no queda de otra — anunció sacando su celular.
Los amigos no dijeron nada, después de todo, que los llevaran era mejor que ir en taxi, pues así no irían tan apretados y Víctor podría ir cómodo.
* * *
Sebastián llevó a Gael y a Víctor en su automóvil, así su hermano iba de copiloto y el paciente en el asiento trasero, con la pierna lo más cómoda que podía; Nicolás llevó a los tres amigos de Víctor en su automóvil y finalmente, todos llegaron a la casa del pelinegro. Estando ahí, Gael cargó a Víctor hasta llevarlo al segundo piso y dejarlo instalado en su habitación, después de eso, Sebastián, Nicolás y Gael se despidieron, dejando a los jóvenes con el paciente.
Talía se quedó en la casa de Víctor el fin de semana, con el permiso de sus padres, pues el padre del pelinegro no volvería hasta mediados de la siguiente semana y la mujer que iba a limpiar y preparar comida, solo acudía de lunes a viernes; esa era la razón de no querer dejarlo solo, además, tenían tareas qué hacer, por lo que Ramón y Judith también fueron el fin de semana, para realizar sus trabajos.
Pero no fueron los únicos, ya que ambos días, Gael fue a visitar a Víctor y se quedó un largo rato platicando con él, ante la mirada inquisitiva de Talía, quien desconfiaba del rubio.
Víctor no acudió hasta el miércoles a la escuela, porque Sebastián presentó los justificantes médicos y por ello, le pospusieron los exámenes; cómo no debía moverse mucho, Gael se ofreció a llevarlo en su automóvil y devolverlo a su hogar después de clases, para que no tuviera que andar en taxi.
El miércoles por la tarde, Gael conoció al padre de Víctor, mismo que tenía el mismo nombre que su hijo; parecía preocupado por el menor, pero le repitió muchas veces que debía entender la razón del por qué no podía estar con él y más, cuando le dijo que debía salir de la ciudad el siguiente lunes de nuevo. Era un hombre dedicado a su trabajo de geólogo y siendo especialista en energías alternativas, tenía que andar de un lado a otro; esa fue la razón que Gael pudo platicar con él, ya que en su carrera, también se llevaba geotecnia y como estaba en séptimo semestre, ya tenía noción de ello.
Cuando Víctor y Gael se quedaron solos en la habitación, el rubio notó que el otro tenía un semblante triste.
—¿Qué pasa? — preguntó, sentándose a su lado.
—Le caíste bien a mi padre — sonrió el pelinegro — habló más contigo este día, de lo que habla conmigo en un año — suspiró.
—Me parece que exageras — el mayor le restó importancia.
—No, no exagero — suspiró — desde que mi madre se fue cuando yo aún era un niño, mi padre dejó de hablar conmigo — se alzó de hombros — supongo que no tenemos muchas cosas en común, a diferencia de ti…
—Solo hablamos de suelo y rocas — rió.
—Sí… pero el ‘suelo y rocas’ son su pasión — la mirada miel se posó en su mano — quizá debí estudiar algo de eso, para que me pusiera atención y… me quisiera un poco…
—Creo que tu padre te quiere — Gael le sonrió — pero precisamente porque te quiere, es que se esfuerza para que tú estés cómodo y tengas lo que necesitas, por eso trabaja tanto…
Víctor sonrió tristemente — gracias… — dijo con debilidad — sé que es mentira y solo quieres animarme, pero… gracias.
—¿Por qué eres tan negativo? — el ojiazul levantó una ceja — te aseguro que tu papá te quiere mucho — estiró la mano y acarició la mejilla del menor — podría apostártelo…
Un escalofrío cimbró al pelinegro y se alejó de inmediato de la mano de Gael, sintiéndose nervioso.
—¿Qué ocurre? — preguntó el mayor, contrariado por esa reacción.
—Nada — negó el otro — nada, de verdad — sonrió nervioso.
El ojiazul decidió no presionar, así que cambió de tema — hoy no vi a Talía, ¿no vendrá a cuidarte?
—No — negó — le dije que mi padre estaría en casa, así que pensó que no la necesitaría…
—Parece que ella también te quiere mucho…
—La conozco desde hace años — contó Víctor — se autoproclamó mi hermana mayor desde la secundaria — sonrió divertido — he tenido mucha suerte de que siempre nos ha tocado estar en el mismo salón desde la escuela básica…
—Ya veo — Gael sonrió — es una chica muy enérgica — señaló — bonita, aunque su carácter es… complicado…
Víctor pasó saliva — así que… ¿te parece bonita?
—Sí, ¿a ti no?
—Sí, lo es — asintió el menor de inmediato — ella es muy bonita…
Por alguna razón, la idea de que Gael se interesara en Talía, le hacía sentir mal a Víctor, pero trató de no denotarlo; en el fondo, en esos días que el mayor lo había tratado y se había preocupado por él y su bienestar, le habían hecho hacerse ilusiones, pero al saber que pensaba que su amiga era bonita, era obvio que no estaba realmente interesado en él.
* * *
Un mes y medio después, Víctor fue a que revisaran su muñeca y tobillo; el médico le dijo que estaba bien, pero debía usar las férulas un par de semanas más, así que Gael se ofreció a seguir siendo su ‘chofer’, pero Víctor se negó y Talía lo apoyó.
—No es necesario — sonrió el pelinegro al estar en su casa — de verdad, además, Talía ya tiene su auto de nuevo…
—Así es, yo puedo llevarlo y traerlo sin problemas.
—Pero no puedes cargarlo — señaló el rubio de manera divertida — así que es mejor que yo siga viniendo por él.
La chica quiso replicar, pero tenía que admitir que Gael tenía razón, así que chasqueó la lengua — iré por tu comida — dijo para Víctor y salió de la habitación, pero luego se asomó — ah, Gael, ¿puedes venir a ayudarme, por favor?
—Vuelvo… — dijo el ojiazul y despeinó los mechones negros de Víctor, yendo a alcanzar a la chica.
Al estar en la cocina, Talía sacó unas cosas del refrigerador y las metió en el microondas.
—Si solo iba a calentar la comida, ¿para qué me necesitas? — preguntó Gael con seriedad.
La chica puso un gesto molesto y lo miró con frialdad — escúchame bien, Gael, no sé qué te traes entre manos, pero si estas intentando acercarte a ‘Vick’ solo para aprovecharte de él, ¡olvídalo! — sentenció — porque si te atreves a hacerlo llorar, ¡te sacaré los ojos con mis uñas! — amenazó.
El rubio se sorprendió y luego puso un gesto confundido — ¿de qué demonios hablas?
—¡No te hagas el idiota! — siseo Talía — muchos intentan acercarse a ‘Vick’, tratando de constatar los rumores que el imbécil de Eduardo esparció, pero que te quede claro que yo no voy a permitir que otro venga a ilusionarlo y después herirlo, además, él me dijo que le dijiste que yo te gustaba, si es así, ¿por qué sigues tratándolo de esa forma? ¿Solo para ilusionarlo? ¡Eso es vil y bajo!
—Wow, wow, wow… — el ojiazul movió las manos enfrente, como queriendo poner una pared — espera, yo no dije que me gustabas — negó — dije que me parecías bonita, pero no que me gustes, a mí las chicas no me van… soy gay, así que me gustan los chicos.
—Entonces, ¿intentas aprovecharte de él? — gruñó ella con furia.
—¡Claro que no! — Gael negó — Víctor me gusta — dijo con seriedad — pero como él no parece querer darme una oportunidad, estoy tratando de acercarme poco a poco.
—No te creo…
El rubio entornó los ojos — no me creas si no quieres — dijo cansado — pero ahora que ya te respondí, quiero saber… ¿de qué rumores hablas?
Talía parpadeó sorprendida, pues no imaginaba que el otro le preguntaría eso — ¿acaso no sabes?
—¿Qué cosa?
Ella frunció el ceño, no podía creer que Gael no supiera de los rumores, pero su intuición le dijo que ese chico no mentía, así que decidió darle el beneficio de la duda y contarle; suspiró y pasó la mano por su cabello.
—Víctor es… es un chico que necesita mucha atención — mordió su labio inferior dudando en continuar, pero si quería que el otro entendiera, debía explicarle — desde que su mamá lo abandonó, yéndose con otro hombre y su padre se enfrascó en su trabajo, él siempre ha buscado quien le de cariño, pues se siente completamente abandonado — dijo con tristeza — así que en preparatoria, Víctor tenía un novio… — se contuvo para no levantar la voz, pues cada que pensaba en el ex de su amigo, su coraje se acrecentaba — ese tipo era y es un idiota — señaló — pero, aunque le dije a Víctor muchas veces que Eduardo era un patán, que solo quería llevárselo a la cama, ‘Vick’ lo disculpaba, diciendo que su carácter era un poco difícil — pasó la mano por su cabello y rechinó los dientes — incluso cuando lo llegó a golpear, Víctor lo defendía…
Gael se quedó completamente frío ante esas palabras.
—Decía que era el único que estaba a su lado, que al menos no lo abandonaba y aunque él mismo sabía que no era una buena relación, pensaba que no podía tener algo mejor — sonrió con sarcasmo — por eso accedió a tener relaciones con él, el día de nuestra graduación de la preparatoria…
El rubio frunció el ceño, preparándose para lo que se imaginaba que la chica le diría.
—Pero según lo que me contó ‘Vick’, no lo hicieron…
El ojiazul se sorprendió, pero respiró aliviado.
—Y aunque en su momento, me hizo sentir bien — confesó ella — al entrar a la universidad, las cosas se complicaron…
—¿Por qué? — interrumpió el mayor.
—‘Vick’ lo fue a buscar el primer día del curso de inducción, porque el idiota aquel, no lo había buscado en todas las vacaciones — soltó el aire por la nariz — yo le dije que no fuera, pero él insistió — apretó los puños — y como yo no quería verlo, lo dejé solo — dijo con tristeza — no debí hacerlo…
—¿Qué pasó? — la voz de Gael era seria.
—Eduardo dijo muchas mentiras de Víctor — Talía pasó la mano por su mejilla — dijo que era una… — cerró los parpados y se armó de valor para decir la palabra — una ‘puta’ — musitó — y que lo había visto con otros, que ante todos se comportaba decente pero no lo era y… en fin… una sarta de idioteces y lo peor, que lo gritó delante de muchos de primero — contó — por eso, muchos empezaron a tratar de forma grosera a Víctor — levantó el rostro — ese día, de su accidente, me dijo que llevaba sus audífonos, por eso no escuchó sus advertencias, ¿sabes por qué no se los quitaba?
Gael negó.
—Porque así no escuchaba lo que otros le decían, las palabras obscenas a su paso, las insinuaciones que muchos idiotas le hacían y hacen, incluso esos que dicen ser ‘hetero’ — dijo con ira — todos lo insultan y por culpa de alguien que solo quiso desquitarse porque él no aceptó tener sexo — soltó el aire por la nariz — casi toda la escuela lo sabe — levantó una ceja, aún incrédula — me sorprende que tú no…
—No te sorprendas tanto — el ojiazul sonrió cansado — no me gusta inmiscuirme en chismes, ni poner atención a cosas que no me incumben — ladeó el rostro — además, mi facultad está en un extremo del campus, estamos algo aislados, así que no llegan muchos rumores por allá — levantó una ceja — si conocí a Víctor, fue por una práctica que me obligo a estar ese día en el área de veterinaria, nada más, de lo contrario, jamás nos habríamos encontrado, te lo aseguro.
—Por alguna razón, quiero creerte — Talía sonrió — ¿de verdad te gusta ‘Vick’?
—Mucho — confesó el mayor — cuando lo llevé a la enfermería, me pareció que era muy frágil, delicado… y mientras dormía en el hospital, me puse a observarlo — sonrió ilusionado — es el chico más lindo que he visto…
La chica ladeó el rostro — veo que de verdad te agrada, lamento haberte amenazado…
—Estás en tu derecho — Gael la miró a los ojos — lo quieres y lo estás cuidando, yo haría lo mismo por mi hermano, aunque él es un cabeza dura a pesar de ser mayor que yo y por eso se mete en problemas solito, no necesita a nadie más — dijo divertido.
Talía rió y después puso un gesto serio — Gael, ¿confías en Víctor? — preguntó con ansiedad — porque si no es así y si en algún momento te dejas llevar por los rumores, él va a sufrir y…
—No te preocupes — interrumpió el ojiazul — aunque no parezca, soy observador y me doy cuenta de muchas cosas — dijo con toda seguridad — Víctor no es un chico fácil, lo sé porque su carácter, su actitud y su comportamiento, no son el de un chico como el que dices que su ex describió, así que jamás creería en algo así, te lo aseguro.
—Siendo así, creo que te ayudaré a conquistarlo…
—No necesito ayuda — dijo el rubio, un tanto ofendido.
—Sí la necesitas — asintió ella — porque Víctor cree que yo soy la que te gusta — lo señaló de manera burlona.
—¡Mierda!
* * *
Dos semanas después, Víctor dejó de usar las férulas, pero necesitaba realizar ejercicios de rehabilitación y Gael se ofreció a ayudarle, gracias a que su hermano era médico, sabía cómo apoyarlo en sus ejercicios. Víctor se sentía cada vez más inquieto al lado del rubio y más, porque Talía siempre los dejaba a solas, como queriendo que se acercaran más y eso le hacía sentir mal, pues pensaba que Gael quería estar al lado de su amiga y lo usaba de pretexto, pero ella lo dejaba solo con él, como si intentara forzarlos a hacerse más cercanos.
Finalmente, Víctor le preguntó a Talía y ella le dijo que Gael no estaba interesado en ella, porque el chico era gay y quizá, él tenía una oportunidad con él. La emoción no se hizo esperar en el pelinegro, quien se entusiasmó de inmediato con la idea, aunque se sentía cohibido, debido a que los rumores que Eduardo había esparcido, no se habían acabado del todo.
El tiempo pasó, Gael y Víctor se hicieron más cercanos, pero el rubio no se atrevía a dar el paso, pues pensaba que debía demostrarle al menor que realmente le importaba y que no lo quería para jugar con él, por ello se desvivía en atenciones; salían juntos a citas, iban al cine, al parque, a caminar y siempre que podían, iban a una cafetería cercana al campus, dónde el ojiazul compraba un pequeño pastel, el cual compartían.
A finales de noviembre, todos los alumnos estaban en los últimos parciales, pues iniciando diciembre, tendrían que presentar examen extraordinario aquellos que reprobaran; fueron casi tres semanas en las que Gael y Víctor no pudieron verse, pues el mayor tenía más trabajos y su tiempo era ocupado por los mismos. El rubio estaba decidido a confesarse después de terminar ese semestre, para poder dedicarle todo el tiempo al menor, pues de lo contrario, podía sentirse más abandonado, porque en ese momento, sus trabajos finales le consumían todo su tiempo.
—¿Ya te le confesaste? — Nicolás le preguntó a su amigo, mientras realizaban un trabajo en el salón, cada uno en su computadora.
—No — respondió el ojiazul.
—Te estás tardando — el castaño lo miró de soslayo — y sabes que no es bueno esperar, especialmente porque ya estamos entrando a diciembre.
—No te preocupe, el lunes de la otra semana entregamos el último trabajo, así que el martes lo invitaré a salir y le pediré que sea mi novio — confesó con una gran sonrisa.
—¿Seguro que te dirá que sí?
—¡Por supuesto! — Gael puso un gesto confiado — estoy seguro que me quiere, tanto como yo a él…
—Parece que el ‘amor’ te pegó fuerte — se burló su amigo — pero, ¿qué pensará él?
—Dudo que tú sepas de ‘amor’, si la relación que tienes con mi hermano es tan complicada.
—Es que tu hermano tiene un carácter de los mil demonios — reprochó su amigo y luego sonrió de manera pícara — pero todas nuestras peleas las arreglamos en la cama…
—Sí, lo sé, ¿crees que no los escucho? — dijo con molestia — su habitación está al lado de la mía…
—Ya, no te enojes, es que es más barato que ir a un hotel.
—¡Cínico! — rió el ojiazul.
—¡Gael! — la voz de uno de sus compañeros interrumpió la plática y el rubio buscó a quien le había llamado, encontrándolo en la puerta, al lado de alguien más — te buscan… — dijo su compañero, señalando al visitante y regresó a su lugar.
—¿Quién es ese? — preguntó Nicolás, pues el chico que estaba en la puerta era un completo desconocido para él.
—Ni idea… — respondió el otro antes de ponerse de pie.
El ojiazul caminó a la puerta y observó de pies a cabeza al otro — ¿sí? ¿Me buscas a mí?
—¿Tú eres Gael Soto? — preguntó el castaño que estaba enfrente, con algo de molestia.
—Sí… ¿y tú eres…?
—Eduardo Mejía — sonrió — ¿sabes…? Eres muy difícil de encontrar…
El rubio frunció el ceño — no te conozco — dijo con seriedad — creo que te equivocaste de persona.
—No, no lo hice — negó — mis contactos son muy confiables, así que estoy seguro que me dieron la información correcta sobre ti, por eso vine a verte hasta tu salón.
—¿Y para qué querías verme?
—Para hablar de alguien…
Gael suspiró, le exasperaba que el otro le diera tantas vueltas, pues parecía no querer decir las cosas completas — escucha, estoy en un trabajo final, no tengo tiempo para juegos, así que si quieres decir algo, solo dilo, ¿de acuerdo?
—Quiero hablar sobre Víctor Cortés…
Al escuchar el nombre, el ojiazul comprendió por donde iba el asunto, especialmente al recordar que Talía le había dicho que el ex novio de Víctor se llamaba Eduardo.
—¿Te suena el nombre? — preguntó con sarcasmo el castaño.
—Sí, me suena — Gael sonrió con altivez — me suena muy bien…
El tono que usó el rubio, consiguió sorprender a Eduardo, le parecía que el otro quiso insinuar algo más. El castaño apretó los puños, ya que estuvo a punto de agredir al mayor, aunque se contuvo pues no podía reaccionar como siempre, si quería alejar a ese chico de Víctor, debía seguir con su plan.
—¿Podríamos hablar abajo, en el jardín? — preguntó de la forma más amable que podía en ese momento.
Gael pensó en negarse, pero decidió ver hasta dónde era capaz de llegar ese sujeto, por lo que aceptó escucharlo.
—De acuerdo, vamos… — giró el rostro y levantó la voz — ‘Nico’, te encargo mi ‘compu’, vuelvo en un momento.
Después de eso, Eduardo y Gael se alejaron del salón, bajando las escaleras y yendo a los jardines más alejados de los edificios. El rubio se subió a una banca y se sentó en el respaldo, de una manera despreocupada, mientras que el otro se quedó de pie.
—Y bien, ¿qué me quieres decir?
—Me he enterado que tú y Víctor se han hecho muy cercanos — empezó el castaño — y realmente, vengo a hacerte un favor…
—¿Un favor? ¿A mí? — la voz de Gael era sarcástica — a ver… — recargó los codos en sus rodillas — ¿qué clase de favor puedes hacerme tú a mí?
—Prevenirte — dijo con toda seguridad — Víctor no es la clase de chico que te puedes imaginar.
—Ah, ¿no?
—No, es falso, es hipócrita y un chico fácil que se mete con cualquiera, créeme, no es una ‘blanca paloma’ como su inocente carita aparenta — siseó.
—¿De verdad? — el ojiazul levantó una ceja — a mí no me parece esa clase de persona, no entiendo por qué lo dices…
—Parece que te tiene bajo su ‘encanto’ — el castaño se cruzó de brazos — pero deberías ser más precavido, para que veas su verdadera forma de ser y no caigas en su juego…
—¿Y cuál es su verdadera forma de ser?
—Parece que no has escuchado nada de lo que se dice de él, o quizá solo quieres hacer oídos sordos para poder jodértelo como muchos otros lo han hecho — prosiguió el otro — pero te lo advierto, si te metes con él, seguramente te decepcionarás o peor aún, podrías enfermarte, porque es muy probable que tenga alguna enfermedad venérea — sonrió — es lógico que al saber que es un chico fácil, te lo quieras ‘tirar’ pero no vale la pena, te lo digo por tu bien.
Gael empezó a reír con fuerza, consiguiendo que Eduardo se desconcertara por un momento.
—¿De qué te ríes? — preguntó el castaño.
El rubio suspiró — de ti… — respondió directo — he conocido a muchos como tú — rió una vez más — pero eres el mentiroso más patético que he escuchado — se burló y Eduardo puso un gesto de molestia — por lo menos deberías practicar para sonar más convincente — pasó la mano por su boca y negó — es obvio que el que miente eres tú — lo señaló — así que mejor guárdate tus palabras, porque no voy a hacerte caso — aseguró — realmente me siento decepcionado, no imagino qué clase de idiota cree en las sandeces que dices, pero supongo que deben faltarles algunas neuronas a todos los que te creen — suspiró — en fin… me retiro y no vuelvas a buscarme, porque solo gastaras saliva en vano…
Gael intentó alejarse, pero el otro lo sujetó con fuerza del brazo.
—¡Aléjate de Víctor! — sentenció entre dientes — o vas a tener muchos problemas y él también — amenazó.
El rubio miró con indiferencia la mano que lo sujetaba y luego le dedicó una mirada fría al otro — no, es mejor que tú no vuelvas a buscarme y mucho menos intentar acercarte a Víctor — su voz era grave — porque de lo contrario, el que tendrá problemas, serás tú.
Con un movimiento rápido, el ojiazul se liberó del agarre, sacudió la manga de su camisa y se alejó, dejando al castaño completamente furioso.
* * *
El siguiente lunes, diciembre ya había empezado, muchos estudiantes estaban entregando sus trabajos finales, algunos ya no regresarían más que para recoger sus calificaciones, pero otros, tenían que presentarse a hacer exámenes.
—‘Vick’, ¿vas a ver a Gael hoy? — preguntó Talía con picardía, ya que el rubio le había dicho que en esos días se le declararía a su amigo.
—¿Hoy? No — negó — me dijo que nos veríamos mañana, hoy tiene que entregar su último trabajo — suspiró.
—Pareces triste — Judith se recargó en su pupitre — ¿te sientes mal?
—No, es solo que… desde que empezaron los semestrales, no he podido verlo como antes — respondió con debilidad.
—Es lógico — Rafael se alzó de hombros — todos nos volvimos locos con los exámenes finales y él está en séptimo semestre, tiene más trabajo.
—Lo sé — sonrió el pelinegro — pero espero poder verlo mañana.
—Bueno, es hora de irnos — Talía le palmeó el hombro a su amigo — piensa que mañana podrás verlo…
—Sí, lo sé.
El pequeño grupo salió de su salón y bajaron por la escalera, en ese momento, un chico se acercó a ellos.
—Tú eres Víctor Cortés, ¿cierto? — preguntó con dulzura.
—Sí — asintió el pelinegro.
—¿Qué quieres? — preguntó Talía a la defensiva.
—Soy, Carlos, estoy en Ingeniería Civil — sonrió el chico — todos están entregando sus trabajos en este momento y aunque Gael quería salir temprano, no pudo, pero me pidió que te entregara esto — le dio un sobre.
—¿De verdad? — Víctor sujetó el objeto.
—Sí, dijo que por andar ocupado, olvidó su celular en su casa, así que por eso no te pudo hablar…
Víctor suspiró; un día había intentado hablar con Gael y no le contestó, porque su celular se había quedado en otro lado, según lo que le explicó en ese momento.
—Bueno, me voy… nos vemos.
El chico se fue y Víctor abrió el sobre, encontrándose una tarjeta romántica y al abrirla, empezó a leer el contenido; sus ojos repasaron el mensaje y su sonrisa se iluminó.
—Dice que lo espere en la cafetería de siempre, ¡porque tiene algo que decirme! — dijo con emoción — lo siento, tengo que irme…
—¿No quieres que te lleve? — preguntó su amiga.
—No, no te preocupes — negó sin parar de correr — ¡nos vemos!
—Ah, ese tonto… — su amiga sonrió.
—¿Crees que ya se le declarará? — Judith la miró de soslayo.
—¡Ojalá!
—Ya se está tardando — dijo Ramón con seriedad y los tres siguieron su camino.
En los pasillos, se encontraron a uno de sus profesores, quien los entretuvo casi por veinte minutos, hablándoles de las calificaciones, especialmente a Ramón, que tendría que irse a extraordinario; finalmente, fueron al estacionamiento, los tres se subieron al auto de Talía y al ir al acceso se encontraron con Gael, acompañado de Nicolás y Sebastián.
—¡Ey! — Talía bajó el vidrio — más vale que trates bien a Vick, ¿eh? — le dijo con picardía.
Gael sonrió — sí, mañana que lo vea lo trataré bien, lo prometo.
—¿Mañana? — Talía frunció el ceño — ¿no le dijiste que te esperara ahora en la cafetería a la que siempre van?
—¿Cuándo? — preguntó el rubio confundido — no he hablado con él hoy…
—Le mandaste una tarjeta con uno de tus compañeros, él dijo que no traías tu celular —explicó Ramón, quien iba en el asiento trasero del carro de Talía.
El ojiazul sacó el móvil del bolsillo de su pantalón — mi celular está aquí.
—¿Entonces no enviaste tú ese mensaje? — preguntó Judith desde el asiento del copiloto.
—No — negó con lentitud el mayor.
Todos se miraron entre sí y de inmediato, tanto Gael, como Talía, intentaron marcar el número de Víctor, pensando lo peor, pues el rubio le había contado a la chica sobre la plática que había tenido días antes con Eduardo y la amenaza que este le hizo.
Víctor no respondió y entró la contestadora para que dejaran un mensaje de voz.
—¡¿Dijiste que iba a la cafetería?! — preguntó el rubio con ansiedad — ¿se fue a pie?
—¡Sí! — respondió la chica.
Gael sacó las llaves de su auto y se las lanzó a su hermano — ten, ¡llévatelo y me alcanzan allá!
—Gael, ¡¿qué piensas hacer?!
—Voy a buscarlo.
* * *
Víctor había salido del campus y caminó por la acera, yendo hacia el local que se encontraba a varias cuadras de la universidad, aunque para él la distancia no era tan larga, pues la recorría mucho al lado de Gael ya que al mayor le gustaba caminar. Iba tan ensimismado en sus pensamientos que no se dio cuenta que un auto se detuvo cerca y Eduardo se acercó, sujetándolo de la muñeca con fuerza.
—¿A dónde, ‘bonito’?
El pelinegro se asustó y de inmediato intentó alejarse — ¡suéltame!
—No.
—Si no me sueltas, grito — amenazó con nervios.
Eduardo sonrió y lo abrazó; Víctor intentó alejarse, pero en el forcejeo soltó su pequeña mochila, antes de sentir una punzada en su espalda.
—¿Qué…? — tembló el pelingro.
—Sabes bien lo que es… — dijo el otro en un susurro — ¿recuerdas cuando te lastimé con mi navaja hace meses? No creo que quieras que vuelva a hacerlo, ¿o sí?
—N… no — negó el menor con nervios.
—Entonces, sube al auto…
—‘Ed’, no quiero — el pelinegro tembló — por favor, déjame ir…
El castaño presionó la navaja y Víctor se quejó, ya que el dolor empezó a hacerse presente.
—No lo voy a repetir, ‘Vick’, sube al auto, ahora.
El pelinegro no pudo negarse más y terminó subiendo al vehículo, en el asiento trasero, junto con el otro; al entrar, Eduardo lo sujetó del cabello y lo obligó a recostarse en sus piernas, para cubrir su boca y mantenerlo sometido, mientras Federico iniciaba la marcha de nuevo.
La mochila de Víctor quedó en el piso y momentos después, Gael la encontró, pero se sintió desesperado, al no saber cómo encontrar a Victor.
“Le mandaste una tarjeta con uno de tus compañeros…”
Recordar la frase que Ramón dijo, le hizo buscar en el interior de la bolsa y encontró con rapidez un sobre, lo abrió y observó la caligrafía, después acercó la tarjeta a su rostro.
—Voy a matarte… — siseó y apretó el papel con fuerza.
* * *
El vehículo dónde iba Víctor, ingresó a un motel en las afueras de la ciudad; cuando Federico estacionó el automóvil, Alan bajó de inmediato y cerró la cortina de la cochera, para que nadie viera y después, junto con Federico, fueron por algunas cosas que llevaban en la cajuela del auto. Finalmente, Eduardo sacó sin consideraciones a Víctor, quien se quejaba pues el otro lo jalaba del cabello con fuerza. El castaño lo metió a la habitación y lo llevó directamente a la cama, lanzándolo sobre el colchón.
—Muy bien, ya estamos aquí — rió.
Los ojos miel vieron al otro con miedo — ‘Ed’, por favor — se abrazó a sí mismo, — déjame ir — pidió con nervios — si no llego con Gael, él de seguro se preocupará, dará parte a la policía y… y me empezarán a buscar — intenta que su voz sonara segura — se meterán en problemas — dijo para los amigos de su ex novio también.
Los tres rieron y el menor sintió un escalofrío.
—Él no te está esperando en la ‘cafetería’ — anunció Eduardo con frialdad.
—Sí — Federico se alzó de hombros — eso era una mentira — se burló.
—La nota la escribió ‘Ed’ — señaló Alan — y tú fuiste muy tonto para no confirmarlo con tu ‘noviecito’.
—No… — el pelinegro titubeó y negó, sintiendo que sus lágrimas empañaban su mirada.
—Hora de iniciar, ‘Vick’, creo que es momento de tomar lo que me negaste hace meses — dijo el castaño y se acercó a la cama.
Entre los tres amigos se encargaron de atar y amordazar a Víctor, quien intentó resistirse, pero fue en vano; Eduardo lo golpeó en repetidas ocasiones, no solo en el rostro, sino en el cuerpo, hasta que un puñetazo le sacó el aire y no pudo defenderse más.
El menor quedó tendido contra la cama y de inmediato, Eduardo le quitó la ropa sin consideraciones, dejando su cuerpo desnudo.
—Conociéndote, seguro no le has abierto las piernas a tu nuevo ‘amiguito’, ¿cierto? — preguntó con sorna.
—¿Qué quieres decir? — Alan levantó una ceja.
—Ah, es cierto… — el castaño entorno los ojos — lo que dije de Víctor era mentira, él no quiso hacer nada conmigo y no estuvo con otros antes — confesó.
—Entonces… ¿es virgen? — Federico observó al pelinegro en la cama, asombrado.
—Sí — respondió Eduardo — y por lo que veo, ‘nada de nada’ aun con ese tal Gael, pero eso es porque no son novios, ¿cierto ‘Vick’?
Víctor sollozó, apretando sus parpados, se sentía humillado, pues estaba desnudo delante de los otros y no podía hacer nada.
—Si es virgen, entonces, yo quiero probarlo primero — señaló Alan.
—No —Eduardo negó — he pasado meses soñando con jodérmelo y no te dejaré su primera vez, solo porque sí.
—Pero tampoco es justo que la tomes tú — Federico lo señaló — los tres tenemos la misma oportunidad.
El castaño frunció el ceño — tengo derecho de antigüedad — dijo con molestia — pasé dos años consecuentándolo para que ‘aflojara’ y no lo hizo, merezco estrenarlo.
Los otros dos hicieron una mueca de enfado.
—Bien, de todas maneras, estaremos aquí toda la noche — Alan dio media vuelta y fue a sentarse al sillón.
—Sí, también puedo esperar — Federico hizo lo mismo, yendo a una silla.
Eduardo se quitó la camiseta y después el pantalón, quedando en ropa interior, acercándose a Víctor, quien temblaba y lo miraba con terror.
—Es hora de tener mi premio…
El castaño jaló al menor por las piernas, acercándolo a él y finalmente se bajó el bóxer.
“Vaya, ahora entiendo por qué alardea tanto, está acomplejado por su ‘pequeño amigo’…”
Eduardo volteó a ver a Federico, quien lo observaba con desgano.
—¡¿Qué dijiste, idiota?! — preguntó molesto el castaño.
—¿Yo? Yo no dije nada — respondió su amigo.
—Claro que sí, lo escuché bien, aunque lo dijiste en voz baja — lo señaló — ¡¿quieres ver que no es nada pequeño?! ¡¿Quieres que lo use primero contigo?!
—¡¿De qué diablos hablas?! — preguntó Federico confundido.
“Imbécil, solo presume de estupideces, cuando seguramente también es virgen…”
—¡Yo no soy virgen, cabrón! — gritó para Alan, quien de inmediato se sobresaltó.
—¿Y a mí que me dices? — preguntó su amigo, completamente fuera de lugar.
—¡Dejen de estar hablando a mis espaldas! — sentenció — de lo contrario no los dejaré usar a Víctor — amenazó.
Los otros dos se vieron entre sí, pero prefirieron no decir nada, seguramente estaba nervioso.
“Los dejaré usarlo, solo para denunciarlos y que carguen con la culpa…”
—¡¿Qué cosa?!
—¡¿Así que quieres denunciarnos, cabrón?!
Ambos se pusieron de pie y caminaron a la cama, alejándolo de Víctor, quien se hizo un ovillo en la cama, intentando cubrirse.
—¡Suéltenme! — gritó el castaño.
—¡Ni madres! — Federico negó.
—Nosotros lo haremos primero y ya después tú — sentenció Alan.
—¡No! — Eduardo los empujó — Víctor es mío — dijo entre dientes.
—Te equivocas, él no es de ninguno de ustedes… — la voz gutural retumbó en la habitación, consiguiendo que se sorprendieran.
—¿Quién dijo eso? — preguntó el castaño, mirando alrededor.
—Seguramente alguien nos quiere hacer una broma — Federico se puso nervioso.
—Si nos están grabando, nos meteremos en problemas — Alan miró a todos lados.
—Oh… pero ya están en problemas…
Los amigos observaron con detenimiento y pudieron ver una extraña deformación en el espacio, como si hubiese un raro vapor que se movía, distorsionando lo que estaba al otro lado del mismo; ese ‘vapor’ se acercó y como si nada, elevó algunos objetos y los lanzó hacia los jovencitos.
—¡Un fantasma! — Alan pasó saliva.
—No — Federico sonrió nervioso — no creo en fantasmas ni esas cosas, ¡no existen!
—Tiene que ser una broma — Eduardo tembló.
—No es una broma — lentamente ese extraño fenómeno empezó a ser visible y tomar una forma tangible — y no soy un fantasma, solo vine a cumplir mi palabra, Eduardo — amenazó — te dije que si intentabas acercarte a Víctor, el que tendría problemas, serías tú — la voz grave helaba la sangre de los tres amigos, pero lo que vieron casi les detiene el corazón.
Un extraño ser se mostró, tenía el cuerpo encorvado, pero era notorio que era enorme, tanto que así como estaba, llegaba hasta el techo de esa habitación. Sus extremidades superiores eran largas con uñas tan afiladas como cuchillas; las extremidades inferiores eran piernas bestiales, con patas anguladas, pies enormes y deformes, con dedos que terminaban en garras. Su cuerpo era extremadamente delgado excepto en el tórax, que era claramente definido por la piel pegada a los huesos y en el pecho, ostentaba una extraña piedra que resplandecía en color azul pálido, dándole un aire fantasmal; la mayor parte de ese ser tenía la piel estirada, pegada a su cuerpo, aunque en algunas partes carecía de la misma, mostrando los músculos y tendones.
Estaba desnudo, pero tenía un pelaje corto, algo escaso en ciertas zonas y de color blanco, como si en antaño hubiese sido un pelaje exuberante pero que fue cayendo debido a su propia putrefacción; en la parte posterior de la cabeza, tenía una larga cabellera blanca cenicienta. Su cabeza deformada parecía ser recubierta por una especie de casco óseo, con forma de animal, y en la parte superior un par de cuernos largos, puntiagudos y ramificados la coronaban, como si se tratasen de crestas y debajo de éstos, un par de orejas largas parecían atentas al más mínimo sonido. Sus ojos rojos resplandecen con intensidad, como si la sangre de su cuerpo se concentrara en sus pupilas. No tenía labios y sus mandíbulas prominentes se abrieron, mostrando sus dientes amarillentos, afilados, como hileras de colmillos sobresalientes, enmarcando una larga lengua húmeda.
Los tres amigos empezaron a temblar; Alan de inmediato quedó sin sentido, por el pavor que esa criatura le causó; Federico cayó sentado y se hizo en los pantalones, mientras que Eduardo empezó a temblar, pues quería correr, pero le era imposible, sus músculos no le respondían.
—He venido… por mi alimento… — anunció la criatura con frialdad y olfateó una hoja que llevaba en mano, antes de soltarla.
Era la tarjeta que Eduardo le había enviado a Víctor.
Sin decir nada más, la criatura soltó un alarido gutural, de manera amenazante; su mano derecha se estiró, sujetando la cabeza de Eduardo y apretándola con fuerza, mientras su víctima gritaba de terror y dolor.
Sin mucho esfuerzo, ese ser movió a su presa y le mordió el cuello, arrancando un gran trozo, engulléndolo con rapidez para proseguir con su cena. Los huesos tronaban y el sonido del masticar de ese ser retumbaba en la habitación, mientras desgarraba la carne y la tragaba con suma facilidad. Federico no pudo evitar vomitar, al ver las vísceras de Eduardo ser regadas en el piso, cuando la mitad del cuerpo fue desprendida, pero al instante, la lengua larga las recogió y la criatura las tragó también.
—Más… — gruñó el oscuro ser, al terminar de alimentarse con el primer cuerpo — ¡más!
Movió la mano y sujetó a Federico con rapidez. El chico se retorció, gritó, suplicó por ayuda, pero fue en vano; el monstruo le arrancó la cabeza de un mordisco y siguió alimentándose, estaba por terminar su segundo ‘plato’ cuando la puerta se abrió.
—¡Gael! — el grito de Sebastián consiguió que la criatura se detuviera un momento — ¡ya basta! — sentenció su hermano — si te sales de control, no servirá de nada — mencionó con seriedad — recuerda por qué estás aquí — le dijo con voz más tranquila — viniste a ayudar a Víctor — señaló el pequeño cuerpo que seguía hecho un ovillo en la cama.
La criatura se dejó caer un trozo de pierna que aún no acababa y se movió lentamente, acercándose al pelinegro — Víctor… — su voz grave tenía un tinte de preocupación.
La tosca garra se movió con sumo cuidado, haciendo girar el cuerpo del menor y cuando éste vio a la criatura, sus ojos se llenaron de terror, su grito se ahogó en la mordaza y de inmediato perdió el conocimiento.
—Víctor…
* * *
—Víctor… ¡Víctor!, despierta.
El pelinegro empezó a reaccionar débilmente, abrió los ojos y se asustó al no reconocer el lugar dónde estaba. A un lado de la cama, estaba Sebastián y del otro lado Nicolás, tras ellos, dos hombres que no conocía.
—¿Dónde…? — pasó la mano por su cabello.
—Tranquilo — sonrió el rubio y le quitó un paño frío que tenía en la frente.
—¿Qué pasó? — preguntó con debilidad — soñé… un monstruo…
Sebastián buscó la mirada de uno de los hombres que estaba a su lado y este le hizo un ademán con el rostro.
—No lo soñaste — negó el mayor.
—¡¿Qué?!
—Víctor… — Nicolás lo sujetó de la mano — lo que te vamos a decir es un poco complicado — sonrió condescendiente — pero necesitas saberlo, por lo que espero que tengas la mente abierta y trates de no entrar en pánico.
—Me están asustando…
—Víctor… — Sebastián pasó saliva, no quería decir nada, pero sabía que no tenía opción — lo que viste… ese ‘monstruo’ cómo le llamaste… era mi hermano, Gael…
—¿Gael? — preguntó completamente sorprendido — ¿cómo…?
—¿Sabes lo que es un wendigo? — preguntó uno de los sujetos que no conocía, el cual, tenía el cabello castaño y unos fríos ojos grises.
—¿Wendi… qué?
—Wendigo — dijo el otro sujeto, de cabello rubio y ojos purpuras — para las tribus nativas norteamericanas, el wendigo es una criatura bestial, que se relaciona directamente con el canibalismo — explicó con calma — pero en realidad, es un espíritu, el cual puede tomar posesión de un cuerpo humano y darle un hambre insaciable…
—¿Hambre? — el recuerdo de lo que había visto llegó a su mente y el miedo empezó a invadirlo.
—Sí, hambre — prosiguió el castaño con frialdad — pero esta, no es solo de comida, en realidad, el wendigo se alimenta de excesos… gula, avaricia, lujuria… cualquier ser humano que desee algo con intensidad, puede convertirse en un wendigo y jamás saciar ese deseo — aseguró.
—La gula es la más común — prosiguió el rubio, mirándolo con indiferencia — porque en el norte, donde los fríos inviernos azolaban a las tribus, provocaban que las personas hicieran actos reprobables para sobrevivir, pero el más condenado por todos, era el canibalismo, ya que nada justificaba el comerse a uno de sus hermanos, aún y cuando ello significara salvar la vida.
—En el norte, el invierno helado provoca que las manadas de animales huyan — dijo Sebastián — es difícil cazar, es difícil sobrevivir y aun así, la gente prefería morir de hambre, de inanición — dijo con ira — los nativos decían que era mejor morir así, que vivir una eternidad siendo monstruos — suspiró — pero los colonizadores ingleses no compartían esa manera de pensar — sonrió de lado — y algunos, permitieron que ese espíritu se adueñara de ellos y ya no hubo marcha atrás — negó.
Víctor pasó saliva, intentó hablar, pero su voz no salió, hasta después de que carraspeó — y Gael es…
—Mi hermano y yo, somos wendigos nacidos — sonrió el rubio — vinimos a este país, huyendo de cazadores que querían exterminarnos — explicó — Nicolás nos acompañó después de convertirse en uno, para quedarse conmigo.
El menor buscó la mirada del otro y este le sonrió.
—Gael se arriesgó mucho a mostrar su forma para ayudarte — señaló el hombre castaño — a pesar de saber que está prohibido.
—¿Por qué? — preguntó el jovencito.
—Hay cazadores activos en la ciudad — respondió el rubio mayor — si se sale de control, llamará la atención y aunque el espíritu solo está despierto en los meses más fríos del año, se debe controlar su apetito — levantó una ceja — porque hay otros seres que también podrían ser perjudicados por acciones estúpidas, como las que hizo hoy.
—Así que, Gael, tiene que pagar — sentenció el hombre castaño — mostrarse ante un humano es una falta grave, por lo que posiblemente, después de un juicio, morirá.
Los ojos miel de Víctor se abrieron con susto y luego se mordió el labio; admitía que le había dado pánico ver esa criatura, pero ahora, al saber que era Gael, que había ido a ayudarle y por lo mismo sería castigado, se sentía culpable.
—Lo hizo por mí…. — musitó el pelinegro y levantó el rostro — para salvarme — sus ojos se humedecieron — no pueden castigarlo por eso…
—Hay reglas — Sebastián suspiró — mi hermano rompió una — dijo con tristeza — y tiene que ser castigado.
—¡Tiene que haber algo que se pueda hacer! — dijo con nervios — Sebas… no quiero que le pase nada…
El ojiazul miró a su pareja y Nicolás habló.
—Hay una manera — dijo con calma — la regla es que Gael no puede mostrarse ante los humanos — explicó — pero si ellos mueren, entonces, no habrá falta castigarle.
—¿Morir? — Víctor sintió una punzada en el pecho — quieres decir que… si yo muero…
—Pero Gael no quiere que tu mueras — negó Sebastián — él hizo esto por evitar que te lastimaran, así que no permitiría que te pasara algo, prefiere perecer él.
—Pero no quiero que él muera — las lágrimas cayeron por las mejillas de Víctor — ¡no quiero!
—Si no quieres que muera y él no quiere que tu mueras — prosiguió Nicolás — está la última opción.
—¿Cuál? — preguntó el menor.
—Convertirte en un wendigo — sentenció el rubio mayor, mirándolo con frialdad — ser la pareja de Gael, por siempre…
—¿Su… pareja? — Víctor sintió que sus mejillas ardían y luego bajó el rostro — yo… yo quisiera — dijo con debilidad — pero… ¿si él no me quiere como pareja? ¿Si no soy apropiado? ¿Si no me ama?
Sebastián le sonrió — mi hermano te ama — dijo con seguridad — por eso hizo lo que hizo.
—¿De verdad? — preguntó el pelinegro con ansiedad.
El ojiazul asintió y le sonrió.
—¿Qué tengo que hacer? — pregunto de inmediato el menor.
—Gael tiene que morderte — anunció el hombre de cabello castaño — así, el hambre pasará a ti y tendrás que comerte un humano.
—¿Un humano? — pasó saliva — pero… no quiero lastimar a nadie…
—No te preocupes — Sebastián negó — normalmente, aquí, buscamos humanos que son gente mala — confesó — algunos, son presidiarios, otros han cometido crímenes y se han librado de la cárcel, por lo que nosotros los eliminamos — sonrió divertido — pero solo de diciembre a febrero — especificó — los demás meses, el espíritu se mantiene dormido.
—Bueno… si son personas malas… no está del todo mal, ¿o sí?
—No… — Nicolás negó — no te preocupes…
—Entonces… lo haré… — dijo con ilusión — si así puedo ayudar a Gael y quedarme a su lado… ¡lo haré! — repitió más seguro.
—¿Estás seguro de tu elección? — pregunto el hombre rubio con seriedad — después no habrá marcha atrás.
—Sí — dijo el pelinegro — estoy seguro.
Los mayores se vieron entre sí y suspiraron.
—Encárgate, Cedric — dijo el rubio — esto es tu trabajo, pues ellos están bajo tu cuidado — señaló — yo tengo que volver con Chisise, pues Dyedkhar regresará pronto.
—De acuerdo, Vincent — respondió el castaño.
El rubio salió de la habitación y después, Cedric se acercó a Víctor — ven… — le ofreció la mano.
Víctor titubeó pero finalmente aceptó el ofrecimiento; el mayor le ayudó a incorporarse de la cama y lo guió por esa enorme casa, seguido por Sebastián y Nicolás. El pequeño grupo llegó a un salón que estaba cerrado con una enorme puerta, la cual tenía cadenas y candados, recubiertos por una extraña luz fantasmal; el castaño movió la mano y rápidamente, los cerrojos cedieron, permitiendo que la puerta se abriera.
—Esperen aquí — ordenó el mayor para Sebastián y Nicolás, antes de entrar con Víctor a ese lugar.
Al estar dentro, Víctor se sorprendió; lo que podía apreciar era un enorme bosque helado, la nieve caía como si estuviera en el exterior y sentía que el frío congelaba sus dedos. En unos troncos cercanos al acceso, había unas enormes cadenas que parecían flotar en el aire, pero al poner atención, Víctor observó una extraña figura vaporosa, una silueta etérea que se movía débilmente.
—Gael — Cedric habló con frialdad — este chico dice querer quedarse a tu lado — anunció con rapidez — así que, debes convertirlo y solo entonces, evitarás tu castigo.
Lentamente, la figura empezó a aparecer, volviéndose tangible; el pelinegro se asombró de ver a ese monstruoso ser, pero en el momento en que su mirada chocó con la del otro, sintió que su corazón daba un vuelco y todo el miedo que había sentido, se desvaneció. Las cadenas que lo mantenían atado, desaparecieron, pero aun así, la criatura no se movió. El menor soltó la mano de Cedric y caminó lentamente hacia Gael; titubeó al estar a un paso, pues no sabía si el otro le permitiría tocarlo. El mayor extendió su garra y Víctor colocó su delicada mano en ella; la diferencia de tamaño era descomunal, pero eso en vez de causarle miedo al chico, le causó gracia y sonrió.
—Jamás imaginé que fueses tan interesante — sonrió y dio el último paso.
Víctor estiró los brazos y abrazó con dificultad el torso del otro, sintiendo la piel áspera, el pelo escaso, el cabello largo y la frialdad de su cuerpo.
—Víctor… — la voz gutural se escuchó, antes de que lo sujetara con sumo cuidado y lo acercara más a él, restregando el hocico contra la cabellera negra, evitando herirlo — no quiero… lastimarte… no quiero… ser como… él… — gruñó, refiriéndose a Eduardo.
—Tú no eres cómo él — el menor negó — sé que eres distinto, sé que me amas…
—Soy un… monstruo…
—No, tú no eres un monstruo — aseguró — el monstruo era él, estoy seguro — dijo con sinceridad.
—Sí te muerdo… dolerá… — anunció el otro, aún con dudas.
—No importa si duele — dijo el pelinegro — solo prométeme que te quedarás a mi lado — suplicó — que no me abandonarás, como todos los demás…
—Lo prometo…
Después de eso, Gael mordió el cuerpo, haciendo una gran herida, encajando sus largos y filosos dientes en el torso, alcanzando el corazón con uno de sus colmillos. Cuando el oscuro ser liberó al menor de su agarre, Víctor empezó a tiritar y sus piernas no lo sostuvieron, cayó de rodillas y empezó a quejarse; gritó cuando su cuerpo se desplomó por completo y empezó a convulsionarse. Lágrimas de sangre empezaron a hacerse presentes en sus ojos y finalmente su corazón palpitó un par de veces más, antes de detenerse completamente y el hielo empezó a cubrirlo, convirtiéndolo en una fría piedra azul. Gael pasó la larga lengua por la mejilla un par de veces y lentamente el pelinegro reaccionó, abriendo sus ojos, que ahora tenían un color gris.
—Tengo… hambre… — dijo con voz suave.
—Sí… hambre…
Cedric sonrió — bien, para terminar, tu primer alimento será el último humano que presenció la verdadera forma de Gael.
El castaño chasqueó los dedos y una trampilla se abrió; una especie de elevador apareció y Alan estaba ahí, atado y tiritando de frío, pues estaba semidesnudo. Cuando levantó el rostro, observó al monstruo que creyó haber soñado y gritó; ahora estaba completamente seguro que era real.
—La cena está servida — sonrió Cedric.
—Hambre… — dijo Víctor, relamiendo sus labios y se incorporó con lentitud, caminando con paso lento hasta el otro, seguido por Gael, pues él le ayudaría a comer por primera vez.
—Víctor… — la voz de Alan tembló — ¿qué…?
—Comida… — sonrió el pelinegro y se hincó delante del otro, sonriendo con anhelo — ¡carne! — dijo con añoranza y sus dientes cambiaron a una forma afilada, antes de dar la primera mordida.
El grito de Alan retumbó, mientras Víctor empezaba a comerlo, ayudado por Gael, quien le arrancaba partes al cuerpo y lo desmenuzaba, para dárselo al menor.
Cedric dio media vuelta — cuídalo — dijo para el oscuro ser — recuerda que hasta su segunda comida cambiará completamente y esa será mañana…
—Sí… — gruñó el otro.
El castaño salió del recinto y se encontró a Sebastián y Nicolás, expectantes.
—Tuvieron suerte — dijo con seriedad — pero al menos sé que no volverá a pasar — sonrió con sarcasmo — ¿cierto? — preguntó fríamente.
—Así es, mi señor — Sebastián asintió — ese chico es la pareja que mi hermano buscaba, por lo que no volverá a ocurrir esto de nuevo, se lo aseguro.
—Me alegro… — asintió el mayor — pediré a otros seres oscuros que vayan a modificar las memorias de los amigos de ese niño, para que no haya problemas — anunció — ahora, tengo asuntos que atender, por lo que tendrás que encargarte de la comida de mañana para él y para ustedes también.
—No se preocupe, ‘Nico’ y yo nos haremos cargo.
Cedric caminó hasta el rubio y le dio unas palmaditas en la cabeza — buen chico — sonrió y se acercó a Nicolás — y dejen de pelear — lo miró de soslayo — no necesitan inventar excusas para ‘coger’ de manera agresiva, ya todos sabemos cómo les gusta.
El castaño sonrió de lado — es que es más divertido.
El otro suspiró — son unos niños… en fin, nos vemos después…
Cedric salió de ahí y Nicolás caminó, abrazando a Sebastián por la espalda.
—¿Mejor? — preguntó en un susurro.
—Sí — sonrió el rubio — realmente estaba preocupado de que no amara a mi hermano — confesó exponiendo el cuello, para que el otro lo besara con deseo.
—Ese niño estaba prendado de Gael desde hace meses — rió el castaño — pero era demasiado inocente, creo que hacen una buena pareja…
El ojiazul pasó la mano por el cabello castaño — con suerte, podría convertirse en fértil…
—Sí — asintió el otro y le acarició el vientre — pero tardará años, así como tú — su lengua recorrió el cuello.
—Ya no falta tanto — dijo el otro con ilusión — unos cinco inviernos más y podré tener a tu primer hijo.
—Bien — Nicolás lo hizo girar y lo besó en los labios — pero mientras, podemos practicar más, ¿no lo crees?
Sebastián rió, pasó las manos por los hombros del otro besándolo fugazmente y mirándolo a los ojos con deseo — y, cómo quieres hacerlo, ¿cómo humano o cómo wendigo?
—Hoy… como humano…
* * *
El viernes, Víctor llegó a la escuela, de la mano de Gael, ya que debía ir por sus calificaciones; la pareja se mostraba sumamente cariñosa y sus amigos entendieron que ya eran novios oficialmente.
—¡Vaya! — Talía sonrió emocionada y abrazó a su amigo — ¡por fin! — chilló — ya me estaba preocupando — miró a Gael con reproche — pensé que nunca te decidirías.
—Realmente, el que debía decidirse era él — señaló el rubio.
—¡Ay, son tan lindos! — Judith también abrazó a Víctor — ah… el amor — suspiró — yo también quiero enamorarme — dijo haciendo un puchero.
—Ya llegará el indicado — dijo su amigo con alegría.
—Pues yo también creo que le diste muchas largas — Ramón miró al ojiazul con sarcasmo — lo que era obvio para todos, ustedes no parecían querer darse cuenta.
—Solo queríamos estar seguros — el rubio ladeó el rostro — no es bueno apresurar las cosas.
—Por cierto… — Talía miró con seriedad a su amigo — ¿ya no te molestó el idiota aquél? — preguntó, evidentemente refiriéndose a Eduardo.
—No — negó el ojigris — Gael se encargó de eso — dijo con orgullo.
—Como todo un caballero — Judith le guiñó el ojo.
—Menos mal… — Ramón pasó la mano por su cabello — solo esperemos que no vuelva a molestarte.
—No — el rubio sonrió de lado — dudo que lo haga…
—Bien, ¿qué dicen si vamos a comer? Así festejamos que salimos de clases, que ustedes son novios y que este idiota, pasó su examen extraordinario — Talía señaló a Ramón.
—¡Sí!, me parece una excelente idea — Víctor asintió — realmente tengo muchísima hambre — relamió sus labios y miró a su pareja con deseo — demasiada…
El rubio se inclinó y besó la frente del chico — lo sé… yo también…
* * *
Bien, esta historia quizá es algo extraña, pero es que al principio no tenía muy bien definido lo que quería; solo me puse a escribir, para que las ideas salieran y este es el resultado.
Espero que la hayan disfrutado y que al menos, les cause un poquito de curiosidad sobre estos seres de la noche, que quizá algunos no conozcan o los hayan visto de otras maneras. Cómo en otras ocasiones, el ser mitológico está adaptado a mi universo, así que posiblemente no sea igual al que aparece en otras referencias o no sea idéntico a las historias originales de los nativos norteamericanos, pero eso es porque Ojou modifica sus monstruos a su gusto.
Lamento que no haya tenido lemon, pero desgraciadamente, no hubo un momento especial para eso, aunque eso sí, les aseguro que Gael le quitó la virginidad a Victor, tanto humana, como de wendigo *o*
Posiblemente haga otra historia para ahondar más en ellos, como ocurrió con Kelpie, pero aún falta un poco para eso, pues aun no saco la de los anubis XD ya que esa será un poquitín más larguita.
En fin, nos leemos luego *o*
Espero que la hayan disfrutado y que al menos, les cause un poquito de curiosidad sobre estos seres de la noche, que quizá algunos no conozcan o los hayan visto de otras maneras. Cómo en otras ocasiones, el ser mitológico está adaptado a mi universo, así que posiblemente no sea igual al que aparece en otras referencias o no sea idéntico a las historias originales de los nativos norteamericanos, pero eso es porque Ojou modifica sus monstruos a su gusto.
Lamento que no haya tenido lemon, pero desgraciadamente, no hubo un momento especial para eso, aunque eso sí, les aseguro que Gael le quitó la virginidad a Victor, tanto humana, como de wendigo *o*
Posiblemente haga otra historia para ahondar más en ellos, como ocurrió con Kelpie, pero aún falta un poco para eso, pues aun no saco la de los anubis XD ya que esa será un poquitín más larguita.
En fin, nos leemos luego *o*
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