Ir al parque, que se encuentra a unas cuadras de la colonia donde vivo, paseando al perro de mis vecinos, se ha convertido en mi rutina; a pesar de que hay áreas verdes más pequeñas y cerca, el parque es la mejor opción, porque es tan grande, que los animales de mayor tamaño, pueden correr con más libertad, especialmente los perros. Después de la universidad, espero con impaciencia a que den las seis de la tarde e ir por un cachorro de nueve meses de raza rottwailer, algo hiperactivo, de nombre ‘Kratos’; su dueña es una mujer joven y bella, pero aunque ama a su perro, desde que la operaron de la rodilla hace poco más de dos meses, no puede salir a pasearlo.
-¡Hola, amigo! – saludo al llegar a la puerta – ¿cómo estás? ¿Listo para salir? – le guiño un ojo y le sonrío.
Los ladridos de Kratos anuncian mi llegada y antes de que toque el timbre, sale su dueña.
-Buenas tardes, ‘Gera’ – sonríe amable – llegaste temprano hoy…
-Sí, es que… – titubeo – salí no tengo mucho trabajo escolar…
-Bueno, Kratos está impaciente por salir a jugar – abre la reja y me permite el paso, mientras ella le pone la correa – le gusta mucho salir contigo…
-A mí también…
-Solo que hoy, vamos a salir mi esposo y yo a una cena importante, así que, me gustaría que lo trajeras temprano – me sobresalto ante esa petición – más tardar a las siete y media…
-Ah, claro, lo haré, a las siete y media estoy de regreso – asiento y sujeto la correa, el tiempo limitado me molesta – bueno, con permiso señora Zambrano… vamos Kratos – acaricio el cuello del perro – hay que hacer el recorrido rápido…
-¡Que les vaya bien!
* * *
Llegamos corriendo al parque, Kratos olfatea y él me lleva, casi como si fuese mi perro guía.
Al otro lado del parque, en una banca, sentado, comiendo un helado, está la persona que tanto Kratos como yo, estamos buscando; Chisise, el niño de doce años más lindo que había conocido en toda mi vida, de cabello negro brillante, lacio y ligeramente largo, ojos grandes y expresivos en tono azul profundo, de preciosa piel dorada, como si se hubiese bronceado perfectamente y labios encantadores con un delineado natural que los hace apetecibles, difícilmente puede ocultar su ascendencia de medio oriente. Trato de calmar mi respiración, no quiero que me note ansioso, como cada día que lo veo desde hace casi dos meses; Kratos se mueve juguetón, me lleva casi a rastras hasta nuestro destino. Tuve que ejercer mucha fuerza, sosteniendo la correa, pero no pude evitar que se subiera a la banca, buscando su atención.
-¡Hola, Kratos! – hago un mohín porque saluda primero a mi acompañante – ¿cómo estás, cachorro travieso? ¿Quién es un perrito bonito? ¡Tú eres un perrito bonito! ¿Quieres helado? – le acerca el cono que tiene en la mano y el perro lame la nieve.
Muerdo mi labio, detesto que le haga tantos cariños a él; sí, cualquiera diría que estoy loco, pero de verdad me siento celoso por culpa de un animal, pues quiero que toda la atención de ese niño, se centre en mí.
-Hola, Gera – por fin, sus ojos azules me miran y su sonrisa angelical me emociona – ¿cómo estás?
-Bien, Chisise – mi ansiedad se denotó en mi voz – hoy no tengo mucho tiempo – dije con rapidez – tengo que llevar a Kratos a casa a las siete y media…
-¿De verdad? – hizo un mohín – bueno, no te preocupes, yo me encargo – se puso de pie y me sujetó de la mano – vamos…
Caminamos juntos, yendo hacia el estacionamiento del parque; ahí estaba un automóvil lujoso, con un hombre de traje, recargado en el mismo y otro a su lado, leyendo una revista.
-Paco – la voz de Chisise parece sobresaltar a su chofer, quien lanza el cigarro que fumaba al piso con rapidez – Felipe – el hombre de la revista se yergue en su lugar.
-Joven Ekramy… – dijo el primero, sonriendo nervioso.
-¿Necesita algo? – pregunta el segundo.
Desde que conozco a Chisise, me he dado cuenta que sus acompañantes siempre lo tratan con sumo respeto.
-Lo de siempre – mi acompañante sonríe – solo que, en esta ocación, Gera no tiene mucho tiempo, Felipe, lleva a pasear a Kratos por él, mientras Paco nos lleva a nuestro destino, por favor…
-Claro, joven – asintió el aludido y se movió hasta mí, sujetando la correa.
-Gracias…
-Ten – Chisise le entrega el helado que llevaba en mano – es de Kratos…
El hombre sujeta el cono y empieza a andar, llevando al perro con él, para pasearlo.
El chofer abrió con rapidez la puerta trasera del automóvil y Chisise entra de inmediato, así que yo lo sigo. Apenas se cierra la puerta, Chisise se sube arriba de mis piernas, sosteniéndose con sus rodillas a ambos lados de mi cuerpo, pasa las manos por mi cuello y me besa con deseo; correspondo con ansiedad, disfrutando el dulce sabor a fruta de los labios de mi compañero.
-Hay que aprovechar el tiempo – susurra contra mis labios.
El automóvil empieza a moverse y yo sonrío.
-Pensé que la regla era no empezar, hasta llegar a nuestro destino…
-Sí, pero eso es cuando tienes tiempo… – hace un mohín y mueve su cadera, restregándose contra mi sexo, que ya empieza a despertar – hoy lo quiero todo – dice en un susurro y se inclina hacia mi oreja, pasando su lengua por ella – de golpe, rudo y doloroso… ¿puedes hacerlo?
-Sabes que sí – asiento – pero, ¿por qué quieres que sea de esa manera?
-Porque – baja el rostro y hace un tierno puchero – no voy a poder verte hasta el sábado…
Sus palabras me sacan de mi ensueño – ¡¿por qué?! – pregunto sobresaltado.
-Papá estará en la ciudad estos días y no podré venir, pero el sábado haremos algo especial, lo prometo…
Frunzo el ceño, realmente no me convence mucho, pero no tenía opción de negarme.
-Está bien, ¿qué tienes en mente?
-Lo sabrás ese día – sonríe y pasa su lengua por mi labio inferior – pero será un lindo juego…
* * *
Entre besos y caricias obscenas, hicimos el recorrido; no era un tramo largo, pues llegábamos en diez minutos al motel de las afueras de la ciudad. El chofer nos llevaba hasta la habitación más grande, estacionaba el vehículo, bajaba a cerrar la puerta de la cochera para que nadie pudiese vernos y después, ambos salíamos, mientras él se quedaba en el auto.
Apenas cerraba la puerta de la habitación, Chisise corrió, quitándose la camiseta que portaba, hasta quedar a un lado de la cama, se desabrochó el pantalón, lo bajó hasta sus rodillas, colocó las manos en el colchón y se ofreció completamente para mí; relamí mis labios al ver la diminuta y delicada prenda de ropa interior que traía, misma que se perdía entre sus redondas nalgas.
-Anda – movió su trasero – mételo, ya estás listo…
No tuvo que decirlo dos veces, me desvestí de inmediato y me acerqué hasta él; le hice la tanga a un lado y coloqué la punta de mi sexo en la entrada pequeña y sonrosada que parecía virgen, a pesar de que yo sabía que no lo era.
-¿Seguro que no quieres que te prepare? – pregunté aun con dudas, pues si lo hacía como me lo había pedido, lo iba a romper, aunque era algo que disfrutaba.
-Gera, solo ¡métela! – su tono de mando me molestó.
Estampé mi mano derecha contra su nalga y él gritó – recuerda tu lugar, putito – dije con voz seria, pero disfrutando de sus gemidos.
-Perdón… – sollozó.
-Pídelo correctamente…
Movió su cabeza asintiendo y arqueó más la espalda – amo, por favor, meta su pene en mi…
-¿Quieres mi pene? – sonreí y moví mi cadera, restregándome entre sus nalgas, pero sin penetrarlo – ¿por qué?
-Por favor…
-Lindo… – pasé mis dedos por su delicada espalda – realmente quiero meterlo, pero también quiero que me la chupes – sentencié fríamente – si te la meto, ¿me limpiarás con tu boca después?
Su cuerpo se cimbró, pareció asustarlo mi pregunta y me miró por encima de su hombro con algo de miedo – pero… eso es sucio, amo – sus ojos azules estaban húmedos y me miraban con miedo – podría enfermar – dijo con voz débil.
Sí, tenía miedo, era notorio, pero si en nuestro juego, él se negaba a hacer algo, después tendría que complacerme de otras maneras y por eso me aprovechaba – entonces, si no lo haces, tendrás que compensarme muy bien el sábado…
Asiente sumisamente y yo me siento dueño de la situación.
-Buen niño, ahora, como te gustan tanto los perros, quiero que te comportes como uno – vuelvo a poner la punta de mi miembro en su entrada y lo sujeté de la cadera – ladraras para mí como perro y por sobretodo, gimotearás como tal, no quiero escuchar que digas una sola palabra, solo eres una mascota… mi mascota, ¿entendiste?
-Sí…
Encajo mis uñas en su piel y él se queja – te dije que no dijeras una sola palabra…
-Guau… – el sonido sale de sus labios de manera ahogada, porque está llorando.
-Buen cachorro…
Y por fin, lo complazco, entrando de golpe en su pequeño ano. Su grito desgarrador es delicioso; sus pequeñas manos aprietan con fuerza las sabanas y coloca el pecho contra el colchón. Sus rodillas se doblan ligeramente, pero lo sostengo con mis manos para mantenerlo en alto, mientras muevo mi cadera para salir, observando como la sangre brota de su pequeño ojete lastimado; su cuerpo se estremece y se queja, pero su interior se contrae, haciendo más difícil que me aleje de él. Cuando solo queda la cabeza de mi miembro dentro, vuelvo a penetrarlo de golpe, llegando más profundo y el vuelve a gritar.
-¡Te dije que ladraras! – vuelvo a golpearlo en sus nalgas, esta vez con mi mano izquierda y el hace un sonido, como un ladrido ahogado.
Llora, es notorio que le duele, pero no voy a detenerme, pues la primera vez que lo hicimos, cuando me detuve, él me reclamó por eso; le gusta que lo lastime, que lo maltrate, que lo mancille y por sobretodo, que lo llene de mí.
Estiro mi brazo y lo sujeto de su melena, levantando su cabeza para dejar su rostro expuesto – llora, putito – ordeno sin dejar de embestirlo con fuerza – quiero oírte…
Él gimotea como cachorro lastimado, pero su cuerpo no pone nada de resistencia a mí; se mueve al ritmo que yo le impongo y apresa mi miembro con fuerza. Quiero verlo, necesito ver su rostro húmedo por las lágrimas, eso me excita.
Lo libero y me alejo por completo de él; está tan dolorido que no se sostiene y cae pesadamente contra el colchón, sollozando. Lo sujeto de las piernas y lo hago girar, dejándolo boca arriba; lo muevo hacia el centro de la cama sin consideración, le abro las piernas, me acomodo entre ellas y le arranco la delicada prenda que aun trae puesta, misma que cede con facilidad ante mi fuerza, antes de volver a penetrarlo de golpe. Él sigue llorando, gimoteando y haciendo como un perro; su rostro empapado por las lágrimas y saliva me llena de placer, pero quiero verlo con un gesto de dolor más grande. Sin dudar, le doy varias bofetadas, consiguiendo que se queje más y que sus mejillas se pongan de un color rojo intenso; después, introduzco varios dedos en su boca y él los lame y succiona sumisamente.
-¡Demonios! – sonrío, me encanta cuando actúa así.
Me inclino hasta él y le muerdo la oreja – quiero lastimarte más… – susurro con ansiedad – quiero que llores más... – anuncio sin dejar de mover mi cadera, pero alejo mis dedos de su boca – dime si quieres que lo haga…
Sus gemidos aumentan de intensidad, sus manos se aferran a los costados de mi cuerpo y solo una palabra se escucha de su boca – ‘guau’ – una débil sonrisa adorna sus labios y yo siento que el calor aumenta en mi cuerpo.
Esa era la manera de decir que siguiera, de lo contrario, hubiese dicho la palabra clave para detenerme.
Sin dudar más, bajo hasta su hombro y lo muerdo con saña, dejando la marca de mis dientes en su piel; él arquea su espalda y se restriega contra mí, mientras sigue haciendo sonidos, como los de un cachorro.
-Chisise… – musito con deseo, si pudiera, me lo comería en ese momento, completito, es tan perfecto, tan pequeño, tan manejable, tan deliciosamente excitante, que disfrutarlo se ha vuelto mi obsesión desde que lo conozco.
Me incorporo y no puedo evitar sonreír perversamente al ver sus ojitos llorosos, su saliva resbalando por la comisura de sus labios y ese gesto de dolor y placer mezclados en su hermosa y perfecta cara; él es feliz, se nota en toda su actitud, especialmente en su pequeño sexo erecto que se alza entre nuestros cuerpos, reclamando mi atención.
Lo estimulo con fuerza, lastimándolo también y el pequeño cuerpo de mi compañero se retuerce a la par que de sus labios, escapan unos exquisitos gemidos que inundan la habitación.
“¡Quiero lastimarlo más!”
No puedo evitar ese pensamiento siempre que lo poseo, ese niño despierta mi lado sádico; una sensación que, cuando lo pienso en la soledad de mi habitación, me asusta imaginar hasta dónde podría llegar si no tengo límites, pero ahí, con él, mientras lo poseo, solo ansío lastimarlo, herirlo, dejarlo con marcas profundas de mi paso sobre su cuerpo, que con cada movimiento, cada roce de su ropa sobre él, se acuerde que soy su dueño.
Mi excitación aumenta con mis locas idea, estoy a punto de acabar, pero no quiero hacerlo, quiero postergar el momento lo más que pueda. Me alejo de él y me recuesto sobre su torso, sin dejar de estimular su sexo; acerco mis labios a uno de sus lindos pezones, tan pequeño y delicado que apenas si se nota en su torso. Paso mi lengua por él y Chisise gime débilmente; le gusta, pues sus tetillas son una parte muy delicada de su cuerpo, lo sé bien, por eso, deseo lastimarlo justamente ahí.
Sin dudar, succiono con avidez y después, encajo mis dientes, arrancándole un largo grito de dolor y las lágrimas vuelven a fluir.
-¡Duele! – dice con su hermosa voz lastimera y se revuelve sobre el colchón.
Muerdo con más fuerza, esperando que diga la palabra clave para que me detenga, pero no sale de su boca, al contrario, empieza a llamarme con desespero; es obvio que no sabe cómo liberar todo ese deseo que lo está invadiendo.
-Gera... Gera… ¡Gerardo!
Sus manos se ponen sobre mi cabello y ejerce presión; su cuerpo se tensa, al parecer el dolor es demasiado, pues intenta alejarse y aun así, no me ha pedido que me detenga. Suelto el pezón y voy al otro, tratándolo de la misma manera; cuando grita, una vez más, siento algo de humedad en mi mano y el cómo su miembro palpita entre mis dedos.
Su cuerpo se estremece por instantes y luego queda contra las sabanas, gimoteando, llorando y respirando con dificultad.
Me incorporo y sonrío al verlo; en sus pequeñas tetillas hay marcas de mis dientes y algunas manchas de sangre; había lacerado su delicada piel, quizá más que en otras ocasiones.
-Dejaste de ladrar, ‘perrito’ – digo con molestia y sus ojitos azules se posan en mí, de manera suplicante – está bien, no voy a castigarte – ladeo el rostro y lamo mis dedos, apenas húmedos por su semen – al menos no hoy, ya que soportaste muy bien… pero, es hora de que yo también termine…
Él asiente y sumisamente pasa las manos por debajo de sus piernas, levantándolas para ofrecerme su pequeño ojete hinchado, con rastros de sangre.
Me encanta su actitud, me fascina su forma de actuar para complacerme, pero precisamente por eso, yo perdía mis límites con suma facilidad. Llevo mis dedos, con rastros de mi saliva a su entrada y meto un par sin consideración; él aprieta sus parpados y gime, especialmente cuando empiezo a mover mis dedos sin nada de cuidado, incluso, rasguñando las paredes internas.
-¿Sabes, putito…? – me relamo los labios al darme cuenta que cuando él trata de observarme, el dolor no le permite que se relaje para verme directamente a los ojos – quiero meter mi mano completa – con dificultad, introduzco los otros dos dedos y los muevo dentro, lastimándolo y disfrutando sus gemidos de dolor – ¿crees que podríamos intentarlo después?
Su cuerpo se tensa, pero se mantiene en la misma posición – guau… – dice a modo de respuesta y su interior se contrae con fuerza, dificultando el movimiento de mis dedos.
-Eso es… – sonrío complacido, me acababa de dar la libertad de hacerlo – entonces, el sábado, más vale que te prepares bien, porque quizá, ese día te haré gritar mucho más…
Retiro mis dedos de su interior y él busca mi mirada, me sonríe con dulzura y asiente, a pesar de que su semblante muestra algo de dolor por lo que le acababa de hacerle.
Sin dudar más, me aferro a su cadera y lo penetro con fuerza, sin contemplaciones, haciéndolo gritar de nuevo; lleva sus manos hacia arriba, por encima de su cabeza, sujetando la almohada y hace el rostro hacia atrás, gimiendo con libertad. Yo me acomodo mejor, ahora con sus piernas en mi cintura, me sostengo con mis manos en el colchón al lado de su rostro y mi cadera se mueve frenéticamente. No me contengo, quiero llenarlo de mi semen, quiero inundarlo de mí para que no olvide que soy su amo y señor.
Doy una última estocada y me quedo en lo más profundo de ese exquisito cuerpo; ahogo un gemido en mi garganta, pues el placer de llegar al orgasmo dentro de Chisise, es indescriptible. Mi cuerpo se tensa por algunos segundos, que a mí me parecen una eternidad, mientras libero mi semilla en su interior y después, me recuesto sobre él, aunque trato de no dejar todo mi peso para no lastimarlo. Sé que debo acomodarme a su lado pero él no me deja; sus manos me acarician los costados y reparte algunos besos en mis hombros de manera insistente, sacando su lengüita y pasándola por mi piel, se ve tierno y encantador cuando se porta así.
-¿Te gustó? – pregunto a media voz, tratando de recuperar el aliento.
-Guau… – responde y sonríe.
-Ya puedes hablar – digo divertido y me muevo para quedar a su lado, abrazándolo contra mi pecho, pero sin salir de su interior completamente; me gusta quedarme dentro el mayor tiempo posible y más, porque su tibia cavidad, siempre me apresa como si no deseara soltarme nunca.
-Mucho… – asiente y restriega su rostro contra mi pecho; sus manos siguen acariciándome – aunque me dolerá todo el cuerpo, no me podré sentar y seguramente, cuando me bañe, me arderá mi pecho – hizo un mohín – pero realmente… – levanta la mirada – me encanta cuando me tratas así – confiesa con sinceridad.
-Chisise… – beso su cabellera negra y lo abrazo con mayor fuerza – eres tan perfecto, tan único, tan… mío – aseguro con egoísmo – no voy a dejar que nada, ni nadie, te aleje de mi…
-¿Lo prometes? – pregunta con algo de ilusión.
-Lo prometo…
Me muevo hasta alcanzar sus labios y lo beso con pasión, disfrutando esa hermosa entrega que siento de su parte; ese niño es magnífico.
-¿Podemos… hacerlo… de… nuevo? – pregunta en medio del beso.
-No, no podemos… – niego y lo beso un poco más antes de proseguir – debo devolver a Kratos temprano…
-Está bien – asiente – el sábado, ¿podemos vernos desde la mañana?
-Por supuesto, creo que si termino mis trabajos escolares, puedo tomarme todo el día libre…
* * *
El viernes a las dos de la tarde, estaba en el laboratorio, realizando mi trabajo de control de procesos; estando en el noveno semestre de la carrera de ingeniería química, casi todo mi tiempo lo dedicaba a hacer proyectos que englobaran las materias vistas con anterioridad y desarrollando innovaciones. Los profesores intentaban que las clases que llevábamos en ese momento, tuvieran un enfoque hacia un mismo proyecto durante todo el semestre, con ello, ellos disminuían su carga de trabajo; por eso, para mí, junto con mis compañeros, nuestro nuevo hogar, eran los talleres de la facultad, donde prácticamente pasábamos todo el día, haciendo un solo trabajo que nos daría la calificación para seis materias.
Enrique, mi compañero de equipo y mejor amigo, cerró la computadora portátil y recargó la frente contra el escritorio – estoy muerto… – dijo con cansancio – tenemos todo el día sentados aquí, me duele el trasero por no levantarme de esta maldita silla más que para las necesidades básicas y tengo tanta hambre, que me comería la mesa – movió la cabeza y dio algunos topes a la superficie – tomemos un descanso, Gera.
-¿Cómo vas con las operaciones? – pregunté mirándolo de soslayo, pero sin dejar de teclear en mi computadora – sabes que tenemos que terminar el avance para el lunes, porque es la calificación del segundo periodo.
-Me falta revisar algunos datos, pasarlos al programa y hacer la estadística de los resultados – dijo con voz cansada – no es tanto, bueno, si no cuento con la comparativa y mejora del diseño, según los resultados, creo que sí termino…
-Pues yo terminaré para esta noche mi parte…
-¡¿Qué?! – se incorporó de un salto – ¿eres una máquina o qué, ‘wey’?
Reí – no, pero no me gusta dejar todo para el final, ya lo sabes – me alcé de hombros – además, mañana tengo un compromiso y no quiero estar pensando en el proyecto, quiero tener mi mente despejada para poder disfrutar…
-¿Compromiso? – me miró de soslayo y sonrió cómplice – ¿por fin vas a salir con Lety?
-¿Lety? ¡Por supuesto que no! – negué de inmediato – me invitó a una salida, pero yo tengo un compromiso con otra persona…
-¿Qué…? O mejor dicho ¿quién puede ser mejor que Lety? – preguntó con algo de escepticismo – es la ‘morra’ más buena de la carrera, tiene unas… – movió sus manos frente a su pecho, haciendo alusión a los atributos de nuestra compañera – que con esas, si ella me dejara, me termino de ‘criar’ – mordió su labio inferior en un gesto depravado – está que se cae de buena y te anda ‘tirando los calzones’ – dijo con tono de reproche, pues Lety no le había hecho caso nunca, aunque muchas veces se le insinuó – deberías aprovechar…
-Lety es muy atractiva, ciertamente – asentí – pero no es mi tipo.
-Y si esa ‘mamacita’ no es tu tipo, dime ‘señor selecto’, ¿quién sí es tu tipo?
Detuve mis movimientos y paré de teclear, miré hacia arriba y respiré profundamente – mi tipo es… alguien que, aunque no tenga muchos atributos, sí me de libertad de hacer lo que desee – ladee mi rostro y lo miré con altivez – de preferencia que sea más ‘pequeña’, que tenga una piel tersa, ojos bonitos, cabello preferentemente natural, sonrisa amable, que su actitud y apariencia denoten inocencia, aunque por dentro sea la lujuria andando, pero al menos, así sé que soy la única persona que conoce ese lado, especialmente en la cama y, por eso, me puedo aprovechar…
Él me miró incrédulo y luego puso un gesto de decepción – tú no sabes qué quieres en realidad, esa clase de chicas no existe – suspiró – mejor hazle caso a Lety, o puede que mueras virgen…
-El que morirá virgen eres tú – reí.
-¿Me dirás que ya encontraste a esa ‘quimera’?
-Tal vez…
* * *
Eran las seis de la tarde, cuando fui por Kratos para llevarlo a pasear, sabía que no vería a Chisise, así que realmente no tenía mucho ánimo, pero me quitaba el estrés paseando al perro y escuchando música.
Mientras trotaba alrededor del parque con Kratos a mi lado, la música de mi celular se detuvo y entró una llamada; me detuve y respondí de inmediato, pues por la música, sabía que era Chisise.
-Hola, peque – sonreí de inmediato.
-“¡Hola! ¿Estás ocupado?”
-No, no realmente, solo paseo a Kratos…
-“Ah, bueno, te llamo para ponernos de acuerdo en la hora de vernos mañana…”
-Tu di la hora y yo estoy a tu disposición – sonreí.
-“Quiero ir al cine, a la matiné…” – fruncí el ceño al escuchar eso – “…después, quiero ir a comer, de ahí al parque de diversiones y finalmente, cenamos y nos quedamos en un hotel, ¿te parece?”
Apreté mis parpados, lo que quería era demasiado – ah, Chisise, no tengo tanto dinero – titubee – solo podría llevarte al cine y a comer – sonrío nervioso.
-“Por el dinero no te preocupes…” – asegura con seriedad – “…mi papá me da dinero siempre, tengo para hacer todo eso y más…”
Eso es algo incómodo, pues es Chisise quien paga siempre el motel donde tenemos sexo, pero como no puedo evitarlo, tengo que aceptarlo.
-Está bien… – mi voz suena con algo de resignación, pues nada puedo hacer tratándose de dinero – pero los cines, en la matiné, casi siempre están solos – realmente no me gustaba ir a la primera función – ¿estás seguro?
-“Sí, además, no veremos la película en realidad…”
Con esas palabras entendí la razón del por qué quería ir a la matiné y sabiendo eso, no iba a objetar – de acuerdo, entonces, nos vemos mañana, ¿te parece bien a las once?
-“Sí, está bien, en el parque, frente a la nevería…”
-De acuerdo… descansa peque, hasta mañana…
-“Hasta mañana…”
Él colgó la llamada y yo sonreí divertido; seguramente sería un grandioso día.
-Vamos Kratos, aún falta dar un par de vueltas al parque y de regreso, a casa…
* * *
Eran las diez y media, cuando llegué al parque; me había puesto ropa casual y cómoda, aunque era otoño, no hacía frío aun, de hecho, los días seguían siendo algo calurosos. Me senté en la banca que estaba frente a la nevería y saqué mi celular, para entretenerme mientras esperaba.
Mi mente divaga y recuerdo cuando conocí a Chisise, fue en ese mismo lugar, el primer día que salí con Kratos. Acababa de entrar a la escuela y buscaba un poco de dinero extra, así que pasear al perro de la vecina fue mi opción más rápida, pero no sabía que iba a cambiar mi vida.
Al llegar al parque, Kratos se acercó de inmediato a Chisise y se comportó muy cariñoso; después me enteré, por la vecina, que conocían al niño desde que llevaba al cachorro a caminar y su perro le había agarrado mucho cariño y confianza. Desde ese día, cada que salía a pasear a Kratos encontraba a Chisise en la misma banca, él me acompañaba a pasear al perro y platicábamos, así me enteré de algunas cosas de su vida; era hijo único, su papá era empresario y en esas fechas estaba demasiado ocupado por haber comprado, junto con otros socios, una empresa enorme de productos bioquímicos. Su madre había fallecido cuando era bebé y su padre salía constantemente de la ciudad por otros negocios, así que él se quedaba solo en su casa y sus trabajadores hacían de todo por complacerlo, especialmente llevarlo al parque para que se divirtiera un poco.
A pesar de ser un niño dulce, tierno y muy lindo, no parecía tener muchos amigos y me contó que tampoco los tenía en la escuela, pues no era bueno para relacionarse con chicos de su edad y se burlaban de su nombre por ser diferente. Me daba un poco de lástima su situación, para mí era un niño muy agradable y a la semana, me confesó que le gustaba; recuerdo su sonrojo y sus nervios, parecía temblar mientras me lo decía. Me pareció extremadamente adorable, pero yo me consideraba heterosexual, solo que, preferí negarme de otra manera, diciéndole que yo era mayor de edad y él era un niño.
Fue cuando se ofreció a hacer cosas de adultos conmigo; al principio pensé que era una broma, pero él se mantuvo firme y debido al morbo, terminé accediendo a ir con él en su automóvil. Su chofer parecía confundido y nervioso, pero cuando él le dio la orden de llevarlo a un lugar donde pudiera pasar un momento a solas conmigo, como un hotel, el hombre sugirió que sería mejor un motel de las afueras; aun me asombro de mí mismo por no negarme, pero recuerdo que la lujuria se adueñó de mí, al saber que realmente tendría sexo con un niño de doce años y además, virgen, pues me confesó que él no había estado con nadie y solo había visto películas para adultos, a pesar de saber que eran prohibidas.
Rápidamente me olvidé de mis principios morales, solo quería tomarlo; tan pequeño, dulce, delicado y frágil, pero su manera tan sumisa de acceder a como yo lo trataba, consiguió que empezara a tratarlo más rudamente, hasta el punto de lastimarlo. Me asusté la primera vez que lo golpee sin contenerme, pues se puso a sollozar; me detuve e intenté calmarlo, pero él me pidió que siguiera, pues sin que yo me diera cuenta, debido al golpe, había llegado al orgasmo, así que sus lágrimas y gimoteos eran por eso, no porque le doliera en realidad. Fue cuando comprendí que era masoquista y no hubo marcha atrás, para ninguno. Desde ese momento, se convirtió en nuestro secreto y muchas veces, uno de sus trabajadores era quien paseaba a Kratos, mientras yo me iba a disfrutar el tiempo con Chisise.
Seguía con mis recuerdos, cuando unas delicadas manos cubrieron mis ojos.
-¿Quién soy? – su voz juguetona me hizo sonreír.
-No lo sé… – bromee – quizá, ¿el niño más lindo del mundo?
Hubo silencio por unos segundos – ¿de verdad…? ¿De verdad crees que soy el más lindo del mundo? – preguntó con ilusión.
-¡Por supuesto! – sonreí.
Él alejó las manos de mí y yo me giré para verlo; mis ojos se abrieron enormemente cuando aprecié a Chisise, pues no me imaginaba que lo miraría así, jamás.
En vez del niño que casi diario me encontraba, frente a mí, se encontraba una hermosa niña, con un vestido blanco que se miraba ligero, con la falda a media pierna y holgada, además, encima, como parte del mismo, una pieza que parecía una bata abierta por enfrente, era la que traía los tirantes sobre los pequeños hombros y con un listón en su pecho que estaba anudado en forma de moño. Sus pies traían unos zapatos de lo más delicado, con listones que se enredaban en sus piernas, hasta las rodillas y traía un par de broches blancos, que resaltaban por el negro azabache de su hermoso cabello. Sus labios no tenían otro color, pero brillaban y sus ojos tenían un ligero delineado en negro, que resaltaba sus ojos.
Chisise se mordió el labio inferior, pasó las manos por detrás de su espalda y movió sus pies de manera nerviosa – creo que no te gustó – musitó.
-Ah… – realmente me había quedado sin habla – no… no es eso – negué y una sonrisa nerviosa empezó a adueñarse de mi – es que… no pensé que te vería así… es decir…
-Creí que era mejor que salieras con una chica – se alzó de hombros – además, la falda es más cómoda para este día…
No entendí del todo sus palabras, de hecho, mi mente estaba en blanco.
-Vamos… – extendió su manita y yo, como autómata la sujeté con delicadeza – se hará tarde para la función.
Me guió de nuevo hasta el automóvil, donde su chofer y otro acompañante nos esperaban. Cuando estábamos en camino, Chisise sujetó mi mano entre las suyas y suspiro.
-Si quieres, no vamos a ningún lado hasta que vaya a ponerme otra cosa – dijo con debilidad.
-¿Por qué dices eso?
-No pareces muy a gusto – respondió tristemente.
-No es eso – negué – es solo que… me sorprendiste – admití, aún no había salido de la impresión que me causó verlo así, cualquiera diría que realmente era una niña.
-¿Sabes por qué me puse esto hoy? – preguntó con diversión.
-No, no realmente…
-Hace días, le dije a papá que iba a salir con alguien especial y que era un chico – sonrió – también le dije que quería usar ropa diferente a la que uso y me llevó de compras, esto lo elegí especialmente para esta ocasión…
-Espera… – pasé saliva – ¿tu papá sabe que…?
-Sabe que me gustan los chicos, desde hace mucho – admitió.
-Y ¿no le molesta? – pregunté aun contrariado.
-No – negó – lo toma como algo normal – se alzó de hombros.
-Y ¿sabe que… tú y yo…?
-No – negó – no le he dicho mucho de ti – se recargó en mi hombro – no te preocupes, papá tiene otras cosas en qué pensar y no indaga mucho sobre lo que hago…
Eso me puso más nervioso, pues enterarme que el padre de Chisise sabía que salía con alguien podría meterme en problemas, más si se llegaba a enterar que yo era mayor de edad y que teníamos relaciones.
-Ahora, Paco ya reservó un hotel – anunció – pero, debemos ponernos de acuerdo…
-¿En qué? – pregunté confundido.
-Bueno, quizá sea extraño en el hotel, así que, para no levantar sospechas – sonrió – Paco irá con nosotros como si fuera mi padre y se irá después, ¿te parece?
-Sí, está bien – asentí confundido…
-Y, en caso de que alguien pregunte, diremos que soy tu prima, que estoy de visita, me estás cuidando y mostrándome la ciudad, ¿te parece?
Sonreí, todo lo tenía planeado, así que con esas palabras empecé a relajarme.
-Entonces, ¿quieres que te trate como a Kratos, cuando lo saco a pasear? – pregunté con sorna.
-Sí – asintió – podemos decir que hoy cuidarás al cachorro más especial del mundo…
-Eres mucho mejor que un cachorro – sentencié y por fin, me incliné a besarlo en los labios, saboreando su dulce boca – pero está bien, voy a complacerte…
-Gracias – sonrió – y antes de que pase otra cosa… – se alejó de mí y movió las manos hasta el respaldo del asiento del copiloto y sacó una billetera de piel – ten – me la entregó.
-¿Qué es esto? – levanté una ceja, recibiendo el objeto con algo de duda.
-No se vería bien que una niña pague – sonrió – así que, aunque llevaré bolsa – me mostró un pequeño costalito delicado, que hacía juego con su vestido – tú pagarás en todo momento – me guiñó un ojo.
Abrí la cartera y me sorprendió ver el interior; había varios billetes en alta denominación, una cantidad que jamás había visto en mi vida y si pudiese tener esa cantidad de dinero siempre, nunca tendría problemas económicos.
-Pensé en una tarjeta – la voz de Chisise me hizo volver a la realidad – pero como había trámites de por medio, decidí que todo fuera en efectivo, ¿está bien?
-Ah… sí, supongo…
Volví a cerrar la billetera y la guardé en mi bolsillo; traer tanto dinero encima me ponía nervioso, pero debía sobreponerme a ello; a pesar de saber que Chisise era rico, no me imaginé jamás en esa situación.
* * *
Llegamos al cine, la matiné era minutos antes de las doce y claramente, una película infantil; como pensé, no había mucha gente y pudimos acceder a las taquillas rápidamente. Chisise eligió los asientos, en la última fila de la sala, algo que no era raro en los niños y después, fuimos a dulcería.
-¿Qué vas a querer? – le pregunté a mi compañero cuando estuvimos frente al chico que nos iba a atender.
-Palomitas de caramelo – pidió con una gran sonrisa.
-De acuerdo – asentí.
El joven que nos atendía sonrió.
-Y el vaso de la película también… – pidió Chisise, mientras el chico estaba anotando las cosas en la computadora – por favor.
-Claro, linda – asintió dependiente – ¿qué sabor quieres?
-Ah… manzana…
-Manzana y, ¿para usted? – se dirigió a mí.
-Té – respondí fríamente, pues no me gustaba la manera en que le sonreía a Chisise, pues era notorio que no era el clásico trato al cliente.
Asintió y sacó los vasos de la película, para servir primero los refrescos.
-Gera, ¿me compras una nieve? – Chisise indagó con una vocecita dulce y tierna, poniendo unos ojitos inocentes, mientras me sujetaba del brazo y señalaba hacia la zona de nieves.
-Sabes que sí – asentí, lógicamente no le iba a negar nada, después de todo, el dinero era suyo.
-Iré para allá – anunció y se alejó de mí, dando unos saltitos, mientras yo pagaba las palomitas y dulces.
El chico aún estaba frente a nosotros y dejó los vasos en el mostrador, mientras seguía con la mirada a Chisise – es linda – dijo con diversión y yo entrecerré los ojos.
-Sí, lo es… – sonreí forzadamente.
Era obvio que el tipo miraba a mi compañero como niña y seguramente era de los chicos a los que le gustan más pequeñas, justo como a mí, pero si supiera que es un niño, quizá no se comportaría igual; en ese momento, dudaba que la idea de Chisise de vestirse como niña, hubiese sido la mejor.
Después de pagar por las palomitas y refrescos, acompañé a Chisise a comprarle la nieve y finalmente, entramos a la sala. Ambos sabíamos que estaríamos solos, pues al elegir los asientos, vimos que la sala estaba completamente vacía.
-La nieve está rica – dijo mientras esperábamos a que empezaran los comerciales.
El aire acondicionado del cine estaba encendido y el lugar estaba algo frío – me sorprende que estés comiendo tan a gusto – reí.
-Me gusta – sonrió – y no tengo frío – se alzó de hombros.
En ese momento, las luces se apagaron, Chisise se acomodó en su asiento y siguió comiendo su nieve, aunque parecía hacerlo con mayor rapidez; lo miré de soslayo, se miraba hermoso. Apenas empezaron los cortos de las películas, él había terminado su cono de nieve y se recargó en mí, contra mi hombro.
-Gera…
-¿Sí?
-Pon la comida al otro lado – musitó, pues cuando llegamos, puse la charola en medio de ambos y él había puesto su pequeña bolsa ahí también.
-Está bien – accedí.
Moví las cosas y las dejé en el otro descansabrazos, pero cuando me di cuenta, Chisise estaba hincado frente a mí; colocó las manos en mis rodillas y abrió mis piernas.
-¿Qué haces? – pregunté sorprendido.
-Voy a compensarte – sus manos se movieron ágiles y abrieron mi pantalón, rápidamente liberó mi sexo y se relamió los labios – y yo, tendré una recompensa también…
Los hermosos labios de Chisise se abrieron y permitieron que mi miembro ingresara a su boca; me recargué en la silla y mi mano se movió a su cabello.
-Eso es, lindo cachorro – sonreí y el me miró hacia arriba, por un momento me pareció que sus ojos brillaban de deseo.
Se alejó un poco y sacó su lengua, lamiendo con deseo de arriba a abajo, repasando cada centímetro de mi pene con ella; una vez más, volvió a engullir mi sexo, llevándolo hasta su tibia garganta y succionando con deseo. Me sentía en el paraíso, pues estaba cumpliendo una fantasía, tener sexo en un cine y además, con un niño. Apenas estaba dejándome llevar por completo, cuando Chisise se alejó, pero su mano siguió masturbándome.
-Ahora te voy a mostrar, por qué el vestido fue la mejor opción – dijo con suavidad, relamiendo sus labios.
Sin dejarme replicar, se incorporó, giró, levantó la falda del vestido y se acercó a mi sexo, dejando la punta en su entrada, pero antes de hacer algo más, acomodó la tela, para que no se viera nada, en caso de ser necesario.
-Gera… – me miró por encima de su hombro – para sentarme, necesito que me guíes – anunció, sosteniéndose en el respaldo del asiento de enfrente, con una mano.
-De acuerdo… – sonreí ampliamente, ¿cómo no dejarme llevar por esa linda petición?
Sin dudar, llevé mis manos a su estrecha cintura, lo sujeté con fuerza y lo moví para que se sentara de golpe. Chisise se mordió los nudillos y ahogó el grito que eso le causó, pero no le di tiempo para acostumbrarse; estaba completamente excitado por la situación y no iba a contenerme. Con rapidez, coloqué mis manos bajo sus piernas empecé a moverlo de arriba abajo; él onduló su cuerpo y empezó a corresponder, recargándose contra mí y dándome acceso a sus hombros y cuello. Su piel era suave, tersa, cálida, con un tenue olor a madera que me fascinaba; su perfume era embriagante para mí.
-Gera… – su voz era un murmullo – tócame… – pidió con ansiedad.
-Si te toco – mordí el lóbulo de su oreja – no podré moverte con facilidad…
-Yo me muevo, pero tócame – suplicó.
-Está bien…
Alejé las manos de sus piernas y las llevé a su torso, con un simple movimiento desabroché el listón de la pequeña bata que portaba en cima, y esta se abrió, dándome acceso a la tela de la segunda pieza de su vestido; esta solo se sostenía en su lugar gracias a que la parte del pecho era elástica y por ello la bajé hasta su cintura fácilmente. Acaricié sus pezones, haciendo círculos con las yemas de mis dedos, estimulándolos para ponerlos erectos y después, empecé a pellizcarlos; su interior se contrajo con fuerza y sus gemidos aumentaron de intensidad.
Chisise abrió sus piernas, dejándolas al lado de las mías, por fuera, se afianzo con sus pies en el piso y movió sus manos para sostenerse en mis piernas, empezando a moverse de arriba abajo, con un movimiento sensual, ondulante, apresando mi sexo con su tibio interior.
-Hermoso… – musité y mordí su hombro, imprimiendo la suficiente fuerza para marcarlo, pero no para hacerlo sangrar.
-Gera… abajo… – un sollozo lo interrumpió.
-¿Abajo? – sonreí y moví mi mano a su entrepierna, sorteando la tela del vestido, buscando llegar a mi objetivo.
Cuando lo hice, me di cuenta que él no traía ropa interior, pase saliva y sentí que el calor aumentaba en mi cuerpo; ahora no podría dejar de pensar en todo el día que Chisise andaba desnudo bajo el vestido. La lujuria se adueñó de mí y no me controlé, moví la mano acariciando su pequeño sexo, lastimando sus pezones y lamiendo su cuello; Chisise empezó a gimotear, pero siguió moviendo su cadera con desespero, de la manera que me fascinaba.
-Voltéate – ordené en un gruñido.
Él se detuvo de inmediato; yo tenía mi mano en su torso y sentía sus laticos acelerados, además, su pecho subía y bajaba con rapidez, pues respiraba agitado. Tardó un momento en obedecer y girar, pues estaba recuperando el aliento. Lentamente se movió, alejándose de mi por completo, se volteó, levantó la falda de su vestido y se acomodó sobre mí, dejando las rodillas a mis lados, mientras yo me movía para bajar un poco más del asiento y que se pudiera sentar sin problema; cuando estuvo listo, se sujetó del respaldo de mi silla y empezó a mover su cadera. No podía ver del todo sus gestos, por la oscuridad de la sala, pero sus ojos parecían brillar, manteniéndome hipnotizado, observándolos emocionado, mientras escuchaba la sonata de sus gemidos; Chisise se miraba precioso y era solo mío. Mi mano derecha recorrió sus piernas, sorteando la tela que las cubría y llegando a su sexo para masturbarlo, mientras, con la izquierda lo sujetaba de la cintura.
No tardé mucho en incorporarme y buscar sus labios; el beso que nos dimos se profundizó de inmediato, su lengua jugueteó con la mía, sus manos se pusieron tras mi cuello, entrelazando los dedos en mi cabello y sus gemidos ahogados parecían querer decirme algo. Lo supe de inmediato al sentir como su pequeño sexo palpitaba y un poco de líquido tibio mojaba mi mano; el cuerpo de Chisise se tensó por algunos momentos y después, quedó contra mí, sin energías.
-¿Crees que ya acabamos? – pregunté con sorna.
Movió su rostro diciendo que no, pero restregándose contra mi cuello.
-Voy a moverte – anuncié.
-Mjú…
Sin salir de su interior, me moví hasta bajar del asiento y quedar hincado en el piso, después, acomodé a Chisise en mi silla, cerca de la orilla. Me recosté sobre él y empecé a mover mi cadera, mientras mordisqueaba uno de sus pezones; si no podía dejarle marcas visibles, ese era el mejor lugar para desfogar mis ansias de lastimarlo. Las pequeñas manos de él acariciaron mi cabello y sus piernas se enredaron en mi cintura; sus gemidos eran débiles, pero con una sensualidad que podía trastornar a cualquiera.
Me aferré a su delicada cintura, por encima de la tela que aun portaba y empecé a penetrarlo con mayor rudeza, aumentando el ritmo para poder terminar; deseaba inundarlo de mí, saberlo de mi propiedad y que él no lo olvidara, especialmente ese día. Me incliné y ahogué mi gemido en su cuello, al llegar al orgasmo en su interior; Chisise gimió pero me abrazó con mayor fuerza.
Tardé un poco en recuperar el aliento.
-Eso estuvo…
-Rico… – terminó él y se movió en busca de mis labios, para besarme.
Cuando nos separamos, ambos relamimos nuestros labios.
-Tendrás que ir al sanitario a limpiarte – me burlé.
-No – negó – no voy a limpiarme…
Me sorprendieron sus palabras – pero, podría escapar algo y mancharte – dije con seriedad.
-Para eso traje mi bolsa, pásamela – pidió.
No indagué más, solo moví mi mano para alcanzarla y la acerqué a ambos. Chisise sujetó el morralito y lo abrió, sacando algo.
-Ten – me dio algo pequeño y con forma rectangular – este es el control…
-¿Control de qué? – pregunté confundido.
-De esto – su mano se movió y obtuvo un objeto pequeño, ovalado – es una bala vibradora – rió – la vas a meter en mi – dijo divertido.
-Chisise… – suspiré la idea me encantaba, pero eso no iba a servir de mucho – ‘peque’, aunque esto se meta, estás muy lubricado, si lo enciendo después, puede resbalar, caer… no sé, algún accidente – expliqué.
-Lo sé – asintió – por eso, meterás esto después – terminó mostrándome un ‘plug’ anal y me quedé con la boca abierta – con eso no se saldrá nada, ¿no lo crees?
Quise objetar, pero era imposible – de acuerdo – accedí – me sorprende que lo hayas planeado todo…
-Te dije que te compensaría – se alzó de hombros – y estoy haciéndolo…
-Gracias – musité antes de besarlo en los labios, realmente era el niño más dulce y complaciente del mundo.
-Anda… – apresuró – porque tenemos que arreglarnos antes de que acabe la película – rió divertido.
-Claro…
* * *
Al salir del cine, Chisise trataba de comportarse normal, pero era notorio que no podía hacerlo del todo, especialmente cuando encendía la pequeña bala que traía dentro; rápidamente detenía su andar, se sostenía de mi brazo, ejerciendo presión y cruzaba sus piernas, mientras su rostro se enrojecía.
Durante la comida, lo dejé comer tranquilo, pues no quería molestarlo mucho, después de todo, él se estaba portando muy bien conmigo.
Cuando fuimos al parque de diversiones, él quería subirse a todos los juegos; sus ojitos brillaban con ilusión y parecía más emocionado de lo que podía imaginar que sería.
-¿Acaso nunca habías venido? – indagué con curiosidad.
-Sí… pero hace mucho tiempo – respondió casi en un murmullo – papá me trajo una vez y después, siempre que quería venir, no podía acompañarme por sus ocupaciones – suspiró – me decía que podía venir con amigos, con Paco o con quién quisiera, pero no tengo amigos – se alzó de hombros – y a estos lugares, se debe venir con alguien que pase tiempo contigo porque le guste, no porque le paguen, ¿no crees?
Me sorprendí por sus palabras, realmente, Chisise parecía alguien que necesitaba mucho cariño y atención, se miraba tan pequeño y desvalido; ahora comprendía por qué en ocasiones tenía una mirada de melancolía, cuando lo miraba en el parque. Quizá por eso buscaba la manera de complacerme en todo, para que me quedara a su lado.
-Por supuesto que sí… – sonreí y le acaricié la mejilla – ahora vamos a disfrutar del parque, ¿a dónde…?
-¿Gerardo?
La voz femenina interrumpió mi pregunta, levanté el rostro y la miré, era Leticia.
-¿Qué haces aquí? – dijo acercándose y saludándome de beso en la mejilla – creí que estarías igual que Enrique, trabajando a última hora en el proyecto.
-Ah, no – negué – yo terminé mi parte ayer, así que tengo el fin de semana libre…
-Entonces, ¿por qué rechazaste acompañarme hoy? – hizo un mohín a modo de reclamo.
-Ya tenía un compromiso importante – dije con seriedad.
Ella levantó una ceja y fijó su mirada en mi compañero, quien la miró hacia arriba.
-Hola – Leticia se inclinó un poco – tú… ¿quién eres? – preguntó con desconfianza.
-Hola, soy Chisise – sonrió – soy prima de Gerardo y estoy de visita, así que él se ofreció a enseñarme la ciudad…
-¿Chisise? – Lety frunció el ceño – es un nombre raro…
-Es extranjero…
Leticia se incorporó y me miró fríamente – tu prima es muy linda – forzó una sonrisa – pero no se parecen en nada…
-Bueno, ella tiene la parte bonita de la familia – sonreí – y tú, ¿vienes sola? – intenté cambiar el tema.
-Vengo con mis hermanitos, unos tíos y primos también, ¿no quieren unírsenos? – me sonrió de manera insinuante – no estaría mal tener a alguien de mi edad, para variar – se alzó de hombros – y tu primita puede estar con mis hermanos y primos, son más o menos de su edad.
Ladee el rostro y busqué la mirada de Chisise, por si él se interesaba en compartir con otros niños de su edad; pero tenía una carita triste, así que imaginé que no era algo que le interesara y era mejor para mí, pues no quería compartirlo con otros.
-No – negué – gracias por la oferta, pero creo que Chisise y yo iremos a nuestro propio ritmo, ¿verdad, peque?
Él levantó el rostro y me sonrió ampliamente, asintiendo.
Leticia hizo un gesto de desagrado que alcancé a ver de reojo, pero cuando volví el rostro hacia ella, sonrió falsamente – está bien – dijo con una voz suave – entonces, nos vemos el lunes…
Se despidió de mí con un beso en la mejilla y se alejó.
-¿Ella es tu novia? – la voz de Chisise se notaba triste.
-¿Novia? No – negué con rapidez – Leticia es una compañera de la escuela, pero no somos nada, te lo aseguro…
-¿De verdad? – insistió buscando mi mirada.
-De verdad – respondí mirándolo a los ojos – en mi mente no hay lugar para nadie más, que no seas tú – aseguré y acaricié su mentón con mis dedos – ahora, vamos a disfrutar el parque…
* * *
Eran pasadas las nueve de la noche cuando nos dirigimos al hotel, habíamos cenado pizza en otro lugar, porque Chisise se empeñó en comer eso, así que iríamos directamente a la habitación. Como me dijo, Paco, su chofer, nos acompañó; el recepcionista del hotel no dudó que éramos una familia y subimos a la habitación sin problema. Al llegar, Paco se despidió y nos dejó solos.
-Ven… – Chisise me sujetó de la mano y me llevó a la cama, se giró antes de llegar y estiró los brazos para pasar las manos por mi cuello, ofreciéndome sus labios.
-Chisise – musité antes de inclinarme y besarlo.
Con lentitud, lo recosté en la cama en medio del beso, mientras nos acariciábamos mutuamente.
-Gera… – susurró cuando me alejé de sus labios a degustar la piel de su cuello.
Mis manos bajaron por su cuerpo, llegando a sus piernas y subiendo la tela de su falda; quería probar su pequeño sexo, tenía mucho que no lo hacía y ya lo deseaba. Sin pensar más, me moví hasta su entrepierna, lamiendo su pequeño sexo con deseo; todo el día imaginando ese momento, especialmente cuando encendía el vibrador y él permitía que mi mano tocara su pequeña erección por encima de su ropa, me había tenido al borde del deseo.
Los gemidos de Chisise empezaron a escucharse en la habitación; la dulce humedad que escapaba de su pene me fascinaba, quizá, cuando fuese mayor y saliera un poco más, la disfrutaría mejor, pero por ahora, tenía que conformarme con algunas gotitas.
Una de mis manos fue a su entrada y retiré el pequeño tapón que había traído casi todo el día; Chisise ahogó un gemido al sentir como retiraba el objeto y estrujo las mantas cuando jalé la cuerda de la bala vibradora, para retirarla también.
Por fin, su interior estaba vacío, pero no por mucho tiempo; metí un par de dedos y empecé a estimularlo a la par que succionaba su sexo con deseo, él abrió sus piernas y me permitió hacer todo lo que se me antojó. Rápidamente su cuerpo reaccionó, se tensó y gritó mi nombre al llegar al orgasmo; solo unas cuantas gotitas se liberaron en mi boca y aunque succioné insistente para extraer más, era obvio que era imposible.
Me alejé de él y me incorporé, quitándome la ropa con rapidez, después, desabroché sus delicados zapatos y lo acomodé al centro de la cama; retiré la bata que portaba encima del vestido, pero no lo desnudé por completo, pues verlo vestido de niña me parecía realmente perverso. Me subí al colchón y me hinqué entre sus piernas, levanté la falda del vestido con lentitud, descubriendo sus piernas y rozando la piel con las yemas de mis dedos; cuando la parte inferior de su cuerpo quedó al descubierto, mis manos se movieron con sigilo, para bajar la parte superior y poder observar sus hermosos pezones, que portaban las marcas de las mordidas que le di, no solo en el cine, si no en algunas atracciones del parque dónde anduvimos, pues cada momento que podía, me aprovechaba de él cuando estábamos solos y nadie miraba.
El pecho de Chisise subía y bajaba al ritmo de su respiración; se miraba realmente hermoso, un pequeño ángel en mi cama, solo para mí. Era difícil explicar el sentimiento que eso me causaba, me hacía sentir el hombre más afortunado del mundo, realmente, ese niño era lo mejor que me había ocurrido en toda mi vida y provocaba tantas cosas en mí, un sentimiento que era difícil de describir; acomodé mi sexo en su entrada y me recosté sobre él, besándolo con pasión.
-Chisise – lo llamé, antes de penetrarlo, consiguiendo que sus hermosos ojos azules me miraran con confusión – eres maravilloso – confesé.
-Gera… – musitó – te amo – dijo en un murmullo.
Me sorprendió que dijera esas palabras y respondí de manera automática – yo también te amo, mi vida…
Él abrió sus ojos con sorpresa, supuse que no se había imaginado que le respondería de esa manera. Sus pequeños labios se abrieron pero ni un solo sonido se escuchó y yo tampoco lo dejé hablar, pues lo penetré de golpe; el grito que liberó satisfizo mi vanidad y más, cando sus pequeñas manos se movieron para abrazarme. Empecé un vaivén rápido, fuerte y desesperado; él se movió y se incorporó un poco, hundiendo el rostro en mi cuello, pero un sonido me detuvo. Estaba sollozando.
-Chisise – lo llamé asustado y paré de moverme, pues no le había hecho nada para dañarlo ni para que llorara – ¿estás bien?
-Sí – musitó contra mi piel – no te detengas, Gerardo – sus dedos acariciaron mi cabello – por favor… si de verdad me amas, entonces, hazme el amor…
Sonreí ante su petición, era tan inocente, ingenuo y manipulable que no podía dejar de aprovecharme de él.
Lo recosté en la cama y me alejé para besarlo con suavidad, esa noche intentaría tratarlo con la toda la delicadeza que podía, aunque en el fondo, lo que deseaba era lastimarlo. Una vez más, reanudé mis movimientos, solo que con lentitud, tomándome mi tiempo para entrar y salir; él gemía, suspiraba, arqueaba su espalda y estrujaba las mantas con sus manos.
-Gera… – su voz delicada sonaba deseosa.
-Calma, mi amor – sonreí y pasé mis manos por debajo de su cadera, para levantarlo un poco y penetrarlo con facilidad – debes aprender a disfrutarlo de esta manera…
Sus labios dibujaron una sonrisa dulce e hizo su rostro hacia atrás, gimiendo por mis movimientos; poco a poco empezó a pedir más, a suplicar porque me moviera con más fuerza y accedí, pues realmente era eso lo que yo más deseaba. Durante un largo rato lo acaricié, estimulé y acomodé en diferentes posiciones para que pudiera sentirme de manera diferente; traté de no herirlo ni lastimarlo, hasta que él me rogó que lo hiciera y parecía más ansioso de lo normal.
Chisise estaba sentado sobre mi miembro, moviendo su cadera, cuando su cuerpo se tensó, su interior se contrajo, apresando mi miembro con fuerza y un gemido ahogado escapó de su garganta al llegar una vez más al orgasmo y después, se dejó caer sobre mí; besé su hermoso cabello y acaricie su espalda, permitiendo que recobrara el aliento.
-¿Quieres que termine dentro? – pregunté a media voz, sin dejar de prodigarle cariños.
-Sí… – murmuró débilmente.
Me moví para recostarlo una vez más contra el colchón y poder moverme sobre él. Pude apreciar sus hermosos ojos húmedos, a pesar de que sus parpados estaban entrecerrados, su débil sonrisa en sus delicados labios y sus mejillas encendidas; jamás podía haber imaginado que tendría a un niño tan encantador conmigo y ahí estaba, entregándose a mí sin reservas, a pesar de solo tener doce años.
-Eres perfecto – sentencié antes de besarlo en los labios y empezar a moverme.
Chisise no respondió, era obvio que estaba agotado y su cuerpo se movía debido a mis embestidas en su interior; débiles sonidos se ahogaban en su garganta, mientras yo apresuraba el momento que tanto había postergado. Momentos después, llegué al orgasmo más pleno que había tenido en mi vida.
Tardé unos momentos en recobrar el aliento y cuando me alejé, él parecía soñoliento.
-¿Cansado? – pregunté a media voz, pues yo también estaba exhausto.
-Sí – asintió débilmente y bostezó.
-Descansemos… – besé sus mejillas y salí de su interior, para recostarme a su lado y abrazarlo.
Él se arrebujó contra mi pecho y me abrazó por la cintura.
-Gera… – me llamó en un débil murmullo, parecía que se esforzaba por hablar.
-¿Sí?
-¿De verdad… me… amas? – preguntó y pude sentir como sus dedos intentaron ejercer presión en mi piel.
Sonreí de lado, eso era lo que él quería escuchar, así que se lo diría – Chisise… – besé su cabello – te amo – sentencié – te amo de una manera que no puedo definir – en eso no mentía, pues no sabía si lo que sentía por él, era amor – pero créeme, difícilmente podría sentir algo así por alguien más …
Un suspiro escapó de su boca y su aliento rozó mi pecho – Gera… – levantó el rostro y me sonrió – ¿estarías dispuesto… a cuidarme… siempre?
-Mi amor… – me moví y lo besé en los labios – con tal de que estés a mi lado siempre, te cuidaría con mi vida – sonreí – eres mío, Chisise y así como tú te esfuerzas por complacerme, yo me esforzaré por hacer lo mismo…
-Gracias… – suspiró y cerró los parpados, cayendo rápidamente en un sueño profundo.
-De nada – besé su cabello y lo acuné en mis brazos – después de todo, tú eres quien me hace feliz…
* * *
El domingo, al amanecer, volvimos a hacer el amor, lo traté con rudeza y él no se quejó, al contrario, me dijo que si deseaba lastimarlo más, lo hiciera; estuve tentado a hacerlo, pero preferí que descansara, pues durante la noche, mientras dormía, me aproveché de él sin que se diera cuenta. Después de desayunar nos despedimos, aunque noté que Chisise se miraba más radiante de lo normal.
El resto del día, lo pasé descansando y recordando lo que había ocurrido; platiqué con Chisise por mensajes en el celular y se notaba extremadamente cariñoso, lamentablemente, esa tarde no lo iba a poder ver, pues él saldría con su padre.
-Voy a extrañarte…
-“¿Quieres una foto mía para entretenerte hoy?...” – respondió y yo sonreí, ya tenía una foto suya, misma que le había tomado para guardarlo como contacto.
-Si quieres…
Momentos después, varios archivos llegaron, empecé a verlos y me sorprendí, todos y cada uno de ellos era una foto de Chisise; portaba una ropa delicada, parecía lencería femenina y me mostraba su cuerpo y su pequeño sexo. La temperatura empezó a subir en mi cuerpo y empecé a masturbarme con las fotos, especialmente en esa, donde me mostraba su hermoso trasero en todo su esplendor.
-“…espero que sean suficientes…”
-Sería mejor si fueras tú, pero esto me ayudará a recordarte mejor – respondí.
Él me mandó varios ‘emoticones’ de besos y después se despidió.
-Chisise… – musité y besé la pantalla de mi celular, después de colocar una de esas fotos que me envió, justo donde se miraba su lindo rostro y parte de su pecho.
Ese niño era perfecto y más, porque satisfacía a la perfección, todos mis deseos más oscuros y perversos; si seguía así, seguramente no me cansaría de él, jamás.
* * *
El lunes en la mañana, un golpe en el escritorio me cimbró, pues estaba tan ensimismado en mi trabajo que no me prestaba atención a mí alrededor.
-A ver… – Enrique me miraba inquisidoramente – quiero que me cuentes todo de tu prima…
-¿Mi prima? – pregunté confundido.
-Sí, Lety ya me contó que te vio en el parque de atracciones con una niña muy bonita, que se supone era tu “prima” – hizo las comillas con sus manos – y yo, siendo tu mejor amigo, se perfectamente que no tienes primas, solo un primo que tiene menos del año – levantó una ceja – así que, es imposible que haya sido realmente tu prima…
-Ah… es… una prima lejana, muy lejana – mentí.
-No ‘mames’ – se cruzó de brazos – eso ni tú te lo crees – sentenció con toda seguridad – ahora, ‘suelta la sopa’…
-No quiero hablar de eso, Enrique, no lo entenderías…
-¿No entendería, qué? – movió la silla y la acomodó a mi lado, con el respaldo hacia mí, luego se sentó en ella y recargó los brazos en el respaldo, mirándome fijamente – ¿es lo que creo que es? – preguntó en un murmullo.
-No sé qué es lo que crees, así que no puedo responder – traté de restarle importancia.
-El viernes dijiste que querías a alguien más pequeña – siguió hablando en susurros, para que solo yo lo escuchara – que se mirara inocente, aunque no lo fuese realmente – mis músculos se tensaron – ¿acaso esa “prima” es realmente la ‘quimera’?
Me quedé en silencio, había subestimado la inteligencia de mi amigo, creyendo que no me descubriría.
-Tu silencio me lo responde – sonrió y me palmeó el hombro – ¡me sorprendes! – rió – dime, ¿qué edad tiene realmente? ¿Cómo la conociste? ¿Ya lo hicieron? ¿Qué tan buena es en la cama?
-Ya te dije que no quiero hablar de eso – repetí con seriedad.
-Vamos, Gera – me sujetó del hombro – ¡platícame! Andar con una chica más pequeña es un sueño perverso de muchos, incluyéndome – aseguró – así que, me gustaría saber, cómo le hiciste.
-No creo que te gusten mis respuestas…
-¿Por qué no? – frunció el ceño – somos amigos y nunca me has ocultado las cosas, anda, ¡por favor!
Su insistencia me molestó, así que, debía ponerle un alto.
-Escucha – lo miré a los ojos con frialdad – no quiero hablar de eso, porque no entenderías la verdad – aseguré, él estaba por replicar, así que decidí decírselo, pero en voz baja – ella, no es ella, sino un él…
Enrique se alejó un poco, su rostro mostró confusión, luego sorpresa, incredulidad y finalmente sonrió nerviosamente – es una broma, ¿cierto?
-No, no lo es – negué – ahora, déjame en paz…
Mi amigo no dijo nada, se quedó en silencio, parecía procesar lo que le acababa de decir, pero minutos después, volvió a hablarme.
-De verdad, ¿es un chico?
Suspiré cansadamente, cerré mi laptop, me puse de pie, lo sujeté de la camiseta y lo levanté, jalándolo fuera del laboratorio.
-Abraham – levanté la voz antes de cruzar la puerta, para que otro de nuestros compañeros de equipo me escuchara – cuida mis cosas, por favor…
Él asintió y yo salí, llevando a Enrique conmigo; no dije nada en el camino; bajamos las escaleras y lo llevé hacia un extremo del edifico, alejándonos del mismo. Cuando ya no había mucha gente cerca, lo solté.
-Escucha… – dije seriamente – esto no es algo que alguien más deba saber, pero si te lo digo, es para que me dejes en paz – respiré profundamente – tengo una relación con un niño, menor de edad – especifiqué – mismo niño que se vistió de niña el sábado, por eso Lety cree que es una chica y mi prima, pero no es así – mi voz era calmada y casi deletreaba las palabras para que Enrique entendiera que eso era muy serio – ahora, te agradecería que no empezaras a indagar más, ni a decir nada que pudiera ponerme en evidencia, pues si esto se sabe, me podría perjudicar.
Mi amigo me miraba, pero no se movía, parecía una estatua, luego pasó la mano por su cabello, hizo un mohín y suspiró – es que, no puedo creerte – negó – no creí que fueras gay…
-No lo sabía yo tampoco, hasta que lo conocí a él – sonreí de lado – Chisise es un niño muy especial, además, de que es perfecto para mí – cerré mis ojos y evoqué su imagen – hace lo que le pido, no se niega a nada, es completamente sumiso a mis caprichos y deseos – respiré profundamente – es hermoso y además, es masoquista – relamí mis labios de solo recordar lo que hacíamos, pero luego volví a la realidad – así que, esa es la razón del porqué estoy con él…
Enrique parecía sorprendido – vaya… sí que es una quimera…
-Deja de decirle así…
-Perdón – se alzó de hombros – y… ¿desde cuándo están en eso?
-Hace casi dos meses, desde que empecé a pasear al perro de mi vecina.
-Ya veo – se cruzó de brazos – y, ¿es lindo al menos?
-Ya te dije que es precioso – dije con orgullo.
-Es que si tiene tantas cosas a su favor, no me puedo imaginar que ese niño exista – dijo con desconfianza.
Que dudara de mi palabra me molestó, saqué mi celular, lo desbloquee y busqué las imágenes que Chisise me había enviado el día anterior; le entregué el móvil a mi amigo y él empezó a ver las imágenes. Sus ojos se abrieron enormemente, mientras movía los dedos para ver todas las fotos.
-¡Wow! – dijo con asombro y su rostro empezó a ponerse rojo – es… increíble – su voz se entrecortó.
-Bien, dámelo – le arrebaté mi celular – ahora, confío en que no dirás nada…
-No, no… por supuesto que no…
-Es mejor volver, tenemos trabajo que hacer…
Enrique asintió y me siguió, pero se mantenía en silencio.
En el laboratorio, mientras trabajábamos, teníamos acceso a internet y redes sociales, pues nuestros profesores tomaban las clases como momentos de asesoría, al ser de semestres avanzados. Mientras tecleaba unas formulas, escuchaba música, así no me distraía con los ruidos de mi entorno, pero el sonido de un mensaje me sorprendió; era de Enrique.
-“¿Realmente tu novio hace lo que le dices?...”
Solté el aire por la nariz con molestia, lo miré de soslayo, pues estaba a mi lado, pero sabiendo que era algo de lo que no quería que los demás se enteraran, le respondí por texto también.
-Ya te dije que sí…
Volví a mi trabajo y de nuevo, un mensaje llegó; entorné los ojos, claramente fastidiado, así que esperé un poco más para leerlo.
-“Esto te parecerá raro, pero… ¿no te interesaría prestármelo un día?...”
Esa pregunta hizo que me hirviera la sangre, me levanté de un salto y lo sujeté de la camisa, levantándolo con rapidez y mirándolo con ira – ¿qué quieres decir? – dije entre dientes.
-Cálmate – movió las manos para que lo soltara, pues todos habían puesto atención a la escena – mejor, hablamos afuera… ¿sí?
Cerré mi computadora portátil, para que se bloqueara y él hizo lo mismo. Salimos del salón y volvimos a alejarnos del edificio.
-Más vale que tengas una buena razón para lo que me escribiste – sisee al llegar al mismo lugar dónde habíamos hablado antes.
-Escucha… si es cierto que tu novio hace lo que quieres, no debería ser problema para ti, decirle que lo haga conmigo…
-Él quizá no se negaría, pero yo no quiero compartirlo – aseguré.
-Vamos, Gera – puso un gesto desvalido – sigo siendo virgen y quisiera experimentar… anda, ¿qué dices?
-No.
-¿De verdad? Dime, ¿no tienes una fantasía de hacer un trío? Quizá él si tenga ese deseo…
-No lo creo – respondí entre dientes, tenía ganas de golpear a Enrique.
-Ah, entonces, creo que ya entendí…
-¿Qué entendiste? – dudaba que realmente entendiera la situación.
-No quieres hacerlo, porque realmente tu chico no hace lo que le dices, solo estabas alardeando – levantó una ceja – ¿o me equivoco?
Sabía que no entendía nada – Chisise no se niega a nada de lo que le pido – sentencié.
-Pruébalo – retó.
-No tengo que probarte nada – negué – solo quiero que entiendas que yo no quiero compartirlo, así de simple.
-Solo será una vez – Enrique se acercó y me pasó la mano por el hombro – por favor, solo una – insistió – quiero experimentar el sexo una sola vez y te aseguro que no vuelvo a molestar jamás…
-No me vas a convencer – negué.
-Entonces, no me vas a sacar de la cabeza que solo presumes con eso de que tu niño hace lo que quieres… seguramente no quieres hacerlo, porque se negaría y eso te dejaría mal, ¿cierto?
Apreté mi mandíbula, no iba a permitir que el idiota de Enrique pusiera en duda mi palabra – Chisise hace lo que yo le ordeno – levanté una ceja y sonreí de manera burlona – y puedo demostrártelo, pero, en cuanto eso termine, tú no volverás a insistir en nada con él y además, me tendrás que dar una compensación…
-¿Qué clase de compensación? – indagó.
-Dos mil…
-¿Dos mil? – sus ojos se abrieron con sorpresa – para eso, mejor le pago a una ‘puta’ – soltó con desagrado.
-Adelante, ve con una puta, pero no será lo mismo – aseguré – Chisise es algo especial y es lo que vale si quieres probarlo…
Enrique dudó, pero pudo más la curiosidad y el morbo – está bien, tengo el dinero en mi tarjeta y puedo dártelo hoy mismo – levantó una ceja – pero más vale que valga la pena…
Asentí, con ese dinero, seguramente podría comprarle un lindo regalo a Chisise para contentarlo, en caso de que se molestara – no te arrepentirás, te lo aseguro.
* * *
Después de la escuela, hablé con Chisise y le dije que quería que conociera a un amigo; parecía un poco inseguro con la idea de que nos acompañara al motel, así que tardó en aceptar, pero lo hizo cuando le dije que solo miraría, estaba seguro que en el momento, no se negaría.
A las cinco y media, Enrique estaba en mi casa, ambos fuimos por Kratos y nos encontramos a Chisise en el parque.
-Hola…
-Hola, peque – sonreí – te presento a Enrique – hice un ademán con mi mano para mi amigo – él nos acompañará.
-Un placer – saludó él.
Chisise sonrió nerviosamente, se notaba avergonzado – hola – musitó.
Después de eso, como siempre, uno de los trabajadores de Chisise se llevó a pasear a Kratos, mientras el otro nos llevaba al motel. Todo transcurrió igual que siempre, aunque el chofer parecía desconfiar, pero cuando Chisise le dijo que todo estaba bien, volvió a darnos nuestro espacio.
En la habitación, Enrique se sentó en el sillón, esperando, pues le dije que debía ver al principio. Chisise me entregó los objetos que le pedí que llevara; unas esposas, unos juguetes anales, unas pañoleas y una mordaza, además de que se puso un pequeño negligé en color blanco, transparente, que contrastaba perfectamente con su piel y bajo el mismo, una delicada tanga que apenas le cubría su pequeño sexo. Mantenía la mirada al piso, era notorio que estaba avergonzado.
-Ven – lo llamé para acercó a la cama – súbete y ponte en cuatro.
Él accedió y se colocó justo como le ordené, pero tuve que moverlo para que Enrique lo mirara en todo su esplendor; yo también me había desnudado, así que me senté recargado en la cabecera de la cama, frente a Chisise, para darle acceso a mi entrepierna.
-Vamos, mi amor, muestra cuanto te gusta esto…
-Es que… me da pena – musitó.
-Si te cubro los ojos, no verás nada y te concentrarás – sonreí y coloqué una pañoleta en sus ojos, para que no viera.
Chisise estaba indefenso y parecía muy nervioso, pero cuando lo acerqué a mi sexo, empezó a lamer con devoción. Acaricié su cabello y luego moví mis manos a sus hombros, bajando por sus brazos, moviéndolos hacia atrás de su cuerpo; ya habíamos jugado una vez así, por lo que no puso nada de objeción. Él seguía lamiendo y succionando mi sexo, cuando yo le puse las manos en la espalda y le coloqué las esposas; una vez más, lo sujeté del cabello y empecé a moverlo con mayor fuerza, consiguiendo que se ahogara y gimiera con desespero.
Mientras yo atendía a Chisise, Enrique empezaba a desnudarse. Alejé a mi pequeño niño y lo hice girar, para que quedara de espaldas a mí, recargado contra mi pecho y abrí sus piernas para mostrarlo ante mi amigo; acaricié su pecho y pellizqué sus pezones, haciéndolo gemir con fuerza.
Enrique se subió a la cama y se acercó a ambos, se inclinó y sin tardar más, atrapó el sexo de Chisise en su boca.
-¡¿Qué?! – el susto se reflejó en la voz de mi pequeño amante – Gerardo… – llamó con desespero – ¿qué pasa?
-Tranquilo – susurré contra su oído – vas a disfrutarlo…
-No, no quiero – negó y su cuerpo se estremeció – por favor, Gera… no quiero que otro me toque…
Lo sujeté con fuerza, pues empezó a moverse y Enrique lo agarró de las piernas, porque intentó patalear.
-Creí que hacía lo que decías – la voz sarcástica de Enrique me molestó.
-Chisise – hablé con seriedad – esto es una orden, vas a acceder a que Enrique te toque y te posea, entendido…
-No… – tembló – Gerardo, no quiero – sollozó – ‘helado’ – dijo rápidamente – por favor… ‘helado’ – repitió y su cuerpo se estremecía por sus sollozos.
-¿’Helado’? – Enrique me miró confundido.
“Maldita sea…” pensé, pues la palabra ‘helado’ era la palabra clave para detenernos en nuestros juegos, en caso de que él realmente no quisiera hacer algo, pero nunca la había dicho antes.
-Espera… – dije para mi amigo y me moví.
Con movimientos bruscos, dejé a Chisise contra el colchón y me puse sobre él, quitándole la venda de los ojos – te estoy dando una orden – sentencié mirándolo con molestia.
-Gera… – sus ojitos me miraban con suplica – no permitas que otro me toque… – las lágrimas empapaban su carita – por favor, no lo hagas… – suplicó – si me amas… por favor… no lo hagas…
Mi corazón se oprimió al ver su desespero y miedo, logrando que por un instante dudara; no podía hacerle eso.
-Sabía que solo alardeabas…
La voz burlona de Enrique hizo que me hirviera la sangre y me olvidara de Chisise; no iba a permitir que se burlara de mi.
Moví mi mano y di un golpe con el dorso en el rostro de Chisise, él se sorprendió y me miró con terror – lo vas a hacer – dije sin dejar lugar a dudas – por las buenas o por las malas, ya lo sabes…
-No… – negó – no quiero… Paco… – dijo a media voz porque un sollozo lo interrumpió – ¡Pa…!
Antes de que llamara a su chofer, le cubrí la boca – pásame la mordaza – pedí para Enrique.
Mi amigo se movió y fue por lo que le pedí, cuando me lo entregó, tuve dificultades para que Chisise permitiera que se la colocara, así que lo abofetee un par de veces más, hasta que cedió; no era la manera en la que quería hacerlo, pero no iba a permitir que Enrique pensara que había mentido en que podía tratar a Chisise como un objeto.
Cuando estuvo amordazado y sometido, lo hice girar, levanté su cadera y lo sujeté de la cintura – adelante – se lo ofrecí a mi amigo, sin remordimiento – puedes hacerlo…
-¡¿Así?! – preguntó sorprendido – ¿sin lubricar? ¿Sin nada? Hasta en las porno se preparan – dijo contrariado.
-Hazlo – ordené con molestia – te dije que a Chisise le gusta el dolor, así que, entre más dolor le demos, más rápido empezará a colaborar…
-Bueno… si tú lo dices…
Enrique no titubeó, se acomodó tras Chisise y lo penetró de golpe; mi pequeño y dulce niño gimoteó y el grito se ahogó en su garganta, era obvio que le había dolido. Mi amigo sonrió extasiado y después de un par de embestidas, observé como su cuerpo se estremecía.
-¡¿Ya?! – dije aún sin poder creerlo.
-Lo siento, ‘hermano’ – él no quitaba la sonrisa de su rostro – te dije que era virgen… y se sintió genial…
Palmee mi frente – eres un idiota – suspiré – quítate, mientras te repones, déjame hacerlo a mi…
Él se alejó y se recostó en la cama, mientras yo me acomodaba tras Chisise y lo penetraba también; era la primera vez que lo sentía tan estrecho, no se estaba relajando, al contrario, parecía apretar su interior, para evitar que entrara, pero era imposible que pudiera impedirlo y al contrario, si no se relajaba, le iba a doler como nunca. Me incliné sobre su pequeño cuerpo y le mordí un hombro; sus gritos seguían escuchándose ahogados debido a la mordaza.
-Si no te relajas, no lo vas a disfrutar – musité contra su piel – sé que te gusta duro, doloroso… no te preocupes – traté de calmarlo – esto es un capricho mío, solo por esta vez…
Él movió su cabeza, negando, intentó moverse para alejarse de mí, pero lo sujeté de su cadera, me incorporé y le di varias nalgadas que consiguieron que temblara.
-Es la primera vez que te revelas – gruñí – pero no me importa si no quieres, vas a hacerlo de todas maneras…
Salí de su interior y lo hice girar, penetrándolo de frente. Chisise lloraba con fuerza, gimoteaba e intentaba empujarme con sus pequeñas y delgadas piernas, sin conseguir mucho; lo abofetee varias veces más, hasta que a mí me dolió la mano y él dejó de moverse en exceso. Cuando se quedó hundido en el colchón, sin siquiera responder y solo las lágrimas escapando de sus ojos; le pellizqué los pezones y se quejó con debilidad, pero no actuaba como siempre.
-Ey, Gera – la voz de Enrique se escuchó de nuevo – creo que quiero más…
-¿De verdad? – sonreí de lado – está bien…
Me alejé de Chisise y Enrique se acomodó entre sus piernas; sin tardar, lo penetró y empezó a embestirlo, esta vez, se notaba más dueño de la situación. Se inclinó y mordió los pequeños hombros con saña, dejando algunas marcas de sus dientes; yo me sentí complacido de ver que Chisise ya no ponía resistencia.
-Delicioso… – Enrique besó y acarició la piel bronceada con deseo – tenías razón… es perfecto… – sonrió divertido – quiero lastimarlo… – aseguró – ¿puedo?
-Adelante…
Él no lo dudó, empezó a abofetear a mi niño, después se alejó para girarlo y poder lacerar sus hermosas nalgas y arañar la delicada espalda. Chisise gimoteaba y sin contener mi coraje y frustración, porque no estaba comportándose igual que todos los días anteriores, lo sujeté del cabello sin consideración y lo incorporé para que me viera a la cara.
-Si te quito la mordaza, podrías gritar – lo miré con molestia – te has portado mal, Chisise, así que, tengo que castigarte – él me miró suplicante, pero yo solo sonreí – así que, como no podemos usar tu boquita, porque no te dejas, tanto Enrique como yo, vamos a usar tu culo – aseguré – y será al mismo tiempo…
Él me miró con terror, mientras mi amigo sonreía divertido.
Entre los dos, usamos a Chisise, lo penetramos a la vez y rasgamos su pequeño ano, además, lo golpeamos en innumerables ocasiones e hice lo que anhelaba desde tiempo atrás, pude, por primera vez, introducir mi mano en su interior; fue una de las experiencias más excitantes que había tenido hasta ese momento, a pesar de que él no participó mucho, pues solo lloraba. Para terminar, cuando él ya no tenía fuerza, le quitamos la mordaza, obligándolo a que nos limpiara con su boca y le ensuciamos el rostro con semen también.
Cuando era hora de salir, Chisise estaba contra el colchón, sin moverse, su mirada estaba perdida en la nada, pero algunas lágrimas aun resbalaban de sus ojos. Enrique y yo nos aseamos y antes de ponerme la ropa, me acerqué a mi pequeño y le acaricié la mejilla.
-Chisise, tienes que levantarte, para que te bañes – pedí con una débil sonrisa y él no me respondió – mi amor, ya acabó el juego, tranquilo – insistí, pero seguía sin reaccionar – Chisise…
Enrique me observó confundido y yo entorné los ojos, no creía que hubiese sido para tanto lo que había ocurrido, pues estaba plenamente consciente que Chisise era masoquista, seguramente solo estaba haciendo un berrinche infantil.
-Chisise… – lo moví un poco, pero él no respondió.
Mi amigo se acercó y me puso la mano en el hombro – creo que no se siente bien…
-Pero no puedo dejarlo así – negué – necesito asearlo… si su chofer se da cuenta que está raro, entonces sí podríamos meternos en problemas…
Enrique asintió y entre los dos lo metimos a la regadera, lo limpiamos y le colocamos la ropa, luego yo lo cargué hasta el automóvil, mientras mi amigo llevaba las cosas.
El chofer nos observó desconfiado, pero como Chisise parecía dormido, le dije que solo estaba cansado y necesitaba dormir. Al llegar al parque, recogí a Kratos y Enrique me acompañó a mi casa.
-¿Crees que diga algo? – preguntó con nervios – podría meternos en problemas, ¿no?
-No – negué confiado – Chisise me ama y seguramente mañana andará como si nada, solo necesita descansar, pero, en caso de que no, con el dinero que me diste, le compraré un regalo y asunto arreglado.
-Que fácil, ¿no?
-Es un niño – sonreí – créeme, es muy fácil manejarlo…
* * *
Al día siguiente intenté hablar con Chisise, pero no me respondió las llamadas ni los mensajes. Enrique me preguntó por él, pero le mentí, diciendo que todo estaba perfectamente, aunque ya no podía prestárselo más; era claramente una excusa, pero mi amigo quedó satisfecho, aunque el resto del día intentó que le volviera a permitir acercarse a él.
El resto de la semana, me puse extremadamente ansioso, pues Chisise no respondía por ningún lado, ni tampoco lo había visto en el parque. Por fin, el remordimiento y la angustia de haberlo lastimado, estaban haciendo mella en mí; aun así, pensaba que no había sido para tanto, que era solo un juego y que él era el que estaba exagerando.
El viernes en la mañana, mientras estaba en el laboratorio, sin poder concentrarme como siempre, porque estaba pensando en Chisise, recibí un mensaje de él. Mi corazón se aceleró y sonreí emocionado, especialmente al saber que quería hablar conmigo ese día; sin dudar, acepté, quería disculparme con él y tratar de darle una tonta razón del por qué lo había tratado de esa manera, seguramente lo convencería de que todo estaba bien.
Al salir de la universidad, fui a mi casa, me asee y busqué entre mis cosas el pequeño obsequio que le había comprado con el dinero que Enrique me dio; un delicado anillo de oro, que seguramente en su pequeña mano se miraría perfecto. Ese día no fui por Kratos, solo le avisé a mi vecina que tenía un compromiso y ella no puso objeciones.
Corrí hasta el parque, aún era temprano, pero estaba tan ansioso, que no me importaba esperar el tiempo que fuera necesario, solo por Chisise, más, los que llegaron conmigo, eran los dos hombres que siempre lo acompañaban.
-Buenas tardes, joven…
Me puse de pie de un salto y los miré con desconfianza – ¿dónde está Chisise? – pregunté rápidamente.
Él chofer sonrió – el joven Ekramy lo espera en su casa – su voz era tranquila – ha dispuesto una noche especial para ustedes dos, ¿gusta acompañarnos? – preguntó cordial.
Pasé la mano por mi cabello y suspiré, sintiéndome más tranquilo, pensé que al final, se había arrepentido de ir a verme – está bien – accedí y los seguí.
En el camino, traía la pequeña cajita del anillo en mis manos, observándola con ilusión, estaba seguro que a Chisise le iba a encantar. No supe cuánto tardamos, pero finalmente llegamos a una colonia exclusiva; en el momento que pasamos la caseta de vigilancia, puse atención al lugar, todas las casa eran suntuosas y era notorio que las personas que vivían ahí eran importantes. Después de varios minutos, llegamos a una propiedad extremadamente grande; el vehículo se introdujo en una cochera y después, las puertas se cerraron.
El copiloto descendió y me abrió la puerta, después los dos me guiaron por los jardines hasta la entrada de lo que parecía ser una mansión; tenía un aspecto extraño, pero algunos detalles me recordaban a las películas que había visto del antiguo Egipto, especialmente las gigantescas columnas adornando alrededor. Mientras caminaba, pude ver varias fuentes que permitían que el agua fluyera por el terreno, como si se tratase de un río y a las orillas, había árboles frutales y uno que otro pequeño lugar de descanso.
-Por aquí… – anunció el chofer, llevándome por un arco que se miraba imponente.
El lugar me ponía inquieto, era demasiado ostentoso para mí, pero lo peor fue al llegar a nuestro destino. La gran puerta doble se abrió y un grupo de cinco mujeres nos recibieron; su vestuario y maquillaje me hicieron sonreír de lado, de forma sarcástica, realmente me sentía como en una película de Egipto.
Cuatro no dijeron nada, se quedaron como estatuas y solo una se movió, acercándose a mí – ¿joven Pineda? – preguntó con media sonrisa.
-Soy yo…
Ella asintió – Francisco, Felipe, muchas gracias, de aquí en adelante, nosotras nos encargamos – con esa frase, mis compañeros dieron media vuelta y se fueron – sígame joven, por favor…
Respiré profundamente y sin objetar, la seguí; tras nosotros, las otras cuatro caminaban en silencio. El lugar era enorme y el techo era mucho más elevado de lo que recordaba haber visto en cualquier casa normal con anterioridad, incluso parecía más alto que el techo de una casa de dos pisos. Los pasillos eran amplios, con adornos escasos, en algunos arcos que separaban las zonas, pendían cortinas de telas finas, delicadas y delgadas, las paredes parecían estar recubiertas por piedra clara en la parte superior, pero de la mitad para abajo, tenía un revestimiento más oscuro, dándole un aire antiguo y por si fuera poco, el piso parecía granito de un color claro, perfectamente pulido. Las lámparas que aluzaban los pasillos eran tenues; había también algunos adornos varios, pero todos parecían recuerdos de Egipto o piezas antiguas y de museo, pero eso le daban un aire tranquilo.
Yo seguía ensimismado, viendo el lugar, cuando llegamos a otra puerta doble; la mujer que nos guiaba la abrió y después entramos a la estancia, que era un gran comedor.
-Por favor, espere aquí – hizo un ademán, señalándome la silla – en un momento el joven Ekramy vendrá…
Me senté donde me dijo y esperé. Rápidamente las otras mujeres pusieron algunas viandas con frutas y aperitivos, algunas galletas, canapés, pan, miel y queso.
-¿Desea algo de vino, joven? – preguntó una chica, acercándose a mí, con una botella.
-Ah, no creo que deba beber, no sé si eso le agrade a Chisise.
Ella sonrió – el joven Ekramy pidió que lo complaciéramos en lo que deseara.
Suspiré cansado, aunque las palabras eran amables, eso solo me decía que Chisise, posiblemente aún estaba molesto por lo ocurrido – está bien, gracias…
Acepté la copa y bebí un sorbo, estiré la mano y agarré una uva; ellas se fueron, dejándome solo y no podía hacer nada más que esperar.
Varios minutos después, escuché unos pasos, giré mi rostro y me sorprendí de ver a Chisise, llegando con las chicas que me habían llevado ahí. Portaba un traje blanco, una larga túnica que parecía sumamente ligera y encima de la misma, traía unos accesorios ostentosos y relucientes como el oro, uno sobre su cuello y hombros, otro ceñía su delicada cintura; su cabello era adornado por trenzas y cuentas de cristal, además en la parte superior de su cabeza traía un lujoso tocado, del cual caían unas largas tiras de color dorado que enmarcaban su rostro y pude notar en sus pequeñas orejas varios pendientes, tipo argollas que abarcaban gran parte de su extensión. Sus ojos habían sido delineados por un color negro intenso, con figuras largas y estilizadas, que parecían haber sido hechas con molde, mismas que provocaban que sus ojos azules resaltaran mucho más; sus brazos portaban brazaletes y en su muñeca izquierda, traía una muñequera de muchas tiras metálicas doradas, que tintineaban al chocar, debido a los movimientos.
Yo estaba estupefacto, viéndolo con asombro, mientras él caminaba lentamente hasta mí.
-¿Te gusta? – preguntó débilmente.
-Sí – asentí y sonreí, mientras me ponía de pie lentamente.
-Que bien… – intentó sonreír, pero notaba un dejo de tristeza en sus facciones.
-Chisise… – estiré mi mano y le acaricié la mejilla, bajé hasta su mentón y levanté su rostro.
Él me miró hacia arriba y una vez más, pude notar su mirada opaca; no era el mismo niño que había conocido, lo había lastimado y tardaría mucho en recuperarlo.
-Chisise… – me incliné y busqué sus labios, besándolo delicadamente, intentando que me correspondiera sin conseguirlo.
Me alejé de él, obsevándolo con confusión y él solo desvió la mirada.
-Hay que prepararnos para cenar – alejó su rostro de mí y se acercó a la mesa.
Llegó al asiento que estaba a la derecha del extremo de la mesa y a un lado de la que yo había ocupado; sujetó las telas que caían por sus piernas con delicadeza, para poder ocupar su lugar. Rápidamente me moví tras él y acomodé la silla para que no se le dificultara sentarse.
-Gracias – musitó.
Se sentó rígido, mirando frente a él, tenía sus manos en sus rodillas, sobre la falda de su túnica; yo tomé mi lugar a su lado, mordí mi labio, pasé la mano por mi nuca y sin dudar, tomé la copa, bebiendo otro trago de vino, con eso, me di el valor para hablar.
-Chisise, yo – estiré la mano y sujeté una de las suyas – quiero hablar contigo, quiero disculparme y…
-Hablaremos después de cenar – dijo sin siquiera voltear a verme.
Respiré profundamente, me estaba aplicando la ley del hielo, pero si era así, ¿por qué quería verme?
-Entonces, hagámoslo – dije cansado y alejé mi mano de él, si teníamos que seguir protocolos, mejor hacerlo para llegar a dónde quería.
-Comeremos hasta que llegue papá – anunció.
Su frase me dejó helado, pasé saliva y sentí que me mareaba, ¿por qué íbamos a cenar con su padre? Él no me había avisado de ello.
-No me dijiste que…
El sonido de la puerta abriéndose me obligó a callar, giré mi rostro y observé al hombre de piel bronceada que acababa de llegar. Era alto, imponente, de hombros anchos y su cuerpo se delineaba perfectamente, gracias al traje sastre que portaba, hecho a la medida; su cabello, igual que el de Chisise, era negro y lacio, pero corto, además de portar una barba de candado. Me miró con desdén; sus ojos dorados me escudriñaban y yo me estremecí.
Él caminó por el recinto, del lado contrario a dónde Chisise y yo estábamos sentados; tres de las mujeres que me habían llevado ahí, caminaban tras él y mantenían la mirada en el piso, como una muestra de respeto, o quizá, miedo. Cuando llegó al extremo de la mesa, se quedó de pie, sus ojos seguían clavados en mí y yo no podía sostenerle la mirada.
-Supongo que eres el amigo de Chisise… – su voz grave, profunda y varonil, hizo eco en el comedor y dentro de mi mente – supongo que puedo dejarlo pasar – movió la silla para sentarse – pero en el comedor, las personas deben ponerse de pie para recibir al señor de la casa – se acomodó en su lugar, mientras yo observaba a Chisise de soslayo, pues él tampoco se había levantado – mi hijo no tiene porqué ponerse de pie – sentenció y yo temblé, parecía haberme leído la mente – él es la joya de este lugar y puede hacer lo que desee…
-Dis… – pasé saliva con dificultad – disculpe… yo… no sabía…
-No sabes de nuestras costumbres, eso es notorio…
Una de las siervas le sirvió vino de una botella que trajo exclusivamente para él y las otras dos empezaron a acomodar la mesa, colocando platos y cubiertos, retirándose después con rapidez.
-Te llamas Gerardo Pineda, ¿cierto?
-Sí – asentí rapidamente.
-Yo soy Dyedkhar Ekramy, padre de Chisise – se presentó fríamente y después bebió de su copa.
-Un… un placer – sentía mi cuerpo temblar.
-Quisiera decir lo mismo – levantó una ceja y su sonrisa me provocó escalofríos – pero no debo ser descortés, al menos, no en el comedor – giró el rostro y observó a la mujer que estaba a su lado – sirvan la cena.
Ella asintió, dio unas palmadas y las otras mujeres regresaron con charolas de comida, colocándolas frente a nosotros, sirviéndole primero al padre de Chisise, luego a él y finalmente a mí; nos dejaron copas con agua y se alejaron de la mesa, quedándose a unos pasos de nosotros. Yo no me moví, hasta que miré que el señor Ekramy tomó los cubiertos y empezó a comer; lo imité con algo de dudas, pues realmente no sabía qué estaba ocurriendo en sí, ya que Chisise no me lo había explicado.
-Ayuni, ¿no deseas cenar?
Me sorprendió escuchar esa manera en que el padre de Chisise se refirió a él y especialmente, el tono tan suave que utilizó; los miré de soslayo y pude notar como estiró el brazo y acarició la mano de su hijo con suavidad.
-Baba… – la voz débil de Chisise sonó necesitada al decir esa palabra – no tengo hambre en este momento, si me disculpas, me gustaría comer solo fruta…
-Por supuesto, ayuni – la sonrisa que ese hombre le dio me confundió, pues a pesar de mirarse tan frío, parecía querer a su hijo realmente – sabes que si eso deseas, yo no me opondré…
Una de las siervas se movió y quitó el plato grande que Chisise tenía enfrente, dejando solo un pequeño cuenco, dónde le sirvió varias frutas, especialmente uvas, dátiles y ciruelos.
Después de eso, ellos se mantuvieron en silencio y yo también, hasta que, a media comida, el padre de Chisise habló.
-Tenía ganas de conocerte, Gerardo…
Al escuchar mi nombre, levanté el rostro y lo miré con susto.
-Chisise me contó algunas cosas de ti – parecía indiferente al tratarme – de hecho, llegaste a modificar muchos planes – sonrió con sarcasmo – pero está bien, eso se arreglará.
-Ah… – tenía dificultades para hablar, así que tomé un poco más de vino y limpié mis labios con la servilleta – yo… bueno… realmente, Chisise no me habló mucho de usted, lo lamento…
-Está bien – asintió – mi hijo no habla mucho de nuestra familia, pues lo tiene prohibido – aseguró – como te puedes dar cuenta, somos de ascendencia egipcia – sentenció – y aunque sea difícil de creer, tenemos un legado familiar que data de hace milenios, así que somos personas con costumbres arraigadas…
-Comprendo – musité.
-Chisise, es mi primogénito y el mayor tesoro que tengo, no solo por ser hijo único – su mirada me estremeció – así que es mi deber cuidarlo, vigilarlo y protegerlo…
Llevó un poco de carne a su boca y mientras él masticaba el silencio reinó; yo no dije nada, ni siquiera me moví, pues mi cuerpo no me respondía y mis manos sudaban. Chisise seguía comiendo su fruta, con la mirada en el plato y sin decir una sola palabra.
-Hace tiempo… – prosiguió – supe que mi hijo se había encaprichado con alguien, pero supuse que era algo pasajero – se alzó de hombros – pensé que cuando llegase el momento, él entendería que debía hacer lo correcto, especialmente al tratarse de un compromiso – suspiró.
“Compromiso” la palabra quedó grabada en mi mente e instintivamente moví mi mano al bolsillo de mi pantalón, donde traía la pequeña cajita.
-Pero hace dos semanas, cuando volví de mi viaje al extranjero, después de visitar a su tía Asheara, quien se ofreció a buscarle una pareja adecuada – miró de soslayo a su hijo quien se encogió de hombros – él me dijo que ya tenía una pareja…
Me quedé con la comida en la boca, eso estaba yendo muy rápido y no sabía a dónde quería llegar.
-Intenté hacerlo cambiar de opinión – respiró profundamente – los dioses saben que lo intenté – su voz sonaba cansada – pero él dijo que no quería conocer a nadie más, así que, tuve que cancelar todo lo que ya había planeado, solo para complacerlo, porque eso hacemos los padres que amamos a nuestros hijos, tratar de complacerlos en todo lo que podemos – aseguró – lo llevé de compras y accedí a todos sus caprichos solo para hacerlo feliz, mientras pensaba como iba a romper mi palabra de compromiso, con la familia que Asheara ya había aceptado – respiró profundamente – no, no es fácil ser padre…
Parpadee varias veces, mi cabeza me estaba dando vueltas y tenía ganas de vomitar.
-El domingo que volvió, estaba radiante, feliz – su mano se movió a acariciar el mentón de Chisise y levantar su rostro para verlo – sus ojos brillaban ilusionados – su voz se tornó melancólica – y dije, ‘está bien entonces, mientras él sea feliz, yo no me opondré y lo apoyaré, sin importar lo que ocurra…’
Mis manos empezaron a temblar, sentía que mis extremidades hormigueaban y no podía sostener los cubiertos.
-Pero el lunes – su voz se volvió fría y su dorado mirar se clavó en mi – todo fue diferente… aun así, él no quiso decirme nada – gruñó – tardé casi tres días para que me dijera lo que había ocurrido… tres días en los que me pasé las noches en vela, intentando comprender lo que le sucedía sin encontrar una causa – mis oídos empezaron a zumbar – tres días en los que sufrí al verlo llorar, hundido en la tristeza y ¡todo por tu culpa!
-Yo… no… no me siento…
-¿No te sientes bien? – indagó con voz sarcástica y se puso de pie – no te preocupes – caminó por detrás de la silla de Chisise y se acercó a mí – es el sedante que pusieron en tu bebida – sonrió – no creías que podías lastimar a mi hijo y quedarte sin castigo, ¿cierto?
Intenté moverme, traté de estirar la mano para alcanzar a Chisise, pero no pude, solo caí pesadamente al frío piso, sintiendo que todo se desvanecía a mi alrededor.
-Chi… si… se…
* * *
Abrí los ojos lentamente, me sentía mareado, cansado, no tenía fuerza, ni siquiera para mover mi cabeza, pero poco a poco todo empezó a aclararse a mí alrededor.
Me encontraba en una habitación amplia, recostado sobre una especie de mesa de piedra, estaba sujeto con unos grilletes en mis muñecas y tobillos, además, traía una ropa diferente a la mía; moví mi rostro y pude observar alrededor, había varias efigies extrañas, algunos adornos egipcios y objetos que ni siquiera había visto antes, pero también, Chisise estaba ahí, a unos pasos de mí, aún con la ropa que lo había visto en el comedor.
-Chisise – lo llamé y mi voz sonó con eco en el enorme recinto – ¿qué ocurre? – pregunté con miedo.
Él levantó el rostro y me miró con indiferencia – no ocurre nada – negó – solo serás juzgado – su voz no parecía tener un ápice de sentimientos.
-¿Juzgado? – no comprendía a qué se refería – Chisise, escucha… sé que estás enojado y lo entiendo – dije con nervios – yo… me porté mal, lo sé – admití – pero, realmente no quería lastimarte… me salí de control, no tuve límites y no me di cuenta que te lastimé hasta después, pero te juro que me arrepiento de ello… por eso, yo quería darte un obsequio – mi voz temblaba, su mirada fría me daba miedo – un anillo – proseguí con desespero – quería que volviéramos a empezar, que formalizáramos… te juro que no volveré a hacerte daño o a obligarte a hacer algo que no quieres… por favor Chisise, ¡tienes que creerme!
Él guardó silencio y caminó hasta mí, quedó al lado de donde estaba y estiró el brazo, llevando la mano arriba de mi cabeza y luego acercó una pequeña cajita cerca de mi rostro.
-¿Te refieres a esto?
-Sí – asentí – es un anillo… de compromiso…
Abrió el pequeño contenedor y observó el interior, después, lo cerró y negó – no puedo aceptarlo – su voz sonaba apagada – yo ya no puedo perdonarte – dejó la caja a mi lado – es demasiado tarde…
-Chisise, ¡no es así! – negué – me amas, me lo dijiste – insistí – yo también te amo, sé que cometí un error, pero sé que puedes perdonarme porque, ¡estoy arrepentido!
-Que sencillo – la voz grave retumbó en la habitación y busqué al dueño, a sabiendas que era el padre de Chisise – tanto, que parece una broma – hizo un sonido, como el de una risa forzada – los humanos, piensan que pueden hacer lo que sea en la tierra, comportándose de manera aberrante y yendo en contra de los designios de los Dioses, creyendo que al final de sus vidas, simplemente decir ‘perdón, estoy arrepentido’ les permitirá llegar sin ningún problema a la vida eterna, sin siquiera pasar por la duat, ni sus pruebas…
El padre de Chisise llegó a mi lado, pero ya no portaba su traje; ahora su pecho estaba desnudo, sobre sus anchos hombros descansaba una especie de pechera de metal, sus brazos traían brazaletes de formas intrincadas y usaba un faldón blanco, con un cinturón también del metal dorado, que ostentaba en el elaborado tocado que traía en la cabeza.
-No es así – prosiguió con seriedad – todo acto es grabado en el alma, todas las acciones que han hecho, buenas y malas, se queda ahí, para que al final de sus días, pueda llevarse a cabo el juicio de la verdad…
-¡¿De qué habla?! – pregunté con desespero.
Él sonrió – voy a explicártelo, jovencito – levantó una ceja – esta noche, tú serás juzgado aquí…
-¿Qué quiere decir…?
-Nosotros creemos que, las almas de los difuntos deben ser guiados por la duat y llegar a la ‘sala de las dos verdades’, donde está la balanza, con la pluma de Maat – sus palabras me confundían – ahí, el corazón del fallecido es pesado y si es digno, puede alcanzar la inmortalidad, pero si no, entonces… solo desaparece – respiró profundamente y clavó sus ojos dorados en mi – esta noche, es tu juicio y debemos pesar tu corazón…
-¡De qué demonios habla! Esto es… ¡absurdo!
-No – negó – esto es algo que tiene que ocurrir…
-Escuche, si esto es una broma, no es muy agradable – me removí tratando de soltarme – sé que hice mal, sé que lastimé a su hijo, pero no era mi intención, ¿de acuerdo? Fue… solo una tontería, un error y ¡estoy arrepentido!
-Cometiste un crimen – anunció – lastimaste a alguien a quien dijiste que amabas y eso rompió la armonía que te mantenía con vida y lamentablemente, no basta solo con el arrepentimiento de palabra – sonrió – debes haber hecho otras buenas acciones, que puedan remediar tu crimen, pero no te preocupes, tendrás un juez justo – dijo con solemnidad – esta noche, también es especial, porque – caminó alrededor de la mesa – desde hace algunos años, le he insistido a Chisise para que participe en el ritual, porque ya era momento de que llegase a la adultez plena y mostrara su forma real y divina, pero nunca quiso hacerlo, obviamente por lo que conlleva – la forma en que lo dijo me estremeció.
Busqué a Chisise una vez más – mi amor… – lo llamé – no sé qué ocurre, pero… esto es…
-Debo recibir la bendición de nuestro padre original – Chisise me interrumpió – no quería hacerlo, porque creí que podía llevar una vida más ordinaria, siendo que tengo la opción de elegir debido a mi condición, pero tú me orillaste a decidirme por esta – suspiró – no creí que fueras mentiroso – dijo con desprecio – nunca sentiste amor de verdad a pesar de que me lo dijiste – reprochó – mentiste, lastimaste, hiciste cosas opuestas a las virtudes que los dioses nos enseñan y, además, lo hiciste por un juego… por un convenio con el que denigraste sentimientos…
-¿De qué…? ¿De qué hablas? – pregunté en un murmullo.
-Déjame mostrarte algo… – al escuchar al padre de Chisise, giré el rostro para verlo.
Él caminó, alejándose de mí, movió lo que parecía una palanca y escuché un ruido que no supe identificar; unas puertas se abrieron y fijé mi mirada, especialmente al escuchar gruñidos. Difícilmente pude darme cuenta al inicio, pero cuando mis ojos enfocaron bien, el terror me invadió; parecía una jauría de perros destrozando el cuerpo de alguien en una habitación.
-Creo que no lo reconocerás… – prosiguió él – pero tu amigo, Enrique, nos mostró su alma antes de morir – sonrió – y debido a que no pasó la prueba de la balanza, no podemos darle un entierro digno, así que las mascotas de Chisise, están haciendo el trabajo que les corresponde, comiéndolo…
Abrí mis ojos enormemente, debía ser una broma, pero entonces recordé que ese día, no había visto a Enrique en la escuela. Miré la escena con terror, había sangre y restos de un cuerpo regados en el piso y otras eran disputadas por esos animales; sentí asco y ganas de llorar a la vez.
Él volvió a mi lado con lentitud y sonrió – espero que tengas mejor suerte que tu amigo – se burló – ahora, es momento de empezar – extendió la mano a su hijo.
Chisise se acercó, sujetando la mano de su padre – baba – musitó – tengo miedo…
-Yo voy a guiarte, ayuni… ya eres un adulto – le sonrió – y es necesario que lo hagas… además, recuerda que prometiste hacerlo esta vez…
Chisise respiró profundamente, asintió y caminó hasta quedar al lado de mí, cerca de mi pecho.
-Chisise – lo llamé con ansiedad – mi amor, sé que no eres capaz de lastimar a nadie…
Él me miró con seriedad y suspiró – yo tampoco me sentía capaz… hasta el lunes pasado – sentenció.
Me quedé estupefacto, todo parecía indicar que era mi culpa esa decisión tan descabellada que había elegido, de seguir la locura de su padre.
-Chisise… – pasé saliva para tratar de calmar mi ansiedad, realmente tenía miedo y debía intentar abogar a sus buenos sentimientos – tú eres un niño maravilloso, dulce, amable, no eres un asesino…
-¿Asesino? – su padre me miró con sorpresa y luego sonrió – no somos asesinos, joven Pineda, creo que lo ha entendido mal…
-¡¿Qué he entendido mal?! – grité removiéndome con desespero – me acaba de decir que mató a mi mejor amigo y que quiere que Chisise haga lo mismo conmigo, ¡eso es ser un asesino!
Él rió, una carcajada estridente que me heló la sangre y que retumbó en todo el recinto.
-No – negó – no somos asesinos, somos seres divinos y lamentablemente para usted, estamos por encima de su raza – aseguró – permítame mostrarle – se inclinó y besó la mano de chisise – ayuni, dame un momento – pidió con voz suave – tengo que cambiar…
-Sí, baba…
Chisise se alejó unos pasos y pude observar como su padre me miraba con desdén. Lentamente y ante mis ojos, empezó a cambiar; su estatura se incrementó, su cabeza empezó a modificarse, mostrando una forma diferente, parecía un animal, un perro o lobo, y luego se cubrió de un pelaje negro, tan oscuro como la noche. Su cuerpo musculoso se mantuvo casi intacto, excepto porque aumentó de proporciones y su cabello creció, cayendo por sus hombros y su espalda, pero a pesar de eso, su ropa se adecuó a él, de una manera que parecía un sueño, especialmente el adorno en su cabeza que caía a los costados de su rostro, dejando total libertad a sus orejas largas y puntiagudas. Al final, sentí que el alma escapaba de mi cuerpo, al ver a esa bestia de hocico prominente, dientes filosos y de aspecto canino, extremadamente agresivo.
-Como puede ver – su voz gutural heló mi sangre, se miraba imponente y me hacía sentir insignificante – no soy un humano y mi hijo tampoco – me mostró sus dientes y un hilo de saliva resbaló entre ellos – nuestra raza, como hijos legítimos de Anubis, somos guías de las almas de los difuntos privilegiados, para que sorteen los peligros de la ‘duat’ y somos quienes los presentamos ante su juicio final, así que no, joven Pineda, no somos asesinos…
Mi respiración se agitó, quise decir algo pero mi boca estaba seca y ni un solo sonido salía de mi garganta, incluso, me había orinado del miedo.
-Debo decir que fue desagradable tener que comer el corazón de su amigo, pero, es mi deber y a pesar de todo, es obligatorio para mí – se señaló colocando la mano en su pecho – y desde ahora, necesario para mi pequeño también…
Ese horrible ser ahora medía más de tres metros, eso era seguro y tuvo que inclinarse para acercarse tanto a la mesa, como a Chisise, quien seguía siendo tan pequeño, que su padre, seguramente podía sujetarlo sin problema con una sola mano, pero aun en medio del terror que me invadía, pude ver que trataba a su hijo con sumo cuidado.
-Ayuni – lo llamó – ven… – hizo un movimiento y flotando arriba de mí, apareció un cuchillo con forma extraña, en un tono dorado brillante – no debemos esperar más…
-Sí, baba…
Chisise apresuró el paso y regresó a la mesa, a mi lado.
-Observa bien, ayuni – esa bestia acercó su mano a mi pecho y con la punta de la uña de su enorme dedo índice, hizo una ligera marca superficial en mi piel, la cual me ardió y salió un poco de sangre – debes abrir aquí pero con cuidado, para que no lastimes el corazón…
-De acuerdo – Chisise asintió y acercó la mano a la daga, parecía temblar y dudar antes de sujetarla
-No te preocupes, todo estará bien – dijo su padre.
-Chisise… – lo llamé con miedo y mis ojos se humedecieron – por favor, no lo hagas…
Él me miró y un par de lágrimas escaparon de sus hermosos ojos azules – yo también te supliqué ese día – reclamó – y no te importó…
-Perdón… – musité y empecé a llorar, justo como él lo había hecho el lunes – por favor, perdóname…
-Mi trabajo no es perdonar – negó – soy un hijo de Abunis – aseguró y movió la daga, para colocar la punta en mi pecho – solo puedo guiarte a tu destino…
Sentí como clavaba esa daga en mi cuerpo y el tiempo pareció detenerse, aunque después, me di cuenta que no era así, solo, estaba transcurriendo más lento y podía darme cuenta de lo que ocurría, como si se tratara de un sueño absurdo.
- - - - -
El ojiazul hizo un movimiento rápido y la daga, por sí sola, realizó el trabajo difícil; una incisión perfecta, separó los pocos músculos que el universitario tenía en su pecho, el torax se mostró, pero la misma daga había hecho otros cortes, sin dificultad, fracturando las costillas, para permitir el acceso al órgano vital.
Chisise tembló y levantó el rostro, en busca de la mirada de su padre.
-Está todo bien – anunció Dyedkhar – te dije que la herramienta haría todo el trabajo, ahora, apresúrate…
El menor asintió, dejó de lado la daga, manchada de tono carmesí y con lentitud, introdujo sus pequeñas manos en la abertura; el corazón palpitaba, aun bombeando sangre, pero cuando Chisise lo sujetó, la habitación fue envuelta por la oscuridad. El pelinegro respiró profundamente y con toda la calma y cuidado que podía, retiró el corazón; a su alrededor, aparte de su padre, que seguía tras él, aparecieron varias figuras que lo observaban inquisitivamente, pero la más cercana y mucho más grande que su progenitor, era la de un ser, igual a Dyedkhar, solo que casi cuatro veces más grande que él.
El hocico de ese ser se movió y su voz pareció tener eco – Chisise…
El menor bajó el rostro y se inclinó ante el otro, pero levantando sobre su cabeza el corazón que tenía en mano, a manera de ofrenda.
Dyedkhar se hincó ante esa figura – padre Anubis – dijo con solemnidad – mi hijo Chisise, ha aceptado realizar el ritual – anunció – espero que puedas darle la bendición…
-Dyedkhar – el sonido que se escuchó, parecía un gruñido, pero era una manera de reír para el otro – eres y siempre serás uno de mis hijos favoritos – sentenció – y hoy, me presentas a tu único hijo, quien además, es el primero en más de cuatro milenios en ser fértil – se inclinó y estiró la mano, acercando la uña al pequeño mentón del ojiazul – no dudaría en aceptarlo, pues lo he esperado desde que nació – aseguró.
Chisise le sonrió con dulzura, sintiéndose más seguro de la situación.
-Tú, mi pequeño, eres especial – Anubis ladeó la cabeza – tú y tu descendencia, pueden traer gloria a mis hijos de nuevo, pues en el futuro, una vez más, podrán nacer cientos… miles de ellos, si hembras y más omegas como tú, nacen de ti – aseguró – pero, aunque quisiera darte mi bendición en este preciso instante, no es posible, hasta que tu hagas un sacrificio por mi…
-Dios padre, Anubis – musitó el niño – yo haré el sacrificio sin dudar…
-No depende de ti – negó – depende del juicio…
Anubis alejó su mano del menor e hizo un ademán hacia una balanza, la cual, en un lado, estaba una delicada pluma de un blanco impoluto, que parecía no tocar el platillo dorado donde se encontraba.
Dyedkhar se puso de pie y puso las manos en los hombros de su hijo – adelante – indicó con un delicado empujón, para que avanzara.
El niño caminó sin dudar; para los que lo rodeaban, ese trayecto era una nada, pero para él, debido a su tamaño pequeño, era un tramo largo. Llegó al lado de la balanza y se dio cuenta que era enorme, así que se subió a un pequeño banquillo que se formó de con la arena que pisaba, cerca del plato vacío.
Chisise sujetaba con firmeza el corazón de Gerardo en sus manos y lo acercó a la balanza; había dudado en hacer eso, durante días sintió que no podría hacerlo, pero, en ese momento que estaba ahí, no titubeó. Con sumo cuidado, dejó el órgano en el plato y alejó las manos; por un momento, la balanza no tuvo cambios y el corazón de Chisise se aceleró, pues eso significaba que Gerardo, realmente no era malvado y seguramente, sí se había arrepentido de lo que le había hecho; su padre le había dicho que, de ser de esa manera, podría abogar por devolver a la vida a ese joven, si es que lo creía necesario.
Los labios del pelinegro se movieron, estuvo a punto de hablar, pero la balanza se movió; el plato con el corazón descendió rápidamente, mientras la pluma se elevaba. Los ojos azules se abrieron con sorpresa y levantó el rostro, viendo hacia la pluma; una serie de recuerdos aparecieron frente a él.
Gerardo lo quería y deseaba, pero eso no era amor; para él universitario, era solo un niño con el cual se divertía y podía desfogar todos esos deseos que lo consumían, pero no había ese sentimiento que Chisise había sentido. El mayor le había mentido y al decir amor, eran palabras vanas y superfluas que no correspondían a algo tan puro e intenso, como él había imaginado; el ojiazul derramó una lágrima, pero nada más.
-El juicio ha terminado – la voz de Anubis lo sacó de su ensimismamiento – toma el corazón y haz el sacrificio – ordenó – entrega esa parte humana que aún tienes y conviértete solo en uno de mis hijos…
El pelinegro sujetó el órgano, la balanza desapareció y frente a él, el espíritu de Gerardo tomó forma.
-Chisise – dijo el castaño con ansiedad – por favor, no lo hagas… si me amas… por favor… no lo hagas…
-Lo lamento – bajó el rostro – el veredicto ha sido dado…
Acercó las manos a su rostro y mordió el corazón con fuerza; el sabor le desagradó, pero no iba a dar marcha atrás. Mientras Chisise comía, el espíritu de Gerardo empezó a disolverse y su cuerpo, pereció finalmente.
Al terminar su alimento, el ojiazul cayó de rodillas; su cuerpo empezó a cambiar, su cabeza tomó la forma original de los de su raza y una larga cola creció de su espalda baja; no hubo otro cambio, pues su cuerpo se mantuvo pequeño, delicado y perfecto, aunque sus uñas y cabello crecieron.
-Bienvenido, hijo mío – Anubis levantó el rostro de Chisise por el mentón y su enorme nariz rozó la frente del niño; una delicada marca apareció en el pelaje cobrizo – desde hoy y en adelante, puedes buscarme en los momentos de necesidad y ten por seguro, que siempre acudiré a tu llamado…
-Gracias… padre… – musitó el menor, pero parecía que pronto perdería el conocimiento.
-Dyedkhar – la voz grave de Anubis empezó a perderse, mientras la habitación volvía lentamente a la normalidad – protégelo, porque cuando los demás se enteren que él es fértil, intentarán robarlo como lo hicieron en antaño, con los demás…
El aludido se inclinó, levantó a su hijo en brazos con sumo cuidado y asintió – no te preocupes padre, cuidaré de él…
Todo volvió a la normalidad en el enorme recinto, pero la voz aún se escuchaba.
-La hija de Bastet, Asheara, hizo una buena elección para el prometido, pero sigue siendo joven, impetuoso y algo agresivo, necesita guía para que las cosas con Chisise, puedan surgir – especificó – encárgate de eso también…
-Lo haré…
No hubo más sonido y el mayor observó a su hijo entre sus brazos – lo hiciste bien, ayuni – pasó la lengua por el delicado hocico que estaba manchado de sangre – en un par de días, cuando tu cuerpo se adecue completamente a tu verdadera forma, volverás al disfraz humano que tenías, pero solo porque lo necesitas para pasar desapercibido, ahora ya eres un hijo de Anubis completamente – restregó su cabeza de manera cariñosa, contra el cabello del menor – por hoy, debes descansar…
Dio media vuelta, pero recordó que aún faltaba algo por hacer. Con un simple movimiento de su cabeza, el cuerpo inerte de Gerardo se movió como si se tratara de un muñeco que pendía de hilos invisibles y lo lanzó hacia la zona donde los perros seguían entretenidos con los huesos del anterior cadáver; al ver al nuevo cuerpo, volvieron a lanzarse contra él, para alimentarse.
-Ustedes también – gruñó Dyedkhar – deben volver a su forma original – caminó hacia la salida, dando pasos largos con sus enormes patas anguladas, a diferencia de las piernas delicadas de su hijo – por ahora, aliméntense – ordenó aún para las ‘mascotas’ del ojiazul – pues no sé cuánto pase para el próximo juicio que presidamos…aunque puede no ser mucho, ya que ahora habrá un nuevo guía en este lugar – dijo con frialdad, pues no imaginaba como sería el prometido de su hijo al llegar, pero seguramente, si era de una familia prominente, sería un guerrero y entonces, las actividades de esa familia, podrían cambiar, drásticamente.
- - - - -
GLOSARIO: (Palabras usadas en esta historia que posiblemente no se entiendan o no signifiquen lo mismo en otros países)
*Chisise: Nombre egipcio, significa 'secreto'
*Ayuni: En árabe, significa 'mis ojos' y es una manera profunda y cariñosa de referirse a alguien, puede ser también, ‘cariño’
*Baba: significa papá.
*Dyedkhar: es una variante del nombre de un faraón egipcio (Dyedkara) y significa 'estable es el espíritu'.
*Morra: es una forma coloquial mexicana, de decir 'muchacha' o 'chica'.
*Chisise: Nombre egipcio, significa 'secreto'
*Ayuni: En árabe, significa 'mis ojos' y es una manera profunda y cariñosa de referirse a alguien, puede ser también, ‘cariño’
*Baba: significa papá.
*Dyedkhar: es una variante del nombre de un faraón egipcio (Dyedkara) y significa 'estable es el espíritu'.
*Morra: es una forma coloquial mexicana, de decir 'muchacha' o 'chica'.
Despedida:
Y este es el fin, al menos de esta parte, muajajajajajaja De hecho, hay una parte más, pero decidí que esa sería para el siguiente capítulo…
Sí, sé lo que piensan, Ojou Sama, ¿que no es un OS? Sí, lo es, pero si no se dieron cuenta, este es parte de mi saga, ‘Hijos de la noche’, entonces, aún tengo que explicar de los hijos de Anubis y anexarlos al bestiario ^..^
Por eso, después haré el OS explicando sobre ellos y más sobre sus costumbres.
Bueno, por el momento, es todo y… ¡Lo cumplí! Salió para enero, para el lunes (23) como había dicho ¬..¬ ja! Lo ven, cuando me lo propongo, hago las cosas ^..^
Y este es el fin, al menos de esta parte, muajajajajajaja De hecho, hay una parte más, pero decidí que esa sería para el siguiente capítulo…
Sí, sé lo que piensan, Ojou Sama, ¿que no es un OS? Sí, lo es, pero si no se dieron cuenta, este es parte de mi saga, ‘Hijos de la noche’, entonces, aún tengo que explicar de los hijos de Anubis y anexarlos al bestiario ^..^
Por eso, después haré el OS explicando sobre ellos y más sobre sus costumbres.
Bueno, por el momento, es todo y… ¡Lo cumplí! Salió para enero, para el lunes (23) como había dicho ¬..¬ ja! Lo ven, cuando me lo propongo, hago las cosas ^..^
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